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El Yo
El Yo
TEMA:
EL YO.
UNIDAD DIDÁCTICA:
COMPORTAMIENTO ÉTICO
DOCENTE:
GLADIS FABIOLA MOLINA TORRES
INTEGRANTES:
BRICEÑO ABANTO, ANYHELA YAJAIRA
CRUZ HORNA, ANGIE KATHERINE
GORDILLO VALDERRAMA, KELLY
RAMOS HERRERA, JHESSICA
RODRIGUEZ VASQUEZ, LUZ
VALLADARES AVALOS, CECILIA MILAGROS
TRUJILLO-PERÚ
2021
INSTITUTO DE EDUCACIÓN SUPERIOR TECTONOLÓGICO PÚBLICO COMPORTAMIENTO
“TRUJILLLO” ÉTICO
EL YO
1. El yo desde los diversos puntos de vista:
1.1. ETIMOLÓGICAMENTE: Proviene del vocablo latino “ego”. En el siglo VI,
sufrió la pérdida de la “g”. El “eo” resultante, luego se transformó en un triptongo “iou”
para finalmente quedar como “yo” en nuestro idioma, y es objeto de estudio
y preocupación de numerosas disciplinas: Biología, Antropología, Filosofía, Psicología,
Religión, etcétera
1.2. EN LENGUAJE: “yo” es un pronombre
personal, que designa en la conjugación verbal a la
primera persona del singular: “yo amo”, “yo actúo”
“yo sueño”, etcétera. Con “yo” se nombra al sujeto
individual, que se reconoce como distinto de lo que
lo rodea, y es, filosóficamente el principio de
la meditación.
1.3. EN FILOSOFÍA: Concepto central de numerosos sistemas idealistas que
presentan el sujeto en calidad de factor primario, activo y ordenador. En tales sistemas, el
“Yo” se entiende como portador, por completo independiente, de las particularidades
anímicas. A partir de Descartes, el concepto de “Yo” estuvo vinculado al problema del
“principio” en la constitución de los sistemas filosóficos.
2. Teorías:
2.1. La teoría de la auto discrepancia de Higgins
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En los dominios del yo, que pueden asociarse a la perspectiva propia o a la de otros,
encontramos el Yo real (cómo soy), el Yo ideal (cómo querría ser), el Yo que debería ser, el
Yo potencial (cómo podría llegar a ser) y el Yo futuro, que es la identidad que esperamos
ser.
Higgins considera que el Yo real, tanto desde el punto de vista de uno mismo como desde
el que suponemos que tienen las personas significativas, es la base de nuestro autoconcepto.
Por contra, el resto de aspectos son las guías del yo, que nos sirven de modelo y de
referencia para actuar y para evaluar nuestra conducta.
Así, el Yo no se concibe como una entidad definida, sino como el constante proceso de
construcción de una narrativa autobiográfica coherente que permita otorgar sentido a
nuestras experiencias. Desde la perspectiva postracionalista el problema de la identidad se
convierte en una cuestión lingüístico-narrativa.
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una instancia psíquica que, desde nuestro sistema nervioso, nos llevan a perseguir unos
intereses que chocan entre sí.
Así pues, el Ello, el Yo y el Superyó son los conceptos que Freud utilizó para referirse al
conflicto y la lucha de fuerzas antagónicas que, según él, rigen nuestra forma de pensar y de
actuar. El objetivo del psicoanálisis era, por lo tanto, hacer aflorar la verdadera naturaleza
de los conflictos y los bloqueos que según Freud estaban en la base de la psicopatología.
Veamos con algo más de detalle qué ideas estaban detrás de esta teoría.
ELLO, YO Y SUPERYÓ
El yo surge a partir de la interacción del ser humano con su realidad, adecuando sus
instintos primitivos (el ello) con el ambiente en que vive. El yo es el mecanismo
responsable por el equilibrio de la psique, buscando regular los impulsos del ello, al mismo
tiempo que intenta satisfacerlos de modo menos inmediato y más realista. Gracias al yo la
persona logra mantener la cordura de su personalidad. El yo comienza a desarrollarse ya en
los primeros años de vida del individuo.
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aceptado, de acuerdo con los principios que fueron absorbidos por la persona a lo largo de
su vida.
De acuerdo con Freud, el superyó comienza a desarrollarse a partir del quinto año de vida.
Es aquí cuando el contacto con la sociedad comienza a intensificarse, a través de la escuela,
por ejemplo. En este momento las relaciones sociales pasan a ser mejor interpretadas por la
persona.
3. El nacimiento de nuestro yo
El nacimiento de nuestro yo se explica a través
de los procesos de maduración y aprendizaje, a
partir de la adquisición de nuestras habilidades
sensorio-motrices. Este nacimiento y
crecimiento, el de nuestro yo, es tan importante
porque es el centro del aparato psíquico, el
núcleo de nuestros deseos, actividades e
inhibiciones.
