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Poder Judicial de la Nación

CAMARA CIVIL - SALA I

ACUERDO: En la Ciudad de Buenos Aires, Capital de la República


Argentina, a los tres días del mes de agosto de dos mil veinte,
reunidos de manera virtual los señores jueces de la Sala I de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de conformidad con lo
dispuesto por los puntos 2, 4 y 5 de la acordada 12/2020 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación y para conocer en los recursos de
apelación interpuestos contra la sentencia única dictada en los autos
“Álvarez Agustín Mariano c/ Casanova Rodrigo y otros s/ Daños
y Perjuicios” (expte. nº 103762/2011), el tribunal estableció la
siguiente cuestión a resolver: ¿Se ajusta a derecho la sentencia
apelada?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía hacerse
en el orden siguiente: Dra. Paola Mariana Guisado, el Dr. Juan Pablo
Rodríguez y la Dra. Gabriela Mariel Scolarici.
Sobre la cuestión propuesta la Dra. Guisado dijo:
I. La sentencia de fs. 355/373 hizo lugar a la defensa de
exclusión de cobertura opuesta por Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa Limitada, e hizo lugar parcialmente a la demanda
entablada por Agustín Mariano Álvarez, condenando a Rodrigo
Casanova a pagarle la suma de Pesos Noventa y Cuatro Mil Ciento
Veinte ($ 94.120), con más los intereses y las costas.
Contra dicho pronunciamiento se alza la actora, quien
expresó agravios digitalmente el día 23/06/2020, los que fueron
contestados por la citada en garantía el día 29/06/2020.
El hecho que motivó el proceso ocurrió el día 12 de
diciembre de 2009, a las 05.00 horas aproximadamente, en la
intersección de la Avenida Del Libertador y la calle Florencio Varela,
en la localidad de San Isidro, Provincia de Buenos Aires. Relata el
actor que se encontraba finalizando el cruce, con semáforo habilitante,
cuando resultó violentamente embestido por el rodado Renault 11,
dominio UDK 562, conducido por Rodrigo Casanova, quien circulaba

Fecha de firma: 03/08/2020


Firmado por: PAOLA MARIANA GUISADO, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: JUAN PABLO RODRIGUEZ, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: GABRIELA MARIEL SCOLARICI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: MARIA BELEN PUEBLA, SECRETARIA DE CAMARA

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por la Avenida Del Libertador y cruzó la intersección aludida, a
elevada velocidad y violando la señal lumínica del semáforo que le
impedía el paso. Indica que, como consecuencia del impacto, sufrió
las lesiones que detalló y que son objeto de reclamo.
El juez de grado encuadró la cuestión en la órbita del art.
1113 del Código Civil de conformidad con el plenario “Valdez,
Estanislao con el Puente S.A.T. s/ daños y perjuicios”. Entendió que
el actor probó la ocurrencia del accidente, la intervención de la cosa
riesgosa, y la producción de los daños consecuentes, siendo que el
demandado no se presentó a contestar demandada, y la citada en
garantía no acreditó la existencia de un factor eximente de
responsabilidad. Por eso, condenó a Casanova. Empero, no extendió
la condena a la aseguradora, ya que hizo lugar a la defensa de
exclusión de cobertura, opuesta por Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa Limitada.
En esta instancia las partes no cuestionan la
responsabilidad atribuida a Casanova, pero el actor se queja de los
montos indemnizatorios, y de la exclusión de cobertura resuelta en
favor de la citada en garantía.
II. Ante todo cabe destacar que por imperio del art. 7 del
nuevo Código, la normativa aplicable para el tratamiento de las quejas
relativas al monto de las indemnizaciones resulta aquella vigente al
tiempo de la ocurrencia del hecho. Ello es así porque es en esa
ocasión en la que se reúnen los presupuestos de la responsabilidad
civil, discutidos en esta instancia (conf. Aída Kemelmajer de Carlucci,
“La aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y
situaciones jurídicas existentes”, ed. Rubinzal Culzoni, doctrina y
jurisprudencia allí citada).
III. Establecidos los alcances de la intervención de esta
Sala, habré pues de analizar en primer término las quejas vertidas
respecto a la cuantía de los rubros por los que prospera la condena,

Fecha de firma: 03/08/2020


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para analizar luego el planteo relativo a la exclusión de cobertura, del


que se queja la accionante.
a) El actor se queja de la suma otorgada en concepto
de incapacidad física, establecida en Pesos Cuarenta Mil ($40.000), la
que considera exigua. Funda su crítica transcribiendo citas
jurisprudenciales y la información brindada por el perito médico en
relación al estado de salud del actor, el que concluyó que Álvarez
presenta un 8 % de incapacidad parcial y permanente, como
consecuencia del accidente que nos compete. En razón de ello,
sostiene que el “a quo” al momento de juzgar el presente rubro se
basó meramente en el porcentaje de incapacidad determinado por el
perito médico, sin tener en cuenta lo que ello abarca en su totalidad.
Empero, no resulta claro a qué se refiere cuando indica
que no tuvo en cuenta “lo que ello abarca en su totalidad”. En efecto,
de la lectura de la sentencia reparo lo contrario. El juez de grado
contempló todas las conclusiones periciales, que las mismas no fueron
cuestionadas, y que además resultaban concordantes con las reglas de
la sana crítica. Explicó que, justipreció la reparación del rubro
indemnizatorio reclamado, teniendo en cuenta también, las
constancias de autos y la prueba rendida. Adviértase que, el
accionante no acreditó la situación laboral, ni profesional que invocó,
siendo aquel uno de los parámetros más relevantes a la hora de
calcular el presente rubro.
Al respecto cabe necesariamente señalar que el art. 265
del CPCC dispone que el escrito de expresión de agravios debe
contener la crítica concreta y razonada de las partes del fallo que el
apelante considere equivocadas “Critica concreta se refiere a la
precisión de la impugnación, señalándose el agravio, lo de razonada
alude a los fundamentos, bases y substanciaciones del recurso.
Razonamiento coherente que demuestre a la vez, el desacierto de los
conceptos contenidos en la sentencia que se impugna” (conf. CNCiv

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Sala D in re “Micromar SA de transpotes c/ MCBA del 12-9-79, D
86-442).
Se trata de un acto de impugnación destinado
específicamente a criticar la sentencia recurrida para demostrar su
injusticia. Pero si el recurrente no realiza una evaluación o critica de
las consideraciones que formula el anterior sentenciante, sino que
expresa un simple disenso con lo decidido con argumentos que no
intentan rebatir los fundamentos tenidos en mira para decidir la
cuestión, la expresión de agravios no reúne los requisitos establecidos
por la citada norma legal (CNCiv Sala H 13.2.06 “Pasolli Jorge c/
Camargo Roberto y otro” La Ley on line) y debe declararse desierta.
Entonces el apelante debe poner de manifiesto los errores
de hecho o de derecho, que contenga la sentencia, y la impugnación
que se intente contra ella debe hacerse de modo tal que rebata todos
los fundamentos esenciales que le sirven de apoyo. Debe pues cumplir
la imperativa disposición del art. antes citado.
De la lectura de la expresión de agravios no se desprende
que esta carga se encuentre cumplida, ya que se limita a transcribir
jurisprudencia y las conclusiones del perito médico, afirmando que el
juez de grado solo tuvo en cuenta el porcentaje de incapacidad del
actor. Empero no propone otras variables o circunstancias más
adecuadas que el “a quo” debió haber tenido en cuenta, ni funda su
crítica al respecto. Es por ello, que entiendo que la expresión de
agravios resulta insuficiente para evaluar el
Es que, la crítica concreta y razonada de la sentencia,
exige destacar punto por punto los errores, omisiones y demás
deficiencias que se le atribuyen y especificar con exactitud los
fundamentos de las objeciones, sin que las impugnaciones de orden
general resulten idóneas para mantener la apelación (art. 265, Cód.
Procesal, Morello y otros “Código...”, t. III, p. 453, ed. 1971;

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Colombo, “Código...”. t: I, pág. 445; esta Sala, exptes. 64.365, 65.029,


65.215, 77.367, entre otros).
Reitero que no constituye una verdadera expresión de
agravios el escrito que sólo contiene afirmaciones dogmáticas sin una
crítica de la sentencia en recurso, toda vez que la expresión de
agravios no es una simple fórmula carente de sentido y, para que
cumpla su finalidad, debe constituir una exposición jurídica que
contenga el análisis serio, razonado y crítico de la sentencia apelada
para demostrar que es errónea o contraria a derecho (CNCiv Sala B
14-8-02 “Quintas González Ramón c/ Banco de la Ciudad de Buenos
aires2 LL 2003-B-57).
De allí, que de conformidad con lo dispuesto por los arts.
265 y 266 del Código Procesal corresponde declarar la deserción del
recurso en este aspecto.
b) El accionante se queja también por rechazo de la
partida por tratamiento kinesiológico. Constituye su agravio, lo
sentenciado por el juez al referir que su otorgamiento implicariá una
duplicacioń de la indemnizacion.
́ Sostiene que el presente rubro se
́
solicita en concordancia con la incapacidad fisica permanente
otorgada a fin de restituir su situacioń en forma total o parcial. Afirma
que, cuando se intenta lograr que la situacioń de la victima
́ no
empeore, el tratamiento aplicable resulta esencial, por lo que su
indemnizacioń no implica una duplicacioń de los montos.
Ahora bien, comparto lo expuesto por el apelante, esto es,
que otorgar una partida para el tratamiento kinesiológico con
independencia del resarcimiento del daño psicofísico no implica en
modo alguno una doble reparación. Es que, si para lograr mejores
condiciones de vida, es necesaria la realización de este tipo de
tratamientos, resulta claro que tal resarcimiento integra el deber de
reparación del actor.

