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RESUMEN U5 PAREJA Y FAMILIAS

La terapia familiar en la práctica clínica (Linares)

Capítulo 1: Identidad y Narrativa

Desde Bateson, la vida psíquica se puede entender como el resultado de la organización individual
de la experiencia relacional: “La unidad de supervivencia es el organismo en un ambiente”. Mientras
que la psicología del self hace de la identidad una referencia necesaria para entender al individuo,
el socio construccionismo la reduce a la condición de simple reflejo ejercido sobre aquel por las
circunstancias sociales. El concepto de identidad no ha sido muy cultivado por los autores
sistémicos, mientras que, en cambio, ocupa un lugar importante en la obra del predecesor
Ackerman. Para éste, la identidad referida a la dirección y contenido del impulso, está asociada a la
estabilidad, entendida como organización y expresión del comportamiento en acción y consiste en
la representación psíquica única que posee cualquier entidad humana, sea individuo, pareja o
familia. Anclada en el psicoanálisis, la teoría de Ackerman traslada a la familia nociones acuñadas
en el individuo. Ya no es posible pensar en la identidad en términos metafísicos ni metafísicamente
ontológicos como una instancia de la exclusiva incumbencia del individuo, pero para un
psicoterapeuta, este sigue siendo por lo general quien, mediante la expresión de unos síntomas,
plantea la conveniencia de su intervención profesional.

Se impone una conceptualización que ayude a comprender por qué, tanto desde el individuo como
desde la familia, existen diversos grados de gravedad en los síntomas y en las disfuncionalidades
relacionales que envuelven a estos, y, en consecuencia, diversas dinámicas de cambio en respuesta
a la intervención terapéutica. Desde esta perspectiva, la identidad se puede considerar como el
núcleo de la mente, el producto de la decantación de la experiencia donde el ser permanece
constante (Ídem-Ente). En torno a él se establece la narrativa, fruto también de la experiencia
relacional, aunque menos fijada, con márgenes más amplios de fluctuación. Cabe imaginar la
existencia de un continuum entre las capas más superficiales de la identidad y las más profundas de
la narrativa.

Por la superficie narrativa se produce el contacto con el exterior mediante los procesos
comunicaciones que constituyen la relación y de esa forma, el núcleo de la identidad puede
modificarse incorporando nuevos elementos o desprendiéndose de otros. El tiempo interviene de
modo decisivo: en etapas tempranas de la vida, la identidad posee una permeabilidad que luego
pierde. Sin embargo, la narrativa mantiene casi inalterada su capacidad de modificarse, sin perder
su condición de espacio-flexible, abierto a toda clase de transacciones. No es infrecuente considerar
a la identidad como el último baluarte del individuo, su más sólida defensa y la mejor garantía de su
supervivencia. Para Erickson, es una instancia que no aparece en el yo individual hasta la quinta
etapa del ciclo vital, que no es otra que la adolescencia, pero cuya ausencia en fases más avanzadas
implica déficit psicológicos y morales. Sin embargo, la madurez del yo no depende tanto de que se
apoye en una gran identidad como de la existencia de una narrativa rica y extensa. Así concebida,
la identidad es como un soporte de la narrativa, a la que sirve de anclaje a la vez que de cimientos.

El concepto de narrativa aplicado a la psicoterapia ha conocido una difusión espectacular en los


últimos años principalmente de la mano de autores como Carlos Sluzki o Michael White y David
Epston. El paradigma narrativo que estos autores proponen se apoya en las ideas de Foucault sobre
la relación entre el relato y el poder y en las de Derrida a propósito de los mecanismos de
desconstrucción, y constituye un importante desarrollo de la corriente socio-construccionista. De

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acuerdo con ellos, los síntomas estarían vinculados a ciertas narraciones evocadoras del discurso
social del poder y desaparecerían cuando, externalizadas éstas, su lugar fuera ocupado por nuevas
narraciones no relacionadas con el problema. La identidad es el espacio donde el individuo se
reconoce a su mismo y como tal, es extraordinariamente resistente al cambio. Las narrativas, sin
embargo, resultan ampliamente negociables. Sujeto que, sintiendo atacada su identidad, la
defienden encarnizadamente en batallas que ponen en juego su propia supervivencia, pueden
aceptar transacciones importantes si la confrontación se traslada al plano narrativo.

