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Afroiliriio Aguado, S. A.-Bravo Murillo, 31.

-Madrid
s*
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HAZ HAT MIRZA GHULAM ARMAD


de Q a d ia n ( I n d ia )

MESÍAS PROMETIDO
(LA PAZ Y LAS BENDICIONES DE DIOS SEAN CON É l )

ENSEÑANZAS
D EL I SLAM
CAMINO DE PERFECCION ESPIRITUAL
F I L O S O F I A DE LOS P R I N C I P I O S I S L A M I C O S

V E R SIÓ N ESPAÑOLA DE LA
NOVENA EDICIÓN INGLESA
COTEJADA CON EL ORIGINAL URDU

MADR I D
1 9 5 0
Es propiedad.
Reservados todos los derechos.
VERSION DEL INGLES, COTEJADA
CON EL ORIGINAL URDU
Madrid, diciembre 1950.

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K. I. Z afar ,
Lista, 58
MADRID
o a cualquier librería importante.
I N D I C E

Págs.

P rólogo...................................................................................... i
ISLAM.—Toda afirmación y argumento religiosos han
de basarse y deducirse de su LibroRevelado. 1
Cuestión primera
Las cualidades físicas, morales y espirituales del
hombre......................................................................... 5
El alma se engendra del cuerpo y no viene de
fuera............................................................................ 13
Enseñanzas del Santo Corán acerca de la triple
reforma del hombre.. ... ...................................... 17
La situación del mundo al advenimiento del San­
to Profeta del Islam (p. b. D .)........................... 22
Motivo por el que el Santo Corán pretende ser
la única guía perfecta de toda la humanidad. 24
Qué es y qué no es la cualidad moral................... 25
Las cualidades físicas................... 30
¿Por qué se prohibe la carne de cerdo?.............. 36
Las cualidades morales ............................................ 37
La enseñanza islámica acerca de la castidad. ... 38
Honradez......................................................................... 45
Mansedumbre................................................................. 49
Urbanidad........................................................... 51
Indulgencia..................................................................... 52
Bondad.... .................................................................... 55
Valor,............................................................................... 61
Veracidad................................... 64
Págs.

Paciencia......... ... , ....................................................... 66


Simpatía... ...................................... 67
La existencia de Dios................................................ 68
La revelación divina es la única prueba podero­
sa de la existencia real de Dios ......................... 71
Dios habla ahora como habló en el pasado....... . 73
En el Islam, la religión llega a la perfección... 76
Cinco argumentos convincentes respecto a la
existencia divina....... , ......................... ............... 77
Los atributos de Dios.................................................. 81
Las condiciones espirituales..................................... 90
Consecución en este mundo de la vida espiritual. 91
La oración enseñada en el capítulo inicial del
Santo Corán (Sura Fateha o llave) ............... 94
¿Quiénes reciben las bendiciones divinas?............ 96
El paraíso, en la tierra................................................. 100
Tres calamidades para los no creyentes en la
verdad... .................................................................... 104
Concepción islámica del paraíso y elinfierno... 105
Dos medios para la perfecta unión espiritual en
Dios.............................................................................. 110

C u e s t ió n se g u n d a

La situación del hombre en la otra vida......... ... 115


Los tres estadios del hombre después de la
muerte.................................... ................................ 122
Toda alma recibe un cuerpo nuevo........................ 127
¿Quiénes son el muerto y el vivo?.......................... 129
El secreto de la cadena de setenta codos de lon­
gitud............................................................................. 133
La vida celestial y su progreso ilimitado............. 134V
C u e s t ió n tercera

El fin de la vida humana en este mundo y los


medios para su consecución.................................. 139

................ a..üi.ai........¡.i.i.. ■...... a


Págs.

El objeto verdadero de la vida humana es cono­


cer y adorar a Dios y someterse totalmente a
su voluntad................................................................. 142
Ocho medios para lograr la verdadera finalidad
de la vidá humana en este mundo....... . ......... 144

C u e s t ió n cu arta

El efecto de las ordenanzas prácticas de la ley


en esta vida y en la otra...................................... 153
La ley divina perfecta hace perfecto al hombre... 155
Los atributos del hombre perfecto!.......................... 155
El secreto de los juramentos divinos....... . ......... 158
Efecto en el pueblo de la aparición sobre la tie­
rra de un Inspirado por el cielo .................... 164

C u e s t ió n q u in t a

Las fuentes del conocimiento y la Sabiduría di­


vinos..................................................... 167
Consecuencias de la negligencia en el conocimien­
to religioso.. ............................................ 170
Dios inspira a sus siervos justos.......................... 175
¿Qué es la inspiración?............................................ 176
¿Dónde se encuentra a los inspirados?................... 180
Por qué soportaron toda clase de padecimientos
los profetas y los siervos justos de Dios........... 184
La vida del Santo Profeta del Islam (p. b. D.)
dividióse en dos períodos distintos: uno de ad­
versidad y otro de prosperidad............................. 186
El sacrificio en su sentido verdadero de bienestar
de la humanidad ................................................... 188
No es sacrificio, sino simple locura, suicidarse
para salvar a los pecadores................................... 190
El objeto de las guerras musulmanas..................... 191
Manifestaciones diferentes de la misericordia di­
vina....................... . ....... . ... .,. ........................... 192
( l a PAZ y b e n d i c i o n e s d e d i o s s e a n con e l )
F U N IJ A D ü It DE LA CO M U N I D A D A II M A D I A
\

P R O L O G O
BUSCO REFUGIO EN DIOS, DE SATAN EL LAPIDADO
EN EL NOMBRE DE DIOS CLEMENTE
Y MISERICORDIOSO
LE ALABAMOS E INVOCAMOS SUS BENDICIONES
SOBRE SU NOBLE PROFETA
CON LA GRACIA Y LA MERCED DE DIOS
SOLO ÉL ES SOCORRO

7 7 N lengua árabe la voz «religión» se expresa con el tér-


mino i-« que significa «sendero» y procede de la
raíz de infinitivo de ¿ «ir», o sea camino' que lleva al
hombre a Dios. También quiere decir el camino yendo
por el cual cumple el ser humano el fin para el que ha
nacido. Absurdo es admitir la aseveración de que la vida
del hombre no tiene finalidad alguna. A su servicio es­
tán el sol, la luna, las estrellas, la tierra con todas sus
maravillas—mares, ríos, selvas, montañas—. Todo cuanto
existe en la Creación está supeditado al hombre, quien
depende directamente de Dios.
Característica primordial de la religión verdadera es
constituir un código perfecto, que guía al hombre en to­
dos los momentos, en las facetas todas del vivir—del na­

iii
cimiento a la muerte—; en él hallan satisfacción todos
los deseos terrenos conducentes al cumplimiento de la
misión que en esta vida se le encomendase.
En la religión islámica el Libro de Dios, el Santo Co­
rán, se expresa así respecto a los fines de la vida hu­
mana:
i *I J I « ^spJ ) ufcJULá. U

«Sólo para que me reconozcan, me obedezcan y se


me sometan he creado al «Ginn» y al hombre.»
El hombre es un ser, animal racional al que Dios ha
distinguido entre todas sus criaturas, dotándole de me­
jores facultades que a las demás. Por lo tanto, el fin ver­
dadero de la vida humana no es la simple satisfacción
de nuestros deseos, al igual de los animales inferiores,
sino domeñar las pasiones propias y adorar, a Dios. Esto
se expresa en árabe con la palabra ^bL. 1 «Islam», que
significa sumisión total a la voluntad de Dios, tal y como
indicárase en el siguiente versículo del Santo Corán:
D3 ) ¿ ii » rD •j * j rU /-<■?- 3 ^ ) vj1*

«Al que se somete completamente a Dios y hace el


bien, el Señor, ciertamente, le recompensará. Este nada
tendrá que temer, ni tampoco tendrá por qué apenarse»
(119, 2).
Hazrat Ahmad (p. b. D.) ha mostrado diáfanamente
en la conferencia que prologamos, probándolo con las
enseñanzas del Islam, que el Creador ha adaptado a sus
leyes la humana naturaleza. Las enseñanzas del Islam
han llevado al hombre de la barbarie a la civilización,

IV
poniéndole a la cabeza de los seres vivos. Estas enseñan­
zas le convierten de individuo salvaje en ente moral, y
de ente moral en ser espiritual, uno con Dios. En resu­
men, el Santo Corán no es sino una síntesis legislativa,
que se preocupa de codificar los estadios que conducen
a estas tres fases de perfección.
El Mesías Prometido Hazrat Mirza Ghulam Ahmad
(la paz y bendiciones de Dios sean con él) ha probado
la interdependencia de estos tres estadios, que consti­
tuyen verdaderas moradas o galerías que, en marcha
ascendente, conducen al faro de la perfección espiritual.
El día 27 de diciembre de 1896 hay que señalarlo con
piedra blanca, por haber sido cuando' un discípulo muy
importante del Mesías Prometido (p. b. D.), Hazrat
Maulvi Abdul Karim, con elocuencia arrebatadora, dió
lectura a la presente conferencia, que tantos comentarios
suscitase entre los asistentes a ella, los cuales llenaban
el Paraninfo del ’’Islamia College de Labore” (W. Pa­
kistán). En dicha ciudad fué, pues, en donde celebróse
la Gran Asamblea de las Religiones, convocada para dar
cumplida respuesta a las cinco cuestiones siguientes:

a) Las cualidades físicas, morales y espirituales


del hombre.
b) La situación del hombre en la vida ultrate-
rrena.
c) El objeto verdadero de la existencia humana,
y los medios para su consecución.
d) El efecto de las ordenanzas prácticas de la
ley en esta vida y en la otra.
e) Las fuentes de la Sabiduría Divina.

v
Nosotros creemos que el advenimiento de Hazrat
Ahmad (p. b. D.) tuvo por fin patentizar la innegable
superioridad del Islam sobre todas las demás religiones.
Su vida entera consagróse a este noble objetivo, y por
ello, con ocasión de la Asamblea, comprometióse a res­
ponder a dichas cuestiones conforme a las enseñanzas
del Islam.
Recibió una revelación en la que comunicósele 'que su
conferencia sobrepujaría a las demás y que las verdades
del Islam se harían tan diáfanas como el día radiante.
El 21 de diciembre de 1896 Hazrat Aqdas (p. b. D.) pu­
blicó un folleto divulgatorio de la certidumbre de que
su conferencia constituiría un éxito rotundo. Dice así:

«GRAN MENSAJE DE ALEGRIA


PARA LOS BUSCADORES DE LA VERDAD

Se leerá mi libro acerca de los Milagros y las Gra­


cias Perfectas del Santo Corán en la Gran Asamblea
de las Religiones que se celebrará en el Town Hall (1)
de Lahore (India) el 26, 27 y 28 de diciembre de 1896.
Pertenece este libro al poder no humano. Es, en efecto,
una de las muchas pruebas de Dios, y ha sido escrito
con su ayuda especialísima. Su tesis abarca ciertas ver­
dades y doctrinas según el Santo Corán las recoge, que
harán tan claro como el sol su origen divino. Quien­
quiera escuche las respuestas dadas en el libro a las
cinco cuestiones propuestas, comprobará, estoy seguro,
el nacimiento de una fe nueva en su corazón y el re­
t í) Salón de Actos del Ayuntamiento.

vi
lampaguear de una nueva luz en su alma. De hecho,
cncontraráse subyugado por un comentario en com­
pendio de la Santa Palabra de Dios. No se han de juz­
gar estas palabras mías ni afirmación extravagante ni
jactancia inútil. La profunda simpatía que por la espe­
cie humana siento, me obliga en el momento presente
a escribir y publicar este manifiesto, de modo que las
capacite para percibir y admirar las bellezas del Santo
Corán. Vean por sí mismos que nuestros adversarios
han traspasado los límites de la razón en la medida
en que aman las tinieblas y odian la luz. POR REVE­
LACION ME HA INFORMADO PREVIAMENTE EL
DIOS DE TODA SABIDURIA QUE MI LIBRO SUPE­
RARA A LOS DEMAS QUE SE LEAN EN TAL OCA­
SION, LLEVANDO EN SI LA LUZ DE LA VERDAD,
LA INTELIGENCIA Y EL SABER, DE MODO QUE
LOS HOMBRES DE OTRAS CONFESIONES SE AVER­
GONZARAN, SUPUESTO, NI QUE DECIR TIENE,
ASISTAN A LA CONFERENCIA Y OIGAN EL LIBRO
DE CABO A RABO. Ninguno estará en condiciones de
mostrar verdades semejantes en su propia Escritura sa­
grada, sea cristiano, araya samajist o hindú sanatán, o,
por lo que a esto atañe, seguidor de cualquier otra reli­
gión, pues Dios ha querido que la gloria toda de su Libro
Santo se haga así evidente el día en que se reúna la
Asamblea.
A este respecto háseme favorecido con una visión en
la que viera posada sobre mi palacio una mano miste­
riosa, y al contacto de la mano fulguró una luz des­
lumbrante que extendióse gradualmente por doquier,
sintiendo dicha luz en mis manos inclusive. Un hombre

vii
que estaba a mi lado pronunció en voz alta las pala­
bras: ji. \ «Allali es grande y Jaibar se ha
agostado.» Así lia de interpretarse la visión: «El palacio
alude a mi corazón, sobre el que desciende y en donde
se acumula la luz celestial; la luz que llena el edificio
representa las verdades recopiladas en el Santo Corán;
Jaifear simboliza todas las religiones corruptas que se
han desarrollado mezcladas con enseñanzas falsas e in­
morales, entronizando seres mortales en el puesto de
Dios, o han hecho descender de la cumbre de la perfec­
ción los atributos de la Divinidad.» Se me ha informado
así de que, después de haber circulado profusamente mi
tesis, se expondrá la falsedad de las religiones amaña­
das, continuando extendiéndose sobre la haz de la tierra
la verdad del Santo Corán hasta que el ciclo se com­
plete.
De este trance de arrobo se me condujo inmedia­
tamente a otro espiritual, en el que descendió sobre mí
la revelación siguiente:
L&..0 I p *Ul1^ 1 tLLí 1 I
«En verdad, Dios está contigo y Dios estará donde
tú estés.» Es un giro que denota la ayuda divina. Me
abstengo, no obstante, de explayarme sobre ello. Por
esta proclama pido a todos los hombres acudan a la
Asamblea de Lahore en las fechas indicadas, para que
oigan las palabras de sabiduría que, en tanto cuanto
atañe a su razón y a su fe, Ies harán un bien inimagi­
nable. Sea la paz con quienes siguen las normas.

GHULAM AHMAD
Qadian, 21 de diciembre de 1896.»

viii
El salón hallábase atestado de oyentes, predominan­
do en el auditorio la intelectualidad. El público sintióse
prontamente arrebatado por el fuego que el disertante
ponía en sus palabras y la belleza y profundidad de és­
tas. A pesar de haberse limitado a dos horas la duración
de la conferencia, a las tres horas y media de disertación
no había contestado más que a la cuestión primera. Mas
el interés del%auditorio fué tal, que el Comité Ejecutivo
decidió prolongar un día más la duración de la Asam­
blea, a fin de que el conferenciante terminara la lectura
de su libro.
Espero que los lectores de la presente edición espa­
ñola se sientan igualmente interesados y profundicen en
la lectura de esta magistral exposición del pensamiento
islámico. Brevemente quiero, por otra parte, recoger la
buena opinión que de él formara el importante perió­
dico ¿e la India Civil and Military Gazette, así como las
detalladas observaciones del Presidente de la Asamblea,
quien, no obstante, no hizo•sino someros comentarios de
las demás conferencias. Esta preocupación del Presiden­
te de la Asamblea es más de notar si se tiene en cuenta
que no se trataba de un musulmán, sino de un hindú.
En esta conferencia exigió Hazrat Ahmad (p. b. D.),
conforme a lo preestablecido en la convocatoria, que
todo conferenciante se atuviese estrictamente al espíritu
de la letra de su texto sagrado, sin salirse de él, ya que,
en caso contrario, anticiparía un libro nuevo-, y no el que
confesaba defender. Y tan rigurosamente se atuvo a este
principio, que ni siquiera mencionó los Hadiz o Tradi­
ciones del Santo- Profeta (p. b. D.). De cumplir los re­

IX
presentantes de las otras religiones este precepto con
igual rigor este principio básico la verdad se hubiera
esclarecido prontamente.
Alabado sea Dios, que con sus enseñanzas ha mostra­
do al hombre la civilización, la moral y la espiritualidad.
El hombre espiritual halla el paraíso en este mundo mis­
mo, llegando incluso a lograr que Dios le hable real y
verdaderamente, demostrando así su existencia divina.
La vía del conocimiento de Dios es únicamente la del
Islam. Las demás religiones no llegan plenamente a la
revelación, o la retrotraen al pasado. Es, sin embargo,
el único medio que Dios emplea para relacionarse con
sus siervos obedientes y manifestar sus atributos y, por
ende, el sendero único por que se llega al conocimiento
divino. Quien obstruya esta vía, ni a Dios reconoce, ni
sabe nada de la verdadera religión.
La vegetación de la tierra se mantiene gracias a la
lluvia espiritual de la revelación, que es la savia que vi­
vifica y fortalece. Los buscadores de la verdad, los hom­
bres de corazón puro, también ahora pueden saciar su
hambre espiritual. Las puertas de las bendiciones celes­
tiales se hallan abiertas de par en par. Por lo tanto, al
ser el Santo Corán el broche de oro que cierra la revela­
ción de leyes nuevas, y al haberse autodefinido el Santo
Profeta Mahoma (p. b. D.) como el sello de los profetas,
todo nuevo mensajero de Dios no vendrá, como antaño,
con una ley nueva, sino que su misión profètica se red u ­
cirá a la consecución del perfeccionamiento espiritual
codificado por la ley preestablecida, pues, repito, en el
Santo Profeta del Islam (p. b. D.) la estirpe profètica

x
llegó a alturas inmarcesibles. Fué él la luz divina que en
Arabia apareciese. Antes del Islam, la Arabia vivía su­
mida en la mayor ignorancia. De todos es sabido que los
árabes preislámicos vivían como salvajes, mucho peor
que los indios precolombinos. No sólo Arabia, sino todo
el mundo estaba corrompido en todos los aspectos mora­
les, pero fué Arabia quien se alzase con la palma—el
tirso más bien—de la perversión. La inmoralidad era su
orgullo. Carecían de vergüenza y se daban a toda clase
de vicios, especialmente al alcohol, Asimismo toda clase
de abyectas perversiones sexuales contra natura llegó
entre ellos a sus últimas y más depravadas consecuen­
cias. Por eso Dios eligió últimamente este país, el más
indigente en lo espiritual, para que en él surgiese un Re­
generador Ecuménico.
Como el Santo Corán ha tenido ocasión de hacer tres
clases de reformas, las cuales no se dictaron, con criterio
minimizador y cominero, para una clase o nación deter­
minada, sino amplia y generosamente para todo el mun­
do, pues, es, una guía universal. Fué él quien llevara
a millares de personas a la cima de la perfección, alcan­
zando el conocimiento de Su Creador, ya que, como he­
mos dicho, el Santo Corán es un código perfecto. Así,
pues, declara:

^ & 2.'. -ir-1j ^ J ^ jiJ |

«En este día he perfeccionado vuestra religión, com­


pletando mis favores para con vosotros, y me he compla­
cido haciendo el Islam vuestra religión» (V, 5).

xi
La palabra «Islam» indica el último grado de per­
fección a que puede llegar el hombre: el sometimiento
absoluto a Dios, perteneciéndole y hablándole Él direc­
tamente. Cuando llega el hombre a este grado se halla
poseído del amor divino, y brota en él una luz resplan­
deciente, y al mismo tiempo baja otro resplandor del
cielo, produciéndose con el contacto de las dos luces
una hoguera interior en su alma, que cambia totalmente
el curso de su vida.
La consecuencia de ser perfecto y llegar a la unión
en Dios, es reconocer las necesidades de los humanos y
atenderlas en la medida de sus posibles con todo amor
y caridad, y, de otra parte, ser justo y hacer incondicio­
nalmente el bien. Todo cuanto le diese Dios lo invierte
en beneficio de los demás. Así como la luna-refleja la luz
solar que recibe, del mismo modo obra el justo vertien­
do sobre los demás el amor que Dios le inspira. Igual que
el día radiante, muestra a los hombres el camino del bien.
Oculta muchas faltas de los débiles, tal y como la noche
cubre con su velo las impurezas y fealdades'de la tierra.
Finalmente, tras cumplir todos los mandamientos de
Dios, en su ascensión espiritual llega a la unión en Él,
y, al fundirse ambos en uno, se convierte en su verda­
dero servidor.
Las gentes que logran esta unión con Dios son de dife­
rentes clases; la clase suprema, culmen de la perfección,
es ser enviado de Dios. Estos enviados son de dos clases:
1.a Los mensajeros de la Ley. 2.a Los mensajeros sin Ley.
Ahora bien, como el Islam, es la más perfecta y la
postrimera de las religiones, el Santo Profeta Mahoma

xii
(p. b. D.) es el último Profeta de la Ley. Profetas como
Él no vendrán, pero sí mensajeros sin Ley.
Cuando no existían los medios de comunicación de
que ahora disfrutamos, dice Dios:

«No hay nación a la que Dios no haya mandado sus


mensajeros» (Sura Fatir, 34).
Estos mensajeros, de escaso radio de acción—si se me
permite el término—, desplegaron sus actividades en el
marco reducido de un pueblo o tribu. Este caso dióse re­
petidamente hasta que Dios envió a su Santo Profeta
Mahoma (p. b. D.) para todas las naciones del mundo.
El Islam no fue excepción a la regla general de que
los seguidores de todas las religiones, por puras que origi­
nariamente sean, con el tiempo llegan a la disgregación
y la corrupción. Antes del'Islam, cuando una religión
corrompida e inoperante perdía toda eficacia, Dios la sus­
tituía por otra nueva, lozana y juvenil, que volviese a
los principios de la verdad en su pureza absoluta. En
nuestros tiempos, en cambio, no era preciso sino un en­
viado de Dios que reviviese la fe islámica, arrancando
la cizaña que en sus campos había crecido.
Prometióse en el Santo Corán y en las Tradiciones la
aparición de un nuevo Mesías, tal y como Jesús fué el
Mesías de la religión mosaica. En nuestros tiempos, no
sólo las musulmanas, sino todas las naciones de la tie­
rra, corrompidas y degeneradas, muestran bien a las
claras que es menester caiga sobre la gleba espiritual la

xm
lluvia celestial vivificante que empape sus surcos, ha­
ciendo fructificar el terruño antes seco y estéril.
En la persona de Hazrat Ahmad, el Mesías Prome­
tido (la paz y las bendiciones de Dios sean con él), se
cumplen todas las profecías antedichas que en distintas
naciones presagiaban la aparición del Mesías Esperado.
Con su aparición en Oriente se cumple la profecía de
Jesús de que «el Mesías aparecería como un relámpago
que viene del Este». Isaías dijo: «Quien elevó del Orien­
te al Justo» (Isaías, 41, 2). Su misión fué, pues, no la de
innovar, sino reparar; no crear, sino restaurar. Dijo él
textualmente:
«La tarea que Dios me ha confiado es la de que, eli­
minando los obstáculos que se han interpuesto entre el
hombre y su Hacedor, reinstaure en los corazones de los
hombres el amor y la devoción a Dios; que, haciendo pa­
tente la Verdad, dé fin a todas las guerras religiosas y a
las pendencias, poniendo así los cimientos de una paz du­
radera; que descubra al mundo las verdades espirituales
que ha perdido de vista, y que le demuestre la verda­
dera vida espiritual que ha sido desalojada por los de­
seos materiales, y que en mi propia vida manifieste el
poder divino con que el hombre está dotado, pero que
sólo a través de la oración y la devoción puede manifes­
tar. Y, por encima de todo, que restablezca permanente­
mente esta pura y radiante Unicidad de Dios, exenta de
toda clase de asociación con copartícipes en Dios, la cual
ha desaparecido completamente del corazón de. la huma­
nidad.» (Conferencia sobre el Islam, pág. 34.)

xiv
Además: «Dios me ha dotado de conocimiento para
que avise a los descarriados y lleve hacia la luz a los
que viven en las tinieblas». «Dios me ha enviado para
reformar tan triste situación y para reconducir la hu­
manidad a su Pura Unicidad. Por lo tanto, os he expli­
cado todas las cosas. También he sido enviado para dar
al mundo una fe más sólida y para probarle la existen­
cia de Dios, pues la fe se ha agostado y la vida futura
convertídose ha en una simple fábula; mostrando la con­
ducta de la humanidad, que su fe está puesta en el mun­
do y en las cosas materiales; no teniendo fe en Dios y
en la vida ultraterrena. Hablan de Dios y de espiritua­
lidad, pero sus corazones están poseídos del amor mun­
dano. Jesús había encontrado en la misma situación a
los judíos en que yo encuentro hoy el mundo, y exacta­
mente como la carencia de fe había expulsado del cora­
zón de los judíos el amor a Dios, destruyendo sus cos­
tumbres, el mundo igualmente ha cesado hoy en día de
amar a Dios, y yo he sido enviado para restaurar la
Verdad y la Fe y para revivir el amor y el temor a Dios
en los corazones humanos. Éste sólo es el objeto de mi
existencia.. Harrie informado Dios de que los cielos nue­
vamente se aproximarán a la tierra, luego de haberse
alejado de ella. Así, pues, he venido para renovar di­
chas cosas y para este fin he sido enviado.-» (Kitabul
Bariyya, págs. 253-256.)
Hazrat Ahmad (la paz y las bendiciones de Dios sean
con él) nació en Qadian en 1835. Pertenecía a una noble
familia mogola de rancio abolengo, radicada en el Pun-
jab, venida a la India, procedente de Samarcanda, du-

xv

...
rante el reinado de Babur, aproximadamente. El primer
antepasado suyo que vino a la India fue Mirza Hadi
Beg, quien, en palabras de Sir Lepel Griffin en Jerar­
cas del Punjab, «fué nombrado cadí o magistrado de
setenta pueblos ubicados en la vecindad de Qadian, ciu­
dad que se dice fundase, llamándola Islampur Qadi, nom­
bre que con el tiempo transformóse en Qadian. Durante
varias generaciones la familia ocupó cargos de impor­
tancia en el Gobierno imperial. Solamente cuando los
Sijs se hicieron poderosos decayó la familia, llegando
casi a la pobreza». Al advenir la dominación Sij hubie­
ron de dejar Qadian.
Hazrat Ahmad hizo su declaración de profetazgo por
mandato divino en 1889, fundando por aquel entonces la
Comunidad Ahmadía. El dicho de Jesús de que al árbol se
le conoce por sus frutos, puede perfectamente y sin des­
doro alguno por su parte serle aplicado. Por ese rasero
podemos medir al Mansajero de nuestros tiempos. Un im­
postor, un falso profeta, no puede mostrar conocimientos
espirituales de índole tan elevada que prueben su fusión
con el Ser Divino, corno él desplegase. Los falsos profe­
tas acaban por ser desenmascarados, aunque momentá­
neamente triunfen. Tal fué el caso, por ejemplo, del doc­
tor Dowie, de Estados Unidos. Hazrat Ahmad fué Me­
sías Prometido para los cristianos; Mahdi, para los mus­
limes; Neha Kalank Avatar, para los hindúes, y Messio
Darwahmi para los parsis. En resumen, fué el Esperado
de todas las grandes religiones.
El dicho castellano de que nadie es profeta en su tie­
rra actualizóse una vez más en su persona. Cuando hi­

xvi
ciera su declaración de profetazgo hubo de chocar con
la más encarzinada oposición, no sólo por parte de los
enemigos del Islam, sino aun entre sus mismos correli­
gionarios fanáticos o descarriados. No obstante, quebran­
tó toda resistencia, fiado en la revelación que de Dios
recibiera: «Llevaré tu mensaje hasta los últimos rinco­
nes del mundo». ’¿Hizo numerosas profecías y mostró
pruebas irrefutables de su conexión con 'la Divinidad.
Algunas de sus profecías se cumplieron con la muer­
te de Pandit Lékh Ram o con la ruina y muerte del
doctor Dowie, el falso profeta de América; con la de
Atham, la caída del zar, las dos guerras mundiales y la
tercera que hoy se vislumbra en el horizonte; terremo­
tos, peste en la India, etc., etc. Entre sus grandes signos
contemos uno muy importante sobre el nacimiento de
su hijo, el Jefe actual de la Comunidad Ahmadía, Hazrat
Mirza Bashir uddin Mahmud Ahmad Jalifatul Masih II.
El buen ejemplo, la luz que irradia la virtud, la fruc­
tífera cosecha que sigue a toda lluvia espiritual incitan
a los buscadores de la verdad a que verdaderamente la
ansíen. Por favor divino, el Mesías Prometido (p. b. D.)
tuvo discípulos muy sinceros; por ejemplo: Hazrat
Maulvi Nuruddin Saheb, Hazrat Mir Nasir Nawab, Saheb
Hazrat Maulvi Abdul Karim, Saheb Hazrat Maulvi Fazl
uddin, Saheb el doctor Hazrat Mohamed Shadiq, Hazrat
Maulvi Yacub AH Saheb Hazrat Maulvi Sharwar Shah,
Hazrat Maulvi Sher Ali Saheb y Hafiz Rósha'm Ali
Saheb, Maulvi Abdullah Sahih Sannori Nawab Mohem-
rriad Ali Saheb, etc.
Estos discípulos modelos fueron espejos en los que
todos nos debemos mirar, estrellas radiantes que a altu­

xvii
ra inmarcesible nos iluminan, incitándonos a seguir por
su camino, yendo por el cual llegaremos ciertamente a
la perfección.
En tiempos de Hazrat Mirza Ghulam Ahmad (p. b. D.)
extendióse la Comunidad Ahmadía no sólo por la India,
sino por el Medio Oriente, Australia, Estados Unidos, etc.
Él falleció el 26 de mayo de 1908, y a su muerte, de
acuerdo con los preceptos coránicos, fue elegido suce­
sor suyo Hazrat Maulvi Nuruddin, médico famoso<, que
falleció en marzo de 1914.
El segundo sucesor fué, como ya es sabido, el hijo
del Mesías Prometido. Durante su califato la marcha
ascendente de la Comunidad ha seguido una progresión
geométrica, extendiéndose por el Africa Oriental Ingle­
sa, así como por la Occidental, Siria, Líbano, Palestina,
Egipto, Afganistán, Persia, Kazajistán (Turquestán
ruso), China, Japón, Indonesia, Malaya, Birmania, Cei-
lán, Filipinas, Argentina, Inglaterra, Francia, Italia, Ho­
landa, Suiza, Hungría, Checoslovaquia, Polonia y Espa­
ña. Y, por supuesto, se halla profusamente ramificada
por todas las partes de la India y el Pakistán, teniendo
su cuartel general accidental en este último país.
El Jefe actual, Hazrat Mirza Bashir-uddin ha sido
agraciado repetidas veces con revelaciones, según puedo
atestiguar por haber sido testigo de muchas profecías
que oyera de sus labios mucho antes de que llegaran a
cumplirse. Por ejemplo, con varios años de antelación
predijo el fracaso de Rommel, la ocupación de China por
los comunistas, el número exacto>de aviones que Norte­
américa enviaría a Inglaterra, la invasión aliada de Ita-

xviii
HAZRAT MAULVI N O O R-U D -D IN

JALIFATUL jVIASII I I
El primer sucesor del Mesías Prometido.
lia, la emigración abandonando nuestros Santos Lugares
y la fundación de una nueva ciudad denominada Rabwah,
en la que actualmente se halla instalada nuestra Sede
Central, ya que, desgraciadamente, al producirse la di­
visión de la India en 1947 fuimos expulsados de Qadian
por la minoría hindú, amparada en el apoyo que le pres­
tase el Gobierno de Delhi. No obstante, aún permanecen
allí 313 hombres para proteger nuestro Santo> Lugar:
Qadian.
El mundo vive peligrosamente. La situación inesta­
ble, el desasosiego físico y moral que nos angustia presa­
gian una nueva era. Dios desea cambiar la presente si­
tuación del mundo. El Occidente ha hecho grandes pro­
gresos en lo material, pero no han ido seguidos de pare­
jos avances en el campo espiritual. El mundo necesita
urgentemente progresar en esta esfera. Ahora bien: la
Historia prueba que todas las grandes transformaciones
religiosas han tenido lugar en el Oriente. Hoy la Ciencia
se afana en la búsqueda de nuevos métodos de destruc­
ción, Ahmadiyat, el Islam verdadero, por el contrario,
no busca sino la edificación en su doble sentido etimo­
lógico: la restauración de la virtud, el acercamiento del
hombre a Dios y la sumisión total del hombre a su vo­
luntad. Ahmadiyat, en el campo espiritual, es la única
solución, el único vehículo para que el hombre vuelva
los ojos a Dios y se le someta enteramente.
Tengo el honor de ser portador del mensaje del Me­
sías Prometido (p. b. D.) para el pueblo español, al que
de todo corazón deseo felicidad de toda índole. Anterior­
mente di a luz un libro del Jefe actual, E l camino hacia
la p a z , en que se ofrece el punto de vista musulmán

xix
respecto al comunismo. Con la presentación de este libro
al mundo de habla castellana, el cual es un comentario
compendioso y total del Santo Corán, invito cordial­
mente a todos los corazones amantes de la verdad a que
estudien detenida y desapasionadamente las enseñanzas
del Islam tal y como en este libro se presentan y a que
dictaminen si verdaderamente se trata o no de un Men­
sajero de Dios. Si deseáis beber en la fuente del conoci­
miento divino, como hicieron los antiguos, volad a la co­
rriente de agua celestial que Ahmad (p. b. D.) ha hecho
fluir para los espiritualmente sedientos. Si, cualquiera
que sea vuestra religión, creéis que un gran Maestro,
Hazrat Ahmad, un gran reformador, un nuevo Mesías
había de aparecer en los últimos tiempos, ¡tal y como anti­
ciparon los Profetas, gustad de los dones espirituales que
él proporcianara abundantemente al mundo. Así como
Dios proveyó en esta era amplios medios para el pro­
greso material, así también ha deparado, cumpliendo su
antigua promesa, los medios para el rápido progreso en
el dominio espiritual.
Quiero también hacer constar que mi labor, por dura
que sea; mis esfuerzos constantes no sirven fines particu­
lares, sino que son totalmente en bi°.n de la humanidad..
Pido a Dios con todo fervor bendiga, pues, mis esfuer­
zos. Aprovecho asimismo la ocasión para dar las gracias
a mi hermano Atta Ullah Nasir por su trabajo como
autor de la presente versión española, y a Seth Abdullah
Allah Din, Secunderabad, Deccan (India), mecenas en­
tusiasta de las publicaciones islámicas, a quien se deben
innúmeras ediciones de obras sobre el Islam,, por la ayu­
da económica prestada.

xx
IAZRAT MIRZA BASHIR-UD-DIN NAHMUD AHMAD, JALIFATUL MASIH II
fl LUST HE H ilo Y SEGUNDO SUCESOR DEL MESIAS PROMETIDO,
JEFE ACTUAL DE LA COMUNIDAD AHMADIA)
Para terminar, ruego a cuantos deseen más informa­
ción sobre los fines y actividades del Movimiento y que
se interesen por las cuestiones espirituales, tengan la
bondad de dirigirse a nuestra Misión en España, bien
personalmente o por correspondencia.
Que la paz sea con quien siga el camino señalado.
Alabado sea Dios, Señor de los mundos.

El Amir
K aram Ilahi Z afar
Movimiento Ahmadía del Islam.
Lista, 58. Teléfono 35 47 58.
Madrid (España).
9 julio 1950.
1 I ••
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V i t , V

xxi

Jl —
K A HA M IL A H I ZA F A H
E L A IVI I H
DEL MOVIMIENTO AHMADÍA DEL ISLAM EN ESPAÑA

uuuiiim
I S L A M

i
En e l n o m b r e de D io s C l e m e n t e y M is e r ic o r d io s o .
Le alabam os , e im plo ra m o s su s b e n d ic io n es para

su n o b le P ro feta .

I S L A JV I

Toda afirmación y argumento religiosos han


de basarse y deducirse de su Libro Revelado.

En esta reunión propicia, acordada para que los de­


fensores de los distintos sistemas religiosos expongan
—en la medida en que los límites de los problemas lo
permitan—las bellezas de sus respectivas religiones, yo,
defensor de la Fe del Islam, trataré de las suyas. Antes
de entrar en materia me permito sentar que todas mis
afirmaciones y argumentos se basarán en el Santo Co­
rán, dimanando de Él. Considero asunto de la mayor im­
portancia el que todo aquel que crea sea Palabra reve-

3
lada de Dios una Escritura determinada, fije así los lí­
mites de la defensa de la Religión por que aboga, para
no salirse del Libro Santo o depender de otros argu­
mentos que no sean los que su Libro le proporcione.
Pues, de no observar esta regla, de hecho crea y anti­
cipa un Libro nuevo, y no el que confiesa defender. Por
tanto, siendo mi objeto mostrar las bellezas del Corán
y fijar su superioridad absoluta sobre todos los demás
Libros, me ceñiré a la regla antes establecida, basán­
dome únicamente en el Corán para todas las afirmacio­
nes y argumentos; exponiendo sólo lo que lisa y llana­
mente en él se contenga, o de sus palabras sea razona­
ble deducir. Las mentes sensatas tendrán una buena
oportunidad para formar opinión respecto al valor com­
parado de los distintos Libros que pretenden ser reve­
lados, puesto que se espera que los otros señores, me­
diante regla tan razonable, limiten sus discursos. Por la
misma razón, eludiré toda alusión a las autoridades in­
cluidas en las mencionadas palabras del Santo Profe­
ta (p. b. D.) (1), sin salirme de la palabra de Dios según
se revela en el Corán. Resumiendo, este día es el de la
manifestación de la gloria y excelencia del Corán, y yo
ruego humildemente a Dios Todopoderoso me asista en
dicha empresa. Amén.

(1) La paz y las bendiciones de Dios sean con Él.

4
CUESTION PRIMERA

Las cualidades físicas, morales y espirituales


del hombre.
CUESTION PRIMERA

Las cualidades físicas, mora­


les y espirituales del hombre.

