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Raimbault y Eliacheff Las Indomables Figuras de La Anorexia
Raimbault y Eliacheff Las Indomables Figuras de La Anorexia
Caroline Eliacheff
Las indomables
Figuras de la anorexia
Buenos Aires
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
I.S.B.N. 950-602-245-3
NOTA: Entrecorchetado el paginado original. Esta referencia corresponde al final de cada página del texto
original.
2
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
ÍNDICE
AGRADECIMIENTOS.............................................................................................................................4
BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................................................145
CATALINA DE SIENA,.......................................................................................................................124
EPÍLOGO...........................................................................................................................................142
LA ELECCIÓN DE ANTÍGONA............................................................................................................60
Mitologías de la anorexia........................................................................................................................7
PRÓLOGO.............................................................................................................................................5
SIMONE WEIL......................................................................................................................................83
SISSI,...................................................................................................................................................41
III. La elección de Antígona......................................................59
IV. Simone Weil “Dios mío, concédeme convertirme en nada” 82
V. Catalina de Siena, doctor de la iglesia...............................123
EPÍLOGO................................................................................141
BIBLIOGRAFÍA........................................................................144
3
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
AGRADECIMIENTOS
4
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
PRÓLOGO
5
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
toda acción está al servicio de la necesidad, la anoréxica, precisamente por su
rechazo a satisfacer las necesidades fisiológicas del cuerpo, da cuenta del vacío,
de la ausencia de una categoría esencial para el ser humano, que no es otra que
la del deseo. En un mundo en el que la palabra está desprovista de su valor
significante, en el que el orden simbólico es ridiculizado, a través de su sacrificio,
la anoréxica denuncia el hundimiento de lo humano al rango de lo animal. Vivir
es imposible para ella, pues su única meta, sin que lo sepa, es la de reemplazar a
un muerto; es la de ser un muerto en el fantasma de un pariente, a quien el
duelo le resultó imposible. Al exhibir un síntoma que no se sustrae al orden
social, la anoréxica nos obliga a plantear, junto con ella, las preguntas
esenciales: "¿Quién soy? ¿Dónde está mi lugar?" Preguntas que sólo puede
plantearse una vez que hubo tomado conciencia de que, lejos de poder dirigir su
síntoma, a su pesar ella se encuentra atrapada en él. Militante, lucha por una
causa, un pueblo, Dios, sin reconocer cómo o por qué esta tentativa le es [10]
impuesta, de qué regreso de una represión en el discurso de sus ascendientes es
ella el blanco y el representante. Ya no ser la presa de aquella repetición, ya no
seguir indefinidamente la trama mortífera y mortal: ésa sería la verdadera
apuesta de su curación.
De nuestros cuatro personajes, tres pertenecen a épocas en las que el
síntoma no formaba parte de la clasificación psiquiátrica, la cual reconoce la
anorexia mental desde hace sólo un siglo. Ahora bien, la etiqueta de afección
“mental”, a tal punto parece reductora que nos resulta chocante. A través de los
siglos, de los países y los ambientes, es más fácil y convincente mostrar la
permanencia de esta forma de ser y la contingencia de la etiqueta, cuya historia
trazamos.
¿Existen acaso mujeres más diferentes entre sí que Sissi, emperatriz de
Austria, la Antígona de Sófocles, la filósofa Simone Weil y la santa Catalina de
Siena? Sin embargo, según el contexto histórico, cada una intentó
apasionadamente decir su verdad comprometiendo su propio cuerpo. La
militancia de cada una de ellas, que llega hasta el sacrificio por una causa, es
comparable con la de las anoréxicas contemporáneas. Pues, gracias al
psicoanálisis, sabemos que, sin que lo sepan, en total desconocimiento, ellas
también defienden una causa distinta.
Cada historia puede ser leída independientemente de las otras: elija la que
más le guste. [11]
6
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Mitologías de la anorexia
Descomponer, reducir,
explicar, identificar...
Ha de ser sin duda
un beneficio
para la inteligencia,
puesto que indiscutiblemente
se trata de una pérdida para el goce.
G. Canguilhem
7
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
la cuestión central y sirve de motor a la investigación.1
1
ATLAN H., A tort et à raison, intercritique de las science et du mythe, París, Seuil, 1988, p. 48.
2
DECOURT, J., “L´anorexie mentale au temps de CH. Lasègue et de W. Gull”, Presse Med., 1954,
62, 16, 355-358.
3
LASÈGUE CH., “De l´anorexie hystérique”, Arch. Gen. Med., 1873,1,835.
4
GULL W., “Anorexia Nervosa”, Trans. Clin. Soc., 1874, 1, 22.
8
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
vida da cuenta de su interés por la psicología y la psiquiatría: Lasègue era
licenciado en letras, y su amistad con Morel y Claude Bernard le vale su primer
contacto con la medicina. Nombrado interno de los Hospitales de París en
diciembre de 1839, Claude Bernard invita a Lasègue a la Salpêtrière, al servicio
del profesor J. P. Falret. A continuación de este "cursillo", Lasègue decide
emprender sus estudios de medicina. En 1844 publica en los Annales médico-
psychologiques un trabajo sobre la escuela de psicología alemana, en
colaboración con Morel. En 1846 le siguen diversos artículos sobre la terapéutica
mental, en los que se interesa muy especialmente por el "tratamiento moral" y
donde señala la acción sobre la voluntad por medio de la intimidación, método
preconizado en aquel entonces por Leuret. Luego de presentar su tesis en 1844,
es enviado en 1848 a Rusia para estudiar la evolución de la epidemia de cólera,
pero él aprovecha para visitar los establecimientos de alienados.
El segundo período se inicia aproximadamente con el regreso de Rusia y
es el de su carrera propiamente psiquiátrica: pasa a ocupar el puesto de
Inspector General Adjunto de los Manicomios; dos años más tarde es [15] médico
de la Prisión Preventiva Especial de la Prefectura de Policía. Estos cargos hacen
de Lasègue un representante modelo de las relaciones que se habían establecido
entre la Policía y la Psiquiatría en la época del "gran encierro", es decir, de la
creación de los manicomios. Al decir "Policía", tal como lo explicara Michel
Foucault, aplicamos el "sentido muy preciso que se le da en la época clásica, es
decir, el conjunto de medidas que vuelve tanto posible como necesario el trabajo
para todos aquellos que no sabrían vivir sin él".5
Lasègue ocupa un puesto clave en la determinación de quién es apto para
el trabajo y quién debe ser encerrado. Además, es un experto en medicina legal
y su tarea consiste precisamente en establecer el inicio de los desórdenes
mentales y el fin de la responsabilidad.
Desde esta posición privilegiada, Lasègue escribe algunos textos im-
portantes que dan testimonio de una manera de observar completamente
moderna; en particular, una monografía sobre el delirio de persecución que hasta
ese entonces no había sido individualizado ni descrito. Durante su paso por la
Prisión Preventiva, donde tuvo la posibilidad de observar un gran número de
alcohólicos, publicó El delirio alcohólico no es un delirio sino un sueño, texto
citado por Freud en La interpretación de los sueños. Luego de obtener el título de
catedrático en 1853 y de su nominación como médico de los Hospitales en 1854,
Lasègue está a cargo de un curso clínico de enfermedades mentales. Todo
indicaría que, durante sus cuatro años de enseñanza, sus clases fueron seguidas
con asiduidad. Por otra parte, no debía faltarles algo de originalidad en la medida
en que concluían con una visita al asilo de Rouen ¡con sesenta y cinco alumnos!
Luego de haber visitado los manicomios de Rusia y de haber ocupado el puesto
de Inspector General Adjunto de los Manicomios, Lasègue debía sentirse familia-
rizado con ese género de expediciones. Pero al margen de las clásicas pre-
sentaciones de los enfermos, en escasas oportunidades la enseñanza de la época
era "práctica".
Lasègue cambia de orientación después de haber estado realmente en
contacto con la locura. Parecería que la medicina somática pudo más que su
interés por la psiquiatría. En 1867 es nombrado profesor de Patología General y
dos años más tarde se hace cargo de la cátedra de Clínica Médica en la Pitié,
puesto que ocupará hasta su muerte, el 20 de marzo de 1883.
Su descripción de la anorexia (1873) se ubica, pues, hacia finales de su
carrera. Con facilidad pueden percibirse sus admirables dones como clínico, su
estilo literario, animado y descriptivo, pero también una originalidad y una
libertad en la visión que hacen de este texto la mejor referencia descriptiva sobre
5
FOUCAULT, M., Histoire de la folie à l´âge classique, Paris, Gallimard, 1972.
9
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
el tema. [16]
A partir de Lasègue y, principalmente, gracias al psicoanálisis, poco a poco
fue profundizándose la comprensión de los mecanismos psicopatológicos.
Por el contrario, aunque las costumbres se hayan suavizado, la práctica del
aislamiento como único método terapéutico o asociada con otras técnicas nunca
fue seriamente cuestionada. Ahora bien, en general, ya no se sabe de dónde
surge esta práctica, ni cuál es la ideología científica subyacente.*
Este "olvido" probablemente tenga su sentido. Por esa razón, nos pareció
interesante señalarlo y trazar su genealogía para comprender la práctica, por no
decir la eficacia, del aislamiento.
En el siglo XIX, para los ojos del Estado lo esencial de la práctica del
psiquiatra no es curar sino otorgar un certificado que legitime la decisión de la
internación; es esto lo que distingue al psiquiatra de los demás médicos. Si
exceptuamos al médico militar, el psiquiatra del manicomio se convierte en el
primer médico funcionario. Junto al poder de internar y de liberar, delegado por
la Policía y la Justicia, el deber del psiquiatra consiste también en observar a los
alienados, describir y clasificar los síntomas, con el fin de reagruparlos y
constituir una entidad nosológica. En este sentido, la carrera de Lasègue es
ejemplar. Para la sociedad, el psiquiatra es tanto un experto calificado por la
posesión de un saber, un hombre supuestamente honorable como cualquier
funcionario de Estado, como alguien coronado por el prestigio que
supuestamente debe tener todo jefe de servicio, y que posee, además de su
saber, un don particular. Para ejercer esas funciones en el seno de la Institución,
el médico del manicomio se apoya en tres instancias: Orden, Autoridad y Castigo.
Recordamos las bases de esta institución que son los manicomios según Michel
Foucault, porque el tratamiento de la anorexia mental representa una aplicación
casi caricaturesca de las mismas: ¿a qué trato fueron sometidas aquellas
pacientes a partir del día en que la entidad nosográfica "anorexia histérica" fue
creada? Uno de los fundadores de esta nosografía marcó aquí el camino a seguir:
hablamos de Charcot, quien se presenta a sí mismo como el precursor del
aislamiento y no deja de subrayar su prioridad:
Por otra parte, el método se abrió camino por sí solo, pues observo
que en Inglaterra y en Estados Unidos su eficacia es proclamada
fervorosamente. Por esta razón, reivindicaría para nosotros su
origen, puesto que, si no me equivoco, nos pertenece con toda
legitimidad, por lo menos en lo que respecta al tratamiento de la
histeria y de sus dolencias anexas.6
[17]
La demostración propiamente dicha se efectúa en dos etapas. En primer
lugar, Charcot expone el cuadro clínico que conduce al diagnóstico:
7
VALÈRE V., Le pavillon des enfants fous, Paris, Le livre de poche n° 5673, p. 34.
12
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
para llegar a abarcar lo particular en lo general.
13
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
ese momento no se había producido; el tacto indica una progresiva
disminución de la elasticidad, síntoma habitual de las inaniciones
prolongadas. Hay dolor en la región epigástrica ante la presión,
etcétera.
Con respecto a la perversión del sentido moral, ésta se aplica a las histé-
ricas en general, aunque no implica el reconocimiento de la histeria como
neurosis. Lasègue interpreta la elección de la histérica al considerar que ésta se
ubica casi conscientemente frente a la siguiente alternativa: pasar por una
enferma o por una niña caprichosa. La histérica elige deliberadamente la primera
solución: "Una sola concesión las haría pasar del estado de enfermas al de niñas
caprichosas; y, en parte por instinto, en parte por prejuicio, ellas jamás aceptarán
esta concesión."
Otro argumento a favor de la perversión lo da el hecho de que, no con-
tenta con estar enferma, se complace en ello y de ningún modo desea curarse:
14
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
No sólo no suspira aliviada después de la cura, sino que se siente
complacida de su condición, a pesar de todas las contrariedades
que la misma le suscita.
16
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
menos, acepte que él la ayude. Lasègue no deja de indicar que es poco
frecuente; la mayoría de las veces se establece una suerte de compromiso: "La
enferma se encuentra, entonces, ante dos direcciones posibles: o bien está
suficientemente relajada como para volverse obediente sin restricción alguna, lo
que constituye el caso menos común; o bien accede a una semidocilidad con la
evidente esperanza de conjurar el peligro sin renunciar a sus ideas. Esta segunda
tendencia, que de lejos es la más habitual, complica enormemente la situación."
Aun cuando Lasègue no piensa que la anorexia pueda llevar a la muerte, no por
ello deja de ser pesimista: "Por regla general, hay que esperar que la mejoría se
opere lentamente, con intermitencias, pero hay que tener cuidado en determinar
de antemano los adelantos que llevarán a darse por satisfecho."
En ningún momento Lasègue impone su autoridad para intentar modificar
el curso de los acontecimientos (a ello debemos esta descripción de la evolución
casi natural de la anorexia histérica). Por el contrario, aconseja no usarla. Aun en
la etapa final, sigue siendo muy tolerante: sin buscar intervenir, observa que los
"apetitos limitados o incluso exclusivos y a veces extraños" son ya "un signo
favorable". Lasègue concluye diciendo "nunca vi que la enfermedad reincidiera";
¿será acaso la consecuencia de su respeto hacia la individualidad de sus
enfermas, al tiempo que daba pruebas de la permanencia y confiabilidad de su
presencia?
Charcot, al recurrir más rápidamente a su autoridad, no modifica
sensiblemente el curso de la evolución.
Con respecto a este punto, aún no hemos determinado el ángulo a partir
del cual aborda Lasègue un tema que, posteriormente, se convertirá en
privilegiada materia de estudio para los psiquiatras: nos referimos al papel que
les toca a los padres. Este papel, por supuesto, no fue dejado de lado por
Lasègue. En el siglo XIX el concepto de familia se utiliza para dos casos muy
precisos: para designar la "familia neuropatológica", modelo de clasificación que
abarca "todas las afecciones del sistema nervioso central y del sistema
neuromuscular", y para señalar un lazo de parentesco definido por las leyes de la
herencia. Esta distinción puede observarse en el hecho de que, para designar a la
familia en el sentido que le atribuyó Freud [26] (es decir, capaz de tener una
acción patógena). Lasègue recurre a otro concepto: el de "ambiente", concepto
biológico, o el de "entorno", que engloba tanto a los padres como a los amigos y,
¿por qué no?, también al médico... Ya de por sí es notable considerar el entorno
como algo que no está fuera de la enfermedad y que, al igual que la enferma,
debe someterse a la observación clínica:
A tal señor, tal honor: comencemos con Freud. Si éste terminó siendo una
suerte para la histérica, hay que reconocer que no pudo resolver el enigma de la
anorexia. No porque estuviese poco interesado: muchos textos a lo largo de su
obra demuestran lo contrario. Algunos se refieren directamente a un caso de
18
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
anorexia o a un síntoma anoréxico en el seno de un cuadro más complejo, los
que nos revelan tanto la comprensión de Freud al respecto como sus dificultades
en tanto que terapeuta: otros textos aportan ciertas nociones teóricas que abren
nuevas perspectivas de estudio. [28]
La observación que concierne directamente a un caso de anorexia mental
se encuentra en la prehistoria del psicoanálisis. Un caso de curación hipnótica,8
publicado en 1893, no muestra cómo un niño se vuelve anoréxico, sino cómo una
madre se vuelve anoréxica con el nacimiento de un niño. Se trata de una joven
que no puede alimentar a sus hijos. Con el primero, el amamantamiento tuvo que
ser interrumpido al cabo de dos semanas debido a que la madre padecía
anorexia y no tenía leche. Tres años más tarde, con la ansiada llegada del
segundo hijo, los mismos disturbios reaparecen: vómitos, severa anorexia,
depresión. Debido a que anhelaban ardientemente evitar tener que recurrir a una
nodriza, la familia llama a Freud para que practique algunas sesiones de hipnosis.
Aunque no fue muy bien recibido, en particular por el marido, el adormecimiento
resulta fácil y la sugestión hipnótica es simple: "¡No tenga miedo! Usted será una
excelente nodriza, no tiene nada en su estómago, su apetito es excelente,
etcétera".
Al día siguiente, todo parece estar en regla, pero luego los síntomas
reaparecen y Freud efectúa una segunda y hasta una tercera sesión de hipnosis.
La madre dice estar curada y durante ocho meses amamanta a su hijo. Pero un
año después, tras el tercer parto, los mismos síntomas reaparecen. Nuevamente,
se logra una curación aparentemente completa por sugestión bajo hipnosis y el
bebé es alimentado a pecho.
Freud no tiene aún la posibilidad de dar una interpretación psicoanalítica
de este caso, clasificado entre las "histéricas ocasionales" de quienes analiza los
síntomas en términos de perversión del querer y de contravoluntad. Esta
observación pone en evidencia una perturbación originaria y repetitiva de la
relación madre-hijo. Como lo señala pertinentemente Valabrega,9 en ningún otro
lugar se desprende con tanta claridad la ecuación simbólica comer =
amamantar. Para aquella mujer, alimentar equivalía a alimentarse.
El caso de Emmy von N., publicado en 1895 en colaboración con J. Breuer
en Estudios sobre la histeria10 ilustra los casi inevitables avatares de la relación
terapéutica, en la medida en que esta joven presentaba, entre otras cuestiones,
un rechazo a la comida. Emmy von N. inspira tanto interés en Freud que éste
toma muy a pecho su curación. Ella es una histérica y Freud decide aplicarle el
método de investigación utilizado por Breuer: la hipnosis. Freud reconoce no
dominar del todo la técnica, no haber profundizado convenientemente el análisis
de los síntomas ni tampoco haber seguido un plan que estuviera suficientemente
meditado; su observación nos interesa en la medida en que Freud retornó con
muchos detalles sus anotaciones cotidianas, sobre todo las que se refieren a los
trastornos en la alimentación, revelando lo que puede provocar una anoréxica en
cualquier persona —aunque se trate de Freud— deseosa de curarla. [29]
Inteligente, culta, Emmy interrumpe con frecuencia su discurso, que, por
otra parte, es perfectamente coherente; su expresión cambia y muestra terror y
asco, mientras pronuncia frases vehementes: "¡No me toque...!" Más tarde, al
retomar sus anotaciones, Freud ve en ello la manifestación de un delirio histérico
que alterna con un estado consciente normal. Emmy produce también, en varias
8
FREUD S., “Un cas de guérison par l´hypnose avec des remarques sur l´apparition de sumptômes
hystériques par la contre-volonté”, en Résultats, idées, problèmes, I, 1890-1920, Paris, PUF, 1984.
9
VALABREGA J.-P., “L´anorexie mentales, symptôme hystérique et symptôme de conversion”, L
´inconscient, 1967, 2, 133-173.
10
FREUD S., BREUER J., “Frau Emmy von N...”, en Études sur l´hystérie, Paris, PUF, 1956, pp. 35-
82.
19
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
oportunidades, un extraño chasquido de la lengua. Debido a que algunos colegas
cazadores lo compararon con el sonido del urogallo al acoplarse, en la literatura
Emmy von N. se convierte en la "dama del urogallo".
El tratamiento implementado por Freud combina baños calientes y ma-
sajes dos veces por día, con separación del ambiente familiar y sugestión
hipnótica. Ya en las primeras sesiones, Emmy evoca recuerdos precoces que
serían el origen de sus temores:
23
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
combinar factores afectivos y neurobiológicos como origen de la enfermedad.11
11
METTE-LEVY-VALENSI N.M., “Anorexie mentale et image du corps”, Mémoires de CES de
Psychiatrie, 1981-1982.
12
JESSNER L., ABSE D. W., “Regressive Forces in Anorexia Nervosa”, Br. J. Med. Psychol., 1960,
33, 301-302.
13
MEYER J. E., FELDMANN H., Anorexia Nervosa. Proceedings of a Symposium Göttingen, 24-25
abril 1965, Stuttgart, G. Thieme Verlag ed., 1965.
14
BRUCH H., Les yeux et le ventre, Paris, Payot, 1977. L´énigme de l´anorexie, Paris, PUF, 1979.
24
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
la actualidad su posición es puesta en duda (lo que constituye, a fin de cuentas,
la suerte de todo investigador), indiscutiblemente aportó una nueva dignidad
tanto a la palabra de las anoréxicas como a su tratamiento. El indeclinable
homenaje de una de ellas, Sheila MacLeod ("el admirable libro de H. Bruch,
Eating Disorders...")15 significa una prueba nada desdeñable al respecto. Bruch
considera que el trastorno fundamental es un trastorno de la imagen del cuerpo.
Pero, para ella, ese trastorno es secundario con respecto a perturbaciones de la
percepción interoceptiva y de la autonomía, acompañadas de un sentimiento que
se impone, de impotencia y de imposibilidad de expresar un deseo propio, lo que
ocurre desde la infancia. Con seguridad, Bruch es quien mejor comprendió la
anorexia mental en su dimensión fenomenológica. Y aunque critica mucho el
psicoanálisis llamado "ortodoxo", su posición podría ser sostenida por la mayoría
de los analistas: "La finalidad terapéutica es la de dar al enfermo la posibilidad de
descubrir sus propias capacidades, sus recursos, sus aptitudes interiores [36]
para pensar, juzgar y sentir." Los medios que se utilizan para alcanzar esa
finalidad se inspiran en el análisis existencial, tanto cuando se trata del "uso
constructivo de la ignorancia" como de "un enfoque no interpretativo que se
limita a los hechos". Bruch no se deja engañar, no busca ni dominar ni vencer,
pero, aunque haya visto la complejidad del problema, no por ello deja de
proponer una terapia esencialmente conductista. En cuanto a un pronóstico a
largo plazo, se muestra bastante pesimista al considerar la anorexia mental
primaria como una forma particular de esquizofrenia.
A despecho de Hilde Bruch, para quien la anorexia es una contraindicación
para el psicoanálisis, numerosos psicoanalistas "ortodoxos" siguen publicando
minuciosas monografías de casos de anorexia mental, con muchos detalles que
conciernen a la historia de las pacientes, las enfermedades, el desarrollo de la
curación y las teorías que ellas suscitan. Estos textos son apasionantes e
insatisfactorios a la vez. Apasionantes como lo son todas las historias de casos
clínicos. Una cierta estereotipia refuerza la tesis de los organicistas, pero cada
historia familiar sigue siendo única, como ocurre con cada relación
psicoanalista/psicoanalizante, a menudo expuesta con la mayor honestidad.
Las historias de las pacientes y de las curaciones relatadas por Frances
Tustin en Inglaterra,16 Stephen Risen y Harold Boris en Estados Unidos 17, Thomaë
en Alemania18 y tantos otros, siempre parecen más explícitas que la teoría que se
extrae de ellas. Llegado a este punto, cada analista vuelve a juntarse con su
escuela de pensamiento y cada escuela profundiza uno de los caminos abiertos
por Freud. En Francia, E. Kestemberg y col. 19, al exponer muy detalladamente
tres observaciones clínicas (entre las que se cuenta la de un varón) se limitan a
describir las modalidades específicas de la regresión y de la organización
pulsional: regresión vertiginosa en la medida en que no encuentra ningún punto
de fijación ni de organización a nivel de las zonas erógenas; organización
pulsional por medio de un recurso específico del masoquismo erógeno primario,
donde el placer está ligado al rechazo de satisfacción de la necesidad. En dos de
los tres casos, el psicodrama analítico constituyó un abordaje terapéutico de
primer nivel.
Durante años, Selvinni20 actuó como psicoanalista kleiniana, para luego ir
15
MAC LEOD S., Anorexique, Paris, Aubier-Montaigne, 1982.
16
TUSTIN F., “Anorexia nervosa in adolescent girl”, Br. J. Med. Psychol. 1958, 31 (3-4), 184-200.
17
RISEN S., “The image and uses of the body in psychic conflict. With special reference to eating
disorders in adolescence”, Psychanal. Study Child. 1982, 37, 433-459. BORIS H. N., “The problem of
anorexia”, Int. H. Psychoanal. 1984, 65 (3), 315-322.
18
THOMAË H., “Some psychoanalytic observations on anorexia nervosa”, Br. J. Med. Psychol., 1963
36, 239-248.
19
KESTEMBERG E., KESTEMBERG J., DECOBERT S., La faim et le corps, Paris, PUF, 1983.
20
SELVINI M., Self-Starvation, New York, Jason Aronson ed., 1974.
25
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
orientándose progresivamente hacia una concepción sistémica de la anorexia
mental (en la medida en que la enfermedad mental se considera como la única
respuesta adaptada a un sistema familiar ilógico y patógeno) y su consecuencia
terapéutica, es decir, la terapia familiar.
Si Selvini percibió correctamente el papel de la pareja conformada por los
padres y la fuerza de los vínculos edípicos que liga a cada uno de los padres con
sus respectivas familias, la terapia familiar, en cambio, no toma [37] demasiado
en consideración este aporte teórico y apunta ante todo a la desaparición del
síntoma. El hiato entre teoría y práctica resulta evidente: para los terapeutas
familiares, la desaparición del síntoma es un fin en sí mismo que da validez a sus
hipótesis teóricas. Desde nuestro punto de vista, sólo se trata de un logro
aparente, a menudo transitorio; no decimos que no satisfaga a los padres y a los
terapeutas, pero, para la anoréxica, apuntar al síntoma para reducirlo es una
forma de traición.
Desde la perspectiva genética, propia de la escuela psicoanalítica de
América del Norte (descendiente de la que enuncia Freud en El malestar en la
cultura), Sours presenta la historia de sus pacientes bajo el título casi lacaniano
de Starving to death in a sea of objects (1980). Sours pone en evidencia la
insistencia de los padres en controlar todo placer, así como la importancia
otorgada a las actividades de control de esfínteres. Los cuidados son los
adecuados y se llevan a cabo sin placer alguno. La madre anticipa las
necesidades de su hijo, al tiempo que se defiende de sus propios fantasmas de
restricción alimenticia o, para decirlo más profundamente, de sus deseos de
incorporación caníbal. El niño, dice Sours, se convierte en "un pretendiente y un
denegador". Luego, la rivalidad con la fratría, las separaciones de la madre y la
competencia edípica ponen en peligro la relación simbiótica y precipitan la
regresión.
Al igual que Freud, Lacan no logró resolver la cuestión, pero no por ello su
aporte teórico es menos fundamental. Como Freud, Lacan se ocupa en contadas
oportunidades de la anorexia mental, pero la producción de algunos conceptos
abrió caminos poco o nada explorados hasta entonces. La distinción entre
necesidad, demanda y deseo es particularmente operativa: "Se trata de
comprender la anorexia mental como: no que el niño no come, sino que come
nada..."21 Lo que significa que, en la medida en que ha sido colmada al nivel de
las necesidades fisiológicas (a veces incluso antes de la expresión de la
necesidad), la anoréxica no puede soportar que cualquier demanda sea
interpretada en términos de necesidad. Es entonces que se vuelve vital comer
"nada" con el fin de que se mantenga viva la dimensión del deseo.
El empleo de los tres órdenes de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario
permitió claramente a Lacan extraer una nueva perspectiva de la función paterna
en el campo social y psíquico. En el campo social, la función paterna está inscrita
en las leyes jurídicas que se aplican a la genealogía, la filiación, la alianza y, de
una manera más general, al parentesco. En el campo psíquico, la función paterna
se inscribe en cada sujeto, sea cual fuere la [38] realidad que el padre encarna:
"En el Nombre-del-Padre es donde tenemos que reconocer el sostén de la función
simbólica que, desde los albores de los tiempos históricos, identifica su persona
con la figura de la ley."22
El Nombre-del-Padre no es el patronímico; tampoco se trata del padre en
tanto que persona: las insignias específicas del padre pueden existir y el padre
21
LACAN J., Seminario sobre la relación de objeto, 22 de mayo 1957.
22
LACAN J., “Fonction et champ de la parole et du langage”, en Écrits, Paris, Seuil, 1966, p. 278.
26
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
puede desaparecer detrás de ellas, lo cual ya no significa nada, no es más que
una mascarada. En un sujeto, él es el significante que representa a la Ley. ¿Por
qué es tan importante este "significante"? Porque introduce la diferencia entre la
animalidad y la humanidad: "No hay, por supuesto, ninguna necesidad de un
significante para ser padre, como tampoco para estar muerto, pero sin
significante, nadie, ni de uno ni de otro de esos estados de ser, sabrá nunca
nada."23
Para que el ser humano esté marcado por la función del Nombre-del-Padre,
este lugar simbólico debe existir para la madre:
Una mujer integra el Nombre-del-Padre una vez que acepta que, a través
de sus intervenciones, el padre desaloja al niño de la mortífera posición dual que
consiste en considerarse el falo de la madre.
La anoréxica cuestiona corporalmente tanto la transmisión social del
parentesco como su transmisión psíquica, dándole a cada padre (y no sólo a la
madre) el sentido que puede tener para ellos el hecho de estar juntos y de haber
traído al mundo a esa niña. Los diferentes personajes femeninos que hemos
elegido, cada uno a su manera, se preguntan acerca del lugar que ocupan en el
orden genealógico familiar y social.
"Desde sus orígenes, el niño se alimenta tanto de pan como de palabras,
pues él muere de palabras y, como dice el Evangelio, el hombre no sólo muere
por lo que entra en su boca, sino también por lo que de ella sale..." Esta cita de
Lacan aclara uno de sus aportes esenciales para la comprensión del sujeto
humano.