Cuanto más grave es la patología, más implicada está en ella la identidad y más pobre resulta la
correspondiente narrativa. En los casos extremos del autismo y las psicosis gravemente
deteriorantes, productos en parte de la cronicidad y la institucionalización, la identidad invade casi
todo el psiquismo, convertido en una seca maquinaria incapaz de contextualizar la experiencia
relacional. El resultado es que el sujeto es el mismo en cualquier circunstancia, reproduciendo allí
donde se encuentra una propuesta relacional idéntica, basada en los síntomas. En situaciones
menos graves, y en general, cuanto más armoniosa es la adaptación social del sujeto, la identidad
es más reducida y coherente y permite la diversidad narrativa, es decir, una buena contextualización
de la experiencia y una propuesta relacional variada.

Identidad y narrativa son productos históricos, resultado directo de la relación del sujeto con la
sociedad a lo largo de las etapas del ciclo vital y como tales, reúnen material procedente de la
experiencia acumulada. Pero la experiencia, entendida como interacción con el medio social, no se
corresponde con un hipotético conocimiento objetivo, sino que atraviesa varias ópticas sucesivas
que la moldean arbitrariamente. Una corresponde al polo social de la interacción e incluye las
interpretaciones de la realidad que son propias de los grupos de pertenencia del sujeto. Son las
ideologías de género, clase social, profesión, nación, religión, etc., inscritas en una dimensión
evolutiva que introduce también ideologías de edad (infancia, adolescencia, adultez y vejez),
impregnadas de muy diferentes visiones del mundo. Otra óptica, anclada en el propio sujeto,
incorpora el subjetivismo a través de la fantasía; y corresponde a Freud haber acuñado el concepto
de novela familiar para designar los fantasmas por los cuales aquel modifica imaginariamente sus
vínculos con sus padres. La narrativa individual se construye en base a fantasmas que elaboran
imaginariamente la experiencia vivida en dialogo con las ideologías sociales.

La construcción de la identidad nace de la misma encrucijada, precediendo al surgimiento de la


narrativa. La identidad está presente en cada narración, aunque en una proporción cambiante, de
la que dependerá el equilibrio del conjunto. Por regla general, narraciones excesivamente invadidas
de identidad son un factor predisponente para la disfuncionalidad, como se apreciaría en
expresiones del tipo “soy una víctima de mi mujer” cuando subyace una visión de sí mismo
sustentada en el victimismo. Se trata de narraciones susceptibles de convertirse en sintomáticas a
poco que las circunstancias lo propicien.

Las narraciones, tanto desde la narrativa como desde su núcleo de identidad, participan de un
sustrato emocional común, así como de un mismo troquelado epistemológico y de una verificación
pragmática mutuamente coherente, pero conservan también suficiente autonomía para poder
desarrollarse con cierta independencia.

Otro concepto clave en una reflexión psicoterapéutica sobre la expresión individual de la salud
mental es el de nutrición emocional. La nutrición emocional se produce cuando el individuo se siente

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reconocido, valorado y querido. Así de simple y así de infinitamente complejo. Simple porque se
trata de vivencias básicas, suministradoras de intenso bienestar, cuya experimentación aporta más
información que cualquier explicación teorizadora. Complejo porque la articulación entre esos tres
niveles vivenciales que son el reconocimiento, la valoración y el amor ofrece múltiples
combinaciones y una infinita diversidad de situaciones concretas y porque el resultado
emocionalmente nutricio depende tanto de la fuente (por ejemplo, el comportamiento de los
padres o de otros familiares) como de la recepción individual o de la transmisión socialmente
mediada. Existen configuraciones narrativas que dificultan el procesamiento de estímulos
nutrientes, como existen contextos que propician de modo muy diverso la conducción de tales
estímulos. La nutrición emocional como proceso continuo de incorporación por el individuo de
anclajes afectivos con el ecosistema y con sus figuras significativas, comienza con la vida individual
y dura lo que ésta. En tanto que proceso cultural está sometida a variadas influencias sociales que
la hacen desigual en circunstancias muy diversas, introduciendo el caos y la complejidad. Así se
explica que pueda nutrirse emocionalmente mejor un niño refugiado de guerra sometido a las más
espantosas condiciones de supervivencia que el hijo de una cierta familia respetable por encima de
cualquier sospecha de abandono. La identidad y la narrativa condicionan la continuidad de la
nutrición emocional facilitándola o dificultándola.

