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Alicia Paro di
Universidad de Buenos Aires
en este Quijote de 16(5), con sus idas y vueltas, para empezar, y una
segunda fi-agmentación, entre interiores y exteriores, Mi intención es
nlostrar cónlO esta articulación, reconocible a simple vista, está soste-
nida sobre pasajes del Antiguo Testamento, Es más, que la lectura de
éste en el Nuevo preside no sólo la estética de una obra que se quie-
re «traducción», sino la composición del texto en todos los niveles de
sus dos partes, aunque por ahora sólo nos ocuparemos de la Primera,
1 A p.\rtír de aquí citaré el Quiíote por la edición anotada por CeJina Sabor de
Cortazar e lsaías Lcrncr, 2005.
rías», las hermanas de easa de Betania, Mana y María, íiJemn signo de la existen-
CIa de un sentido ulterior: así, en Petrarea, en el II, 9 de su De I!ira salir,,,j,, (Constable,
1998, pp. 1-41),
H Pinto Mathieu, 1997. p. 29,
9 Pirenne, 1992. p. 23.
apenas por los intersticios de sus vidas, que ofician de espejos. Uno
de estos personajes alegoriza <da causa del bien». Representa la fe arro-
jada y valerosa del héroe, dispuesta a abandonarlo todo por el llama-
do del alma 11. Es Zoraida, la mora conversa: otra Magdalena, ricamente
vestida y enjoyada cuando deja el jardín de la orilla natal, abundante
en ensaladas y yerbas, atributo de Magdalena en cuanto vio a Cristo
como hortelano. Además, su itinerario repite el cruce del mediterrá-
neo, puesto que Lela Marién le ha pedido que huya a tierras cristia-
nas. Debemos notar, de paso, que Zoraida quiere que la llamen María,
como la conversa evangélica (1, 37). En cambio, cuando habla de la
Madre de Dios, dice «Lela Mariém, no María.
Que Zoraida se mira con la Torralba parece insólito, y sin embar-
go no lo podemos dudar: el fi.tturo esposo de Zoraida se llama Ruy,
Lope Ruiz es el novio desdeñado y luego perseguido por la Torralba.
Hay que recordar además que el mismo papel que el cautivo Ruy
Pérez de Viedma se llama Lope en Los ba/los de Argel. Y más nos des-
concierta que la Torralba, Magdalena zafia, rodeada de olores repug-
nantes, sea la que ve a Cristo resucitado, mientras que la bellísima mora
protagonista de la bizantinísima historia de salvación, refleja más bien
la vestimenta cortesana de la época pecadora. Es que, Zoraida, mora,
en viaje con su cofre de joyas, por un momento nos devuelve a la an-
tigua reina de Saba, desde esta autobiografía del cautivo más que con-
temporánea. Como si justamente el ropaje lujoso tuviera mayor fuer-
za evocativa en el viaje al pasado, mientras que la rústica Torralba parece
destinada a oponer los arquetipos de lo bajo y de lo inasible.
No son más que sugerencias. Lo que sin duda subraya este quias-
1110 entre mora y pastora es que ambas tienen algo en común. En ver-
cos y concisos se nutrió de la riqueza lírica del Cantar, así don Quijote
parece avanzar hacia esta fuente nutricia, que está en el principio de
la literatura occidental.
Hay un fundamento teológico que explica tal difusión: ya los co-
mentarios de Orígenes en el siglo III veían en el desposorio del Cantar
la figura de la fidelidad de la relación entre Cristo y la Iglesia, que re-
cibió entonces la connotación del amor y la intimidad de los espo-
sos. Y seguramente la sensualidad del Calltar tiene que haber produ-
cido esta asociación con la santa, mundana pero convertida. Desde las
muy tempranas reflexiones agustinianas, y después, en las homilías, des-
de Gregorio el Grande en adelante, María Magdalena es alegoría no
solo de un alrna sino también de la Iglesia l2 . Si María es el cuerpo en
que Cristo se encarna para redimir a los hombres, María Magdalena
es el cuerpo-Iglesia del que Cristo es cabeza, para hablar con palabras
de San Pablo, quien pone en relación los tres pares: cabeza-cuerpo,
marido-mujer, Cristo-Iglesia (Efesios, 5, 23).
