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La Guerra Del Fin Del Mundo
La Guerra Del Fin Del Mundo
El narrador es una categoría difícil de analizar pues sus funciones son bastante
completas dentro del relato. No sólo es la instancia encargada de contar la historia; es
también un ente engañoso que se caracteriza por filtrar la información que le llegará al
lector. A través de la narración que nos entrega, las más de las veces, es posible
vislumbrar la postura abrigada por él.
Dentro de la novela, los turnos que toman las diversas voces narrativas sirven para
estructurar la obra de manera tal que el mismo problema se vea segmentado y sea
obligación del lector completarlo, por una parte. Sin embargo, la verdadera cuestión es
definir cómo éstas se ordenan para manifestar las ideologías que se contraponen frente
a la guerra.
Desde el primer capítulo se hacen cuatro saltos temporales y es posible notar que el
interés del narrador —narradores— es enfatizar ciertas visiones de mundo específicas
sobre un mismo problema. En este caso podemos atender al hecho de que «[...] el
narrador desempeña el papel de centro y foco del relato, esto es, actúa como elemento
regulador de la narración y factor determinante de la orientación que se imprime al
material narrativo [...] se define preferentemente por su grado de conocimiento de los
hechos (Garrido, 2009: 668)».
Sin embargo, el cambio de tiempo verbal es en esencia sólo un instrumento del que
echan mano los narradores para hacerse notar. Con esto nos referimos a que cada uno
encuentra su distinción respecto de los demás merced al uso que hace del tiempo
lingüístico. Cada uno tiene su manera de narrar y su propio centro de atención. La
narración de cada uno esta fijada en el propósito central de apartar cada visión que
pueda tener el personaje acerca de las circunstancias en las que sus acciones toman
lugar.
Cada narrador comienza con su relato y se apoya en la actitud del personaje para
afianzar su posición. Sin embargo, como sujeto que narra, aquél situado desde su
perspectiva de los hechos, su deber es esencialmente el de mantener un orden fijo de
la historia que cuenta. En el caso de La guerra del fin del mundo cada uno de los
narradores tiene a su cuenta su propio relato. Estos, a su vez, van organizándose en el
imbricado de la historia según el espacio que está siendo relatado, el tiempo que cada
voz elige para narrar y el personaje o personajes dignos de su focalización:
Todo lo antes dicho es el proemio a un estudio más centrado. Hasta ahora se han
diferenciado las características base de cada narrador, pero no se ha visto
completamente cómo es que funciona en sí el cambio de perspectivas en la narración,
que es lo que importa más pues esto es lo que da la forma al texto y condiciona su
contenido. Este condicionamiento no es de índole restrictiva, más bien atiende a la
intención ya mencionada que tienen los narradores de enfocarse sólo en un punto de
vista de todo el problema que plantea la guerra de Canudos.
En cada segmento del relato está encerrada una función de profundidad mayor a la
estructuración temporal de la obra —y los efectos estilísticos que puedan derivarse de
la misma. No obstante la función de control manifiesta en las distintas voces que van
complementando el relato desde sus puntos de vista, es aún más atinado el tratado de
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la novela a partir de la ideología que retrata cada uno de los segmentos de la narración.
El narrador ejerce la capacidad de modificar el relato gracias a su posición y cuenta los
hechos con cierta intención:
En esta función está localizado el trabajo central de los narradores de La guerra del fin
del mundo. Cabe aclarar que no se asegura que cada narrador esté enjuiciando los
hechos. Más bien permite a los personajes desenvolverse en el marco de su ideología.
Esto significa que la sensación de pasar de un discurso a otro está ligada a las
acciones del actante y a su a su discurso, mas no a la voz narrativa. Sin embargo, sí es
posible notar que el interés del narrador radica en lograr que el lector centre su atención
en el personaje que motiva la historia: «Sin fanfarronería, sin arrogancia, con mínima
solemnidad, el hombre se presenta así: — Un combatiente de la libertad, señor. ¿El
aviso va a ser publicado? (Vargas, 2010: 25)».
Es preciso distinguir de manera clara las distintas visiones que arman la historia. De
esto se notará que la ideología es retratada desde la voz de los personajes, a los que
les delega cada narrador esa función. Éste se encarga particularmente de exponer las
situaciones. Cada actor refleja su realidad en la manera en que se mueve dentro de la
historia, y esto es captado por los narradores para ejemplificar las diversas visiones que
están en la obra.