Fecha de firma: 03/08/2020


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Sin embargo, la queja no prosperará por cuanto no se ha
acreditado la necesidad del tratamiento de rehabilitación que reclama.
En efecto, en respuesta al punto de pericia de la parte actora: “Si el
actor debió efectuar tratamiento kinesiológico, caso afirmativo
cantidad de sesiones y costo”, el perito contestó: “no consta, ni
refiere”. (Ver fs. 10 vta. y 255 vta.).
Por ello, toda vez que las conclusiones del experto no
fueron cuestionadas por ninguna de las partes, no cabe sino aceptarlas
en los términos del art. 477 del Código Procesal, y confirmar la
sentencia de grado en este aspecto, por el fundamento expuesto.
c) El apelante cuestiona el rechazo de las partidas por
daño psíquico y tratamiento psicológico. Sostiene que el “a quo” no
explicó las razones del rechazo. Si bien no desconoce lo dictaminado
por la perito designada de oficio, y la ratificación que efectuó a la
impugnación planteada, afirma que el accidente de autos produjo en el
actor un menoscabo en su psiquis, lo que considera haberlo acreditado
mediante el informe efectuado por la consultora de parte, Lic. Mariá
Dolores Rocha Casares. Esta dictaminó que el actor presenta una
́
incapacidad psicologica del 5% (ver fs. 287/293), sugiriendo un
̃ con frecuencia semanal, al costo de
tratamiento por el plazo de 2 anos,
$500 en el anõ 2015.
Ahora bien, por el juego armónico de lo normado por los
arts. 386 y 477 del ritual, los jueces tienen amplia libertad para
ponderar el dictamen pericial, tomando en consideración la
competencia del perito, los principios científicos en que se funda, la
concordancia de su aplicación con las reglas de la sana crítica, demás
pruebas y elementos de convicción que la causa ofrezca.
En concordancia con ello se ha dicho que el apartamiento
de las conclusiones del perito, aunque no necesite apoyarse en
consideraciones técnicas, debe sustentarse en razones serias, en
fundamentos objetivos que demuestren que la opinión de los peritos

Fecha de firma: 03/08/2020


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se halla reñida con principios lógicos o máximas de experiencia o


porque existen en el proceso elementos probatorios dotados de mayor
eficacia para provocar la convicción acerca de la verdad de los hechos
controvertidos (conf. Gozaini, Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación comentado y anotado, t. II p. 520).
En el caso, no encuentro en la causa motivos suficientes
para apartarme de sus conclusiones, dado que de la mecánica del
accidente así, como de las constancias médicas arrimadas, resulta a mi
criterio verosímil que el actor haya padecido una incapacidad física
leve, y que no le haya generado daño psíquico alguno.
En efecto, sabido es que aun cuando las normas
procesales no acuerdan al dictamen pericial el carácter de prueba
legal, si el informe comporta- como en el caso- la necesidad de una
apreciación específica en el campo del saber del perito –conocimiento
ajeno al hombre de derecho-, para desvirtuarlo es imprescindible
contar con elementos de juicio que permitan concluir fehacientemente
en el error o el inadecuado uso que el experto hubiese hecho de sus
conocimientos científicos, de los que por su profesión o título
habilitante ha de suponérselo dotado (conf.CNCiv.Sala “E”, c.21.064
del 15-8-86; íd.íd., c.11.800 dell 14-10-85; íd., Sala “F”, c.23.024 del
11-8-86, entre otras).
En el caso, ante la ausencia de otros elementos
probatorios que brinde sustento a la postura de la impugnante y siendo
que no median razones valederas que conduzcan a otorgar
preeminencia a la sola opinión del consultor técnico de una de las
partes frente a la expuesta por el perito oficial, máxime cuando el
origen de la designación de este último hace presumir en mayor
medida su imparcialidad, en orden a lo estatuido por los arts.386 y
477 del Cód. Procesal, comparto la decisión del “a quo” de tomar las
conclusiones de la perito oficial y de rechazar las partidas solicitadas.

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En consecuencia, si mi criterio fuera compartido,
propongo al Acuerdo confirmar la sentencia de grado en este aspecto.
d) El recurrente también se queja por la valoración en
pesos Veinte Mil ($20.000) del “daño moral” el que considera
extremadamente reducido. Refiere a la edad de la víctima y a las
lesiones padecidas.
Empero, no mucho es menester para descartar este
argumento, a poco que se advierta que el juez de grado otorgó la suma
que fuera solicitada por el actor en la demanda.
Es que, frente a dicha circunstancia, sumado a que se
estableció la aplicación de la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina, desde la fecha del hecho y hasta el efectivo pago, entiendo
que otorgar una suma superior a la solicitada implicaría vulnerar el
principio de congruencia (art. 36 inc 4 CPCC).
Por lo demás, hago saber que el daño moral se configura
por todo sufrimiento o dolor que se padece, independientemente de
cualquier reparación de orden patrimonial. Es el menoscabo en los
sentimientos, consistente en los padecimientos físicos, la pena moral,
las inquietudes o cualesquiera otras dificultades o molestias que
puedan ser consecuencia del hecho perjudicial (conf. Llambías, J. J.,
Tratado de Derecho Civil - Obligaciones, t. I, págs. 297/298, núm.
243).
Para su determinación no se requiere prueba de su
entidad, pues se lo tiene por acreditado con la sola comisión del acto
antijurídico, vale decir, que se trata de una prueba in re ipsa, que surge
de los hechos mismos (conf. esta Sala en causas N° 35.064/06 del
27/8/13 y N° 109.053/00 del 15/4/14 entre otras).
También, se ha dicho que es una modificación disvaliosa
del espíritu en el desenvolvimiento de su capacidad de entender,
querer o sentir, que se traduce en un modo de estar de la persona

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diferente de aquél en que se encontraba antes del hecho, como


consecuencia de éste y anímicamente perjudicial (conf. Zavala de
González, Matilde, Resarcimiento de daños, Editorial Hammurabi,
Buenos Aires, 2004, Tomo 2A, página 39).
Así como también, que es un daño jurídico, en la medida
que lesiona los bienes más preciados de la persona humana. Es
compartible que el daño moral es la lesión de razonable envergadura
producida al equilibrio espiritual cuya existencia la ley presume y
tutela y que atañe a una persona. (conf. CNCiv., Sala B, 6-12-99,
“Mesa Gladys c/ La Cabaña s/ daños y perjuicios”).
Por ello, teniendo en cuenta las características
mencionadas, que la suma otorgada por el “a quo” es la que el actor
solicitó en su demanda, y la tasa de interés que fuera establecida en la
sentencia de grado, en uso de las facultades conferidas por el art. 165
del Código Procesal, considero que la suma fijada en primera
instancia resulta adecuada, por lo que propongo al Acuerdo su
confirmación, desestimando la queja del apelante.
e) El “a quo” fijó la suma de Pesos Tres Mil ($ 3.000)
en concepto de “Gastos de asistencia médica, farmacia y traslado”,
de la cual se queja el actor.
Sostiene que dicho monto es exiguo para justipreciar las
tres clases de gastos, máxime si se tienen en cuenta los valores
actuales de los mismos.
Sin embargo, el escueto argumento que expone no resulta
suficiente a efectos de elevar la suma en cuestión, teniendo en cuenta
la levedad de las lesiones padecidas y que el actor contaba con obra
social (OSDE).
En cuanto a la estimación de los valores, el juez de grado
estableció la fijación de intereses, desde la fecha del hecho y hasta el
efectivo pago, según la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación

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Argentina, conforme lo decidido en el plenario “Samudio de
Martínez, Ladislaa c/ Transportes Doscientos Setenta S.A. s/ daños y
perjuicios”, aspecto de la sentencia no fue cuestionado, motivo por el
cual, el planteo en esta instancia no podrá ser evacuado.
Así las cosas, no advirtiendo que el monto fijado en la
anterior instancia no guarde relación con la entidad y naturaleza de las
lesiones padecidas, desestimaré la quejas en estudio, y propondré al
Acuerdo que, de compartir mi criterio, confirme lo decidido al
respecto en la sentencia en crisis.
f) Critíca el apelante la suma por “daños materiales”
que arroja Pesos Veintisiete Mil Quinientos Veinte ($ 27.520). Si bien
coincide con lo peticionado en la demanda, considera que hoy se
encuentra devaluado.
Empero, como ya expliqué precedentemente, esa cuestión
debe ser abarcada al tratar la materia de intereses, la que reitero, no es
materia de agravio.
De todos modos, solo para conocimiento del apelante,
destaco que, es sabido que es criterio de esta Sala (cfr. “Aguirre
Lourdes Antonia c/ Transporte Automotores Lanús Este S.A. s/ daños
y perjuicios” del 17 de marzo de 2009 y sus citas; “Martínez, Eladio
Felipe c/Díaz, Hernán Reinaldo s/ daños y perjuicios” del 15 de marzo
del año 2013, entre otros), que desde la mora y hasta el
pronunciamiento apelado se fije la tasa del 8% anual, como tasa pura
dado que resulta suficientemente compensatoria cuando se está ante
una deuda de valor cuya entidad se fija a valores actuales, y a partir de
allí y hasta el efectivo pago, a la tasa activa según el criterio
mayoritario sentado en los autos “Samudio de Martínez, Ladislaa c/
Transportes Doscientos Setenta S.A. s/ daños y perjuicios”. Motivo
por el cual, la fijación a valores actuales solicitada, en conjunto con la
tasa fijada por el juez de grado, a mi criterio no podrían prosperar.