Para otro investigador, no psicoanalista, François Jacob, cualquier intento
por describir la evolución del cerebro y del espíritu sólo puede presentarse como
si se tratara de un argumento. En El juego de lo posible25 resalta dos de ellos que
caricaturiza por analogía con aparatos musicales: en uno, el cerebro sería una
cinta magnética virgen, y en el otro, el cerebro sería un disco de pasta. En el
primer caso, el hombre estaría completamente moldeado por la sociedad: "La
biología y sus coacciones se detendrían [39] frente al cerebro humano." En el
segundo caso, las aptitudes mentales estarían determinadas por la herencia:
"Las coacciones biológicas, en este sentido, son mencionadas como garantías
científicas que imponen límites al comportamiento humano." El mismo François
Jacob propone un tercer argumento, según el cual el programa genético pondría
en escena estructuras de recepción "que permiten al niño reaccionar a los
estímulos del ambiente, buscar y encontrar regularidades, memorizarlas, reunir
los elementos en nuevas combinaciones. Se trata, pues, de una constante in-
teracción de lo biológico y de lo cultural".
¿A través de qué rodeo se opera esta interacción? A las estructuras de
recepción puestas en escena por el programa genético debemos agregar otra
estructura de recepción, que también es una estructura para recibir: el programa
simbólico y cultural, es decir, el lenguaje, lugar de la mitología familiar que
preexiste al niño o, todavía más precisamente, al enfant, aquel que no habla.
23
LACAN J., “D´une question préliminaire au traitement de la psychose”, en Écrits, Paris, Seuil, 1966,
p. 556.
24
LACAN J., ibid., p. 579.
25
JACOB F., Le jeu des possibles: essai sur la diversité du survivant, Paris, Fayard, 1981, p. 126.
27
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Según François Jacob, "moldeamos nuestra realidad con nuestras palabras
y nuestras frases así como la moldeamos con nuestra vista y nuestro oído". El
lenguaje, ¿un órgano con el mismo título que el ojo, la oreja, un brazo, una
pierna? Tal es la hipótesis formulada por el lingüista Noam Chomski. El lenguaje
permite la simbolización, la creación mental de mundos posibles. Para Lacan, el
sujeto, desde antes de su nacimiento, está sumergido en un baño de lenguaje
común a cada cultura, desde luego, pero específico del discurso particular que
vehiculiza cada historia familiar, discurso consciente pero también inconsciente.
Aun cuando el retraso de madurez específico de la especie humana, que
diferencia al infans de cualquier otro animal, impide la comunicación verbal con
el entorno, el hombrecito no sólo no está excluido de la red del lenguaje en el
que está insertado antes de su nacimiento fisiológico, sino que depende de y sólo
hablará a partir de esa red, verdadera "cadena" significante. El texto
inconsciente persiste mucho más allá del texto consciente. Esta persistencia se
pone de manifiesto esencialmente en una repetición calificada por Freud como
Instinto de muerte, o sea, el "límite de la función histórica del sujeto" para Lacan.
Ese límite no es el accidente mortal, sino lo que determina al sujeto. Reconocerse
en la repetición o denegarla no ubica al sujeto como la causa del sujeto mismo.
Del mismo modo, en su relación con el lenguaje, el sujeto, por mucho que lo
anhele, no tiene a su disposición el conjunto de significantes que lo hicieron apto
para hablar. Ese conjunto es el resultado del conjunto de los discursos
conscientes e inconscientes de sus antepasados. Preexiste al sujeto, coexiste con
él, vive en él a su antojo. Desde esta perspectiva, puede concebirse la
importancia que damos en el análisis de las "figuras" de la anorexia aquí
elegidas, a la historia, la de la época, [40] la de la familia, al discurso consciente
explícito que las rodea y a las manifestaciones o marcas del discurso
inconsciente del cual ellas son, también, un significante. Los distintos modos de
inserción en esta cadena significante dan cuenta de las diferencias de estructura:
neurosis, psicosis, debilidad, tanto como "normalidad". El lugar donde viene a
inscribirse todo lo que puede decirse alrededor de un significante es designado
por Lacan como el Otro, el gran Otro, "tesoro de significantes". 26 Los síntomas
(entre ellos, la anorexia) cumplen la función de expresar una pregunta, la del
sujeto, con respecto al lugar en el que estaba antes de nacer "en cuerpo". Esta
pregunta atraviesa a nuestras cuatro heroínas: cada una la plantea a su manera
en su vida y en sus escritos.
A partir de Lévy-Strauss podemos analizar las estructuras del parentesco
bajo el modelo de los mitos. La mitología familiar, otra estructura de recepción,
asigna a cada elemento, a cada sujeto humano, un lugar determinado por el de
los demás. A su turno, su lugar determinará el de los que siguen. En este caso,
una vez más, el síntoma anorexia puede descifrarse como una pregunta del
sujeto sobre esta mitología, su orden, sus fallas, lo dicho y lo no-dicho, y sobre su
lugar en tanto que sujeto: ¿heredero legítimo? ¿Pieza de repuesto? ¿Rol de
compensación? ¿De venganza, de reparación? ¿Relleno, reemplazante o
resucitado?
El sujeto humano no puede ser reducido a un simple organismo cuyas
motivaciones emanarían de necesidades sólo fisiológicas. Es movido por deseos:
éstos, dado que, para hacerse reconocer, no pueden sino pasar por los
significantes, por las palabras, están, por lo tanto, indisolublemente ligados a las
estructuras simbólicas e imaginarias.
27
Anorexia nervosa – Recent developments in research, Darby P. L., Garfinkel P. E., Gamer D. M.,
Coscina D. V. ed., New York, Alain R. Liss, 1983.
28
WILLIAMS P., KING M., “The ‘epidemie’ of anorexia nervosa: another medical myth?, The Lancet,
January 24, 1987, 205-207.
29
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
enfermedad. En cuanto a la personalidad de esas adolescentes, a menudo se la
describe como exageradamente histérica u obsesiva (por otra parte, quien,
desde 1903, distinguió a las anoréxicas histéricas de las obsesivas fue Janet...),
obediente y perfeccionista, niña modelo, buena alumna, exigente hacia sí misma
y preocupada por agradar a todos. Una vez más, estos rasgos de carácter son
juzgados como factores que predisponen, o como efectos secundarios. A nivel del
pensamiento, el egocentrismo demostrado por ellas señalaría un estadio
preconceptual ("concrete operational") en términos piagetianos. Finalmente,
ciertas complicaciones obstétricas o neonatales e incluso dos enfermedades
particulares, el síndrome de Turner y las malformaciones urogenitales, llegan al
final de la lista con otras variables de estudio, tales como "una sensibilidad (o
vulnerabilidad) neuroendocrina congénita".
En el plano familiar, los factores que predisponen serían de orden ge-
nético: gemelos monocigotas, enfermedad mental y alcoholismo (!), pero
también de orden racional. "No se trata de una única fórmula conceptual o
terapéutica que parezca aplicable de manera sistemática", escribe, sin embargo,
Rakoff,29 después de haber descrito el enredo de la dinámica intrafamiliar.
En cuanto al papel de la cultura. Recent Developments in Research no
hace más que mencionarlo. Pero es posible apreciar la aplicación práctica de este
aporte de las ciencias sociales a la medicina a través de un cuestionario a la
manera de "Food, fitness and looks", que propone medir las actitudes de las
madres de las anoréxicas, ya que se admite corrientemente que aquéllas poseen
un "alto nivel" de preocupaciones de orden dietético, en cuanto al control de
peso y la apariencia física.
Entre los factores desencadenantes o precipitantes, las separaciones, sean
cuales fueren la naturaleza y las causas, jugarían un papel definido, ¿acaso no
juegan un papel definido en cualquier existencia, aun cuando se lo desconozca o
sea denegado?
En cuanto a los factores de perpetuación, éstos señalan efectos secun-
darios de la desnutrición en el nivel biológico o social (como el retiro de todo
contacto, el aislamiento).
En conclusión, Garfinkel y Garner,30 para quienes el modelo patogénico
"biopsicosocial propuesto debería tener implicaciones terapéuticas, admiten que,
de hecho, hasta ahora no se ha realizado ningún estudio serio acerca de los
efectos de tal o cual método y concluyen recordando aquello que deplora todo
clínico: "¡Son enfermas difíciles...! La recuperación de un peso mínimo constituye
una parte no negociable de la curación, tras lo cual puede iniciarse una
psicoterapia (bajo una u otra forma, pero siempre [43] adaptada a cada caso)"; lo
que nos lleva, luego de esta extensa desviación... al punto de partida.
Al sobrevolar los factores socioculturales, Garner y Garfinkel abordan otros
trastornos de las conductas alimenticias, trazando de este modo un continuo con
la anorexia mental. "Bulimia nerviosa", "caos dietético", "síndrome anormal-
normal de control del peso" son términos cada vez más usados para clasificar a
aquellos individuos que, sin tener un peso anormal, están literalmente
obsesionados por el temor a volverse gordos. Alternan dietas hiperrestrictivas e
incontrolables excesos alimenticios seguidos de vómitos provocados y una
abusiva ingestión de laxantes. A diferencia de las anoréxicas, cuya perdida de
peso resulta dramáticamente visible, se hace difícil reconocerlos. Si la
intervención de factores socioculturales es evidente en estas conductas
alimenticias, queda claro que la anorexia mental, en tanto que síndrome,
también puede aparecer en ausencia de cualquier "factor de riesgo" distinguible:
en la actualidad es posible su detección en hombres, en personas de edad
29
RAKOFF V., Recent developments, op. cit. pp. 29-40.
30
GARFINKEL P. E., Ibid., pp. 65-83.
30
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
avanzada y en variados contextos sociales y económicos. Su "aparición" en el
siglo XIX y el regular aumento del número de casos en un período en el que las
presiones sociales se modifican sin cesar no nos permiten reducirla a un
fenómeno cultural. Además del hecho de que, en un sentido más riguroso, una
"cultura" no puede ser "causa" de un síndrome, ésta sólo operaría a través de la
mediación de la psicobiología y del contexto familiar. Por lo demás, la epidemio-
logía de los factores de riesgo no da cuenta de los mecanismos etiológicos
específicos que actúan en tal individuo y no en tal otro.
La mayor debilidad de estos trabajos es conceptual: los autores
estadounidenses responsables de estos trabajos parecen admitir como algo obvio
que los análisis que separan el todo en partes son suficientes para la com-
prensión de las propiedades del todo, como si el todo no fuera más que la suma
de las partes.
La reflexión organizadora que implica el estudio de las interacciones entre
los distintos niveles de observación no aparece. Al no ser propuesto ningún
modelo de organización, la enumeración de los factores implicados, en particular
en el ámbito sociocultural, resulta completamente surrealista.
Tomemos como ejemplo el papel reservado a la presión cultural sobre la
morfología femenina. Ryle, en 1939, teniendo en cuenta la moda "adelgazadora"
y el estilo de vida más "emotivo" (emocional) de las jóvenes generaciones a
partir de la guerra, predijo un incremento del número de las anoréxicas. Más
reciente, en 1978, Bruch retoma este argumento: al valorizar la delgadez de la
silueta, la moda es responsable de la epidemia de anorexia. Diarios, radios,
películas y canales de televisión repiten e insisten [44] todo el día y todo el año
en que, para ser amado, respetado, admirado, hay que ser delgado. Estos
slogans encontrarían una audiencia más complaciente o más ingenua en el
público femenino que entre los hombres. Garfinkel y Garner postulan que, si una
presión social tal contribuye a la manifestación del síntoma, éste debería ser
particularmente frecuente en grupos como el de los modelos o el de los
bailarines. Lo que no es del todo falso, con la salvedad de que la división entre la
verdadera anorexia mental y los trastornos de las conductas alimenticias no
resulta evidente en las personas que extraen manifiestas ventajas del hecho de
ser delgadas y que no consultan a los médicos.
Sea lo que fuere, el problema queda planteado en el nivel sociológico: ¿por
qué asistimos a una acentuación de tal magnitud del modelo de delgadez?
Bennett y Gurin sugieren una relación entre este ideal y la liberación sexual de la
mujer. Describen tres tipos de mujer ideal desde el siglo V: en la Edad Media, la
corpulencia sería símbolo de vientre fértil. El siglo XVII acentúa los pechos y las
nalgas de la mujer como símbolo maternal, mientras que el siglo XX borra esos
símbolos maternales y valoriza la renuncia a los roles tradicionales. La delgadez
de la mujer simboliza el atletismo, una sexualidad liberada de las obligaciones de
la reproducción, en resumen, una suerte de independencia andrógina. De este
modo, lo que comenzó como una representación de la libertad sexual y social
adquirió progresivamente una función represiva y alienante cuyo blanco fue el
cuerpo femenino. Estamos muy lejos en el espacio y en el tiempo de la obesidad
"significante" de salud y prosperidad. La función de la moda como indicador
social se leía, antaño, en el uso del corsé o, en otros lugares, en la costumbre de
vendarse los pies. El deseo por ajustarse a tal ideal de moda pudo haber
comenzado como la expresión de una renuncia a una forma común. El vínculo
entre delgadez y pertenencia a una clase social superior puede concebirse como
fundamental para el desarrollo de tales estereotipos. Según Susan Sontag,31 la
anorexia, desde este punto de vista, sería el equivalente de la tuberculosis en el
31
SONTAG S., Against interpretarion and other essays, Londres, Eyre et Spottiswood, 1967, pp. 49-
51.
31
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
siglo pasado. La "Beverly Hills Diet", publicada en una revista muy popular que
hablaba de ataques de hambre, de restricciones y de mitos alimenticios,
reflejaría, en la jerga de la cultura pop, al sistema y a las ilusiones de la
anoréxica.
Nuestra opinión relativa a la influencia de la moda en la anorexia mental
es muy distinta. Reconocemos (¿podríamos, acaso, no hacerlo?) la idealización
de la delgadez y, aun más en la actualidad, de la musculación del cuerpo
femenino. A menudo, el inicio de las restricciones alimenticias coincide con el
deseo consciente de perder algunos kilos, anhelo reconocido como culturalmente
legítimo, y con una hiperactividad deportiva, también valorizada. Ahora bien, la
descripción de Lasègue, cuya validez [45] permanece, corresponde, según la
fecha, a una época en la que el ideal cultural y la silueta femenina no eran en
absoluto la delgadez. Nada confirma nunca en las palabras de las anoréxicas,
una vez que la anorexia está instalada, que ellas anhelen estar "a la moda" (a
menos que se interprete de esta manera la obsesión por no engordar, lo cual
está muy lejos de ser una evidencia). El factor desencadenante que sería el
anhelo de estar más delgada, pasa muy rápidamente a un segundo plano de una
sintomatología mucho más compleja, y el temor por volver a engordar no es "cul-
tural".
En cambio, y esto incluso ha sido el objeto de un estudio (Branch y
Eurman),32 la mayoría de las mujeres (el 50% de los amigos y parientes de una
anoréxica, subrayan los autores) admira la apariencia de las anoréxicas y envidia
su capacidad de autocontrol y disciplina.
Quienes anhelan ajustarse al ideal de delgadez de nuestra sociedad no son
las anoréxicas: la mayoría de las mujeres admira a las anoréxicas por llevar a
cabo con tanta disciplina lo que ellas aspiran: a menos que, por las mismas
razones, las anoréxicas no desencadenen en esas mujeres violentos sentimientos
de hostilidad.
¿Fue, entonces, la anoréxica una precursora de la moda? Por qué no,
siempre y cuando se tenga la precaución de precisar que no es ése su anhelo. De
hecho, existieron mucho antes de que la delgadez estuviese de moda: es
probable que la fascinación que ejercen en la actualidad, particularmente sobre
las mujeres, no esté ajena al hecho de que algunos de sus rasgos físicos y
psicológicos se valoricen en nuestra sociedad. Algunas anoréxicas incluso utilizan
su aspecto físico hasta la caricatura.
Un control tal, un dominio tal de las necesidades fisiológicas, ha sido
admirado desde siempre, como lo demuestra el ayuno "ritual" cuya meta sería la
de alcanzar la unidad divina. ¿Se trata del sentimiento oceánico invocado por un
amigo de Freud (Romain Rolland, carta a S. Freud, 5 de diciembre de 1927) para
dar cuenta de la fuente real de la religiosidad? Invocación que surge en
respuesta a las hipótesis de Freud, quien le había enviado El porvenir de una
ilusión. La gratificación, calificada de ascética, que experimenta la anoréxica al
denegar su comportamiento de restricción alimenticia (rasgo completamente
distintivo, lo que equivale a decir un elemento diferencial de diagnóstico entre
anorexia y fobia al peso), según Bruch y Selvini, es un claro handicap para la
psicoterapia (¿acaso no lo es para toda terapia que apunta al síntoma?).
Agreguemos que el admirable ascetismo de los religiosos(as) está acompañado a
menudo por una inmensa atención por el cuerpo doliente del Otro: del mismo
modo, el ascetismo de la anorexia va a la par con una gran preocupación por las
comidas... de familia. [46]
Entre otros factores mencionados de orden cultural, citemos las
contradicciones inherentes a los papeles sociales atribuidos a las mujeres en la
32
BRANCH C. H. H., EURMAN L. J., “Social attitudes toward patients with anorexia nervosa”, Am. J.
orthopsychiatry, 1980, 137, 631-632.
32
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
actualidad o, incluso, el fracaso del modelo familiar para encontrar respuesta a
nuevas presiones. Estudios más precisos no pueden sino constatar la
heterogeneidad de las familias de las anoréxicas, más allá de la imagen
estereotipada que se da habitualmente.
Las definiciones del papel de la mujer ya no son suficientemente claras,
según estiman otros autores, de modo que la libertad de elección (en este caso,
del papel) resulta muy ardua para las jóvenes inseguras de estar en la norma, sin
que sepan cuál es la norma. "Is thin a feminist issue?" se pregunta Leslie
Schwartz.33
Es común la afirmación de que la anorexia mental no se conoce en algunos
países como los de África negra. Georges Devereux, al no haber registrado casos
típicos, nos lo había confirmado. Hilde Bruch en Estados Unidos, Hall en Australia
(1976) o Norris en Sudáfrica están de acuerdo con esta constatación.
Buchan y Gregory (1984)34 desarrollan la hipótesis según la cual la
anorexia mental típica encuentra en la familia nuclear occidental su terreno
predilecto, pero asimismo otras estructuras familiares facilitarían las
interacciones compensadoras, permitiendo otras salidas a los conflictos
individuo-familia-sociedad.
Por su parte, el equipo del Maudsley Hospital, 35 a propósito de tres jóvenes
de origen afrocaribeño, se pregunta si el reducido número de casos registrados
no surge del hecho de que estas inmigrantes recurren muy poco a los servicios
médicos, y si estarán mejor protegidas por un factor relacionado con su
constitución física o incluso de orden genético.
Leslie Schwartz36 propone considerar la anorexia mental en el marco de
una definición de los síndromes "culture-bound" (ligados a la cultura). Pero,
demasiado a menudo, la psiquiatría transcultural tradicional se limita a aplicar los
sistemas de diagnóstico occidentales al estudio de culturas diferentes.
Un enfoque más reciente consiste en observar de qué manera cada cultura
crea sus propias categorías y analiza síndromes y síntomas como reflejos de
preocupaciones de orden cultural. Este relativismo tiene sus inconvenientes,
pues vuelve imposibles las comparaciones transculturales, mientras que, cuando
un síntoma se presenta como potencialmente universal, éste sufre
modificaciones específicas de cada sociedad. ¿Qué es un síntoma "culture-
bound" ? La pregunta queda en suspenso. En la actualidad, ya no se busca si
existen o no anoréxicas en tal o cual cultura, sino que se intenta describir y
comprender lo que ocurre entre el profesional y el paciente, teniendo en cuenta
la ideología de los profesionales.37 La cuestión, [47] entonces, ya no es saber si el
síntoma está ligado a la cultura, sino si este nuevo concepto ofrece o no un
marco útil de estudio. Aquí, la anorexia mental ya no es ni un paradigma
psicosomático ni una epidemia, sino un sostén para la conceptualización. Donde
sería posible identificar y diferenciar los síntomas "en relación con la cultura" y
los síntomas invariantes universales es en el estudio minucioso del continuo de
los trastornos de las conductas alimenticias. Pero esta concepción plantea como
a priori que la anorexia mental es un trastorno de las conductas alimenticias.
Todo demuestra que tales evidencias no son tan obvias.
33
SCHWARTZ D. M., Anorexia Nervosa – Recent developments in research, op. cit., pp. 83-94.
34
BUCHAN T., GREGORY L. D., “Anorexia nervosa in a Black Zimbabwean”, Br. J. Psychiatry, 1984,
145, 326-330.
35
WARREN W., “A study of anorexia nervosa in young girls”, J. Child Psychol. Psychiatry, 1968, 9,
27-40.
36
SCHWARTZ L., “Anorexia nervosa a culture-bound syndrome”., Soc. Sci. Med., 1985, 20, 7, 725-
730.
37
CASSIDY C., RITENBAUGH C., “Commentary”, Cult. Med. Psychiatry, 1982, 6, 363.
33
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
38
CHUPIN M., VENISSE J., “Les troubles endocriniens et métaboliques de l´anorexie mentale: leur
signification”, L´Encéphale, 1984, 10 (3), 125-129.
39
BUVAT J., BUVAT-HERBAUT M., RICADOT A., LEMAIRE A., et al., “Profil hormonal de l´anorexie
mentale à la phase d´état: corrélations avec certains facteurs somatiques”, Annales d´endocrinologie,
1981, 42, 131-146.
34
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
precede en varios meses a la anorexia propiamente dicha) es consecuencia de
factores desconocidos hasta la fecha. Al cabo de cierto tiempo es posible medir
la repercusión hormonal de esa amenorrea (que, por otro lado, no tiene nada de
específica). Todo lo cual no quiere decir que los factores psicológicos les dejen el
lugar a los factores somáticos, ¡cómo imprudentemente indican los autores! Esa
repercusión resulta todavía más importante en la medida en que el peso es
pobre, el plazo, largo y los antecedentes ginecológicos, importantes...
Los estudios que pretenden incluirse dentro de los de tipo correlativo no
son todos tan simplistas. Fichter y su equipo de Munich 40 intentan integrar y
correlacionar diferentes aspectos de la anorexia mental: comportamientos,
actitudes, nutrición y endocrinología en 24 pacientes tratadas durante tres años.
Los parámetros se eligen según criterios institucionalizados (como, por ejemplo,
la lista de los criterios diagnósticos establecida por Feighner), y se los estudia
profundamente de manera separada. Pero en el momento en que se sintetiza el
todo sumando las partes, las cosas se complican:
46
VINCENT J. D., Biologie des passions, Paris, Éd. Odile Jacob, 1986.
37
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
"algún elemento de naturaleza bioquímica trabaja en el cerebro de la anoréxica,
que puede ser la ausencia de una sustancia cuya propiedad es la de
desencadenar el apetito, o, por el contrario, el exceso de un factor responsable
de la saciedad". ¿Por qué no? Además, ya se han iniciado estudios en esa
dirección; pero más valdría partir de observaciones clínicas acertadas.
Trasponiendo un poco, los científicos deberían preguntarse si la pasión del
fetichista por su objeto es desencadenada por el objeto o por una secreción
hormonal...
Una vez más, las cosas son más complejas de lo que aquí surge. Parecería
que aún no ha llegado el momento en el que los diferentes niveles de integración
permitirán comprender las interacciones entre los niveles que hoy se estudian de
manera parcelaria. Probablemente, habrá otros modelos científicos que nos
brinden esos esquemas organizadores, a menos que toda la teoría del
conocimiento sea puesta en cuestión. El problema se presenta de un modo casi
idéntico para la toxicomanía, que no deja de tener puntos en común con la
anorexia mental, tanto en lo que se refiere a la sintomatología clínica, como a su
función reveladora de los desconocimientos de la medicina. Para que avance la
clínica de toxicómanos, un especialista (más importante que Claude
Olievenstein) se ve obligado a integrar otras disciplinas:
47
OLIEVENSTEIN, C., Destin du toxicomane, Paris, Fayard, 1983.
48
JADIN J.-M., “Physique quantique et psychalalyse”, Le Feuillet, 1986, 12, 19-29. CORET, A.,
Comment la théorie quantique peut-elle s´entendre?, ibid., 11-18.
49
JEAMMET Ph., L´anorexie mentales, Encycl. Med. Chir., Paris, Psychiatrie, 1984, 237350 A10 y
38
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
"Sin hambre, sin tregua y sin amor"50 podría ser la fórmula del reco-
nocimiento de su ser, topándose con el “No me vencerán”" de Valérie Valère.
Esto nos permite recordar que, para la anoréxica, toda reducción es una traición.
"Disease" e "illness", términos que en castellano comparten una única
traducción, enfermedad, ¿no caracterizarían este ineludible de lo subjetivo
expuesto a empeño por la objetivación? [54]
Puesto que sería muy arriesgado dar una conclusión, les proponemos un
pequeño viaje en el tiempo, el regreso a una época en la que un magistrado,
gracias a los procedimientos de la psicofísica, inventó una medida directa del
placer. La obra lleva el título de: Meditación de gastronomía trascendental: obra
teórica, histórica y al día dedicada a los gastrónomos parisinos, pero es más
conocido bajo el nombre de: La fisiología del gusto.51
Brillat-Savarin se imagina poder someter el deseo de alimento a medidas
experimentales:
A15.
50
RAIMBAULT G., Clinique du réel. La psychanalyse aux frontières du médical, Paris, Seuil, 1982.
51
BRILLAT-SAVARIN, La psycologie du goût, Belley, Librairie Gustave Adam, 1984 (nueva edición
publicada a partir de la edición original).
39
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
que presenta como experiencia a sus sujetos varían según la clase
social (la renta) de esos sujetos: una rodaja de ternera o unos
huevos a la espuma si se es pobre, un filete de carne vacuna o un
rodaballo al natural si se es de clase acomodada, codornices
trufadas al tuétano [á la moelle], merengues a la rosa si se es rico,
etc., lo que deja entrever que el gusto es modelado por la cultura,
es decir, por la clase social; y luego, método sorprendente para
leer el placer gustativo (puesto que ésa era la meta de la
experiencia), Brilla-Savarin sugiere no interrogar la mímica
(probablemente universal) sino el lenguaje, médium socializado
como pocos, cuya expresión cambia según la clase social del que
degusta; frente a sus huevos a la espuma, el pobre dirá
"demonios", mientras que los hortelanos a la provenzal provocarán
en el rico un "¡Señor, cuán admirable es vuestro cocinero!" Brillat-
Savarin anticipa magistralmente la hipótesis freudiana retomada
por Lacan, según la cual, la función del lenguaje no es informar
sino evocar.
40
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
II
SISSI,
EMPERATRIZ DE LAS ANORÉXICAS
La mujer más bella de Europa, así como la más poderosa, tenía una
obsesión: no superar los cincuenta kilos (medía 1,72 m).
Odiada por los vieneses, adulada por los húngaros, suscita la admiración
de toda Europa, a pesar de que su comportamiento le choca a más de uno. Su
casamiento a los quince años con Francisco José la convierte en una Habsburgo y
su oficio es el de "ser imperial y estar casada" 1 y, por supuesto, tener hijos
(preferentemente de sexo masculino). Francisco José se enamoró realmente a
primera vista y ella intentará amarlo por lo que es, puesto que no le gusta lo que
representa. No se interesa por la política (salvo cuando se trata de Hungría) ni
por la vida cultural de su país. Como puede, asume su función de Emperatriz,
pero jamás aceptará la función de representación y de perpetuación de la
etiqueta, a la que vive como una persecución, una negación de su ser.
El culto a su cuerpo es una de sus principales actividades, lo que no deja
de provocar sorpresa en una época en la que la única actividad desarrollada por
las regordetas mujeres de la aristocracia consiste en abrir y cerrar la sombrilla.
Ellas, sin embargo, no se sienten del todo mal, dado que la moda no es para las
mujeres flacas, ni siquiera delgadas.
Sissi, Emperatriz de Austria, se impone dietas alimenticias draconianas,
contentándose con un solo alimento (que podían ser huevos, lácteos, naranjas o
jugo de carne), una vida sin confort en medio del lujo más ostentoso y una
actividad física desmedida que jamás la cansa. Instala una sala de gimnasia en
su tocador, algo que jamás se había visto antes y durante largas horas se ejercita
en los aparatos de gimnasia antes de tomar un baño frío y de emprender, según
la época, ejercicios ecuestres, en los que agota a los mejores jinetes, y luego
largos paseos a pie de más de seis horas, en [57] los que ninguna dama de
compañía puede seguirla, a menos que decida visitar un manicomio.
A partir de 1860 (tiene 23 años), dejará Viena, en donde le está prohibido
todo lo que para ella representa la vida (sus animales domésticos, las comidas a
solas con su marido, los paseos solitarios, las repentinas visitas a sus hijos), para
realizar interminables viajes, vagando solitaria, vulnerable, desencantada, a
merced de pasiones temporarias rápidamente abandonadas. Por entonces
escribe lo siguiente:
1
MORAND P., La Dame blanche des Habsburg, Paris, Librairie Académique Perrin, 1980, p. 16.
2
CHRISTOMANOS C., Élisabeth de Bavière, Impératrice d´Autriche, Pages de journal. Préface de
Maurice Barrès, Mercure de France, 1986.
3
MORAND P., Op. cit., p. 8.
41
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
impresionante serie de duelos. Las pérdidas que más la afectaron son pro-
bablemente las de sus hijos: su hija mayor, Sofía, muere a los dos años y medio y
el heredero al trono, Rodolfo, se suicidaría a la edad de 31 años, en
circunstancias que todavía alimentan la leyenda de Mayerling. Su primo Luis II de
Baviera, personaje shakesperiano de quien ella se siente muy próxima, también
muere, ahogado durante su reclusión, en momentos en que, tal vez, intentaba
encontrarse con ella. Además pierde, y de un modo atroz, a su cuñado
Maximiliano, ejecutado en México: una de sus hermanas, Sofía, duquesa de
Alençon muere en el incendio del Bazar de la Caridad, sin hablar del fallecimiento
de su otra hermana, Helena (a quien, de algún modo, reemplazó puesto que, en
un principio, era ella quien estaba destinada a Francisco José), del de sus padres,
su suegra, sus amigos más queridos.
