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\rI

T-l I cielo es una gran bolsa de agua que encierra macizos de


H montaflas y podredumbre, ho:u* y semillas descompuestas
-Ll abrazan huesos que no LIegar1n a blanquearse jamâs y se
irântrabando en las enormes raices de los molles, rompiéndose de
a poco hasta ahogarse en esa materia amnidtica sin limites y sin
forma.
El sefror camina tranquilo por calles que han perdido su antiguo
nombre y se detiene para lustrar sus zapatos. El viejo de manos
torcidas saca del cajdn los cepillos y los agita mientras, râpido, un
niflo se acerca y estira la mano pedigûefla. Un coche deportivo se
detiene en la esquina, bajan dos hombres y una mujer con el pelo
teflido, toman helados a grandes sorbos y disfrutan de la paz que
rueda sobre el empedrado barrido paru ellos, mientras varios
pares de ojos desean su lugar y el sabor del chocolate frio, que
chorrea por la carade la mujer que rfe con voz aguda. Los dueflos
descansan bajo leireros luminosos que anuncian productos
ultramarinos en colores plâsticos, y el camarero, solicito, vuelve a
llenar los vasos de alcohol con hielos que se derriten râpidos como
si alguna prisa extrafla turbara cada gêsto, sin saber adonde van ni
para qué, muchachos y muchachas pasan confundidos en una
siniestra agitaciôn que huele a alcantarillas tapadas. Huele a
podrido casi siempre, el olor se pega en la piel y en las paredes,
desde el amanecer se cuela en las casas, sube cada dia en el vapor,
aunque la ciudad se esfuerzapor permanecer sôlida, sus ladrillos
carcomidos expulsan desde muy adentro costras verdosas
râpidamente pintadas, modernos materiales importados para

c.u) 63 c-U)
tapar las caries de una enorrne boca vieja y callada. Atrâs, perdida
en la noche, aguarda la selva. Estâ herida. Donde antes habia
poblaciones ahorahay huecos quemados con napalm. Lugares de
indios y negros; ellos ensuciaban el paisaje que por fin se ha
dedicado a la explotacidn turistica. Los guîas explican orgullosos
que ya no hay olor a bagazo,por fin el olor a muerte se ha quedado
con todo.

Todav(a recuerdo aquel tiempo en que decidiste ser también


oscura y te tefliste el pelo. Con el sol tropical la tintura casera se
mezcl1 con el sudor y te dejô Ia cara llena de manchas. Caber
nunca fue fâcil y las fronteras que intentamos desconocer se
fueron imponiendo a 1o largo y ancho de esta tiena, cada dia mâs
sangrientas y abismales.
*r*****
Releo tu cuaderno y trece aflos después encuentro el mismo
tema
2.5.76
Laotra
Lâ nociôn de ser otra nunca viene de mi misma. No es fâcil
mantener la distancia para verse y una se suefia todas. Pero hoy,
al subir al autobris, que aqui se llama Delfin, una mujer india se
ha levantado de su asiento y me ha dicho: <Siéntese gûerita.>
No acepté y se lo agradeci,pero me dio muchavergienza.
Estos dias han sido como espejos, ser otra es una tarea que
agota. Ser gûera en México es andar llevândome como un peso,
la frontera es enormey da mucha tristeza.

c,o) 64 C-o)
4.3.76
Saturno
Es cierto que el tiempo devora a sus hijos, pero eso no me hace
tanto daflo como la inmediatezroyendo mis huesos. No logro
hacer nada para mi misma, trabajo para'sobrevivir, como un
mosquito frente a la luz, giro y giro todo el dia hasta
estrellarme.

7.3.76
Novedades
EI desamor irrumpe y se instala en tu costado. Es un dolor
apenas perceptible pero que contamina todos tus actos. Dejas
de sonreir, dejas de ver los detalles y como no hay mâs que
pequeflas cosas, lo que te rodea desaparece sirbitamente y te
qued4s sola.

t5.3.76
Un sueffo
Salté y me detuve. Senti un gran temblor en la planta de los pies
cuando el hacha golpeô Ia palmera y volviô a golpearla hasta
que la isla empez6 aescorarynaufrag6.

24.4.76
Esas sâbanas blancas agitadas por el viento traen ecos de
lejanas batallas. ;Por qué no me sostienes, amor, ahora que la
tierra estâvaciayla intemperie cubre las maflanas?

27.4.76
Acaso s6lo hemos hablado siempre paraun sordo en un cuarto
lleno de ecos.
2.s.76
Pretenden el suceso como sucedâneo y su bondad apesta.

c,u) 6s c0)
c,u) 66 Ct)
Cinta N.o 5
(Tucunnén, Ana Maria en la confiteria El Buen Gusto, diciembre
de 1 989)

\., Jo es fâcil llegar a ser alguien en este lugar, son pocas las
| \ oportunidades y hay que estar muy alerta para no
J- \ desaprovecharlas. Depende del talento de cada quien
tener éxito o no tenerlo, hay que estar dispuesta a luchar y saber lo
que se quiere. Me imagino que en todas partes serâ igual, aunque
yo jamâs cambiariala tranquilidad de una ciudad como ésta por
una capital o una ciudad mâs grande.

Aqui nos conocemos todos y las cosas necesarias estân al


alcance de la mano, si una es capaz de tener la suficiente ambiciôn
como para alcanzarlas. He criado a mis hijos, estân encaminados
y yo estoy conforme. No ha sido en vano el esfuerzo.

Julia y yo nos formamos en la Escuela Nacional y tuvimos las


mismas oportunidades. Terminé Derecho y
ahora enseflo
Educacidn Civica en los cursos superiores. Mis hijas han ido al
mismo colegio, es una alegrîa la continuidad, la vida familiar se
va llenando de cosas sanas. Siempre fue una escuela muy
especial, con los mismos profesores que mâs tarde nos
encontrâbamos en la facultad, tenîa biblioteca priblica y un
método de enseflanza avanzado, democrâtico, hasta disponiamos
de un mural para intercambiar opiniones. Evidentemente se han
cambiado los contenidos, no se permite cualquier tipo de
intervencidn, estamos en una etapamâs profesional, mâs prâctica,
mâs moderna si se quiere.

En nuestro tiempo el mural estaba siempre lleno de temas


econdmicos, polîticos, literarios, eue el centro de estudiantes se
encargaba de publicar. Julia es un ejemplo tipico de lo que la falsa

c,a) 67 c.o)
idea de libertad produce en la juventud, ella llegd a apropiarse del
mural y no hacîamâs que escribir asuntos que al alumnado no le
interesaban para nada. Durante el <<Proceso>>, nos fuimos dando
cuenta del daflo que esa faltade orden temâtico producia, y ahora
da gusto ver la calidad y la claridad con que se escribe, cadaquien
puede también anunciar su boda, sus viajes, es mâs efectivo como
soporte parala crdnica social, temas con los que todo el mundo se
siente identificado. La vida cotidiana es muy importante.
Todo lo demâs sigue igual, el San Antonio, con su copa de mâs
de quinientos aflos bajo la que siempre se han celebrado las fiestas
y los conciertos, las tortugas paseando por el jardtn,los pequeflos
pâjaros. Por suet'te han cambiado de lugar la comisaria que estaba
a la vuelta, porque siempre se descolgaban al patio los presos que
hufan de los calabozos, saltaban de la copa del ârbol y salian
corriendo por la puerta. Y eso en un colegio de sefroritas creaba
muy mal ambiente.
Esta foto la sac6 Julia, creo que estâbamos en octavo, cuando
todavia éramos amigas; después ella se fue apartando de mi y se
acercô mucho mâs a Ana, que también optô por humanidades. En
esa épocayaerainsoportable, creiaque el solo hecho de ir al taller
de dibujo de desnudo después de clase le daba derecho a sentirse
mayor, siendo la menor de la clase. Salia corriendo antes de que
terminara de sonar la campana para llegar a la escuela de artes, y a
veces traîa los dibujos al carb6n para mostrarlos y mentir que no
eran los rinicos hombres desnudos que habiavisto. Le encantaba
inventar historias, llamar la atencidn.
Al punto que quiso convencernos de que ser virgenes era una
vergûenza, nos acusaba de negociar con nuestro cue{po el
matrimonio, lo que ella llamaba contratos deshonestos, mientras
aseguraba que ella ya no lo era. Nunca le creî.

**n*tr*
Yo conocia bien a su familia, vivïamos en la misma calle, por
eso sé que de ese entorno surgieron gran parte de sus problemas.

c0) 68 c0)
Pocos normales hay en esa casa. Antes 1o intuia, ahora 1o digo
como profesional y creo que son cosas evidentes. Una lâstima.
Estas fotos las hizo con una câmara de plâstico que le habia
regalado su abuela Aida, la fotdgrafa, Ia que siempre tuvo la
ôpticade la calle San Martin,Iaprimera que se abri6 en Tucumân.
Esa mujer, la abuela Aida, tuvo una influencia definitiva en su
vida, Julia la adoraba y pasaba largas temporadas en su casa.
La recuerdo pequefra y delgada, con el pelo corto y siempre
vestida de negro, caminaba muy râpido y hablaba con un acento
gracioso, porque era rumana.Le encantaba contarnos su infancia
en el feudo del conde Drâcul a, cereade los Cârpatos , deciaque se
habia salvado de muchas matanzas en las que habian ido
muriendo casi todos sus familiares, pero no estaba acongoj ada, al,
contrario, se re(a a carcajadas y a mî me producîa un miedo
terrible, pero Julia le pedia siempre que nos contara otra vez las
mismas historias. Solia verlas juntas pintando fotos con una caja
enorrne de acuarelas y pinceles de dos pelos, en la mesa del patio
de esa casa llena de muebles extraflos y plantas.

Por eso digo que Julia no podfa ser norrnal,la familia no dejô
que ella creciera a un ritmo adecuado. Casi todas nosotras nos
quedamos en Tucumân, terminamos nuestras carreras, nos
casamos, fuimos haciendo una vida mâs o menos ordenada,
seguimos viéndonos de vez en cuando, en fin, lo que todo el
mundo hace.
Julia siempre estuvo metida con gente rnayor, copiando cosas
que no iban paîanada con su edad; hablaba de sexo, de religidn, de
politica y claro eso hacia que los chicos con los que empezâbamos
a salir se asustaran. Le tomaban el pelo. Dejô de venir con
nosotras los domingos al cine y a tomar el chocolate con churros.
Nos fuimos poniendo de novias, en plan mâs serio, yo, desde
entonces con el que ahora es mi marido. Justificaba su ausencia
diciendo que los domingos se iba a la finca de Tafi con su abuelo
para tomar aire y pintar paisajes, pero yo sé que en cierta forma
nos envidiaba y se sentia aislada.

c,u) 6e c-o)
En la tienda de fotografîade su abuela se encargaba de cambiar
los decorados y los telones pintados que se usaban de fondo,
mientras la vieja se metia bajo el pafio negro de una mâquina
ononne de madera con ruedas.
Yo hice mis fotos de comunidn allf, todavia recuerdo los telones
con paisajes pintados, te daban a elegir entre el lago con cisnes, el
camino de âlamos, las montafras con cataratas, las rosaledas en el
parque. Habia una banqueta de terciopelo adelante para sentarse y
muchas lâmpnas. Julia no hizo la comunidn, debiô de haberse
sentido mal la pobre, viéndonos a nosotras y ayudando con los
trajes y los peinados. Son cosas que marcan, no cabe duda,
traumas de infancia; deciaque no le importùa, que era atea y que
Dios no existfa. Es 16gico, en su casa no tenian las mismas
costumbres que en las nuestras, pero 1o raro era que les daba 1o
mismo. Celebraban la Navidad y el aflo nuevo en diciembre,
como todo el mundo, y después volvîan a celebrarlo. Todo dos
veces. Julia deciaque eso era una suerte, amime parecid siempre,
y 1o repito, la ceremonia de la confusiôn, o se es catdlico, o se es
judio. Para peor, ella decîa que ni 1o uno ni 1o otro porque sus
padres eran ateos, como ella.

