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Hijo mío:
Hace unos minutos acabo de enterarme que vienes hacia a mi, y que gracias
a Dios, si todo esta correcto debes tener entre cuatro y cinco semanas de
gestación...mañana visitaremos juntos al doctor. No sabes hijo mío cuánto te
he esperado...he puesto toda mi ansiedad y empeño para tu llegada. No sé ni
como serás vida mía, pero te envuelvo con todo mi cariño en el espacio de mi
vientre reservado para ti.
Ahora por favor duerme, duerme tranquilo mi corazón, mi niño del cielo.
SEXTA SEMANA
Lo emoción más grande amor mío fue enterar a tus abuelos y al resto de la
familia. Tu abuela María me compartió un abrazo tan largo y sublime, que no
pudimos evitar saborear esas lagrimas de locura y felicidad, de esperanza e
ilusión.
Ahora me cuidaré más que nunca, debo darte lo mejor que tengo para que
cuando tu llegues, todo en nuestra vida juntos sea descubrir y disfrutarnos.
Tu papá estuvo muy ocupado el día de hoy viendo el fútbol, sé que algún día
lo disfrutaremos juntos y sabrás que es como tu, un niño grande. Sí ángel de
mi vida, así es tu papá, un hombre con un corazón tan grande y bondadoso
que ocupa gran parte de su pecho y su espalda. Tiene 34 años y parece de
24, los mismos que tenía cuando lo conocí. Ahora quiero que sepas que te
amo aún antes de saber como serás. Descansa mi pedacito de cielo. ¡Buenas
Noches!
OCTAVA SEMANA
Hola bebé. Aún no puedo creer que tu creces dentro de mí. Mis miedos son
menores aunque me cuido y como muy bien para que tu llegues fuerte y sano.
Son casi dos meses, y cada día se me hare más largo. Mi cuerpo sigue casi
igual, a excepción de la cintura que comienza a ensancharse. Las piernas
también crecieron un poco, pero sé que comienzas ha desarrollarte, exigiendo
tu derecho de espacio.
DECIMA SEMANA
No sé cuanto tenga que ver el destino o Dios, pero las lecciones de la vida
duelen y duelen mucho.
Fue todo tan breve, sólo un segundo, pero yo ya te amaba. Primero un dolor
intenso, luego sangre y más sangre, mi necedad, mis ganas de aguantarme y
luego lo irremediable, tu y yo en el juicio final.
Sin embargo, sé que Dios no se equivoca, él sabe porqué pasan las cosas y
sólo él podría explicarme porqué decidió recuperarte. ¡Dios te guarde hijo mío!