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Caminos para contemplar la naturaleza

Existen, a grandes rasgos, dos formas de acercar a alguien a la contemplación del mundo natural: el
primer camino, es la espiritualidad; el segundo, la ciencia. A priori, podríamos suponer que, si el
objetivo es lograr que la persona respete, quiera y se maraville con el mundo natural, cualquier opción
puede ser buena. Además, como punto a favor de la espiritualidad, hay que decir que, por tener un
lenguaje más ordinario, esta suele ser mucho más comprensible para el común denominador de las
personas, en contraste con los tecnicismos y clasificaciones propios de la ciencia. Aunque para ser
justos, hay que aclarar que tales características, tienen más peso en la vida académica que en la simple
contemplación científica. También es cierto que los razonamientos hechos desde la espiritualidad, aún
si tienen fallas de lógica (no nos vamos a centrar en este punto ahora), son muy plausibles. Entonces,
siendo que son sencillos de entender, ofrecen una explicación verosímil de las cosas y además pueden
bajar un discurso moral con facilidad, parecería evidente que el mejor método educativo para
asegurarse de que alguien ame la naturaleza, es la vía espiritual.
Empero, hay una diferencia sustancial muy importante entre ambos caminos, y que a mí me
impulsa a preferir el de la ciencia. Y es que, en tanto que la ciencia tiene a la naturaleza como fin
último de su estudio, la espiritualidad se tiene a sí misma como finalidad. Para ilustrarlo con un
ejemplo: cuando un geólogo estudia una montaña, su objetivo es por saber más sobre esa montaña en
particular y todas las montañas en general. En todo caso, el geólogo estudia las montañas buscando
aprender tanto como pueda sobre ellas. Pero aquel que, recorriendo el camino espiritual, observa las
montañas, más que querer aprender, lo que hace, es buscar a Dios (1) en las mismas. El objetivo final,
entonces, es Dios y no las montañas. Como consecuencia el conocimiento adquirido no solo es mucho
menor en la vía espiritual, sino que puede estar, directamente, errado. Esto ocurre porque la pulsión que
guía a la persona, es la de hallar a Dios, y a esta le bastará con crearse algún argumento para justificar
su existencia en eso que contempla. De este modo, estará reforzando sus creencias en Dios, y no su
conocimiento de la naturaleza.
A esta forma de pensar, plagada de sesgos cognitivos, se la puede denominar “razonamiento
acrítico”, ya que contrasta con el razonamiento crítico, donde la persona no parte con una conclusión a
justificar, sino con una hipótesis que sólo sostendrá si puede ser comprobada fehacientemente. Los
resultados del pensamiento acrítico son variables: podemos tener consecuencias inofensivas (como lo
es sostener la existencia de Dios, mediante el “pensamiento mágico”), u otras mucho más peligrosas,
como realizar terapias de medicinas “alternativas”, “ancestrales”, etc., que pueden acabar por
comprometer gravemente nuestra salud física-psicológica y/o nuestro bolsillo. También puede darse el
caso de que terminemos sosteniendo prácticas ideológicas irracionales que pueden ser muy destructivas
para otros, tales como el fascismo, la xenofobia, el belicismo, el punitivismo, etc. Por último, otra
posibilidad es que se creen o refuercen lazos con alguna religión. Aunque, a priori, esto podría no
resultar problemático, es sabido que en muchas ocasiones, las religiones suelen tener prácticas nocivas
tanto para el bienestar de las personas que la practican como el de las que, de alguna manera, conviven
con ellas. Cito algunos ejemplos: el empleo de la culpa como un método pedagógico-moral (presente
en todas las ramas del cristianismo), el sectarismo (existen religiones que penalizan la vinculación con
personas de “afuera”, aunque estas sean familiares cercanos), el refuerzo de una visión etnocentrista del
mundo (creerse “el pueblo de Dios”), etc.
En contrapartida a todo esto, la vía científica no sólo aporta más conocimientos respecto al punto en
cuestión que se estudia, sino que crea la cultura del pensamiento crítico. Tal manera de razonar crea un
ciclo de aprendizaje que se auto-sustenta: la persona que se cuestiona a sí misma aquello que cree
saber, se encuentra en una investigación constante y, por tanto, en un aprendizaje permanente. Además,
el hecho de no dar nada por sentado, suele ser muy útil para evitar estafas o prácticas peligrosas que
abundan en nuestra cotidianidad, desde el marketing hasta los discursos de funcionarios políticos. Es
necesario que los pequeños se habitúen desde temprano a esta práctica, sobre todo en un entorno como
el actual, donde cualquier clase información está al alcance de un clic.

1 Si bien no es de mi agrado hacer este tipo de generalizaciones, por cuestiones de practicidad me referiré a Dios como todo
ente, grupo de entes, concepto o ideario que sea central en las distintas espiritualidades. Entiendo, además, la espiritualidad como
disociada de la religión, siendo la segunda un concepto mucho más estrecho, concreto y totalitario que la primera.

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