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MISIONEROS CLARETIANOS
NOVENA A LA VIRGEN DEL CARMEN
DEL 7 AL 16 DE JULIO
PROPÓSITO
La parroquia San Juan XXIII del Recreo, perteneciente a la Diócesis de
San Jacinto, y regida por la Comunidad Religiosa de los Hijos del
Inmaculado Corazón de María, más conocidos como Misioneros
Claretianos, queremos celebrar esta novena en Honor a María Santísima
ya que:
El 16 de julio de 1849 se fundó la Congregación de los Misioneros
Claretianos, es decir, se cumplen 171 años de vida Misionera en la
Iglesia. Y en este 2020 se celebran 65 años de presencia misionera en El
Ecuador.
Por este doble motivo de alegría y de perseverancia, queremos enfocar
esta novena a la Virgen del Carmen en algunos escritos de la
Autobiografía del Fundador San Antonio María Claret, como homenaje
por esta doble celebración de entrega y servicio a la Misión, como fieles
Oyentes y Servidores de la Palabra.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios y Señor mío: con todo mi ser, alma y corazón, postrado ante tu
Majestad Soberana, te adoro y reconozco por mi Dios y Señor, en Ti creo
firmemente todos los misterios de la Santa Fe católica, en Ti espero que
me has de perdonar todas mis culpas, dar tu gracia, perseverancia en ella
y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en Tu amor. A Ti te
amo sobre todas las cosas por tu bondad infinita, a Ti confieso mis culpas
y pecados; de todo corazón me arrepiento y me pesa haberte ofendido,
por ser quien eres, mi Dios infinitamente bueno, tan digno de ser amado.
Propongo ayudado por tu gracia, nunca más pecar, confesarme, satisfacer
por todas mis culpas y procurar en todo servirte y agradarte. Por Tu
infinita misericordia Señor, espero que me perdonarás, para que
perseverando en tu gracia logre gozarte eternamente en la gloria.
Perdóname, Señor, para que, con alma ardiente y pura, alabe a María y
por su intercesión alcance lo que en esta novena te pido, si ha de ser para
mayor gloria tuya y provecho de mi alma. Amén.
«Me pusieron por nombre Antonio, Adjutorio, Juan. Mi Padrino fue un hermano de
mi madre, que se llamaba Antonio Clará y quiso que me llamara [por] su nombre de
Antonio. Mi Madrina fue una hermana de mi padre que se llamaba María Claret,
casada con Adjutorio Canudas, y me puso por nombre el de su marido. El tercer
nombre es Juan, que es el nombre de mi padre; y yo después, por devoción a María
Santísima, añadí el dulcísimo nombre de María, porque María Santísima es mi Madre,
mi Madrina, mi Maestra, mi Directora y mi todo después de Jesús6. Y así, [mi] nombre
es: Antonio María Adjutorio Juan Claret y Clará.» Autobiografía #5
Desde su infancia profeso el Santo una tierna y profunda devoción a la Virgen. Nunca
se cansaba de estar arrodillado ante su imagen en la iglesia de su pueblo natal de
Sallent. Con su hermana Rosa hacia frecuentes visitas al santuario de Fusimaña,
dedicado a la Santísima. Virgen y situado a las afueras del pueblo. El mismo refiere
que, cuando de lejos divisaba el santuario, se les saltaban las lágrimas a los ojos y,
lleno de emoción, comenzaba a rezar el rosario con su hermana.»
«Por tanto, Madre mía, desde ahora ya comienzo a hablar y gritar; ya acudo a Vos;
sí, a Vos, que sois Madre de misericordia; dignaos dar socorro a tan grande necesidad;
no me digáis que no podéis, porque yo sé que en el orden de la gracia sois
omnipotente. Dignaos, os suplico, dar a todos la gracia de la conversión, pues que sin
ésta no haríamos nada, y entonces enviadme y veréis cómo se convierten. Yo sé que
daréis esta gracia a todos los que de veras la pedirán; pero, si ellos no la piden, es
porque no conocen su necesidad, y tan fatal es su estado, que ni conocen lo que les
conviene, y esto cabalmente me mueve aún más a compasión.» Autobiografía # 160
Reflexión: «No era un entusiasmo momentáneo la certeza con que afirmaba nuestro
Fundador que la Congregación es obra de María. Claret vivió toda su experiencia de
misionero apostólico como obra de María, su madre su madrina, su directora y su
todo después de Jesús.