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Siendo que no exponen otro argumento, corresponde el


rechazo de la queja, y la confirmación de la sentencia en este aspecto,
también.
IV. Por último, trataré la queja de la actora relativa a la
exclusión de cobertura decidida por el “a quo”.
El juez de grado ponderó que el rechazo de la cobertura
efectuado por la citada, resultó temporáneo puesto que la aseguradora
requirió la información complementaria prevista por el art. 46 de la
Ley de Seguros el día 30 de agosto de 2010 y, comunicó la
declinación de la cobertura mediante carta documento de fecha 21 de
septiembre de 2010. Asimismo, juzgó acreditada la configuración de
la causal de exclusión invocada, en virtud del estado de ebriedad del
conductor Casanova, que surge del acta policial de fs. 16. Por ello,
hizo lugar a la defensa opuesta por Seguros Bernardino Rivadavia
Cooperativa Limitada, desvinculando a la misma de todas las
consecuencias sobrevinientes en estos actuados.
De ello se agravia el actor.
Sostiene que no es cierto ni concreto que se encuentre
acreditado en el proceso en qué fecha la citada en garantiá recibió la
informacioń complementaria. Indica que, la nota de fs. 43 fue
oportunamente desconocida a fs. 68/70 y, que tampoco se encuentra
registrada en la contabilidad de la aseguradora, a tenor del dictamen
pericial de fs. 192/194 que no recibiera impugnaciones.
Afirma que, la citada en garantiá no podiá desconocer
que para obtener la liberacioń que pretendia,
́ el dictamen contable
debiá imperativamente contener, no solo
́ la poliza
́ vigente, la fecha de
recepcioń de la denuncia (17/03/2010) y la del rechazo del siniestro
(21/09/2010), sino principalmente el registro concreto y oportuno de
́
cuando fue satisfecha la informacioń complementaria que le requirió a
su asegurado, siendo que la pericia contable de fs. 192/194 es clara al

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̃
senalar ́
que estos ultimos dos extremos no pudieron ser evacuados por
no constar en los registros contables de la citada.
Asevera que, la falta de impugnacioń de su parte importa
́
el reconocimiento implicito ́
de que su rechazo ha sido extemporaneo e
inoportuno, y por ende la sentencia en crisis queda desprovista de
fundamento en este aspecto.
Sostiene que el silencio mantenido por la accionada
durante el plazo legal configura un supuesto de aceptacioń tacita.
́
Efectúa también un análisis relativo a la función social
del seguro obligatorio, alegando que el hecho de que se haya incurrido
en una culpa grave por parte del demandado, no implica perder del
́
foco a la victima.
Por último indica que la maniobra imprudente del
́
conductor del vehiculo ́
-cruzar un semaforo en rojo- es una infraccioń
́
a las normas de transito que revelan una ausencia de cuidado y
́
diligencia en la conduccion, pero ello no implica que hubo
intencionalidad de causar un danõ a un tercero, por lo que la ebriedad
del conductor, incluso de ser verificada, no configura la relacioń
causal con el siniestro de marras.
Ahora bien, cabe destacar que como ya he dicho en
oportunidad de fallar como jueza de primera instancia en el caso
“Bufoni” y sin perjuicio del resultado final del mismo conforme el
pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
comparto el criterio que resalta que no puede desconocerse el fin
social fundamental que tiene el contrato de seguro, como lo es el
permitir a terceros damnificados obtener el merecido resarcimiento
de los perjuicios sufridos, en concordancia con una tendencia cada vez
más firme en el moderno derecho de daños consistente en proteger a
la víctima procurando que el daño injustamente causado sea
debidamente reparado (conf. CNCiv Sala K, “Speso Nora Esther y

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otro c/ Autopista del Sol SA y otros s/ daños y perjuicios”, expte nro


40.711/2001, del 13 de diciembre de 2006).
Y ello es así, en tanto no se agota la finalidad del contrato
de seguro en el interés particular de los contratantes, pues la
protección de los derechos de los damnificados impone una
interpretación sumamente restrictiva de las defensas oponibles a ello,
con base en la ausencia de cobertura.
En efecto, la exclusión de la cobertura implica una
manifestación negocial por la que implícita o explícitamente, el
asegurador expresa su decisión de no tomar a su cargo, no cubrir, no
garantizar, las consecuencias derivadas de la realización del riesgo.
Ahora bien, las exclusiones referidas se caracterizan por
describir la hipótesis o circunstancias en que el siniestro se halla fuera
de la cobertura asegurativa, y en este sentido entiendo que debe
distinguirse entre ellas aquellas cuyo contenido es netamente
subjetivo de aquellas de las cuales aquel es objetivo. Así, en las
primeras, considero existe una actitud personal del asegurado
introducida en el cauce normal del objeto del contrato de seguro, aún
cuando puedan resultar limitativas de la responsabilidad. Estas no le
son oponibles al tercero damnificado en razón de la fundamentación
social que el seguro reviste, y sólo podrá hacerse valer entre los
propios contratantes de la póliza.
En cambio cuando la causal de la exoneración o
limitación de la cobertura sea de contenido objetivo, ésta resulta
oponible al supuesto, en tanto no nos encontramos frente a la
situación de limitación simplemente, sino ante una situación de “no
seguro”, es decir de inexistencia de aquél.
Es que, en el primer supuesto la condición subjetiva
introducida no modifica la naturaleza del contrato, sino que limita su
extensión, pues no resulta ser una condición que hubiera determinado
la no concreción del mismo; mientras que en el segundo supuesto de

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haberse conocido de antemano la condición, ésta hubiera podido
determinar la no celebración del contrato de seguro.
Sentada así la distinción, lo cierto es que las
circunstancias apuntadas en el caso encuadran a mi entender en el
primer supuesto aludido, es decir se trataría de una causal subjetiva
que no desnaturalizó la esencia del contrato de seguro, y es por ello
que frente a la víctima no es oponible, sin perjuicio que entre los
contratantes de la póliza, la cuestión pueda ser debatida y reclamada
entre ellos en el caso que le asista razón a la citada en declinar su
cobertura en cumplimiento de la póliza contratada. Asi ya lo he
sostenido en los autos “Cortez Pio Quinto y otro c/ Lescano Mirtha
Esther y otros s/ Daños y Perjuicios”,expte. nº 64774/2006, de fecha
19-06-19.
Pero sin embargo –como he dicho- dichas circunstancias
no le pueden ser opuestas al tercero damnificado, quien no tuvo
oportunidad de participar en el acto negocial ni expresar su voluntad
en el momento de su concreción; le es absolutamente ajeno las
condiciones de contratación, refiriendo ello al principio general que
los contratos es para las partes la ley misma, pero no para los terceros
ajenos.
Habiendo ya transcurrido varios años desde aquel fallo al
que hiciera referencia, me encuentro más convencida aún que la
decisión que más se ajusta, es la inoponibilidad de la culpa grave del
asegurado frente a la victima, por las razones que seguidamente
también pasaré a exponer.
La cuestión relativa a la culpa grave se encuentra
mencionada en los arts. 70 y 114 de la Ley de seguros. El primero
enrolado en el capítulo de seguros de “daño patrimonial”, establece
que el asegurador queda liberado si el tomador o el beneficiario
provoca el siniestro dolosamente o por culpa grave. El segundo -en
cambio, dentro de la sección de seguros de responsabilidad civil- dice

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que el asegurado no tiene derecho a ser indemnizado cuando


provoque dolosamente o por culpa grave el hecho del que nace la
responsablidad.
Puede desde mi criterio vislumbrarse que mientras en el
primer supuesto el asegurado no cobra la indemnización y la
aseguradora queda liberada, en el otro cuando el asegurado actúa con
culpa grave, pierde el derecho a la indemnidad pero la aseguradora no
queda liberada de responsabilidad. Esta distinción la entiendo válida –
como parte de la doctrina- teniendo en cuenta que el supuesto del art.
70 perjudica exclusivamente al propio asegurado, mientras que el art.
114 al tratarse de un seguro de responsabilidad civil, afecta también
los intereses de un tercero damnificado.
Tal como señala Waldo Sobrino en su obra (ver “Seguros
y el Codigo Civil y Comercial “ 2 da edición actulizada y ampliada T
I Ed La Ley pag. 810 y ss) desde hace varios años el doctrinario
Nicolas Barbato había enseñado que en los casos de responsabilidad
civil el asegurado tenía derecho a la indemnidad y la víctima a la
indemnización.
De ello entonces se podría colegir que en el art. 114, la
culpa grave del asegurado hace que pierda el derecho a la indemnidad
lo que importaría que la aseguradora tendría que abonarle al
damnificado y luego repetir contra su propio asegurado.
En la misma línea de razonamiento tal conclusión parece
congeniar con lo liminarmente dispuesto en el sentido que en el
primer caso (art. 70) el asegurador expresamente queda liberado de su
responsabilidad frente al asegurado que actuó con culpa grave, sin
embargo en el art. 114 la compañía no queda liberada de su
responsabilidad frente a la víctima, de manera tal que deberá afrontar
el pago de la indemnización y repetir contra su propio asegurado que
perdió el derecho a la indemnidad.

