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Resiliencias relacionales
Algunas preguntas
2
Como Marilene Marodin en Brasil, Carmine Saccu en Italia y Silvia Vecchi en Argentina.
3
El legislador Fernando Melillo presentó una ley para introducir los principios de las resiliencias en el ámbito
de la educación y la salud que fue aprobada por unanimidad pero nunca entró en vigencia.
¿Qué se necesita reconocer y aprender como valores, como aptitudes, como
experiencias para la construcción de una cultura con noción de la
importancia del bien común, de la responsabilidad que tenemos todos con
nosotros y con los otros? ¿Qué se necesita practicar en valores, en
experiencias y en aptitudes para la construcción de una cultura que pueda
constituirse en contexto de acciones solidarias? ¿Qué conceptos necesitamos
revisar y profundizar para esos importantes cultivos? ¿Cómo pasamos de ser
objeto de propuestas de consumo como clientes para un mercado a ser
personas pensantes? y ¿cuáles capacidades necesitamos cultivar y poner en
práctica en cada experiencia de encuentro con Otros para asumir nuestra
responsabilidad en la construcción de experiencias relacionales que
garanticen las resiliencias?
Hago una lista de conceptos que creo nos pueden ayudar a este cultivo –
entrenamiento necesario para facilitar resiliencias, necesario para las
prácticas profesionales de quienes nos ocupamos del sufrimiento de
personas: psicoterapeutas, médicos, educadores, abogados y jueces,
trabajadores sociales, políticos, mediadores…, si la ética del cultivo de los
vínculos y el cuidado del bien común es nuestro marco referencial:
Compasión, Semejantes, Empatía, Respeto, Cuidados, Diversidades,
avances desde la Neuroendocrinofisiología, cambios de paradigmas
culturales.
Estos conceptos no sólo requieren revisión permanente sino tener en cuenta
en esa revisión comentarios de Wittgenstein sobre el lenguaje:
“No hay un lenguaje descriptivo. El significado de las palabras está en los
juegos de lenguaje, en las formas de vida.” Para Spinoza, está en los modos
de existencia mismos, en las construcciones colectivas de significado. 4
Cualquier perspectiva va a portar valores propios de esa comunidad de
hablantes. Estamos inmersos en sistemas de categorías5, y en ellos hemos
sido entrenados. Aun cuando comentemos ideas sobre estas experiencias
que mencionamos (las experiencias de cada uno de nosotros son singulares),
los debates acerca de ellas necesitan tener siempre un lugar importante,
revisando los sistemas de categorías en las que los reconocemos. Sabemos
que no es útil pensar en “lo normal”, que se nos desliza a “lo bueno y
4
Siguiendo ahora a K. Gergen en sus propuestas desde el Construccionismo Social.
5
Ib.
deseable”, y a “lo ideal”, que sabemos inexistente y que sin embargo nos
sigue formateando. Por estos modos de categorizar que nos obnubilan y no
nos habilitan a incorporar lo nuevo es necesario participar de espacios
dialógicos y conversaciones reflexivas acerca de cada una de las propuestas
para pensar en qué esas experiencias ayudan a que florezcan las resiliencias.
Y este libro colectivo es para mí uno de esos espacios. También los artistas,
los poetas, como Fernando Pessoa, nos ayudan.
¿Por qué explorar una mirada relacional sobre las potencialidades que
despliega la metáfora de las resiliencias? Parto de compartir algunas
reflexiones:
-Somos seres vinculados y vinculantes. Esos vínculos son con otros a los que
percibimos distintos de nosotros. Pero también existen vínculos entre
distintos aspectos de nosotros mismos, a través de discursos, emociones, y
manifestaciones corporales, no siempre fáciles de relacionar. Siempre
estamos en relación, externa o internamente.
-Si bien cada uno/a de nosotros/as es un ser singular con tendencias
repetitivas que nos hacen suponer características “esenciales” (puedo pensar
que “soy” lenta, que “soy” tranquila…), al participar de diferentes contextos
relacionales desplegamos aspectos que a veces desconocemos, nos
sorprenden, inesperados por poco o nada habituales, pero que también son
nuestros, presentes y posibles.
-Es en ese marco relacional, de permanentes intercambios entre quienes
reconozco como “yo” y “los otros” (aun los “otros” internos) que me interesa
re visitar la temática de las resiliencias porque me convoca y me interpela.
