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MATRIMONIO, FAMILIA
Y COSMOVISIÓN
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16 LA FAMILIA, BASE DE UNA NACIÓN
PRINCIPIO 1:
La cosmovisión que abrazamos establece nuestras creencias,
valores y comportamientos.
Todo el mundo abraza una cosmovisión más o menos coherente
que les ayuda a entender y dar sentido a las cosas. Nuestra cosmovi-
sión es la suma total de las asunciones que sostenemos, consciente o
inconscientemente, y que conforman nuestra visión de la realidad.
Estas asunciones o supuestos se acumulan desde nuestros primeros
días, nos fueron implantadas por nues-
cosmovisión (n.) Equivale a la
tros padres, hermanos, y más adelante
Weltanschauung en lengua ale-
por amigos, maestros, medios de comu- mana: concepción global o ima-
nicación (libros, televisión, etc.) y por gen del universo y relación de la
las instituciones sociales —educativas, humanidad con él.4
20 LA FAMILIA, BASE DE UNA NACIÓN
PRINCIPIO 2:
La cosmovisión dominante de una sociedad conforma su cultura
Las cosmovisiones influyen a las personas, pero también actúan co-
lectivamente. En cualquier comunidad (sociedad o nación) prevalece
MATRIMONIO, FAMILIA Y COSMOVISIÓN 21
PRINCIPIO 3:
El sexismo destruye el matrimonio y la familia
La mentira del sexismo consiste sencillamente en esto: los hombres son
superiores a las mujeres o son más valiosos que éstas. Satanás ha entrete-
jido este «principio básico del mundo» en el tejido social de casi todas las
naciones con consecuencias devastadoras. Cuando esta mentira arraiga
en una cultura, moldea sus instituciones, incluidas el matrimonio y la
familia. Cuando los maridos creen que son superiores a sus esposas e
hijas, ejercen la autoridad como poder bruto. Tratan a las mujeres como
si fueran de su propiedad —poco menos que esclavas—. No es ninguna
exageración afirmar que esta mentira bien pudiera ser la mayor fuente
de pobreza en el mundo actual. En una conferencia celebrada en Ruanda
sobre el tema de las actitudes del hombre para con la mujer, un partici-
pante proclamó sin ningún rubor que «los verdaderos hombres golpean
a sus mujeres». Un proverbio cultural coreano reza: «El pescado seco
y las mujeres son mejores después de sacudidos». En Pakistán, entre el
70 y el 90 por ciento de mujeres han sufrido abusos físicos de sus ma-
ridos. En todo el mundo, entre el 20 y el 25 por ciento de mujeres son
víctimas de la violencia doméstica y una de cada siete será violada en su
vida. Otros 2,5 millones de mujeres son forzadas cada año a la esclavitud
sexual. En Estados Unidos, la industria de la pornografía alcanza un vo-
lumen de negocio anual aproximado de 12.000 millones de dólares, más
ingresos anuales que todos los deportes profesionales juntos. En la India,
son abortadas entre dos y cinco millones de niñas cada año. Una clínica
abortiva india anuncia: «Es mejor gastar 38 dólares ahora para extirpar
un feto femenino que 3.800 más adelante para pagar su dote». Los in-
vestigadores estiman que faltan en el mundo 100 millones de mujeres.
Son las víctimas de la violencia doméstica y de los abortos selectivos en
razón del sexo. ¿Cuál es la raíz de esta destrucción masiva? La mentira
entretejida por Satanás en el tejido básico de la cultura; que los hombres
son más valiosos, más importantes, superiores a las mujeres.
PRINCIPIO 4:
El secularismo destruye el matrimonio y la familia
En el núcleo del secularismo se asienta la creencia de que el conoci-
miento se obtiene exclusivamente a través de la percepción sensorial
—lo que se ve, se oye y se toca, se saborea y se siente—. Es decir, que el
conocimiento sólo se adquiere mediante indagación científica. Dado
que la ciencia se ocupa del ámbito físico o material, no puede expli-
car la realidad no física o espiritual. La «mentira» del secularismo es
que Dios y la moralidad no sólo están más allá del ámbito de estudio
científico, sino que, en realidad, son irreales e ilusorios. Para los que
están atrapados en una cosmovisión secular, el ámbito espiritual no
existe realmente. No hay Dios en los cielos y no hay alma o espíritu
en el hombre. Si Dios no existe y si el hombre carece de alma —si
sólo somos productos de un proceso evolutivo sin sentido—, enton-
ces la vida no tiene propósito y la moralidad carece de fundamento.