Como madre y como profesional sé muy bien que es


fundamental para los niflos darles un orden claro, no tantas cosas
mçzcladas; primero afianzarlos y enseflarles a respetar a sus
mayores. Los limites son fundamentales.
En esta ciudad, que siempre fue un paraiso para los que
estâbamos dispuestos avivir erlpaz,el asunto de Julia se comentô
mucho, pero la gente no querfa meterse ni opinar nada, tratâbamos
de olvidar los malos tragos. Fue un pequeflo grupo con ideas
importadas del extranjero el que sembrô el caos y termin6
montando una guerrilla en las montaflas. Tomaban los pueblos,
desfilaban, asaltaban camiones de leche y de alimentos para
repartirlos entre esa cantidad de vagos que viven en el campo sin
educaciôn; jugaban a Robin Hood, eîvez de enseflarles atrabajar,
que es lo que no quieren hacer. Nunca pensé que Julia pudiera
terminar cayendo tan bajo.

c,u) 70 c0)
En la facultad cambiaba de novio como de zapatos, estaba
permanentemente enamo rada. Llegaba cada semana embarcada
en una historia distinta, con gente mucho mayor. Una vez me
invit6 a ir con ella y sus amigos a un bar en el Barrio Bajo; habîa
una orquesta de ciegos y se bailab atango,daba miedo el ambiente
de putas y mafiosos pero ella les hablaba como si los conociera
desde siempre. Se ofendid mucho cuando le dije que me iba, que
no soportabatantamugre, y desde entonces no salimos nunca mâs
juntas.
Se habia transformado en una especialista en discursos
trasnochados, pasaba mucho tiempo en el centro de estudiantes,
repartia periddicos y panfletos, como si las discusiones fueran
mâs importantes que la carrera. En ese tiempo ya apenas si nos
saludâbamos, cada una habia elegido su camino, ni siquiera fui a
verla aflos mâs tarde a la cârceI, no quise comprometerme con
cosas con las que nadie podia estar de acuerdo, y aquf todo se sabe.
Ninguna de las antiguas compafleras fue a visitarla, no debe de
haberlo pasado muy bien la pobre.
A la luz de los hechos, era imposible no rechazar de plano todo
lo que ellos hacian; en un momento la gente tomô partido, nadie
queria verse envuelto en esa espiral de violencia que fueron
creando. Para peor, mi marido es médico militar, yo no podia ni
mencionar a Julia en su presencia, y aunque la abuela Aida vino
muchas veces a pedirme que hiciera algo por Julia, no estaba en
mis manos arries garlacarrera de mi esposo. La pobre mujer iba y
venfa a todos los despachos, pero no consiguid nada.
Aida era muy fuerte, tanto que cuando la atropellô el coche a los
92 afios saltô sobre el capd y rompiô los cristales con el golpe,
pero no muri6 sino mâs tarde, por la infeccidn. Era muy dificil
para mi decirle que no podia ayudarla, pero las cartas estaban
echadas desde el comienzo.

Yo fui a su entierro, Julia ya no estaba aqui.


A veces, ahora que han vuelto las cosas a una cierta normalidad

c,u) 7r c0)
me da pena, pero ya es tarde y no hay lugar para arrepentirse de
nada. Nos resta comprender y aceptar los effores de ambos
bandos, y rogar para que nos dejen vivir enpaz.

c0) 72 (-U)
\rII

ffIicumân, Yacumân, Tucumân, quiere decir <<hasta aqui


I llega>>, o <aqu( termina> en aymara. Y después de cada
L borramiento, vuelve a empezar.
Asi son las enormes tormentas de verano, esas que deshacen el
mundo y lo arrastran por los desagûes a los rios caudalosos para
perderse aniba,y caer una y otravez.
El cielo se pone muy oscuro, como si pesara y estuviera a punto
de derrumbarse. Era el momento en que nosotros saliamos a la
calle a esperar el agua que llegab a a râfagas y nos cubrfa pronto
hasta las rodillas, mientras lanzâbamos anavegar nuestros barcos
de papel de diario cargados con ramas y flores de lantana.
Naufragaban râpido en medio de la corriente.
Algunos conseguîan llegar hasta la esquina y doblar calle abajo,
donde los perdiamos de vista, tragados por los sumideros del
agua, que nunca alcanzaron para impedir que la ciudad se
inundara varias veces a 1o largo del verano. En <El alto de las
lechuzas> llega hasta los cuatro metros y la gente aprovecha para
tirarse del puente del ferrocarril que cruza la avenida y nadar un
poco, antes de quebaje el agua.
Son diluvios, estados de felicidad absoluta, la tierra huele a
madera y después parece nueva. Sale el sol y el vapor va
colândose por los zaguanes, pasa debajo de las puertas, anida en
las paredes, forma manchas que cambian con cada tormenta. A
veces hay dos caballos, y a veces dos caballos y un leôn.

c,o) 73 c-O)
El le6n ha nacido después de la riltima tormenta; lo hemos ido
viendo aparecer en la pared del sal6n a 1o largo de dias de
conversaciôn y mrisica.
Han pasado tres aflos desde que me pediste prestada la bicicleta
con caffo y manubrio hacia abajo, no como la tuya, me dijiste, que
era mâs pequefla y de chica. Tres affos de calles y de tormentas, y
hoy, ya con quince, te ha dado por bailar mûsica de tambores cada
vez que vamos a tu casa.
No me importa que bailes cuando estamos solos. Yo no
importo. Pero cuando vienen Marcelo, Jesûs, Alonso, de verdad
me siento bastante mal. No es 1o mismo, no te puedo mirar igual.
Ellos miran de otra manera y vos no 1o ves, seguis saltando con
esos pantalones de lona y descalza. Es cierto que desde que te has
pelado no pareces una chica, pero cuando bailas sola no puedo
aguantarlo; 6es que no te das cuenta?
Antes pasâbamos mucho mâs tiempo solos, en el fondo del
jardîn, en los cuartos donde habfas armado el taller y 1o que ahora
llamas el <<observatorio natural>>, con todos tus insectos, las
piedras recogidas y alineadas, las fgneas, metamôrficas y
sedimentarias, las plantas secândose en los herbarios.
Recuerdo la alegrfa que te dio cuando mi madre te trajo de Cuba
la <oreja de mar>; creo que descubrimos al mismo tiempo a Fidel
y las algas enormes de esos mares. Y pensamos que donde crecian
esas algas con venas violetas debfan de estar pasando cosas
fantâsticas, como decîa mi madre, que fue una de las primeras
mujeres invitadas al congreso por la igualdad de derechos de la
mujer en La Habana.
<Aqui pensaban seguir, cobrando el ciento por ciento, y el
pobre que en su desgracia se acabara de morir. Pero llegd Fidel y
mandd parar, se acabô la discusidn, lleg6 el comandante y mandd
parar...>> cantaba Carlitos Puebla, y nos poniamos a bailar como
resortes impulsados porun aire caliente.

c0) 74 c-O)
eQué mâs podiahacer por vos? lNo me vefas? Me colgaba de la
reja de tu casa, esperândote los dias que faltabas a clase de teatro.
Te queria mâs que a tu revoluciôn.

Fue el tiempo de Horco Molle, subiamos por el camino angosto


para rodar hacia abajo. Tus pezones se ponfan duros bajo la
camiseta alrczarnos y al tocarnos, temblâbamos.
ibamos hasta la casa abandon ada paru encontrar las vfas del
funicular que cruzael precipicio; abajo, treinta o cuarenta metros
de vacio inmenso. Yo los cruzaba de pie, de durmiente en
durmiente, para impresionarte. Vos tenias vértigo y te acostabas
sobre ellos patacrrrzar,como un animal asustado.

Lo descubrimos cuando empezl aquella tormenta feroz.


Estabas estirada sobre las vias cruzando cuando el agua del rîo
empezô a crecer y a arrastrar las piedras enormes desde 1o alto;
retrocedi y me acosté frente a vos, y nos dimos las manos sobre el
precipicio. Las piedras hacian eco en el estômâgo, retumbando,
sacudiendo toda la montafla; nos quedamos tendidos asi hasta que
terminô de temblar y pasô la tormenta.
Fuimos a la casa abandonada, llena de botellas vacfas y papeles
tirados entre los restos de madera y aquel extraflo perro
embalsamado en el rincdn. Mojados, nos desnudamos y nos
abrazamos, tocândonos lentamente, besândonos las caras, las
espaldas, rodamos sobre el suelo, pero yo no podfa mantener mi
verga entre tus piernas, se me aflojaba, me desarmaba y nos
refamos como locos, besândonos abrazados.
Talvez eso sea el amor, piel, el estar
esa respuesta global de la
agarrados de las manos sobre el vacio bajo el agua mientras las
montaflas se mueven.
Pasamos el verano asi, abtazados; vos tampoco sabfas cdmo
hacerlo, te refas y suspirabas apretândote contra mi pecho y
diciendo que te gustaba.

c0) 7s c0)
Cuando empez1 el otoflo, yo me inicié con Débora y vos con
Alonso, pero no fue igual.
Cuando volvimos a subir, no hubo tormenta, rodamos en el
pasto y nos dormimos pegadoS, yo dentro de ti, toda la noche a la
intemperie. No me importd cômo lo habias aprendido ni si Alonso
eru diez aflos mayor que yo. Vos me bastabas, aunque no volviera
averte, me bastabas.
No creas que no te he buscado. Te sigo buscando; te he
mandado cartas que no sé si te han llegado. Es como una apuesta,
marcas que con elbrazo muy en alto le haces al coruz6n y el muy
terco no olvida mâs.
Desde que te fuiste, yo sigo perdiendo el tiempo, lumpenizado,
como decian tus amigos. Trabajo en el museo, gano para vivir y
comerno todos los dîas de eso. Y escribo, siempre te escribo.
No me han hecho casi nada, pasé tres meses dentro y tengo un
timpano mal, pero me soltaron. Han sido aflos de ausencia, como
de anestesia y desmemoria. El terror nos tomd por dentro, uno a
uno; apenas respirarentre los que iban muriendo, desapareciendo,
ese eufemismo con el que taparon todos los crimenes de la gran
mâquina.
Larga sequfa. De verdad no hago nada mâs que extraflarte. No
he podido volver a las vias, es como si en estos aflos no hubiera
habido ninguna tormenta de verano.

