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La filósofa de tocador

Para. Ari.gato
A la ama de llaves, de la casa, la trabajadora doméstica sin salario, la
lavadora, la secadora y la tostadora… café con aroma de mujer, con leche,
materna, lácteos, antojo y lucro, violación de la madre tierra, porque mueven
más dos tetas que una yunta, diría doña Reina, y mueve sus influencias.
El quehacer que no se acaba, el modo de vida, nuestras ocupaciones que son
muy importantes, las prioridades, los deseos y las aspiraciones, el orgullo de la
familia. El macho proveedor, con la escopeta, cargada y en una esquina, como
su vieja, la chula, Linda y él tan feo, fuerte y formal: alegorías del ser, y del
saber de Sor Juana que no tenía el entendimiento en el sexo, ¡y que jugaba con
él! Primero en sueños.
La que se distrae mientras tiene sexo, porque del ocio viene la filosofía, de los
ratos lúdicos, de viajes y rumores de señores que no querían en su círculo a
Simone de Beauvoir, sino en su cama. Y que despierta devastada junto al
tocador, con una botella y residuos de alcohol, con todos los sueños y recorridos
de maquillaje, la yegua que queda grande, domadora de hombres que lidia
acostumbrada a tratar con borrachos y altaneros como doña Luisa, la abuela,
la matriarca.
La que está en contra de la alacena, espacio de dominación, entre las manos de
su mejor amiga, su comadre a la que desconoció en un rato de ocio, y conoció
sus dedos, porque también ponen de cabeza, como los santos y las santas, la
Petrita, la del barrio, la chola, que nada la detiene, sin ataduras ni corsé, la
mer y la mère, brava, porque va contra todo, menos contra la madre y más
contra la maternidad, contra el muro, la frontera y las tierras robadas, el suelo
en el que no llora más por sus hijos.
La entrometida que termina por mandar a todo mundo ¡a la verga!, y ¡a la
chingada! porque la ropa sucia se lava en casa y los tratos se cierran en los
burdeles, pues parece que todos están esperando a que les digan qué y cómo
hacerlo, la tía Tula, Charito, robada de joven, engañada, traicionada por la
vida.
Porque no le teme a la palabra pene ¡con tantos hijos!, ni a cortarlo, amputarlo
como una carnosidad, una verruga, un aborto. Domina sus artes, es bruja, se
ama a sí misma, es lesbiana, a ratos, y se la pasa de pachanga, vuela en la
escoba, con la que barre el polvo de la acerca fuera de la casa, en el exterior, se
deja de disfrazar con tanta ropa interior y se va sin avisar, para venirse,
mojarse, la gata bajo la lluvia y la tigresa, embarrada en escándalos.
Experta en exteriores, sale del closet y se enclaustra en sus libros, y siembra
una planta por cada hoja que pasa, que cae, para sanar la herida, reforestar, y
fertilizar. Sin apariencias, políticas públicas y vidas privadas, rumorea,
pláticas de lavadero, de libertad y de esclavitud, como las almas que nos
cargamos deseosas de tanta propiedad privada y práctica sexual, pertenencia,
enamoramiento.
Aunque mona se vista de seda mona se queda, con pelos en las piernas, sin
pelos en la lengua, estuche de monerías, maquillaje y accesorios de ornato, como
plantas, cuidado de riego, de la leche, de la menstruación, la venida de las
hijas, a la casa, la sagrada familia, casa de Dios, el gran Otro, estafador de
conciencias.
Si hubiera demasiada histeria en esto es porque todas estamos un poco locas, ¿o
no Freud?... la noche es joven y una línea de cocaína refrescaría la mente de
Pedro Lemebel, o de alguna otra puta, la otra. Nunca detrás del hombre, ni a
su lado, ni de la espuma del mar, ni ninfa, más que musa creadora,
levantándose temprano y acostándose al último como María, no la madre de
cristo sino la del ateo que le dedica esas palabras a la irreverente mestiza,
cómplice de saberes y de viajes astrales.
AXYZ

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