Ella misma sueña con morirse desde la más temprana adolescencia. Decía:
"Me escaparé como el humo por una pequeña abertura en el corazón." En 1898,
cuando, a los 61 años, sea asesinada ("¡a falta de nada mejor!" dirá su asesino
durante el proceso; este anarquista había proyectado matar al Duque de Orléans,
quien, a último momento, aplazó su viaje), no llegará a darse cuenta de que su
deseo se ha cumplido: ni siquiera siente el violento golpe de estilete que, sin
embargo, se hunde hasta el corazón, y muere sola, como por sorpresa. [58]
De la infancia al casamiento
42
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
probablemente Max jamás le dio. Sin duda, el modelo de identificación femenino
propuesto a sus hijas no está desprovisto de ambigüedad: su matrimonio es un
fracaso sentimental, pero ella parece colmada por la maternidad y la vida que
lleva, al mismo tiempo que abiertamente anhela para sus hijas una vida social,
cuando no sentimental, más parecida a la de sus hermanas. [59]
Max, su marido, es un hombre fino, culto, muy popular, original. Asistió a
una escuela y luego a la Universidad de Munich (donde cursó Historia y Ciencia)
en lugar de estudiar solo con un preceptor. Le gusta leer, viajar, componer
versos, tocar la cítara, frecuentar sabios y artistas de origen plebeyo. Sus
opiniones políticas son liberales y democráticas, y dan testimonio de ellas los
numerosos artículos históricos que publica anónimamente en la prensa. Durante
la revolución de 1848 (Sissi tiene 10 años), la familia real de Baviera se refugia
en su casa, por sentirse allí menos expuesta a la venganza popular durante los
motines que sacuden a Munich.
Su gusto por los países mediterráneos es compartido por toda la familia
real, pero él prefiere trasladarse, en lugar de hacerse construir monumentos
neoclásicos.
En el patio de su palacio hace instalar un circo y se presenta allí con sus
propios números de equitación y de divertimento para la tropa. Pero también
sufre de lo que en la época se conocía como accesos de neurastenia, y hasta
misantropía. Cuando está en su casa, las relaciones con sus hijos son
absolutamente libres: nada de obligaciones, nada de modales. Otra diferencia
muy importante con respecto a la distancia que separa a los padres de los hijos,
sobre todo cuando se trata del padre. Decir que Sissi es su hija preferida
probablemente forme parte de la leyenda: evidentemente, los detalles de su
infancia son más conocidos que los de sus hermanos. Lo que sí es seguro es que
ella ama a su padre y, también, que se le parece. Prefiere estar con él corriendo
por el campo o, incluso, visitar a sus amantes que estudiar con su gobernanta. La
poca educación aristocrática que Ludovica intenta imponer a sus hijos es
severamente criticada por Max, que vive como se le da la gana y no se opone a
que ellos lo acompañen en esa actitud si así lo desean. Más que comprender a
Sissi, lo que Max hizo fue inculcarle una manera no convencional de vivir y de
pensar, en contacto con la naturaleza, respetuosa de los demás, sea cual fuere
su rango social. Al minar la educación de su hija a partir de su deseo y su placer,
al tratarla como una suerte de compañera de juegos, lo que también minó es
todo un acceso a la estructura social de la feminidad. Por otra parte, Max apenas
alcanza a ver cómo Sissi se convierte en mujer: ella tiene justo quince años
cuando se compromete, y él es soberbiamente ignorado, tanto por su mujer
como por su cuñada Sofía. Frente al hecho consumado, ni siquiera puede dar un
consentimiento simbólico, pues quien debía otorgarlo era el rey Maximiliano II de
Baviera. Negado en tanto que hombre y padre por su mujer, era igualmente
inexistente debido a su razón social y, luego de la partida de Sissi, ya no se
preocupará de ello.
El casamiento de los hijos es un asunto del que se ocupa Ludovica: Helena,
la mayor, estaba en un principio destinada a Francisco José. Para [60] distraerse
de una pena de amor, siempre minimizada frente a su vida de emperatriz, pero
que ya está marcada por el sello del fracaso y de la muerte, Sissi participa del
viaje en cuyo transcurso los novios deben encontrarse. Su madre también había
sufrido una decepción antes de casarse: su romance con el futuro rey de Portugal
no había podido culminar en matrimonio porque no entraba dentro de las
alianzas anheladas por la casa de Baviera. El muchacho de quien Sissi se
enamora sirve bajo las órdenes de su padre y toda perspectiva de unión queda
excluida. Alejado apresuradamente de la corte, vuelve enfermo y muere al poco
tiempo. La pena de Sissi tiene todo el aspecto de una grave depresión, de la que
43
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Ludovica espera sacarla distrayéndola e, incluso, relacionándola estrechamente
con su primo Carlos Luis, hermano menor de Francisco José y compañero de
juegos desde la infancia, quien ya estaba manifiestamente enamorado de ella.
Contra todo lo esperado, Francisco José se enamora a primera vista de
Sissi. Sorprende así a lodo el mundo, empezando por la mismísima Sissi: "¿Cómo
se le ocurre pensar en mí? ¡Yo, que soy tan insignificante!" Cabe preguntarse a
los ojos de quien se considera a sí misma tan "insignificante": la intervención de
los sentimientos en la elección de la esposa no formaba parte de la educación
que había recibido, y las personas para las que, según ella, cuenta, no son
muchas: su padre, del que sabe que se desinteresa por su porvenir, su primer
amor, que acaba de morir.
La preferencia de Francisco José no cambia en nada las alianzas entre
Austria y Bohemia representadas por ese casamiento. Ludovica, a pesar de su
inquietud con respecto a la capacidad de su hija para cumplir con el papel, más
que consultar a Sissi la advierte. Sissi, amedrentada, intenta llevar el asunto a
una dimensión más humana: "¡Amo tanto al emperador! ¡Qué lástima que sea
emperador!" Pero, tal como se oirá decir a su madre más tarde: "¡A un
emperador de Austria no se lo manda a paseo!"
La jaula dorada
4
JOHNSTON W. M., L´esprit viennois. Une histoire intellectuelle et sociales, 1848-1938, Paris, PUF,
p. 204.
44
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
5
Bruno Bettelheim ve en el dramático ocaso del Imperio la razón que
"llevará a la élite cultural vienesa a aislarse del mundo exterior para replegarse
sobre sí misma". "La élite intelectual, prosigue, no daba importancia alguna a lo
que ocurría a su alrededor en el imperio en descomposición y volcaba toda su
atención hacia su mundo interior; le resultaban más interesantes y más
importantes los aspectos del hombre hasta ese entonces escondidos y
prácticamente ignorados que la evolución del mundo exterior."
Viena (de la que el diplomático norteamericano John Motley6 dijo que "tal
vez sea la ciudad en la que menos se lee y más se baila") lucha activamente
contra la morbosidad que la invade. El clima de "alegre apocalipsis", según la
expresión de Robert Musil, es experimentada por el conjunto de la población. La
decadencia del imperio de los Habsburgo coincide con el momento en que la vida
cultural vienesa alcanza su punto culminante. Pero esta élite cultural es
esencialmente burguesa y no penetra en la aristocracia. Los grandes bailes de la
corte están reservados a las clases superiores de la sociedad. Sólo los grandes
acontecimientos de la corte (casamientos, cumpleaños) son festejados por todos:
al celebrar el Imperio, se niega la gravedad de su decadencia.7 En esta atmósfera
en la que nada es más real que la Muerte, la repetitiva huida frente a las
realidades [62] exteriores evoca el reinado del principio del placer para luchar
contra la pulsión de muerte.
"Si un austríaco fuese a la vez Shakespeare, Galileo, Nelson y Rafael, de
todos modos no podría ser admitido en la alta sociedad de Viena si no cuenta con
dieciséis cuartos de nobleza", vuelve a escribir el diplomático John Motley. Lo
cual demuestra hasta qué punto la corte puede estar aislada del mundo exterior:
y, en el interior mismo de la corte, veremos cuán aislada estaba Sissi.
La aristocracia imperial, de donde surgen los militares y los altos
funcionarios, vive según una etiqueta extremadamente rígida, heredada desde el
siglo XVI de la Corte de España (Carlos V), que pautaba todos los actos de la vida
cotidiana para darles una función precisa, única, y que abolía todo tipo de
espontaneidad y de fantasía. Cuanto más declina el imperio, más la corte se
endurece sobre sus valores y sus privilegios, a saber: la posición en el Gotha
(genealogía), la fortuna y la propiedad.
El protocolo y el ceremonial, simbólica expresión de la majestuosidad
imperial y del prestigio de la dinastía, están mucho más vigentes durante el
casamiento de Sissi que después de la fuerte sacudida revolucionaria de 1848,
debido a que la restauración de la autoridad austríaca en el mosaico de
nacionalidades que componen el Imperio (magiares, checos, eslovacos, italianos
del norte, gallegos, croatas) pasa obligatoriamente por el restablecimiento del
prestigio imperial.
Para Francisco José, educado por Sofía, la rigidez del ceremonial es como
una segunda naturaleza, indispensable para la manifestación exterior de su
poder; para Sissi, a quien, por otra parte, nada le fue explicado, significa un
verdadero asesinato de la personalidad.
¿En qué consiste este mundo, personificado por Sofía, para Sissi?
Sofía tuvo su cuota de desgracia al tomar por esposo, contra su voluntad,
a un débil de cuerpo y de espíritu y, como si esto fuera poco, epiléptico: el
archiduque Francisco Carlos, hermano del emperador de Austria, débil también...
Considerando a su marido como un niño que nunca crecerá, con mucho
coraje se hizo cargo de su propia vida. Luego de seis años de matrimonio y dos
abortos, entre 1830 y 1842 dio a luz a cinco niños (cuatro varones y una nena).
5
BETTELHEIM B., “La Vienne de Freud”, en Vienne 1880-1938, L´apocalypse joyeuse, Paris,
Éditions du Centre-Pompidou, 1986.
6
HAMANN B., Élisabeth d´Autriche, Paris, Fayard, 1985, p. 101.
7
BETTELHEIM, B., op. cit., p. 34.
45
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
La pequeña Ana muere a los cuatro años a causa de una fiebre maligna, pero los
cuatro niños son sanos de cuerpo y alma. Sofía juega además un papel
determinante en la coronación de su hijo mayor Francisco José. Contrariamente a
su hermana Ludovica, se interesa mucho por la política y participa tanto como
puede; de ella se dice que es "el único hombre de la familia". [63]
Profundamente convencida de que el principio monárquico descansa en el
derecho divino, sus ideas políticas son consecuentes con esa convicción:
soberanía absoluta del monarca, aplastamiento de todos los nacionalismos que
amenacen al Imperio, rechazo al parlamentarismo, estrecha alianza entre la
Iglesia y el Estado para responder al desafío de la Revolución.
Cualquier manifestación de emancipación con respecto al poder central es
vivida por ella como una agresión, como un execrable atentado, como un
desencadenamiento de las fuerzas del mal. En particular, considera a los
húngaros peligrosos rebeldes y les consagra un odio tenaz. Su obra es la
educación de Francisco José y la influencia que mantiene sobre él. Pero no
participa en la toma de decisiones, no tiene injerencia en el Consejo de Ministros,
no asiste a las audiencias y no sabe nada de los asuntos políticos. Su campo es el
que hoy denominaríamos las relaciones públicas de la monarquía: la familia
reinante debe estar por encima de la humanidad ordinaria, debe ser inaccesible,
inatacable, una viva manifestación de la gracia divina, de la que extrae todo su
poder. De este modo se comprende mejor su maniática adhesión al protocolo, y
cualquier infracción, para sus ojos, significaba un grave atentado a la imagen de
la representación monárquica.
El mundo de Sofía tal como lo percibe Sissi (y es en esto en lo que resulta
comparable al mundo de los padres y, en particular, de las madres de las
anoréxicas) es un mundo material de obligaciones, de deberes, en el que la
dimensión del deseo está radicalmente ausente, excluida. Ningún sentimiento,
ningún calor verdadero forma parte de su universo. En realidad, Solía reprimió
todo deseo individual en beneficio de una ambición, cuyo instrumento es
Francisco José. Ella piensa que no se debe creer "que las individualidades tengan
la menor importancia". Siempre pudo comprobar que "un hombre podía ser
remplazado por otro sin que por ello cambiara el curso del mundo". 8 Aunque de
un modo diferente. Sofía y Ludovica comparten el poco caso que le hacen a los
hombres, en especial a sus respectivos maridos. Para que su hijo acceda al trono,
Sofía, a su debido tiempo, consigue la doble abdicación de su cuñado, el
emperador Ferdinando de Austria, y de su marido, que en el orden de sucesión
debía reemplazarlo.
Sofía sacrificó todo en aras de la monarquía y de su vínculo probablemente
incestuoso con Francisco José (el primer "hombre" de la familia), con lo que
colma su vida. Algunas madres de anoréxicas dicen que se sacrifican por sus
hijas, demostrando de este modo que sólo el deber y el papel a cumplir llenan
sus vidas. Estas mujeres ignoran todo lo que la vida ofrece una vez que está
asegurada la supervivencia, en la que se resumen sus [64] ideales de vida; pero
también ignoran que el sacrificio, tanto por una causa o un ideal como por un
dios, implica una destrucción real.
Francisco José, hijo de un hombre postrado que no contaba, y de una
madre que lo desea en lugar de éste, tendrá algunos problemas para imponerse
como marido y todavía más como padre, en particular con respecto a su hijo. No
podrá o no sabrá cómo desprenderse de ese mundo. Salvo a la servidumbre,
Sissi nunca vio trabajar a nadie. Ahora bien, ella tiene un marido consagrado
neuróticamente a un trabajo compulsivo y a la etiqueta, tras la que se borra toda
clase de espontaneidad en las relaciones humanas, todo tipo de vida personal,
pues de lo que se trata es de parecer y no de ser. Este modo de vida también
8
HAMANN B., op. cit., p. 33, lettre à la princesse Metternich.
46
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
tiene como efecto que Sissi sea abandonada a Sofía, lo cual es vivido por aquélla
como una verdadera persecución, sin salida alguna al no encontrar apoyo ni por
parte del Emperador ni por parte de su madre, los dos completamente sumisos a
las voluntades de Sofía. En aquella época escribe lo siguiente:
No quiero amor,
no quiero vino.
El primero me hace languidecer,
¡y el segundo vomitar!
47
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
hacia el firmamento, eternamente azul,
cuánto alabaría con gozo
al dios que llaman libertad.
Asesinada y asesina
49
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
siendo una criatura viviente, en un estado que excluye la vida." O también: "De
sus secretos ella debe extraer maravillosas agonías. A menudo por sus ojos
pasan sombras de desesperación, de un terror imposible de describir."11
Y como un eco, ella dice:
11
CHRISTOMANOS C., op. Cit., pp. 163-164.
12
CHRISTOMANOS C., op. Cit., pp. 89-90.
13
CHRISTOMANOS C., op. Cit., p. 88.
50
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
proceso se trata ni a quién va dirigido, como si experimentara un verdadero goce
mostrando lo que no puede decir. A falta de poder articular palabra alguna, se ve
limitada a producir una gesticulación insensata, cuya significación no llega a
entender. Sissi encarna tanto la belleza femenina como la resistencia a lo que
esa belleza representa; socialmente, obtuvo el odio de los vieneses y el amor e
incluso la adulación de los húngaros, que la identifican con la lucha contra la
monarquía. Para Sissi, Hungría es como otra ella-misma, el país que eligió para
sí, el cuerpo que va a cuidar. En cuanto a Francisco José, si bien su pena es
inmensa, finalmente siempre la aceptó tal como era; si a veces le ruega con
preocupación que se aleje de su posición fronteriza entre la vida y la muerte,
insistiéndole que coma más, que renuncie a sus hazañas físicas o que regrese de
sus largos viajes, ella sólo responde ajustando con afán perfeccionista la posición
límite en la que se mantiene. [70]
Sissi y muchas anoréxicas admiran en la belleza femenina lo que les re-
sulta inaccesible en esa belleza. "En mi sueño, cuenta una de ellas, todas las
mujeres tenían un objeto deseable, yo lo quería y lo rechazaba." O también:
"Quería algo, pero no sabía qué. Tenía todo lo necesario para obtenerlo, pero no
querían dármelo." Ese objeto deseable es el Deseo.
51
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
talentos intelectuales. La disparidad de sus causas no es más que aparente.
Militantes (Simone Weil), modelos (Twiggy), escritoras (Elisabeth Barett-
Browning, Sylvia Plath, Virginia Woolf, Karen Blixen, Valérie Valère), místicas
(Catalina de Siena, Teresa de Lisieux) o gerentes de empresas (que no
citaremos...), el fin inconsciente perseguido es siempre el mismo: restablecer en
el parentesco la ley de la alianza y el orden simbólico cuando éstos han sido
maltratados en las generaciones anteriores, y/o significar que la calidad de vida
está antes que la supervivencia.
La causa de los húngaros, como ahora veremos, es tanto una cuestión de
reconocimiento de sus especificidades históricas y culturales, como la
supervivencia en la dignidad de ese reconocimiento.
Del mismo modo que para comprender a una paciente nos interesamos
por su historia familiar, para entender las aspiraciones de Hungría es necesario
hacer un pequeño desvío histórico.
Hungría no siempre formó parte del Imperio Austríaco. Este debe su
nacimiento a la reunión voluntaria de entidades políticas independientes, cuyo
único lazo era tener un mismo soberano. Poco a poco, los Habsburgo buscaron
unificar el Imperio centralizando todo el poder en Viena y reduciendo la
autonomía institucional de los diferentes países, lo que se produjo sin grandes
esfuerzos, salvo en el caso de Hungría. Este viejo reino, que formaba un conjunto
político unitario, recién en el siglo XVII había pasado de la soberanía otomana a la
soberanía austríaca. Desde ese entonces, cada vez que los Habsburgo intentaron
reducir por la fuerza a Hungría al rango de las demás "posesiones", tropezaron
con una gran resistencia que resultó finalmente victoriosa. Antes de que
accediera al trono Francisco José, el Imperio de Austria, que vivía bajo el régimen
del absolutismo principesco, tuvo que tolerar un régimen constitucional en una
parte de su territorio: Hungría.
En 1848 (Sissi tiene sólo 10 años), los agresores ya no son los Habsburgo
sino ciertas minorías, entre las que se cuenta a los húngaros, que se sublevan
contra el absolutismo austríaco, con el fin de orientarse hacia una monarquía
constitucional adaptada a la estructura multinacional del Imperio. A partir del
momento en que se conoce que acontecimientos similares se están
desarrollando en Francia e Italia, Kossuth pasa a la acción reclamando a la Dieta
la formación de un gobierno húngaro autónomo. Este ejemplo, que puede
resultar contagioso, constituye un verdadero peligro para el Imperio, en
particular con respecto al Norte, donde se inicia el proceso de reunificación de
Alemania. [72]
Desde siempre, Hungría ha sido un pueblo orgulloso, digno, íntegro,
dispuesto a combatir para defender sus valores. Representa una suerte de
vanguardia en las reivindicaciones nacionales que van a despertarse frente al
rígido y friolento conservadurismo de Austria.
La anoréxica, cuando con intransigencia reivindica justicia, libertad,
verdad, cuando impone su apariencia corporal y rechaza un cierto tipo de
feminidad, en varios sentidos, aparece como una pionera.
Pero volvamos a los acontecimientos de 1848: en el momento en que todo
se tambalea, Sofía, que siempre trató a los hombres como peones, hace lo
mismo con su hijo Francisco José y tiene la genial idea de mantenerlo alejado de
la revolución, confiándolo a la armada, último bastión de la monarquía. Detrás de
esta actitud está la idea de que si Francisco José no se compromete, podrá
regresar como salvador y asegurar la continuidad de la monarquía.
En Viena, los acontecimientos se precipitan frente a un proyecto de
constitución juzgado demasiado conservador y que es retirado debido a la
presión de la muchedumbre. La familia imperial, sintiéndose amenazada en
Viena, huye a Innsbrück. Sólo entonces se inicia una recuperación con-
52
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
trarrevolucionaria que concluirá con la coronación de Francisco José.
Bajo la influencia de Sofía, la idea de la abdicación del emperador de
Austria Ferdinando, demasiado comprometido con respecto a la revolución, en
favor de Francisco José, se abre camino en la medida en que ella misma se ocupa
de la necesaria abdicación de su marido, hermano del emperador. Con un fondo
de desempleo y de crisis económica, el apoyo popular a la revolución decrece,
pero nuevamente, los que van a provocar la última crisis son los acontecimientos
ocurridos en Hungría.
Hasta ese entonces, la política húngara del gobierno austríaco había
consistido en aceptar el progresivo aumento de la autonomía de Hungría con la
condición de que siguiera participando en las movilizaciones militares de la
monarquía y de que se mantuviera una política diplomática unificada. Pero el
umbral de lo tolerable se ve superado cuando la Dieta húngara, siempre ante el
pedido de Kossuth, decide el establecimiento de un ejército nacional financiado
por los húngaros y entabla relaciones diplomáticas con el gobierno de Francfort
sin pasar antes por Viena.
Mientras el gobierno austríaco preparaba una intervención armada, el
amotinamiento de un regimiento destinado a partir hacia Hungría hace li-
teralmente saltar el polvorín: el ministro de Guerra es espantosamente lapidado
por la muchedumbre desenfrenada. La familia imperial se coloca bajo la
protección del ejército en Olmütz. La revolución en Viena es aplastada,
previamente a la formación de un nuevo gobierno que nada tuviera que ver con
los acontecimientos pasados. [73]
En Olmütz, el 2 de diciembre de 1848, el emperador Ferdinando cede los
poderes a Francisco José, de 18 años de edad, fuertemente influido por los
acontecimientos que acaban de ocurrir y con una manifiesta predilección por la
institución militar. Su objetivo, de ahora en más, será el de restaurar el
absolutismo monárquico, muy estimulado en ese sentido por su madre, Sofía.
La primera tarea del nuevo gobierno, a saber, la elaboración de una nueva
constitución, no tardará en provocar graves crisis políticas, pero el poder de
Francisco José no será cuestionado.
Una vez más el frente húngaro va a obstaculizar, durante varios meses, la
reafirmación del poder monárquico. La nueva constitución regula la suerte de
Hungría, pero falta todavía que la reconquista muestre su efectividad en el
terreno. En los papeles, la derrota resulta patente: la constitución húngara no es
abolida, pero queda desprovista de su esencia, en la medida en que el monarca
vuelve a ser la figura central del sistema político y detenta la totalidad del poder
ejecutivo. Como si esto fuera poco, se ridiculiza la unidad del reino; Hungría es
reducida al rango de provincia de la monarquía, sin que se tenga en cuenta su
especificidad histórica y constitucional.
Pero en el terreno, la combatividad de los húngaros es gravemente
subestimada. La rápida reconstitución de un ejército eficaz les permitirá a los
húngaros rechazar al ejército imperial hasta la zona fronteriza con Austria. Este
imprevisto y espectacular restablecimiento los autoriza a cuestionar la nueva
constitución, a considerar nula e inexistente la coronación de Francisco José, ¡y a
proclamar la caducidad de la dinastía de los Habsburgo! Para el gobierno
austríaco es demasiado. Dado que el ejército ha sido movilizado en todo el
Imperio para mantener el orden, la única solución que queda es pedir ayuda al
exterior. No puede ser otra más que la de Rusia. Verse obligado a solicitar una
intervención masiva a las tropas de Nicolás I constituye una herida en el amor
propio de Francisco José.
Rodeados por los rusos por un lado y los austríacos por el otro, los hún-
garos son rápidamente conducidos a capitular; pero no se rinden a Francisco José
sino a los rusos, infligiendo una humillación a los austríacos hasta en la derrota.
53
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Una vez restablecida la paz, Francisco José, por inclinación personal y con
la aprobación de su entorno inmediato, elige el camino que lo lleva a una
represión ejemplar. Además de las ejecuciones, las penas de encarcelamiento y
las confiscaciones de bienes, Hungría es considerada como país conquistado y su
constitución es pura y llanamente abolida.
Esta reducción de Hungría a no ser más que un componente anónimo del
Estado austríaco no era el único camino posible: en Hungría siempre [74] había
existido un partido que propugnaba un compromiso con los Habsburgo. Los
"viejos conservadores" cuestionan la legitimidad del hecho de que el conjunto de
la nación húngara tenga que soportar las consecuencias de la revolución.
Reclaman y no dejarán de reclamar que se restituya la constitución que existía
antes de la revolución.
Entre 1848 y 1857, año del primer viaje de Sissi, Hungría es una provincia
rebelde, contenida por una poderosa fuerza militar. En 1853, justo antes del
compromiso, Francisco José sufre una herida en el cuello en un atentado y debe
permanecer inmovilizado por espacio de varias semanas; el autor es un joven
húngaro, partidario de Kossuth. ¿Existe alguna razón para sorprenderse de que el
odio ancestral de Sofía por los húngaros se haya reactivado?
Para Sissi, originaria de Bohemia, primera provincia en ser dominada por
los austríacos, dominación que está allí más arraigada que en ninguna otra,
Hungría no ofrece las mismas resonancias: recordemos que sólo tiene diez años
cuando estallan los acontecimientos de 1848. Cinco años más tarde, durante el
compromiso, cuando ignora casi todo sobre la historia de la monarquía, su primer
profesor es un húngaro. Jean Majlath, de 70 años, es un letrado magiar del
entorno del duque Max (lo que acaso también tenga su importancia),
absolutamente leal, favorable al Estado imperial austríaco, pero no para lo que
algunos esperan. No deja de ser húngaro ni de estar orgulloso de ello, y le cuenta
a Sissi que Francisco José había abolido la antigua constitución en 1849. Incluso
le expone las ventajas del sistema republicano, lo que revela mucha audacia de
parte de un hombre que pasaba por ser muy conservador.
El primer viaje con carácter diplomático a Hungría de la pareja imperial
tiene lugar en 1857, viaje en el que Sissi consigue llevar a sus dos hijas, tal como
hemos visto. Gracias a ella, la estancia húngara es un éxito en el plano
diplomático. Sissi todavía no habla el idioma, pero el recibimiento es caluroso
casi de inmediato. Los húngaros han oído hablar del conflicto que opone a Sissi y
a Sofía y tal vez ya piensen en extraer algún provecho de él. También sienten
curiosidad por verla, pues la reputación de su belleza ya había dado la vuelta a
toda Europa.
Sissi se sintió encarcelada y humillada por Sofía; llevar a sus hijas es su
primera victoria. Se halla inmediatamente a gusto en Hungría, donde encuentra
por primera vez un pueblo entero que comparte su sentimiento de injusticia,
valora su rebelión y aprecia su modo de conducirse como emperatriz. Ya no se la
critica, ahora se la festeja: en Viena representa, en Hungría es la representante
del Emperador y, tal vez, tenga la ilusión de ser un sujeto. [75]
Las amnistías y restitución de bienes concedidas por Francisco José, en
gran parte le son atribuidas a Sissi: su marido toma conciencia de su utilidad en
el plano diplomático. La trágica muerte de la pequeña Sofía acortará un viaje que
debía durar varios meses, pero duplicará su popularidad. Este fallecimiento en
ese país es el nexo indeleble que la ligará para toda la vida con Hungría.
En los años siguientes, mientras los húngaros siguen reclamando
incansablemente y sin éxito una constitución. Sissi mantiene la misma actitud
que ellos con respecto a la corte de Viena: Hungría se convierte en su otro yo, el
instrumento provocador de su emancipación, el cuerpo al que ofrece sus
cuidados. En primer lugar decide aprender el idioma, y para hacerlo, introduce en
54
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
su entorno a una dama de compañía elegida por primera vez por ella misma,
húngara por supuesto, joven e hija de un gentilhombre del campo. La presencia
de Ida Ferenczy en la corte tiene un considerable alcance político: goza tanto de
la confianza de los liberales húngaros, a los que conoce gracias a su familia (en
particular, Franz Deak, el "sabio de la nación"), como de la de Sissi, en la medida
en que escapa por completo a la influencia de Sofía. El húngaro se convierte
rápidamente en el idioma secreto de ambas: al haber elegido arraigarse en ese
país, utiliza esa lengua como si se tratara de su lengua materna, mientras que en
la corte, el interés exclusivo y apasionado que dedica a Hungría toma el aspecto
de un desafío permanente.
El interés que muestra, en cambio, el sucesor de Franz Deak, Gyula
Andrassy, indudablemente no está desprovisto de segundas intenciones políticas.
Andrassy había combatido junto a Kossuth en 1849 contra las tropas imperiales,
lo que provoca cierta desconfianza en la corte vienesa con respecto a su
persona. Además había sido condenado a muerte por contumacia y sólo volverá
del exilio en 1858, después de haber sido beneficiado por una amnistía. Seductor
y, según parece, extremadamente atractivo, perfecto conocedor del mundo
diplomático, orador reputado por su humor, es sin duda seducido por Sissi, más
allá de las ventajas que puede esperar extraer de su protección. Los vieneses
creyeron encontrar en el interés que Sissi manifiesta hacia Andrassy la
explicación de su amor por Hungría. Según las apariencias, Sissi casi no se
interesa por el amor físico y, por otra parte, le es completamente imposible estar
sola un instante sin que su entorno se entere inmediatamente. Desde luego, se
escriben mucho por intermedio de Ida Ferenczy y de esta manera ella está al
corriente de lo que ocurre en Hungría. Por el mismo camino, Andrassy obtiene
información sobre Austria. Francisco José, por la importante necesidad que
experimentaba de iniciar una distensión, viaja oficialmente con Sissi por segunda
vez en enero de 1866; viaje triunfal en relación con su popularidad [76] y que
contrasta, una vez más, con la manera en que se siente tratada en Viena: no le
cuesta comprometer su cuerpo por Hungría, mientras que se niega a hacerlo por
Austria. A Andrassy le confía lo siguiente: "Si los asuntos del Emperador no
marchan en Italia, me da pena. Pero si es el caso de Hungría, me mata." No por
ello Francisco José dejará de rechazar un gobierno independiente, con una
expresión que no chocaría si hablara de su mujer o si viniera de la boca de un
médico refiriéndose a una anoréxica: '”¡Frente al carácter húngaro es necesario
tener confianza, firmeza, afabilidad y tacto!”
