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Reflexiones sobre la última propuesta de reforma al Régimen Penal Juvenil Argentino

Autora: Morales Deganut, Carolina

Cita: RC D 156/2019

Encabezado:

La autora realiza un análisis pormenorizado del proyecto de reforma al Régimen Penal


Juvenil que, teniendo en cuenta las recomendaciones de doctrina, jurisprudencia,
organismos y tribunales internacionales, intenta conciliar las distintas posturas entorno a la
necesidad de evitar que los jóvenes se involucren en conductas antijurídicas y la forma de
lograrlo.

Reflexiones sobre la última propuesta de reforma al Régimen Penal Juvenil Argentino


Las discusiones actuales sobre la niñez en conflicto, versan en torno a varios aspectos, que
aunque confluyen en la necesidad de evitar que los jóvenes se involucren en conductas
antijurídicas, se distinguen al momento de elegir los métodos para lograrlo. 

De este modo, mientras un considerable sector de la sociedad encuentra la solución en el


incremento del poder punitivo, otros focalizan en la importancia de las medidas de
prevención y políticas sociales adecuadas.

Sin perjuicio de ello, lo cierto es que frente a la comisión de una conducta típica debe
actuar indefectiblemente la máxima herramienta del Estado: el Derecho Penal[1]. El límite
a su intervención se encuentra dado por la edad a partir de la cual se sostenga la
imputabilidad de la persona, que es una decisión privativa de cada nación. El parámetro
entonces será que más allá de la edad, sean siempre respetadas las garantías
constitucionales vigentes.

Con respecto a la minoridad en conflicto, existen varias posturas: están quienes encuentran
la solución en el rigor propio del sistema, y quienes entendemos que una respuesta solo
puede ser justa si se adecúa a los postulados de la Carta Magna y a la Convención sobre los
Derechos del Niño. 

El antagonismo de las posiciones mencionadas es evidente, y debe ser tenido en cuenta al


momento de analizar tanto el régimen penal de la minoridad actual, como cualquier intento
de reforma.

Se intentará reflexionar en adelante, sobre algunos aspectos del Proyecto de Ley sobre un
nuevo Régimen Penal Juvenil, que fuera elaborado por el Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación. Si bien el texto presenta algunos puntos discutibles, resulta en
términos generales una herramienta jurídica a destacar ya que, -si bien de manera tardía-
recepta postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño. 

A pesar de las numerosas oportunidades en las que desde la jurisprudencia se ha instado al


Congreso Nacional a reformar la Ley 22278, no ha habido mayores discusiones que hayan
prosperado en el ámbito parlamentario[2]. De este modo, se ha perpetuado un régimen
tutelar que le otorga un amplio margen de discrecionalidad al juez, receptando un sistema
penal de autor que desplaza cualquier posibilidad de sanción adecuada a los mandatos
constitucionales. 

Las críticas que se le han formulado a esta normativa, provienen de varios ámbitos del
derecho. Así autorizada doctrina[3], jurisprudencia[4], organismos[5] y tribunales
internacionales[6], por distintos motivos, propiciaron la necesidad de que la República
Argentina cuente con un sistema legal acorde a la Convención sobre los Derechos del Niño,
sin que ello haya ocurrido hasta este momento. 

La jurisprudencia tiene un rol protagónico en esta cuestión, al haber intentado


compatibilizar algunos de los postulados de la Ley 22278 con el texto constitucional, para
evitar de esta forma una crisis a la que indefectiblemente se llegaría si los acertados
planteos sobre la inconstitucionalidad de aquélla, hubieran prosperado[7].

Es por ello que a pesar de la manifiesta incompatibilidad entre ambos sistemas legales, la
llamada “doctrina de la interpretación armónica” sugerida por la jurisprudencia[8], ha
contribuido en parte a limitar ciertas disposiciones de una ley anacrónica, mediante su
forzada interpretación. Es probable que, además de evitar una crisis institucional, esta
doctrina haya permitido prolongarla coexistencia de ambos sistemas. 

