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9
Aplicable
Revelador
Innovador

El hombre que escucha a los caballos


Monty Roberts | Tutor © 2002

El hombre que escucha a los caballos es una metodología para la doma de caballos desarrollada
por el entrenador equino Monty Roberts. En él cuenta la historia de su vida y cómo llegó a
desarrollar un método que se basa en la confianza que, si se lee como metáfora y se aplica a las
relaciones humanas, puede ser útil para la gestión empresarial. Sus lecciones pueden traducirse en
enseñanzas para el entrenamiento y gestión de equipos, por lo que getAbstract invita a explorar
esta obra a empresarios, encargados de recursos humanos y a todas las personas que busquen
mejorar sus relaciones en general.

Ideas fundamentales
• El “Join-Up®” o “Unión” es un método de comunicación basado en la confianza.
• La curiosidad y el instinto pueden llevarle a encontrar su camino en la vida.
• La violencia en cualquiera de sus formas impide el desarrollo de la confianza mutua.
• Con observación, perseverancia y una actitud mental abierta se puede lograr lo que para otros
es impensable.
• Ante el rechazo a las ideas innovadoras no hay que darse por vencido.
• Los aparentes defectos pueden convertirse en las mejores herramientas.
• La honestidad siempre traerá beneficios.
• Resolver los constantes problemas que se presentan día a día es el mejor entrenamiento.
• Es clave estar siempre abierto a seguir aprendiendo sin importar el conocimiento que ya se
tenga.
• Tener seguridad en lo que se hace sin importar la opinión de quienes no están de acuerdo
traerá el éxito.

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Resumen

Qué es el “JOIN-UP ®”

El “Join-Up ®” o “Unión” es la marca registrada por el autor para denominar su método de


comunicación con los caballos y otros animales, la cual desarrolló a través de la observación de
manadas salvajes. Su eficacia le ha llevado a domar caballos salvajes o problemáticos en menos
de media hora, utilizando el lenguaje corporal, la gentileza y la paciencia, y así ganándose su
confianza plena.

Montando desde niño

Monty es hijo de un entrenador de caballos en California que aprendió a montar desde los 2 años.
El estar rodeado de caballos le permitió empezar a conocerlos desde muy pequeño, no solo como
animales de trabajo sino como compañeros. Pasaba la mayor parte de su tiempo sobre sus lomos
y era tan bueno que, a los tres años de edad, su padre decidió aprovechar su talento. Participó
en toda clase de competencias, que ganó una tras otra, lo que dio a su padre gran prestigio como
entrenador. Su habilidad como jinete lo llevó a los platós cinematográficos, actuando como niño
doble de reconocidos actores como Micky Rooney, Charlton Heston y Elizabeth Taylor.

“El Join-Up entre nosotros y nuestro caballo anuncia el final del aislamiento y de la
separación de nuestras dos especies a través del vínculo de la comunicación”.

Haber nacido en un medio ecuestre, con un padre cuya vida giraba en torno a los caballos, le
ofreció un sinfín de experiencias. Sin embargo, su vida estuvo marcada por la dureza con que su
padre lo trataba, exigiéndole su máximo rendimiento, sin reconocer sus esfuerzos. Esa dureza
también se reflejaba en su técnica tradicional de doma, la cual aún se practica en muchos sitios,
a pesar de su crueldad. Esta técnica requiere un largo tiempo, y usa la violencia y el miedo para
someter al animal.

“Un buen entrenador puede oír cómo su caballo le habla. Un gran entrenador puede oírle
susurrar”.

La naturaleza de Monty y la empatía hacia estos animales le fueron forjando un carácter gentil,
además de una curiosidad cada vez mayor por conocer a fondo a los caballos. Sentía que había
una mejor manera de domarlos y decidió que la encontraría a pesar del rechazo de su padre, quien
insistía en que siguiera las formas tradicionales. Cuando a los siete años quiso iniciarlo en la doma,
Monty intentó mostrarle que podría hacerlo sin golpear al animal.

“…un hombre nunca debe decirle: ‘Tienes que…” a un caballo. Por el contrario, ha de
invitarle a realizar eso que le pide diciéndole: ‘Me gustaría…’”.