Estalla entonces la crisis europea provocada por Prusia, que apuesta a
dominar Alemania. Esta guerra constituye un desastre para Francisco José, quien
en siete semanas es eliminado de Alemania del Norte. Durante ese trágico
período, Sissi cumple a la perfección su función en Viena junto a Francisco José.
Con éxito concluye la única misión diplomática que le fue confiada: en medio del
hundimiento del imperio y gracias a ella, Hungría se convertirá en un inesperado
apoyo; mientras los prusianos se dirigen peligrosamente hacia Viena, Francisco
José envía a Sissi hacia Hungría, con el pretexto de visitar el hospital instalado en
el palacio real, cuando en realidad se trataba de negociar con Andrassy el apoyo
de Hungría a la monarquía. Ahí mismo, Sissi obtiene la fidelidad de Andrassy y
lucha por carta con Francisco José para que lo nombre ministro de Relaciones
Exteriores... en vano. Pone en juego todas sus armas: seducción, dulzura,
ausencias, amenazas, chantaje. Al ver que no logra obtener lo que busca, le
escribe: "No tengo otra posibilidad más que la de calmar mi conciencia,
pensando que, ocurra lo que ocurra, podré decirle a Rodolfo: "Hice todo lo que
estaba a mi alcance. No tengo en mi conciencia tu desgracia". Tampoco tuvo
éxito. Ante su insistencia, Francisco José recibe a Andrassy pero también recibe a
otros dirigentes, y no toma, en lo inmediato, ninguna decisión: como las
55
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
negociaciones por la paz se han entablado con Prusia, el peligro de invasión
queda descartado y los asuntos húngaros vuelven a pasar momentáneamente a
un segundo plano.
Los biógrafos se han preguntado acerca de la actitud tomada por Francisco
José: ¿necesidad de tratar con cuidado a las demás nacionalidades? ¿Excesiva
política de espera? ¿Falta de intuición política? A Sissi, que una vez más insiste
para que nombre a Andrassy como Primer Ministro, le contesta con bastante
sequedad: "Mirar únicamente desde el punto de vista húngaro, que es el tuyo, y
descuidar a los países que, con una lealtad fiel, han tolerado indescriptibles
sufrimientos, es ir contra mi deber." Esa elección exclusiva y apremiante que
Francisco José reprocha a Sissi es típica del inquebrantable compromiso de una
anoréxica por una causa. [77]
Sin juzgar acerca de la oportunidad de nombrar a Andrassy a la cabeza de
la política austríaca, lo cierto es que Hungría hizo que Francisco José tolerara
indescriptibles sufrimientos, tanto en el plano político como en el personal: nunca
el emperador surgido de la revolución de 1848 y de la voluntad de su madre
habría podido soportar que un húngaro dirigiese las relaciones exteriores
austríacas. Ninguna mujer, aunque se tratase de Sissi, habría podido doblegarlo
en ese punto. La empresa de Sissi no sólo es un desafío a la corte de Viena, sino
que pone en juego su relación personal con Francisco José al pedirle, de algún
modo, que reniegue de su madre, cuyo odio por los húngaros no es un secreto
para nadie.
Los sufrimientos de Francisco José, por otra parte, no terminan aquí. En
vísperas de la firma de la paz de Praga, en la que se consagraba su derrota, le
escribe a Sissi, demostrando una gran presciencia política, casi nunca
reconocida:
Antígona no refutaría esta declaración, mostrando que las causas sólo va-
len por el modo en que se las defiende.
Luego de que la paz fue firmada, Francisco José nombra, por fin, a su
nuevo ministro de Relaciones Exteriores: se trata de Beust, un sajón. Para Sissi
es una derrota, pero no por ello cede en su provocación: para mejorar su húngaro
incorpora a su entorno a un periodista judío, amigo de Andrassy, que había
pasado algún tiempo en prisión por delitos de prensa. Max Falk, que llegaría a ser
jefe de redacción del Pester-Lloyd (diario liberal escrito en alemán) y luego
diputado del parlamento húngaro, se sorprende mucho de que se lo introduzca
en la corte como profesor particular de húngaro; por otra parte, no lo será por
mucho tiempo, en la medida en que la enseñanza del idioma pasa muy
rápidamente a un segundo plano. De hecho, Falk le proporciona a Sissi las
informaciones y las ideas a las que ella no tiene acceso, y ejerce, por medio de
su presencia cotidiana, una indiscutible influencia política.
A fines de 1866, Sissi había transformado su entorno vienés en un entorno
húngaro: lectora, profesor, damas de honor, todos hablan húngaro. La
consagración política vendrá por añadidura, por intermedio de Beust, del que no
espera nada, al tiempo que sigue estando perfectamente informada por Ida
Ferenczy y Max Falk de las negociaciones entre Austria y [78] Hungría. Por
consejo de su ministro, Francisco José nombra a Andrassy Primer Ministro de
Hungría poco antes de la firma de un acuerdo conocido bajo el nombre de
56
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
"Compromiso de 1867". Hungría vuelve a ser un reino independiente del Imperio
de Austria. Las dos monarquías siguen ligadas, por una unión hereditaria, en la
posteridad de los Habsburgo, tal como era antes de la revolución. La constitución
húngara es puesta en vigor nuevamente. Ha llegado el momento de lo que, de
ahora en más, se denominará la monarquía austrohúngara.
El Emperador de Austria acepta ser coronado rey de Hungría y que Sissi
sea la reina de Hungría, lo que de hecho marca un debilitamiento del poder
absoluto, una concesión a la voluntad popular y el nacimiento de un estado
multinacional, aun cuando los demás pueblos siguen estando claramente
desfavorecidos.
Increíblemente, la dinastía austríaca se vuelve popular en Hungría, y el
mérito le corresponde a Sissi; ella supo hacer por Hungría, que tenía sus propias
reivindicaciones, lo que jamás pudo realizar por ella misma: encontrar lo que es
el deseo. Los húngaros consiguieron por una vía legal una constitución que
garantizaba su independencia, la conservación de sus tradiciones y del estatus
simbólico. Al no poder nombrar con todas las letras lo que la mantiene
encerrada, Sissi pasará su vida comprometiendo su cuerpo sin poder dar nunca
un sentido social a ese compromiso, salvo para Hungría.
Su coronación es una victoria personal sobre la corte de Viena; la
reconciliación de las dos coronas es su obra. Ese período debería ser feliz y sere-
no. Sin embargo, está salpicado por dramas familiares. Sissi debe viajar a
Hungría para los preparativos de la coronación, pero se verá impedida de
hacerlo: su cuñada Sofía, esposa de su hermano Carlos Teodoro (¡otra Sofía
más!), muere justo en ese momento. Algunas semanas más tarde, Matilde, de 18
años, hija del archiduque Alberto, fallece quemada viva.
La coronación finalmente se lleva a cabo el 8 de junio de 1867. Sissi tiene
30 años, está en el apogeo de su belleza; las gracias imperiales, muy mal
recibidas en el resto de Europa, le son atribuidas; pero en Hungría consigue un
enorme éxito popular que es recogido por todos los diarios del país.
Andrassy, el ex revolucionario transformado ahora en presidente del
consejo húngaro, hace las veces de virrey; a los austríacos no les parece de-
masiado bien, pero el acto no deja de resultar excitante. Andrassy apoya la
corona sobre la cabeza de Francisco José y, como indica la costumbre, sobre el
hombro de la reina.
Dos semanas más tarde, Maximiliano, el hermano de Francisco José, es
fusilado en México y los soberanos se enteran de la noticia ¡en el entierro del
marido de Helena (la hermana mayor de Sissi)! [79]
También en ese período es concebida su última hija, María Valeria. Sissi,
esta vez, da a luz en Hungría, remplazando a la niña nacida en Austria y muerta
en Hungría que su suegra se había apropiado, por una niña viva. Comprometida
corporalmente una vez más por la causa de Hungría, Sissi es perfectamente
consciente del riesgo social y personal que representa su acto. Embarazada,
escribe este poema:
57
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Un héroe de bronce forjado y de hierro,
un húngaro de puro origen;
sería fuerte, y clara su cabeza,
y por Hungría su corazón palpitaría.
Hubo gran alivio en Viena al saber que ese bebé, regalado a Hungría, era
una niña; un varón, nacido húngaro, se habría convertido en el soberano de ese
país; a largo plazo, habría significado el desprendimiento de Hungría del Imperio
de los Habsburgo. Es interesante destacar, por otra parte, que la nacionalidad del
niño no depende de la de sus progenitores sino del lugar en que nace.
De la muerte de la pequeña Sofía al nacimiento en tierra húngara de María
Valeria, el círculo está casi cerrado... María Valeria es la única hija del deseo,
fruto de su amor y de su arraigo en la tierra que eligió.
Sissi le consagra un amor exclusivo, aparentemente excesivo, pero a la
altura de lo que representa esa niña para ella: la prueba de la conquista de su
deseo, mientras que después de la muerte de su primera hija se desinteresó
completamente de sus otros dos hijos, Gisela y Rodolfo se los quitaron y sólo
logró dominar la situación abandonándolos a su vez. Con respecto a María
Valeria, le dice a su dama de compañía: "Ahora sé qué felicidad da un hijo, pues
recién ahora he tenido el coraje de amarlo y de tenerlo [80] cerca de mí": pero
esa dama de compañía, no sin lucidez escribe: "Le falta medida y se preocupa
tanto por la salud de Valeria y sus sospechas de que se la quieren sacar son de
tal magnitud, que esta gracia de la existencia le trae más sufrimientos que
felicidad." La cuestión de la presencia o de la ausencia física reviste una extrema
importancia. Sus viajes, suerte de retiro físico de Austria (y también del cuerpo
de su marido), cumplen la función que hoy podrían tener los tranquilizantes:
borran el sufrimiento del vínculo social. En cuanto a María Valeria, su existencia
también es esencialmente física. Durante su noviazgo, María Valeria escribe lo
siguiente: "Mamá dice que si alguna vez me caso, no volverá a ponerse contenta
por verme, y que ella es como muchos animales que abandonan a sus crías ape-
nas alguien las toca." Y, ya casada, de un modo todavía más cruel: "Según ella,
no hay acción más noble para los padres que matar a cada recién nacido."
Posición extrema de alguien que sólo puede encontrar en el sacrificio de una
parte de ella misma el sentido de lo que la mantiene viva.
¿Podrás atreverte
a no pensar jamás en obtenerme?
Mi frío ardor es mortal
y bailo sobre cadáveres.
Elisabeth de Austria. Poemas.
14
CIORAN E. M., “Sissi ou la vulnérabilité”, en Vienne 1880-1938. L´apocalypse joyeuse, Paris,
58
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
III
LA ELECCIÓN DE ANTÍGONA
Morir
Es un arte; como cualquier otra cosa
La practico admirablemente bien.
Sylvia Plath.
1
ARISTÓTELES. Poétique. 1949, B 27, Cit por Lacan J., Le Séminaire livre VII. L´Éthique de la
Psychanalyse, Paris, Seuil, 1986, pp. 285-332.
*
Hueco: el término utilizado en francés es entre-deux. Se trata de un juego de palabras: (entre –deux
de deux champs) como en el que aparece en la página 111 (entre -deux morts). Lacan emplea esta
palabra en el sentido de "entre dos muertes" (N. del T.).
2
LACAN J., Ibid., p. 290.
60
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
dominios de la vida, vida insinuándose en la muerte."3 El suplicio de Antígona
aparece como el apogeo del destino de Edipo, su padre, tal como éste lo había
asumido, tal como podemos escucharlo en su respuesta a la advertencia de
Teseo: "Hablas del fin de tu vida, pero olvidas el espacio que media hasta ese
momento o no lo tienes en cuenta". —"Para mí, dice Edipo, forma una misma
cosa con la vida."4
Por su parte, la imagen esquelética de la joven anoréxica nos confronta
con lo impensable de un ser vivo cuyo cuerpo está en el límite extremo de la
muerte. ¿Por qué voluntad, por qué deseo está animado ese ser? Que la anorexia
siga siendo un enigma tanto para el especialista como para el que no lo es,
puede deberse a lo que el Coro dice de ese "Genio universal al que nada puede
tomarlo desprevenido" en Antígona: "Ha encontrado remedio a casos
desesperados, pero de lo único de lo que no puede escapar es del Hades." 5 Esos
versos, del 360 al 355, han tenido otras traducciones. "Ha encontrado remedios a
enfermedades invencibles", escribe Jean Grosjean,6 versión que se refiere
evidentemente al desarrollo de la medicina al que Sófocles asistía. Le
corresponde a Jacques Lacan proponer una traducción que pusiera el acento en
los recursos psíquicos inconscientes del hombre: "Sólo contra la muerte jamás
encontrará encanto alguno que le permita escapar de ella... pero imaginó algo
formidable: la huida en enfermedades imposibles. Él es quien las construyó, las
fabricó."7 La anorexia mental, enfermedad imposible, nos recuerda que la Ciencia
no podrá tener una respuesta universal, no logrará eliminar al Sujeto.
Nuestro postulado para la lectura de la obra de Sófocles y de los
psicoanálisis de anoréxicas corresponde al trabajo analítico: la palabra tiene un
sentido. Es para oírla o, más bien, para escucharla. No alcanza con oír para [84]
escuchar. El analista no puede no escuchar y, menos aún, el paciente no puede
no escuchar lo que él mismo dice. Le tomará algunos años, a lo largo de los
cuales se desarrollará un texto caótico, no sistematizado, aunque repetido de
manera dialéctica. Generalizar a partir de un texto no es posible, pero al
escuchar varios textos, en este caso los de las jóvenes anoréxicas, surge la
similitud que existe entre ciertas posiciones de los sujetos, la similitud de sus
respectivos mundos interiores. Es a partir de ese trabajo clínico que presentamos
a Antígona, confrontando ciertos temas, ciertos términos, ciertas palabras que,
desde nuestro punto de vista, son comunes a esa "chiquilla" (tal es el modo como
se la designa en el texto) y a las anoréxicas, pero sin que, no obstante, se trate
obligatoriamente de una real superposición y, menos aún, de una nueva
categorización de un personaje mítico.
Para nosotros, a diferencia de lo que ocurre en otras neurosis, en las que
el niño es tomado en el deseo de los padres (que es un deseo de vida, aunque
sea alienante), la anoréxica, a menudo sólo percibe de los suyos la ausencia de
compromiso con un mundo vivo y el formalismo del deseo que expresan hacia
ella. Está entonces como condenada a perpetuar esa insignificancia del "Tesoro"
de significantes que le ha sido transmitido por el Otro, en el sentido en que el
Otro (esencialmente la madre) es el lugar de la Palabra, de lo simbólico, el lugar
que ocupa el significante. En esa familia, el "Tesoro" o batería significante está
constituido por preocupaciones, trabajo, hechos, por una mezcolanza de cosas,
sin palabras verdaderas, sin placer, sin deseo.8 La anoréxica experimenta un
3
LACAN J., ibid., p. 291.
4
SOPHOCLE, “O Edipe à Colone”, en Tragiques grecs, Eschyle, Sophocle, Paris, Callimard, 1967
(coll. La Pléiade), 583-585.
5
SOPHOCLE, “Antigone”, en Théâtre de Sophocle, t. I, paris, Classiques Garnier, 1958, traduction de
Robert Pignarre, vers. 360-363. En general nos referimos a esta traducción bilingüe.
6
Traducción de Jean Grosjean en la edición de la Pléiade.
7
LACAN J., op. cit., p. 321.
8
RAIMBAULT G., Clinique du réel. La psychanalyse aux frontières du médical, Paris, Seuil, 1982.
61
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
vacío constante. Para llenarlo, trata de estar ocupada, de activarse, y esta
hiperactividad la ahoga. Su sufrimiento no se debe a un vacío material (que
eventualmente podría ser llenado por la comida), sino al vacío del mundo interior
de sus padres. Por medio de su anorexia, se queja de esa insignificancia que le
quita todo sentido a la vida del ser humano, y su cuerpo demacrado se yergue,
como el representante de ese Otro, lugar no de una palabra viva, sino de un dis-
curso común, en el que ella ha sido sumergida incluso antes de nacer, un
discurso que no se refiere más que a necesidades. Comer, entonces, significa
ceder a la omnipotencia materna que impone un objeto real, la comida, y reduce
así al ser alimentado en un ser de necesidad. Por medio de su persistente
rechazo, la anoréxica manifiesta su exigencia por la prueba de un deseo en su
madre. "Se trata de entender la anorexia mental como: no que el niño no come,
sino que come nada."9 Cuando la anoréxica se niega a comer, está intentando
decir qué es lo que quiere: palabras, esas palabras que hacen lo humano, que lo
insertan en una historia, que lo vinculan con el Otro en una dependencia distinta
a la de la comida, que lo inscriben como un ser de deseo y no de necesidades.
[85]
Otro caso de figura reconocible en la clínica, la joven anoréxica da a ver,
hasta exhibirlo en su conducta y en su forma, la imagen de un esqueleto, de una
ausencia, un espacio en blanco en el proceso de simbolización de su familia, muy
a menudo revelado con motivo de una muerte, cuyo duelo no pudo realizarse y,
ante esa imposibilidad, perdura. Un espacio en blanco tal en la simbolización
hace surgir en lo real del cuerpo de la anoréxica la presentificación del muerto.
Del mismo modo, a través de su temeraria y deliberada elección de ser
enterrada viva, Antígona desafía las leyes promulgadas por lo político en nombre
de otra ley, la de la palabra, la de los "animales de lenguaje" (Zoov Phoveev).10
No es con poco desprecio que deja a su hermana Ismena en una vida que no
sería para ella más que supervivencia, satisfacción de necesidades, obediencia a
un orden impuesto por el tirano, olvido de las leyes naturales, no escritas,
heredadas de los ancestros. Aquí, el tirano debe ser entendido en el sentido
griego del siglo VI, mientras la polis se halla en formación: es el que, de cierta
manera, encarna al Padre, pero también, al exceso en todo: en cuanto a la
norma, y hasta en el ámbito sexual. Las leyes que defiende Antígona señalan el
papel de la tradición, la cadena de genealogías que une a los ancestros con los
fundadores autóctonos, ya sean divinos o heroicos. Son las leyes depositarias de
la memoria. Es en ese sentido que leemos su gesto: un ser humano, su hermano,
aunque se trate de un criminal, no será excluido de la cadena significante, o sea,
del orden humano.
"La elección de Antígona es la justicia", escribe Marguerite Yourcenar en
Antígona o la elección, después de habernos prevenido: "Por medio de una
anticipación que es bien de época, los delgados haces luminosos que siguen en
la escena del libro las evoluciones de un primer sujeto, ya están a punto de
convertirse en lúgubres proyecciones de los campos de concentración."11 En los
campos, la concentración de cuerpos apunta a eliminar a las personas,
reemplazadas por matrículas y cuya muerte alimenta las estadísticas de la
erradicación de sujetos. Desaparecidos, sin dejar otra huella más que el humo,
¿en qué memoria es posible inscribirlos para que la locura se detenga?, se
preguntan sobrevivientes y descendientes.
"El destino, como compensación a muchos disgustos, me concedió tener
una hija que, en circunstancias trágicas, no le hubiese envidiado nada a
Antígona", le escribe Freud a Arnold Zweig en marzo de 1934. Cuando los nazis
9
LACAN J., La relation d´objet, 22 mayo 1957, seminario inédito.
10
STEINER G., Les Antigones, Paris, Gallimard, 1986.
11
YOURCENAR M., postfacio a un texto de 1935 publicado en Feux, Paris, Gallimard, 1974.
62
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
se apropiaron de la biblioteca de Arnold Zweig, Anna sugirió que, "en lugar de
todo lo demás" le enviaran una edición completa de los escritos de su padre.12
[86]
Edipo rey
La tragedia Antígona, la primera de las tres en las que este personaje apa-
rece en la obra del poeta, se sitúa cuando la joven ya es huérfana. Para conocer
los orígenes y seguir el destino de su ilustre familia es necesario apartarse del
orden de composición elegido por Sófocles y comenzar con la lectura de Edipo
Rey y, luego, de Edipo en Colono.
Edipo Rey se sitúa bastante después de la victoria de Edipo frente al
monstruo de los enigmas, la Esfinge. Convertido en rey de Tebas, se casó con
Yocasta, de quien tuvo cuatro hijos: Antígona, Polinices, Eteocles e Ismena. "La
febril divinidad, la odiosa peste que se precipita y arrasa la polis" (v. 26) es la
plaga maldita que provoca sequía, esterilidad y muerte, significantes ubicados en
el origen del drama. Edipo envía a su cuñado Creonte al santuario de Apolo Pitón,
en Delfos, con el fin de enterarse por el dios qué debe hacer o decir para salvar
la polis. Nosotros, actuales espectadores de la pieza, conocemos el origen de
Edipo, descendiente de Layo y Yocasta. Sabemos que Layo, rey de Tebas, al
enterarse por el oráculo que sería asesinado por su hijo, decidió matar al niño
que tuvo con su esposa Yocasta. Sabemos que ésta, sin revelar el origen de su
hijo, se lo confió a un pastor, quien, por su parte, se lo entregó a su amo Pólibo,
rey de Corinto, y a su mujer, Mérope. La pareja real, que no podía tener hijos,
educó a Edipo hasta el día en que éste, acusado por un borracho de ser "un hijo
supuesto", decide, a pesar de la desmentida de Pólibo y Mérope (¡trivial
desmentida en padres ciertamente adoptivos!) consultar al oráculo, en el mismo
santuario de Apolo Pitón. Allí se entera que habrá de ser el asesino de su padre,
se unirá a su madre, y exhibirá a los ojos de los hombres una monstruosa
posteridad. Para evitar que esa maldición se cumpla, deja a quienes creía que
eran sus padres. Pero ¡ay!, en el cruce de tres caminos, un problema de prioridad
de paso con un carro culmina con un violento altercado: mata a Layo, sin saber
que así estaba matando a su padre.
Según Vernant, la palabra del oráculo, la adivinación, apunta tanto al
acontecimiento que vendrá como al acontecimiento pasado, ignorado por el
individuo cuando sus consecuencias todavía tienen algún peso en la existencia.
Es una
16
PAUSANIAS, IX, 26, 3-5, citado por VERNANT J.P.,-VIDAL-NAQUET P., Mythe et tragédie-deux,
París, La Découverte, 1986, p. 53.
17
ESCHYLE, “Les sept contre Thèbes”, en Tragiques grecs, op.cit.
18
(V. 317-318), traducción realizada a partir de la versión de Robert Pigname editada por Flammarion.
La traducción literal del mismo autor, publicada por Garnier, dice “sabiduría, sabio”. Jean Grosjean en
la Pléyade opta por “conocer”: “cuán terrible es conocer cuando el conocimiento no tiene provecho”.
[La traducción española de José María Lucas de Dios se acerca más a esta última: “¡Ah, ah, qué
terrible es saber en los casos en que no aprovecha el que sabe!” (N. Del T.)]
65
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Edipo se escandaliza. La acusación, tan brutal, produce un efecto de
desgarramiento y desencadena como contrapartida una proyección de la misma
violencia sobre quien la enunció en primer término. Tiresias, a su vez, es acusado
de felonía y de complicidad con Creonte para planear la caída de Edipo. Esta
premonitoria interpretación no deja de ser pertinente; implica una vivencia tan
claramente amenazadora como la de la intuición calificada de delirante, cuando
no siempre está desprovista de fundamento. Provocada por el súbito
descubrimiento del velo que produjeron las palabras de Tiresias, esta
interpretación se hace eco, para nosotros, de las rabiosas desmentidas, de las
tendencias al pasaje al acto que encuentran su alimento en la interpretación
analítica intempestiva, sin duda justa, pero que hace poco caso del tiempo
necesario para toda elaboración psíquica, interpretación cuyo salvajismo inflige
una herida diabólica donde debería inducir una apertura a la simbolización. Los
celos por su cuñado Creonte estallan en Edipo. Lo señalan como el rival, el
hermano, el otro en relación a quien se desencadena la agresividad original. En
ese "yo o el otro" se funda la dimensión de persecución de la paranoia. Con
respecto al desarrollo del drama (en Antígona), el antagonismo sin remedio que
vinculará a Antígona con Creonte se desenvuelve en la dirección de esa lucha
fraterna a muerte. Sin embargo, Tiresias conserva en sí mismo la fuerza de la
verdad; no puede sino cumplir su misión y decir: "el asesino de Layo está aquí...
para su desgracia nació en Tebas"'; para luego predecir: "perderá sus ojos,
perderá sus riquezas; ciego, guiará sus pasos con un bastón, mendigará, va-
gabundeará en tierra extranjera; y se sabrá hermano y padre de sus propios [90]
hijos, hijo y marido de la que lo engendró, rival incestuoso y asesino de su padre"
(v. 452-459). Por más que le recomienda reflexionar, Edipo no consigue reunir los
indicios que se le han ido proporcionando.
Numerosos son los comentadores que hicieron hincapié en este
enceguecimiento, o sordera, de Edipo (él, que en la pieza es llamado el
"clarividente"), y mientras algunos defienden a Sófocles, otros lo censuran por lo
que, para el espíritu racional, aparece como algo inverosímil. 19 Una
"inconsciencia" tal resulta para nosotros la precisa señal, desde el punto de vista
psicoanalítico, de la división existente en ese adivinador de enigmas entre lo que
cree saber y lo que no sabe que sabe, ignorancia que lo obliga a continuar su
investigación contra viento y marea. En eso nos parece que está animado por la
misma pulsión que Freud, obligado por una forma de peste más actual, el
malestar en la cultura, a continuar su búsqueda... para terminar construyendo el
psicoanálisis. ¿Es en recuerdo del camino que lo condujo al descubrimiento del
inconsciente, si hacemos caso de sus reflexiones con Jung cuando viajaron a los
Estados Unidos, la razón por la que bautizó de peste lo que traían en sus valijas?
El drama se despliega: Edipo se enfurece, se rebela y amenaza de muerte
a Creonte, de quien sospecha que pretende destronarlo. Yocasta, requerida como
árbitro, intenta calmar a Edipo; con el fin de probar el poco fundamento de la
acusación que lo señala como asesino de Layo, le relata el oráculo, que, es
evidente que no se cumplió, pues Layo no fue muerto por la mano de su hijo.
Como en todo enigma policial... o como en todo análisis, una serie de peripecias
atrasan aún más el momento en que la verdad, que está ahí, ya anunciada, es
finalmente reconocida con toda su fuerza enceguecedora. Así, en un primer
momento, Yocasta afirma que el hijo de Layo no puede ser el asesino de su
padre, en la medida en que el niño ha sido arrojado desde una montaña desierta,
subrayando de este modo el poco caso que se le debe otorgar a los oráculos.
Pero la precisión de ciertos detalles perturba a Edipo: y temiendo reconocerse a
sí mismo como el asesino de Layo, relata a Yocasta (¿acaso por primera vez?) la
maldición, proferida por el oráculo, que lo hizo huir de quienes creía que eran sus
19
Voir Tragiques grecs, op. cit., introduction de R. Dreyfus.
66
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
padres. La llegada de un mensajero trae momentánea calma; éste anuncia que
Pólibo (el padre adoptivo de Edipo), como corresponde a un anciano, acaba de
morir de muerte natural y no a manos de su hijo. No obstante, la inquietud de
Edipo persiste, pues la segunda parte de la predicción (se trataba de un
enunciado en dos partes), "Entrarás en el lecho de tu madre", ¿no corre aún el
riesgo de llegar a concretarse? El Mensajero, contento de poder tranquilizarlo, le
lanza entonces la otra cara de la verdad, aquella que, proferida por un borracho,
había sido desmentida firmemente por la pareja adoptiva. Como en el juego de la
sortija, la verdad, cuando se la [91] calla, tiene el poder de manifestarse de
diferentes modos y de reaparecer cuando ya no se la espera. Mérope no era la
madre genitora de Edipo. El Mensajero lo sabe, porque es él mismo quien
entregó a la pareja real el bebé encontrado. Puede incluso describir una marca,
la hinchazón de los tobillos, que da origen a su nombre: "Edipo = los pies
hinchados." La herida no debe ser considerada aquí en su dimensión imaginaria
de ofensa narcisista, sino como una inscripción simbólica sobre el cuerpo, una
huella de la maldición sobre el cuerpo de todos los labdácidas.20 Al llegar a esta
revelación, un espíritu un tanto escéptico podría preguntarse si Yocasta no había
notado hasta ese entonces el defecto de su marido, pero la ceguera es la norma
en esta indagación. La verdad se abre paso, su origen ya no es un secreto: Pólibo
y Mérope no eran sus padres. "Está claro que tuve un nacimiento prohibido, que
contraje un casamiento prohibido y que maté contra natura" (v. 1185).
La ignorancia, que empuja a Edipo siempre hacia adelante en su inda-
gación de la verdad ¿es tan evidente en el caso de Yocasta? ¿Sabía ella algo?
