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30 ene. 2016 - 9:00 p. m.

Por: Héctor Abad Faciolince

¿Es machista la maternidad?

Respeto mucho a Florence Thomas y por eso mismo me gusta debatir con ella.

El respeto es una condición previa de toda polémica, y ese respeto implica que uno se deja
convencer (se dará por vencido hasta cambiar de opinión) si la otra persona presenta mejores
argumentos. Y que si el desacuerdo persiste, no habrá resentimiento, sino el seguro asombro
de que dos personas racionales y que sienten cariño mutuo no consiguen pensar igual, aunque
quisieran.

Hace un par de semanas escribí sobre los premios literarios y dije que me parecía normal
que, si el 10% de las participantes eran mujeres, tan solo el 10% de los finalistas lo fuera
también. Dije normal, estadístico, no dije deseable. Tampoco dije que la equidad de género
sea una bobada, faltaba más: es una de las grandes conquistas (incompletas) del siglo pasado.
La bobada es exigirle a un premio literario que, por equidad de género, tenga una cuota fija
femenina, digamos el 50 o el 30%. Precisamente porque un jurado competente no juzga un
libro según si ha sido escrito por un hombre o por una mujer, los libros finalistas se deben
escoger sin hacer cuentas del sexo de quien los escribió. Dije que estaba de acuerdo en que
hubiera acción afirmativa en las universidades o en las corporaciones públicas, pero que no
creía que esto se debiera extender a las competencias artísticas. Si mucho estaría de acuerdo
en que, ante dos libros de igual calidad, se escoja el de la mujer. Y ya.

Florence dice que esa no es la cuestión; que lo que interesa es tratar de entender por qué hay
menos mujeres en los concursos. Que no es lo mismo ser escritor que escritora puesto que la
mujer está en una condición desventajosa frente a los hombres porque no se pueden dedicar
exclusivamente a su oficio. Estoy de acuerdo en que este asunto es más interesante, pero no
estoy de acuerdo con el reclamo: yo estaba escribiendo sobre los premios literarios y di un
motivo estadístico para la menor cantidad de mujeres entre los finalistas. Es como si dijera
que es normal que los pobres ganen más loterías que los ricos, sencillamente porque hay más
pobres que ricos. Y no sería leal que un sociólogo me regañara porque al hacer esa afirmación
no analizo las causas de la pobreza. Son problemas distintos.

Pero bueno: acepto que el asunto que plantea Florence es interesante. Y que vale la pena
discutir el problema de por qué hay menos mujeres escritoras que hombres, o menos
matemáticas, menos ajedrecistas o menos premios Nobel de literatura o de física. ¿Por qué
será? Las feministas tradicionalmente han insistido en las cuestiones culturales: los machos
no les permiten acceder a la educación o al poder; se debe al bloqueo y al menosprecio de
los hombres. Pero lo curioso es que incluso donde esos prejuicios parecen haber cedido
bastante, hasta el punto de que la escolaridad femenina llega a ser más alta que la masculina,
la cuota femenina de “éxito profesional” (llamémoslo así) siga siendo más baja.

No tengo una respuesta que explique esta indeseable situación, y creo que en ella se mezclan
aspectos culturales y biológicos muy complejos. Obviamente si entre los talibanes se impide
incluso la alfabetización de la mujer, será muy difícil que en su cultura haya escritoras. Pero
si notamos que hasta en Europa, en Estados Unidos o en Japón las mujeres científicas o
escritoras son menos que los hombres, quizá las explicaciones biológicas no sean
desdeñables. La misma Florence menciona la maternidad. Podría pensarse también en el
tiempo que las mujeres suelen dedicar a la crianza, al amor, al acicalamiento de sí mismas o
al cuidado de la familia. Creo que el embarazo y la lactancia no fueron decididas por la cultura
machista (quizá por un dios machista, sí). Pero ¿es machista decir que el embarazo y la
crianza hacen que las mujeres, en su mejor edad, tengan menos tiempo para dedicarse a un
ejercicio intelectual exigente? La maternidad no es un destino, pero tampoco es un rol
cultural.

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