Aunque el peso específico de cada narración parcial puede variar en el conjunto de la narrativa del
sujeto, el de la narración de la familia de origen tiende a ser superior, por lo que es fácil que esta
tiña a las demás narraciones con los tonos emocionales que le son propios. Las combinaciones
posibles son múltiples y en algunas de ellas, la preeminencia puede corresponder a narraciones de
escolaridad, de medio laboral, de pareja o de familia de procreación. Esto es particularmente
relevante cuando se trata de narraciones sintomáticas, en las que el síntoma aparece ligado a una
dificultad en la nutrición emocional. Si tal dificultad se sitúa masiva y significativamente en la
narración de la familia de origen, es fácil que penetre en todas las demás tiñéndolas de tonos
deficitarios.

Un enfoque preciso centrado en el espacio de relevancia de la narración sintomática, ahorrará


esfuerzos y facilitará resultados más elegantes y precisos, aunque una mirada a la familia de origen,
a través de la exploración de la narración correspondiente, será siempre una referencia coherente
y una guía útil.

Un proceso psicoterapéutico individual paralelo puede facilitar que los cambios favorables en la
percepción de sí mismo faciliten el establecimiento de nuevas relaciones emocionalmente nutricias
y la comunicación a los demás de una nueva imagen y de nuevos mensajes de competencia y
madurez.

Algunas narraciones se pueden construir en torno a defectos físicos, reales o imaginarios, en que la
escuela funciona como caja de resonancia de la angustia y sin que la familia alcance a compensarla
reasegurando al sujeto. Al niño gordito o con gafas lo pueden perseguir cruelmente unos
compañeros que le ayudan a troquelar una narración llena de miedos e inseguridades. Pero también
puede ocurrir que el más miope y obeso de los muchachos sea un líder indiscutido de su grupo. El
sujeto no es esclavo de una identidad inamovible, sino que puede organizar sus guiones con ciertas
dosis de arbitrariedad y de albur. A veces la familia interviene en la redacción en forma decisiva. En
otras ocasiones la arbitrariedad, siempre presente en la valoración estética, no respeta los cánones

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más al uso o los interpreta de forma sui generis, alejándose de modelos de general aceptación. El
espacio de máxima relevancia relacional de un síntoma puede ser el laboral. Por eso un fracaso
laboral puede representar una pérdida irreparable con graves repercusiones sobre la salud mental.

Capítulo 2: Las narraciones familiares

Las narraciones familiares se distribuyen a grandes rasgos, según hagan referencia a la familia de
origen, a la pareja o a la familia de procreación. Las vivencias que todo ser humano tiene de su
condición de hijo, hunden sus raíces en las primeras experiencias infantiles, ramificadas entre las
relaciones con cada uno de sus progenitores y de estos entre sí. También incluyen a los hermanos,
importantes figuras que, en su condición de alter ego, cumplen numerosas y contradictorias
funciones. Las historias filiales resultantes arrancan, pues, de la infancia, pero se prolongan durante
toda la vida sometidas a un continuo proceso de verificación y rectificación. Cuando se trata de
historias que sirven de soporte a los más variados síntomas, no es raro que en ellas ya aparezca
comprometida la nutrición emocional, lo que es particularmente importante en la patología grave.
La manipulación y el uso instrumental por parte de los padres (pudiendo lidiar con el abuso sexual
o adentrarse en el de pleno), el maltrato psíquico (o incluso el físico), las diversas situaciones
abandónicas y las más sutiles pero no menos crueles desconfirmaciones, los variados agravios
comparativos que incluyen a los hermanos, son todas figuras que pueden aparecer con diferente
grado de explicitación en las narraciones filiales de pacientes psicóticos depresivos o en general,
gravemente sintomáticos.

