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por la Avenida Del Libertador y cruzó la intersección aludida, a
elevada velocidad y violando la señal lumínica del semáforo que le
impedía el paso. Indica que, como consecuencia del impacto, sufrió
las lesiones que detalló y que son objeto de reclamo.
El juez de grado encuadró la cuestión en la órbita del art.
1113 del Código Civil de conformidad con el plenario “Valdez,
Estanislao con el Puente S.A.T. s/ daños y perjuicios”. Entendió que
el actor probó la ocurrencia del accidente, la intervención de la cosa
riesgosa, y la producción de los daños consecuentes, siendo que el
demandado no se presentó a contestar demandada, y la citada en
garantía no acreditó la existencia de un factor eximente de
responsabilidad. Por eso, condenó a Casanova. Empero, no extendió
la condena a la aseguradora, ya que hizo lugar a la defensa de
exclusión de cobertura, opuesta por Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa Limitada.
En esta instancia las partes no cuestionan la
responsabilidad atribuida a Casanova, pero el actor se queja de los
montos indemnizatorios, y de la exclusión de cobertura resuelta en
favor de la citada en garantía.
II. Ante todo cabe destacar que por imperio del art. 7 del
nuevo Código, la normativa aplicable para el tratamiento de las quejas
relativas al monto de las indemnizaciones resulta aquella vigente al
tiempo de la ocurrencia del hecho. Ello es así porque es en esa
ocasión en la que se reúnen los presupuestos de la responsabilidad
civil, discutidos en esta instancia (conf. Aída Kemelmajer de Carlucci,
“La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas existentes”, ed. Rubinzal Culzoni, doctrina y
jurisprudencia allí citada).
III. Establecidos los alcances de la intervención de esta
Sala, habré pues de analizar en primer término las quejas vertidas
respecto a la cuantía de los rubros por los que prospera la condena,
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Sala D in re “Micromar SA de transpotes c/ MCBA del 12-9-79, D
86-442).
Se trata de un acto de impugnación destinado
específicamente a criticar la sentencia recurrida para demostrar su
injusticia. Pero si el recurrente no realiza una evaluación o critica de
las consideraciones que formula el anterior sentenciante, sino que
expresa un simple disenso con lo decidido con argumentos que no
intentan rebatir los fundamentos tenidos en mira para decidir la
cuestión, la expresión de agravios no reúne los requisitos establecidos
por la citada norma legal (CNCiv Sala H 13.2.06 “Pasolli Jorge c/
Camargo Roberto y otro” La Ley on line) y debe declararse desierta.
Entonces el apelante debe poner de manifiesto los errores
de hecho o de derecho, que contenga la sentencia, y la impugnación
que se intente contra ella debe hacerse de modo tal que rebata todos
los fundamentos esenciales que le sirven de apoyo. Debe pues cumplir
la imperativa disposición del art. antes citado.
De la lectura de la expresión de agravios no se desprende
que esta carga se encuentre cumplida, ya que se limita a transcribir
jurisprudencia y las conclusiones del perito médico, afirmando que el
juez de grado solo tuvo en cuenta el porcentaje de incapacidad del
actor. Empero no propone otras variables o circunstancias más
adecuadas que el “a quo” debió haber tenido en cuenta, ni funda su
crítica al respecto. Es por ello, que entiendo que la expresión de
agravios resulta insuficiente para evaluar el
Es que, la crítica concreta y razonada de la sentencia,
exige destacar punto por punto los errores, omisiones y demás
deficiencias que se le atribuyen y especificar con exactitud los
fundamentos de las objeciones, sin que las impugnaciones de orden
general resulten idóneas para mantener la apelación (art. 265, Cód.
Procesal, Morello y otros “Código...”, t. III, p. 453, ed. 1971;
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Sin embargo, la queja no prosperará por cuanto no se ha
acreditado la necesidad del tratamiento de rehabilitación que reclama.
En efecto, en respuesta al punto de pericia de la parte actora: “Si el
actor debió efectuar tratamiento kinesiológico, caso afirmativo
cantidad de sesiones y costo”, el perito contestó: “no consta, ni
refiere”. (Ver fs. 10 vta. y 255 vta.).
