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UN MODELO DE VARIACIÓN SINTÁCTICA DIALECTAL:

EL DEMOSTRATIVO DE REALCE EN EL ANDALUZ


RAMÓN MORILLO-VELARDE PÉREZ
11iiirersídad clc Córdoba

Si los postulados metodológicos del estructuralismo y la gramática genera-


tiva se aplicaron, con cierto retraso para el primero y muy rápidamente para el
segundo, al estudio de la variación fónica dialectal, no se puede decir lo mismo
del nivel morfosintáctico, donde tal aplicación todavía no se ha producido . En
el caso de la morfología porque esta aplicación es innecesaria por cuanto el
estudio de la morfología dialectal ha sido necesariamente estructural y puede
que hasta con un estructuralismo «avant la lettre» I, pero la falta de atención a
los problemas de sintaxis dialectal por parte de la dialectología tradicional, el
estructuralismo y la gramática generativa está dejando un vacío en nuestro
conocimiento de la realidad viva de las lenguas que tardará muchos años en
llenarse .
Son varias las razones de esta situación contra la que se viene clamando
desde hace algunos años, sin que los intentos de ponerle remedio pasen de ser
esfuerzos aislados z . La primera causa me parece enteramente imputable a la
dialectología que, desde sus orígenes, ha tendido a obviar este tipo de asuntos,
posiblemente porque los métodos que fue perfilando para la recolección de
materiales fueran poco aptos para obtener información sobre la sintaxis de las
hablas estudiadas . Por eso es totalmente acertada la observación de Gregorio

Vid. GREGORIO SALVADOR, «Estructuralismo lingüístico e investigación dialectal», en


Estudios dialectológicos, Madrid, 1986, págs . 15-30, esp., pág. 27 .
a Véase M . CRIADO DEL VAL, «Encuesta y estructuración del español hablado», PFLE, i,
Madrid, 1964, págs . 463-70 ; G. SALVADOR, «La investigación de textos hablados», en RSEL, 7/2,
1977, págs. 59-68, _y A. M .A VIGARA TAUSTÉ, Aspectos del español coloquial, Madrid, 1979 . Todos
ellos referidos al español coloquial, a lo que habría que sumar el libro de W . BEINHAUER, El
español coloquial, trad . de F. Huarte Morton, Madrid, 1978, cuyo original data de 1930, y en el
que se usan, sobre todo, materiales literarios . Más recientemente, véase A. NARBONA, «La
sintaxis coloquial: problemas y métodos», en LEA, x/ 1, 1988, págs . 81-106 . Para la sintaxis
dialectal, además de las raquíticas páginas que las monografías dialectales ofrecen y algunos
estudios sueltos, puede verse también, A. NARBONA, «Problemas de sintaxis andaluza», en
Analecta Malacilana, 1 1 /2, 1979, págs . 245-285, y, especialmente, «Problemas de sintaxis colo-
quial andaluza», en RSEL, 16/2, 1986, págs . 229-75, recogidos ambos, junto al anteriormente
citado en Sintaxis española : viejos .v nuevos enfoques, Madrid, 1989 .
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Salvador de que «la sintaxis nunca ha sido hasta ahora ocupación seria de
dialectólogos, sino de filólogos» 3. Se suele afirmar que tal situación estaba
plenamente justificada en una época en la que no existían medios apropiados
para recoger un material hablado que pudiera ser significativo en sintaxis,
pero que en la actualidad los medios magnéticos de registro de la voz humana
hacen injustificable nuestro desconocimiento del habla real en los diversos
ámbitos geográficos del español. Esta afirmación me parece cierta sólo a
medias. Es verdad que en la actualidad disponemos de medios, a veces muy
sofisticados, de recoger y, reproducir cuantas veces se quiera grandes frag-
mentos de habla. Sin embargo, en mi opinión, eso sólo no basta para describir
la estructura sintáctica de nuestros dialectos. Sucede con bastante frecuencia
que cuando alguien realiza una recolección de material de este tipo termine
por no saber qué hace con ellas v la investigación, así, muere antes de haber
nacido. En otras palabras, para que una investigación sea fructífera es necesa-
rio saber lo que se busca . La situación es análoga a la que se planteaba antes
del nacimiento de la dialectología científica : la variación dialectal era un hecho
conocido cuya observación estaba al alcance de cualquiera, pero esa observa-
ción únicamente fructificó en una tarea científica cuando se partió de una
hipótesis (la teoría de las leyes fonéticas) que orientara la búsqueda . De ese
modo se pudo recoger un amplio caudal de datos sistemáticos y perfilar un
método para nuevas recolecciones. Exactamente esto es lo que creo que falta
para poder emprender la tarea de describir la sintaxis dialectal del español:
una hipótesis de la naturaleza de la variación sintáctica dialectal y, a partir de
ella, un método para recopilar un material sistemático y homogéneo, con el
que poder trazar la geografía de los fenómenos observados .
La formulación de una hipótesis sobre la .naturaleza de la variación dialec-
tal, tarea que, en suma, implica el postulado de un conjunto de «modelos» de
tales variaciones, tropieza con un serio inconveniente : la inmensa mayoría del
acervo de nuestros conocimientos de sintaxis se refieren a la sintaxis literaria,
mientras que el estudio del español coloquial apenas empieza a abrirse camino
entre las preocupaciones de los especialistas 4.
Sin un adecuado conocimiento de las estructuras sintácticas del español
coloquial, cualquier intento de descripción de la sintaxis de los dialectos o de
los niveles lingüísticas está condenada de antemano al fracaso . Es como si, por
seguir con la analogía apuntada antes, se intentara describir la pronunciación
real del español, partiendo del conocimiento que de ella tenían los ortólogos
clásicos . En efecto, el conocimiento de la fonética real de las hablas hispanas
sólo pudo tener lugar tras la constitución de la fonética como ciencia indepen-
diente, cuya fundación puede situarse en la aparición de la obra de E. Sievers,
Gründzuge der Phonetik, en 1876, Sólo a partir de ese momento se dispuso de
los mecanismos necesarios para describir con rigor y fidelidad las característi-