No parecerá a algunos, a primera vista, traten de di­


chos problemas determinadas observaciones prelimina­
res hechas al comienzo; pero, por ser necesarias para
el total entendimiento del tema, según tratado en las
siguientes páginas, me veo obligado a referirme a ellas.
Se refiere la primera cuestión a las cualidades físi­
cas, morales y espirituales del hombre. Observa esta
división el Santo Corán al fijar tres orígenes respecti­
vos para esta triple cualidad del hombre. Dicho de otro
modo: cita tres fuentes de las que dimanan estas tres
cualidades. Llámase nafs-i-ammara—que significa espí­
ritu incontrolable o espíritu inclinado al mal—la pri­
mera de estas tres, de la que nacen las cualidades físi­
cas del hombre. Es decir,

o sea, es característica del nafs-i-ammara fl j L 1


el inclinar al hombre al mal; tiende a llevarle por cami­
nos inicuos e inmorales y se interpone en el camino del

7
logro de la perfección y la excelencia moral (X II, 53). Re­
sumiendo, en determinado período de evolución la natu­
raleza humana se inclina al mal y al delito, predominan­
do en él la naturaleza perversa en la medida en que se
ve privado de altas cualidades morales. Mientras no se
guía por la luz de la ciencia y la sabiduría verdaderas,
sino que actúa de acuerdo con las inclinaciones naturales
de beber, comer, dormir, enojarse o excitarse, etc., como
los animales inferiores, se halla sometido a dicha si­
tuación.
Mas, sin embargo, tan pronto como se libera del do­
minio de las pasiones bestiales, y, guiándose por la cien­
cia y la sabiduría, recoge las riendas de sus deseos na­
turales y los rige en vez de ser regido por ellos; cuando,
en una palabra, se opera una transformación en su alma
—de la desvergüenza a la virtud—, supera entonces el
estadio físico, siendo entonces un ser moral en el estricto
sentido de la palabra. En la terminología del Santo Co­
rán se llama nafs-i-lawwama <u 1 ^5 ¡¿Jü o espíritu auto-
acusador (conciencia), la fuente de las cualidades mora­
les del hombre. En el capítulo titulado «Resurrección»
tenemos:
jy- I ^r axJ b p-S ) j j

«Juro por el alma que a sí misma se culpa, consciente


de haber ofendido en todo abandono del deber o en el
mínimo acto de desobediencia» (LXX V , 2). Esta es la
fuente de que dimana una alta vida moral. Libérase el
hombre de la bestialidad al llegar a este estadio. El ju­
rar por el alma autoacusadora señala la estima en que
se la tiene, pues el cambio' de alma desobediente en

8
autoacusadora—señal cierta de mejora y purificación—
le hace digna de aprobación a los ojos de Dios. Lawwa-
ma significa literalmente el que reprocha severamente,
y el nafs-i-lawwama, o alma autoacusadora, llamóse así
porque echa en cara al hombre el hacer mal, y odia
vehementemente las pasiones desenfrenadas y los ape­
titos bestiales. Por otra parte, es su inclinación engen­
dra cualidades nobles y disposición virtuosa; trans­
forma la vida para moderar su curso y conducta ínte­
gros ; restringir las pasiones carnales y los deseos sen­
suales, a fin de mantenerlos dentro de los debidos lími­
tes. Pero, aunque, como hemos dicho antes, el alma
autoacusadora se culpa a sí misma de sus faltas y fragi­
lidades, no señorea, sin embargo, sus pasiones, ni es lo
suficientemente poderosa para practicar exclusivamente
la virtud. Llévale ventaja la carne débil, y entonces tro­
pieza y cae. Su debilidad se asemeja en este caso a la
del niño que no quiere caer, pero cuyas piernas flojas
no son capaces de sustentarle. Pero no persiste en su
pecado al recordarle su falta nuevamente cada caída.
En resumen, en este estadio el alma está deseosa de
alcanzar la excelencia moral, y se rebela contra la des­
obediencia, distintivo del estadio primero o anim al;
mas, pese a su anhelo de virtud, a veces se desvía de la
línea del deber.
Se llega al tercero y último estadio de la moción
progresiva del alma, alcanzando la fuente de todas las
cualidades espirituales. En palabras del Santo Corán, es
el alma en este estadio el nafs-i-mutmainnah'CLj** t_>Jú
o alma en paz. Por esto dice:

9
«Sálvase aquel que ha purificado su alma de las
H í!p¿)j v_) ) 4'*HaH ^^*" ^ pasiones carnales, el cual no será destruido; pero el
0 ^v_SU j f 5 U que desfogó sus desenfrenadas pasiones terrenas debe,
ciertamente, desesperar de la vida» (XCI, 9-10).
«¡Oh tú, alma en paz, que reposas en el Señor total­ En resumen, estos tres estados del alma se llaman
mente satisfecha! Vuelve a tu Señor, pues estás con­ los estados físico, moral y espiritual del hombre. De
tenta con Él y Él contigo; ingresa, pues, entre mis sier­ ellos, el físico (aquel en que el hombre trata de satis­
vos y entra en mi Paraíso» (L X X X IX , 27-30). facer las pasiones de la carne) es el más peligroso cuan­
En este grado se halla el alma libre de todas las de­ do las pasiones se rebelan, pues entonces asesta un gol­
bilidades y fragilidades, y vigorizada con fuerza espiri­ pe mortal a los estados moral y espiritual. Por esto se
tual. Está perfectamente unida a Dios, y sin Él no puede ha definido dicho estado como el espíritu desobediente
vivir. Así como el agua fluye con gran fuerza ladera de la Sagrada Palabra de Dios.
abajo, y se precipita con fuerza irresistible, debido a Es la cuestión siguiente a considerar cuál sea el efec­
su gran volumen y a la carencia total de obstáculos, así to de las enseñanzas del Santo Corán sobre el estado
igualmente el alma en este estadio, derribando todo im­ físico del hombre; cómo nos guía a este respecto, y qué
pedimento, fluye libremente hacia su Hacedor. A esto límites prácticos fija a las inclinaciones naturales. Ha
se refieren las palabras del versículo arriba mencio­ de notarse desde el principio que, según las Sagradas
nado. Más claro esta en las palabras: «¡Oh alma, que Escrituras del Islam, las condiciones físicas del hombre
has hallado descanso en el Señor, vuelve a É l!», el que se hallan en estrecha relación con los estados moral y
dicha gran transformación se realiza en esta vida, y no espiritual, tanto que incluso su manera de comer y be­
después de la muerte; el que es en este mundo, y no ber desempeña un papel en la formación de sus cuali­
en otra parte, en donde se concede la entrada al Paraíso. dades morales y espirituales. Si, por lo tanto, sus deseos
Además, como se ha ordenado al alma regresar a su naturales se someten a las directrices de la ley, consti­
Señor (._> J) (literalmente, Sustentador), está bien claro tuyen cualidades morales, afectando profundamente al
que nada más en su Señor halla apoyo el alma. Es su ali­ estado espiritual del alma. Por este motivo, en todas
mento el amor de D ios; bebe largamente en esta fuente las formas de devoción y oración y en todos los precep­
de vida, y es, por lo tanto, librada de la muerte. La mis­ tos relativos a la pureza interna y a la rectitud moral
ma idea se expresa, por otra parte, en el Santo Corán se ha hecho el mayor hincapié sobre la pureza y limpi­
en las palabras siguientes: dez externas y sobre las adecuadas actitudes del cuerpo.
La relación entre las naturalezas física y espiritual del
(a 1^.0 ^ / t «__> tA «yS j £-L» ) i)J> hombre saltará a la vista luego de un detenido examen

JO 11
«Sálvase aquel que ha purificado su alma de las
H í!p¿)j v_) ) 4'*HaH ^^*" ^ pasiones carnales, el cual no será destruido; pero el
0 ^v_SU j f 5 U que desfogó sus desenfrenadas pasiones terrenas debe,
ciertamente, desesperar de la vida» (XCI, 9-10).
«¡Oh tú, alma en paz, que reposas en el Señor total­ En resumen, estos tres estados del alma se llaman
mente satisfecha! Vuelve a tu Señor, pues estás con­ los estados físico, moral y espiritual del hombre. De
tenta con Él y Él contigo; ingresa, pues, entre mis sier­ ellos, el físico (aquel en que el hombre trata de satis­
vos y entra en mi Paraíso» (L X X X IX , 27-30). facer las pasiones de la carne) es el más peligroso cuan­
En este grado se halla el alma libre de todas las de­ do las pasiones se rebelan, pues entonces asesta un gol­
bilidades y fragilidades, y vigorizada con fuerza espiri­ pe mortal a los estados moral y espiritual. Por esto se
tual. Está perfectamente unida a Dios, y sin Él no puede ha definido dicho estado como el espíritu desobediente
vivir. Así como el agua fluye con gran fuerza ladera de la Sagrada Palabra de Dios.
abajo, y se precipita con fuerza irresistible, debido a Es la cuestión siguiente a considerar cuál sea el efec­
su gran volumen y a la carencia total de obstáculos, así to de las enseñanzas del Santo Corán sobre el estado
igualmente el alma en este estadio, derribando todo im­ físico del hombre; cómo nos guía a este respecto, y qué
pedimento, fluye libremente hacia su Hacedor. A esto límites prácticos fija a las inclinaciones naturales. Ha
se refieren las palabras del versículo arriba mencio­ de notarse desde el principio que, según las Sagradas
nado. Más claro esta en las palabras: «¡Oh alma, que Escrituras del Islam, las condiciones físicas del hombre
has hallado descanso en el Señor, vuelve a É l!», el que se hallan en estrecha relación con los estados moral y
dicha gran transformación se realiza en esta vida, y no espiritual, tanto que incluso su manera de comer y be­
después de la muerte; el que es en este mundo, y no ber desempeña un papel en la formación de sus cuali­
en otra parte, en donde se concede la entrada al Paraíso. dades morales y espirituales. Si, por lo tanto, sus deseos
Además, como se ha ordenado al alma regresar a su naturales se someten a las directrices de la ley, consti­
Señor (._> J) (literalmente, Sustentador), está bien claro tuyen cualidades morales, afectando profundamente al
que nada más en su Señor halla apoyo el alma. Es su ali­ estado espiritual del alma. Por este motivo, en todas
mento el amor de D ios; bebe largamente en esta fuente las formas de devoción y oración y en todos los precep­
de vida, y es, por lo tanto, librada de la muerte. La mis­ tos relativos a la pureza interna y a la rectitud moral
ma idea se expresa, por otra parte, en el Santo Corán se ha hecho el mayor hincapié sobre la pureza y limpi­
en las palabras siguientes: dez externas y sobre las adecuadas actitudes del cuerpo.
La relación entre las naturalezas física y espiritual del
(a 1^.0 ^ / t «__> tA «yS j £-L» ) i)J> hombre saltará a la vista luego de un detenido examen

JO 11
de las acciones de los órganos externos y su efecto so­
bre la naturaleza interna del hombre. E l llanto, incluso
fingido, al punto entristece el corazón, mientras que la
risa falsa le alegra. De igual modo, la postración del
cuerpo, como en el rezo se ejecuta, hace que el alma se
humille y adore al Creador, mientras que el ensoberbeci-
miento origina vanidad y vanagloria. Ilustran suficiente­
mente estos ejemplos el efecto de las posturas corpo­
rales sobre el estado espiritual del hombre. La expe­
riencia muestra también el fuerte efecto de la alimen­
tación sobre las facultades afectivas y mentales. Por
ejemplo, los vegetarianos a" la postre pierden todo va­
lor y el resultado de renunciar a la alimentación car­
nívora es la flaqueza del corazón y la pérdida absoluta
de la noble cualidad del valor. Incluso entre los ani­
males se atestigua dicha ley: los animales herbívoros
no poseen ni la centésima parte del valor de los car­
nívoros, e igual puede decirse de los pájaros. No cabe
la menor duda de que la alimentación desempeña un
papel importante en la formación del carácter. Además,
así como es un defecto excluir a rajatabla la carne del
régimen alimenticio, también es dañino para el carác­
ter el exceso cárnico, que asesta un golpe mortal a las
admirables cualidades de humildad y dulzura. Pero los
que adoptan el término medio heredan ambas nobles
cualidades: el valor y la dulzura. Teniendo presente
esta gran ley, dice el Santo Corán:
i ,~j S , |y 3 j jif

«Comed carne igual que otros alimentos, pero no


incurráis en excesos, en cualquier forma particular de

12
régimen, para que vuestra salud y vuestro carácter no
sufran por ello» (VII, 31).
He hablado del efecto de la naturaleza física sobre
la naturaleza moral del hombre, mas se habrá de te­
ner igualmente en cuenta que las mociones internas
producen acciones externas. La pena hace asomar lá­
grimas a los ojos, y la alegría, reír al hombre. Así, pues,
hay una relación natural entre el cuerpo y el alma, y
todas las acciones del cuerpo—comer, beber, dormir,
pasear, moverse, descansar, etc.—producen necesaria­
mente el efecto subsiguiente sobre lo que a los estados
del alma, separado de las acciones externas, pertenece.
Un golpe en determinado sitio del cerebro causa la pér­
dida de la memoria, y en otro lleva aparejada como con­
secuencia la insensibilidad. El aire que contiene los gér­
menes venenosos de la peste, pronto corrompe, pri­
mero el cuerpo y luego la mente. Dáñase en pocas horas
todo el sistema interno, en donde residen las voliciones
morales, y la desgraciada víctima fallece como loca.
Prueba sobradamente todo esto que hay una relación
misteriosa entre el alma y el cuerpo humano. La so­
lución del misterio está más allá de la humana com­
prensión.

El alma se engendra del


cuerpo y no viene de fuera.

Es otro argumento que trata del tema a discutir el


que el cuerpo mismo es la madre del alma. El alma
no viene de ningún lugar de los cielos y busca unión

13
con e’l cuerpo en el claustro materno, sino que es una
luz oculta en el semen, que se desarrolla a compás del
desarrollo del cuerpo. La Santa Palabra de Dios nos da
a entender que el alma se engendra del cuerpo al des­
arrollarse éste en el claustro materno. Dice así:

J J.JU )i í j h lj ) liilá. i Ij LáJ )

«Entonces damos al cuerpo—preparado en el claustro


materno—otra forma y manifestamos otra creación suya
llamada alma. Y alabado sea Dios, el más excelente
Creador que no tiene igual» (X X III, 4). Hay un profun­
do secreto en las palabras «Y manifestamos otra crea­
ción del cuerpo mismo», que vierte luz sobre la natura­
leza del alma e indica el fuerte e inexplicable lazo entre
ella y el cuerpo. La alusión que aquí hace la Palabra
de Dios acerca de la naturaleza de la afinidad entre
cuerpo y alma nos lleva a conclusiones importantes. Nos
enseña que las palabras que un hombre pronuncia y los
actos que ejecuta, dichos o hechos por amor de Dios y
para manifestar su gloria, o regulados por sus ordenan­
zas, están sometidos a la misma ley divina; es decir, que
en todas las acciones externas sinceras está el alma ocul­
ta igual que en el semen humano; que al desarrollarse
paulatinamente el cuerpo de estas acciones aparece el
alma en él oculta. Cuando acaece la incorporación total
de las acciones, fulgura el alma con esplendor y gloria
perfectos, mostrándose así para que pueda verse el es­
píritu y aparezca una moción simple de vida. Al des­
arrollo total del conjunto de acciones sigue el fulgor de
la luz interna, exactamente como el resplandor de un

14
relámpago. Tai estado descríbese alegóricamente en el
Santo Corán con las siguientes palabras:

\¿lí (d I J* fli j i " | ó lj

«Cuando he formado su cuerpo y fijado exactamente


todas las manifestaciones de gloria y lo he inspirado,
Alma mía, postraos en acatamiento ante él» (XV, 29).
Sugiere también la misma idea este versículo: que
con la encarnación total de las buenas acciones resplan­
dece el espíritu interno. Dios Todopoderoso lo describe
como su propia alma, indicando así participa de la na­
turaleza divina, ya que el cuerpo sólo se desarrolla com­
pletamente después del aniquilamiento de los deseos
físicos, y, por lo tanto, la ley divina que antes fuera
oscura brilla en todo su esplendor, correspondiéndole a
cada cuerpo mostrarse ante la manifestación de dicha
gloria. Por lo tanto, a todos atrae naturalmente y todos
se postran ante Él, excepto el espíritu del mal, que
ama las tinieblas.
Volviendo al asunto entre manos, el alma es una luz
que brota del cuerpo, preparado en el útero. Por el brote
del alma quiero decir sólo que el principio está oculto
e imperceptible, aunque sus gérmenes están presentes
en la esperma; y así como el cuerpo se desarrolla gra­
dualmente, el alma se desarrolla con él, evidenciándose.
No cabe la menor duda de que la inexplicable relación
entre alma y semen está acorde con el designio, con­
sentimiento y voluntad de Dios. Hay una esencia bri­
llante en el propio germen. No es parte de ella en el
sentido en que la materia es parte de la materia; pero
al mismo tiempo es falso decir venga de fuera o, como

15
algunos imaginan erróneamente, que al caer sobre la
tierra se mezcle con la sustancia del germen. Está oculto
en el semen, igual que el fuego está latente en el peder­
nal. Ningún apoyo presta la Santa Palabra de Dios a la
opinión de que el alma viene de los cielos como algo
distinto del cuerpo, o que cae repentinamente sobre la
tierra y el útero. No; es absolutamente falsa y total­
mente opuesta a las leyes naturales tal idea. Los miles
de insectos que a diario advertimos en los alimentos
malolientes y pútridos o en las heridas sin lavar no
vienen de fuera ni descienden de los cielos. Su existen­
cia prueba satisfactoriamente que el alma dimana del
cuerpo, siendo en verdad una obra de Dios como otra
cualquiera. De e.sto concluimos que Dios Omnipotente,
quien con su sabiduría y omnipotencia perfectas ha
creado del cuerpo el alma, ha querido y decidido pudie­
ra manifestarse a través de él un segundo nacimiento
de ésta. Las mociones de nuestra alma dependen de
las del cuerpo, y si éste se mueve en una dirección, el
alma le sigue. A este respecto no puede silenciar la Pa­
labra de Dios al ser de tan gran importancia, incluso
para el alma, el lado físico de la vida humana. El Santo
Corán, pues, se ha dedicado profusamente a la reforma
del estado físico de la vida humana. Nos da las más
valiosas y detalladas directrices acerca de todos los asun­
tos importantes que al hombre atañen. Todas sus mo­
ciones, el modo de satisfacer sus necesidades, su familia,
relaciones sociales y generales, salud y enfermedad, se
regulan mediante reglas, mostrándose cómo el orden
externo y la pureza producen efecto sobre el estado es­
piritual del hombre. Considerando el tiempo limitado

16
de que hoy dispongo, apuntaré sólo unas cuantas de las
reglas rectoras, ya que describirlas detalladamente re­
queriría cierto tiempo.

Enseñanzas del Santo Corán acerca


de la triple reforma del hombre.

El siguiente método juicioso presupone un estudio


detenido de la Palabra de Dios en cuanto a este impor­
tante punto: los preceptos y directrices tocantes a la
vida externa del hombre y su progresión gradual, de la
barbarie a la civilización, hasta que alcanza las más
altas cimas de la vida espiritual. En primer lugar le
plugo a Dios Omnipotente sacarle de las tinieblas y ele­
varle de su estado salvaje, enseñándole las reglas refe­
rentes a sus acciones diarias comunes y a los hábitos
de la vida social. Así empieza el punto ínfimo de la evo­
lución del hombre y, ante todo, al trazar una línea dife-
í'enciadora entre el hombre y los animales inferiores, le
enseña las primeras reglas de moralidad, englobadas en
el nombre de sociabilidad. A renglón seguido emprende
la mejora del bajo grado de moralidad ya adquirido,
moderando las costumbres del hombre, convirtiéndolo
de este modo en moral sublime. Ambos métodos, empe­
ro, se refieren a un estadio de progresión; la diferencia
es de un solo grado, por lo que el Sabio Autor del Uni­
verso ha dispuesto de tal manera el sistema moral que
se pueda avanzar de un estado inferior a otro superior.
Pasemos ahora al tercer estadio de progresión, en el
que el hombre se olvida totalmente de sí mismo en el

17
2
amor de Dios, haciendo su voluntad, en el que su vida
entera está consagrada a su Hacedor. «A este estadio
alude el nombre Islam, que significa sumisión total a
las órdenes y al servicio de Dios y olvido total de uno
mismo.» Dice así el Santo Corán:
í 3 ) «vi* * ;?-) /-D jA 5 i ^ &'*
» 3 í.víL£L- i
«En verdad se salva—logra la salvación—quien por
amor de Dios sacrifica su vida o intereses y se somete
a su voluntad; aquel que no se satisface con simples pa­
labras, sino que lo demuestra ejecutando acciones justas.
Tal individuo será indudablemente premiado por el Se­
ñor: nada tendrá que temer ni será castigado» (II, 112).
Y después:
í Jl*J i i_>j rLJ ñ»* 3 3^ ^

«Di: Unicamente por Dios, que no tiene igual y cuyo


señorío se extiende por todo el Universo, son mis ora­
ciones y mis sacrificios, mi vida y mi muerte. Así se me
ordena y yo soy el primer musulmán, o sea el primero
que se ha sometido y ha sacrificado su vida a imitación
de Dios Todopoderoso» (VI, 163).

<3 )*~y* J -i- I I 3*ÜJ í j i ( I d* , j ) 3


«Mi camino y el camino verdadero es éste; así, pues,
ven y sígueme, y no sigas otro camino, ya que si lo haces
te apartarás ciertamente de Dios» (VI, 154).
/-I- 1 3 3 *^ 1 t 6 ^ .-0 |^ 1 cD .

18
«Diles: Si amáis a Dios, venid y seguidme. Dios os
amará y os perdonará vuestros pecados. Él es sin duda
Indulgente y Misericordioso» (III, 29).
Ahora voy a tratar correlativamente de los tres esta­
dos de la vida. Pero antes de continuar he de repetir la
advertencia de que el estado físico de la vida humana,
cuyo origen es el espíritu desobediente, nafs-i-ammara,
no se puede describir—según la palabra de Dios—como
algo absolutamente distinto del estado moral. El Santo
Corán ha colocado todas las inclinaciones naturales del
hombre, todos los deseos y pasiones de la carne, bajo el
epígrafe de cualidades físicas, que, contrapesadas, regu­
ladas y usadas debidamente, se convierten en cualidades
morales excelentes. De igual modo, no se pueden trazar
líneas gruesas y dilatadas entre las esferas de los esta­
dos moral y espiritual, sino que del uno se pasa al otro,
luego del aniquilamiento total de uno mismo en Dios;
la santificación completa del alma, el apartamiento ab­
soluto de todos los vínculos inferiores y la unión en
Dios, jurando fidelidad al Todopoderoso, amor extraor­
dinario al Creador, insuperable tranquilidad de concien­
cia y absoluta sumisión a la voluntad divina. No merece
el hombre tal título^ hasta que las condiciones físicas
se metamorfosean en cualidades morales, ya que los de­
seos naturales son comunes al hombre y a los animales
inferiores, no habiendo nada que indique la diferencia­
ción entre uno y otros.
Igualmente, la simple posesión de unas cuantas cua­
lidades morales no significa vida espiritual, pues la man­
sedumbre de corazón, la tranquilidad de conciencia y
la evitación del daño son únicamente cualidades natu­

19
rales que incluso una persona indigna, ignorante en ab­
soluto de la verdadera fuente de salvación, puede po­
seer. Absolutamente inofensivos son no pocos, animales,
y más bien agraviados que ofensores. Domesticados, no
ofenden lo más mínimo; azotados, no se resisten. Mas,
pese a todo, nadie cometería la locura de llamarlos hom­
bres, y mucho menos hombres justos. Poseen igualmen­
te dichas cualidades personas que perseveran en pési­
mas creencias, e incluso algunas veces los culpables, por
otro lado, de las más negras acciones. Es posible que una
persona sea tan compasiva que no soporte el matar los
gusanos de sus propias heridas, los piojos de su cabello
y vestidos o los gusanos que cría en el estómago y los
intestinos. Admito incluso que la ternura del corazón
llegue al extremo de inducir al hombre a renunciar al
uso de la miel o del almizcle, pues la una presupone el
aniquilamiento y dispersión de las pobres abejas, y el del
otro la muerte del almizclero y su apartamiento de sus
crías. Ni tan siquiera niego haya personas de natural
tan compasivo que se abstengan hasta del uso de per­
las y seda, pues ambas se obtienen mediante la destruc­
ción de la vida de gusanos. Más aún: no tengo motivos
para dudar de la existencia de personas tan benignas
que rehúsen usar sanguijuelas, dispuestas a sufrir cual­
quier dolor antes que privar de la vida al más minúsculo
gusano. Finalmente, estoy dispuesto a aceptar sea tan
fuerte en un hombre el sentimiento de ternura, que re­
nuncie inclusive a beber agua, lo que implica una pér­
dida de vidas, poniendo así fin a la suya antes que des­
truir la de los infusorios que el agua contiene. Admito
todo esto; pero ¿hay alguna persona cuerda que crea

20
engendra tanta locura bondad moral o sea necesaria
para la actuación del ser moral? ¿Así ha de purificarse
el alma de todas las corrupciones internas que obstacu­
lizan el camino del verdadero conocimiento de Dios?
Tal inocencia e inofensividad, que más frecuentemente
que en el hombre se hallan en algunos animales y pá­
jaros, no pueden ser medios para alcanzar la perfección
espiritual, a menos de emplear en el debido lugar y
cuando sea oportuno las distintas facultades, yendo per­
severantes por el camino que Dios Todopoderoso nos
ha marcado para que nos sometamos totalmente a su
voluntad. Quien de este modo se le sacrifica no puede
vivir sin El. Es como un pez, sacrificado por la mano de
Dios, cuyo amor es el mar en que vive.
Volviendo al asunto entre manos, hay, como ya in­
diqué, tres fuentes que originan la triple naturaleza del
hombre, a saber: el alma desobediente, el alma auto-
acusadora y el alma en paz. Por consiguiente, hay tres
estadios de corrección que corresponden a las tres fuen­
tes respectivas. En el primer estadio topámosnos con
simples bárbaros ignorantes, a quienes es nuestro deber
elevar a la categoría de hombres civilizados, enseñán­
doles las leyes sociales referentes a sus. relaciones dia­
rias mutuas. El primer paso hacia la civilización con­
siste, pues, en enseñar al salvaje a no andar desnudo,
a no devorar cadáveres o incurrir en otros actos bárba­
ros. Este es el estado ínfimo en la reforma humana. Es
menester, ante todo, al humanizar a aquellos sobre quie­
nes aun no cayese un rayo de la luz de la civilización,
sacarles de tal estado, habituándoles a la moral de tipo
ínfimo. Cuando el salvaje aprendió los modales corrien­

21
tes de la sociedad, se halla preparado para el segundo
estadio de reforma. Enséñansele ahora las altas y ex­
celentes cualidades morales del acervo de la Humani­
dad, así como el uso debido de sus propias facultades y
de cuanto en ellas se oculte. Los que han adquirido cos­
tumbres excelentes están ya dispuestos para el tercer
estadio, y, luego de haber alcanzado la perfección moral,
valen para probar la unión y el amor de Dios. Estos son
los tres estadios descritos por el Santo Corán como ne­
cesarios para todo viajero que vaya por el camino de
Dios.

La situación del mundo al advenimiento


del Santo Profeta del Islam (p. b. D.).

Surgió nuestro Santo Profeta (p. b. D.) en tiempos


en que el mundo entero se hallaba sumido en las más
profundas simas de la ignorancia. A ello alude el Santo
Corán con las siguientes palabras:
1 3 J J 1— « 1 ) j«J¿
«Corrompídose han el agua y la tierra» (X X X , 40).
En lenguaje usual, la frase simbólica significaría que
el Ahl-i-kitdb, el pueblo a quien se dieran las Escritu­
ras de Dios, se había corrompido como aquellos que
jamás bebieron en la fuente de la inspiración. Envióse,
pues, el Corán para dar vida al muerto, como dice:.
ijJ y» ¿Ai j 31 rlJ I ^ ) IjA í 1

«Tened por cierto que Dios va a devolver la vida a


la tierra que estaba muerta» (LVXX, 16),

22
Ignorancia y barbarie absolutas predominaban en
Arabia por aquel entonces. No se observaba ley social
alguna; a la luz del día se cometían las más viles ac­
ciones. Raptábanse innumerables mujeres y era legal
todo lo prohibido. Imperaban la rapiña y el incesto', y
no era desusado el tomar a las madres por esposas. Para
prohibir costumbre tan horrible, se revelaron en el Co­
rán las palabras:
I** ) pític «*./• j*.

«Ahora se os prohíben vuestras madres» (IV, 23).


Igual que las bestias, ni siquiera dudaban en devo­
rar cadáveres; la antropofagia no era desconocida. No
había vicio que no practicasen libremente. La inmensa
mayoría no creía en la vida ultraterrena, y no pocos
eran ateos. En todo el país predominaba el infanticidio,
y para robarles sus propiedades sacrificaban sin compa­
sión a los huérfanos. Externamente tenían apariencia
humana, pero en realidad carecían de cordura, vergüen­
za, modestia, celo y otras cualidades básicas. El ansia
de vino era excesiva; se fornicaba sin escrúpulos. La
ignorancia predominaba tan dilatadamente, que los pue­
blos vecinos los llamaban ummis, o ignorantes. Tal es
el cuadro sombrío del país y de la época en que apare­
ciese el Santo Profeta de Arabia (p. b. D.), viniendo a
él la palabra de Dios para domeñar pueblo tan bárbaro
e ignorante.

23
Motivo por el que el Santo Corán pretende ser
la única guía perfecta de toda la Humanidad.

La triple reforma del hombre sobre la que se ha lla­


mado la atención se destinaba, pues, para emplearse
en esta época por medio del Santo Corán. Por esta razón
el Libro Santo pretende ser la única guía perfecta de la
Humanidad, ya que sólo a él se otorgó la oportunidad
de una reforma multilateral absoluta, no habiéndose de­
parado otra ocasión semejante a los demás libros. Ante
sí tenía el Santo Corán un gran objetivo. Primeramente
había de librar de la barbarie a la Humanidad, hacién­
doles hombres, y, finalmente, llevarles a las cimas se­
ñeras del progreso, divinizándoles. Excelentes instruc­
ciones da el Santo Corán acerca de estos tres puntos.
Ha de llamarse también la atención sobre otro asun­
to importantísimo antes de que se discuta el objeto mis­
mo de la cuestión, o sea, la triple reforma del hombre.
Ha de tenerse muy en cuenta que el Corán no inculca
doctrinas contrarias a la razón humana y que, por lo
tanto, háyanse de seguir contra su mejor juicio. La ten­
dencia toda del Libro Santo y la enjundia de sus en­
señanzas es la triple reforma del hombre: todas las de­
más doctrinas no son sino medios para tal fin. Así como
vemos que en el tratamiento de enfermedades corpo­
rales el médico advierte la necesidad de disecar o reali­
zar intervenciones quirúrgicas en el momento oportuno,
o aplicar pomadas a las heridas, etc., así igualmente para
cumplir su cometido, si era necesario y aconsejable, las
enseñanzas del Santo Corán usaron de tales medios en
el instante adecuado. Todas sus enseñanzas inórales, pre-

24
ceptos y doctrinas llevan en sí un objeto omnicompren­
sivo que consiste en transformar al hombre, del estado
físico, matizado de barbarie, al estado moral, y del mo­
ral a la insondable profundidad del espiritual.

Qué es y qué no es la cualidad moral.

Ya se ha observado que las condiciones físicas del


hombre no difieren en calidad de su estado moral. Es
el hecho que las cualidades físicas, moderadas y usadas
a su debido tiempo, de acuerdo con las directrices de la
razón y del buen juicio, se transforman en cualidades
morales. Mientras no guían las acciones humanas los
dictados de la razón y de la conciencia, sus acciones no
se catalogan de ningún modo como cualidades morales,
aunque lo parezcan: no son más que impulsos naturales
e instintivos. Por ejemplo, no puede considerarse corte­
sía ni modales distinguidos el afecto y la docilidad que
un perro, una cabra u otro animal doméstico muestran
a su amo, ni puede tenerse por rudeza o mal comporta­
miento la fiereza de un lobo o de un león. Lo que lla­
mamos buenos o malos modales o hábitos son la re­
sultante del uso de la razón, que han de emplearse
oportunamente. ¿Se ha de comparar al niño cuya capa­
cidad mental no ha madurado todavía o al loco que ha
perdido el juicio, al hombre que en sus actos no se deja
llevar por los dictados de la razón? La única línea de
diferenciación que trazarse puede entre los actos de un
loco o un niño, de una parte, y las acciones de un hom­
bre cuerdo, de la otra, es que los primeros son única­

25
mente impulsos naturales, mientras que las últimas son
las consecuencias de un ejercicio de las facultades men­
tales. Por ejemplo, el ser humano apenas nace busca el
pecho materno, mientras que el pollo, recién salido del
cascarón, comienza a tomar alimento con el pico. Pa­
rejamente, la cría de sanguijuela hereda instintivamen­
te la costumbre de tal gusano, y una serpiente o león,
las de sus propios padres.
Apenas nacido, empieza el ser humano a mostrar pe­
culiaridades humanas. Conforme pasan los años, tales
hábitos se hacen más evidentes. Grita más fuerte, y su
sonrisa se convierte en risa. Expresa en sus actos el pla­
cer o el desagrado; pero estos actos son más bien la
resultante de un impulso que del ejercicio del intelecto.
Así es también el hombre en su estado bárbaro, cuando
sus facultades intelectuales se hallan aún en embrión.
Está sometido a los impulsos de la naturaleza, y, haga
lo que quiera, los obedece. Sus actos no son el resul­
tado de la reflexión debida. Los impulsos de su natu­
raleza, sujeta a condiciones externas, asumen una forma
exterior. No ha de considerarse, sin embargo, que tales
actos sean necesariamente impropios; algunos asemé-
janse a las acciones juiciosas del cuerdo; pero no puede
negarse no vienen precedidos de un ejercicio de las
facultades mentales, ni de un examen profundo de su
propiedad o inconveniencia. Incluso si admitimos la pre­
sencia de un ligerísimo grado de razonamiento en algu­
nas acciones del salvaje, no podemos comúnmente cla­
sificar sus acciones bajo' el epígrafe de buenas o malas,
pues el factor más poderoso en su ejecución no es la

26
X

facultad mental, sino un impulso instintivo o un some­


timiento al deseo y a las pasiones.
En una palabra, no podemos tomar por morales las
acciones de un ser cuya vida es similar a la de los sal­
vajes, sujeto a sus impulsos naturales, como los anima­
les inferiores, los niños o los locos. El primer estadio
del ser moral, es decir, el de alguien cuyas acciones
puedan clasificarse como buenas o malas moralmente,
es aquel en que se es capaz de distinguir entre accio­
nes buenas o malas, o> entre dos buenas y dos malas ac­
ciones de diferente categoría. Esto sucede cuando está
lo suficientemente bien desarrollada la facultad mental
para formarse ideas generales y percibir las más remo­
tas consecuencias de los actos. Entonces lamenta el hom­
bre la omisión de una buena acción, o> se arrepiente y
culpa después de una mala. Este es el segundo estadio
de la vida hum ana; en la terminología coránica, nafs-i-
lawwama, es decir, e l espíritu autoacusador, o, para
emplear un término más corriente, la conciencia. Pero
ha de tenerse en cuenta que al salvaje no le basta la
simple reprensión para alcanzar este estado de espíritu
autoacusador. Debe tener el suficiente conocimiento de
Dios para no considerar su propia creación por Él acto
insignificante y sin sentido. E l sentimiento de Dios, en-
noblecedor del alma, sólo puede trocarse en hecho' ver­
daderamente moral, y por este motivo es por lo que el
Corán inculca un verdadero conocimiento de Dios jun­
to a admoniciones y advertencias, asegurando al hom­
bre toda acción buena o mala produce fruto, que ori­
ginará bendición espiritual o tortura en esta vida, mien­
tras que en la otra le espera un premio o castigo más

27
claro o palpable. En resumen, cuando alcanza este esta­
dio de progreso-—que hemos llamado espíritu autoacu-
sador—, su razón, su inteligencia y conciencia han al­
canzado el grado de evolución en el que el sentimiento
de remordimiento le ataja en la ejecución de los hechos
injustos, estando ansioso de realizarlos buenos. Este es
el estadio en que las acciones humanas pueden llamarse
morales.
Es preciso definir aquí la voz ( jJ ii Julq, moral. Hay
dos palabras de igual forma, excepto en el punto vocá­
lico. Una de ellas es Jalq, que significa creación
externa, y la otra, Julq que significa creación in­
terna o cualidad ingénita. Como- la perfección de la crea­
ción interna se da en la excelencia moral, y no en las
innatas pasiones del hombre, el primero, y no el último,
es el verdadero significado de la palabra Julq. Aprove­
chamos esta oportunidad para exponer el error de la
creencia popular de que la clemencia, la humildad y la
mansedumbre son las únicas cualidades que constituyen
las buenas costumbres. Es el hecho que, correspondien­
do a cada miembro- externo- o forma de acción, hay una
cualidad ingénita que, desplegada en el lugar debido,
se llama hábito. Por ejemplo, al llorar, la acción exter­
na es la del ojo del que fluyen las lágrimas; pero, en
contra, existe en el corazón una facultad fundente que
llamamos ternura, la que, debidamente aplicada por un
ser moral, es una de las costumbres excelentes. Además,
un hombre emplea sus manos para defenderse u opo­
nerse a un enemigo ; pero, correspondiendo a esta fa­
cultad del miembro externo, el corazón posee una cua­

28
lidad que llamamos valor, y ésta, debidamente usada,
es también una de las grandes cualidades morales cuya
posesión necesita el hombre para llegar a la perfección.
Igualmente, un hombre a veces salva por sus propias
manos al oprimido del opresor, O' se siente impulsado
a dar algo al desamparado o al hambriento, o a servir
a la Humanidad de algún modo; pero todas estas ac­
ciones proceden de la cualidad ingénita que llamamos
conmiseración. A veces un hombre castiga a un mal­
hechor, y el origen de su cualidad externa es la cuali­
dad moral llamada venganza. O, por otra parte, hay
ocasiones en las que un hombre agraviado se abstiene
de agraviar a su vez, no rindiéndose al mal, y esta abs­
tención nace de la cualidad moral que llamamos indul­
gencia. De igual modo, a veces el hombre emplea sus
manos o sus pies, su corazón, su cerebro o su salud en
hacer el bien a sus congéneres, y entonces obra la co­
rrespondiente cualidad de caridad. La verdad es, como
ya hemos dicho, que todas estas cualidades sólo- se con­
ceptúan cualidades morales cuando se usan en el mo­
mento debido. Así, dice en el Santo Corán Dios Todo­
poderoso, dirigiéndose al Santo Profeta (p. b. D.):

«En verdad tienes excelentes dotes» (LXV III, 4), es


decir, en tu persona se combinan todas las altas cuali­
dades morales: caridad, valor, justicia, misericordia, bon­
dad, veracidad, longanimidad, ánimo, etc. En resumen,
todas las altas cualidades morales de que está natural­
mente dotada la mente humana (cortesía, modestia,
honradez, generosidad, celo, perseverancia, castidad, in­

29
dulgencia, paciencia, bondad, veracidad, fidelidad, etc.),
al manifestarse exteriormente en el momento oportuno
se engloban en el denominador común de virtud. Todas
brotan de las inclinaciones naturales y pasiones del
hombre, cuando las últimas se hallan limitadas por el
uso de la debida reflexión. Característica primordial del
hombre es el progreso, no compartido por los animales
inferiores, y, por ende, la verdadera religión, la buena
compañía y los preceptos virtuosos transforman sus pa­
siones bestiales en cualidades morales.

Las cualidades físicas.

Después de estas observaciones preliminares, consi­


deraremos las enseñanzas del Corán en el primer esta­
dio de la triple reforma a que antes nos refiriéramos.
Es el grado inicial de la civilización humana, y enseña
esta parte especial de las costumbres que llamamos <_>a I
hábitos. Se establecen las leyes que guían las acciones
de la vida diaria, inculcando al salvaje cuanto es nece­
sario para hacerle ente social. Los preceptos coránicos
acerca de este punto son los siguientes:
h> J Lá. y pC> L e j ¡ ^ ¡a » # y a *

I já.) ^ p£i*¿ )) ^311)) 1 $« ) y ) o Uj y jr- í )


P>l¿..j ^ i lD l p íi UJ) p£l b j j piS i —i o l« -« I j

j-J/pi >Uj I .J i l í a . j p ifie p- h a . K» p lie - i) I pl yj h y/*?


v—ii— «X» L ‘í | J I J*»3 ^ )« pií ) (¿z'*
«Os están prohibidas vuestras madres e igualmente
vuestras hijas, vuestras hermanas y vuestras tías por

30
línea paterna y materna; vuestras sobrinas carnales;
vuestras hermanas de leche; las madres de vuestras
esposas; vuestras hijastras, pupilas nacidas de vuestras
esposas con las que habéis cohabitado (pero si no habéis
cohabitado con ellas no hay pecado); las esposas de los
hijos que son de vuestra sangre, e igualmente os está
prohibido tener por esposas dos hermanas a la vez.
Todo esto, aunque antes lo hicisteis, os está prohibido
ahora» (IV, 27).
I* ,S > L~.d I ^ ) píl í

«No se os permite desposaros por fuerza contra la vo­


luntad de las mujeres» (IV, 23).
w-aL- jó U DI * | 5 b) i b* |jxíÍxj i 3

«Y no os caséis con mujeres con quien casaran vues­


tros padres; pero lo que ya pasó se excusa porque lo
hicisteis por ignorancia» (IV, 26).
olioSL»J|j) d> Jj O Iuta! I (Jla. )
; y?- I J Jó I )y 3 J (

«Se os autorizan las cosas buenas y puras y se os


permite elegir vuestras esposas entre las mujeres vir­
tuosas de los creyentes y entre las mujeres virtuosas
de aquellos a quienes antes de vosotros se dieran las
Escrituras (se refiere a judíos y cristianos), siempre que
les déis sus partes legales, viviendo castamente con ellas
sin fornicación ni intimidad secreta ilegal» (V, 7).
Existía la costumbre entre algunos árabes ignoran­
tes de que si un hombre no tenía hijos, su esposa pa-

31
saba secretamente a otro para tenerlos. Esta costumbre
tan salvaje llámase musafihat L~o Para desarraigar­
le se usaron las palabras I V «No os suicidéis»
(IV, 33). V «No matéis a vuestros hijos» (VI,
152).
I j J I y —i p-b J — b jx y tVJ i)
J.L Í ^ ) , pCI ^ j U lli I I Ú.+. J Ljii J 5 u »Jp J ^ U

«No entréis sin permiso como salvajes en casas que


no sean las vuestras, sino esperad hasta que lo hayáis
pedido, y cuando entréis saludad al huésped diciendo
«la paz sea con vosotros»; si no halláis a nadie en la
casa no entréis hasta que su propietario os dé permi­
so; si el dueño de la casa os manda volver, regresad
inmediatamente: es lo más honrado para vosotros»
(X X IV , 27).
l«J ¡y
«No entréis en las casas por las ventanas ni saltando
por los muros, sino por las puertas» (II, 185).
U j O j j J l-ji/* c / - — ) b l ¿Usvju pila- I o I j

«Cuando una persona os haga un saludo, saludadla con


un saludo mejor o, por lo menos, igual» (IV, 8 8 ).
) 1^3) 3 )y I )
Uai~ l i .J- > (*V ') S
^ysdfl) píX*) í jlüa-b

«No son sino abominable obra de Satán el vino y los


juegos de azar, los ídolos y las flechas adivinatorias; así,
pues, eludidlos para prosperar» (V, 92).

