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Civilizar 12 (23): 133-148, julio-diciembre de 2012

Frágil culpabilidad. El conflicto entre arrogancia


moral y sabiduría trágica en Eurípides*

Fragile Guiltiness. The Conflict between Moral Arrogance


and Tragic Wisdom in Euripides
Recibido: 23 de agosto de 2012 - Revisado: 08 de septiembre de 2012 - Aceptado: 09 de octubre de 2012

John Fredy Lenis Castaño**

Resumen
En Eurípides se halla la tesis del carácter humano de la culpa y el castigo, con-
virtiendo la responsabilidad en un asunto inmanente a la vida de los hombres a
pesar de las creencias religiosas. En este sentido la ley, las pasiones humanas,
la racionalidad y la fe entran en una tensión que no ha dejado de darse empero
la renovación moral de la modernidad. Este artículo se estructurará siguiendo
algunos temas morales fundamentales de varias tragedias de dicho pensador
desde una perspectiva principalmente genealógica y hermenéutica, haciendo
un análisis intra e intertextual que permita poner en consideración la impor-
tancia de la sabiduría trágica para el aleccionamiento de una conciencia moral
falible e histórica.
Palabras clave
Complejidad existencial, culpabilidad, sabiduría trágica, arrogancia moral,
dionisismo, Eurípides.

Abstract
In Euripides the thesis of the human character of guilt and punishment is found,
turning the responsibility into an immanent subject to men’s life in spite of the
religious beliefs. In this sense the law, the human passions, rationality and
faith get into a tension that has gone on, taking place regardless of the moral
renewal of modernity. This article will be structured following some funda-
*
Este artículo proviene de la inves-
mental moral themes of several of the aforementioned thinker’s tragedies from tigación doctoral titulada ‘Tribula-
a mainly genealogical and hermeneutical perspective, making an intra- and in- ciones de la consciencia. Culpabili-
ter-textual analysis that allows to put into consideration the importance of the dad y subjetivación a partir de Michel
Foucault’, la cual está siendo desar-
tragic wisdom for the instruction of a moral fallible and historic conscience. rollada en el marco del doctorado en
Key Words Filosofía del Instituto de Filosofía de
la Universidad de Antioquia.
Existential complexity, guiltiness, tragic wisdom, moral arrogance, dionisism, **
Profesor del Instituto de Filosofía de
Euripides. la Universidad de Antioquia. Licen-
ciado, Magister y Candidato a Doctor
en Filosofía de la misma institución.
Correo electrónico:
johnlenisc@gmail.com
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Introducción bien, en función de la extensión propia de un


artículo de este tipo, nos concentraremos en
Algunos trabajos fenomenológicos sobre algunas de sus principales tragedias para mos-
la culpabilidad como los de Ricoeur (2004) y trar la hipótesis central de su concepción moral,
Jankélévitch (1987), o hermenéuticos como el a saber, el carácter humano y polémico de la
de Pewzner (1999) permiten entender la culpa responsabilidad, independientemente de los de-
como una experiencia fundamentalmente sim- signios divinos y el conflicto del afán raciona-
bólica, cultural y del orden del padecimiento lista que consiste en darle primacía a la lógica
subjetivo. Sin embargo, estas perspectivas dejan deliberativa y conceptual en detrimento de la
de lado la misma complejidad histórico-social consideración de los aspectos emocionales de
de la culpabilización, su carácter profundamen- la existencia, las pasiones envueltas en diversas
te intersubjetivo, social y material, así como luchas de poder y los usos de las justificaciones
los diferentes énfasis de la moralidad según las morales en aras de los intereses individuales.
épocas, los intereses, las luchas de poder y los Para ello procederemos a través de los siguien-
textos (Cf. Foucault, 1994, p. 372; 1994a, pp. tes apartados: (1) la lucha humana y agonal de
408-409). En este sentido, el trabajo en el que la culpabilización, que permitirá precisar el ho-
se inscribe el presente artículo, a saber, una in- rizonte principal de las tragedias de Eurípides,
vestigación doctoral sobre culpabilidad y sub- esto es, la tensión entre el racionalismo antiteo-
jetivación a partir de Michel Foucault, busca lógico y el reto que las pasiones, los intereses y
precisar algunas características de la racionali- las justificaciones humanas le plantean al racio-
dad culpabilizadora occidental en un horizonte nalismo en el drama de la moral en situación;
principalmente genealógico-hermenéutico, lo (2) el contexto normativo de la culpabilidad,
cual quiere decir que se privilegia el análisis cuyo tema central es el carácter convencional
crítico e histórico de la culpabilidad con el fin de las leyes humanas y la dimensión comuni-
de explicar cómo funciona —según distintos taria de las exigencias recíprocas; (3) intersub-
registros y discursos, prácticas y hábitos, inte- jetividad, ley y juicio moral, que abordará la
reses y poderes— la instrumentalización de la odisea en que se constituye el intento subjetivo
racionalidad culpabilizadora. Con esto se bus- de justificación en medio de las normas y las
ca aportar un análisis menos ingenuo sobre la conminaciones provenientes de la alteridad y el
culpabilidad mostrando algunos peligros de sus peso de las acciones realizadas; (4) el moralis-
usos así como algunas posibilidades de resisten- ta y la complejidad existencial, para poner de
cia ética frente a las implicaciones de una moral relieve tanto la fuerza del vínculo moral entre
alienante. En este contexto, la elaboración del discurso y acción como la fragilidad de la certe-
presente artículo tiene como objetivo principal za moral afincada en el sentimiento de la abso-
analizar algunas de las tesis más importantes de luta inocencia personal dada la presencia de lo
la antigüedad griega en torno a la experiencia involuntario, haciendo de todo rigorismo ético
moral de la culpabilización a partir de un autor un cierto patetismo inconsciente de sus propias
que como Eurípides es uno de los primeros y debilidades; (5) franqueza, valía moral y fra-
más importantes críticos de la cultura occiden- gilidad del juicio condenatorio, que posibilita-
tal, toda vez que no solo se confrontó con una rá la comprensión del carácter ontológico del
sociedad profundamente mítico-religiosa sino juicio moral, esto es, sus connotaciones en la
también con algunas dificultades del raciona- definición misma de la identidad a pesar de su
lismo moral, ubicándose así como uno de los concentración en la acción, así como el impacto
primeros autores que exploraron la experiencia emocional del drama moral; (6) sed de vengan-
de la resistencia ética frente a la estigmatiza- za y obnubilación del juicio, que permitirá, en
ción culpabilizadora en medio de complejas si- estrecha continuidad con el apartado anterior,
tuaciones culturales, morales y sociales. Ahora resaltar la turbiedad del juicio empecinado, la