-Hay conceptos, prácticas y metáforas que tienen la potencia de generar
campos de acción y de reflexión más amplios que las diferentes líneas
teóricas de las que abrevamos los psicoterapeutas. Algunas son de especial
interés. Por ejemplo, entre los conceptos, 1) el concepto del
Construccionismo Social, propuesto originalmente por Peter L. Berger y
Thomas Luckmann y ampliamente difundido y desarrollado por Kenneth
Gergen y otros pensadores, nos trae a la mano la noción de la importancia de
las convenciones cognitivas de las que participamos al construir realidades
colectivamente a través de las diferentes formas en que las personas
conversamos. Y los desarrollos desde el Construccionismo Social y desde el
Pensamiento Complejo ayudan a que consideremos a las personas no como
entidades homogéneas sino en la aceptación de la complejidad de muchos
aspectos y discursos que nos atraviesan. Entre las prácticas, 2) el armado de
escenas con las variaciones en los juegos de roles y, en general, las distintas
técnicas que se han llamado psicodramáticas, nos abren exploraciones en las
que el cuerpo, las posiciones, las simbolizaciones, las emociones y las
acciones nos enriquecen. También las disciplinas orientales meditativas que
nos ayudan a centrarnos y concentrarnos en el presente, en lo que estamos
viviendo y percibiendo, así como la práctica del yoga con la que nos ponemos
en posiciones no habituales para los occidentales contribuyen a que, aun
instalados en teorías muy diferentes, puedan ampliarse nuestras visiones y el
registro de la calidad de nuestras vinculaciones. Entre las metáforas, 3) la de
la Resiliencia, desarrollada por autores europeos como Boris Cyrulnik , Jorge
Barudy, psicoterapeuta chileno residente en Europa desde hace muchos
años, y en nuestro medio por Néstor Suárez Ojeda, Aldo Melillo, Mabel
Munist y otros profesionales del Centro Internacional de Información y
Estudio de las Resiliencias es una de esas conceptualizaciones enormemente
fructíferas, capaces de abrir límites estrechos, a veces simplistamente
deterministas en teorías que sostienen algunos psicoterapeutas.
Más adelante, cuando desarrolle la idea relacional de las Resiliencias, me
referiré a las ventajas y las desventajas que se señalan en este campo, lo que
creo útil y valioso, y lo que creo necesita ser estimado para recuperar las
responsabilidades que nos caben a todos en la restauración de modos dignos
de vida para aquellos que han sufrido traumas y experiencias inaceptables.
Relaciones
-La metáfora de la resiliencia, como ya sabemos, proviene de las ciencias
duras y se refiere a las propiedades de algunos materiales de recuperar su
forma original después de haberla perdido por sufrir una colisión. Si bien la
concepción desde la Física remite a características específicas y propias de
cada uno de los materiales en juego, también en la colisión está presente una
interacción con otro material. Asimismo la metáfora da cuenta de
posibilidades estudiadas también para materiales que en principio no serían
pasibles de recuperación salvo por la intervención de algún otro agente,
como por ejemplo, lo que ocurre con los metales.
En la aplicación de la metáfora a las adversidades de la vida de los
humanos es esa intervención de otros agentes lo que hace una diferencia en
el desarrollo de las capacidades de recuperación de quienes han sido
afectados negativamente, y, si seguimos la metáfora, es desde
intervenciones de otras personas que facilitan las acciones resilientes que
interesa desarrollar la importancia de la perspectiva relacional de las
resiliencias para poner sobre el tapete las acciones u omisiones de las que los
ciudadanos adultos somos responsables. Los autores6 que más han estudiado
y apoyan sus intervenciones en esta descripción de situaciones no parecen
pensar sólo en cualidades o capacidades humanas intrínsecas sino que
incluyen siempre la presencia de factores contextuales que las facilitan o las
inhiben. Lo que intento aquí es ahondar en las características de estas
relaciones, descartar la utilidad de la idea de que nos encontramos frente a
individuos más resilientes o menos resilientes, y poder centrarnos en la
necesidad de involucrarnos y hacernos responsables de nuestras acciones en
tanto ayuda u obstáculo para que las resiliencias tengan lugar en la vida de
los más afectados.
