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Paul Valery y La Argentina, Una Escena Compartida Entre Palabras y Gestos
Paul Valery y La Argentina, Una Escena Compartida Entre Palabras y Gestos
y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
de la subjetividad, ed. Univ. Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013, pp-203-214 ISBN 978-987-
27766-8-8
Marie Bardet
En general, cuando un filósofo se encuentra con lo que es muchas veces “una” bailarina,
proyecta su ideal de un pensamiento ligero, abstracto y elevado sobre los movimientos,
los gestos de la bailarina. Se juega en el encuentro la repartición de roles y los
desplazamientos de miradas, que mucho dicen del quehacer de cada disciplina, en cada
caso. En algún sentido, lo que se juega allí no tendría que dejar de interrogarnos sobre
los haceres (hacer filosofía y hacer danza). Por lo tanto, mirar con detenimiento a una
escena que uno de estos encuentros arma, tendría que permitir ver allí lo que se reparte,
divide, distribuye, comparte; lo que se com-parte y lo que se cuestiona de este com-
partir, en lo que se constituye como escena relatada1.
He aquí precisamente este encuentro bajo la forma de un encuentro concreto si los hay:
un filósofo comparte un escenario con una bailarina2, donde se pone, precisamente, en
juego, lo que se moviliza este encuentro en las reparticiones de la palabra, de los gestos,
de los lugares, de las actividades… Comparten escenario el filósofo Paul Valéry y la
bailarina, española, de flamenco, Antonia Mercé. Si es llamada la Argentina, es por el
azar de su lugar de nacimiento, a la suerte de una gira que estaban realizando sus padres
1
A propósito de la articulación entre escena y com-partir, así cuenta Rancière lo que hizo la escena del
carpintero Gauny en su obra: “La escena es una entidad teórica propia de lo que llamo un método de la
igualdad porque destruye al mismo tiempo las jerarquías entre los niveles de realidad y de discurso y los
métodos habituales para juzgar el carácter significativo de los fenómenos. La escena es el encuentro
directo de lo más particular y de lo universal. En este sentido es el opuesto exacto de la generalidad
estadística. (…) Construyo la escena como una pequeña máquina donde se puede condensar la mayor
cantidad de significaciones alrededor de la pregunta central que es la del com-partir de lo sensible. A
partir de ahí la construyó, la entronizó como escena en función de su capacidad de interrogar a todos los
conceptos y los discursos, todas las ficciones que tratan de las mismas preguntas, es decir qué relación
hay entre el hecho de tener tiempo o de no tener tiempo, y el hecho de poder pensar y de no poder
pensar.” Rancière, La méthode de l’égalité, ed. Bayard, Paris, 2012, pp124-125. (Traducción propia)
2
El caso es lo suficientemente insólito e inusitado para insistirle. Se podría nombrar también, y creo que
ahí terminaría el inventario, el encuentro más contemporáneo entre Jean-Luc Nancy y Mathilde
Monnier que compartieron el escenario de Allitérations, obra escénica que dio lugar luego a un libro
homónimo.
1
MARIE BARDET « Paul Valéry y La Argentina, una escena compartida entre palabras
y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
de la subjetividad, ed. Univ. Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013, pp-203-214 ISBN 978-987-
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por Montevideo y Buenos Aires, en los días donde Antonia Mercé vio la luz. Azar que
quedó sin embargo acuñado en el apodo de la artista a lo largo de su vida, pues nadie la
conoce por su nombre y apellido.
Así empieza pues el filósofo a hablar, justo antes de que baile la bailarina, cruzándose
en el escenario con ella “en diferido”, no intercambia palabras con ella, sino tomando el
papel de introducirla, dice él, hablando, antes de que ella presente lo que sólo podrá
hacer bailando. Así es como, casi con un tono de justificación, Valéry pide disculpas
por retrasar el momento del encanto con sus palabras. Pero ésta puesta en escena de la
disculpa a modo de introducción del discurso, introduce al mismo tiempo una
repartición de la escena: él habla, él no baila, ella no habla, ella baila. Quedan
claramente repartidos los roles, de género y de actividad, en la escena que el filósofo
abre con este discurso.
Pero la disculpa mayor, la explicación que va a dar para justificar el hecho de compartir
escenario con una bailarina, para explicar que hable de la danza (si bien se sabe la
3
Paul Valéry, “Filosofía de la danza” en Teoría poética y estética, ed. Del Visor, Madrid, 1990 (pp.:173-
189).
