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Cartografía Puntos de sutura, de Oscar Marcano

“Mi héroe se me desplomaba”. (Antenore, pág. 10, Prólogo a Áyax).

“Aunque le faltaba poco, aún no se había desplomado el viaducto. (Antenore, pág. 17).

“Cansado de estar de rodillas, Alfonso terminó por sentarse en la arena. Daba la impresión de
no hallar las palabras. Por eso, entiendo, miraba al mar. Ambos nos sentíamos incómodos.
Para mí era obvio que no debíamos haber venido. Entonces se abrazó las piernas y tembló en
un gesto encantatorio. Posó el mentón sobre las rodillas y cerró los ojos como un guerrero que
da tregua a su derrota”. (Pág. 22, último encuentro de Alfonso y Antenore).

“Cuando se fue tenía treinta y dos. Cuando se dejó ver nuevamente pasaba de cuarenta y ya
vivía de recuerdos”. (Pág. 40, Antenore sobre Alfonso).

“El pasado le procuraba momentos de solaz. Supongo que le haría pensar que no llevaba en el
pecho la intemperie”. (Pág. 42, Antenore sobre Alfonso).

“‹‹Yo te admiraba›› pensé. ‹‹Y te necesitaba. Y tú te fuiste aleteando por la ventana detrás de
tu felicidad. ¿Entonces?››”. (Pág. 45, Antenore).

“‹‹Corrimos, papá. Estuvimos en plena pista. Yo era tu relevo, te esperé y no me entregaste el


testigo››”. (Pág. 45, Antenore).

“Vivía atrapado en el ovillo de sus ocho recuerdos y es sabido que los recuerdos solo sirven
para edulcorar el pasado. Yo daba cuenta de sus frases, detallaba sus giros y observaba que, a
pesar de su vehemencia, estaba mermado (…) El viejo Tiranosaurio Re se había convertido en
una humilde lagartija”. (Pág. 47, Antenore).

“Mi padre se hallaba en éxtasis. Había partido el mar en dos y conducido a su pueblo. Ahora
bajaba del Sinaí con las tablas de la ley al hombro y la pelambre blanqueada. Tenía gotas de
sudor en la frente. Gotas de sudor en la barbilla. Finalizaba un número. Estaba glorificado”.
(Pág. 48, Antenore sobre Alfonso). Este fragmento en particular lo destaco por su contraste
con las descripciones previas de Alfonso en esa misma escena, lo que resala un elemento clave
en el personaje, su brillo viene de la nostalgia y el recuerdo de un pasado glorioso en lugar del
presente desolador, que contrasta con la noción de progreso que promueve la modernidad.

“Tenía dos años en Nueva York y no había encontrado lo que había ido a buscar, en el
supuesto improbable de que hubiese ido tras la pista de algo (…)Ya no esculpía (…) El
desasosiego me lo impedía. (Alfonso, 72)

“−Te noto mal −dije arreando por la tangente.


−No estoy mal, flaco −respondió−. Sólo he estado recordando. Hay muchas cosas que no te he
dicho”. (Antenore y Alfonso, 95)

“−¿Qué has venido a hacer acá? −tuve el valor de preguntarle−. ¿No te hallabas en Oriente?
−En Anzoátegui, tierra infausta –respondió−Para más señas, una prodigiosa franja de territorio
con gas, petróleo, ganado, agricultura y playas, pero con una suerte de mierda. Gobernantes
bárbaros y corrompidos, la élite económica más atrasada del país y un verdadero páramo en
materia cultural. Con este panorama, las cosas no han salido como debieran
−No se te ve bien.
−Es probable−dijo, y la voz le salió sin timbre. Después se puso a hacer sierritas con los
dientes−. Son muchos años de vainas. De tomar el autobús equivocado. De buscar poesía en lo
que no la merece”. (Antenore y Alfonso, 135)

‹‹Todo se va a arreglar, créeme››, insistí pasando por encima de su desazón.


‹‹No››, contestó. ‹‹Esto no tiene arreglo. Te lo dice alguien que sabe: te lo dice un perdedor››.
(Alfonso y El Moj, 156)

−He pasado toda la vida persuadido de que la infelicidad que ronda a los otros no me podía
alcanzar. Que ese tedio, que ha sido una constante a mi alrededor, nunca daría conmigo. De
pequeño escuchaba las discusiones de la gente, de mis padres, de mis amigos, y me costaba
concebir cómo se podía descender a un estadio tan gris. Tanta energía desparramada en
ruindades. Tanta mezquindad. Yo, que tuve la certeza de ser inmune a esas desdichas, aquí
estoy con las uñas deshechas rascándome la misma sarna”. ( El Moj, 165).

“Estoy un poco triste, ¿sabes? La verdad no he vuelto a esculpir (…)Se me a hecho muy difícil
pensar en arte desde que vivo acá. Creo que venir me ha servido para reconocer que la
escultura no es exactamente lo mío; que si alguna vez lo fue, se debió en parte a esa obsesión
por los años heroicos de las primeras décadas del siglo XX, cuando se produjo todo ese
estallido alucinante en Francia”

Antecedentes

“¿Son realmente héroes? En el sentido clásico: absolutamente no (…)La condición primordial


de estos personajes es que pertenecen a las pautas de la modernidad. Por ende, no son héroes
en el sentido tradicional clásico (tal ve haciendo eco en el No heroics, please de Carver). No son
sujetos extraordinarios. En vez de hazañas sus acciones corresponden a la vida cotidiana (…)
Lógicamente, a personajes de esta categoría, los envuelve un sentimiento de hastío y
desesperanza” (Hidalgo 48).

Hidalgo Prince, Miguel. Anatomía de una influencia: Solo quiero que amanezca de Oscar
Marcano y la narrativa estadounidense contemporánea. Tesis Universidad Central de
Venezuela, 2009. Impreso.

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