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dimensión corporal del remordimiento y la difi- euripídeo funciona de cara a la religión, otro
cultad de la realización de los juicios condenato- es el caso cuando se enfrenta con las pasiones
rios; (7) conciencia moral y alteridad del exceso propiamente humanas (p. 25). Ante estas, la ra-
dionisíaco, el cual viene a resaltar la importancia zón muchas veces muestra su insuficiencia para
de la “antimoral” dionisíaca para la formación regular la experiencia vital. Tratándose así de
de la conciencia moral, para su desapego de la una culpa sin dios y envuelta en las luchas pa-
arrogancia y el moralismo, para su refinamiento sionales de los hombres. Como lo subrayan De
y matización a través de la escuela de la despo- Cuenca y García en la introducción a Orestes
sesión de sí, de su falibilidad, de la desmesura, (1998, p. 169), las tragedias de Eurípides ahon-
de la alegría y del disfrute vital, de la praxis en dan en el sinsentido de la existencia y los dra-
contra de la hiperreflexión; para, finalmente, ela- mas humanos:
borar una conclusión general en torno al carácter
muchas veces paradojal y falible de la conciencia Mientras en la Orestía esquílea la pre-
moral, su no coincidencia consigo misma en los sencia de los dioses es un factor cons-
avatares de la relación ético-política y el reto que tante, aquí solo se evoca la orden de
ello constituye. En este sentido, se hace enrique- Apolo que ha llevado al triste Orestes
cedor volver a Eurípides y sus tragedias tejidas a un crimen cuyo sentido no acierta a
alrededor de esa naturaleza conflictual del hom- disculpar su propia conciencia. El pro-
bre, su condición polémica y dionisíaca en la pio Apolo vendrá al final de la tragedia
inmanencia terrenal (“sin dioses”), frágil y caó- a exponer una explicación ambigua y
tica que se levanta empero como símbolo de una poco convincente (p. 171).
existencia labrada en el ejercicio de sus propias
fuerzas y dificultades. La definición de responsabilidades se
convierte, bajo esta óptica, en el intento a veces
La lucha humana y agonal de la cul- desesperado por darles un sentido a los aconte-
pabilización cimientos y a las reacciones humanas. Por ello
las tragedias de Eurípides no buscan moralizar,
Si el racionalismo —definido como “el se convierten en la puesta en escena de la pa-
predominio de la reflexión racional, en cuanto radójica condición humana que, sin embargo,
instrumento específicamente humano de des- solo a partir de su debilidad ontológica pue-
entrañar todos los problemas que conciernen a de hacer algo. En este sentido, la tragedia y la
la naturaleza y al hombre” (Medina y López, culpa hablan de la tensa situación de los seres
1991, p. 18)— puede afectar los valores tradi- humanos, a veces ángeles caídos y, otras, demo-
cionales de una sociedad toda vez que lleva a nios sublevados. Tal vez lo trágico en Eurípides
cabo una crítica de ellos como una de sus tareas se enmarque precisamente en este fracaso de la
permanentes, y este es en gran medida el caso razón dialéctica pues la racionalidad, en tanto
de Eurípides, algún tipo de culpabilidad, por su trágica, se revela como autocrítica (de la razón),
parte, parece sostenerse independientemente de “esta salida batalladora del pensamiento huma-
la crítica a la moral tradicional. Y ello se debe no, apoyado en sí mismo, hacia el caótico y
a que esa compleja experiencia también saca su peligroso terreno de las antinomias. Esto cons-
savia de una raigambre distinta a la veta religio- tituye precisamente lo trágico del poeta y del
sa: un marco jurídico positivo, unas reglas de hombre Eurípides” (Lesky, 2001, p. 256). Para
juego que la misma sociedad se da, aparte de Medina y López la divinidad será cambiada por
las creencias religiosas y míticas; con lo cual la Týche (1991, p. 35), ese azar que ya no tendrá
el mundo de los dioses deja de tener una im- el peso inapelable de la necesidad, con lo cual
portancia radical y absoluta para el mundo de la explicación cabal de los acontecimientos hu-
los hombres. Sin embargo, si el racionalismo manos pierde en inteligibilidad. La complejidad

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de la vida humana desborda así cualquier pers- En esta misma línea podría interpretarse
pectiva reductora que pretenda domesticarla se- la concepción de Bowra, pues si se dice que
gún una lógica específica, reivindicando así su nuestro trágico consideraba a los dioses como
inagotable riqueza e imprevisibilidad. Siendo “poderes ciegos e irracionales” (1948, pp. 86-
además la radicalización de la soledad del indi- 87) no hay que pensar que los expulsaba de su
viduo ya no solo frente al mundo de los dioses, mundo de creencias, sino que los consideraba
sino también frente al mundo social, cultural y así: lejos de los propósitos humanos racional-
político (p. 42), lo que le dará a Eurípides un mente planificados. Y si ello es así, mientras en
pretexto privilegiado para mostrar el azaroso Esquilo y Sófocles el castigo aparece como una
destino de los hombres. consecuencia inevitable de la transgresión, en
Eurípides aquel es merecido y dado ya no como
Ningún héroe será ya objetivamente destino sino como decisión. De este modo el
culpable, como acontecía en el teatro tercer trágico aparece como un pensador menos
de Esquilo y Sófocles; ahora tendrá tradicional, esto es, como un escritor que nos
siempre alguna excusa, algún punto pone a pensar la culpa y el castigo como asun-
en el que apoyar su defensa, alguien o tos propiamente humanos, con lo cual el peso
algo contra lo que quejarse, bien sea la de la responsabilidad se convierte en elemento
arbitrariedad divina, la injusticia de un inmanente de la vida de los hombres.
destino heredado o los vaivenes incon-
trolables de la fortuna (p. 44). Ahora bien, a pesar de que la etiología de
la culpabilidad y el sufrimiento no la pone en la
A partir de lo anterior, el artificio de la oposición consciente (o inconsciente) entre los
ley y la imputación puede aparecer con toda hombres y los designios divinos, o en la asun-
su fuerza. No es simplemente que la culpabi- ción total de la fatalidad del destino; su piedra de
lización desaparezca sino que ya no se cuenta toque la encuentra en “las pasiones desbordadas
con un referente (humano o divino) natural- como el más formidable elemento de destrucción
mente objetivo para apoyar las señalizaciones de la vida humana” (Medina y López, 1991, p.
y castigos. Dándose además una acentuación 53). Pero si los héroes de Eurípides son persona-
del carácter intersubjetivo de la acción, pues ya jes totalmente contextualizados, su desenlace no
el individuo no es considerado como un sujeto dependerá únicamente de sus pasiones sino de la
moral de imputación claramente determinable, forma como estas interactúan con las pasiones de
sino que la delimitación misma de la acción y los demás, las circunstancias y el azar.
su agente se problematiza. Y sin embargo no
estamos ante un autor ateo: El contexto normativo de la culpabilidad