Si recibimos la misión así, el corazón que puesto en la misión. La mística misionera
claretiana, la de Claret y la de sus misioneros, es una entrega a la misión medida por
la intensidad y la calidad del amor que el Espíritu enciende en nuestro corazón, a
semejanza del que encendió en el corazón de María. Una entrega a la misión con
todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser: poner el corazón en la misión es
nuestro modo de cumplir los mandamientos primero y segundo en uno solo, como
lo predicó y practicó Jesús: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu
alma y con todo tu ser, y amarás al prójimo como a ti mismo con ese amor, hasta
dar la vida para dar vida; nadie puede tener mayor que ése. (Mc 13, 28-34; Jn 15, 12-
14)»
« ¡Oh Virgen y Madre de Dios, Madre y abogada de los pobres e infelices pecadores!
Bien sabéis que soy hijo y ministro vuestro, formado por Vos misma en la fragua de
vuestra misericordia y amor. Yo soy como una saeta puesta en vuestra mano
poderosa; arrojadme, madre mía, con toda la fuerza de vuestro brazo contra el impío,
sacrílego y cruel Acab, casado con la vil Jezabel. Quiero decir: Arrojadme contra
Satanás, príncipe de este mundo, quien tiene hecha alianza con la carne.»
Autobiografía # 270
Reflexión: «Es esencial decir que, en todo el proceso vital de imitación y configuración
con Jesús, Claret se sintió siempre acompañado de María. Para nuestro Fundador,
María y su Corazón son inseparables del Padre, del Hijo y del Espíritu. Por eso Claret
no se separa nunca de Ella, ya que la madre del Hijo es madre y formadora del
discípulo, del seguidor del Hijo.
Para Claret, María no es sólo la madre de Jesús, es también la mejor imitadora del
Hijo. “María Santísima ha imitado a Jesús perfectamente”, dice Claret. “María fue la
primera discípula de Jesucristo y la que le imitó más de cerca”. Por eso considera
Claret que María era “estampa viva y proporcionada con su Hijo Santísimo”. Como
tal, imitadores de Jesús. Claret, al ir con Ella siguiendo a Jesús, va también siguiendo
e imitando a María…
María no abre caminos alternativos a los del Espíritu para seguir a Jesús. Ella también
camina con el Espíritu del Padre y del Hijo. El “camino” es único y el término también:
la cruz para la gloria del Padre en el bien del prójimo.»
«A vos, Madre mía, sea la victoria. Vos venceréis. Sí, Vos que tenéis el poder para
acabar con todas la herejías, errores y vicios. Y yo, confiado en vuestra poderosísima
protección, emprendo la batalla, no sólo contra la carne y sangre, sino contra los
príncipes de las tinieblas, como dice el Apóstol, embrazando el escudo del Santísimo
Rosario y armado con la espada de dos filos de la divina palabra.
Vos sois Reina de los Ángeles. Mandadles, Madre mía, que vengan a mi socorro. Bien
sabéis Vos mi flaqueza y las fuerzas de mis enemigos.» Autobiografía # 271-272
«El Señor me dijo a mí y a todos estos Misioneros compañeros míos: No sois vosotros
quienes habláis entonces, sino el Espíritu de vuestro Padre y de vuestra Madre, el cual
habla por vosotros. Por manera que cada uno de nosotros podrá decir: El Espíritu del
Señor reposó sobre mí; por lo cual me ha consagrado con su unción divina y me ha
enviado a evangelizar o dar buenas nuevas a los pobres, a curar a los que tienen el
corazón contrito.» Autobiografía # 687
«Me entrego del todo por hijo y sacerdote de María. Por eso, cada día le rezaré la
corona de antífonas: Alégrate María, etc.; Hazme digno, etc. Ella será mi Madre,
Maestra y Directora, y de Ella será todo lo que haga y sufra en este ministerio, porque
el fruto debe ser de aquella que ha plantado el árbol.» Propósitos de 1843 #5
Reflexión: Esta entrega total a María en la vida y obra, es colocar el «primado del
amor en la misión apostólica de Claret, donde cobran perfecta unidad y articulación
todas las advocaciones y devociones o vivencias marianas que Claret cultivó. Toda
imagen, todo símbolo mariano y toda devoción, giran en torno al “amor de
misericordia”, el “divino amor”, “el amor hermoso” o la “caridad” … Siempre en
función de la misión apostólica, para el amor a Dios y al prójimo, la gloria de Dios y
la conversión de los pecadores; para seguir e imitar a Jesús, el Hijo; para trabajar y
sufrir y morir por el anuncio del Evangelio; para hermosear a la Iglesia, y enfrentar
todos los males y al mismo Maligno…
Así se explica toda la inmensa fuerza que tuvo en Claret el inmaculado Corazón de
María. Porque, de uno u otro modo, siempre vivió nuestro Fundador la experiencia
de la virgen María como Madre del amor de misericordia, abogada de los pecadores,
preservada de culpa, Inmaculada: la vencedora del mal.