Por ello, toda vez que las conclusiones del experto no
fueron cuestionadas por ninguna de las partes, no cabe sino aceptarlas
en los términos del art. 477 del Código Procesal, y confirmar la
sentencia de grado en este aspecto, por el fundamento expuesto.
c) El apelante cuestiona el rechazo de las partidas por
daño psíquico y tratamiento psicológico. Sostiene que el “a quo” no
explicó las razones del rechazo. Si bien no desconoce lo dictaminado
por la perito designada de oficio, y la ratificación que efectuó a la
impugnación planteada, afirma que el accidente de autos produjo en el
actor un menoscabo en su psiquis, lo que considera haberlo acreditado
mediante el informe efectuado por la consultora de parte, Lic. Mariá
Dolores Rocha Casares. Esta dictaminó que el actor presenta una
́
incapacidad psicologica del 5% (ver fs. 287/293), sugiriendo un
̃ con frecuencia semanal, al costo de
tratamiento por el plazo de 2 anos,
$500 en el anõ 2015.
Ahora bien, por el juego armónico de lo normado por los
arts. 386 y 477 del ritual, los jueces tienen amplia libertad para
ponderar el dictamen pericial, tomando en consideración la
competencia del perito, los principios científicos en que se funda, la
concordancia de su aplicación con las reglas de la sana crítica, demás
pruebas y elementos de convicción que la causa ofrezca.
En concordancia con ello se ha dicho que el apartamiento
de las conclusiones del perito, aunque no necesite apoyarse en
consideraciones técnicas, debe sustentarse en razones serias, en
fundamentos objetivos que demuestren que la opinión de los peritos
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En consecuencia, si mi criterio fuera compartido,
propongo al Acuerdo confirmar la sentencia de grado en este aspecto.
d) El recurrente también se queja por la valoración en
pesos Veinte Mil ($20.000) del “daño moral” el que considera
extremadamente reducido. Refiere a la edad de la víctima y a las
lesiones padecidas.
Empero, no mucho es menester para descartar este
argumento, a poco que se advierta que el juez de grado otorgó la suma
que fuera solicitada por el actor en la demanda.
Es que, frente a dicha circunstancia, sumado a que se
estableció la aplicación de la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina, desde la fecha del hecho y hasta el efectivo pago, entiendo
que otorgar una suma superior a la solicitada implicaría vulnerar el
principio de congruencia (art. 36 inc 4 CPCC).
Por lo demás, hago saber que el daño moral se configura
por todo sufrimiento o dolor que se padece, independientemente de
cualquier reparación de orden patrimonial. Es el menoscabo en los
sentimientos, consistente en los padecimientos físicos, la pena moral,
las inquietudes o cualesquiera otras dificultades o molestias que
puedan ser consecuencia del hecho perjudicial (conf. Llambías, J. J.,
Tratado de Derecho Civil - Obligaciones, t. I, págs. 297/298, núm.
243).
Para su determinación no se requiere prueba de su
entidad, pues se lo tiene por acreditado con la sola comisión del acto
antijurídico, vale decir, que se trata de una prueba in re ipsa, que surge
de los hechos mismos (conf. esta Sala en causas N° 35.064/06 del
27/8/13 y N° 109.053/00 del 15/4/14 entre otras).
También, se ha dicho que es una modificación disvaliosa
del espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender,
querer o sentir, que se traduce en un modo de estar de la persona
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Argentina, conforme lo decidido en el plenario “Samudio de
Martínez, Ladislaa c/ Transportes Doscientos Setenta S.A. s/ daños y
perjuicios”, aspecto de la sentencia no fue cuestionado, motivo por el
cual, el planteo en esta instancia no podrá ser evacuado.
Así las cosas, no advirtiendo que el monto fijado en la
anterior instancia no guarde relación con la entidad y naturaleza de las
lesiones padecidas, desestimaré la quejas en estudio, y propondré al
Acuerdo que, de compartir mi criterio, confirme lo decidido al
respecto en la sentencia en crisis.
f) Critíca el apelante la suma por “daños materiales”
que arroja Pesos Veintisiete Mil Quinientos Veinte ($ 27.520). Si bien
coincide con lo peticionado en la demanda, considera que hoy se
encuentra devaluado.
Empero, como ya expliqué precedentemente, esa cuestión
debe ser abarcada al tratar la materia de intereses, la que reitero, no es
materia de agravio.
De todos modos, solo para conocimiento del apelante,
destaco que, es sabido que es criterio de esta Sala (cfr. “Aguirre
Lourdes Antonia c/ Transporte Automotores Lanús Este S.A. s/ daños
y perjuicios” del 17 de marzo de 2009 y sus citas; “Martínez, Eladio
Felipe c/Díaz, Hernán Reinaldo s/ daños y perjuicios” del 15 de marzo
del año 2013, entre otros), que desde la mora y hasta el
pronunciamiento apelado se fije la tasa del 8% anual, como tasa pura
dado que resulta suficientemente compensatoria cuando se está ante
una deuda de valor cuya entidad se fija a valores actuales, y a partir de
allí y hasta el efectivo pago, a la tasa activa según el criterio
mayoritario sentado en los autos “Samudio de Martínez, Ladislaa c/
Transportes Doscientos Setenta S.A. s/ daños y perjuicios”. Motivo
por el cual, la fijación a valores actuales solicitada, en conjunto con la
tasa fijada por el juez de grado, a mi criterio no podrían prosperar.
