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HISTORIA DE ESPAÑA

Rozat Dupeyrón, Guy. Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de México.
México: Instituto Nacional de Antropología e Historia-Universidad Veracruzana, 2002
(Colección “Biblioteca”, Núm. IV), pp. 13-34, 333-337.

Después de siglos el discurso sobre América sigue siendo realizado en gran parte por
extranjeros. América fue inventada por el logos occidental a principios del siglo XVI y dicha
invención no ha cesado. Las representaciones hechas de América son legitimadoras de la
actividad occidental. Al respecto la verdad histórica será siempre una producción imaginaria
occidental. Por lo que cabe preguntarse si el regreso a las fuentes predicado periódicamente por
la práctica historiana desde hace un siglo no es solo un artificio retórico, en consecuencia queda
por resolver si en el discurso elaborado y controlado por occidente hay cabida para una mínima
verdad americana.

A principios del XIX los burgueses occidentales o criollos occidentalizados son los nuevos
productores de discursos. Los burgueses europeos y latinoamericanos se dedicaron a construir
un mundo económico y político nuevo bajo la lógica de la mercancía una visión científica del
mundo y su transcurrir en el tiempo. Los autores ya no son mayoritariamente clérigos. De los
mojes combatientes a los burgueses conquistadores de fines del XIX y a los posteriores
universitarios y burócratas del XX se acumularon montones de discursos sobre el pasado de
América.

Entre los textos escritos por los indígenas en vísperas o al día siguiente de la conquista y
nosotros hay toda una densidad discursiva que impide ver, entender, las preguntasd que
planteaban esos documentos en el momento de su emisión en el pasado novohispano. Entre las
culturas precolombinas y nosotros está todo el insondable espesor de una enorme biblioteca
americanista. Es trabajo arqueológico en los textos recuperar el significado y sentido original.

Los fundamentos de la práctica científica historiográfica de occidente sobre América son: la


concepción del “antropos” de la época de las luces que culmina con la revolución francesa y el
código napoleónico. Para que esta construcción intelectual del espejo donde el burgués europeo
se reconociera, funcionara plenamente fue necesario construir otro que fuera su negación y límite
esto es el salvaje, el extranjero, el diferente, en fin el otro.

Ese otro en la concepción burguesa heredada de “las luces” es mudo mecánico y artificial, es una
creación discursiva que no tiene referencia a ninguna realidad histórica concreta. Es un “otro”
inexistente, imaginario, inventado. En consecuencia el discurso histórico no podrá ser un discurso
del otro y la lógica de los discursos sobre el hombre (burgués, macho, propietario) será siempre
colonialista y etnocentrista. La mayoría de los estudios americanistas están impregnados en
cierta medida de esta contaminación colonizante. De lo que se sigue que durante 5 siglos la
“investigación del otro”, la escritura de América solo ha sido para occidente su propia afirmación.

En muchos textos uno de los personajes ambiguos de América y particularmente México es el


indio: enigmático, silencioso, secreto, desconfiado; imagen muy parecida a la que el discurso
construyó al otro lado del Atlántico del campesino occidental: “anarquista”, violento, capaz de
paciencias milenarias y de revueltas relámpago.

Si América latina y México, quieren un futuro diferente, tendrán que construir entre otras muchas
cosas un discurso histórico cultural diferente de su pasado, en el que sus habitantes puedan
reconocerse e identificarse de manera enriquecedora.

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El del pasado americano es el indio muerto, desaparecido hace tiempo, por lo que no puede
protestar ni venir a clamar por su identidad. Y el discurso histórico ha hecho comparecer a un
indio blanqueado, que desempeña bien su papel de indio: dócil, pobre y lastimero, siempre
mendigando una caridad que calmara la mala conciencia de los turistas de la historia.

El discurso mexicanista y el histórico nacional descansan aun casi en su totalidad en el que ha


elaborado occidente acerca de América mezclando los testimonios de los orígenes realizados
discursivamente de forma teológica cristiana con los elaborados por los intelectuales burgueses
capitalistas. De esta rara mezcla nace lan las descripciones de las sociedades precolombinas.,
bajo cierta luz y ambiguos proyectos hegemónicos. Y el discurso histórico actual privilegia a
ciertas “fuentes” que llamará “indígenas” que representarán una “visión de los vencidos” sobre la
conquista de América..