Algunas objeciones
-Terapeutas con mucha conciencia de la dimensión social de las
problemáticas enfermantes en general 7, ponen énfasis en la paradoja que se
genera si los Estados, apropiándose de las perspectivas positivas que abren
las resiliencias, se desentiendan de apoyar políticas públicas que amparen a
las víctimas de acciones traumatizantes. Esto nos hace pensar que esta
fecunda metáfora tiene algunos inconvenientes según cómo y por quienes
sea usada: puede dar idea de que los daños pueden ser minimizados, no
reconocidos en su potencia destructiva. No necesitarían entonces ser
evitados ni reparados, ni serían importantes los cuidados y los apoyos
comunitarios, ya que las personas, munidas de sus capacidades resilientes,
podrían siempre superar los daños, y no sufrirían sus consecuencias.
Sabemos bien que esto no es así, que muchas personas no encuentran en su
camino esas presencias, esas acciones, esas conversaciones y esas ayudas
que garantizan la emergencia de las necesarias potencialidades resilientes.
Me interesa entonces integrar a la metáfora las responsabilidades de
autoridades, profesionales y otros adultos significativos, en fin, el marco de la
responsabilidad social que nos cabe a todos quienes podemos estar en
contacto con quien sufre y necesita cambios que restauren su dignidad
6
Entre los que conozco: Boris Cyrulnik, Jorge Barudy Néstor Suárez Ojeda, Aldo Melillo, Ana María Aron.
7
J. Barudy, Aldo Melillo, Nestor Suarez Ojeda, Emiliano Galende.
social8. Particularmente nos toca a los psicoterapeutas ser esas personas que
instrumentemos todo lo que está a nuestro alcance para asegurar esos
crecimientos satisfactorios, brindando apoyo y confiando en los recursos que
las personas pueden tener para alcanzar sus metas deseadas, aún cuando
elementos de su historia y su trayecto de vida den lugar a determinaciones
nada alentadoras.
Para quienes practican profesionalmente la tarea de mediación, la metáfora
de las resiliencias relacionales aporta y coincide con premisas propias de ese
campo profesional: es fundamental el foco puesto en las relaciones,
especialmente en el cuidado de las mismas, sabiendo que las personas, aun
en conflicto entre ellas, pueden elegir ayudarse o perjudicarse una a la otra.
Les habilitan un rango de acciones sintónicas con sus objetivos pacificadores,
negociadores y, aun conciliadores, dando lugar a que puedan tomar distancia
de tradiciones adversariales, reconocer las áreas de relación conflictivas e
identificar aquellas libres de conflicto, tales que ayuden a trazar caminos
posibles en la continuidad de algunas relaciones, especialmente en las
familiares.
8
Cito el concepto de restauración comunitaria acuñadp por Elina Dabas.
Mi padre nació en 1910 en el barrio sur de la ciudad argentina de Santa Fe,
barrio en ese entonces lindante con el río, habitado por familias entre las
cuales muchas de ella pertenecían a la colectividad judía. Cuando ese bebé
nace, su madre, que tenía además otros 5 pequeños hijos y sabía que su
marido había perdido su empleo en los FFCC por negarse a abandonar su
nacionalidad italiana, se suicida cortándose las venas. El padre de familia, mi
abuelo a quien nunca conocí porque falleció el año de mi nacimiento, queda
con 5 niños y un bebé, saliendo diariamente a vender sandías desde un
carromato. ¿Quién cuidaba a ese bebé cuando el papá salía a trabajar? Su
hermanita mayor, de no más de 8 años y algunas de las señoras de las
familias vecinas son las primeras en asumir esa responsabilidad. Hasta le
consiguen un “ama de leche” que él comparte con un “hermano de leche”
con el que mantuvo una relación por muchos años. Mi padre contaba que en
las casas de esos vecinos había interesantes libros que él tempranamente
aprendió a leer, y que lo ayudaron a escolarizarse como un alumno brillante
en la escuela primaria. Para el hijo menor de esa familia muy pobre proseguir
con estudios secundarios hubiera sido imposible. Pero, hubo entonces un
programa estatal con previsión en relación a la importancia de la educación
pública que abrió ese acceso para los mejores alumnos de las escuelas
primarias de las provincias. Allí fue Jorge, al colegio que en ese entonces se
llamó Carlos Pellegrini en el Gran Buenos Aires. ¿Qué pasó con el resto de la
familia? Mientras Jorge transitó su escuela secundaria internado en el
colegio, sus hermanos mayores crecieron, trabajaron, aprendieron oficios, se
casaron. Como el más pequeño seguía siendo un alumno excelente, con gran