Aunque sean varios los argumentos que indican que la Ley 22278 debe ser derogada, la
razón principal de esta necesidad radica en que violenta el principio de legalidad[9], al
permitir la disposición de un menor de edad aun cuando no hubiera cometido una conducta
típica, circunstancia que vulnera a su vez el derecho a la dignidad personal, presupuesto
elemental del derecho a la vida.

El principio de legalidad es una pieza clave para ello, ya que la claridad de la norma es la
base para el conocimiento de la conducta prohibida y de su antijuricidad[10]. Ello implica
no sólo que las causas de reproche deben estar expresamente tipificadas en la ley, sino que
además se debe estar a una estricta sujeción a los procedimientos objetivamente definidos
en la misma[11].

Desde este punto de vista, el Proyecto elaborado por el Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación, constituye una herramienta de suma importancia en la materia ya
que en su art. 6, reconoce que el adolescente gozará de todas las garantías contempladas en
la Constitución Nacional y en la Convención sobre los Derechos del Niño y demás leyes e
instrumentos ratificados por la República Argentina. 

También es importante el que se reconozca al niño como sujeto de derechos a partir de


establecer la importancia del derecho a ser oído y, consecuentemente su capacidad
progresiva. 

Aquél derecho se encuentra establecido en el art. 12 de la Convención, también fue


receptado por el nuevo Código Civil de la Nación[12] en su artículo 26, y la propuesta lo
acoge en su art. 10, asegurando que el adolescente tendrá derecho a ser escuchado cada vez
que lo solicite, en cualquier etapa del proceso. De manera novedosa, también reconoce este
derecho durante la etapa de ejecución de la sanción impuesta. 

Tanto la Observación General N° 10, como la Observación General N° 12, coinciden en


afirmar que en los procedimientos penales, el niño tiene derecho a expresar su opinión
libremente para una participación efectiva. Para ello, debe ser informado de manera
oportuna y directa sobre los cargos que se le imputan en el idioma que entienda. Ha sido
reconocido además, como una herramienta poderosa de mejora y reforma para el disfrute de
derechos[13].

Por su parte, la jurisprudencia de nuestro máximo Tribunal, sostuvo que la capacidad


progresiva implica la escucha y evaluación, respetando siempre la edad, el grado de
madurez, la capacidad de discernimiento y demás condiciones personales[14].El máximo
Tribunal Interamericano reconoce de manera pacífica este estándar[15], aunque fue claro al
afirmar que la capacidad de un menor de tres años no es igual a la de un adolescente de
dieciséis[16], y sostuvo categóricamente que tanto la autonomía progresiva como la
participación del niño en el proceso, tienen relevancia en el diseño y operación de un
sistema penal juvenil[17].

Desde otro punto de análisis, es posible remarcar que la propuesta del Ministerio de Justicia
de Derechos Humanos de la Nación, recepta el concepto “interés superior del adolescente”,
denominación equivalente a lo normado en el art. 3 de la máxima norma de la niñez, que se
refiere al “interés superior del niño”. 

En su art. 7, se lo define como necesario para garantizar el disfrute pleno y efectivo de los
derechos reconocidos por la Convención sobre los Derechos del Niño y el Desarrollo
Físico, Mental, Espiritual, Moral, Psicológico y Social del adolescente.

De este modo, parecen haber sido reconocidos los lineamientos del Comité de los Derechos
del Niño de acuerdo con los cuales, los Estados deben examinar, y en su caso modificar la
legislación nacional y otras fuentes del derecho, sin perder de vista su interés superior.
Conviene subrayar que, si bien este concepto emerge del art. 3 de la Convención, puede
presentar criterios interpretativos disímiles, principalmente porque bajo el parámetro de
“interés superior del niño” pueden sugerirse disposiciones de diversa naturaleza. La norma
cuya sanción se propone, establece en el segundo párrafo del art. 7 que en función de este
interés, el magistrado interviniente podrá ordenar la intervención de órganos de protección
de los derechos de los niños adolescencia y familia en los términos de la Ley 26061.