Muchas veces el trágico se limita a En El Cíclope (Eurípides, 1991) se puede


mostrar su escepticismo ante las divi- ver ese carácter artificioso de la ley y la culpa-
nidades del mito, cual si fuese Protá- bilidad toda vez que es en un orden regido por
goras; en otras ocasiones se perciben las convenciones, las costumbres y las normas
atisbos de una explicación del orden donde ello tiene sentido. En la vida natural del
que debe regir el universo. Las críticas, cíclope es innecesario todo ese dispositivo, él
por lo general, suelen ser duras, pero se lo dice a Odiseo: “En cuanto a los que esta-
no nos autorizan a tildar a Eurípides de blecieron las leyes, abigarrando la vida de los
ateo, fama que le acompañó siempre hombres, los invito a pudrirse. Yo no dejaré de
en la antigüedad, sino de inquieto per- hacer el bien a mi persona, ni de comerte a ti”
seguidor de una imagen de lo divino (vv. 338-341)1. Licencia para el libre despliegue
más acorde con su esencia (p. 45). del egoísmo que se ancla, según Odiseo, en “el

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corazón y en la mente inaccesible de un hombre ¿Has oído, oh Zeus, tierra y luz, qué
impío” (vv. 349-350) Esta insensibilidad frente canto de dolor entona la infeliz esposa?
a los mandatos y los ritos, las costumbres y las ¿Qué deseo del terrible lecho te tiene
leyes, las jerarquías y las órdenes es el caldo cogida, oh insensata? El fin de la muer-
de cultivo privilegiado para la inmoralidad y, te vendrá pronto. ¡No haga esta súpli-
con ello, la ausencia de sentimientos de culpa o ca! Si tu marido honra un nuevo lecho,
remordimientos. El cíclope mismo es un mons- responsabilidad suya es, no te irrites.
truo y por ello un ser ajeno al abigarrado mun- Zeus te hará justicia en esto. No te con-
do legal de los humanos, pero paradójicamente sumas en exceso llorando a tu esposo
símbolo de lo que el mundo humano también (vv. 150-157).
puede llegar a ser: despiadada batalla de egoís-
mos irreconciliables. La necesidad de instaurar La sagacidad de Creonte hace que la ex-
la ley habla precisamente de una tendencia al pulse temiendo que en represalia le haga algún
mal realizable en la humanidad. No se trata mal a su hija (vv. 280 y ss.); y no estaba equi-
simplemente de que el crimen o la producción vocado toda vez que, presa de su pasión y sin
de dolor sean ajenos a esta condición; propio ninguna reflexión crítico-moral sobre sus pla-
de los seres humanos también es la posibilidad nes, Medea maquina su venganza contra el rey
de efectuar el mal. La impunidad campearía la Creonte, su hija y su infiel esposo; refiriéndose
faz de la tierra sin leyes respecto a las cuales se al corifeo le dice: “La desgracia me asedia por
definen la hýbris, la hamartía y la culpa. Esta todas partes. ¿Quién lo negará? Pero esto no se
última es entonces el resultado de un mundo quedará así, no lo creáis todavía. A los recién
regido por normas y sentimientos morales, y casados aún les acechan dificultades, y a los
exhibe todo su relativismo cuando, al lado de la suegros no pequeñas pruebas” (vv. 364-367).
barbarie y la monstruosidad, se presenta como La vileza del argumento de Jasón para aban-
una noción banal. En suma, el cíclope de la tra- donarla —“…lo hice con la intención de llevar
gedia no estaba lejos del cíclope de la epopeya. una vida feliz y sin carecer de nada, sabiendo
Al respecto, Castoriadis nos dice, refiriéndose que al pobre todos le huyen, incluso sus amigos,
a los cíclopes de La Odisea, “los Cíclopes no y, además, para poder dar a mis hijos una edu-
tienen thémistes, es decir, leyes; tampoco tienen cación digna de mi casa…” (vv. 559-563) —
agorái boulephoroi, es decir, asambleas delibe- nutre la impresión de que los planes de Medea
rativas (…) Una colectividad que no posee esto están justificados. En efecto, no se pueden com-
es monstruosa” (2006, p. 106) y monstruosa no parar los motivos de ambos: en una es el amor
solo porque no tenían todo esto sino porque, al decepcionado y en el otro es la ambición des-
carecer de ello, también adolecían de concien- medida de estatus. El escándalo por la ausencia
cia moral y de culpa. No hay, pues, exigencia le- de culpa en la maquinación macabra y fatal de
gítima de sentimientos morales donde no existe su venganza se equilibra con la impresión que
una comunidad religiosa, política o jurídica. produce su situación de víctima; es más, no sin
sufrimientos y sacrificios estabilizó su matri-
Intersubjetividad, ley y juicio moral monio. Es en el estado de un dolor profundo y
sin apelaciones que ella decide su destino y el
Medea (Eurípides, 1991), por el contra- de los suyos, incluso es consciente del precio
rio, padece todas sus tribulaciones en medio del que tendrá que pagar por ello. Pero el exceso
mundo de la ley, su dolor de esposa abandona- de su hýbris, al pretender darles muerte también
da —Jasón la deja para casarse con la hija del a sus hijos con el fin de aumentar el desgarra-
rey Creonte— la pone en el trance de desear la miento de Jasón (v. 817), parece también anular
muerte; y el coro, como mediador de la razón, la compensación y lo que alega como causa de
le aconseja dejar correr la pena: su acto criminal, su dolor de esposa abandonada

