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Diezmo

Formando agentes conscientes y corresponsables

Presentación
Nuestras comunidades tienen una misión en común: anunciar
el Evangelio. También tenemos muchas manos para transformar la
misión en acción. Algunas manos se abren para compartir, otras
para evangelizar, otras se extienden para levantar al que ha caído.
Pero infelizmente no son pocas las manos que están cerradas, que
se cierran a la generosidad, por omisión o desinterés. Son
corazones que se cierran a Dios y al prójimo. Algunas manos se
abren, se liberan e invitan a la experiencia de liberación como
también hay manos que se cierran a la vida y optan por la muerte
de la fe, de la justicia y de la solidaridad.
Este material es una invitación nuestras manos se abran para
compartir el diezmo y para buscar las manos de nuestros hermanos
y hermanas en la fe para que también sus manos se abran y juntos
formemos una “comunidad de manos” que se ponen al servicio
de la acción evangelizadora de la Iglesia de Cristo.
Pido a Dios para que sus manos abiertas y generosas
encuentren muchas otras manos y especialmente dispuestas para
anunciar el Evangelio. Una manera para vivir esta misión es la
práctica del diezmo y con ella llevamos a todas las personas el
testimonio alegre de que el amor de Dios es incondicional, que nos
libera y nos salva.

INDICE

La historia del diezmo


Aciertos y errores en la implementación del diezmo
- el camino de la recompensa
- el camino de la coacción
- el camino de la corresponsabilidad
Cómo implementar y reavivar el Diezmo
El destino del diezmo
- finalidad religiosa
- finalidad social
- finalidad misionera