En la vivencia de María y su Corazón Inmaculado en la misión apostólica, maduró el
Espíritu la misma presencia y las mismas funciones del Inmaculado Corazón de María
para el carisma de nuestra congregación. Podríamos decir que nuestra Congregación
maduró por el Espíritu en maría, presente y activa en toda la experiencia misionera
de Claret. Porque sabemos cómo atribuye a Ella Claret nuestra Congregación. Sería
un fruto más de aquella “alianza entre el Espíritu y María” …
«¡Oh Madre mía María! ¡Madre del divino amor, no puedo pedir cosa que os sea más
grata ni más fácil de conceder que el divino amor, concédemelo, Madre mía! ¡Madre
mía, amor! ¡Madre mía, tengo hambre y sed de amor, socorredme, saciadme! ¡Oh
Corazón de María, fragua e instrumento del amor, enciéndeme en el amor de Dios y
del prójimo!» Autobiografía #447
Reflexión: «La Definición del Misionero muestra aún más su dimensión espiritual, si la
comenzamos pro el seguimiento de Cristo: “Un Hijo del Inmaculado Corazón de
maría es un hombre que no piensa sino cómo seguirá e imitará a Cristo en orar, en
trabajar, en sufrir, en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la
salvación de los hombres (y mujeres)”. Este es el hombre ungido por la caridad de
Cristo y “arde en caridad y abrasa por donde pasa; desea eficazmente y procura por
todos los medios…”
Nos dio nuestro Fundador esa definición como “camino”, para que compartamos con
él su formidable experiencia personal de seguimiento apostólico de Cristo, siendo
como él misioneros apostólicos hijos del Inmaculado Corazón de María. Antes de
pedirnos “tener siempre ante nuestros ojos la definición del Misionero”, nuestra
Constitución Fundamental nos dice que “siendo y llamándonos Hijos de su Corazón,
veneramos a la Santísima Virgen con amor y confianza, y nos entregamos a Ella para
ser configurados con el misterio de Cristo y cooperar con su oficio maternal en la
misión apostólica” (CC8)
La contemplación apostólica nos llevará a andar nuevos caminos en la configuración
con Jesucristo, fieles al seguimiento. Y encontraremos siempre en la andadura a la
Bienaventurada Virgen María, que nos enseña a abrir sin temores el corazón a la
novedad del Espíritu, para hacernos más semejantes al Hijo.»
« El día 16 de julio de 1849, hallándonos ya reunidos, con aprobación del Ilmo. Sr.
Obispo y del Sr. Rector, empezamos en el Seminario los santos ejercicios espirituales
nosotros solos con todo rigor y fervor, y, como cabalmente en este día 16 es la fiesta
de la Santa Cruz y de la Virgen del Carmen, por tema de la primera plática puse
aquellas palabras del Psalmo 22: Tu vara y tu cayado, ellos me consolaron, v. 4.,
aludiendo a la devoción y confianza que hemos de tener a la santa Cruz y a María
Santísima; aplicando además todo el salmo a nuestro objeto. De aquellos ejercicios
todos salimos muy fervorosos, resueltos y determinados a perseverar, y, gracias sean
dadas a Dios y a María Santísima, todos han persevera- do muy bien. Dos han muerto
y se hallan actualmente en la gloria del cielo gozando de Dios y del premio de sus
trabajos apostólicos y rogando por sus hermanos.
¡Oh Dios mío, bendito seáis por haberos dignado escoger a vuestros humildes siervos
para hijos del inmaculado Corazón de vuestra Santísima Madre!»
¡Oh Madre benditísima, mil alabanzas os sean dadas por la fineza de vuestro
inmaculado corazón y habernos toma- do por hijos vuestros! Haced, Madre mía, que
correspondamos a tanta bondad, que cada día seamos más humildes, más fervorosos
y más celosos de la salvación de las almas.» Autobiografía #490-491-492