c,o) 76 c-U)
YIU

esde los ganchos del carro las v(sceras cuelgan formando


cortinas rojas. Bofes, higados, estdmagos, tripas,
corazones se balancean entre la sombra y el sol al paso
del viejo caballo percherdn, y el olor se vamezclando con el de los
jardines desordenados que saltan las paredes de las casas.
Bagazo, azahares, miel, limdn y naranja, madera de palo santo,
tierranegra, aguaestancada, hojas pudriéndose junto al orin de los
bafros cuando se ha mezclado con el cuero de las sillas, y algo
salado, fuerte, te traslada alaoscura bodega de un barco en este
lugar sin puerto, con forma de coraz6n en los mapas. Como una
bala cuadrada se hizo en el centro la plaza, en los tiempos de
Espafla, pero las rafces enormes de los ârboles siguen levantando
las piedras de las diagonales que conducen alacatedral,lacasa de
gobierno y la iglesia franciscana; inventaron al demonio para
hablar de todo 1o innombrable, pero la selva seguia creciendo,
rompiendo las lineas rectas, fundacionales.
Después llegaron el hotel, el cine, los bares y ercaféreservado a
los hombres y sus juegos de la siesta. El domin6, el ajedrez y al
fondo las mesas de billar con sus lâmparas, en un local angosto y
largo paraprotegerse del intenso calordel verano.
Ese verano de lg7-L los termdmetros marcaban mâs de 37
grados al caer la tarde. Don Isaias cruzôIaplazalentamente, como
todos los dfas, pero se sentô a esperar media hora mâs que de
costumbre para que las mesas de domind estuvieran formadas y
poder 'elegir dônde ubicarse sin tener que aguantar los
comentarios. El naranjo cargado de hojas oscuras le hizo la
sombra redonda que necesitaba.

c,u) 77 e0)
Mâs aIIâ, en sus bancos, los locos se refugiaban del calor de la
siesta. El general de turno los habia mandado a la frontera varias
veces, para limpiar la ciudad, pero ellos volvfan y ocupaban su
lugar, su casa.
Pâez con su mâscara, desnudândose y chapoteando de vez en
cuando en el agua fresca de Ia fuente, Verita explicando las
circunvalaciones del planeta, Herminia peleando con su marido
que es ese atado de diarios que siempre carga Juliân con el
impermeable largo haciendo discursos para las palomas que se
comen las itas y se baflan en la tierra. Mâs lejos, Maria Bermridez
se pinta sus seis labios, los de la boca, los de la mejilla y los del
mentôn, guarda el espejo, se alisa el vestido y se marcha; va a la
estaciôn, sube al tren que parte hacia cualquier lugar y cuando le
piden su boleto muestra un atado de cartas que lleva en el bolsillo,
y dice con sus seis labios que deberian pagarle a ella 1o mucho que
ha viajado. La bajan y regresa a su banco. Asî siempre, dîa tras dia.

En el inmenso bostezo de la siesta, el carro del achurero se va


perdiendo de vista, dejando sobre el asfalto un rastro de gotas de
sangre.
Isafas sigue alli, pensando talvez en el dfa en que llegô desde
Buenos Aires alrededor de 1920, porque, como le gustaba decir,
necesitaba esta tierray este aire. Antes de venir se habia casado
con Olga Trechk, oriunda de un pueblo cercano al suyo, a diez
kildmetros de Kiev y con los hijos jôvenes se instalaron en Tafî, a
cultivar una finca de naranjos gracias a la que mâs tarde pudieron
alquilar un local y abrir la farmacia. Desde la muerte de Olga ir al
campo ya no era 1o mismo, los rosales habian sucumbido y el
jardfn fue poco a poco devorado por la selva, no tenîa con quién
sentarse a leer en la galerîadespués del trabajo y ahora Julia, que
solia acompafl arlo, tampoco estaba.
Era fuerte derecho y delgado, los ojos
y habia envejecido
rasgados y azules engarzados en su cara triangular. Se levant6,
atraves6 el vapor que brotaba del asfalto y entrd en el café'
lentamente mirando las mesas, entre el humo de los cigarrillos y la

c,o) 78 (0)
penumbra. Se sentd con su grupo, pero enseguida se acercaron
tres o cuatro, curiosos, con ganas de bromear. Acodado en la barra
bajo el ventilador me quedé cerca, esperando que terminara su
partida de domin6.
tal lsaias, tiempo sin verlo.
-Qué
Pedro, gracias.
-Bien,
hemos enterado de la desgraci a, de verdad 1o sentimos
-Nosesta juventud
mucho, no sabe lo que hace.
Pedro, el duefro de la mueblerîa, eraun pesado, no cabiaduda de
que a esas horas de la siesta nadie podfa estar interesado en hablar
y menos en poner al viejo en la obligaciôn de contestar.

que ver, andar robando bancos, a quién lba a ocurrirsele


-Hay
semej ante cosa
-insistiô.
Isaias lo mir6 con los ojos de piedra que sabia poner y cansado
empez1 a contestarle.
sabe bastante poco de 1o que ha pasado, o sea que seria
-Usted
bueno que se informara mejor, asi podremos hablar como amigos,
envez de estar discutiendo cosas que ya conocemos todos
mientras encendia un cigarro. -dijo
no me va negar que su nieta ha estado en ese asalto,
-Hombre,
todo el mundo 1o sabe, han robado 50 millones, la prensa no
miente.
es duefro de creer lo que quiere, pero al menos
-Cadaquien
hable con coffeccidn. Eso no ha sido un robo, ninguna nieta mîa
roba, no ha sido un robo le repito, sino una expropiacidn, que es
algo completamente distinto.
Todos empezaron a reirse y el viejo miraba sin entender cuâl era
lagracia.
Isaias, yo no sé en su idioma, pero en el m(o, que es el de
-Mire
aqu(, el de la Argentina, eso se llama robar, y a mano armada.

c,o) 7e e0)
Isafas se call6 y regresd sin darse cuenta alacaray a las manos
de su padre, acariciândolo paraque no llorara en medio del olor a
ganado de la bodega en que viajaban desde Odessa a Buenos
Aires; entonces ten(a seis aflos, pero se acordaba, el olor a
encierro volvia como unarâfaga.
yo creo que nosotros tenemos pocas cosas de que
-OigaPedro,
hablar, cadaquien piensa como se le da la gana. Al final, nadie va
a obligarlo a usted a pensar.
he querido ofender, don Isaîas, pero a ver qué pasa
-Noa todos nosotros, que hemos trabajado honestamente
cuando toda
la vida, vengan los comunistas a decirnos que la tierra es de ellos y
nos quiten los negocios de toda una vida de sacrificio.

austed nadie le va a quitar nada.


-Hombre,
El aire se ponia cada vez mâs espeso, dejaban que el viejo se
cansara.
no es Rusia, que nadie se vaya a equivo car,y si eso
es-Argentina es mejor que se vayan, a ver qué pasa, que se
lo que piensan
pongan a manejar tractores aIIâ en vez de andar robando
Pedro.
-insistid
tampoco crea usted que las cosas nunca cambian. Tal
-Pero estâ equivocada, pero que aquf va a haber un cambio,
vezminieta
porque yanadie 1o aguanta, eso se ve a las claras.
eso 1o que necesitamos es mano dura, un hombre capaz
de-Por
sacar el pais adelante Vinito, el de la tienda de
alfajores, que habia estado -intervino
depositando su dinero el dfa del
asalto-. Usted ni se imagina cdmo entraron al banco, no les
temblaban las manos, apuntaron a todo el mundo y vaciaron las
cajas. Si no es porque a uno se le cay6 el bigote postizo que
llevaba, a esta hora no los hubieran podido identificar. Al menos
la policia ha hecho bien su trabajo.

de eso no puedo decir nada, Vinito, usted sabrâ.


-Yo

c,u) B0 ct)
Isa(as, usted que es un hombre honrado, toda esa
-Fijese
chusma asaltando los comercios y quemando los ingenios, para
comer gratis, no se puede tolerar.
Isaias no contestd. Andaba lejos, en aquel dia en que los
soldados se llevaron a sus hermanos mayores a la guerra ruso-
japonesa, y al poco tiempo aparecieron los cosacos a degiiello en
el pueblo y mataron a tia Eli y a la prima Sonia. Todavfa se
acordaba del olor âcido y del pecho quemado por el humo que
salîa de las casas.

lo rinico que sé es que todo cambia, nada se queda quieto


-Yo,
para siempre, aunque los hombres siempre 1o intenten. Cambia y
no nos damos cuenta porque somos ignorantes, nos olvidamos de
la histori a, aquitodoJcreèn que las cosas son asi por voluntad de
Dios o de los reyes o de quien sea. Si la gente sale a la calle y
arriesga su vida, nunca es por gusto, es porque ya no puede mâs.
Eso es lo que estâpasando.
insisto, don Isaias, usted habrâcrecido aqui, pero en este
-Le
pais las cosas no son asf; aqui hay mucho negro y mucho vago, y
hay que enderezarlos, como estân haciendo ahora los militares;
primero atrabajar, después vamos a hablar.
yo nunca me he metido en politica, no creo en ningrin
-Pedro,pero tampoco soy ciego y por eso sé que las cosas no se
gobierno,
solucionan a fuerua de llenar las calles de carros blindados y
militares.
La siesta hacia sus estragos; Isaias sorbi6 las riltimas gotas del
café y se fue a otra mesa a ver de qué hablaban. En todas se
hablaba con miedo, los comerciantes y los agricultores, sabian
que las protestas de los obreros estaban paralizando la vida de la
ciudad y cerraban filas paraapoyar a los militares.
Se sintid tremendamente solo, como si estuviera viviendo otra
vez enKiev, cuando los vecinos los denunciaron y se llevaron a su
padre, que era el profesor de literatura mâs respetado del
Gymnasium. Su madre fue a rogar a los condes Nubinski, de

c,u) 81 (0)
cuyos hijos era preceptor, y éstos le salvaron la vida; al poco
tiempo, y después de la muerte de sus, hermanos tuvieron que
marcharse.
No habia sido fâcil aprender el idioma, vivir hacinados en las
barracas de San Telmo hasta que su padre consiguid el primer
empleo en la fâbricade conservas Armour; fue en la huelga deI 14
cuando lo echaron y otra vez cambiaron de barrio. El tio Felipe le
dio un empleo como cadete de la fâbrica de baterfas y después 1o
pas6 a la administraciôn, recién entonces pudieron por fin tener
una casa. Era cerca de Conientes, con luz y con agua. Alli pudo,
mâs tarde, ernpezar a estudiar qufmica y farmacia.