32
,J J ) ; já J i U 5 j> jh±>>) j c ** >5 1 J*“
D) ! ) (J .Í J b» jis x ¿ la jJ I j to <i ^ Í* J J 3 & ¿ j» j-«J j i á i s ó J ) 3
w~**d ) £> ¿ l * 3 f 5** 0 1 /9 1

«Se os prohíbe comer de lo' que muere por sí mismo:


sangre y carne de cerdo, y todo cuanto se sacrificara
invocando otro nombre que no sea el de D ios; lo estran­
gulado, lo matado de un golpe O' por una caída o por
los cuernos de otra bestia; aquello de que comiesen los
animales de presa, excepto lo que no mataran total­
mente, y lo que a los ídolos se sacrificara. Porque todos
estos son como muertos» (V, 4).

o hítaJ JríJ ) J ; ryJJ*. | j ó U >_£>

«Si te preguntaren qué es entonces lo que se les per­


mite comer, di se te permite todo lo bueno y lo puro. Sólo
están prohibidas las cosas muertas e impuras que a los
muertos se asemejan».

■ J J-p» ) ó I j ) 3 ®"*»^ I h cf1 1 ^1 ?


!j ^ I3

«Cuando se os diga hagáis sitio a los demás en vuestras


asambleas, dejádselo para que se sienten. Poneos en pie
cuando se os diga «levantaos» (LVIII, 12).

«Comed y bebed cuanto es bueno—carne o verdura—,


pero sed moderados en el régimen y no paséis de los
debidos límites» (VII, 29).

33
3
«No os complazcáis en charlas ociosas, sino hablad
la verdad como es debido cuando lo requiera la ocasión»
(X X X III, 70).
y j i ja. d |j bS J

«Estén limpios vuestros vestidos, purificados de basura


y suciedad todo cuanto os pertenezca — vuestros cuer­
pos, vuestras casas y calles y los sitios en que os sen­
té is —» (LX X IV , 4).

«Vuestro paso sea regular, es decir, ni muy rápido ni


muy lento; vuestra voz ni demasiado alta ni demasiado
baja, a menos que de otro modo lo exija la ocasión»
(X X X I, 18).
) o jy ) ^ b )¿ jy 5

«Cuando salgáis de viaje haced provisión para cada


etapa: las provisiones suficientes serán una protección
segura contra la mendicidad».
15
«Si estáis impuros (por haber cohabitado con vuestra
esposa), purificaos bañándoos de arriba abajo» (V, 9).
I» y Ij J (3 =- .^1 i j ' * ) yj? 5

«En vuestros bienes haya la parte justa y estipulada


para los que piden y para las bestias» (LI, 19).
* L»jJ ) U | jiiCj l» 13*1 ) í I ^ 1y
l/. , ) ¿ »Xa. y I ,J O** # ) ^ J O ***

34
«No hay nada malo en que os caséis con las huérfanas
pupilas vuestras; mas si receláis que, al no tener más
protectores que vosotros, por lo mismo sentiréis a veces
la tentación de proceder injustamente con ellas, casaos
con otras mujeres — dos, tres o cuatro— que tengan
protectores, siempre que en todos los aspectos os portéis
con ellas equitativamente. Si no podéis, casaos con una
sola, aunque necesitéis más» (IV, 3).
Primero dió permiso el Santo Corán y luego restrin­
giólo. Lo primero era menester porque la consecuen­
cia de una limitación indebida hubiese sido un aumento
general de la fornicación; lo segundo frenaba el exceso
en el número de mujeres, que en los días de ignorancia
era ilimitado.
»
ÁL-j cL J 1 Ij
«Y da a las mujeres su dote como regalo voluntario»
(IV, 4).
En una palabra, éste es el primer paso que para la
reforma del hombre diera el Santo Corán y éstas son
las reglas con las que elevó y pretende ahora elevar a
los salvajes a la condición de seres sociales.. Estas ense­
ñanzas contienen sencillamente las reglas de buena con­
ducta y trato social. Hasta aquí no inculca enseñanzas
que contengan hábitos elevados, proyectados para hacer
a los hombres moralmente grandes. Se precisaba diéra­
se primeramente este paso por el pueblo cuya regenera­
ción era el objeto principal de la aparición de nuestro
Santo Profeta (p. b. D.), el cual vivía realmente en un
grado de barbarie superior al de otros pueblos. No ob­

35
servaban ninguna ley que les distinguiese de los salva­
jes. Era, pues, necesario que antes de nada les enseñase
el Santo Corán las reglas de la sociedad.

¿Por qué sé prohibe la carne de cerdo?

El punto siguiente merece especial atención. yo-


Jinzir, cerdo, es una de las cosas que se les prohibió
comer a los musulmanes. E l nombre mismo de este
sucio animal contiene una alusión a la prohibición de
su carne. Es un compuesto de jinz, y j I ar; lo pri­
mero significa «sucísimo»; lo segundo, «veo». La pala­
bra literalmente significa «lo veo sucísimo». Alude, por
lo tanto, a su suciedad el nombre mismo que en el prin­
cipio diera Dios a este animal. Pero más maravilloso
aún es el que en hindi se conoce a este animal
por el nombre de j y» suar, compuesto de las voces
y» su y j I ar, idéntica la última parte a la parte última
de la palabra arábiga y la primera equivalente exacto
de la parte primera de la forma árabe.
La palabra hindi significa, pues exactamente lo mis­
mo que la árabe: «lo veo sucísimo». No es sorprendente
el origen árabe de la palabra hindi — como pretendere­
mos mostrar en el Minan-ul-Rahman, e l á ra be e s la ma­
d re de todas la s l e n g u a s —, porque sus palabras se en­

cuentran a menudo en otros idiomas. Suar es, pues, pala­


bra árabe. En hindi se conoce también a este animal por
ju bad, malo o sucio, traducción probablemente de la
palabra árabe original. Parece que en una época inicial
de la Historia Universal, al acaecer la separación, la

36
palabra suar, equivalente y sinónimo de la forma árabe
jinzir aún predominante, se usaba para indicar el nom­
bre de este animal, conservando su forma originaria
después de un período de miles de años. La forma
sánscrita de la palabra debe haber cambiado un poco;
pero no cabe duda de que es árabe la raíz, ya que
proporciona el motivo por el que se diera el nombre,
y la palabra jinzir contribuye a la veracidad de dicha
opinión. No hay discusión en cuanto al convenir dicha
acepción de la palabra a las costumbres de este animal.
Todos saben es extremadamente feo y vive sobre la
basura, siendo, además, la más desvergonzada de las
criaturas. Es evidente el motivo de su prohibición. Su
carne, empleada como alimento, producirá las más per­
judiciales consecuencias en el cuerpo y el alma, pues
ya mostramos antes que todos los alimentos afectan
a todo el sistema, tanto externo como interno, del hom­
bre. Mantenían también los médicos preislámicos de la
escuela griega que la carne de este animal producía des­
vergüenza. Con igual fundamento ha prohibido el Santo
Corán la carne de los animales que mueren de muerte
natural, ya que afecta a la salud física y a las costum­
bres. Los animales estrangulados o matados a golpes se
consideran igual que los que mueren de muerte natural.

LAS CUALIDADES MORALES


Indicadas brevemente las instrucciones dadas, por el
Santo Corán en este primer estadio de reforma, pasamos
ahora al segundo. Después de dar al salvaje las reglas
de conducta necesarias, trata de enseñarle las costum­

37
bres elevadas. El tiempo y el espacio no nos permiten
tratar aquí este tema en toda su extensión. Sólo mencio­
naremos, pues, para muestra unas cuantas de las cuali­
dades morales sobre las que hizo' hincapié el Santo Co­
rán. Todas las cualidades morales se comprenden bajo
dos epígrafes: a) las que capacitan al hombre para abs­
tenerse de causar daño a sus congéneres, y b) las que
le capacitan para hacer el bien al prójimo. A la pri­
mera clase pertenecen las reglas que encauzan las inten­
ciones y acciones del hombre para que con su lengua,
sus manos, sus ojos u otro miembro de su cuerpo no dañe
la vida, propiedad u honor de sus congéneres. Compren­
de la segunda clase todas las reglas calculadas para
guiar las intenciones y actos del hombre a hacer el
bien a los demás por medio de las facultades que le otor­
gara Dios, o- declarar la gloria y honor ajenos o perdonar
el castigo al ofensor que justamente lo merece — dándole
el beneficio positivo de escapar a un castigo corporal o
pérdida de bienes — que de otro modo hubiera padecido
verdaderamente, o castigarle de manera que el castigo
se trueque en beneficio.

La enseñanza islámica acerca de la castidad.

Las cualidades morales comprendidas bajo el deno­


minador común de abstención del mal son cuatro en
número, designándose cada una de ellas con una sola
palabra en la lengua árabe, cuyo rico vocabulario pro­
porciona una palabra diferente para los distintos con-

38
ceptos humanos, modos y costumbres. Ante todo consi­
deraremos ó- 1*03-1 ihsan o castidad. Significa esta pala­
bra la virtud relativa al acto de la procreación entre
hombres y mujeres. Se dice de un hombre o de una
mujer es muhsan o muhsana cuando él o
ella se abstiene del trato ilegal y sus preliminares, que
traen en este mundo la desgracia y la ruina sobre la
cabeza de los pecadores, y severas torturas en el otro,
fuera aparte de la desgracia o daño a sus familiares
causados. Nadie más malvado que el infame villano que
hace pierdan un esposo su mujer o unos hijos a su ma­
dre, lo que conturba la paz de toda la casa, ocasionando
la ruina de ambos: la esposa culpable y el esposo e
hijos inocentes. Lo primero que se ha de recordar res­
pecto a esta cualidad moral inapreciable que llamamos
ó 1 castidad es que nadie hace méritos por abste­
nerse de satisfacer ilegalmente sus deseos carnales si
la naturaleza no le ha otorgado dichos deseos. Las pala­
bras «cualidad moral» no pueden, pues, aplicarse al
mero acto de abstenerse de tal proceder, de no haberle
otorgado la naturaleza las facultades que en él generan
la aptitud para cometer una mala acción. Merece consi­
derarse alta cualidad moral la abstención en tales con­
diciones ; es decir, en contra de la fuerza de las pasiones
que en el hombre puso la naturaleza. La adolescencia,
la impotencia, la castración o la edad senil invalidan la
existencia de la cualidad moral llamada castidad, aun­
que en tales casos existe la abstención del acto ilegal
porque de hecho en dichos casos hay una condición na­
tural ; no hay resistencia a la pasión y, por ende, ni pro-

39
piedad ni impropiedad en el acto. Como ya dijimos, es
un distingo importante entre las condiciones naturales
y las cualidades morales, en la primera de las cuales no
existe inclinación a ir en dirección opuesta, mientras
que en la última hay una lucha entre las buenas y las
malas pasiones que precisa del uso de la facultad razo­
nadora. Como ya indicamos antes, ni que decir tiene que
los niños que no han llegado a la pubertad y los hom­
bres que perdieron la facultad sobre la que se han im­
puesto limitaciones, no pueden pretender poseer una
cualidad moral de tan gran valía aunque sus actos se
parezcan a los de los hombres y las mujeres castos. Su
castidad, si castidad ha de llamársele, es sólo' una con­
dición moral sobre la que no ejercen dominio.

En las siguientes palabras se contienen las instruc­


ciones de la Santa Palabra de Dios para la consecución
de esta noble cualidad:

—>J ) ¿ )j> I 3 ; Uj I ) 3 -áií^íb* J*1J J i


i J* vyksarq j ; U j J O U/. , * i J ,_,3 }

Vi/*' c/A i¿/í / t y 5 U ** ^ I j ¿ tí * 3

/•u 3 ) c/" u ru -3 vi/«’+ i lí v* >Aí ^ *

«Di a los creyentes abstengan sus ojos de contemplar


las mujeres ajenas cuya vista excita sus pasiones car­
nales, y que en tales ocasiones bajen la mirada. Diles
que observen continencia y aparten sus oídos de escu­
char sus voces dulces, cantos de mujeres ajenas y rela­
tos de su hermosura, porque es el mejor medio de tener

40
miradas y corazones puros. Di a las creyentes se cohi-
ban de mirar a los extraños y abstengan sus oídos de
escuchar palabras lascivas; que observen continencia y
no exhiban las partes hermosas de su cuerpo, excepto
las externas; que echen el velo sobre su pecho a fin
de cubrir sus cabezas, oídos, gargantas y senos; que no
muevan a la vez sus pies igual que danzarinas. Será un
procedimiento seguro de ahorrarles el tropezar ante
el mal.
Todos se volverán a Dios rogándole les libre de tro­
pezar. Este es el segundo remedio» (X X IV , 30).

LL.-W L> J ls [f ^ 1 l>^ 1 i 1 0 ^

«No os atraiga la fornicación, es decir, manteneos


apartados de las ocasiones que tales ideas producen y
alejaos de los caminos que os conduzcan a cometer tal
pecado. El que fornica comete un acto extraordinaria­
mente perverso; es un mal camino, porque oculta la
meta, y un obstáculo peligroso en el logro de la per­
fección deseada» (XV II, 34).

1 .a. Kj

«Los que no encuentran esposa usen de otros medios


para preservar su continencia: ayunar o tomar alimen­
tos ligeros o hacer trabajos duros» (X X IV , 33).

I.C j y^ j to J La ^ ^
«Algunos tienen métodos por ellos inventados para
abstenerse del instinto sexual: adoptar el celibato o
la clausura, denigrando el matrimonio, o, someterse a

41
castración. Todos estos métodos, empero, los ha inven­
tado la gente misma. No se los prescribimos, y el resul­
tado fué que no observaron estas innovaciones como
hubieran podido» (LVII, 27).
Aquí niega Dios Todopoderoso la afirmación de que
prescribiera los métodos de castración, etc. De haber
sido tales las órdenes del Todopoderoso, todo el mundo
hubiera tenido que observar estas ordenanzas y la raza
humana hace ya tiempo habría desaparecido de la faz
de la tierra. Además de las desventajas e inmoralidad de
uso tamaño, es una objeción contra el Creador por
haber creado en el hombre semejante poder. Más toda­
vía. Fácilmente se ve no hay mérito en ser incapaz de
ejecutar un acto ; sólo merece aprecio el que resiste la
mala inclinación y vence las malas pasiones por temor
de Dios. Se ha de apreciar doblemente a la persona que
tiene tal energía; por el uso de la energía en su debido
lugar y por la abstención de emplearla allí donde no
se da la ocasión adecuada. El hombre que la perdió no
tiene derecho a ninguna de ellas. Es como un niño y no
merece aprecio por abstenerse de lo que para ejecu­
tarlo perdiere las fuerzas. No hay ninguna resistencia,
ninguna superación y, por ende, ninguna gloria.
Estos versículos no sólo contienen excelentes ense­
ñanzas para llegar a la castidad, sino que señ a lan cinco
r e m ed io s pa ra o bser v a r co n tin en c ia . Son: abstener los

ojos de mirar a los extraños y los oídos de oír voces


extrañas que incitan a la lu ju ria; no oír historias amo­
rosas de hombres o mujeres extrañas ; evitar toda oca­
sión en la que teman verse envueltos en una acción
perversa y, finalmente, el ayuno en caso de soltería.

42
Llegados a este punto podemos confiadamente asegu­
rar que las excelentes enseñanzas acerca de la castidad,
junto con los medios para la continencia, según en el
Santo Corán se contienen, son privativos del Islam. Es­
pecial atención merece un punto. La inclinación natural
del hombre en el que arraiga el apetito sexual — sobre
el que no pueden ejercer dominio absoluto de no sufrir
una transformación total —^es que siempre que haya
ocasión para ello se inflama y pone seriamente en peli­
gro la finalidad de su existencia.
El precepto divino a este respecto no es, pues, mire­
mos a las mujeres extrañas, su belleza y adornos, o sus
andares o bailes, mientras se haga con miradas puras,
ni que se nos permita oír sus dulces canciones o los
relatos de su amor y hermosura a condición de que se
haga con corazón puro, sino que nunca nos está permi­
tido mirarlas, con lascivia o no, ni oír sus voces, sea
con corazón puro o impuro. Se nos prohíbe afectuar
un acto en cuya ejecución no caminamos sobre terreno
firme. En cualquier ocasión hemos de evitar toda cir­
cunstancia que nos haga tropezar. Las miradas licen­
ciosas nos llevan ciertamente al peligro y, por lo tanto,
se nos manda no sólo no mirar con lujuria a una mujer,
sino no mirarla de ningún modo, para que los ojos y
el corazón queden puros y perfectamente libres de toda
escoria. Si el ojo está acostumbrado a mirar mujeres
extrañas, existe el peligro por miedo a que a veces con­
duzca a consecuencias peligrosas. Para el logro y pre­
servación de la castidad, pues, no puede haber ense­
ñanza superior ni más noble doctrina que la inculcada
por el Santo Corán. Es deseo vano dejar libre a un perro

43
famélico junto a un montón de hogazas y esperar no
haga exactamente lo que pensamos. La palabra de Dios,
pues, refrena los deseos carnales humanos hasta de
arder en secreto, imponiéndoles inclusive el evitar las
ocasiones en que haya peligro de excitar sus malas
pasiones.
Este es el secreto en que en el Islam se basa, el prin­
cipio de la separación de las mujeres mediante el pardah
o velo. Esta es la filosofía del pardah. El libro de Dios
no indica el velo en sentido de reclusión. Ignorancia
supina de los nobles principios de esta religión es tomar
el pardah en el sentido. de encerrar a las mujeres igual
que presos en una cárcel. El objeto del pardah o velo
es que hombres y mujeres se abstengan de mezclarse
librem ente; que ningún sexo tenga libertad para lucir
sus adornos y hermosura ante el sexo1 contrario. Esta
regla conduce, sin duda alguna, al bien de ambos sexos.
Debería, además, tenerse en cuenta que Ja¿ es en
árabe el bajar uno los ojos cuando el objeto de la mirada
no es adecuado para que la persona lo mire librem ente;
no el abstenerse de mirar en el momento debido. Todo
el que ansia la honradez de corazón no mirará como un
bárbaro a todas, partes. El bajar los ojos en las ocasiones
adecuadas es el primer requisito de la vida social. El
hábito, sin causar al hombre desventaja grave en sus
relaciones sociales, tiene la ventaja inapreciable de ha­
cerle perfecto en una de las virtudes más elevadas, que
llamamos castidad.

44
Honradez.

Pasamos a continuación a la segunda cualidad moral


de abstención del daño, que en árabe se llama Si L I
honradez. Consiste en no perjudicar a los demás, enga­
ñándoles o apoderándose ilegalmente de sus bienes.
Esta cualidad se halla naturalmente en el hombre. Un
niño, libre como está de toda mala costumbre, de no
haber sido confiado a ella cuando era totalmente incons­
ciente, es opuesto a mamar la leche de otra mujer que
no sea su madre. Tal costumbre infantil es la raíz de
la que brota la inclinación natural a ser honrado, poste­
riormente desarrollada en la cualidad moral conocida
por «honradez». E:1 verdadero principio de la honradez
es que para apoderarse deshonestamente de los bienes
ajenos exista la misma aversión que para mamar la
leche de otra mujer que no sea su madre siente el niño.
Sin embargo, en el niño no es cualidad moral, sino con­
dición natural, puesto que ningún principio la regula
ni se muestra en la ocasión adecuada. No hay opción
para el niño en este asunto-, y, de haber oportunidad,
al no ser su acción la de un ente moral, no puede in­
cluirse en la categoría de las condiciones morales. La
persona que como el niño muestra dicha inclinación,
obedeciendo a las exigencias de la naturaleza, sin mirar
1 a, oportunidad de la ocasión, no puede llamarse honesta

y fiel en el estricto sentido de la palabra. La persona


que no observa a rajatabla las condiciones que elevan
su inclinación natural a la categoría de cualidad moral
no puede pretenderla aunque su acto, mirado superfi­
cialmente, parezca el de un ente moral, ejecutado con

45
todos ios requisitos y después de considerar detenida­
mente su conveniencia. Para ejemplo citaremos unos
versículos del Santo Corán que de este tema tratan:

p®jiy j ) j 1* 1 ü “®?- I )y* ) 1 ) j-J ^3


jilí I i J 11 jbb I 3 li j J**^3r* I 3^* 3*^ I3 '■ti*
U ylS IJ ¡I 9 y * J 1 y* j ^ ¡¡J1 1 ó U I j J ^ li ^ KjJ

ii> ^ 3 U3¿ £ yj* 3 1 3 I I j I iXJj U J J


^«iJLc J3 Ij 1 y») J iV) ¿ b J d UD) jiü
li &> y ó P3 Í I w.£w^1 /Ij ^j¡í f 3
»íj 3^ (¿»i 1 vi» I I ¿ i **■*" ^ j* I jl 3®*I j 1 3®2xL.* («ííl® I 3®Iá
VJ;jí^u«<3 ) ; 11 3^?^* ^ 3^ *4 1*111*1^ IJ l y I

«Y si entre vosotros hay propietarios de juicio escaso,


menores o huérfanos, los cuales carezcan de la pruden­
cia necesaria para la dirección de sus negocios, debéis
— en calidad de consejo tutelar — asumir el control
absoluto de sus bienes; no confiarles lo que Dios pusiera
en vuestras manos, tal como medios de subsistencia y
depósitos de mercancía, sino asignarles la parte menes­
ter para su alimentación y vestido; decirles cosas útiles
que agudicen su intelecto y maduren su inteligencia;
adiestrarles para los negocios más idóneos a sus aptitu­
des, instruyéndoles totalmente a este respecto; examinar­
les de lo que les instruyáis para que podáis ver si hacen
progresos. Y cuando lleguen a la madurez, cuyo límite
aproximadamente es los dieciocho años, y los advirtáis ca­
paces de dirigir bien sus negocios, entregadles sus bienes.
No los derrochéis profusamente ni los gastéis precipitados
por miedo a que pronto lleguen a la edad en que reciban

46
lo que les pertenece. Si el tutor es rico, absténgase abso­
lutamente de cobrarse a costa de los bienes del huérfa­
no ; si es pobre, tome la remuneración debida.
Era regla bien conocida entre los árabes el que los cu­
radores de la propiedad de un huérfano, si pensaban co­
brarse sus servicios, se cobraran la remuneración lo más
generosa posible con cargo a los beneficios del comercio,
sin tocar el capital. De este modo razonable permite el
Santo Corán tomar la recompensa. Cuando les entreguéis
su hacienda hacedlo ante testigos. Dios toma nota bastan­
te de vuestros actos. Los que mueren dejando hijos jóve­
nes y débiles tengan cuidado de no testar en perjuicio
de los derechos de sus hijos. En verdad los que injusta­
mente devoran la hacienda de los huérfanos devoran
fuego, no la hacienda, y a ellos mismos, a la postre, les
devorarán las ardientes llamas del fuego infernal»
(IV, 4, 5, 6 , 7, 10, 11).
Lo que Dios predicó es la honradez y fidelidad verda­
deras, cuyos diversos requisitos se establecen claramente
en los versículos arriba citados. La honradez que omite
alguno de estos' requisitos no puede clasificarse como
una de las costumbres elevadas, sino como condición na­
tural en su estado primario, nada libre contra un abuso
de confianza. En otra parte dice el Santo Corán:
;LUJ p Klsd |^ I i (4 ; I jJoo , b J I »-I , 1 .
^ pij I j í b EJ | J I y- )

«No gastéis indebidamente las riquezas ajenas ni las


ofrezcáis por soborno a los jueces para apoderaros des­
honestamente de los bienes ajenos» (II, 184).

47
V a)^ J )) 5 o ) f í y t, , 1 1 í
«En verdad os ordena Dios devolver a sus propietarios
sus depósitos» (IV, 61).

boJ I I &1
«Dios en verdad no ama a los traidores» (VIII, 60).

{'J* o J J jj j j y^sAa.) I I j ji i1 3 I 'j3' 3 )


{ j* 3 ^ ^ ^ 3 ^ ^ 1 jamcÍRXJ 1) ^ 1

y ilM W

«Cuando midáis dad la medida justa» (XV II, 35).


«Pesad con balanza exacta y fiel; no defraudéis en sus
bienes a la gente, y no vayáis por el mundo con inten­
ción de comportaros viciosamente, es decir, robando,
atracando, cortando bolsas o de otro modo apoderándoos
ilegalmente de los bienes ajenos» (X X V I, 182).

11 3 I t&xij y j

«No deis cosas sin valor a cambio de cosas buenas, por­


que así como es ilegal el que una persona posea sin mo­
tivo la hacienda de otra, de igual modo es también in­
justo vender cosas de calidad inferior o mala, o darlas
por de calidad superior» (IV, 2).
Son preceptos que abarcan toda clase de tratos des­
honestos, que originan *los abusos de confianza. Las ofen­
sas separadas no se enumeran aquí, ya que una lista
que las abarque requeriría mucho espacio, y aun enton­
ces sería dificilísimo delimitarlas. Por lo tanto, el Santo
Corán hizo una exposición general, que en su sencilla

48
significación comprende la deshonestidad de toda índo­
le. En resumen: la persona que demuestra honradez en
algunos tratos, pero no es escrupulosa hasta lo más mí­
nimo y no observa las reglas exactas, no ha sido agra­
ciada con la cualidad moral de la honradez; actúa des­
acostumbradamente obedeciendo la inclinación natural
y sin emplear las facultades mentales.

Mansedumbre.

Viniendo a la tercera clase de las cualidades morales


comprendidas en la primera división, hemos de tra­
tar de la cualidad conocida en árabe por hudna o
* haun. Consiste en la abstención de causar daño cor­
poral a otro, viviendo en paz en este mundo. Sin duda,
la tranquilidad es una bendición para los humanos, que
ha de valorarse juzgando los grandes bienes que de ella
dimanan. En forma de afecto se manifiesta en el joven la
inclinación natural, de la que se origina esta cualidad
moral. Está bien claro que el hombre, privado de la ra­
zón, no puede comprobar la tranquilidad ni la hostili­
dad. La inclinación natural a la sumisión y el afecto,
comprobada tan prontamente en el joven, es, pues, nada
más el germen del que procede la gran cualidad moral
de la tranquilidad. Hasta que no surge conscientemente
del encarecimiento de la razón, no puede considerarse
moral. De otro modo acontece cuando la razón y el jui­
cio vienen en su ayuda. Advirtamos brevemente las ins­
trucciones contenidas en el Santo Corán.

49
4
«En la concordia hay mucho bien» (IV, 127). 3 ri K&J I ) /óli j ^ 1 1 b ¿L J )
Oj ¿ I I^
«Reemplaza con lo mejor la palabra o acto vanos
«Vivid en paz con todos» (VIII, 1). o frívolos, y, por decirlo así, la persona con quien esta­
(«J y * . u ]3 bas enemistado será el más afectuoso de tus amigos»
(XLI, 34). En resumen, en la tranquilidad se incluye
«Si a la paz se inclinan, inclinaos vosotros también» el perdón de los daños superficiales.
(VIII, 63).
9
b j* y ) •> kc
Urbanidad.
«Los siervos del Misericordioso son los que pasan
humildemente por la tierra» (X X V , 64). La cuarta clase de las cualidades morales de la pri­
mera división es rifq o urbanidad. El estado ini­
b- ,ü J b I j - l j l y
cial de esta cualidad, comprobada en el niño, es UL
«Cuando oyen una charla banal y temen les induzca o alegría. Antes de que el niño aprenda a hablar, la ale­
a querella, siguen dignamente adelante, sin reñir pmr gría de su rostro tiene el mismo objeto que las palabras
fruslerías» (X X V , 72), es decir, no adopten una actitud cariñosas en un hombre adulto. Pero al clasificar la ur­
hostil mientras no se les cause daños materiales. El banidad entre las altas cualidades morales, es condición
principio rector de la paz es que no ha de ofenderse primordial la oportunidad de la ocasión. Las. enseñanzas
uno ante la más ligera oposición a los propios senti­ del Corán a este respecto son las siguientes:
mientos. Precisa ser explicada la palabra lagav, em­ , U'J } 3J
pleada en este versículo. Se dice de una palabra o acto
que son lagav o frívolo cuando* no originan pérdida sus­ «Hablad lo que es bueno para los hombres» (II, 8.3).
tancial o daño material, aunque se digan o hagan con »U4 ^ * LA J j | fió. J yi yj; ) (• >5 f J* *
intención mala o dañada. La mansedumbre exige no se v 15$ 1» I , j> US 1 3 ¿ . h l I j J 3 « * * * ) r iL W l s jJ
preste atención a tales hechos y palabras, y en dichas UÓaj Xj ¿ yj ) u/kj I ¡yM j»ilf-1
ocasiones se comporte ql hombre caballerosamente. Pero
J w* ) y> rU I ^ j ) }®^ í J
si el daño no es superficial, causando daños materiales
a la vida, hacienda u honor, no es mansedumbre sino «No rían los hombres para burlarse de los que quizá
indulgencia, de la que en su debido lugar trataremos, son mejores que ellos, ni se burlen las mujeres de las
la cualidad exigida para afrontar esta contingencia. que quizá son mejores que ellas. Ni se denigren mutua-

50 51
«En la concordia hay mucho bien» (IV, 127). 3 ri K&J I ) /óli j ^ 1 1 b ¿L J )
Oj ¿ I I^
«Reemplaza con lo mejor la palabra o acto vanos
«Vivid en paz con todos» (VIII, 1). o frívolos, y, por decirlo así, la persona con quien esta-
(«J y * . u ]3 bas enemistado será el más afectuoso de tus amigos»
(XLI, 34). En resumen, en la tranquilidad se incluye
«Si a la paz se inclinan, inclinaos vosotros también» el perdón de los daños superficiales.
(VIII, 63).
9
b j* y ) •> kc
Urbanidad.
«Los siervos del Misericordioso son los que pasan
humildemente por la tierra» (X X V , 64). La cuarta clase de las cualidades morales de la pri-
mera división es rifq o urbanidad. El estado ini-
b- ,ü J b I j - l j l y
cial de esta cualidad, comprobada en el niño, es UL
«Cuando oyen una charla banal y temen les induzca o alegría. Antes de que el niño aprenda a hablar, la ale-
a querella, siguen dignamente adelante, sin reñir pmr gría de su rostro tiene el mismo objeto que las palabras
fruslerías» (X X V , 72), es decir, no adopten una actitud cariñosas en un hombre adulto. Pero al clasificar la ur-
hostil mientras no se les cause daños materiales. El banidad entre las altas cualidades morales, es condición
principio rector de la paz es que no ha de ofenderse primordial la oportunidad de la ocasión. Las. enseñanzas
uno ante la más ligera oposición a los propios senti- del Corán a este respecto son las siguientes:
mientos. Precisa ser explicada la palabra lagav, em- , U'J } 3J
pleada en este versículo. Se dice de una palabra o acto
que son lagav o frívolo cuando* no originan pérdida sus- «Hablad lo que es bueno para los hombres» (II, 8.3).
tancial o daño material, aunque se digan o hagan con »U4 ^ * LA J j | fió. J yi yj; ) (• >5 f J* *
intención mala o dañada. La mansedumbre exige no se v 15$ 1» I , j> US 1 3 ¿ . h l I j J 3 « * * * ) r iL W l s jJ
preste atención a tales hechos y palabras, y en dichas UÓaj Xj ¿ yj ) u/kj I ¡yM j»ilf-1
ocasiones se comporte ql hombre caballerosamente. Pero
J w* ) y> rU I ^ j ) }®^ í J
si el daño no es superficial, causando daños materiales
a la vida, hacienda u honor, no es mansedumbre sino «No rían los hombres para burlarse de los que quizá
indulgencia, de la que en su debido lugar trataremos, son mejores que ellos, ni se burlen las mujeres de las
la cualidad exigida para afrontar esta contingencia. que quizá son mejores que ellas. Ni se denigren mutua-

50 51
mente ni se llamen por apodos. Evitad las sospechas fre­
cuentes: algunas sospechas son crímenes. No os entre­
metáis en los defectos ajenos ni suplantéis a un ausen­
te, y temed a Dios, porque Dios es indulgente y miseri-'
cor dioso» (X L IX , 11, 12).
¿ 1 ^ ^ 1^ 1J i 1 p l C- *0 l_i U ft.J "i
V yi-vJA 4lc. (j ¿1j) j i
«No acuséis a otro de un crimen, de no tener prue­
bas ciertas de su culpabilidad; en verdad, el oído, la
mirada y el corazón serán llamados a dar cuenta de todo
ello» (XVII, 36).

Indulgencia.

Acabada la primera división de las cualidades mora­


les (las referentes a la prevención del daño), pasemos a
la segunda categoría, en la que daremos ejemplos de las
cualidades morales que para hacer el bien al prójimo en­
seña el Santo Corán. La primera de éstas es indulgen­
cia. La persona a quien se infiriera un daño real tiene
derecho a resarcirse llevando al ofensor ante los Tribu­
nales o castigándola por sí misma; por lo tanto, cuando
renuncia a su derecho y perdona al ofensor, le hace un
verdadero bien. Sobre este particular contiene el Santo
Corán la siguiente instrucción:

«Hacedores del bien son los que dominan su cólera


y perdonan a los demás cuando hacerlo es adecuado»
(III, 133).

52
I » .a. b IJ ¿Jo~.iL.>» i l^a.
«La recompensa del mal es sólo el mal correspondien­
te; mas si alguien perdona y su indulgencia se ejercita
en la debida ocasión, solucionando con ello el asunto,
en Dios hallará su recompensa» (X LII, 40). Este ver­
sículo proporciona el principio rector acerca de la opor­
tunidad de la indulgencia. No enseña el Santo Corán la
indulgencia incondicional y la no resistencia al mal en
todo momento, sino inculca el no castigar en todos los
casos al ofensor. El principio que establece se recomien­
da de por sí a toda persona sensata. Exige juzgue la
persona agraviada viendo si el caso pide castigo o per­
dón. Se ha de adoptar entonces el método calculado
para enmendar el yerro. En determinadas circunstan­
cias, el ofensor se beneficiaría del perdón corrigiéndose
para el futuro. En otras ocasiones, empero, la clemencia
producirá el efecto contrario, envalentonando al culpa­
ble para hacer el mal. La Palabra de Dios, pues, no or­
dena, ni siquiera permite, sigamos perdonando a ciegas
las faltas. Nos exige juzgar y sopesar previamente la
cuestión y ver qué camino nos lleva seguramente al bien
verdadero. Así como hay personas de natural vengativo
que llevan el espíritu de desquite hasta el exceso, no
olvidando durante generaciones un agravio, otras hay
dispuestas a condescender y demasiado inclinadas a per­
donar en todo momento. El exceso en la indulgencia,
como el exceso en la venganza, llevan a consecuencias
peligrosas. Puédese decir que perdona quien tolera gra­
ves inmoralidades o sufre se ataquen su honor o cas­

53
tidad, pero su indulgencia es una acción ruin que ataca
las raíces de la nobleza, la castidad y la propia digni­
dad. Ninguna persona sensible las alabaría por alta cua­
lidad moral. Por esta razón el Santo Corán delimita la
conveniencia incluso del perdón, no reconociendo como
alta cualidad moral el uso de esta cualidad, a no ser se
emplee en la ocasión debida. La simple renuncia al de­
recho de vengarse, sean cualesquiera las circunstancias
y aunque fuese grave la naturaleza de la ofensa, se halla
muy lejos de ser una gran cualidad moral a la que deban
aspirar los hombres. Ni tampoco el olvido de los agravios
es una cualidad moral que comprobemos en el niño aún
no capaz de pensar y razonar. La mera presencia, pues,
en una persona de esta cualidad no le da ningún crédi­
to, de no mostrarnos la posee como cualidad moral,
usando de ella en el momento oportuno. Debe tenerse
claramente en cuenta la distinción entre cualidades na­
turales y morales. Las cualidades ingénitas o naturales
del hombre se convierten en cualidades morales cuando
una persona ejecuta o se abstiene de ejecutar una ac­
ción en el momento oportuno, luego de considerar el
bien o el mal que seguramente resultará de ello. Abso­
lutamente inofensivos son muchos animales inferiores
que no se defienden cuando se les hace mal. Se dice ino­
cente de una vaca o dócil de un cordero, pero no les
atribuimos las cualidades morales elevadas a que el
hombre aspira, pues no están dotadas de razón y no
distinguen el bien del mal. Sólo la ocasión en que se
hace cada cosa justifica o condena una acción. La sabia
y perfecta palabra de Dios Omnisciente ha impuesto,
por lo tanto, esta condición a cada cualidad moral.