Es posible sugerir sin embargo, que dicho estándar de interpretación cuya presencia resulta
obligada en todas las leyes y reglamentos de la República[18], sea siempre aplicado
teniendo en cuenta la opinión del niño.

Cuando un Estado ratifica un pacto internacional, sus jueces están también sometidos a él,
ya que conforman parte del mismo, lo que obliga a velar por la vigencia del sistema de
garantías de la Convención, y por la no aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin[19].

Desde otro punto de análisis debe destacarse el que se haya incorporado a la propuesta el
principio de especialidad[20]. Así, el art. 8 establece que la sustanciación de los procesos,
el control de las medidas y ejecución de las sanciones, estarán a cargo de órganos con
capacitación especializada en el trato con adolescentes y conocimientos del máximo tratado
de la niñez. 

El principio se encuentra consagrado en el artículo 40 3) de la Convención sobre los


Derechos del Niño. Una disposición similar se encuentra receptada en el artículo 5.5 de la
Convención Americana de Derechos Humanos.

Sus alcances en el Tratado del año 1989 son los siguientes:  "… los Estados parte tomarán
todas las medidas apropiadas para promover el establecimiento de leyes, procedimientos,
autoridades e instituciones específicos para los niños de quienes se alegue que han
infringido las leyes penales o a quienes se acuse o declare culpable de haber infringido
esas leyes…".

La Convención Americana de Derechos Humanos por su parte, sostiene "… cuando los
menores puedan ser procesados, deben ser separados de los adultos y llevados ante
tribunales especializados, con la mayor celeridad posible, para su tratamiento".

Además de este principio, se incorpora el derecho del joven a ser juzgado en un plazo
razonable, concepto que ha sido denominado en el texto como “brevedad y celeridad
procesal”[21]. 

Se establece allí que la duración máxima del proceso estará fijada en la ley procesal, pero
que no deberá excederse de tres años, contados desde el inicio de la investigación
preparatoria o equivalente. Queda excluido de dicho plazo el tiempo que insuma el trámite
del recurso extraordinario federal. Acertadamente, el plazo se suspende mediante la
rebeldía del imputado y se puntualiza la prioridad de aquellos procesos en los que el
adolescente se encuentre bajo prisión preventiva, lo que no resulta un eximente del
cumplimiento del plazo señalado. 

Habrá que evaluar entonces, como opera dicha disposición en el marco de la ejecución de la
nueva ley. Lo cierto es que actualmente, en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, aún tratándose de delitos de poca relevancia y escueta producción de prueba, los
procesos son largos en parte quizás porque se ha establecido mayoritariamente, que el
régimen especial para aquellos casos de flagrancia no resulta aplicable para menores de
edad[22].

La propuesta introduce varios cambios significativos, algunos de ellos polémicos, como


considerar la posibilidad de responsabilizar a un menor de 15 años por delitos que prevean
una pena superior a los 15 años de prisión o más.

Efectivamente, la primera disposición de la norma establece que es objeto de la ley


determinar la responsabilidad penal de los adolescentes mayores de quince años, y menores
de dieciocho al momento de la comisión del hecho. 

Para los jóvenes de quince años, la ley será aplicable cuando el delito reprimido tenga una
pena máxima de quince años de prisión o más. 
Para aquéllos que tengan entre dieciocho y dieciséis años de edad, cuando se les impute un
ilícito de acción pública, con excepción de aquéllos reprimidos con pena máxima de prisión
igual o menor de dos años o que prevean multa o inhabilitación. 

El permiso que otorga la norma respecto de la comisión e imputación de un delito por parte
de un menor de quince años, -más allá de su gravedad o no - permite que se efectúen ciertas
consideraciones.

