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Dice san Anselmo: Donde hay mayor pureza, allí hay más amor.
Cuanto más puro es un corazón y más vacío de sí mismo, tanto más
estará lleno de amor a Dios. María santísima, porque fue humilde y vacía
de sí misma, por lo mismo estuvo llena del divino amor, de modo que
progresó en ese amor a Dios más que todos los hombres y todos los
ángeles juntos. Como escribe san Bernardino, supera a todas las criaturas
en el amor hacia su Hijo. Por eso san Francisco de Sales la llamó con
razón la reina del amor.
Dios, que es amor (1Jn 4,8), vino a la tierra para inflamar a todos en el
divino amor. Pero ningún corazón quedó tan inflamado como el de su
Madre, que siendo del todo puro y libre de afectos terrenales estaba
perfectamente preparado para arder en este fuego bienaventurado. Así
dice san Jerónimo: Estaba del todo incendiada con el divino amor, de
modo que nada mundano estorbaba el divino afecto, sino que todo era un
ardor continuo y un éxtasis en el piélago del amor. El corazón de María
era todo fuego y todo llamas, como se lee en los Sagrados cantares:
"Dardos de fuego son sus saetas, una llama de Yavé" (Ct 8,6). Fuego que
ardía desde dentro, como explica san Anselmo, y llamas hacia fuera
iluminando a todos con el ejercicio de todas las virtudes. Cuando María
llevaba a su Jesús en brazos podía decirse que era un fuego llevando a
otro fuego. Porque como dice san Ildefonso, el Espíritu Santo inflamó del
todo a María como el fuego al hierro, de manera que en ella sólo se veía
la llama del Espíritu Santo, y por tanto sólo se advertían en ella las llamas
del divino amor. Dice santo Tomás de Villanueva que fue símbolo del
corazón de la Virgen la zarza sin consumirse que vio Moisés. Por eso, dice
san Bernardo, fue vista por san Juan vestida de sol. "Apareció una gran
señal en el cielo: una mujer vestida del sol" (Ap 12,1). Tan unida estuvo
a Dios por el amor, dice el santo, que no es posible lo esté más ninguna
otra criatura.
Y porque la Virgen ama tanto a su Dios, por eso lo que más pide a sus
devotos es que lo amen cuanto puedan. Así se lo dijo a la beata Angela
de Foligno: Angela, bendita seas por mi Hijo; procura amarlo cuanto
puedas. Y a santa Brígida le dijo: Si quieres estar unida a mí, ama a mi
Hijo. Nada desea María como ver amado a su amado que es el mismo
Dios. Pregunta Novarino: ¿Por qué la santísima Virgen suplicaba a los
ángeles con la Esposa de los Cantares que hicieran conocer a su Señor el
gran amor que le tenía al decir: "Yo os conjuro, hijas de Jerusalén; si
encontráis a mi amado, ¿qué le habéis de anunciar? Que enferma estoy
de amor" (Ct 5,8). ¿Es que no sabía Cristo cuánto la amaba? ¿Por qué le
muestra la herida al amado que se la hizo? Responde el autor citado que
con esto la Madre de Dios quiso mostrar su amor, no a Dios, sino a
nosotros, para que así como ella estaba herida, pudiera herirnos a
nosotros con el amor divino. Para herir la que estaba herida. Y porque
ella fue del todo llamarada de amor a Dios, por eso a todos los que la
aman y se le acercan María los inflama y los hace semejantes a ella.
Santa Catalina de Siena la llamaba la portadora del fuego del divino
amor. Si queremos también nosotros arder en esta divina llama,
procuremos acudir siempre a nuestra Madre con las plegarias y con los
afectos.
María, reina del amor, eres la más amable, la más amada y la más
amante de todas las criaturas - como te decía san Francisco de Sales -
Madre mía, tú que ardes siempre y toda en amor a Dios, dígnate hacerme
partícipe, al menos, de una chispita de ese amor. Tú rogaste a tu hijo por
aquellos esposos a los que les faltaba el vino diciéndole: "No tienen vino".
¿No rogarás por nosotros a los que nos falta el amor de Dios, nosotros
que tan obligados estamos a amarlo? Dile simplemente: "No tienen
amor", y alcánzanos ese amor. No te pido otra gracia más que ésta. Oh
Madre, por el amor que tienes a Jesús, ruega por nosotros. Amén.
http://www.santorosario.net/espanol/virtudes2.htm