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se muestra de este modo insuficiente e imperti- que, ante la inminente persecución, es mejor que
nente para justificar el asesinato de sus hijos. sus hijos mueran por su propia mano que por la
Estamos por ende ante el intento de explicar mano de otros (v. 1205 y ss.); para lo cual tiene
un crimen por otro, de transferir una esfera de que proponerse, empero, la idea de que no son
imputación y castigo a otra y de confundir los carne de su carne (v. 1246). La lista de justifi-
motivos de una acción con los efectos de otra. caciones para su tarea puede ampliarse, pero la
El problema es que tanto Jasón como Medea su- conciencia de que son sus propios hijos inocen-
bordinan la vida de sus hijos a la lógica de sus tes los que va a sacrificar hace imposible limpiar
propósitos. El mismo coro le advierte a Medea: la gravedad de la culpa en la que se apresta a in-
currir. Finalmente, el dilema tampoco se resuel-
¿Cómo la ciudad de los ríos sagrados, ve en la discusión entre Jasón y Medea (v. 1320 y
la tierra acogedora de los enemigos, te ss.): ambos se imputan la causa de la desgracia, y
va a recibir a ti, la asesina de sus pro- como debate sin síntesis final, la tragedia termina
pios hijos, la impura entre las impuras? en la dispersión de acusaciones y culpas. La im-
Piensa en el golpe que vas a dar a tus posible enseñanza de este texto se convierte en la
hijos, piensa en el crimen que afrontas confrontación de dos dolores inconmensurables.
(vv. 848-852).
El moralista y la complejidad existencial
No que piense en lo que Jasón le ha he-
cho sino en lo que ella va a hacer. Esta necesa- En Hipólito (Eurípides, 1991) también está
ria distinción entre actos y agentes se constituye presente esa antropología moral expuesta en Me-
en la inevitable circunscripción de atribuciones, dea que permite ver la terrible tensión en que se
imputaciones, castigos y penas del mundo mo- encuentra inmersa la condición humana, jalona-
ral. Al límite lo que el coro le reclama a Medea da por las pasiones y los valores que se yerguen
es “¿qué culpa tienen tus hijos para pagar por el como ley. Sin embargo, en Hipólito se muestran
daño que te ha hecho el esposo?”. De hecho si no dos personajes enfrentados consigo mismos en la
es el argumento del coro lo que disuade a Medea lucha por no sucumbir frente a deseos contrarios
de su horrible acto, es el rostro de los hijos lo que a sus principios. La fuerza del deseo del amor
la conmueve: “¡Ay, ay! ¿Por qué me miráis con confrontada con el deseo de ser una fiel espo-
vuestros ojos, hijos? ¿Por qué sonreís, como si sa pone a Fedra en la angustia de una lucha sin
fuese vuestra última sonrisa? ¡Ay, ay! ¿Qué voy cuartel, su propio ser se ve desgarrado entre dos
a hacer? Mi corazón desfallece, cuando veo la tendencias antagónicas y demandantes, lo cual se
brillante mirada de mis hijos” (vv. 1040-1044). agudiza aún más con la conciencia que ella tiene
Pero —según ella— ante el miedo a convertirse de que no es suficiente con el conocimiento para
en hazmerreír de la ciudad por no vengarse de evitar hacer el mal: “Sabemos y comprendemos
sus enemigos, vuelve y pone como firme propó- lo que está bien, pero no lo ponemos en práctica”
sito el sacrificio de su prole, aunque ello tampoco (vv. 380-382). Y si el mal no es un problema de
sirva para exculparla, pues ante el deber de amor ignorancia, la pasión que lleva a cometerlo des-
de sangre la opinión de los demás poco debería borda la mera dimensión intelectual (discursiva,
contar. No se trata del clásico choque moral en- argumentativa). Esta es usada por la atormentada
tre dos opciones igual de razonables como fruto esposa para anticipar la culpa de ceder a la tenta-
de una sensata deliberación, aquí el dilema está ción que siente por Hipólito y así se lo hace saber
en escoger entre el amor a sus hijos y el amor a la nodriza y al corifeo:
propio. El problema se profundiza aun más cuan-
do, una vez enterada de que su proyecto de en- Esto, en verdad, es lo que me está matan-
venenamiento de su rival y de Creonte, el padre do, amigas, el temor de que un día sea sorpren-
de esta, fue realizado, apela a la convicción de dida deshonrando a mi esposo y a los hijos que

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di a luz. ¡Ojalá puedan ellos, libres para hablar gos, qué me has hecho! ¡Que Zeus, mi
con franqueza y en la flor de la edad, habitar la abuelo, te extirpe de raíz bajo el gol-
ciudad ilustre de Atenas, gozando de buen nom- pe de su rayo! No te dije —¿no había
bre por causa de su madre! (vv. 419-424). adivinado tu intención?— que callaras
aquello que ahora me ha traído la des-
Y si bien Foucault enfatiza en este pasaje honra? Tú no te contuviste y, por ello,
la importancia de la parresía (2004, pp. 56-58), no moriré con gloria (vv. 682-687).
no hay que pasar por alto que allí esta viene
aunada a la ausencia de vergüenza, esto es, la Este mal uso de la parresía sume a Fedra
posibilidad de decir la verdad porque no causa en el conflicto de verse descubierta. La circu-
ninguna pena. El uso de la palabra está enton- lación del saber se constituye en fuente de des-
ces subordinada a la limpieza moral, no es solo honra aunque no se haya realizado ningún con-
un decir teórico sino un hablar respaldado por tacto directo con Hipólito. El predicamento en
la práctica de una acción sin mancha. La cul- que este se ve atrapado se debe precisamente al
pa entonces no solo inflige castigo físico en el haber sido puesto en conocimiento de suscitar
imputado sino pesares discursivos a su descen- tales pasiones en una mujer casada. Él quizás
dencia. La palabra se convierte así en símbo- hubiera preferido permanecer ignorante y al
lo de rectitud moral garantizada por los actos. margen de tal entramado emocional para po-
Incluso el combate que Fedra establece con la derse sentir inocente. Más aún cuando las con-
nodriza en el intento que hace esta para conven- secuencias no se hacen esperar; Teseo, esposo
cerla de ceder a su pasión de amor como cosa herido de Fedra, decide vengarse de Hipólito a
natural (Eurípides, Hipólito, 1991, v. 435 y ss.) pesar de que sea su propio hijo:
es el reflejo de su propia lucha. Hipólito, por su
parte y una vez se entera por boca de la nodriza “…Le expulsaré de esta tierra y recibi-
del amor de Fedra hacia él, se muestra como rá el golpe de uno de estos dos desti-
el moralista inflexible que perjura hasta de sus nos: o Poseidón le enviará muerto a las
propios amigos y allegados cuando estos obran moradas de Hades, por consideración a
de manera injusta: “Hipólito —He escupido. mis súplicas, o expulsado de esta tierra,
Ningún injusto es amigo mío. Nodriza —Per- errante por un país extranjero, soportará
dona. Natural es que los hombres yerren, hijo” una vida miserable” (vv. 893-898).
(vv. 614-615). Actitud propia de quien mira por
encima del hombro las pasiones y vicisitudes El mismo desenlace fatal del hijo y aho-
humanas y considera el cumplimiento de la ley ra rival de Teseo, así como el descubrimiento de
con la manía de una conciencia moral escrupu- este del engaño usado por Fedra para aparecer
losa y aséptica2. Sin embargo, en el afán de con- inocente inculpando a Hipólito, sume al rey en
vertirse en juez de Fedra se constituye en juez el descorazonador sentimiento de no solo haber
de sí mismo al reprochar la situación en que ha asesinado a su propio hijo por una acusación in-
sido cogido. Su ansioso carácter inflexible lo fundada, sino también de haberse dejado ence-
atormenta al darse cuenta de que, como todos, guecer por su propia pasión de esposo traiciona-
está inmerso en la red de interacciones pasiona- do. Ártemis, la diosa que viene a anunciarle todo
les que tensiona permanentemente la vida mo- eso, se lo dictamina con una claridad meridiana:
ral. Para Fedra, el acontecimiento adquiere una
gravedad de mayores proporciones al haberle Tú (….) te muestras como un malva-
sido contado a este juez implacable: do, pues no esperaste la confirmación y
las palabras de los adivinos, ni a tener
“Fedra (A la nodriza) —¡Oh cúmulo una prueba, ni concediste mayor tiem-
de maldades y perdición de tus ami- po a la indagación, sino que lanzaste la

