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El Realismo subvertido en la narrativa


de José Donoso*

Mónica Barrientos
University of Pittsburgh

Cada palabra debe tener un peso específico.


No olvidar.
(Donoso Notebook 19:59)

Finalizar la lectura de El obsceno pájaro de la noche es


quedar con una imagen de vacío y caos al mismo tiempo: una
vieja que se desvanece bajo un puente, una fogata que no
abriga, unos harapos desaliñados, envoltorios sin relleno y una
perra amarilla tiñosa, huesuda, que fija su mirada perversa
sobre un lector que no es capaz de armar, todavía, esos
fragmentos de imágenes. Nuestro desafío como lectores, por
lo tanto, es tomar el prisma de la Peta Ponce, ese fragmento de
vidrio que distorsiona “refractándolo y confundiéndolo todo,
creando planos simultáneos y contradictorios” (263) para ver
un haz de luz de la primera envoltura de este paquete-novela
que es la narrativa de Donoso.
En la celebración de Donoso, 70 años, Carlos Morand, en
su artículo acerca de la visión de Santiago en la novela
chilena, inicia su análisis con Blest Gana y finaliza con El
Obsceno Pájaro de la Noche, “[…] pasando por Orrego Luco,
Augusto D’ Halmar y Edwards Bello, la generación del 38 y la
generación del 50, a la cual pertenece Donoso”. (175) Para
Morand, El Obsceno Pájaro de la Noche contiene la herencia
naturalista y la presencia del criollismo, pero que trasciende a
estos autores

*
Publicado en revista Crítica Hispánica. Vol 35, #1, 2013 pp. 23-44.

[M]erced a un propósito que no estaba en los objetivos de


los autores: alcanzar una suerte de visión totalizadora de la
realidad, en virtud de un tratamiento artístico basado en
técnicas que los narradores norteamericanos vinieron
elaborando en los últimos treinta años, a partir de los
aportes innovadores de los grandes novelistas europeos de
este siglo. (Morand 175)

De esta forma, podemos ver que la crítica había asociado


la herencia del realismo chileno en la obra de José Donoso.
Es por esto que este trabajo intentará “correr el tupido
velo” de la obra de Donoso dentro del proceso nacional en que
la novela chilena teje sus bases bajo un proyecto de formación
de identidad. La novela nacional chilena es básicamente una
novela familiar. El espacio de la casa es el centro de la vida no
solo de la familia, sino también social e histórica. Estos
espacios tradicionales de las novelas costumbristas como la
hacienda, el prostíbulo y el monasterio, se descentran o
deforman en novelas para crear un lugar “otro” basado en ese
realismo heredado, pero que ahora aparece tergiversado,
torcido, fisurado.
El análisis se centra en El lugar sin límites (1966) y El
obsceno pájaro de la noche (1970) para insertarlas en un
diálogo con algunas obras que formaron parte de la novela
decimonónica, como Martín Rivas, de Alberto Blest Gana,
considerada la novela “chilena” por excelencia; además de
otros autores como Luis Orrego Luco y Marta Brunet y
Eduardo Barrios. Para efectos metodológicos, el trabajo consta
de cuatro partes. La primera parte, “La tradición del orden: el
realismo chileno”, será una aproximación a la novela
costumbrista para elaborar un breve acercamiento al criollismo
y mundonovismo, junto con una breve descripción de la
Generación del 50 en Chile. La segunda parte, “José Donoso y
el ‘escepticismo’ nacional”, analizará, desde los postulados de
José Promis, la relación de Donoso con la tradición anterior y
las influencias de ella en su narrativa. La tercera parte, titulada
“Los espacios subvertidos”, analizará desde los postulados de


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la heterotopía de Michel Foucault y de la cartografía de Félix


Guattari, algunos espacios costumbristas, como la hacienda, el
prostíbulo y el monasterio para ver de qué manera se fisuran,
se subvierten y se exceden en las novelas donosianas. Por
último, en la sección “El reverso del poder” mostraremos que
en estos espacios fisurados, los personajes criollos reaparecen
con un carácter deformado y monstruoso como verdaderos
representantes del reverso de la nación.

La tradición del orden: el realismo chileno

José Victorino Lastarria, en su famoso "Discurso de


incorporación a la Sociedad Literaria", realiza un fervoroso
llamado a los escritores e intelectuales:

Escribid para el pueblo, ilustradlo, combatiendo sus vicios y


fomentando sus virtudes, recordándole sus hechos heroicos,
acostumbrándolo a venerar su religión i sus instituciones;
así estrecharéis los vínculos que lo ligan, le haréis amar a su
patria, lo acostumbraréis a mirar siempre unidas su libertad
y su existencia social. (27)

El llamado socializador de Lastarria recibe respuesta


inmediata de uno de los escritores considerado como el
fundador de la novela chilena: Alberto Blest Gana†.
Reconocido como el padre de la novela chilena, Blest Gana es
un escritor que intentó retratar los diferentes paisajes de Chile:
el campo, la ciudad, el pueblo, la clase media y la aristocracia.
Sin embargo, su construcción de la novela de costumbres


