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Cuántas veces hemos visto a alguien hablando por teléfono inmerso en una discusión

telefónica, una situación muy concreta, que lo hace aislarse por completo de lo que
está ocurriendo a su alrededor. y en efecto, en ese momento no recordamos nada de
lo que ocurrió alrededor nuestro, e incluso, a veces, ni el tiempo que pasó durante esa
conversación.
Cualquiera de nosotros, nos hemos visto en esta situación alguna vez, y claro, visto
desde fuera, cuando observamos a esa persona en plena discusión telefónica, vemos
que se ha transformado en un caminante, en un zombi, que se mueve en todas las
direcciones, sin un rumbo fijo, y moviendo los brazos aireadamente.
Parece que, de alguna manera, al caminar o al deambular conseguimos
instintivamente una concentración extra, para poder mantener centrado el foco del
pensamiento y totalmente activa la potencia que controla esa conversación y que de
alguna manera se defiende y busca controlar la conversación o dominar la situación
dentro del pequeño mundo de ese diálogo.
Una clara explicación a esto vendría a ser, y la que todos sabemos y que tenemos
muy clara, que es muy difícil contener una energía bajo tensión permanentemente.
Trasladándonos al tema que nos ocupa, en la construcción de los templos antiguos,
existe un punto natural que sirve como válvula de seguridad, asemejándose a una olla
exprés. Este punto de descarga, muy perjudicial para las energías bióticas de una
persona, se encuentra generalmente fuera del alcance de cualquiera, normalmente
detrás del altar. En las iglesias con deambulatorio, ese punto que no puede
encontrarse detrás del altar está neutralizado e invertido. Se convierte entonces en un
sitio propicio a la regeneración.
El camino de regeneración nos permite poder llegar a alcanzar una verdadera apertura
espiritual, es un acelerador en un proceso de ignición, nos abre las puertas a las zonas
más profundas en todos nuestros niveles físicos y mentales, por decirlo de una
manera fácil, volver a las raíces en los tres niveles del ser, de alguna manera entrar en
un proceso curativo, muy conocido por todo aquel que pone en verdadero uso los
laberintos que encontramos en ciertos lugares.

El recorrido del camino de regeneración se practica en sentido dextrógiro, siguiendo


de este modo el recorrido del sol a lo largo de la iglesia en la que nos encontremos.
Debemos partir del lodo, de la pesantez de la piel del hombre, para dirigirnos hacia la
nueva luz que nos transformará, simbólicamente partiremos de la muerte en el oeste,
hacia el nacimiento de la luz en el este, recibiremos el mensaje de transformación en
el norte, para al fin conseguir aclararlo, comprenderlo, aceptarlo en el sur.
Todas las iglesias funcionan bajo este esquema, salvo por supuesto alguna excepción,
como son las iglesias lunares, que obviamente son totalmente al contrario de las
solares.
El camino de las energías, el lenguaje de los capiteles será nuestra única guía para
salir victoriosos del lodo que nos asfixia.

Si aquel hombre, rabioso, alterado, que en un principio teníamos inmerso en una


discusión telefónica, aprovechará esa energía que genera al caminar o deambular por
un recinto sagrado, todos nos beneficiaríamos de ello.
Me da miedo pensar en lo mucho que hemos perdido, al desconocer cosas, que hoy
os estamos mostrando, caminar en el sentido apropiado en una iglesia es
regenerativo, y muy beneficioso ponerlo en práctica, recordemos que la moda de los
bancos en las iglesias, es bastante cercana a nosotros.
Pero sin duda, los que verdaderamente ponen el motor a trabajar, los pocos que
quedan, son los monjes que deambulan en los claustros; aquellas arcadas caladas,
cubiertas, aisladas del mundo exterior, lugar de oraciones y meditaciones.
El claustro representa el cuadrado terrestre, las tentaciones del mundo, lo que nos
mantiene unidos a la vestimenta de humano.
Un motor extremadamente complejo cuyas energías dinamizadas por el caminar
constante y monótono de los monjes, potenciado por el agua y las redes solares
provenientes de la iglesia, crean un vehículo de transformación excepcional.
Para entendernos, es como poner a funcionar un gran cañón de energía.
En el centro de los claustros, hay un jardín y un pozo, junto con el caminar, todo el
conjunto se comporta como un verdadero motor magnético.

En el momento adecuado, tras haber activado la iglesia, la cual emanará las energías
solares apropiadas, el caminar de los monjes pondrá en funcionamiento el claustro y
una vez activado su construcción permite que regule las energías de manera que solo
pueda dinamizar una sola polaridad. Esto supone el dominio del cuadrado terrestre, el
dominio de uno mismo, descubrir el cuadrado oculto de uno mismo, consiguiendo de
esta manera unificar en Cristo el doble Cuaternario…

Terminemos estas líneas intentando vivificar el deambular de aquellos monjes que


meditaban alrededor del claustro de San Juan de la Peña, uno de los claustros más
especiales que conozco.

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