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maldición contra tu hijo más rápido de humana termina estando en las antípodas de la
lo que debías y lo mataste (vv. 1320- divina. No hay perfección moral que buscar, ni
1324). agentes totalmente culpables, ni pacientes abso-
lutamente inocentes. La culpa se convierte en el
Su hýbris consistió por consiguiente en ha- signo central de una condición tremenda: la fra-
berse dejado llevar por el vértigo de la pasión do- gilidad humana.
lida sin poner el freno de la reflexión y el análisis
objetivo de los hechos. Es el haber hipostasiado Franqueza, valía moral y fragilidad
su propia subjetividad lastimada lo que lo sume del juicio condenatorio
ahora en el sufrimiento de no haber sabido escu-
char ni mirar. Sin embargo la diosa, señalándole En Electra (Eurípides, 1985), la parresía
que Cipris (diosa del amor) fue protagonista en se presenta aunada a la deliberación moral. El
estos sucesos, que él actúo con desconocimiento debate entre Clitemnestra y Electra en torno a la
y que su esposa se suicidó llevándose consigo la asignación de responsabilidad y la evaluación
posibilidad de explicar lo que realmente había de los actos de la madre y lo que la llevó a ase-
pasado, le dice que aún él puede ser perdonado sinar a su esposo y padre de la adolorida prota-
(v. 1330 y ss.). Incluso por la misma concien- gonista se convierte en una discusión sometida
cia rígida de Hipólito, este, agonizante y siendo a la condición del franc-parler. Foucault resalta
instruido por la diosa Ártemis en el sentido de esta exigencia (2004, pp. 60-63) pues en el diá-
que es propio de los humanos equivocarse cuan- logo aparece tanto del lado de la madre como
do los dioses no les ayudan a evitarlo, asume su de la hija, la primera le dice a la otra: “Habla,
destino excluyendo al padre de cualquier im- si algo quieres decir, y replícame con libertad
putación y culpa (v. 1400 y ss.). La implacable que tu padre no murió con justicia” (Eurípides,
moral de Hipólito se suaviza en la confrontación Electra, 1985, vv. 1049-1050). A lo cual Electra
con una situación límite —accidente y concien- le responde: “Madre, recuerda las últimas pa-
cia de la muerte que se acerca— poniendo en labras que has pronunciado concediéndome li-
entredicho cualquier seguridad moral de los que, bertad para hablar” (vv. 1055-1056). La impor-
como él, más convencidos estaban de la rigidez tancia de esta explicitación desde el comienzo
y cabal cumplimiento de las recompensas y mé- del choque argumentativo señala un rasgo bien
ritos para inocentes y piadosos. Lo involuntario notorio de todo debate con peso realmente mo-
aqueja la condición humana y por ello la asig- ral, a saber, la dureza de las verdades que hay
nación de culpas y castigos requiere de un tac- que decir, y ello porque no se trata simplemente
to lo suficientemente instruido (a veces por los de describir hechos o acontecimientos sino de
duros golpes de la vida) para delimitar la fuerza valorar el tipo de persona que se manifiesta a
de una conciencia moralista que muchas veces, través de ellos. La acción entra así en un con-
abusando de su poder, pretende sobreponerse flicto de interpretaciones porque es la misma
frente a cualquier error de un ser que como Fedra persona, su carácter y su valía la que es puesta
no decidió su destino. Teseo, Fedra e Hipólito se en cuestión en el juego incesante de atribución
ven enredados en una trama lo suficientemente de culpas y cargas. Todo el discurso posterior
teñida por los deseos y las pasiones propias de lo de Electra se dedica a señalar la impureza de los
humano, que se hace imposible juzgar en blanco motivos que su madre alega (v. 1060 y ss.), con
o negro cualquiera de sus acciones. La concien- lo cual de esposa y madre afectada pasa a con-
cia moral escrupulosa se descubre truncada por vertirse en amante traidora y madre desalmada.
una interacción sentimental y circunstancial que Sin embargo, esta Electra de Eurípides también
relativiza su pretensión de emitir un juicio con- termina atormentada por la venganza contra la
denatorio definitivo, al tiempo que demuestra la madre por más impía que esta resultaba a sus
fragilidad del bien y la felicidad. La condición ojos. Junto a su hermano y cómplice de la ven-

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Frágil culpabilidad. El conflicto entre arrogancia moral y sabiduría trágica en Eurípides 141

ganza, Orestes, lanza los últimos lamentos que- Orestes. Aquí yace tendido sobre el le-
jándose del acto cometido: cho y la sangre de su madre lo trans-
porta vertiginosamente en ataques de
Orestes. —Yo puse el manto sobre mis locura. Pues no me atrevo a nombrar
ojos y di comienzo con la espada al sa- a las diosas (Euménides que rivalizan
crificio hundiéndola en el cuello de mi en aterrorizarlo). Este es ya el sexto
madre. día desde que murió mi madre a golpes
de espada y su cuerpo quedó purifica-
Electra. —Y yo te animaba al tiempo do por el fuego. Durante estos días no
que ponía mano a la espada. ha admitido alimentos por su garganta,
no ha bañado su piel. Oculto bajo los
Coro. —Has cometido el más terrible mantos llora, cuando la enfermedad
crimen. alivia su opresión y recobra la razón,
pero otras veces salta del lecho y echa
Antistrofa 4ª. a correr, como un potro que huye del
yugo (vv. 34-46).
Orestes. —Toma, cubre los miembros
de mi madre con el manto y cierra sus De héroe vengador pasa a convertirse en
heridas. ¡En verdad alumbraste a tus hombre infame, la locura y sinrazón contrastan
propios asesinos! con la airada y segura justificación que otrora
diera de sus actos. Su conciencia ya no es la
Electra. —¡Ved cómo ponemos este guía segura de sus acciones sino la enfermedad
manto sobre quien era amiga y a la vez que le corroe, “Menelao. —¿Qué opresión su-
no amiga! (vv. 1222-1231) fres? ¿Qué enfermedad te destruye? Orestes.
—La conciencia, porque sé que he cometido
El remordimiento trasciende el orden de actos terribles” (vv. 395-396). Las palabras de
las justificaciones, el discurso se muestra insufi- su abuelo, Tindáreo, le reprochan haber actuado
ciente para apaciguar el tormento que proviene por fuera de la racionalidad de la ley y haberse
de la conciencia del acto reprochado. El recla- dejado llevar por su sed de venganza:
mo mismo de uno de los hermanos de Clitem-
nestra, Cástor, precisa el punto alrededor del Él (Orestes) habría debido entablar un
cual gravita toda la pena de los hijos matricidas: proceso criminal, prosiguiendo una ac-
“Ella ha recibido su merecido, pero tú no has ción legal legítima, y expulsar del pa-
obrado con justicia” (v. 1245). El sufrimiento lacio a su madre. Habría mostrado su
alcanza tanto a vencedores como a vencidos, a prudencia en la desgracia, se hubiera
victimarios como a víctimas. amparado en la ley y habría sido pia-
doso. Ahora en cambio ha incurrido en
Sed de venganza y obnubilación del la misma fatalidad que su madre. Pues,
juicio aunque justamente la consideró per-
versa, él se ha hecho más perverso al
Orestes (Eurípides, 1998) también apare- matarla (vv. 500-506).
ce como un ser totalmente abatido revolcándose
en el dramatismo de su propio remordimiento: Llama la atención sin embargo que Orestes,
en medio de la locura del arrepentimiento que le
Desde entonces (desde que dio muer- atormenta, saque fuerzas para articular un dis-
te a su madre), aquejado por una feroz curso autojustificador, cuyos argumentos cen-
enfermedad, se consume el desgraciado trales son: (a) la legítima defensa de la memoria