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En concordancia con el autor antes citado, puede
agregarse además que el art. 68 de la ley 24.449 exige con carácter
obligatorio la tenencia de un seguro automotor. Ello, a mi entender
sella cualquier resquemor que pudiera existir sobre la cuestión, pues
sin duda el sentido de tal disposición obedece a que la víctima es el
principal beneficiario de dicho seguro. Su esencia radica –sin pensarlo
dos veces- en que el vehículo que circule lo haga responsablemente
con un seguro con el que podrá hacerse cargo en caso de daños a
terceros.
Dicha normativa dejó sin vigencia en la actualidad el
fallo plenario “Mustafa c/ Nuñez”, pues el dictado posterior de la ley
24449 (art. 68) y especialmente respecto de la ley 17418, ha
establecido tal obligatoriedad para cubrir entonces los daños causados
a terceros como he dicho, indicando ello que existen principios
normativos autónomos de que la existencia del seguro es creada a
favor de aquellos.
No soslayo los vastos argumentos que sostiene que la
cláusula que prevé la exclusión de cobertura en casos de conducir en
estado de ebriedad no resulta abusiva, pero tal disposición no puede
sino ser de aplicación exclusiva a los contratantes y no frente al
damnificado que no resultó parte de ese contrato.
Es decir, no desconozco que disponer en un contrato una
cláusula de tal envergadura resulta lícita y facultativa, pero de
oponibilidad entre las mismas partes.
Es que, claramente si se tiene en cuenta que la víctima es
perjudicada y la principal beneficiaria (de los seguros obligatorios),
cual sería la razón de ser, de tal exigibilidad, si se le impone al
lesionado cargar con el costo de no cobrar el siniestro por la culpa
grave del asegurado por la cual no debe responder.
Frente a la víctima aparece en cambio, abusivo pretender
invocar dicha cláusula –de carácter contractual- de exención de

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responsabilidad del asegurador, pues contradice la disposición legal


del art. 114 de la Ley de seguros que señala como único factor de
exclusión unicamente al dolo o culpa grave del asegurado respecto de
su indemnidad. Y se concluyó, además, en que el art. 158 de la citada
ley permite dar solución a la cuestión al incluir el art. 114 entre las
normas que “solo se podrán modificar a favor del asegurado” por lo
que siendo tal cláusula contractual en examen, una que favorece
exclusivamente al asegurador al ampliar el campo de su
irresponsabiidad, debe entenderse que la misma carece de validez ya
que se aparta del precepto general enunciado.
Cabe en tal sentido recordar lo dicho por la Dra. Highton
de Nolasco en su condición de vocal de la sala F de esta Cámara, en el
sentido que el concepto de “culpa grave” en el asegurado, tendiente a
liberar a la aseguradora de su obligacion debe ser apreciada con un
criterio restrictivo y con relación a las circunstancias y
particularidades de cada situación, teniendo siempre presente el fin
especifico del seguro contra la responsabilidad civil por daños
causados a terceros y la función de solidaridad del mismo (conf.
CNCiv Sala F Septiembre 12/2001 L 319.377 y cita docrinario Stiglitz
r, Sitglitz G. “Seguro contra la responsabilidad civil” pág 296 y ss nro
159 y ss).
A mayor abundamiento cabe destacar que la Ley de
Defensa del Consumidor resulta en principio aplicable a los contratos
de seguros (art. 1 de la ley 24240 y en la actualidad art. 1092 del
Codigo Civil y Comercial de la Nación) si se tiene en cuenta que se
trata de un típico contrato con cláusulas predispuestas. En tal sentido,
la inteligencia del alcance de sus estipulaciones debe hacerse a favor
de la parte no predisponente, tal como surge de las normas contenidas
en la ley especifica y del principio consagrado en forma explícita en el
art. 42 de la Constitución Nacional, con la consecuente mayor

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jerarquía por sobre la autonomía de la voluntad de las partes en
oportunidad de celebrarse un contrato.
En síntesis, sin duda, por los fundamentos que anteceden,
la cláusula exonerativa de responsabilidad fundada en la culpa grave
del asegurado resulta claramente inoponible a los damnificados sin
perjuicio de las consecuencias entre las partes contratantes a la hora
de formular la reptición que se considere pertinente.
Por lo demás, en cuanto al argumento relativo al rechazo
tardío por parte de la aseguradora con relación al siniestro, entiendo
que asiste razón al actor, puesto que el requerimiento de información
complementaria no ha sido debidamente acreditado en autos. En
efecto, la perito contadora no pudo verificarlo (ver pericia ptos. 6 y 7),
y la documental agregada por la aseguradora fue expresamente
desconocida por el actor.
Así las cosas, el plazo contemplado en el art. 56 de la ley
17.418 se encuentra vencido, pues el hecho ocurrio el 12 de diciembre
de 2009, la denuncia se realizó con fecha 16 de marzo de 2010, y la
decisión de la aseguradora de excluir la cobertura fue notificada al
asegurado por carta documento, envíada el día 21 de agosto de 2010.
Me resulta objetable justificar la validez de la
documentación acompañada por la aseguradora a fs. 43/44, de la que
intenta valerse para demostrar la vigencia del plazo, en que el
asegurado no la ha desconocido. En efecto, este no ha comparecido al
proceso. Asimismo se trata de una circunstancia fácil de acreditar para
la aseguradora quien ofreció la prueba pericial contable a dicho
efecto. Demostrar el pedido de información complementaria dispuesto
por el art. 46 de la Ley de Seguros, resultaba un elemento
fundamental para validar el plazo del art. 56 de la ley en cuestión. Sin
embargo, no puso a disposición de la experta la documentación que sí
anejó al expediente.

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En cuanto al último argumento, relativo a que el


accidente se produjo por la violación de la señal lumínica del
semáforo, más no por el estado de ebriedad del conductor, lo cierto es
que de la causa penal surge que el test de alcoholemia de Casanova
arrojó un resultado positivo con una graduación de 1,984 g/l, lo que
me exime de mayores comentarios.
Empero, por las razones expuestas precedentemente,
entiendo que los agravios vertidos por el actor deben ser acogidos,
revocando lo resuelto por el juez de grado en este aspecto, rechazando
el planteo de exclusión de seguro interpuesto por la citada en garantía.
Voto en consecuencia porque: 1º) se revoque la sentencia
en cuanto a la exclusión de cobertura de la citada en garantía,
haciendo extensiva la condena a la misma; 2°) se confirme la
sentencia en todo lo que decide, manda y fue motivo de no atendibles
agravios; y, 3°) Se impongan las costas de alzada en un 50 % al actor
y en otro tanto a la citada en garantía, atento la suerte corrida en los
agravios (art. 71 CPCC).
El Dr. Rodríguez dijo:
Comparto en general la solución propuesta en el voto que
antecede, excepto respecto a la revocación de la sentencia en cuanto a
la exclusión de cobertura de la citada en garantía que allí se decide, y
en la consecuente extensión de la condena a la misma que se propicia.
Así como también, en lo que se propone en materia de costas.
Cabe señalar a título introductorio siguiendo a Stiglitz,
que el riesgo puede ser definido como la probabilidad o posibilidad de
que se produzca un evento dañoso -que configure el siniestro- previsto
en el contrato y que da lugar a que el asegurador esté obligado a
resarcir el daño sufrido por el asegurado o a cumplir con la prestación
convenida. El asegurador sólo se halla obligado con ese alcance si
ocurre el evento previsto (conf, Stiglitz, Rubén S., “Derecho de
seguros”, cit., t. 1, nro. 202, ps. 218 y 245).

