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Departamento de Economía

DIPLOMATURA EN GEOPOLÍTICA
Y DEFENSA (2020)

MÓDULO 9: Complejos Militares Industriales y Economía de la


Defensa

CLASE 2. OFENSIVA MILITAR Y EXPANSIÓN DEL CIM ESTADOUNIDENSE


EN AMÉRICA LATINA

Diseño Curricular
Docentes responsables:
Objetivo General Tamara Lajtman
Licenciada en Ciencias Sociales por la Universidad
Presentar algunas dimensiones clave para Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Magíster en
Estudios Latinoamericanos por la Universidad
comprender el proceso de militarización
Nacional Autónoma de México (UNAM) y
estadounidense en América Latina, haciendo actualmente realiza el Doctorado en Ciencias
hincapié en la estrecha sintonía con los Sociales en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Es
intereses del Complejo Industrial Militar. becaria doctoral del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Objetivos Específicos siendo su lugar de trabajo el Instituto de Estudios de
América Latina y el Caribe (IEALC-UBA). Colabora en
- Presentar un breve recorrido sobre la el Centro Estratégico Latinoamericano de
proyección militar de EE.UU. en la región Geopolítica (CELAG) y forma parte del GT-CLACSO
desde la Guerra Fría. “Geopolítica, integración regional y sistema
- Profundizar en el rubro de la asistencia militar mundial”. Fue investigadora invitada en el CIS
y para la seguridad. (Centro de Investigaciones Sociales de la
Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia).
- Explorar sobre la permanencia de la guerra
A lo largo de los últimos años ha investigado sobre
contra las drogas y brindar ejemplos que
las políticas de seguridad de Estados Unidos en
vinculan los grandes planes de seguridad
América Latina, militarización y crítica a la asistencia
implementados por EE.UU. en AL y los para el desarrollo.
intereses del CIM.
- Presentar datos sobre el estrechamiento de
Lucas Melfi
los vínculos en materia de Defensa y
Seguridad en algunos países de ALC durante Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad
la administración de Trump. de Buenos Aires (UBA), Maestrando en Defensa
Nacional por la Facultad de defensa Nacional de la
Universidad de la Defensa (tesis entregada) y
Doctorando en Ciencias Sociales por la Facultad de
Ciencias Sociales de la UBA. Docente de grado en la
Universidad de Buenos Aires (Cátedra Pérez
Esquivel) y en la Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales. Investigación en
formación en proyecto UBACyT bajo la dirección de
Adolfo Pérez Esquivel y Sonia Winer.

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Material de Lectura sugerido


Ceceña, Ana Esther (2014) “La dominación de espectro completo sobre América” , en revista de
Estudios y Pesquisas sobre las Américas, v.8, n.2. Disponible en:
https://www.researchgate.net/publication/298427268_La_dominacion_de_espectro_completo_so
bre_America

Tallería, Loreta (2019) “Estados Unidos-América Latina. La tecnología de la dependencia


militar” en AMÉRICA LATINA EN EL PROYECTO DE DOMINACIÓN DE ESTADOS UNIDOS Pautas
y perspectivas en el siglo XXI, Quintana Taborga (Coord), Editorial del Estado, La Paz (libro
completo cargado en CLASE 2)

Isacson y Kinosian (2017) “Ayuda Militar de Estados Unidos en Latinoamérica”, WOLA.


Disponible en: https://www.wola.org/es/analisis/ayuda-militar-de-estados-unidos-en-
latinoamerica/.

Lajtman, Tamara y Barona, Christian (2020) “Guerra infinita: EE. UU. y las drogas en
Colombia”, Celag, Disponible en: https://www.celag.org/guerra-infinita-eeuu-y-las-drogas-
en-colombia/

Bienvenides a todos, todas y todes;

En esta segunda clase presentaremos algunas dimensiones clave que ayuden a


comprender el proceso de militarización estadounidense en América Latina, haciendo
hincapié en la estrecha sintonía con los intereses del Complejo Industrial Militar.

1. Militarismo imperial en ALC: Un breve recorrido


La amplitud de actividades y tareas que desarrollan las Fuerzas Armadas (FF.AA.) de
Estados Unidos (EE.UU.) en la región latinoamericana y caribeña incluye el vínculo con
gobiernos, empresas y sectores de la sociedad civil y en muchos casos afecta (o tiene el
potencial de afectar) la vida diaria de los y las latinoamericanos/as, trascendiendo el
ámbito estrictamente militar y profundizando el carácter militarizado de las relaciones
políticas y económicas en ALC en su conjunto.

El establecimiento de estrategias militares a nivel continental1 sustentadas en la


(re)definición de enemigos y amenazas a la seguridad hemisférica da cuenta del carácter
militarista del imperialismo estadounidense (Appelman Williams, 2007; Lafeber, 1989;
Sweezy, 1973) que trasciende al “color” de las administraciones (republicanos o

1Acá nos referimos particularmente a las diversas Estrategias del Comando Sur de EEUU. Las más recientes son:
USSOUTHCOM (2018) 2017-2027 THEATER STRATEGY. Disponible en:
http://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/USSOUTHCOM_Theater_Strategy_Spanish_(FINAL).pdf?ver=2017-
10-26-124307-193&timestamp=1509036213302
USSOUTHCOM (2019) United States Southern Command Strategy "Enduring Promise for the Americans”. Disponible
en https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/SOUTHCOM_Strategy_2019.pdf?ver=2019-05-15-131647-353

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demócratas), pues se enmarcan en estrategias de mediano-largo plazo. Este modus


operandi del Pentágono articulado al Complejo Industrial Militar (CIM) suele ser
olvidado (convenientemente) por los análisis coyunturales.

Tal como fue expuesto en la primera clase de este módulo, la proyección militar de
EE.UU. en la región se ha incrementado desde la Guerra Fría y es consustancial al
desarrollo del capitalismo monopolista hasta la segunda década del siglo XXI. El “curso
normal” del desarrollo y la seguridad nacional estadounidense estuvieron (y están) en
la manutención del orden establecido por las grandes corporaciones multinacionales y
el control de recursos naturales estratégicos.