rendimiento especialmente en física y matemáticas, sus hermanos se
pusieron de acuerdo en apoyar su evolución en una carrera terciaria –él
eligió ingeniería – juntando los dineros de sus trabajos para costearle
alojamiento y otros gastos a los que él también aportó trabajando en
diversas tareas. Siempre recordaba a sus profesores del colegio secundario,
cómo lo habían alentado a continuar estudiando, la ayuda de sus hermanos,
de sus vecinos, de sus maestros, con plena conciencia de que sin ellos él no
hubiera nunca alcanzado la meta de ser un ingeniero civil capaz de construir
edificios públicos como la Municipalidad de la ciudad de Córdoba, el Palacio
Judicial de la ciudad de Mar del Plata, la Universidad de Río Cuarto, cuarteles
y escuelas en provincias del país. Se casó, tuvo tres hijos: yo, la mayor, y mis
dos hermanos varones, ambos ligados a la construcción y a la tecnología. En
pocos momentos gozó de un pasar acorde a sus esfuerzos, pero siempre
contó con el amor que sembró en sus hermanos, sus hijos, sus sobrinos, y
todos aquellos que lo conocieron. Esa es la imagen con la que yo lo atesoro
en mis recuerdos, la de un “sembrador” de buenas acciones, siempre
sensible y atento a las necesidades de “los otros”.
Revisando esta historia, y la de muchos de mis compatriotas
descendientes de inmigrantes de distintas colectividades, visualizo con
gratitud a aquellas personas generosas, atentas, capaces de involucrarse en
la vida de un bebito huérfano como fue éste el caso y ayudarlo a crecer y a
llegar a ser un hombre capaz, amante de la vida, que supo hacer felices a
muchas personas.
La segunda historia, la tomo de una semblanza sobre Martin Mc
Guinness aparecida en un matutino argentino en estos días, firmada por
Luciana De Mello. La periodista homenajeaba, pocos días después de su
muerte, a quien había sido un artífice, quizás el más notorio, de la firma de
paz entre Gran Bretaña y el IRA, acabando con eso una sangrienta guerra de
más de 500 años de duración que amenazaba proseguir una lucha sin destino
posible más que las muertes de todos sus involucrados, fueren o no
protagonistas de esa lucha.
Martin creció en Derry, Irlanda del Norte, hijo de una de las tantas familias de
trabajadores, sensible, dispuesto a involucrarse en las situaciones de
injusticia y avasallamiento humillante por las que atravesaban sus
compatriotas. Por ejemplo, los victoriosos británicos rebautizaron
Londonderry a su Derry natal. Testigo en algún momento de una represión
atroz producida por soldados británicos, cuenta él mismo su impresión
cuando ve traer el cadáver destrozado de uno de sus vecinos de la cuadra.
Joven, enardecido por las injusticias, se alista en el IRA y llega a ser uno de
sus más aguerridos combatientes. También contaba haber sostenido con
frecuencia conversaciones muy importantes para él con un sacerdote
católico que lo acogía y le dedicaba tiempo de intercambios y debates
reflexivos. Él mismo es quien refiere que en una oportunidad tuvo en sus
manos un texto proveniente de estrategas de las tropas británicas en el que
quienes escribían comentaban acerca de reconocer la imposibilidad para
ellos de llegar a ganar esa guerra contra el IRA. El entrenamiento reflexivo de
sus debates con su confesor lo llevó a preguntarse qué pasaría si intentase
observar los desenlaces del combate desde su propia facción, el IRA. ¿Podría
el IRA alguna vez llegar a una victoria bélica contra Gran Bretaña? Partiendo
de esas preguntas, convencido de la inutilidad de continuar la cruzada de las
reivindicaciones por la vía de las hostilidades, se reúne con sus amigos más
próximos y comienza a planificar encuentros que pudieran dar lugar a poner
fin a esa guerra. Fueron algunos largos años de conversaciones y reuniones,
especialmente difíciles con sus propios compañeros que lo veían en un
principio como un traidor, que culminan en 1998 con la firma de un histórico
tratado de paz, disolviendo en lo posible antagonismos y promoviendo la
aceptación de los términos de un reconocimiento de una soberanía de
Irlanda que seguramente todavía va a costar consolidar pero que fue posible
gracias a acciones concretas de personas de cualidades relevantes. Martin
siempre reconoció el valor de sus “tutores de pensamiento” que lo ayudaron
a ver, y a no enceguecerse en la competencia de la guerra. Gran tarea, gran
capacidad de pensar por fuera de los paradigmas competitivos dominantes.