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̃
senalar ́
que estos ultimos dos extremos no pudieron ser evacuados por
no constar en los registros contables de la citada.
Asevera que, la falta de impugnacioń de su parte importa
́
el reconocimiento implicito ́
de que su rechazo ha sido extemporaneo e
inoportuno, y por ende la sentencia en crisis queda desprovista de
fundamento en este aspecto.
Sostiene que el silencio mantenido por la accionada
durante el plazo legal configura un supuesto de aceptacioń tacita.
́
Efectúa también un análisis relativo a la función social
del seguro obligatorio, alegando que el hecho de que se haya incurrido
en una culpa grave por parte del demandado, no implica perder del
́
foco a la victima.
Por último indica que la maniobra imprudente del
́
conductor del vehiculo ́
-cruzar un semaforo en rojo- es una infraccioń
́
a las normas de transito que revelan una ausencia de cuidado y
́
diligencia en la conduccion, pero ello no implica que hubo
intencionalidad de causar un danõ a un tercero, por lo que la ebriedad
del conductor, incluso de ser verificada, no configura la relacioń
causal con el siniestro de marras.
Ahora bien, cabe destacar que como ya he dicho en
oportunidad de fallar como jueza de primera instancia en el caso
“Bufoni” y sin perjuicio del resultado final del mismo conforme el
pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
comparto el criterio que resalta que no puede desconocerse el fin
social fundamental que tiene el contrato de seguro, como lo es el
permitir a terceros damnificados obtener el merecido resarcimiento
de los perjuicios sufridos, en concordancia con una tendencia cada vez
más firme en el moderno derecho de daños consistente en proteger a
la víctima procurando que el daño injustamente causado sea
debidamente reparado (conf. CNCiv Sala K, “Speso Nora Esther y
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haberse conocido de antemano la condición, ésta hubiera podido
determinar la no celebración del contrato de seguro.
Sentada así la distinción, lo cierto es que las
circunstancias apuntadas en el caso encuadran a mi entender en el
primer supuesto aludido, es decir se trataría de una causal subjetiva
que no desnaturalizó la esencia del contrato de seguro, y es por ello
que frente a la víctima no es oponible, sin perjuicio que entre los
contratantes de la póliza, la cuestión pueda ser debatida y reclamada
entre ellos en el caso que le asista razón a la citada en declinar su
cobertura en cumplimiento de la póliza contratada. Asi ya lo he
sostenido en los autos “Cortez Pio Quinto y otro c/ Lescano Mirtha
Esther y otros s/ Daños y Perjuicios”,expte. nº 64774/2006, de fecha
19-06-19.
Pero sin embargo –como he dicho- dichas circunstancias
no le pueden ser opuestas al tercero damnificado, quien no tuvo
oportunidad de participar en el acto negocial ni expresar su voluntad
en el momento de su concreción; le es absolutamente ajeno las
condiciones de contratación, refiriendo ello al principio general que
los contratos es para las partes la ley misma, pero no para los terceros
ajenos.
Habiendo ya transcurrido varios años desde aquel fallo al
que hiciera referencia, me encuentro más convencida aún que la
decisión que más se ajusta, es la inoponibilidad de la culpa grave del
asegurado frente a la victima, por las razones que seguidamente
también pasaré a exponer.
La cuestión relativa a la culpa grave se encuentra
mencionada en los arts. 70 y 114 de la Ley de seguros. El primero
enrolado en el capítulo de seguros de “daño patrimonial”, establece
que el asegurador queda liberado si el tomador o el beneficiario
provoca el siniestro dolosamente o por culpa grave. El segundo -en
cambio, dentro de la sección de seguros de responsabilidad civil- dice
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En concordancia con el autor antes citado, puede
agregarse además que el art. 68 de la ley 24.449 exige con carácter
obligatorio la tenencia de un seguro automotor. Ello, a mi entender
sella cualquier resquemor que pudiera existir sobre la cuestión, pues
sin duda el sentido de tal disposición obedece a que la víctima es el
principal beneficiario de dicho seguro. Su esencia radica –sin pensarlo
dos veces- en que el vehículo que circule lo haga responsablemente
con un seguro con el que podrá hacerse cargo en caso de daños a
terceros.