Largas tardes alrededor del samovar escuchando a su padre


hablar sobre los avances de la revolucidn bolchevique. El era
diferente,habîa heredado el miedo de la madre, que siempre le
decia: <<Tri no, Isaias, déjale hablar y piensa en tu futuro. Nosotros
ya lo hemos pagado caro y si tu padre sigue hablando asi nos van a
volver a echar y entonces nos quedaremos sin nada. Estudia,
estudia, que ese es tu trabajo.>
Y es 1o que siempre habîa hecho. Estudiar y trabajar en una
farmaciaparair sacândo adelante a los otros tres hermanos. Ésa
habiasido su vida, trabajo y mâs trabajo. Julia habiahecho aflorar
algo de é1 que estaba muy escondido, y que se habia cuidado
mucho de mostrar a sus tres hijos.
Tenian que olvidar para seguir viviendo, por eso se negd a que
hablaran el ruso, sôlo el espaf,ol, el francés y el yidish en casa.
Ucrania habîaquedado para siempre atrâs. También habîatenido
que dejar atrâs los estudios de mrisica. Tobîas y Pablo, sus
hermanos, si eran violinistas de verdad. Tobias encontrd empleo
en la sinfdnica nacional y recorrîa el pais dando conciertos; Tablo
tocaba con el maestro Filippi, en una orquesta de tango. El no
habia podido seguir con el violin, pero con su trabajo pudieron
pagar el conservatorio de los mâs jdvenes.

c,o) 82 C.O)
Estaba bien, su vida no habia pasado en vano. Ahora, cuando la
familia se reunia eran tardes de concierto con dos violines y Paula,
la hermana de Julia, al piano.

qué, Isaias, Se Va tan pronto, vamos, juegue con nosotros


-Ypartida
otra dijeron, pero élyahabîa empezado a despedirse
-le
de todos y camind haciala puerta

Lo acompafré, cruzamos la calle y fuimos a sentarnos en un


banco pard,descansar y tomar un poco de aire. Mir6 la copa de los
naranjos, aspirô profundamente y siguiô hablando.
debes acordarte, me dijo de pronto, del cumpleaflos de
-Tû
Julia, hace tres afros, qué fiesta aquella, qué orquesta formamos.
Si hasta Ida Levin cantaba como en el teatro y don Manuel, con
sus coplas hasta la madru gada.

El abuelo movfa la cabeza, era como plata azulada volando;


recordaba el tiempo de las grandes huelgas y se sonrojaba
hablando del maestro Ingenieros, pero cuando verdaderamente
entraba en trance era cuando pronunciaba el nombre de Severino
di Giovanni.
lefdo las cartas de amor que Severino escribia a Paulina
-ôHagEse si era serio, no como toda esta chusma ignorante que
Scarf6?
cree que la historia se hace en una sola patria. Patria paraellos es la
linde que separa sus propiedades de las de al lado. Hablan de
comunismo y no saben de qué se trata, pobres tipos asustados.
no las he lefdo.
-No,
hombre, estân publicadas en La Rosa Blindada, hace
-Si,El amor es una cosa rara y hermosa, lo ûnico que tiene
aflos.
sentido en la vida, el amor en libertad; uno se da cuenta cuando
llega a mi edad y lamenta tanto haber perdido tiempo en otras
cosas, pornecesidad.

me habia hablado mucho de usted, de las novelas de


-Julia
amor que leian.

ct) 83 c-o)
yo a mi Julia le enseflé muchas cosas. Es verdad que
le -Bueno,
daba a leer algunos libros que me gustan, pero sobre todo la
recuerdo mirândome asombrada cuando hacia los injertos en los
ârboles. Ella venia siempre conmigo y la abuela aTafi, casi todos
los fines de semana. Cuando el rio crecfa, los nietos bajaban
corriendo de la camionetaparaponer las piedras, hacer otravezel
camino que el agna se habia llevado y cruzar la correntada. Eran
buenos tiempos.
me acuerdo de la finca y de la casa.
-Si,
yo le enseffé a poner los palitos en los troncos para
-Bueno,
que los limones cambiaran de forma. Se volv(an osos, perros,
tigres, y ella se quedaba horas y horas mirândolos. No entendfa
cdmo, con una pequefla ramita incrustada, las naranjas y los
limones podian transformarse. qued6 pensativo
-Se
acariciândose los dedos de la mano-. De la tierra hay que saber
enamorarse, no tratarla como la tratan esos tipos, explotândola
casi con rabia. Como Marcos, mi nieto, que es una vergtj;snzapara
todos nosotros. Parece mentira cômo cambia la gente con los
aflos. Se les endurece el coraz6n, no sienten nada y escupen ese
odio sobre los demâs. Ésos son los jôvenes valores que triunfan en
estos lugares.

Baj6 lacabeza. se puso lejos y me mirô con desc onftanza.


vos hablo porque sé que sos amigo de Julia, distinto a
-Con
todos esos que escriben estupideces. Vos te crees que se puede
decir <Julia Berenstein intenta fugarse de Ia cârcel>>, y a
continuacidn armar todo ese chantaje periodfstico parajustificar
que la llevan al sur y le quitan el hijo sin siquiera hacerle et juicio
que cualquier ciudadano se merece. Es un atropello. La prensa
repugnante de esta provincia ha colaborado en la campafla.
no escribo en los diarios locales desde hace tiempo. No
me-Yo
dejarian publi car nadade lo que me interesa.
imagînate, en Rawson, lo dificil que es ir a verla y de
-Ahora
alliraramente se sale. Aunque Simdn Radowiski 1o 1o916, cuando

c,u) 84 c-U)
la hermandad puso el bote y llegd remando desde la cârcel de
Ushuaia hasta Puerto Gallegos
air averla?
-ôVa
eso espero, mi hijo Boris me ha dicho que me va a
-Bueno,
ayudar con el pasaje, yo no la puedo dejar sola en el sur, Julia es lo
que mâs quiero en el mundo.

Empezô a soplar un poco de viento y las ramas de los ârboles se


agitaron. El loco Pâez, que estaba durmiendo en el banco de
enfrente, se levantô, se estird y ya sentado nos mirô y ernpez1 a
cantar una copla antigua:

A mi memoria le pido
que me tenga compasiôn
dichosa de mi memoria
que anda dontde ando yo.

Se acercô, estirô la mano y le dimos sus monedas. Nos mird fijo,


las contd y las guard6 dentro de una caJa.

estoy ahorrando para comprar un colchdn de espuma


-Lasen voz muy baJa-,pronto va a caer un cometa en laplaza,
-dijo
no quiero que se golpee cuando llegue desde lo alto. Anoche vi la
seflal de llegada.
en qué banco va a caer? dije, con ganas de que
-iY
siguierahablando. -le
éste, justo al lado de la palmera, donde voy a poner el
-En
colchdn.

c,u) 8s c,o)
C.O) 86 C,O)
IX

T [anura verde ha quedado atrâs y s61o se ve tienadesierta


a

I abajo desde hace casi dos horas. Cambia de color, por


-Llmomentos es oscura y, de pronto, se vuelve blanca por el
salitre.
A la izquierda el mar inmenso y gris se confunde con el cielo, y
siento el viento azotando las alas del avi6n. Es como si toda la vida
se hubiera perdido en una edad remota; sdlo de yez encuando una
lfnea blanca de piedras indica algrin rastro, una lejana presencia
humana.
Por este aire has pasado, recuerdo mi visita al penal, cuando me
contabas tu traslado y las primeras imâgenes del Atlântico
mientras te llevaban en un avi6n pequefro, esposada al suelo.
Tenias raz6n, no debe existir un lugar en el mundo mâs desolado
que éste, mâs plano e infinito, ni un mar mâs oscuro y helado.

Dentro de una hora atertizatemos en Trelew, cerca de donde


vienen las ballenas a aparearse por esta época del aflo. Sus gritos
deben estar partiendo el aire afuera, mientras yo, en el vientre de
otra ballena blanca, sigo un rastro que no lleva a ningunaparte,
como si reconocer en otras voces tus fragmentos pudiera cambiar
algo.
El explorador de la nada, deber(a llamarse este documental. Lo
mejor hubiera sido no haber aceptado el encargo, pero no tengo
mucha posibilidad de eleccidn. Por qué no hacer un gui6n paru
una serie de amor natural, como el de las ballenas cuando saltan.
Hoy vuelo con ganas de olvidarte.

c,o) 87 c0)
Llego ^al aeropuerto y flaqueo frente a tanta soledad, sin
embargo debo registrarlo, mirar bien la torre de control, los
pasillos del edificio y después tomar el autobris a Rawson para
maflana encontrar en el pueblo, a doscientos kildmetros mâs al
sur, a don Luciano, tu viejo amigo patagônico.
Hace un frîo terrible y el viento es irnplacable, hiere hasta
debajo de laropa.
El hotel estâ en la calle principal y desde la ventana se ve a 1o
lejos la mole de la cârcel,los faros iluminândola, como hace aflos.
Nada parece haber cambiado. 561o vos, faltando.
Abro el agua, pongo las algas que se hinchan viscosas y me
sumerjo lentamente; maldita, otra vez, enfermedad del alma,
cierro los ojos y empiezo a recordarte. Cuanto mâs completa te
tenga, ahora que veo con claridad el diâmetro de tus tobillos, la
comisura hacia arriba de tus labios gruesos, el timbre de tu voz,la
riltima carcajada, mâs râpido podré zafarme del grosor de tus
clavfculas en mis manos.
Necesito yo también irme, amor, a cualquier parte,'pero yo solo,
sin llevarte.

He cumplido treinta y cinco aflos y es hora de levar anclas, sdlo


por eso voy hacia el fondo, estoy tratando como puedo, como
mejor puedo, de enterrarte. Algrin lugar habrâ, tengo que ponerte
en alguna parte. Como siempre, me dirias, tratando de no hacerte
cargo, haciendo una pelicula, escribiendo tonterfas que no le
sirven a nadie. Ese soy yo, no el ângel militante, el que fumaba
marîay la cultivaba en el jardfn paraconvidarte de vez en cuando.
Soy el que trata de silbar por las maflanas, aunque no estés ni
puedas volver a escuchafine.

Las algas son fantâsticas, se hinchan y vuelven a su forma


natural, flotan como si estuvieran vivas, y yo en mi piel dentro de
otra piel muy câlidame pierdo en su textura, desaparezco.

c,u) 88 c-O)
Salgo del agua, ffie visto para ir a dar una vuelta por el pueblo.
Es espantoso, cuadrado y chato, veinte calles iluminadas arriba y
veinte cortândolas, azotadas por el viento, suena en alaridos y trae
el olor del mar con la sal que carcome las casas donde merodean
estos peffos hambrientos, en manada.

Volvf y traté de dormirme. Sofré nuevamente con el perro


blanco embalsamado; después de una largapersecuciôn, vos y yo
rodâbamos y me dejabas lamer tus brazos mientras reias, caiamos
suavemente por una cuesta acolchada y en sueflos tenia un
orgasmo
******{'
Temprano por la mafrana subo a este autobris afdnico y después
de horas de viaje paîa llegar a Las Plumas, el pueblo donde vive
don Luciano, aparecen ese otro montdn de casas en medio del
desierto, los huertos protegidos con vallas, los peffos hambrientos
de siempre, el hospital, la municipalidad, la iglesia chata con la
crrz de cemento y los pocos que por alli caminan sorteando el
viento cordillerano. En los limites del pueblo, corrales con
corderos cubiertos de lana, cargan el aire con el olor a or(n del
capdn encerrado.
En el almacén de ramos generales pregunté por Luciano y me
sefralaron una casa que se veîa a lo lejos, la ûnica solitaria detrâs
de unos matorrales. Esperaba que hubiera recibido mi carta, en
estos lugares tla la irrrpresidn de que nadie quiefe hablar mucho, y
las respuestas, con suerte, son monosilâbicas.