Blest Gana tuvo una agitada vida intelectual y política. Nace en
Santiago en 1831 y muere en París en 1920. Fue autor de numerosas novelas
como Aritmética del amor (1860), Martín Rivas (1862), El ideal de un
calavera (1863), Durante la Reconquista (1897), Los Transplantados (1904)
y El loco Estero (1909). Estudió en la Escuela Militar y fue profesor en el
Ministerio de Guerra y Marina, Intendente de Colchagua, diputado del
Congreso Nacional, Ministro Plenipotenciario en Washington, Londres y
Paris. Véase el libro de Jorge Huneeus.

nacionales está elaborada bajo el contexto de la sociedad


aristocrática chilena. Blest Gana hace suyo el proyecto de
crear una literatura con un lenguaje para todos y aplicar la
civilización a las clases menos cultas. El costumbrismo, por lo
tanto, era un programa narrativo que entendía el texto como
una investigación de la vida en diferentes niveles socio-
históricos o como estudios psicológicos de un tipo humano y
mantenía una relación directa con el positivismo por su
carácter documental. Su novela más importante es Martín
Rivas‡, que primeramente se publicó con el subtítulo de
“novela de costumbres político-sociales” que luego se eliminó.
La novela representa el modo de ser aristocrático en Chile, es
decir, que un simple minero, como es el caso de Martín, pueda
convertirse de la noche a la mañana en un nuevo rico, o
también lo contrario, un rico convertirse en un “Don nadie”.
Jaime Concha, en el prólogo a la novela de la editorial
Ayacucho, afirma que el personaje de Rivas es un
representante genuino de la burguesía, no por su condición
económica, sino ideológica, ya que “al par que inicia su
ascenso, representa otro grado en el ser de su clase, el grado
consistente en la formación de la conciencia”. (XXVI) Este
carácter ontológico otorga al personaje diferentes roles. En
primer lugar, es el puente entre el burgués en la cima del poder
y el joven que inicia el ascenso. Martín sólo debe encontrar el
momento para iniciar este proceso, ya que porta en sí mismo
las cualidades de belleza y elegancia propias del burgués. Por
otro lado, Martín Rivas es un personaje unitario porque su
figura puede reflejarse en otras variaciones de personajes,
como Rafael San Luis, Don Dámaso, Agustín, por lo tanto, es
una figura que produce unidad o, en palabras de Concha, “ley
de valencias sociales”, (XXXII) ya construye lazos entre sus


Martín Rivas es, hasta nuestros días, considerada “la” novela chilena.
Se encuentra dentro de los textos de lectura obligatoria dados por el
Ministerio de Educación. Ha tenido diferentes versiones en obras de teatro y
llevada a la televisión en 1970 y 1979. La última adaptación fue en el año
2010 por Televisión Nacional de Chile.

iguales y mantiene la distancia con los otros de “medio pelo”.


De ese modo, Martín Rivas, novela de costumbres político-
sociales, se funda en la separación y la exclusión de aquellos
que no tienen el aura del burgués. Martín se erige como centro
de la fábula y organizador de la sociedad, dando a cada
personaje, bajo su propio parámetro, el lugar que le corresponde.
Otra conocida obra costumbrista es Gran señor y
rajadiablos de Eduardo Barrios, donde se observa el desprecio
de una clase latifundista que mantiene su orgullo por la
herencia de la Conquista. El personaje principal es el gallardo
y aristocrático José Pedro Valverde Aldana, quien se halla
rodeado de personajes de clase media. Predomina el espacio
rural sobre el urbano y se encuentra, supuestamente, libre de
conflictos sociales. La relación del hombre con la naturaleza
es estrecha, así como la relación patrón-inquilino. La novela
revela también el poderío del patrón de fundo, como el gran
señor, que se queda solo en el campo porque su esposa se
traslada a la ciudad para educar a los hijos. El derecho a
“pernada”, práctica común y casi legitimada en el campo
chileno, es narrada casi naturalmente cuando la esposa de Don
“Joaco”, al darse cuenta de que estaban naciendo niños con
ojos azules, le pide que les diga cuáles son suyos porque sus
propios hijos podían cometer incesto por ignorancia.
La novelista y cuentista Marta Brunet (1897-1967) es la
figura que, principalmente en sus inicios, se asocia al
criollismo. Hija única de una hacendada familia que se radica
en la provincia de Chillán, al sur de Chile, junto con publicar
diferentes cuentos y novelas, siendo las más importantes
Montaña adentro y María Nadie, flor de Quillén, desempeñó
una carrera diplomática en diferentes embajadas y consulados
en Buenos Aires, Brasil y Uruguay, es en este último país
donde muere mientras agradecía su incorporación como
Miembro de Honor de la Academia de la Lengua Uruguaya, el
27 de octubre de 1967. Su primera obra, Montaña adentro
(1923), se “adentra” en las zonas campesinas más alejadas del
pueblo o la ciudad. El salón de tertulias de Martín Rivas es
transformado en la casa de madera del campesino, la Alameda

