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Tema 19. El régimen de Franco entre 1959 y 1975.

1.- El desarrollo económico de los años ’60. Los Planes de Desarrollo.


El crecimiento económico de la llamada “Década Prodigiosa” se basó sobre todo en el
aumento del sector industrial y de servicios, lo que a su vez propició un profundo
cambio en la sociedad española.

La expansión industrial se basó en los bajos salarios de los obreros y en la masiva


llegada de capital y tecnología extranjera, aunque ello supuso que la economía española
pasara a depende por completo del exterior. Este crecimiento industrial produjo una
intensa migración de mano de obra campesina hacia las grandes ciudades o hacia al
extranjero. El resultado fue el alza de salarios en el campo, al disminuir la oferta de
mano de obra, lo que a su vez impulsó la mecanización del campo y la consiguiente
demanda de bienes industriales por parte del sector agrario. Así, modernización agrícola
y despoblamiento del interior fueron fenómenos paralelos.

La balanza de pagos dejó por fin de ser deficitaria, en buena parte gracias a las
divisas obtenidas por la entrada masiva de turistas, que llegaron a cubrir el 80% del
déficit comercial. A las divisas de los turistas se sumaron las inversiones extranjeras y
las aportaciones de los emigrantes, que enviaban parte de sus ahorros a sus familias en
España.

A partir de 1963, el gobierno intentó regular el crecimiento económico a través de


los llamados Planes de Desarrollo, ideados y dirigidos por Laureano López Rodó.
Siguiendo el modelo francés de planes económicos, se trataba de conseguir en periodos
de tres años (el primer plan a partir de 1964; el último fue suspendido por la crisis
económica de 1973) una serie de objetivos de crecimiento en sectores clave mediante
incentivos fiscales y ayudas estatales. Para frenar el desequilibrio en el desarrollo social
y económico, los Planes contemplaban la creación de Polos de Desarrollo para
promocionar la instalación de nuevas industrias y así generar empleo en zonas
deprimidas (Huelva, Valladolid, Vigo,…). Pero el resultado fue decepcionante pues no
se cumplieron los objetivos previstos.

En conjunto, el crecimiento económico español entre 1961 y 1973 fue elevado y


constante, y significó una profunda transformación del tejido productivo y la apertura de
la economía hacia el mercado mundial. Pero hay que señalar que el crecimiento fue
posible gracias a la expansión de la economía mundial, y especialmente europea, de
aquellos años. Gracias a ella hubo inversiones extranjeras y divisas a través del turismo,
así como empleo para los emigrantes españoles. De la misma forma, la crisis de la
economía mundial de 1973, derivada del alza de los precios del petróleo, afectó ya de
forma profunda a España, deteniendo bruscamente el crecimiento.

2.- Los cambios sociales


La sociedad española de los años ’40 y ’50 estuvo marcada por el atraso y la pobreza.
Las bajas causadas por la guerra y el exilio, y el hundimiento de la industria y los
servicios trajeron consigo la ruralización del país, además de un retroceso técnico,
científico y cultural absoluto. También se empobrecieron las clases medias, afectadas

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por las depuraciones, el hundimiento del comercio y los servicios. En estas
circunstancias, sólo la vieja oligarquía terrateniente y de negocios, las élites políticas
franquistas y los enriquecidos con el mercado negro pudieron mantener un alto nivel de
vida, que contrastaba con la miseria general de la población.

El desarrollo económico que sobrevino a partir de 1960 trajo consigo unos


profundos cambios sociales y culturales. El primero de ellos tuvo que ver con la
emigración masiva de población rural (“éxodo rural”), tanto hacia las grandes ciudades
españolas como hacia Europa (donde desempeñaron los empleos que los trabajadores
nativos rechazaban). La emigración exterior sirvió para reducir las enormes cifras de
paro real que la economía española generaba, pero supuso un drama humano de
enormes proporciones que se prolongó hasta la década de los ’70, cuando los
emigrantes tuvieron que regresar y reintegrarse a la vida española.

