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¿Qué es la inteligencia?

¿Es tan sólo saber académico? ¿Es una cualidad que llena a un sujeto de
superioridad ante otro? O bien, la inteligencia puede definirse cómo la cualidad
mental que encierra habilidades de aprendizaje empírico y y el entendimiento de
conceptos abstractos, así cómo la explotación de los recursos del conocimiento en
nuestro entorno propio.

Desde la antiguedad el hombre ha sido un ser cambiante, inteligente e inovador.


Siempre ha desarrollado mejores habilidades que las que poseía en el segundo
anterior, siempre ha sabido adaptarse, ha sabido subsistir,

¡El ser vivo más inteligente!

El ser vivo pensante.

Con la evolución, el paso de los años y el desarrollo de las distintas tecnologías


han surgido los implementos de medición, los cuales facilitaban una gran parte de
las actividades laborales y cotidianas del hombre.

Báscula, termómetro, hidrómetro, barómetro, sonómetro, manómetro, etc.

¡Que gran ingenio, señor humano!


¡Todo esto ha sido una gran muestra de su nivel intelectual! La ciencia, las
matemáticas, las leyes, todo ha desencadenado las hermamientas y facilidades del
mundo que somos ahora, ¡que grandes pensadores!

Deberían enorgullecerse, pero por supuesto, nunca ha sido suficiente, nunca lo es,
¿por qué es insaciable, querido ser pensante?

¿Por qué ha llevado esto tan lejos? ¿Por qué ahora se empeña en medir hasta esa
inteligencia propia? ¿Por qué quiere imponer dogmas sobre el intelecto?

El llamado coeficiente intelectual es medido através de distintas pruebas de


conocimiento; empírico, académico, práctico, etc.

Pero, ¿acaso la inteligencia debe ser medida?

¿Podemos decir que alguien que sabe sobre autos tiene mejor coeficiente intelectual
que el que sabe sobre ganado o que el que vende acciones es superior al que vende
papa?

Puedes saber de química, física, matemáticas pero quizá no sabes de religión,


filosofía, biología, tanto así cómo puedes saber de todo y no ser sabio; porque ser
sabio no es sólo saber, sino saber utilizar con sabiduría todos esos saberes.

Puedes tener un título universitario y no ser buen profesional, así cómo alguien
que sólo llegó a mitad de bachillerato puede ser capaz de emprender una cadena de
franquicias; porque lo que importa no es un papel que avale tu nivel académico sino
darse cuenta que en la vida un papel no es más que eso y que un nivel académico por
más importante que sea o parezca ser, no define quién eres.

Puedes ser economista, abogado, médico o campesino, no importa en lo que el tiempo


te haya convertido, pero no puedes comparar saberes porque cada quién tiene su
propio campo, su propia zona de confort.

Señor empresario, accionista, multimillonario, no puede medir su coeficiente


intelectual y considerar que es mayor al de el chico delgado que trabaja con un
tractor o el artesano que vende adornos en la esquina. Usted puede saber sobre
tecnología y cuentas de bancos pero ellos son capaces de hacer próspera la materia
prima, con sus manos son capaces de crear u multiplicar así como usted puede hacer
con su dinero y su título extravagante.

Quizás ellos no saben manejar una laptop, pero usted no es capaz de cultivar un
viñedo.

Por desgracia, para nadie parece ser importante eso y pese a que la brillantez de
un hombre no se debe medir, porque eso es limitar, lo estamos haciendo.
Estereotipamos y tenemos preferencias. hacemos que la segregación arruine hasta la
capacidad y aptitud que poseemos sólo porque somos ridículamente insaciables y nos
empeñamos en que siempre debe haber un superior.

Ya no parece que quisiéramos superarnos a nosotros mismos sino que estuvieramos en


una competencia, una lucha por superar a todo el que creamos que brilla más.

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