Cuando llegué no estaba y me senté a esperarlo, acurrucado


contra la pared de cemento,tratando de escribir para que no se me
helaran las manos. Lo vi acercarse al final de la tarde, traîaunos
cuantos corderos y tres perros grandes le acompaflaban.
Sabia, me habia visto llegar desde lejos, que yo estaba aIIi; eru
un hombre delgado y curtido, con la piel oscura cruzada de
arrugas, y tenia unos ojos tremendamente claros, casi grises, el
paso âgily un largo bast6n en la mano.

c,o) 8e e,u)
debe de ser el de lacarta.
-Usted
Asenti con la cabezay nos dimos la mano, antes de abtazarnos,
como si nos conociéramos desde siempre. Olfa fuerte, a Iana
cruda y humo.
pase, la puerta estâ abierta. iC6mo es que se ha
-Pase,afuera
quedado con el frio que hace? , en mi casa la puerta no estâ
nunca cerrada entrar a los corderos al corral y sosegd a los
-hizo
perros que me olian y ladraban.
pero no me atrevîy preferî esperarlo afuera.
-Gracias,
los amigos de Julia son mis amigos, cômo no se va a
-Hombre,
animar usted a entrar, venga, vamos a calentarnos.
Entramos y encendiô râpidamente el brasero, puso la pava
encima y empezô a preparar el mate.
mate, iverdad?
-Toma
claro.
-Si,
un trâguito de aguardiente, que no le hace mal a nadie.
-Y con su boca grande y casi sin dientes, trajo la botella y
-Sonriô
dos vasos. Me mirô por prim eravezde frente.
estuve viendo desde el camino, pero no podia volver
-Lohay poco pasto y los pobres animalitos han de andar
antes,
buscando y buscando; asf se pasa el tiempo y uno se hiela al caer la
tarde.
se preocupe, yo tendria que haberle avisado con mâs
-No el dia de mi llegada, pero no sabia el horario del autobris.
claridad
si, don Luis me avisô ayer, mand6 al chico, a su hijo,para
-Si, que llegaba usted de Buenos Aires. Pero ya sabe, los
decirme
animales no esperan. Estatierrano es fâcllr
Echd unas cuantas ramas mâs al fuego, y empezô a cebar el
mate.

c0) e0 c.u)
cuénteme, qué es de la vida de la Julita, hace afios que
no-Bueno
tengo noticias de ella y yo no soy de los que creen que me haya
olvidado.
El mate se me atragantô y me senti el mâs grande de los
imbéciles por no haberle explicado casi nada en mi carta. No sé
cômo pude haber pensado que Luciano, en la Patagonia, podfa
estar enterado de la vida de Julia.

hombre. Cuando ellos salieron amnistiados, me faltaba a


mi-Si,
cumplir cinco aflos; por fin han pasado, ya ve, todo pasa.
Ademâs, ella siempre me mandaba de vez en cuando una carta y
paquetitos con turrones, chocolates, pasas, ya sabe, esas cosas que
paralos que estamos condenados son importantes.
â sido hast a el 7 6,s e guramente.
-Habr
por entonces fue que ya no recibf nada mâs, lo riltimo, un
-Si, con comida y esa novela que me gustô tanto. Ve, todavia
paquete
la tengo aqui.

Se levantô y se acercô a una pequefla biblioteca hecha con


cajones de fruta, sac6 el libro forrado con papel de diario y me lo
entreg6. Lo abri y me encontré con las letras que decian Pedro
Pâramo.
es un libro hermoso, lo he leido.
-Si,
l,desde cuânrlo conoce aJulia?
-Yusted,
también naci en Tucumân, y nos conocimos cuando
-Yoniflos.
éramos
afros. iY hace cuânto que no la ve?
-Muchos
finales deL76, mâs o menos. Se habfan ido a Bolivia
-Desde
con el marido y el hijo y mâs tarde a México. Cuando salieron de
la cârce| nos encontramos algunas veces, pero después todo se
hizo mâs dificil. Ella regresô ese aflo a Bolivia.
bajando Ia cabeza y mirando fijamente a las
brasas-, -dijo
-1Ah! con razônno volvid a verme ni me mand6 mâs cartas.

c,o) eI (o)
Pareciacomo si se hubiera tranquilizado; en estas tierras donde
la gente vive tan sola, cada quien parapetado como temiéndole al
viento, saber que aunque lejos uno tiene un amigo, es importante.
fue salir del infierno de Rawson. Mâs dificil ha de
-Dificil
haber sido sobrevivirlo.
Nos quedamos callados, mirando el fuego. Luciano lo sabia, no
nos hicieron falta mâs explicaciones.

La casa era de una austeridad impresionante, la cama con su


colcha de lana, una mesa, cuatro bancos, estanterias de cajones y
ladrillos, una cocina con su ganafa de gas y algunos cacharros
colgando de los clavos, y atrâs en la pared, cuidadosamente
pegado sobre un cartôn pude ver el papel pintado. Era la figura de
un hombre con un cordero en las manos, arriba un cielo
turbulento, pintado con energîa,como si una tormenta estuviera a
punto de caer y mojarlo. Estaba hecho con lâpices de cera y
grafito, me levanté y me acerqué a mirarlo. Abajo, en un costado,
la letra de Julia decia: <<Para Luciano con todo mi cariflo y para
siempre, Julia.>
hizomientras estâbamos en Rawson, isabe? Ére soy yo y
-Lo
ése es el cordero por el que me condenaron.

cordero por el que lo condenaron?


-ôEl
A mf me dieron muchos afios por robar un cordero.
-Sf. no uno solo
Bueno, con las cncias vacîas, volviéndose
niflo. -sonri6
cosas estaban muy mal y tuve que andar de aqui para allâ
sin-Las
trabajo. La familia,La mîa, la que tenia antes, necesitaba
comer, aunque sea de vez en cuando, y tuve que robar un corderito
de la hacienda de los Rauch, que por entonces eran los patronos.
Me pillaron y me dieron condena de un aflo. Cuando sali no
consegui trabajo y el invierno se hizo largo. Volvi a robar un
cordero, para cambiarlo por az(tcar, yerba, atroz, ya sabe.
Después de varias veces me pescaron y me dieron mâs de cuatro

c,u) e2 c0)
aflos. La riltima me dieron quince. Aqui en la Patagonia son muy
severos con el ladrdn de ganado.

Volvid a sonreir, abriendo las manos haciael cielo.


psle qué le vamos ahacer,uno no elige ser pobre ni pasar
necesidades. Mire si no la cantidad de cabezas de ganado que
tienen los Rauch, los grandes, los Lanusse, los Mafiinez Bordiri.
Ellos se han ido quedando con todos los pastos, con toda la tierra
para alimentar a los animales. Si les faltaun cordero de los miles y
miles que tienen, alguien 1o paga. Yo ahora tengo siete corderos,
contando los dos recién nacidos; me han costado dos aflos de
trabajo para ellos, pero ahora voy tirando. A mi nunca me ha
gustado trabalar paraun patr6n, andar mendigando que paguen y
cuando pagan es con vales, o sea que siempre te tienen agarrado.
Tucumân es igual,", alagente deI az(tcar también les pagan
-En
convales.
claro, entre ellos y el alm acén se van quedando todo;
-Pues
aqui casi todas las casas que ve son de gente que se ha endeudado
y ha ido perdiendo 1o poco que tenia, su tierrita, sus animales.

cômo consiguiô salir?


-iY
buena conducta y por la edad, después de diez aflos me
-Por
conmutaron la pena; yo fui el panadero de Ia cârcel Trabajé en los
hornos, haciael mejor pan que usted pueda haber probado.
Se acercd hasta una bolsa de tela que colgaba en la pared y sacd
un pan redondo, lo partiô con la mano y me dio un pedazo.

la Julia le encantaba, siempre me decia que si no fuera por


mi-A
pan se hubiera muerto de hambre, porque era lo rinico que se
podia comer aIIi;la comida era pura grasa de cordero capdn, no
habiaquien latragaray andâbamos todos enfermos del estdmago.
Se levant6, trajo mâs carb6n y puso a calentar el pan sobre las
brasas. A pesar de la pobreza,la casa estaba ordenada, se notaba el
hombre acostumbrado a estar solo y en dificultades. Cada una de

c0) e3 c-u)
las cosas, a pesar de su vejez, eran provisorias; me hiza recordar la
riltima casa de Julia, armada con almohadones y cuatro cajones, el
banil de madera que servfa de mesa con una tabla encima, en el
que teniamos que apoyar los codos al mismo tiempo para que la
tabla se equilibrara, los dibujos colgando con clavitos de las
paredes. Me habia quedado mirando el cuadro de Luciano.

cuadro, ôno es cierto?, conseguf conservarlo bien


-Lindo
todos estos aflos, 1o tuve escondido en mi celda, dentro del tubo de
Iapatade la cama.Pasd muchas requisas sin estropearse.
es hermoso. cômo hizo paraacercarse a los presos
-Si, ellos estabaniPero
politicos, separados del resto, no es asi?

cuando ellos llegaron, unos trescientos hombres y como


-Si, mujeres, Ia c6rce1, empezl a cambiar. Estaban muy bien
noventa
organizados. Habîa cinco pabellones de hombres y dos de
mujeres, separados, pero ellos siempre estaban comunicândose.
Era gracioso verles las manos afuera, por las rejas de las ventanas
que daban al patio comûn. Hablaban con seflas, en el lenguaje de
los sordomudos, y veiamos las manos horas y horas moviéndose
en el aire. Ademâs, agujerearon las claraboyas del suelo y podfan
conectarse de planta a planta.
usted 1o entendia?
-6Y
hombre, los comunes estâbamos todo el dfa trabajando.
-No,
Ellos salîan por las maflanas al patio, paracoffer y hacer gimnasia
a la hora del recreo. Cuando sacaban a las mujeres todos nos
colgâbamos de las ventanas de la cocina para verlas. Parecian
atletas, corriendo y dando saltos.
no trabajaban?
-6Ellos
Ia cârcel no. Estaban organizados y trabajaban para
-Para
ellos, para comprarse las cosas que necesitaban. No les permitian
salir de los pabellones mâs que la hora de patio.
cômo hizoparaconocer a Julia?
-iY

c,o) e4 ct)
eralaencargada del Pâfl, cuando dos compafleros y yo lo
-Ella Julia teniaque pasarlo a sus cajas. Eso nos daba un
llevâbamos,
poco de tiempo para hablar. Ademâs, mi celda, antes de que nos
cambiaran de pabelldn, estaba justo debajo de la suya. Después de
conocemos empezamos a hacer palomitas.
es hacer palomitas?
-eQué
cosas que nos escribiamos en papeles muy chiquitos,
-Eran
bien doblados y que con un hilo podiamos bajar y subir de ventana
a ventana, cuando oscurecia. Asi fue como empezamos a
conocemos, a saber quiénes éramos, los nombres, nuestras
historias.
guardado usted alguna palomita? Me gustarfa verla.
-iHa
ésas no son cosas que se puedan guardar, mâs que en la
-\6,
memoria; es peligroso guardar papeles en la cârcel. Escribiamos
mucho, desde que nos encerraban, alas 7.30 de la tarde, y la vida
de los pabellones Se paraba. Oscurec(a pronto, con esos vientos
silbando y trayendo el olor salado del mar, y miles de gaviotas
haciendo ruido antes de irse a los nidos.
acuerda usted del dia de la fuga?, se supo que habian
-ôSetoda lacâtrcel.
tomado
c6mo voy a olvidarme, eso fue 1o mâs grande que yo vi
en-Pero
mi vida. Impresionante. Imaginese usted una çârcel abierta, en
plena Patagonia. .F,ue en agosto del 72. Ellos, no sé si le conté,
cantaban mucho y les gustaba hacer bulla con las latas y las
cucharas para acompaflarse. El dia de la fuga se armd como una
fiesta en los pabellones, todos cantando y haciendo ruido mientras
los guardi.acârceles iban siendo uno auno amordazados. Nosotros
salimos de la cocina, sonaron como dos tiros y empezô a pasar una
columna de gente por los pasillos.