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Después de pasar unas horas con los caballos elegidos antes de la instrucción paterna y con el
simple hecho de observarlos caminando detrás de ellos, logró que, después de un tiempo, lo
siguieran a él. Sorprendido, pudo acercarse y colocarle a uno de ellos la montura. Fue la primera
vez que se dio cuenta que tenía razón. Orgulloso, le mostró a su padre su logro: lo que con el cruel
método tradicional hubiera llevado unas tres semanas, él lo había logrado en tan solo unas pocas
horas. Esto enfureció al padre y lo castigó de manera muy violenta, la misma violencia con que
domaba a los animales. Esto produjo que el niño de siete años perdiera la confianza en su padre y
le dominara el miedo hacia él.

“Mi mayor descubrimiento…fue que existen dos tipos de animales: los que luchan y los
que huyen”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense transformó el campo de


entrenamiento ecuestre donde vivían en un campo de concentración para privar de su libertad
a los norteamericanos japoneses; además, su padre se hizo policía. Monty siguió aprendiendo
equitación y estudiando por las noches. Su experiencia con el trato animal seguía expandiéndose y
el doble trabajo que ocupaba a su padre le permitió un poco de libertad. A sus trece años, empezó
a viajar al desierto de Nevada para localizar manadas de caballos salvajes, llevarlos a su ciudad y
usarlos en los rodeos. Fue entonces que pudo realmente comenzar a comprender el lenguaje de
los caballos y cómo podría utilizarlo. Esto fue resultado de la atenta y paciente observación del
comportamiento de la manada.

“Presiona a un potro para que se marche, y su instinto le volverá a traer hasta ti”.

Descubrió que una yegua, a la que llamó “matriarca”, era la que controlaba a todo el grupo. Por
varios días con sus noches vio como ella utilizaba su lenguaje corporal para, en total silencio,
controlar a un potro que atacaba a los demás. Su conducta escaló hasta el punto en que la yegua
lo derribó para posteriormente expulsarlo de la manada. Dependiendo de cómo lo miraba y cómo
se colocaba frente a él, el potro reaccionaba y, tras ciertas señales de sumisión, le permitía volver
para posteriormente acariciarlo. Este proceso se repitió hasta que el potro dejó de molestar y
asumió su lugar en el grupo.

“Los caballos no se alejan de la presión que se les aplica; muy al contrario, se mueven
hacia ella, particularmente si la presión se ejerce en sus costados”.

Fueron varios los aprendizajes de Nevada, de los que destacan, entre otros, los siguientes: que
los animales son o cazadores o presas, es decir, luchan o prefieren huir. El hombre es cazador,
por lo que el caballo huye. Aprendió también que los caballos tienen un lenguaje silencioso, al
que denominó “Equus”. La mirada, la posición del cuerpo y la dirección de sus movimientos son
los elementos fundamentales del “Equus”. El acto de rechazar al caballo provoca la atracción
y necesidad de negociación para ser nuevamente aceptado. Monty comprendió asimismo que

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la comprensión de las secuencias de las señales y reacciones le permitiría implementar este
conocimiento.

“Le robé la alegría y lo presioné para conseguir mis metas, o lo que yo consideraba la
excelencia, sin tener en cuenta sus sentimientos. No funcionó”.

A su vuelta, articuló un sistema basado en lo que vio en el campo y lo demostró con éxito ante un
amigo de su padre con la esperanza de que intercediera por él, pero recibió el mismo desdén y
trato hostil, lo que provocó que no volviera a comentar su método con nadie hasta mucho tiempo
después.

Experiencias de crecimiento

Monty continuó entrenando secretamente con su método a cientos de caballos. Competía y


daba cursillos, con lo que ganaba mucho dinero, aunque nunca lo tuvo en sus manos, ya que
era administrado por su padre. En la adolescencia se dio cuenta de que, de niño, nunca tuvo
juguetes, porque su vida eran los caballos, la disciplina y el trabajo. Sabía que había desarrollado
un método eficaz de doma y a los diecisiete años quiso independizarse. Una noche hablaba
con su madre sobre su conocimiento ecuestre sin saber que su padre lo escuchaba. El padre lo
golpeó, enfurecido. Esto desembocó en una negociación difícil, impulsada por su madre, para que
comenzara su independencia.