En última instancia, ya no existe bien o mal, verdad o falsedad. Si la
gente decide creer o imaginar la ficción de que existe un «Dios» para
ayudarles a lidiar con las inseguridades de la vida, es cosa suya, pero
estas elecciones personales, subjetivas, no se sostienen en la arena
pública del gobierno, el derecho, la empresa o la educación.
Las raíces del secularismo se pueden rastrear en Grecia y Roma,
pero el secularismo moderno alcanzó su «mayoría de edad» durante
la Ilustración europea del siglo XVIII, periodo en el que el método
científico moderno fue perfeccionado con resultados notables. Gran-
des misterios del funcionamiento interno del universo se resolvieron
a una velocidad asombrosa. En consecuencia, comenzó a emerger una
creencia: el hombre podía entender el cosmos exclusivamente basado
en la ciencia y la razón. No había necesidad de apelar a Dios, a la re-
velación divina o a la autoridad de la iglesia. Para los pensadores de
la Ilustración, estas ideas anticuadas eran vestigios del «oscurantismo
medieval» cargado de superstición, intolerancia y guerras de religión.
Actualmente, el secularismo ha venido a ser lo que la autora Nancy
Pearcey denomina «la ideología dominante de nuestro tiempo».6 Es
promulgado por las élites urbanas que ostentan cargos influyentes en
instituciones culturales claves. Como tales, son los que proporcionan la
definición «oficial» de la realidad. En suma, sirven como guardianes de
las puertas de la sociedad y ocupan posiciones desde las que imponen
una cosmovisión secular sobre toda la sociedad.7
24 LA FAMILIA, BASE DE UNA NACIÓN
Pensamientos finales
Debemos reconocer que estamos inmersos en una batalla espiritual en
el plano de las creencias culturales básicas. Nuestra arma es la verdad
de la Palabra de Dios, pero debemos desarrollar el hábito y la disciplina
de pensar en todas las cosas de manera bíblica. Una de las mentiras más
grandes de Satanás ha consistido en dividir la realidad en dos catego-
rías: la sagrada y la secular. Los cristianos que piensan en términos de
sagrado y secular tienden a aplicar las enseñanzas de la Biblia única-
mente a lo que consideran que son temas sagrados o espirituales. Entre
éstos, Dios, la religión, la iglesia, la salvación y la santidad personal.
Todo lo demás se considera secular, incluida la política, la empresa, la
economía, las artes e incluso el matrimonio y la familia. Puesto que es-
tas cosas se consideran todas ellas seculares, los cristianos imitan equi-
vocadamente ejemplos de la cultura circundante, sus normas y cos-
tumbres («los principios básicos de este mundo») en cuanto a su forma
de pensar respecto a esas cosas. El resultado trágico es que a menudo
los cristianos piensan y se comportan de manera no distinta a la de la
cultura que les rodea. Debemos arrepentirnos de nuestra manera de
pensar no bíblica. Debemos resistir el dividir la vida en categorías sa-
grada y secular. Dios es Señor de todo, no sólo de una esfera espiritual
limitada. Su verdad se aplica a todas las áreas de la vida pública. Arre-
pentirse significa literalmente «cambiar de forma de pensar». Tenemos
que cambiar de mentalidad, sustituir la forma de pensar no bíblica, la
distinción sagrado-secular, por una mentalidad que reconoce el Seño-
río de Cristo sobre todos los aspectos y todas las cosas, que estima que
la Palabra de Dios es el manual de gobierno de todas las áreas de la
vida: el matrimonio, la familia y la crianza de los hijos.
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Recursos adicionales
Miller, Darrow L. y Stan Guthrie. Discipulando naciones: El poder de la
verdad para transformar culturas. Managua: Editorial JUCUM,
2001.
Allen, Scott, Darrow Miller, y Bob Moffitt. La cosmovisión del reino
de Dios. Tyler, Texas: Editorial JUCUM, 2011.
Pearcey, Nancy. La verdad total: La liberación del cristianismo de su
cautividad cultural. Editorial JUCUM, Tyler, Texas, 2014.
Allen, Scott. Entre lo sagrado y lo secular. Tyler, Texas: Editorial JUCUM,
2013.