Es importante reconocer que incrementar el poder punitivo, no conduce necesariamente a la


disminución de los índices delictivos. Asimismo, debe tenerse presente que ésta no es la
única oportunidad en la que se ha intentado disminuir dicha franja etaria; más aún,este
criterio no se ha mantenido incólume a lo largo de la historia en la que pueden advertirse
variaciones en este sentido[23]. 

Ha habido algunos intentos que quisieron bajar la edad de imputabilidad a 14 años[24], lo


que presupone establecer iuris tantum que desde ese momento el niño tiene capacidad para
comprender la norma y determinar su conducta conforme a ella. Más allá de que el limite
etario para considerar responsable o no a un niño se determina bajo criterios del legislador
que exceden los casos particulares, tal como se sostenía al inicio de este trabajo no es del
todo adecuado asociar la disminución del delito con el incremento de poder punitivo.

En este sentido, los fundamentos de la propuesta indican que los instrumentos de derecho
internacional de los derechos humanos no fijan una edad mínima de responsabilidad penal;
esta afirmación no es del todo acertada ya que si bien cada Estado es soberano para
determinar a partir de qué edad el individuo deberá responder frente a la comisión de una
conducta ilícita, no es menos cierto que existen pronunciamientos sobre la importancia de
no disminuir los derechos conquistados y, por ende respetar los parámetros etarios
adquiridos[25].

Es por ello que a pesar de los argumentos relativos a que la ley que se propone no implica
bajar la edad de imputabilidad, sino la creación de un sistema penal juvenil homogéneo que
permita responsabilizar a niños de quince años de edad por delitos graves enumerados, lo
cierto es que se está aumentando el poder punitivo. Esto conlleva a la probable crítica sobre
la posible violación del principio de no regresividad y progresividad[26] establecido en la
Convención sobre los Derechos del Niño.

Según este principio, los progresos alcanzados en la protección de los derechos humanos
son irreversibles. De este modo, sólo es posible expandir el ámbito de protección, mas no
restringir el ejercicio de un derecho ya adquirido. Bajo este criterio se está expandiendo la
protección, al impedir que un menor de dieciséis años sea incorporado al sistema bajo una
“disposición tutelar”, como lo permite el régimen actual mas no impedir tal medida para
que el niño de 15 años se haga cargo de un proceso penal.

En esta sintonía, la Relatoría sobre los Derechos de la Niñez de la Comisión Interamericana


de Derechos Humanos, ha sido clara al establecer que se afecta dicho estándar si se
proyecta la suspensión de garantías básicas en los procesos de justicia juvenil, si se intenta
la disminución de la edad mínima, o se contempla el aumento de penas[27].

Son acertados los datos consignados en los fundamentos de la propuesta, en punto a que la
edad mínima de responsabilidad penal juvenil de la región oscila entre los doce y catorce
años. 

Nuestro país ha sido reconocido como el que ostenta el límite etario más elevado de la
región[28], lo que no implica desconocer el principio de interpretación evolutiva de los
instrumentos de derechos humanos, circunstancia que ha conllevado a que la CIDH haya
expresado su preocupación en algunos casos en los que fue disminuida o se piensa en
disminuir la edad por la que debe responder penalmente un menor de edad[29].

Desde otro punto de vista, merece reconocerse como promisorio el precepto que reconoce
que la pena privativa de la libertad es el último recurso, debe ser fundada, revisable y por el
plazo más breve posible[30]. 

También es destacable la posibilidad de revisión de la pena privativa de la libertad ya que


aun cuando su operatividad debería estar fuera de discusión conforme lo ha señalado
reconocida doctrina[31], ha sido un derecho conculcado por la Corte Suprema de Justicia
de la Nación en una decisión que lo subordinó a la sanción de una ley penal juvenil[32].