“Si le damos al caballo libertad para investigar antes de ponerle en orden, escuchará y
responderá mucho mejor que un caballo forzado a la sumisión”.

Por ese entonces, conoció y se hizo novio de quien sigue siendo su esposa y juntos continuaron
su aventura. A los 20 años recibió el encargo de aleccionar a una joven promesa del cine que se
preparaba para protagonizar una cinta ambientada en su ciudad natal: Al Este del Paraíso. Así
es como la pareja conoció a James Dean, con quien forjaron una buena amistad. Dean planeaba
tener un rancho y quería que los Roberts lo administraran, lo que les hubiera dado un buen
trabajo de por vida, pero sus planes se frustraron por el accidente que le quitó la vida al actor.

“Siempre que ella actuaba como si no quisiera estar conmigo, la expulsaba de mi lado
deliberadamente y caminaba tras ella unos tres o cinco kilómetros”.

Sus primeros años no fueron fáciles. Sin embargo, su talento y disciplina permitieron a Monty
obtener una beca en la universidad politécnica. En un examen físico, los médicos detectaron que
sufría daltonismo: no veía los colores, pero la percepción de movimiento, sus visiones a distancia
y nocturna, eran excelentes. Monty se dio cuenta de que el no ver los colores le ayudaba de alguna
manera a hacer lo que hacía: percibir el sutil lenguaje equino. En la universidad eligió estudiar
materias que le permitirían realizar sus proyectos con más eficacia: ciencias biológicas, animales y
agroeconómicas, ya que su interés estaba en la crianza y entrenamiento de caballos pura sangre de
carreras, aunque siempre hubiera trabajado en los circuitos del rodeo.

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“La unión me dice que ella confía en mí. Y con los caballos, es casi como decir que se está
ofreciendo a colaborar conmigo todo lo que pueda”.

Teniendo que mantener a sus tres hijos y sus propios caballos, además de seguir estudiando,
el dinero no era suficiente. Eso lo llevó a trabajar por un tiempo con el entrenador más famoso
del país, reconocido como hombre duro, quien lo trató como a cualquier mozo y lo explotó
sin pagarle un céntimo. Sin embargo, al final, le ofreció un valioso consejo: ser honesto con
sus clientes aunque los disguste. Seguir su consejo hizo que perdiera los pocos caballos que
entrenaba en ese momento, pero a la vez provocó que se le abrieran las puertas como un respetado
entrenador profesional, actividad que paulatinamente lo llevó a especializarse en el trato de
caballos problemáticos.

Construir para destruir

A los 31 años comenzó a entrenar algunos ejemplares de un hombre adinerado, quien pronto le
ofreció asociarse con él en la crianza de caballos pura sangre para carreras en instalaciones de
primer nivel. Pareció entonces que su sueño se haría por fin realidad. El inversionista compró
una buena extensión de tierra en un valle y Monty fue el encargado de diseñar y construir todas
las instalaciones. Para ello, aparte de valerse de sus propios conocimientos, visitó las mejores
instalaciones en Europa, Oceanía y Sudamérica, tomando nota de todo lo que pudiera servirle. Sin
embargo, surgieron problemas por la personalidad del inversionista, ya que padecía un trastorno
bipolar.

“La falta de comunicación entre el hombre y el caballo ha tenido como consecuencia una
historia marcada por la crueldad y el abuso”.

Tras ciertos arreglos y negociaciones –que incluyeron hablar con su siquiatra– y después
de dos años de preparativos, se logró crear la empresa con el equipamiento adecuado para
el funcionamiento de excelencia de instalaciones, caballos y personal. El proyecto operó
perfectamente durante seis años bajo su gestión, logrando un gran prestigio internacional.

“Quiero que se convenza de que un caballo no hace nada mal, y que cualquier cosa que
hace, lo hace influido por nosotros”.