Las primeras formulaciones sobre la llamada Seguridad Hemisférica en el marco de la


Guerra Fría se materializaron en el avance hacia espacios periféricos, para propiciar las
condiciones de “estabilidad” y “democracia” que garantizaran el acceso y flujo de
materiales estratégicos, materias primas y mercados necesarios para mantener la
economía y el creciente CIM. Para este entonces, el rol geopolítico y geoeconómico de
América Latina se definía de acuerdo con las metas planteadas en la estrategia militar
de EE.UU. para la región que incluían: i) la continua y creciente producción y provisión
de materias primas estratégicas; b) el mantenimiento al interior de cada nación de la
estabilidad política y las seguridad interna para garantizar la protección de las
instalaciones de las cuales dependen la producción y provisión de materiales
estratégicos”; c) la cooperación mutua de todas las naciones de América Latina en apoyo
de Estados Unidos; d) la protección de vías de comunicación vitales; e) la provisión,
desarrollo, operación y protección de aquellas bases que puedan ser requeridas para el
uso de Estados Unidos y para la protección de vías de comunicación; f) la protección
coordinada de invasiones y redadas…” (USDS, FR, 1950, Vol I,. 633, en Romano, 2012).

El discurso (y prácticas) de Seguridad Hemisférica fue aceptado y ratificado por los países
de América Latina, que firmaron el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca
(TIAR, 1947). Ese tratado, conformado antes que el tratado de la OTAN, definía que la
amenaza podría provenir de “una agresión que no sea ataque armado, o por un conflicto
extra continental o intracontinental, o por cualquier otro hecho o situación que pueda
poner en peligro la paz de América” (TIAR, 1947, art. 6).

Para este época el Departamento de Defensa impulsó la “estandarización” de las FF.AA.


a nivel continental (como parte de las obligaciones contraídas en el TIAR) con el objetivo
de lograr una homogeneidad en cuanto a entrenamiento, cantidad, tipo de armas y rol
de las FF.AA. La base de este proceso fue la implementación de los programas de
asistencia militar llevados a cabo mediante la Ley para la Seguridad Mutua (1952) que
respaldaba a su vez la inversión de las empresas de EE.UU. en el exterior (Morray, 1970).
En este tipo de leyes puede observarse la articulación entre pautas y lineamientos para
la seguridad hemisférica (incluido el acceso a materiales estratégicos y combustibles) y
una determinada noción de “desarrollo”, asociada a las ventajas comparativas, el libre
comercio y la expansión del capital estadounidense (incluido el CIM).

A partir de los años 50, en base a estos antecedentes y junto la influencia francesa, se
definieron los lineamientos básicos para la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN)

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implementada en varios países de América Latina. La construcción político-ideológica


del “comunista subversivo”, como base de la DSN, influyó de manera definitiva en la
vida política regional entre las décadas de 1950 y 1980. La larga lista de golpes de Estado,
protagonizados por las fuerzas armadas locales estuvo imbricada, en distintos niveles,
por las prerrogativas de Washington en su obsesión por contener la “amenaza
comunista”. El triunfo en Cuba determinó un parteaguas en la política estadounidense
que reforzó su componente “estabilizador” (pero hay que preguntarse: ¿La
estabilización de quiénes o contra quienes?). Para ello fue fundamental la articulación
de asistencia militar y “asistencia para el desarrollo”2 en el marco de la Alianza para el
Progreso de Kennedy.

El “episodio” siguiente es la guerra contra las drogas. El presidente Ronald Reagan


declaró en 1986 que las drogas ilícitas eran una amenaza a la seguridad nacional de
EE.UU.3 En 1989 George W. Bush lanzó la Estrategia Andina como mecanismo regional
orientado a combatir el tráfico de drogas en los países productores al mismo tiempo en
que convirtió al Departamento de Defensa en la principal agencia del gobierno
estadounidense para la interdicción de narcóticos en el extranjero (Ley de Autorización
de Defensa, 1989). En 1991, la función antidrogas de los militares estadounidenses se
amplió aún más mediante una disposición, conocida como "Sección 1004", que permite
al Pentágono utilizar sus propios fondos para entrenar a militares extranjeros y la policía,
así como para transferir equipos, siempre que se justificara que los fines sean
operaciones antinarcóticos. El peso que tuvo esta primera experiencia de combate
frontal al narcotráfico en América Latina puede percibirse en el incremento de 82% en
el presupuesto estadounidense destinado a este rubro entre 1988 y 1992. (Rodríguez
Rejas, 2017: 246). La región andina fue escenario de mayor injerencia en materia de
lucha antidrogas a partir de los 90, siendo Colombia, Perú, y Bolivia los principales
destinatarios de la asistencia antinarcóticos.4

Con la implosión de la Unión Soviética y el denominado “fin de la historia”, los


organismos internacionales identificaron nuevas amenazas a la seguridad mundial
(migraciones, el cambio climático, el terrorismo, el narcotráfico, la pobreza, etc.) cuyas
definiciones se ajustan a las premisas de la Comisión Trilateral y los intereses de EE.UU.
(Romano, 2018). En 1992 -mucho antes de los atentados del 11S- un grupo
neoconservador elaboró el Defense Policy Guidance que delineaba la estrategia de
seguridad y defensa para el siglo XXI desde una perspectiva netamente militar aludiendo
a la concepción de seguridad multilateral y guerra preventiva.

2 En esta clase nos enfocamos en la asistencia militar. Si les interesa profundizar sobre la asistencia “para el desarrollo”
pueden ver algunos textos clásicos como el de Pollard, Robert (1990) La seguridad económica y los orígenes de la
Guerra Fría 1945-1950. Buenos Aires: GEL; o Romano, Silvina (2015) «Guatemala, Estados Unidos y las ONGs: La
desarticulación del Estado y el rol de la asistencia». De Raíz Diversa, vol 3, n° 5 (2015) p. 41-70.
3 La National Security Decision Directive (1986) califica al tráfico de drogas como amenaza para la seguridad nacional,

especialmente fuera de los EE.UU., señalando la existencia de relaciones estrechas entre grupos insurgentes y
terroristas con traficantes de drogas. En paralelo, se firma la Antidrug Abuse Act en 1988 autorizando al presidente a
“descertificar” y cancelar la ayuda a cualquier país que considerase que no estaba cooperando con los objetivos
antidroga de los EE.UU.
4 Pueden profundizar sobre este tema en Youngers y Rosin (2005) “Drogas y democracia en América Latina: El

impacto de la política de Estados Unidos”, Editorial Biblios.