Esta cuestión se ha debatido mucho; faltan las pruebas que permitan proponer
una respuesta rotundamente afirmativa y, por consiguiente, dilucidar lo que
implicaría con respecto a este personaje femenino, materno. Que algo sabe
resulta, sin embargo, obvio a lo largo de la obra. "La amenaza del incesto no
debe espantarte, le dice a Edipo. Más de un mortal ha compartido en sueños el
lecho de su madre" (v.940). Más adelante, le suplica: "Si aprecias tu vida,
abandona tus indagaciones... Deja todo ello... ¡Desgraciado! Ojalá nunca sepas
quién eres." (v. 1060-1072). ¿Era el incesto el deseo de Yocasta? Su deseo de
hijo, negado por la maldición, ¿no da cuenta de lo excesivo de sus sentimientos
hacia el único hijo que tuvo de Layo? Ese deseo de la madre es justamente el
enigma al que se enfrenta todo sujeto: "¿Qué espera de mí el Otro?" En la casta
de madres excesivas que marcan la historia de los labdácidas, la figura de
Yocasta se perfilaría así en segundo plano con respecto a la figura de la Esfinge,
hija bastarda, "comedora de carne cruda". La relación entre incesto y
canibalismo ha sido señalada en varias oportunidades, e incluso en ciertas
lenguas se los designa con la misma palabra.21
El goce de la mujer-madre que se esfuerza por retener a Edipo junto a ella,
porque su búsqueda de su identidad se torne inútil, que se opone a revelar lo que
sabe, es perfectamente visible en la ópera El Nombre de Edipo22 de Andrés
Bucurechliev. La escritura musical, acompañada por un texto firmado por Helena
Cixus, pone de relieve esa posición de Yocasta: ella sabe quién es Edipo. Revelar
el NOMBRE significaría darle al Padre su lugar simbólico, aquel que ella, la madre,
ridiculizó desde un primer momento: ¿no logró acaso que le hicieran un hijo a
pesar de la prohibición? [92] ¿No mintió y transgredió las órdenes de su esposo
para que matara al hijo de ambos?
No es de nuestra competencia analizar la ópera como si fuéramos
musicólogos, pero desde la obertura, la intención musical concuerda con las
hipótesis psicoanalíticas. Durante siete minutos, todas las voces del coro cantan
20
LACAN, J., Logique du Fantasme, seminario inédito. 1966-1967.
21
LÉVI-STRAUSS C., La Pensée Sauvage, París, Plon, 1962.
22
BOUCOURECHLIEV A., Le nom d´OEdipe, Opera, texto de H. Cixous, 1978.
67
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
en un re mediano, apenas audible al principio, luego filtrado, amplificado, fuerte,
mezclado con murmullos de voces, entre los que emergen palabras tales como
“miedo” o “muerte”. "Por su soledad, su firmeza y su vacuidad... ese re es un
espejo y una memoria abierta y vacía." Así, se erige como símbolo de muerte.23
El desdoblamiento de los personajes, actores que cantan, actores que hablan,
contribuye a que se produzca ese efecto de espejo que mantiene al espectador
en la mortífera y enloquecedora confrontación dual, la que se repetirá hasta la
muerte, hasta la indagación del NOMBRE. En esta obra, Yocasta no es la
recompensa ofrecida por la Ciudad, no es la esposa que entrega el trono a un
héroe vencedor. El amor que une a Yocasta y a Edipo es un amor loco. No tiene
dios ni ley ni tiempo ni pensamiento. El canto es el del primer amor de la madre,
amor mortífero que sólo se satisface con el regreso del niño a la carne de la
madre.
En la pieza de Sófocles, el fin de Yocasta es relatado por el Mensajero:
Edipo la encuentra en su habitación, ahorcada con una bufanda. En los mitos,
este tipo de suicidio es frecuente entre las heroínas trágicas y las jóvenes, o sea
las vírgenes. Esa escena insoportable anuncia (o repite, según el orden en el que
se leen los textos) el fin de Antígona, cuando Hemón descubre a su amada
ahorcada, con el cuello aprisionado por el nudo de su bufanda de lino.
Con los broches de oro que arrancó de la ropa de la muerta, Edipo se hiere
en los ojos. El cegado se ciega: ese pasar al acto, por medio del cual se cumple la
profecía de Tiresias, simboliza de un modo material y concreto sus errancias.
Señalemos que los broches de oro de Yocasta son el arma con la que se abre esa
horrible herida, descrita por el Coro de Antígona en su comentario sobre el
poderío del destino. Allí cita como ejemplo a los dos hijos de Fineo, cuya
madrastra había perforado los globos oculares de ambos "lejos de la espada, por
obra de sangrientas manos y de punzones de lanzaderas" (Antígona v. 973-976).
En ese sentido, algunos psicoanalistas, entre ellos Abraham, se refieren a "la
araña-Yocasta"24, haciendo uso de una simbólica natural. Sea lo que fuere, el
violento acto de Edipo no deja de provocar espanto en los espectadores de la
tragedia: demuestra la imposibilidad del sujeto por integrar el conjunto de revela-
ciones traumatizantes que se vio obligado a escuchar. Parafraseando a Lacan,
digamos que la verdad no es sólo lo que falta por saber, sino contra lo que hay
que protegerse. Como en el análisis, lo ignorado, lo reprimido [93] de su historia,
brutalmente echada a la luz, siembra el odio y la violencia contra el otro o contra
sí mismo. La dramática epopeya, al sellarse con esta mutilación-castración,
muestra que un final de esas características se sitúa "Más allá del principio del
placer".25
Cruelmente herido, Edipo se lamenta. ¿No había sido venerado y, de
alguna manera, isotheos, colocado en el mismo rango que los Dioses al principio
del drama? "No te tomamos por un dios, desde luego, pero te elegimos entre
todos los hombres a la hora del peligro para interceder ante los dioses. Sin saber
nada de nada, sólo con el apoyo de un Dios nos has devuelto la vida" (v. 30-33).
Parricidio e incesto, corrientes en el reino de los dioses, cometidos sin saberlo,
"sin estar al corriente de nada", provocaron ese exilio de su reino, su estatus de
intocable. De ser igual a los dioses, se convirtió en igual a nada. Es el
pharmakos. Su orgullo, su hybris, sin embargo, se mantiene intacto, y sus
maldiciones caen sobre todos, desde el pastor que le salvó la vida cuando era un
niño, hasta los dioses que están en su contra: "¡Ojalá perezca el pastor de las
montañas que hace tiempo desprendió de mis pies los bárbaros lazos, y al
23
BOUCOURECHLIEV A., Le nom d´Oedipe. Protocolo musical, l´Avant-Scène, 1978,18.
24
ABRAHAM K., OEuvres Complètes, t. II, París, Payot, 1966. pp. 141-145.
25
FREUD, S., “Au-delá du principe de plaisir”, in Essais de Psychanalyse, París, Payot, 1981, nueva
trad. De P. Cotet, A. Bourguignon, A.Cherki.
68
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
salvarme de la muerte me condenó a la desgracia... Tengo a los dioses contra mí,
hijo de raza impura!" (v. 1348-1360). No acepta ninguna reprimenda, y menos
del Corifeo: "Que no he hecho lo que debía hacer, no me lo demuestres, ¿quie-
res? ¡No me des más lecciones!" (v. 1368-1370). Sus lamentaciones alcanzan a
sus hijas: "envejeceréis estériles, solas en la vida" (v. 1501-1502). La esterilidad,
presente en la obertura del drama, se convierte en un significante que marca el
destino de Antígona tal como la maldición original lo había prescrito. Al tiempo
que le agradece a Creonte por la piedad con que lo trata, Edipo no deja de
pretender imponer su deseo: ahora quiere marchar al exilio con sus hijos:
"Siempre quieres prevalecer", exclama Creonte (v. 1522-1523). Efectivamente,
Edipo prevalece, sabe que no morirá ni por enfermedad ni por un evento natural.
Antes de continuar con la historia, debemos recordar de qué manera
percibió Freud en la leyenda de Edipo Rey dramatizada por Sófocles una tragedia
del destino, cuyo efecto no surge tanto del contraste entre la fortuna y la
voluntad humana (pues ese contraste, buscado y presentado por tragedias más
modernas nunca produce el mismo impacto en los espectadores), sino más bien
de la naturaleza del material que sirve para ilustrar ese contraste. "Si el destino
de Edipo nos conmueve es porque habría podido ser el nuestro y porque el
oráculo ha suspendido igual maldición sobre nuestras cabezas antes de que
naciéramos... El rey Edipo, que ha matado a su padre y tomado a su madre en
matrimonio, no es sino la realización de nuestros deseos infantiles."26 En la
actualidad, esta interpretación aparece naturalmente aceptada en el discurso
común: uno [94] supera o no supera su Edipo. Pero suscitó muchas indignadas
reacciones cuando Freud la formuló, pues para explicar el rechazo a escucharlo y
el espanto frente a aquél que realizó el anhelo infantil común a todos, pone de
manifiesto la represión ejercida contra esos deseos.
El "complejo de Edipo" mantendrá su importancia a lo largo de la
elaboración freudiana, como lo demuestra, entre otras cosas, su utilización para
la comprensión de la historia de la humanidad y del desarrollo de la religión y de
la moral, en particular en Tótem y Tabú.27 En esta obra, que data de 1913, Freud
retoma su trabajo acerca de Edipo Rey para proponer que el género humano
todo guarda una continua solidaridad en cuanto a un crimen antiguo y
constantemente repetido. Esta hipótesis, discutida por los historiadores, debe ser
comprendida como un mito. El complejo de Edipo no puede ser reducido a una
situación real; su eficacia surge más bien del hecho de que hace intervenir una
instancia de interdicción (el incesto está prohibido) que impide el acceso a la
satisfacción buscada y vincula inseparablemente, según los términos de Lacan, el
deseo y la ley.
Algunos años después de Sófocles, Platón, al instituir las Reglas de la
sexualidad, recuerda el papel de Layo como iniciador del amor masculino y cita a
Edipo, Tiestes y Macareo como ejemplos de aquellos que, luego de haber cedido
a sus deseos hacia la madre, hijo o hermana, una vez descubierta la falta, se
apresuran a castigarse a sí mismos. Con una frase alcanza, dice, para apagar el
ardor de esos deseos sexuales, una frase
Edipo en Colono
Antígona
34
MASSIN J., MASSIN B., Wolfgang Amadeus Mozart, Paris, Fayard, 1970, p. 462.
35
JOHNSTON W. M., L´Espirit Viennois. Une histoire intellectuelle et sociale, 1848-1938, Paris, PUF,
1985, p. 204.
36
LACAN J., Écrits, op. cit., p. 320.
37
VERNANT J.-P., VIDAL-NAQUET P., op. cit., p. 210.
73
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Secreto de familia
42
YOURCENAR M., op. cit., p. 81.
43
No retomaremos aquí la argumentada crítica de Conrad Stein sobre el trabajo de Freud y remitimos
al lector al capítulo “Edipo rey según Freud” del trabajo de Marie Delcourt Oedipe ou la Légende du
Conquérant, París, Las Belles Lettres, 1981.
77
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
jóvenes? ¿No está ligado al hecho de que la mujer es en sí una encrucijada de
vida y de muerte? Historiadores y antropólogos nos han brindado numerosas
precisiones acerca de las mujeres y el respeto de los ritos funerarios y, muy
particularmente, en cuanto a su desempeño en el cuidado y mantenimiento de la
sepultura. La función de la sepultura es la de señalar el corte entre la naturaleza
y la cultura, entre lo animal y lo humano. Es el punto crítico que indica en el
género humano, y sólo en él, la presencia de la palabra. En su estudio sobre Las
Antígonas, Georges Steiner señala el parentesco entre lo humano y lo terrestre,
humanitas y humus. "Entendamos, tal como lo hacía Garnier, el verbo inhumar
en inhumanidad... Negarse a enterrar a los muertos es negar su humanidad y la
nuestra."
Morir virgen podría constituirse en la respuesta esencialmente femenina a
la inhumanidad del hombre. Producto del incesto entre una madre, que se
multiplica al ser su abuela, y de un padre que también es su hermano, ¿no
intentará Antígona, mediante su temeraria actitud, inscribir el orden humano en
esa confusa genealogía, propia más bien de los animales, que copulan sin
palabra ni ley... y de los dioses, para quienes el incesto, el infanticidio, el
parricidio y la homosexualidad son lícitos? El respeto por el rito funerario
introduce la mediación necesaria para simbolizar la herida abierta por el duelo.
Una herida así, que se mantiene abierta, condena a Yocasta, como a otros, a
actos impulsivos de destrucción.
¿Qué secretos de familia comparten Edipo y Antígona? Aquello que ni uno
ni otra saben, pero que yace en el inconsciente en el sentido freudiano del
término: lo que lleva a producir y repetir argumentos de vida determinados tanto
por nuestra historia individual como por nuestro mito familiar. Por lo tanto, es
posible afirmar, y Edipo mismo lo manifiesta, que su destino se realizó a pesar de
su ignorancia o, por qué no, para defender su cuerpo: para atrapar al oráculo en
falta, ha huido de sus padres adoptivos; para salvar a Tebas de la peste, conduce
la investigación, al cabo de la cual la verdad estalla. Por parte de Yocasta, la
ignorancia no es tan evidente. Tomemos el asunto a partir del enigma planteado
por la Esfinge, cuyo texto conocemos por Eurípides, a través del argumento de
las Fenicias: "Sobre la tierra hay un ser con dos, con cuatro y con tres pies, cuya
voz es única. Es el único en cambiar su naturaleza entre los que se mueven por
el suelo, el aire y el mar. Pero cuando camina apoyándose en más pies, es en-
tonces que sus miembros tienen menos vigor." 44 Si Edipo, al llegar a Tebas,
escucha correctamente el enunciado del enigma: "¿Qué es el hombre?", no [106]
es sino mucho más tarde, una vez expulsado de Tebas, próximo a desaparecer,
que lo comprende: "¿Es, pues, cuando ya no soy nada que me convierto
verdaderamente en un hombre?" (OC, v.393).
Hay que ir al principio del mito de Edipo, tal como nos es transmitido por la
Tragedia ática del siglo V, al conjunto del ciclo tebano, para poder plantear ese
enigma fundamental para el destino del sujeto. El enigma nos conduce a la
imposibilidad de poner en orden las estructuras del parentesco en la dinastía
tebana. En efecto, nunca la mujer recibe su lugar exacto, ni como madre ni como
esposa. Como lo subraya Jean-Pierre Darmon, la anomalía que atañe a la posición
de la mujer está presente del inicio al fin del relato de la dinastía tebana de los
labdácidas.45 Cadmo, el fundador, mata al dragón de Ares, y una vez muerto
planta sus dientes en la tierra, gesto fundante que, según Heródoto, da cuenta
ya del incesto. Del suelo surgen guerreros armados que se matan entre sí, los
espartanos o "los hombres sembrados", de quienes descendiende Creonte.46 Los
44
EURIPIDE, Les Phéniciennes, París, Gallimard, 1962 (La Pléiade), traducción de Marie Delcourt.
45
DARMON J.-P., en Dictionnaire des Mythologies, publicado por la dirección de Y. Bonnefoy, París,
Flammarion, 1981, pp. 241-242.
46
ESCHYLE, Les Sept contre Thèbes, op. cit., vers. 412-474.
78
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
cinco sobrevivientes darán los cinco clanes de Tebas, que, por lo tanto, se
originan en héroes sin madre, si bien la Tierra es una madre omnipresente.
Cuando las mujeres cumplen un papel importante, se trata de madres
devoradoras, excesivas: Agave despedaza con sus propias manos a su hijo
Penteo; Nictéis despoja del poder a su hijo Lábdaco, en beneficio de sus tíos
maternos, y Yocasta contrae matrimonio con su hijo Edipo.
Aquí se relaciona lo que, a propósito de la anoréxica, hemos denominado
secreto de familia, que encuentra su par en la historia de Antígona. Los relatos
de las muchachas que hemos podido escuchar nos han esclarecido con respecto
a ello. "Todo el mundo lo sabe, nadie lo dice." ¿En qué consiste esta prohibición,
u obligación, por decir? Lo que se sabe y calla (y mata)* representa para estas
muchachas la hipocresía de los adultos y, con una actitud obsesiva, las lleva a
intentar reconstituir su árbol genealógico. ¿Dónde está mi lugar? ¿Quién soy? Son
las preguntas que se plantea la anoréxica una vez que pudo tomar conciencia de
que su síntoma, de alguna manera, le es impuesto. Quizá crea que lo domina,
simulará que lo gobierna, como, por ejemplo, jugando con el rechazo hacia la
comida, pero no por ello estará menos movilizada por algo que no conoce.
Sueños "típicos" avisan en numerosos casos: "La muerte siempre está ahí, pero
nunca se realiza, nunca se termina." Esta ausencia de simbolización de la muerte
de un ascendiente o de un colateral provoca la necesidad de la representación
del desaparecido: el muerto no está muerto (pero el vivo no está vivo), nada es
más real que la muerte. La imposibilidad de hacer el duelo, de renunciar a perder
algo, un lugar o un ser, el objeto, siempre empobrece el [107] conjunto de las
representaciones. La identificación inconsciente con el objeto perdido no
nombrado supone una represión masiva con respecto a los lugares que la
anoréxica ocupa en los fantasmas de su madre (y eventualmente de su padre)
sin que ella lo sepa. Muy a menudo, la anorexia presentifica, encarna el fantasma
de los padres centrado en el cuerpo muerto y en la supervivencia.
¿Qué ocurre con Antígona, esa adolescente surgida del deseo incestuoso
entre un hijo y su madre, que sufre los efectos de la enloquecida búsqueda
paterna por saber que concluyó con la revelación del secreto de su nacimiento?
Ella habla y actúa con total lucidez. Al menos, ésa es la opinión del coro. ¿Es
justa esa opinión? ¿Acaso el secreto revelado no esconde otro? Es aquí donde los
textos de autores griegos y de helenistas responden a algunas alusiones del
texto de la Tragedia y revelan la amplitud del "secreto de familia", revelan el
texto de la Até en sus rupturas, lo no-simbolizado que funciona entonces, como
punto de partida para los actos y los síntomas. No se trata, en nuestro caso, de
salir a buscar hechos, una versión auténtica o primitiva. Nuestra intención es
muy distinta: la de una lectura del mito que se apoye en la puesta en evidencia
de elementos significantes, particularmente de aquellos impuestos por la
mitología familiar que nos parece que marca a Antígona, paradigma de la
anoréxica.
La historia de Edipo, padre de Antígona, no es más que un eslabón de una
cadena cuyo despliegue resulta conveniente, aunque sólo se efectúe al nivel de
las cicatrices, marcas corporales que sirven como referencias, ya presentes para
la denominación del abuelo Lábdaco, "el rengo". Su precoz muerte deja a su hijo
Layo, "el torpe", sin padre a la edad de un año. Como Edipo, Layo será apartado
de su verdadero linaje y alejado del trono, exiliado junto a Pélope, el "asesino de
yeguas", héroe epónimo del Peloponeso. ¿Por qué, pues, esa maldición sobre los
labdácidas, maldición de la que Edipo, "el de los pies hinchados", no hace más
que ser el objeto-vector?
"Mientras enseñaba a conducir un carro a Crisipo, el hijo de Pélope, (Layo)
*
Juego de palabras entre ce qui est tu, "lo que es callado", y qui tue, "lo que mata",
siendo tu y tue homónimos (N. del T.).
79
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
47
se enamoró del muchacho y lo raptó." Si bien es cierto que la iniciación con
relaciones pederastas estaba institucionalizada en la alta historia griega, Layo
rompe las reglas de reciprocidad que se imponen tanto entre amantes como
entre huéspedes: el rapto del joven hijo de su anfitrión y la violación homosexual
tuvieron como consecuencia la muerte de Crisipo, de la que existen varias
versiones. Según lo que dicen algunos, se suicida por vergüenza; según otros, es
asesinado por sus dos hermanastros a los que instiga su madre. Pélope,
entonces, lanza contra Layo una imprecación que condena a su raza al
agotamiento: el genos de los labdácidas no debe perpetuarse más. Por lo tanto,
es a partir de una falta que ha provocado una muerte, la de Crisipo (caballo de
oro), que la maldición recae [108] sobre el fundador paradigmático de la
homosexualidad y prohibe cualquier filiación, tanto al nivel del ancestro como de
Antígona. Falla sexual, muerte, esterilidad: otros tantos puntos de anclaje en esa
genealogía. Aun si se objeta que la pederastía era oficial en Tebas, no por ello la
desgracia de la familia deja de venir de la falta de Layo (rapto y violación del hijo
de su anfitrión sin consentimiento), falta que se multiplica por la transgresión
(que de ello resulta) de haber tenido un hijo y, más precisamente, un hijo
legítimo.
El oráculo había prevenido a Layo acerca de que un hijo legítimo, un
gnésios, un bien nacido, lo mataría y se acostaría con su propia madre. La
historia agrega que, para no tener hijos de Yocasta, Layo mantiene con ella
relaciones de tipo homosexual, hasta un día en el que, ebrio, "planta un niño en
el surco de su mujer". ¿Qué papel cumple Yocasta en ese momento? ¿Layo no fue
precavido'? ¿Yocasta habría seguido, lisa y llanamente, su deseo? Sea cual fuere
la versión de la historia. Layo aparece como un marido insuficiente, un padre
títere. Es poco decir que a Yocasta, para lograr su propio goce, no le importaba la
ley metaforizada en el Nombre-del-Padre.
"Estaba escrito", se puede decir muy simplemente. Estaba escrito, pues
para esa generación no se trata sino de la repetición del drama de la generación
anterior. Layo es para Crisipo lo que Poseidón había sido para Pélope: educador
en el manejo del carro y erasta. Retomar cada uno de los subconjuntos que
componen este vasto fresco sería demasiado largo. Del mito de Edipo, tal como
Freud lo interpretó, y de la mitología tebana retengamos estas palabras-clave
para la historia de Antígona: esterilidad y muerte.
Sófocles convirtió a Edipo en "el que sabe" mediante un juego de palabras
entre su nombre (Oidipous) y el verbo "yo sé" (oída).48 Ese saber le permitió
resolver el enigma, pero lo que, a su vez, lo llevó a cumplir el oráculo, es decir
concretar el parricidio y el incesto. En el discurso de Edipo se mantiene oculta la
huella de la homosexualidad de Layo y de la muerte de Crisipo. Antígona, al
asumir la tarea que ella misma se atribuye, la de enterrar a su hermano, revela
inconscientemente esa "forclusión". Su acto, dictado por la Até, puede leerse
como determinado por una necesidad, un retorno a lo real de la muerte, al igual
que algunos suicidios pueden ser relacionados con la ignorancia, con la exclusión
de la muerte en el discurso del Otro.
Edipo en Colono describe la vida errabunda del héroe, una vida que
coincide con su propio deseo, manifestado cuando decidió encontrar y castigar al
asesino de Layo: "Condeno a este miserable, privado de todo, a arrastrar sus
miserables días" (OC, v.241-248). El "resucitado" sufre y [109] provoca el
sufrimiento. Esta caracterización de Edipo también se encuentra en Eurípides:
"Porqué... forzarme a aparecer en pleno día... fantasma canoso... un resucitado
del país de los muertos."49 Ésa es la expresión empleada para designar al muerto
47
Apollodore citado por VERNANTJ.-P., VIDAL-NAQUET P., op. Cit., p. 84.
48
VERNANT J.-P., VIDAL-NAQUET P., op. cit. p. 168.
49
EURIPIDE, Les Phéniciennes, op.cit. vers. 1540-1541.
80
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
50
conducido al mundo de los vivos. Es un vagabundo en la medida en que se trata
de un resucitado. El último acto de la vida de Edipo (como lo señala Vidal-
Naquet) se sitúa en el hueco, el misterio rodea su desaparición en un lugar
"apartado de todo", sólo conocido por Teseo (OC, v. 1732). No hay tumba. Según
la óptica en la que nos ubicamos, distinta de la de los helenistas, nos sentiríamos
tentados a leer en esa desaparición un eslabón que media entre la muerte
vergonzosa, por suicidio o asesinato, pero vergonzosa o destructora por haber
sido escondida, la de Crisipo, y la que debe ser honrada, aun siendo la de un
"malvado" como Polinices, con el objeto de que el orden simbólico en el que se
inscribe el ser humano sea por fin respetado.
El sacrificio y la sepultura
"No tengo hambre, esta noche no consigo digerir mi vida", dice la Antígona
de Marguerite Yourcenar.51 Nacida en un mundo en el que reina la confusión
entre las necesidades y los deseos, y en el que la ley simbólica es ridiculizada, la
joven anoréxica declara no querer esta vida biológica. Las dos hipótesis que
sostenemos con respecto a ella; por un lado, la no-simbolización de un muerto en
un pariente (la mayor parte de las veces, la madre) y, por el otro, la calidad del
mundo psíquico en el que vive, o sea, un universo de necesidades, de hacer y de
supervivencia, dan cuenta de ese algo misterioso que tiene delante: la sepultura
y un horizonte de sacrificio.
La sepultura traza la distinción entre el muerto y el vivo. En tanto que
marca específica de lo humano, indica la presencia del orden simbólico.
El sacrificio consta de dos polos: por uno se ofrece y por otro se es privado
de lo que se ofrece. Ofrenda ritual a la divinidad, el sacrificio está caracterizado
por la destrucción (inmolación real o simbólica-holocausto) o abandono
voluntario de la cosa ofrecida. Los padres de la anoréxica describen sus vidas en
términos de sacrificio y la muchacha constata con lucidez y amargura que esa
supuesta inmolación responde, en realidad, a la inquietud, "estado del espíritu
que es absorbido por un objeto y que esta preocupación intranquiliza o perturba
hasta el sufrimiento moral."52 "Si mueren, es porque yo los habré agotado", dice
la joven, y sus sueños confirman sus anhelos de muerte con respecto a los
padres. Su muerte sería el [110] resultado de las inquietudes que ella provoca sin
tregua ni piedad (con una crueldad absoluta), pues no genera más que
inquietudes, nunca proyectos que la involucren como sujeto deseante. El
sacrificio es aquí la metáfora de lo que sus padres pagan al mundo para trabajar
y subsistir. El amor que creen darle es el precio imprescriptible del
desconocimiento, el fin del deseo. A ello, el niño responde, por un lado,
manteniéndose en el circuito: provoca inquietudes que consumen a los padres, y
los convierte en el blanco de una agresividad tan cruel como si fuera deliberada.
Por otro lado, dice a tiempo y a destiempo: "Lo que pido es otra cosa." La
crueldad de ese niño está a la altura de la crueldad materna, debida ésta a su
ignorancia de lo que es un mundo de vivos. La anoréxica reconoce la obligación
que le imponen tales "sacrificios" bajo la forma de una deuda que jamás podrá
satisfacer, y por la que permanecerá siempre como deudora en un contrato que
no es más que un engaño. Para salir de este callejón sin salida, intenta hacer
caer en falta a la otra parte, obligarlo a endosar la deuda. Así, al término de esta
50
EDMUND, LOWELI, “The Cults and the Legend of Oedipus”, Harvard Studies in Classical Philology,
1981, 85, 221-238.
51
YOURCENAR M., op.cit., p. 169.
52
Le Petit Robert.
81
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
prueba de fuerza, que se repite regularmente, ella o el otro (en particular si se
trata del médico) cederá anulando el contrato que los une.
Debido a la confusión entre los registros de lo Real, de lo Simbólico y de lo
Imaginario, la cura de la anoréxica debe sufrir la tan habitual indiferenciación
entre la necesidad, el deseo y la demanda. La anoréxica no cede ni un ápice en
su demanda, una demanda de deseo, mientras que la introducción de alimentos
en su estómago mediante un tubo a la que se ve obligada sólo tiene en cuenta la
necesidad. Ella dice no para que el deseo suceda. Sacrifica su cuerpo de
necesidad para que la vida del ser humano sea habitada por el orden simbólico.
Antígona, la inflexible, la intransigente, no cede ni un ápice en su determinación.
"Yo, desde hace mucho tiempo, ya no soy más que una muerta consagrada a los
muertos" (A, v.360). Destinada a ir en ayuda de los muertos, Antígona impone la
custodia y el respeto por el orden humano. "Autognotos" dice el coro: ella tiene
un total conocimiento de sí misma. Esa indomable se adelanta en forma muy
deliberada hacia un hueco, espacio en el que la muerte invade a la vida y la vida
a la muerte. Tal espacio es imaginariamente representado por la anoréxica que
encarna la indistinción muerto-vivo. "No estaré ni entre los humanos ni entre los
muertos ni con los vivos ni con los difuntos."
Antígona se sacrifica para que su hermano sea tratado como cualquier ser
humano, para que su nombre "esté", para que permanezca inscripto en la
memoria. No dejará que se produzca una ruptura en la cadena de palabras de la
que, al fin y al cabo, ella se erige como garante. Al honrar a su hermano
Polinices, aun cuando se trate de un criminal, también exige honrar a otro
criminal, ese otro hermano que es su padre, Edipo. ¿No puede [111] leerse, en
ese desplazamiento, su demanda de ordenamiento simbólico, de humanización,
allí donde Edipo se castigó con una castración real? La mutilación, en tanto que
pasaje al acto en lo real, era el síntoma de la locura engendrada por la exclusión
de lo simbólico. A través de su acto, Antígona pondrá fin a los efectos alienantes
del incesto. La anoréxica se sacrifica para darle a la vida todo su valor y
dignidad, dignidad que precisamente sus padres, que se niegan a decir, han
ridiculizado a través de sus sacrificios cotidianos. Una y otra se rebelan contra la
vida que les es ofrecida o impuesta. Una y otra declaran "no quiero esta vida". Ni
una ni otra se detendrá hasta que su deseo no sea reconocido, para lo cual
ponen en juego su cuerpo, yendo hasta el límite, en el que la muerte invade a la
vida.
Ambas, la anoréxica y Antígona, al sacrificar sus cuerpos, también
sacrifican al niño que podrían tener. ¿Se trata de un sacrificio o del rechazo a la
maternidad? Desafío lanzado a esa madre que, en un caso, rebaja todo su
parentesco al rango del animal (que no conoce el incesto), y en el otro caso,
reduce todo deseo al nivel de la necesidad. [112]
82
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
IV
SIMONE WEIL
2
PETREMENT S., La vie de Simone Weil, I, pp. 67 et 71.
3
CO., p. 154.
84
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Hace cerca de dos mil quinientos años, se escribieron en Grecia
muchos bellos poemas. Hoy casi nadie los lee, excepto la gente
que se especializa en ese tema, y, en verdad, es una pena. Pues
esos viejos poemas son tan humanos que están muy cerca de
nosotros y pueden interesar a cualquiera. Debieran incluso ser más
emocionantes para el común de los hombres, aquellos que saben
lo que significa luchar y sufrir, que para la gente que pasó su vida
entre las cuatro paredes de una biblioteca.4
4
SG, p. 57.