Dicha normativa dejó sin vigencia en la actualidad el
fallo plenario “Mustafa c/ Nuñez”, pues el dictado posterior de la ley
24449 (art. 68) y especialmente respecto de la ley 17418, ha
establecido tal obligatoriedad para cubrir entonces los daños causados
a terceros como he dicho, indicando ello que existen principios
normativos autónomos de que la existencia del seguro es creada a
favor de aquellos.
No soslayo los vastos argumentos que sostiene que la
cláusula que prevé la exclusión de cobertura en casos de conducir en
estado de ebriedad no resulta abusiva, pero tal disposición no puede
sino ser de aplicación exclusiva a los contratantes y no frente al
damnificado que no resultó parte de ese contrato.
Es decir, no desconozco que disponer en un contrato una
cláusula de tal envergadura resulta lícita y facultativa, pero de
oponibilidad entre las mismas partes.
Es que, claramente si se tiene en cuenta que la víctima es
perjudicada y la principal beneficiaria (de los seguros obligatorios),
cual sería la razón de ser, de tal exigibilidad, si se le impone al
lesionado cargar con el costo de no cobrar el siniestro por la culpa
grave del asegurado por la cual no debe responder.
Frente a la víctima aparece en cambio, abusivo pretender
invocar dicha cláusula –de carácter contractual- de exención de
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jerarquía por sobre la autonomía de la voluntad de las partes en
oportunidad de celebrarse un contrato.
En síntesis, sin duda, por los fundamentos que anteceden,
la cláusula exonerativa de responsabilidad fundada en la culpa grave
del asegurado resulta claramente inoponible a los damnificados sin
perjuicio de las consecuencias entre las partes contratantes a la hora
de formular la reptición que se considere pertinente.
Por lo demás, en cuanto al argumento relativo al rechazo
tardío por parte de la aseguradora con relación al siniestro, entiendo
que asiste razón al actor, puesto que el requerimiento de información
complementaria no ha sido debidamente acreditado en autos. En
efecto, la perito contadora no pudo verificarlo (ver pericia ptos. 6 y 7),
y la documental agregada por la aseguradora fue expresamente
desconocida por el actor.
Así las cosas, el plazo contemplado en el art. 56 de la ley
17.418 se encuentra vencido, pues el hecho ocurrio el 12 de diciembre
de 2009, la denuncia se realizó con fecha 16 de marzo de 2010, y la
decisión de la aseguradora de excluir la cobertura fue notificada al
asegurado por carta documento, envíada el día 21 de agosto de 2010.
Me resulta objetable justificar la validez de la
documentación acompañada por la aseguradora a fs. 43/44, de la que
intenta valerse para demostrar la vigencia del plazo, en que el
asegurado no la ha desconocido. En efecto, este no ha comparecido al
proceso. Asimismo se trata de una circunstancia fácil de acreditar para
la aseguradora quien ofreció la prueba pericial contable a dicho
efecto. Demostrar el pedido de información complementaria dispuesto
por el art. 46 de la Ley de Seguros, resultaba un elemento
fundamental para validar el plazo del art. 56 de la ley en cuestión. Sin
embargo, no puso a disposición de la experta la documentación que sí
anejó al expediente.
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En ese sentido, la jurisprudencia ha señalado que “la
determinación del riesgo en el contrato de seguro implica dos fases: a)
la individualización de aquél, consistente en la indicación de la
naturaleza del hecho de cuyas consecuencias se busca amparo y b) la
determinación del riesgo que resulta de la fijación de límites concretos
del mismo… consiste en excluir o restringir los deberes del
asegurador por la no asunción de alguno o algunos de ellos. Implica,
entonces, la ausencia de tutela o garantía, la existencia de daños no
asumidos” (Sup. Corte Just. Mendoza, sala 1ª, 21/12/1995, “Triunfo
Coop. de Seguros v. Intraguglielmo, Víctor”, LL 1996-D-182; DJ
1996-1-872).
A su vez, las exclusiones de cobertura pueden ser de
fuente normativa o convencional y se caracterizan por describir las
hipótesis o las circunstancias en que el siniestro se halla fuera de la
garantía asegurativa. Con relación a las primeras, su contenido es
variable y halla sustento en consideraciones de naturaleza subjetiva,
objetiva, temporales y espaciales. Son, por ejemplo, las que atienden a
consideraciones subjetivas, como el dolo, la culpa grave, el descuido
grave o la simple culpa o negligencia (arts. 70, 105, 114, 127-3, LS), u
objetivas, como el vicio propio, guerra, motín o tumulto, terremoto
(v.gr., arts. 66, 127, 71, 86-1, LS).