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Los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono en 2001 marcaron un punto de


inflexión que entrelaza la guerra antiterrorista a nivel internacional y la guerra contra el
crimen en el interior de los Estados como medios de control global que habilitan
escenarios bélicos y facilitan las formas más radicales de la violencia represiva (Calveiro,
2012). Se presentan profundos signos de continuidad con las doctrinas
contrainsurgentes a partir de la introducción de la concepción de “guerra preventiva”
establecida en la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002 (ESN 2002). Esa doctrina se
extendió a nivel mundial, incluido el Hemisferio Occidental donde marcó un punto de
inflexión en la “guerra contra las drogas” profundizando su carácter militarizado. Luego
del comunismo, los potenciales narcotraficantes y “narcoterroristas” empiezan a figurar
como principal “nueva amenaza” en el continente. Como ejemplo que ilustra lo anterior,
el Homeand Security propuso que las organizaciones dedicadas al tráfico de drogas
fueran clasificadas automáticamente como grupos terroristas y argumentó que eso
generaría una mayor capacidad para contrarrestar su amenaza a la seguridad nacional.

Así, en el marco de la fusión de los esquemas de antiterrorismo y guerra contra el


narcotráfico, la implementación del Plan Colombia (y su primer desprendimiento, la
Iniciativa Regional Andina) es la punta de lanza para la organización del flujo de
asistencia militar y asistencia “para el desarrollo” en el siglo XXI. La militarización hacia
el norte del continente se conforma vía Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de
América del Norte (ASPAN), Iniciativa Mérida y posteriormente Iniciativa Regional de
Seguridad para América Central (CARSI) posibilitando el control de México, América
Central y el Gran Caribe. La extensión hacia el sur “traza una línea directa con Perú,
desde el inicio el integrante menor del Plan Colombia y hacia Paraguay, centro de
operaciones de las fuerzas estadounidenses durante buena parte del siglo XX” (Ceceña,
2016: 130).

Este breve recorrido nos permite afirmar que EE.UU. promueve, desde por lo menos la
segunda mitad del siglo XX, a que los estados latinoamericanos mejoren sus capacidades
defensivas frente a los fenómenos que son caracterizados como amenazas para la
seguridad hemisférica (léase, seguridad estadounidense) y busca que se refuercen y
amplíen los aparatos de seguridad y militar bajo la idea de lograr una supuesta
estabilidad en la región. Esta incidencia no es retórica, sino que se materializa en flujos
de cooperación, en reformas y prácticas institucionales concretas que se repiten en
distintos países principalmente relacionadas al “orden interno”. Suponen una amplia
red de infraestructuras militares (“bases tradicionales”, centros de operaciones de
avanzada, centros de operaciones de emergencia, etc.), acuerdos bilaterales, patrullajes
navales constantes, ejercicios conjuntos y entrenamiento que naturalizan la presencia
militar estadounidense y homologan criterios con las FF.AA. locales.

Ahora bien, es fundamental recordar que esta ofensiva desde el punto de vista militar y
de seguridad se articula de forma paralela y entrecruzada con los tratados de libre
comercio (TLCs con Perú, Colombia; TLCAN, Alianza del Pacífico, etc.), acuerdos de
preferencias comerciales y megaproyectos de reorganización territorial (Plan Puebla
Panamá, IIRSA, Iniciativa América Crece, etc.) que contribuyen a garantizar los intereses
del sector público-privado estadounidense y sus socios locales. Todo ello en medio de la
reconfiguración del tablero geopolítico latinoamericano en el nuevo siglo caracterizado,

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a grandes rasgos, por la emergencia de un sinnúmero de movimientos sociales de corte


anti-neoliberal, distintas experiencias de gobiernos progresistas y el rol de China como
gran rival de la potencia hegemónica [no nos detendremos en este punto, Leandro
Morgenfeld lo desarrolló en el módulo anterior].

2. Asistencia militar y “para la seguridad”: una (conveniente) nebulosa


En el siglo XXI el flujo de asistencia estadounidense a la región se incrementó de manera
sostenida entre 2001 y 2007 y luego disminuyó casi de manera constante. En parte, esto
fue el resultado de recortes en el presupuesto general de asistencia externa luego de
que el gobierno de Obama buscara reducir el déficit generado por la crisis de 2008. Pero
esta disminución tuvo dos excepciones: América Central, que tuvo un pico de
financiamiento en 2016 triplicando el presupuesto recibido en 2015, y la región andina
que mantuvo un nivel estable de financiamiento entre 2011 y 2017.5 El primer
presupuesto de asistencia exterior del gobierno de Donald Trump, presentado al
Congreso en mayo de 2017, solicitó un recorte abrupto de la financiación del
Departamento de Estado y de la ayuda al desarrollo para América Latina y, en menor
medida, también de la asistencia militar y en seguridad.6

Ahora bien, es fundamental el hecho de que los recortes en el presupuesto destinado a


la asistencia militar no significan un menor involucramiento de EE.UU. con las fuerzas
armadas y policiales en América Latina. El propio comandante del Comando Sur,
Almirante Craig Faller, plantea justamente lo contrario afirmando que una mayor
presencia militar compensa las pérdidas ocasionadas por el recorte de fondos en
cooperación para la seguridad.7 Esto es fundamental, ya que, tal como ocurre en el caso
de la “asistencia para el desarrollo”8 los recortes presupuestarios suelen ser (mal)
interpretados como una pérdida de “importancia” de ALC para EE.UU.

Uno de los rubros poco conocidos y opacos tiene que ver con la capacitación y asistencia
que EE.UU. ofrece a las fuerzas de seguridad de los países latinoamericanos. Es difícil
saber con exactitud los programas y los montos que se destinan a las FF.AA. y policiales
de la región. Asimismo, hay que considerar que las bases de datos oficiales separan la
asistencia estadounidense en dos grandes rubros: Militar y Económica. “Toda la
asistencia exterior de los Estados Unidos se clasifica como asistencia militar o
económica. La asistencia militar es cualquier asistencia que beneficia principalmente la
capacidad militar de un país receptor. La asistencia económica es cualquier asistencia