II
Hemos visto a tres Magdalenas estructurando este viaje de don
Quijote: la Torralba para la franja del conflicto y consecuente castigo,
Zoraida como emblema de la incipiente iluminación que recrean los
episodios ocurridos en la venta, y Dorotea como mediadora entre una
etapa y otra. Podríamos talllbién haber recordado como fundacional
a otra Magdalena, Mari-tornes, y quizás en la pre-historia como an-
ticipación, a la Tolosa, de la tierra de las tres religiones, que podría an-
ticipar una España áurea una y varia, como propone Ruth Fine l l, co-
nectada muy estrechanlente con el autor, Cide Hamete.
Es importante notar, sin embargo, que la articulación entre las fa-
ses de la penitencia e iluminación se produce por el intertexto de la
esposa del Cantar, pastora y mora, y no exactalllente por la COlllún
magdalenidad: ¿qué milagro, entonces, que al salir de la venta le fue-
ra profetizado a don Quijote un «matrimonio» (1, 46)?
14 Parodi, 2005.
Cristo se hizo hombre, y se encerró como por verjas de todas estas cosas.
El que era inabarcable se clausuró en el seno virginal; el que era inmen-
so, se hizo pequeño; el que trasciende todo sitio, se sienta, se reclina; y el
que está más allá de todo lugar fue puesto en un pesebre; y el que es más
antiguo que todo tiempo, crecía en verdad y progresaba; el que es si1l fi,'(ura,
fue visto en figura de hombre; y el que es incorpóreo, tomando cuerpo,
dijo a sus discípulos: tomad, comed, esto es lI1i cuerpo (Antirrheticus lB, 1, 13;
PG 99, 396, en P. Sáenz, 1991, pp. 81-82; subrayado mío).
15 Vila, 2004a.
m
Si bien la última invocación de don Quijote a Dulcinea: "El que
de vos vive ausente, dulcísinu Dulcinea, a mayores miserias que éstas
está sujeto» nos impide establecer una ecuación apresurada, como Dul-
cinea/el Arca, o Dulcinea/la aldea, no podemos dejar de pellsar en esa
insistente equiparación entre la tierra de Dorotea y la de don Quijote
a la que hemos hecho alusión al principio,
Hay otra consideración de por medio. En el episodio del capitán
cautivo (l, 39-41), que por muchas razones -además de citar e! nom-
bre de tapa, Saavedra, como sujeto de aventuras no contada,- con-
sideramos espejo invertido de esta Parte r, justamente cuando está por
producirse el cambio de la prisión a la liberación, comienzan a apa-
recer n10tivos de un texto de 2 San/uel, 18, Se trata de esas intertextua-
lidades difusas, frecuentes en las representaciones cervantinas de movi-
miento, como lo es e! collage de motivos magdalénicos en los diversos
episodios -e! Caballero de! Lago (1, 50), la pastoral de Eugenio y
Leandra (l, 51) y e! episodio de los disciplinantes (1, 52)- que avan-
zan sobre el final de la segunda salida,
Así, en la mitad de! relato del capitán cautivo, todavía en la maz-
morra, pero ya insinuándose en el discurso (la repetición de la pala-
bra «rescate», por ejemplo), e! texto parece transparentar n10tivos del
reinado de Ezequías (2 Reyes, 18-1 (1). El rey de Asiria, Senaquerib, en-
vía a EzequÍas una embajada que se asienta en campos del Tintorero.
El copero mayor de la embajada quiere convencer a los emisarios de!
rey israelÍ que no confien en EzequÍas y en una alianza con Egipto al
así habla el rey de Asiria: hagan las paces conmigo y ríndanse. Así cada
uno de ustedes comerá los frutos de su viña y de su higuera, y beberá el
agua de su pozo, hasta que venga yo y los lleve a un p,lís como el de us-
tedes, un país de trigo y vino nuevo, un país de pan y viñedos, un país
de olivares, de aceite fresco y de mieL así ustedes vivirán y no morirán
(2 Reyes, 1H,31-32).