Es importante asimismo que se haya previsto en sintonía con la naturaleza subsidiaria de la


pena privativa de la libertad, un catálogo alternativo de sanciones que resultan el máximo
progreso que podría alcanzarse en la materia ya que en la actualidad, la única pena posible
para un joven que ha cometido una conducta típica, es una pena privativa de la libertad que,
si bien reducida en los términos del art. 4 de la Ley 22278[33], es de idéntica naturaleza a la
sanción que recibe el adulto. A su vez, la determinación de su escala -ya sea reducida o en
su totalidad como así también su absolución- queda librado al poder discrecional del juez,
cuyo límite con la arbitrariedad no siempre es del todo claro. 

De esta forma se recepta el contenido del art. 40 del máximo Tratado de la niñez en punto a
las medidas alternativas a la pena, que específicamente se encuentran previstas en la
propuesta.

A su vez, se establece el criterio de oportunidad y como causa de extinción de la acción,


además de la prescripción, la remisión en el art. 20 del Proyecto. 

También, bajo el título de acuerdos restaurativos, se introduce la conciliación, y la


suspensión del juicio a prueba. Sin perjuicio de ello, en el art. 22 “in fine”, se describen las
condiciones de dichos acuerdos restaurativos, los que podrán tener lugar en cualquier etapa
del proceso antes de la sentencia, con participación de la víctima el imputado, dependencia
estatal o comunidad afectada para solucionar la controversia. 

La remisión que extingue la acción penal y permite que se disponga la incorporación del
joven a programas comunitarios en los términos de la Ley 26061, es una medida puede
tener lugar en cualquier momento del proceso y procederá para todo delito cuya pena no
supere los diez años de prisión. También es importante destacar que esta norma debe ser
tomada por el Ministerio Público Fiscal, previo escuchar a la víctima y al adolescente[34]. 

Aunque el análisis de la propuesta permitiría sumar reflexiones sobre la necesidad de


oxigenar el sistema vigente, mediante la introducción de garantías constitucionales, es
importante reconocer que se haya receptado en el trabajo que se someterá a consideración
del Congreso Nacional, el principio de principio de legalidad, excepcionalidad,
especialización, igualdad, y no discriminación, ya que estos se encuentran previstos en la
Convención sobre los Derechos del Niño[35]. 

Es sólo mediante los citados postulados que será posible lograrla reintegración de quien ha
cometido un ilícito cuando no contaba con dieciocho años de edad, esperándose así que
cumpla una función constructiva en la sociedad[36].

Finalmente, parece haberse considerado en el trabajo que la jurisprudencia de la Corte IDH,


que el sistema penal juvenil tiene un fin preventivo especial, frente al cual debe ponderarse
siempre que el niño logre aquel fin. Así se ha pronunciado dicho Tribunal en “Villagrán
Morales y otros vs. Guatemala”, donde se sostuvo con suma claridad que cuando el Estado
tenga que intervenir ante infracciones cometidas por menores de edad, debe garantizar su
rehabilitación en orden al logro de dicho objetivo[37].

El máximo tratado de la niñez es categórico en este sentido, pronunciándose sobre el efecto