54
Bondad.

La segunda cualidad moral por la que puede el


hombre hacer el bien a los demás es J uc el bien por
el bien; la tercera Lo-I la bondad y la cuarta

la ternura del parentesco. Dice así el Santo Corán:

;át | ^ ó >1L!3 ^*3 J ^ ^ r4 tíJ I


J , }í i l ) j t 1 j
«Dios os ordena hacer el bien por el bien, y, si podéis,
procuraos la posibilidad de hacer más que mera justi­
cia; haced el bien sin haber recibido beneficio alguno;
si la ocasión lo merece, haced dádivas por la bondad
natural del parentesco. Os prohíbe pasar los límites de
la justicia llevando a mal fin la bondad o cometiendo
excesos, o haciendo objeto de vuestro cariño a algo in­
adecuado» (XV I, 90).
Llama este versículo la atención sobre los tres gra­
dos en el acto de bondad. E l grado inferior es aquel
en que el hombre hace el bien a sus benefactores. In­
cluso un hombre vulgar con sentido para apreciar la
bondad ajena puede adquirir esta cualidad, haciendo el
bien en pago del bien. Desde éste al segundo grado,
en que el hombre toma la iniciativa de hacer el bien
a los demás, hay un progreso. Consiste en hacer favo­
res a personas que de derecho no nos los pueden exigir.
Esta cualidad, aunque excelente, ocupa una posición in­
termedia. A esto se une a menudo la falta de esperar
el bienhechor gracias u oraciones en pago del bien que

55
hace. La más ligera oposición al objeto de la compa­ o afecto familiar. Desde la forma ínfima de hacer el
sión se llama ingratitud. Estaría dispuesto a reconocer bien a la suprema se ha impuesto una condición esen­
el beneficio otorgado, inclinándose a veces a aprove­ cial para todas: que se hagan en el momento adecuado,
charse de su desventaja oprimiéndole con un peso que porque el versículo afirma con palabras claras que estas
el otro, en otras condiciones, no soportaría voluntaria­ nobles cualidades, de no ejercitarse con gran cuidado,
mente. Para remediar este defecto, el Santo Corán ha tienden a degenerar en vicio; J uc o satisfacción del
avisado al benefactor diciendo: bien se convierte en pLicd o exceso indebido, generador
¿ J I3 J 15u-» ) jfLp $ de daño más que de b ien ; ¿ t o la acción de la mera
bondad se convierte en j.s=L algo que mal empleado
«No inutilicéis vuestra limosna, por motivos since­ rechaza la conciencia y de que huye la razón:
ros, recordando la gratitud a los que aliviáis o agravián­ ^ yii \ o el sentimiento de afecto, como el del parentes­
doles» (II, 264). La palabra 45 sadaca, que en español
co dirigido a un objetivo érróneo, se trueca en ^ u opre­
se traduce por limosna, se deriva de ¿ sidq, que sig­
sión; significa originariamente la lluvia excesiva
nifica sinceridad. De no haber, pues, sinceridad en la
que destruye las cosechas. Por lo tanto, la demasía o la
acción, la limosna por la mera exhibición no conduce a
deficiencia en hacer lo que de otro modo sería más be­
nada. En una palabra: junto al acto noble de hacer el
bien -al prójimo hay la falta de que el bienhechor re­ neficioso, se llama .
cuerde a veces el agradecimiento a la persona favore­ Téngase en cuenta que la mera ejecución del bien ni
cida o de ello se alabe. Por lo tanto, la Santa Palabra es una de las tres formas arriba mencionadas, ni siquie­
de Dios ha enseñado un tercer grado libre de toda im­ ra una cualidad moral elevada, a menos que así lo ates­
perfección. Para alcanzarle, el hombre no ha de pen­ tigüe la oportunidad de la ocasión y el empleo del juicio.
sar en el bien que hizo, ni siquiera esperar le demues­ Sobre el tema de ¿ L .» \ o ejecución del bien, el
tre su agradecimiento la persona a quien beneficiase. Santo Corán da las siguientes instrucciones, en cada una
La idea de hacer el bien dimanará del afecto verdadero, de las cuales el determinativo J 1 hace notar la condi­
semejante al que muestran nuestros parientes más alle­ ción particular de que en todos los casos se observe la
gados, o, por ejemplo, el de una madre por un hijo. oportunidad adecuada. Dice así:
Este es el último y sumo grado en la demostración de
afecto a las criaturas de Dios, más allá del cual a nada fX* 32 U * Ld» ) 1jh®
superior puede aspirarse. Llamóse este estadio
^ ¿ I I ^ ¿ > U¿ )

56 57
hace. La más ligera oposición al objeto de la compa- o afecto familiar. Desde la forma ínfima de hacer el
sión se llama ingratitud. Estaría dispuesto a reconocer bien a la suprema se ha impuesto una condición esen-
el beneficio otorgado, inclinándose a veces a aprove- cial para todas: que se hagan en el momento adecuado,
charse de su desventaja oprimiéndole con un peso que porque el versículo afirma con palabras claras que estas
el otro, en otras condiciones, no soportaría voluntaria- nobles cualidades, de no ejercitarse con gran cuidado,
mente. Para remediar este defecto, el Santo Corán ha tienden a degenerar en vicio; J uc o satisfacción del
avisado al benefactor diciendo: bien se convierte en pLicd o exceso indebido, generador
¿ J I3 J 15 u-» ) jfLp $ de daño más que de b ien ; ¿ t o la acción de la mera
bondad se convierte en j.s=L algo que mal empleado
«No inutilicéis vuestra limosna, por motivos since- rechaza la conciencia y de que huye la razón:
ros, recordando la gratitud a los que aliviáis o agravián- ^ yii \ o el sentimiento de afecto, como el del parentes-
doles» (II, 264). La palabra 45 sadaca, que en español
co dirigido a un objetivo érróneo, se trueca en ^ u opre-
se traduce por limosna, se deriva de ¿ sidq, que sig-
sión; significa originariamente la lluvia excesiva
nifica sinceridad. De no haber, pues, sinceridad en la
que destruye las cosechas. Por lo tanto, la demasía o la
acción, la limosna por la mera exhibición no conduce a
deficiencia en hacer lo que de otro modo sería más be-
nada. En una palabra: junto al acto noble de hacer el
bien -al prójimo hay la falta de que el bienhechor re- neficioso, se llama .
cuerde a veces el agradecimiento a la persona favore- Téngase en cuenta que la mera ejecución del bien ni
cida o de ello se alabe. Por lo tanto, la Santa Palabra es una de las tres formas arriba mencionadas, ni siquie-
de Dios ha enseñado un tercer grado libre de toda im- ra una cualidad moral elevada, a menos que así lo ates-
perfección. Para alcanzarle, el hombre no ha de pen- tigüe la oportunidad de la ocasión y el empleo del juicio.
sar en el bien que hizo, ni siquiera esperar le demues- Sobre el tema de ¿ L .» \ o ejecución del bien, el
tre su agradecimiento la persona a quien beneficiase. Santo Corán da las siguientes instrucciones, en cada una
La idea de hacer el bien dimanará del afecto verdadero, de las cuales el determinativo J 1 hace notar la condi-
semejante al que muestran nuestros parientes más alle- ción particular de que en todos los casos se observe la
gados, o, por ejemplo, el de una madre por un hijo. oportunidad adecuada. Dice así:
Este es el último y sumo grado en la demostración de
afecto a las criaturas de Dios, más allá del cual a nada fX* 32 U * Ld» ) 1jh®
superior puede aspirarse. Llamóse este estadio
^ ¿ I I ^ ¿ > U¿ )

56 57
«Oh, los que creéis, dad limosna o dad por caridad de
los bienes que legalmente adquirierais, es decir, de
aquellos en los que no haya mezcla de bienes adquiri­
dos por robo, soborno, apropiación indebida, opresión
u otro medio deshonesto o injusto, y alejad de vuestro
corazón la idea de dar por caridad lo que, por otra
parte, adquirierais por medios no lícitos» (II, 267). «No
invalidéis vuestras limosnas imponiendo obligaciones a
los que ayudareis o agraviándoles; es decir, no les re­
cordéis el bien que les hicisteis ni les ofendáis de nin­
gún modo, porque de obrar así, vuestra bondad será in­
útil. No gastéis vuestra hacienda para que os vean los
demás» (II, 264). «Y haced el bien a las criaturas de
Dios, porque Dios ama a los que lo hacen» (II, 195).

1) K U í -1 y* (¿//“ o y* r " ! ¡ I jJ VI ^ J
p ^ 3J Ui J JVH /-I)) •>(te
Ij S j M ja. ^ 2 y ^ ^ f la-i I j Ij
«En verdad, los que ejecutan actos de verdadera bon­
dad beberán de la copa templada con kafur (alcanfor),
o sea se borrarán de sus corazones los odios, los dolores
lacerantes y los deseos impuros del mundo» (LX X V I, 5).
La palabra kafur, alcanfor, se deriva de y f kafr, que sig­
nifica, suprimir y cubrir; así, pues, por beber la bebida
de alcanfor indícase aquí se suprimirán las pasiones
ilegales; se limpiarán sus corazones de toda impureza
y se les refrescará con el frío del conocimiento de Dios.
Y sigue diciendo: «Los siervos de Dios — los que hacen
el bien — beberán el Día del Juicio de una fuente
que hacen manar aquí de entre sus propias manos»
(LX X V I, 6 ). Este versículo arroja luz sobre el secreto

58
que fundamenta la verdadera Filosofía del Paraíso. Que
escuche quien quiera. Y más adelante: «Quien por amor
de Dios da su alimento al pobre, al huérfano y al es­
clavo, si bien lo ansíen ellos mismos, y dice: «No te im­
ponemos ninguna obligación, sino es nuestro único de­
seo esté Dios contento con nosotros y sólo por Él lo ha­
cemos. Es un favor por el que no buscamos recompensa
ni agradecimiento» (LX X V I, 8, 9). El tercer grado en
la acción del bien, que dimana de un afecto sincero y no
busca premio ni conocimiento del favor otorgado, reco­
mienda este versículo:

Cx *3 3di'4 ^3 ^ u#3^ '■**' J^


lí ji I ^3 } J J 1

«Los verdaderos justos son los que para agradar a


Dios ayudan a sus familiares con sus bienes, mantienen
a los huérfanos y se preocupan de las necesidades del
viajero; los que piden y, además, gastan en el rescate
y pago de las deudas de los que pagar no pueden»
(II, 177).
U) 1ó yU &} I 3 ;3*í } I )> I *fl¿J ) ) ó/

«Cuando gastan no son pródigos ni tacaños, sino que


mantienen en el justo término medio» (XXV , 67).

..O „ S I ) ' 1' ' « 1>

«Los que unen lo que Dios ordenó uniérase y temen


al Señor y temen tener que rendirle cuentas» (X III, 21).
I» j 1 f*1' 1

59
«Y aquellos en cuyos bienes existe la parte debida
para los que piden y para los que no pueden pedir (irra­
cionales incluidos)» (LI, 19).
> )}> I ^ jüaij ó lj
«Quien da limosna no sólo en la prosperidad, sino
quien gasta tanto como puede incluso en los tiempos de
adversidad» (III, 133).
1U 5 ) j-« j.* b i j } U.'* I J5

«Los que de aquello que les dimos dan limosna se­


creta y públicamente: dan en secreto para que no haya
exhibicionismo, y en público para incitar a los demás»
(X III, 22).
£41 j J . )j l^ lr 1 *1 ) j yyú )3 * 1 1 ° b •»-«I í L 1 I
Ju -1 ) J 3 p. 1 1 J í * ~
J.ílf/J-J 1 3 <.!) ) ^ . ¿¿1 ,t
«El importe de las limonas se ha de gastar en mante­
ner al pobre y al necesitado; en remunerar los servicios
de los encargados de recolectar o distribuir; en salvar a
los que seguramente caerán en las trampas del mal; en
la redención de los cautivos; en ayudar a los que deben,
a los insolventes y a los que se hallen en otras penas
y de otros modos qug sean exclusivamente en pro de la*
causa divina, y para ayudar al viajero. Este es un Man­
dato de Dios y Dios es Conocedor y Sabio» (IX, 60).
U« J rd ) y[ UJ
«No alcanzaréis de ningún modo la bondad hasta que
gastéis lo que os guste en beneficio de vuestros congé­
neres» (III, 92).

60
Iy Üj i—-»i ) J r*“’ )óO ) }
«Dad a vuestros parientes y también al pobre y al
viajero lo que en tiempo de necesidad precisen; pero no
malgastéis pródigamente vuestra hacienda» (XV II, 26).
Este versículo prohíbe la prodigalidad y el despilfarro
de la riqueza en lujos y en tiempo de boda o nacimiento
de un hijo o en la observancia de otras costumbres.
^JL?I— 1 ) 5 ^3 J&i] U * .)
Vj j ’ 1 1 b <_,■="■ b a l I j w - i » l ) ) Iy I(j ) Ia? ! J y
3) tA ñ » yj lí yj* 1 c» I J b» y « J í v - I I
U* yj j » J ® * ! b ij r 1 (j; y j * U y \j t¿/í ^ 1 1 ; j * *
A *» v/“ r1! ) r* U)
«Mostrad cariño a vuestros padres, a los familiares y
huérfanos, al pobre, a los vecinos vuestros parientes
y a los vecinos extraños, a vuestros compañeros habi­
tuales, al viajero y a todo cuanto posea vuestra mano
derecha — esclavos, criados, caballos u otros animales
domésticos —. Esto es lo que Dios ama. Él no ama a los
fanfarrones y egoístas, ni le placen los tacaños para sí
que ordenan serlo a los demás y ocultan lo que Dios
generosamente les diera, diciendo al pobre y al necesi­
tado: «No hemos sacado nada» (IV, 36, 37).

Valer.

La quinta virtud que se parece al instinto de bra­


vura es cuc \s¿u o valor. El niño de pecho, cuando carece
de razón, usa de la bravura y está dispuesto a poner la
mano en el fuego al no conocer sus consecuencias, pre­

61
dominando en él la cualidad instintiva. En esta situa­
ción, el hombre acomete intrépidamente incluso a los
leones y otras bestias salvajes, y a la hora de la lucha
afronta ejércitos enteros. La gente piensa tiene valor
para hacerlo. La verdad es, sin embargo, se trata más
de un reflejo que de una cualidad noble. En este campo
el perro y las bestias salvajes son sus iguales. La virtud
que llamamos (cuc valor no se usa más que después
de un buen rato de razonamiento y reflexión, luego de
una consideración total de la conveniencia o inconve­
niencia del acto. Sólo cuando se emplea en la ocasión
debida es cuando puede clasificarse como virtud noble
y ensalzada. Acerca de este punto contiene el Santo Co­
rán las siguientes instrucciones:
f >) 1¡ t L. W y UJ j 3
«Los verdaderos valientes son los que no pierden el
ánimo, sino que se mantienen firmes, comportándose
pacientemente en las enfermedades, las fatigas y las ba­
tallas» (II, 177).

r*.’J r * 5 * l* l¡ i j
«Sólo por amor de Dios y no para mostrar su bravura
es su paciencia en las adversidades y batallas» (X III, 22).

b Lj J )j, U ^ 1 1 3 **^. ^ tiJ ^ | J U ¿J )


y^ I 3 /*L 1 I 3I b 3

«Cuando les amenaza la murmuración del pueblo y


se les dice teman las fuerzas congregadas para aplas­
tarles, no por eso se desaniman. Esta circunstancia, al
contrario', aumenta su fe, y dicen: «Dios nos basta. Él

62
es guardián excelente» (III, 172). Su valor no es como
la bravura de los perros y las bestias salvajes, ni reflejo
dependiente de las pasiones y que, por lo tanto, sólo dis­
curre en una dirección, sino que utilizan su valor de dos
modos: con su ayuda resisten, y a veces dominan, las
pasiones de la carne, y, además, lo utilizan para resis­
tir los ataques del malhechor cuando hacerlo es acon­
sejable, obedeciendo, no a la fuerza bruta, sino a la cau­
sa de la verdad. Además, no confían en sí mismos, sino
que en los tiempos de prueba ponen su confianza en la
ayuda de Dios.»

^ 10 ] > ; 3I (.* ) *2 *> 1 }V ^ 11 5


«No seáis como los que salen de sus casas insolente­
mente y para que los demás los vean» (VIII, 47).
El verdadero valiente no muestra con insolencia su
bravura y con vistas a aparecer ostentoso ante los de­
más, sino que su única consideración es el gusto de Dios.
Todo ello lleva a la conclusión de que el valor verda­
dero deriva de la paciencia y la resolución. El hombre
valiente soporta sus pasiones y no huye como un cobarde
ante el peligro, sino' que antes de dar un paso examina
las consecuencias últimas de su acción. Entre el osado
impulso del salvaje y el valor indomable del hombre
civilizado hay la vasta diferencia de que el uno está pre­
parado para afrontar peligros reales, pero razona y re­
flexiona, incluso en la furia y tumulto de la batalla, an­
tes de proceder y adoptar la medida más adecuada para
evitar el mal, mientras que el otro, obedeciendo a pa­
sión irresistible, arranca violentamente en una sola di­
rección.

63
Veracidad. j ) y&‘i£í $ y 1yC Ub* ) ó J f

La sexta virtud que dimana de las condiciones natu­ «Los testigos no han de rehusar presentarse donde­
rales es la veracidad. Mientras no hay incentivo en el quiera se les cite. No ocultad el testimonio verdadero,
mentir, el hombre se siente naturalmente inclinado a porque quien lo oculta, ciertamente, tiene el corazón
malvado» (II, 283).
decir la verdad. Es opuesto por naturaleza a la mentira,
y odia a la persona de quien se demostró dijera un em­ j* I ^ ^ ^ yl y Pjl 1* j«513 I ó ) y
buste evidente. Pero esta condición natural no puede «Y cuando digáis una palabra o deis una opinión, sed
pretender la respetemos como una de las nobles cualida­ veraces y justos, aunque el interfecto sea vuestro pa­
des morales. Es discutible la veracidad de un hombre riente» (VI, 19).
de no eliminarse los motivos rastreros que le impiden
I y) I y | I y] y bwflJ ) Í.J I y* I yj yí
la verdad. Si dice la verdad sólo tratándose de asuntos
en los que ésta no le origina daño alguno, y dice una
mentira o abstiene su lengua de proferir la verdad cuan­ «Manteneos firmes en la verdad y la justicia, y sólo
do se hallan en juego su vida, sus bienes o su honor, no por Dios sea vuestro testimonio; no digáis falsedades
puede pretender ser superior a los niños y a los locos. aunque el declarar la verdad os perjudique a vosotros
En realidad, sin motivo nadie dice lo falso; por esto no mismos o- a vuestros padres o parientes, así como a vues­
es ninguna virtud recurrir a la verdad mientras no haya tros hijos, etc.» (IV, 134).
miedo de daño. La única circunstancia que nos' puede
j yl II | ^ lc ^ yi ^ tLS ya, y j
servir para probar la verdad es la ocasión en que peli­
gran la vida, el honor o los bienes. El Santo Corán con­ «No os induzca el odio y la enemistad a alguien a
tiene sobre este punto las instrucciones siguientes: obrar indebidamente» (V, 8).
o ü o LaJ J } ^»5 j L»J) y
J ?y 1 J 5’ 1 I 3 ^ 3U )) I ti
«Los hombres y mujeres veraces tendrán digna re­
«Huid de la corrupción de los ídolos y de la palabra
compensa» (X X X III, 35).
falsa» (X X II, 30).
Se ordena a la vez huir de los ídolos y de la false­ b ly* )}'< y¿*> b ¡ ¡ }
dad, para indicar que la falsedad es un ídolo y que la «A todos ordenan verdad y decisión» (CIII, 3).
persona que en él confía no confía en Dios, sino que se
inclina en señal de acatamiento ante un ídolo, no ado­ j 3y ) 3 n
rando a Dios. «No se sientan con los embusteros» (X X V , 72).

64 65
5
Veracidad. j ) y&‘i£í $ y 1yC Ub* ) ó J f

La sexta virtud que dimana de las condiciones natu- «Los testigos no han de rehusar presentarse donde-
rales es la veracidad. Mientras no hay incentivo en el quiera se les cite. No ocultad el testimonio verdadero,
mentir, el hombre se siente naturalmente inclinado a porque quien lo oculta, ciertamente, tiene el corazón
malvado» (II, 283).
decir la verdad. Es opuesto por naturaleza a la mentira,
y odia a la persona de quien se demostró dijera un em- j* I ^ ^ ^ yl y Pjl 1* j«513 I ó ) y
buste evidente. Pero esta condición natural no puede «Y cuando digáis una palabra o deis una opinión, sed
pretender la respetemos como una de las nobles cualida- veraces y justos, aunque el interfecto sea vuestro pa-
des morales. Es discutible la veracidad de un hombre riente» (VI, 19).
de no eliminarse los motivos rastreros que le impiden
I y) I y | I y] y bwflJ ) Í.J I y* I yj yí
la verdad. Si dice la verdad sólo tratándose de asuntos
en los que ésta no le origina daño alguno, y dice una
mentira o abstiene su lengua de proferir la verdad cuan- «Manteneos firmes en la verdad y la justicia, y sólo
do se hallan en juego su vida, sus bienes o su honor, no por Dios sea vuestro testimonio; no digáis falsedades
puede pretender ser superior a los niños y a los locos. aunque el declarar la verdad os perjudique a vosotros
En realidad, sin motivo nadie dice lo falso; por esto no mismos o- a vuestros padres o parientes, así como a vues-
es ninguna virtud recurrir a la verdad mientras no haya tros hijos, etc.» (IV, 134).
miedo de daño. La única circunstancia que nos' puede
j yl II | ^ lc ^ yi ^ tLS ya, y j
servir para probar la verdad es la ocasión en que peli-
gran la vida, el honor o los bienes. El Santo Corán con- «No os induzca el odio y la enemistad a alguien a
tiene sobre este punto las instrucciones siguientes: obrar indebidamente» (V, 8).
o ü o LaJ J } ^»5 j L»J) y
J ?y 1 J 5’ 1 I 3 ^ 3U )) I ti
«Los hombres y mujeres veraces tendrán digna re-
«Huid de la corrupción de los ídolos y de la palabra
compensa» (X X X III, 35).
falsa» (X X II, 30).
Se ordena a la vez huir de los ídolos y de la false- b ly* )}'< y¿*> b ¡ ¡ }
dad, para indicar que la falsedad es un ídolo y que la «A todos ordenan verdad y decisión» (CIII, 3).
persona que en él confía no confía en Dios, sino que se
inclina en señal de acatamiento ante un ídolo, no ado- j 3y ) 3 n
rando a Dios. «No se sientan con los embusteros» (X X V , 72).

64 65
5
P a cie n cia .

Otra virtud que dimana de ias condiciones natura­


les del hombre es o paciencia. Todos, más o menos,
han de sufrir adversidades, enfermedades y aflicciones,
que son el sino común de la humanidad. Cada cual, ade­
más, después de muchas tristezas y sufrimientos, ha de
quedar en paz con las adversidades que le acontezcan.
Pero tal contentamiento no es de ningún modo una no­
ble cualidad moral. Consecuencia natural de la conti­
nuidad de la aflicción es que el cansancio produzca final­
mente consuelo. El primer choque produce depresión de
talante, inquietud y lamentos de angustia; pero pasada
la excitación del momento se produce necesariamente
una reacción, pues el extremo ha sido alcanzado. Mas
dichos disgusto y contento son resultado de las inclina­
ciones naturales. Sólo merece el hecho llamarse virtuoso
cuando el golpe se recibe sometiéndose totalmente a la
voluntad de Dios, Trata así la Palabra de Dios de la no­
ble cualidad de la paciencia:

u ) ) « i) J p ^ ¡ 3 ° 1 r J') *3 u “ a> 311)


(•<■! J ° '3^ 3 * \il 3®^ h 15 ^ i y3 ^
^ j ¿3«J ) p* 3 1 3 •j 3

«Ciertamente os probaremos afligiéndoos con miedo


y hambre hasta cierto punto, con disminución de ri­
queza y pérdida de vidas, haciendo fracasar vuestros
esfuerzos o dando muerte a vuestros h ijo s; y dad albri­
cias al paciente, que cuando le acontece una desgracia,
dice: Somos criaturas de Dios y bienes suyos, y, por lo

66
tanto, hemos de volver al dueño de tales bienes. Sean
para ellos las bendiciones y la gracia del Señor, pues
se comportan justamente» (II, 155, 157).
En suma, el hombre se declara satisfecho con el gus­
to de Dios merced a la cualidad de la paciencia. En otro
sentido también es justicia. Puesto que Dios ha estipu­
lado numerosas cláusulas, de acuerdo' con el gusto del
hombre, y en numerosas ocasiones de su vida ejecuta
las cosas como éste quiere, otorgándole numerosas ben­
diciones, sería enormemente injusto que un hombre
murmurara porque Dios Todopoderoso quiere de otro
modo una cosa, y no recibiera con alegría lo que Dios
le depara, sino que se apartase de su camino.

Simpatía.

Otra cualidad perteneciente a la misma categoría es


el celo simpático. La gente de todas las religiones y na­
cionalidades está naturalmente dotada del sentimiento
de la simpatía nacional; en su celo por los intereses de
sus compatriotas y correligionarios, echan por la ven­
tana los escrúpulos, no dudando en agraviar a los de­
más. Tal celo simpático no dimana, sin embargo, de los
sentimientos morales, sino- que es una pasión instintiva,
comprobada incluso en los animales inferiores, sobre
todo en los cuervos, en cuyo caso la llamada de uno-
reúne a millares de ellos. Para clasificarlo entre las cua­
lidades morales se ha de emplear de acuerdo con los
principios de justicia y equidad y en el momento opor-

..
tuno. Para expresar esta condición se emplea la pa­
labra árabe S L l^ . que significa simpatía. Las instruc­
ciones del Santo Corán a este respecto son las siguientes:
^3 ^ ) 3 I ) r»J ' I í 3 ^ 3i¿f i®-** 1 3 y J í yj j óó
Já í 3 Lj«aá. í 3 p fZJ I >lxl{) IyÍ4>
Ljp I U ] j í ^ u--3W 5 íJJ | ^ J J ^ J
«La simpatía y apoyo a vuestro pueblo han de mos­
trarse en actos de bondad y piedad; pero no os ayuda­
réis mutuamente en el mal y en la malicia» (V, 2). «No
os descuidéis en vuestro celo por simpatía a vuestro pue­
blo. No aboguéis por el mentiroso ni roguéis por los que
engañan a los demás. Dios verdaderamente no ama al
embustero' y criminal» (IV, 104, 105, 107).

La existencia de Dios.

Consecuencia de los sentimientos innatos del hom­


bre, que vemos inculcados en su misma naturaleza, es
la búsqueda de un Ser Todopoderoso, hacia el que le
atrae un poder magnético oculto que obra en su alma.
Al nacer el niño acaece su primera manifestación. Tan
pronto como nace el niño, un deseo instintivo le lleva
a volverse a su m adre; muestra un impulso instiñtivo
de afecto a ella, en correspondencia al instinto del amor
maternal. Más prominentemente se despliega este ins­
tinto con el crecimiento y desarrollo de las facultades.
Sólo en el regazo materno halla descanso1, y sólo paz en
sus tiernas caricias. El apartarse de ella amarga todos

68
sus placeres, no pudiendo recompensar ningún beneficio,
por grande que sea el dolor que su pérdida le causara.
Es inconsciente, pero le impulsa el instinto del amor a
su madre, no encontrando sino en su regazo reposo y
tranquilidad. La atracción que así arrastra al hijo hacia
sus padres señala el magnetismo secreto puesto por la
naturaleza en el alma del hombre, que le lleva a su
Creador, objeto real de adoración. Es la misma atrac­
ción, por otra parte, que excita los afectos del hombre,
inclinándole a o haciéndole descansar en algún objeto
externo. Así hallamos inculcado visiblemente en nos­
otros e instintivamente grabado en nuestros corazones
el principio del impulso hacia Dios. Las emociones del
amor se refieren todas al instinto de «amor al Criador»,
aunque los objetos que las originen sean diferentes. Al
poner su afecto en otros objetos, asemeja el hombre
buscar claramente el objeto real. Ha perdido, por de­
cirlo así, algo cuyo nombre ha olvidado ahora, y parece
como si lo buscase en todo afecto que se le pone por
delante. La atracción de la riqueza, el embrujo de la
hermosura y la fascinación de las voces dulces y encan­
tadoras, son sencillamente otras tantas indicaciones de
un objeto verdaderamente digno de amor más grande
y noble, de un poder mayor ínsito en lo que atrae to­
dos los corazones hacia él. Mas como la imperfecta ra­
zón humana no puede comprender, ni el ojo humano
descubrir, este ser misterioso que, oculto, como el calor,
en toda alma, es para nosotros invisible, el conocimien­
to real de su existencia se ha alcanzado con las máxi­
mas dificultades, habiéndose cometido errores respecto

69
a su identificación. La superstición y la credulidad gro­
sera han otorgado a criaturas frágiles y objetos mate­
riales 1a, adoración al Dios Invisible debida. Tal error
se ha ejemplificado bellamente en el Santo Corán con
un símil en el que el mundo se compara a un palacio-
de cristal solado con vidrio reluciente. Bajo dicho suelo
translúcido discurre una poderosa corriente de agua. La
mirada superficial que contempla la escena confunde el
cristal con el agua, siendo incapaz de llegar a la reali­
dad y descubrir la verdad de que aquello a través de lo
cual se ve el agua se toma erróneamente como si fuera
el agua misma. Así son los grandes cuerpos celestes que
en el universo vemos—el sol, la luna, las estrellas-—, que
revelan solamente la existencia del Ser Todopoderoso
que tras ellos actúa. Pero el errado juicio humano in­
clina su cabeza en adoración ante ellos, engañado lo
mismo que el ojo que en el ejemplo anterior confunde
el cristal transparente con el agua. El ser que se ma­
nifiesta a través de estos cristales es algo absolutamente
distinto de los cuerpos mismos. E l politeísta es lo sufi­
ciente loco para atribuir la obra que el Gran Poder eje­
cuta a las cosas materiales por medio de las que dicho
poder se manifiesta. Tal es la interpretación del ver­
sículo :

)-J ' >5 vsp° ó HI


«No es agua lo que contemplas temeroso, sino un pa­
lacio enlosado con cristal fino» (X X V II, 44).

70
L a re velació n d ivin a es la ú n ica p ru eb a
poderosa de la ex isten cia re al d e D io s.

En resumen, la persona de Dios, aunque se revela


notoriamente, es invisible y oculta. El universo material
no nos puede conducir a una conclusión irrefragable, a
la certeza absoluta respecto a la personalidad de su
autor. El orden acabado y la disposición perfecta que el
ojo humano descubre en los innumerables cuerpos ce­
lestes y en las diversas maravillas manifiestas en la na­
turaleza, para una mente pensante nunca condujeron ni
conducirán a la convicción firme, a la máxima certeza
de que la mente humana es capaz de que hay un Dios
Creador y Señor del Universo, cuyo poder y sabiduría se
extiende a todos sus átomos. Los más grandes astróno­
mos y filósofos que a tales creencias dedicaron sus ener­
gías se han sumido en dudas y escepticismo fatales res­
pecto a la existencia de Dios. Toda su ciencia, si acaso
les llevó a la conclusión de la existencia de Dios, no
pudo ir más allá de incluirla entre las posibilidades. La
creación del sol, la luna y las estrellas; el orden y plan
comprobados en esos orbes que constituyen la multitud
de los cielos; las leyes de orden perfectas que regulan el
universo, llevan sin duda a la conclusión de la posibili­
dad de la existencia de un Creador; pero la posibilidad
no prueba la existencia real. Es verdaderamente una
idea bajísima, un conocimiento imperfecto de la existen­
cia de Dios, por haber una vasta diferencia entre la po­
sibilidad y la certeza. A menos de poseer la persuasión
formal y el conocimiento sólido de que Dios existe real­
mente, no pueden disiparse las tinieblas de la duda ni

71
entrar en el corazón la luz verdadera. La persuasión
racional subsiguiente a la observación de un plan en el
universo nunca puede llegar a la certidumbre ni con­
ducir a la paz y satisfacción de la inteligencia. No es la
salutífera copa de elixir que borra toda duda y apaga
la sed que el alma humana siente naturalmente por el
conocimiento verdadero y perfecto de Dios. El conoci­
miento imperfecto, resultado del estudio de la natura­
leza, está lleno de peligro, pues hay en él más palabre­
ría que realidad sustancial.
Resumiendo, a menos que Dios Todopoderoso se re­
vele a sus siervos mediante su palabra hablada, igual
que se revela en su obra comprobada en la naturaleza,
la persuasión racional de su existencia, resultado' de la
observación de sus obras, no satisface jamás. Si, por
ejemplo, las puertas de una habitación están cerradas
por dentro, la deducción normal es que hay alguien den­
tro de la habitación que ha cerrado las puertas. Pero si
pasan los años y dentro no se oye ningún sonido, nin­
guna voz que durante años y años conteste a los repe­
tidos gritos de los extraños, hemos de cambiar de opi­
nión respecto a la existencia de alguien en el interior y
atribuir el hecho a alguna circunstancia incomprensible.
Tal es la idea de Dios deducible dél estudio de la natu­
raleza: la investigación toda no nos lleva más allá del
resultado, verdaderamente descorazonado^ de que las
posibilidades favorecen la existencia de un Dios que
creó el universo. La verdad es que una investigación
acerca de la existencia de Dios no puede completarse
nunca mientras consideremos un solo aspecto de la cues­
tión: la obra de Dios. Esfuerzo simplemente errado es,

72
para el descubrimiento de Dios, poner ante sí única­
mente la «masa de la materia». Es una blasfemia.contra
Dios glorioso y vivo el que en medio de su creación se
le comparara a un cuerpo muerto que sólo puede des­
cubrirse excavando bajo montones de polvo. Idea pere­
grina la de que Dios, con toda su sabiduría infinita y
fuerza omnipotente, no pueda ser jamás centro de todas
nuestras esperanzas ni amparo de nuestras flaquezas.
¿Revela Dios su faz a sus criaturas o tienen ellas un
indicio de su existencia? ¿Nos muestra su presencia o
la buscamos? El Dios Eterno e Invisible se ha dado a
conocer eternamente por su propia voz clara y bendita:
«Yo soy», invitando así a las criaturas frágiles a que
busquen apoyo en Él. Es demasiado pretencioso aseve­
rar que la EÍivinidad está obligada al hombre porque éste
se toma el trabajo de descubrirla y que, de no ser por
las diligencias del hombre, Él, el Rey Inmortal y Eterno
del Universo, no habría sido conocido de su creación.

Dios habla ahora como habló en el pasado.

Objetar a la prueba palpable y decisiva de la exis­


tencia real de Dios, manifestada por su voz, basándose
en que necesitaría tener lengua, idea que choca con la
existencia de un espíritu como el de Dios, es infunda­
mentado y audaz. ¿No ha creado sin manos materiales
la tierra y la incontable muchedumbre de los cielos?
El que todo lo ve, ¿no ve el mundo entero sin necesidad
de ojos humanos? ¿No oye la voz de sus siervos, y, sin
embargo, carece de oídos como los nuestros? ¿No es ne­

73
cesario, pues, que hable, vea y oiga comoTo hace? Obje­
tar a lo uno admitiendo lo demás es totalmente absurdo.
Si se dice que si bien Dios habló antaño a las gene­
raciones humanas y se dió a conocer por su propia y
clara voz, hoy, sin embargo, no habla, digo que la afir­
mación es totalmente infundada. El Dios inmutable que
antaño hablase, hogaño habla también, bendiciendo con
su Santa Palabra a aquel de sus siervos que con alma
y vida le busca. Los elegidos de Dios también beben
ahora abundantemente en la fuente de su inspiración;
jamás nadie selló los labios de Dios. Su gracia también
ahora fluye abundante, otorgándose a los hombres igual
que otrora. Es cierto que la revelación de la ley per­
fecta y de las reglas precisas para guía de la humani­
dad ha terminado con la necesidad de una Ley nueva
revelada por el Todopoderoso-, habiendo alcanzado la
perfección el apostolado y la profecía en la persona
sagrada de nuestro Señor y Maestro el profeta Maho-
ma (p. b. D .); pero no por ello-, sin embargo, se ha
cerrado el acceso a la fuente sagrada de la inspiración.
El que la luz divina resplandeciera finalmente desde
Arabia fué también predispuesto por la divina sabidu­
ría. El motivo es fácil de descubrir. Los árabes son des­
cendientes de Ismael, a quien la sabiduría divina arrojó
al desierto de Paran, cortando así Dios todo lazo de
esta raza con el linaje de Israel. Paran (árabe Faran)
significa los fugitivos. Estaba dispuesto, pues, que aque­
llos a quienes expulsara de su lado Abraham no parti­
cipasen de las leyes de Israel, ya que se dijo que Ismael
«no sería coheredero de Isaac». Por lo tanto, los ismae­
litas fueron aislados por los que fueran sus allegados en

74
parentesco y no tuvieron relaciones con ningún otro pue­
blo. Es, además, evidente que en todos los otros países
hallamos señales de las leyes y doctrinas predicadas por
los profetas, hecho que indica claramente que dichas
naciones, en una época u otra, recibieron las enseñanzas
de Dios. Sólo Arabia las ignoró enteramente. En lo que
al influjo de los profetas atañe, los ismaelitas eran el
pueblo más atrasado. Ahora bien; este acto de la sabia
Providencia no podía ser infundado. ¿Por qué estaban
alejados del mundo entero los ismaelitas y apartados
de la profecía de Israel? La conclusión es irresistible.
Estaba destinada Arabia a ser el escenario último de
una legislación profètica, y la misión de su Profeta des­
tinada a ser universal. Vino la última de todas y, por
consiguiente, las preside todas para bendecir a todas las
naciones de la tierra y denunciar los errores de cada
pueblo. Perfecta desde todos los puntos de vista es la
sabiduría trascendental que legó al mundo. La ley di­
vina que prolongó emprendió la pesada tarea de la re­
forma total de los hombres, sin distinción de fe ni pig­
mento. Sus instrucciones de ningún modo se daban para
una sola comunidad como la de los primeros libros, sino
que se trataba totalmente de todos los estados de re­
forma adecuados para cada pueblo. Dió al mundo un
código universal que proporcionó las reglas rectoras ne­
cesarias para la civilización de todos los hombres. Ob­
jeto y fin de los libros iniciales fué el desarraigar unos
cuantos vicios de una comunidad determinada. El Santo
Corán, empero, se propone el objetivo grande y absor­
bente de proporcionar auténtico remedio para extirpar
el mal de todas clases y dar instrucciones para guía de

75
todos los hombres. Además ha descrito todos los pasos
precisos para el desarrollo social, moral y espiritual del
hombre. Primero tuvo que contender con la barbarie y
elevar al hombre a la dignidad de ser social, inculcán­
dole las reglas de la sociedad. El paso inmediato fué
predicar las más altas doctrinas morales.
También corresponde al Santo Corán el mérito de
señalar la distinción verdadera entre las condiciones na­
turales y las cualidades morales. Pero no se detuvo en
la enseñanza de costumbres excelentes. No sólo abrió
la puerta del conocimiento sacro de Dios a la certidum­
bre en cuanto a su existencia, sino que lo elevó efecti­
vamente a la excelencia espiritual. Iluminó a cientos de
miles de hombres respecto al verdadero conocimiento
de Dios, dándoles una base firme en lo tocante a la cer­
tidumbre de su existencia. Dió admirables instrucciones
respecto al triple progreso del hombre que antes discutí.

En el Islam la religión
llega a la perfección.

Siendo el Santo Corán un código comprensivo de en­


señanzas respecto a la perfección del hombre, ha aseve­
rado, por lo tanto, su excelencia y su alcance. Dice así:

«En este día he perfeccionado vuestra religión com­


pletando mis favores y bendiciones para con vosotros, y
me he complacido haciendo el Islam vuestra religión»
(V, 5). Ahora bien; este versículo establece en términos

76
claros y enfáticos que la religión llega a la perfección
en el Islam ; es decir, alcanzando un estadio en el que,
como la palabra Islam significa, la persona se somete
totalmente a la voluntad de Dios, buscando la salva­
ción por el sacrificio de sí mismo, o sea de sus intereses
y deseos, y no por otro procedimiento; no consintiendo
quede en mero asunto de teoría un sacrificio, sino de­
mostrándolo en sus actos y prácticas. Respecto a ello
llama la atención la palabra «Islam», culminando en
este punto todas las excelencias.

Cinco argumentos convincentes


respecto a la existencia divina.

Por lo tanto, los filósofos que confiaron en su razón


imperfecta no pudieron descubrir al Dios verdadero. El
Santo Corán;—la palabra inspirada de Dios—da un co­
nocimiento real de su existencia. Dos medios de asegu­
rar este conocimiento sugiere la Santa Palabra de Dios.
Primeramente enseña el medio por el que la razón hu­
mana se fortalece y agudiza, deduciendo de las leyes de
la naturaleza las razones de la existencia de Dios, con
lo que se protege de caer en el error. En segundo lugar
señala el método espiritual, que después discutiremos
al contestar a la tercera cuestión.
Bajo el primer epígrafe adujo argumentos claros y
convincentes, que apelan a la razón humana en apoyo
de la existencia de Dios. Dice así:

^ J á) I Ií j j

77
«Es Nuestro Señor el que dio a todo una creación
acorde con su. naturaleza, y encaminóla al logro de la
perfección deseada» (X X , 52).
Si miramos ahora la naturaleza de todas las criatu­
ras, del hombre abajo, y consideramos su constitución
y modelos, hallaremos que la creación de todas las co­
sas se adapta sorprendentemente a su naturaleza. En­
trar en detalles acerca de este punto sería poner dema­
siado a prueba la paciencia del auditorio. Pero cada cual*
puede pensar volúmenes enteros acerca del tema. La na­
turaleza de aves, peces y brutos nos indica claramente
la obra perfecta de Dios.
Otro argumento en lo concerniente a la existencia
del Ser Divino lo deduce el Santo Corán de las causas
o la causa primera. Dice así:
| ^J.) } ^ ^ )3
«El sistema entero de causa y efecto acaba en tu Se­
ñor» (LUI, 43).
Este argumento se funda en el orden natural de cau­
sa y efecto que impregna el Universo. El desarrollo de
tantas ciencias es el resultado del dominio universal de
este orden sobre cada parte del mundo, del cual han di­
manado leyes y principios importantes. El rastro de toda
causa que no es primaria en sí puede seguirse desde
otra causa, y así sucesivamente. Pero como las series de
causa y efecto que surgen de nuestro mundo finito no
pueden ser infinitas, en algún punto han de terminar.
La causa final es, pues, el Criador del Universo. Sobre
esta causa inicial o final llama la atención el versículo
arriba citado.