El narrador de Canudos
Este narrador retrata la visión de los que son convertidos por Antonio Consejero y se
van a la nueva comunidad. La caracteriza la religiosidad y el desdén a la República,
debido a las permisiones que supuestamente tiene y las incitaciones al pecado
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adyacentes a su instauración. La técnica que usa es, en sí, focalizarse en un personaje
en específico y describir la manera en que fue convertido; o en su caso, relatar cómo
vive dentro de la comunidad. Lo importante es relatar el impacto que tiene el Consejero.
Aquí encontramos las experiencias no sólo de éste; también las de María Quadrados, el
Beatito, el León de Natuba, Joâo Grande, Joâo Abade, Pajeú, Antonio Vilanova y su
hermano y el padre Joaquim de Cumbe (aunque éste último no sólo es retratado por
este narrador y es incluido varias veces en otros relatos), por mencionar a los que
tienen una relación más cercana con el Consejero:
Pero el día en que los peregrinos aparecieron en las laderas del Cambaio y entraron
por la única calle de Canudos cantando alabanzas al Buen Jesús con toda la fuerza
de sus pulmones, se hallaba en casa. Desde la baranda de la antigua
administración, convertida en vivienda almacén, vio acercarse a esos seres
fervientes. Su hermano, su mujer, su cuñada advirtieron que palidecía cuando el
hombre de morado, que encabezaba la procesión, avanzó hacia él. Reconocieron
los ojos incandescentes, la voz cavernosa, la flacura. «¿Ya aprendiste a sumar?»,
dijo el santo, con una sonrisa, estirando la mano al mercader. Antonio Vilanova cayó
de rodillas para besar los dedos del recién venido. (Vargas, 2010: 116)
El narrador republicano
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El narrador del barón de Cañabrava
Este narrador se fija en la visión del barón, centro de la focalización en este caso. A
través de esta de él se nos dibuja la realidad del rico y del acomodado. El personaje
sufre dos veces el golpe en el ámbito social: al instaurarse la República pierde el poder
que el título nobiliario le concede, y deja que sus haciendas caigan en manos de los
hombres de Canudos —mejor dicho debe dejarlas por la presión que sufre de parte de
los yagunzos. También sufre el golpe de haber perdido a su esposa en el transcurso de
la tragedia:
No volvería a ver al periodista miope, no volvería a hablar con él. No permitiría que
volviera a resucitar esa monstruosa historia en la que habían naufragado sus
bienes, su poder político, su mujer. «Sólo ella importa», murmuró. Sí, a otras
pérdidas hubiera podido resignarse. [...] (Vargas, 2010: 675)
El narrador revolucionario
Este narrador atiende a la visión que adopta el extranjero Galileo Gall, quien, absorto
en sus propias creencias, ve en la revuelta de Canudos un intento no de restaurar la
Monarquía sino de abrir paso a la vida comunal en contra de la República. En ciertas
ocasiones el personaje habla en primera persona y transforma a su lector en su
interlocutor. En su ánimo de entender la condición de Canudos y de forzarla para que
se enmarque la ideología que ha guiado su vida:
[...] Alguien que no era de los nuestros, Montesquieu, escribió que la dicha o la
desdicha consisten en una cierta disposición de nuestros órganos. También la
acción revolucionaria puede nacer de ese mandato de los órganos que nos
gobiernan, aun antes de que la ciencia eduque la mente de los pobres. ¿Es lo que
ocurre en el sertón bahiano? Esto sólo se puede verificar en la propia Canudos.
Hasta la próxima o hasta siempre. (Vargas, 2010: 120)
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careciera de una ideología específica, en contraste a los demás participantes de la
obra. Es hasta el final de la historia que parece adoptar una postura:
Lloraba a gritos, encogido, prendido con las dos manos de la Madre de los
Hombres, balbuceando, quejándose de su mala suerte y sus desgracias, volcando a
borbotones, entre babas y sollozos, su amargura y su desesperación [...] Se dio
cuenta de que ella lo besaba en la frente, en las mejillas, en los párpados, a la vez
que le susurraba palabras tiernas, dulces, incoherentes [...] (Vargas, 2010: 610)
En la historia los narradores son los encargados de realizar la imbricación que, como
ya se ha dicho, es la confrontación de las distintas visiones de mundo observables en la
novela.
Referencias
Vargas Llosa, M. (2010). La guerra del fin del mundo. México: Alfaguara