Vid op. cit., n. 68.


a Incluso cuando se trata de describir el español coloquial o no se pasa de la f rawlogía, o
se echa mano de textos literarios que aspiran a recoger el español hablado, tal como se hace
en la obra de BE1HAUER, va citada, o en CH . KANY, Sintaxis hispanoamericana, Madrid, 1969.
Vid., asimismo, las observaciones de A. Narbona al respecto, en los trabajos citados en la nota
anterior.
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cas articulatorias de determinadas formas de hablar, y sin un instrumento


parecido -insisto- es inútil intentar la caracterización sintáctica de las diver-
sas variedades de español.
Los esfuerzos más serios para establecer una caracterización sintáctica del
español coloquial son los de Antonio Narbona, en los trabajos que ya hemos
citado. De ellos hay que partir para establecer las bases de una determinación
de los modelos de la variación sintáctica . Se contiene en estos trabajos (entre
otras muchas cosas) dos propuestas metodológicas y dos observaciones que
me parecen de capital importancia para nuestros propósitos.
Las dos propuestas metodológicas se pueden resumir así:
1 . La necesidad de superar el análisis centrado en la pura estructura
predicativa de la oración y su inserción en el seno de una gramática del texto y
teoría de la enunciación que pueda poner de manifiesto las estructuras temá
ticas e informativas de que se valen los hablantes para conseguir unos fines
comunicativos muy precisos .
2 . El acercamiento a la sintaxis coloquial ha de hacerse prescindiendo, en
la medida de lo posible, del utillaje conceptual de la sintaxis literaria, tan
fuertemente influido por la lógica y la presión de lo que se considera «norma
culta», que su eficacia para la descripción de fenómenos coloquiales es casi
nula .
Las dos observaciones constituyen un primer intento de caracterización de
la sintaxis coloquial desde los presupuestos metodológicos apuntados más
arriba :
1 . Los enunciados coloquiales se caracterizan esencialmente por la ausen-
cia de un diseño previo, lo que conduce a una sintaxis básicamente acumula-
tiva, técnica que nada tiene que ver con la yuxtaposición, ni la independencia
de las oraciones. Esta acumulación de elementos sintácticos se compensa con
la utilización de expresiones de «encadenamiento ilativo y ordenadoras del
discurso» 5, que permiten los engarces textuales.
2. En relación con 1 se puede decir que la sintaxis coloquial tiende a
organizar los constituyentes oracionales de manera específica de acuerdo con
el interés informativo del hablante en cada caso, por lo que se vale de estruc
turas sintácticas «parceladas» o «desmembradas» con las que opera al margen
de muchas de las constricciones de la lengua literaria. De este modo, algunos
de los hechos de la sintaxis coloquial que los tratadistas consideran rasgos de
una sintaxis poco elaborada, hay que interpretarlos como recursos desmem-
bradores destinados, por una parte a potenciar la libertad constructiva del
hablante y, por otra, a asegurar unos engarces oracionales no específicos, con
los que expresar relaciones no codificadas por la sintaxis literaria.
Partiendo del hecho de que los datos que se pueden recoger para formali-
zar una descripción sintáctica dialectal participan de los rasgos característicos
de la sintaxis coloquial, el análisis de los mismos ha de sujetarse, por tanto, a
idénticos condicionamientos metodológicos y tener presente las bases de su
especificidad con respecto a la sintaxis literaria apuntada más arriba, y es en el