Gran capacidad estratégica de mediación.
Los ejemplos pueden ser muy numerosos. En verdad, casi es que todas
las personas pasamos por crisis, por eventos más o menos catastróficos, por
experiencias de las que pensamos que las consecuencias van a ser nefastas. Y
sería muy importante poder entender cuáles son los factores que
contribuyen a que esas consecuencias no sean inexorables, y que, por el
contrario, puedan producirse desenlaces y aprendizajes beneficiosos.
Los padres amorosos de un niño abusado por un vecino o un supuesto amigo
de la familia van a conseguir crear un entorno emocional y fáctico que
devuelva a ese niño la confianza en que merece ser cuidado y bien tratado.
Si, por el contrario, los padres, abrumados por la situación, más que acudir a
recibir ayudas eficaces como para hacer lo que mejor se pueda pensar
delegan totalmente la conducción del caso en profesionales que pueden ser
muy idóneos pero no tienen con ese niño el vínculo próximo que ellos tienen,
o se dejan inducir por el sentido trágico de haber perdido el paraíso ideal que
quisieron construir para su hijo, posiblemente obstaculicen la emergencia de
esas experiencias que apuntan a convocar las capacidades que podemos
identificar como resiliencias. Las experiencias de abusos sexuales perpetradas
por adultos hacia niños y adolescentes son horribles torturas sufridas,
complejas en los múltiples factores que confluyen en ellas, que
desgraciadamente no dejan de ser parte de vicisitudes transitadas más
frecuentemente de lo que imaginamos. Es cómo vamos a actuar, pensar y
sentir quienes nos vinculamos con esos niños, sus familiares, sus redes, lo
que va a determinar gran parte de las formas en que esas experiencias van a
ser significadas, las consecuencias emocionales que de ellas deriven, las
formas en que esos niños van a poder atravesar su sufrimiento. ¿Qué
actitudes de los adultos y de sus pares los van a ayudar a restaurar su
dignidad, su lugar social de protagonismo, la estima de ser quiénes son, la
confianza en sí mismos? Posiblemente necesiten ser muy bien escuchados,
muy bien respetados, muy bien mirados y acompañados. Aparece entonces
nuevamente la responsabilidad relacional necesaria para que tengan lugar las
resiliencias, la conciencia de que todos quienes conformamos los entornos
tenemos posibilidades de ayudar y fomentar conductas hacia resiliencias o
despreocuparnos de lo que les ocurre a los otros y comportarnos con
indiferencia, desentendiéndonos de sus problemas.
11
Linda Graham :Mindfulness, Self-Compassion and Resilience , San Diego Psichological Association, fall
2016
Reformulado por M.C. Ravazzola, abril 2017.
12
Relatada por la Licenciada en Ciencias de la Educación Elina Dabas.
regulación de lo que podríamos pensar son las capacidades de maduración
de las cortezas prefrontales de quienes nos crían y educan. Los aprendizajes
iniciales de nuestras competencias y posibilidades dependen de cuánto
somos considerados valiosos e importantes en los modos predecibles y
confiables en que se producen esas relaciones. Esas relaciones iniciales,
según estos autores, darían lugar a circuitos neurales del cerebro que pueden
instalarse dando lugar a respuestas más flexibles y adecuadas a las
circunstancias o configurarse en patrones más rígidos, más cerrados a
experiencias, personas y aprendizajes nuevos. También resulta interesante
constatar que, más allá de estas descripciones de relaciones a las que se ha
llamado “apegos “tempranos, esos autores confirman que las resiliencias
pueden ser aprendidas en las relaciones con las otras personas con las que
nos ponemos en contacto como maestros, compañeros, pares, hermanos,
terapeutas, médicos, abuelos, vecinos, autores de textos, escenas de films,
obras teatrales, poemas, etc.
El Cuidado 13
Dice la autora:
El cuidado de sí y del otro sólo puede nacer de los encuentros vitales, nunca
de los ideales. Cuando olvidamos al ser vivo complejo para buscar la pureza
del ideal, abandonamos toda posibilidad de cuidado. Porque cuidar no es
“hacer el bien”, sino potenciarnos mutuamente, “hacer sinergia”. ..Nada está
dado a priori, ni en abstracto, todo fluye al ritmo de los encuentros y de la
comprensión que tenemos de nuestra existencia necesariamente común. ..