6salieron todos, asf, de pronto, y en medio del ruido?


-Cdmo,
en menos de quince minutos los pabellones de los que
-Si,que salir estaban abiertos y nosotros no podiamos creer lo
tenfan

c,u) es et)
que estâbamos viendo, porque ademâs de las puertas de cada
pabelldn estân las puertas de los pasillos y las de la entrada. Con
muchos guardias.
Don Luciano se encendia, como si la luz del brasero le hubiera
entrado en el cuerpo y sonrefa al recordarlo, hablaba como
escapândose.
asi de sencillo fue mi amigo, una fiesta y en medio del
-Pues
ruido no qued6 ni un solo guar diânen su puesto. Caminaban por
los pasillos ordenados, eso sf, siempre ordenados; los vimos pasar
abriendo cadapuerta rumbo a la salida del penal, desarmando uno
a uno los controles. Y no crea, hombre, el penal era grande. Bien
difîcil de hacer 1o que ellos hicieron. Habia que estar muy
decidido a jugarse la vida. En toda la historia de la cârcel sdlo dos
se habian fugado por un trinel y a los pocos minutos los habian
pillado.
sea que salieron todos hasta la puerta.
-O
creo que no eran todos, pero sf mâs de ciento cincuenta.
-No, nos fuimos enterando
Después de que los camiones que tenian
que venir a buscarlos no habian llegado a tiempo y que los
primeros, los seis primeros, a los que ellos llamaban dirigentes, se
habîanido rumbo al aeropuerto de Trelew en los mismos autos del
personal de la cârcel. Otros, un grupo grande, los diecinueve que
no volvieron, se fueron en otros coches que no sé cdmo
aparecieron allf, dicen que eran taxis que estaban ah{parados.
ustedes qué hacian mientras tanto?
-6Y
estâbamos con la boca abierta y alguno"se anim6 a
-Nosotros
acercarse hasta afuera, para ver 1o que pasaba. No se imagina lo
poderoso que se hace parauno el desierto con las puertas abiertas
de la c6rcel. De la Patagonia nadie se escapa sin un buen
transporte. Es tan grande y tan llano que con un helicôptero te
cazanenseguida.
por qué no llegaron los camiones?
-iSabe

c0) e6 (-o)
que los habia interceptado el ejército cuando se
-Parece
acercaban. Pero los seis primeros llegaron al aeropuerto, subieron
aun avi6n que desviaron y consiguieron llegar a Chile. Dicen que
adentro del avi6n venia otro comando y que habfan obligado al
piloto a salir con ellos de inmediato. Fue fantâstico. Los otros, los
que les seguîan, llegaron un poco mâs tarde y se quedaron en la
torre de control del aeropuerto, porque el aviôn siguiente no
aterriz1. El ejército los rode6, les hizo entregar las armas y se los
llevd a la base naval que estâ a medio camino entre Rawson y el
aeropuerto de Trelew. La base Almirante Zar, se llama, donde
después los fusilaron.

eso se supo enseguida afuera y no pudimos hacer nada.


-Sf,
Pero a ustedes, a los que se quedaron adentro y con las puertas
abiertas, i,qué les pasô?
todo el mundo empezd a retroceder, a volver a los
-Bueno, ellos mismos fueron cerrando las puertas que habfan
pabellones,
abierto. Teniamos un miedo muy grande, todos los presos
sabiamos que el ejército podia entrar tirando. En otras
oportunidades y por mucho menos habian ocupado la c6rceI, y
habfa sido duro.
Luciano bajd otra vez la cabeza y empe zô amirar las cenizas
que se habfan formado, ya no sonreia, movia devezen cuando con
elpalito las brasas, que ibanpoco apoco agrisândose.
a poner todas las almohadas en las ventanas,
-h,mpezaron
sacaron los colchones de las celdas, los amontonaron y se
metieron debajo con las radios a todo volumen.
radios?
-il-as
las radios que estaban informando de lo que pasaba en el
-Si,
aeropuerto. Nosotros, los comunes, también volvimos a los
pabellones, como si fuera un dia normal después del trabajo. El
penal sin guardianes era raro . Tampoco nadie se animab a a abrir Ia
puerta de las celdas donde los habîan encerrado. Y allî nos
quedamos esperando que el ejército llegara.

c{n e7 c0)
ôno llegaron enseguida?
-Cômo,
no, tardaron varias horas, que se hicieron muy largas
-Pues
hasta que empezamos a escuchar el ruido de los motores de los
camiones aproximândose. Me acuerdo porque, antes de que
llegaran, dijeron por la radio que el avi6n donde viajaban los seis
que habian conseguido escapar sobrevolabaya el aeropuerto de
Chile. Y todos se pusieron a dar vivas y a alegrarse, debajo de los
colchones. Después de eso oimos las botas y los golpes en las
puertas tomando posiciôn, los soldados que entraban gritando
asustados y tirando râfagas contra las paredes y las puertas.
<<Arriba, arriba, hijos de puta, de uno en uno y con las manos en
alto>>, gritaban.
Don Luciano se habfa ido poniendo cada vez mâs sombrio.
Sirvid un poquito de aguardiente y chocamos suavemente los
vasos. El frio empezaba a entumecer las manos y los pies.

los desnudaron a todos, mientras iban saliendo con


las-Después
manos en alto, les quitaron las mantas y los colchones y los
encerraron a cadauno en su celda. No hubo mâs patio ni salieron
mâs de las celdas al pabelldn.

hicieron para saber lo que habiapasado con los otros,


los-6Cdmo
de labasenaval?

asi siete dias, hasta que una mafrana alguien ernpezô


a -Pasaron
gritar como un loco hacia el patio: <<ll-os han fusilado, los han
fusilado!>> Y asi nomâs fue, fusilaron a dieciséis y tres quedaron
heridos graves, pero sobrevivieron. Fue un golpe muy grande,
nadie podîa creérselo. La cârcel se fue volviendo peor que un
cuartel militar, cada vez que gritaban habiapalos.
qué gritab an,paraqué?
-iY
entre ellos y después de los fusilamientos gritaban
los-Hablaban
nombres de sus amigos y los vivaban. A las mujeres las
trasladaron a la cârcelde Devoto. Nosotros las vimos pasarpor los
pasillos, cada una esposada a un guardia; era de noche y se

c,o) e8 c-u)
pusieron a cantar la misma cancidn de siempre, esa que dice <Bela
chao>>, para avisar que se las llevaban. Los guardias, a golpes, las
hacîancallar.
una de las riltimas veces que vi a Julia, en Tucumân, me
-Si,un poco 1o del traslado y fue entonces cuando me enteré de
contd
que usted habîasido su amigo en los afros que estuvo en Rawson.

las vueltas de la vida, venir a conocerte ahora que ella


no-Mira
estâ, 6cdmo es que no has venido antes?

este lugar estâ muy lejos del norte y no han sido aflos
-Bueno,
buenos para m(. Nunca tuve suficiente dinero para viajar, ahora
me ha salido un contrato parc escribir el guiôn de una pelicula y
con eso me lo he podido pagar.

claro. iPero qué es eso del guiôn?


-Ah,
1o que pasa en la pelicula, la historia y las cosas que dicen
-Es
los personajes.

poco sé de eso. Aqui a veces pasan alguna pelicula en la


-Yo pero a mî, no me gusta ir, no puedo estar mucho tiempo
iglesia,
dentro de lugares tan cerrados y llenos de gente. Yo prefiero sacar
mi silla ahf afuera y quedarme mirando las estrellas, sobre todo en
las noches claras. A mi edad 1o que se ve es 1o que se recuerda, uno
empiezaa mirarse paraadentro, como si mâs allânohubiera nada.
6Y de qué va atratar tu pelicula?
nosotros, de los que fuimos amigos de Julia y de la manera
-De
que la recordamos. La historia que me ha contado hoy es una
parte, otra gente me ha ido contando otras cosas.

te olvides de decir que a pesar de que estâbamos presos y


-No yo la escuchaba cantar por la maflana, y escuchaba
jorobados
también desde mi celda cdmo raspaba las paredes con un clavo,
dibujando, cuando después de la fuga ya no tenîa lâpices. En una
de sus cartas me cont6 que en la otra c6ttcel, en Devoto, estaban
todo el dia solas en la celda, pero que podfan comunicarse por las
caflerfas del agua, y también aprendieron un cddigo que se

c,u) ee c-0)
llamaba Morse. Me alegrd mucho cuando supe que los habian
amnistiado, eran muy jdvenes y ten(an mucho por delante. 6Nos
preparamos algo de comer?, es bueno para el frio.
claro, yo voy airporunabotella de vino.
-Si,
mientras tanto voy pelando las papas.
-Bueno,
La luna seguîa llena y helada, salî al camino y empecé a darme
cuenta de que otra vez, otra noche mâs estaba instalado a tu
costado muy cerca de cada uno de tus pasos.
La noche patag1nica es inmensa. Los perros empezaron a
seguirme, ffio olieron y me reconocieron cuando volvî a la casa
con las botellas de vino decidido a celebrarlo.

C,O)rco C,Cr)
x

Tf I mar tallô las piedras de las cumbres que parecen proas


F{ detenidas bajo una luz intensa. El mismo viento que
-Lltevantaba las olas se carga ahora de arena. En la Puna los
limites no son precisos, ni los del cielo ni los de la tierra.
Es aquî donde habitan las vicuflas, esos extraflos animales de la
alta montafiaque escapan como si volaran, huyendo incluso de su
sombra, hasta que de pronto un hilo rojo las caza. Cuando 1o ven,
se detienen y se quedan muy quietas mirando quién sabe qué
muralla donde sôlo hay un hilo, viento y nubes desbocadas.
Vi a los cazadores caminar durante dias detrâs de ellas tratando
de alcanzarlas. Por fin una se apartô de la manada mientras el resto
desaparecia entre nubes de polvo.
El que iba adelante estir6 elbrazo. Los otros agarraron la punta
del hilo del que colgaban trapos también rojos y entre todos
empezaton a cercarla como si tocaran el cielo con las manos.
La vicufla se queddparalizacla.
Ellos se fueron aproximando, clavaron cuatro estacas y
anudaron los hilos. El animal quebrd las patas, dobl6 mansamente
la cabeza y se dispuso a dejar que lo ataran mirando fijamente su
miedo rojo, sdlo un hilo, flotando.
{.{.****{.
El riltimo dibujo que Julia me mand6 desde Bolivia era casi
aéreo,un circulo rojo alrededor de un animal asustado, hecho con
un solo trazo. Abajo, con letra muy pequefla decia: <<Como un hilo

c{n10t(nr)
rojo el miedo nos ha ido cercando.>> El segundo dibujo de la scric
de la vicufla estâ pegado en la pâgina correspondiente a <<Las
cactâceas>> y en las hojas siguientes, estos textos:
Caramboyo
( A4y r tillo c actu s ge o m etr i z an s)

1.2.r976
Animal
Cuando tengo miedo soy un animal completo. Se desatan
mecanismos que no puedo controlar, no duermo, no como, el
corazôn palpita mâs fuerte, los ruidos se amplifican, sudo sin
cesar como si con el olor pudiera espantar a los cazadores.
Como una vicufla asustada, sé que no veo nada real y que las
glândulas mandan sobre mi. Ella se paraliza cuando ve un hilo
rojo, yo me espanto cuando oigo el ruido de una puerta o llega
la noche. Ya no veo la noche, ya no tengo cielo.