La inmensa mayoría de las consultas por problemas de pareja, se inscribe en el universo neurótico
bajo el signo de una simetría más o menos inestable. Con una historia filial de escasa nutrición
emocional es difícil, aunque no imposible, construir una buena historia de pareja. Si se consigue, la
nutrición compensatoria puede estar asegurada y con ella, una cierta garantía de salud mental.
Pero, si no se consigue, la confirmación de la carencia emocional que conlleva el nuevo fracaso
puede provocar graves consecuencias. Sucede lo mismo en las narraciones parentales: es difícil
tener una buena relación con los hijos y recibir la correspondiente gratificación emocional, si la
narración filial que es la historia de la familia de origen no resulta armoniosa y gratificante.

Si una persona que arrastra graves carencias emocionales en su historia familiar busca como pareja
a alguien protector y segurizante para compensar sus necesidades, puede ocurrir que lo encuentre,
en cuyo caso tiene bastantes probabilidades de construir una buena historia de pareja. Pero
también puede ocurrir que, apremiada por urgencias demasiado intensas, la elección constituya un
error. O, dicho de otra manera, que la supuestamente protectora persona elegida oculte
demasiadas debilidades bajo su sólida apariencia. Lo más probable es que semejante fracaso,
confirmador de la imposibilidad de recibir nutrición emocional, exaspere la carencia y
eventualmente, precipite o agrave la patología.

Otras veces, una elección igualitaria se ve truncada cuando uno de los partenaires pierde pie de
forma más o menos súbita, retrocediendo posiciones en su capacidad de definir la naturaleza de la
relación. En otras ocasiones, las parejas establecidas sobre carencias emocionales filiales pueden
resultar frágiles y poco duraderas, aunque no lleguen a incluir síntomas en su dinámica de
funcionamiento. Son pseudoparejas en las que no se alcanza ni siquiera a establecer una utilización
mutua.

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Impulsadas por la nutrición emocional, las narraciones filiales, conyugales y parentales se


reescriben, incluyéndose benéficamente entre si y propiciando la continuidad del proceso nutricio.

Las parejas suelen formarse en base a la diferencia. Pero tampoco cabe despreciar la fuerza de la
igualdad. Escoger a alguien con quien compartir gustos y valores ha guiado a muchas parejas que
priman la estabilidad y el sosiego de la pertenencia frente a la excitación de la aventura
contrastante.

La clase social y el nivel de educación son también eventual motivo de elección romántica de pareja.
El ecosistema influye también de modo decisivo.

Es cierto que la pareja se construye con las familias de origen como referencia, a veces positiva,
inspirando la reproducción de ciertos modelos, a veces negativa, motivando evitaciones o buscando
compensaciones. Si tales mecanismos son apremiantes, aumentan las probabilidades de una
instrumentación conyugal y, en consecuencia, del desencuentro, el desamor y la disfuncionalidad.
Pero no siempre ocurre así. A veces la pareja funciona como tabla de salvación, a poco que el
ecosistema resulte suficientemente propicio.

La intercomunicación de las narraciones familiares es tal que los cambios en alguna de ellas pueden
generar transformaciones espectaculares en las restantes. Además, puesto que las narrativas
individuales convergen en la mitología familiar; es normal que los cambios del individuo repercutan
en la familia. La terapia individual es un vehículo perfectamente adecuado para propiciar tales
procesos y a veces, las circunstancias la imponen como la más indicada.

Familia y enfermedad mental (Berenstein)

Capítulo 6: El tiempo familiar

1. El material:
I. Acontecimientos significativos en la historia de un grupo familiar
2. Tiempo familiar, periodización e historia familiar: cada familia ordena sus acontecimientos
vividos en un tiempo que retiene todas las características de la estructura familiar. Cuando
los integrantes de una familia relatan su historia como grupo, conscientemente recuerdan
algunos acontecimientos pasados con seguridad importantes y por ello grabados en la
memoria, pero también olvidan algunos episodios y ocultan otros, posiblemente no menos
importantes.

