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Una de las posturas psicológicas plantea que todos los elementos de un sueño (personas, objetos,
lugares) son aspectos de mi personalidad que me representan. Siempre es más fácil reconocerme
en el otro que a partir de mi mismo...ya lo dice el dicho “Es más fácil ver la paja en ojo ajeno que
la viga en el propio”. Esto se debe a que el ser humano aprende en base a la experimentación y
no en relación a la teoría. Aprendemos que 2+2 es 4, no porque lo vemos escrito en la pizarra,
sino porque experimentamos que 2 piedritas más 2 ramitas suman 4 objetos. De esta forma, los
elementos que mi inconsciente o mi alma escogen para urdir un sueño son aquellos que con mayor
facilidad voy a reconocer.
Las pesadillas son esos sueños amenazadores y terroríficos que nos hacen despertar sobresaltados
y sin aliento, tanto así que aunque sepamos que era tan sólo un sueño, la sensación de miedo o
espanto es tan grande que nos acompaña por largo rato, incluso puede ser una sensación que
la llevemos por días. La principal característica de una pesadilla es su capacidad para despertarnos
de un sobresalto. Esa es justamente su función: “Despertarnos del letargo”, para hacernos tomar
conciencia de algo que hemos venido postergando y por lo tanto nos tiene que despertar bruscamente
para que no lo sigamos evadiendo y lo enfrentemos. Todos los sueños son bendiciones, son la
oportunidad que tenemos de estar un poquito más cerca de nuestra esencia y “recordar” el camino
que debemos seguir, desde lo que somos. A veces una pesadilla puede ser una tremenda
oportunidad de que reconozca algo y no tenga que vivir una pesadilla del tipo real como una
enfermedad o un accidente para tomar conciencia.
¿Por qué las pesadillas son habituales en los niños? Porque ellos están reconociendo el mundo
y los límites, están aprendiendo a manejarse en un mundo que carece del “verdadero” sentido que
sus almitas puras traen y eso muchas veces puede parecer la peor de las pesadillas.
Técnicas de Análisis
· Identifico y listo todos los personajes y elementos importantes del sueño.
· Los defino de la siguiente forma:
· A partir de lo primero que me surja en relación al personaje o elemento. (Asociación Libre)
· Realizo una definición de esencia o de “diccionario” ej. Si he soñado con una silla plástica
defino Silla: elemento destinado al descanso temporal y luego le otorgo aquellas características
propias de la silla plástica (apilables, informales, etc.) puesto existe una gran diferencia entre una silla
plástica y una mecedora.
· En relación a mi experiencia con el personaje / objeto, o a lo que yo lo asocio.
· Presto atención a la primera oración puesto ella plantea el tema a revisar.
· La última oración constata la forma en la que estoy resolviendo el tema planteado en el sueño.
· El título habitualmente plantea la síntesis que estoy haciendo del tema tratado.
Técnicas de Interpretación
· Reemplazo las definiciones por los personajes o elementos originales y leo nuevamente la
historia, llevándola a la zona del plexo solar (ahí está la manifestación de mi yo soy).
· Interpretación de rol: Comienzo adoptando la posición física del personaje / objeto, y luego
voy sintiéndome como si yo fuera él, comprendiendo por qué estoy ahí, observo lo que está a mi
alrededor y la actitud del “soñante” y puedo incluso establecer un diálogo con el soñante para ayudarlo
a comprender qué parte de él represento.
· Reviso la secuencia de emociones y sensaciones que me presenta el sueño, las llevo al plexo
solar y luego sintiéndolas reviso qué situaciones, ya vividas, me han hecho sentir de la misma forma,
pueden ser situaciones recientes, o bien, situaciones de muchos años antes. En el sueño las emociones
o sensaciones aparecen más exacerbadas, sólo para hacernos más concientes. Por lo tanto a lo
mejor en el sueño es más intenso que en la realidad.
· Los sueños se interpretan a partir de lo que “siento” y no de la comprensión mental que tengo
de ellos.
Ánima y Ánimus
Son representaciones para nuestro femenino y masculino, respectivamente. Son figuras que
nacen en nuestra relación con padre o madre y de ahí van evolucionando hasta llegar a una imagen
mucho más espiritual. A partir de la unidad nace la dualidad. Del UNO tenemos un arriba y un
abajo; derecha e izquierda; luz y oscuridad; Yin y Yang; masculino y femenino. Si bien estas
características son opuestas, forman parte de un continuo. Por ejemplo, tenemos el concepto de
“temperatura” que en un extremo contiene el frío y en el otro el calor. La transición entre un extremo
y otro es sutil.
