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En medio de esta crisis me han surgido múltiples interrogantes frente a los sucesos que
todos los días estamos viviendo como nuevos. Sin duda, la rapidez con la que hemos vivido
tantas coyunturas en medio de esta crisis por la pandemia del COVID-19, ha generado que
las reflexiones tengan que estar actualizándose a diario respecto a la velocidad con la que
No sin más, la cuestión por lo que entendemos por estado volvió a tomar un lugar
ante la incertidumbre por la que hemos deambulado por estos meses, lo que llamamos
estado, ha estado ahí como unificador tomando decisiones que la misma crisis ha
“legitimado”. Sin embargo, esta imagen del estado como ese ente fuerte, hegemónico y
patriarcal, se ha visto contrastada por la misma configuración de los tiempos en los que
los estados como agentes individualizados. Aunque lo último nos lanzó a la vista el declive
de poder de los estados frente a los poderes económicos, tecnológicos y financieros, ante el
miedo generalizado que ha causado una pandemia y todas las implicaciones en la vida
cotidiana que esta ha tenido, al estado lo hemos visto como eso donde vamos a
hablar de ella, pero la definición de lo que entendemos por estado no puede atribuírsele a
una categoría como cualquier otra, esta en especifico se reviste de complejidades no solo
teóricas sino hasta emotivas, por lo que comenzaría por pensar que el estado como esta
considera como ciudadanía, sino que hay una relación de correspondencia entre lo que las
Nuestro deseo no es solo por el estado, sino por un tipo de estado con unas particularidades,
las cuales son fáciles de visualizar ante los constantes reclamos frente a sus formas. La
rabia que vemos visto entre finales del año pasado y el trascurso de este 2020 es muestra de
ello, Constato esto con lo que afirma Buchely (2012) cuando expresa que: “la necesidad del
estado parece ser entonces una depresión colectiva absolutamente fértil para la base política
(Eng 2000), que influye de manera directa en la relación que los ciudadanos construyen con
Con la crisis por el virus la cual estamos atravesando, sin duda, estos deseos se han
paternalistas y autoritarias se han ubicado a la orden del día. Si bien es evidente que la
crisis mundial que vivimos por la pandemia del COVID-19 ha pedido la urgencia de
medidas para gestionar el aumento de contagios ante una reducida capacidad hospitalaria,
lo que no parece tan evidente son las maneras en que los mismos ciudadanos han asumido
Para acercarme a esto, quise tomar la experiencia de Buchely (2012) analizando el texto
“Cartas de Batalla” de Valencia Villa desde el punto de vista del psicoanálisis aplicado. Si
bien su ejercicio fue ambicioso en la medida de contar con todos los conocimientos
específicos para hacerlo, al leerlo me surgieron pensamientos relacionados con lo que esta
sucediendo en medio de esta pandemia. En este sentido, Buchely (2012) con su texto lo que
intenta mostrar es como en mucha literatura académica colombiana se han dedicado letras y
letras a hablar de la “ausencia del estado”, lo cual denomina como una estructura patológica
Colombia.
Con esto en mente, contrasté lo que estamos viviendo con lo que ella denomina como la
estructura básica de la patología del estado en sus tres características: 1) se identifica algo
ausencia como una culpa propia, derivada de una incapacidad latente o de una falta de
suficiencia (Butler 1997). (Buchely., 2012., Pág. 138). En ese sentido, viendo lo que esta
sensación generalizada de que falta algo en el país, que falta “autoridad” que falta un estado
través de solo la declaración de Estado de Emergencia y con ello el decreto de los llamados
Sin embargo, basto una semana de aislamiento preventivo obligatorio (o menos) para que
país, era imposible sostener una cuarentena prolongada y a pesar de las directrices del
estado, muchas personas tuvieron que volver a salir a las calles mientras aumentaban los
eminente recesión económica que nos está cayendo encima, ahí surgieron otros fenómenos.