85
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Electra ha llevado una vida muy dura: "En aquel tiempo, una mujer jamás
podía vivir en otro lugar que no fuera en su casa..." Odiada por el
Simone Weil nació en París el 3 de febrero de 1909, tres años después que
su hermano André. Su padre, Bernard Weil, originario de Alsacia, es médico
clínico, pero, en la familia, el personaje fuerte es la madre, Selma Reinherz
(literalmente: corazón puro). Originaria de Rostov-sur-le Don, su familia había
emigrado de Rusia en 1882, con los primeros pogromos [117] (ella tenía para ese
entonces 12 años), para instalarse en Anvers, donde el padre vuelve a hacer
fortuna en el comercio, y finalmente se ve honrado por la "gran naturalización
belga".
Selma es la tercera de cuatro hijos: Julia, Félix, Selma y Jenny (otros dos
habían muerto siendo aún pequeños). Contrariamente a la familia Weil, los
Reinherz no mantuvieron ninguna práctica religiosa. Cultos, artistas, en especial
músicos, se consideran a sí mismos como "'judíos liberales". Adolphe, el padre,
es poeta y escribe versos en hebreo. La madre toca admirablemente el piano y
Selma canta muy bien. El más talentoso de la familia es, sin discusión, el varón,
Félix, quien estudia para convertirse en abogado y, sobre todo, en un virtuoso
violinista. Pero Félix morirá a los veinte años, víctima de la fiebre tifoidea. Este
fallecimiento adquirió las características de un duelo infranqueable: después de
5
Ibid., pp. 62.72.
86
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
su muerte todas las huellas materiales que le concernían fueron borradas, su
existencia misma ya no se mencionará más, y al no soportar continuar viviendo
en la ciudad en la que su recuerdo está demasiado presente, la familia Reinherz
emigra a París. Del lado Weil, el abuelo, Abraham, había tenido tres hijos (o tal
vez cuatro) de su primera esposa. Como lo indicaba la tradición, se casó en
segundas nupcias con la hermana de su mujer, con la que tuvo otros tres hijos:
Bernard, Oscar y un tercer varón que murió a la edad de 36 años. El abuelo
paterno muere antes del nacimiento de André, mientras que la abuela, Eugénie
Weil, vivirá hasta 1932. Muy consustanciada a la religión judía, formaba parte de
las mujeres que, según dicen ellas mismas, prefieren ver muerta a su nieta antes
que casada con un no judío. Mientras vivía en París, cuando iba de visita a la casa
de su hijo el doctor, nunca dejaba de verificar hasta en la cocina si su nuera
seguía correctamente las prescripciones de la Ley con respecto a los alimentos.
Sin embargo, Bernard Weil, se declaraba agnóstico. Médico competente y
abnegado, fue muy apreciado por sus pacientes, pero parece haber gozado de
una mayor consideración profesional que familiar.
Resulta entonces que, tanto en el caso de Bernard como en el de Selma,
por diferentes que hayan sido las respectivas familias, la historia personal de
cada uno antes de que se encuentren está marcada por el fallecimiento de un
hermano. Nada se nos dice acerca del hermano de Bernard, muerto a los 36
años. Lo mismo ocurre con Félix, hermano de Selma, con la excepción de que
poseía dones extraordinarios y de que el afecto que le tenían sus padres era de
tal magnitud que, para sobrevivir, tuvieron que exiliarse. Del lado de la familia
Reinherz, Adolphe, el abuelo, muere el mismo año en que nace André. Simone
será llamada Adolphine en su memoria. La abuela, Madame Reinherz, vivirá con
los Weil hasta 1929, año en que muere. [118]
Todos los que conocieron a Bernard y Selma concuerdan al decir que
conformaron una pareja extremadamente unida. Nada sobresale. Nada merece
ser mencionado. Pero difícilmente las diferencias de carácter pasan
desapercibidas. En su juventud, Selma había querido estudiar medicina, pero su
padre se lo había prohibido. Sin embargo, si tenemos en cuenta el comentario de
sus hijos, aprenderá los rudimentos del oficio gracias al contacto con su marido:
"La que nos cura es nuestra madre, es ella la que da los falsos diagnósticos." Sin
ninguna duda, Selma ofrece a su marido una inteligencia y una actitud abierta
hacia el mundo que él no conocía. Todos concuerdan en describirla como una
mujer generosa, abnegada, valiente, apasionada, incansable, dotada de un
espíritu práctico y organizador, pero también (al mismo tiempo y diferentemente)
como una persona autoritaria, que imponía sus gustos, en particular, en lo
relacionado al método naturista, ya sea en el aspecto de la vestimenta o de la
alimentación, y que sabía sacar partido, deliberadamente o no, de su sentido
práctico y de su capacidad para adueñarse del entorno. Como ocurre
habitualmente en las familias judías (y como había sucedido en su propia
familia), tiene una neta preferencia por los varones personificada en el genio de
hijo, y un cierto desprecio por las nenas y todas las marcas de la feminidad.
Según André Weil, Selma nunca le enseñó a Simone lo que la mayoría de las jó-
venes aprenden de la madre: cómo vestirse, cómo maquillarse un poco,
etcétera.6 En cuanto a Selma, ella misma reconoce: "Hago lo imposible para
alentar en Simone, no tanto los encantos de la chiquilla, sino la rectitud del
varón, incluso si con ello debía resultar brusca." ¡Simone la seguirá en ese
terreno más allá de todo lo esperado!
Los primeros pasos en la vida de Simone son más bien difíciles: nacida un
mes antes de término, no tiene ningún problema de salud hasta los seis meses,
6
WEIL A., “A scientist, discusses his sister with Malcom Maggendge”, The Listener, May 24, 1973,
673-679.
87
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
cuando su madre cae víctima de una crisis de apendicitis (¿?). No obstante
hallarse bajo tratamiento médico, madame Weil continúa amamantando a su
hija, pero ésta comienza a debilitarse. Bromeando, Simone dirá más tarde: "¡Por
eso estoy tan mal hecha!"
Ante la insistencia de su abuela materna, es destetada a los once meses,
pero enseguida se enferma gravemente: se habla de envenenamiento provocado
por el destete, luego de apendicitis (¿también ella?). Pasan cinco meses (de los
11 a los 16) en los que no engorda, no crece ni camina y se niega a comer aparte
de sus mamaderas que se resignan a llenar con alimentos sólidos. "Esta niña no
puede vivir", declara un médico. Y de hecho, hasta los 22 meses se preguntan si
será una niña normal.
A los tres años y medio se le declara una violenta crisis de apendicitis
mientras su padre se encuentra ausente y un error de diagnóstico efectuado por
otro médico vuelve a poner en peligro su vida. Este incidente marcará [119]
tanto a la familia como a Simone. En efecto, antes de llevarla a la sala de
operaciones, su madre, dispuesta a cualquier cosa con tal de calmarla, comete el
error (casi norma! para una madre en semejante situación) de decirle que le van
a mostrar un árbol de Navidad. Simone, seria y triste, le reprochará haberla
engañado: junto a la ausencia de su padre y el error del médico, descubre al
mismo tiempo que su madre puede mentirle. La convalecencia será larga y se
suman los médicos que se preguntan si podrá vivir mucho tiempo. ¿Por qué? La
historia dice que se consideraba que una niña tan pequeña, de apenas cuatro
años, y tan extraordinaria, no tiene lugar en la tierra. Esto se acerca a nuestras
observaciones clínicas a propósito de niños gravemente enfermos. Muy a
menudo, el entorno les atribuyen dones de tal magnitud, una inteligencia tal que,
a los ojos de los adultos, no podrían afrontar la dura realidad de la vida. Como
dice un sabio proverbio, ¡los que se van son siempre los mejores!
Algunos principios educativos de Madame Weil merecen ser subrayados,
tales como la prohibición a besar o dejarse besar por temor a los microbios, o
como el lavado de las manos, un ritual que, en su caso, se extiende mucho más
allá de la simple medida higiénica. Sin duda así se explica la "asquerosidad"
concebida por Simone y manifestada por un conjunto de rasgos fóbicos a partir
de esa época: fobia al tacto (tocar y ser tocada), fobia alimentaria. Además del
ritual de la limpieza, es de rigor la gimnasia matinal en familia. André Weil relata
cómo él y su hermana obedecían esos principios, al tiempo que se burlaban de
ellos. Retoma el ejemplo de una anécdota a menudo citada por los biógrafos,
según la cual, cuando viajaban en autobús y tenían los pies cubiertos sólo por
sandalias, interpelaban a los pasajeros vecinos y les decían que tenían frío
porque sus padres no les compraban medias. Agrega André que ese tipo de
calzado correspondía a la costumbre familiar.
En 1915, cuando Simone tiene seis años, su madre escribe: "Está
atravesando un período de irritabilidad y de caprichos que no alcanzo a
comprender, pues no hay nada en su estado físico que pueda explicarlo. Es
indomable, de una testarudez tal que me resulta imposible describírsela, y a la
que ni su padre ni yo logramos vencer. Nos hace frente con una seguridad y un
aplomo que por el momento nos resultan cómicos (a menudo, mi marido no
puede evitar estallar de la risa en medio de una escena de ese tipo), pero que si
se mantienen, terminarán por causarnos bastante fastidio."
Mientras disfruta de la alegría de ver a su hija librada del mal paso en el
plano físico, Madame Weil empieza a preocuparse por su formación intelectual.
Simone tendrá una escolaridad primaria y secundaria bastante irregular a causa
de la guerra (el doctor, su padre, es movilizado y Madame Weil decide seguirlo a
sus distintos destinos con toda la familia, a pesar de [120] que ello estaba
estrictamente prohibido), de su fragilidad física y de la actitud general de sus
88
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
padres con respecto al tema de su educación: no vacilan en hacerla eximir de
dibujo, gimnasia y canto, materias en las que lamentablemente fracasa, o incluso
en sacarla de la escuela ante el menor signo de cansancio, y que tome clases
particulares. Esta caótica escolaridad no da malos resultados, pero Simone
aparece como incomparablemente menos brillante que su hermano. Las
anécdotas que proporciona su biógrafa. Simone Pétrement, merecen ser
retomadas teniendo en cuenta la identificación de Simone con Antígona y su
admiración por Electra, dos personajes trágicos en los que la relación hermana-
hermano se da con particular fuerza. Esas anécdotas dan de la infancia de André
y de Simone la imagen de una pareja muy unida, alegre, traviesa, interesada por
todo. André, que le llevaba dos años y 11 meses, desempeña el papel de maes-
tro, protector e iniciador. Ya desde la cuna Simone escuchaba las historias de los
griegos y de los romanos que le contaban a André y un día se la escucha
preguntar: "¿Los romanos existen? ¡Les tengo tanto miedo a los romanos!" Más
tarde, ese temor se convertirá literalmente ¡en odio! "Simone sigue a André por
todas partes, escribe Madame Weil cuando su hija tiene cuatro años, y ejercen
una excelente influencia el uno sobre el otro... ella, que de la mañana a la noche
está con él, se vuelve más vivaz, más alegre, más emprendedora." 7 Ese mismo
año. André aprovecha el recorrido en tranvía hacia el colegio para enseñarle
astronomía a su hermana. Según los biógrafos, Madame Weil atraviesa por
entonces un período depresivo al que, más tarde, ella atribuirá a una
premonición de la guerra. Los lazos de la pareja hermana-hermano pudieron
sellarse por esa suerte de ausencia materna.
A veces, sus "bribonadas" horrorizan a los padres. Por ejemplo, en
vacaciones, van de la mano a tocar el timbre de las quintas vecinas, diciéndoles
a los que les abren la puerta: "¡Nos morimos de hambre! Nuestros padres nos
dejan morirnos de hambre." Sin haber conocido el hambre, ya conocen su peso
en el llamado a los demás. Inconformismo y fuerza de carácter son dos de los
rasgos dominantes comunes a ambos hermanos. Llegado el caso, son capaces de
llorar a voluntad, y no vacilan en utilizar esta arma para vencer a su madre.
"El genio y la belleza", exclama una señora al verlos. Cuando Simone
empieza a leer, André decide enseñarle a escondidas, y para Año Nuevo, la niña
pudo darle la sorpresa a su padre de leer el diario. Cyrano de Bergerac,
Déroulède, las poesías patrióticas, Corneille y Racine, las imprecaciones de
Camila contra Roma, para Simone, las ecuaciones de primero y segundo grado,
para André: todo ello crea a su alrededor un universo del que los demás niños de
su misma edad se sienten completamente excluidos. [121]
A los trece años, Simone asiste momentáneamente al liceo Fénelon. Según
parece, sufre una grave depresión, "una desesperación sin fondo". Anhela
seriamente morirse. Más tarde describirá la resolución de esa crisis de la
siguiente manera:
7
PETREMENT S., I, op. cit., p. 24.
8
AdD, pp.38-39.
89
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Para Madame Weil, es posible que Simone haya sentido cierto "complejo
de inferioridad" frente a la inteligencia y los logros de su hermano, que fue
aceptado en el concurso de la Escuela Normal en la sección Ciencia a los 16 años
(a los 19 años se recibiría como profesor de matemáticas con las mejores notas).
"En comparación con él se sentía muy tonta." ¿Es en esa época que Simone toma
la enérgica decisión de hacer algo con su vida, ella, que lo que más temía desde
su infancia era faltar a su muerte?
Por otra parte, conocemos la carrera internacional de André Weil en la
investigación en matemáticas. Su participación en el seno del equipo Bourbaki, si
bien no es conocida de un modo preciso, en todo caso manifiesta su interés y su
dedicación por lo colectivo. El principio de anonimato adoptado por los miembros
de ese grupo no puede dejar de emparentarse con el ascetismo de su hermana.
La pasión que lo animó en la investigación, así como su certeza de estar en el
sendero que más le convenía, dan cuenta de su concepción del deber y explican,
en consecuencia, sus dificultades en el ámbito militar. En efecto, al estimar que
el deber es materia individual, André Weil pensaba que el suyo consistía en
ocuparse de las matemáticas y no de la guerra. En agosto de 1939, mientras se
encontraba en misión en Finlandia, decide quedarse. Pero allí cae bajo sospecha,
creen que se trata de un espía, lo detienen a fines de noviembre y finalmente es
repatriado. Apenas llega a Francia se lo acusa de rebeldía y lo encarcelan.
Simone expresa, entonces, su pesar ante la imposibilidad de tomar el lugar de su
hermano en prisión. La seguridad que éste manifiesta (ahora y en toda su
carrera) emana, sin duda, de la convicción propia de un genio, pero también del
amor incondicional que le consagraron sus padres, su madre en especial. Si bien
es cierto que no nos es posible sostener otras hipótesis al respecto, y está fuera
de nuestro propósito hacerlo, los testimonios de las personas cercanas a la
familia dan todos cuenta de la devoción que [122] rodeaba a André, como a todo
hijo varón en toda familia judía, pero también en la medida en que reemplazaba
para su madre a un hermano mayor, extremadamente dotado y muerto a la edad
de 20 años. Desde que nace, su abuelo materno lo ha llamado "el niño", como si
no hubiera más que un niño en el mundo.
9
DUJARDIN Ph., Simone Weil: idéologie et politique, Saint-Martin-d´Hères, París, PUG/Maspéro,
1975.
90
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
10
P-VS, pp. 16-20.
*
Clase en la que se prepara el ingreso de los alumnos a la Escuela Normal Superior. El
término tiene un sentido irónico, pues cagne significa simplemente haragán.
11
CSW, 1982, V n°1.
12
PETREMENT S., I, op. cit. p. 119.
**
L'Humanité: Periódico del Partido Comunista Francés. Fundado por J. Jaurés,
inicialmente fue el órgano del Partido Socialista hasta 1920.
91
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Con un tono cortante que en la actualidad hay sólo una cosa que
cuenta sobre la tierra: la Revolución que dará de comer a todos.
De un modo no menos concluyente repliqué que el problema no
consistía en hacer la felicidad de los hombres, sino en encontrar un
sentido a su existencia. Me miró de arriba abajo: "Se ve que usted
jamás tuvo hambre", me dijo. Nuestras relaciones se detuvieron en
ese punto.13 [124]
13
BEAUVOIR S. DE, Mémoires d´une jeune fille rangée, París, Gallimard, 1958, pp. 236-237.
Recordemos la amarga comprobación de Simone de Beauvoir al fin de su vida: "He sido
***
estafada".
92
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Clímene, con el tiempo quiero ver en tus encantos
brotar de día en día, despuntar el don de las lágrimas.
Tu belleza aún no es más que una armadura de orgullo;
los días posteriores a los días harán cenizas de ella;
24
PETREMENT S., I, op. cit. p. 201.
25
CO, p. 8
26
ROLLAND R., La vie de Tolstoï, París, Hachette, 1917, p. 78.
27
PETREMENT S., I, op. cit. p. 207
28
PETREMENT S., I, op. cit. p. 210.
97
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
ser chocante: ir al café con los obreros, darle la mano a los desocupados al salir
del liceo, ello no forma parte de la vida de una joven catedrática en filosofía.
(¡Tampoco formaba parte de la vida de una emperatriz el modo en que le
gustaba conducirse a Sissi!) "Los acontecimientos de Le Puy" ilustran a la
perfección la manera en que Simone sobresale, provocando a los demás, a los
representantes del orden y, como obvia respuesta, la de las autoridades
conformistas, profundamente irritadas, que intentan violentamente hacerla
callar, aislarla, excluirla.
Veamos más en detalle esos "acontecimientos", provocados por la pre-
sencia de Simone en una delegación de desocupados que debía presentar una
lista de reivindicaciones al intendente y luego al concejo municipal. ¡En la prensa
se eleva un verdadero clamor de indignación! ¿Cómo puede ser que un
funcionario bien pago, contratado por el Estado, filósofo, de extracción burguesa,
se comprometa de ese modo, burle la confianza de la que es depositaria,
contribuya al descontento de los pobres diablos que están hartos de su miseria?
La capacidad de petición debe estar reservada a los obreros y no "a esos
intelectuales 'arribistas' y que brotan con la miseria de este pobre mundo como
hongos en el humus."29 El asunto llega al rectorado, al que se le solicita su
traslado, pero sus alumnas, indignadas, redactan una solicitud para que continúe
en Le Puy y que firman unánimemente los padres, quienes aprecian la entrega
de "la Simone". Sin embargo, el movimiento de los desocupados prosigue y
nuevamente se estudia la posibilidad de aplicarle sanciones administrativas.
"Siempre consideré la expulsión como la coronación de mi carrera", declaró al
final de una entrevista con el rector, de quien dirá más tarde: "No puedo tenerle
rencor, [132] se parece a Jouvet en Knock!"* Se solicita un informe de la policía,
intentan hacer que las alumnas atestigüen en su contra y le piden a su ayudante
que registre sus pertenencias con la esperanza de encontrar una carta del
partido. Un colega declara: "Nunca comprendí la historia de Juana de Arco. Ahora
la comprendo." "¿Una catedrática es una ciudadana?", escribe la presidenta de la
Liga francesa por el derecho de las mujeres en la Obra. Alain, dispuesto a
defender a su antigua alumna, aun cuando no la apruebe completamente,
exclama: "Sólo ella puede llegar a provocar una huelga de desocupados." Simone
simula ver sólo el lado cómico del asunto, pero endurece su posición y redacta
comunicados para el comité de desocupados. Le dedica a ellos más tiempo que a
sus artículos de filosofía, pero se asombra si alguien reconoce allí su estilo. La
indignación aumenta: "Parece que el Anticristo está en Le Puy. Es una mujer.
Está vestida de hombre." Le Charivari publica una nota: "Seamos lógicos: Nos
preguntan qué puede hacer la judía Señorita Weill [sic], profesora de filosofía, en
el liceo de señoritas de Le Puy, a la cabeza de las manifestaciones de deso-
cupados de esa ciudad. Es muy simple, la Señorita Weill [sic] es una militante de
Moscú".
El asunto no queda ahí: en febrero, el Memorial da cuenta de otra
manifestación:
99
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Ese dolor es de tal magnitud que sus esfuerzos en todo aquello que requie-
ra atención y trabajo intelectual están tan desprovistos de esperanza como los de
un "condenado a muerte que debe ser ejecutado al día siguiente". Las jaquecas
la harán sufrir hasta el final de su vida, con particular intensidad entre 1930 y
1940. Su padre, quien también sufrió jaquecas, aunque en un grado bastante
menor, la lleva a varios médicos, entre los cuales se encontraba Clovis Vincent.
Ninguna de las diversas causas mencionadas (sinusitis larvada, tumor cerebral)
podrá confirmarse nunca. Ningún tratamiento la alivia. Cuando las crisis
aparecen, puede pasarse cinco o seis días sin comer, pues el simple hecho de
masticar la hace vomitar: pero no deja por ello de atender su trabajo de maestra
o de obrera, de conferencista o de escritura, hasta el límite extremo de sus
fuerzas. Cada vez que atraviesa un período de dolores de cabeza, se pregunta si
morir no será para ella el más imperioso de sus deberes. Para aislar el riesgo de
sucumbir ante el arrebato de una depresión descabellada, decide no tomar
semejante resolución (salvo en circunstancias excepcionales) sino con un plazo
de seis meses o un año. En cuanto los dolores de cabeza comienzan a disminuir,
Simone se abalanza a la vida con ardor y, cada vez que su estado se agrava, ocu-
rre nuevamente:
La haraganería, la peor entre todas las tentaciones, ¡no pareció nunca figu-
rar entre sus defectos!
En Auxerre, a donde a Simone se la destina en 1932, se reproduce la
misma trama que en Le Puy: Madame Weil está todavía más inquieta en la
medida en que su hija, esta vez, vive sola. La ve morirse de hambre, pues
Simone consagra muy poco tiempo y aun menos dinero en alimentarse. Llega
incluso a darle dinero al dueño de un restaurante para que le prepare a su hija
30
PETREMENT S., I, op. cit. p. 81.
100
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
determinados platos, pero según los testimonios, aquél se habría olvidado o
habría renunciado a influir en su cliente.
Cierta incapacidad para alimentarse convenientemente impresiona más a
Baldacci, un maestro militante, que sus capacidades de análisis político: "Qué
quiere, dice, es una pequeña que no come ni duerme y que ahí está, así, con su
cabellos que cuelgan y su dolor de cabeza, fumando sin parar..." Jean-Marie, un
minero, señala: "No podía vivir. Era demasiado culta y no comía."31
En Roanne, otro destino, misma trama: Madame Weil, que busca por todos
los medios paliar la insuficiencia material en la que Simone se obstina en vivir,
recibe una carta conminatoria: "Te prohibo que me compres, lo que sea sin mi
permiso. Caso contrario, no comeré durante quince días o haré algo por el estilo.
Al leer estas líneas, debes suponer que te sujeto los hombros contra la pared y te
miro fijamente con ojos llameantes."32 El tono de esta carta, que bien puede
evocar una graciosa autoburla, caracteriza muy bien la intransigencia de la
anoréxica frente a los signos de solicitud materna. ¿"Chantaje alimentario",
habitual en las familias de anoréxicas? No hay nada que nos permita afirmarlo.
Sin embargo, numerosos ejemplos del que, en efecto, ejerce sobre sus padres,
con o sin humor, aparecen en su biografía. Así, en 1940, en el transcurso de una
cena familiar, Simone le pregunta a su padre qué haría en el caso de que un
paracaidista alemán cayera en la terraza. "Entregarlo a la policía", responde.
Simone declara que no puede seguir cenando con alguien que tiene semejantes
intenciones. "En un principio creí que bromeaba, pero parecía hablar seriamente
y de hecho no comió más. Su padre, para que continuara cenando, le prometió
finalmente que no entregaría al joven paracaidista si se presentaba el caso."33
¡Por ese entonces ella tiene 30 años!
Duperray la describe escuchando a un minero, ex disciplinario, que había
sufrido una condena a "trabajos públicos" por deserción: "Era una llamada
viviente..." Inmóvil, trémula, tensa. Quería saber cómo la experiencia del
sufrimiento había marcado a ese ser, cómo había hecho para atravesarla y qué
había obtenido de ella (...) "Adelantaba la cabeza, cada vez más, como si
estuviera recibiendo un mensaje."34 Semejante actitud de escucha fascina a
algunos. Ronsac traza un retrato muy parecido: "Haciendo [136] preguntas
acerca de la suerte de los prisioneros, tirando sus cabellos hacia atrás en una
actitud de sufrimiento..." Nos contó hasta qué punto se sintió halagado de que
una intelectual lo escuchara de esa manera, a él, cuyos orígenes lo situaban en
una clase distinta.35 Las personas sencillas suelen sentirse sorprendidas,
desconfían y luego, en efecto, pueden experimentar ese sentimiento de
jerarquización. Por el contrario, otros están lejos de ser inmediatamente
seducidos, como Raymond Aron, quien encuentra insoportable su imposibilidad
de mantener una verdadera discusión. ¿Cuál es, entonces, el mensaje que busca
en sus interlocutores, obreros, campesinos, sindicalistas, militantes, cristianos?
Ella pregunta incansablemente, ella "vacía", según la expresión de Bercher y
Thibon.
Semejante régimen de privación alimentaria y material, de actividades
ininterrumpidas, que rozaba con el activismo, a pesar de los dolores de cabeza,
semejante desdén por cualquier atractivo físico, no podían dejar de tener ciertos
efectos espectaculares en su apariencia. Georges Bataille, en la época en que
aparece Enracinement, traza un retrato suyo en el que subraya hasta qué punto
su físico está modelado por su carácter:
31
PETREMENT S., I, op. cit. p. 411.
32
PETREMENT S., I, op. cit. p. 378.
33
PETREMENT S., I, op. cit. p. 270.
34
Les lettres nouvelles, abril-mayo de 1964.
35
RONSAC C., Trois noms pour une vie, París, Laffont, 1988.
101
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
43
PETREMENT S., II, op. cit. p. 367.
44
PERRIN J.-M., THIBON G., Simone Weil telle que nous l´avons connue, París, Éd. De Vieux
Colombier, 1952, p. 128.
45
PeG., p. 11.
46
PERRIN J.-M., THIBON G., OP. CIT. PP. 131-132.
47
PETREMENT S., II, op. cit. p. 305.
105
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
interrogaba sobre mí mismo y terminaba por preguntarme si no
era un traidor a fuerza de ser un imbécil.
¿Un imbécil? Sin duda ella no piensa así, si nos dejamos llevar por los
comentarios que hace del padre Bruchberger y, sobre todo, por esta fórmula: "La
indiferencia a la muerte es prefigurada por la que impone la indiferencia al rezo."
Tales discusiones habrían dejado en el Padre el recuerdo de una "pesada de la
que hay que escapar cueste lo que cueste", si no le hubiesen impactado dos
elementos que se contradecían con esa vehemencia: su infantil docilidad y su
veneración cuando tocaban el nudo del cristianismo, la clara evidencia que
percibe en lo que para otros resulta Misterio (la encarnación de la Palabra en el
tiempo, la trinidad de las personas en la única naturaleza divina, la resurrección,
la vida eterna, la gracia) y su devoción por la eucaristía. Reconoce, al sentirse
impactado por sus adoraciones cotidianas, siempre muy prolongadas frente al
sagrario: "En ese momento ya no era irritante. Vivía plenamente junto a una
presencia invisible que la alimentaba y la devoraba a la vez."48
En ese convento, Simone da una serie de charlas en las que retoma los
más bellos escritos no cristianos acerca del amor de Dios. Para ese entonces, su
proyecto consiste en mostrar el reconocimiento de Dios y del hombre en los
textos griegos. Una vez más, el tema del amor fraternal en Electra y Antígona,
verdadero leitmotiv a lo largo de su vida, servirá de fundamento para su
demostración. La resonancia mística subrayada en los versos que relatan el
reconocimiento de Electra y Orestes le parece todavía más evidente en Sófocles.
Lo mismo ocurre en los cuentos folklóricos, en los que con frecuencia "se cree
tener frente a sí a un extranjero y, en realidad" [142] —agrega ahora— "se trata
del ser más amado."49 De hecho, Sófocles sería mucho más cristiano que
cualquier otro poeta trágico de los últimos veinte siglos y Antígona podría servir
para ilustrar la frase: "Más vale obedecer a Dios que a los hombres." El famoso
pasaje en el que Antígona y Creonte se enfrentan —cuando Antígona declara:
"No es para compartir el odio sino el amor que he nacido", y Creonte replica:
"Desciende, entonces, puesto que, si necesitas amar, ama a quienes están
abajo"— demuestra que este mundo no autoriza el amor: "Sólo a los muertos
podemos amar, es decir a las almas, en la medida que pertenecen, a causa de su
destino, al otro mundo."
Para Simone. Antígona "se entrega voluntariamente a la muerte para
preservar a un hermano culpable de un destino desdichado en el otro mundo. En
el momento en que la inminente muerte se aproxima, la naturaleza en ella falla y
se siente abandonada por los hombres y los dioses. Perece por haber sido
insensata por amor". La maldición que surge del pecado es transmitida de
generación en generación hasta que un ser puro la detiene. En la tragedia griega
no hay fatalidad, sino "una concepción de la maldición que, una vez producida
por un crimen, es transmitida por los hombres, unos a otros, y no puede ser
destruida más que por el sufrimiento de una víctima que obedece a Dios".
En Estados Unidos, hacia donde acepta viajar con sus padres, pero "bajo
ciertas condiciones" y con la intención de volver a Europa para participar en los
combates, las restricciones son menos severas. Pero si en Francia no comía para
48
PERRIN J.-M., THIBON G., op. cit., pp. 131-132.
49
CSW, 1979, II, 4, 179-181.
106
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
no privar a los demás, en Estados Unidos no come para no tener más que los que
se quedaron en Francia. ¿Deseo de mortificación? Nadie, ninguna orden religiosa
se encuentra allí para fijarle las reglas de abstinencia cumplidas en otros tiempos
y en otros lugares por Catalina de Siena o Teresa de Lisieux.