de las Delicias, en cerros y parajes de las regiones de Chile,


donde las sublevaciones, motines y especulaciones bancarias
no tenían cabida§. Brunet es relacionada con la corriente
Naturalista, muy común en el desarrollo de la novela
Hispanoamericana de principios del siglo XX. Según José
Promis, los principios de esta novela eran el de una utilidad
social específica, “colaborar al mejor conocimiento y a la
corrección de los errores y desequilibrios humanos y sociales
que el novelista descubría en la realidad de sus lectores” (La
novela chilena 9). Así, la narrativa se plantea con una
finalidad pedagógica sobre el comportamiento real de los
sujetos. Dentro de esta corriente, surgió un movimiento muy
importante en Chile llamado criollismo, donde el tema central
es el paisaje que moldea las psiquis de los personajes. La
importancia de Brunet en el panorama literario chileno es que
otorga a los personajes marginados un lugar central en sus
relatos. El mundo brillante y perfecto de Martín Rivas es
invadido por aquellos seres que se ocultaban en la cocina o el
establo. No son los personajes de “medio pelo” que Martín y
Rafael visitaban para entretenerse o burlarse por su modo de
hablar, sino que son seres más marginales que pasan casi
desapercibidos en el Santiago decimonónico. En su trilogía
Aguas Abajo (1943), encontramos en el cuento “Piedra
callada” la figura de una vieja que tiene ciertos referentes que
después observaremos en las novelas de Donoso. La historia
es narrada desde la perspectiva de la vieja Eufrasia, una mujer
que habla poco, una especie de acto de habla que responde con
respeto a la autoridad del patrón, quien le ordena que debe

§
El inicio de la obra de Brunet claramente está relacionada con el
criollismo y el carácter folclórico de los personajes. La crítica literaria
chilena siempre destacó como característica principal el retrato de los
personajes más típicos de la chilenidad. Sin embargo, la crítica actual ha
visto un giro en el tratamiento de los personajes y el carácter criollista ha
pasado a un segundo plano. Bernardita Llanos, Diamela Eltit y Rubí
Carreño, entre otras, han elaborado estudios acerca del carácter político de la
autora al denunciar los abusos patronales hacia estos personajes marginales
y ubicarlos como personajes centrales de la narración.

cuidar a sus nietas después de la muerte de su hija. Es allí


donde se genera la batalla campal entre ella y su yerno por los
hijos, pero sobre todo, por la hija mayor, Venancia, quien es
muy parecida a su madre

-Esperanza…--murmuró el hombre, y se la quedó


mirando con la boca abierta y temblorosa la nuez--.
Esperanza…, por Diosito que se le parece, da susto… --
añadió como hablando para sí mismo.
La vieja, siempre de perfil, lo espiaba de reojo. (97)

La vieja entiende que su nieta corre peligro y es capaz de


subvertir la situación de violencia en que están sometidas. Así,
silenciosamente, mata al yerno arrojando una “piedra callada”
que le da en la frente, sin que los hijos perciban la caída del
cuerpo en el agua. La piedra callada entonces, también
simboliza a Eufrasia, la vieja silenciosa, que trama desde su
supuesta inacción, un golpe certero. El guiño final de la vieja
es tremendo: deja la puerta de la casa abierta diciendo a sus
nietos que espera por si el padre vuelve, pero al mirar hacia el
dormitorio del hombre, le interpela y dice “Agora gané yo… y
pa siempre… ¡Je!”. (100)

José Donoso y el “Escepticismo” nacional

La Novela del Escepticismo es aquella que niega y


enjuicia el orden familiar. Según Promis “[s]u temple
pesimista brota en consecuencia de una actitud frente a la
realidad que posee dimensiones mucho mayores que la de una
crítica orientada solamente hacia una estructura social
inmediata” (La novela chilena 159). Dentro de este
movimiento, se encuentra la llamada “La generación del 50”.
Para José Promis, esta generación fue el puntapié inicial para
llamar la atención de la crítica hacia un grupo de escritores
que comenzaban su labor en esos años: “El mismo Donoso
reconoce que el ambiente que se creó alrededor del concepto
proporcionó ‘el primer estímulo literario real y una conciencia
de lo que se podía hacer’” (La novela chilena 69). La


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“Generación del 50” fue el nombre dado por Enrique


