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DOCENTE:
ING° MSC. MANUEL MACO CHUNGA
ALUMNO:
MURO YESQUEN SAUL
CICLO:
2021-I
INTRODUCCIÓN
La siembra directa es, sin duda, un sistema muy utilizado en la producción agrícola
moderna de la Argentina, existiendo en la actualidad más de 10 millones de hectáreas
(Consejo Federal de Inversiones, 2001) cultivadas según esta modalidad,
contribuyendo a su muy rápida difusión la técnica del doble cultivo trigo-soja. Si bien
la concepción del sistema tiende a mejorar la conservación del recurso suelo, coexisten
resultados contradictorios en cuanto a la compactación inicial de los suelos, como así
también de su evolución y persistencia en el tiempo. Algunos investigadores no han
encontrado efectos significativos de diferentes sistemas de labranza en la
compactación de los suelos (Ismail et al. 1995) y en su distribución vertical (Flowers &
Lal, 1998). Por otro lado, Domínguez et al. (2000) han registrado una mayor
acumulación de compactación superficial y una mayor capacidad portante en suelos
bajo siembra directa. En el mismo sentido, Carter (1988) informó que los sistemas que
no remueven el suelo pueden ayudar a la compactación del mismo.
La resistencia a la penetración (RP) y la densidad global (DA) son dos parámetros que
usualmente se utilizan para cuantificar compactaciones producto del tráfico vehicular.
Daddow & Warrington (1983) establecieron que 1,65 Mg m -3 es el umbral de densidad
aparente para permitir el crecimiento radicular. Numerosos trabajos han establecido
rangos de resistencia a la penetración que serían responsables de causar restricciones
para el normal desarrollo radicular. Bowen et al. (1994) citan valores entre 0.9 a 1.5
MPa como límites para impedir el crecimiento satisfactorio de las raíces. Threadgill
(1982) fija 1.5 MPa y 2.5 MPa como valores responsables del desarrollo anormal y de
la detención del desarrollo radicular para el caso de árboles frutales.
Jorajuría & Draghi (2000), en relación con el pasaje repetido de tractores de baja
carga/eje, concluyen que el pasaje repetido sobre la misma senda puede emular e
incluso reemplazar al factor peso sobre el eje, en la responsabilidad principal de inducir
compactaciones en el subsuelo. Jorajuría (2001) indicó, además, que la profundidad
del horizonte del suelo que reacciona con un mayor incremento de la resistencia a la
penetración tiende a hacerse más superficial, en la medida que aumenta el número de
pasadas. Botta (2000) concluye que, en forma independiente del peso y de la
superficie de contacto rueda/ suelo, el número de pasadas reiteradas en una misma
senda inducen compactación subsuperficial del suelo. En relación a los efectos de la
presión en el área de contacto rueda/ suelo, van den Akker (1998) encontró que la
inducción de compactaciones por tráfico, con 32 kN en el eje, puede mantenerse
dentro del horizonte arable (Ap), utilizando un rodado que garantice una mayor
superficie de contacto rueda/suelo y una menor presión de inflado. Alakukku (1997)
recomendó que el tránsito debiera reducirse al mínimo indispensable en condiciones de
elevada humedad y los vehículos debieran portar ruedas que les permitieran limitar su
presión de inflado a una máxima de 50 kPa. Las consecuencias, de no lograr establecer
estas soluciones, adquieren mayor relevancia, cuando las condiciones agroclimáticas
resultan desfavorables.
El objetivo del presente trabajo fue cuantificar la reacción mecánica del suelo al
tránsito, a través de la resistencia a la penetración y la densidad aparente, para
visualizar posibles diferencias debido al sistema de labranza utilizado.
De los factores mencionados, son dos los que van a tener un efecto directo sobre el
crecimiento de las raíces y estos son:
• Presión de inflado de los neumáticos: mientras más inflados los neumáticos, menor
es el área del neumático que entra en contacto con el suelo y mayor es la presión
sobre el suelo. • Patinaje de las ruedas: en la medida que estos fenómenos se
produzcan, el esfuerzo producido sobre el suelo es mayor. Se sugiere realizar el
trabajo evitando el patinaje y zapateo de los neumáticos. • Velocidad de trabajo:
cuando la presión sobre el suelo es mantenida por un mayor tiempo el fenómeno de
compactación tiene una mayor posibilidad de producirse, por lo que sería adecuado
realizar las labores a una velocidad lo más alta posible.