Tras el nacimiento de nuestro yo, este comienza a relacionarse con los objetos de sí mismo.
Primero son objetos externos pero sentidos como propios por el niño, y poco a poco se van
realizando internalizaciones y formando estructuras psíquicas que cohesionan el yo.
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Entre el primer y el segundo año de vida, las capacidades cognitivas del niño aumentan, y
comienza a reconocer los roles en las interacciones interpersonales. Poco a poco comienza
la identificación, discriminando entre el sujeto y el objeto.
Finalmente, la identidad del yo es producto de la función sintética, donde los objetos están
ligados e integrados de forma coherente. Es el nivel más alto de la estructura del yo, que en
parte ocurre debido a la interacción entre sí mismo y los objetos.
Un momento muy importante del nacimiento de nuestro yo ocurre entre los seis y los
dieciocho meses de vida. En esta etapa, el niño experimenta intentando reconocerse en el
espejo, se interesa por esa imagen y le da cierto placer jugar con esa sensación.
El espejo es una metáfora que se refiere al ser humano que está alrededor. Poder reconocer
el cuerpo real y el espacio imaginario es un signo del buen desarrollo humano, sin
fragmentación del yo. Un padre o madre que no cuida a su bebé o que le hace daño,
sostiene su imagen, pero al mismo tiempo puede estar produciéndole una fragmentación,
que puede derivar en procesos psicóticos.
La individuación
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Se trata de un proceso de unificación, purificación y descubrimiento del propio ser. El logro
se manifiesta cuando aparecen imágenes arquetípicas del sí-mismo.
La autonomía del yo
Nuestro “yo” está formado por dos estructuras. La estructura yoica primaria es una esfera
del yo libre de conflicto con el “ello" (sede de los impulsos). Más tarde fue llamada
“funciones autónomas primarias del yo” que corresponden con la memoria, el pensamiento
y el lenguaje. Estas funciones no surgen como defensas contra los impulsos (ello).
Por otro lado, la estructura yoica secundaria o las funciones secundarias del yo surgen ante
el cambio de función. Este cambio comprende el paso de una estructura yoica en conflicto
contra la pulsión, la realidad o la moral hacia una esfera sin conflictos.
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Junto con otros autores, fueron Freud con la psicología del ello, Hartmann con la psicología
del yo, Kohut con la psicología de sí mismo los máximos exponentes en colocar al “yo” en
el centro del universo psicológico. Desde los distintos puntos de vista psicoanalíticos se
puede comprender mejor cómo se produce el nacimiento de nuestro yo.
4. EL YO INTEGRAL
Debe tomar el control y dirigirlo hacía donde él quiere. Del mismo modo, le toca dirigir su
vida, todo aquello que le lleve a una plena realización y expresión de sí mismo, lo que le
dará la paz y felicidad.
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de ellos para poder manejarlo positivamente. Ej. Para aprender y opinar sobre un tema es
necesario informarse, estudiar, analizar.
En el espiritu es el elemento que busca el significado de la vida, es el "YO
profundo", el núcleo de identidad, la parte más interna y dinámica. Se manifiesta a través
de lo que se quiere lograr y como quiere lograrse. Ser espíritu es reconocer la trascendencia
del hombre y de la mujer, es lograr que lo divino se haga parte de nuestra realidad física, es
más que alabar a Dios o a Cristo, es ser ellos, es considerarnos uno con todos, es reconocer
en el paciente, a nuestro hermano y más aún, es reconocernos nosotros mismos. Ejemplo de
su evidencia son los sentimientos que se experimentan al oír un concierto, ver un paisaje
hermoso, poder ayudar a alguien.
El YO SOCIAL: puede expresarse a través de los papeles que vive el individuo
como hermano, amigo, padre, madre, vecino,
alumno, maestro, etc. Al relacionarse el hombre
trasciende a través del yo social, pero no de la que
él cree, sino de lo que en realidad es. No vivimos
solos en el mundo. Se disfruta más si nos
llevamos bien con los demás. El yo social es
indispensable para poder desarrollarnos como ser
útil a nosotros mismos y a la sociedad. Implica
relacionarnos con otros, trabajar en equipo, satisfacer las necesidades de familiares, amigos
y pacientes, organizar los pensamientos y actuar con calidad. Es necesario es este aspecto,
el social; tener buenas relaciones con toda clase de personas, respetando su individualidad y
teniendo en cuenta que todos los seres humanos aspiran y desean ser alguien en la vida y
existimos para colaborarles en esa lucha. Que al igual que ellos nosotros también aspiramos
y lo logramos con ellos, para ellos y desde ellos. El éxito de todo objetivo o meta lograda,
está en las relaciones con los demás. Hoy en día casi nada se puede lograr ni hacer en
aislamiento ya que todos inter- dependemos de nuestros semejantes, de nosotros depende la
relación con los demás; la forma como nos comportamos, actuamos, pensamos, nos
comunicamos y expresamos nuestros sentimientos.