78
Así se describe en el Santo Corán otro argumento
relativo a la existencia del Ser Divino:
» ) (_£) 1*~ (Jjll IS yjtíi) <—f } lyj )í

«El sol no puede alcanzar a la luna, ni la noche,


regida por la luna, aventajar al día, regido por el sol.
Las luminarias se mueven en sus propias órbitas»
(X X X V I, 40).
De no tener proyectista estos sistemas celestes, se
habrían desorganizado y arruinado. Las vastas masas
de materia que ruedan por el espacio sin molestar el
movimiento de las demás, demuestran con la regulari­
dad de su movimiento un plan y un proyecto, y, por lo
tanto, un inventor. ¿No es sorprendente que las innume­
rables esferas que de tal modo ruedan por el espacio des­
de tiempo inmemorial, ni choquen ni alteren lo más mí­
nimo su curso, ni muestren desgaste o ruina debido a
su movimiento constante? De no estar de acuerdo con la
intención y el plan de un Autor Supremo, ¿cómo po­
dría seguir en marcha durante innúmeros años sin des­
ajuste alguno maquinaria tan grande? Aludiendo a esta
perfecta Sabiduría Divina, dice en otra parte en el Santo
Corán Dios Omnipotente:
h * I j U ~ J 1y » fJJ I ^ I

«¿Hay dudas acerca de Dios, que ha hecho cuerpos


celestes tan maravillosos y una tierra tan admirable?»
(XIV , 11).
Presenta así el Santo Corán otro argumento respecto
a la existencia de un Creador:

79
r ] , í J | 5 ,J J5 j ; ^ 5 ? ^ (i (4 il x J f

«Todo pasa. Lo que para siempre queda es el rostro de


tu Sustentador, el Señor de Majestad y Gloria» (LV, 27).
Ahora bien: si suponemos reducida la tierra a la
nada y destruidos todos los cuerpos celestes, no exis­
tente el universo material todo, a pesar de ello, la ra­
zón y la conciencia exigen que algo permanezca después
de haberse reducido todo a la nada, algo que jamás se
extinga ni esté sujeto nunca a cambio o decadencia. Tal
ser es Dios, que de la nada dió ser a todo-.
En otro lugar aduce el Santo Corán el siguiente ar­
gumento en apoyo de la existencia de Dios:

i y li j i J

«Cuando Dios Nuestro Señor dice a las almas: ¿No


soy yo vuestro Señor?, ellas dicen: Ciertamente. Nos­
otras lo atestiguamos» (VII, 171).
En forma de diálogo narra Dios Todopoderoso en
este versículo una característica del alma que ha im­
plantado en su naturaleza; que no está en la naturaleza
del alma negar la existencia de Dios. Rechaza el ateo
la existencia del Ser Divino, no porque su naturaleza
se rebele contra ello, sino porque cree no tener prueba
alguna de su existencia. Pese a esta negación, admitiría
que todo efecto tiene su causa correspondiente. Ninguna
persona cuerda de este mundo mantiene, por ejemplo,
que una cierta enfermedad no se atribuya a alguna
■causa. La negación del sistema de causa y efecto derriba
todos los principios y todas las ciencias. Los cálculos de
todas clases que determinan el tiempo de los eclipses,

80
las tormentas, los terremotos, etc., y todas las demás
deducciones, se harían imposibles si no se debiera cada
efecto a una causa específica. Por lo tanto, un filósofo,
aunque niegue la personalidad de Dios, no puede discu­
tir la existencia de la causa primera, por no poder re­
chazar el sistema íntegro' de causa y efecto. Esto es, vir­
tualmente, admitir la existencia de Dios. Aparte de ello,
si a un negádor de la existencia de Dios se le insensi­
bilizara, completamente inconsciente de los bajos de­
seos de este mundo y de sus razones, sólo bajo el gobier­
no y guía de un Ser Superior, en esta situación admiti­
ría la existencia de Dios como experiencia que a me­
nudo probase. El versículo arriba citado dícenos, pues,
que la negación de la existencia de Dios persiste sólo
mientras los deseos inferiores del hombre llevan ven­
taja ; que a la naturaleza pura le impresiona honda­
mente el hecho de la existencia de un Ser Divino.

L o s atribu tos de D ios.

Los anteriores son sólo unos cuantos de los numero­


sos argumentos de la existencia del Ser Divino men­
cionados por el Santo Corán. Consideraremos inmedia­
tamente los atributos del Ser Todopoderoso según los
enseña la Santa Palabra de Dios. Los siguientes son
nada más unos cuantos ejemplos del enfoque de este
tema en el Santo Corán:

r^ o 11h * * •>V*J h v ¿ iJ i f u * j* J ; r)i i ^ ój i ^ b*


«Él es Dios, por cima de quien no hay nadie que deba
ser adorado y obedecido» (LIX, 22).

81
6
Es negativa la idea de un Dios con compañero', por­
que si Dios tuviera rival su Divinidad estaría expuesta
a pasar íntegramente alguna vez a su rival. Además,
las palabras «nadie más que Él merece ser adorado»
significan es un Dios perfecto, cuyos atributos, bellezas
y excelencias son tan elevados y sublimes, que si de
entre los cosas existentes tuviéramos que elegir un Dios,
cuya selección dependiera de la perfección de sus atri­
butos, o si tuviésemos que suponer determinadas cua­
lidades fuesen los máximos y más excelentes atributos
de Dios, nada se le aproximaría en perfección y en la
excelencia de ellos. La injusticia, pues, no puede ir más
allá de establecer un compañero o un rival de Ser se­
mejante.
Es su atributo inmediato, como el versículo arriba
citado indica, ser Él 1 J le «el Conocedor de su pro­
pia persona». Dicho de otro modo, nadie puede abarcar
su persona con facultades humanas limitadas. Podemos
abarcar todo lo creado, por ejemplo, el sol, la luna,
etcétera, en su totalidad; pero no podemos abarcar a
Dios en su totalidad. El versículo, por lo tanto', pro­
sigue diciendo que Él es S ¿ UuU l L «Todo lo conoce y
nada le está oculto.» Sería incompatible con la idea de
su Divinidad el que ignorara su propia creación. Él con­
templa toda pequeña partícula del universo; el hombre,
no obstante, no lo puede hacer. Dios sabe cuándo aca­
bará con este sistema destruyéndolo todo; pero ningún
otro lo sabe. Sólo Dios es quien conoce el momento' en
que acaecerán todas las cosas. ¿ L» jJ l «Dios es quien
por su bondad magnánima y no en pago de lo que le
hayan hecho las criaturas proporciona antes de su crea-

82
ción los medios para la felicidad de todos los seres
vivos.» Vemos la manifestación de este atributo en la
creación divina del sol, la luna y otras muchas cosas
para provecho del hombre, antes de que él o sus actos
existieran. Se debe este don del Ser Divino a su atributo
de Sñ L» j rahmaniyyat o clemencia. Cuando entra en
función este atributo se le llama ¿ J i Ar-Rahman o
el Clemente. Respecto a otro atributo de Dios se le
llama J \ «el Dios que da un buen premio por las
buenas acciones de sus criaturas y no esteriliza el tra­
bajo de nadie. Empleada así su misericordia se lla­
ma rahimiyyat y el Dios Misericordioso mismo
-o. J I Ar-Rahim.
Además se describe a Dios como ¿p. j J I ^ ^ ¿15 L «el Se­
ñor del Día del Juicio». En otras palabras, Él, personal­
mente, juzga a todo el mundo. No ha transferido a nin­
gún otro el dominio de la tierra y los cielos a fin de no
tener relaciones con sus criaturas, ni ha confiado la tarea
de juzgar a una persona especial que posea autoridad
para juzgar al mundo.
Dios es también ^ ¿ jl J ü l¿UJ 1 «el Rey sin mancha,
falta o deficiencia». No es el Reino de Dios como los
reinos terrenales, que pueden pasar a poder ajeno o de­
ja r por sí mismos de existir. Los súbditos pueden emi­
grar en su totalidad a otro país, dejando al gobernante
sin nadie a quien gobernar. Un predominio general del
hambre reduciría a buen seguro al gobernante a poco
menos de un mendigo. Si los súbditos se alzan a una
contra el monarca y le disputan su supremacía para
gobernarles, ha de entregar las riendas de la monarquía.
No es tal, sin embargo, el carácter del reino de Dios.

83
Tiene poder para destruir toda la creación, dando el ser
a nuevas criaturas. De no ser Omnipotente se vería obli­
gado a recurrir a la injusticia en sus tratos con sus
criaturas. El perdón y la salvación de toda su creación
inicial hubiera necesitado de la injusticia de devolverlos
a este mundo para ser probados nuevamente, pues no
teniendo poder para crear nuevas almas, el mundo se
habría quedado sin alma alguna, o el Todopoderoso se
habría visto obligado a retractarse de la salvación que
primero concediese. Ninguno de estos procedimientos
hubiera sido compatible con la Divina Perfección; de
adoptarse, hubiera colocado al Ser Divino a la altura
de los imperfectos gobernantes terrenos. Son siempre
defectuosas las leyes que los Gobiernos estatuyen para
la dirección de sus asuntos, y cuando se ven en la ne­
cesidad de recurrir a medidas opresivas e injustas las
consideraremos basadas en los principios de la equidad
y justicia. Los gobiernos temporales, por ejemplo, con­
sideran legal hundir un bote con su tripulación cuando
es segura la colisión con un buque, exponiéndose, pues,
a causar grandes pérdidas y bienes. Pero no estaría con­
corde con la idea de la Divinidad el que Dios se viera
forzado al extremo de que la adopción de dos procedi­
mientos defectuosos fuera inevitable. Si, por lo tanto,
no es Omnipotente o no tiene poder para crear algo de
la nada, podemos compararle únicamente al gobernante
de un estadillo que ha de recurrir a la opresión para
mantener su divinidad, o, de ser justo, ha de quedarse
sin mundo que gobernar. Empero el Dios Poderoso ca­
rece de tales defectos y el potente buque de su poderío
flota sobre el océano de la justicia y la equidad.

84
El atributo siguiente del Ser Divino se contiene en
su nombre, es decir, ILJ I Él, Dios de Paz que está a
salvo y seguro de todo defecto, adversidad o fatiga, pro­
porciona a los demás resguardo y seguridad. Es evidente
el significado de este versículo. Si Él fuera presa del su­
frimiento y de la adversidad, si estuviera perseguido y
derrotado por los hombres o fuese incapaz de realizar
sus propios designios, ningún corazón esperando salva­
ción le hubiera buscado en sus pruebas y aflicciones.
Así dice Él de las falsas deidades:
^ Jyu-V 1y3) ¿ Vi/- ^ ^)
l fS/• S Lu.gj._j b j J J ^ Jj

y. f {¡j I • j 33yj «y5l/»


«En verdad, aquellos a quienes invocáis fuera aparte
de Dios no podrían en modo alguno crear una mosca,
aunque para tal objeto se reunieran todos; mas aun si
la mosca hubiera de arrastrar algo suyo, no se lo podrían
quitar. Flacos de juicio son los adoradores de estas fal­
sas deidades; carecen ellas mismas de todo poder. No
pueden ser deidades tales cosas débiles. La verdadera
Deidad es Dios, más poderoso que todo ser poderoso, el
Potente que supera a todo, que no puede ser capturado
ni derrotado por los seres humanos. Las gentes que in­
vocan a las falsas deidades están equivocadas; no se
han formado un juicio real y digno de Dios, objeto de
su adoración» (X X II, 72).
Refiriéndonos a otro atributo de Dios, se le lla­
ma J J 1 el Deparador de Seguridad y Fijador de ar­
gumentos para su unidad y excelencia propias. Llama
la atención el atributo sobre el hecho de que el creyente

as
en el Dios verdadero ha de considerarse a salvo en toda
ocasión. Por tener argumentos sólidos y concluyentes en
apoyo de su aseveración no se avergüenza ante las gen­
tes ni ha de avergonzarse ante Dios. El adorador de una
divinidad por él fabricada, empero, se halla siempre
turbado. Careciendo de argumentos en su favor, toma
por misterio profundo cualquier afirmación disparatada,
para que bajo este nombre sus absurdos y errores pasen
por algo que sobrepase la humana razón.
E l versículo parcialmente citado antes prosigue di­
ciendo:
j x í U ) j U s .11 J J

«Guardián de todo, superando cualquier poderío, fia­


dor de todo quebranto, restaurador de toda pérdida y
más allá de toda necesidad» (LIX , 23). Y luego:
) » !*->» í I j UJ |(jd lid ) ) j*
«Es a Dios, Hacedor de los Cuerpos, Creador de las
Almas, Formador de la imagen en el útero, a quien
pertenecen todos los títulos excelentes que el hombre
pueda imaginar» (L IX , 24).
I y j ^I¡ ° 1 G rJ
«Los habitantes de los cuerpos celestes declaran su
beatitud y santidad igual que los habitantes de la tierra.
Él es el Poderoso y el Sabio» (LX I, 24). Muestra este
versículo hay habitantes en los cuerpos celestes, que
siguen las Reglas Divinas de conducta. Además el Santo
Corán describe a Dios como y jú¡ J5" J e «Sobre todo
se extiende su poderío» (II, 148). Esta es la verdadera
fuente de consuelo para los adoradores del Dios autén­

86
tico, porque ¿cómo podría el hombre concentrar en Él
todas sus esperanzas si Él fuera débil? En otro sitio te­
nemos también:

«y además el Nutridor de todos los mundos, el Miseri­


cordioso, el Bondadoso, el Señor del Día del Juicio que
escucha todos los ruegos y los contesta: el Aceptador de
oraciones». Y además:

f * ¡J* 3J
«El Sempiterno, la Fuente de toda vida, el Sustenta­
dor de todo.» Aquí se describe a Dios como eterno y
perdurable para excluir toda noción de muerte suya
que deje nunca sin su Señor a sus adoradores.
P |*^y JÍ ) ul¿ ||J | ^IJ |
«Él es el Dios sin igual, ni tiene Hijo ni es Hijo ni
hay en Él otro ser de su especie.»
Debería tenerse en cuenta que la justicia respecto al
Creador consiste en colocarse firmemente en el camino
verdadero de la Unidad Divina sin desviarse de él ni
el espesor de un cabello^ Forman parte de las enseñan­
zas éticas del Santo Corán las instrucciones morales
sobre las que se ha llamado aquí la atención. El rasgo
más notable de todas estas enseñanzas es la perfecta
exención de transgresión o culpa. De no hallarse dentro
de los límites apropiados, el Santo Corán no considera
moral una cualidad. No precisa demostración el que la
virtud se halla en el término medio; dicho de otro modo,
en el punto medio entre los extremos. Tiende a las bue­
nas costumbres todo lo que incline al hombre al camino

87
intermedio1, fijándole en el curso medio. El hombre que
obra en el momento debido sigue el camino intermedio
que sólo al bien conduce. El labrador que desparrama
sobre su campo la semilla demasiado pronto o dema­
siado tarde se aleja, al obrar así, del camino intermedio.
El resultado será un despilfarro de simiente. En el ca­
mino intermedio se hallan la virtud, la verdad y la sa­
biduría; sólo puede andar por este camino el que espera
su oportunidad. Entre las dos falsedades que ocupan los
dos extremos se halla el término medio, el camino de la
verdad, que sólo puede mantenerse aguardando el mo­
mento oportuno. Igual que en otras cualidades morales,
se llega al camino intermedio reconociendo la existencia
de Dios, El procedimiento consiste, de una parte, en
eludir la idea de Dios que priva de todo atributo al Ser
Divino; de la otra, en rechazar la concepción que le ase­
meja a las cosas materiales. Esta es la postura adoptada
por el Santo Corán respecto a los atributos del Ser Di­
vino. Le reconoce viendo, oyendo, sabiendo, hablando,
etcétera, pero nos advierte a la vez no compararle a
nada que nuestros sentidos puedan comprender. Dice así:

rL i J S I fS) ¿ y e » Si

«Nadie participa de la persona y atributos de Dios»


(X LII, 9). «No le comparéis a ninguna de sus criatu­
ras» (XVI, 76). Siendo igual a nosotros en algunos de
sus actos es, sin embargo, un Ser puro. Tal es la verda­
dera concepción de Dios. En suma, en todas sus ense­
ñanzas adopta el Islam el sendero llano. La sura inicial
del Santo Corán imbuye la adopción del camino inter­
medio al enseñar la conocida oración;
Í3 J jíi 1^4*j| tt,¿¿J )lo }y& ] ) tj «AA)
«Guíanos por el camino recto, el camino de aquellos
sobre los que descendieran tus bendiciones, no el de
aquellos sobre quienes cayó tu ira, ni tampoco el de
los que se han descarriado.» Tres clases de gente se
mencionan en este versículo. En primer lugar están los

con que alude el Santo Corán a quienes adoptan una


postura de cólera contra Dios, y siguiendo de este modo
sus tendencias salvajes se concitan la ira de Dios..
Después vienen los <jJ con que se indican las gentes
extraviadas por seguir sus. inclinaciones y errores bes­
tiales. A mitad del camino, entre ambos extremos, se
halla la gente que va por el camino intermedio, a los
que el Santo Corán denomina

En realidad, llevar a la gente por el camino intermedio


es. el único objeto del Santo Corán. Hace hincapié Moisés
en la represalia y Jesús en la indulgencia. El Santo Co­
rán, empero, enseña el uso de ambas en su debido lugar.
En otra parte tenemos en el Santo Corán:
Iha» » Í* i (,í Ulff-iji* ¿JU ) j

«Os. hemos hecho ir por el camino intermedio1, ense­


ñándoos el procedimiento de oro para todas las. cosas»
(II, 137).
Benditos sean los que adopten este procedimiento,
porque, como dice el proverbio árabe, «el recurso in­
termedio es el mejor».

89
LAS CONDICIONES ESPIRITUALES

Consideraremos ahora el tercer estadio de la evolu­


ción humana: las condiciones espirituales. Ya hemos
anunciado al comienzo de este discurso que la fuente de
las condiciones espirituales todas es el el alma
en paz, que lleva adelante al hombre en su progreso mo­
ral, haciéndole perfecto ; dicho de otro modo, le trans­
porta de las regiones morales a las espirituales. Sentido
claro acerca de este asunto tiene el siguiente versículo:

V®/* lj <-*?,) o**- ) * J ^

«¡Oh, alma que estás en paz y descansas absoluta­


mente contenta con tu Señor! Vuelve a Él, que se ale­
grará contigo y tú con Él. Entra así entre mis siervos
y en el paraíso» (L X X X IX , 28, 30).
Es menester comentar un poco detalladamente este
versículo al discutir las condiciones, espirituales. Se ha
de tener presente que la máxima condición espiritual a
que en este mundo puede aspirar el hombre es descan­
sar contento en Dios, hallando en Él solo tranquilidad,
felicidad y deleite. Este es el estadio vital que denomi­
namos vida espiritual.

90
Consecución en este mun­
do de la vida espiritual.

Dios Todopoderoso premia la sinceridad, veracidad


y rectitud puras y perfectas de una persona otorgándola
el cielo en este mundo. Los demás se afanan por un pa­
raíso futuro, pero él ya en esta vida entra en el Paraíso.
Es, además, en este estadio cuando una persona com­
prueba que las oraciones y el culto, que al principio le
parecían una carga, son realmente un alimento del que
depende el desarrollo de su alma, siendo ésta la base
de su evolución espiritual. Ve entonces que el fruto de
sus esfuerzos no madurará sólo en la vida futura. E l es­
píritu, que en el segundo estadio, si bien reprobando al
hombre las impurezas de su vida, aún era impotente
para resistir las malas inclinaciones o para borrarlas del
todo>, o demasiado débil para asentar firmemente al hom­
bre sobre lo esencial de la virtud, llega ahora a un
grado de evolución en el que el éxito corona sus esfuer­
zos. Las pasiones sensuales mueren por sí mismas, y el
alma no vuelve a tropezar, sino que, fortificada con el
espíritu divino, se avergüenza de sus faltas pasadas.
Desaparece el estado de lucha con las tendencias pe­
caminosas. Experimenta la naturaleza del hombre un
cambio total, y los hábitos primeros sufren una trans­
formación completa. Es perfectamente extraño a su an­
terior modo de vida, siendo lavado de toda impureza e
impecablemente limpio. Dios mismo planta en su co­
razón el amor a la virtud, purificándole por su propia
mano del contagio del mal. Las huestes de la virtud
acampan en su corazón y la justicia controla todas sus

91
torres. Vence la verdad, y la falsedad, depuestas las ar­
mas, queda reducida a la esclavitud. La mano divina
rige su corazón, dando bajo su protección cada paso.
Alude a este estado de tranquilidad mental en la virtud
el versículo siguiente:
(.£¿1 J -i- r** ) 3 ^ '* 1 J j y )
juasJ. 13 (3 ) 3 3®jd-1 ¡ 8 jS j pí> «Ls fSi j 3 ^ L j 3) )
-r* J 3 ^3 J ^ 3 ^

5 * j 1
A;£ Lf) ^ ) (Jis LL j 3 3 (j^J- J y Ip.

«Dios por su propia mano grabó la fe en los corazo­


nes de los creyentes verdaderos, fortificándoles con el
Espíritu Santo» (LVIII, 22).
«¡Oh, creyentes! Dios hizo os fuese cara la fe, im­
primiendo en vuestros corazones sus bellezas y bonda­
des, haciéndoos odiosas la incredulidad, la perversidad
y la desobediencia, enemistando vuestros corazones con
los caminos del mal. Tal es el comportamiento de Dios
con los que siguen el buen camino; todo lo cual se rea­
liza mediante su gracia y su favor, porque Dios es Co­
nocedor y Sabio» (X L IX , 7, 8 ). «Vino la verdad y la fal­
sedad disipóse; porque la falsedad no puede sostenerse
ante la verdad» (XV II, 81).
En resumen, tales son las Palabras dél Santo Corán
respecto al tercer estadio del progreso del espíritu. La
persona que no lo experimentó carece de vista verda­
dera. También hemos de subrayar las palabras «Dios
por su propia mano grabó la fe en sus corazones, forti­
ficándoles con el Espíritu Santo». El único significado
de estas palabras es que, de no mediar la ayuda celes­
tial, no pueden alcanzarse la pureza y rectitud verda­

92
deras. En el segundo estadio del espíritu, que llamamos
espíritu autoacusador, hay lucha entre las inclinacio­
nes buenas y malas. Durante algún tiempo experimenta
la persona los reproches de su buen natural, pero pron­
to le dominan las malas inclinaciones. En dicho estadio
y durante algún tiempo tiene conciencia de su caída,
y a veces desespera incluso de corregirse y de que su
buena naturaleza venza completamente sus malas in­
clinaciones. Pasado el período de la lucha espiritual, des­
ciende sobre él una luz junto con el vigor divino. El
descendimiento de esta luz opera en su alma una trans­
formación maravillosa, sintiendo una mano fuerte e in­
visible que le lleva adelante. Ante sus ojos se despliega
un mundo nuevo, comprobando entonces la existencia
de Dios; brillan sus ojos con una luz nueva, revelán­
dole cosas que al principio era incapaz de Ver. Pero
¿cómo descubrir que tal es el camino, y alcanzar dicha
luz? Sin causa no se produce ningún efecto ; sin los
medios pertinentes no se logra ningún fin; no se ob­
tiene ningún conocimiento sin pasar por un camino de­
terminado que a él conduzca por derecho. No pueden
quebrantarse las leyes de la naturaleza. Estas atesti­
guan sobradamente existe un camino recto para lograr
una cosa, y que su logro depende necesariamente de la
adopción de un procedimiento especial. Si estamos sen­
tados en una habitación oscura y necesitamos la luz
solar, lo correcto es abrir las ventanas que den al me­
diodía. Entonces entrará la luz, iluminando todos los
rincones. De igual modo se precisa una puerta por la
cual se reciban las bendiciones y los favores de Dios, y
un medio para alcanzar el estado espiritual. Es, por

93
tanto, nuestro deber buscar el camino apropiado a nues­
tro bienestar espiritual, ya que nos hallamos empeña­
dos noche y día en la búsqueda de procedimientos calcu­
lados para mejorar nuestra situación física o temporal.
La cuestión, empero, es si mediante los débiles esfuer­
zos de la razón puédese descubrir este camino, y, si usan­
do de la inventiva de nuestra mente, podemos buscar
con éxito la unión en Dios. Es verdad que la mera ló­
gica y la filosofía nos abrirán las puertas que la expe­
riencia nos dice sólo puede abrir la mano poderosa de
Dios. De ningún modo. Los meros inventos humanos
jamás nos revelarán la brillante faz de Dios vivo y sus­
tentador. Ante todo, que los que vayan por el camino
recto se sometan totalmente, junto con sus facultades
y potencias, a la voluntad de Dios; luego, supliquen in­
cesante e incansablemente la unión divina, comproban­
do así la verdad de la existencia divinal con la ayuda
de Dios.

La oración enseñada en el capítulo inicial


del Santo Corán (Sura Fateha o llave).

La oración más excelente a este respecto, de pala­


bras apropiadas y oportunas, y la más idónea para afron­
tar las necesidades de la naturaleza humana, que al
mismo tiempo traza un diseño fiel del celo natural del
alma, la enseña el Santo Corán en su sura inicial.
Dice así:
—1 y' 1 rU ^i —]
«En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.»

94
j rU /
«A Dios, Criador y Sustentador de todos los mundos,
se deben todas las alabanzas.»

/
«El Dios Clemente, que en su clemencia se ocupa de
nuestro bienestar antes de que hagamos algo para me­
recerlo; el Dios Misericordioso, que misericorde recom­
pensa nuestros actos.»
li/ í I p yi jCt L*

«Unico Juez del Día del Juicio, que a ningún otro


cediera su derecho a juzgar a las criaturas.»
<—J b |y —i b )
1

«¡Oh tú, a quien se deben todas las alabanzas! Sólo


a Ti te adoramos y sólo en Ti buscamos auxilio para
todo.» El empleo del plural en este versículo indica que
todas las facultades se ocupan en el culto divino, ac­
tuando totalmente sometidas a Dios, ya que al hom­
bre, en cuanto a sus facultades internas, no se le con­
sidera como individuo, sino como especie. La entrega
absoluta de todas las facultades a la voluntad de Dios
es el verdadero significado de la palabra Islam.
I «y. I k ) y * I la/ I J

«¡Guíanos, ¡oh Señor!, por el camino recto que a


Ti conduce, y sea de modo que, perseverando fielmente
en este camino, se nos guíe para seguir las huellas dé
las personas a las que otorgaste tus favores y bendi­
ciones.»

95
s v-> |jié
«Líbranos, ¡oh Dios!, del camino de las gentes que
incurrieron en tu ira, y del de los que, habiendo caído
en el error, se han extraviado y no han llegado a Ti.»

«¡Oh Dios!, así sea.»

¿Quiénes reciben las bendiciones divinas?

En estos versículos es evidente que las bendiciones


de Dios — sus favores — descienden sobre las personas
que para seguir a Dios sacrifican sus vidas, y todos sus
intereses se someten completamente a Él, y se resignan
totalmente a su voluntad, suplicándole les conceda las
bendiciones espirituales de la proximidad y la unión en
Dios que el hombre alcanzar puede; hablándole y ha­
blándoles Él. Comprometen todas sus facultades en la
devoción divina, evitan todo acto de desobediencia, y
se postran ante Él. Rehuyen en la medida de lo posible
los caminos del mal, y evitan motivar la ira de Dios.
Le buscan con verdadera sinceridad y magnanimidad
sublime, y, por lo tanto, el éxito corona sus esfuer­
zos, capacitándose para beber la copa del conocimiento
de Dios. Después alude el versículo a la constancia en
el camino de Dios, indicando así que las bendiciones
divinas generadoras del estado espiritual no fluyen en
toda su magnitud, a menos que en las pruebas más du­
ras no muestre la persona firmeza y sinceridad incon­
movibles. Debe existir una unión que la espada no pue­

96
da dividir ni el fuego abrasar. La adversidad no puede
aflojar el lazo ; no ha de producir el menor efecto la
muerte de los familiares más allegados; no se ha de
mezclar en ello la separación de los objetos queridos;
las calamidades más temibles no le han de estremecer.
¡Estrecha es la puerta, y difícil el camino! ¡Oh, qué
montaña para subirla! E l siguiente versículo del Santo
Corán llama la atención sobre este punto:
3 Nj b ^ * 5 (^5 ^ ' 3 ¿ 3 ^ J s

Jj*“?Ti* r íh * ^ <3 Uf" } A J3 5 pLl | ! tj] j-¿y


^ sjL . l ¿ ) ) y ü ) u o.4 i $ r Ü.| 3 t y b r U. | b

«Diles: si vuestros padres, vuestros hijos, vuestros


hermanos, vuestras esposas, vuestros parientes, los bie­
nes que habéis ganado con vuestro esfuerzo, vuestro co­
mercio que teméis se inmovilice y las viviendas espacio­
sas que os son gratas, más queridos os son que Dios y
su Apóstol y los esfuerzos para seguir su camino, espe­
rad a que Dios manifieste sus preceptos. Dios no guiará
nunca a los transgresores» (IX, 24). Este versículo mues­
tra que, a los ojos de Dios, son transgresores los que
aman su riqueza y su familia antes que la voluntad de
Dios. Por haber preferido las otras cosas en vez de a
Dios, el aniquilamiento se describe como su fin.
Este es el tercer estadio de progreso, alcanzando el
cual se hace de Dios la persona, supuesto- que por amor
suyo está dispuesta a soportar cualquier desgracia y
aflicción; volviéndose a Él con devoción y sinceridad tan
exclusivas que aparte de Él considera muertos a los
demás. Mas es la verdad nos resulta imposible ver a

97
7
Dios vivo, de no extinguirse primero todos nuestros de­
seos y pasiones propios. El día en que muere nuestra
vida terrenal es el día del triunfo de la espiritualidad,
el día de la manifestación del Ser Divino. Estamos ciegos
mientras no lo estamos para ver otras cosas, estamos
inertes mientras no lo estamos bajo la mano de Dios.
Sólo cuando nuestra faz se halla exactamente enfrente
de Dios se nos depara la integridad que nos capacita
para vencer nuestras pasiones carnales. La integridad
asesta un golpe mortal a los deseos carnales. Acerca de
este punto llaman la atención las palabras

3 r*- 3 ¿¿i
exigiendo doblemos la cerviz en completa sumisión a Él.
Hasta que todas las partes de nuestro cuerpo y todas
las facultades que nos sustentan no obren totalmente
sometidas a Dios, hasta que nuestra vida y nuestra
muerte no tengan más objeto- que el gusto de Dios, como
en otra parte se dice, no se alcanza este estado de in­
tegridad:
^*.».1 l* J J c-> j fi.J lo.<» j u»* 3 3 I i¡j I cJ*3
«Di: mis oraciones, mi sacrificio, mi vida y mi muerte
son por amor de Dios» (VI, 163). Cuando el amor del
hombre a Dios es tan grande, cuando su vida y su muer­
te carecen de interés para él, siendo sólo por el amor
de Dios, entonces Dios—que ama a los que le aman—
hace que su amor descienda sobre dicha persona. De la
unión de estos dos amores surge una luz que los que se
inclinan a ras de tierra no pueden ver ni comprobar.
Miles de fieles y justos han sido asesinados a sangre
fría por los mundanos, pues el mundo estaba ciego ante

98
la luz que sobre ellos descendía. El mundo les conside­
raba soñadores lascivos y embusteros, pues no podía
ver sus rostros esplendentes. A esta ceguera espiritual
alude el Santo Corán con las palabras siguientes:
u J r * « 5 (•* 3 ^ 1 m> 3
«Los infieles te miran, pero no te ven» (VII, 197).
Resumiendo, todo humano se convierte en ser celes­
tial cuando la luz celeste le ilumina. El Autor de todo
lo existente habla con él, iluminándole con el brillo de
la divinidad. Morada de Dios y trono de su gloria se
vuelve su corazón, rebosante -de amor a su Divino Maes­
tro. Desde el momento mismo en que tal hombre se re­
nueva, experimentando una transformación pura, tam­
bién Dios le resulta nuevo por mudar para con él sus
actos y leyes. No es que Dios se remoce ni que sean
nuevas sus leyes y sus actos, sino que estas leyes y actos
difieren de los usados al tratarse del hombre en general,
y son tales que la sabiduría terrenal no los conoce. A
dicha transformación se refiere el siguiente versículo
del Santo Corán:
*-» y ) í3 J o l¿ y» > IAL } f*.¿j ^ , Aj ^ ^ U11 j
ó U»J Ü
«Y entre los hombres hay modelos de perfección que
se pierden en la búsqueda del gusto de Dios, los cuales
dan por ello sus propias vidas. Son aquellos sobre
los que descienden la compasión y las bendiciones de
Dios» (II, 207). Este es el caso de la persona que al­
canzó el estadio de perfección espiritual, es decir, que
se sacrifica a sí misma a imitación de Dios. Se nos dice
en el versículo aquí citado que la clemencia de Dios

99
circunda a la persona; por lo tanto, sólo se libra dt su­
frimientos y pecados el que se entrega a imitación de
Dios y por su gusto divino, probando con este sacrificio
su lealtad absoluta a Dios. Se considera a sí mismo crea­
do únicamente para la obediencia para con Dios y la
simpatía hacia sus criaturas. Cuando de este modo ha
sometido su voluntad y sus propósitos a la voluntad de
Dios todas las facultades, se comprometen en la ejecu­
ción de la pura virtud, no formal o fríamente, sino con
interés verdadero, con celo y placer, como si realmente
viese a su Señor en el espejo de su obediencia y sumi­
sión. El propósito de Dios es el suyo, no hallando pla­
cer más que en obedecerle. No realiza actos buenos o
virtuosos sólo por su bondad, sino que en esta dirección
le lleva su naturaleza misma, hallando en ellos su pla­
cer y bienaventuranza máximos.

El paraíso en la tierra.

Este es el paraíso en la tierra que al hombre espi­


ritual se otorga; el cielo prometido en el mundo ultra-
terreno es sólo una imagen del paraíso presente, en­
carnación de las bendiciones espirituales que aquí mis­
mo disfruta el hombre. En cuanto a ello, dice Dios To­
dopoderoso:

j h'i r*1 f*-) 5

V 1) j 5 Uí* )j* ^ ^ ü/* vu jf / " í j 1 JI ^


1 $^.) y* ^ i» C. fe j )ji&fü 3 I &If6
HU¿ )31U 1U KJJ ti I4Ú Ujf j

100
«Para el que teme al Señor, y para aquel a quien su
majestad y gloria infunden respeto, habrá dos paraísos:
uno en este mundo y otro en la vida futura» (LV, 46).
«A los que se abisman en la contemplación divina ha
dado su Señor una bebida que purificó sus corazones,
sus ideas y sus propósitos» (LX X V I, 21). «Los justos be­
ben una bebida entibiada con alcanfor—kafur— ; be­
ben de una fuente que mana de entre sus propias ma­
nos» (LX X V I, 5). La palabra kafur, como ya indicamos,
usada refiriéndose al estado del justo, de deriva d e ^ L f
kafr, que significa cubrir y suprimir, y se refiere a la
extinción total del amor mundano y a la supresión to­
tal de los deseos terrenos en aquellos que bebieron la
copa del amor de Dios; al alejamiento realmente sin­
cero de todas las demás relaciones. Está claro que las
pasiones proliferan en el corazón, y si éste se aparta de
toda impureza, aquéllas disminuyen gradualmente y
acaban por desaparecer. Cuando más se incline el hom­
bre a Dios, más lejos está del dominio de las pasiones
carnales. Así, pues, los justos, que sólo en Dios confían,
para amparo tienen los corazones fríos al fuego de las
pasiones y, mediante el alcanfor, suprimidos, por ser
materia venenosa, sus deseos sensuales.
Prosigue el versículo diciendo : «Y después de haber
bebido la copa templada con alcanfor se hallan en con­
diciones de beber otra, copa templada con zanybil, jen­
gibre» (LX X V I, 17). Zanybil se compone de zana l i j
y yabl De estos elementols el primero significa
«subir» y el segundo «montaña». Por lo tanto, la pala­
bra compuesta j quiere decir «subir a la montaña».

'101
Ahora bien: del duro ataque de una enfermedad vene­
nosa a la restauración perfecta de la salud hay dos eta­
pas. Destrúyense completamente en la primera los gér­
menes ponzoñosos, se mitiga la violencia del ataque y
desaparece el peligro que amenazara la vida. Pero el
resultado del ataque — la debilidad — no se desvanece
con el veneno. No puede decirse del paciente, aunque
fuera de peligro, disfrute de buena salud de no recu­
perar sus fuerzas. Si tropieza y cae no es todavía un
hombre sano. La segunda etapa de restablecimiento es,
por ende, aquella en que el paciente recupera las fuer­
zas. Vuelve el cuerpo a henchirse de vida y vigor, siendo
no sólo capaz de ir hasta por el suelo con piernas firmes,
sino que tiene valor y fuerzas para intentar la ascen­
sión de una montaña escarpada y para escalar sin mie­
do y briosamente las alturas. Esta es la situación espi­
ritual a que se llega en el tercer estadio de evolución.
Refiriéndose a este estadio dice Dios Todopoderoso de
los intachablemente justos que están capacitados para
beber la copa templada con zanybil, es decir, lograda
la fuerza espiritual absoluta, son capaces de subir por
escarpadas sendas montañosas, realizar las tareas más
difíciles y efectuar por amor de Dios asombrosos actos
de sacrificio.
Debería tenerse en cuenta en lo tocante a este punto
que zanybil o jengibre es la raíz de una planta útilí­
sima para producir el calor natural del cuerpo. El nom­
bre que se la dió señala esta propiedad, porque fortale­
ce y engendra calor en el cuerpo débil, capacitando al
hombre para subir a alturas vertiginosas. Estos dos vér-

102
sículos en que se habla, respectivamente, de kafur y
zanybil llaman la atención sobre los dos estadios por
que ha de pasar la persona a fin de progresar desde la
baja situación de esclavo de las pasiones hasta las altu­
ras de la virtud y la justicia. Después del primer im­
pulso que hace levantarse al hombre es el primer esta­
dio aquel en que se suprimen las materias venenosas
y empieza a calmarse la riada de las pasiones. Lo lla­
maremos estadio kafur, pues sólo en él se realiza' la
supresión de la materia venenosa, precisamente porque
el kafur tiene la virtud de anular los efectos del vene­
no. Pero únicamente en el segundo estadio se alcanza
la fuerza menester para superar todas las dificultades,
por lo que se le llama zanybil o estadio vigorizador. El
zanybil espiritual, que produce los efectos de un tónico
en el sistema espiritual, es la manifestación de la Her­
mosura y Gloria divinas que proporcionan alimento al
alma. Vigorizado con esta manifestación, es capaz el
hombre de atravesar los temibles desiertos y trepar por
las alturas escarpadas que el viajero espiritual ha de
pasar para llegar a la meta. Se hallan más allá de la
comprensión de aquel cuyo corazón está privado del
celo del amor los actos maravillosos de sacrificio de sí
mismo que en este estadio es capaz de realizar. Dos
palabras adoptó el Santo Corán para aproximar a la
comprensión humana estos dos estadios espirituales:
kafur, o lo que suprime las materias venenosas, y zany­
bil, o lo que fortalece para ascender a las alturas y
superar todas las dificultades.