Un aspecto de la personalidad inconsciente o figura interior es la personificación femenina o
“Anima”, en el caso de los hombres, y el “Animus” o personificación masculina en el caso de las
mujeres.
Anima
Anima es el término griego empleado para denominar al Alma y corresponde a la personificación
de todas las tendencias sicológicas femeninas en la siquis de un hombre. Estas tendencias pueden
ser identificadas como sentimientos vagos y estados de humor, intuición, captación de lo irracional,
capacidad para el amor personal, sensibilidad por la naturaleza, la relación con el inconsciente,
con lo sobrenatural y lo divino.
La primera representación o personificación del Anima en el hombre es la madre por lo tanto, la
influencia que ésta tenga o haya tenido sobre él va a determinar la forma en que el Anima se
exprese. Cuando el hombre supera su complejo materno, queda libre para desarrollar el lado
femenino de su naturaleza para establecer relaciones maduras con una mujer, en la cual ella no
es idealizada o denigrada.
Entre las manifestaciones negativas del Anima podemos encontrar la falta de sentido, la indecisión,
el temor a la enfermedad, los comentarios irritables o venenosos que rebajan todo. También está
presente en la excesiva reflexión sobre la vida al nivel que no puede vivirla o bien, las fantasías
eróticas.
Dentro de las características positivas del Anima está la capacidad para que el hombre encuentre
pareja estable o cónyuge; el ayudarlo a conciliarse con hechos escondidos en su inconsciente,
abriendo el camino hacia profundidades más hondas; actuando como mediadora entre el aspecto
consciente y la totalidad de su ser. En este sentido, el principal papel del Anima está dado como
guía interior, permitiendo al hombre tomar contacto con sus sentimientos, esperanzas y fantasías,
siendo capaz de plasmarlas a través del arte por ejemplo. De esta forma, cuando el hombre
escucha a su Anima y sigue la orientación que ella le da, puede completar su proceso de integración.
Animus
Animus es la denominación griega para Espíritu y corresponde a la personificación masculina en
la siquis de la mujer. En su estado más elevado actúa también como puente en el proceso de
individuación (integración), permitiendo reconocer y aceptar quien realmente es. A diferencia del
Anima en el hombre, en la mujer no aparece con tanta frecuencia en forma de fantasía erótica.
Aparece más fuertemente como convicción casi sagrada, oculta. Generalmente, todo aquello que
plantea o postula es correcto, pero generalmente no es aplicable al tema del cual se trate.
Al igual que en el caso del Anima en el hombre, el Ànimus surge en la mujer a partir de la figura
paterna y la relación que con dicha figura existe. Generalmente esta figura alimenta el Animus
de su hija con convicciones indiscutibles y verdaderas pero que lamentablemente no consideran
la “realidad personal” de la mujer. Por lo tanto, la mujer debe reconocer quién y qué es su Animus
y qué hace con ella para que en vez de dejarse poseer por él, pueda convertirse en un compañero
interior que la provea con cualidades masculinas de iniciativa, valentía, objetividad y sabiduría
espiritual. Es decir, entregándole la fuerza interior para que ella hábilmente la vista de exquisita
feminidad y delicadeza. Para ello la mujer debe encontrar el atrevimiento y la amplitud mental
para “dudar” de la “santidad” de aquellas convicciones heredadas de la figura paterna y sea capaz
de aceptar las sugerencias de su inconsciente, para llegar a simplemente “ser”. Es interesante
observar este aspecto a través de los sueños, puesto nos muestra muchas veces las necesidades
reprimidas de esta energía, que es nuestro complemento.
Evolución de Símbolos
Luego de varias semanas de análisis es posible apreciar la evolución de los símbolos que nos están
representando, conforme vamos reconociendo el proceso y lo vamos haciendo nuestro. Por ejemplo,
en un momento podemos soñar que nos ataca un león feroz y luego de analizarlo reconocemos que
el león representa las emociones reprimidas en torno a la relación con mi padre. Luego de algunos
días sueño con un gato que me persigue y cuando me ataca se transforma en un peluche inofensivo.
En este caso pasamos de león, a gato y luego a peluche, a medida que vamos aceptando que
teníamos un conflicto en la relación y lo vamos viviendo y superando.