Otras exclusiones de cobertura se encuentran contenidas
en condiciones de póliza no sustentadas en normas legales. En forma
unánime, la doctrina admite la legitimidad de tales convenciones, y
son caracterizadas en los siguientes términos, de modo más o menos
uniforme: “…la exclusión convencional de determinados riesgos en la
póliza de seguro comporta la exclusión de la garantía y, por lo tanto,
sitúa al riesgo excluido al margen de la póliza, y producirá los mismos
efectos que los riesgos no asegurables. Si se produce el evento que
acarrea el siniestro, el asegurador quedará liberado de realizar la
prestación, puesto que nunca se obligó a ello” (conf. Font Rivas,
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exclusión de cobertura o no seguro, sin perjuicio de otras materias, un
adecuado criterio hermenéutico exige que la aplicación de la ley de
seguros consulte las disposiciones de la ley de tránsito 24.449 (art.
68), la de defensa del consumidor 24.240 y sus modificaciones (ley
26.361), así como el art. 42 de la Constitución Nacional, entre otras.
Todo ello, en su justo límite, sin perder de vista que el
Máximo Tribunal fijó posición no sólo en cuanto a la inaplicabilidad
de la noción de bystander al damnificado por el responsable
asegurado, sino también en cuanto a que la Ley de Defensa del
Consumidor es ley general posterior respecto de la ley especial del
contrato de seguro, por lo que no la deroga ni la modifica, tácita ni
implícitamente (Compiani, María Fabiana, trabajo citado, punto VIII.
La oponibilidad de las exclusiones de cobertura en la jurisprudencia
de la corte. El precedente "Buffoni”).
Como se lo ha señalado, el contrato de seguro puede ser
considerado como una relación de consumo, pues es un acto
comprendido dentro del sujeto que "adquiere o utiliza bienes o
servicios" y que lo hace además como "destinatario final" y "para
beneficio propio" o de su "grupo familiar o social". No obstante, la
circunstancia de que el seguro se comprenda en la relación de
consumo, no implica desnaturalizarlo como contrato ni desvirtuar sus
características propias, sino integrarlo con los principios tutelares que
inspiran dicha relación. El asegurado tendrá tutela adicional frente a
cualquier forma de abuso y le jugará la interpretación favorable en
caso de duda, pero la naturaleza y esencia del seguro no cambiará,
pues ese no ha sido el propósito al asociarlo al consumo (Eduardo L.
Gregorini Clusellas, "El seguro y la relación de consumo", La Ley
suplemento del 4 de febrero de 2009 Año LXXIII n° 24, pág 1,
Buenos Aires).
Por su parte, el art. 68 de la ley 24.449 establece: "Seguro
Obligatorio. Todo automotor, acoplado o semiacoplado debe estar
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cumplimiento a todos los requisitos legales. Ella resulta oponible al
tercero damnificado en virtud de lo dispuesto por el art. 118, párr. 3,
Ley de Seguros. Tratándose de una estipulación inserta en la génesis
del contrato, constituye una defensa nacida antes del siniestro e
integra la "medida del seguro", que constituye el límite de la extensión
contra el asegurador de la condena dictada contra el asegurado (art.
118, ley 17.418).
En la especie, al tiempo del accidente que motiva el
litigio el rodado Renault 11, dominio UDK 562, se hallaba asegurado
mediante póliza N° 28/047014-005, cuya clausula 20, de las
condiciones generales, en la primera parte prescribe: “El asegurador
queda liberado si el Asegurado o el Conductor provoca, por acción u
omisión, el siniestro dolosamente o con culpa grave.
La culpa grave constituye una figura que comprende
conductas que, de acuerdo con las circunstancias de persona, tiempo y
lugar, importan una negligencia, imprudencia o impericia que, por su
intensidad, desbordan el molde del art. 512 del Código Civil, y ponen
en evidencia una grosera desconsideración por los resultados,
destacado vehículo para violentar el comportamiento antisiniestral en
que el asegurador ha confiado que el otro contratante observaría, y
que ha tenido en miras a la hora de contratar, para el otorgamiento de
la cobertura y para definir la prima.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha
caracterizado la culpa grave del asegurado, que libera la
responsabilidad del asegurador, como aquella que excede la regular
graduación de negligencia y por su magnitud resulta cercana a la
intencionalidad en la producción del evento siniestral o, al menos,
exteriorice una actividad de grave despreocupación respecto de las
consecuencias de su accionar -o de su omisión- aunque la misma no
haya sido deliberada (CSJN, in re “Olmos P. c/ Straponli J. R.”, del
19/12/1991).