Consideraciones Finales

HISTORIA DEL DIEZMO


“Dios nos libre de una Iglesia mundana EG 97

La Sagrada Escritura dice que Abraham (cf. Gn 14,20) y


Jacob (cf. Gn 28,22) entregaron el diezmo a Melquisedec y a Dios,
respectivamente. Los textos no hacen referencia a la existencia de
una costumbre o ley que obligue pagar el diezmo. Se puede
suponer, por los textos, que la práctica del diezmo fue espontánea y
que otros pueblos, antes del pueblo israelita, ya lo practicaban,
posiblemente ofreciendo a sus reyes o dioses. No sabemos por
qué el 10% y por qué no 5% o 15% por ejemplo. Hay algunas
explicaciones al respecto pero ninguna de ellas son definitivas. El
pueblo de Israel no ha inventado el diezmo, más bien lo ha
adoptado. Es interesante observar que Dios, en su relación con la
humanidad, aprovecha para hacerse entender a partir de lo que ya
existe y manifiesta así su amor incondicional por el hombre y la
mujer.
Desde el libro del Levítico sabemos que el diezmo es una de
entre las más de seiscientas leyes que fueron compiladas con el
objetivo de organizar la vida del pueblo en su relación con Dios (cf.
Lv 27,30-32; Nm18,21-30; Dt 12,6-17; 14,22-28; 26,12; 1Sm 8,15-
17; 2Cr 31,5-12; Ne 10,38-39; 12,44; 13,5.12; Tb 1,6-7; Jd 11,13;
1Mac 3,49; 11,35; Eclo 35, 11; Am 4,4; Ml 3,8.10). Esta compilación
(conjunto de leyes) fue atribuida a Moisés y por eso conocida como
la LEY MOSAICA, que fue mejorada, adaptada y revisada con el
tiempo.
El nuevo testamento hace once referencias al diezmo, siendo
solamente dos atribuidas a Jesús. (cf. Mt 23,23; Lc 11,42; Lc 18,12;
Hb 7,2-9). Estando bajo el dominio del imperio romano, los israelitas
se encontraban sobrecargados por impuestos y otros tributos. Una
parte del pueblo, que tenían las mejores condiciones financieras,
conseguían cumplir integralmente con los encargos exigidos por los
romanos y por la Ley. La mayoría del pueblo no podía escapar de
los impuestos romanos y no tenía capacidad para pagar los
impuestos y el diezmo u ofrendas que ordenan la ley. Los que
pagaban a los romanos y al templo juzgaban a los que no podían
pagar con desprecio y hostilidad, les tenía como pecadores públicos
(cf. Lc 18,9-14). Jesús no condena la práctica del diezmo pero lo
entiende sin hipocresías y observa a aquellos que se creen que son
mejores que los demás (cf. Mt 23,23). Los que seguían a Jesús
están libres de la ley (cf. Rm 7-8) e inclusive de la obligatoriedad del
diezmo.
Las primeras comunidades cristianas abandonaron la práctica
del diezmo porque ya no estaban sometidas a la Ley. Inspiradas en
las enseñanzas de Jesús, hicieron la inversión, en lugar de entregar
10% entregaron el 100% (cf. Hch 2,42-47; 4,32-36). Pero esta
práctica tuvo muy corta duración (cf. Hch 5,1-11). Aunque hubo
buena intención, las primeras comunidades descubrieron que no
siendo perfectos tampoco las acciones son perfectas. El proyecto
de tener todo en común se convirtió en algo imposible de realizarlo
y solamente es posible en la presencia gloriosa de Cristo (cf. Hch
21,1-4). Pero esa experiencia dio a la Iglesia naciente la
consciencia de que ellos, los cristianos, son los responsables de
sustentar y promover la primera misión que Jesús les encargó: LA
EVANGELIZACIÓN.
En reemplazo de la experiencia del 100%, poner todo en
común, las primeras comunidades cristianas optaron por las
ofrendas espontáneas. Cada uno llevaba en las celebraciones sus
ofrendas y del cual se sustentaba la liturgia. El resto se destinaba
para sustentar a los ministros ordenados y la ayuda a los más
pobres.
Con el aumento del número de cristianos, las ofrendas ya no
eran suficientes para cumplir con la misión. En un tiempo se insistió
en la necesidad de hacer más ofrendas pero aún asi no alcanzaba
para el sostenimiento de los ministros. Por eso los obispos se
encargaron de animar a las comunidades para hacer la experiencia
bíblica del diezmo no como impuesto sino como una experiencia de
fe, de agradecimiento y amor a la Iglesia de Cristo. Animaron como
signo de corresponsablidad con la misión única de toda la Iglesia:
EVANGELIZAR.
Pero la simple recomendación no tuvo el efecto deseado y las
comunidades seguían con muchas precariedades y necesidades. Al
inicio eran unos pocos pero luego con el tiempo muchos obispos
asumieron el diezmo como una obligación para diócesis. Eso
sucedió por los años 567. En el año 585, en el concilio de Macon,
se impuso la excomunión a quien no pagaba su diezmo. Las
decisiones de aquel Concilio se extendieron por toda la Europa. El
emperador Carlos Magno, en el año 799, obligó a los franceses a
pagar el diezmo a la Iglesia. El pueblo recibió la orden de malas
ganas porque representaba un impuesto más. Esta situación se
mantuvo hasta el siglo 18 y fue cuando el Rey Luis XVI abolió la
práctica del diezmo en 1789. En 1848 ya no había una sola diócesis
donde se cobraba el diezmo. Se optó por las tarifas, ofrendas y
estipendios.
En el Brasil, durante la colonia imperial, el diezmo era
obligatorio. El Estado cobraba y luego transfería a la Iglesia, en
parte. Había mucha confusión tanto en la recaudación como en la
aplicación de los recursos. Había mucha corrupción. Se creó la
profesión de “cobrador de diezmo” que se encargaba de recaudar
de los fieles en nombre del Estado y de la Iglesia. (Con respecto al
Diezmo en el Brasil en los periodos de colonia e del imperio existe
un estudio más interesante, escrito en 1940 por Don Oscar de
Oliveira como disertación de doctorado en Derecho Canónico con el
título “El diezmo Eclesiástico de Brasil en periodos de la Colonia y
del imperio”, Universidad de Minas Gerais, Belo Horizonte, 1964)
Con el fin del imperio y la llegada de la República, Iglesia y
Estado se separan. De esa manera se extinguió el diezmo y, para
sustentar a la Iglesia, se optó por las tarifas, colectas (ofrendas) y
estipendios (para el clero).
En 1969, los presbíteros (sacerdotes) de las diversas regiones
del CNBB, sugirieron a los obispos la extinción de las tarifas porque
consideraban una práctica “no muy pastoral”. Entre las propuestas
para solucionar este asunto surge el diezmo. Los obispos, por su
parte, recibieron la propuesta de los presbíteros, y después de
estudiarlo por cuatro años, publicaron un Estudio con el título de
“Pastoral del Diezmo”. En la presentación del estudio, el entonces
secretario de la CNBB, Dom Ivo Lorscheiter, escribió: “La
actualidad del tema del diezmo y las no pequeñas dificultades
para su correcta implementación y funcionamiento nos
llevaron a la presente publicación. Que este sea un nuevo
estímulo para esta importante opción pastoral en el Brasil”.
Ante la dramática experiencia del diezmo en el periodo de la
colonia y del Imperio, la CNBB dejó bien claro por donde se debería
caminar a partir de entonces: “El sistema del diezmo parece
pastoralmente rico, por lo tanto, en cuanto sistema de contribución
sistemática, de compromiso moral con la comunidad (no jurídica),
fijado de acuerdo a la consciencia formada de cada uno. Se retiraba
así de la palabra diezmo las connotaciones matemáticas e
históricas y se conservaba preferentemente su sentido religioso.
Este es el corazón del Estudio, donde quedan explicitadas las
bases sobre las cuales el diezmo en el Brasil debería, y debe, ser
edificado. Más adelante reflexionaremos sobre este punto con más
tiempo.
El Estudio de la CNBB, sin embargo, no obligó –y no podría
en realidad- a los obispos a implementar el diezmo de inmediato en
las diócesis. Quedó a criterio de cada uno asumir o no,
implmentarlo cuando creyeran conveniente. Uno de los primeros
obispos a adherirse al nuevo sistema fue Dom José María
Maimone, obispo de Umuarama, Paraná. En un libro, Dom
Maimone contó que en la “Asamblea de 1974, los Obispos llegaron
a la conclusión de que sería imposible realizar este sueño
(implementar el Diezmo en todas las diócesis del Brasil al mismo
tiempo) porque algunos de los obispos ya tenían prácticamente
preparado sus diócesis para la implementación del diezmo, otros
estaban iniciando el trabajo y muchos aun estaban pensando en
comenzar. Y peor aún, algunos estaban totalmente en contra de la
implementación del diezmo. Entonces concluyeron que no era
posible conciliar todas las cabezas para hacer una acción nacional.
Ante esta realidad, el presidente de la CNBB pidió para que cada
obispo procurara preparar su diócesis para la implementación del
sistema del diezmo y cuando llegara la hora, asi lo hicieran.
Después de 40 años de aquella decisión de la CNBB de optar por el
diezmo, tenemos hoy muchas diócesis donde la pastoral del diezmo
está implementado y funcionando plenamente como también
muchas diócesis que aún están arrancando o están a medio camino
de la implementación.