El crecimiento económico provocó, por una parte, el aumento del desequilibrio en el


reparto de riqueza, tanto personal como regional, y por otra un espectacular crecimiento
de población (“baby boom”), impulsado en parte por la política pronatalicia del
régimen. Este crecimiento obligó a multiplicar el número de escuelas e institutos, así
como provocó el crecimiento desmesurado de las grandes ciudades, que se convirtieron
en áreas metropolitanas que absorbieron suburbios y pueblos periféricos.

A mediados de los años ’60, la llegada masiva de turistas y de influencias culturales


extranjeras, así como la concentración de la población en las grandes ciudades, modificó
el modo de vida y la mentalidad de los españoles, lo que provocó que nuestro país se
fuera pareciendo cada vez más a los de su entorno europeo. Los cambios sociales más
importantes que se produjeron hasta 1975 fueron los siguientes:

• Los españoles se instalaron en la sociedad de consumo: la elevación del nivel


de vida y del bienestar social conllevó la pérdida del carácter rural de nuestra
sociedad. La televisión, los electrodomésticos, los coches,…, estaban a la mano
de la mayoría. Ello trajo importantes cambios de mentalidad en la población
española que tendrían su reflejo en la política del país.

• Continuo incremento de la población activa femenina: junto al acceso de las


mujeres a los niveles superiores de formación, muestran el progresivo cambio de
la mentalidad social, sobre todo entre las clases medias. Esto tendría importantes
consecuencias, sobre todo en la transformación de la estructura familiar
tradicional española.

• La Iglesia perdió poder e influencia social: la sociedad se secularizó


progresivamente, a la par que la Iglesia perdía su monopolio sobre la educación.
Las consecuencias de esta progresiva secularización de la población civil se
tradujeron en una disminución de la práctica religiosa.

• Enorme crecimiento de las clases medias: ello contribuyó a que España pasase
a ser un país cada vez menos polarizado socialmente, y además sería
fundamental para la transición pacífica de la dictadura a la democracia.

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3.- Política interior (1959-75)

3.1- La década de los ‘60


Para los que pensaban que con el crecimiento económico se iniciaría el camino hacia la
apertura política, el desengaño sobrevino rápidamente puesto que el régimen retrocedió
respecto a la apertura cultural y política iniciada a mediados de los ’50.

Las consecuencias del mantenimiento del férreo control sobre la política y las
libertades fueron inmediatas, pudiendo señalar tres fundamentalmente:

• Distanciamiento entre la Iglesia y el régimen: miembros de la jerarquía


eclesiástica española comenzaron a denunciar la situación de los trabajadores y a
insistir en la labor de ayuda a los necesitados de las clases más desfavorecidas,
abandonando los viejos valores del nacionalcatolicismo. El régimen criticó esta
postura de la Iglesia tildando a sus defensores de marxistas, lo que provocó una
dura respuesta de la Iglesia española. El ascenso al papado de Juan XXIII y su
inesperada renovación de la Iglesia tras el Concilio Vaticano II agudizaron las
tensiones, que llegarían casi a la ruptura en la década de los ’70.

• Resurgimiento de las tensiones nacionalistas: en 1959 un grupo de jóvenes


miembros del PNV se escindió del partido y fundó ETA (Euskadi Ta
Askatasuna o Patria y Libertad), que rápidamente optó por la lucha armada para
intentar lograr la liberación nacional vasca. Un año más tarde, más de trescientos
sacerdotes vascos firmaron una carta protestando por la represión y exigiendo
libertades públicas. Ese mismo año fueron detenidos algunos catalanistas
acusados de distribuir panfletos antifranquistas en catalán.

• Recrudecimiento de los conflictos laborales: desde principios de 1961 y


durante toda la década se sucedieron las huelgas, concentradas en la industria
fundamentalmente. Si al principio se debían a demandas salariales y laborales,
poco a poco pasaron a dominar motivos de solidaridad y de denuncia de la falta
de libertades sindicales y políticas. Es en este momento cuando la oposición
política, encabezada por el PCE, decide intentar socavar la posición del régimen
y funda las Comisiones Obreras (1962), sindicato alternativo al sindicalismo
oficial del Movimiento. Su capacidad de infiltración en el sindicalismo oficial,
así como sus éxitos en la mejora de las condiciones de trabajo, las convirtieron
en el eje de la lucha obrera en la clandestinidad.