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En ese sentido, la jurisprudencia ha señalado que “la
determinación del riesgo en el contrato de seguro implica dos fases: a)
la individualización de aquél, consistente en la indicación de la
naturaleza del hecho de cuyas consecuencias se busca amparo y b) la
determinación del riesgo que resulta de la fijación de límites concretos
del mismo… consiste en excluir o restringir los deberes del
asegurador por la no asunción de alguno o algunos de ellos. Implica,
entonces, la ausencia de tutela o garantía, la existencia de daños no
asumidos” (Sup. Corte Just. Mendoza, sala 1ª, 21/12/1995, “Triunfo
Coop. de Seguros v. Intraguglielmo, Víctor”, LL 1996-D-182; DJ
1996-1-872).
A su vez, las exclusiones de cobertura pueden ser de
fuente normativa o convencional y se caracterizan por describir las
hipótesis o las circunstancias en que el siniestro se halla fuera de la
garantía asegurativa. Con relación a las primeras, su contenido es
variable y halla sustento en consideraciones de naturaleza subjetiva,
objetiva, temporales y espaciales. Son, por ejemplo, las que atienden a
consideraciones subjetivas, como el dolo, la culpa grave, el descuido
grave o la simple culpa o negligencia (arts. 70, 105, 114, 127-3, LS), u
objetivas, como el vicio propio, guerra, motín o tumulto, terremoto
(v.gr., arts. 66, 127, 71, 86-1, LS).
Otras exclusiones de cobertura se encuentran contenidas
en condiciones de póliza no sustentadas en normas legales. En forma
unánime, la doctrina admite la legitimidad de tales convenciones, y
son caracterizadas en los siguientes términos, de modo más o menos
uniforme: “…la exclusión convencional de determinados riesgos en la
póliza de seguro comporta la exclusión de la garantía y, por lo tanto,
sitúa al riesgo excluido al margen de la póliza, y producirá los mismos
efectos que los riesgos no asegurables. Si se produce el evento que
acarrea el siniestro, el asegurador quedará liberado de realizar la
prestación, puesto que nunca se obligó a ello” (conf. Font Rivas,

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Antoni, “Exclusión de cobertura y cláusulas limitativas”, Revista de


Derecho Privado y Comunitario, Seguros – II, nro. 20, 1999, p. 168).
Estas cláusulas de exclusión de cobertura son esencialmente
descriptivas, de supuestos no comprendidos en el riesgo cubierto,
ajenos -por tanto- del amparo del contrato, desde el inicio de éste.
Las condiciones de la póliza que contienen hipótesis de
exclusiones de cobertura convencionales se encuentran fundadas en
que los presupuestos de hecho del caso resultan inasegurables o
configuran una mayor probabilidad o intensidad de producción de un
siniestro, lo que conduciría a que el asegurador no contratara el
seguro. Esto es, deben responder a las necesidades técnicas del seguro
y resultar razonables con relación al riesgo cubierto, no pudiendo
resultar que vacían de contenido o contrarían la finalidad del contrato
(Barbato, Nicolás H., "Exclusiones a la cobertura en el contrato de
seguros", ED 136-547). Deben, con arreglo a estos postulados,
encontrarse individualizadas, resultando ineficaces las que se
presenten como cláusulas generales o indeterminadas (Halperin, Isaac,
“ob. cit.”, p. 623).
La existencia de delimitaciones de cobertura no deriva,
pues, del arbitrio o de la discrecionalidad del asegurador, sino de la
necesidad creada por la presunción de que se encuentra cubierto todo
lo que no se halle excluido, propio del principio de especialidad de la
mayor parte de los seguros, entre los que cabe computar el de la
responsabilidad civil (Halperin, Isaac, "Seguro", 3ª ed. actual. y ampl.
por Barbato, Nicolás H., Depalma, Buenos Aires, p. 955). Por ello, se
explica que "el asegurador sólo se halla obligado a resarcir un daño o
cumplir la prestación convenida si ocurre el evento previsto (art. 1,
LS) en el marco del riesgo debidamente determinado" (Stiglitz, Rubén
S., "Derecho de seguros", cit., t. 1, nro. 202, p. 245).
Cabe, no obstante señalar, que en todo lo que hace a las
cláusulas que delimitan el riesgo asegurable, en tanto cláusulas de

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exclusión de cobertura o no seguro, sin perjuicio de otras materias, un
adecuado criterio hermenéutico exige que la aplicación de la ley de
seguros consulte las disposiciones de la ley de tránsito 24.449 (art.
68), la de defensa del consumidor 24.240 y sus modificaciones (ley
26.361), así como el art. 42 de la Constitución Nacional, entre otras.
Todo ello, en su justo límite, sin perder de vista que el
Máximo Tribunal fijó posición no sólo en cuanto a la inaplicabilidad
de la noción de bystander al damnificado por el responsable
asegurado, sino también en cuanto a que la Ley de Defensa del
Consumidor es ley general posterior respecto de la ley especial del
contrato de seguro, por lo que no la deroga ni la modifica, tácita ni
implícitamente (Compiani, María Fabiana, trabajo citado, punto VIII.
La oponibilidad de las exclusiones de cobertura en la jurisprudencia
de la corte. El precedente "Buffoni”).
Como se lo ha señalado, el contrato de seguro puede ser
considerado como una relación de consumo, pues es un acto
comprendido dentro del sujeto que "adquiere o utiliza bienes o
servicios" y que lo hace además como "destinatario final" y "para
beneficio propio" o de su "grupo familiar o social". No obstante, la
circunstancia de que el seguro se comprenda en la relación de
consumo, no implica desnaturalizarlo como contrato ni desvirtuar sus
características propias, sino integrarlo con los principios tutelares que
inspiran dicha relación. El asegurado tendrá tutela adicional frente a
cualquier forma de abuso y le jugará la interpretación favorable en
caso de duda, pero la naturaleza y esencia del seguro no cambiará,
pues ese no ha sido el propósito al asociarlo al consumo (Eduardo L.
Gregorini Clusellas, "El seguro y la relación de consumo", La Ley
suplemento del 4 de febrero de 2009 Año LXXIII n° 24, pág 1,
Buenos Aires).
Por su parte, el art. 68 de la ley 24.449 establece: "Seguro
Obligatorio. Todo automotor, acoplado o semiacoplado debe estar

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cubierto por seguro, de acuerdo a las condiciones que fije la autoridad


en materia aseguradora, que cubra eventuales daños causados a
terceros, transportados o no. Igualmente resultará obligatorio el
seguro para las motocicletas en las mismas condiciones que rige para
los automotores".
Esto puede ser entendido como un dispositivo legal que
obliga a contratar un seguro contra la responsabilidad civil automotor,
pero no establece un régimen jurídico específico para ellos. En
consecuencia, a los mismos corresponde la aplicación del régimen
jurídico de la ley 17.418. El incumplimiento a lo previsto por aquel
artículo 68 sólo genera responsabilidad administrativa y las víctimas
de los accidentes de tránsito carecen de una legislación específica en
materia de seguro automotor obligatorio que les asegure la cobertura
de los daños a las personas (conf. "Seguro automotor obligatorio y
voluntario" por María Fabiana Compiani, Revista La Ley, Director
Jorge Horacio Alterini, Año LXXVI N° 69, pág. 1, Buenos Aires, 12
de abril de 2012).
En resumen, los ordenamientos citados forman parte de la
solución normativa, en un rol complementario y enriquecedor, pero de
ello no se sigue que sus dispositivos puedan ser invocados para
propiciar derogaciones tácitas del régimen instaurado por la citada ley
17.418, que es la que regula la materia, ni para soslayar la naturaleza
contractual del seguro, que como tal descansa en los verdaderos
pilares que dominan ese ámbito, como el principio de la fuerza
obligatoria de los contratos y su efecto relativo (arts. 1197, 1195 y
1199 del Código Civil, 958, 959 y concordantes del Código Civil y
Comercial de la Nación, utilizables como pauta interpretativa).
De ahí que, sin perjuicio de retomar el tema más
adelante, en el seguro de esa clase, cuando resulta que la exclusión de
cobertura ha sido expresada claramente, corresponde acoger la
defensa del asegurador si aquélla se configura en el caso, y se ha dado

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cumplimiento a todos los requisitos legales. Ella resulta oponible al
tercero damnificado en virtud de lo dispuesto por el art. 118, párr. 3,
Ley de Seguros. Tratándose de una estipulación inserta en la génesis
del contrato, constituye una defensa nacida antes del siniestro e
integra la "medida del seguro", que constituye el límite de la extensión
contra el asegurador de la condena dictada contra el asegurado (art.
118, ley 17.418).
En la especie, al tiempo del accidente que motiva el
litigio el rodado Renault 11, dominio UDK 562, se hallaba asegurado
mediante póliza N° 28/047014-005, cuya clausula 20, de las
condiciones generales, en la primera parte prescribe: “El asegurador
queda liberado si el Asegurado o el Conductor provoca, por acción u
omisión, el siniestro dolosamente o con culpa grave.
La culpa grave constituye una figura que comprende
conductas que, de acuerdo con las circunstancias de persona, tiempo y
lugar, importan una negligencia, imprudencia o impericia que, por su
intensidad, desbordan el molde del art. 512 del Código Civil, y ponen
en evidencia una grosera desconsideración por los resultados,
destacado vehículo para violentar el comportamiento antisiniestral en
que el asegurador ha confiado que el otro contratante observaría, y
que ha tenido en miras a la hora de contratar, para el otorgamiento de
la cobertura y para definir la prima.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, ha
caracterizado la culpa grave del asegurado, que libera la
responsabilidad del asegurador, como aquella que excede la regular
graduación de negligencia y por su magnitud resulta cercana a la
intencionalidad en la producción del evento siniestral o, al menos,
exteriorice una actividad de grave despreocupación respecto de las
consecuencias de su accionar -o de su omisión- aunque la misma no
haya sido deliberada (CSJN, in re “Olmos P. c/ Straponli J. R.”, del
19/12/1991).