Lafourcade en 1954 en la introducción de la Antología del
Nuevo Cuento Chileno para referirse a un grupo de escritores
que comienzan a publicar alrededor de esa fecha**. Esta
Antología produjo una respuesta inmediata de muchos críticos,
quienes la rechazaron o aceptaron. Eduardo Godoy recopila la
recepción crítica de esta generación con diferentes documentos,
donde podemos observar diversas opiniones. Eduardo Anguita
en el diario La Nación (30/10/54 y 7/11/54) califica la
Antología como promiscua (24), mientras Alone, el crítico
más influyente de la época, señala en El Mercurio (26/9/54)
que “No basta el talento. Cada uno de estos jóvenes lo tiene a
manos llenas; sólo les falta lo otro, esa pequeña almendra que
da la vida: tener algo que contar” (25). Aunque la “Generación
del 50” no tiene un referente material, se le puede reconocer
como un recurso publicitario para poner a una serie de autores
jóvenes en el centro del debate literario y, lo más importante,
quebrar la imagen establecida e inamovible de los novelistas
de la tradición decimonónica. En una entrevista con
Carminatti, Donoso afirma que lo más importante de la
“Generación del 50” era una reacción contra el localismo,
aunque la ruptura con el criollismo no fue abrupta, sino parte
de un proceso (57). La crítica a las primeras obras de Donoso
está asociada a ese realismo del cual quería escapar. Eduardo
Godoy, en la documentación recogida para el estudio de esta
generación, selecciona el número 378 de la Revista Atenea
(último trimestre de 1957), refiriéndose a Coronación, donde
se afirma que “nos encontramos ante un naturalismo de factura
distinta” (74) que es llamado un naturalismo estilizado††. Pero


**
La Antología selecciona veinticuatro cuentistas y treinta cuentos
precedidos por una presentación. Entre los cuentistas se encuentra:
Margarita Aguirre, Fernando Balmaceda, Guillermo Blanco, José Donoso
(quien publica el cuento “China”), María Elena Gertner, Enrique Lihn, entre
otros. Véase, Eduardo Godoy, La generación del 50 en Chile.
††
Para una revisión de la recepción crítica de José Donoso en ese
período, véase el texto de Eduardo Godoy: 74-96.

la conexión entre el criollismo y la obra donosiana sobrepasó


la crítica de las primeras obras. Carlos Morand afirma acerca
de El obsceno pájaro que “[e]l criollismo está presente en la
novela, en el empleo que el autor hace de un elemento
vernáculo del folklore literario, el mito es un elemento central
de la novela de Donoso, y es uno de los aspectos relevantes de
la narrativa hispanoamericana” ( 175). Y por último, el mismo
José Donoso afirmaba en la Historia personal del Boom
acerca de aquellos que asociaban su Coronación con la obra
de Marta Brunet: “Así, la crítica chilena fue unánime al alabar
la ‘realidad’ con que yo retrataba ‘la decadencia de la clase
alta’ ya que para gran parte de los lectores ésa era mi meta”
(31).
Se sabe por diferentes entrevistas y por su Historia
personal que Donoso tenía un conocimiento bastante amplio
de la literatura anglosajona, pero además, en sus notebooks se
puede ver la relación que tenía, tanto con el panorama chileno
como latinoamericano:



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(José Donoso Papers. Notebook 19B) ‡‡
Si observamos los apuntes del propio autor, vemos que
nombra tres lugares de provincia y sus correspondientes
escritores. En Chillán se encuentra Marta Brunet, de quien
nombra dos obras, Humo hacia el sur y Montaña Adentro (la
obra más conocida de la escritora), junto a Nicanor Parra. En
Concepción, nombra a Daniel Belmar, un cuentista poco
conocido en Chile, y sus cuentos Sonata y Ciudad borrosa§§.
De este modo, vemos que, junto con las influencias de
autores europeos, también debemos buscar a Chile en Donoso.
Los lazos del autor con la representación de la realidad en la
forma del criollismo no son del todo abandonados por el
escritor. Lo que podemos observar es un proceso de quiebre o
trizadura en sus primeras obras, sobre todo El lugar sin
límites, donde el medio rural y el personaje del latifundista
aparecen deformados. Pero es en El obsceno pájaro de la
noche donde se observa una explosión del realismo, donde sus
restos no cambian de orden, sino que se difuminan.

Los Espacios subvertidos

La narrativa donosiana como espacio literario se construye


en el terreno de lo local, donde intenta delinear una cartografía
clara de su literatura y su historia. Por los cuadernos
personales del autor, podemos observar que sus obras no
fueron diseñadas en espacios universales o míticos; por
ejemplo, para la formación del la Casa de Ejercicios de la
Encarnación de la Chimba -lugar real ubicado en el barrio de

‡‡
Todas las fotografías de los papers de José Donoso fueron facilitadas
por José Manuel Rodríguez, profesor de la Universidad Católica de Temuco,
Chile y autorizadas por Claudia Donoso para esta publicación
§§
Daniel Belmar es muy poco conocido en el ámbito literario chileno,
lo que demuestra el amplio conocimiento de José Donoso de la literatura
nacional. Como dato interesante, el último cuento de Belmar, que quedó
inconcluso por la muerte del autor que padecía de Parkinson, se llama
Donde nacen las turquesas, que trae inmediatamente a la memoria Donde
van a morir los elefantes de Donoso. Véase página web Memoria Chilena.