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142 John Fredy Lenis Castaño

paterna y (b) la necesaria ejemplificación para buenos y malos sino ante el hecho incontestable
evitar que las mujeres se sientan tentadas a imi- de que “…en los conflictos del hombre contra
tar a su madre (v. 545 y ss.). ¿Lucidez o cegue- el hombre, siempre nos encontramos con cierta
ra? La solución o salida de la culpa en esta tra- humanidad y buenas razones en ambos lados”
gedia termina siendo entonces una evasión, un (Kaufmann, 1978, p. 223). Esta es una de las
maníaco júbilo. En todo caso, la stultitia ataca razones por las que se hace tan difícil precisar
nuevamente a Orestes y decide darle muerte a y asignar culpabilidad, pues si se trata de ma-
Helena, esposa de su pariente Menelao, por la las acciones cometidas por malas personas no
negativa de este para apoyarlo ante el pueblo. se duda un instante, pero si se trata de acciones
En el impulso que Electra le da aparecen descri- malas cometidas accidentalmente por hombres
tas las acciones que demeritan a Helena y hacen buenos, el dilema comienza. ¿Se trata entonces
ver justificable su muerte: de una antropología pesimista? Si ello es así,
el problema es de nuevo el fondo antropológi-
Electra. —¡Matadla, asesinadla, dego- co y ontológico del mal que subyace al asunto
lladla, hincadle los dobles puñales de de una ética de la culpabilidad. Para evitar este
doble filo con todo el impulso de vues- círculo vicioso lo que hay que distinguir es la
tro brazo, a la que abandonó a su patria relación entre el sujeto y la acción y no ambas
y a su marido, la que aniquiló a muchísi- por separado. Con ello la asignación de culpa-
mos griegos, que bajo la lanza murieron bilidad está en función de una relación (entre
en la márgenes del río (vv. 1303-1306). el agente y su acción o entre el paciente y el
padecimiento) y no en función de una entidad.
La indiferencia de Menelao frente a Ores-
tes no basta para explicar el crimen contra su Conciencia moral y alteridad del ex-
esposa, hace falta también que esta aparezca ceso dionisíaco
como un ser vil contra el cual cualquier bajeza
está justificada. Y ciertamente la aparición de Quizás sea con el mito de Dioniso en Las
Apolo como deus ex machina no convence de Bacantes (Eurípides, 1998) donde Eurípides
lograr un final feliz (v. 1625 y ss.). El sentido nos permite ver mejor la inmanencia de una
del desenlace se pierde en el artificio de un dios tensión dramática en las tendencias humanas.
que pretende recomponer las cosas para rein- No es ni siquiera la trascendencia de una pose-
sertar un cierto orden en el caótico mundo de sión divina la que explica la terrible desmesura
Orestes. Pero ¿significa esto que una vez Ores- que puede realizar lo humano, es la inherencia
tes ha adquirido la identidad de culpable y loco de un daimon propio lo que actúa como fuerza
no puede resolverse a actuar de otro modo?, ¿es acicateadora del exceso. Ahora bien, ¿lo que re-
la culpa portadora de un estigma imborrable?, presenta Dioniso y su culto es un contra-orden
¿o es simplemente el signo de una grieta pro- o es otro tipo de establishment?
funda de la condición humana, a la vez moral e
inmoral, noble e innoble, bondadosa y malva- El coro refleja bien, en su aspecto
da? Se trata de una situación en la que ninguno atractivo y repelente, la ambivalencia
de los dos hermanos ha quedado con el senti- del dionisismo: su euforia festiva y su
miento de haber logrado un triunfo o cobrado desafío a las civilizadas normas de la
justicia, quedan embargados solamente por tris- cordura. Lo que impulsa a tomar el tir-
teza y horror (cfr. Lesky, 2001, p. 315) y, más so y hacerse bacante es el entusiasmo
allá del estigma que les pueda quedar o de la dionisíaco, que, como una forma de
intervención divina, se ven envueltos en el tor- locura religiosa, de manía, puede ser
mento de su propia contrición. No estamos pues bendición, pero también castigo… (De
ante la taxonomía moral rotunda de hombres Cuenca y García, 1998, p. 329).

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Frágil culpabilidad. El conflicto entre arrogancia moral y sabiduría trágica en Eurípides 143

¿Estamos entonces ante ese necesario in- desdibuja las fronteras. (…) En la me-
grediente feliz para toda vida completa o frente dida en que están tan delimitadas las
al peligro del desbordamiento y del exceso? Esa fronteras entre el hombre y la mujer,
euforia y demanda de entusiasmo que la vida se entre lo griego y lo bárbaro, entre los
hace a sí misma debe suspender el afán moralista hombres y los dioses (entre el culpable
de evaluación y juicio. No se trata ya de una con- y el inocente, entre el mal y el bien), en
ciencia atormentada por la tarea de definir culpas esa misma medida, se deja un sitio a
y castigos, sino de la vida que se desborda en una la necesidad de hacer saltar, en ciertos
celebración por continuar en el orden del mundo. momentos, el sistema (2002, p. 213).

Es Penteo el defensor de los valores No se trata pues de un sistema que absor-


tradicionales desde el punto de vista de be la alteridad sino de un sistema que explota
la moral griega, bien que la excesiva y se intenta recomponer, pero, en cada inten-
soberbia de su posición le haga incurrir to nuevo, deviene distinto. La nostalgia por el
en hýbris. Penteo es, como Hipólito, sistema siempre será, pues, apego a un pasado
un héroe demasiado seguro de su mo- irrecuperable. Incluso su recuerdo se ve siem-
ralidad, sin advertir la unilateralidad de pre amenazado por la ficción idealizadora que
su concepción hasta el momento de su merodea a toda nostalgia.
muerte (p. 335).
Cuando Cadmo le dice a Tiresias que lo
¿Cómo es posible entonces que la moral guíe hacia los rituales dionisíacos, lo llama “sa-
pueda incurrir en transgresión? En el sentido bio” (Eurípides, Las Bacantes, 1998, vv. 185-
precisamente de que solo una conciencia que 186) y no en el sentido de Penteo, el moralista,
haya pasado por la experiencia de lo otro y lo sino en el de una conciencia instruida por el lado
extraño, el exceso y el peligro, está en capaci- paliativo de la fiesta y el vino (De Cuenca y Gar-
dad de comprender cabalmente las situaciones y cía, 1998, p. 359, nota 25)3. Esta reivindicación
vivencias catastróficas en las que cualquiera se del lado constructivo de Dioniso nos recuerda
puede ver inmerso. La conciencia aleccionada la patología de la conciencia culpabilizadora, su
para la comprensión de la experiencia humana terquedad y obtusa visión. Su mirada no busca
como complejidad de motivos, causas, factores, más que lo que le sirve de material para el juicio
valores, antivalores, es una conciencia formada condenatorio pero no aquello que lo haga mati-
también en la escuela de Dioniso. La unilatera- zar. Por ejemplo cuando, frente a Penteo, el men-
lidad, la soberbia, el exceso de autoconfianza de sajero llega a narrar los hechos del ritual que se
una conciencia moralista termina aniquilando está llevando a cabo por las mujeres en el monte,
lo que de prudente y sabio pueda tener su juicio, su primera preocupación es si puede hablar con
y en ello reside su hýbris. El héroe que alardea toda franqueza (Eurípides, Las Bacantes, 1998,
de su virtud está, aún sin saberlo, expuesto a vv. 665-670), pues uno de sus temores es apa-
hacer el espectáculo de un arrogante moral y, en recer, ante ese juez moralista y por ello terrible,
el patetismo de su ceguera, los demás se apartan como otro de los culpables de tal desenfreno.
de él por la testarudez y cerrazón de su concien-
cia para vislumbrar otras posibilidades, razones La veneración dionisíaca también permite
y motivos. Solo una conciencia instruida por la valorar en su justo lugar el arte de vivir en com-
alteridad de su normatividad puede entender la paración con el saber por el saber:
necesidad de perdonar. Como dice Vernant:
(Coro:) La ciencia de los sabios no es la
En esta cultura griega en ciertos aspec- sabiduría. Ni tampoco lo es el meditar
tos tan precisamente acotada, Dioniso sobre lo inhumano. ¡Breve es la vida!