El tiempo es considerado un objeto semiótico organizado derivado de una estructura


familiar icc, nos permitirá recuperar una estructura acrónica. Los acontecimientos vividos
se ubican en el pasado, los que estamos viviendo en el presente y los que esperamos vivir
en el futuro. El tiempo se transforma en un marco donde se ubican no solo los
acontecimientos vividos sino también la relación entre todos ellos. Para hallar la
significación presuponemos la aparición de por los menos dos términos, en relación de
anterioridad y posterioridad. En este sentido, muestra relación con la historia y con la
memoria. Hay un tiempo donde los episodios son vividos y otro tiempo donde son
recordados y agrupados desde el presente y como toda ordenación, naturalmente varía de
acuerdo con una concepción no siempre explicitada de modo cc.

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Las familias, al igual que los países, borran de su historia aquellos acontecimientos
indeseables o los conservan, pero ubicados en otro tiempo, con lo cual readquieren un
significado diferente del original. También pueden de común acuerdo, empalidecer
acontecimientos significativos ocurridos, reavivar sucesos poco significativos e incluso
agregar otros realmente no ocurridos para dar coherencia al acontecer histórico. Son
indeseables los acontecimientos que arrojan sombra o vergüenza sobre la historia del grupo
familiar.

La historia de una familia aparece como el relato de los acontecimientos significativos que
incidieron en la constitución y en su desarrollo. Con frecuencia es un relato convencional,
de acuerdo a las normas o convenciones. Todo grupo familiar tiene ordenada su historia en
periodos llenos de sucesos y periodos vacíos.

La periodización es una división del tiempo. Es interesante ver como establecen los periodos
algunas comunidades primitivas. Por ejemplo, los nuer, vaqueros seminómades del sur del
Sudan angloegipcio, toman como puntos de referencia diaria las tareas del Kraal y para otros
lapsos más largos, las fases de otras actividades periódicas como la escarda o los traslados
estacionales de los hombres con sus manadas. El tiempo no tiene el mismo valor en una
estación del año que en otra. Las referencias son las actividades mismas, por ejemplo, en
cierto mes se levantan las primeras represas para la pesca y los primeros campamentos para
el ganado, por lo tanto, como se está en esas actividades debe estar transcurriendo el mes
correspondiente al comienzo de ellas. No se hacen las represas para la pesca porque son
noviembre sino por el contrario, es noviembre porque se hacen las represas. Los sucesos
están separados por intervalos referidos en función de la distancia estructural y de la
diferencia social entre grupos de personas. Puede decirse, en general, que el tiempo entre
los nuer es una forma de expresar sistema que lo miden, son proyecciones al pasado de
relaciones reales entre grupos de personas. En suma, el tiempo coordina relaciones antes
que sucesos.

En nuestra cultura, el tiempo histórico también se puede entender en función de las


estructuras distintas en las que se separa el acontecer, pero para ello es menester pasar del
tiempo observado al tiempo pasado o concebido como objeto teórico, no empírico. Es
posible agrupar el tiempo en varios tipos de periodización o divisiones de tiempo.

 El tiempo convencional: marcado por los relojes o el calendario, de acuerdo a las


convenciones, segmenta el tiempo en horas, minutos o segundos, o en días,
semanas, meses y años. Toda cultura maneja un tiempo convencional merced al
cual establece acuerdos y puede cambiar el criterio establecido de una convención
por otra. Es un tiempo de común acuerdo.

 El tiempo biográfico o cronológico: es un tiempo evolutivo, con direccionalidad, no


reversible, porque los acontecimientos están ordenados en una única dirección de
antes a después. Los periodos están agrupados de acuerdo a los acontecimientos
significativos variados de todo grupo familiar tal como nacimientos, muertes,

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casamientos, mudanzas, etc. Aparecen períodos significativos y otros periodos no


significativos, susceptibles de ser olvidados. Es un tiempo próximo al convencional,
pero distinto, porque, aunque ocupado por elementos variados se refiere a
acontecimientos pasados.

 El tiempo mítico: consiste en establecer una determinación causal entre los


acontecimientos pasados merced a algún tipo de relación. Dispone de la relación
temporal antes-después e introduce el tipo de explicación causal por el cual aquello
que ocurrió antes es el motivo de lo que ocurrió después. Es un tiempo con una
determinación causal lineal. Resulta de una reagrupación de los sucesos vividos ya
con una perspectiva teórica lo cual permite fijarlos como conteniendo una relación
constante e invariante.