ACIERTOS Y ERRORES EN LA IMPLEMENTACIÓN DE LA


PASTORAL DEL DIEZMO
“Hay parroquias que ya avanzaron en la organización del diezmo, otras están
formando la consciencia de la participación en esta práctica. Es muy
importante, sin embargo, que la implementación del diezmo tenga cuidado en
su sentido comunitario. También la alegría de dar con libertad y la consciencia
de ser una señal del compartir”. CNBB.

Los Obispos del Brasil, con el Estudio de la “Pastoral del diezmo”


entregaron a las diócesis las líneas maestras para una adecuada
implementación de la Pastoral del Diezmo. A partir de ahí queda a
cargo de las diócesis con sus parroquias y comunidades acoger la
propuesta y encontrar los medios para concretizarlos. Infelizmente
no todos los medios que eligieron, dieron buenos resultados. Otros
por su parte, tuvieron sus aciertos y obtuvieron excelente
resultados. Vamos a resumir esos medios reuniéndolos en tres
caminos: el de la RECOMPENSA, el de la COACCIÓN y el de la
CORRESPONSABILIDAD.

EL CAMINO DE LA RECOMPENSA

El primer camino elegido por las comunidades de todo el Brasil fue


el de la RECOMPENSA. Ese camino se muestra atractivo, promete
resultados inmediatos, ofrece un retorno muy ventajoso. Es el más
fácil y el más tentador de los tres caminos. Quien elige este camino
comienza eufórico pero en poco tiempo descubre la desilusión. Los
resultados prometidos son ilusorios, no pasan de ser apariencias. Y
lo peor, ponen en duda la justicia y la misericordia de Dios. El
camino de la recompensa no pasa de ser, la verdad, una TRAMPA.
No todo lo que brilla es oro. Quien elige el camino de la
RECOMPENSA en la implementación del diezmo está dejándose
guiar por lo que brilla. Estas son algunas de las “brillantes”
promesas de este camino:
- felicidad, autorrealización, paz
- bendiciones ilimitadas
- riqueza proporcional al diezmo que uno entrega
- salud, protección, inmunidad espiritual y material
- prosperidad en todos sus emprendimientos
- garantía de la presencia constante de Dios
- fin de las deudas
- ganancias inesperadas en dinero
- protección contra todo tipo de desgracias
- certeza de que nunca nos faltará nada.