5 Ver Isacson y Kinosian (2017) “Ayuda Militar de Estados Unidos en Latinoamérica”, WOLA:
https://www.wola.org/es/analisis/ayuda-militar-de-estados-unidos-en-latinoamerica/. También pueden explorar la
base de datos del Security Assitance Monitor, que es la más sencilla para manejar:
http://securityassistance.org/es/data/country/military/country/2000/2020/all/Latin%20America%20and%20the%20C
aribbean//?language=es
6 En celag escribimos algunos informes al respecto: https://www.celag.org/del-soft-power-al-america-first-eeuu-la-

asistencia/
7https://dialogo-americas.com/articles/southcom-deploying-more-ships-forces-to-latin-america/
8 Escribimos algunos informes en CELAG que desmitifican esta idea: https://www.celag.org/del-soft-power-al-

america-first-eeuu-la-asistencia/ y
https://www.celag.org/laeratrump/?fbclid=IwAR2InLdBYuEm_t7GiDGrslHq5YJ_nUriRs7osu8c83HSbp7JD8rLGjRtAZk

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con un objetivo humanitario o de desarrollo. Asistencia extranjera = Asistencia


económica + Asistencia militar.” 9

Sobre lo anterior, nos parece fundamental subrayar que los programas de control de
narcóticos administrados por agencias del Departamento de Estado y Departamento de
Justicia se consideran oficialmente como “asistencia económica” y no como “asistencia
militar”. Esto es bastante obvio, ya que no son administrados por el Departamento de
Defensa o alguna institución de las FF.AA estadounidenses. No obstante, consideramos
que esta separación, además de ocultar la complementariedad de estos rubros en la
política exterior de EE.UU. hacia la periferia, edulcora el impacto de programas con
contenido netamente securitario que, en el marco de la “guerra contra el narcotráfico”,
fueron y siguen siendo altamente militarizados y son herramienta fundamental de las
políticas de seguridad de EE.UU en la región.

De hecho, el último reporte del Congressional Research Service (organismo que elabora
informes para el Congreso estadounidense) sobre asistencia extranjera advierte sobre
“una superposición considerable entre las categorías de ayuda” y que “la asistencia
militar, la ayuda para la seguridad económica –incluido los programa de promoción al
estado de derecho y la capacitación policial- y los programas de asistencia para el
desarrollo pueden apoyar los mismos objetivos políticos de EE.UU., por ejemplo en
países del Medio Oriente, Afganistán y Pakistán. De la misma manera, se afirma que “la
asistencia militar y los programas de desarrollo alternativo son elementos integrados de
los esfuerzos antinarcóticos estadounidenses en América Latina y en otros lugares.”
(Congressional Research Service, 2019: 4)

Robert Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra
del Ejército de EE.UU. y asesor del Comando Sur [hay que leer a esta gente], destaca la
diferencia entre cooperación para la seguridad (security cooperation) y asistencia para
la seguridad (security assistance). La primera se corresponde a los programas y
actividades del Departamento de Defensa con las fuerzas de seguridad extranjeras
orientadas a promover los intereses de EE.UU. y que las naciones asociadas
proporcionen acceso al territorio, la infraestructura, la información y los recursos
posibilitando la construcción de capacidades afines con los objetivos de defensa de
EE.UU. La segunda se refiere a un conjunto más amplio de programas o actividades que
incluyen la “provisión de artículos de defensa, entrenamiento militar y otros servicios
relacionados con la defensa” que, de acuerdo con las leyes estadounidenses, está
financiada y controlada por el Departamento de Estado, pero puede ser administrada
por el Departamento de Defensa; por lo tanto, también puede considerarse parte de los
usos legítimos, aunque no ampliamente reconocidos, del instrumento militar en
América Latina y el Caribe. (Ellis, 2019)

En relación a lo último, hay que destacar que gran parte de los análisis sobre el tema
suelen denunciar los “excesos” de las FF.AA estadounidenses en la región, pero no se
discute el rol de EE.UU como proveedor. 10 En este espacio, nos interesa presentar la
problemática desde una perspectiva crítica, recuperando algunas corrientes que

9 https://explorer.usaid.gov/
10 Gran parte de los análisis de WOLA, por ejemplo, van en esta línea.

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tempranamente han cuestionado este “rol de proveedor”. Es el caso de Sweezy y


Magdoff que alertaron sobre el papel especial del militarismo en el mundo
subdesarrollado como columna vertebral imperialismo. Es esta columna vertebral la que
es sostenida y nutrida por los programas de asistencia militar, el estímulo a las ventas
de armamentos, entrenamiento y adoctrinamiento. (Sweezy y Magdoff 1972: 71). Así,
más allá de los objetivos concretos (transferencia de equipos, asistencia técnica,
adiestramiento, colocación de infraestructura etc.) es fundamental considerar la
transmisión de cierto sistema de valores, formas de pensar y prácticas.

Desde esta perspectiva Loreta Tellería sostiene que la asistencia militar (y,
agregaríamos, para la seguridad en general) implica un tipo específico de dependencia
y subdesarrollo cuya característica principal es el uso irrestricto de la fuerza como
mecanismo de poder (Tellería, 2019). Esta dependencia implica ser rehén de un
conjunto de intereses geopolíticos y económicos hegemónicos lo que, en última
instancia, implica asumir una forma de pensar, de hacer las cosas. Cuando América
Latina importa armamento y “entrenamiento militar” (que en la práctica es
adoctrinamiento) importa también un tipo específico de pensamiento y de prácticas
resignificadas en función de su empleo relacionado al contexto de cada escenario, en
donde se delinean amenazas y enemigos según la “necesidad”. [Sonia Winer desarrolló
sobre esto en el módulo 6].

También hay que subrayar el hecho de que la asistencia militar y “para la seguridad”, en
términos generales, abre la puerta a la desestabilización de los gobiernos de ALC,
especialmente los de izquierda o progresistas.