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Recoleta, al norte de Santiago, detrás del Río Mapocho-, era


un barrio popular que en tiempos de la colonia era habitado
por las familias de sirvientes, mapuches y marginados. Para la
construcción narrativa de esta casa, José Donoso elaboró un
mapa exacto de su ubicación:

(José Donoso papers, Notebook 20. p: 38)***

Entonces, el “mapa de Chile” (en referencia a los


escritores de la época), también se desplaza a los lugares desde
donde se originará la narrativa donosiana. Así, observamos
que la narrativa de Donoso está circunscrita en un espacio,

***
Se puede observar en el plano el nombre Maruri, la calle de
Crepusculario de Pablo Neruda.



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lugar o territorio desde donde se desarrolla el mundo de la


novela, pero no es un territorio fijo o estable, sino que, como
afirma Guattari, “[e]l territorio es sinónimo de apropiación, de
subjetivación cerrada sobre ella misma. El territorio puede
desterritorializarse, es decir, abrirse, implicarse en líneas de
huida, partirse en estratos y destruirse” (34). La escritura es lo
que dibuja las líneas de este mapeo, algunas más superficiales,
otras más profundas, pero en ambos casos demarcan territorios
permeables que incluyen dentro de su propio límite las líneas
de fuga.
El concepto de heterotopía de Michel Foucault define al
espacio como lugares que son completamente otros lugares,
porque es un lugar que no tiene lugar. Foucault plantea seis
principios para el estudios de las heterotopías, pero para
efectos de este trabajo, rescataremos el tercer principio en que
se afirma que “the heterotopia is capable of juxtaposing in a
single real place several places, several sites that are in
themselves incompatibles” (25) y el cuarto principio donde
“[h]eterotopias are most often linked to slice in time –which is
to say that they open onto what might be termed, for the sake
of symmetry, heterochronies”. (26)
De este modo, veremos que los espacios donosianos
funcionan bajo estos conceptos de territorialización y
heterotopías porque, a pesar de ser espacios claramente
localizados en la geografía del Valle Central de Chile,
incluyen en su propia demarcación las líneas de fuga que
permitirán revertir el peso del realismo y crear espacios más
universales. Es por esto que debemos entender el espacio
donosiano como el lugar donde se origina el quiebre del orden.
Es una bitácora de la historia y un laberinto por donde las
diferentes clases sociales confrontan sus voces por extraños
pasadizos desde donde se provoca la inversión en diferentes
niveles: de los géneros y de los poderes, de la ley social y
paterna, del origen, la causa, y de toda razón positivista.
Recordemos que el discurso costumbrista tenía como meta el
orden de la nación y para ello la división y la jerarquización
eran las herramientas básicas. Este ordenamiento se originaba



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por una aristocracia terrateniente que construía el mapa de la


nación y designaba la ubicación de las cosas y los cuerpos. La
narrativa donosiana se inicia con un proceso de deterioro de
las grandes familias aristocráticas de Chile. La familia
luminosa y aristocrática de los Encina de Martín Rivas, que
había perdurado en el imaginario nacional por tantos años,
comienza su detrimento en las primeras obras de Donoso. Ya
en Coronación podemos ver el marco realista de origen
criollista con el enfrentamiento de dos clases sociales, pero
donde “la clase alta se presenta como un sector moribundo,
exhausto, de seres que manteniendo aún la dignidad de viejos
oropeles están próximos a su escombramiento definitivo”
(Promis, La desintegración 16). La caída del mundo luminoso
continúa en El lugar sin límites, donde ya no es posible
encontrar este fino salón de los Encina, ni menos los vestigios
de una oligarquía añeja. Ahora nos encontramos con el reverso
del lugar luminoso –ya ni la ruina del lugar es posible-, es
decir, el prostíbulo. Este escenario será el centro de otro
espacio más amplio que son los terrenos de Don Alejandro
Cruz. Las relaciones sociales y políticas tomarán lugar en esta
contracara del salón aristócrata. Ya no serán las finas damas
que acompañen a los caballeros de alcurnia en las decisiones
políticas y sociales, sino prostitutas y un travesti, la Manuela.
El espacio puro del campesino brunetiano que padecía los
sufrimientos de la naturaleza y las injusticias de un patrón,
como habíamos visto anteriormente, es deformado por la
presencia torcida de la identidad de la Manuela. Tenemos, por
lo tanto, un primer descentramiento en las figuras nacionales
que son desplazadas en la narrativa donosiana. Las dos
novelas anteriores muestran el proceso de descentramiento, el
derecho y el revés, la ilusión tergiversada de un orden
impuesto que descansaba en falsos preceptos: una nación con
pliegues escondidos.
El obsceno pájaro de la noche es, definitivamente, la obra
que viene a sellar este desplazamiento. Ya no es una
propuesta, sino un planteamiento firme. El desorden, la
precariedad, la deformación que auguraban las novelas