Si tomamos el tiempo mítico como un objeto semiótico vemos que todo puede
volver a suceder si se dan ciertos acontecimientos desencadenantes. Los sucesos se
conservan en un tiempo invariante. Los periodos del tiempo mítico se reproducen
en distintas épocas del suceder temporal de un grupo familiar e implica una primera
generalización y un primer esfuerzo de abstracción.

La sucesión del tiempo cronológico experimenta otro ordenamiento cuándo se


agrupa en los periodos del tiempo mítico. El tiempo mítico a menudo puede estar
marcado en sus periodos por un miembro familiar resignificativo: la madre, la
abuela materna, el hermano materno, que de este modo se convierte en el
encargado de “ubicar” en el tiempo los acontecimientos al cual se ceñirán todos los
integrantes del grupo familiar. El tiempo mítico tiene que ver, en parte, con la
memoria de los integrantes del grupo familiar y corre todas las vicisitudes de tal
función: está determinado por la confluencia de los deseos y conflictos que ligan a
sus integrantes. El observador puede obtener información acerca de los mitos
familiares y como éstos, otorgar significación a los acontecimientos pasados. Como
todos los mitos, informan de las necesidades actuales y circulan para resolver
contradicciones insolubles.

El tiempo mítico implica una ordenación teórica de los acontecimientos empíricos


para explicar causalmente las vicisitudes del grupo familiar, de acuerdo a alguna
teoría explicativa por lo general encubridora. En el tiempo mítico es posible
encontrar tanto un elemento variable contingente tomado con seguridad de
distintas épocas y un elemento invariante, acrónico, consistente en una unidad
mítica considerada a nivel del relato como un algoritmo.

 El tiempo inconsciente: es no evolutivo, reversible. Es el tiempo de la significación,


del modelo estructural y no solo el de los acontecimientos biográficos. El tiempo
del modelo es aquel donde las distintas secuencias de acontecimientos se ordenan
en una unidad temporal estable y aunque originada en principio en los

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acontecimientos empíricos, sin embargo, les sirve de marco y les otorga


significación oculta. En el tiempo icc ubicamos el desarrollo del significado del
vínculo de parentesco en el grupo familiar. El tiempo icc mantiene en una misma
estructura acontecimientos ocurridos en épocas diversas, agrupadas en un modelo
regulador que le otorga sentido. Es un tiempo construido por el observador.
Informa de una estructura acrónica, es permanentemente presente. La estructura
acrónica contiene un conjunto de propiedades comunes a todas las formas en que
se manifiestan las relaciones familiares. Este tipo de tiempo contiene una relación
invariante, en realidad un periodo, donde se cumplen pasos u operaciones

determinadas por las leyes de la estructura. A esta unidad donde se establece una
mínima sucesión se la puede considerar un algoritmo donde se suceden dos
posiciones puestas en relación de equivalencia. Por ejemplo, del análisis de la
periodización biográfica en un grupo familiar podríamos llegar a establecer un
tiempo icc, cuya fórmula acrónica seria: el hijo mayor es a la madre como la familia
conyugal es a la familia materna. Esta puede crear una ordenación temporal de los
acontecimientos donde las vicisitudes de la familia materna como ser: la muerte del
abuelo materno, el casamiento de la abuela materna, sean sucedidas por un
trastorno de conducta del hijo mayor, caracterizado por el rechazo a su madre.

En cada uno de los 4 tipos de tiempo hemos tratado de establecer 2 tipos de


categorías: la ubicación de los acontecimientos en el presente o en el pasado y la
referencia a elementos invariantes, o variados. Podemos caracterizar los 4
tiempos anteriores mencionados, merced al juego de estos dos pares de
oposiciones. En el cuadro siguiente, el signo (+) marca el primer término de la
posición y el signo (-) el segundo.