1 Sin1axis coloquial .., cit .


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seno de esa especificidad coloquial donde hay que buscar la variación que
obedece a causas geográficas, estratificacionales o estilísticas .
En este sentido, es posible señalar (sin ninguna pretensión de exhaustivi-
dad) algunos puntos en los que una indagación atenta y orientada podrá poner
de manifiesto variedades sintácticas del tipo que nos ocupan .
En primer lugar, puesto que el análisis de las estructuras sintácticas colo-
quiales es indesligable de la inclusión de éstas en organizaciones más amplias,
corno el texto, el enunciado, etc ., y como tales estructuras son inseparables de
sus respectivos contextos pragmáticos, parece claro que una primera fuente
de variaciones podremos encontrarla en la observación de la manera en que
las unidades lingüísticas entran a formar parte de estas estructuras superiores,
se engarzan entre sí y se relacionan con los participantes en el acto comunica-
tivo y el contexto extraverbal que sirve de marco de referencia. Se trata, en
suma, de analizarlas desde la perspectiva de una gramática del hablar tal
como la entiende Coseriu 6, cuya tarea fundamental, según él mismo reconoce,
es la de «describir las funciones específicas del hablar / . ../ y de indicar sus
posibles instrumentos...» 7 . Habrá, pues, que indagar sobre la existencia de una
posible variación lectal, tanto en las funciones del hablar, como en los instru-
mentos que para desarrollar estas funciones se arbitran en las distintas varie-
dades lingüísticas . En este sentido distingue Coseriu la determinación como un
conjunto de operaciones encaminadas a dirigir hacia la realidad un signo
virtual (perteneciente a la «lengua») y los entornos, corno instrumentos cir-
cunstanciales de la actividad lingüística. Es, por tanto, tarea de una sintaxis
dialectal describir las distintas maneras que las diversas modalidades de una
lengua utilizan para orientar tales signos virtuales hacia la realidad concreta y
analizar el modo en que el discurso se articula con su entorno como fuentes de
posibles variaciones sintácticas.
2. Un posible segundo camino de la observación de la variedad sintáctica
de la lengua se encuentra en el estudio de la forma en que la estructura
oracional se parcela, estableciéndose en ella segmentos que no se correspon
den con ninguna de las categorías sintácticas establecidas para la lengua lite-
raria, pero que en la modalidad coloquial parece ser lo que funciona como
unidad sintáctica básica, con la que se va construyendo, por acumulación, la
andadura del discurso . En la concreción de tales constituyentes sintácticos
parecen prevalecer dos criterios básicos: la función informativa, y la unidad
melódica y entonativa, pero sería necesaria precisar tales criterios, definir
estos constituyentes y analizar si existen modalidades dialectales en las formas
de establecerlos.
3. Por último, no cabe ninguna duda de que las preferencias por determina-
das «expresiones de encadenamiento ilativo y ordenadoras del discurso», así
como el valor sintáctico que tales expresiones adquieren tienen un importante
condicionamiento geográfico, social o estilístico que es preciso descubrir, esta-
bleciendo el sistema de tales expresiones y de los valores con que se utilizan que
se emplea en cada zona geográfica, en cada nivel y en cada registro de lengua.

b
«Determinación y entorno», en Teoría del lenguaje y lingüíslicu general, Madrid, 1973,
págs . 282-323 .
Ibídem, pág. 290.
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Como estos caminos se encuentran, hasta el presente, poco menos que


inéditos no resulta posible traer aquí muestras de casos particulares de varia-
ciones sintácticas específicamente dialectales en cada uno de ellos. Sin
embargo, tal vez ayude a convencer de la fecundidad de este punto de vista el
análisis de un ejemplo del primer tipo.
En Sociolingüística andaluza. 4. Encuesta del habla urbana de Sevilla -Ni-
I , el popular- 1, se puede encontrar, entre otras muchas del mismo tenor, fra-
ses como las siguientes :

«Aquel paso del Cristo es un paseo con una jartá de alegría» (E Iii, P 1 V3,
pág. 73).

