celebrábanse terribles evocaciones infernales, y los miércoles y viernes, también por la noche, se decía con toda solemnidad la execrable Misa negra, cantándose en ella el himno a Satán que compuso el poeta italiano Josué Carducci, uno de los más vigorosos de su época. He aquí la traducción casi literal del citado himno, cuyo valor literario desaparece, pero conserva íntegramente el hondo sentido de rebelión que encarna. HIMNO A SATÁN A Ti, inmenso principio del Ser, Materia y Espíritu, Razón y Sentimiento. Mientras centellea el vino en la copa, como el Alma brilla en el fondo de la pupila, Mientras sonríen la Tierra y el Sol y se cambian palabras de amor, Y corre el espasmo de un himeneo invisible que llega de los mortales y fecundiza en la llanura, Hacia Ti vuelan desenfrenados mis cantos atrevidos. Yo te invoco ¡oh, Satán! , rey del festín. ¡Atrás con tu hisopo, vil sacerdote! ¡Atrás con tus salmodias! Satán no retrocede. Mira: el orín roe la mística espada de Miguel Y el fiel arcángel, sin plumas ya, se despeña en el vacío. El rayo se le ha helado en la mano al fiero Jehová. Como una lluvia de pálidos meteoros, de planetas apagados, Los arcángeles van cayendo de lo alto del firmamento. En la materia que nunca reposa, rey del Fenómeno, rey de la Forma, únicamente vive Satán. En el relámpago trémulo de su negra mirada tiene su imperio y a los que se desvían atrae. Él es quien restaura la vida breve que prorroga el Dolor y el Amor anima. Tú inspiras, ¡oh, Satán! El verso mío, desafiando al Dios de los pontífices crueles, de los reyes homicidas. Por Ti viven Agramancio, Adonis y Astarté, que animan el mármol de los escultores, las telas de los pintores, la lira de los poetas. Y cuantos de las serenas brisas de Jonia dio la Venus Anadiómena. Por Ti se estremecen las palmas del Líbano al resucitar el amante de la dulce Chipre. Por Ti bullen las danzas y los coros. Por Ti las vírgenes desfallecen de amor, ante las adoríferas palmeras de la Iduma, donde blanquean las espumas ciprianas. ¿Qué importa que el bárbaro furor de los orgiásticos ágapes del rito obsceno haya incendiado tus templos con la sagrada antorcha y demolido las estatuas de Argos? La plebe te acoge, agradecida, entre sus dioses lares, y henchida de amor, la pálida bruja, con eterna angustia viene a remediar a la naturaleza enferma. Has sido Tú quien a la mirada penetrante del Alquimista y a las pupilas del Mago indomable revelaste más allá de las rejas del soñoliento claustro los resplandores de los cielos nuevos. Huyéndote hasta en las cosas el triste monje se ocultó en el fondo de la Tebaida. ¡Oh, alma extraviada de tu camino!, Satán es bueno y no te abandona. Por eso cuando pasas te bendice. He aquí a Eloísa. En vano te atormentas bajo el áspero sayal, mísero monje. Los versos de Horacio y Virgilio zumbarán en tus oídos mezclados a las quejas de los salmos de David. Y las formas délficas surgirán voluptuosas a tu lado tiñendo de rosa la hórrida compañía de las ménades Licorna y Glícera. De otras visiones de una edad más bella se pueblan las celdas insomnes. Por Ti las páginas vivas del Tito Livio despiertan fogosos tribunos, cónsules y ardientes muchedumbres; y lleno de italiano orgullo, te empuja, ¡oh monje!, al capitolio. Las furiosas hogueras no pueden destruir las fatídicas voces de Wicleff y de Juan Huss En el espacio resuena el grito de alerta y el siglo se renueva. El plazo se ha extinguido. Tiemblan los símbolos poderosos; caen las mitras y coronas; del claustro mismo surge amenazadora la rebelión, bajo los hábitos de Fray Jerónimo de Savonarola. Arroja la cogulla Martín Lutero y rompe sus cadenas el pensamiento humano. Y espléndida, fulgurante, sobre las llamas, se yergue la Materia. ¡Satán ha vencido! Un monstruo bello y terrible se desencadena, recorre la Tierra, vomitando llamas y humeante como un volcán cae sobre los montes. Devora llanuras, se cierne sobre los abismos, se oculta en antros profundos y surge nuevamente. Y es que pasa triunfante ¡oh, pueblo! Satán el Grande. Pasa sembrando el Bien por todas partes, montado en su carro de fuego, que ningún obstáculo lo detiene. Loor a Ti, ¡oh, Satán! ¡Oh, Rebelión! ¡Oh, Fuerza vindicadora de la Razón humana! ¡Qué suban a Ti, consagrados, nuestro incienso y nuestros votos! ¡Has vencido al Jehová de los sacerdotes! ¡Gloria a Satán!” Dr. G. Maxwell, “MAGIA NEGRA”, Ediciones Roca, México, D.F. , 1987.