Tabla 1: Principales programas Asistencia Militar (y para la seguridad) de EE.UU. en ALC


Programa Inicio A cargo de Actividades Receptores ALC Monto dólares

Foreign 1961 Departamento de Compra de artículos y servicios de Colombia, Costa Rica, El 82.665.000
Military Estado y Defense defensa provenientes de los Salvador, Guatemala, (2017)
Financing Security Cooperation EE.UU. Capacitación en el uso de Haití, Honduras,
(FMF) Agency (DSCA) armamento. Los fondos cubren compras México,
del Departamento realizadas a través de Panamá, Perú.
de Defensa. Foreign Military Sales (ventas entre
Estados) y Direct Commercial Sales
(compras de Estados a empresas)

International 1961 Departamento Equipamiento, entrenamiento y Bolivia, Brasil, 302.775.000


Narcotics de Estado servicios para acciones contra las drogas, Colombia, Ecuador, (2018)
Control la criminalidad y el lavado Guatemala,
and Law de dinero. Acciones por la ciberseguridad Haití, México, Panamá,
Enforcement y las reformas policiales y Paraguay, Perú.
(INCLE) de justicia. Financió equipamiento militar
para el Plan Colombia y la Iniciativa
Mérida y fumigación aérea en Colombia

International 1961 Departamento Formación y entrenamiento militar y Argentina, Brasil, Chile, 106.325.000
Military de Estado policial. Promueve que las Fuerzas Colombia, Costa Rica, (2018)
Education Armadas de los países trabajen República Dominicana,
and Training conjuntamente con las estadounidenses El Salvador, Guatemala,
(IMET) y las de los países de la OTAN. El E-IMET Haití, Honduras,
financia cursos sobre gestión de los México, Panamá,
recursos de defensa, justicia militar y Paraguay,
derechos humanos, control civil de los

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militares y cooperación militar-policial en Perú, Uruguay,


operaciones antinarcóticos. Venezuela.

Section 1004 1991 Departamento Entrenamiento a militares y civiles en Colombia, Costa Rica, 185.411.000
Counter-Drug de Defensa operaciones antinarcóticos y República Dominicana, (2017)
and Counter- contra redes criminales. El Salvador, Guatemala,
Transnational Transporte, infraestructura, detección de Honduras, Jamaica,
Organized tráfico de sustancias, reconocimiento México, Nicaragua,
Crime aéreo y/o terrestre, inteligencia y análisis Panamá, Perú, Uruguay
de información
Combating 2002 Departamento Capacitación en instituciones militares Argentina, Brasil, Chile, 2.911.000
Terrorism de Defensa estadounidenses sobre técnicas letales y Colombia, Costa Rica, (2016)
Fellowship no letales a militares extranjeros y República Dominicana,
Program funcionarios de defensa y de seguridad. El Salvador, Guatemala,
(CTFP) Buscan estandarizar una visión sobre el Honduras, México,
terrorismo y la contrainsurgencia Panamá, Paraguay,
y crear una red mundial de profesionales Perú, Uruguay.
expertos que apoyen las acciones de los
EE.UU

3. La permanencia de la guerra contra las drogas: contrainsurgencia y negocio


La “guerra contra las drogas” sigue siendo uno de los principales lineamientos de la
política de seguridad de EE.UU. hacia la región. Muestra clara de ello es que en medio
del caos en EE.UU. por el coronavirus, y pocos días después de haber lanzado un “Marco
para la transición democrática de Venezuela”, Trump ha anunciado un megaoperativo
antinarcóticos en el Caribe y el Océano Pacífico con el argumento de que los cárteles de
la droga se están aprovechando de la pandemia para amenazar las vidas de los
estadounidenses.11

La “guerra contra las drogas” es entendida como una serie de medidas políticas,
económicas y militares antidrogas que plantean una política pública militarizada en la
región, enfocada a la dominación geoestratégica. Pasadas más de tres décadas de
políticas punitivas y militarizadas, es imposible sostener que la interdicción, la
criminalización de cultivadores y consumidores, la fumigación con glifosato o la
erradicación forzada hayan dado cualquier solución al problema de las drogas ilícitas.
Las drogas siguen fluyendo hacia el mayor mercado de las drogas: EE.UU., donde
también se lavan grandes cantidades de recursos provenientes del narcotráfico. Por otro
lado, una de las consecuencias visibles en nuestras naciones es la tendencia a erosionar
la soberanía nacional, la restricción de la democracia, la violación sistemática de
derechos humanos y la militarización permanente de la vida pública, todo esto,
acompañado de cambios judiciales que amparan esta política de Estado.

¿Por qué entonces sigue operando una política pública militarizada contra el
narcotráfico si no dejan de fluir las drogas hacia EE.UU?

Entre los planes y acuerdos de seguridad más emblemáticos de las últimas décadas no
podemos dejar de mencionar el Plan Colombia (1999) y la Iniciativa Mérida (2008), cada

11https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/SASC%20SOUTHCOM%20Posture%20Sta

tement_FINAL.pdf?ver=2020-01-30-081357-560 y https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-
president-trump-vice-president-pence-members-coronavirus-task-force-press-briefing-16/

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uno de ellos con resultados negativos en cuanto a sus objetivos formales de seguridad y
paz; pero con resultados positivos ante los objetivos -no explícitos- de dominio territorial
por parte de las distintas administraciones estadounidenses. Colombia y México son los
casos paradigmáticos, pero no hay que olvidarnos de Perú y Bolivia y de la reciente
ofensiva en Centroamérica, principalmente a partir de la administración Obama que
implementó la Iniciativa Regional de Seguridad para América Central (CARSI).

La función de estos acuerdos no es sólo la de articular una suma de acciones para lograr
objetivos planteados oficialmente, sea contra el narcotráfico, o contra el crimen
organizado; sino que se orientan a articular los intereses estadounidenses con las
prácticas de los militares latinoamericanos, a lo que se suman las grandes ganancias
económicas de sus empresas y del personal militar contratado para tal efecto.

Algunos ejemplos concretos que vinculan los grandes planes de seguridad


implementados por EE.UU. en AL y los intereses del CIM:

● Plan Colombia y Plan “Paz Colombia”


Colombia es el principal receptor de asistencia militar y policial de la región durante todo
el siglo XXI con un total estimado de 10,079,812,182 dólares entre 2000 y 2019.12 Gran
parte de estos recursos se han transferido en el marco del Plan Colombia. A partir de
las negociaciones de paz, el Plan Colombia ha mutado al plan “Paz Colombia”, que
incluye los acuerdos entre las FARC y el gobierno colombiano. Sin embargo, el núcleo de
la asistencia sigue siendo militar.

Existe una extensa red de empresas estadounidenses que intervienen en el sector


Defensa y Seguridad colombiano garantizando un mecanismo de acumulación que
fortalece su proyección geopolítica en la región. Esto último se da en virtud de la nueva
situación que le otorga el ingreso de Colombia como socio global de la OTAN en 2017,
dando un prestigio internacional a las FF.AA. colombianas y una calificación para proveer
de medios y adiestramiento a otras fuerzas de la región en una suerte de tercerización
de la asistencia habitualmente asumida por EE.UU.