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Sentado ello, en la causa penal nº 14-00-010396-09, que


para este acto tengo a la vista, se encuentra incorporada el acta de
procedimiento efectuada por el personal policial que intervino en el
lugar luego del accidente. De allí surge que el Inspector de Tránsito de
las Municipalidad de San Isidro le realizó al demandado Rodrigo
Casanova el test de alcoholemia pertinente, el cual arrojó resultado
positivo, con una graduación de alcohol en sangre de 1, 984 g/l. (v.
fs.16).
En la sentencia apelada se reflexiona con adecuado
criterio que si bien no ha sido agregado a la investigación penal
labrada con motivo de estos actuados el pertinente certificado de
calibración de alcoholemia practicado al demandado, su estado de
ebriedad surge del acta policial de fs.16, la cual no ha sido argüida de
falsa. Por lo tanto teniendo en cuenta el carácter de instrumento
público que se le ha reconocido a la misma, dicha documentación
adquiere presunción de validez hasta que no se demuestre lo contrario
en los términos del art. 979 del Código Civil.
Este argumento, que le permitió al Sr Magistrado
emplazar la conducta del asegurado en la órbita de la culpa grave, no
ha sido eficazmente rebatido por el actor en sus agravios. Y a
diferencia de lo que allí se postula, aunque con lo señalado resultaría
suficiente, agrego por mi parte que aquél estado encuentra plena
corroboración en las características del hecho, porque explican el
motivo de tan temerario proceder, al emprender el cruce de la esquina
con luz roja, conjuntamente con el comportamiento observado por el
sujeto inmediatamente después de ocurrido el occidente, de acuerdo a
lo que surge del acta de procedimiento citada.
En ella, el personal policial que concurriera al lugar, dejó
constancia de que el aquí demandado quería bajarse del auto y
balbuceaba sin entenderse lo que decía, emanando aliento etílico.
Explican que luego de sacarlo del vehículo, ayudados por una persona

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del lugar, identificada como Armando Oscar Testa, Casanova
comienza a agredir verbalmente a este individuo que había acudido en
su auxilio, a quien acusaba de haberle cortado la lengua, -no obstante
que esa lesión ya se había constatado antes-, para luego propinarle un
golpe de puño entre el pecho y la pera, lo que provocara la caída del
agredido. Al advertir la situación los efectivos policiales procuraron
calmarlo para que depusiera su actitud, pero recibieron como
respuesta insultos, para luego dar paso a la agresión física, al
abalanzarse sobre el Oficial Ayarzabal y descargar sobre su persona
varios golpes de puño, que culminan con una caída al piso, a raíz de lo
cual el nombrado policía no podía mover el pie derecho. Finalmente,
y como broche de su repudiable comportamiento, cuando llega la
ambulancia, insulta al personal médico y se niega a ser atendido.
En un nivel de ingesta alcohólica como el comprobado,
además de la pérdida de equilibrio, mala respuesta motora, voluntaria
o refleja, alteraciones en el oído y del habla, hay una sobrevaloración
de la propia capacidad y una pérdida de todas las inhibiciones (ver
Areán, Beatriz A.: “Juicio por accidente de tránsito”, t. 2, ps. 115 y
121). Por tanto, queda sellada la suerte negativa de las quejas vertidas
sobre el punto por el actor, porque además de quedar rotundamente
acreditado aquél estado, ninguna duda abrigo que fue esa
circunstancia la que signó el accionar del demandado que desembocó
en la producción del accidente, con el que guarda una incuestionable
relación de causalidad adecuada (art. 906 y concordantes del Código
Civil).
Las razones esgrimidas, imponen rechazar los agravios
sobre el punto, ya que justifican plenamente encuadrar la actitud
observada por el emplazado en la emergencia, al conducir
alcoholizado, en contra de expresas disposiciones legales, como lo
hizo el Sr. Juez en su fundada sentencia, en la órbita de la culpa grave,

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tal como ha sido caracterizada por el más Alto Tribunal, prevista en la


citada cláusula 20 y en los arts. 70 y 114 de la ley 17418.
Desde otro ángulo, es verdad que el art. 118 de la Ley de
Seguros consagra una excepción al llamado principio del efecto
relativo de los contratos diagramado por los arts. 1195 y 1199 del
Código Civil, al conferirle a quien resulta damnificado por un daño
causado por quien cuenta con un seguro de responsabilidad civil,
derechos contra el asegurador de éste último, no obstante resultar un
tercero, ajeno al contrato de seguros.
Pero los derechos que le acuerda el citado dispositivo, se
reducen al privilegio sobre la suma asegurada que prevé en su primer
párrafo aún en caso de concurso o quiebra del asegurador, a la
citación en garantía de este último contemplada en el segundo y a
extenderle los efectos de la cosa juzgada de la sentencia que se dicte
contra el asegurado causante del daño y hacerla ejecutable contra
aquél, pero con una clara limitación “en la medida del seguro”.
La Corte Suprema de Justicia en reiteraos fallos ha
señalado que el derecho de la víctima frente al asegurador de quien le
ocasionó un daño, reconoce como límite “la medida del seguro”, es
decir que si el mismo tiene límites, deducibles o exclusiones
contenidas en las pólizas, los mismos le son oponibles al reclamante
(conf. Lopez Saavedra, DomingoM.: “Ley de seguros, Comentada y
Anotada”, p. 577, con cita de los precedentes “Nieto”, “Villarral” y
“Fara”).
En el caso “Buffoni”, no obstante destacar que el acceso
a una reparación integral de los daños sufridos por las víctimas de
accidentes de tránsito constituye un principio constitucional que debe
ser tutelado, juzgó que “…ello no implica desconocer que el contrato
de seguro rige la relación jurídica entre los otorgantes (arts. 1137 y
1197, CCiv.) y los damnificados revisten la condición de terceros
frente a los mismos porque no participaron de su realización, por lo

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que si desean invocarlo deben circunscribirse a sus términos (arts.
1195 y 1199, CCiv., voto del juez Lorenzetti en la causa 'Cuello' y
Fallos 330:3483)".
Ello significa que el principio de reparación integral de
las víctimas tutelado constitucionalmente no implica que aquéllas
accedan a la indemnización en todos los casos, sino que tal derecho
debe ajustarse a los alcances del contrato de seguro que invoca y que
le es oponible en los términos que prescriben el juego armónico de los
arts. 1195, 1199, CCiv. y el art. 118, Ley de Seguros.
En ese derrotero, la Corte en el considerando siete de la
difundida causa “Flores, Lorena Romina c/ Giménez, Marcelino
Osvaldo y otro s/ daños y perjuicios (acc. trán. c/ les. o muerte)”
repitió lo que ya venía sosteniendo en punto a que "...la función social
que debe cumplir el seguro no implica, empero, que deban repararse
todos los daños producidos al tercero víctima sin consideración a las
pautas del contrato que se invoca...".
Además, en línea con lo señalado más arriba acerca de las
limitaciones con la que deben ser aplicados los otros ordenamientos y
normas citadas a la materia del seguro, también la doctrina ha
señalado que el principio protectorio —que ciertamente consagra el
artículo 3 de la ley 24.240 y también el artículo 1094 del CCiv.y Com.
— no puede ser ampliado de manera tal que se permita añadir al
contrato la cobertura de situaciones que han sido expresamente
excluidas, máxime cuando son situaciones (como la considerada en el
litigio resuelto en el decisorio sujeto a recurso) reveladoras de graves
inconductas por parte del consumidor-asegurado. No debe olvidarse
que las normas protectorias del consumidor son dictadas por el
legislador con asiento en un grave fundamento moral y de justicia,
cual es la equiparación jurídica del sujeto más débil de la relación, del
usuario, del adherente, etc., en virtud de lo cual no puede traicionarse
esa voluntad justa del legislador favoreciendo la cobertura de una

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conducta tan disvaliosa como conducir alcoholizado ( ver Tinti,