Una vez derrotado el porfiriato las fuerzas revolucionarias promovieron una nueva idea de nación
legitimada en la idea de raza mestiza. Ensalzaba la raza de bronce, raza cósmica implicaba
recuperar un tanto el pasado indígena.

La adopción del modelo jacobino de un estado centralista con un único partido en el poder hizo
difícil reconocer las especificidades históricas étnicas y regionales. Se olvidaron las
particularidades de las culturas precolombinas y la diversidad de situaciones de las comunidades
y de sus descendientes enfocándose a la construcción de un discurso unificado. Fue una
orientación homogeneizante negadora de la diversidad cultural nacional.

El estudio que realiza el autor tiene 5 proposiciones metodológicas: la definición por las ciencias
antropológicas y las históricas de ciertos textos como “indígenas” elaborados en el XVI y el XVII;
estos textos fueron leídos, escritos, copiados cuando dominó en México y en Europa un sistema
de valores y referencias simbólicas cuyo origen era la cultura teológico-histórico-medieval; la
estructura interna de esos documentos puede ser revelada mediante estudios; esos textos han
sido y son integrados al cuerpo documenta de las ciencias históricas y antropológicas; estas
ciencias fueron posibles por la división del saber en una época posterior a la escritura de esos
textos y por tanto la lógica que valida su práctica es probablemente diferente de la lógica
teológica anterior que propicio esos textos.

En la infinita multiplicada de las interpretaciones se disuelve definitivamente el problema de la


verdad del texto. El texto leído será más un espejo del “yo” lector que un reflejo “del texto en sí”.

Los historiadores deben rechazar el título de maestros de la verdad. Negar que el conocimiento
del pasado no sirve para predecir el futuro y debe presentar una actitud humilde frente a los
limites de su saber y su producción discursiva. Hay que examinar nuevamente las relaciones
ambiguas entre el nacionalismo y la historia para que el discurso de identificación nacional sea
practicable por todos los habitantes sin importar su origen étnico o social y sin renunciar a sus
herencias particulares.

Hay 4 enigmas metodológicos al leer los “textos indígenas de la conquista”, ¿qué es lo que hacen
realmente la historia y la antropología actuales cuando le ponen la etiqueta de “indígena” a un
texto? ¿qué hacen esas ciencias cuando le ponen la etiqueta de fuente histórica aun documento?
¿en qué medida la relectura que hace el historiador de los textos nahuatls de los indígenas
informantes de Sahagún reconstruye su sentido o les da uno nuevo? ¿puede la historia entender
los textos “indígenas” y bajo qué condiciones?

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La dificultad que tenemos para entender el fundamento de la cultura occidental medieval, por
ejemplo, la relación entre la grandeza infinita del creador y lo infinitamente pequeño de sus
criaturas produce un extraño error de óptica, que todos los hombres son iguales, pero todas las
criaturas incluido el hombre están situadas en un orden jerárquico funcional estricto que no
puede permitir la más pequeña similitud entre ellas.

El tratamiento simbólico y físico que recibieron los “indios” americanos (como todas las
poblaciones exóticas) no es tan diferente del que fueron objeto los campesinos franceses,
alemanes, ingleses, españoles. La edad media muestra su odio y negación del campesino; el
villano. Si acaso tiene alma es de segunda clase, como la del indio.

Sólo es poseedor de racionalidad verdadera el hombre blanco, varón, burgués, dueño de medios
de producción, amo de la vida y de la muerte sobre este planeta.

Al trabajar “textos indígenas de la conquista” lo primero es tratar de explicarlos en el sentido


general y en la simbólica dominante del momento histórico que los produjo.

Los textos indígenas de la conquista no son indios, si por indio se entiende algo diferente a la
caricatura producida por el discurso cristiano-occidental. La Historia con todo y sus harapos
antropológicos tiene dificultades para leer e interpretar los textos producidos en cualquier otra
“funcionalidad” históricosocial diferente de aquella que la sostiene. Es imposible llegar a un
conocimiento mínimo del evento, sin un trabajo lento y paciente de arqueología del discurso
construido sobre éste. La historia no solo está escrita por los vencedores sino que su verdadera
finalidad es despojar a los vencidos de su memoria presentándoles un sistema de identificación
tal que no puedan jamás regresar a un estado de conciencia histórica anterior. Los vencedores
occidentales saben ellos que son dueños del verbo.

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