Con todo, el gesto de oposición política más importante contra el régimen se produjo
a mediados de 1962. En efecto, semanas después de que España pidiera entablar
negociaciones para entrar en la CEE, un centenar de españoles (muchos de ellos
liberales de derechas, como el antiguo líder de la CEDA José María Gil Robles) se
reunían en Munich en un congreso de políticos liberales moderados y aprobaban una
declaración recomendando la no admisión de España hasta que en el país no se
restauraran las libertades. El llamado “Contubernio de Munich”, como fue llamado
por la propaganda franquista, provocó una dura respuesta por parte del propio Franco,
quien derogó el artículo 14 del Fuero de los Españoles referido a la libertad de
residencia, e incluso algunos de los asistentes fueron desterrados del país.

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Mientras sucedía esto, el régimen multiplicaba las detenciones de dirigentes de la
oposición. En 1963 era detenido el dirigente comunista Julián Grimau que, tras ser
torturado y procesado sin garantías jurídicas, fue ejecutado en medio de un gran
escándalo internacional.

A pesar de todo, el régimen intentaba mejorara su imagen y demostrar su talante


aperturista incorporando al gobierno a ministros jóvenes como Manuel Fraga, artífice de
la Ley de Prensa de 1966, que facilitaba una cierta libertad de prensa aunque en la
práctica la censura siguiera funcionando. Ese mismo año un referéndum nacional,
convertido en auténtico plebiscito a favor de Franco, aprobó la Ley Orgánica del
Estado, especie de constitución que contemplaba la existencia de un jefe de Gobierno
distinto del jefe del Estado, y aseguraba el carácter legislativo de las Cortes. Esta ley
reformaba en parte a las seis Leyes Fundamentales anteriores, eliminándose la
terminología fascista. Y en 1969, Franco decidió nombrar al príncipe don Juan Carlos
como su sucesor “a título de rey”, con lo que la continuidad del régimen parecía
asegurada.

Pero estos cambios no pudieron evitar la creciente oposición en fábricas y


universidades. La agitación era especialmente importante en el País Vasco, donde las
acciones de ETA eran respondidas con una represión policial indiscriminada, lo que
generó un gran apoyo social alrededor de la organización armada. Tras el primer
asesinato de ETA, en 1968, se estableció la jurisdicción militar para cualquier delito de
contenido político o social. Ese mismo año fue cerrada la Facultad de Ciencias Políticas
de Madrid, y al año siguiente la de Barcelona. La década termina con el llamado
proceso de Burgos (finales de 1970) contra dieciséis miembros de ETA, nueve de los
cuales fueron condenados a muerte. Las protestas en las calles, la presión internacional
y el secuestro por ETA del cónsul alemán en Bilbao hicieron claudicar a Franco, que
conmutó las penas por las cadenas perpetuas.

3.2- La década de los ‘70


La caótica situación interior hacía necesaria la apertura política y social para evitar las
presiones externas. Era necesario un cambio de gobierno, y la excusa fueron las
repercusiones políticas del asunto MATESA (caso de subvenciones a la exportación
concedidas a una empresa fraudulenta que salpicaba a varios ministros). El caso
desembocó en la formación del llamado “gobierno monocolor”, encabezado por Luís
Carrero Blanco y Laureano López Rodó. Este asunto precipitó la definitiva división de
las distintas fuerzas franquistas en dos bandos: los aperturistas (encabezados por
Fraga, Castiella y Solís, eran partidarios de reformar el sistema para ir acercándolo
progresivamente a un modelo parlamentario) y los inmovilistas (encabezados por
Carrero Blanco, partidarios del inmovilismo, de anular el aperturismo aunque
manteniéndose dentro del modelo capitalista).

Con Carrero Blanco en el gobierno, las posibilidades de evolución o reforma eran


casi nulas. Ante la cada vez mayor oposición, incluso desde dentro del régimen, la
dictadura no tuvo más salida que endurecer la represión en las calles ante el
crecimiento de la protesta ciudadana y de las huelgas, que se multiplicaban en las
universidades y en las empresas más importantes del país. Los estados de excepción se
aplicaron indiscriminadamente, y se multiplicaron las detenciones y torturas por parte
de la Brigada Social, así como los juicios ante el llamado Tribunal de Orden Público

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(dedicado fundamentalmente a delitos políticos). Por fin, con la Ley de Bandidaje y
Terrorismo se implicó al Ejército en el juicio de algunos actos de oposición.