El tiempo convencional se ocupa de una ordenación temporal fija, siempre presente


(+) porque se halla ordenado según acuerdos y normas. El tiempo icc también
contiene acontecimientos de significación cuya relación es siempre actual (+),
aunque en un sentido diferente al tiempo convencional.

El tiempo biográfico contiene acontecimientos siempre del pasado (-) (los


cumpleaños rememoran el nacimiento pasado, los aniversarios recuerdan el
casamiento o las muertes pasadas) siempre se ocupa de sucesos pretéritos y

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merced a esta propiedad, retiene el carácter mítico. El tiempo convencional


contiene elementos sucesivos variados (-) como ocurre con los distintos periodos
del tiempo biográfico (-) cuyos acontecimientos son distintos en cada fecha, el
casamiento de los padres siempre fue antes que el nacimiento del hijo mayor y este
antes que el hijo menor. El tiempo mítico contiene una sucesión invariable de
acontecimientos.

La noción de tiempo va estrechamente unida a la de periodización, en donde se


establece la aparición de una sucesión de tiempos marcados separados por un
período no marcado, períodos con acontecimientos significativos o periodos sin
ellos. Podemos considerar la marcación como señales producidas con estabilidad y
que recortan el tiempo introduciendo discontinuidades significativas.

3. Etapas posibles en el desarrollo de la estructura familiar: todo grupo familiar pasa por una
serie de etapas no siempre coincidentes, con momentos precisos y cuya duración es
variable. Son etapas sucesivas de manera que la anterior es contenida por la posterior y esta
a su vez contenida por la siguiente. Tres etapas siempre presentes:
a) Etapa de la conexión con la familia materna: define la constitución de la pareja
mediante la relación con la familia de procedencia de la mujer (familia materna). El
intercambio se inicia con la serie de dones y devoluciones en sus distintos aspectos:
afectivo, lingüístico, de bienes y productos. Puede pasar a la segunda etapa o la pareja
disolverse en este primer periodo. Coincide con el enamoramiento y la definición del
tipo de pareja constituida en una unidad de intercambio, cuyo eje pasa por la elección
sexual heterosexual.
b) Etapa de la alianza: definida en base a la relación conyugal como pareja sexuada. Es el
periodo en el cual se fijan nuevas normas de acuerdo, consciente o inconsciente.
Dependen de la evolución psicosexual y de la evolución edípica de ambos integrantes,
de lo que hayan terminado o dejado inconcluso en su evolución.
c) Etapa de la filiación: definida como aquella en la cual aparecen los hijos tenidos o
adoptados. En esta etapa queda completada la evolución del grupo familiar. Aunque
sobrevenga la separación de los cónyuges, la presencia de los hijos torna ya
incuestionable la existencia de la estructura familiar. Cada familia pasa por este proceso
de maduración a través de las tres etapas sucesivas, cada una de las cuales lleva un
tiempo, mayor o menor, dependiente de la estructura familiar y de cada situación
particular.

La etapa inicial es constitutiva y su impronta rige en toda la evolución del grupo familiar.
Señala el tipo de intercambio. Es cubierta por la etapa siguiente y surge con nitidez en
situaciones de crisis como son las enfermedades mentales, periodo donde se reactualiza
con mayor vigor la relación con la familia materna.
El período o etapa de alianza puede ser corto o largo. Una pareja puede esperar 10 años
antes de tener hijos y otra puede tenerlos antes del primer año y esto tiene significación
en cuanto define un tipo de grupo familiar y, por lo tanto, un tipo de conflicto en
relación a definirse como alianza.

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La etapa de filiación es variable si se cumple con un solo hijo o con varios, así como
cambiara según el ritmo del tiempo en el cual fueron teniéndolos. La determinación de
esta secuencia es icc. Se puede conocer solo por medio de la reconstrucción del plan icc
y del tiempo propio, por lo general encubierto por el tiempo cronológico, como cuando
se centra la observación en la fecha de casamiento o de nacimiento de los hijos. La
determinación icc esta oculta por modelos conscientes, en realidad normas, que,
aunque obstaculizan también facilitan la aproximación al modelo regulador icc.