El virus existía y las muertes seguían aumentando, pero el miedo primario parecía
disiparse, el estado había restringido nuestras libertades para evitar los contagios, pero abría
las puertas para que se siguiera trabajando, así que la impresión de ver mas personas en la
calle fue un sinónimo visual de buscar hacer cosas que se hacían antes del virus, pero
obviamente sin que el estado se enterara de ello. Así todos los días sonaban y sonaban
noticias de las innumerables fiestas intervenidas por la policía en todo el país, las fincas
repletas de gente, las fotos con tapabocas en todos lados, a la par de las noticias de las UCIs
cada vez con menos capacidad. Con esto se exacerbaron las suplicas de la gente, las
suplicas por represión y autoritarismo, había algo que faltaba en el país, quizás la “mano
dura” de las autoridades para contener el flujo de las personas en la calle después de
gobiernos regionales y locales de toques de queda, ley seca, militarización de algunas zonas
Algo estaba ausente, nuestro objeto pedido en esta crisis es un tipo de estado autoritario,
hegemónico y unitario, un estado patriarcal muy lejos de ser un estado de bienestar como
podríamos pensar a simple vista por la súplica de garantías a los derechos. Con esto viene
la segunda característica de esta patología, el lamento y la critica ante esa ausencia. Por
supuesto, ante el caos, la incertidumbre de todo lo que sucedía y las imágenes de des-
control, llegaron las críticas a las maneras del estado para afrontar la crisis, incluso las
críticas a las formas en lo los ciudadanos podían o querían llevar el aislamiento. Lo que me
pareció más evidente fue la pugna entre el estado y los poderes locales, estos últimos ante
las medidas de flexibilización que estaba tomando el estado “central” respondieron en una
especie de intento por llenar el “vacío de poder” así se concentraron en dictar medidas
altamente restrictivas en sus lugares de competencia, generando por parte del estado central
Por otro lado, también me pareció bastante particular que en la dinámica de este lamento y
Con esto sucedieron varias imágenes, altos funcionarios del gobernó violando la cuarentena
estricta y disfrutando de las libertades, cosa de la que percibí bastante reproche social, pero
ciudadanos, percibí que no solo existía ese reproche social, sino incluso hasta rabia. Así
parecía que el vecino miraba con sospecha cualquier movimiento de puertas para fuera de
la soberanía que representaba su casa. Parecía que nos estábamos inclinando a pensar que
los contagiados de alguna manera se lo buscaron por irresponsables y por supuesto llego
una especie de moralidad de parte de los que si podían estar cumpliendo la cuarentena
como lo ordenaba el gobierno, una especie de envidia encubierta de moralidad por no poder
estar haciendo lo mismo, tomando de excusa el “mal comportamiento” de los otros para
sacar hasta el resentimiento de clase que muchos intentamos ocultar pero que está ahí en
Con esto relaciono la última característica, calificar esa ausencia como una culpa propia,
nuestra misma condición de ciudadanos, no éramos capaces de cumplir con las ordenes
dictadas por este, mucho menos “hacer estado”, percibí un sentimiento entre la crítica
este año:
me agreda cada día. Así me agarre a patadas y revuelque en sus miserias. La amo a pesar de
su esquizofrenia. La amo como se ama a una mujer maltratadora. Sigo teniendo fe en que
esta relación enfermiza habrá de cambiar algún día”. 20 de julio de 2020, 11:30 a.m., [Tuit]
https://twitter.com/ElQueLosDELATA/status/1285250733819002882
¿Qué es lo que amamos realmente?, ¿Qué hemos construido como “patria” los
que no percibimos del estado? o realmente esto no es ningún “amor” en los términos del
creador de la controversial serie Matarife, sino más bien un lugar común en los que tanto la
academia como en la práctica nos hemos plantado, un lugar común que no dice nada más
allá de sus propias palabras y que no nos deja entender lo que efectivamente si es el estado
analizaba en su texto con todo lo que esta sucediendo con la pandemia. Es indudable que ni
la economía del país ni el sistema de salud y seguridad social estaban preparados para una
crisis de esta magnitud, al igual que todos los países del mundo, sin embargo, enlazando
esto con el análisis de lo que entendemos por estado, esta crisis exacerbo lugares comunes y
Es en esa dinámica donde la patología del estado se ama a sí misma y se vuelve indulgente
y poco crítica frente a sus propias contradicciones. Es el narcisismo lo que impide a las
intelligentsias ser conscientes del nocivo capricho de la ausencia del estado, de lo que puede
producir, de lo que puede implicar insistir tercamente en que algo no está. (Pág. 143.)
forma del estado, así la historia del termino vive en constante reconfigurarse en torno a los
mismos sucesos que atraviesan el país, de los cuales se deprende el deseo por la forma de
sido nuestra exigencia ante la ausencia que aun no entendemos pero que pregonamos. Las
preguntas ¿Por qué necesitamos ese lugar común?, ¿Por qué necesitamos esa imagen de
estado que hemos configurado? Quizás tendrán que ser respondidas desde la misma
misma edad del hombre en este mundo, quizás en ese sentido el estado no sea mas que un
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS:
aplicado. Revista de Estudios Sociales No. 46 • Pp. 216. ISSN 0123-885X • Bogotá,