4
Ibidem, p. 173
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MARIE BARDET « Paul Valéry y La Argentina, una escena compartida entre palabras
y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
de la subjetividad, ed. Univ. Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013, pp-203-214 ISBN 978-987-
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Luego, el filósofo toma muy en serio su papel introductorio – el título no deja ninguna
duda sobre su afán generalista y definitorio de su conferencia: “Filosofía de la danza”-
y, del mismo modo que en otro texto suyo sobre danza -la introducción de su libro sobre
las pinturas de Degas y sobre todo las de bailarinas, titulado Degas, Danza, Dibujo6-
Valéry se propone dar una definición de la danza, entabla esta conferencia con una
descripción en primera persona de lo que él ve en la danza. Habla de la danza, identifica
juegos de gravedad y de duración, establece criterios de movilidad y de
incomensurabilidad. Explica de nuevo mediante un juego de disculpas y humildad, que
lo que él hace es pensar porque no sabe bailar, ni explicar concretamente sus pasos.
Hace sólo lo que sabe hacer, no se pone a bailar, toma la palabra:
5
Idem
6
Paul Valéry, Degas, danza, dibujo, ed. Nortesur, Sant Cugat del Vallès, 2012
3
MARIE BARDET « Paul Valéry y La Argentina, una escena compartida entre palabras
y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
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En el medio del texto el “filósofo” se encuentra -como era tal vez de esperar-
proyectado a sí mismo, y con él su propio hacer, en la escena, y de repente habla de él
en tercera persona, mirándose a sí mismo, describiendo cómo mira a la bailarina, atento
a los movimientos de su propia filosofía como a los gestos de la bailarina. Es que la
habilidad de mirar la danza, a menudo proyectando sus ideales de pensamiento, rebota
para un filósofo en un ejercicio de reflejo hacia mirar los gestos y desplazamiento del
hacer filosófico. Es que la escena se arma en tanto opera una repartición de las tareas,
roles, actividades, capacidades, y no la mera descripción de una danza. La filosofía que
mira a la danza se encuentra llevada al baile, re-pensando sus propios gestos. Con eso,
ninguno de los dos sale in-tacto del encuentro.
El filósofo puesto a hablar justo antes de que la bailarina baile, se pone a mirarse a sí
mismo en términos de gestos. Aquí Valéry pasa de la definición general de la danza a la
7
Valéry, “Filosofía de la danza”, p 177-178
8
Ibidem, p178-179
4
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y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
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Termina esta misma conferencia por una suerte de confesión, bordeando hasta los
límites de su discurso, afirmando una vez más la nobleza de esa bailarina en
comparación con el baile ordinario, pero rescatándose al final por una afirmación
tajante: esa misma distinción entre inteligencia y sensibilidad que legitimaba el hecho
de poder hablar de esta bailarina porque esta bailarina supo salvar su danza de la mera
sensibilidad y llevarla hasta su mayor inteligencia, tiembla: él es hombre de descreer en
la separación entre inteligencia y sensibilidad. Tiembla, al cerrar el discurso, la
repartición fundadora entre sensibilidad e inteligencia y se abre una perspectiva de
terreno compartido entre sensibilidad e inteligencia.
(…)
9
Ibidem, 188-189
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la bailarina, al hablar antes de que baile, al compartir ese escenario, se deja tambalear el
propio pensamiento y se deja ver tambalear. La escena pone en juego, hace temblar su
hacer, y la repartición distinción, oposición entre inteligencia y sensibilidad. Tiembla la
repartición cuando Valéry está a punto de ceder la palabra para dar lugar a la danza…
evidentemente callada… de la Argentina, donde sólo resuenan sus castañuelas.
Sin duda llama sobre manera la atención en esta segunda parte de la escena, el hecho de
que la gran “muda” haya tomado la palabra, de que se escuche la voz de la bailarina, la
siempre callada de los encuentros con el filósofo. Pero tal vez no derive de este asombro
que el desplazamiento único o mayor operado por tal escena sea el hecho de que una
bailarina pudo, por fin, participar de las altas esferas del discurso, aprender a hablar, y
emanciparse de los bajos silencios de los movimientos sin palabras. Tal vez, para
10
Agradezco a Carolina Marschoff que me ayudó a dar con el texto de esta conferencia.
11
Antonia Mercé, citada en Carlos Manso, La Argentina, fue Antonia Mercé, Ed. Devenir, Buenos Aires,
1993, pp 452-453.
