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Quisiera volver a ver la casa donde vivieron mis abuelos

El año pasado, en la casa de los hijos de Josefina y Marco Fidel, conocimos a Clemencia, una de las
hijas de Margot y Marino que está recién radicada en Medellín; también estaba ese día en la
reunión familiar, Amparito, una de las hijas de Gonzalo y Nila, a quién habíamos conocido de niña,
y siempre que nos encontramos con ella, hablamos de esos días de infancia tan divertidos. Margot
y Nila vivieron de casadas en Bogotá, con sus familias, pero venían a visitar todos los años a la
hermana mayor, Josefina, “Finita”, que vivió casi siempre, con su esposo e hijos en Marinilla; esta
vez, propusimos que algún día vinieran a visitarnos y a recorrer las calles del barrio Laureles para
seguir recordando esos tiempos.

Meses después, cuando inauguramos la Exposición “A la orilla del relato” en nuestra galería, los
invitamos a todos ellos; Clemencia, Ramiro, Dora María y María Elena, la mujer de Horacio, nos
acompañaron; y nos contaron que Amparito vendría en los días siguientes; como a las dos
semanas llegaron Clemencia y Amparito; y Amparito dijo que quería volver a ver la casa donde
vivieron sus abuelos, pero que ella no tenía la dirección ni sabía cómo llegar.

Entonces recordé la temporada en que nos visitaron, cuando vivíamos en la casa de Laureles, la
de la calle 37, diagonal a Telsa, fueron varios días, y por las tardes íbamos en caminada a llevarlos
hasta la casa de Tista y Matilde; si mi memoria no me falla, eran Amparito, Cristina y Raúl, pues los
otros hijos de Nila o estaban muy pequeñitos o no habían nacido; así que les propuse que
fuéramos hasta la casa de Telsa, que todavía existe, y que siguiéramos el recorrido que yo
recordaba para ver si así encontrábamos la casa de los abuelitos de Amarito; y así hicimos.

Fuimos en el carro con Juan Y Maria, salimos de la carrera 76 con la 33 A, donde ahora vivimos,
por toda la 76 hasta el Parque Laureles (hoy llamado segundo parque) le dimos la vuelta a la
glorieta tomando la 74 en dirección a la calle 35; Mária, hizo parar el carro señalando una casa
blanca, a mano derecha, en la segunda cuadra después del parque; tiene paredes blancas, balcón y
ventanas en madera pintadas de color café oscuro, de un estilo colonial moderno, muy linda, pero
Amparito no la reconoció; así que continuamos, tomando la siguiente carrera, a mano derecha por
una cuadra al norte, y después la calle 37 en dirección occidente; cruzamos la carrera 79 y
parqueamos en la mitad de la cuadra a la izquierda.

Cuando Amparito vio la casa, recordó la noche de un día de las velitas en que estábamos las dos
familias afuera de la casa, viendo a los papás quemaban pólvora.

Juan, le dio reversa al carro para volver a tomar la carrera 79 en dirección sur, o sea, por la primera
esquina, a la derecha, y avanzamos varias cuadras hasta el cruce con la calle 35; pasamos por
donde quedaba la casa de la familia Restrepo Mejía, don Roberto y Doña Amparo, de una planta,
que tenía las puertas y ventanas en madera, pintadas de color gris, con herrajes negros, y
candelabros arbustos florecidos sobre el antejardín encementado al frente y al lado, porque era
casa de esquina, con entrada por la carrera 79; ahora queda ahí el edificio “ “.
En la esquina suroriental del cruce de la carrera 79 con la calle 35, estaba hace muchos años, el
granero El Jardín; sobre la pared revocada de cemento y pintada de rosado, encima de la entrada,
se veía el letrero en cursivas gruesas y color azul; a lado y lado delineaban la entrada muros del
mismo color, el tamaño de la entrada era como el de un garaje sencillo; no sabría decir de qué
color era la puerta porque siempre lo vi abierto. Allí iba Jaime Alonso, nuestro hermano mayor a
comprar las papeletas de ácido tartárico y de anilina en polvo, que mezclábamos con azúcar para
preparar el minisicuí, y empacábamos en cucuruchos de hojas de cuaderno escolar; otra cosa que
comprábamos ahí era unas pastillitas grises, que también venían en papeleta, del tamaño de los
chicles miniatura, y se llamaban “Sensen”; comprar esto era una pilatuna porque era algo que
dizque usaban los borrachos para ocultar el aliento del alcohol; creo que también Jaime Alonso y
Luis compraban las tiras de totes azules. Hace mucho tiempo que el granero Jardín fue trasladado
de éste sitio a otro, no muy lejos, a la carrera 80 con calle 34, pero hace unos años que ya dejó de
existir, a la muerte del señor Cárdenas, su dueño de toda la vida. La gente le decía “tienda sucia” o
“tienda mugre”. En donde quedaba primero, en la calle 35, hoy están levantando un edificio de
armazón metálica no muy alta, según parece.

Tomamos por la calle 35 en dirección hacia la iglesia Santa Teresita; a mí me pareció que después
del hotel que hay hoy, esa primera casa, que se conserva tal cual, solo que pintada de café en
lugar del verde de la época, les dije, ¡esta era la casa de Tista y Matilde!; pero Amparito tampoco
la reconoció; así que continuamos desplazándonos despacio en el carro y a las dos casas
siguientes, dijo Amparito, ésta era la casa de mis abuelos, entonces juan paro el carro y se
parqueó.

Estábamos muy contentos de haberla encontrado pero sobre todo Amparito que inmediatamente
empezó a tomarle fotos; en esas, salió una señora mal encarada, a paseare el perro, y le pedimos
que nos dejara asomar hacia adentro de la casa, solo desde la puerta, pero ella muy huraña, se
opuso.

A los días, Amparito, nos hizo llegar las fotos que tomó.

La casa de los abuelos de amparito se conserva y parece que con máximo cuidado, pues tiene una
reforma, de un apartamento, en la parte izquierda de la fachada, donde hay una puerta que
conserva la línea arquitectónica, en cuanto al tamaño, forma y color. Entre ésta puerta y la puerta
de entrada hay una ventana; La puerta principal queda en casi la mitad de la fachada, al lado de la
puerta del garaje, ambas puertas haciendo hueco hacia adentro, o sea que la fachada no es plana
sino que tiene esta entrada para la puerta principal y el garaje; frente la puerta principal se forma
un pequeño zaguán en ángulo recto.

En el segundo piso se ve el balcón, sobre el garaje y puertas blancas que dan al balcón desde las
dos habitaciones, una de frente y otra de lado; detrás del balcón se ve una ventana y al otro lado
dos ventanas.

El primer nivel tiene un zócalo en piedra verde sobrepuesta en lajas, igual que el balcón, y el fondo
de la fachada es pintado de blanco.
La puerta del garaje es remodelada pintada de negro.

La casa que yo señalé primero, correspondía en esos años de nuestra infancia, a la de la familia del
doctor Bustamante, médico, creo recordar que la señora era chilena, él era amigo de mi papá; sus
hijos Raúl y Anita, eran amigos de nosotros e incluso una vez fuimos a la finca de ellos; Luis era
amigo de Raúl y Mária y yo éramos amigas de Anita. Es la casa de la palma alta, al lado del hotel; y
ahora recientemente le han sembrado una fila de cipreses que están a penas de unos 80
centímetros (julio 14 de 2017).

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