Desde la ética del encuentro, cuidar a otro no es lo que hago por su bien, sino
lo que hacemos para potenciar nuestra vida común.
Este es un buen punto de partida para una función –el cuidado– a cumplir
desde los ámbitos de las instituciones de la sociedad civil. También desde los
feminismos, Carol Gilligan abre la entrada a un nuevo escenario cuando da
cuenta de su investigación sobre el posicionamiento diferente de las niñas (lo
13
En “Nosotros y los Otros: diversidad y cuidado de sí y del otro” artículo De Denise Najmanovich
compara con el de los niños varones) en los juicios morales en que ellas
incluyen el cuidado de las personas. Desde allí es que se construyen los pasos
dados en la dirección de la Ética del Cuidado. Y es entonces la consideración
por el cuidado de las personas una práctica que da cuenta de posibilidades
resilientes en los vínculos.
La Compasión
Si bien es difícil organizar una reflexión que pueda ser generalizada en cuanto
a los afectos y a las maneras de, en los encuentros, desarrollar acciones
incluyendo y a partir de emociones, creo útil seguir a Eugenio Fernández,
estudioso de Spinoza, en sus reflexiones acerca de la Compasión. Dice E.
F.:“la compasión es uno de los afectos que componen la sociabilidad natural
de los hombres”. Spinoza la conecta con la Piedad, a la que considera una
virtud cívica decisiva para organizar políticamente las multitudes desde la
solidaridad14 y la libertad. Dice Spinoza: “la compasión es un afecto triste y
reactivo, es la tristeza acompañando un mal que sucedió a otro que
consideramos semejante a nosotros”. Así y todo, el mismo Spinoza la conecta
a la piedad por reconocer en este afecto la capacidad de poder pasar de la
pasión a la acción. La piedad consiste en el “deseo de hacer el bien”, incluye
la generosidad, el deseo de ayudar (parte III de la Ética).
Para Spinoza entonces la compasión es un primer paso en la consecución de
la piedad. Sería “tristeza surgida del daño de otro, es la tristeza acompañada
de la idea de un mal que sucedió a otro, al que imaginamos semejante a
nosotros”. Es “hacerse miserable” con otro, padecer por sus males,
condolerse. La tristeza nos daña en cuanto disminuye nuestra potencia, con
lo que la miseria se duplica (E. F.), pero es a la vez indicador de
vulnerabilidad, de sensibilidad, de capacidad de empatizar, y de capacidad de
solidaridad. Para la tradición de Séneca, Hobbes y otros como Nietzsche, la
compasión se asemeja a la lástima (que no es con el Otro sino hacia el Otro,
mirado condescendientemente). Es Spinoza quien coloca la compasión en el
camino a la piedad teniendo en cuenta que con ese afecto se sale de la
indiferencia y se rescata la sensibilidad hacia los otros, en virtud de lo que
reconocemos que tenemos en común con esos otros. Si aparece odio o
14
Recordemos la salvedad en el Lenguaje que propone Wittgenstein. Hace unos años (entre 2001 y 2004), en
algunos circuitos de conversaciones me advertían en México que no usara la palabra solidaridad porque había
sido bastardeada por un partido político que la usó como lema en la propaganda pero luego la distorsionó
totalmente en la práctica.
indignación es contra quien causa el daño, no hacia quien lo sufre. Desde allí
tendemos a buscar salir de esa tristeza, a invertir esfuerzos en desbaratar lo
que la produce al dañar a otros y ahora también a nosotros. La piedad sería la
potencia que surge a partir de reconocer nuestra impotencia, que aparece en
la tristeza de la compasión. Curiosamente, Spinoza dice que el afecto
compasión teje una red de relaciones que lleva a pasar de la mera
condolencia al deseo activo de eliminar la causa de la tristeza y de hacer el
bien para recuperar a quien sufre. Rechaza la miseria y promueve acción
contra ella. Es un “mal” menor, en el camino a humanizarnos, a vincularnos
con nuestros semejantes.