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del lugar, identificada como Armando Oscar Testa, Casanova
comienza a agredir verbalmente a este individuo que había acudido en
su auxilio, a quien acusaba de haberle cortado la lengua, -no obstante
que esa lesión ya se había constatado antes-, para luego propinarle un
golpe de puño entre el pecho y la pera, lo que provocara la caída del
agredido. Al advertir la situación los efectivos policiales procuraron
calmarlo para que depusiera su actitud, pero recibieron como
respuesta insultos, para luego dar paso a la agresión física, al
abalanzarse sobre el Oficial Ayarzabal y descargar sobre su persona
varios golpes de puño, que culminan con una caída al piso, a raíz de lo
cual el nombrado policía no podía mover el pie derecho. Finalmente,
y como broche de su repudiable comportamiento, cuando llega la
ambulancia, insulta al personal médico y se niega a ser atendido.
En un nivel de ingesta alcohólica como el comprobado,
además de la pérdida de equilibrio, mala respuesta motora, voluntaria
o refleja, alteraciones en el oído y del habla, hay una sobrevaloración
de la propia capacidad y una pérdida de todas las inhibiciones (ver
Areán, Beatriz A.: “Juicio por accidente de tránsito”, t. 2, ps. 115 y
121). Por tanto, queda sellada la suerte negativa de las quejas vertidas
sobre el punto por el actor, porque además de quedar rotundamente
acreditado aquél estado, ninguna duda abrigo que fue esa
circunstancia la que signó el accionar del demandado que desembocó
en la producción del accidente, con el que guarda una incuestionable
relación de causalidad adecuada (art. 906 y concordantes del Código
Civil).
Las razones esgrimidas, imponen rechazar los agravios
sobre el punto, ya que justifican plenamente encuadrar la actitud
observada por el emplazado en la emergencia, al conducir
alcoholizado, en contra de expresas disposiciones legales, como lo
hizo el Sr. Juez en su fundada sentencia, en la órbita de la culpa grave,
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que si desean invocarlo deben circunscribirse a sus términos (arts.
1195 y 1199, CCiv., voto del juez Lorenzetti en la causa 'Cuello' y
Fallos 330:3483)".
Ello significa que el principio de reparación integral de
las víctimas tutelado constitucionalmente no implica que aquéllas
accedan a la indemnización en todos los casos, sino que tal derecho
debe ajustarse a los alcances del contrato de seguro que invoca y que
le es oponible en los términos que prescriben el juego armónico de los
arts. 1195, 1199, CCiv. y el art. 118, Ley de Seguros.
En ese derrotero, la Corte en el considerando siete de la
difundida causa “Flores, Lorena Romina c/ Giménez, Marcelino
Osvaldo y otro s/ daños y perjuicios (acc. trán. c/ les. o muerte)”
repitió lo que ya venía sosteniendo en punto a que "...la función social
que debe cumplir el seguro no implica, empero, que deban repararse
todos los daños producidos al tercero víctima sin consideración a las
pautas del contrato que se invoca...".
Además, en línea con lo señalado más arriba acerca de las
limitaciones con la que deben ser aplicados los otros ordenamientos y
normas citadas a la materia del seguro, también la doctrina ha
señalado que el principio protectorio —que ciertamente consagra el
artículo 3 de la ley 24.240 y también el artículo 1094 del CCiv.y Com.
— no puede ser ampliado de manera tal que se permita añadir al
contrato la cobertura de situaciones que han sido expresamente
excluidas, máxime cuando son situaciones (como la considerada en el
litigio resuelto en el decisorio sujeto a recurso) reveladoras de graves
inconductas por parte del consumidor-asegurado. No debe olvidarse
que las normas protectorias del consumidor son dictadas por el
legislador con asiento en un grave fundamento moral y de justicia,
cual es la equiparación jurídica del sujeto más débil de la relación, del
usuario, del adherente, etc., en virtud de lo cual no puede traicionarse
esa voluntad justa del legislador favoreciendo la cobertura de una
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asegurador se pronuncie sobre el derecho del asegurado a ser
indemnizado, su silencio importa aceptación del derecho del
asegurado a ser indemnizado. Esto, con la peculiaridad, que de
acuerdo con un sector de las opiniones, la norma puede ser aplicada
de oficio por el juez (ver López Meza, Domingo M.: “ob. cit.”, p. 274,
con cita del fallo de la CNCiv, Sala H, 18/3/1997, “F.M.E c/ Suárez y
otros”, L.L., 1997-E, 438; Meilij, G.: “Características e la carga de
pronunciarse sobre los derechos del asegurado”, en J.A., número
espcial en ocasión del XII Congreso Mundial de Seguros, Buenos
Aires, octubre de 2006, ps. 19 y siguientes).