«Me parece bien la persona que sienta eso y que le guste esa hermandad,
y... y verdaderamente con el corazón en la mano, con ese costal o ese
capirote . ..» (E vi¡, P 1 H3, pág. 164).

O el siguiente fragmento de una respuesta:

«... Y después tiene el contraste de que viene la Macarena, que ya es el


bullangueo, el fanatismo, ya del sevillano a ver esa Macarena en la calle,
que ya no es..., es muy bonita, es realmente una imagen preciosa, pero ya
es la... es la cosa del fanatismo del la gente, ya del no va más en la calle, ya
ver esa Macarena en la calle, ver esa Semana Santa de noche, se echa
toda Sevilla a la calle para verla» (E xvi, P2H4, pág. 361).

La misma informante habla del nuevo emplazamiento de la Feria en estos


términos:

«... pero ya Sevilla al crecer tanto como ha crecido, ya... y hacerse tan
famosa la Feria como se ha hecho, ya en el lugar que la han puesto,
resulta muy grande, muy suntuosa por la cantidad de gente que hay, pero
no tiene el encanto que tenía siendo en el centro de la ciudad como
estaba, que era en pleno centro, que estaba esa Plaza de España al lado,
que con la Plaza de España, que es del tiempo de la Exposición, esa Plaza
de España al lado de la Feria resultaba preciosa ...» (íd., pág. 363).

Conviene llamar la atención en estos ejemplos sobre el uso de ciertos


demostrativos: «Aquel paso del río», «ese costal o ese capirote», «esa macarena»,
«esa Semana Santa de noche», «esa Plaza de España», etc. A cualquiera que
esté familiarizado con el habla de Sevilla no le costará trabajo recordar multi-
tud de casos semejantes que, con cierta frecuencia, aparecen en la conversa-
ción espontánea de la capital. Para un no sevillano no se puede decir que estos
usos resulten anómalos, pero sí, al menos, inusitados . Ciertamente, un hispa-

Sevilla, 1987.
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nohablante de otras regiones rara vez emplearía en estos contextos un demos-


trativo, sustituyéndolo en casi todos los casos por un artículo.
Está fuera de toda duda que estos demostrativos carecen de los dos valores
fundamentales que tales unidades tienen encomendadas en el español: la dei-
xis y la anáfora`'. Ciertamente ni constituyen mostraciones ad oculos, ni, en
términos generales reiteran una designación aparecida previamente en el dis-
curso. Sólo en uno de los ejemplos aducidos puede surgir la duda razonable de
que se trate de una mención anafórica: aparece «esa Macarena», cuando un
momento antes de ha hablado de ala Macarena». Sin embargo, la proximidad
de las dos menciones de la popular imagen sevillana hacen que resulte innece-
saria una mención anafórica. Por otra parte, en el fragmento aducido a conti-
nuación, en el que se habla de la ubicación de la Feria, que pertenece a la
misma informante, se menciona primero «esa Plaza de España», y después ala
Plaza de España». Lo cual indica que, para ella, el demostrativo y el artículo
alternan en condiciones semejantes en estos contextos y que, en cualquier
caso, no estamos ante un demostrativo anafórico .
La función de estos demostrativos hay que encuadrarla, pues, dentro de la
tercera categoría de deixis que fijó K. Bühler, la «deixis am phantasma» 10, que
se produce: «cuando un narrador lleva al oyente al reino de lo ausente recor
dable o al reino de la fantasía constructiva y lo obsequia allí con los mismos
demostrativos, para que vea y oiga que hay allí que ver y oír» .
La deixis «am phantasma» de Bühler resulta, sin embargo, un concepto
excesivamente ambiguo, por lo que algunos tienden a reformularla en otros
términos. Así, Lamíquiz, al tratar de los valores estilísticos del demostrativo
español' 1 distingue entre el demostrativo expresivo y el demostrativo de
realce, una de cuyas categorías fundamentales sería el demostrativo evocador,
que serviría para «introducir un sustantivo que quedará como subrayado en el
contexto», y añade: «Su sentido señalizador lógico queda más o menos apa-
gado ; es más bien estilístico» 12 . La idea de una «mención evocativa» aparece
también señalada entre los usos del demostrativo por Salvador Fernández
Ramírez 13 para la identificación de una realidad referida cuando precisa un
proceso imaginativo o conceptual complicado, o cuando «la delicada elabora-
ción conceptual del mismo que habla / .../ exige ese auxilio pronominal, que
apunta como deixis al concepto que va a formarse». También de demostrativo
evocador habla J. M. Fernández-Jardón Vindel, que lo considera como una
combinación de la «deixis ad oculos» y la «mostración temporal», con la que «se
pueden evocar realidades ausentes en el tiempo y en el espacio, como si se
encontraran ante nuestros ojos» 14 .
Rafael Lapesa, al analizar posibles ejemplos del debilitamiento de los