Al término de esos seis años, la enfermedad de su socio llegó al punto en el que decidió terminar
con esa bonanza. Acompañado por su abogado, le informó la decisión de vender la empresa y,
además, le ordenó matar a los mejores caballos. Matar a los caballos es algo que Monty nunca
haría, por lo que decidió venderlos y sacarlos de ahí limpiamente, ya que el dinero que obtuvo por
la venta lo ingresó en la caja de la empresa.

“Si actúas como si sólo dispusieses de 15 minutos, la tarea te llevará todo el día. Si actúas
como si tuvieses todo el día, te llevará sólo 15 minutos”.

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Sin embargo, meses después, fue víctima de una acusación falsa de robo. Entonces, Monty cayó en
cuenta de algo que el siquiatra de su exsocio le había dicho años antes: su socio podía demostrar
un gran entusiasmo e interés en construir algo, pero disfrutaba más cuando lo destruía, y eso era
lo que estaba sucediendo. Monty salió con su familia y sus caballos de la casa que había diseñado
y levantado desde sus cimientos y desde donde dirigía la empresa, para refugiarse en el rancho de
un amigo. Sentía que había llegado a la cúspide para después caer estrepitosamente. No obstante,
después de un largo litigio, fue exonerado e incluso logró recuperar la empresa, ahora como dueño
único.

Monty siguió buscando aprender de manera continua. Cada caballo que trataba, especialmente si
era difícil, le enseñaba algo o le reafirmaba sus conocimientos. Su apertura a lo nuevo y sorpresivo
le permitió comenzar a comunicarse con miembros de una manada de ciervos que vivían en su
terreno. Lo inició como un experimento, logrando domesticarlos, pero quiso mantener siempre un
límite para que no perdieran su naturaleza del todo silvestre. Trabajar con otro tipo de animales
le llevó a comprender que su lenguaje era el mismo, pero el proceso de “unión” con los ciervos
era más lento, con lo que percibió detalles que con los veloces caballos se le habían escapado. Su
perfeccionamiento se iba puliendo cada vez más.

Después de tantos años de exponer su cuerpo a actividades que impactan la columna vertebral,
al sufrir una caída a los 47 años, debió pasar por una cirugía de las vértebras lumbares. Su madre
murió y su padre falleció un par de meses después. En la última de las pocas visitas al rancho de
su hijo, el padre continuó sin aceptar sus logros, pero su rechazo ya no tenía importancia. Monty
creía totalmente en lo que hacía y además tuvo una experiencia que le transformó la vida: la reina
de Inglaterra le invitó a Windsor para verlo trabajar, y se impresionó tanto con los resultados, que
le sugirió difundir su metodología.

La reina, quien es reconocida por su afecto a los caballos, lo validó ante un mundo escéptico, lo
que le impulsó a compartir sus conocimientos y hasta dejarse ver mientras domaba, algo que
nunca había permitido, dadas las reacciones adversas que había experimentado en el pasado.
Todos los obstáculos y dificultades que atravesó en su vida solo fortalecieron su espíritu y por fin
fue reconocido su valioso método, que libra a los caballos del dolor y la crueldad innecesarios en el
proceso de doma.

Cualquiera puede hacerlo

Para implementar esta técnica es necesario crear confianza entre el entrenador y el caballo, para
que el animal aprenda lo que se le pide: aceptar la montura y al jinete. Bajo ninguna circunstancia
debe provocarse dolor de ningún tipo, ya que el sistema desarrollado por Monty no obliga al
caballo a colaborar, sino que le invita a cooperar de manera voluntaria.

Utilizar la técnica de “Avance y Retroceso” –es decir, el rechazo que resulta en atracción y que
funciona con cualquier animal, incluido el ser humano– hace que al final se logre la “unión” con el

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entrenador. No hay que olvidar que siempre hay que ser paciente y estar en calma, y si las cosas no
suceden al primer intento, repetirlas tranquilamente y con paciencia.

Sobre el autor
Monty Roberts es un reconocido entrenador de caballos norteamericano. Desarrolló un método
innovador para comunicarse con los equinos y ha escrito varios libros sobre el tema.

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Este resumen solo puede ser leído por Segundo Gonzales Chamay (segundo.gonzales@gym.com.pe)
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