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CAPITULO III

En el que se declara ser muy peligroso para el alma cristiana


adherirse como a papa al que no lo es, y apartarse, aunque sea
por ignorancia, del verdadero.
Sobre la tercera cuestión, digo que para todos los cristianos a quienes
ha llegado debidamente la notificación de los cardenales acerca de los
dos elegidos, sin duda alguna, es muy peligroso y condenable obedecer
como papa al que no lo es, apartándose del verdadero, aunque sea por
ignorancia. Esto se prueba por muchas razones.
Primera. Porque, los que tal hacen pecan gravemente contra dos
preceptos divinos, pues apartándose del papa verdadero y no
tributándole el honor debido, quebrantan el primer precepto de la
segunda tabla: Honra a tu padre y a tu madre... El papa legítimo es
padre universal de los cristianos, y la Iglesia es la madre. Además,
prestando obediencia a uno que no es papa y tributándole honores
papales, se quebranta el primer precepto de la primera tabla, en el cual
se ordena: No adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni
semejanza alguna del cielo. ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un
dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen
ficticia de Cristo? Es evidente, pues, que es muy peligroso para
cualquier alma cristiana quebrantar, aunque sea por ignorancia, los dos
preceptos divinos señalados.
Segunda. Dice Santo Tomás que la ignorancia excusa de pecado
solamente cuando es invencible, o cuando se ignora lo que no hay
obligación de saber (1-2, q. 76, a. 3). Es manifiesto que la ignorancia
sobre el verdadero papa no es invencible, y esto por dos capítulos:
     a) Porque, tratándose de hechos de fe, ya que de esta cuestión
depende un artículo de la fe, como se probará en el capítulo siguiente,
está claro que si el hombre hace lo que está de su parte, es seguro que
la divina clemencia le infundirá la luz de la fe, como dice San Agustín,
comentando el evangelio de San Juan (In Jo. c. 14). Y el Señor
dijo: Pedid, y recibiréis; buscad, y encontraréis; llamad, y se os
abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla, y a quien
llama se le abre (Mt. VI, 7; Lc. XI, 9-10).
     b) Porque, presupuestos los fundamentos de la fe cristiana, todos
pueden llegar fácilmente al conocimiento del verdadero papa, como se
declarará en la segunda parte. Pues desconociendo al verdadero papa,
indudablemente se ignora algo que todo fiel debe saber, porque así
como el pastor de los cristianos debe conocer sus propias ovejas para
encaminarlas y custodiarlas, según aquello de los Proverbios: Reconoce
con atención las cabezas de tu grey y cuida de tus rebaños (Prov.
XXXVII, 23), del mismo modo, todas las ovejas de Cristo han de conocer
a su propio pastor, para escucharlo y seguirlo, Y así dice: El que no
entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que sube por
otra parte, es ladrón y salteador; pero el que entra por la puerta
es el pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas
oyen su voz, y llama a sus ovejas por su nombre y las saca
afuera; y cuando las ha sacado todas, va delante de ellas, y las
ovejas le siguen, porque conocen su voz; mas no siguen al
extraño, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de los
extraños (Jo. X, 1-5).
Tercera. Según Santo Tomás, la ley general, o el precepto general de
los superiores, obliga a todos después que se ha promulgado
públicamente, y desde entonces nadie puede excusarse de observarla
por ignorancia (1-2, q. 90, a. 4). Por eso se dice en el Decreto: Las
leyes se establecen cuando son promulgadas (J.
Gratianus, Decretum, I, dist, 4, c 3: "in istis temporalibus"). 
Pues bien: consta que la elección del verdadero papa, sea quien sea,
hecha por los cardenales, ha sido promulgada por todo el mundo: Su
clamor subió por toda la tierra, y sus palabras llegan a los
confines del orbe de la tierra, como dice el Salmo (Ps XVIII,
5). Luego es evidente que en este caso no nos excusa ignorancia
alguna. No puede decirse que la vana promulgación de los cardenales, o
las muchas opiniones de los doctores sobre el papado, ó cualquier otra
causa, nos den ocasión para ignorar o dudar lícitamente, como probaré
más claramente en la segunda parte.
Cuarta. Se dice generalmente, y con acierto, que en la actualidad, por
causa de la doble elección de papa, hay un cisma en la Iglesia, o mejor,
hay separación cismática de la Iglesia. Si existe el cisma, es necesario
que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa
verdadero, sino los que obedecen al falso cual si fuera legítimo. La
ignorancia no excusa a los cismáticos, porque, según San Pablo: Si
alguno lo desconoce, será él desconocido (1 Cor. XIV, 38,). San
Ambrosio, comentando la carta a los romanos, dice: Si tienes
ignorancia, pecas gravemente (C, II). Luego está claro nuestro
primer propósito.
Con todo, hay que notar que en este género de ignorancia no todos
pecan del mismo modo.
Cuantos más excelentes son los hombres en ciencia o en algún oficio y
grado, tanto mayor es su pecado de ignorancia. Y a causa de la misma
ignorancia, cuanto más se adhieren al falso papa, defendiéndolo,
honrándolo o predicándolo como papa; y más se apartan del verdadero,
impugnándolo, blasfemando contra él y seduciendo a los demás, tanto
más gravemente pecan. Y quienes conociendo la verdad no comulgan
con ella, sino que prefieren permanecer en su ignorancia mientras dura
el cisma presente, con el fin de alcanzar bienes temporales y recibir
réditos eclesiásticos o cosas semejantes, pecan mucho más que aquellos
otros que desconocen la verdad por pura negligencia. Sin embargo,
todos los que sufren ignorancia obedeciendo al falso papa y apartándose
del verdadero, pecan mortalmente, exponiéndose por ello a un gran
peligro, porque quebrantan el precepto divino y quedan excomulgados,
según el derecho, automáticamente

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