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Teoría General del Estado – Clase 3

CLASE 3 - EL PENSAMIENTO POLÍTICO MODERNO


CONTRACTUALISMO: Thomas Hobbes

La clase que presentamos aquí se enmarca ya decididamente en el pensamiento


moderno. Si observan la línea de tiempo que les dejamos como uno de los recursos disponibles
junto a la Clase 1, verán que podemos ubicar el surgimiento de la Modernidad hacia finales del
Siglo XV. Los cambios en las etapas históricas refieren a procesos que combinan una
multiplicidad de factores, sin embargo, historiográficamente se toman hechos históricos
significativos que funcionen como señales o mojones de esa transformación. En relación con
el pasaje de la Edad Media a la Edad Moderna, la Conquista de América en el año 1492 es
uno de esos hitos que marcan este importante cambio de época. Dentro de la Modernidad
podemos distinguir dos subperíodos: el Renacimiento y la Ilustración. El corte histórico entre
ambos se ubica alrededor de las primeras décadas del Siglo XVII. Tal como ha sido señalado
en la clase anterior, Maquiavelo es un pensador bisagra ya que escribe en los primeros años de
la Modernidad y es un adelantado para el pensamiento de la época. El contractualismo, que es
la corriente de pensamiento que nos convoca en esta clase, pertenece al período de la
Ilustración.
Tal como mencionamos en las clases anteriores, al tiempo que se desarrollaba un nuevo
modo de producción ante el fin del feudalismo, las relaciones sociales se iban modificando. En
el contexto europeo (que es en el que continuamos enmarcados para el estudio de la emergencia
de los Estados Modernos), los movimientos migratorios del campo a la ciudad implicaron el
encuentro con otras personas diferentes y desconocidas respecto a las comunidades cercanas
que habían marcado la vida en el medioevo. Si hasta ese momento la identidad quedaba signada
por la pertenencia a una familia o pequeña comunidad y los deseos e inquietudes individuales
no eran tomadas en consideración; con el pasaje a la modernidad, el interés individual se
volverá cada vez más preponderante en un escenario en el que todavía no se habían fortalecido
las identidades vinculadas a lo nacional.
La figura del individuo, entonces, se tornará cada vez más central y comenzarán a
resaltarse sus atributos en tanto ser dotado de voluntad y razón. Es decir, empieza a aceptarse
extendidamente algo que para nosotrxs es natural pero que no siempre fue así: que el hombre
tiene la capacidad de decidir y de usar su raciocinio para realizar esas acciones voluntarias.
Valga aclarar que cuando decimos que era “el hombre” el que tenía la capacidad de decidir y
usar su raciocinio, lo hacemos a sabiendas de que estamos dejando por fuera a las mujeres, ya
que en ese momento, como por mucho tiempo más, se consideraba a las mujeres como seres
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inferiores quienes eran incapaces de decidir o pensar por sí mismas. Muchas mujeres
disputaron esta mirada generalizada y, con sus luchas intentaron modificar esas desigualdades.
En términos de organización y pensamiento político, la preeminencia del individuo, su
voluntad y su raciocinio trajo aparejada la distinción entre Sociedad Civil y Estado. La
Sociedad Civil va a hacer referencia al universo de las relaciones privadas y de orden más
espontáneo y natural entre individuos con fines particulares. El Estado aparecerá como
“mecanismo”, “artificio” creado para asegurar la convivencia pacífica. De este modo el hombre
moderno estará escindido en dos esferas, la pública y la privada. En este sentido, lo social y lo
político se separan por primera vez con esta claridad.
Repasemos entonces el movimiento de inversión que acabamos de describir. Por un
lado, en la Edad Media lo natural era la comunidad y el individuo no tenía una delimitación
clara (por ejemplo, un joven campesino raramente tenía la posibilidad de imaginarse un destino
diferente al que le correspondía según las decisiones de su familia/comunidad y apenas si
siquiera se lo preguntaba). En cambio, en la Modernidad esto se invierte y lo que comienza a
aparecer como natural es el individuo con sus decisiones e intereses personales (contrapuestos
en muchos casos a los de otros individuos) y, por lo tanto, la vida en comunidad deja de ser
algo dado y es necesario explicar o encontrar un fundamento a por qué vivir juntos.
La organización de “unidades nacionales” como unidades políticas emergentes contó
con Maquiavelo para reflexionar acerca de los alcances de una actividad política que tendía a
convertirse en secular, esto es, abandonaba normas y prescripciones de tipo sagrado o
tradicional. Las disidencias con la Iglesia Católica Romana, que comenzaron a manifestarse en
la primera mitad del siglo XVI, se ocuparon principalmente de criticar y redefinir las relaciones
entre jerarquía eclesiástica y fieles sobre la base de una reinterpretación de las sagradas
escrituras, distinta a la que el medioevo había forjado. Esta reforma que fue la Reforma
Protestante dirigió su principal crítica a la fuerte estructuración piramidal del catolicismo como
Iglesia universal, sobre todo en su relación con el poder terrenal de la monarquía. La nueva
orientación tendía a recuperar la concepción comunitaria de la religión, e intentaba separar la
injerencia de las cúpulas eclesiásticas en los asuntos de gobierno. El protestantismo se
constituyó en una contribución a la organización de sociedades nacionales y a liberalizar la
actividad de los individuos en el proceso de transformación de la sociedad tradicional en
sociedad moderna.
La Reforma protestante no procuró una doctrina política, sino que se centró en el intento
de despolitizar las preocupaciones de la Iglesia y, por otra parte, en eliminar la injerencia
monárquica en el clero. Por supuesto que este proceso no fue sin pujas ni luchas. En el medio
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de todo este movimiento disidente, aceptando de hecho o proponiendo la separación entre