Explicado ello, vale destacar que tanto la doctrina como
la jurisprudencia que se han ocupado del análisis (en cuanto a los
alcances y efectos) del presupuesto normativo de la norma del art. 56,
de la Ley de Seguros (LS), han remarcado la necesidad de diferenciar
las cláusulas de exclusión de cobertura (o de no seguro) de aquellas de
caducidad del seguro, porque de ello depende su aplicación en el caso
concreto. Y si bien media acuerdo en que la manda legal aludida rige
ante los casos de caducidad del seguro, la discusión gira en torno a si
cabe su aplicación frente a los supuestos de no seguro. Tan es así, que
esta discusión ha dado cabida a tres interpretaciones: a) tesis de la
inaplicabilidad; tesis de la aplicabilidad; y c) tesis intermedia que
atiende a las circunstancias del caso.
En prieta síntesis, los seguidores de la tesis de la
inaplicablidad entienden que las situaciones excluidas de la cobertura
escapan al régimen de la norma del art. 56. Quienes se han enrolado
en esta línea de pensamiento parten del argumento basal de que se
trata de supuestos que están fuera del contrato y respecto de los cuales
no puede, válidamente, hablarse de asegurado ni de asegurador.
Luego, si el silencio de la aseguradora no bastara, se pondría a su
cargo una obligación que nunca se ha asumido como riesgo
asegurado, configurándose un supuesto de obligación sin causa, la
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evacuó la información complementaria que la citada en garantía le
requirió en los términos del art. 46 de la Ley 17.418, aspecto de
singular relevancia para la litis, en la medida en que constituye el dies
a quo a partir del cual se debe computar el plazo establecido por el art.
56 de la Ley 17.418.
Agregó para mayor claridad, que más allá de que no se
encuentra en tela de juicio que el plazo del art. 56 de la Ley 17.418
comienza a correr a partir de que la aseguradora recibe la información
complementaria a la que se refiere el art. 46 del mismo cuerpo legal,
lo cierto y concreto es que no se encuentra acreditado en el proceso en
qué fecha la citada en garantía recibió dicha información
complementaria, a poco que reparemos que la nota de fs. 43 fue
oportunamente desconocida a fs 68/70 y, como si ello fuera poco,
tampoco se encuentra registrada en la contabilidad de la aseguradora,
a tenor del dictamen pericial de fs. 192/194 que tampoco recibiera
impugnaciones.
Hecho el resumen precedente, observo que a fs, 45,
figura que el 16 de marzo de 2010, el demandado Rodrigo Casanova
formuló una denuncia de siniestro, el que quedó indentificado con el
número 28/011178, donde en el ítem forma de ocurrencia, relató que
circulaba por la Av. Libertador en forma imprevista terminó chocando
contra un árbol y que ante el impacto fue internado en el hospital de
San Isidro con corte en la lengua y heridas leves en la cabeza. Y
consta “dosaje positivo en sangre del socio”.
Esa descripción del episodio, poco tiene que ver con el
accidente que aquí se ventila, ya que ninguna mención realiza del otro
vehículo involucrado en el hecho. En un justificado intento por
contrarrestar esta circunstancia y resguardar sus derechos, surge de fs.
38/9 que la aseguradora, con fecha 23/03/2010, envió carta
documento N° 0044922 (6), en la que comunica a su asegurado que se
ha deducido un reclamo administrativo en base a un presunto
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firma a los efectos de ampliar los términos de su denuncia en
referencia al siniestro en cuestión, oportunidad en la que manifestó
que luego de haber arrojado resultado positivo el test de alcoholemia
que le fue realizado por personal municipal, su vehículo fue
trasladado al playón de San Isidro, habiéndole retenido su licencia de
conducir.
Con fecha 21 de septiembre de 2010 la aseguradora
remitió carta documento al asegurado N° CBR0048368(6), donde
declinó la cobertura por el siniestro 28/11178 en virtud de haberse
configurado la exclusión de cobertura por culpa grave, atento las
constancias que determinaban cabalmente que al momento de
producirse el evento tenía un grado de alcoholización inusitado. Todo
ello, en virtud de la cláusula 20 de las condiciones generales de la
póliza y conforme los artículos 70 y 114 de la ley de seguros.