En 1973 se agudizó la contestación al régimen. Apareció una nueva organización


terrorista, el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). La represión se
acentuó contra los dirigentes sindicales, el FRAP y ETA. Fue entonces cuando Franco
decidió separar por vez primera la jefatura del Estado y la del Gobierno, que pasó a
manos de Carrero Blanco. El nuevo gobierno, cuya finalidad era la de atajar la
creciente protesta en las calles y garantizar la continuidad del régimen tras la muerte de
Franco, se formó con tecnócratas del Opus y franquistas puros como Carlos Arias
Navarro, que se había destacado por la dura represión llevada a cabo como director
general de seguridad.

Pero el nuevo gobierno no tuvo mucho tiempo para actuar. El 20 de diciembre de


1973 debía iniciarse el juicio contra diez dirigentes de CC.OO. (el llamado “Proceso
1001”), con su dirigente Marcelino Camacho al frente. Se esperaban huelgas y
movilizaciones, pero esa misma mañana Carrero Blanco moría víctima de un atentado
minuciosamente preparado por ETA. Esta muerte fue supuso un duro golpe para el ya
debilitado Franco, ya que tras la muerte de su hombre de confianza la permanencia
futura del régimen quedaba en entredicho.

Los sectores más radicales del franquismo (el llamado “búnker”) consiguieron
imponer como nuevo jefe de gobierno a Carlos Arias Navarro, quien formó un nuevo
gabinete con mayoría de franquistas puros y algunos ministros aperturistas como Pío
Cabanillas. En principio prometió apertura política y social, pero pronto dejó ver su
talante represivo cuando decidió la ejecución del anarquista catalán Salvador Puig
Antich en 1974. Entonces se produjo también un grave enfrentamiento con la Iglesia
cuando el obispo de Bilbao, monseñor Añoveros, publicó una homilía donde aludía a la
personalidad distinta del País Vasco. El gobierno amenazó con expulsar al sacerdote, y
a la vez el Vaticano amenazó con excomulgar a Franco. El gobierno tuvo que ceder pero
la ruptura con la Iglesia se había consumado.

La enfermedad de Franco en el verano de 1974 y la cesión temporal de la jefatura


del Estado al príncipe don Juan Carlos dio a entender con claridad que el final de la
dictadura estaba próximo. A partir de ese momento la oposición (democratacristianos,
PSOE, PCE,…) se empezó a movilizar de cara a los acontecimientos que se avecinaban,
estableciendo contactos con personalidades próximas al régimen, incluso con militares,
algunos de cuyos miembros se habían congregado en torno a la Unión Militar
Democrática, desarticulada a principios de 1975.

Tras el verano de 1975 los acontecimientos se precipitaron. Varios miembros de


ETA y FRAP fueron juzgados y doce de ellos condenados a muerte. En medio de
manifestaciones y protestas en todas las capitales europeas, la sentencia se ejecutó el
27/IX. La oleada de manifestaciones internacionales contra la dictadura fue respondida
con la última de as grandes concentraciones en la Plaza de Oriente, el 1 de octubre. Pero
la agitación de aquellos días acabó por agotar a Franco, que el día 13 cayó enfermo.

Fue entonces cuando estalló el conflicto en el Sáhara español. Hassan II de


Marruecos amenazó con lanzar una invasión popular hacia el territorio español si el
gobierno español no lo cedía al reino marroquí. La llamada “Marcha Verde” puso al

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ejército español en estado de alarma, obligando al príncipe don Juan Carlos, de nuevo
jefe de Estado en funciones, a viajar al Sáhara. Finalmente, el 18/XI el gobierno
capituló y mediante el Acuerdo Tripartito de Madrid entregó el Sáhara español a
Marruecos y Mauritania, violando el compromiso y mandato de la ONU, que había
encargado a España la tutela del territorio hasta su independencia.

Franco, que apenas era ya consciente de la gravedad del momento que vivía España,
falleció el 20 de noviembre de 1975.

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