103
Tres calamidades para los
no creyentes en la verdad.

Los versículos arriba citados siguen diciendo : «Cier­


tamente para los que no acepten la verdad hemos pre­
parado cadenas, argollas y fuego ardiente» (LX X V I, 4).
Significa este versículo que los que no buscan sincera­
mente a Dios serán pagados por las leyes divinas en la
misma moneda. Su inmersión en los asuntos terrenos no
les permite dar un paso, cual si tuvieran encadenados
los pies. Tan inclinados se hallan sobre las preocupa­
ciones menudas de este mundo que parece tuviesen
argollas alrededor del cuello, que no les dejan alzar al
cielo la cabeza. Arden sus corazones de deseos carnales
y avaricia por ganar riquezas o derribar a un adversario
determinado. Desde el momento en que Dios les halla
presa de deseos rastreros e ineptos para ocupaciones
más elevadas y sublimes, les da, naturalmente, por com­
pañeros constantes las tres calamidades: las cadenas,
las argollas y el fuego. Se alude también aquí al hecho
de que toda acción del hombre va acompañada por la
correspondiente del Todopoderoso. Si, por ejemplo, cie­
rra un hombre todas las puertas de una habitación, la
oscuridad subsiguiente es un acto de Dios. En realidad,
todo cuanto llamemos consecuencias naturales de nues­
tros actos son realmente actos de Dios, puesto que Dios
es la causa de las causas. El tomar veneno es un acto
particular del hombre; pero irá seguido por el casti­
garle Dios con la muerte. Lo mismo en el mundo espi­
ritual que en el material, la ley da por cierto que a
toda cosa que se haga seguirá la consecuencia menester.

104
En dos, ejemplos distintos se refiere el Santo Corán a
esta Ley. Dice así en un sitio:
LL«. j,$íj O-tiJ l?. 1
Y en otro: ,, , . ..
jij ) j )3r ) j Ui>
Si existen «los que por nosotros han hecho los máxi­
mos esfuerzos, Nos — consecuencia natural de sus ac­
to s— les guiaremos por nuestros caminos» (X X IX , 62).
Pero «a los que se han apartado y no van por el camino
recto haremos que sus corazones se separen de la línea
del deber» (LXI, 5). Más ampliamente ha sido explicado
este punto en el siguiente versículo del Santo Corán:
lUu* J*¿ I 3 ¡ XjÁ H 1 ^» j t i ! » ¿o ^ (¿r*
«El que aquí está ciego también lo estará en adelan­
te ; peor, ciertamente, que ciego» (XV II, 72).
Indican claramente estas palabras que es en esta
vida donde los justos ven el rostro de Dios, y que es
en este mismo mundo donde Él se les aparece en toda
su gloria y majestad. En suma, es en este mundo* donde
principia la vida celestial; aquí y no en el más allá, con
las impurezas de esta vida y la ceguera ante los hechos
espirituales se ponen los cimientos de la vida infernal.

Concepción islámica del


p ar aí so y el infierno.

Otro versículo que trata de este asunto dice así:


U *. ^ ) O L s J t a l J jU f i 3 J ^4 jJ& t 3
3 IjJ 3 ) ^

105
«Da albricias a los que creen y hacen lo que es debi­
do, pues heredarán jardines bajo los que corren arro­
yos» (II, 25).
En este versículo' Dios Todopoderoso compara la fe
con jardines bajo los que fluyen arroyos. Estas pala­
bras revelan un secreto profundo, que indica la rela­
ción entre 1a. fe y las buenas obras. Así como los árboles,
de no regarse, se secarían, así también la fe sin buenas
obras muere. La fe sin obras es in ú til; las buenas accio­
nes que por fe no se realicen son mera exhibición. El
paraíso islámico es la verdadera representación de la
fe y las buenas obras en este mundo. E l paraíso de cada
cual es la imagen de lo que hiciera de tejas abajo. No
viene de fuera, sino que en el hombre mismo se des­
arrolla. Su fe y sus buenas acciones propias constituyen
para él un paraíso donde habitar, cuyo deleite prueba
en esta vida misma. También se distinguen aquí, aun­
que no evidentes, el árbol de la fe y el arroyo de las
buenas obras. En el mundo futuro, no obstante, se ras­
garán todos los velos que a los ojos lo ocultan, y su
existencia se advertirá palpablemente. La enseñanza
perfecta de la Santa Palabra de Dios nos dice que la
fe en Dios pura y auténtica, robusta y perfecta, la fe
en sus atributos y en su voluntad es un delicioso jardín
de fructíferos árboles, mientras que las buenas obras
que hace el hombre son, realmente, los arroyos que por
el jardín discurren, dando vida y frutos a aquéllos. La
misma idea se expresa por doquier en el Santo Corán
con las palabras siguientes :

106
>U~J ) LfS ¡ i j ut») Ij tfl-a ) ¿illa ¿ ¿illa ¿ÜJ.Í Jll*

y * - J>{ ) ^y $J
«La palabra buena de la fe, libre de todo exceso, fal­
ta o defecto, mentira o burla, es como un buen árbol
cuyas raíces están firmemente arraigadas en el suelo,
cuyas ramas se elevan al cielo dando fruto en todas las
estaciones, sin mostrar período de esterilidad» (XIV , 29).
Al comparar la buena palabra de fe a un árbol que
siempre da fruto, Dios Todopoderoso ha llamado la aten­
ción sobre tres hechos: 1) Que su raíz, que indica su
verdadero significado, esté firmemente arraigada en la
tierra, que representa el corazón humano*. El arraigo
firme de la raíz indica la aceptación sin reservas por la
naturaleza y la conciencia humanas de la realidad y
la verdad de la fe. 2) Que sus ramas estén en el cielo,
es decir, que la razón testifique su verdad concordando
con ella las leyes celestes de la naturaleza, obra de Dios.
Dicho de otro modo, que de las leyes de la naturaleza
se deduzcan los argumentos de su verdad, siendo tan
elevados como si estuviesen en los cielos por cima de
toda objeción. 3) Es su tercer característica dar ince­
santemente fru to ; es decir, su influjo y beneficios no
se interrumpen nunca, experimentándose en todas las
épocas y naciones. No es cierto existan durante algún
tiempo, cesando después. Otro versículo dice así:
; Ij* ^ S ) J ji ^ «jjda.) '¿1 jufí JL »
«Una palabra mala es como un mal árbol arrancado
de la faz de la tierra, es decir, rechazado por la natu­
raleza y la conciencia humanas, sin fuerzas para man­

107
tenerse en pie, o sea que ni los argumentos ni las leyes
de la naturaleza le sustentan, siendo una simple afir­
mación o cuento inútil» (XIV, 81).
Débese tener en cuenta, por lo tanto, que así como
el Santo Corán ha comparado las palabras santas de la
fe con plantas portadoras de frutas deliciosas tales
como uvas, granadas, etc., corporeizaciones de lo que en
este mundo es espiritualmente disfrutable, así como
también ha descrito el árbol malo de la incredulidad
con el nombre de ^y j zaqqum. Dice a sí:

IfcU U jLr y y J '¿ f]J I¿


t I 5 5 J r* * - i* I <J-» I ^ i jiÓ
c> ^ J J i» y* y I ¿ ^ i
f i f í I ji j*) 1 ub~>I I (3 I

«¿Son mejores los jardines del paraíso o el árbol del


zaqqum? En verdad le hicimos castigo del malvado ;
es un árbol que brota de las entrañas del infierno; sus
frutos son como las cabezas de Satanás» (X X X V II, 63).
ú U=uh Shetan o Satanás significa aquel cuyo objeto es
la destrucción, derivado de kúi shet, perecer. Lo que
con tales palabras se significa es que la consecuencia
de comer de él es la condenación y el aniquilamiento'.
«En verdad el árbol del zaqqum será el alimento de
los que de motu proprio se inclinan a un estilo de
vida pecaminoso. Es como cobre derretido, y hervirá
en sus vientres con el bullir del agua hirviendo.» Y di­
rigiéndose al condenado, prosigue: «Prueba el fruto de
este árbol, puesto que en verdad eres el poderoso y el
honorable» (XLIV, 43-49).

108
fi/JJjijdfvJlUZI

Las palabras finales expresan la ira de Dios. Indican


que si el pecador no fué vanidoso o no volvió las espal­
das a la verdad por mor de su honor y grandeza fingi­
dos, no tendrá que probar este fruto y esta calamidad.
El versículo final sugiere también que la palabra zaqqum
está compuesta de j i zuq y . 1 lira, significando «prue­
ba» la primera parte y siendo la última abreviatura de
la frase completa, de la cual se han tomado las letras
primera y última. El uso frecuente ha cambiado i en j
—ambas suenan «z»—.
En resumen, Dios ha asemejado las palabras de fe
en este mundo pronunciadas a los árboles del paraíso
y las palabras de infidelidad al zaqqum, el árbol del
infierno, mostrando así que la vida celeste o infernal
en este mundo comienzan. En cuanto al infierno, dice
de este modo el Santo Corán:

«El infierno es un fuego cuyo origen es la ira de


Dios; enciéndese en el pecado, alcanzando sus llamas
antes de nada al corazón» (CIV, 6 ), alusión al hecho
de que el pesar, la tristeza y la aflicción que el corazón
oprimen encienden realmente el fuego del infierno,
puesto que todas las torturas espirituales alcanzan pri­
meramente al corazón y después consumen todo el
cuerpo. Además, en cuanto al fuego del infierno, leemos
en el Santo Corán:
i j LssJ J5 jj* . U J J U J j S ,

109
«El combustible del fuego infernal — lo que le man­
tiene ardiendo constantemente — son dos cosas: prime­
ro, la gente que, en vez de adorar a Dios, a otras cosas
adora, o con cuyo consentimiento se adoran otras cosas,
como en otra parte se dice:

I Vi»3 J 3 3 )

«En verdad seréis arrojados al infierno vosotros y


vuestros falsos dioses, cuya divinidad aseguráis, pese a
ser criaturas. En segundo lugar, los ídolos serán el com­
bustible del infierno, porque su existencia se ha conside­
rado infierno también» (II, 22). Podría parecer de tales
observaciones que el cielo y el infierno no son mundos
materiales como éste, sino que su manantial y su origen
son los actos espirituales. Tal observación se ha de consi­
derar de cierto modo: teniendo en cuenta que las bendi­
ciones y las torturas del mundo futuro serán la corpo-
reización de los actos espirituales de éste, mas pese a
ello, no serán cosas de este mundo.

Dos medios para la perfec­


ta unión espiritual en Dios.

Volviendo al punto principal del tema a discutir,


nos ha enseñado el Santo Corán dos medios para la
perfecta unión espiritual en Dios, a saber: el someti­
miento total a la voluntad de Dios, conocido por el
nombre de Islam, y las oraciones y súplicas constantes,
enseñadas en la sura inicial del Corán conocida por el
nombre de fateha. En Islam y en la jateha se contiene

110
la esencia del código islámico. Son éstos los dos canales
que a la fuente de salvación conducen y también el
único norte seguro para llevarnos a Dios. Sólo hay dos
procedimientos para alcanzar el fin deseado del máximo
progreso espiritual y la unión postrera en Dios. Sólo
pueden hallarle los que advierten el verdadero signi­
ficado del Islam, ingresando efectivamente en él, y los
que oran constantemente según se enseña en la fateha.
¿Qué es Islam? Es el fuego urgente que consume todos
los deseos rastreros y, prendiendo fuego a todos los dio­
ses falsos, ofrece nuestra vida, bienes y honor en sacri­
ficio a Dios. Al entrar en esta fuente bebemos el agua
de una vida nueva. Igual que los fuertes eslabones de
una cadena están unidas nuestras facultades espiritua­
les ínsitas. Fulgura fuera de nosotros un fuego seme­
jante al del relámpago y de las alturas desciende el
fuego. Ambas llamas al tomar contacto consumen todos
los móviles inferiores y todos los deseos carnales y el
amor a otro que no sea Dios. Pasa por la primera vida
una especie de muerte, expresándose dicho estado con
la palabra Islam. El Islam mata las pasiones todas de
la carne y nos da vida nueva. Tal es la regeneración
verdadera. La palabra de Dios se revelará a quien a
dicho estadio arribe. Tal estadio se llama unión en Dios,
porque es entonces cuando ve el hombre su faz. Su afi­
nidad con Dios es tan fuerte que, por decirlo' así, le ve
con sus propios ojos. El cielo le otorga fuerzas; brillan
todas las facultades internas y el magnetismo de una
vida espiritual obra poderosamente. Al alcanzar este
estadio se convierte Dios en los ojos con que ve, la
lengua con que habla, la mano con que ataca, el oído

111
con que oye y el pie con que camina. Refiriéndose a
este estadio dice el Omnipotente:
P&J JO I ¿j y 4¡1 I J j
«La mano del Profeta, que está por cima de las
suyas, es la mano de Dios» (X LV III, 10).
Y además:

/-D| ^ 0 ^ j ¿I .»»*•« ) ^* y
«Lo que tú arrojaste, Dios y no tú lo arrojó»
(VIII, 17).
Resumiendo, éste es el estadio de la perfección de
la humanidad y de su sólida unión en Dios. La voluntad
de Dios predomina sobre todo deseo. Las condiciones
morales que al principio estaban indefensas ante las
pasiones de la carne se fortalecen de modo que estén
a prueba de ataques. La razón y el entendimiento se su­
tilizan también con dicha sagrada transformación. A esta
condición alude al versículo

— y Dios les ayudó con su Espíritu Santo—. No conoce


límites el amor a su Señor de dicha persona. Aunque
suene extrañamente en otros oídos tal expresión, es cosa
corriente para ella el morir por Dios y sufrir por su
amor persecuciones o desdichas. Arrastrado, vuela hacia
Dios, pero no conoce quien le atrae. En cualquier cir­
cunstancia le sostiene una mano invisible; principio y
objeto de su vida se vuelve el realizar la voluntad divi­
na. Se siente próximo a Dios, como dice el Santo Corán:

¿ü) i¡ I riJ 1 V ? 1 «r* 3

112
«Estamos más cerca de él que su carótida» (L, 16),
Así como no cuesta ningún trabajo arrancar de la
planta el fruto maduro, de igual modo se arrancan por
sí mismas las relaciones inferiores del hombre. Es pro­
funda su afinidad con Dios y se aleja de las criaturas.
Habla a Dios y Él le habla. Para alcanzar este estadio
están las puertas tan abiertas de par en par como an­
taño lo estuvieran. La gracia de Dios no niega sus ben­
diciones a sus buscadores diligentes, sino que las con­
cede tan en abundancia como antes. Las vanidades de
la lengua, empero, no conducen a este camino, y la sim­
ple fanfarronería o la charla ociosa no abren su puerta.
Muchos desean alcanzarla, mas pocos son los que la
encuentran, porque no puede encontrarse sin búsqueda
activa y verdadero sacrificio. Cantad lo triumphe cuanto
queráis ; no os valdrá de nada. El procedimiento es di­
fícil y el camino peligroso, por el que no podéis ir
mientras con sinceridad verdadera no pongáis la planta
sobre el fuego ardiente de que otros huyen. Cuando
prácticamente no hay celo ni interés vale de poco la
jactancia. Leed el versículo del Corán que dice:

t ) ¿J ) Zjs ¿ j ^ li ^ ¿ be L. | ó J3
0 3 * * y. ^ ^ Ir J ) j J
«Y si mis siervos te preguntan respecto a Mí, diles
que estoy muy cerca de ellos; oigo las súplicas de los
implorantes. Por lo tanto, deben buscar con oraciones
la unión en Mí y creer en Mí, para que su justo proce­
der tenga éxito» (II, 186).

113
8
C U ESTIO N S E G U N D A

La situación del hombre en la otra vida.


CUESTION SEGUNDA

La situación del hombre


en la otra vida.

Las enseñanzas del Santo Corán respecto a la situa­


ción del hombre en su vida ultraterrena es la cuestión
segunda que se ofrece a sí misma por solución. En una
palabra: la situación después de la muerte no es total­
mente una situación nueva. Es, en realidad, una repre­
sentación completa, una imagen clara y total de nuestra
situación espiritual en esta vida. Aquí la naturaleza
buena o mala de las acciones y creencias del hombre
están latentes en él; su veneno o triaca le influye sólo
secretamente; pero en la otra vida se harán tan eviden­
tes y claras como la luz del día. Idea, si bien imperfec-
tísima de ello, da el modo en que ve en sueños una
persona la encarnación de lo que en su naturaleza pre­
domina. Cuando su naturaleza está preparada para un
fuerte ataque de fiebre, ve en sueños llamas de fuego
ardiente, mientras que se encontrará corrientes de agua
si cogió frío. En resumen: cuando el cuerpo está listo
para una determinada enfermedad, revela a menudo el
sueño la personificación de las condiciones que la moti­
van. Podemos formarnos una idea de la cornoreización

117
de las condiciones espirituales de este mundo en la vida
futura guiándonos por la manera como las condiciones
internas se representan en formas físicas en los sueños.
Acabado nuestro tránsito terreno, se nos traslada a re­
giones donde nuestras acciones y sus consecuencias to­
man una forma determinada, desplegándose y abriéndo­
se ante nosotros lo que en este mundo nos estaba oculto.
Estas personificaciones de hechos espirituales son reali­
dades sustanciales incluso en sueños, aunque la visión
desvanézcase prontamente, pues mientras están ante
nuestros ojos, se las toma por realidad. Por ser nueva
y perfecta manifestación del poder de Dios, esta repre­
sentación por imágenes la llamamos también no repre­
sentación de hechos determinados, sino realmente crea­
ción nueva, obra de la mano poderosa de Dios, Refi­
riéndose a este punto, dice Dios Todopoderoso en el
Santo Corán:

vt,í£ • &j 5 u ** J^ p**3 W


«Ningún alma que hace el bien conoce las bendiciones
y alegrías para ella mantenidas en secreto» (X X X II, 17)
que se le mostrarán después de la muerte. Como mante­
nidas en secreto, porque al no ser semejantes a nada de
lo de este mundo nadie sabe nada acerca de ellas, des­
cribe Dios Todopoderoso las bendiciones celestiales que
el justo disfrutará en la otra vida. Es evidente que no
constituyen secreto para nosotros las cosas de este mun­
do; no sólo conocemos las granadas, las uvas, la leche,
etcétera, sino que las gustamos a menudo. Estas cosas,
pues, no pueden llamarse secretas. Por lo tanto, los fru­
tos del Paraíso no tienen nada en común con ellas, ex-

118
cepto el nombre. Ignora absolutamente el Santo Corán
el que considera el Paraíso, sitio donde únicamente
abundan las cosas de este mundo. Explicando el ver­
sículo arriba citado, el Santo Profeta (p. b. D.) dijo que
los cielos y sus bendiciones son cosas que «los ojos no
han visto, ni escuchado los oídos, ni está en el corazón
del hombre comprenderlas». Mas de las cosas de este
mundo no podemos decir no las hayan visto nuestros
ojos ni escuchado nuestros oídos, ni que nuestras men­
tes no se las hayan imaginado. Cuando Dios y su Pro­
feta nos hablan de cosas celestiales, de que no tenemos
conocimiento en este mundo, nos haríamos culpables de
abrigar doctrinas contra las enseñanzas del Santo Co­
rán si supusiéramos fluyen ríos de la leche que ordina-
mente bebemos aquí. Más aún: ¿podemos suponer, de
acuerdo con la idea del cielo, rebaños de vacas y búfalos
apacentados en los campos del Paraíso, numerosos pana­
les colgando de los árboles, con innumerables abejas
activamente ocupadas en recoger miel, muchedumbres
de ángeles atareados día y noche en ordeñar vacas y ate­
sorar miel, vertiéndola constantemente en los arroyos
para mantener su curso? ¿Concuerdan tales ideas con
las enseñanzas de los versículos que nos dicen que este
mundo es extraño a las bendiciones del próximo? ¿Ilu­
minarán el alma tales cosas o aumentarán el conoci­
miento de Dios, o proporcionarán nutrimento espiritual,
como se ha descrito que obran las bendiciones celes­
tiales? Sin duda alguna, es cierto que se han represen­
tado cual cosas materiales estas bendiciones, pero tam­
bién se dice es su origen la espiritualidad y la rectitud.

119
Se halla muy lejos de describir las bendiciones celes­
tiales como idénticas a las cosas de este mundo el
siguiente versículo del Santo Corán, que por lo co­
mún suele interpretarse mal. El versículo aquí aludido
dice así:

^ o iv ^ J ^ i 3 y* í ^ l j

j jJ I ó* 1>1li l» ) ; & yj* U*" I j3j ; ^ ) U311W3»3y¡j*


IfflX« r) J y ) 3 J¿3

«Dad albricias a los que creen y hacen buenas obras,


pues heredarán jardines bajo los que fluyen ríos. Dirán
con tanta frecuencia como se les alimente con frutos en
esta vida: «Estos son los frutos que anteriormente nos
dieran. Porque hallarán semejantes los frutos de la otra
vida a los frutos que aquí les dieron» (II, 25). Ahora
bien: el texto muestra diáfanamente que los frutos que
dice probarán aquí los justos no significan de ningún
modo los frutos de los árboles o las cosas de este mundo.
En realidad, el versículo dice que los que creen y hacen
buenas obras se preparan, por sus manos y para su dis­
frute particular, un paraíso, con su fe por árboles y
sus buenas obras por frutos. Son los frutos de este jar­
dín los que están capacitados para probar aquí; de los
frutos del mismo comerán en la vida futura. Sólo que
los frutos espirituales de esta vida transformaránse en
la vida futura en frutos más tangibles y deliciosos.
Pero como ya espiritualmente los probaron en esta vida,
serán capaces de identificar los frutos de aquella vida
con los de ésta, y atestiguando la estrecha semejanza
entre ambos, gritarán: «Estos son los frutos que se nos
dieran en la vida anterior.» Este versículo, pues, nos

120
dice lisa y llanamente que los que espiritualmente prue­
ban en este mundo el amor de Dios, serán nutridos físi­
camente con igual alimento en la vida futura. Las ben­
diciones espirituales del amor de Dios que probaran en
esta vida les recordarán las bendiciones de la vida futu-
tura. Recordarán el tiempo en que, aislados y en noche
profunda, solos y en silencio, hallaron dulce deleite en
la añoranza de Dios.
En resumen: el versículo arriba citado no habla en
modo alguno de las cosas de este mundo o del alimento
que aquí acostumbran comer los hombres. De objetarse
que las palabras de este versículo contradicen el dicho
ya citado del Santo Profeta (p. b. D.), que describe las
bendiciones de la vida celestial como no vistas por los
ojos terrenales, no oídas por los oídos humanos e incon­
cebibles para la mente humana, diremos que sólo existe
contradicción cuando se juzga que las palabras «estos
son los frutos que se nos dieron en la vida anterior»
indican sólo bendiciones temporales que en esta vida
pueden gozar todos los hombres, buenos o malos. Pero
si los frutos de que aquí se habla entendemos significan
los frutos de las buenas obras, los beneficios que el bue­
no goza en esta vida misma, no hay contradicción. Todo
lo que los buenos gozan espiritualmente en esta vida
es realmente bendiciones, no de ésta, sino de la futura,
que se les deparan- para muestra de las “bienaventuran­
zas para ellos reservadas en la vida venidera, a fin de
aumentar su deseo de ellas. Debería tenerse en cuen­
ta, además, no pertenece a este mundo el verdaderamen­
te justo, debido a lo cual también le odia el mundo.
Pertenece al cielo y se le deparan bendiciones celestia-

121
les, del mismo modo que a los mundanos se les otorgan
las golosinas de este mundo. Las bendiciones que se le
deparan están en realidad ocultas a los ojos, los oídos
y los corazones de los hombres del mundo, siendo total­
mente ajenos a ellas. Mas la persona cuya vida física se
aniquilara en el goce celeste está espiritualmente capa­
citada para probar la copa que en verdad beberá en el
mundo futuro, y de aquí la veracidad de las palabras
«estos son los frutos que se nos dieran anteriormente».
Pero a la vez tendrá plena consciencia de que el mundo
desconoce totalmente dichas bendiciones. Así como es­
taba en este mundo pero no e.ra de este mundo, de igual
modo testificará que sus ojos materiales nunca vieron
tales bendiciones, ni sus oídos las oyeron, ni su mente
en este mundo concibiólas. Sin embargo, en su segunda
vida, después de su regeneración, habrá visto ejemplos
de tales cosas; pero esto únicamente cuando, desgajadas
todas sus afinidades inferiores, las más elevadas se ins­
tauren en el mundo futuro.

Los tres estadios del hom­


bre después de la muerte.

En cuanto a la vida futura, describió el Santo Corán


tres puntos importantes:
En primer lugar, ha afirmado repetidamente que la
vida ultraterrena no es una vida nueva, sino solamente
imagen y manifestación de la vida actual. Dice así:

r3 » j511» jr
J) b UT

122
«Las consecuencias de las acciones del hombre en esta
misma vida las hemos atado a su cuello. Estas conse­
cuencias ocultas se evidenciarán el Día de la Resurrec­
ción del mismo modo que un libro abierto» (XV II, 13).
Debe notarse especialmente la palabra ji.Ua usada en este
versículo. Tair significa literalmente pájaro, usándose
aquí simbólicamente para indicar las acciones humanas,
pues toda acción, buena o mala, vuela como un pájaro.
Desaparece la alegría o la pena que siente la persona al
ejecutar una acción, pero en el corazón deja su huella,
buena o mala. Ha revelado el Santo Corán el importante
principio de que todo deja misteriosa impronta en el
corazón. A toda acción humana sigue, realmente, una
acción de Dios, que graba su efecto, bueno o malo, no
sólo en el corazón, sino también en las manos, los pies,
los oídos, los ojos, etc., de su autor. Este libro que recoge
todo acto, y oculto al ojo humano prepárase en esta
vida, se mostrará claramente en la futura.
Acerca de la vida celestial, dice en otro lugar la Sa­
grada Palabra de Dios:

r*J lj 3 r*> r* ; O U- I, I^ f r ,

«En este día la luz de la fe que aquí mismo se otorga


a los hombres y mujeres fieles se verá fluir ante ellos
y de sus manos derechas» (LVII, 12). Respecto al mal­
vado, dice el Libro Santo:

V—>J — ^ '—* y » Ib — j j ~ p I
— J jlJ — I 1*1 ^ J-»1 D jj U) —
^,3 —^2pib' J yp* ^ J jV |*J

123
«Vuestros deseos y pasiones se apartan de la búsque­
da de la vida futura hasta que se os entregue a la tumba.
No os abisméis en las cosas de este mundo, pues pronto
conoceréis que el amor al mundo no conduce a nada
bueno. Una vez más os digo llegaréis a conocer las ma­
las consecuencias del amor al mundo. Si tuvierais el
conocimiento categórico, habríais visto el infierno en
esta vida; pero en el interregno entre la muerte y la
resurrección lo veréis ciertamente con ojo de certidum­
bre, y, finalmente, el día de la resurrección comproba­
réis la verdad, sufriendo personalmente el castigo» (CU).
No dejan lugar a dudás estos versículos acerca del hecho
del comienzo de la vida infernal en este mismo mundo.
En esta vida se prepara el infierno de la futura, oculto
a los ojos humanos, pero que con conocimiento categó­
rico pueden reconocer los que lo examinen. Dios Todo­
poderoso ha explicado así los tres grados de certidumbre:
(jJLi I pie o certidumbre por deducción; I o certi­
dumbre por visión, y ¿JúS I o certidumbre por com­
probación. Una sencilla explicación haría tal vez com­
prensible este asunto. Si una persona ve a lo lejos una
columna de humo, deduce prontamente la existencia
de fuego, puesto que ninguna otra cosa puede produ­
cirlo. Obtiene así una certidumbre por deducción res­
pecto a la presencia del fuego, que en los versículos
arriba citados se llama conocimiento categórico. Pero si
va al lugar de donde sale el humo y ve realmente las
llamas, logra un conocimiento por los ojos de la certi­
dumbre, que es certidumbre por visión. Para compro­
bar la veracidad de la certidumbre ha de poner las
manos en el fuego. La certidumbre así lograda llámase

124
certidumbre por comprobación. Estos son también los
tres estadios del conocimiento humano respecto al in­
fierno. Los que quieran pueden alcanzar en este mundo
el conocimiento de certidumbre, pero en el lapso de
tiempo entre la muerte y la resurrección ve el hombre
el infierno con los ojos de la certidumbre, mientras que
el día de la resurrección comprobará la verdad de la
certidumbre ingresando él mismo en el infierno.
También habría que tener presente que el Santo Co­
rán describe los tres mundos o las tres etapas distintas
de la vida humana. El presente es el primer mundo, lla­
mado el mundo de la ganancia y de la creación primera.
Aquí es donde se gana el hombre la recompensa por las
acciones buenas o malas que realiza. Aunque después
de la resurrección hay estadios de progreso en el bien,
este progreso, no obstante, otórgalo sólo la gracia de
Dios y no depende de los esfuerzos humanos.
Al segundo se le llama ¿ j barzaj. La palabra, ini­
cialmente, significa estado intermedio. Como este mundo
se halla entre la vida actual y la resurrección, se le llama
¿j Pero desde tiempo inmemorial se aplicó tal pala­
bra a un estadio intermedio, siendo la palabra misma
un testigo permanente del estadio intermedio entre la
muerte y la vida futura. En el Minan-ur-Rahman hemos
mostrado que las palabras del árabe son las palabras
de la boca de Dios, siendo la única lengua que puede
pretender ser divina, la fuente de que mana la sabidu­
ría de toda índole, la madre de todas las lenguas, y él
primero así como el último medio de la revelación di­
vina. Es el primero porque el árabe fué la palabra de
Dios, que ha estado con Dios y que finalmente se reveló

125
al mundo; el último, porque el postrer Libro Divino,
o sea el Santo Corán, también está en árabe. ¿ j ^ es una
palabra de origen árabe compuesta de j> y ¿ j que al
pie de la letra quiere decir el estadio intermedio; que
«ha terminado el tiempo de hacer méritos o deméritos»
con nuestras acciones. La etapa del barzaj es aquella en
que el alma deja el cuerpo mortal y los restos perecede­
ros se pudren. Se arroja a un pozo el cuerpo y al alma
también se le arroja, por decirlo así, a un pozo, como
lo indica la palabra ¿ j j j porque pierde la facultad de
realizar acciones buenas o malas, a la vez que pierde el
el control del cuerpo. Es evidente que el buen estado
del alma depende de la salud del cuerpo. Un golpe en
determinado punto del cerebro origina la amnesia, mien­
tras que una herida en otra parte puede asestar, cier­
tamente, un golpe mortal a las facultades mentales, pri­
vando incluso del conocimiento. De igual modo una con­
vulsión de los músculos cerebrales o una hemorragia
o morbo cerebrales, al obstruir, llevan a la insensibili­
dad, la epilepsia o la apoplejía cerebral. La experien­
cia, pues, instituye el hecho, que razonablemente no da
lugar a duda, de que, desligada de todos sus lazos cor­
porales, el alma no vale para nada. Es sencillamente
ocioso asegurar pueda a cualquier hora gozar de biena­
venturanzas el alma humana estando separada del cuer­
po. Nos agrada como una historia interesante, pero ni
la razón ni la experiencia le prestan apoyo alguno. Di­
fícilmente podemos imaginar se halle el alma en per­
fectas condiciones cuando se han cortado todos sus lazos
con el cuerpo, a pesar de nuestra experiencia cotidiana
de que el más leve desarreglo de nuestro sistema físico

126
interrumpe también las funciones del alma. ¿No com­
probamos comúnmente que la salud del alma depende
de la del cuerpo? Cuando una persona se vuelve decré­
pita con los años, el alma también se debilita y la edad
le priva del acervo de su inteligencia. Dice la Palabra
Santa refiriéndose a la decrepitud de la ancianidad:

Uxi pW ^
«Vive un hombre hasta edad tan avanzada, que olvi­
da totalmente sus conocimientos anteriores» (X X II, 5).
Bastarán estas observaciones para demostrar que el
alma, de no hallarse ligada al cuerpo, no es nada. Hu­
biera carecido en absoluto de sentido el acto del Ser
Omnisciente de unir el alma a un cuerpo rápidamente
perecedero si aquélla valiese algo separada de este últi­
mo. Además, el hombre es esencialmente un animal
progresivo*, y el progreso a que tiende no es de ningún
modo limitado. Ahora bien: si el alma es incapaz de
progresar en esta corta vida sin ayuda del cuerpo, ¿cómo
podría en la otra y sin él llegar a los estadios superiores
de progreso?

Toda alma recibe un cuerpo nuevo.

Para resumir: diversos argumentos han probado con­


cluyentemente que la perfección del alma depende, se­
gún los principios islámicos, de su ligazón permanente
con el cuerpo. No cabe duda de que después de la
muerte se separa del alma este cuerpo de barro; mas
entonces, en el barzaj, cada alma recibe eventualmente
un cuerpo nuevo que le permite gustar el premio o cas-

127

I.¡lili..i...
tigo de sus actos. Este cuerpo nuevo no es un cuerpo de
arcilla, sino un cuerpo brillante u oscuro, dispuesto por
los actos de esta vida. Tal es la descripción coránica del
cuerpo en el barzaj. Es decir, que el alma tiene un cuer­
po nuevo, brillante u oscuro, según las acciones buenas
o malas que el hombre ejecuta. A alguno le parecerá
misterioso, pero, si acaso, se ha de admitir no carece de
razón. El hombre perfecto comprueba inclusive en esta
misma vida la preparación de dicho cuerpo brillante.
El vulgar entendimiento humano lo llamará misterio,
más allá de toda humana comprensión; los que tengan
una visión espiritual aguda y brillante, no tendrán difi­
cultad para comprobar la verdad del cuerpo reluciente
u oscuro después de la muerte, preparado por sus actos
en esta vida. En resumen: el cuerpo nuevo otorgado en
el barzaj se trueca en el medio de recompensar el bien
o el mal. En ello tengo experiencia personal. Muchas
veces, absolutamente despierto, he tenido visiones en las
que vi a los ya fallecidos. He visto a muchos malhecho­
res y malvados con el cuerpo oscuro y humeante. Co­
nozco especialmente esta materia, y aseguro concluyen­
temente que a cada cual se le otorga un cuerpo trans­
parente u opaco, según ha dicho el Todopoderoso. No es
necesario que la razón, desamparada, sea capaz de con­
templar tales misterios. El ojo ve las cosas, pero es ne­
cio esperar sirva de sentido del gusto. Igualmente, los
músculos de la lengua se usan para probar las cosas;-
mas en calidad de órganos de visión son sencillamente
inútiles. Así también el abisal secreto del otro mundo,
sobre el que sólo se arroja luz en las visiones, no puede
descubrirse con ayuda de la razón. Dios Todopoderoso

128
instauró en este mundo leyes determinadas y medios
particulares para el conocimiento de cosas particulares.
Por lo tanto, para conocer una cosa hemos de buscar
primeramente los medios apropiados; después estaremos
seguros de descubrir la cosa misma.

¿Quiénes son el muerto y el vivo?

Debe también recordarse acerca de este punto que la


palabra de Dios ha descrito a los que van por el error
y la maldad como muertos e inertes, mientras que al
bueno se le llama viviente. El secreto de ello es que
con la muerte se suprimen los medios de vida de los
que ignoran a Dios, comiendo, bebiendo o entregándose
simplemente a sus pasiones'' bestiales. No participan del
alimento espiritual, y, por lo tanto, sólo para castigo
suyo será su resurrección. Aludiendo a este secreto, dice
el Todopoderoso:

^ í j I**! vi) ^ rJ 3 \J? ^ i


«Y el que como pecador viene a su Señor, tendrá
por morada el infierno, en el que ni vivirá ni morirá»
(X X , 74). Pero los amados de Dios no mueren con la
muerte física, porque tienen en sí medios para susten­
tarse.
El tercer mundo es el de la resurrección. En dicho
mundo toda alma buena o mala, virtuosa o malvada,
tendrá un cuerpo1 visible. El día de Ia resurrección es el
día de la manifestación total de la gloria de Dios; el
día en que cada cual tendrá plena conciencia de la exis­
tencia de Dios. En tal día cada uno tendrá la recom-
pensa clara y total de sus actos. No es para maravillar un largo período de tiempo antes de que surja el mundo
el modo como se ha de rearlizar, pues Dios es Todo­ de la resurrección, el barzaj donde en el interregno han
poderoso y para Él no hay nada imposible. Dice así en de permanecer las almas buenas y malas no es mejor
el Santo Corán: que un calabozo inútil. Pero la objeción se basa simple­
mente en la ignorancia, pues el barzaj es lugar de pre­
w W ji, (i ÜflJoj ^ í ¡wLi ^ ^ U i í )j¡ f i 3) mio y de castigo, lo mismo que la propia resurrección.
0 ñi ) JjflO j 3 U¿*JJ0 Í®J| J UjilÁ id/» La palabra de Dios describe el barzaj como el lugar en
3 1— 3 a3 ¿ j* J 3 J Ia > J donde se darán el premio y el castigo, aunque no tan
j_#*í (»<^0 ^ I j ¿ ^ j í I3 o I j*-J I (JÍá francamente como después de la resurrección. Abunda
el Santo Corán en versículos que refieren que el hom­
J 3*i i¿j ) lí>« 4 J3 J) ó Jj I Ui J — J¿ )>* 3
bre recibe su merecido inmediatamente después de la
i¿j3 *^ r¿l 1 3 1•>4*w ^ i/ 1 \¿j ^3^ muerte. Hablando de una persona determinada, dice:
«El hombre no sabe le hemos creado de la esperma; &úpj ) (Já ) v«M
por lo tanto, se vuelve franco disputador. Habla huera­
mente respecto a Nos y olvida su propia creación. ¿Quién «Díjosele: entra en el Paraíso» (X X X V I, 26). Y dice
—dice—tiene poder para devolver al hombre la vida, de otro:
incluso cuando sus huesos están podridos y de él no
quede señal alguna?» Dice: «Les dará vida quien prime­ ¡¿**>1*1 y • )p
ro les dió el ser. Él es hábil en toda clase y modo de
creación.» ¿No es capaz Él, que creó la tierra y el cielo, «Tenía en esta vida un justo un amigo infiel, y cuan­
de crear a vuestros semejantes? Sí, ciertamente, porque do murieron sus cuerpos, al justo, deseoso de conocer la
Él es Creador Sabio. Es tal su poder, que cuando quiere situación de su amigo, se le mostró que estaba en el
algo dice «sea», y la cosa nace. Gloria, pues, a Aquel centro del infierno» (X X X V I, 55). Por lo tanto, el pre­
cuyo imperio se extiende sobre todas las cosas, al cual mio y el castigo se otorgan inmediatamente después de
habéis de volver todos» (X X X V I, 77-83). Nos dice el la muerte. Van al infierno aquellos cuya morada ade­
Todopoderoso en estos versículos que para Él nada es cuada es el infierno; mientras que los que merecen el
imposible, porque si en el principio pudo crear al hom­ paraíso, a él van. No obstante, el día de la resurrección
bre de una cosa insignificante, no se le puede conside­ es el día de la manifestación de la máxima gloria de
rar privado de poder para darle vida nuevamente. Dios, que su sabiduría trascendente ordenó se manifes­
Antes de seguir adelante es preciso tratar aquí de tase al fin. Dios creó al hombre para que le reconociese
una objeción. Se objetará que al tener que transcurrir por Criador. Destruirá todo para que de todo se le reco-

130 131
pensa clara y total de sus actos. No es para maravillar un largo período de tiempo antes de que surja el mundo
el modo como se ha de rearlizar, pues Dios es Todo- de la resurrección, el barzaj donde en el interregno han
poderoso y para Él no hay nada imposible. Dice así en de permanecer las almas buenas y malas no es mejor
el Santo Corán: que un calabozo inútil. Pero la objeción se basa simple-
mente en la ignorancia, pues el barzaj es lugar de pre-
w W ji, (i ÜflJoj ^ í ¡wLi ^ ^ U i í )j¡ f i 3) mio y de castigo, lo mismo que la propia resurrección.
0 ñi ) JjflO j 3 U¿*JJ0 Í®J| J UjilÁ id/» La palabra de Dios describe el barzaj como el lugar en
3 1— 3 a 3 ¿ j* J 3 J Ia > J donde se darán el premio y el castigo, aunque no tan
j_#*í (»<^0 ^ I j ¿ ^ j í I3 o I j*-J I (JÍá francamente como después de la resurrección. Abunda
el Santo Corán en versículos que refieren que el hom-
J 3*i i¿j ) lí>« 4 J3 J) ó Jj I Ui J — J¿ )>* 3
bre recibe su merecido inmediatamente después de la
i¿j 3 *^ r¿l 1 3 1•>4*w ^ i/ 1 \¿j ^3^ muerte. Hablando de una persona determinada, dice:
«El hombre no sabe le hemos creado de la esperma; &úpj ) (Já ) v«M
por lo tanto, se vuelve franco disputador. Habla huera-
mente respecto a Nos y olvida su propia creación. ¿Quién «Díjosele: entra en el Paraíso» (X X X V I, 26). Y dice
—dice—tiene poder para devolver al hombre la vida, de otro:
incluso cuando sus huesos están podridos y de él no
quede señal alguna?» Dice: «Les dará vida quien prime- ¡¿**>1*1 y • )p
ro les dió el ser. Él es hábil en toda clase y modo de
creación.» ¿No es capaz Él, que creó la tierra y el cielo, «Tenía en esta vida un justo un amigo infiel, y cuan-
de crear a vuestros semejantes? Sí, ciertamente, porque do murieron sus cuerpos, al justo, deseoso de conocer la
Él es Creador Sabio. Es tal su poder, que cuando quiere situación de su amigo, se le mostró que estaba en el
algo dice «sea», y la cosa nace. Gloria, pues, a Aquel centro del infierno» (X X X V I, 55). Por lo tanto, el pre-
cuyo imperio se extiende sobre todas las cosas, al cual mio y el castigo se otorgan inmediatamente después de
habéis de volver todos» (X X X V I, 77-83). Nos dice el la muerte. Van al infierno aquellos cuya morada ade-
Todopoderoso en estos versículos que para Él nada es cuada es el infierno; mientras que los que merecen el
imposible, porque si en el principio pudo crear al hom- paraíso, a él van. No obstante, el día de la resurrección
bre de una cosa insignificante, no se le puede conside- es el día de la manifestación de la máxima gloria de
rar privado de poder para darle vida nuevamente. Dios, que su sabiduría trascendente ordenó se manifes-
Antes de seguir adelante es preciso tratar aquí de tase al fin. Dios creó al hombre para que le reconociese
una objeción. Se objetará que al tener que transcurrir por Criador. Destruirá todo para que de todo se le reco-

130 131
nozca Vencedor, y finalmente a todos dará vida perfec­
ta, reuniéndoles para que le reconozcan por el Ser To­
dopoderoso.
El segundo punto importante referente a la vida fu­
tura descrito por el Santo Corán es el de que los hechos
espirituales de esta vida se representarán en la futura
por medio de corporeizaciones (sea barzaj o resurrec­
ción). Los siguientes son algunos de los versículos que
de este tema tratan:

Ij ^* j y1 ^0 (3 6 ^ ú“°
«El que aquí está ciego lo estará en adelante» (XVII,
72). Dicho de otro modo: se hará evidente la ceguera
espiritual de este mundo, y en el futuro se verá como
ceguera real.