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144 John Fredy Lenis Castaño

Por eso, ¿quién puede cosechar el pre- Ágave. —Dioniso nos destruyó. Ahora
sente si persigue lo infinito? Esas son lo comprendo” (Eurípides, Las Bacan-
actitudes, en mi opinión, de mortales tes, 1998, vv. 1294-1296).
enloquecidos (vv. 395-400).
Pero si la conciencia moral también es
La locura no es ya de quienes viven el ri- conciencia del dolor por la culpa y el remordi-
tual liberador de Dioniso sino de quienes le nie- miento, el conocimiento se hace conditio sine
gan sus beneficios, entre ellos, el elogio de una qua non para la convivencia y la fundación de
vida sencilla y feliz, cercana a la naturaleza y los la ciudad. El famoso juego de inculpaciones y
ritmos de la vida (v. 420 y ss.) que nos recuer- justificaciones —acusaciones y contraacusacio-
da “la fuerza verdadera de la naturaleza que es nes, esto es, la pugna por la verdad y las ten-
indiferente al bien o al mal” (Bowra, 1948, p. taciones de engañar(se)— se complementa con
94). No en vano Dioniso también es el dios de el imperativo de conocer a los culpables para
las máscaras pues los ritmos, tránsitos, declives, regular los controles y las penas.
reveses de fortuna, logros, etcétera, propios de
esa corta y compleja vida no hacen sino exigir la El mismo Dioniso se presenta como el
constante adaptación. Se trataría pues de una éti- extraño que habita esta conciencia reflexiva:
ca de la cotidianidad que, a riesgo de confundirse “Como dice M. Détienne, si este dios se pre-
con la variabilidad incesante de las sensaciones, senta como Extranjero y Extraño, no es porque
regula su aprehensión a través del filtro del prin- sea de procedencia exótica, ‘es porque el dios
cipio productivo del dionisismo, a saber, la lógi- tiene por vocación lo Extraño’” (De Cuenca y
ca de la felicidad, “esa vida serena de las alegrías García, 1998, p. 335, nota 10). Lo fundamental
cotidianas y el gozar ‘día a día’” (De Cuenca y sería no ubicar lo dionisíaco en el exterior sino
García, 1998, p. 386, nota 56). Esta vivencia no ver la tragedia que nos ocupa como metáfora
reflexionada de la vida, ese dejar transcurrir se del espíritu humano, como metáfora de las fuer-
convierte en el complemento necesario de la hi- zas que luchan en la conciencia. Incluso la huí-
perreflexión en la que puede caer la conciencia da al monte como “uno de los elementos del ri-
moral. Eso le hace saber Cadmo a su hija Ágave tual báquico” (p. 352, nota 15) es una forma de
cuando le advierte que, por haber estado en tran- alejarse de la civilización y la regulación pro-
ce, no se dio cuenta de que ella también ayudó pias de la polis en búsqueda de la libertad para
a destrozar a su hijo Penteo: “Cadmo. —¡Ay! darles rienda suelta al delirio y la embriaguez,
¡Ay! ¡Cuando comprendáis lo que habéis hecho, que se constituyen en una manera de tensionar
sufriréis un tremendo dolor! Pero si hasta el fin la vida cívica. No es meramente que se huya a
os quedáis sin pausas en el estado en que estáis, ese lugar carente de leyes y se permanezca allá,
sin ser felices, al menos parecerá que evitáis la sino que el retorno de ese éxtasis reconstituye la
desdicha” (Eurípides, Las Bacantes, 1998, vv. vida regulada que implica lo colectivo a riesgo
1259-1263). Como bien lo resaltan De Cuenca incluso de transformarla.
y García, esa ignorancia que evita el sufrimiento
se contrapone en Eurípides a la lucidez y la con- La culpabilidad se presenta entonces
ciencia (1998, p. 401, nota 77). Esta, posterior a como manía de una conciencia moral arrogante
los hechos, confirma su carácter trágico. si no es relativizada en el conflicto de interpre-
taciones y justificaciones de toda deliberación
“Ágave. —Y, nosotras, ¿de qué modo moral. La ambivalencia e inseguridad que con
fuimos a parar allí? esa relativización gana el veredicto termina
siendo la garantía de la posibilidad de la reaper-
Cadmo. —Estabais en delirio y toda la tura del juicio y la reivindicación de la justicia.
ciudad estaba poseída por Baco. Pero si esto también es una dimensión más allá

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Frágil culpabilidad. El conflicto entre arrogancia moral y sabiduría trágica en Eurípides 145