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Identificamos las conductas y actitudes personales del Yo Integral de la Autoestima, Según
Rogers (1959):
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manifestaciones y reacciones, necesidades y habilidades, para desarrollarlas y manejarlas.
Tomemos el ejemplo de quien va a manejar un automóvil; si no lo conoce ni se identifica
con todas sus partes y sus mecanismos, no sabrá cómo cambiar las velocidades, frenar o
acelerar dado el caso. Parecía que el coche lo manejará a él y no él al coche.
Debe tomar el control y dirigirlo hacía donde él quiere. Del mismo modo, le toca dirigir su
vida, todo aquello que le lleve a una plena realización y expresión de sí mismo, lo que le
dará la paz y felicidad.
El ser biopsicosocial es el YO integral, o sea la reunión de todas sus partes -Lo que es y se
tiene- que cargadas de energía salen o se manifiestan en las actuaciones.
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dependiendo de la corriente psicológica o psicoanalítica de la que estemos hablando. En
este breve resumen veremos un poco acerca de las nociones de Winnicott sobre este tema.
Al hablar de personalidad podemos hacernos varias preguntas, tantas como se nos puedan
ocurrir. Para partir de algún lugar podríamos preguntarnos si acaso durante el desarrollo
infantil también ocurre un desarrollo de la personalidad, y para dar respuesta a dicha
pregunta, en esta ocasión, expondremos brevemente las ideas que el pediatra y psicoanalista
inglés, Donald Woods Winnicott, desarrolla en el Capítulo 4 La integración del ego en el
desarrollo del niño de su libro El proceso de maduración en el niño (1981), donde habla de
la formación y desarrollo del yo, elemento de la
estructura psíquica de vital importancia para la
personalidad humana.
Durante este proceso, el autor considera al bebé como un ser inmaduro que se encuentra
constantemente al borde de una angustia inconcebible relacionada con su estado inicial de
total dependencia de la madre. Dicha angustia se mantiene a raya gracias a los cuidados de
la madre suficientemente buena; sin embargo, cuando se presenta, lo hace en las siguientes
cuatro variantes (Winnicott, 1981):
Fragmentación.
Sensación de caer interminablemente.
No tener ninguna relación con el cuerpo.
No tener ninguna orientación.
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De no alejarse al bebé del borde de la angustia inconcebible, de acuerdo con Winnicott,
encontraremos la “materia prima” para la posterior angustia psicótica y otros rasgos
psicóticos en la personalidad. Podemos fácilmente inferir, con lo descrito en párrafos
anteriores, que entonces la angustia en el bebé es el resultado de la falta de cuidados
suficientemente buenos en la etapa más temprana del desarrollo, anterior a la separación del
no-yo y el yo, y puede tener consecuencias como la distorsión de la organización del yo que
serán las bases para características esquizoides, la defensa específica del autosostén, o el
desarrollo de un falso self, entre otras.
Por otro lado, el desarrollo saludable del ego o yo sigue la siguiente ruta para su
integración:
En pocas palabras, el proceso de integración psíquica del yo, parte de elementos motores y
sensoriales para el desarrollo de un narcisismo primario que poco a poco y en condiciones
lo suficientemente buenas de apoyo y protección por parte de la madre, permitirá la
instauración de una personalidad sana.
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Podemos observar que, dentro de la diversidad de planteamientos que puede haber en torno
a la personalidad como factor constitutivo de los seres humanos, la mirada de Winnicott
resulta interesante debido a que considera elementos como la crianza y los cuidados
maternos en relación con la posibilidad de que las niñas y los niños desarrollen o no una
personalidad sana.
6. Conclusiones:
El yo surge a partir de la interacción del ser humano con su realidad, adecuando sus
instintos primitivos (el ello) con el ambiente en que vive.
El yo comienza a desarrollarse ya en los primeros años de vida del individuo.
Para Freud, la personalidad humana surge a partir de un conflicto entre los impulsos
biológicos agresivos y que tienden al placer y los límites sociales que la persona ha
internalizado. Él pensaba que los resultados de los esfuerzos por resolver este conflicto
básico daban como resultado la personalidad.
Concluimos que es muy importante mantener un equilibrio en el “yo integral” ya
que si falla algunos de estos aspectos físico, psíquico, social hay patologías y
complicaciones en el ser humano. Ej. La forma de comunicarse con los demás.
Lo contrario a la integración es la no integración o relajación que tiene que ver con
un niño o niña que no siente la necesidad de integrarse él mismo pues da por sentado que
dicha función la cubre la madre.
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7. Referencias bibliográficas:
Carlson, N. R. (2010). Psychology, the science of behaviour: The psychodynamic
approach. Toronto: Pearson Canada.
Winnicott, D.W. (1981) Capítulo 4: La integración del ego en el desarrollo del niño. (pp
65–73). En El proceso de maduración en el niño. Estudios para una teoría del desarrollo
emocional. Barcelona, España: Laia/Barcelona.