17 Villcg'ls, 1591, p. 2.
Dctiént'se la Virgen a dar el sí y entretanto que It' da, dízele con mu-
cha ternura san I3ernardo:[ ... ] respondedle, Seilora, de manera que nues-
tra redención se efectúe, Ello os suplica Adán y todos sus descendientes,
desterrados del paraíso. Esto os pidell los justos que viven en el Inundo,
las almas de vuestros passados, detenidas en t'1 Limbo, de los Patriarcas y
Profetas, 1m Ángeles del cielo, y el mismo Dios» (Villegas cita a san
Bernardo, 1591, p, 3a-b),
35 Víllegas, 1591, p. 2.
31> La anécdota viene de las Biblias versificadas de Herrnan de Valenciennes y de
Geoffroi de París. según Réau. 1996a, p. 218.
IV
Hay algo más: el rey David, en tanto pastor, rey y salmista, está en
el corazón de la aventura emprendida por don Quijote, que es darle
sentido a su propio nombre en la recepción de él por parte de
Dulcinea.
Vimos junto a la Torralba a un pastor Lope Ruiz; también a un
soldado al servicio de la casa real llan'lado Ruy, el Cautivo futuro es-
poso de Zoraida. En este contexto nominan te, David, parece estar de-
trás de la invariable raíz qu!j- del nombre de nuestro héroe, ya que re-
cuerda a David defendiendo a sus ovejas del secuestro de osos y leones,
a los que agarraba por la quUada (l SlI1I1rlcl, 17,34-36). Quijadas, qui-
jadas desquijaradas, muelas, molimientos y molinos hay por todo el
QuUote, como también la dupla «osos y leones». Pero más evidente nos
resulta esta equiparación alegórica, cuando pensamos cuánto esta his-
toria se contaminó con la de Sansón, que se valió de la qu!jada de un
asno para matar a mil filisteos (Jueces, 15, 15-17) ¿No son éstos los
contrincantes (armas-letras) del QuUotc de 1615?
Al final de la Segunda Parte, don Quijote, salvador como David,
reinará en la Tierra ProTnetida, tanto como Dulcinea reina en su co-
razón. Solo al final, veremos un libro «sacramentado» en donde el per-
sonaje y la pluma del autor se abrazan en el amor esponsal cantado
por la Esposa (6,3 y 7, 11): «Para mí sola nació don Quijote y yo para
él» (11. 74. p. l)3t\)J7.
V
Es que el QuUote se construye al modo en que la cultura CrIstIana
hibrida los Testamentos,'H. La ecuación alegórica sería la siguiente: Dios
se hizo hombre para que se cumpliera lo que estaba escrito acerca de
la salvación de éste, de modo que los Evangelios que cuentan su vida
37 La Amada dice: "Mi anudo es para mí, / y yo soy para 11'; amado" (Cm",,/'. ü,
3), "Yo soy para mi amado, / y él se siente atraído hacia mí" (7, 11),
JH Sobre la hermenéutica de la exégesis bíblica por parte del cristiamsmo, me in-
teresJ. la afirmación de Todorov (197H, pp, 105-1(6) sobre la lectura agustiniana: pues-
to el ént:lSis en el sentido anagógico. la alegoría (De, !l, xv. 2-') no busca exacta-
mente el qué (la doctrina, ya conocida) sino un cómo "llegar al reino de la caridad",
No se trata de un reductivo A=I3, por lo tanto, A mi parecer, el efecto transforlllau-
te ubica a la alegoría cri,tia!IJ 1l1uy cerca dd símbolo. Diríamos que para la época son
sinónimos. También es interesante el análisis de los (,tiempos actualizantt's», propios de
la lectura alegórica, de Auerbach (1 99R, p. il3): (,y así parece que. aun más en Agustín
que en sus predecesores. se sustituye a veces la contraposición entre los dos polos. fi-
gura y consumación, por una ejecución que se efectúa en tres grados: la Ley o la his-
toria de los judíos como figura profhíca del advenimiento de Cristo; la Encarnación
COlllo C0ll5111llación de esta figura y al mismo tiempo como pre,111llllCio del fin del
mundo y del Juicio final",
BIBLIOGRAFÍA