v SALVADOR
FERNÁNDEZ RAMÍREZ, Gramática española . Los sonidos, el nombre y el pronom-
bre, Madrid, 1950, § 124 y sigs .
1 ` Teoría del lenguaje, trad . de J . Marías, Madrid, 1979, pág. 139 y sigs.
1' Ibídem, pág. 61 .
'z «Valores estilísticos del demostrativo en español», en Les Langues Ncú-Latines, 180/1,
1967, págs . 103-110.
" Ibídem, pág. 108.
14
Op. cit., § 131 .
1)N MODELO DE VARIACIÓN SINTÁCTICA DIALECTAL: EL DEMOSTRATIVO DE REALCE 225
demostrativos en la narrativa medieval, observa que, en realidad éstos nunca
pierden su función deíctica, sino que se utilizan para señalar seres y cosas que
«a) se hallan a la vista y se dan por presentes, b) o han sido mencionados antes,
e) o bien se relacionan con las circunstancias de la situación, pertenecen a
ella» ' 5. A esta categoría de demostrativo evocador pertenecen claramente los
usos que hemos ejemplificado más arriba. En ellos, en efecto, es posible obser-
var dos rasgos concomitantes :
1 . Los sustantivos precedidos por tales demostrativos se encuentran
implícitos en el contexto comunicativo (la Semana Santa de Sevilla, la Feria de
Abril, el Rocío).
2. La presencia del demostrativo introduce en ello un realce especial
imposible de conseguir con sólo el artículo determinado .
Tal realce, que, sin duda, constituye lo más destacable de este empleo de los
demostrativos se consigue utilizando el, mecanismo sintáctico de «variar la
función de un instrumento», en este caso, alterando la funcionalidad específica
de los determinantes.
En efecto, dentro del campo general de la determinación, los demostrativos
son instrumentos encargados de la función de «situación», «operación mediante
la que los objetos denotados "se sitúan", es decir, que se vinculan con las
personas implicadas en el discurso y se ordenan con respecto a las circunstan-
cias espacio-temporales del discurso mismo» 1 La «situación» es la última
<1.

operación de un proceso determinativo, que implica la discriminación (opera-


ción por la que «los entes denotados se presentan como ejemplos de una
"clase", de un "tipo", o, también, como porciones de un "objeto extenso"») y la
selección, mediante la que se aplica «un nombre a un grupo de particulares y,
al mismo tiempo se señala, una separación u oposición (afirmada o negada)
entre los objetos denotados y el resto de su clase o tipo». La selección puede ser
indefinida, o particularización; o definida, o individuación, operación por la
que se separa uno o varios individuos de otros, en el primer caso o uno(s) de los
otros, en el segundo '7.
Cuando los tratadistas hablan del «demostrativo evocador» están refirién-
dose, en realidad, a un demostrativo que ha perdido su función «situadora»
para convertirse en un instrumento determinante del grado inmediatamente
anterior: un «selector» . Así, en el ejemplo que cita Lamíquiz, tomado de El
Jararnw

«El alguacil comentaba agitado:


-Será como si la moto tuviera cinco caballos encerrados en el motor
-se reía-; por eso mete ese escándalo al andar,» 18

Donde está claro que el demostrativo señala el tipo de escándalo que la


's Los determinantes identificadores en español artículos, demostrativos, posesivos,
Ma-
drid, 1983, pág. 83 .
'b
«Del demostrativo al artículo», NRFH, xv, 1961, págs . 23-44, esp., pág. 42 .
" COSERiu, op. cit., pág, 301 .
' Loc. cit.
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moto produce, o la cita de Bécquer con que ilustra su definición Fernández-


Jandón Vindel:

«En aquel claustro de San Juan de los Reyes; en aquel claustro tan miste-
rioso y bañado en triste melancolía..., etc.» 19 .

Obsérvese, sin embargo, que ambos ejemplos no son idénticos. En el de


Bécquer el demostrativo puede sustituirse sin más por el artículo, al menos en
el primer caso:

«En el claustro de San Juan de los Reyes.»

