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El vacío de la insaciabilidad

Creo que de todas las criaturas de este universo el ser humano es el más vulnerable de
todos a pesa de su inteligencia y capacidad racional.

Cuando vemos cualquier animal en la selva o un mísero insecto, cuando vienen a este
mundo vienen con una cierta capacidad para sobrevivir por sí mismo y es capaz de sobrevivir
en ambientes extremos. Pero si dejamos a un bebe en las mismas condiciones descritas,
pronto morirá. Así de vulnerable somos cuando nacemos mucho más que cualquier otro ser
vivió.

Nacemos desnudos e incapacitados para sobrevivir como lo pudiera hacer un ternero


de una vaca. Convengamos que para el abrigo alguien nos tuvo que vestir, dar de comer y para
el aburrimiento entretener. Incapaces de limpiarnos nuestros desechos otro lo tuvo que hacer.
Así nacemos así somos en nuestros primeros días.

Pero tenemos algo que nos hace distinto, somos seres racionales, supongo que todos
sabemos esto, y quizás sea una gran obviedad. Antes de construir algo, primero lo diseñamos
y pensamos, en cambio un castor cuando quiere hacer una represa, siempre lo hace de la
misma manera más por instinto que por un razonamiento bien planificado. No importa quienes
seamos, si primitivos o civilizados, todos como seres humanos tenemos un cierto
razonamiento, manejamos una cierta lógica para hacer las cosas y buscamos ejercer el
dominio donde posen nuestros pies.

Quizás en este tenemos algo en común con las bestias, el deseo de dominar. Pero al
mismo tiempo existe una gran diferencia. Un león solo cuida su territorio y carece de algún
sentido de comunicación o conquista como los grandes guerreros cuyas motivaciones es por
ambición y poder. Un león o cualquier animal territorio solo busca la protección de su manada
movido por su instinto protector. El ser humano busca superponerse sobre el otro y no por
instintito sino por ambición. Pensemos nuevamente en un león que no busca gloria y majestad
y por lo demás nada sabe de eso. Busca sobrevivir y aun así no sabe que lo que hace es sobre
vivir. En cuanto al ser humano no, el ser humano es movido por ambiciones de todo tipo.

Todos nosotros compartimos el hecho de que tenemos ambiciones en diferentes


grados, pero las tenemos. Si hemos nacido en una casa con piso de tierra, querremos que esta
también sea de cemento porque es mejor estar con los pies limpios que llenos de tierra.
Pensemos en un salvaje o indígena de cualquier tribu del mundo. No se contenta con vivir al
aire libre, querrá una choza bien equipada, aunque sus instrumentos sean rudimentarios. Así
también aquel que tiene una casa con piso de tierra, querrá una con piso de cemento. Su
condición delante de aquel que posee una casa con piso de Cemento será de pobreza, porque
no tiene lo que tiene aquel que tiene una mejor casa.

Su razonamiento será que será más feliz y estará mucho mejor con un piso de cemento
y en lo posible con cerámica o cualquier elemento que le proporcione cierto confort. Pero
pensemos en lo siguiente. Una vez que hemos salido de la casa con piso de tierra a una con
piso de cemento con bellas cerámicas, nuestra casa es de un solo piso. Suponiendo que su
vecino tiene una casa de dos pisos y ha visto la gran cantidad de espacio que le proporciona el
hecho de tener una casa de dos pisos, este querrá también una casa de dos pisos porque ve
que su vecino vive mejor. Entonces ambiciona una casa de dos pisos porque piensa que su
calidad de vida será mejor. Luego de un tiempo vio una casa de dos pisos con una pisa y una
cancha de futbol. Hasta que finalmente no contento con todo aquello que llego a construir quiso
el país entero para él luego el mundo y el universo.

Con esta reflexión consideramos que nuestra ambición lejos de ser conformista, es
inconformista. Es como si el saco de nuestras ambiciones tuviese un gran forado que no puede
ser llenado con nada. Las ambiciones tiene su raíz en nuestros deseos y nuestros deseos no
tienen límites. Podemos desear toda la vida, quizás la única restricción es nuestra capacidad
para cumplirlos. Porque si pensásemos en los hombres más ricos del mundo, que pudiésemos
decir ellos han cumplido todos sus deseos, nos sorprenderá lo profundamente equivocado que
estuvimos al pensar de esa manera. Porque nuestras ambiciones, aunque seamos los más
ricos del mundo, nunca logran ser saciadas. El ser humano es un ser inconforme con todo. Aun
cuando se diera un gran salto instantáneo desde una casa humilde con piso de tierra a un
palacio real, siempre diremos, algo nos falta, o bien, si no tenemos aquello o esto otro seremos
infelices.

Por eso es importante estudiar cual es el origen o raíz de esta inconformidad. Porque
en el reino animal usted no vera a los venados, o a las cebras y mucho menos a los leones
protestando por una mejor calidad de vida. Este es un fenómeno que ocurre entre nosotros,
con la raza humana, nosotros que nos consideramos superiores a los animales salvajes y que
somos conscientes de nuestra existencia.

De nosotros se dice que somos capaces de razonar acerca del amor y la compasión y
la necesidad y el bienestar que puede producir la generosidad. Aunque veamos hechos
similares en el reino animal, el animal lo hace por instinto pues todos tiene el mismo patrón de
conducta según su especie. En cuanto a nosotros es distinto. Pensemos en el amor. Todos
amamos, y sucede una contradicción en nosotros mismos, porque al mismo tiempo que
juramos fidelidad, somos infieles. Siempre encontraremos una persona mejor a aquella que
juramos lealtad y terminamos codiciando y deseándola al punto del repudio de la que ya
teníamos y juramos lealtad. Pues ¿qué es la infidelidad sino que una falta de conformidad de lo
que uno ya tiene? Nuestras ambiciones nos llevan a traicionar grandes compromisos y hasta
destruir vidas y sociedades enteras.

Esta búsqueda insaciable de bienestar tiene su fundamento en el egoísmo.

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