A fs.192/194 corre la pericia contable, efectuada por la
experta nominada de oficio por el Juzgado, quien informó que en
oportunidad de llevar a delante la tarea encomendada le fueron
exhibidos los libros comerciales de la citada en garantía, los cuales
son llevados en legal forma, no presentando anomalías visibles.
Agregó que la póliza 28/047014-005 se hallaba vigente a la fecha del
acontecimiento y en otra parte transcribió la ya citada cláusula 20,
donde me remito por razones de brevedad.
Informó que según se desprende del libro de siniestros
analizado, la denuncia del accidente de marras se realizó con fecha
16.03.2010 y añadió que no le fue exhibida documental para
determinar si el demandado fue intimado a ampliar la información
brindada en la denuncia; como así tampoco le fue exhibida la
comunicación brindada por aquél en agosto del año 2010.
Por último, indicó que la decisión de la aseguradora de
excluir la cobertura por culpa grave, fue notificada al demandado
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hubiesen acompañado (Conf. Colombo-Kiper: “Código Procesal Civil
y Comercial de la nación, Comentado y Anotado”, t. III, p. 748).
Tal razonamiento es plenamente aplicable a la especie en
relación con la nota de fs. 43 frente al traslado que se había conferido.
La negativa de fs. 68/9 vta. originada en la ausencia de intervención
en la emisión de las cartas documentos y restante documentación
acompañada por la citada en garantía, así como el hecho de que parte
de esa documentación no le fuera exhibida a la perito contadora,
carece de aptitud para neutralizar los efectos procesales aludidos,.
Mucho menos en el caso sometido a revisión, donde la cuestión ya
quedó zanjada en relación con las misivas de manera expresa en la
anterior instancia, con el proveído de que da cuenta el acta de
audiencia prevista por el art. 360 el Código Procesal de fs. 119 vta.,
apartado B, punto i), donde se establece: “Atento el estado de autos y
proveído de fs. 110 deviene innecesaria la prueba informativa
requerida en el punto 6) de fs. 54 relativa al envío y recepción de la
carta documento que allí se menciona”. Despacho que se encuentra
consentido por todas las partes incluido el actor y el demandado
Rodrigo Casanova.
El auto de fs. 110 al que se refiere la citada providencia
es el que dio al nombrado accionado por decaído el derecho a
contestar la demanda en lo sucesivo, por no haberse presentado a
contestarla dentro del plazo legal estableció a pesar de encontrarse
debidamente notificado según constancia de fs. 103/ vta.
En base a estos antecedentes, de acuerdo con la
legislación procesal vigente, considero que los agravios sobre el punto
deben ser rechazados, y que corresponde tener por comprobada la
recepción y autenticidad de toda la documentación aportada por la
citada en garantía, incluso la ampliación de denuncia de fs. 44 -que en
rigor es la primera vez que el accionado narra a su aseguradora
situaciones claramente relacionadas con lo ocurrido-. Esto último, no
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MARÍA BELÉN PUEBLA
SECRETARIA
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Buenos Aires, 3 de agosto de 2020.-
Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo
que antecede el tribunal, por mayoría, RESUELVE: 1º) Revocar la
sentencia en cuanto a la exclusión de cobertura de la citada en
garantía, haciendo extensiva la condena a la misma; 2°) Confirmarla
en todo lo que decide, manda y fue motivo de no atendibles agravios;
3°) Imponer las costas de alzada en un 50% al actor y en otro tanto a
la citada en garantía; y 4º) Diferir la regulación de honorarios para una
vez fijados los de primera instancia.
El presente acuerdo fue celebrado por medios virtuales y
la sentencia se suscribe electrónicamente de conformidad con lo
dispuesto por los puntos 2, 4 y 5 de la acordada 12/2020 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
La doctora Patricia E. Castro no interviene por hallarse
en uso de licencia (art. 23 del Régimen de Licencias) y la doctora
Gabriela M. Scolarici integra el tribunal conforme lo decidido el diá
27/07/2020 y el sorteo efectuado el diá 28/07/2020.
Se deja expresamente establecido que los plazos
procesales quedan habilitados con normalidad en la presente causa en
los términos del punto dispositivo 9º de la acordada 27/2020 del
máximo tribunal.
Regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente
sentencia se encuentra sometida a lo dispuesto por el artículo 164, 2°
párrafo del Código Procesal y artículo 64 del Reglamento para la
Justicia Nacional, sin perjuicio de lo cual será remitida al Centro de
Información Judicial a los fines previstos por las acordadas 15/13 y
24/13 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
PAOLA M. GUISADO – JUAN PABLO RODRÍGUEZ (en disidencia parcial) –
GABRIELA M. SCOLARICI.
JUECES DE CÁMARA
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