Aunque la legislación colombiana concede prioridad a los artículos de seguridad y


defensa nacional producidos en Colombia por fabricantes locales, el TLC entre Estados
Unidos y Colombia de 2006, da libertad para tratar a las empresas estadounidenses
como empresas locales, cuando participan en concursos públicos. El negocio se hace
mediante empresas privadas que tienen la exclusividad para vender material bélico y
también material de seguridad.13 Tal es el caso de Verint Systems y la Compañía
Comercial Curacao de Colombia; la empresa estadounidense Dream Hammer y su
representante en Colombia, Emerging Technologies Corporation; la empresa
británica Smith Myers Communications y su representante STAR desde 2010, la empresa

12 http://securityassistance.org/
También pueden desglosar las cifras de asistencia en https://explorer.usaid.gov/cd/COL
13 http://www.portafolio.co/negocios/millonario-negocio-de-armas-en-colombia-502620

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estadounidense Harris y la canadiense Allen-Vanguard con la empresa representante de


ambas Eagle Commercial SA.

Israel también es un importante proveedor militar. La empresa israelí-estadounidense


Verint Systems suministró infraestructura de interceptación decisiva, utilizada por el
DAS, la DIPOL y la DIJIN desde 2005. Verint Systems Ltd., es el socio israelí de Verint
Systems Inc, radicada en EE.UU.14

● Iniciativa Mérida (IM)


México es el segundo principal receptor de la asistencia estadounidense, con un total
estimado de 3,273,766,584 dólares entre 2000 y 2019.15 La Iniciativa Mérida (IM)16
implementada en 2007, fue un acuerdo de buen entendimiento, esto quiere decir que
no necesitó la aprobación del Congreso mexicano. Bajo la IM el Congreso
estadounidense asignó más de 2,800 millones de dólares, de los cuales, se han aplicado
1,600 millones de dólares entre 2007 y 2017. Al mismo tiempo, México invirtió alrededor
de 100 mil millones de dólares de sus recursos en el mismo periodo (Delgado y Romano,
2011).

Uno de los tantos negocios lucrativos en México a partir de la implementación de la IM


es la compra-venta de armas, beneficiando en particular a las armamentistas de EE.UU.
Destacan las ventas de: la belga-estadounidense FN Herstal, que ha vendido en México
unos 23 millones de dólares, Namo Talley (8.3 millones de dólares), Barret Firearms
Manufacturing (más de 2.8 millones de dólares), Abrams Airbone Manufacturing (más
de 1 millón de dólares), Sig Sauer (850 mil dólares), entre otras.17 Entre 2015 y 2016, los
acuerdos firmados entre el gobierno mexicano y los fabricantes de armas en EE.UU.
sumaron alrededor de 276 millones de dólares. Estos se suman a otros acuerdos con
empresas privadas de EEUU que brindan servicios de defensa por más de 560 millones,
los cuales incluyen helicópteros, aviones y equipo para militares y policías que aplican
tácticas de contrainsurgencia.
Las medidas del gobierno de AMLO en México, han alcanzado el ámbito de la seguridad,
articulándose también con una posible diversificación de proveedores, incluyendo la
cooperación técnico-militar con Rusia.

4. Trump y la renovación del militarismo imperial en ALC

Como marca del renovado oleaje intervencionista imperial llevado a cabo durante la
administración de Donald Trump, es fundamental considerar que el retorno de la
derecha en algunos gobiernos de la región como Brasil (desde el golpe contra Dilma),
Argentina (gobierno de Macri) y Ecuador (Lenin Moreno) vino acompañado de un
realineamiento rápido y contundente a EE.UU. en distintos ámbitos, incluidas las
colaboraciones en el campo militar y de seguridad, buscando rellenar huecos de las

14 https://www.celag.org/la-guerra-negocio-armas-e-inteligencia-colombia-mexico/ y
https://www.celag.org/presencia-material-patrimonio-y-activos-de-eeuu-en-colombia/
15 http://securityassistance.org/
16 https://mx.usembassy.gov/es/our-relationship-es/temas-bilaterales/iniciativa-merida/
17https://actualidad.rt.com/actualidad/252821-empresas-armamentistas-guerra-mexico

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décadas en que prevalecieron proyectos nacionales tendientes a recuperar la soberanía.


A su vez, en países como Colombia y Perú se trata de actualizar el tradicional
alineamiento a la doctrina de seguridad estadounidense.

Brasil post Golpe


Durante el gobierno ilegítimo de Michel Temer se concretaron acuerdos de gran
envergadura como el Acuerdo de Intercambio de Información sobre Investigación y
Desarrollo (MIEA), que fomenta desarrollo de nuevas tecnologías de defensa y se apostó
por el fortalecimiento del comercio bilateral de defensa a través de mecanismos como
Diálogo entre las Industrias de Defensa de Brasil y EEUU (DID EEUU-Brasil).
Las relaciones se profundizan aún más con la Administración de Jair Bolsonaro
incluyendo, entre otras cosas, el acuerdo para la utilización de la base aeroespacial de
Alcántara por parte de EE. UU., la culminación de la venta de la mayor parte de acciones
de EMBRAER a la estadounidense BOEING (enero de 2020) y un Memorando de
entendimiento en materia nuclear (Febrero 2020). Por último, se destaca el acuerdo
sobre investigación, desarrollo, prueba y evaluación de productos de defensa (RDT&E)
(Marzo 2020). Este último fue firmado durante la visita de Bolsonaro a la sede del
Comando Sur y posibilitará el desarrollo, prueba y evaluación de productos de defensa
que permitirá a las empresas brasileñas del sector de defensa desarrollar proyectos
conjuntos con empresas estadounidenses, adaptándose a sus certificaciones y
estándares de calidad. El compromiso empezó a discutirse en 2017 bajo el gobierno de
Michel Temer y fue facilitado a partir de la designación de Brasil como un aliado extra-
OTAN realizada por Trump en junio de 2019 y la evolución de las negociaciones del
Dialogo de Industrias de Defensa Brasil-EE.UU. (Lajtman, 2019). En definitiva, se trata de
un paso más en la profundización de la cooperación en defensa y relaciones militares
que, según apreciación del Departamento de Estado, son las más fluidas en los últimos
años (Department of State, 2020).

