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Es algo curioso ver como fácilmente nos comprometemos con diferentes actividades y
personas en nuestra vida, pero difícilmente mantenemos nuestro compromiso con
Dios. Nuestro compromiso debe ser tridimensional: FISICO, EMOCIONAL Y ESPIRITUAL.
FÍSICO: tenemos una obligación con nuestro cuerpo (vestirlo, alimentarlo, cuidarlo,
ejercitarlo, etc.), que obviarlo sería una forma de aprisionarlo poco a poco y hacerlo
miserable. Si esto no está suplido, se pare una privación. EMOCIONAL: Los afectos
maltratados o alimentados brutalmente, desembocan en unas lagunas casi insalvables
cuando se trata de la convivencia con uno mismo y con los demás. Debemos dar,
mendigar, buscar afecto en los otros, ellos son carne de nuestra carne y huesos de
nuestros huesos. Imposible vivir feliz sin una caricia física y emocional. ESPIRITUAL: es
el espacio más descuidado que tenemos. Imaginemos una casa en un campo,
abandonada hace 10, 15 ó más años. Encontramos toda clase de telas de arañas,
alimañas que la habitan, hedor de todos los colores, etc. Así se pone nuestro espíritu
cuando le aplicamos esa carencia de contenido espiritual. Éste último,
sorprendentemente abarca los dos anteriores. Es sencillo el secreto de que todo surge
de una motivación, o sea, una fuerza que empuja a hacer o no hacer. Pero es Algo o
Alguien hace ese empuje. Para los cristianos es Cristo. A ése debemos rendirle tributo,
buscándolo sin desmayar. Por eso, cuando se habla de compromiso, estamos
hablando del imperativo espiritual ante cada una de nuestras obligaciones, que nos
hace cada vez mejores y perfectos.
La palabra compromiso tiene dos raíces: “Con” (junto a; no yo sólo, sino acompañado;
hay alguien más conmigo) y “Promesa” (es una expresión propia de la voluntad; es
obligarse a sí mismo). Por tanto, cuando uno se compromete, no lo hace sólo. De ser
así, sería un juego de infante que se imagina manejando el camión de juguete que le
compraron de “reyes”. El compromiso es propio de la madurez, la responsabilidad.
Es increíble como mantenemos nuestro compromiso con nuestro trabajo y aun con
nuestros amigos y familiares, pero es terrible ver como no mantenemos nuestro
compromiso con Dios.
Hay cristianos que su trabajo es el que ocupa el primer lugar, cuando debería de ser
Dios, pues es Dios quien nos da nuestros trabajo.
Dios quiere que nos comprometamos con él, que veamos no solo sus bendiciones y las
cosas que podemos obtener de él, sino también que tomemos nuestras obligaciones, y
seamos fieles a ellas pues así lo honramos. Dios no necesita nuestro compromiso con
Él, sino que nosotros somos los necesitados de comprometernos con Dios. Los
beneficiados somos nosotros.
LEAMOS:
Ezequiel 10:1-5
Mientras oraba Esdras y hacía confesión, llorando y postrándose delante de la casa de
Dios, se juntó a él una muy grande multitud de Israel, hombres, mujeres y niños; y
lloraba el pueblo amargamente.
Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras:
Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los
pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.
Ahora, pues, hagamos pacto con nuestro Dios, que despediremos a todas las mujeres y
los nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento
de nuestro Dios; y hágase conforme a la ley. Levántate, porque esta es tu obligación, y
nosotros estaremos contigo; esfuérzate, y pon mano a la obra.
Entonces se levantó Esdras y juramentó a los príncipes de los sacerdotes y de los
levitas, y a todo Israel, que harían conforme a esto; y ellos juraron.
Me anima leer el versículo 4 cómo el pueblo le pide a Esdras que se levante, pero no
solo le dicen, sino que ven que es su obligación.
Aquí Jesús nos recuerda que tenemos un compromiso con Dios, no podemos intentar
seguirlo pero deseando volver al mismo tiempo.
Nadie puede hacer algo en debida forma si está atendiendo a otras cosas. Los que
entran en la obra de Dios deben estar dispuestos a seguir o de nada servirán. Mirar
atrás conduce a retractarse, y echarse atrás es la perdición. Sólo el que persevera
hasta el fin será salvo
Es curioso ver como no nos importa llegar tarde a la iglesia pero cuando vamos al cine
o al teatro si llegamos temprano.
Es curioso ver como gastamos nuestro dinero en cosas que ni ocupamos muchas veces,
pero no gastamos en cosas que valen la pena o que son de beneficio para nuestra
familia.
Es curioso ver como gastamos nuestro dinero solo para nosotros y no compartamos
con otros, los necesitados las bendiciones que Dios nos da y nos hagamos llamar
cristianos, hijos de Dios.
LEAMOS:
Hebreos 10:22-25
Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los
corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.
Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el
que prometió.
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no
dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y
tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Muchas veces es casi imposible, por razones de trabajo, asistir a la casa de Dios, pero
cuando hay oportunidad, tenemos que ir, para que juntos podamos buscar de Dios,
tenemos un compromiso, honra ese compromiso, se fiel con tu compromiso con Dios.
LEEMOS:
Números 30:2
Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con
obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca.