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Por las calles de San Antonio de

Prado.
El paso de la urbanización.
Por las calles de San Antonio de Prado.
El paso de la urbanización.

Aunque la infancia y la mayor parte de mi existencia terrenal la he pasado en algunos


parajes del municipio de Bello y en este sentido, en la dinámica del tránsito de sus
calles y caminos; ya desde hace algunos años y como producto de ese deseo juvenil
de cambiar de posición y ubicación, en busca de parajes menos urbanos, ansioso por
la paz de la ruralidad, termine habitando las montañas de San Antonio de prado,

Poco a poco me he apropiado del territorio, disfrutando del ambiente rural


que trata de sobrevivir en un entorno cada vez más urbanizado. Hace cinco años
llegue con un proyecto nuevo de vivienda, a una unidad residencial rodeada por
montañas, pero pronto las laderas cercanas se convirtieron en concreto y vidrio. La
búsqueda de nuevos parajes me permitió llegar a donde actualmente me encuentro,
un lugar tranquilo, con una ventana por donde por lo menos se observa mas
lentamente el cambio de color verde de las montañas del sur del Valle de Aburrá, a
ese gris claro de las áreas metropolitanas, que desde hace años se difumina en el
paisaje.

El acercamiento a ciertos temas en la academia y el cumulo de emociones que


se generan al ver las transformaciones en un territorio que en tan pocos años de
albergue ha ofrecido tanto, me obligan casi compulsivamente a pensar en la manera
en que se ha configurado el mismo, como ha cambiado tanto desde aquellos tiempos
en que era solo una finca grande donde poco a poco se configuro un parque en torno
a una iglesia. En este lugar también se evidencia el paso de la urbanización, pero
también se muestra la lucha de las viejas casonas y los hábitos sociales por pervivir
en el tiempo vertiginoso del mundo moderno y sus grandes ciudades.

Hace unos días caminaba por el corregimiento con mi madre, una mujer de
avanzada edad que se obliga a caminar para evitar la medicalización y hospitalización
a la que inevitablemente nos condena la vida en los últimos años. Un extraño y
productivo trabajo de campo; pasándola de acera en acera, enfrentándonos a los
cruces y vivenciando las adaptaciones urbanas impuestas a la ruralidad, pudimos, mi
madre y yo, comprobar en carne propia, que el problema no son los procesos de
urbanización, el problema radica en la planeación urbana que no se ha llevado
responsablemente en atención a las singularidades del territorio, donde se evidencia
claramente la convergencia de lo urbano con la ruralidad, depende de la ciudad
vivirlo como una simbiosis operante y viva o como un proceso avasallador.

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