En lo que refiere a la profundización de vínculos netamente militares destaca la


Operación América Unida mencionada anteriormente a la que se suman diversas
misiones médicas fluviales con miembros de la Marina estadounidense que se vienen
llevando a cabo en la Amazonía.18Otro marco fue la realización del ejercicio
multinacional UNITAS en Rio de Janeiro, organizado por el Comando Sur en agosto de
2019. Se trató de un ejercicio de asistencia humanitaria ante la presencia de un grupo
criminal instalado en la capital y otro de socorro en casos de desastre a través de una
operación anfibia en la Isla de Marambaia.19 También es de relevancia la asociación con
la Guardia Nacional de Nueva York (marzo de 2019), entrenamientos de operaciones
psicológicas y entrenamiento con la Fuerza de Tarea Aérea-Marítima de Propósito
Especial del Cuerpo de Marines (SPMAGTF).

Argentina de Macri
El gobierno de Mauricio Macri definió una Argentina geopolíticamente alineada a los
intereses del sector público-privado estadounidense que vislumbra proteger las

18https://www.southcom.mil/MEDIA/NEWS-ARTICLES/Article/1754899/navy-doctors-join-brazilian-hospital-ship-

mission-along-the-amazon-river/
19https://www.defesa.tv.br/marinha-do-brasil-e-forca-aerea-brasileira-se-preparam-para-o-exercicio-unitas-2019/

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inversiones en sectores estratégicos y garantizar que el país sea “socio confiable” en la


política de seguridad hemisférica de EE. UU. Como manda el libreto (del norte), las
medidas de ajuste económico implementadas por el gobierno de Cambiemos estuvieron
acompañadas de la mano dura en lo que se refiere a la seguridad bajo los lineamientos
de la guerra antinarcóticos. En ese marco se inscribe el acuerdo con la DEA para instalar
una Fuerza de Tarea en Misiones (emplazamiento geopolítico fundamental sobre el
Acuífero Guaraní), a lo que se suma la base de “asistencia humanitaria” en Neuquén, en
las cercanías del yacimiento Vaca Muerta, de gran interés para petroleras
estadounidenses.

En lo relativo a la revitalización de la interacción militar-a-militar20, destaca la


incorporación de Argentina en el Programa de cooperación con la Guardia Nacional de
Georgia en noviembre 2016 y que en 2018 Argentina fue sede (por primera vez del el
2008) de un Maritime Staff Talks (MST), realizado en Puerto Belgrano.21 En abril de año
siguiente la Armada Argentina participó de un MST en la Guardia Nacional de Florida
Según el Comando Sur, estos esfuerzos cooperativos (que incluyen a otros ejercicios
como UNITAS y PANAMAX) permitieron una interoperabilidad efectiva y ayudaron a la
capacidad de cada armada para trabajar conjuntamente, eso se vio en “los esfuerzos de
búsqueda y rescate del submarino argentino ARA San Juan”.22

Entre 2018 y 2019 se registra un incremento exorbitante en la asistencia militar y policial


de EE.UU. a Argentina que se vincula principalmente con la implementación del
programa International Narcotics Control and Law Enforcement (INCLE), uno de los
programas antinarcóticos más antiguos del Departamento de Estado del cual Argentina
no formaba parte y del Section 333, nuevo programa del Departamento de Defensa
enfocado en operaciones antiterroristas.23

Ecuador de Lenin Moreno

Ecuador era la pieza del sur del continente americano que faltaba para que EE.UU.
alcanzara el control de los países con costas al Pacífico, de importancia geopolítica
fundamental en la guerra híbrida contra Venezuela y considerando la fuerte disputa
económica con China, considerando el incremento de sus inversiones en la región.

20https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/SOUTHCOM_2019_Posture_Statement_

Final.pdf
21http://www.southcom.mil/MEDIA/NEWS-ARTICLES/Article/1331118/key-us-and-argentinian-air-force-leaders-

exchange-medical-knowledge-experience/
22https://www.southcom.mil/MEDIA/NEWS-ARTICLES/Article/1812734/4th-fleet-commander-hosts-maritime-staff-

talks-with-argentine-naval-delegation/
23“Section 333: BuildingPartnerCapacity” es un programa del Departamento de Defensa creado en 2017 y administrado

por la Defense Security Cooperation Agency con fines a capacitar fuerzas de seguridad nacional de naciones socias con
el propósito de desarrollar: Operaciones antiterroristas; Operaciones de lucha contra las armas de destrucción en
masa; Operaciones contra el tráfico ilícito de drogas; Operaciones contra el crimen organizado transnacional;
Operaciones de seguridad marítima y fronteriza; Operaciones de inteligencia militar; Operaciones o actividades que
contribuyen a una operación de coalición internacional de interés nacional para los EEUU.
http://securityassistance.org/

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El secuestro y asesinato de los periodistas ecuatorianos Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín
Segarra en la frontera norte del país en abril, a manos de un grupo colombiano, fue
utilizado como excusa para impulsar cambios en la política exterior de Rafael Correa.
Esta creciente presencia estadounidense se materializó en la apertura de una Oficina de
Cooperación de Seguridad (OCS), que pertenece a la Agencia de Asistencia de Seguridad
de Defensa de EE. UU. con la función de promover programas formales como Ventas y
Financiamiento militar al extranjero, Educación y Capacitación Militar Internacional,
Asistencia Humanitaria, Ejercicios Conjuntos, Intercambios de Expertos y Actividades de
preparación para desastres.24Como parte del programa de Asistencia Antiterrorista del
Departamento de Estado, en mayo se realizó la donación de equipos para la extracción
de información por un valor de 87.000 dólares. 25Otro hecho fundamental es que
Ecuador volvió a participar en el Ejercicio Multinacional de Maniobras Militares
(UNITAS), organizado por EE. UU., así como en otros ejercicios similares realizados en la
región, como Rimpac, en Hawai, y Panamax, en Panamá

Colombia, el aliado de siempre

Es fundamental el hecho de que Colombia pasó de ser considerado “Estado fallido” a


exportador de seguridad con dos especialidades: contrainsurgencia y antidrogas. Por lo
menos desde 2009, EE.UU. financió a la Fuerza Pública colombiana para impartir
capacitaciones sobre operaciones especiales y antinarcóticos en Centroamérica,
México, Paraguay y Perú, entre otros. En 2012, con el “Plan de Acción sobre Cooperación
en Seguridad Regional” Santos y Barack Obama acordaron ampliar la cooperación para
coordinar la asistencia militar y policial a terceros países, y en 2013 Colombia solicitó la
incorporación como socio global de la OTAN, otorgada en 2018.