Iglesia y Estado, el tema central del análisis pasó a ser el mecanismo para retomar el control
social, ante la visión de un orden que se disgregaba irremediablemente, y que parecía no
encontrar un nuevo ordenamiento, salvo en la conformación de monarquías que emergían
victoriosas en su enfrentamiento con el poder eclesiástico.
Paralelamente al surgimiento de sociedades de carácter nacional, un nuevo ambiente
cultural iba diseñando nuevas formas de relacionamiento entre los hombres y su percepción de
la vida terrena. El espíritu de lucro, el espíritu “burgués”, estaba ahora desatando las ligaduras
que el pensamiento medieval había impuesto, y encaraba la búsqueda de un bienestar presente,
de un mejoramiento futuro, generando la aceptación social de actividades comerciales o
funciones patronales, donde antes eran despreciadas. En este sentido, las nuevas
interpretaciones que trae la reforma protestante favorecen el trabajo en el mundo terrenal y el
ascetismo lo que sienta las condiciones de posibilidad para la acumulación capitalista
enmarcada en un universo de sentido moral que acompañaba las transformaciones económicas
que se desarrollarán con fuerza sobre todo a partir de la revolución industrial. Acompañando
la creciente urbanización, nuevos sectores sociales lograban posiciones económicas y
reconocimiento social, que muy pronto iban a buscar traducirse en requerimientos políticos.
Esta transformación cultural y religiosa impactó sobre la legitimidad de los
fundamentos del poder político. Durante el medioevo, el poder político y el poder religioso
convergían de modo tal que la legitimidad del monarca residía en interpretar su designación
como proveniente de Dios. El proceso de secularización, esto es, la separación del poder de la
Iglesia del poder político, hizo necesario encontrar nuevos fundamentos para la legitimidad del
poder de los gobernantes. La centralidad del individuo y su razón se convirtieron así en la
fuente de esta legitimidad. Es decir, si como dijimos anteriormente, lo natural era el individuo
y era necesario explicar por qué vivir juntos, la respuesta a esta cuestión será: porque es una
decisión voluntaria y racional de los individuos que evalúan que vivir en sociedad es lo más
conveniente. Entonces, la explicación que se da en ese contexto sobre el origen de la Sociedad
Política o el Estado Moderno reside en la voluntad de los hombres y no en la voluntad divina.