Delante de estas y otras promesas parecidas es necesario que


hagamos unas aclaraciones:
1. Nosotros que vivimos en este mundo, y aún no en el cielo
(Ap21,1-4), tenemos limitaciones y pecados. Limitaciones son todas
nuestras debilidades propias de creaturas. Por ejemplo, nos
enfermamos, envejecemos, tenemos altos y bajos en nuestra vida
psíquica y de fe. Todo esto porque no somos perfectos. Los
pecados representan nuestro alejamiento consciente de Dios
cuando abandonamos sus inspiraciones y decidimos por lo que
creemos que es mejor. No estamos libres de las limitaciones y de
los pecados en cuanto seamos peregrinos en este mundo, aún
siendo diezmista. Quien afirma lo contrario, miente. Estamos todos
en un mundo imperfecto. Jesús, cuando se hizo uno de nosotros
asumió nuestra condición humana, limitada y pecadora. Él que no
había cometido ningún pecado. Al encarnarse, Jesús nos enseñó
que las debilidades de nuestra vida pasan pero en Él estamos
salvados. Solamente pierde la salvación aquel que le rechaza (cf.
Mc 2,28-29). Las cruces son comunes entre todos nosotros: santos
y pecadores, católicos y musulmanes, creyentes y ateos, diezmistas
y no diezmistas. El diezmo no anula ni extingue lo que nos hace
humanos y divinos. Es una fuente de bendiciones pero no es una
fuente mágica para extinguir el dolor o el sufrimiento humanos.

2. Dios no tiene nada para vender por el simple motivo de que Él


nos ofrece todo gratuitamente. Él no necesita de nuestro dinero
para ser bueno con nosotros. Él es bueno con nosotros porque nos
ama con un amor incondicional. Es lo que dice el Papa Francisco:
“¿Alguien de ustedes sabe cuánto cuesta la gracia? ¿Dónde se
vende la gracia? ¿Dónde puedo comprar la gracia? Nadie sabe:
NO. Voy a comprar en la secretaría parroquial, quizá alguien
venda? ¿Hay algún padre que venda? Escuchen bien esto: la
gracia no se compra ni se vende; es un Don de Dios en Jesucristo.
Jesús danos la gracia. Es el único que nos da la gracia” (Congreso
Diocesano de Roma, 17/06/2013). Dios quiere nuestro bien,
siempre. Cuando intentamos engañarlo con nuestros diezmos y
ofrendas, Él nos llama la atención (cf. Is 1,10-20; Mt 23,1-30). Quien
afirma que Dios un intercambio de ventajas con el diezmo para el
diezmista, o no conoce a Dios o es un mal intencionado.

3. Nosotros hombres y mujeres nunca estamos lejos de Dios,


porque Él está donde estamos. No somos abandonados por Él,
nunca. Cuando pecamos, nos alejamos de Él conscientemente.
Pero como nos ama con un amor eterno, Él sale a buscarnos (cf. Lc
15,1-10), nos rodea con su ternura, nos abraza y festeja cuando
volvemos a Él (cf. Lc 15,11-32). No existe lugar donde Él no este.
Se adelanta a nosotros (cf. Sal 138/139). El que dice que Dios
solamente está presente en la vida de un diezmista, niega su amor
por todos y cada uno de los seres humanos. Por este amor no piden
ningún precio.

4. Somos seres con libertad y podemos usarla bien o mal. La


elección es nuestra. De nada sirve pedir a Dios la protección si
nosotros mismos la despreciamos. ¿De qué me sirve colgar el
rosario en el auto si yo no respeto las leyes de tránsito? ¿De qué
sirve colgar el crucifijo en el cuello si yo pongo en riesgo mi vida o
la vida de los demás? ¿De qué sirve llevar la Biblia si no me dejo
iluminar por sus enseñanzas? ¿De qué sirve entregar el diezmo si
estoy robando o es fruto de una estafa? Dios no abre con violencia
la puerta de nuestro corazón para darnos su gracia; Él espera que
nosotros abramos y allí nos concede la plenitud de su gracia (Ap
3,20). El diezmo no es un amuleto de la suerte. El que dice que el
diezmo hace magia es un mentiroso. Tenemos que recordar que el
mal uso de la libertad trae consecuencias no solo para nosotros
sino también para los demás. Si manejo mi coche de forma
imprudente puede arrollar a alguien, por ejemplo. Si la persona es
arrollada no será por su maldad sino por mi mal uso de mi libertad.
El diezmo no anula nuestra responsabilidad.

5. La felicidad, en cuanto realización plena, solamente es posible en


la gloria eterna, en la comunión con Dios. En este mundo tenemos
momentos de alegría, extasis, fiesta. Como también tenemos
momentos de dolor, angustia, sufrimiento. Eso no porque Dios
quiera que sea así, sino por nuestras limitaciones y nuestros
pecados. Somos seres pasajeros, transitorios.

El camino de la recompensa es interesado y egoísta. Es como si


Dios fuera dueño de un Banco divino y que recibe ahorros de sus
clientes y les concede intereses. De esta manera, el diezmista no
entrega su diezmo para compartir sino para tener más y más. La
comunidad o la persona que descubre que todo lo que necesitamos
ya tenemos aquí como un regalo de Dios y si no todos tienen lo
suficiente es por nuestro egoísmo que ha sido más fuerte que el
compartir. A partir de esta verdad el diezmista hace una opción
responsable, consciente y generoso. Ya no es una persona que
busca negociar con Dios lo que Él ya nos concede gratuitamente.

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