estigmatizante de todo proceso penal. Por ello, se intenta limitar sus consecuencias y la
posible discriminación que pudiera sufrir el niño imputado, mediante la creación de
programas de capacitación y educación para la superación de cualquier barrera que impida
el logro de este objetivo[38]. 
[1] Es importante considerar que el Derecho Penal moderno, a partir de Binding, se ha
desarrollado desde la idea de protección de bienes jurídicos. Por ello el legislador
amenaza con pena las acciones que vulneran (o ponen en riesgo) determinados
intereses de una sociedad determinada. A su vez, de la idea de protección de bienes
jurídicos se deducen en la teoría los límites para el ius puniendi, confr. Enrique
Bacigalupo "Derecho Penal, Parte General", 2da. Edición, Hammurabi, Buenos Aires,
1999, pág. 43.
[2] De los propios fundamentos de la propuesta surge que durante el proceso democrático
de la República Argentina, se presentaron 90 proyectos de ley en la materia, siendo
uno solo que fuera enviado por el Poder Ejecutivo Nacional en el año 2009 que
obtuviera media sanción en el Honorable Senado de la Nación pero fracasó en la
Cámara de Diputados.
[3] Fellini, Z., "Derecho Penal de Menores", Ed. Ad hoc. Buenos Aires, agosto de 2001,
pág. 63 y ss., Zaffaroni, Eugenio, Alagia, Alejandro, Slokar Alejandro, "Derecho
Penal. Parte General", 2da. Edición. Ed. Ediar, Buenos Aires, 2002 pág. 186 y ss.
[4] La Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal en la causa 7537 "García Méndez
Emilio y otra s/ recurso de casación", Registro 1749, en el que el 11 de diciembre de
2007 declaró la inconstitucionalidad del artículo 1 de la Ley 22278.
[5] Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Relatoría sobre los Derechos de la
Niñez "Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas", UNICEF, OEA, 13 de
julio de 2011, párr. 54
[6] Corte Interamericana de Derechos Humanos "Caso Mendoza y otros vs. Argentina" del
14 de mayo de 2013, párr. 325.
[7] Aunque la Sala III de la Cámara Nacional de Casación Penal en la causa 7537 "García
Méndez Emilio y otra s/ Recurso de casación", declaró el 11 de diciembre de 2007 la
inconstitucionalidad del artículo 1 de la Ley 22278, la decisión fue revocada por la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en autos G 147 XLIV "García Méndez Emilio
y otros", causa 7537 del 2 de diciembre de 2008.
[8] De conformidad con lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los
autos mencionados precedentemente, se instauró un criterio pretoriano según el cual
hasta tanto se sancionara un Régimen Penal Juvenil debía interpretarse la Ley 22278
de acuerdo con los postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño. Esta
forma de aplicar ambas normas se hizo extensiva tanto a los Tribunales Orales de
Menores, como a la Cámara Nacional de Casación Criminal y Correccional.
[9] Art. 9 de la CADH, XXVI de la DADDH, 11.2 DUDH, 15.1 PIDCYP y 40.2 CDN.
[10] Los votos de los Sres. Ministros Lorenzetti, Maqueda y Zaffaroni de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación en "Valerga, Oscar Alfedo y otros s/ Infr. Ley 23771" resolvió
el 28/8/07 que en materia penal, la efectiva operatividad del principio de legalidad
impone la necesidad de practicar una hermenéutica que, basada en las palabras
utilizadas para la elaboración del tipo resuelva las dudas interpretativas en la forma
más limitativa de la criminalización y que cualquier opción que amplifique el ámbito
de la prohibición compromete la garantía que implica el nullum crimen sine lege.
[11] Corte IDH, "Bulacio vs. Argentina" sentencia del 18 de septiembre de 2003.
[12] Ley 26994 B.O 8/10/14.
[13] Observación General N° 10, Comité de los Derechos del Niño, 25 de abril de 2007,
párr. 12.
[14] CSJN "GCBA c/PNL" expte. 40737/16 del 13/7/16
[15] Corte IDH "Furlan y familiares vs. Argentina", sentencia del 31 de agosto de 2012.
[16] Corte IDH OC 17/ 2002, punto 101.
[17] Corte IDH, "Mendoza y otros vs. Argentina" sentencia del 14/5/13.
[18] Comité de los Derechos del Niño, Observación General Nº 14, párrafo 15 inc. a).