EL CONTRACTUALISMO

Esas explicaciones de las que hablábamos recién constituyen el pensamiento político


que acompañó este proceso histórico a través de quienes son conocidos como pensadores
contractualistas o del Contrato Social. El Contractualismo es una corriente de la teoría política
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que emergió en Europa en el siglo XVII y que definió el surgimiento de la sociedad y del poder
político a partir de un contrato entre los individuos. Este contrato permitía poner fin al “estado
de naturaleza” en el que vivían los individuos caracterizado por la ausencia de un poder
legalmente instituido que tuviera la capacidad de controlar a todos los miembros de una
sociedad. La tesis del contrato es una teoría del nacimiento del Estado.
Estas teorías tienen en común un esquema de análisis que funciona como una ficción
explicativa en tanto plantea una narración fundacional que -en vez de estar sostenida en el
poder divino o en mitologías olímpicas como en la antigua Grecia-, se sostiene en que responde
al devenir de la razón. Es así que, a través de una serie de hipótesis, de supuestos, que funcionan
como punto de partida de estas nuevas teorías, se desarrolla una nueva corriente teórica: el
contractualismo. En esta materia estudiaremos a tres de sus exponentes: Thomas Hobbes, John
Locke y Jean Jacques Rousseau (los últimos serán desarrollado en la clase 4).
A pesar de que hay diferencias entre los autores, en el Contractualismo clásico la idea
de contrato refiere a la figura jurídica del contrato en el que hay derechos y obligaciones de las
partes. Esto resulta en un orden político limitado, dado que el principio contractual pone
límites al gobierno. Esto lo diferencia de la soberanía absoluta que hallaba su fuente de
legitimidad en un principio trascendente.
El contrato posee un encanto que deriva de su carácter de solución teórica que permite
imaginar un orden social y político capaz de articular en forma simultánea el consenso y las
tensiones inherentes a la defensa de los intereses particulares, sin que el individualismo se torne
amenaza extrema y desemboque en la salvaje guerra de todos contra todos.
La particularidad del contractualismo consiste en la asunción expresa de la violencia
inherente a las relaciones entre los hombres, y la propuesta de una solución política que permita
regularla. Asimismo, el contractualismo se basa en la idea de que los hombres están dotados
de derechos naturales, por ese motivo también se enmarcan en la perspectiva conocida como
iusnaturalismo (por ius/iuris en latín: derecho). En esta mirada, este derecho natural se
emancipa también de la teología y es cognoscible por la razón humana. El Derecho natural
innato al individuo es anterior al Derecho positivo (la norma escrita) y debe prevalecer sobre
el mismo. La idea de derechos naturales no es nueva, sino que la novedad que introduce el
iusnaturalismo es que el individuo es el depositario del derecho natural, no la comunidad
como se consideraba con anterioridad. Recordemos que el hecho de que haya una separación
entre el poder de la Iglesia y el poder político no significa la desaparición de la religión. En
este sentido, lo que se postula es que Dios ha depositado los derechos naturales (pre-políticos,
naturaleza del hombre) en cada uno de los hombres.
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El esquema común de estas teorías se caracteriza por plantear tres momentos a) un


Estado de Naturaleza, donde cada autor desarrolla la concepción antropológica positiva o
negativa que tiene de los hombres. Luego desarrollan b) una instancia de pacto o contrato por
medio del cual se conforma c) la Sociedad Política o Estado y que en cada caso tendrá sus
características.

a) El Estado de Naturaleza es la descripción de una situación hipotética de la cual los


autores parten. Allí describen un supuesto estado originario en el que los hombres se
encontraban antes. En general esto aparece narrado como si se correspondiera con algún
momento prehistórico, pero en ningún caso se sostiene en certezas. Como ya dijimos, se trata
de un punto de partida que los autores necesitan para poder poner en funcionamiento su
argumentación. Además, el modo en que se describa el Estado de Naturaleza impactará sobre
el tipo de orden político que proponga cada uno de los autores. Podríamos decir: “dime qué
Estado de Naturaleza describes y te diré qué Estado quieres”. Para estudiar y diferenciar qué
dice cada autor sobre el Estado de Naturaleza es necesario atender a las siguientes cuestiones:
i. ¿cómo es el hombre?, ii. ¿cómo es la relación con otros hombres?, iii. ¿por qué es necesario
salir del estado de naturaleza?
i. Cada autor tendrá una concepción negativa o positiva de la naturaleza humana. Para
algunos el hombre puede ser bueno o malo por naturaleza, egoísta o solidario, inteligente,
moral, etc.
ii. Cada autor describe la relación entre los individuos de una manera diferente. Para
algunos puede haber pactos previos al contrato social, para otros el individuo es asocial, para
otros el hombre es antisocial
iii. Sabemos que el Estado de Naturaleza es sólo el punto de partida de la teoría y que
todos los autores quieren llegar a explicar el Estado Moderno, por lo tanto, cada autor da una
explicación de por qué se vuelve necesario abandonar ese Estado de Naturaleza. Nuevamente,
cada autor tendrá una versión diferente de por qué es mejor salir de la situación en la que se
encontraban.