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anteriores explotan en El obsceno pájaro completamente hasta


dejar sólo retazos y fragmentos, como esos pequeños
envoltorios que las viejas esconden bajos sus camas y que no
guardan nada, sólo el vacío. Esto responde a que en la
construcción del espacio donosiano se produzca un proceso de
deconstrucción. La casa- hacienda, que aún vemos en Brunet,
se invierte en el prostíbulo de la Manuela y la Japonesa
Grande del fundo El Olivo. En El Obsceno Pájaro de la
Noche, se produce otra desconfiguración de una ruina, que es
la Casa de Ejercicios de la Encarnación de la Chimba, que fue
una casa de retiros donde asistían el obispo y las familias más
influyentes, y que con los años se convierte en el lugar de
desecho de viejas empleadas domésticas, de restos de estatuas
de santos y de huérfanas. Este espacio de antigua alcurnia,
convertido en lugar para desechos (tanto de objetos como de
humanos), es además un laberinto en que domina la fealdad y
lo grotesco. Por lo tanto, estos espacios proponen siempre la
caída del velo de una realidad que solo existió como falsa
experiencia, falsa imagen.
De este modo, en la siguiente parte analizaremos el
proceso de degradación y de deconstrucción de los lugares
donosianos como la hacienda o casa patronal, el prostíbulo y
el monasterio. Para ello, entenderemos este proceso de
desmontaje de los aparatos tradicionales desde la definición de
la deconstrucción como es entendida por el pensador francés
Jacques Derrida. Para este filósofo, la tradición no puede ser
borrada solo por un gesto. Lo que se necesita es la solicitación,
es decir, “estremecer mediante un estremecimiento que tiene
que ver con el todo” (13), en que las fisuras internas de la
tradición se acentúan resquebrajándola lentamente hasta poner
de manifiesto la carencia misma de esas estructuras. Este es el
proceso que se realizará en los espacios donosianos para
mostrar esa carencia en el origen mismo de la conformación
de la identidad chilena.
Como habíamos dicho, el Lugar sin límites se desarrolla
dentro de las tierras de Don Alejo Cruz, un viejo terrateniente
dueño del fundo El Olivo. La historia es bastante sencilla, ya



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que la acción transcurre en un burdel bastante degradado


donde vive la Manuela, el travesti, con su hija, la Japonesita.
Este burdel es la oposición de la casa patronal que ocupan Don
Alejo y su esposa Misiá Blanca. La figura del burdel es un
elemento importante en los relatos criollistas de principios de
siglo, no solo en Chile, sino también en Latinoamérica, por lo
que se puede entender como una heterotopía, es decir, un
espacio en crisis que incluye otros espacios y tiene la
capacidad de revertirlos y transformarlos. Es el lugar donde la
figura intachable, donde la “familia”, se deforma o, en
palabras de Cánovas, es el espacio de “la deslegitimación de
los órdenes sociales y, en especial, de la familia (la casa), las
castas (las aristocracias criollas), los sistemas (el inquilinaje,
la mercancía) en el marco de los inicios de una modernidad
sostenida por la corrupción, propia de la condición humana”
(13). Ya en Martín Rivas tenemos la figura de la “tertulia” en
la casa de las hermanas Molina. Este lugar aparece blanqueado
por el narrador, ya que esta familia pertenece a los de “medio
pelo”, y sirve para conversar, bailar y además crear lazos
“amorosos” entre los participantes (lo que sucede con Rafael y
Adelaida). En El lugar sin límites no encontramos esta figura
ingenua de la casa de remolienda, sino que por el contrario, es
la imagen grotesca de lo que se conoce como la “casa de
putas”. El burdel de El Olivo tiene la característica que se está
hundiendo: “Un día se dieron cuenta de que la tierra de la
vereda ya no estaba al mismo nivel que el piso del salón, sino
que más alto, y la contuvieron con una tabla de canto
sostenida por dos cuñas. Pero no dio resultado” (21). Esta es la
imagen que relaciona a la novela con su epígrafe (la cita del
Doctor Fausto): “En las entrañas de estos elementos. Donde
somos torturados y permaneceremos siempre. El infierno no
tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el
infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno
tenemos que permanecer”. El burdel, por lo tanto, representa
ese lugar dominado por la figura oblicua de Don Alejo Cruz,
quien es el guardián, junto con sus perros, de todo ese vasto
territorio que ni siquiera posee luz eléctrica, que está



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condenado a la oscuridad, que está más cerca del infierno. El