3.2.1976
Destierro
Atrâs ha quedado todo y por delante no hay nada. .Prbrazo a
Federico como si fuera mi rinica balsa, el irnico sentido para
seguirviviendo.

Estar en blanco, no ser nadie, borrar y borrar es ir llenando de


muerte cada movimiento, como si me hubiera quitado yo
misma del medio. Debo salir del cementerio, volver a armar la
casa, regar las plantas, abrir el libro, seguir respirando. Un
puente y muchos kilômetros me separan de todo 1o que he sido
ymeheperdido.

;Destierro y terrible tienen la misma raiz? ;Quién voy a ser


ahora, cuâl es la prôxima? El paisaje es idéntico a mi, puro
vacioyviento.

C0)r02 eCr)
t5.3.t976
Impunidad
Cuando te vas sin haber llegado a crecer, se quedan partes tuyas
atrofiadas para siempre. Me miro al espejo y descubro que
estoy parada como cuando tenia diez aflos, el mismo gesto.
Nada que indique una cierta disposiciôn Para almacenar
experiencia.
La atrofia empieza a manifestarse y su primer sintoma es un
derrame permanente de mi misma, una incapacidad crônica,
mortal, para hacer cualquier cosa que pudiera servir a mi
preservaciôn. No es suicidio, es peor, es rebalsamiento, falta de
armonia entre el deseo y su posibilidad. Mi apego a la realidad
crece inversamente, cuanto mâs comprendo, menos puedo
entenderme con ella.
Pero como ya soy mayor, la vieja y dulce impunidad me ha
abandonado. No sabes cômo la extraflo.

t9.3.t976
La historia no tiene compasiôn.
La compasiôn es un asunto de solitarios.

t9.4.t976
Claro que son imâgenes fijas. No las convoco ni intento
recordarlas. Son ellas las que tejen una red por donde yo paso y
me enredo. Vienen solas, acechan detrâs de un olor ahumedad
o de un ruido en la ventana de madera. Y les temo.
Sé que en cada cosa que hago hay un retorno infinito
disfrazado de nuevas formas. Un giro de trompo sobre el eje.
rJn crtzamiento a destiempo, muy temprano, y el animal que
eres ha nacido para siempre, es permeable y estâ a la
intemperie.
Convivo. Pero hay dias en que el Atlântico es como el infierno.

c{nrcs aÇs
No puedo abandonar su cara cayendo desde el avi6n dormido,
soflando, hasta la boca delpezque devorarâ su cuerpo.
Antes era el mar de la infancia. El sol y la arena, los lobos
marinos ylas focas pequefias nadando entre las rocas, cuando
ibamos al cabo para verlas. La boca llenândose con la sal del
viento. La lengua saboreândola. Castillos, altos.castillos de
arena, puentes y caracoles que eran puertas.

g,U)104 OCr)
Cinta N.o 6
(Tucumén, casa de Trinidad en Simoca, abril de 1984)

L a canciôn que mâs me gustaba en aquel tiempo es ese


bolero que dice:

Reloj detén tu camino,


haz de esta noche perpetua.
Para que nunca se marche de mî,
para que nunca amanezca...
La cantaba y siempre me hacia llorar. Se me escapaban las
lâgrimas hasta el ment6n, de lo triste que es. En esa época, salvo
los dias de baile, casi todas las tardes eran iguales para mi.
Terminaba de darle de comer a las gallinas, recogia los huevos y
unas cuantas paltas bien negras que siempre caian del ârbol con el
viento de la noche, y abrîa la manguera para dejar que el agua
regarael terreno de calas y clivias.
En cambio, los dias de baile me apurabaparaacabar temprano
con el planchado, subia, me daba una ducha, me lavaba el pelo, y
asf después podia pintarme las uflas sin peligro de que se les
saltara el esmalte.
Reloj detén tu camino..., eran noches de Parque Bar y habîa que
estarpreparada.
Carmelo pasaba sobre las ocho a buscarme, me daba un beso
corto en Ia boca, suspiraba aI olerme, me pasaba el brazo
alrededor de la cintura y emp ezâbamos a caminar lentamente
hacia el Bajo, mientras é1 metfa su nariz detrâs de mi oreja para

co)tos ec/)
oler mi cuello cada tres o cuatro pasos, y yo iba sintiendo que un
hueco pequeflo se empez aba aformar en el est6mago, empujando
hacia los huesos de las caderas como si quisieran arquearse mâs
todavîa,llenândome de un vacio extrafio. Éramos muyiôvenes.
Esa caminata me gustaba mâs que bailar abrazados, que en el
baile ya se sabe que estâ permitido, pero andando era diferente.
Nadie se daba cuenta de la forma en que él presionaba mi cintura
con los dedos y cômo con cada presiôn el hueco se hacfa mâs y
mâs grande. El Parque Bar no estaba lejos, diez calles de abrazo.
Antes de llegar , aI cruzar al parque, cuando ya no podîamos mâs,
é)paraba y me ponfa contra su pecho cifréndome con los brazos.
Este era el gran momento, desaparecîaen él como si un viento me
llevara.
Después seguiamos tomados de la mano entre los senderos del
parque, acercândonos a la mrisica de la orquesta. A veces, antes de
llegar, nos parâbamos contra un ârbol, apoyados en el tronco, y
entonces me besaba lentamente en la boca. Eso de verdad me
gustaba menos, porque me estropeaba el vestido recién planchado
y hasta se podia manchar si el ârbol tenîa un poco de savia en el
tronco.
En esos dias volaba; ellos venfan a comer a las doce y media y
Chabela se ocupaba del resto del trabajo de la casa; 1o mfo era el
planchado y la cocina. Si hacia algo mâs era s61o por carifio, no
por obligacidn, como los chalecos que tejiaparula Julita con hilos
de colores, verdes y violetas como a ella le gustaban. Para mi
Julia, que era mi Julia desde los diez aflos, desde que entré a
trabalar en la casa.
Con quién sino con Julia me sentaba a escondidas a llorar en la
siesta con las historias de la radionovela que la madre no hacia
mâs que prohibirle. Las dos en el patio, en la sombra fresca de la
galeria, Julita preguntando todo y yo explicândole paso a paso los
sentimientos del alma.

C.O)106 eC/)
Cdmo iba aquerer pasar con su madre la siesta, que la obligaba
a acostarse con ella para poder dormir tranquila y le contaba
siempre el mismo cuento. Ese del pastorcito mentiroso. Pretendia
que Julia aprendiera a no mentir, pero era imposible. A ella le
etrcantaba inventar historias, contarlas como si fueran ciertas, y es
que la seflora Pola pensaba que era necesario educar a Julia con
cosas serias, pero no se daba cuenta de que estaba confundiendo
seriedad con tristeza.
Dofla Pola se despertaba a las siete de la mafrana, bajaba y se
preparaba el mate , recogia el periddico del zaguân y subia con la
bandeja a la cama con su marido. Leîan y tomaban mate,
despertaba a Julia parair al colegio y a los otros hermanos para sus
clases. Antes de salir atrabajar, a las ocho y media, me daba todas
las drdenes del dia, como si yo no las supiera de memoria después
de tantos af,os. Pero era buena y nunca me falt6 el respeto.
Simplemente no era carifrosa, estaba acostumbruda a mandar y a
obedecer, pero no a querer.
Nunca teniatiempo, trabajaba o viajaba con el marido. Lo que
estaba claro es que no le gustaba para nada estar en la casa.
Cuando los puàt"* se luetott de viaje a Montevideo,
aprovechamos una siesta y nos fuimos al estudio de la radio, a
LYI2, para mirar por el cristal cômo se hacian las novelas. Era
impresionante, el que hacia de Armando era un bombdn y la que
hacia de la madre abandonada pare cia a punto de comerse el
micr6fono cuando hablaba. Los dos se emocionaban de verdad al
decir las cosas, y seguramente en la vida real estaban enamorados.
Fui yo quien le ensefl6 a Julia cdmo funciona la radio por
dentro, aunque les guste decir que no supe educarla. Yo le enseflé
a hacer trenzas, a andar en bicicletay a saber cuândo una historia
de amor teniasentido.

También fuimos al circo juntas y alli se enamord de un


muchacho que hacîa acrobacia. Soflaba con que é1 la raptaray La
llevara con el circo por todo el mundo. Fuimos varias veces, y
aunque nunca pudo hablarle se quedaba mirândolo cuando salîa a

C,U)toz eCr)
colgar la ropa o a dar saltos por el parque. Yo le decfa: Julia,
<<pero
si te lleva, ôqué le voy a decir yo a tus padres?>>, y ella me
contestaba muy segura, <<que te han dado un golpe, te dormiste y
me robaron>>.

Me gustaba mucho peinarla, hacerle una trenzalarga, ponerle


lazos. Bien peinada y con el vestido bien planchado venîamos a
veces a esta casa, como si fuera mi propia hija. Nos reuniamos con
toda mi familia y se armaban unas fiestas bârbaras después de las
que decfan que se aparecfa el cura montado en su caballo en los
cafraverales. Desde ahi haciadiscursos y echaba maldiciones a los
dueflos del ingenio; después desapareciahasta que la gente volvfa
a llamarlo.

Nosotras también fuimos y nos pasamos toda Ia tarde


esperando. No vimos nada, mi madre me dijo que era porque ni yo
ni la nifla teniamos fe en Dios.
Eso no era cierto ,ir alaiglesia a hablarle a las estatuas no quiere
decir tener fe. Nosotras, como la abuela Afda decîa,, creiamos que
los dioses vivfan dentro, no fuera. Depende de lo que uno hace el
que ellos estén contentos o tristes. La abuela les daba yemitas al
oporto y los tenia contentos, yo, a veces, paraahuyentar la envidia
me ponia una cinta roja en la mufleca o enterraba maicitos del
amor en las raices del pomelo del jardîn y con eso me bastaba.
Habîa muchas en el barrio que me tenîan envidia. Es que ami,
mi Carmelo siempre me quiso de verdad y no era un cualquiera,
tenla su camioneta propia paTa transportes y por entonces ya
pensâbamos casarnos, tener nuestra casa, nuestros propios hijos.

Cuando Julia fue un poco mayor, tendria doce o trece aflos,


venfa con nosotros a algunos bailes, sin que 1o supieran los padres,
claro. Carmelo pasaba a buscarnos en la camioneta y nos îbamos
los tres al parque; si el baile estaba animado, nos comprâbamos un
billete y entrâbamos.
Al padre no le gustaba que Julia tuviera amigos. A veces,
cuando llegaba tarde por la noche, yo ponia en su cama la

C,æ108 (Cr)
almohada atraves adaparaque creyeran que estaba durmiendo y la
esperaba pafa abrir la puerta. No tenfan derecho a prohibirle
tantas cosas, ellos viv(an llenos de temor y no se daban cuenta de
que Julia erayauna mujer y bien educada.