U U j j á yjjxUu Lje &LwJL» ^ $jLa pjsm gJ) ^ » j l * » #3 ^

«Sujetadle firmemente; echadle cadenas al cuello;


arrojadle al infierno para que se queme, y luego me­
tedle dentro de una cadena cuya longitud es de setenta
codos» (L X IX , 32). Nótese que la tortura espiritual de
este mundo se ha representado en estos versículos como
castigo físico en el próximo. La cadena que se ha de
echar al cuello, por ejemplo, representa los deseos de
este mundo que tienen al hombre con la cabeza incli­
nada al suelo, tomando sus deseos la forma de una ca­
dena. De igual modo las complicaciones de este mundo
se verán en forma de cadenas en los pies. El odio de
este mundo claramente se verá asimismo en forma de
llamas de fuego ardiente. El malvado, en efecto, en este
mismo mundo lleva consigo un infierno de pasiones y

132
deseos terrenos inextinguibles, y siente el fuego de tal
infierno en los fracasos con que se topa. Cuando, por lo
tanto, sea arrojado lejos de sus deseos temporales y vea
ante sí una desesperación eterna, su odio y el triste
suspirar por sus queridos deseos adoptarán la forma de
fuego urente. Dice el Santo Corán:

-v; 1 * * 1 u itfV 3 f * ^ ^ 3
«Y entre ellos y lo que desean se interpondrá una
barrera, siendo el principio de su tortura» (X X X I, 54).

El secreto de la cadena de
setenta codos de longitud.

Idéntico secreto profundo revela la inserción en una


cadena de setenta codos de longitud. El fin de la vida,
por lo general, puede fijarse en los setenta años. Un
malvado vive en su perversidad hasta dicha edad. A ve­
ces llega incluso a gozar setenta años, excluidos los pe­
ríodos de niñez y decrepitud. Estos setenta años, durante
los cuales puede obrar con honradez, sabiduría y celo,
los derrocha únicamente en las complicaciones del mun­
do y en seguir sus pasiones sensuales propias. No intenta
librarse de la cadena de los deseos. Por lo tanto, en el
mundo futuro la cadena de los deseos en que por espa­
cio de setenta años complacióse, se volverá una cadena
de setenta codos de longitud — cada codo representa un
año — a la que el perverso estará amarrado. Recuérde­
se, pues, que la punición que al hombre abruma, él, por
sus propias manos, se la dispone, convirtiéndose sus ma­
las acciones en el origen de su tortura. En otro lugar se

133
expresa la ley en el Santo Corán con las palabras si­
guientes:
k-'-tU I ^3 ^ ó ^Jjí ) I j&ÜsJ f
«¡Oh, malvados! Idos a la sombra de las tres ramas
que no os defienden del calor ni valen de nada contra
las llamas del fuego» (L X X V II, 30-31).
Representan la bestialidad, la barbarie y la fatuidad,
que no corregidas conducen a las ofensas y a las malas
acciones las tres ramas de que aquí se habla. El día del
juicio se mostrarán las tres como ramas sin hojas, y,
por lo tanto, inútiles contra el calor.

La vida celestial y su progreso ilimitado.

Para declarar la misma ley dice Dios de los que están


en el Paraíso:
¿ í» (•* ) i_**-*¿ ° 13 3J 1 a ? r 3-
* * í t? 3

«En este día verás a los hombres y mujeres creyen­


tes brillando ante ellos en todo su esplendor, y en sus
diestras la luz que estaba oculta en esta vida» (LVII, 12).
Dice en otro versículo:
* >?• 3 J r “3 3 * 3 f yí
«En este día se volverán blancos algunos rostros, y
otros se volverán negros» (III, 105). Y además:
I * h* {¿f* ) W i ! W í* \¿) I iXc 3 1 ) i^A/«

tt/íí i La'U * J l*’ ) } ^ ; Wi) 3


t i ? * '* '* ; U i) 3

134
«Suponed un jardín con ríos de agua que no se co­
rrompen, y ríos de leche cuyo sabor no varía, y ríos de
vino que no embriagan, sino que placen a los que los
beben, y ríos de miel clarificada. Tal es la imagen del
paraíso que al justo se deparará» (XLV II, 15). Resulta
evidente en este versículo que el paraíso prometido es
sólo la imagen del océano ilimitado de todas las cosas.
Aparecerá patentemente en forma de río el agua de vida
que el justo bebe espiritualmente en este mundo; la
leche espiritual con que aquí espiritualmente se le nu­
tre igual que a un niño se evidenciará bajo la forma de
un río de leche; el vino espiritual del amor de Dios con
que en este mundo permanece en situación gozosa se
metamorfoseará en río que mana vino; la miel de la
dulzura de la fe que aquí prueba espiritualmente fluirá
en el paraíso en ríos tangibles. En dicho día se hará vi­
sible para todos en sus jardines y ríos la vida espiritual
de cada uno, manifestándose en tal día Dios mismo a los
justos en toda su gloria. En resumen, los estados espi­
rituales ya no permanecerán ocultos, sino que se mos­
trarán palpablemente.
El tercer punto importante descrito por el Santo Co­
rán en cuanto a la vida ultraterrena es que los progresos
que en este mundo se pueden hacer son infinitos. Dice
la Palabra de Dios:

^ ^ 3 c«í ¿ í ) c/íí ^ J P r*'* ) ji/4 í ü/J-


jJ iJ J ^jis: 1 UJ J»¿ I y U) yi lij | Uj j

«El Día del Juicio, los que en este mundo tienen la


luz de la fe tendrán dicha luz manando ante ellos y de
su diestra, y dirán continuamente: «Oh Señor, perfec­

135
ciona nuestra luz y tómanos bajo tu protección, porque
Tú tienes poder para todas las cosas» (LXV I, 8 ). Este
continuo deseo de perfección muestra claramente que
los progresos en el paraíso son interminables. Porque
cuando logren una excelencia no se detendrán allí, y,
buscando un estadio superior de excelencia, considera­
rán defectuoso el alcanzado y, por tanto, desearán el
logro de una excelencia superior. Cuando la hayan con­
seguido verán todavía otra excelencia más alta, y con­
tinuarán así rogando para lograr excelencias más y más
elevadas. Este deseo incesante de perfección muestra
que serán interminables en la consecución de exce­
lencias.
Resumiendo: seguirán progresando y no retrocede­
rán un paso ni de tales bendiciones se les privará. El
problema que puede surgir aquí es de la búsqueda de
a¿Ju* maghfirat después de entrar en el paraíso y obte­
ner el perdón de Dios, Tal problema se basa simplemente
en la ignorancia del significado real de a y jU maghfirat
e j lúO I istighfar. Maghfirat significa realmente supre­
sión de un estado defectuoso. Los justos continuarán ro­
gando a Dios para conseguir la perfección y la inmersión
total en la luz. Seguirán ascendiendo, considerando de­
fectuoso cada estadio comparado con otro superior al
cual aspiran; rogarán, pues, a Dios suprima el estadio
defectuoso para ser capaces de llegar al superior. Será,
por lo tanto, interminable este deseo de maghfirat o
supresión del estadio defectuoso, porque el progreso que
han de hacer también será interminable. En este ver­
sículo podemos ver claramente el significado verdadero
de la palabra istighfar e igualmente que el deseo de

136
istighfar es en verdad el orgullo del hombre, por ser lo
único que le conduce a las máximas excelencias que
puede poseer. No es hombre, sino gusano, el que nacido
de mujer no recurre constantemente al istighfar. Está
ciego, no ve, y su corazón es impuro.
Para resumir: imágenes y representaciones de la vida
espiritual propia del hombre son en este mundo el cielo
y el infierno, según el Santo Corán. No son mundos ma­
teriales nuevos que vengan de fuera. Es cierto que serán
visibles y palpables; llamadlos materiales si queréis,
mas sólo son personificaciones de los actos espirituales
de este mundo. No los llamamos materiales en el sen­
tido de que haya árboles plantados en los Campos Elí­
seos exactamente iguales a los que aquí se plantan;
de que haya azufre y sulfuro en el infierno, sino en el
sentido de que allí encontraremos las personificaciones
de los actos espirituales de esta vida. De acuerdo con
la creencia musulmana, cielos y tierra son reflejos de
las acciones que aquí abajo ejecutamos.

137
C U ESTIO N TERCERA

El fin de la vida humana en este mundo y los


medios para su consecución.
CUESTION TERCERA

El fin de la vida humana en este mun­


do y los medios para su consecución.

La tercera cuestión fijada por la Conferencia se re­


fiere a los fines de la vida humana en este mundo y los
medios por los que dichos fines pueden lograrse. Inne­
cesario es decir que, por sus opiniones superficiales o
su mezquindad, hombres diversos se han prefijado fines
distintos limitados por lo común a la satisfacción de los
deseos inferiores y de los placeres de este mundo. Sin
embargo, Dios Todopoderoso' ha expuesto en su Santa
Palabra un fin más elevado de la existencia humana.
Dice así el Santo Corán:

'i> 1 51 1 I mJhá. U

«Sólo para que me reconozcan y adoren he creado


al ginn y al hombre» (LI, 56).

141
El objeto verdadero de la vida hu­
mana es conocer y adorar a Dios y
someterse totalmente a su voluntad.

Según el Santo Corán, el objeto verdadero de la vida


humana es, pues, nada más el conocimiento y culto del
Dios verdadero y la sumisión total a su voluntad, de
modo que cualquier cosa que se diga o haga sea sólo
por su amor. Por lo menos una cosa está clara: que el
hombre no puede elegir en lo que a fijar el objeto de
su vida se refiere. No viene al mundo ni lo deja si lo
desea. Es una criatura a quien el Criador diera vida,
otorgándole facultades morales más elevadas y mejores
que las de otros animales, fijando también un objeto
a su existencia. Compréndalo o no el hombre o retén­
ganle cien motivos diferentes; pero es la verdad que el
gran fin de la vida humana consiste en conocer y adorar
a Dios y vivir para Él. Dice Dios Todopoderoso en el
Santo Corán:
r « - H) ja * ó.) I ^ I Y además:
i i«¿u ^ tu i jü j j ^ i ¡¿y«
«En verdad es el Islam la religión que facilita el
verdadero conocimiento de Dios y lleva por el mejor
camino para adorarle» (III, 18).
«El Islam responde y provee las necesidades de la
naturaleza humana. Dios creó al hombre según el mo­
delo del Islam : quiso que el hombre dedicase sus poten­
cias al amor, obediencia y culto de Dios. Por esta razón
le otorgó el Todopoderoso las potencias que el Islam
proporciona» (III, 30).

142
Aquí no podemos comentar minuciosamente estos
versículos. Ya se dice algo al contestar a la tercera
parte de la primera cuestión con este punto relacionada.
Añadamos aquí algunas observaciones acerca de la ma­
ravillosa aptitud de las potencias humanas para el Islam.
Las dotes internas y externas de la naturaleza humana
nos dan claramente a entender que el objeto máximo
de su creación es el amor y culto de Dios, La felicidad
auténtica que suele admitirse sea la meta de la vida no
se alcanza mediante los estudios diversos que siguen
los hombres, sino sólo mediante Dios. Toda la felicidad
de este mundo no puede proporcionar alivio a la pena
lacerante de los últimos momentos del hombre sobre
la tierra. No tienen alegría interior el millonario más
acaudalado, el más empingorotado funcionario, el más
afortunado mercader, el rey más grande o el filósofo más
sabio, dejando este mundo víctimas de agudo tormento.
Su corazón les echa en cara su abismamiento en los
asuntos terrenales y su conciencia les considera culpa­
bles de emplear el engaño y los medios injustos para
triunfar en los negocios mundanos.
Consideremos la cuestión desde otro punto de vista.
En el caso de los animales inferiores vemos que sus
potencias están dispuestas para imposibilitarles servir
a objetivo más elevado que no sea uno específico y que
no pueden pasar más allá de un cierto límite. Nos lleva
esto a la conclusión de que el límite más elevado que
las potencias de un determinado animal pueden conse­
guir es también el fin más elevado de su creación. Por
ejemplo, un buey puede emplearse para arar la tierra
o sacar agua o acarrear; pero con sus facultades pre-

143
sentes no puede servir a un fin más noble. Este es, pues,
también el objeto^ de su existencia. Midiendo al hombre
por el mismo rasero hallamos que de todas las faculta­
des que la naturaleza le otorgara es. la más noble la que
le despierta a la búsqueda de Dios, animándole a la
noble aspiración de abismarse en su amor sometiéndose
totalmente a su voluntad. A su mismo nivel se hallan
los animales inferiores en lo que a las exigencias de su
naturaleza corporal atañe. En cuanto a habilidad, algu­
nos animales muestran más destreza que el hombre. La
abeja misma produce miel del polen de las flores con
maña tan exquisita que el hombre, con todo su talento,
fracasó siempre en mostrar algo semejante. Por lo tanto,
no consiste en estas materias, sino en algo distinto, la
perfección del hombre. Consiste en la bondad de su espi­
ritualidad, en su unión en Dios. El verdadero objeto de
su vida en este mundo es, por ende, que la ventana de
su corazón se abra a Dios.

Ocho medios para lograr la verdadera fina­


lidad de la vida humana en este mundo.

Ahora nos hallamos en condiciones de responder a la


segunda parte de la cuestión: ¿Cómo se puede lograr
esta finalidad?
El primer medio para alcanzar dicha finalidad es que
el hombre vaya por el camino recto en cuanto al reco­
nocimiento de Dios y tenga fe en el Dios vivo y real.
Nunca alcanzará la meta el hombre que da el primer
paso en dirección errónea y considera su deidad alguna

144
piedra, criatura o elemento de la naturaleza. A los que
le buscan ayuda el Dios verdadero, mas una deidad
muerta no puede amparar a sus muertos adoradores.
Dios Todopoderoso lo ha ejemplificado muy bien en una
parábola:
2¿ j ó ^4 j jj£
C/Í ¿ I >b: Ü L y i.) fij y» U } rli ¿ H d , u j I urn |
J J)
«Sólo cuando es al Dios verdadero va bien encami­
nada la oración. Él tiene poder para todo, mas las deida­
des a quien la gente adora aparte de Él en modo algu­
no le contestan. Es similar su caso al de quien extiende
sus manos hacia el agua y ruega llegue a su boca. ¿Le
llegará a ella? De ningún modo. Los que ignoran al
Dios vivo y real ruegan vanamente a las divinidades
mentidas; equivocadas están sus oraciones» (X III, 15).
El segundo medio para lograr el fin real de la vida
consiste en estar en autos de la hermosura perfecta que
posee el Ser Divino. La hermosura atrae naturalmente
al corazón y al amor le incita. La hermosura de Dios
consiste en su unicidad, su majestad, su grandeza y sus
demás atributos sublimes. Llama la atención sobre este
punto el Santo Corán en el muy conocido versículo:
I Jy íí rI |») j liJ yi pjJ IJ.1JJ ) jJJ I jA (Jj
«Dios es sólo en su persona, atributos y gloria y no
tiene compañero; todo necesita de su apoyo; cada uno
de los átomos le debe la existencia; nadie le favorece,
sino que Él favorece a todos. No es Hijo ni Padre, pues
no existe nadie de su especie» (CXII).

145
10

........Wiéji||l||i||i|pi!i 'MUIÍPIlllillllllf ..
Abunda el Santo Corán en versículos que declaran
la omnipotencia, majestad y gloria de Dios. Presenta un
Dios que con su hermosura y majestad atrae al corazón,
y rechaza los dioses muertos, débiles, crueles e impo­
tentes de las religiones falsas.
Consiste el tercer medio de alcanzar dicho objetivo
en comprobar la gran bondad de Dios. Los únicos incen­
tivos del amor son la belleza y la bondad. Los atributos
de Dios a la bondad concernientes se describen en la
Fateha. La sura dice así:
fi J jt yl ^ ) uj j |JJ /

«Sean para Dios todas las alabanzas, el Creador, el


Nutridor y el Sustentador de todos los mundos; ilimi­
tadas son su clemencia y bondad; Él es el Señor del
Día del Juicio».
Está claro que la Bondad Divina no sería perfecta
a menos que primeramente diese vida a algo salido de
la nada, sustentándolo luego en todas las circunstancias
y apoyándolo Él mismo en su debilidad. Sus mercedes
de todas clases también serían creadas para sus criatu­
ras, no habiéndolas limitado su bondad. Una y otra vez
llama la atención el Santo Corán acerca de esta bondad
perfecta. Dice así en un sitio:
DrlJ ) ¿*.*1 I n yj I 2
«Si intentáis contar las bendiciones y favores de Dios
no seréis capaces nunca de comprenderlos» (XIV, 37).
La oración es el cuarto medio para el fin deseado.
Dice el Santo Corán:

146
¡¿I jX j )

«Invocadme y c o n t e s ta r é a vuestras oraciones»


(XL, 62).
Con frecuencia se ha hecho hincapié sobre este punto
en el Santo Corán, porque sólo con ayuda de Dios puede
el hombre llegar a Él.
El quinto es '¿ -n¡>Lsw majahecLa: buscar a Dios gastan­
do los propios bienes, ejercitando todo nuestro poder,
sacrificando nuestra vida y usando de nuestra sabiduría
por amor de Dios. Dice el Santo Corán:

)3 I y* 6 )^

Además:

sj j«* ^ j ) u** 3
Y luego:
tlip» ¿.«¿I Uw ) 3 13

«Haced cuanto podáis para seguir a Dios, sea con


vuestros bienes o con vuestras personas, con todas vues­
tras potencias y facultades» (IX, 41).
«Sólo triunfan los que gastan en seguir a Dios cuan­
to les hemos dado: sabiduría, conocimiento', inteligen­
cia, habilidad, etc.» (II, 2).
«Ciertamente guiaremos por nuestros senderos a los
que por Nos hicieran tod a c la s e de e s fu e r z o s »
(X X X IX , 69).
Es la perseverancia el sexto medio por el que uno
puede alcanzar con seguridad el objetivo. El decir, será

147
infatigable e incansable en el camino por que va, no
apartándole de él las pruebas más duras. Como dice Dios
Todopoderoso:
¡ í | S il UD J (J j ü 3 ] y * lü * » ) i b j j yJ U ¿ 1) yj I
ysj ^ 3 iXc yj j j i í J ) b J j j&J) ¡ ) j! ‘ysv $ j ) j*
6. S | y Ui J & I ^ 3^1 I , ¿3 bfJ J

«Sobre los que dicen «Alá es nuestro Dios, el Dios


verdadero», y renuncian a las divinidades falsas, mos­
trando perseverancia, es decir, permanecen fieles y cons­
tantes bajo pruebas y sufrimientos diversos, descienden
los ángeles y dicen: «No temáis ni os aflijáis; alegraos
y sed felices: os habéis convertido en herederos de la
gloria que se os prometió. Somos vuestros guardianes
en esta vida y en la otra» (X LI, 30).
Se nos informa en estos versículos de que motiva el
agrado de Dios la perseverancia en la fe. Verdad es que,
como dice el proverbio, «la perseverancia es más que
un milagro». Surge el estadio supremo de la perseve­
rancia cuando las adversidades cercan al hombre; cuan­
do por seguir a Dios se le amenaza con la pérdida de la
vida, bienes y honor, abandonándole cuanto le consuela
y conforta, tanto, que incluso Dios le pone a prueba, ce­
rrándole durante algún tiempo la puerta de los sueños,
visiones y revelaciones reconfortantes. Ha de mostrarse
perseverancia cuando el hombre está rodeado por visio­
nes temibles y se extingue el último destello de espe­
ranza. En tales enfermedades y sufrimientos ha de mos­
trar firmeza el hombre; no desviarse de la lín ea; man­
tenerse en pie a través de agua y fuego; estar dispuesto
a sufrir cualquier desgracia; no esperar ayuda ni so­

148
corro, ni siquiera buscar buenas nuevas de Dios, y, pese
a todo su desamparo y carencia de elementos confortan^
tes, mantenerse firme, sometiéndose él mismo—a flote
con el agua al cuello—a la voluntad divina, sin retor­
cerse las manos ni golpearse el pecho. Tal. es la verda­
dera perseverancia que revela la faz gloriosa de Dios.
Esta es la noble cualidad que todavía exhalan las ceni­
zas de los apóstoles, los justos y los fieles. Aludiendo a
ello, ordena Dios Todopoderoso rogarle con las siguien­
tes palabras:
(•«>1* ¿ 1. J lo )j¿> f ü i *.JL I lo 1 ^ 1 u 04 I
« ¡ Oh Dios! Guíanos por el camino de la perseveran­
cia, yendo por el cual atraigamos sobre nosotros tus fa­
vores, tus bendiciones y tu agrado.»
Y también:
^**1—" I j t * LA* I Ib ¡
«¡Oh Señor! Danos en esta aflicción alegría interior
para que tengamos paciencia y ordena muramos en el
Islam, es decir, resignándonos completamente a la vo­
luntad de Dios» (VII, 123).
Téngase en cuenta que en las aflicciones y pruebas
hace Dios descienda una luz sobre los corazones de sus
fieles siervos, fortalecidos con la cual reciben con calma
y tranquilidad las aflicciones, y merced a la dulzura de
su fe besan las cadenas a que están amarrados por ir
por el camino de Dios. No pelean con su Señor los sier­
vos justos de Dios cuando se hallan en pruebas y sufri­
mientos duros y ven cara a cara la muerte, para que les
libre de ella. Saben que pedir a Dios aparte de su lado

149
el cáliz de su destino cruel, es oponerse a su voluntad,
lo que no está de acuerdo con su sumisión total a ella.
El verdadero amante no retrocede, sino que da un paso
adelante cuando ve las enfermedades y las adversidades,
y, considerando insignificante su propia vida, se somete
voluntariamente a la voluntad de los cielos, disponién­
dose para lo peor. De tales gentes dice Dios Todopo­
deroso :
i—> r lL r U. ) o i < ¿ j* > [¿j* kJ" c/* 5
*>Uíd b
«El verdadero amante de Dios sacrifica por Él su pro­
pia vida y recibe su agrado en recompensa: tales son
las gentes con las que Dios es clemente sobremanera»
(II, 203).
Esta es, en resumen, la esencia de la constancia que
lleva a Dios.
El séptimo medio de alcanzar el objetivo es la com­
pañía de los justos y la imitación de sus modelos per­
fectos. Es en realidad una necesidad de las más grandes
la aparición de los profetas. El hombre se inclina natu­
ralmente a imitar un modelo y siente dicha necesidad.
Infunde vida al hombre, vigorizándole para actuar según
los principios de la integridad, un modelo perfecto, mien­
tras que el que no imita un modelo perfecto pierde
gradualmente el anhelo de hacer el bien y cae final­
mente en el error. Respecto a ello dice el Santo Corán:
l) | I y} y í

Y además:

150
«Permaneced en la sociedad de los justos» (IX, 119).
«Id por el sendero de aquellos a quienes antes de vos­
otros bendijese Dios.»
El medio octavo es simplemente sueños, visiones y
revelaciones divinas. Por ser secreta, misteriosa y eri­
zada de dificultades y peligros la vía que a Dios con­
duce, el viajero espiritual se aparta del camino recto
O' desespera de llegar a la meta. Por lo tanto, la gracia
de Dios continúa estimulándole y fortaleciéndole con
visiones y revelaciones en su viaje espiritual; le con­
suela en horas de angustia y le anima con un deseo aún
más celoso de proseguir anhelante su jornada. Es tal la
Ley Divina para los viajeros de su camino, que con su
palabra sigue animando sus corazones en todo momento;
revelándoles con ellos está. Confortados así, reanudan
vigorosamente su jornada. Dice Él de este modo en el
Santo Corán:
k's J &I J^ ^

«Albricias para ellos en este mundo y en el próximo»


(X, 64). Otros numerosos medios ha descrito el Santo
Corán que nos auxilian en el logro del objeto de la vida,
pero no los podemos describir aquí por falta de espacio.

151
CUESTION CUARTA

El efecto de las ordenanzas prácticas de la ley


en esta vida y en la otra.
CUESTION CUARTA

El efecto de las ordenanzas prácticas


de la ley en esta vida y en la otra.

La cuarta cuestión, que consideraré brevemente, es


cómo obra prácticamente en el corazón del hombre la
ley real y perfecta por Dios revelada. Ya se contestó
parcialmente esta cuestión al tratar de la primera.

La ley divina perfecta hace perfecto al hombre.

Una Ley Divina perfecta permite al hombre elevarse


desde las simas más profundas de la ignorancia hasta
las más señeras cimas de la luz y la sabiduría. Hace
hombre al salvaje, ser altamente moral a aquél, y, a la
postre, transforma su moralidad en espiritualidad y re­
ligiosidad.

Los atributos del hombre perfecto.

Los preceptos de la Ley, además, producen el efecto


de regular las relaciones del hombre con sus congéne­
res, aumentando su simpatía por ellos. Con su ayuda

155
empieza gradualmente a conocer sus derechos, aplican­
do en el momento oportuno sus atributos de justicia,
bondad y simpatía en sus tratos con ellos. De acuerdo
con sus méritos, da voluntariamente a cada uno parte
de su ciencia, bienes, comodidades y otros beneficios que
Dios le otorgara. Igual que el sol derrama su luz por
todas partes, e igual que la luna transmite a los demás
la luz que toma de la fuente grande y originaria de la
luz. Brilla como el día, mostrando los caminos de la
verdad y la virtud, y, además, lo mismo que la noche,
cubre con un velo las faltas y delitos ajenos al fatigado
y al triste. Igual que los cielos toma bajo su protección
a todo afligido-; fertiliza con lluvia saludable la tierra
inane, e, igual que la tierra, se resigna con toda modes­
tia y humildad a ser hollada por los pies ajenos, para
probarles, proporcionándoles frutos espirituales diver­
sos. La consecuencia de caminar obedeciendo- las orde­
nanzas de una ley perfecta es, pues, capacitar al hom­
bre para realizar sus deberes para con el prójimo de un
modo digno y apreciable. Se resigna totalmente a la
voluntad de Dios y se ocupa absolutamente en servir
a la humanidad. Tal es la transformación que en esta
vida se opera en el hombre obedeciendo la Ley. En la
vida futura la unión espiritual en Dios hallará en la
contemplación divina una manifestación más clara. Los
servicios a las criaturas de Dios, que sólo por su amor
se hicieron, cuyo único incentivo es la fe y el deseo de
buenas acciones, se simbolizarán en los árboles y los
ríos del paraíso. Dios Todopoderoso dice en el Santo
Corán (XC I):

156
^>3 J —Ia ! ó |j L*A) )^ ~ íu ) ó ) j*ÍLJ J ^—lA lr,r..A^ ^
lo j . _ t^.-^Jo U j 3 J ym-*j£> Ua (.y* ^ } l » wj |0 j
ua Iá >«Jkí g ™ %j ^ ia £,L» ) &3—IA J j&J !j lAj tí—ÍA J j »>
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---ló tl.XC I_9 láq ÜJ_U I j —í ¿J ^f) J
«Por el sol y su brillo, por la luna cuando va tras
él (es decir, toma la luz del sol y después igual que el
sol la transm ite); por el día, cuando muestra el esplen­
dor del sol e indica los caminos ; por la noche, cuando
todo lo oscurece y oculta con un velo de tinieblas; por
el cielo y la causa final de su creación; por la tierra
y la causa final de su dilatación; por el alma y su bon­
dad, que la hace medida de dichas cosas — es decir, todas
las bondades que existen separadamente en cada una de
dichas cosas las posee combinada y totalmente el alma
del hombre perfecto, y, por estar ocupadas por separado
en servir a la humanidad, sólo el hombre perfecto rea­
liza todo este servicio— ■, sálvase de la muerte el que
de este modo ha purificado su alma».
Es decir, el que, totalmente sometido a la voluntad
de Dios, se ocupa en servir al hombre, como el sol, la
luna, etc. Alude a la vida eterna que se otorgará en el
tiempo venidero al hombre perfecto la promesa de ser
salvado de la muerte, lo cual muestra que un método
de vida virtuoso, obediente a los mandamientos de la
ley, lleva en el futuro a la vida eterna, para lo cual la
contemplación de Dios nos servirá de sustento. La sura
prosigue:

157
«Arruinado está y debe desesperar de la vida el que
corrompiese su alm a; debe marcharse de este mundo
por haber llevado vida impura y no haber alcanzado las
bondades para las que se le concedieren potencias».
Y añade a modo de ejemplo:
«El destino de tal desdichado será el mismo de
Samud, que desjarretó el camello que se llamaba «Ca­
mello de Dios», no permitiéndole beber en su fuente».
Real y verdaderamente hiere al camello de Dios y le
priva del agua de su fuente el malvado' que no purifica
su alma. Alude esto al hecho de que el espíritu del hom­
bre es el camello divino sobre el que cabalga: el cora­
zón humano es el trono de la manifestación de las glo­
rias de Dios, y el amor y conocimiento de Dios es el
manantial vivo de este camello'. En cuanto a las conse­
cuencias de la exclusión de Samud, se nos dice que
«cuando hirieron al camello y le impidieron beber fue­
ron destrozados, y Dios ni siquiera se ocupó de sus
pequeños y sus viudas». Este es el sino de todo aquel
que hiere el camello del espíritu, no se ocupa de su per­
fección y le niega el agua de vida: también él será
destruido.

El secreto de los juramentos divinos.

El jurar Dios por sus criaturas es un método adop­


tado por el Santo Corán, con el que demasiado a me­
nudo tropezaron los antagonistas del Islam, si bien sus
objeciones se basan simplemente en la ignorancia. Los
juramentos del Santo Corán llevan en sí secretos de na­
turaleza profundísima que han tomado por defectos sus
críticos hostiles, incapaces de comprender por carencia
de vivida sabiduría divina. A fin de entender abso­
lutamente este asunto hemos de considerar el signifi­
cado y objeto del jurar. En los asuntos corrientes o en
las actas legales, cuando alguien toma juramento su
objeto es simplemente suplir la deficiencia del testimo­
nio insuficiente. Llama, en efecto, a Dios a testimoniar
cuando en verdad no hay otro testigo del caso, porque
Dios es el conocedor de todos los secretos y el mejor
testigo en todos los casos. Es por su acción, por el modo
en que intenta testifique Dios, o sea que la veracidad de
su afirmación la confirmará el que Dios no le castigue
luego de jurar para mostrar el desagrado que sigue a
todo juramento falso. Por esta razón, además, se prohí­
be al hombre jurar por el nombre de una criatura, ya
que ésta carece de poder para conocer los secretos de los
hombres, castigándoles si en falso juran. Debe, pues, dife­
renciarse de los juramentos de los mortales el objeto y
significado de los juramentos de Dios. Revelan las leyes
divinas la doble naturaleza de las obras de Dios: obvia
y deductiva. Las primeras se comprenden fácilm ente;
respecto a ellas muy poca o ninguna diferencia existe.
En lo que a las segundas concierne, sin embargo, hay
posibilidad de yerro y grandes diferencias de opinión.
En la primera forma de juramentos ha llamado la aten­
ción Dios Todopoderoso sobre lo que de lo obvio se ha
de inferir. Al tomar los juramentos mencionados en los
versículos precitados vemos que el sol y la luna, el día
y la noche, los cielos y la tierra pertenecen a la primera
clase; sus propiedades, según en dichos versículos se

159
citan, todos las conocen. Mas no son obvias las mismas
propiedades tal y como se hallan en el espíritu del
hombre. Para llevar a la deducción de la existencia de
tales propiedades en el espíritu del hombre el Todopo-
roso invocó, pues, a sus obras por testigos. Se han de des­
arrollar, por tanto, en una cadena de razonamientos los
juramentos breves. Las ocultas excelencias del espíritu
humano se deducen de la acción notoria del sol, la luna,
etcétera. No es el hombre más que un microcosmos en
cuyo espíritu se representa también en pequeña escala
todo lo existente en el mundo externo. Al crear al hom­
bre, Dios, por decirlo así, ha encerrado en una cáscara
de nuez las diversas fuerzas que en el mundo' existen.
Ahora bien: es evidente que los grandes cuerpos del
universo tienen propiedades y fuerzas específicas que
emplean en servicio de las criaturas de Dios. Por tanto,
afirmar que al hombre, que está por cima y es más
grande que todos ellos, háyasele privado de favorecer,
al igual de ellos, a la creación es contrario a la razón.
Posee luz como el sol, la luz de la sabiduría y de la inte­
ligencia, con que se puede iluminar todo el mundo.
Como la luna toma la luz de lo más alto — el manantial
generador de la luz, la luz de la videncia, la inspiración
y la revelación —, que transmite a cuantos aún se hallan
en tinieblas y no han alcanzado la perfección de la hu­
manidad. ¿Qué es, pues, sino ignorancia supina afirmar
es falsedad el don de profecía y que un mensaje de lo
alto, la Ley Divina y las Sagradas Escrituras, no son más
que imposturas para la consecución de fines particula­
res? Considerad nuevamente cómo la luz del día eviden­
cia todos los caminos, revelando sus altibajos. E l hom­

160
bre perfecto es el día de la luz espiritual. Su aparición
hace visibles los distintos caminos y distingue lo bueno
de lo malo por ser el día esplendente de la verdad y la
virtud. De igual modo observamos cómo la noche pro­
porciona descanso al cansado y al triste. El labrador
abrumado de la mañana da la bienvenida a la noche y
va a descansar, libre de las fatigas del día. Además, la
noche tiende un cendal sobre las faltas, evitando así a
la persona su exposición desgraciada. De igual modo el
hombre perfecto viene para que repose el mundo y para
aliviar en sus aflicciones a los hombres. Derrama bálsamo
en el alma de los sabios con sus revelaciones e inspira­
ciones de la Fuente de la Sabiduría y la Inteligencia.
Grandes verdades que los sabios con el solo sudor de
su frente no pudieran descubrir se patentizan fácilmen­
te gracias a la mediación del Inspirado. La revelación,
además, ayuda a la razón y esconde sus faltas porque
oculta al mundo sus fracasos. Se reforma por sí mismo
el sabio corrigiendo sus yerros guiado e iluminado por
la revelación, y de este modo, con su ayuda, se salva del
escándalo público. Por esta razón Platón, un filósofo
griego, se comprometió a hacer una ofrenda a un ídolo,
mientras que de ningún filósofo musulmán se recuerda
un acto semejante, ya que para guía de su razón dispo­
nía el último de la revelación perfecta del Santo Pro­
feta (p. b. D.). Se patentiza en ello por qué ha llamado
la atención Dios en forma de juramento sobre el manto
de la noche.
Es evidente, además, que los siervos perfectos de Dios
toman bajo su amparo, lo mismo que los cielos, a toda

161
11
persona fatigada o dolorida. Los profetas de Dios bene­
fician especialmente al mundo con su abundancia de
bendiciones y favores, igual que con los chubascos hacen
los cielos. Poseen asimismo las propiedades de la tie­
rra; abundamente brotan varias clases de árboles de
ciencia y verdad de sus almas purificadas, y con su am­
paro las flores y frutos bendicen el mundo. Así atesti­
guan las leyes ocultas las leyes que en el libro abierto
de la naturaleza leemos. Su testimonio se describió en
forma de juramento en los precitados versículos. ¡Qué
excelente es la sabiduría mostrada por la Palabra de
Dios! Y esta palabra procede de la boca de un hijo no
alfabeto del desierto. De no haber sido la sabia Palabra
de Dios, los cultos y los sabios no habrían llegado al lí­
mite de su inteligencia, y fracasando a la postre en el
comprobar con su razón imperfecta su sentido verda­
dero, pusieron reparos a los pasajes en que hay ocultos
tesoros de sabiduría. Por ello vemos que cuando la sabi­
duría terrena falla en el descubrimiento del significado
verdadero de un punto que posteriormente se demues­
tra pleno de sentido, ello solo testifica sólidamente el
origen sobrehumano de las palabras. Tal fué el caso en
lo atañente a los juramentos del Santo Corán, que se
consideran puntos flacos y vulnerables. Ahora, sin em­
bargo, descifrado el misterio y esclarecida su verdade­
ra significación, todas las personas inteligentes hallan
placer en reflexionar sobre este punto.
También en otro lugar recurrió el Santo Corán a la
forma de un juramento al describir la necesidad y ver­
dad de la revelación, invocando las leyes de la Natura­
leza. Dice así:

162
i)«** J j i ) f j ) ^ i W)) ) ¿ j J ) 3 £?• jJ ) o ) ¿ >U»»J

«Juro por los cielos que envían la lluvia y por la tie­


rra a la que abre su seno para producir vegetales, que
este Corán es la Palabra de Dios y su revelación, que
discierne entre la verdad y la falsía y que no es vano ni
frívolo» (L X X X V I, 11). Es decir: no es no pedido ni
innecesario, sino venido a tiempo, como la lluvia opor­
tuna. Llama aquí el Todopoderoso la atención sobre su
ley manifiesta en la forma de un juramento para testi­
monio de la verdad de la revelación del Santo Corán.
Vemos claramente en las leyes de la Naturaleza que la
lluvia cae del cielo en el momento preciso. La verdura
y la vegetación de la tierra dependen de la lluvia del
cielo, secándose gradualmente el agua de las capas supe­
riores de la tierra si aquélla cesa durante algún tiempo.
Vemos así existe interdependencia entre las aguas ce­
lestiales y terrestres. Así como con el cese del agua ce­
leste el agua terrestre comienza a secarse, así también
acontece con la razón humana, que sin la revelación
celeste pierde su pureza y vigor. Por lo tanto, cuando
transcurre un largo período de tiempo sin presenciar la
aparición de un inspirado de Dios, no es sino natural
que la razón — como el agua terrestre — se vuelva no­
civa e impura.
Echemos una ojeada a los tiempos preislámicos para
ilustración de este principio. Por doquier imperaba la
ignorancia antes del advenimiento del Santo Profeta
(p. b. D.). Habían transcurrido unos seiscientos años

163
desde la aparición de Jesucristo, no habiendo surgido en
este largo intervalo ningún gran Magnetizador e Inspi­
rado. Testimoniaba el mundo entero el abandono de la
pureza y la virtud, predominando por lo común ideas
corruptas. Esto no se debía más que a la discontinuidad
de la revelación durante tan largo tiempo. La razón y no
la revelación gobernaban el reino celestial, descarrián­
dose las gentes debido a su corrupción e imperfección.
Secóse el agua terrestre de la razón humana porque du­
rante tan largo tiempo no había caído sobre la tierra el
agua de la inspiración.