[19] Caso Almohacid Arellano y otros vs. Chile. Sentencia 26/9/09 parr. 124. En idéntico
sentido caso La Cantuta vs. Perú, Sentencia del 29/11/06.
[20] Artículo 40 3) de la Convención sobre los Derechos del Niño.
[21] Art. 11 del Proyecto.
[22] La jurisprudencia se encuentra dividida en orden a la aplicación o no de este
procedimiento cuando el autor del delito es menor de edad. Por su aplicabilidad se ha
pronunciado la Sala de Feria A de la Cámara de Apelaciones Criminal y Correccional
en la causa 2416 del 31/1/17; la Sala 4ª de la Cámara de Apelaciones Criminal y
Correccional en la causa 7286 del 21/12/16, Sala 3 de la Cámara Nacional de Casación
Criminal y Correccional en autos "C. M., reg. n° 220/2017, del 28/03/2017, entre otros.
Por su inaplicabilidad se ha pronunciado la Sala I de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional en la causa 2422 "G. A. A." el pasado 10 de
febrero. Recientemente, la Sala 3ª de la Cámara de Casación en lo Criminal y
Correccional en autos "G. A. N y P. K. A. l s/ robo con armas" el 18/4/17; Sala 3 de la
Cámara Nacional de Casación Criminal y Correccional, por mayoría con votos de
Jantus y Magariños en causa 5478/2017, G. 2, reg. n° 293/2017 del 18 de abril de 2017
Niño.
[23] Fellini, Z., "Derecho Penal de Menores", Ed. Ad. Hoc. Primera reimpresión, Buenos
Aires, agosto de 2001 pags. 21y sgtes.
[24] Los proyectos de reforma a la Ley 22278 que se encuentran vigentes promueven la
reducción de la edad de punibilidad a los 14 años de edad. Incluso existe un interesante
Anteproyecto presentado ante la Cámara de Diputados por el Dr. Zaffaroni, que
recepta todas las garantías emanadas de la Convención sobre los Derechos del niño y
un catálogo de penas adecuado al menor de edad (amonestación, satisfacción la
víctima, reparación del daño, prestación de servicios a la comunidad, cumplimiento de
instrucciones judiciales, prohibición de conducción, limitación de residencia
prohibición de residencia o tránsito, prohibición de asistir a determinados lugares
privación de libertad domiciliaria, privación de libertad en tiempo libre y privación de
libertad en instituto especializado como último supuesto).
[25] "Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas", Comisión Interarmericana de
Derechos Humanos, Relatoria sobre los Derechos de la Niñez, OEA, 13 de julio de
2011, párr. 140 y ss.
[26] Art. 44, CDN.
[27] Ob. cit en 21.
[28] "Justicia Juvenil y Derechos Humanos en Las Americas", Comisión Interarmericana de
Derechos Humanos, Relatoria sobre los Derechos de la Niñez, OEA, 13 de julio de
2011, párr. 48
[29] Ob. cit párr. 49 y 50.
[30] Art. 12 del Proyecto.
[31] Fellini, Z., "Aplicación Directa de la Convención de los Derechos del Niño", en
Derecho de Familia. Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia. Lexis
Nexis - Abeledo-Perrot, Nº 28, Buenos Aires, pág. 117 y ss.
[32] 31/10/17 CSJ 743/2014 50-Al/CS1 A., C. J. s/ homicidio en ocasión de robo, portación
ilegal de arma de fuego de uso civil s/ juicio s/ casación.
[33] El último párrafo del artículo 4 de la Ley 22278 establece lo siguiente: "... si las
modalidades del hecho, los antecedentes del menor, el resultado del tratamiento tutelar
y la impresión directa recogida por el juez hicieren necesario aplicarle una sanción, así
lo resolverá pudiendo reducirla en la forma prevista para la tentativa. Contrariamente,
si fuese innecesario aplicarle sanción, lo absolverá en cuyo caso podrá prescindir del
requisit del inciso 2."
[34] Art. 20 del Proyecto.
[35] Los principios generales del sistema de justicia juvenil son: el principio de legalidad,
excepcionalidad, especialización, igualdad y no discriminación y no regresividad. Ver
en este sentido "Justicia Juvenil y Derechos Humanos en las Américas", Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, Relatoria sobre los Derechos de la Niñez,
13/7/11.
[36] Art. 40, CDN.
[37] Sentencia del 19/11/99.
[38] Comité de los Derechos del Niño, Observación General Nº 10, párrafo 7.

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