Desesperadamente, Simone intentará reproducir el argumento que la hace
vivir: agotarse, comprometerse corporalmente allí donde hay peligro. En Londres,
a donde llega gracias a la ayuda de amigos, en especial de Maurice Schumann,
no logra convencer a las autoridades francesas para que la dejen llevar a cabo el
"loco" proyecto que la obsesiona: organizar una formación de enfermeras de
primera línea, para lo que se requiere una total abnegación de algunas mujeres
voluntarias (condenadas, junto a los [143] combatientes, a la muerte). Para
André-A. Devaux, éste se inscribe entre los "actos de locura" (tales como las
bodas de san Francisco con la Pobreza) a los que Simone juzga necesarios para
conseguir la verdadera curación de este enfermo mundo de hoy. "El proyecto
apuntaba nada menos que a oponer una mística de la calidad a la mística de la
crueldad de la guerra y del fanatismo idólatra."50
Morirá a causa de ese fracaso. Comparándose "con una piedra estéril en la
que la semilla no puede germinar", hasta último momento lucha contra los
hombres que tienen a su cargo las responsabilidades políticas y, más tarde,
contra los médicos." Antígona, como siempre", escribe a sus padres cuando llega
a Londres. Admitida únicamente para trabajaren las oficinas del Comité de la
Francia Libre, a pesar de todos sus esfuerzos no podrá regresar a Francia para
estar en el corazón de los combates. Hasta ese entonces iba a la casa de sus
padres para restablecerse. Pero esta vez, hará lo imposible para que ignoren su
decadencia física.
Según algunos testimonios de la época, luego de haber leído su proyecto
sobre la formación de enfermeras, el general de Gaulle exclamó: "¡Pero es una
loca!" Un juicio tan lapidario de parte de una autoridad tal acaso no la habría
indignado, sino que más bien la habría confortado en su reivindicación de ser. En
ocasión de describirles a sus padres algunas recetas inglesas para hacer un tipo
de postre llamado "fruit fools", pasa a hablar (asociando como en una sesión de
análisis) de los locos de Shakespeare. Los fruit fools "mienten al hacer creer que
son frutas, mientras que en Shakespeare, los locos son los únicos personajes que
dicen la verdad". Lo trágico en ellos consiste en lo siguiente:
Continúa diciendo:
50
CSW, 1987.
107
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
que provoca la mía tienen por finalidad [144] evitar la pregunta:
"¿Dice la verdad o no?" Mi reputación de inteligente es el
equivalente práctico de locos de esos locos. ¡Cuánto más me
gustaría tener esa etiqueta!51
55
PsO, pp. 44-45.
56
AdD, p. 208.
57
PETREMENT S., II, op. cit. p. 13.
58
CIII, pp. 35-36.
59
LACAN J., La relation d´objet, 22 de mayo de 1957, seminario inédito.
109
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Una desgracia de la vida humana es que no se puede mirar y
comer a la vez. Los niños sienten esa desgracia. Lo que se come se
destruye. Lo que no se come, no es posible de captar en su
realidad plenamente. En el mundo sobrenatural, el alma "por
medio de la contemplación, come la verdad". "Ese todo, por medio
del renunciamiento cómelo."60
60
CIII, p. 87.
61
CIII, pp. 246-247.
62
CIII, pp. 92-93.
63
LACAN J., Le Séminaire, livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, París,
Seuil, 1973, p. 194.
64
PEP, p. 278.
110
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
utilizar por su inteligencia, como ésta lo quiera, en un movimiento de obediencia
"sin reservas con respecto a lo que le parece ser la luz de la verdad". Hacerse
transparente a la verdad obliga a "su pluma a seguir las exhortaciones de un
«dictado» interior". Al enunciar "ello habla". Nietzsche, quien se consideraba un
místico, ¿no apuntaba a un más allá que emergería de la palabra? Para el psico-
analista, lo que se dice es la verdad cuando "ello habla", verdad del sujeto más
allá del yo enunciador. A través de su síntoma, que parece amordazarla, la joven
anoréxica pide una respuesta a su pregunta. A ella, como a Simone Weil, esa
pasión por la verdad, por su verdad, la guía en una búsqueda sin fin en los límites
de la muerte.
"Cualquiera que ame está loco." Para quien sepa escucharlo, el loco dice la
verdad, y ella, Simone, reivindica la analogía entre ella y el loco, y ello a pesar de
su inteligencia. A lo largo de toda su obra, Simone celebra el poder del amor. De
los textos de Freud retiene la simbiosis madre-hijo en la gestación, a la que todo
ser humano anhelaría volver, concretando el mito platónico. También retiene una
segunda analogía, la comida es quien dominaría los sentimientos afectuosos: "El
cuerpo incorpora lo que ama destruyéndolo." Al mamar, el niño en el seno de su
madre se refugia completamente junto a su seno... al tiempo que intenta entrar
en el cuerpo materno, e inversamente incorpora la sustancia de su madre, que
succiona y, [148] a veces, muerde. Canibalismo. Comunión, "ésta es mi carne,
ésto es mi sangre".
"De este modo, durante la gestación, nos incorporamos al ser amado."
Ahora bien, por medio de la comida incorporamos el ser amado. Al negarse a
alimentarse más allá de las necesidades vitales, ella se niega a destruir el objeto
de amor. Amar significa desear incorporar. Desear incorporar significa destruir.
¿Una de las finalidades de la anoréxica sería, por lo tanto, la de proteger el
objeto de amor? ¿Protegerlo de qué? ¿De una agresividad devoradora o
exterminadora? Efectivamente, las metáforas alimenticias forman parte del
lenguaje oral tanto de cierto psicoanálisis como de la mística. Privaciones
voluntarias, ascesis o privaciones de orden patológico imputables a "un desorden
de la voluntad", por medio de esas distintas manifestaciones la anoréxica se
niega a incorporar lo que le ha sido dado con demasiado amor, un amor que, al
no preocuparse más que del buen funcionamiento de su cuerpo, nunca daba
respuesta a su pedido de ser. Ella, entonces, se ensaña en destruir ese cuerpo,
ese objeto de cuidados privilegiados a expensas de su ser.
65
WEIL A., art. Cit.
111
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
66
odio hacia sí misma. El tono de la carta que dirige al Ministro de Instrucción
Pública, en octubre de 1940 deja entrever, bajo el velo de la ironía, la amargura,
la tristeza y la indignación. En licencia por razones de salud desde 1938, solicita
un nuevo destino como maestra y al no recibir ninguna respuesta, escribe para
saber la razón de ese silencio, que ella relaciona con el "estatuto [149] de los
judíos" publicado el 3 de octubre de 1940. "Ignoro la definición de la palabra
judío: ese tema nunca estuvo en el programa de mis estudios. El texto, es cierto,
dice: se considera judío a todo aquel que tenga tres abuelos judíos; pero esa
aclaración no hace más que trasladar la dificultad dos generaciones más
arriba."67 ¿La palabra "judío" designa una religión? ¿Una raza? En uno u otro caso,
ella desafía al que le aplique ese epíteto retomando la historia de su familia
durante las últimas tres generaciones, su falta de educación en esa religión y la
confusión de las teorías racistas.
Como no obtiene respuesta, en octubre de 1941 envía una segunda carta,
esta vez a Xavier Vallat, Comisario en cuestiones judías, a quien conoce por
haber cenado varias veces en su casa. 68 Simone retoma los mismos argumentos:
nunca entró en una sinagoga, no fue educada dentro de la religión, no siente ni
atracción ni apego por la tradición judía en la medida en que fue alimentada por
una tradición helénica, cristiana y francesa. A continuación, habla extensamente
sobre consideraciones más amplias acerca del estatuto de los judíos. Por
ejemplo, ¿cómo un profesor de matemáticas podría dañar a los niños que
aprenden geometría por el solo hecho de que tres de sus abuelos iban a la
sinagoga? ¡Es absurdo! ¿Valentía o inconsciente ironía? Siguiendo su costumbre,
enfrenta a la autoridad sin vergüenza, pero aquí alcanza el colmo de la
ambigüedad, pues si critica el estatuto de los judíos lo hace, según parece, por
una de sus aplicaciones y no por el conjunto de medidas que implica, y, sobre
todo, por una causa muy personal: ella, Simone, no puede ser asimilada a los
judíos, puesto que es extranjera a la tradición hebraica. En tales condiciones,
resulta comprensible que a los términos lisonjeros empleados por algunos de sus
admiradores, otros opongan violentos reproches y un aura de recelo alrededor de
su acción, de su pensamiento y de su persona.
En 1943, en Londres, Simone es la encargada de comentar un informe
dirigido a la Francia Libre por un grupo de la resistencia francesa, la Organización
civil y militar, muy conocido por sus posiciones antisemitas. Se trata de las
"Bases de un estatuto de las minoridades francesas no cristianas y de origen
extranjero". De hecho, ese proyecto concierne sobre todo a los judíos. Al
considerar sus autores que éstos constituyen una minoría distinguible,
preconizan ciertas medidas para evitar que estén demasiado presentes en la
administración o en ciertas funciones importantes. Simone subraya la intención y
la justifica en estos términos: "No se trata de saber si la minoría judía posee tal o
cual carácter, sino de saber si existe, teniendo en cuenta la idea de que esa
minoría posee como vínculo una cierta mentalidad que responde a la ausencia de
herencia cristiana." (Notemos aquí que, contrariamente a uno de sus argumentos
críticos acerca del Estatuto de los judíos, ahora se refiere ¡a una herencia de
religión!) "La existencia [150] de una minoridad tal no constituye un bien; por lo
tanto, el objetivo debe ser el de provocar su desaparición, y todo modus vivendi
debe ser una transición hacia ese objetivo." Debido a que el reconocimiento
oficial de la existencia de esa minoridad corría el peligro de materializarla,
Simone recomienda algunas medidas que permitirían fundirla poco a poco en el
conjunto de la nación, en particular gracias a los casamientos mixtos y a una
66
GINIEWSKI P., Simone Weil oy la haine de soi, París, Berg International, 1978.
67
PETREMENT S., II, op. cit. pp. 289-291.
68
VAUDOYER, M., CSW, 1981, IV; n°3, p. 183.
112
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
formación cristiana para las nuevas generaciones judías.69 Es claro que ella no
piensa en la solución final, pero no podemos omitir reubicar ese proyecto en el
contexto de la época.
Antes de la aparición del estatuto de los judíos, en diciembre de 1940, el
cardenal Gerlier protesta ante el ministro del Interior por la situación de los judíos
extranjeros en el campo de Gurs. Se sabe que el primer tren de judíos que han
sido detenidos en París con destino a Auschwitz parte el 20 de agosto de 1941.
Ese mismo año, se difunde el texto de una conferencia pronunciada en Nueva
York por Jacques Maritain: "A través el desastre", que llega a Francia por
intermedio de la embajada de Estados Unidos en Suiza, y que representa una
suerte de número cero para los Cahiers, que serán publicados por Témoignage
chrétien a partir de diciembre de 1941 hasta la Liberación. Uno de los textos más
elocuentes de esa serie está firmado por el padre Fressard: "Francia, cuídate de
perder tu alma."70 Durante el invierno de 1941-1942, Simone Weil aparece
vinculada con esa red de la resistencia y participa en la difusión de sus
documentos, en particular de los números llamados "Los racistas descritos por
ellos mismos", de febrero-marzo de 1942 y "Antisemitas", de abril-mayo de 1942,
textos que impugnan de un modo virulento el antisemitismo y el racismo. Desde
el 21 de diciembre de 1941 hasta el día de la Ascensión, en mayo de 1942, fecha
de su partida hacia Estados Unidos, Simone hará de "correo" para la red.71
En la zona no ocupada, las razzias comienzan el 2 de agosto de 1942 y el
17 de agosto, el rabino Kaplan expone la situación al cardenal Gerlier: "No se
trata, como decía el rumor, de un reagrupamiento étnico en Polonia." Los judíos,
en realidad, son enviados a Alemania para su exterminio.72 El primer campo de
exterminación sistemática fue instalado en Chalmo en diciembre de 1941 y, a
partir del verano de 1942, llegan al Congreso Mundial Judío informes acerca de
un exterminio mundial a gran escala. "¿Quién sabía qué?" 73 Que el secreto les era
necesario a los nazis para concretar con éxito su programa y que hayan logrado
mantener la sospecha, aún en la actualidad, en 1988, acerca de la autenticidad
de los hechos, es algo indiscutible. Que la transmisión de las informaciones se
complicó debido a los ocupantes puede dar cuenta del estado de ignorancia o de
incredulidad con respecto a estos hechos, para decirlo con propiedad, [151]
"inconcebibles" en el que se encontraba un buen porcentaje de los franceses.
Pero en Inglaterra, en julio de 1942, el cardenal Hinsley, arzobispo de
Westminster habla en la BBC para "decir la verdad": 700.000 judíos han sido
masacrados en Polonia desde el inicio de la guerra. Finalmente, el 17 de
diciembre de 1942, Anthony Eden, secretario del Foreign Office, lee a los
Comunes una declaración en nombre de los once gobiernos aliados, entre los que
se cuenta el Comité de la Francia Libre: "Los gobiernos arriba citados y el Comité
Nacional Francés condenan de la manera más enérgica esta política bestial de
exterminación consumada a sangre fría."74
Parece difícil admitir que Simone Weil, quien trabajaba para el Comité de
la Francia Libre, no haya estado al corriente de esa declaración. Algunos
comentaristas se lo reprochan con violencia. Otros intentan ocultar esta parte de
su historia. Para nosotros, la pregunta subsiste. ¿Cómo comprenderla? En el
marco de este ensayo no podemos retomar un estudio crítico de sus escritos y de
69
PETREMENT S., II, op. cit. pp. 477-478.
70
LUBAC H. DE., Résistance chrétienne à l´antisémitisme, souvenirs 1940-1944, París, Fayard, 1988.
71
CSW, 1979, II, n°4, entrevista de M. L. Blum-David con Wladimir Rabi.
72
LUBAC H. DE., op. Cit. P. 162.
73
BEDARRIDA R., (Les armes de l´esprit, Témoignage chétien 1941-1944), París, Éditions Ouvrières,
1977; et COURTOIS S., RAYSKI A., Qui savait quoi? L´extermination des juifs, 1941-1945, París, la
Découverte, 1987.
74
“Keesing´s Contemporary Archives”, 1940-1945, pp. 5681, 5506, 5601, citado por NOBECOURT J.,
Le vicaire et l´histoire, París, Seuil, 1964, p. 222.
113
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
75
sus tesis: el apasionante libro de Paul Giniewski, los escritos más reconocidos de
Wladimir Rabi,76 dan cuenta de ello de un modo muy articulado. Sin embargo,
incorporaremos al debate este fragmento de una carta a Jean Wahl en la que
responde a lo que éste le había referido sobre la opinión de algunos franceses
refugiados en Norteamérica que la consideran como una simpatizante de Vichy:
Por otra parte, su opinión con respecto a los franceses en el exilio estará
marcada por la ternura y Simone reivindica la responsabilidad de toda la nación
en el desastre y la traición del armisticio. De hecho, en la primavera de 1938 le
había escrito a Jean Pasternak que a Francia le quedaban dos posibilidades: una,
la guerra con Alemania a causa de Checoslovaquia; otra, un golpe de estado
antidemocrático, apoyado por Daladier y el ejército, con una violenta explosión
de antisemitismo, cuyos indicios ya aparecían por todas partes. Ella prefiere esta
segunda eventualidad, por considerla menos sangrienta para el conjunto de la
juventud francesa.78
En aquella época, no es posible que Simone ignore el antisemitismo,
amenazadoramente creciente en Francia antes de la guerra, ni las persecuciones
de las que son víctimas los judíos de manera sistemática a partir del
advenimiento de Hitler. Su participación en los movimientos de resistencia [152]
son una prueba de su deseo de defender a los vencidos, a los oprimidos, de
ubicarse junto a ellos, pero no se puede negar que, para ella, el oprimido siempre
es el otro: el obrero, esclavo o anarquista, el extranjero, los anamitas del campo
de Mazargues, los refugiados del campo de Vernet y, por supuesto, los negros (si
se hubiese quedado en Norteamérica, se habría convertido en una negra, dice
Bercher, no sin humor), pero, rara vez, los judíos. Todo se manifiesta, por lo
tanto, como si la identificación con su religión de origen, con su pueblo, estuviera
radicalmente prohibida. Cuando se refiere al problema judío lo hace de la manera
más indiferente: esa minoría puede abandonar los emblemas de su identidad y
asimilarse al resto de la nación, la nación cristiana, para el bien de todos. "No se
trata, dice W. Rabi, de un genocidio físico, sino de un genocidio espiritual." 79 ¿No
es, después de todo, lo que hicieron sus padres, agnósticos declarados, quienes
emigrando de un país al otro para huir unas veces de los pogromos otras de un
duelo insoportable, han, si no ocultado, por lo menos callado sus tradiciones y
sus orígenes? Simone tuvo conocimiento de esa verdad, de que era judía, sólo
cuando tenía cerca de diez años. Sus padres no hicieron más que adoptar una
actitud bastante frecuente antes de la guerra, fruto de todo el proceso de
asimilación del judaísmo francés durante ciento cincuenta años, proceso
aceptado y anhelado. En este caso, la identificación con sus padres bien puede
dar cuenta del malestar, de la discreción, de la preferencia que le otorga a otras
causas. ¿O bien, o incluso, en su espíritu considera que los judíos deberían
soportar y aceptar las mismas violencias que ella se inflige bajo tal o cual título?
75
GINIEWSKI P., op. cit.
76
RABI W., “Simone Weil (1909-1943) ou l´itinéraire d´une âme”, Nouveaux Cahiers 1971, 26, 51-62.
77
CSW, 1987, X, n°1, pp. 1-5.
78
CSW, 1987, X, n°2, pp. 131-132.
79
CSW, 1981, IV, n°2, p.82.
114
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Entonces, les estaría exigiendo que se precipiten, como ella, en la vía del
sacrificio, del martirio. ¿Pero por qué esa elección? ¿En respuesta a qué falta o
para restablecer qué verdad? Su lectura del Antiguo Testamento y las tesis que
sostiene cuando bosqueja, a veces a grandes rasgos, otras con abundancia de
minuciosos detalles, la historia de las religiones, orientan acerca del sentido de la
cuestión que la motiva. Para Simone, un pensamiento idéntico se halla
expresado, con modalidades apenas diferentes, en las mitologías antiguas, en la
filosofía y la poesía griegas de la gran época, en el folklore universal, en los
Upanishads y en el Bhagavad-Gita, en los escritos de los taoístas chinos y en
algunas corrientes budistas, en las escrituras sagradas de Egipto, en los dogmas
cristianos, en los escritos de los grandes místicos, en algunas herejías, en
particular, en las tradiciones cátaras y maniqueas. Ese pensamiento es la verdad,
está en el origen de la ciencia y debe ser expresado a través de la ciencia. "En
cuanto a los judíos..." Moisés conoció esta sabiduría y la rechazó, pues la religión
para él era un instrumento de la grandeza nacional, y los judíos, una vez que su
nación fue destruida, la recibieron bajo la forma de influencias extranjeras. Los
primeros once capítulos del Génesis [153] reflejarían la deformación de una
tradición y la modificación de un libro sagrado egipcio... Cham es el único que
recibió la revelación del pensamiento místico cuya corriente se encuentra por
todas partes, como un hilo luminoso, a través de la historia y de la prehistoria.
Ese pensamiento corre siempre el peligro de ser destruido por el orgullo y la
voluntad de dominación, el espíritu de Jafet y de Sem. Cristo ha sido la expresión
perfecta y divina de esa tradición que Hitler y otros intentan abolir
completamente. "Habría que purgar al cristianismo de la herencia de Israel."80
Purgar al cristianismo de la herencia de Israel implica la exclusión de la noción de
poder adoptada por la Iglesia y el mantenimiento de las relaciones entre la vida
religiosa y el entorno profano. Según Simone, nuestra civilización no le debe
nada a Israel, muy poco al cristianismo y casi todo a la antigüedad precristiana.
Herencia: esta palabra no se encuentra allí por casualidad. Para el sujeto,
la herencia, en el sentido psicoanalítico del término, es la cadena de significantes
en la que está integrado incluso antes de nacer. Con eliminar por prescripción
una parte de ella, con expurgar y con censurar otra parte, con falsificar los
elementos fundantes, con romper los eslabones, se consigue que el sujeto quede
en un estado lastimoso: amputado, paralizado, vengativo, alienado,
manifestando por medio de su síntoma ese malestar, al igual que Antígona, que
morirá en nombre del respeto al orden simbólico, al igual que Simone, que se
consumirá en nombre de la búsqueda de la verdad.
La Carta a un religioso escrita en Nueva York y cuyo destinatario era el
padre Couturier, forma parte, como lo señala Lapierre, de esas "botellas al mar"
lanzadas en circunstancias dramáticas: la Carta a los ingleses de Bernanos
también data de 1942, la Carta a un rehén de Saint-Exupéry es de 1943, y del
mismo año son las Cartas a un amigo alemán, de Albert Camus, editor de Simone
en 1951. Ese género epistolar no espera respuesta. Del mismo modo, de una
manera paradigmática figura la dirección del analizante al analista destinatario,
quien, al presuponerse que sabe, permite por medio de su silencio que el
discurso se devane y que el sujeto plantee la cuestión de su existencia.
Simone está segura: la fe del Nuevo Testamento, de los místicos, la reli-
gión expuesta en el Catecismo del Concilio de Trento, es la suya. No pide una
discusión, sino una respuesta segura, categórica, acerca de la compatibilidad
entre sus opiniones y su pertenencia a la Iglesia: la reflexión de este tema es
capital para ella, ¡más aún que un problema de vida o muerte! A ello sigue una
lista de 35 puntos, verdadero ultimátum que concluye con "una casi-certeza. Y es
80
CS, p. 173.
115
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
que han querido ocultarnos algo. Y lo han conseguido."81 La sistemática
destrucción de documentos es lo único que [154] puede explicar las tinieblas que
rodean la historia de los primeros tiempos, en particular las relaciones del
cristianismo con Israel, con el Imperio, régimen totalitario, fundado, al igual que
el nazismo, en la exclusiva adoración al Estado, y finalmente la vida de Cristo, de
la que no se sabría casi nada. El padre Couturier no puede responderle, pero le
escribirá a André Weil sus reservas ante la publicación de esa carta, a pesar de la
nobleza del tono: "Demasiadas incertidumbres en la expresión, en el
pensamiento y en la información misma. El conocimiento del cristianismo es
demasiado superficial, demasiado fragmentario."82
Una mirada inquisidora tal, dirigida a nuestros orígenes, a los de nuestras
creencias y nuestra civilización, apunta, a través de una vasta mezcla de
recuerdos de lecturas, de interpretaciones forzadas, de hipótesis tomadas como
ciertas sin otras consideraciones, a denunciar la herencia como causa de todos
los males o, más exactamente, del malestar en la cultura, término muy
felizmente retomado por Gilbert Kahn en su minucioso análisis de los pasajes
más virulentos de los Cahiers.83 Después de evocar las promesas “puramente
temporales” hechas a Moisés y a Josué, "en una época en la que Egipto estaba
encaminado hacia la salvación eterna del alma" y la conquista de la tierra de
Canaan. Simone concluye: "Hablar de Dios «educador» a propósito de ese pueblo
es una broma atroz" —"¿Qué tiene de asombroso el hecho de que haya tanto mal
en una civilización (la nuestra), si está viciada en la base, en su inspiración
misma, por esa horrorosa mentira?"84
Sin duda, la pasión y el furor animan a Simone aun más fuertemente en el
final del recorrido, denotando, por si era necesario, que sus tesis no están a salvo
de contener implicaciones personales. Al retomar el conjunto de sus escritos, al
seguir la implementación a lo largo de toda su vida de una encarnizada voluntad
de destrucción que, bajo la forma de un sacrificio (por una causa o por Dios)
desemboca en la muerte, comprendemos la cuestión judía, la de la herencia y la
mentira, como una transposición sobre el pueblo, la religión, el estado judío,
como un desplazamiento de su pregunta, de su relación con el Otro, de la
búsqueda de su verdad más allá de ese Otro embustero. La violencia de esa
búsqueda, al igual que su intransigencia, su postura al igual que su injusticia,
dignas de la Inquisición, están a la altura de la violencia experimentada por el
niño cuando se da cuenta de que el Otro, su madre, lo ha engañado... por amor,
de ese amor que ignora al ser del niño... ¡aunque sólo se trate de un árbol de
Navidad!
Borrar el corte, retomar la historia para restablecer en ella la continuidad,
develar el secreto en donde lo incomprensible, lo injusto y el mal tienen su
origen, tal es la tarea a la que cada uno de nosotros, cada uno a su manera,
puede consagrarse, vacilando o consumiéndose como Simone [155] Weil, cuyo
método y medio han sido (al igual que en la anoréxica) la destrucción del cuerpo,
símbolo de lo animal, del orden material preterido por la sociedad, el "grueso
animal" o su representante, el entorno, a expensas de las "necesidades" del ser
humano, del sujeto. "No hay amor a la verdad sin un consentimiento total, sin
reservas, de la muerte."
81
LR, p. 94.
82
CSW, 1987, X, n°3, 237.
83
En particular en ocasión del coloquio realizado por la Association pour l´étude de la pensée de
Simone Weil, que tuvo lugar en Assis en mayo de 1986; cf. CSW, 1987, X, n°2 y 3.
84
CIII, p. 240, CIII, pp. 210-211.
116
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
"El principal efecto de la desgracia
es el de forzar al alma a gritar: ‘¿por qué?’"
88
COHEN R. S., “Parallels and the possibility of influence between Simone Weil´s Waiting for God and
Samuel Beckett Waiting for Godot”, Mordern Drama, 1964, VI, 4, 425-436.
89
BAIR D., Samuel Beckett, París, Fayard, 1979.
119
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
medida en que él mismo se analizó durante dos años con el famoso psicoanalista
ingles Wilfred Bion. "No sé de dónde me viene la obra y con frecuencia soy el
primer sorprendido por lo que puse en la hoja de papel... Me es imposible
comentar mi obra. Explayarme al respecto, explicarla, sobreentendería que me
considero superior a ella." En esta declaración distinguimos el reconocimiento del
"Ello habla" de Lacan. Simone Weil, entregada a la obligación de la Atención,
tampoco se permitirá callarlo.
Curiosamente no debe excluirse la posibilidad de que Simone y Samuel se
hayan conocido, puesto que ambos asistían a la Escuela Normal Superior durante
los mismos años. 1928-1931, ella como estudiante de filosofía y él como lector
de inglés. Pero ninguno de diferentes biógrafos o comentadores ha señalado la
existencia de huellas que determinen la posibilidad de algún tipo de intercambio.
Nos gusta imaginar, sin embargo, que el personaje ya afirmado, con el muy
particular aspecto de una de las escasas jóvenes normalistas de aquella época,
pudo haber sido notado y memorizado por el irlandés, como más tarde se verá
que ocurrió con todos los que la conocieron.
Diga lo que diga Beckett, su pieza efectivamente puede leerse como la
expresión de una teología cristiana, comparable a la de Simone Weil, o como su
parodia. Recordemos rápidamente su historia: al costado de una ruta, en medio
de un decorado despojado en el que sólo hay un árbol, dos hombres esperan,
Vladimir y Estragón, mientras conversan en "francés hablado", a veces
desesperados, otras veces nostálgicos o, de pronto llenos de esperanza. Esperan
la llegada de alguien que se llama Godot. La pieza comienza con una cita de la
parábola de los dos ladrones, cuya imagen es frecuentemente utilizada por
Beckett para definir situaciones del tipo "o bien... o bien" y no, según lo que él
dice, por su connotación religiosa. Por su parte, Simone Weil describe un aspecto
fundamental del deber de probidad intelectual: a la habitual fórmula de: "Tal vez
todo ello no es verdad", sin dejar de repetírsela, debe añadir la fórmula contraria:
"Tal vez todo ello es verdad" y hacerlas alternar. Significa admitir, sin que lo
sepa, que subsisten en ella prejuicios, hábitos y obstáculos a su adhesión a la fe.
Retomemos la pieza de Beckett. A lo largo de cada uno de los dos actos
aparecen otros tres personajes, Pozzo, su esclavo Lucky y un niño que anuncia
que Godot no vendrá ese día, pero que seguramente acudirá a la [160] cita al día
siguiente. De hecho, la espera continuará indefinidamente. En el segundo acto, el
árbol, que en el comienzo estaba desnudo, aparece de pronto cubierto de hojas,
no para expresar la esperanza, sino, como comenta Beckett, para mostrar el
paso del tiempo.
Según el manuscrito, Estragón originariamente se llamaba Lévy, ¿refe-
rencia al origen semita de los cristianos? En cuanto a Lucky, se llamaría así por
antítesis, ¡pues tendría la suerte de no esperar más! En la época en que
aparecieron los Cahiers de Simone Weil, un crítico literario señalaba la analogía
en la desesperación que expresaban Beckett y Lévi-Strauss, y sugería que ya no
se hablara de antropología, sino de entropología, puesto que nuestro futuro era
la entropía.90
Cuando Roger Blin le pregunta qué representa Godot, Beckett responde
que ese nombre le surgió por asociación con "godillot, godasse."* Otras
anécdotas relacionan el nombre a La Vuelta de Francia o a la calle Godot-de-
Mauroy y a las mujeres que la frecuentan. Sea lo que fuere, ese tema y esa pieza
dieron lugar a más comentarios en forma de artículos o libros que ninguna otra
obra dramática del siglo.91 Para algunos, Godot es el símbolo de Dios, del
cristianismo, de la redención. Para otros, la pieza es una alegoría de la
90
“Deprivation of the Ego”, Times Literary Supplement, 14-8-1970.
*
"Godillot, godasse": Zapatón, zapato, en lenguaje popular.
91
Times Literary Supplement, 10-2-1956, p. 84.
