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En El Salvador, una buena parte de los homicidios y otros delitos como las extorsiones son
atribuidos a las pandillas juveniles. Este se trata de un fenómeno multicausal de larga data al que
los gobiernos de turno y la sociedad en su conjunto no han prestado la debida atención. Las maras
tienen raíces sociales estructurales y han evolucionado en su dimensión criminal y violenta. El
fenómeno pandilleril en El Salvador se remonta a la década de 1970 con la existencia de pequeñas
células en colonias y comunidades típicamente marginales ubicadas en los alrededores del centro
de la ciudad capital6 . Se trataba de grupos de jóvenes autodenominados “mara”7 , que se reunían
para pasar el rato, consumir alcohol y drogas, ir a fiestas y cometer delitos menores. A mediados
de los años ochenta comenzaron a aparecer otras maras como la “Killer” quienes, según
comentan: “robaban, mataban y no tenían piedad de nadie”8 . No obstante, ese tipo de pandillas
juveniles iría perdiendo fuerza con la entrada en escena de pandillas como la Mara Salvatrucha
(MS) y el Barrio 18 (18). Ambas surgieron en las calles de Los Ángeles, Estados Unidos, y se
constituyeron en instancias donde muchos centroamericanos migrantes encontraron refugio y
protección en respuesta a la discriminación racial de la cual eran objeto.