burdel es asociado a un gallinero por su construcción y por las
mujeres que trabajan, todas viejas, carcomidas, desdentadas y
que era frecuentado por huasos brutos, pero donde la Manuela
era capaz de armar su grotesca performance “[a]unque tiemble
aquí en la oscuridad rodeada de guano de gallina tan viejo que
ni siquiera olor le queda” (150). Vemos que los personajes
campesinos que la tradición criollista había narrado, ahora han
perdido ese sentido trágico de las circunstancias geográficas
de lejanía, ya que éstos y su locación, ahora se encuentran
invertidos. En este punto me parece pertinente la tesis de
Fernando Moreno acerca de entender El lugar sin límite como
eje organizador al cual llama inversión y que define como “el
campo de una situación inicial por su opuesta, sin que este
vuelco o alteración signifique inclusión, pues la más de las
veces los contrarios coexisten, a pesar de que, en un primer
momento, esto no parezca evidente” (98). La inversión se
produce entonces en los lugares y las figuras de la obra que
muestran su parte y contraparte como dos caras de la misma
moneda, como la superficie y el fondo: casa de Don
Alejo/burdel de la japonesita, Pancho Vega/la Manuela, la
Japonesa Grande/la Manuela.
Si en El lugar sin límites encontramos el tratamiento de la
inversión, también habíamos afirmado que José Donoso no
solo se queda en el plano de cambiar el orden de las cosas. La
verdadera transgresión al límite ocurre en El obsceno pájaro
de la noche donde encontramos estos mismos espacios, pero
―en palabras de Derrida― solicitados. La hacienda
aristocrática de Blest Gana ya ha sufrido la primera inversión
en el burdel de El Olivo, ahora se retoma otro espacio señorial,
la hacienda La Rinconada, para elaborar una doble inversión,
una deconstrucción completa de este espacio dentro de la
misma narración. La Rinconada es una hacienda que pertenece
a otro hacendado, Jerónimo de Azcoitía, proveniente de una
familia de antiguo linaje, ligado a la iglesia y la política. La
hacienda es el lugar escogido por Jerónimo para fundar su
dinastía junto a Inés, una bella dama también aristócrata. La



17

Rinconada refleja el orden tradicional de la sociedad chilena,


ya que en ella encontramos todas las figuras de la alcurnia: El
obispo Don Clemente, Jerónimo de Azcoitía, una casa de
ejercicios espirituales, una ascendencia ligada a los fundadores
de la nación y una historia escrita por Humberto Peñaloza
contando las hazañas de esta familia. En este plano de la
historia vemos un mundo armónico, dominado por la belleza y
el orden. Sin embargo, el primer punto de fuga o fisura, se
origina precisamente en la figura de Inés†††, quien acepta el
matrimonio con Jerónimo, pero con la condición de llevarse a
su sirvienta, la Peta Ponce. La llegada de la Peta produce el
quiebre del mundo luminoso de los Azcoitía porque incorpora
en este mundo su propio reverso. La Casa de La Encarnación
de la Chimba y La Rinconada se describen de manera similar,
pero funcionan como opuestos que simbolizan las relaciones
de personas y de concepciones del mundo: de ser el paraíso de
la familia perfecta pasa a convertirse en el universo de los
monstruos. Es aquí donde la afirmación de Jerónimo se
concretiza, cuando observa la relación de Inés con Peta, dice:
“la relación de Inés con el mundo de abajo, de la siniestra, del
revés, de las cosas destinadas a perecer escondidas, sin
conocer jamás la luz”. (159) Las dos casas son construidas
para esconder, ya que la de la Chimba fue para ocultar a la
niña-bruja, y La Rinconada, a Boy, el hijo monstruoso. Pero
estas casas también sirven para proteger: la Encarnación de la
Chimba es el refugio del Mudito, La Rinconada es el mundo
privado de Boy. Sin embargo, en estos espacios no solo se
mantiene la dicotomía, en el sentido de oposición,
anteriormente nombrada. Dentro de cada espacio se generan
microespacios en los que cada personaje va conformando su
propio mundo. En La Rinconada previa a la llegada del niño
deforme, se encuentra, al fondo y apartada de la casa señorial,

†††
Es interesante observar que en las novelas de Donoso, las mujeres o
las imágenes femeninas son las encargadas de producir los quiebres al
interior de estos textos: Misiá Elisita en Coronación, la Manuela en El lugar
sin límites, Inés y la Peta Ponce en El obsceno pájaro de la noche.



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el cuarto de la Peta, lleno de restos de cosas, hediondo y


desordenado; luego, en el mundo de los monstruos, se
encuentra la torre donde vive Humberto Peñaloza, el único
“extraño” en ese mundo por su normalidad. Ambas casas se
definen como laberintos, ya que están construidas para
esconder y confundir, como lo confirma Jerónimo en su
respuesta al obispo, quien le pregunta si ha visitado la casa: “-
en La Rinconada… -No, la Casa de Ejercicios, la de la
Chimba… -No sé, las confundo, son todas iguales”. (152) El
espacio donosiano se va convirtiendo paulatinamente como en
sus personajes, hundidos o agujereados como en el Lugar sin
límite o imbunchizados como en El obsceno pájaro. De este
modo, los personajes pertenecientes a una burguesía decadente
se encuentran en el borde de ese límite y los marginados
aparecen como una sombra siniestra en ese espacio brillante
que la tradición chilena mantenía oculto.