Tal sustitución es absolutamente imposible en el pasaje de ElJarama antes


citado en el que sólo cabe sustitución por un artículo indeterminado y un
elemento subsiguiente al nombre:

«Por eso mete un escándalo tan grande.»

La diferencia entre ambos se encuentra en el hecho de que en el ejemplo de


ElJarama el demostrativo introduce una selección indefinida. Por el contrario,
en la cita de Bécquer el demostrativo aquel antecede a un sustantivo individua
do, es decir, con una selección definida, aunque en este caso es imposible afir-
mar que el demostrativo sea el responsable de la individuación, sino que sólo la
anticipa e introduce una deixis temporal, puesto que es el sintagma prepositivo
«de San Juan de los Reyes» el elemento que, en realidad, produce la individua-
ción del nombre «claustro» .
La función de anticipar que el sustantivo a que acompaña el demostrativo
está individuado y no sólo particularizado, la desempeña el demostrativo en el
español común cuando acompaña a un nombre antecedente de un relativo. En
este contexto, suele entrar en oposición (inclusiva) con el artículo, para marcar
la diferencia que puede existir entre «la casa que busco» y «esa casa que
busco» z°. La oposición es inclusiva en el sentido de que el artículo puede
acompañar tanto a un sustantivo particularizado, como individualizado, en
tanto que el demostrativo indica necesariamente un sustantivo individuado.
Cabe señalar que, mientras en las hablas de otras zonas no hay una clara
preferencia por el empleo del artículo o el demostrativo, en el habla de Sevilla
suele utilizarse el demostrativo casi siempre. No es difícil observar que mien-
tras un hablante cordobés empieza un chiste diciendo : «un muchacho que va
por la calle.. .», o «el muchacho que va por la calle .. .», uno de Sevilla suele
preferir : «ese muchacho que va por la calle...».
Posiblemente ese gusto por subrayar la individuación del sustantivo es lo
que lo lleva a anteponer un demostrativo a nombres que están individuados

1' Loc. cit.,


20 LAPESA, art. cit ., pág. 44.
UN MODELO DE VARIACIÓN SINTÁCTICA DIALECTAL : EL DEMOSTRATIVO DE REALCE 227

por naturaleza, por tratarse de nombres propios, o contextualmente, o por las


dos causas al mismos tiempo.
No deja de ser curioso, por otra parte, que ese énfasis en la individuación se
produzca preferentemente al hablar de ciertos temas íntimamente vinculados
con la ipsidad sevillana, con lo que la identifica para el forastero y con lo que se
identifica el nativo. En otras palabras, el mecanismo sintáctico que hemos
descrito se emplea con manifiesta preferencia dentro de lo que Coseriu deno-
mina una región, esto es, el espacio dentro de cuyos límites un signo funciona
en determinados sistemas de significación», espacio que «está delimitado, en
un sentido, por la tradición lingüística y, en otro sentido, por la experiencia
acerca de las realidades significativas». Existen tres tipos de región : la zona (o
región en la que se emplea corrientemetite un signo, el ámbito, o región en la
que «el objeto» se conoce como elemento del horizonte vital de los hablantes y
el ambiente, o «región establecida social y culturalmente» : la familia, la
escuela, las comunidades profesionales las castas, etc., en cuanto poseen
modos de hablar que les son peculiares. Y añade Coseriu: «Un "ambiente"
puede poseer signos específicos para "objetos" de ámbito más amplio; puede
poseer "objeto específicos" ; o bien puede poseer signos específicos para "obje-
tos" también específicos» z' . Y eso es justamente lo que encontramos aquí : un
mecanismo sintáctico concreto (un signo en sentido lato) que se emplea preci-
samente para subrayar la especificidad de unos objetos y, de ese modo,
reafirmar la identidad de un «ambiente» y de todos aquellos que de él forman
parte v lo constituyen .
Enyconclusión, sólo he querido poner de manifiesto que si orientamos ade-
cuadamente el estudio de la sintaxis dialectal, desprendiéndonos de los moldes
previos de la sintaxis literaria, contemplándola en el seno de las estructuras
textuales y en su engarce con el contexto y la situación, podremos llegar a
observar en las formas sintácticas cómo cada modalidad del español se
afirma, se expresa y vive en esta lengua. Tal vez eso implique orientar la
investigación dialectal por derroteros distintos, hacer `otra dialectología', pero
no me cabe la menor duda de que se tratará de una dialectología mucho más
apasionante.

1 1 Art . cit., págs. 311-12 .

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