Efecto en el pueblo de la aparición so­


bre la tierra de un Inspirado por el cielo.

Hay un secreto ínsito en los juramentos del Santo


Corán. Llama Dios la atención de los hombres sobre su
ley patente de que el producir la tierra vegetales y ver­
dor depende de la lluvia celestial. Esta ley evidente des­
pliega la ley secreta respecto a la revelación. No se con­
fíe en la sola razón, porque su existencia propia está
expuesta a extinguirse si la revelación no le proporciona
alimento. A todos se extiende su benevolencia durante
el tiempo en que el Inspirado de Dios vive sobre la tie­
rra, iluminándose y agudizándose por lo común notoria­
mente la razón humana. Dase la búsqueda general de
la verdad y se observa animación y actividad de todas
las potencias dormidas. Resultado de la bendita apari­
ción de quien es vaso de la revelación es dicho desarrollo

164
de la razón y el celo del corazón. Cuando, por lo tanto,
veáis existe una búsqueda general de la verdad y que
cada cual se yergue en busca de la religión, estad segu­
ros de que se ha derramado sobre la tierra el agua ce­
leste y de que la Revelación Divina ha iluminado algún
corazón fiel.

165
CUESTION QUINTA

Las fuentes del conocimiento y la Sabiduría


divinos.
CUESTION QUINTA

Las fuentes del conocimien­


to y la Sabiduría divinos.

Considerando el tiempo limitado que en esta reunión


se me concediera y la amplitud con que trátase dicho
tema en el Santo Corán, seré todo lo breve posible.
Ha descrito el Santo Corán tres grados de conoci­
miento, ya mostrados al comentar la Sura Takázur, a
saber: I ^Ic 3 <jXJ I y 1 (
3 -=-
De ellos, el I J e es el conocimiento de algo
conseguido deductivamente, tal y como de la presencia
del humo en un lugar presuponemos la existencia del
fuego sin contemplar el fuego mismo. Pero si vemos el
fuego propio, nuestro conocimiento de su existencia es
una certidumbre de segundo grado, a saber: I
Nuestro conocimiento de algo que comprobamos con los
ojos se mejora, no obstante, aún más haciéndolo objeto
de nuestra experiencia personal: poniendo, por ejemplo,
la mano en el fuego, en el caso anterior. Llegamos en­
tonces al grado sumo de certidumbre, que en lenguaje
del Santo Corán es (jX J I
Ya se ha citado y comentado la sura que describe
estos tres grados de conocimiento.

169
Consecuencias de la negligen­
cia en el conocim ien to religioso.

Las fuentes que generan el conocimiento categórico


son la razón y el conocimiento. Acerca de los que ten­
drán el báratro por morada, dice el Santo Corán:
«J ) l_J Isa.« ) U Jlüsj j ) £ L í ji j 15

«Y dirán: No estaríamos entre los moradores del in­


fierno de haber simplemente escuchado los discursos de
los sabios o de haber sido sabios nosotros mismos, pro­
bando con la razón la religión y la fe» (LXV II, 10).
Idéntico significado se expresa en otro versículo del
Santo Corán con las palabras:
1$«*» j 3 I L»¿J fJJ ( c_r.iL S
«Dios no obliga a ningún alma a aceptar lo que se
halla más allá de su capacidad» (II, 288). El Todopode­
roso, en este versículo, nos da claramente a entender
que las doctrinas y el credo a que invita a las gentes me­
diante sus Enviados caben dentro de la capacidad del
entendimiento y sabiduría humanos; que no les obliga
a soportar una carga superior a sus fuerzas. Indica
también el antedicho versículo el hecho de que me­
diante información fidedigna puede lograr una persona
el conocimiento categórico. Por ejemplo: no hemos visto
Londres; pero, sin embargo, estamos seguros de la exis­
tencia de una ciudad de tal nombre porque no podemos
desmentir a los que la han visto. O aunque no vivimos
en los tiempos de Aurangazeb ni jamás le vimos, no
ofrece ni sombra de duda el que Aurangazeb fué uno
de los emperadores mogoles que reinaron en la India.

170
Oyendo, cuando no se interrumpe la cadena de testimo­
nios, podemos llegar de tal modo a una conclusión de­
terminada respecto a la realidad de un hecho, a la exis­
tencia de una cosa. Es fuente de sabiduría la inspira­
ción de los profetas si no hubo interrupción en su trans­
misión, no siendo de naturaleza imperfecta el medio por
el que se nos legó. Pero si hay cincuenta o setenta ver­
siones distintas de un solo relato, contradictorias entre
sí y pretendiendo estar basados en la tradición los do­
cumentos que los contienen, la simple admisión por una
secta de alguno de dichos documentos por de origen di­
vino y la condenación de los demás por apócrifos y ama­
ñados, de no basarse en la investigación crítica, no con­
duce a un conocimiento seguro de la verdad de los
hechos que en ellos se narran. Es totalmente increíble
una serie de relatos tales, mutuamente contradictorios.
Para condenarlos, no necesitamos más pruebas. Ni pue­
den ser fuente de sabiduría, faltos de consistencia — la
gran prueba de la verdad de un hecho—, porque al ser
dudosos de por sí no pueden llevar a ninguna conclusión.
Téngase en cuenta respecto a estas observaciones que
la verdad del Santo Corán no depende solamente de su
transmisión ininterrumpida y de su autenticidad, pues
proviene de la línea argumentadora. No nos obliga a
aceptar sus doctrinas, principios y mandamientos, sim­
plemente por la autoridad de la revelación, sino que
invoca la razón del hombre, autorizando lo que inculca.
A tal hecho alude el Santo Corán cuando dice que los
principios que imbuye están grabados en la naturaleza
humana, como dice en el versículo

171
o sea, «que este libro bendito no predica doctrinas
extrañas y nuevas, sino que es una recopilación de lo
que está grabado en la naturaleza del hombre y en las
leyes de Natura» (X X I, 51). Dice también así:

«No hay coacción en esta fe — la fe del Islam» —


(II, 257). Es decir, no obliga al hombre a aceptar sus
doctrinas, sino que le ofrece razones para su aceptación.
Además, tiene el Santo Corán la propiedad espiritual de
iluminar el corazón, según dice:
JJ U t U¿
«El Santo Corán es el remedio de todas las dolencias
espirituales» (X, 58). No es, pues, el Santo Corán un
libro cuya fuerza dimane de ser un documento antiguo
que se nos legara por un medio de transmisión seguro,
sino que su fuerza real reside en los argumentos robus­
tos que expone y la clara luz que vierte.
De igual modo, los argumentos intelectuales, que tie­
nen base firme, llevan al hombre al conocimiento categó­
rico. A ello alude el Santo Corán en los versículos si­
guientes:

j I¡ I Ij J ® )3 •—1)) I f

«JÜ á U U>; 0 ) 3 L-.J ^lá. ^ 3 jiÁl¿ 3

. ID ) <_,< J áx U£i Lup* Jilo b Jóu*

«Cuando los hombres sabios e inteligentes reflexio­


nan sobre la creación de la tierra y los cuerpos celestes,
y consideran a fondo la causa que produce los cambios
del día y la noche, hallan en ellos argumentos patentes

172
de la existencia de Dios. Buscan la ayuda de Dios para
adquirir entendimiento y sabiduría más diáfanos, y en
todas las posturas le recuerdan: de pie, sentados o recli­
nados. Ello ilumina lo más posible su entendimiento,
de modo que cuando reflexionan sobre la creación per­
fecta de los cielos y tierra llegan a la conclusión cierta
de que no es en vano, sino que revela el rostro esplen­
dente de su Creador, el orden perfecto y el plan sapien­
tísimo perceptible en todos estos orbes gloriosos. De este
modo, llegados al conocimiento del Creador, entonan
himnos en su alabanza diciendo: «¡Oh, Señor nuestro!
Gloria a Ti, y lejos de Ti el que alguno niegue tu exis­
tencia o te achaque atributos indignos. Sálvanos del fue­
go del infierno, porque tu negativa es un infierno y sólo
en ti y en tu conocimiento se hallan la dicha y felicidad
verdaderas. El que no logró reconocerte está, ciertamen­
te, en el fuego del infierno en este mundo mismo» (III,
189, 190).
La conciencia — llamada naturaleza humana en el
Santo Corán — es también una fuente de conocimiento.
Dice el Todopoderoso en el Santo Corán:
Uilí ^ UJ) ) ,JU) i jlai
«La Huella Divina en la naturaleza de los hombres
con que todos han sido creados» (X X X , 29). Esta huella
en la naturaleza del hombre le hace considerar sin igual
a Dios Todopoderoso, Creador de Todo y exento de su­
jeción a muerte y nacimiento. Si bien el saber que de
la naturaleza humana se deriva no parece ser deductivo,
llamamos, no obstante, a la naturaleza humana fuente
de sabiduría porque lleva a cierta conclusión por un

173
sutil camino de deducciones, Dios Todopoderoso dotase
a todo de una propiedad particular que es difícil des­
cribir con palabras exactas; sin embargo, sorprende ins­
tantáneamente a la mente cuando divagamos o reflexio­
namos sobre ello. La idea misma hace estremecer si,
por ejemplo, imaginamos la persona del Ser Divino, re­
flexionamos sobre los atributos que en Él queremos colo­
car y consideramos si debería pasar por el proceso de na­
cimiento, muerte y dolor, igual que nosotros. Contra ello
se rebela la naturaleza humana y retrocede al ser inca­
paz de soportarlo. La idea es repelente. Una vocecilla
interna nos dice en seguida: ha de ser Perfecto, Omni­
potente y libre de toda tacha o defecto el Dios en cuyas
potencias hayamos de confiar totalmente. La idea de
Dios y de su unicidad coexisten en la naturaleza huma­
na, no siendo separables una de otra. Por esta razón es
por lo que he descrito como fuente de conocimiento la
conciencia, o, más propiamente, la naturaleza humana.
Podemos, no obstante, alcanzar un grado de conoci­
miento superior al arriba descrito por ¡y Jj ! que
significa conocimiento directo de algo; como, por ejem ­
plo, en el mundo material podemos llegar al conoci­
miento de un aroma por el sentido del olfato, y al del
gusto mediante los músculos del paladar, y al de la tan­
gibilidad mediante los órganos del tacto. Todas estas
experiencias se engloban en ¿ JiJ 1 Respecto a la
vida ultraterrena, sin embargo, alcanzamos tal estadio
cuando Dios nos inspira directamente, oímos su dulce
voz y vemos sus gloriosas revelaciones. No podemos, sin
duda alguna, llegar al conocimiento perfecto de Dios
más que mediante la inspiración y el éxtasis. Por otra

174
parte, experimentamos en nuestros corazones este deseo,
esta sed de inspiración, inexplicable a menos que de an­
temano se acepte proporcionó Dios los medios para su
satisfacción. En la vida presente, que sólo es medida y
escuela de la próxima, ¿podemos permanecer seguros con
una fe ciega, basada en historias y leyendas respecto a la
existencia del Dios verdadero, perfecto, vivo y todopode­
roso, o contentarnos con las investigaciones insuficientes
de la razón, que hasta ahora sólo han dado al mundo un
conocimiento imperfecto y deficiente del Ser Divino?
Los amantes de Dios, ¿no le desean con alma y vida
para gozar de la gloria de hablar a su Amado? Los
que todo lo perdieron por amor de Dios y olvidaron
todos sus intereses terrenos, dando en verdad por su
Divino Maestro el alma y la vida, ¿pueden contentarse
con estar bajo una luz oscura y no ver jamás el rostro
esplendente del sol brillante de justicia? ¿No es cierto
que las dulces palabras del Dios vivo «Yo soy» propor­
cionan un conocimiento de su existencia mejor que el de
los razonamientos de todos los filósofos, tanto que toda
su colosal literatura en prueba de la existencia de Dios,
a la luz mezquina de la razón, no es nada comparada con
estas palabras? ¿Qué luz puede esperarse de quien él
mismo no sale nunca de las tinieblas?

D io s in sp ira a sus siervos ju sto s.

En resumen: si el Todopoderoso ha querido propor­


cionar un conocimiento perfecto de Él mismo a los
buscadores de la verdad, no ha cerrado las puertas por
las que han de ser iluminados con su palabra y su reve-

175
lación. Respecto a ello, enseña el Santo Corán a los bus­
cadores de la verdad la siguiente plegaria:
¿ j | b )j¿> J lo 1 | U »XA J

«Oh, Señor, guíanos por el camino de la perseveran­


cia, por el camino de los que se han ganado tus favores
y bendiciones». Las bendiciones a que aquí se alude son
las bendiciones celestes que el hombre recibe directa­
mente de Dios, tales como inspiración, revelación, etc.
Dice el Todopoderoso en otro lugar del Santo Corán:
1} S3 & J J f^xle J }y» I B « ) p p jjlb j jJtí ^ ^ I
j3 b 3 15 I S 3 J y bh»
«Sobre los que creen en el Dios verdadero y perma­
necen, por lo tanto, fieles y constantes, descienden los
ángeles y dicen: No temáis ni os aflijáis ; regocijaos de
que es para vosotros el Paraíso que se os prometiera»
(XLI, 30). Indica claramente este versículo que a los
siervos justos de Dios, Él los inspira' en el temor y en
la pena, enviándoseles ángeles para su consuelo. Así dice
también el Todopoderoso en otro versículo:
Ü j-á. J5) 5 Ui 1^ ) i* 1

«Dase albricias a los amadores de Dios mediante su


palabra e inspiración en esta vida y en la otra» (X, 65).

¿ Q u é es la in sp iración ?

Es preciso suprimir un malentendido acerca de Ilham,


inspiración, antes de seguir adelante. No significa Ilham
se imbuya una idea en la mente de la persona que se

176
pone a pensar sobre algo. Un simple poeta no está ins­
pirado, en el sentido teológico, cuando al sentarse a ha­
cer versos relampaguean sobre él ideas brillantes. En
este caso no hay distinción entre lo bueno y lo malo.
Cuando sus facultades mentales a este tema se aplican,
nuevas ideas relampaguean en la mente según sea el
genio del pensador y sin considerar la naturaleza buena
o mala del asunto. Si consideramos signifique la palabra
Ilham el ocurrírsele a uno ideas nuevas en un momento
dado, a un bandido, un atracador o un asesino también
se les puede llamar rnulhim. (inspirado por Dios), debido
a los planes ingeniosos que para realizar malas acciones
ellos mismos sugieren a su mente malhechora.
Tal es la opinión que del Ilham (inspiración) tienen
algunos hombres, que ignoran en absoluto al Dios ver­
dadero, quien con su palabra, tranquiliza y consuela
los corazones y otorga el conocimiento de las verdades
espirituales a los que de ellas no se percatan. Entonces,
¿qué es inspiración? Es la viva y poderosa palabra de
Dios, con que habla o se dirige a uno de sus siervos,
a quien de entre las gentes ha escogido o se propone
escoger. Cuando conversación o lenguaje tales fluyen
continuamente de modo regular y no son insuficientes,
fragmentarios o envueltos en la oscuridad de las ideas
perversas, llevando en sí la gloria, sabiduría y poder
celestiales, son la palabra de Dios con que consuela y se
revela a su siervo. Sin duda alguna es verdad que a ve­
ces se dicen tales palabras al hombre para probarle, no
yendo acompañadas entonces de la perfección y bendi­
ciones a la inspiración verdadera necesarias. En este es­
tadio inicial se prueba a la persona, y o bien caerá por

177
12
la flaqueza de la carne o, probada la fuente dulce y vivi­
ficante de la inspiración, se transformará y se hará se­
mejante a los verdaderamente inspirados. Si no obra jus­
tamente, como los siervos fieles de Dios, se le priva de
favor, no teniendo en su corazón más que vanidad.
Recuérdese, además, que no todos los recipiendarios
de la inspiración son iguales a los ojos de Dios, Incluso
los profetas, cuya inspiración por su claridad, vigor y
bondad, está por encima de la de los demás, no se hallan
todos a igual altura. Dice Dios Todopoderoso:

«Algunos profetas han sido exaltados por cima de


los otros» (II, 253). De esto se deduce aquí que la ins­
piración es simplemente gracia de Dios, no teniendo que
ver con el ascenso de categoría, porque la última de­
pende de la sinceridad, la devoción y la fidelidad a Dios
de la persona. La inspiración divina, acompañada de to­
dos estos requisitos, es también, sin duda alguna, fruto
de estas cualidades. No cabe duda de que la palabra es
inspiración divina cuando se responde a un hombre que
niega a su Divino Maestro, y no hay interrupción o irre­
gularidad en las respuestas a su siervo por el Ser Divino
deparadas, yendo acompañada la palabra de la majestad
y luz divinas y revelando los hondos secretos de las
verdades futuras y ocultas. Es necesario haya estrecha
relación entre el receptor de tal Inspiración y el Ser
Divino tal y como existe en la charla entre dos amigos
íntimos. Se le ha de deparar respuesta con palabras dul­
ces y elocuentes dimanantes del Ser Divino cuando a Él
se dirige y no como resultado de sus propios deseos o por

178
su premeditación y reflexión particulares. Será agracia­
do constantemente con tales palabras y respuestas. En­
tonces la palabra que a Él viene es ciertamente la Pala­
bra de Dios, y le honra la Presencia Divina. Pero tal don
de palabras puras y vivas, reveladas claramente por de
procedencia divina y no mezcladas con los deseos infe­
riores, no se concede a todos, sino a aquellos cuyos cora­
zones se distinguen por un alto grado de fe, sinceridad
y acciones virtuosas, que con palabras no puede descri­
birse. La inspiración auténtica y pura revela enormes
maravillas de la Divinidad. Fórmase a menudo una luz
fúlgida con la que viene inspiración brillante y majes­
tuosa. ¿Qué mayor bendición y felicidad concebirse pue­
de que hablar al Creador del cielo y la tierra y que Él
nos hable? La faz de Dios revélala en este mundo su
Palabra; por lo tanto, dicho hombre goza del favor de
su contemplación.
Adviértase, sin embargo, no se engloba en la Inspi­
ración Divina la simple emisión de voces y frases no
reconocidas indudablemente por procedentes de Dios.
A la persona que en tal situación se halla, la prueba
realmente Dios, porque a veces el Todopoderoso prueba
a los hombres remisos o negligentes en el cumplimiento
de sus deberes para con Él, instilando en sus corazones
palabras y frases determinadas o haciendo las pronun­
cien sus labios, respecto a las cuales están como ciegos
que no saben si las palabras dimanan de Dios o de Sata­
nás. Es cosa convenida que la persona a la que así prue­
ba Dios se arrepentirá, volviéndose a Él y corrigiéndose.
Pero el justo, para quien están abiertas de par en par
las puertas de la Revelación Divina, y a quien Dios, con

179
palabras de luz, dulzura, majestad, de significado pro­
fundo y más que sabiduría moral, habla clSramente; a
cuyos ruegos y súplicas contesta el Todopoderoso con la
misma frecuencia con que se pide; aquel que bien des­
pierto ha suplicado repetidamente al Todopoderoso d iez
y v e in t e v ec es en una sola ocasión recibiendo respuestas;

aquel que ha sido informado de verdades excelentes,


puntos sutiles y secretos profundos del futuro en nume­
rosas ocasiones por medio de la inspiración que recibe;
la persona aquella sobre la que tales favores se derra­
men, ha de estar agradecida a Dios y consagrarse total­
mente a Él, porque Él la escogió por su gracia y miseri­
cordia, haciéndola heredera de todas las bendiciones an­
teriormente concedidas a los justos. E l sumo favor divi­
no, sin embargo, se otorga raramente y a muy pocos,
y aquellos a quienes se otorga consideran fruslerías
todas las demás bendiciones con éstas comparadas.

¿D ó n d e se en cu en tra a los in spirados?

Siempre fué entre los musulmanes donde se elevó a


los individuos a la supremacía espiritual. E l Islam es
de hecho la única religión en que Dios se aproxima a
su siervo y habla con él y en él. Toma por morada su
propio corazón y le arrebata a los cielos. Le concede
todas las bendiciones que otorgara a los justos anterio­
res a él. ¡A h !, el mundo está ciego y no sabe qué espera
al hombre si a Dios se aproxima. Las gentes de este
mundo no dan un solo paso para lograr la proximidad
divina. Sin embargo, al que por este camino peregrina

180
le declaran hereje o le adoran como si fuera Dios. Ambas
clases son culpables de iniquidad; la una por odio exce­
sivo y la otra por sobrado amor. E l sabio, empero, adop­
tará el camino intermedio, no rechazando al que Dios
escogiera para esta eminencia ni postrándose ante el
que Dios creara como si él fuera el mismo Creador. Se
tiende el manto de la Divinidad sobre la persona así
favorecida por Dios, que tórnase espejo de la imagen
del Ser Divino. Este es el secreto de las palabras pronun­
ciadas por el Santo Profeta (p. b. D .): «Quienquiera que
me haya visto ha visto a Dios». Este es el estadio final
del progreso espiritual del hombre, la meta hacia la que
tienden todos sus esfuerzos. Reposo y contentamiento
depárase entonces al peregrino.
Reo de gran injusticia seré si oculto el hecho de que
he sido elevado a esta cumbre espiritual. Dios Todopo­
deroso me ha favorecido con su palabra segura y me ha
escogido para que dé vista al ciego', lleve a los investi­
gadores a la meta de sus pesquisas y dé a cuantos acep­
tan la verdad la buena nueva de la fuente pura, de la
que muchos hablan, pero que muy pocos encuentran.
Aseguro a los oyentes que, de no ser siguiendo el Santo
Corán, nadie puede hallar al Dios verdadero, en quien
está la salvación del hombre y su eterna bienaventu­
ranza. Es el deseo más hondo de mi corazón el que los
demás vean lo que yo he visto y oigan lo que yo he
oído, porque olvidarán las leyendas baladíes y correrán
a aceptar la verdad. Esta fuente perfecta de sabiduría
que lleva a la noble presencia de D ios; este agua celes­
tial pura que borra todas las dudas; este espejo en que
se revela la faz de Dios, son la Palabra de Dios, la Ins­

181
piración Divina sobre que he llamado la atención. Digo
en verdad que si el alma lo desea ardientemente y el
corazón por ello suspira, la gente buscará este medio
partiendo a la búsqueda de tal camino. Mas ¿cómo des­
brozar este camino y levantar el velo de la ignorancia?
Aseguro a todos los buscadores de la verdad es el Islam
el único que promete al viajero esta meta feliz y le da
la buena nueva de dicho camino de salvación. Para las
demás gentes está cerrada la vía de la inspiración divi­
na ; sólo está abierta para los seguidores del Santo Pro­
feta (p. b. D.). Pero estad seguros de que Dios no ha
obstruido el acceso a este camino. Creencias tales sólo
son las de los privados de semejante bendición divina.
Tened también por seguro que, así como no podéis ver
sin ojos ni oír sin oídos ni hablar sin lengua, de igual
modo sin el Santo Corán no podéis ver la faz del Amado.
Fui joven y ahora soy viejo, pero nunca vi un hombre
que bebiera hasta saciarse de no ser en esta fuente: la
fuente pura de la sabiduría.
Tened presente, amados oyentes, que nadie puede
luchar con Dios o frustrar sus propósitos. Recordad que
el único medio para alcanzar el perfecto conocimiento
divino es la Inspiración divina, bendición otorgada a los
profetas de Dios. Sin embargo, Dios Todopoderoso, cuya
gracia es exuberante, no quiso nunca cerrar la puerta a
este don divino, destruyendo así el mundo. Las puertas
aún están de par en par; a través de ellas, el hombre pue­
de hallar el paso a las bendiciones celestiales de la Inspi­
ración y Revelación divinas. Mas para buscarlas id por el
camino adecuado y las encontraréis. El agua viva cae de
los cielos y se acumula en un receptáculo. Para bebería

182
debéis alcanzarla, tropezando y cayendo, y aplicar vues­
tros labios al agua viva fría y refrescante.
En esto consiste la felicidad humana: en correr al
lugar en donde se nos da alguna señal de la luz divina
y caminar por el sendero en que se encuentra alguna
huella del amigo a quien se busca. Así como la luz viene
de los cielos y esparce por la tierra su esplendor, así
también viene de los cielos la luz verdadera del com­
portamiento. No es con charlas o hipótesis como puede
el hombre llegar al manantial del conocimiento divino
verdadero. ¿Os sirven de algo> los ojos en la oscuridad
total? Si es que os valen, sea entonces vuestra sola razón
guía del conocimiento perfecto de Dios. No es el Dios
verdadero aquel cuyos labios están sellados y que, por
ende, está obligado a abandonarnos a nuestras propias
conjeturas en lo tocante a Él. En verdad el Dios vivo y
perfecto está dando siempre señales inconfundibles de
su existencia, e incluso ahora ha querido otorgar tales
señales a la generación actual. Llegó el tiempo en que
estarán abiertas las puertas de los cielos; la aurora va
a nacer. Benditos sean los que se yerguen y buscan al
Dios verdadero a quien ninguna adversidad puede do­
meñar, ni afectar ningún cambio en el tiempo, y cuyo
esplendor jamás se oscurece. Dice Él en el Santo Corán:

< > j 31 h o J -¡ l* * » ! b i

«Dios es la luz de los cielos y la luz de la tierra»


(XXIV , 35). J
De Él procede toda luz. Es el sol del sol y la vida
de toda vida, el Dios vivo y verdadero. Bendito es quien
le acepta.

183
Por qué soportaron toda clase de padecimien­
tos los profetas y los siervos justos de Dios.

Es ésta la tercera fuente de sabiduría, perfecta en


grado máximo, que hace comprobar al hombre la ver­
dad de la certidumbre de la existencia de Dios. Estas
son las adversidades y trabajos que los profetas de Dios
y los justos están capacitados para padecer de mano de
sus enemigos por decreto del cielo. Los sufrimientos
hacen comprobar al hombre la fuerza íntegra de los
preceptos legales, así ejemplificados en su vida práctica.
La persona que soporta grandes sufrimientos tiene la
oportunidad de aplicar los tesoros de saber acumulados
en su corazón a las circunstancias reales de la vida, con­
virtiéndose, por decirlo así, con su uso debido en encar­
nación perfecta de la Divina Guía. Las cualidades mora­
les de cuya sabiduría el cerebro y el corazón son al
principio únicos depositarios se muestran usándolas ver­
daderamente en todas las facultades internas y exter­
nas. La indulgencia, la venganza, la paciencia, la cle­
mencia, etc., no son para él simples nombres, sino reali­
dades que ha sentido y visto, dejando huella en su natu­
raleza interna y externa. Acerca de este punto dice Dios
Todopoderoso en el Santo Corán:
J ) y* J j tíJ* U * " 3 £ )j <—<
i jA l) y * píi jlú J ,
I )ó) I l*®! J j * * f ) ) 3 ‘2» í I 3 ^*>¿1 8)3
o ) ¡L » r*xLe j | ^ 3*^ |j (jd J U J 3 ¡D UJ 3J 15 Su*».
3 J 3 vj,*
Y además:
\

v tií) I j j y I ¿J I ^ ^,*** 4 ) 3 >3 f ü I y* I ^j>


)j *3->3 ) 3 jl*1* ¡j I 3 I jí-*^ ¿ 1 ) I ¡¡/i & 11¿)/®3 t»/*
y" ^ 1 ¿ ü
«Os hemos de probar con temor y hambre, con la
pépjdida de vuestros bienes y de vuestras vidas, redu­
ciendo a la nada algunos de vuestros esfuerzos y hacien­
do perdáis a vuestros hijos». Es decir, os acontecerán
estas desdichas por obra de vuestros enemigos o> por
decreto de los cielos. Pero dad albricias al resignado que
grita en la desgracia: «En verdad somos de Dios y a
Él retornaremos». Para estas gentes son las bendiciones
y la clemencia de Dios; éstos son los verdaderamente
guiados». (II, 155, 157).
Dícesenos aquí no hay bondad muy grande en la sim­
ple sabiduría atesorada en el cerebro y el corazón, sino
que la sabiduría que ha de justipreciarse es la que por
su uso en el curso práctico de la vida distingue al hom­
bre. Para fortalecer y mejorar nuestra sabiduría el me­
jor medio es, pues, su aplicación en la práctica, de modo
que deje huella no sólo en el cerebro, sino también en
cada miembro y potencia. De hecho la sabiduría de todas
clases, aunque sea bajo su valor comparado, es defec­
tuosa mientras la práctica no le asiste. Llama nuestra
atención el Todopoderoso sobre este punto en los ver­
sículos arriba citados. Se nos dice que nuestras cualida­
des no están formadas realmente mientras no se some­
ten a examen en los sufrimientos y pruebas, que son a
ellas lo que la práctica a la sabiduría.
Lo restante de los versículos arriba citados puede tra­
ducirse así:

185
«Se os probará seguramente en vuestros bienes y
vuestras alm as; es decir, se os robarán todos vuestros
bienes y se os dará la muerte y muchas cosas funestas
oiréis a los judíos, a los cristianos y a los idólatras (o sea
sufriréis a sus manos); pero si sois pacientes y rehuís
las palabras impropias, será un acto grande y noble»
(III, 185).
Muestran terminantemente todos estos versículos que
sin aplicación práctica no es perfecta ni fructífera la
sabiduría. La sabiduría, que en la práctica se halla en
su propia salsa, es una fuente de bendiciones; mas la
que no pasa al dominio de lo práctico carece de valor.

La vida del Santo Profeta del Islam (p. b. D.)


dividióse en dos períodos distintos: uno de
adversidad y otro de prosperidad.

La aplicación a la práctica de la sabiduría es lo que


hace al hombre alcanzar el estadio de ¿»JL! \ en su
conocimiento, pues no puede comprobarse la verdad de
la certidumbre de algo de no haberse experimentado
prácticamente cada una de sus facetas. Esto es lo que
ocurrió en el Islam. Todas cuantas instrucciones figuran
en el Santo Corán ilustrólas bellamente la vida del Santo
Profeta (p. b. D.) y sus compañeros, que también estu­
vieron iluminados por luz verdadera. Para servir este
fin dividió el Todopoderoso en dos períodos distintos la
vida de nuestro Santo Profeta (p. b. D .): el período de
los sufrimientos, las adversidades y las persecuciones y
el período del triunfo y prosperidad. Hízose así para darle

186
oportunidad de mostrar las dos clases de cualidades mo­
rales : las que pueden probarse en tiempo de sufrimiento
y las qup no se pueden probar más que en tiempos de
triunfo y prosperidad. De /este modo el Santo Profe­
ta (p. b. D.) puso a prueba todas sus cualidades morales,
capacitándole la doble naturaleza de su vida para mos­
trar en su grado máximo todas las nobles cualidades
morales. Representan el tiempo de dolor los trece años
de la M eca; un estudio de las circunstancias de su vida
por aquel entonces muestra claramente no hay ninguna
cualidad moral que pueda manifestarse en tiempos de
sufrimiento que no haya sido desplegada por el Santo
Profeta (p. b. D.). Su confianza absoluta en Dios, su abs­
tención de mostrar la más ligera impaciencia, su calma
y maneras serenas, sus modales nobles y dignos, su acti­
vidad firme y su celo en la ejecución de los deberes a
él encomendados, su perseverancia, su intrepidez ante
el enemigo y numerosas otras cualidades morales impre­
sionaron tan profundamente a los mismos infieles que
testimoniaron el gran milagro de su perseverancia en las
* pruebas y sufrimientos más duros, convenciéndose se
debía esto a su total confianza en Dios. Luego vino la
vida del Santo Profeta (p. b. D.) en Medina, período de
triunfo, victoria y prosperidad, seguido por la demostra­
ción de la segunda clase de hábitos. Su perdón de las
injurias, su caridad, su valor y tantas otras cualidades,
se mostraron tan bien en este período, que viéndolas
se convirtió al Islam gran número de infieles. Cuando
sus vidas estuvieron completamente a su merced perdo­
nó sin reservas a los que le habían perseguido y mar­
tirizado'; amparó a los que le habían expulsado de la

187
M eca; enriqueció a los pobres que entre ellos había y
perdonó a sus enemigos más encarnizados. Las Divinas
costumbres así mostradas por el Santo Profeta (p. b. D.)
convencieron a los árabes de que su poseedor no podía
ser sino de Dios y hombre verdaderamente justo. Con
costumbres tan nobles convirtióse en amistad dilatada
el odio inveterado.

El sacrificio en su sentido verdade­


ro de bienestar de la humanidad.

Así ha descrito el Santo Corán una de estas grandes


y nobles cualidades morales:
^ *■ 1 l*J ) u j r fJ L* j bsvo 3 -J j ib» ! i jj

«Diles: Sólo por Dios son mis oraciones, mis sacrifi­


cios, mi vida y mi muerte» (VI, 163).
Es decir, para manifestación de la gloria divina y
para el bienestar y beneficio de la humanidad, de modo
que con su muerte se les otorgue vida. No se imagine
que la muerte por Dios y por el bienestar de la huma­
nidad de que aquí se habla significa que el Santo Pro­
feta (p. b. D.) incurriera en el error — igual que los ig­
norantes y los locos — de que su fin suicida beneficiaría
de algún modo a los demás. Odiaba ciertamente tales
ideas el Santo Profeta (p. b. D.). El Santo Corán con­
sidera reo de grave crimen a quien tales ideas abriga,
diciendo lisa y llanamente:
hCl*-) J b j ja l! ® «i

188
«No os suicidéis ni hagáis vuestras propias manos ins­
trumento de vuestra destrucción» (II, 195).
Es una verdad diáfana que un hombre no puede ali­
viar el dolor de cabera, de otro rompiéndose la suya pro­
pia. Comportamiento semejante será en todo caso un acto
de locura. En resumen, la alusión a la muerte por Dios
y para beneficio de la humanidad del Profeta indica
simplemente que el Santo Profeta (p. b. D.) dedicó su
vida, por simpatía, al bienestar de la humanidad y que
con sus oraciones y predicación y la adopción de todos
los métodos inteligentes para la regeneración de su pue­
blo, así como soportando pacientemente sus persecucio­
nes, ha sacrificado su vida y sus comodidades para ssrvir
a tal fin. Respecto al sacrificio de su vida dice en otro
lugar el Santo Corán:
y ? j yi jÍA I ¡ (¿ j m.ki Ü
Y además:,
O) ¿3 üi

«No te consuman las penas y fatigas por aquellos que


no creen» (X X V I, 3).
«No consumas tu alma suspirando por los que no
aceptan la verdad» (X X X V , 8).
Por ende, lf^ manera de sacrificar el hombre su vida
es afrontar las dificultades y trabajar intensamente para
su bienestar, adoptando todas las medidas que se tiene
por cierto mejorarán su condición.

189
No es sacrificio, sino simple locura, sui­
cidarse para salvar a los pecadores.

Es simple locura pensar consiste en suicidarse el ver­


dadero sacrificio en pro de un pueblo abismado en el
pecado o sumido en el error. Considerar que este acto
de locura conduce a la salvación de los descarriados es
el colmo de k> absurdo. Revela, si no carencia de sen­
tido, por lo menos debilidad de carácter y ausencia de
valor moral. Es el hombre apocado el que busca amparo
en la muerte ante las dificultades que es incapaz de
afrontar. Se explique como se explique posteriormente
este suicidio, no puede dudarse es un acto de locura
combinado con debilidad mental.
Ahora bien: para mostrar totalmente cualidades mo­
rales elevadas ha de hallarse el hombre en ambas situa­
ciones de bienestar y penuria. Si siempre fué perseguido
y sometido nada más que a sufrimientos y fatigas, no
teniendo nuncg. la oportunidad de tomar venganza de
sus enemigos, no puede decirse posea la cualidad del
perdón de las injurias. Es imposible averiguar lo que
hubiera hecho de tener poder para vengarse de sus ene­
migos por su propia mano. Para saber, por lo tanto, si
posee un hombre cualidades morales elevadas no es
suficiente conocer haya mostrado dulzura e indulgencia
cuando fuere impotente contra sus enemigos y perse­
guido por ellos, sino al perdonar espontáneamente a sus
enemigos cuando se viera totalmente victorioso y cuando
los tuvo absolutamente a su merced. Si nunca estuvo
en el campo de batalla, su valor será discutible y no
podremos decir si habría mostrado arrojo o cobardía.

190
Si nunca conoció la abundancia difícil, es decir, si hu­
biera atesorado riquezas y dádolas por caridad a quienes
no las poseían. Mas la gracia de Dios deparó al Santo
Profeta (p. b. D.) ocasiones adecuadas para lucir toda
clase de cualidades, tales como la mansedumbre, la ca­
ridad, el valor, la indulgencia, la justicia, etc., en grado
altamente excelente, sin paralelo en la Historia.
Es verdad que el perdón no se extendió a los enemigos
implacables del Islam, que se inclinaban a su extirpación
y asesinaron cruelmente a inocentes musulmanes o les
sometieron a terribles martirios y persecuciones crueles.
Perdonarles hubiera significado aniquilar a los justos.

El objeto de las guerras musulmanas.

El objeto de las guerras emprendidas por orden del


Profeta (p. b. D.) no fué la efusión de sangre. Se les
había expulsado de sus hogares, teniendo que buscar
refugio en otras partes, y muchos musulmanes inocen­
te s — hombres v mujeres — habían sido asesinados a
sangre fría. Mas no pararon aquí sus implacables per­
secuciones. Obedeciendo al mandamiento divino de la
propia defensa, se les permitió empuñar la espada con­
tra los que la habían desenvainado para la total extirpa­
ción del IslaríT. Por lo tanto, el objeto de estas guerras
fué remediar un mal suprimiendo el derramamiento de
sangre originado por los perseguidores de los muslimes.
De no defenderse el Islam en circunstancias tales de los
ultrajes de sus perseguidores, las consecuencias hubie­
ran sido la matanza de cientos de vidas inocentes — mu­
jeres y niños inclusive—, cortándole en flor.

191
Manifestaciones diferentes
de la misericordia divina.

Estriba el error de nuestros adversarios en su concep­


ción equivocada de los atributos del Ser Divino. Creen
que una Ley de revelación divina no opondría resisten­
cia al mal o no- castigaría de ningún modo y cuales­
quiera que fuesen las circunstancias a los malhechores,
o que el amor y la misericordia divinos no se manifes­
tarían sino bajo la forma de mansedumbre. Para ellos
la actitud más reverente ante Dios consiste en limitar
a la humildad y modestia sus atributos perfectos. Es un
grave error. Cualquiera que tenga ideas propias verá
fácilmente que las leyes divinas de la Naturaleza, aun­
que sean un don para la Humanidad, no siempre se ma­
nifiestan de modo suave y gentil. El Médico Divino, en
su infinita misericordia, a veces nos da a beber el dulce
jarabe e, igualmente misericordioso, en otras ocasiones
nos administra la pócima amarga. Ambas son manifesta­
ciones distintas de su misericordia. Así, pues, su miseri­
cordia exige se destruya a los malvados cuando ve que
su objetivo es el aniquilamiento de los justos, que obran
viciosamente en la tierra y derraman sangre inocente.
Con este objeto, en la tierra o en los cielos, envía el cas­
tigo a los malvados, por ser Sabio y Misericordioso.
Alabado sea Dios, Se.ñor de los mundos.

hl I j <UJ 1 1b 5 l^

192
3

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