Guillermo P. - Vinti, Ángela M. “Contrato de seguro y derecho del
consumidor” Publicado en: LLC 2016 (mayo) , 299 ,
DJ 07/09/2016 , 13 ).
En consecuencia, considero que los agravios enderezados
a cuestionar la decisión del colega de grado al decidirse por la
oponibilidad al actor de la cláusula de exclusión de responsabilidad de
la aseguradora constituida por la culpa grave del asegurado, no
pueden tener favorable acogida.
Decidido ello, resulta oportuno señalar ahora que dentro
del régimen legal previsto en la Ley de Seguros, el tomador tiene la
carga u obligación prevista en el art. 46: comunicar al asegurador el
acaecimiento del siniestro dentro de los tres días de conocido.
Además, le impone al asegurado otra carga adicional: suministrar al
asegurador, a su pedido, la información necesaria para verificar el
siniestro o la extensión de la prestación a su cargo y permitirle las
indagaciones necesarias a tal fin.
Frente a esta carga u obligación que la ley le impone al
asegurado -denuncia en término del siniestro y suministro de la
información necesaria para evaluarlo- el legislador le ha impuesto
también una suerte de carga u obligación al asegurador, la que está
contenida en el citado art. 56 y que consiste en que el mismo debe
pronunciarse acerca del derecho del asegurado a ser indemnizado
dentro de los treinta días de recibida la información complementaria
prevista en los párrafos segundo y tercero del art. 46 y que en el caso
de que omita hacerlo dentro de dicho plazo, tal omisión importa la
aceptación (ver López Meza, Domingo M.: “Ley e Seguros”, ps.
22273/4).
Es decir, que si el asegurado denuncia un siniestro y el
asegurador no le requiere información adicional o si se la requiere y
ésta le es entregada por aquél, pasados treinta días de ello sin que el

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asegurador se pronuncie sobre el derecho del asegurado a ser
indemnizado, su silencio importa aceptación del derecho del
asegurado a ser indemnizado. Esto, con la peculiaridad, que de
acuerdo con un sector de las opiniones, la norma puede ser aplicada
de oficio por el juez (ver López Meza, Domingo M.: “ob. cit.”, p. 274,
con cita del fallo de la CNCiv, Sala H, 18/3/1997, “F.M.E c/ Suárez y
otros”, L.L., 1997-E, 438; Meilij, G.: “Características e la carga de
pronunciarse sobre los derechos del asegurado”, en J.A., número
espcial en ocasión del XII Congreso Mundial de Seguros, Buenos
Aires, octubre de 2006, ps. 19 y siguientes).
Explicado ello, vale destacar que tanto la doctrina como
la jurisprudencia que se han ocupado del análisis (en cuanto a los
alcances y efectos) del presupuesto normativo de la norma del art. 56,
de la Ley de Seguros (LS), han remarcado la necesidad de diferenciar
las cláusulas de exclusión de cobertura (o de no seguro) de aquellas de
caducidad del seguro, porque de ello depende su aplicación en el caso
concreto. Y si bien media acuerdo en que la manda legal aludida rige
ante los casos de caducidad del seguro, la discusión gira en torno a si
cabe su aplicación frente a los supuestos de no seguro. Tan es así, que
esta discusión ha dado cabida a tres interpretaciones: a) tesis de la
inaplicabilidad; tesis de la aplicabilidad; y c) tesis intermedia que
atiende a las circunstancias del caso.
En prieta síntesis, los seguidores de la tesis de la
inaplicablidad entienden que las situaciones excluidas de la cobertura
escapan al régimen de la norma del art. 56. Quienes se han enrolado
en esta línea de pensamiento parten del argumento basal de que se
trata de supuestos que están fuera del contrato y respecto de los cuales
no puede, válidamente, hablarse de asegurado ni de asegurador.
Luego, si el silencio de la aseguradora no bastara, se pondría a su
cargo una obligación que nunca se ha asumido como riesgo
asegurado, configurándose un supuesto de obligación sin causa, la

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que, consecuentemente, abriga un enriquecimiento sin causa del


asegurado. Por su parte, los corifeos de la tesis de la aplicabilidad
parten de que la norma del art. 56, LS., no distingue entre cláusulas de
caducidad o de exclusión de cobertura (o de no seguro) por lo tanto no
cabe distinguirlas y deviene aplicable a ambas. Por último, están
quienes han propuesto la tesis intermedia, para lo cual parten de
sopesar las circunstancias de cada caso, a partir de lo cual la norma
del art. 56, LS., rige también para los supuestos de ausencia de
cobertura, salvo que el asegurado pretenda indemnización por riesgos
manifiestamente excluidos por la cobertura; o ab initio claramente
excluidos; o si ha mediado dolo del asegurado, o si el asegurador no
ha tenido posibilidad material de determinar la exclusión en el plazo
previsto.
Se ha señalado en ésta línea, que el cumplimiento de la
carga del pronunciamiento del asegurador sobre los derechos del
asegurado, en las hipótesis de exclusiones de cobertura, es la tesis que
mejor se ajusta al débito de buena fe de la relación asegurativa, sin
perjuicio de lo cual encontrará su límite en caso de denuncias de
siniestros que resulten manifiestamente ajenas al riesgo convenido, o
supuestos de ausencia de contrato de seguro, o que se verifiquen en
tiempo distinto a la vigencia de la cobertura efectivamente suscripta
(ver Compiani, María Fabiana: “Las exclusiones de cobertura en el
seguro automotor”, Publicado en: SJA 19/11/2014 , 16 • JA 2014-
IV).
En la sentencia se decidió sobre el punto que resultó “…
temporáneo el rechazo de la cobertura efectuado por la citada en
garantía, ya que se encuentra debidamente probado que la firma
mencionada requirió la información complementaria prevista por el
art. 46 de la Ley de Seguros.
El demandante se queja porque en el pronunciamiento
recurrido se tiene por demostrada la fecha en la que el asegurado

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evacuó la información complementaria que la citada en garantía le
requirió en los términos del art. 46 de la Ley 17.418, aspecto de
singular relevancia para la litis, en la medida en que constituye el dies
a quo a partir del cual se debe computar el plazo establecido por el art.
56 de la Ley 17.418.
Agregó para mayor claridad, que más allá de que no se
encuentra en tela de juicio que el plazo del art. 56 de la Ley 17.418
comienza a correr a partir de que la aseguradora recibe la información
complementaria a la que se refiere el art. 46 del mismo cuerpo legal,
lo cierto y concreto es que no se encuentra acreditado en el proceso en
qué fecha la citada en garantía recibió dicha información
complementaria, a poco que reparemos que la nota de fs. 43 fue
oportunamente desconocida a fs 68/70 y, como si ello fuera poco,
tampoco se encuentra registrada en la contabilidad de la aseguradora,
a tenor del dictamen pericial de fs. 192/194 que tampoco recibiera
impugnaciones.
Hecho el resumen precedente, observo que a fs, 45,
figura que el 16 de marzo de 2010, el demandado Rodrigo Casanova
formuló una denuncia de siniestro, el que quedó indentificado con el
número 28/011178, donde en el ítem forma de ocurrencia, relató que
circulaba por la Av. Libertador en forma imprevista terminó chocando
contra un árbol y que ante el impacto fue internado en el hospital de
San Isidro con corte en la lengua y heridas leves en la cabeza. Y
consta “dosaje positivo en sangre del socio”.
Esa descripción del episodio, poco tiene que ver con el
accidente que aquí se ventila, ya que ninguna mención realiza del otro
vehículo involucrado en el hecho. En un justificado intento por
contrarrestar esta circunstancia y resguardar sus derechos, surge de fs.
38/9 que la aseguradora, con fecha 23/03/2010, envió carta
documento N° 0044922 (6), en la que comunica a su asegurado que se
ha deducido un reclamo administrativo en base a un presunto

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accidente, en el que habría participado el vehículo asegurado por


póliza 28 47014 dominio UDK562 que no se encuentra denunciado,
en el que aparece como tercero el aquí actor, con su vehículo dominio
EQF258. La misiva agrega que para el supuesto eventual que se
llegara a demostrar la existencia del hecho, se declina toda
responsabilidad en virtud de que se hallaría configurada la pérdida de
sus derechos a ser indemnizado, según lo prevén los arts. 46 y 47 de la
Ley de Seguros 17.418. Después de aludir al derecho de repetición
para la hipótesis que allí se menciona, en la parte final se lee que la
compañía hace expresa reserva de causales de declinación
concomitantes que pudieren existir, de probarse el evento en cuestión,
sin perjuicio de la autosuficiencia del anteriormente referido.
A su vez se lo emplazó al asegurado a ampliar los
términos de la misma mediante epístola N° 0029754 (2), de acuerdo a
lo que en ella figura, en reiteración a los términos de la CD nº
CBO0062618. Se consignó que el requerimiento se formulaba en uso
de las facultades conferidas por el art 46 de la ley seguros 17.418 y a
tales fines se lo citó para que se presente en sus oficinas dentro del
plazo y horario allí determinados. Además en dicha comunicación se
le recordó que se encuentra pendiente la presentación de su parte de
copia de las actuaciones sumariales sustanciadas, y se le hizo saber
que no obstante la empresa compulsará la causa penal instruida por el
evento, “…justificándose con ello la interrupción del plazo para un
dictamen definitivo sobre el derecho del asegurado, especialmente por
la verificación de la vigencia y resultados de pericial alcoholimétrica
que se estableciera…” En la parte final se consigna: “…Entretanto se
mantienen interrumpidos los términos de pronunciamiento de los
derechos emergentes -artículo 56 ley citada-, hasta tanto cumplimente
las aquí detalladas, fundadas contractual y normativamente…”.
Consta a fs. 44 que con fecha 30 de agosto de 2010 el
señor Rodrigo Casanova se hizo presente en la sede respectiva de la