En mayo de 2019 los gobiernos colombiano y estadounidense han firmado una nueva
enmienda al “Convenio general para ayuda económica, técnica y afín” para incorporar
nuevos programas que contemplan asistencia técnica, equipos, planificación,
capacitación, apoyo logístico y operacional por cinco años orientados a reducir el cultivo
de coca y la producción de clorhidrato de cocaína al 50 por ciento de los niveles de 2017
para finales del 2023.En este contexto, hay que mencionar que la venta de armas de
EE.UU. a Colombia superó los 100 millones de dólares en 2016 y 77 millones en 2017(el
total del Plan Colombia fue de 14 mil millones) (Lajtman y Barona, 2020). Lo cierto es
que la perpetuación de los esquemas de “guerra contra las drogas” en Colombia
imposibilita una implementación efectiva de los Acuerdos de Paz, al tiempo que
fortalece el tradicional rol de Colombia como irradiador de la seguridad hemisférica
estadounidense en ALC.

El 28 de mayo de 2020, el Comando Sur anunció que la Brigada de Asistencia de las


Fuerzas de Seguridad (SFAB) “proporcionará apoyo militar a los esfuerzos diplomáticos
y de desarrollo de EE.UU. y Colombia, entrenando, asesorando y ayudando a las
unidades anfitrionas con el fortalecimiento de capacidades cruciales para la mejora de

24https://www.telesurtv.net/opinion/base-manta-renovada-presencia-militar-estados-unidos-ecuador-20180901-

0017.html
25 https://ec.usembassy.gov/es/equipos-para-la-lucha-contra-el-terrorismo/

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la cooperación antinarcóticos entre EE. UU. y Colombia”. Un indicador alarmante es que


dos de las llamadas “Zonas Futuro”, donde operarán los miembros de la misión de la
SFAB, comparten frontera con Venezuela (Barona, 2020). En definitiva, el rol de
Colombia en la ofensiva contra Venezuela es la principal muestra del “logro” de décadas
de alineamiento a los dictámenes de Washington.

Perú, el aliado (invisibilizado) de siempre


En los últimos años, el sistema político peruano se vio enfrentado a una dura crisis
vinculada a la judicialización de la mayor parte de la clase política, pero ese escenario
no ha trastocado las relaciones con EE.UU., en particular con las FFAA de ese país, siguen
intactas. Pese a que el caso peruano sea poco visibilizado, el país andino es el tercer
principal receptor de asistencia militar y antinarcóticos en América Latina entre 2000 y
2019 seguido de México y Colombia.26

El reposicionamiento militar de EE.UU. en Perú se viene desarrollando en años recientes


tras el argumento de contrarrestar supuestas amenazas narcoterroristas. Vale aclarar
que el Departamento de Estado considera como organización terrorista interna a las
facciones de Sendero Luminoso que actúan en el Valle de los Ríos Apurímac Ene y
Mantaro (VRAEM)27.En 2016, fue reafirmada la cooperación bilateral con Estados
Unidos, por el cual se ha asignado fondos adicionales para ser destinados a los proyectos
SIU Vetted Units, Iniciativa Andina y Fortalecimiento de la Aplicación de la Ley -
anteriormente Asuntos Antinarcóticos e Interdicción 28. En este contexto, se marcan las
pautas para una nueva serie de ejercicios militares conjuntos y entrenamiento del
Comando de Inteligencia y Operaciones Especiales Conjuntas (CIOEC) y del Comando
Especial del VRAEM.29En agosto de 2017 se llevó a cabo el Juego de planeamiento
conjunto y combinado de operaciones especiales, denominado Lanza del Sur, realizado
entre las fuerzas de operaciones especiales de Estados Unidos, Perú y Colombia en
Homestead (Florida) con el objetivo de potenciar de elevar el intercambio de
información e inteligencia y el uso de la fuerza en la lucha contra los crímenes derivados
del narcotráfico y del terrorismo.30

Es fundamental asimismo, la preparación para situaciones de desastres naturales y


ayuda humanitaria. El Comando Sur ha invertido más de 44 millones de dólares en 277
proyectos en Perú a través de su Programa de Ayuda Humanitaria, de los que destaca la
construcción de 18 Centros de Operaciones de Emergencia Regionales (COER). El
Comando Sur también está permanentemente involucrado en “programas sociales” en
la Amazonia peruana. Un ejemplo de ello es la instalación de tecnología y donación de
medicamentos bajo proyecto de la Marina de Perú que circula por los ríos amazónicos
para llevar servicios sociales a las poblaciones ribereñas. A ello se le suma la presencia
de militares estadounidenses en Iquitos, en el laboratorio del Centro de Investigación

26https://explorer.usaid.gov/
27Ver últimos “Country Reports on Terrorism” en https://www.state.gov/country-reports-on-terrorism-2/
28 Decreto Supremo n.º 091-2016-RE, mediante el cual se ratifica el “Convenio entre el Gobierno de los Estados
Unidos de América y el Gobierno del Perú”
29 https://dialogo-americas.com/es/articles/peru-and-the-united-states-learn-together-in-2017/
30 https://dialogo-americas.com/es/articles/peruvian-colombian-and-us-special-forces-conduct-southern-spear-

exercise

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de Enfermedades Tropicales de la Marina de EE.UU. (U.S. Naval Medical Research Unit,


NAMRU-6) establecido en 1983.

Este tipo de alianzas permite a EE.UU. ir consolidando centros de gravedad puntuales


que le otorgan relaciones privilegiadas con los “socios locales”, no sólo en términos
militares y de seguridad (que es lo inmediatamente visible), sino alianzas políticas,
comerciales y financieras que, a su vez, garantizan el acceso a recursos estratégicos. Esto
otorga una dominación de espectro cada vez más completo, al menos desde la
perspectiva de una geopolítica hegemónica y dura, que permite cierto control en costas
del Pacífico (a través de la alianza con Chile, Colombia, Perú, Ecuador), en la Amazonía
(Perú y cada vez mayor presencia en Brasil) y el Atlántico Sur (Brasil y Argentina). Esta
es una construcción clave para un escenario de disputa con otras potencias a nivel
mundial y en una América Latina que ha sido históricamente considerada un territorio
del área de influencia de EE. UU., y hasta como parte del mismo.

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