Fue después de la boda cuando empezaron los tiempos dificiles


en la casa.

Los padres estaban tristes porque Julia se habia ido, de verdad


'
era muy joven paracasarse, pero qué le Vamos a hacer, se enamord
como una loca y eso es 1o que vale.
ÉI un hombre muy lindo, casi como el Armando de la
era
radionovela, de ese estilo, alto, con grandes mostachos, ojos
verdes y pelo castaflo. Juliaperdid el alma y el cuerpo por é1, y eso
es 1o que no entendieron nunca los padres.

Cuando el amor llega, affasa con todo 1o que tiene a su paso, asf
es y asi debe ser. Los dioses de adentro se ponen contentos y ya no
paran. Pase lo que pase no importa,hay que alimentarlos.
Los padres le hicieron la guerra, primero la mandaron a Buenos
Aires a pasar un mes, pensando que le gustar(a y se quedaria alli a
estudiar un aflo entero. Después, cuando a los quince d(as volviô
intentaron que fuera a un psicdlogo y empez 6 air a su consultorio,
pero al final el psicdlogo fue el que mâs bailô en la boda, porque
terminaron aceptando y haciendo una gran fiesta en el jardfn.
Ademâs era muy hâbil paraesas cosas- consiguiô que. el
padre sin -Julia
darse cuenta empleara a cinco amigos sllyos como
camareros. Hizo como si no los conociera y por la maflana se
fueron con muchas botellas a seguir la fiesta en la montafla con su
gente, esos que ella llamaba compafleros y que los padres nunca
dejaron entrar en la casa.
Estaba hermosa, aunçlue se habia pelado, se puso una coronita
de flores de lapacho y azahares en la cabezay ni se le notaba que
no tenfa pelo. Bailamos hasta la madru gada. El padre les prestd el
coche y se fueron una semana de luna de miel por Salta y Jujuy
hasta Bolivia.

C,U)I}e eQr)
La casa sin ella ya no era igual, y todos andâbamos como vacios.
La abuelay yo seguimos escuchando las radionovelas de la siesta,
pero nos daba por llorar mâs que antes, y no sabiamos bien si era
por el amor o porque ella no estaba. Nos mirâbamos llorar seguido
y cuando nos veiamos nos daba risa de las dos, pero no nos
consolâbamos.
Asi vino la vida, asi fue como empezd la otra historia, con todas
las desgracias.

Alpoco tiempo de casados los detuvieron, acusândolos de robar


el Banco Provincial de Ahorro, y los separaron durante casi cuatro
aflos. Hasta la amnistîadel73. Pero qué durô eso, nada, a los dos
meses empezaron a perseguirlos de vuelta y a matarlos uno por
uno, a todos los que habîan sido amnistiados. Yo digo, para qué
los perdonan si después los van a matar. Tenian que andar
escondiéndose como animales salvaj es.
Hasta el final estuvimos bien cerca. Gracias a Carmelo
conseguimos cruzar la frontera y salvarlos. Mi Carmelo siempre
fue un hombre con agallas y estuvo dispuesto a arriesgarse por
Julia y su familia. Cuando él quiere, quiere de verdad, hasta las
riltimas consecuencias. No como otros que sôlo estân en las
buenas.
Cuando hicimos el viaje, Carmelo ya se habia comprado la
camioneta Ford grande, con buenas ruedas, como para andar por
la montafla sin problemas.

No nos importd si estâbamos o no de acuerdo con todos los lios


en que andaba mi Julita metida, como decian los diarios. Eso era
1o de menos. Lo que contaba era que entre nosotras siempre
estuvo el cariflo de por medio, y tenîamos que ayudarlos a salir del
pafs.
Durante un tiempo, después de que les volaron la casa donde
vivfan en Catamarca, no volvimos a verlos, andaban escondidos,
cambiaban de lugar todos los dias.

c,o)11.0 c,cr)
Después pusieron la bomba en la empresa de don Boris y a partir
de ahi no hubo un dfa sin amenazas telefônicas, sin crespones
negros en la puerta, sin policfas de civil a toda hora al frente y en
los fondos de la casa. Una noche entraron como diez tirando la
puerta abajo, apuntândonos y a los gritos. Los pobres padres, la
abuela y yo acostados en el suelo con los matones pisândonos la
espalda y la cabeza mientras los otros pateaban las puertas,
rompian 1o que podian y gritaban como locos pegando tiros a las
paredes y al techo. Fue horrible, nosotros temblando como hojas
tiernas y estos tipos destrozando toda la casa y diciendo que nos
iban amatar allf mismo. No hay derecho, nunca hemos hecho mal
a nadie. Yo me inflamé de rabia y al dîa siguiente estaba toda
brotada de urticarias, como si me hubiera revolcado en una planta
de ortigas. Decian que si no encontraban a Julia, nos iban a
reventar a todos en su lugar. Por mi que nos mataran, pero a mi
Julia ni sofrando la iban a encontrar. Ni sabiamos dônde andaba.
Después de dos dias volvieron y se llevaron a dofla Pola, la pobre,
que cuando volviô estaba como loca, enferma de los nervios.
Decia que la habian insultado toda la noche y que la amenazaban
con un pelro policia furioso mientras la interrogaban. Serân
cretinos, qué tendrâ que ver la pobre mujer, si hacfa como tres
meses que no veiamos a Julia.

Justo unos dias antes de los allanamientos, la abuela no


encontrd mejor escapatoria que tomarse un frasco de pastillas
completo y hubo que llevarla a la clinica para hacerle un lavado de
estdmagci. Decia que no queria vivir mds. Que ya no podia
aguantar tanto sufrimiento. No sé cômo hizo Julia, pero se enterd
del intento de suicidio y llam6 a la casa para saber cômo estaba.
Parece que interceptaron la comunicaciôn y cuando se llevaron a
dofra Pola no hacîan mâs que preguntarle qué clave secreta era esa
de la abuela y las pildoras. Serân huevones. Creian que hablaban
en clave y que 1o del suicidio no era cierto.

Tucumân entero habia empezado a volar por los aires . La


policia y el ejército no paraban de poner bombas en las casas, en
los negocios y en los coches, mataron a mucha gente. Ademâs de

C,O)rJ C,Cr)
las amenazas de muerte le exigian a don Boris que les diera
dinero. Igual que en las pelîculas de gângsters que vefamos en el
cine de verano. Después del riltimo allanamiento, un viejo amigo
de Julia vino a verme y me dijo que Julia me necesitaba. Hicimos
una cita en Simoca y alIî aparecid ella con Federico. Creo que
nunca en mi vida 11oré tanto. Nos quedamos pegadas,
abrazândonos sin poder hablar, y esa noche fue cuando decidimos
pedirle a Carmelo que nos cruzara. Ellos estaban perdidos, no
tenfan ninguna forma de conseguir un pasaporte, todos andaban
corriendo para esconderse y no podian aglantar mâs tiempo.
Debiamos actuar en secreto y conseguir un poco de dinero para
salir 1o antes posible. Ni siquiera sus padres podfan enterarse, no
estaban en condiciones de soportarlo. Carmelo y yo no teniamos
ni un peso, asi que dijimos que nos fbamos a casar y que
saldriamos de luna de miel esa misma semana. Dofla Pola y don
Boris se alegraron 1o que las circunstancias les permitîan, aunque
me pidieron que volviera pronto, se sentfan muy solos y se iban a
mudar de casa. Con las bombas no podfan seguir durmiendo en la
habitacidn con balcôn que daba a la calle , y habian alquilado un
departamento grande en el centro de la ciudad.
Con la boda conseguimos el dinero suficiente para el viaje y
para comprar la pintura de la camioneta. Hicimos una fiesta
chiquita, pero vinieron mis familiares desde Simoba y hubo un
poco de mrisica. Los policias de la puerta se 1o creyeron y los
padres de Julia me regalaron ademâs una valija con un ajuar de
novia, como se debe. Esa noche me fui a la casa de Carmelo,,allï
pintamos la camioneta como si fuera una ambulancia.
Compramos la peluca para Julia y los trajes de enfermeros, la
camilla y el tubo de oxigeno y de suero, todos de segunda mano,
porque nuevos eran muy caros. Ahora estâbamos de luna de miel
pero habfamos pasado a ser de la CrtzRoja.
A los dos dias, y con todo listo, fuimos a buscar a Julia, a
Federico y a Javier que estaban esperândonos en una casa fuera de
la ciudad. Era primavera y el camino entre las enormes montaflas

C,U)112 C,Or)
estaba lleno de margaritas amarillas. Nos vestimos todos de
médicos y enfermeros, menos Julia que se puso la peluca de pelo
negro con trenzas y se acostô atrâs, en la camilla, con la mâscara
de oxigeno en la cara y Federico al lado durmiendo. Javier
también iba atrâs, vestido de médico, todo de blanco y
controlando el estado de la paciente, con la cara tapada por un
barbijo. Asi empezamos el viaje. A Federico le dimos un calmante
para que se durmiera, el pobre, no iba a poder aguantar tranquilo
tantos kildmetros y tantos nervios.
A m( el traje blanco con sombrerito me sentaba muy bien y no
veas lo lindo que estaba Carmelo vestido de enferrnero. Desde alli
empezamos a subir por montaflas altisimas, fuimos cruzando el
desierto, los cerros de arena con el viento arremolinândose, y de
vez en cuando los rebaflos de llamas y las casas bajitas de barro
desde donde salen las mujeres a vender sus mantas y su aJî
picante. Nunca habîa hecho un viaje tan largo y de a ratos yo
temblaba, tenîamos que crzar tres puestos policiales hasta el
puente que separaLa Quiaca de Villazôn,la frontera boliviana.
En los dos primeros no nos pararon,las cruces rojas de las puertas
estaban bien pintadas, incluso los guardias nos saludaron, pero
cuando llegamos al puente, el policfa se acercô, era muy negro y
tenia las mejillas peladas por el viento fr(o. Le dijimos que la
mujer estaba infectada y deportada porque habîa empezado un
brote maligno de viruela. Que por favor no se acercaraporque era
muy contagiosa, pero que si queria podia revisar todo, aunque no
se lo aconsejâbamos.

Fue gracioso, el tipo pegô un salto pafa atrâs y yo me quedé con


los documentos en la mano, ni los mird y avisd aYilIazln para que
nos abrieran la frontera. Le dije muy seria: <<no vaya a ser que
estos coyas nos quieran traer a la Argentina la peste, hay que
apurarse y devolverlos a su casa. Seria mejor que cierre usted el
paso hasta nuevo aviso>>. Me sali6 fantâstico, ni yo misma me 1o
podia creer, pero es que con tantas horas de radionovela podia
hacer muchos personajes. En el fondo, siempre hubiera querido

gU)II3 C-,Or)
ser actriz de teatro o de radio. Fl tipo me dijo: <<tiene usted razôn,
voy a dar el parte ahora mismo>>. Asf, al caer la tarde, cruzamos el
puente sobre el rîo y la frontera y no paramos hasta llegar a Potosi,
donde por fin pudimos bajar en un hotel, lavarnos, cambiarnos de
ropa y descansar. Estâbaqos agotados, ni las hojas de coca que
ibamos masticando consegufan vencer nuestro cansancio,
costaba respirar en ese anre tanalto.

Recién ahf empezamos nûestra verdadera luna de miel.

C,O)tr4 C,Cr)

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