El reverso del poder

En ambas novela de Donoso, la crítica a la nación se


genera por la genealogía de la estirpe de los Azcoitía y por la
herencia de las tierras de Los Cruz. En ambos casos, los
patriarcas tienes finales funestos: Don Alejo padece de una
enfermedad y Jerónimo procrea un monstruo, al igual que
Chile que ha procreado monstruos de alcurnia llamados a
gobernar. Estos personajes, como hemos dicho, ya se observan
en el realismo de principios del siglo veinte. La figura del
futre se cuela en las novelas a través de los personajes de los
caciques. El futre es, según el Diccionario de la Real
Academia Española, “persona vestida con atildamiento”.
Dentro de los futres insignes en el paisaje chileno,
encontramos a Agustín Encina, hermano de Leonor en la
novela Martín Rivas. Este personaje se caracterizaba por el
derroche económico; además vivió en Paris, al igual que
Jerónimo de Azcoitía, otro futre que se caracteriza por su
elegancia en el vestir, como lo define Humberto cuando lo ve
por primera vez:



19

Por la vereda avanzaba entre el gentío alegre de esa mañana
un hombre alto, fornido pero gracioso, de cabello muy
rubio […] vestido como jamás soñé que ningún hombre
osara vestir: todo era gris, muy claro, perla, paloma, humo,
zapatos alargados, polainas de gamuza, y unos guantes ni
grises ni cáscaras ni amarillos ni blancos, piel pura,
suavísima, casi viva. Llevaba los anteojos de carrera
terciados al pecho, un guante puesto y el otro empuñado.
(89)

Esta caracterización del futre se repite en otras obras como


en Gran señor y rajadiablos de Eduardo Barrios, que inicia la
novela con el retrato del gran señor José Pedro Valverde y
Albán: “Bajo la encina centenaria, desdibujado dentro de la
húmeda sombra, inmóvil como zorro al acecho, está el patrón
[...] El poncho de vicuña cae desde su hombros fuertes a todo
el largo de su talla empinada sobre los tacones huasos. Veo el
destello de sus ojos claros, que pone reflejos en la barba rubia”
(7).
Sin embargo, esta elegancia o el porte soberbio se
produce porque son personajes adinerados y todos comparten
la misma cualidad: el desprecio a las clases más bajas. En
Martín Rivas, Martín y Agustín visitan la casa de las hermanas
Molinas para reírse del “picholeo” –término popular de la
época para referirse a las fiestas- de la clase de “medio pelo”;
o el señor que se vanagloria por su linaje de encomendero de
indios y por abusar sexualmente de las campesinas del sector,
como es El Gran señor. Estos personajes llevan en sí mismos
el momento inicial del poder porque han nacido con él. Son
personajes que se encuentran en el centro, ya que todas las
acciones y relaciones que se desarrollan forman círculos
concéntricos alrededor de ellos. Su poder es tan grande que no
tiene límites, como los inmensos terrenos de Don Alejo o
como las manos de Jerónimo de Azcoitía que tienen el poder
hasta de crear belleza. Es precisamente este desprecio el que
genera la última fisura que analizaremos en este trabajo: el
reverso del poder.



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Anteriormente vimos que Marta Brunet pone en escena a


aquellos personajes que son movidos por las fuerzas de la
naturaleza y que no tienen agencia. Estos mismos personajes
son trasladados a las novelas donosianas, pero con el guiño de
Eufrasia, la vieja protagonista de “Piedra callada” que es
capaz de matar en silencio. La Manuela y la Peta Ponce traen
esa herencia criollista de los marginados y desposeídos que
han debido callar durante años de dominación oligárquica. La
Manuela es un personaje ambiguo que provoca atracción en el
macho más bruto del relato: Pancho Vega. Aunque es
demasiado vieja para bailar, no duda en ponerse su vestido de
española y montar el espectáculo para el macho que lo
necesite. Por otro lado, la Peta Ponce, personaje construido
por medio de desperdicios similares a los que acumulan las
viejas en la Casa de Ejercicios, no posee la ambigüedad de la
Manuela, sino la multiplicidad de identidades:

Las viejas como la Peta Ponce tienen el poder de plegar y


confundir el tiempo, lo multiplican y lo dividen los
acontecimientos se refractan en sus manos verrugosas como
el prisma más brillante, cortan el suceder consecutivo en
trozos que disponen en forma paralela, curvan esos trozos y
los enroscan organizando estructuras que les sirven para
que se cumplan sus designios. (El obsceno 232)

En uno de sus cuadernos, Donoso cuenta:



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(En: José Donoso Papers. Notebook 24: 26)

“Obsceno Pájaro de la Noche: Algunas cosas: Edmundo


Palacios me habló de los sitiales de una catedral en España
[...] que por la parte de los asientos muestra un mundo
angélico y santo, y por el revés, escondido de todos los ojos, y
recién descubierto, un mundo totalmente demoníaco”. (26)

Estos personajes donosianos son los que provocan la


solicitación en el discurso al enfrentarse a ese poder señorial
por medio de la ambigüedad y la multiplicidad, ya que
revierten el mundo luminoso mostrando, precisamente, lo que
se intenta ocultar en la hacienda señorial, como una especie de
espejo deformatorio que rompe con la identidad y la unidad
narrativa. La Manuela, la Peta, las viejas, el Mudito, los
monstruos se reflejan en la heráldica aristocrática para mostrar
el reflejo deformado de su casta. Ellos son el reverso del
poder.

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