Desde mi perspectiva, “con/mpadecer”, o padecer con el Otro es
diferente de la experiencia de la lástima. Experimentamos lástima desde una
posición de superioridad, desde una jerarquía supuestamente “superior” en
algún rubro como lo moral, lo social, lo intelectual, o lo económico, hacia
quien se percibe como si en algo fuera menos, “inferior”. La compasión, en
cambio, se experimenta desde una posición par, simétrica, resonando con
ese Otro que sufre, sintiendo su sufrimiento en carne propia, registrándolo,
reconociéndolo, compartiéndolo, de modo que desde allí se pueda generar
un camino de búsqueda de posibles recursos de alivio y mejoría. Dice
Emmanuel Levinas, filósofo que, como Spinoza, nos acerca a la Ética: La
cercanía hacia el Otro es una relación de tipo meramente ético, en el sentido
de que el Otro me afecta y me importa, por lo que me exige que me haga
cargo de él, incluso antes de que yo lo elija. Por tanto, no podemos guardar
distancia con el Otro. El Otro se impone como límite de mi propia libertad.
Levinas identifica al Otro al cual estoy obligado con las figuras del huérfano,
la viuda y el extranjero. De ahí deducimos que el Otro en esta afirmación es
el que está en situación de precariedad o sufrimiento. Dice: A ese Otro no lo
determino a partir del ser ni del conocimiento, sino del reconocimiento de su
alteridad desnuda, y, tal vez agregaría Humberto Maturana15, “como un
legítimo Otro”. Estoy obligado a preocuparme, al despreocuparme lo estoy
matando. A su vez, el filósofo reflexiona sobre lo importante que en realidad
es ese Otro: a través de los Otros me veo a mí mismo pues, ¿quién soy yo si
nadie me nombra, si nadie me saluda? De ahí que la relación cara a cara sea
fundamental para Levinas, en la consecución de entender que los progresos
tecnológicos, desde la búsqueda de verdades ontológicas, han dejado de lado
la preocupación por el prójimo, el semejante, el Otro que, en tanto próximo,
15
Biólogo chileno creador del movimiento de la Matríztica, recuperación de la ética en las relaciones, al que
elijo parafrasear.
nos obliga a tenerlo en cuenta. También discurre sobre los efectos de la
tecnología, que, además de producir progresos interesantes,
lamentablemente ha aportado muchas estrategias para evitar que nos
conectemos, que veamos a ese Otro cara a cara. La mirada a la cara nos
obliga a reconocer en todo lo que el Otro también es semejante e importante
para mí, y respetarlo. Evitar esa mirada (en las guerras se habla de “bajas”,
de daños colaterales, de “números” o de “blancos”) elude ver el rostro y aleja
la conexión con las personas que se asesinan.
Entonces, basta con que algún truco tecnológico nos aleje de la visión
de ese Otro que sufre como “semejante” para que me aparte de mi
obligación de atender a su necesidad. Ya no es un Otro próximo, le puedo
quitar esa investidura y maltratarlo o simplemente ignorarlo o negarle mi
apoyo. Si pertenece al partido político que estoy denostando, demonizando,
puedo torturarlo sin hacerme problemas. Podemos hacerlo ya no a través de
la tecnología, empleando un truco muy habitualmente usado así en nuestra
cultura es el de caracterizar al Otro por algún rasgo parcial que
transformamos en total: “habla así porque es feminista”, “es negra y pobre,
sin cultura”, “se come las eses, no sabe usar los subjuntivos”, “es
homosexual” … y podemos seguir con la lista de características que hacen
que desechemos al Otro como semejante, no lo escuchemos, lo juzguemos
indigno de nuestra solidaridad, lo ataquemos. Si no consideramos al Otro un
prójimo, un semejante, no vamos a experimentar compasión, no vamos a
ocuparnos de él, ni acogerlo ni a refugiarlo, ni a darle amparo,
acompañamiento y cuidado, ni mucho menos ayudar a que aparezcan en él
todas esas capacidades resilientes que podrían crecer y potenciarse en su
corteza prefrontal a partir del encuentro con nosotros .
¿Por qué incluir las diversidades? Si nos reconocemos como aquellos adultos
necesarios como agentes de promoción de resiliencias, las visiones del Otro
como potencial rival o potencial enemigo nos inhabilitan de ejercer esa
función. En el fondo, los juicios devenidos de la cultura de las rivalidades son
demonizaciones que se tornan inapelables. D. Najmanovich hace una
distinción interesante entre la diversidad que remite a una variedad de
singularidades y la diferencia que, en cambio, siempre se dice respecto de
algo, en comparación con algo.