b) En segundo lugar, tenemos el Contrato o Pacto Social. Esta instancia es muy


importante porque justamente es el elemento que le da nombre a la corriente de pensamiento.
Es importante recalcar que aquí también nos encontramos con una instancia teórica ya que no
se trata de un contrato que firman de hecho los individuos ni es una situación histórica concreta.
Se trata en cambio de un supuesto momento en el que los individuos expresan voluntaria y
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racionalmente su decisión de cambiar de situación: salir del Estado de Naturaleza para


alcanzar el Estado o Sociedad Política. Se podría decir que una Constitución, una carta orgánica
o diferentes instrumentos administrativos podrían expresar aquello a lo que se refiere el
Contrato, sin embargo, en el marco de la teoría eso NO está definido históricamente.
Una de las características que tiene todo contrato es que se trata de un intercambio. En
este sentido, será importante saber para cada autor: i. ¿quiénes pactan con quién/es?, ii. ¿qué
se cede? ¿qué no se cede?, iii. ¿qué se espera a cambio?

c) Por último, el Estado o Sociedad Política es el artificio, la creación, el resultado del


consenso alcanzado por las voluntades individuales y racionales para vivir en conjunto. Aquí,
cada autor hace su propuesta política más clara de la forma de gobierno que considera la más
adecuada. En esta instancia, es importante poder identificar cómo responde cada autor a las
siguientes cuestiones: i. ¿cuál debe ser la forma de gobierno? ii. ¿debe haber división de
poderes? iii. ¿dónde reside la soberanía? iv. ¿es lícito resistir/rebelarse en alguna situación?
Según lo desarrollado hasta aquí, les proponemos un modo de organizar la lectura sobre
los autores teniendo en cuenta los ejes mencionados a partir del siguiente cuadro:

AUTOR / Estado de Sociedad Política /


Contrato
ETAPA Naturaleza Estado

• ¿qué • ¿hay división de


T. Hobbes
• ¿cómo es el características poderes?
hombre? tiene el contrato?
• ¿dónde reside la
J. Locke •¿cómo es la • ¿quiénes pactan soberanía?
relación con otros
con quién/es?
hombres?
• ¿es lícito
•¿por qué es • ¿qué se cede? resistir/rebelarse?
necesario salir del ¿qué no se cede?
J. J. Rousseau
estado de • ¿cuál debe ser la
naturaleza? • ¿qué se espera a forma de
cambio? gobierno?

A continuación, comenzaremos con la propuesta contractualista de Thomas Hobbes.


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EL CONTRACTUALISMO DE THOMAS HOBBES:


Thomas Hobbes nació en Inglaterra en 1588 y murió en 1679. Su obra más importante
es el Leviatán y fue escrita en 1651.
Resulta indispensable conocer el contexto político y social de Inglaterra para situar a
los teóricos políticos ingleses como Thomas Hobbes y John Locke. El particular desarrollo de
este país llevó a la burguesía al poder en 1688-89, produjo la Revolución Industrial a fines del
siglo XVIII, y convirtió a Gran Bretaña en el mayor Imperio del siglo XIX.
Entre los años 1642 y 1648 se produjo en Inglaterra una guerra civil que enfrentó a la
Monarquía con el Parlamento. Se trataba de un conflicto que reunía causas religiosas,
económicas y políticas y que parecía de difícil resolución. En 1649, el rey Carlos I fue
decapitado por el ejército parlamentario conducido por Oliver Cromwell. Se instaló entonces
la primera y única República Inglesa, también llamada República de Cromwell que,
paradójicamente, restableció una fórmula absolutista al disolver el Parlamento. Cromwell se
mantuvo en el poder porque su base de apoyo social y religiosa (la burguesía, a la que concedió
importantes ventajas comerciales, y el puritanismo) era diferente a la monarquía (apoyada por
la nobleza y el anglicanismo).
Al morir Cromwell en 1658, se produjo un clima de desgobierno general en cuyo
contexto el Parlamento consideró que la única solución era la restauración de los Estuardos (la
familia real a la que pertenecía Carlos I), y llamó a Carlos II a volver a Inglaterra, iniciándose
el período de la Restauración (1660-85), configurándose un Estado absolutista como el
descripto en el Leviatán y una fuerte propensión al catolicismo. Sin embargo, no se resolvía el
problema básico en relación con el poder –esto es, la contraposición entre gobierno real
absolutista o gobierno parlamentario-, pero en ese momento ya estaba asegurada la supremacía
social y económica de la burguesía, la cual estimaba que la estructura del Estado debía
descansar en el poder legislativo (Parlamento) y no en el poder ejecutivo real.
En 1688 los protestantes ingleses se rebelaron en contra de la tiranía católica, episodio
que desencadenó lo que se llamó la Revolución Gloriosa, estableciéndose una monarquía
parlamentaria, Declaración de Derechos, aprobación de impuestos por el parlamento, libertad
de imprenta, superioridad de la ley sobre la voluntad del Rey.
Esta pacífica revolución señaló el triunfo definitivo de una nueva estructura social,
política y económica basada en los derechos individuales, la libre acción económica y el interés
privado, creando las premisas políticas para el ulterior desarrollo del capitalismo en Inglaterra.
Fue la culminación de un proceso que comenzó con la Guerra Civil y que benefició los intereses
de la burguesía eliminando gran parte de las supervivencias feudales.
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Esta sucesión de guerras generó un desorden permanente en la sociedad inglesa, además


de una situación constante de inseguridad desde el punto de vista económico: de la
conservación de la propiedad.
Hobbes se planteó indagar cuáles fueron las causas profundas y verdaderas de esas
crisis y de su consecuencia, la guerra civil. Para proponer una solución definitiva a dichas crisis
intentó establecer de manera racional las normas en virtud de las cuales la sociedad inglesa
debía organizarse.
Como veremos en la clase siguiente, Locke, en cambio, escribió su obra una vez
producida la Revolución Gloriosa, lo que marca el orden liberal inglés presente en su teoría
política.