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firma a los efectos de ampliar los términos de su denuncia en
referencia al siniestro en cuestión, oportunidad en la que manifestó
que luego de haber arrojado resultado positivo el test de alcoholemia
que le fue realizado por personal municipal, su vehículo fue
trasladado al playón de San Isidro, habiéndole retenido su licencia de
conducir.
Con fecha 21 de septiembre de 2010 la aseguradora
remitió carta documento al asegurado N° CBR0048368(6), donde
declinó la cobertura por el siniestro 28/11178 en virtud de haberse
configurado la exclusión de cobertura por culpa grave, atento las
constancias que determinaban cabalmente que al momento de
producirse el evento tenía un grado de alcoholización inusitado. Todo
ello, en virtud de la cláusula 20 de las condiciones generales de la
póliza y conforme los artículos 70 y 114 de la ley de seguros.
A fs.192/194 corre la pericia contable, efectuada por la
experta nominada de oficio por el Juzgado, quien informó que en
oportunidad de llevar a delante la tarea encomendada le fueron
exhibidos los libros comerciales de la citada en garantía, los cuales
son llevados en legal forma, no presentando anomalías visibles.
Agregó que la póliza 28/047014-005 se hallaba vigente a la fecha del
acontecimiento y en otra parte transcribió la ya citada cláusula 20,
donde me remito por razones de brevedad.
Informó que según se desprende del libro de siniestros
analizado, la denuncia del accidente de marras se realizó con fecha
16.03.2010 y añadió que no le fue exhibida documental para
determinar si el demandado fue intimado a ampliar la información
brindada en la denuncia; como así tampoco le fue exhibida la
comunicación brindada por aquél en agosto del año 2010.
Por último, indicó que la decisión de la aseguradora de
excluir la cobertura por culpa grave, fue notificada al demandado

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según carta documento enviada por OCA el 21.09.2010. Todo ello,


sin que mediara impugnación de las partes.
Memoro que como consecuencia del incumplimiento de
la obligación procesal a su cargo, cuando como ocurre con el
demandado asegurado se ha abdicado del derecho de contestar
demanda y se asume una actitud pasiva durante el plazo que la ley
asigna para alegar hechos, ofrecer pruebas y pronunciarse sobre el
derecho invocado por la contraparte, el silencio puede ser susceptible
de adquirir plena fuerza de admisión de los hechos lícitos y
pertinentes, y en cuanto a los documentos, se los tendrá por
reconocidos o recibidos, según el caso (art. 356, inc. 1º, del
ordenamiento ritual).
El citado dispositivo procesal tiene aspectos facultativos,
pero otros imperativos de los cuales el juez no pude apartarse. Así,
respecto del silencio, respuestas evasivas o la negativa meramente
general podrán estimarse como reconocimiento de la verdad de los
hechos pertinentes y lícitos. En cambio respecto de los documentos
acompañados que se le atribuyen se los tendrá por reconocidos o
recibidos. Todo lo cual es lógico y razonable extender a los aportados
por la compañía.
Se explica que la diferencia de los efectos de la admisión
según se trate de hechos o de documentos (en el primer caso podrá
estimarse como reconocimiento; en el supuesto de los instrumentos se
los tendrá -imperativamente- por reconocidos o recibidos), se justifica
porque la dosis de indeterminación fáctica es mayor tratándose de
hechos, que son susceptibles de modalidades y de matices. En suma,
en el otro supuesto indicado, el silencio, la respuesta evasiva, o la
negativa meramente general importa lisa y llanamente el
reconocimiento de su autenticidad, o de haber recibido las cartas o
telegrama dirigidos al actualmente demandado y cuyas copias se

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hubiesen acompañado (Conf. Colombo-Kiper: “Código Procesal Civil
y Comercial de la nación, Comentado y Anotado”, t. III, p. 748).
Tal razonamiento es plenamente aplicable a la especie en
relación con la nota de fs. 43 frente al traslado que se había conferido.
La negativa de fs. 68/9 vta. originada en la ausencia de intervención
en la emisión de las cartas documentos y restante documentación
acompañada por la citada en garantía, así como el hecho de que parte
de esa documentación no le fuera exhibida a la perito contadora,
carece de aptitud para neutralizar los efectos procesales aludidos,.
Mucho menos en el caso sometido a revisión, donde la cuestión ya
quedó zanjada en relación con las misivas de manera expresa en la
anterior instancia, con el proveído de que da cuenta el acta de
audiencia prevista por el art. 360 el Código Procesal de fs. 119 vta.,
apartado B, punto i), donde se establece: “Atento el estado de autos y
proveído de fs. 110 deviene innecesaria la prueba informativa
requerida en el punto 6) de fs. 54 relativa al envío y recepción de la
carta documento que allí se menciona”. Despacho que se encuentra
consentido por todas las partes incluido el actor y el demandado
Rodrigo Casanova.
El auto de fs. 110 al que se refiere la citada providencia
es el que dio al nombrado accionado por decaído el derecho a
contestar la demanda en lo sucesivo, por no haberse presentado a
contestarla dentro del plazo legal estableció a pesar de encontrarse
debidamente notificado según constancia de fs. 103/ vta.
En base a estos antecedentes, de acuerdo con la
legislación procesal vigente, considero que los agravios sobre el punto
deben ser rechazados, y que corresponde tener por comprobada la
recepción y autenticidad de toda la documentación aportada por la
citada en garantía, incluso la ampliación de denuncia de fs. 44 -que en
rigor es la primera vez que el accionado narra a su aseguradora
situaciones claramente relacionadas con lo ocurrido-. Esto último, no

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solo por esos claros efectos jurídico – procesales descriptos,


plenamente aplicables al supuesto, sino también porque su contenido
resulta a todas luces verosímil a partir de la secuencia que es posible
reconstruir con las cartas documentos acompañadas. Por tanto, el
pronunciamiento de la aseguradora comunicado por carta documento
al asegurado N° CBR0048368, del fecha 21 de septiembre de 2010,
debe reputarse efectuado en tiempo oportuno, y en un todo de acuerdo
con el citado art. 46 el ordenamiento de seguros.
En consecuencia voto: 1) porque se rechacen los agravios
sobre el punto, y se confirme la sentencia apelada en cuanto hizo lugar
a la exclusión de cobertura planteada por Seguros Bernardino
Rivadavia Cooperativa Limitada; 2) Presto adhesión a lo restante que
se propone en el Voto de mi distinguida colega, Dra. Guisado, en
cuanto a los agravios de la parte actora relativos a la cuantía de los
rubros por los que prospera la condena y se confirme íntegramente el
pronunciamiento recurrido; 3) Propongo que las costas de alzada sean
impuestas en su totalidad a la parte actora, que resultó vencida en sus
planteos (art. 68 del Código Procesal).
La Dra. Scolarici adhirió al voto de la Dra. Guisado por
las mismas razones y fundamentos.
Con lo que terminó el acto.

MARÍA BELÉN PUEBLA
SECRETARIA

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Buenos Aires, 3 de agosto de 2020.-
Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo
que antecede el tribunal, por mayoría, RESUELVE: 1º) Revocar la
sentencia en cuanto a la exclusión de cobertura de la citada en
garantía, haciendo extensiva la condena a la misma; 2°) Confirmarla
en todo lo que decide, manda y fue motivo de no atendibles agravios;
3°) Imponer las costas de alzada en un 50% al actor y en otro tanto a
la citada en garantía; y 4º) Diferir la regulación de honorarios para una
vez fijados los de primera instancia.
El presente acuerdo fue celebrado por medios virtuales y
la sentencia se suscribe electrónicamente de conformidad con lo
dispuesto por los puntos 2, 4 y 5 de la acordada 12/2020 de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación.
La doctora Patricia E. Castro no interviene por hallarse
en uso de licencia (art. 23 del Régimen de Licencias) y la doctora
Gabriela M. Scolarici integra el tribunal conforme lo decidido el diá
27/07/2020 y el sorteo efectuado el diá 28/07/2020.
Se deja expresamente establecido que los plazos
procesales quedan habilitados con normalidad en la presente causa en
los términos del punto dispositivo 9º de la acordada 27/2020 del
máximo tribunal.
Regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase.
Se hace constar que la publicación de la presente
sentencia se encuentra sometida a lo dispuesto por el artículo 164, 2°
párrafo del Código Procesal y artículo 64 del Reglamento para la
Justicia Nacional, sin perjuicio de lo cual será remitida al Centro de
Información Judicial a los fines previstos por las acordadas 15/13 y
24/13 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
PAOLA M. GUISADO – JUAN PABLO RODRÍGUEZ (en disidencia parcial) – 
GABRIELA M. SCOLARICI.

JUECES DE CÁMARA

Fecha de firma: 03/08/2020


Firmado por: PAOLA MARIANA GUISADO, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: JUAN PABLO RODRIGUEZ, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: GABRIELA MARIEL SCOLARICI, JUEZ DE CAMARA
Firmado por: MARIA BELEN PUEBLA, SECRETARIA DE CAMARA

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