de la moralidad, puede considerarse que lo dio- amenazado por lo caótico. Un ejercicio enmar-
nisíaco representa una faceta de la vida que no cado en el conflicto de interpretaciones de las
tiene propiamente ninguna ética o que su ética leyes y los hechos, las imputaciones y exculpa-
no consiste en la moral de la “cordura, raciona- ciones, los discursos y la acción, los poderes y
lidad y represión colectiva” (p. 337). Ahora, si los anhelos, las angustias y las sensibilidades,
uno de los ejes del rito a Dioniso lo constituye el contexto y los proyectos (cf. Benevides, s/a,
la fiesta, quizás esta se integra al orden social a p. 7). Algo con lo cual la conciencia deja de ser
la manera de tensa complementación que per- muchas veces la guía segura de los juicios y el
mite gastar la energía acumulada en el tiempo comportamiento para convertirse en tormento,
del trabajo y la regulación (cfr. Bataille, 2000). enfermedad y locura. Ambigüedad política y
La sacudida dionisíaca correspondería de este moral de los veredictos y castigos que no solo
modo al desfogue de una vida regida por la mo- es patrimonio de la antigüedad sino que alcanza
notonía del moralismo y el control4, aunque no los debates y problemas morales de la moderni-
hay que olvidar que en la contemporaneidad dad (cf. Schuld, 2000, p. 19) y que logra poner
este desfogue también ha sido subsumido en la en cuestión no solamente las acciones evaluadas
lógica de la mercancía5. sino también la valoración de las personas y los
resultados mismos de los juicios. En esta cir-
Conclusión cunstancia, la enseñanza positiva del dionisis-
mo consiste precisamente en abrazar la fuerza
A partir de las tragedias de Eurípides la proveniente de la alegría vital y el vínculo con
línea entre bien y mal, justicia y venganza, ino- la falibilidad de la condición humana en una éti-
cencia y culpabilidad, tranquilidad y remordi- ca distinta a las pretensiones de una moral del
miento, defensa y acusación, interés personal y deber obsesionada con la homogeneización, la
egoísmo, es muy delgada. La arrogancia moral hiperreflexión y el control. Una ética del deseo
deviene patetismo de una conciencia obtusa y y del placer, de la vida feliz que también recla-
empecinada en la valía de sus rígidos principios, ma el derecho a la diferencia y a la interacción
segura de la infalibilidad no solo de su consti- no dominadora. De este modo y si la desespe-
tución ontológica sino también de su capacidad ranza en lo político ronda todas las tragedias de
de realización práctica. Con ello, la conciencia Eurípides (De Cuenca y García, Fenicias, 1998,
moral se convierte en tribunal indiferente ante p. 80), podría proponerse la hipótesis de Eurí-
los incidentes de la acción, el dolor y la peren- pides: trágico de lo político, ya que, en efecto,
ne posibilidad de transgresión, manía y maldad ante la distancia de los dioses y la ambiciosa
que constantemente amenazan la propia exis- naturaleza humana que casi todo lo echa a per-
tencia. Así pues no solo estamos frente a unos der en el vaivén conflictivo de las pasiones y
textos que muestran la orfandad humana res- egoísmos pues “el destino que aniquila la casa
pecto a los dioses sino también la falibilidad de de Edipo se halla fatalmente ínsito en los pro-
su condición pasional y la lucha entre sabiduría pios caracteres” (p. 87) —dado que no hay ya
y arrogancia que constituye los dilemas mora- dioses a quienes acudir para que se inmiscuyan
les. Los artilugios del azar se presentan como en la salvación de los hombres, ni regímenes lo
una fuerza más en el juego intersubjetivo y so- suficientemente justos para regular la conviven-
cial de la moral in situ. Este carácter pragmático cia social, con lo cual la tragedia no reposa sola-
e interesado de la moralidad, su faceta egoísta y mente en la exterioridad de un designio divino o
en permanente tensión con las exigencias insti- en la trascendencia de un azar caprichoso—, tal
tucionales, las peripecias del amor y el reclamo vez quede la tarea de reconstruirse a sí mismo
de solidaridad propia de la conminación hacen como proyecto intransferible, como tarea ética,
de la ética un ejercicio labrado en la dimensión como obra y cuidado para una sabiduría alec-
de lo fronterizo, lo vulnerable y muchas veces cionada por lo trágico, como conciencia de la

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146 John Fredy Lenis Castaño

falibilidad no obstante responsable y creadora “al igual que en muchas otras sociedades el or-
que constituye la existencia de los hombres en den, para consolidarse, necesita ser periódica-
la reapertura de sus certezas, exigencia ínsita a mente controvertido, trastornado durante esos
una vida jugada también en la indeterminación días de carnaval en los que reina la inversión…”
de la libertad y la contingencia. (2002, p. 40).

Notas 5
Cfr. la discusión en torno a las hipótesis
represiva y discursiva en la Historia de la sexu-
Las referencias de las tragedias se harán
1 alidad 1 (Foucault, 2005).
con los números de los versos (vv.) y no con los
de las páginas. Referencias

“Cuando Hipólito (…), rehúsa fría y


2
Bataille, G. (2000). El erotismo. Barcelona:
bruscamente el saludo a Afrodita, compren- Tusquets.
demos que su orgullosa castidad significa al
mismo tiempo una hybris, una insolencia o ar- Benevides Valle, L. (s/a) (2012, 14 de junio).
rogancia al negar a uno de los grandes poderes Le rapport psychiatrie - justice chez Fou-
de la vida” (Lesky, 2001, p. 284). cault et la conception des hybrides chez
Latour: quelques rapprochements pos-
3
Al respecto es muy clarificadora la expli- sible. Recuperado de http://www.euro-
cación de Vernant: “El dionisismo no representa philosophie.eu/recherche/IMG/pdf/Fou-
en absoluto un elemento exterior, marginal en la cault_et_Latour.pdf
civilización griega. Es, por el contrario, un ele-
mento central, pero que va en una dirección difer- Bowra, C. M. (1948). La tragedia ática. En His-
ente, en el interior del sistema. Yo creo que no ex- toria de la literatura griega (pp. 61-96).
iste civilización que sea perfectamente coherente, México: Fondo de Cultura Económica.
cuya lógica tenga una sola dimensión. Sí, el di-
onisismo toma el sentido inverso de ciertas cosas,
Castoriadis, C. (2006). Lo que hace a Grecia. 1.
pero eso forma también parte del sistema” (2002,
De Homero a Heráclito. Argentina: Fon-
p. 209). Y, más adelante, “Las Bacantes reflexion-
do de Cultura Económica.
an sobre el personaje de Dioniso: señor de la tra-
gedia, al que no se puede abordar sino aceptando
De Cuenca y Prado, Luis Alberto y García Gual,
cambiar la visión de las cosas, aceptando trans-
formarse en otro y aceptando la idea de que to- C. (1998). Traducción, introducciones y
das las categorías que nos parecen bien definidas notas. En Eurípides. Tragedias III (Hele-
pueden ser trastornadas” (p. 216). La identidad se na, Fenicias, Orestes, Ifigenia en Áulide,
convierte de este modo en movilidad del ser, y la Bacantes, Reso). Madrid: Gredos.
diferencia, lo múltiple, la cara inocente del cul-
pable como la cara culpable de aquel se revelan Eurípides. (1985). Tragedias II (Suplicantes,
como facetas también presentes en esa primera Heracles, Ion, Las troyanas, Electra, Ifi-
identidad segura de sí misma. La arrogancia del genia entre los tauros). José Luis Calvo
inocente se verá minada por esta posibilidad que Martínez (Trad., introducciones y notas).
también le habita: ser culpable de la indiferencia Madrid: Gredos.
ante el doliente de una transgresión.
Eurípides. (1998). Tragedias III (Helena, Fe-
En este mismo sentido se pronuncian
4 nicias, Orestes, Ifigenia en Áulide, Ba-
Vernant y Vidal-Naquet cuando plantean que cantes, Reso). Carlos García Gual y Luis

Civilizar 12 (23): 133-148, julio-diciembre de 2012


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Civilizar 12 (23): 133-148, julio-diciembre de 2012 ISSN 1657-8953

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