4. Significación del tiempo familiar: consideramos en este capítulo el tiempo familiar y el


espacio familiar en el capítulo anterior, como dimensiones que retienen propiedades de los
grupos familiares que viven ese tiempo y habitan ese espacio. Por ser dimensiones
socialmente pautadas se prestan para contener propiedades icc y por lo mismo, pueden ser
ocultadas con facilidad y racionalizadas. Todo grupo familiar tiene un ordenamiento
temporal realizado según algunas ideas no explicitadas por los propios miembros, quienes
viven de acuerdo a esa ordenación temporal. Es una de las dimensiones con la cual podemos
hacer inferencias acerca de la estructura icc del grupo en cuestión. La dimensión temporal,
quizá más que la espacial se presta para estudiar esta relación causa-efecto, tomando como
indicios la sucesión relatada de los acontecimientos históricos, aun cuando para la
conciencia de los integrantes la sucesión, aparentemente, no encierre significado. La
significación de 3 tipos distintos de ordenación temporal.

En A veremos la significación del tiempo de los sucesos históricos. Se trata de grandes


unidades de tiempo, “macro-tiempo”, tomando como indicio el relato de los informantes
familiares. Es natural que no todos conozcan los acontecimientos por experiencia directa.
Es en este punto donde el relato de los acontecimientos históricos adquiere características
míticas. La noción de transferencia quizá nos permite reencontrar la forma en que un grupo
familiar, sin quererlo ni saberlo, nos hace vivir aspectos históricos icc como situaciones
actuales correspondientes a una estructura acrónica.

En B veremos la significación del tiempo diario. Se trata de unidades temporales de tamaño


intermedio, como lo son la ordenación del día o la semana. Es un tiempo en el cual todos
los integrantes participan y al cual podemos acceder por el relato de las actividades
contenidas en esa unidad.

En 5 veremos la significación del tiempo de las sesiones. Son pequeñas unidades de tiempo,
“micro-tiempo”, donde sobre un marco temporal estable fijado por el terapeuta, los
integrantes del grupo familiar establecen una ordenación inestable pero recurrente,
variable en cada sesión y en el curso del tratamiento y dependiente de las vicisitudes del
mismo. Es un tiempo cuyas desviaciones respecto a lo fijado puede ser observado
directamente por nosotros como terapeutas.

A. Significación del tiempo de los sucesos históricos: los acontecimientos históricos son
significativos no solo por su contenido sino y según mucho más, por la forma en que
están relacionados. Los sucesos históricos se hallan ordenados en varias líneas, con una

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ordenación temporal ligeramente diferente; es decir, los sucesos están agrupados


según tiempos diferentes.

B. La significación del tiempo cotidiano: la distribución horaria del día contiene


actividades pautadas, por ejemplo, hay un horario para el trabajo, uno para el almuerzo,
otro para dormir, etc. El que se trate de un horario tan codificado para actos cotidianos
permite la inclusión de significados icc, de una manera semejante a como ocurre con
los actos sintomáticos. Para considerar la significación del horario cotidiano es menester
contar con unidades como las que componen el día completo, para observar la relación
entre las actividades sujetos a horarios. A veces hay que extender la observación al
diagrama de todos los días en la semana. A menudo el significado aparece en la relación
semana-fin de semana. A su vez, la comparación de la distribución horaria del día entre
los distintos integrantes del grupo familiar permite ver aproximaciones y alejamientos
en la red de relaciones y correlativamente en las distancias relativas. Si a su vez se
pudiera ampliar el estudio comparándolo con los días del año o de otros años, pienso
que obtendríamos nuevas dimensiones del modelo regulador operante en la
distribución del tiempo.

5. Significación del tiempo en las sesiones psicoterapéuticas del grupo familiar: la


consideración del tiempo de la sesión nos permite contar con observables variables pero
recurrentes como las modificaciones introducidas por el grupo familiar y que remiten a las
propiedades estructurales del grupo. A diferencia de las otras dos dimensiones temporales
analizadas con anterioridad, el tiempo de las sesiones cuenta con un observador
participante, el psicoterapeuta, quien marca y define el marco temporal donde se
inscribirán entre otros, los observables temporales. La presencia del terapeuta define
unidades estables de tiempo donde el grupo puede introducir modificaciones estables e
inestables.

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