Los ciclos en el tiempo nos enseña constantemente metodologías diferentes a la
hora de desarrollamos como personas, aprendizajes contemporáneos extraídos de la misma cristalización que nos forma como seres pensantes en pro de un beneficio social, regulan la pragmática extraída de la reiteración de los actos que constituyen internamente un ADN en función de adquirir y exigir nuestros derechos, todo bajo el molde de individuos revolucionarios que logran sus objetivos a partir de esfuerzo, sangre y un derecho fundamental relacionado en el sector salud.
Es imposible no pensar en la unión de dos mundos completamente diferentes y
que al mismo tiempo conforman un todo, con la llegada de la conquista española, los nativos americanos sufren la peor tragedia vivida en la historia de sus campos, sus selvas y todo un ecosistema en peligro por un pensamiento que contradice las buenas costumbre de un pueblo que vive de forma diferente, inevitablemente recientes enfermedades afloran en el llamado así nuevo continente americano, la soberanía del conquistador en su pensamiento monárquico y absolutista no comprendía el errar de sus actos y la mortandad ocasionada por el solo hecho de “ser superiores” al filo de pieles de acero, luminosas espadas y explosiones de cañones fulminantes que causan angustia y tristeza de los llamados conquistados, un nuevo estilo de vida, una gobernanza impuesta y enfermedades que prosperan a causa de un genocidio de incalculable vidas extinguidas nos sumergen en un nuevo ciclo, donde la salud sin necesidad de llamarse derecho, moralmente asequible por todos los conformantes del territorio y el autocuidado de una cultura que se desvaneció con el tiempo, no era representado como una prestación social ni mucho menos como un derecho fundamental. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, el problema de las epidemias aumentaba, la ausencia de agua potable era la causante de grandes enfermedades como la gastroenteritis que ocasionaban una muerte pausada y dolorosa en gran parte de la población, la madre naturaleza en su función de protectora no era suficiente para atender las necesidades básicas en relación a la higiene y salud, los ritos de los aborígenes latinos eran satanizados por la inconciencia y desconocimiento de una medicina ignorada por el régimen autoritario dominante, que tanto es el miedo a lo desconocido, que tanto es el temor de lo inimaginable y que estúpidos hemos sido como sociedad de no permitirnos conocer nuevas dimensiones curativas por la arrogancia de los “lideres” que siempre terminan caducando por falta de empatía hacia sus gobernados. El amor por el otro, por el ser irracional, por el inerte que adorna nuestro paisaje multicolor, por la vida en si misma era una representación blasfema ante los ojos del extraño, que con su mirada determinante, fría y calculadora no permitía el auto progreso social, y simplemente imponía de forma macabra todos los ideales en función de propósitos expansivos excluyendo la dignidad del ser humano, los curanderos, las hierbas medicinales, las costumbres curativas fueron apartadas de la cotidianidad social, y consigo las enfermedades de forma progresiva aumentaba sin poder controlar la defunción por las largas jornadas laborales, esfuerzos sobrehumanos y el trato indiscriminado y despótico originado por el régimen tiránico. El poblamiento de la nueva granada avanza, de igual manera la preocupación de los colonizadores por las pestes que azotaban a los habitantes de las ciudades, la presión social prospera de manera significativa exigiendo facultades y prestaciones sociales por parte del estado, donde se aseguren derechos fundamentales que por medio de revoluciones constantes y duraderas logramos plasmar en contratos que positivizaban lo logrado, la soberanía no se encuentra en quien gobierna si no en el pueblo que rige como nuevo dominante, cuántas vidas perdidas, cuanta sangre derramada, cuanto esfuerzo por una sociedad progresiva y equitativa, y cuanta enfermedad por una salud que garantice la vida. A lo largo del trabajo, constantemente he repasado la historia de la salud en Colombia, ejemplificando la situación actual, al momento de redactar este escrito, justo en este preciso instante, me acomodo ligeramente en mi sillón de estudio (llamado así por la complicidad de mi relación con el pensar y el ser), ordeno cuidadosamente mis libros y documentaciones necesarias para sentirme confiado de que no falte nada, realmente he repasado tantas veces mis textos a la mano que creería no necesitarlos, pero prefiero tenerlos cerca por el solo hecho de sentirme más seguro, busco algo de música suave comprendiendo que necesito algo tranquilo que no distorsione mis pensamientos a la hora de ponerlos en función, “The Best of Chopin”, buena decisión para el momento, la constitución de 1991 de la república de Colombia está presente, lograda y constituida como la carta magna, leyes de leyes, prelación jerárquica en nuestro sistema de estado y consigo todos los derechos fundamentales, creería que era el momento indicado para colocarla en contexto.
En 1991 logramos plasmar nuestros derechos fundamentales, la vida, la igualdad,
libertad, honra, intimidad entre muchas otras como garantes de respeto y respaldo del estado colombiano para con su sociedad, surge la tutela como mecanismo de defensa en caso del incumplimiento estatal, la vida nos sonríe y nosotros con ella, pero es claro que el nuevo estado social de derecho no se consiguió con la sola subordinación de nuestros cuerpos, dejamos engrandecer el espíritu y sobrevolar la valentía de millones de corazones que latían al son del ritmo revolucionario, el pueblo se respeta y logra la soberanía, existiendo aun así falencias en la estructura normativa, pero como juzgar dichas falencias si por el solo hecho de ser humanos somos imperfectos, al igual que los resultados de los actos decididos. La salud logra el estatus de prestación de servicios, no siendo suficiente para respetar el principal derecho fundamental plasmado en la carta magna, la vida. La población sufre las consecuencias de las falencias mencionadas en el párrafo anterior, la acción de tutela no se puede tutelar directamente con la salud, y recurrimos a la malicia indígena que nos caracteriza como raza latina para tratar de hacer respetar e imponer la salud como derecho fundamental por medio del derecho a la vida. De nuevo nos hacemos sentir como pueblo, unidos exclamando en un solo grito con mezcla de euforia y suplica, resonamos en lo más profundo del congreso de la república, logrando la llegada de la ley 1751 de 2015 donde por fin se reconoce la salud como un derecho fundamental.
En conclusión, desde un punto de vista subjetivo, la tutela es el arma más
contundente a la hora de defender nuestros derechos fundamentales, toda nuestra historia está impregnada con sacrificio, sangre y esfuerzo, cada artículo normativo representa una cultura transformada que se acopla a los ciclos vividos, el problema actual lo veo representado en que se ignora la existencia de fundamentos y protocolos que pueden hacer nuestra vida más llevadera, más sencilla, las leyes están ahí para nosotros, de fácil acceso y recursiva, de igual manera hago énfasis en un estado indiferente, olvidadizo, que de estado social de derecho solo en nombre, “democráticamente” impiden una democracia limpia y pura por el beneficio personal del gobierno de turno, y como pueblo debemos encontrar metodologías para impulsar y repartir el conocimiento, recibir la información y transmitirla de la manera más simple, la idea de este trabajo, es entrega la información con sus fundamentos normativos para que no se vulneren los derechos adquiridos, cabe recordad que el pueblo es soberanía, y ante las tiranías opresoras de un gobernante la revolución es un derecho de los gobernados.