120
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
resistencia de los franceses frente a los alemanes, en la que Beckett participó de
manera activa, o de los irlandeses frente a los ingleses, o incluso de las
relaciones de Beckett con Joyce. Los existencialistas ateos, los nihilistas y los
nietzschcanos también la reivindican.92 "He querido decir lo que he dicho",
responde Beckett, aparentemente irritado cuando lo interrogan. De hecho, esta
obra, profundamente arraigada en la vida de Beckett, con un estilo que imita su
pensamiento y su conversación ordinaria, gracias a la cual el nombre del autor
será conocido en todo el mundo, recibirá un sentido universal.
Comparemos los personajes de Beckett con la descripción hecha por
Simone Weil, de los personajes afectados por la desgracia (en el capítulo El Amor
de Dios y la desgracia). Vladimir y Estragón han perdido sus respectivas
identidades antes del inicio de la pieza. No reconocen a aquellos que tal vez
conocieron y tampoco son reconocidos. En el anonimato están perdidos para la
sociedad; es el anonimato lo que caracteriza la desgracia en Simone. El dolor
físico de la desgracia está siempre presente, ya se trate del dolor en los riñones
de Vladimir o de los pies doloridos de Estragón (¡dolores de pie que también
sufrió Beckett!), o de los golpes reales o imaginarios de los que ambos son
víctimas al punto de ya no poder pensar. Entre un acto y otro, Pozzo y Lucky
pierden sus bienes, Pozzo queda ciego y Lucky mudo. Una vez que han caído al
piso ya no pueden levantarse y luego se arrastrarán como gusanos. "Aquellos
que recibieron uno de esos [161] golpes después de los cuales un ser se debate
en el suelo como un gusano medio aplastado, ésos no tienen palabras para
expresar lo que les ocurre", escribe Simone Weil. Gusano, otro personaje
beckettiano, es el ejemplo extremo de la desgracia, pues está completamente
desprovisto de experiencia sensorial, de personalidad, de humanidad.
Finalmente, unos y otros ya no responden a sus nombres y Lucky no es más que
una cosa.
"Que sea incapaz de hacer corresponder ningún movimiento del cuerpo, ni
siquiera un esbozo de movimiento, a alguna de mis voluntades, como un
paralítico total. Que sea inepta para recibir alguna sensación." En esta plegaria,
Simone pide a Dios que arranque de ella su voluntad, su sensibilidad, su
inteligencia e incluso su amor si hay algo de ella. "Que todo me sea arrancado,
devorado por Dios, transformado en sustancia de Cristo, y ofrecido para que sea
comido por los desgraciados, cuyos cuerpos y almas carecen de todas las
especies de alimento. Y que yo sea un paralizado, ciego, sordo, idiota y
chocho."93
Godot, ese misterioso personaje al que se espera, que seguramente ven-
drá mañana, sería un salvador. La situación de espera ocurre en un lugar bien
específico, al costado de una ruta en dirección a Saint-Sauveur.* El árbol
representa el calvario y la cruz. Si visualizamos los escritos de Simone Weil, la
acción también se sitúa al pie de la cruz, a la mayor distancia posible de Dios.
Esta distancia es esencial, puesto que (para ella) la única posibilidad de
perfección en la tierra es la desgracia, o sea la casi perfecta ausencia de Dios y
no su presencia, pues: "Dios aquí abajo no puede sernos perfectamente presente
debido a la carne." Así, paradójicamente. Dios es más accesible cuanto mayor es
la distancia. "Si consentimos, Dios pone en nosotros una pequeña semilla y se va.
A partir de ese momento, Dios no tiene más nada que hacer y nosotros tampoco,
excepto esperar." Llega el día en que el alma pertenece a Dios. Entonces, ella
debe atravesar el universo para ir hasta él. ¿Cómo?: "Cuando la semilla de amor
divino depositada en nosotros ha crecido y se convirtió en un árbol." Ese árbol
tan bello, el más bello de todos los árboles, es "aun más horroroso que una
92
WELLWARTH G. E., “Life in the void: SB [Samuel beckett]”, UKCR, XXVIII I, octubre de 1961, 25-33.
93
Chiers V, reimpreso en PETREMENT S., II, op. cit. pp. 443-444.
*
Saint-Sauveur. San Salvador.
121
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
horca." Ése es el más bello de todos los árboles.
El árbol desnudo en el primer acto de Esperando a Godot tiene algunas
hojas en el segundo. Posee el poder de la resurrección: cuando Estragón tiene la
intención de ahorcarse, Vladimir protesta: "Tendrás una erección con todo lo que
sigue..." y lo que sigue es una historia de mandrágora, un símbolo, para Beckett,
de esa suerte de resurrección que desemboca en una desgracia todavía mayor.
Ambos se someten al proceso descrito por Simone Weil en la Espera de Dios.
Esperan a Godot, y en la desgracia son incapaces de mejorar su situación o de
buscar una respuesta a sus problemas. [162] Godot tiene que venir para plantar
en ellos la semilla de salvación que se convertirá en su árbol de vida. Pozzo, por
el contrario, está persuadido de que camina hacia Dios (saint Sauveur). Confía en
los poderes de la educación y del pensamiento. Pero en el segundo acto, cuando
retoma al mismo lugar, perdió la vista y toda capacidad de pensar, excepto una
suerte de intuición. Incluso si camináramos durante años, afirma Simone, no
haríamos más que dar vueltas alrededor del mundo. Para ser salvado, el hombre
debe permanecer en la inacción, solamente obedecer, sin desearlo, abandonar
sus intereses personales, su identidad, su "derecho" a saber y a preguntar. En
Beckett, Vladimir tiende a borrarse cada vez más, aun cuando se resista
conscientemente y suplique por tener una historia con la que poder vincularse.
Pozzo, por su parte, capitula y se entrega a la desgracia. Al darse cuenta del
vacío de la existencia dispuesta por el hombre, decide atacar esa institución
creada por el hombre: el tiempo.
¿Godot vendrá? No lo sabemos, no hay respuesta. No hay respuesta a la
pregunta de Hamlet "Ser o no Ser". No hay respuesta a las preguntas planteadas
por Simone Weil a la Iglesia. No hay respuesta aceptable para la joven anoréxica
cuando impugna la vida que le es impuesta.
Toda la obra de Beckett evoluciona con un refinamiento casi jansenista
hacia una descripción cada vez más despojada y chirriante de la condición
humana. La "delgadez casi inexistente" de sus últimas obras evidencia aun más
la progresiva despersonalización, el des-ser en el que desembocan sus
personajes, después de la serie de identificaciones y el juego de desiden-
tificaciones en el centro de sus novelas. Hizo de su escritura la sustancia de su
vida, que consume con la misma porfiada constancia que Simone Weil. El premio
Nobel consagró a aquél para quien la miseria del hombre moderno es "su más
alta dignidad", coincidiendo de este modo con el ideal por el cual Simone Weil
merecería, según la óptica de sus admiradores, que se la consagrara santa.
La vida de Samuel Beckett se muestra como un largo tejido de desgracias
en el que May, su madre, tuvo un rol predominante. En su más tierna edad, ésta
se caracterizaba por su independencia de carácter y su autoridad llena de
energía. La existencia de la pareja de sus padres se desarrolló aparentemente de
un modo bastante agradable, pero fue perturbada por los terribles arrebatos de
cólera, las depresiones, las jaquecas y los insomnios de May, y los largos
vagabundeos nocturnos a los que se entregaba, silenciosa, según ella misma
decía, como el fantasma que la frecuentaba. Deirdre Bair dice que la lucha de
voluntad entre madre e hijo comenzó cuando Samuel apenas tenía tres años, y
prosiguió hasta la muerte de May.94 Más allá de las evidentes diferencias que hay
entre May Beckett y Selma Weil, ellas presentan, sin embargo, un rasgo común:
la relación de dependencia que [163] mantienen ambas madres por el deseo de
proteger, cada una a su manera, a un hijo independiente, obstinado, torpe, que
rechaza la ordinaria vida material y su confort, para buscar y afirmar la verdad
del hombre: la desgracia.
94
BAIR D., Samuel Beckett, op. cit.
122
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
95
CII, p. 407.
96
Coloquio de la Association pour l´étude de la pensée de Simone Weil, Assis, 1986; cf. CSW, op. Cit.
97
AdD, p. 40.
98
No consta en original.
99
CIII, p. 37.
100
CS, p. 325.
123
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
CATALINA DE SIENA,
DOCTOR DE LA IGLESIA
Creo que quiere hacer de Usted lo que hace una madre cuando
quiere quitarle la leche de la boca a su hijo. Se pone algo amargo
sobre el seno para que el bebé sienta la amargura antes de la
leche y para que, por temor a lo amargo, abandone lo dulce; pues
un niño es más engañado por la amargura que por cualquier otra
cosa... Y le imploro, en nombre de Cristo crucificado, que no sea un
niño tímido y que se conduzca como un hombre. Vuestra Santidad
no debe renunciar a la leche a causa de la amargura.6
6
SIENNE Catherine DE., Lettres, P. Tequi ed., Carte X à Grégoire XI, pp. 184-185.
127
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
canceroso de su madre, y le debe la vida a una nodriza, Rosa, ¡en cuya casa ya
había muerto uno de sus hermanos!
Catalina, por su parte, eligió vivir más rápidamente: muy pronto se con-
vierte en una niña viva y alegre, cuyas precoces preocupaciones religiosas son
banales y más bien fomentadas, si tomamos en cuenta el contexto medieval.
A los seis o siete años tiene su primera visión: Jesús, vestido de blanco, le
sonríe. Varios santos aureolados por un rayo de sol lo envuelven con su luz. Esa
chiquilla extrovertida, que vive en un mundo en el que se cree en lo
sobrenatural, y cuyas manifestaciones son esperadas ávidamente, no revelará a
nadie esa precoz experiencia: desde un principio, su relación con Dios no le
concierne a nadie más que a ella, ¿o no se tratará ya de una prueba del pudor
del místico?
A los siete años, como muchas otras niñas, decide consagrar su virginidad
a la Virgen, pero también toma la resolución "de quitarle a esta carne cualquier
otra carne o, al menos, tanto como le sea posible". A partir de ese momento,
comienza a privarse de la carne, ya sea dándosela a su hermano o arrojándola
pedazo por pedazo a su gato, sin que nadie se dé cuenta —un comportamiento
absolutamente análogo al que nos cuentan padres y muchachas en la actualidad.
Un día en que su madre la reprendía por haber regresado tarde, Catalina le
responde:
130
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
que, a su vez, recuerda la necesidad de destruir realmente el objeto sacrificado.
A pesar de las órdenes de su marido, a las que hace poco caso, Lapa no
depone las armas: grita, se enfurece, se arranca los cabellos cada vez que
escucha a Catalina flagelarse y cuando ve su cuerpo lleno de sangre. Pero
Catalina resiste: gracias al pacto que ha sellado con Dios ya no se ve como una
asesina: sea cual fuere el precio que deba pagar, adquirirá la fuerza suficiente
como para garantizar la salvación de toda su familia, tanto en éste como en el
otro mundo.
Catalina se impone restricciones alimentarias que van mucho más allá de
las reglas seguidas por las personas más piadosas, quienes consideran que su
obligación es respetar los mandamientos de Jesús a sus discípulos (y no dejan de
recordárselo): "Comed y bebed lo que se encuentre en la casa de quienes os
hospeden" (Lucas 10,7). Nadie ve su ascetismo como algo heroico. En aquella
época, el problema consistía en determinar si la posibilidad de vivir sin comer era
obra de Dios o del diablo, mientras que en el siglo XX, sean cuales fueren los
esfuerzos que se han hecho para comprender a la anoréxica: el problema radica
en hacerla cambiar. En el caso de Catalina, los más escépticos, los que oponen
más dificultades cuando se trata de convencerlos, son los miembros de la
jerarquía católica, con los que se verá enfrentada a lo largo de toda su vida. En
nuestros días, es excepcional que una anoréxica no sea llevada a un médico que
no tenga ningún motivo para cuestionar los logros de la fisiología.
El comportamiento de Catalina va en contra de las prescripciones de su
primer confesor (y de los que lo siguen...). Sospechando que se trata de la obra
del diablo, le ordena que coma aunque sea una vez por día. Ella obedece de mala
gana, pues se siente más fuerte y su salud mejora cuando no come. Cae
gravemente enferma (confirmando la argumentación de algunas anoréxicas: si
me fuerzan, me voy a enfermar); el confesor sólo acepta ceder, cuando la ve a
punto de morir y ante el siguiente razonamiento:
El confesor baja los brazos, al tiempo que le indica que actúe "siguiendo
las inspiraciones del Espíritu Santo, pues las maravillas que Dios parece operar
en usted son muy grandes". Sólo la Eucaristía la sostiene: Catalina obtendrá el
permiso de comulgar todos los días, cuando en la Edad Media, [176] aun las
religiosas, sólo comulgan seis o siete veces por año. A pesar de haber logrado
desprenderse de su primer confesor, no por ello Catalina está libre. A lo largo de
toda su vida, su santidad será cuestionada pues sus costumbres alimenticias la
tornan sospechosa de estar inspirada por el diablo, de ser una bruja o una
simuladora, sospechas que se ven fortalecidas en la medida en que, a pesar de
las restricciones que se impone, nunca aparece cansada. Su primer ayuno
extraordinario se extiende desde la Cuaresma hasta la Ascensión (o sea, ¡dos
meses y medio!). Catalina no toma ningún alimento o bebida, sin dejar por ello
de permanecer activa, lo cual motivó en Raymond de Capoue el siguiente
comentario: "Así es cómo la virgen del Señor se encuentra a la vez saciada y en
ayuno, con el estómago vacío y el corazón lleno, consumida completamente en el
exterior, y en el interior completamente rociada por un río de agua, viva, alerta y
alegre ante cualquier acontecimiento." Lo que en lenguaje médico se define
como la "hiperactividad" de la anoréxica, quedaba ya perfectamente descrito...
131
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
Cuando tiene aproximadamente 26 años experimenta la necesidad de
justificarse ante un religioso de Florencia:
|...] Me parece que usted está muy asombrado por lo que se entera
acerca del género de vida que llevo, y estoy segura de que no lo
motiva a usted otra cosa que el deseo del honor de Dios y mi
salvación; teme que yo sea víctima de las trampas y las ilusiones
del demonio. Ese temor que siente, Padre mío, en relación con la
comida no me asombra; y le aseguro que, si usted lo siente, yo
misma tiemblo, a tal punto le tengo miedo a los engaños del
demonio; pero me fío de la bondad de Dios y estoy en guardia
contra mí misma, pues bien sé que nada puedo esperar. Usted me
pregunta si creo o no poder ser engañada por el demonio; y me
dice que si no lo creo, ello mismo es una prueba de que lo estoy.
Le respondo que, no sólo por ese hecho, que supera las fuerzas
naturales, sino por todas mis demás acciones, mi debilidad y la
malicia del demonio siempre me llenan de temor. [...]
Usted también me escribe para que le pida muy especialmente a
Dios poder comer; le respondo, Padre mío, y se lo aseguro delante
de Dios, que he utilizado todos los medios para hacerlo y que me
esfuerzo por tomar algún alimento una o dos veces por día; le he
rogado a Dios sin cesar, le ruego y le rogaré aún más para que me
dé la gracia de vivir como todos los demás, si ésa es su voluntad,
pues también es la mía. Le aseguro que con frecuencia, después
de haber hecho todos los esfuerzos que están a mi alcance, exami-
né con cuidado esta imperfección y pensé que Dios me la daba en
su bondad para corregirme del vicio de la glotonería. Mucho
lamento no haber tenido la fuerza para corregirme por amor. Ahora
no sé qué dieta debo llevar, y le pido que le rece a la eterna
Verdad e implore su gracia, siempre y cuando ello no vaya en
contra de su honor y de la salvación de mi alma, para que [177]
me deje comer algún alimento, si le agrada. Estoy segura de que la
bondad de Dios no despreciará vuestros rezos. Le ruego que me
escriba el remedio que usted conoce y, en la medida en que honre
a Dios, lo seguiré de buena gana.8
Sin duda, es tan difícil para una joven del siglo XIV convencer a las
autoridades eclesiásticas el hecho de estar inspirada por Dios, como para una
joven del siglo XX convencer a los médicos del hecho de que no comer es su única
manera de vivir. La estrategia, sin embargo, es la misma: fingir sometimiento,
responder con una aparente cooperación, mientras siguen comiendo lo menos
posible. Enfrentarse con los imperativos culturales de la santidad medieval y del
modelo impuesto por los directores espirituales es tan arduo como pelearse
contra la institución médica. Entre todas las muchachas que han intentado dar un
sentido a sus vidas dominando sus sensaciones (dolor, cansancio, hambre, deseo
sexual), pocas son las que llegaron a convencer; se requiere toda la tenacidad, la
voluntad, la pasión y el carisma que Catalina aplicaba para conseguir lo que
buscaba. Se requiere, sobre todo, y acaso ésa sea la ventaja de Catalina, que el
cuerpo esté atravesado por un ideal. Dejando de lado todas las proporciones, las
reacciones que ella suscitó pueden compararse con las provocadas por la joven
anoréxica del siglo XX: en unos admiración, en otros recelo, desconfianza y hasta
odio, y, en todos, la expresa voluntad de doblegarla.
Uno de sus biógrafos, Joergensen, sin sospechar siquiera que Catalina de
Siena era una anoréxica, y sin referirse casi a sus costumbres alimenticias,
escribe: "Es obvio que Catalina tenía el don de estremecer las almas: frente a ella
8
C.D.S., op. cit., Carta CCCXIII à un religioso de Florencia, pp. 1502-1509.
132
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
no cabía la posibilidad de la más mínima indiferencia, había que amarla u odiarla,
acompañarla o perseguirla."9 Todos los que conocieron a Simone Weil, de una u
otra forma retomaron ese mismo juicio. También ella tenía un cuerpo atravesado
por un ideal, pero la Autoridad, sea médica, eclesiástica o política, teme las
manifestaciones excesivas que no son estrictamente "ortodoxas".
En el momento en el que hemos dejado a Catalina, su madre no ha
renunciado a impedirle que se destruya. A pesar de sus penitencias, Catalina se
siente constantemente asaltada por malos espíritus. Duda poder sostener su voto
de virginidad sin unirse a la orden de las dominicas. Expresa su anhelo de
incorporarse a las hermanas del Tercer Orden de la Penitencia, las Mantellate, así
llamadas debido al gran manto negro con el que cubren el hábito blanco de las
dominicas. Se trata de un grupo de mujeres laicas, la mayoría viudas o solteras
de edad madura, que viven en sus casas y no en el convento, con reglas no muy
severas. La elección resulta bastante extraña, pues en esa época y a su edad,
Catalina naturalmente tendría que haber elegido entrar en el convento. Las
hermanas, por otra parte, [178] intentaron disuadirla luego que Lapa, que se
oponía a esa decisión, fue a consultarlas. Antes de ver a Catalina, solicitan una
prórroga, durante la cual ella debe disminuir la severidad de sus penitencias.
Catalina no les hace caso, pero cae gravemente enferma y se sirve de la
enfermedad (¿viruela?) para conmover a su madre, repitiéndole sin parar: "Si
quieres que esté mejor, haz que me una a las hermanas de la Penitencia. Si no,
temo que Dios y santo Domingo, que me han llamado, actúen de tal modo que
no me tendrás ni bajo un hábito ni bajo el otro." Lapa, cediendo al chantaje,
vuelve para suplicar a las hermanas, con un fervor del que se había despojado en
su primera visita. Las hermanas aceptan revisar su posición, con la condición de
que Catalina no sea muy bonita, pues está destinada a permanecer en el mundo
sin demasiado control, y de que tanto la madre como la hija estén de acuerdo en
ese compromiso, lo que revela hasta qué punto el conflicto madre-hija debía
saltar a los ojos, pues no hay ninguna regla de las congregaciones dominicas que
mencione la obligación de obtener el consentimiento de los padres. Las
Mantellate más prudentes se trasladan para conocerla: se encuentran con una
muchacha desfigurada por la enfermedad que deseaba tan ardientemente
unírseles en el servicio de Dios que aceptan integrarla. Catalina se cura en
algunos días y, a pesar de las últimas resistencias de su madre, se cubre con el
hábito de las terciarias dominicas.
La elección de Catalina ha dado lugar a múltiples comentarios. Raymond
de Capoue ve en esa elección una causa sobrenatural (la habría guiado santo
Domingo): otros hagiógrafos piensan que, por humildad, no se sentía digna de
ser religiosa, lo que no parece muy probable, pues de humildad casi no se
encuentran huellas. La orden de las Mantellate es una orden militante por
excelencia, consagrada a la defensa de la Fe y de la Iglesia, en lo absoluto
destinada a jóvenes vírgenes, sino a viudas o a mujeres de edad madura. Para
tratar de comprender esta elección hay que tener presente las circunstancias en
las que Catalina se convierte: sin vacilar compromete su cuerpo en la vía descrita
después de la muerte de sus dos hermanas: como las viudas, está de duelo;
sobreviviente desde su nacimiento en el fantasma materno, imputa el
fallecimiento de su hermana preferida al hecho de que ella misma haya aceptado
entrar en el mundo; la muerte de la segunda Giovanna le confirma la idea de que
ella vive del sacrificio de otra persona. Mediante un contrato establecido con
Dios, se asigna la tarea de encarnar el fantasma materno, según el cual una
persona viva no es más que el remplazante de una persona muerta (Lapa trajo al
mundo 25 niños y pocos son los que sobrevivieron) y, perfeccionando
incansablemente su posición por medio de sus penitencias, de garantizar la
9
JOERGENSEN J., op. Cit., p. 274.
133
Raimbault, Ginette y Eliacheff, Caroline Las indomables. Figuras de la anorexia
salvación espiritual de todos los suyos. Resulta lógico, entonces, que no [179]
anhele vivir más que en el seno de su familia. La elección de una orden militante
no podía resultarle más adecuada, en la medida en que la militancia es una
característica constante del comportamiento anoréxico, sea cual fuere la causa
aparente. En dicha elección, también es posible ver un éxito relativo de sus
padres: al dejar que se convierta en un miembro de la Tercera Orden tal vez
esperan recuperarla, pues dado que la regla de esa orden no ha sido aún
aprobada por la Santa Sede, el alejamiento de ésta puede realizarse sin
dificultades, por lo menos hasta el año 1352.10 Los padres de las anoréxicas
también aceptan con más facilidad considerar la posibilidad de separarse de sus
hijas cuando esa separación, presentada como terapéutica, les parece
transitoria, se trate de una hospitalización o de internarla en un colegio.
A pesar de encontrarse cubierta con el hábito de las dominicas y de haber
dominado casi completamente su cuerpo, Catalina sigue atormentada por los
demonios, en la medida en que aún no obtuvo pruebas de su poder con respecto
a la salvación de los suyos. El fallecimiento de su padre determinará un giro y
nos permitirá comprender los términos del contrato establecido con Dios. Cuando
Catalina tiene 21 años, su padre cae gravemente enfermo. A pesar de haberla
comprendido tardíamente, es el único miembro de la familia que la ha ayudado.
Catalina habla con él y comprende que, en paz consigo mismo, se apresta a
morir. Y reza, no para que se cure, sino para evitarle su paso por el purgatorio. La
respuesta que recibe de Dios es la siguiente: desde luego, Giacomo fue un
hombre bueno y un padre cariñoso, pero vivió demasiado en la deshonra de los
pecados del mundo para ser eximido del purgatorio. Catalina reflexiona y le
propone a Dios el siguiente arreglo: que su padre vaya directamente al cielo y
ella, a cambio, cargará con el peso de sus justos castigos en este bajo mundo.
Catalina obtiene la prueba de que ha sido escuchada, pues el día de la muerte de
Giacomo (en agosto de 1368) lo ve en el cielo entre los santos: al mismo tiempo,
experimenta un agudo dolor en las entrañas que ya no la abandonaría. Para
tener un alma hay que tener un cuerpo. El cuerpo atravesado por un ideal se
expresa según una anatomía mística retomada por el discurso del alma. Nadie
expresó mejor que Catalina la teoría del intercambio para la salvación apoyada
en la dialéctica de la falta y el perdón. Después de la muerte de su padre,
Catalina probablemente adquiere una mayor confianza en la naturaleza de su
vínculo personal y directo con Dios; obtendrá la salvación de su madre en un
tono muy diferente.
En efecto, dos años más tarde, Lapa cae enferma, pero las circunstancias
son distintas. Lapa no tiene la menor intención de morirse. Catalina le pide que
acepte recibir a un cura, pero su madre no quiere ni que se lo mencionen. Habla
de su hija como de alguien "sin corazón", puesto que es tan [180] poderosa,
haría mejor en obtener su curación en lugar de exhortarla a que muera bien.
Según varios testigos. Lapa muere realmente, sin sacramentos; entonces,
Catalina se dirige a Dios en estos términos:
"Padre, no es lo que usted me había prometido: toda mi familia debía ser
salvada. Ahora mi madre ha muerto sin confesarse; en consecuencia, rezo para
que usted me la devuelva. Eso es lo que quiero y no saldré viva de aquí hasta
tanto Usted no me haya entregado a mi madre." Cosa que Él hizo... Lapa vivirá
más de 80 años y asistirá a la muerte de Catalina.
Sobre los seres humanos, Catalina impone SU voluntad como si fuera la de
Dios, pero sobre Dios, también impone SU voluntad, exigiendo más y más
pruebas, que obtiene principalmente bajo la forma de percepciones corporales.
Un día, según relata uno de sus secretarios, Catalina lloraba amargamente por
10
FAWTIER R., CANET L., La double expérience de Catherine de Sienne Benincasa, París,
Gallimard, 1948, p. 59.
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sus pecados, y entonces Jesús, teniendo compasión por su excesiva pena, le dijo:
"¡Ya no llores, hija mía, todos tus pecados te son perdonados!" —Dame de ello
una prueba segura, responde Catalina, ¡pues mis transgresiones son demasiado
numerosas como para que pueda creerte! " Y Nuestro Señor extendió su mano y
pronunció sobre ella las palabras de la absolución. Sus rezos son regateos,
colectas que no están muy alejadas de las escenas de chantaje que le hacía a su
madre ni de las que las anoréxicas hacen a los médicos o a sus familias. Si el
amor era el objeto de la demanda de Catalina, Dios, que para ella es Amor, sería
entonces el único en poder ofrecerle pruebas, cada vez más pruebas. Ahora bien,
ella se impone una verdadera escalada, quedándose siempre insatisfecha, pro-
bando de este modo, diga lo que diga, que ni siquiera ese amor le alcanza para
instalarse en el ser. Renovando sin cesar su cuestionamiento, ella espera de Dios
que Él Mismo plantee la pregunta del ser. Él es "El que es": ella es "la que no es".
La anoréxica le dice a su madre: "Rechazo la comida que representa el amor que
me destruye como ser, puesto que tú me rechazas el ser." Desesperadamente
intenta constituir a alguien de su entorno como Otro, como el que podrá
responder por su deseo.
13
LEGENDRE P., op. cit.
14
C.D.S., op, cit., Carta V a Grégorio XI, p. 168.
15
C.D.S., op, cit., Carta I a Grégorio XI, p. 146.
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corporal y aman la vida más que cualquier otro." 16 Catalina se sale de los
estatutos eclesiales para colocarse en lugar de la institución. Para ella, la
institución es el Otro que habla a través de ella y no la Iglesia. No existe la más
mínima huella de admiración hacia el hombre al que a veces llama Babbo mio
dolce, pero se dedica y se dedicará intensamente en favor de lo que él
representa, por su relación [183] sagrada con ese gran Otro desconocido y
familiar. Dios, quien funda su poder.
Sea cual fuere el lado hacia donde gire, siempre veo llevar a cada
uno la llave del libre albedrío con una voluntad corrompida; los
seculares, los religiosos y los clérigos persiguen con ardor las
delicias, los honores y las riquezas del mundo a través del
desorden y la corrupción. Pero lo que me aflige por sobre todas las
cosas, y que es lo más abominable frente a Dios, es ver las flores
que han sido plantadas en el cuerpo místico de la Santa Iglesia, las
flores que deberían propagar el buen aroma, aquellos cuya vida
debería ser el espejo de las virtudes, aquellos que deberían
apreciar y amar el honor de Dios y la salvación de las almas,
aquéllos, por el contrario, propagan el olor infecto del pecado.17
18
C.D.S., op, cit., Carta XLIX a los señores de Florencia, p. 403.
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¿Es posible un intento más enérgico para hacer respetar la ley del Padre?
De aquí en más, vaya a donde vaya fracasará lamentablemente, pues su
intransigencia y sus convicciones le prohiben cualquier tipo de compromiso; sin
siquiera imaginar las razones políticas que esgrimen los cardenales, la reina de
Nápoles, el rey de Francia, las ciudades de Florencia, Siena o Prusia, Catalina
sigue afirmando incansablemente que Urbano VI es el papa legítimo: quien no
está de acuerdo con ello es un demonio encarnado o está a punto de serlo.
Comprometida apasionadamente en la certeza de la legitimidad urbanista, sin
embargo, nunca hace mención de visiones o revelaciones que vayan en esa
dirección: enarbolando su propia autoridad, traiciona las implicaciones
personales que aparecen en esa lucha.
Agotada por sus penitencias y quebrada, ante todo, por sus fracasos, le
escribe a Urbano VI para hacerlo partícipe de su decisión de sacrificar su vida por
la Iglesia:
Como la anoréxica, que no acepta vivir bajo esa ley, Catalina canjeó la
leche materna, de la que su madre la privó injustamente, por "el alimento de los
ángeles", lugar de su deseo, de su comunicación directa con Dios, simbolizada
oralmente por la sangre de Cristo. Todas sus cartas comienzan con: "Le escribo
con su sangre irremplazable", y las descripciones de su culto por la sangre, que
va a la par de su admiración por Cristo, abundan:
23
C.D.S., op, cit., Carta CCV a Eugenia, su sobrina, p. 1141.
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EPÍLOGO
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BIBLIOGRAFÍA
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Capitulo III: La elección de Antígona
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