Ajustar maquinaria a una misma trocha: esta medida está orientada a reducir el área
que es usada por la maquinaria, manteniendo una sola huella para el paso de las
ruedas.
Subsolado
La práctica del subsolado consiste en soltar el suelo bajo la profundidad normal de
cultivo, usando un arado de uno o más brazos rígidos, con el objetivo de romper
capas de suelos compactadas. Los subsoladores normalmente trabajan a
profundidades de 30-70 cm. Existe también la alternativa de usar algún tipo de arado
de vertedera, teniendo en consideración que la capacidad de profundizar es menor y
tiene mayores requerimientos de potencia.
El subsolado es una labor de elevado costo y por lo tanto debe hacerse sólo cuando
las características del suelo lo justifican. Por lo tanto antes de tomar la decisión de
hacer esta labor, debe estudiarse con detención el perfil del suelo, determinando la
presencia de estratos de suelo compactadas, analizando su ubicación y distribución
espacial en el potrero.
Esta labor consiste en localizar el material (guanos, aserrín, viruta, restos de poda
trozados, lodos de aguas servidas, compost, desechos orgánicos animales y
vegetales diferentes, etc.) en hoyos o zanjas, a la profundidad del estrato de suelos
compactada, es una labor de alto costo y muy localizada que se puede justificar en el
caso de que el subsolado puede no ser una buena alternativa, como por ejemplo en el
caso de plantaciones frutales establecidas, donde se dificulta el trabajo de tractores
de gran potencia.
Camellones
En el caso de plantaciones frutales también es posible agregar suelo de
la entrehilera sobre la hilera de plantación, formando un lomo o camellón de suelo
suelto donde las raíces encontrarán mejores condiciones para su desarrollo. Con el
suelo adicionado la profundidad de suelo aprovechable aumenta (en hilera de
plantación), contrarrestando en parte el efecto negativo de la presencia de una estrato
compactada en profundidad.
Es recomendable combinar el uso de camellones con un "mulch" orgánico o plástico
con el objetivo de reducir la evaporación del agua desde el camellón, manteniendo un
adecuado nivel de humedad en el suelo y lograr de este modo una mejor distribución
de las raíces dentro del camellón.
La reacción de las plantas a esta labor va a depender de la especie frutal, por lo que
hay que estudiar esta alternativa para cada situación en particular, tomando en
consideración: especie frutal, sensibilidad a enfermedades del cuello de la planta,
distancia entre hileras, ancho de trabajo de la maquinaria, entorpecimiento de labores
normales de manejo y método de riego, ya que se adapta principalmente al riego
localizado (goteo, microaspersión).
Cubiertas vegetales
Esta práctica consiste en mantener una cubierta vegetal de especies con diferentes
sistemas radiculares en superficies que permanecen sin vegetación, en forma
permanente o en algunos períodos del año. El objetivo de esta cubierta vegetal es la
de incorporar materia orgánica al suelo a través de la parte aérea y de las raíces de
las plantas. En este sentido se prefiere utilizar especies de arraigamiento profundo
para que las raíces lleguen y penetren el subsuelo compactado, favoreciendo la
formación de macroporos y la estructuración del suelo.
Las cubiertas vegetales pueden establecerse en huertos frutales, entre las hileras de
plantación o en toda la superficie, durante el período otoño-invierno (cubiertas
vegetales invernales), incorporándose en forma mecánica o química en la primavera.
En general se usan especies rústicas, de fácil establecimiento, de semilla de bajo
precio, de fácil incorporación y que no vayan a interferir con el frutal o el cultivo que le
sigue (huésped de plagas o enfermedades, efectos alelopáticos). Esta práctica tiene
efecto en un mayor plazo que las medidas anteriores, por lo que se le considera
también como un manejo preventivo.