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AGUERO Esteraban - Neurosis Obsesiva - Un Breve Recorrido
AGUERO Esteraban - Neurosis Obsesiva - Un Breve Recorrido
mathema para resumir los tiempos lógicos de la fantasía trabajada por Freud en su
texto “Pegan a un niño”, donde el segundo tiempo (soy castigado por el padre, me pega
porque me ama) no puede ser recordado por ser una construcción pero cuya necesariedad se
demuestra en el encadenamiento de los tres tiempos.
En el Seminario VIII, La Transferencia, en la clase del 19 de abril del 61 Lacan escribe el
mathema del fantasma en el obsesivo:
Para destacar que la no está reprimida, bajo la barra, como en la histeria afirmado que: El signo
de la función fálica emerge por todas partes a nivel de la articulación de los síntomas , la falta del Otro se
rellena con los objetos erotizados de su deseo, promoviendo la degradación del significante
fálico.
Por otra parte encontramos la emergencia compulsiva de fantasmas sádicos y escatológicos,
vías de emergencia de la pulsión que surge despersonalizada, desubjetivada, a fin de preservar
la homeostasis del sujeto, el carácter construido con la apropiación de determinados síntomas
que Freud describe como “egosintónicos”. Es por ello que los deseos del obsesivo sólo se
aprecian como su contracara: tal el excesivo cuidado o el temor a la desgracia de un ser
querido que surge de un deseo incosnciente de muerte.
La palabra obsesivo proviene del verbo latino obsidere, asediar, y de allí obsessus, sitiado.
Desde ese lugar aislado, a salvo de la castración y del paso del tiempo la vida del obsesivo
transcurre en un infinito presente que se metonimiza en las vías del significante fomentando
sus cavilaciones sobre la muerte y la vida (“estoy vivo o muerto?” será la pregunta que Lacan
sitúa en la obsesión), los temas trascendentales o la infinita procrastinación, postergación que
deja siempre la opción de elegir “otra cosa” que aquella por la que nunca se decide.
Si la histérica se sacrifica al goce del Otro el obsesivo lo hace para que “el Otro no goce” ya
que su padecimiento es el “ser el objeto adecuado al goce del Otro” (allí se ve con claridad la
función del segundo tiempo del fantasma “Pegan a un niño”). Esta prohibición a rajatabla del
goce da cuenta de un superyó estricto que reclama a viva voz la renuncia al goce y que aspira
siempre a más. La exaltación y la degradación de su propio yo son un eterno vaivén, sin la
menor intención de aceptar una crítica o reproche, para eso se basta a sí mismo.
En estos términos la demanda de análisis del obsesivo suele estar acompañada de una
conmoción fantasmática y de una fuerte angustia, lo que lo lleva a superar sus temores y
aceptar desplegar sus cavilaciones a un tercero. ¿Qué respuesta a ello? No encarnar al Otro
del goce porque ello aplana la estructura y destruye la posibilidad de que el sujeto se
aproxime a su deseo y su castración a fin de poder hacer surgir la pregunta que histerice su
discurso.