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decirlo de otro modo, lo que ocurre en esta escena doble no sea que las palabras se
vuelven un tesoro que conquistar contra el silencio impuesto. Antonia Mercé dice:
Es más precisamente, dice ella, por no saber hablar que puede hacer este discurso, que
no se va a transformar en su -¡en hora buena!- nueva excelencia y dominio. Habla, y
luego bailará. En esta doble actividad, más que el logro de alcanzar una nueva habilidad
por fin adquirida, la escena da a ver otra cosa: un momento de desplazamientos, de
nuevas reparticiones, de gestos compartidos con su danza, y desde ella, con las palabras.
La “escasez” de la necesidad del discurso, y la “discreción” de su relación con las
palabras apartan sutilmente la escena de una mera cuestión de pertenencia o no, de
inclusión o exclusión de la danza en el mundo de las palabras. En esta relación discreta
de su danzar con el habla, Antonia Mercé hace un discurso que pone en la luz lo que
ella llama: “lenguaje de las líneas”.
12
Idem., pp. 453-454
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movimiento es el lenguaje de las líneas”. Hace así un puente entre su bailar y su hablar,
que lejos de oponerse, o identificarse absolutamente, comparten algunas curvas y
articulaciones. Se podría decir, retomando la misma palabra línea en otro sentido, que la
bailarina redefine con esas afirmaciones sucesivas la línea que com-parten los terrenos
de danzar y los de hablar. Se desplaza la frontera de repartición entre mudez y palabras,
hacia un lenguaje de las líneas, que ya eran las líneas curvas y rectas, de sus gestos, de
los movimientos de su cuerpo bailando. Lenguaje de las líneas que, dice ella, comparte
también con los pájaros. En este desplazamiento de las fronteras, la repartición deja de
hacerse entre sensibilidad e inteligencia. Sin embargo este acercamiento al hablar con el
“lenguaje de las líneas” no asimila hablar y bailar bajo una categoría unificadora del
lenguaje. Bailar no es lo mismo que hablar, y viceversa.
“No hay idioma más sincero que la danza, aunque sea crudo, aunque
torne al “argot”, por hay un “argot” de las líneas.13”
13
Idem. p 456
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Así termina La Argentina su discurso, antes de ponerse a bailar. No tanto que renuncie a
la palabra, sino que, y es clave, es “cada uno a su turno”. Entonces la conquista de la
palabra no se convierte para ella en la gran liberación, o la gran asimilación: vuelve a la
danza, y plantea una situación, de circulación entre danza y habla. Tomar la palabra no
fue para ella remplazar la danza muda por su inteligibilidad hablante. Fue ejercitar en
otra dirección las líneas que moviliza y que la movilizan.
14
Idem, p.458
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y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
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Dar la palabra a bailarines, que los artistas mismos tomen la palabra, no es tanto que
conquisten por fin el instrumento poderoso, dejando su práctica muda; no es tampoco
que, a la inversa, decidan quedarse en la mudez indecible del gran misterio de su arte.
Se puede actualmente ver de qué manera, cada vez más las palabras, o lo que se suele
llamar “teoría”, se incluyen en la creación y la formación artísticas. La perspectiva
giratoria puede ayudar a pensar y provocar esta circulación. ¿Quién toma la palabra? Es,
siempre, una pregunta. Pero ¿de qué modo se toma la palabra y de qué modo la palabra
no es el remplazo dichoso de la minusvalía muda del gesto? es otra.
-Ella habla sin saber hablar, desde un saber-no saber, una ignorancia sabia del lenguaje
de las líneas desviadas hacia palabras, por las articulaciones del hablar y de los tobillos,
de las muñecas, etc. La escena en el despliegue en dos tiempos presenta gestos y
palabras, juntos, ni opuestos, ni identificados, sino articulándose, potenciándose.
-Se establece una suerte de mezcla de géneros, sin que la danza tenga para presentarse al
mundo, mundo del espectáculo, de la conferencia de filosofía, que elevarse hacia la
inteligencia, poniéndose sobre las puntas de pie pisoteando la sensibilidad peligrosa.
Tal vez entonces quede, mirando, hoy, el encuentro entre Valéry y La Argentina,
una exigencia de seguir produciendo espacios y momentos donde la palabra se tome
desde un no saber hablar, donde se trencen maneras de que palabras y gestos se toquen,
donde se inventen los vínculos particulares entre hacer y decir, mirar y presentar,
materialidad y discursos. Exigencia a la cual nuestras prácticas de filosofía y de danza
no quedarán intactas.
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MARIE BARDET « Paul Valéry y La Argentina, una escena compartida entre palabras
y gestos » in Marisa Muñoz, Liliana Vela [et. al], Afecciones, cuerpos y escrituras: políticas
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