Estado de naturaleza, Contrato Social y Leviatán

Como exponente del pensamiento que deseaba la conservación del orden sociopolítico
basado en la monarquía absoluta, Hobbes caracterizó al hombre en Estado de naturaleza
como un ser antisocial, egoísta y dominado por un instinto de autoconservación.
Los hombres, para Hobbes son iguales por naturaleza, y poseen semejante fuerza
corporal, que en caso de ser muy diversa puede ser equilibrada en función de la experiencia.
Tienen razón y tienen pasiones. Todo esto los hace libres y dotados de voluntad, lo cual los
lleva a querer apropiarse de las cosas para afianzar su existencia.
Para Hobbes, el hombre se define por el deseo. Este carácter deseante del individuo
hobbesiano es conflictivo. “El hombre es lobo del hombre”, dice, no por maldad, sino por
animalidad, naturalidad. Por esto, hay un horizonte de guerra, no fáctica, pero si presente,
posible. Esta libertad e igualdad produce que no existan terceros para mediar en los conflictos.
Entonces para resolverlos se debe hacer algo con esos derechos naturales.
En el Estado de naturaleza rige el Derecho Natural, que es la libertad que cada uno tiene
de conservar su vida y gozarla acrecentando sus bienes y aumentando su poder. Pero puesto
que este derecho lo tienen todos por igual, la única meta del hombre es sobrevivir, porque la
muerte es el resultado natural. La inseguridad y desconfianza mutua redunda en que el estado
natural de los hombres sea el de la guerra de todos contra todos.
Entonces, la libertad natural, para Hobbes, está expresada en la voluntad que se expresa
en la posesión: lo que poseo es porque lo quiero. Como mencionamos, los hombres son todos
libres, todos pueden querer todo, y esto es lo que los lleva al estado de guerra de todos contra
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todos o de potencial guerra de todos contra todos, lo cual es lo mismo en tanto se encuentran
en estado de incertidumbre permanente. En función de estos deseos encontrados, y en el estado
de naturaleza, por derecho natural nadie puede impedir al otro apropiarse de lo que quiere. Y
además en la tierra los bienes son limitados, con lo cual la competencia lleva a la discordia.
Pero si el mayor temor es a la muerte inminente y violenta, la razón, la ley natural de la
razón me indicará que es necesario evitar la guerra, es decir construir la paz.
Ahora ¿cómo se logra la paz para salir del Estado de Naturaleza? Según Hobbes, cada
individuo debe inhibirse de sus derechos con la condición de que los demás también renuncien
a sus derechos y todos y cada uno los cedan a un tercero que garantice el orden y la vida.
Entonces se ceden todos los derechos menos el derecho a la vida. Los hombres pactan por
miedo y la razón provee los medios para conseguir esos reales deseos de paz. Esa expresión
volitiva y racional que es el pacto es un convenio de creencia porque si sospecho que alguien
no cumple el pacto se vuelve al Estado de Naturaleza. Es un Pacto de Unión, no es un pacto
social, no surge con fines sociales, sino que es un pacto de sujeción. Esto quiere decir que no
produce sociedad, no hay un tejido social, sino que es un conglomerado de voluntades para que
los hombres no choquen entre sí. En un solo movimiento los hombres se unen y se sujetan.
Todos los hombres ceden el derecho a la guerra y en ese mismo momento surge el beneficio,
la paz. El soberano no pacta, pactan los individuos que ceden todos sus derechos. Es aquí donde
se observa el pasaje al monopolio legítimo de la violencia.
Ese conglomerado de individuos cede, aliena, transfiere de una vez todos sus derechos
a un gran soberano que debe ser un poder al cual todos tengan miedo, es decir que sea la
representación simbólica de la muerte, de aquello que por temor nos haga obedecer. Ese
soberano no forma parte del pacto, sino que es el depositario de la totalidad de derechos y
voluntades, lo cual le otorga la legitimidad para construir leyes. La soberanía es derivada de
una transferencia del derecho natural de los poseedores individuales, no deriva de un principio
trascendente. Según Hobbes, es la autoridad y no la verdad la que hace la ley. Toda ley es un
acto de imposición de un poderoso. El Leviatán es un monstruo bíblico y Hobbes lo utiliza para
representar el Estado que debe crearse. El Leviatán es un monstruo y para él está bien que así
lo sea. El Leviatán no pacta, no se atiene la ley porque es la Ley.
Dado que es el Leviatán el que recibe la suma de los poderes otorgados por todos y cada
uno de los individuos no cede sus propios derechos, no hay posibilidad de resistir a su poder;
y dado que el pacto en sí no crea sociedad, en caso de rebelión, hay una regresión inmediata al
caos del Estado de Naturaleza.
Por eso, la soberanía del Leviatán debe ser:
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- Irrevocable: una vez establecido el pacto, sólo puede terminar legítimamente


con el voto unánime de todos los individuos y con el acuerdo del soberano.
- Absoluta: no existe ningún poder por encima de la soberanía. El soberano no
debe someterse a las leyes que él mismo ha promulgado y tiene el control supremo sobre los
reinos terrenal y celestial. Es decir, subordina a la Iglesia a sus políticas, hecho importante en
un contexto de guerras religiosas
- Indivisible: no existe división de poderes.
El Leviatán es el poder de dominio respecto de los propios súbditos y poder de potencia
respecto de los otros estados, ya que en las relaciones internacionales rige el “estado de
naturaleza”.
Los fines del Estado son garantizar la seguridad de la vida y la propiedad y en ese
sentido, señala Raggio, la razón de estado absolutista creado por Hobbes es liberal, en tanto el
poder del Estado está obligado a conducir las intenciones liberales del derecho natural.

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