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MÓDULO III: ANÁLISIS DE ESTABILIDAD DE TALUDES

UNIDAD N°1: CONCEPTOS BÁSICOS

1.1 Generalidades. Historia

El moderno desarrollo de las actuales vías de comunicación, tales como


canales, conducciones, carreteras o ferrocarriles, así como el impulso que la
construcción de presas de tierra, explotaciones mineras y en general cualquier
construcción que requiera una superficie plana en una zona de pendiente o alcanzar
una profundidad determinada por debajo de la superficie, ha recibido en todo el
mundo en los últimos años y el desenvolvimiento de obras de protección contra la
acción de ríos, por medio de bordos, etc, han puesto al diseño y construcción de
taludes en un plano de importancia ingenieril de primer orden. Tanto por el aspecto de
inversión, como por el de consecuencias derivadas de su falla, los taludes constituyen
hoy una de las estructuras ingenieriles que exigen mayor cuidado por parte del
proyectista.

Es obvio que la construcción de estas estructuras es probablemente tan antigua


como la misma humanidad; sin embargo, durante casi toda la época histórica han
constituido un problema al margen de toda investigación científica; hasta hace
relativamente pocos años, los taludes se manejaron con normas puramente empíricas,
sin ningún criterio generalizador de las experiencias adquiridas. La expansión del
ferrocarril y el canal primero y de la carretera después, provocaron los primeros
intentos para un estudio racional de este campo; pero no fue sino hasta el
advenimiento de la actual Mecánica de Suelos cuando fue posible aplicar al diseño de
taludes normas y criterios, que sistemáticamente tomasen en cuenta las propiedades
mecánicas e hidráulicas de los suelos constitutivos, obteniendo experiencia sobre
bases formes y desarrollando las ideas teóricas que permiten conocer cada vez más
detalladamente el funcionamiento particular de estas estructuras.

La historia del desarrollo de la técnica constructiva de presas de tierra y de los


métodos de análisis de las mismas es uno de tantos ejemplos en apoyo de la
afirmación anterior; hoy, gracias a los aportes de la Mecánica de Suelos al análisis de
taludes, entre otras razones, se construyen cualesquiera presas que hace apenas 30 o
40 años se estimarían imposibles de realizar.

Por principio de cuentas es necesario dejar establecido el hecho de que la


determinación del estado de esfuerzos en los diferentes puntos del medio material
que constituye un talud es un problema no resuelto en general en la actualidad, ni aún
para casos idealizados, como serían los de suponer el material elástico o plástico. Esto
hace que los procedimientos usuales de análisis de estabilidad estructural no pueden
utilizarse, por lo que ha de recurrirse a métodos que, por lo menos en la época en que
comenzaron a usarse, eran de tipo especial. En rigor estos métodos se encasillan hoy
entre los de "Análisis Límite", que cada día van siendo más frecuentemente en todos
los campos de la ingeniería. En esencia estos métodos consisten todos en imaginar un
mecanismo de falla para el talud (la forma específica de este mecanismo se busca
frecuentemente en la experiencia) y en aplicar a tal mecanismo los criterios de
resistencia del material, de manera de ver si, con tal resistencia hay o no posibilidad de
que el mecanismo supuesto llegue a presentarse.

En taludes siempre se ha imaginado que la falla ocurre como un


desplazamiento de la masa de suelo, actuando como un cuerpo rígido a lo largo de una
superficie de falla supuesto. Al analizar la posibilidad de tal deslizamiento se admite
que el suelo desarrolla en todo punto de la superficie de falla la máxima resistencia
que se le considere.

En el campo del estudio de los taludes existen pioneros de labor muy meritoria.
Collin (1845) habló por vez primera de superficies de deslizamiento curvas en las fallas
de los taludes e imaginó mecanismos de falla que no difieren mucho de los que
actualmente se consideran en muchos métodos prácticos de diseño desgraciadamente
sus ideas, obtenidas de una observación muy objetiva de la realidad, se vieron
obstaculizadas por opiniones anteriores y contrarias de Coulomb quien preconizó la
falla plana de los taludes, hipótesis mucho menos fecunda, según se demostró en el
desarrollo posterior del campo y vio impuestas sus ideas quizá por el hecho de su
mayor prestigio y autoridad.

Las ideas de superficie de deslizamiento no plano fueron resucitadas en Suecia


(1916) por Petterson, quien al analizar una falla ocurrida en el puerto de Gottemburgo
dedujo que la ruptura había ocurrido en una superficie curva y fueron impulsadas
principalmente por W. Fellenius (1927), uno de los investigadores más importante del
campo de los taludes. La escuela sueca propuso asimilar la superficie de falla real a una
cilíndrica cuya traza con el plano del papel sea un arco de circunferencia; con esto se
busca sobre todo facilidad en los cálculos, pues desde un principio se reconoció que la
llamada falla circular no representa exactamente el mecanismo real. Actualmente
reciben el nombre genérico de Método Sueco aquellos procedimientos de cálculo de
estabilidad de taludes en que se utiliza la hipótesis de falla circular.

En 1935 Rendulio propuso la espiral logarítmica como traza de una superficie


de deslizamiento de esta curva, que complica bastante los cálculos, proporciona
resultados tan similares a la circunferencia, que su uso práctico probablemente no se
justifica.

En la actualidad, la investigación está muy lejos de haber resuelto todos los


aspectos del análisis de los taludes y se están estudiando en muchas partes otras
teorías y métodos de cálculo. La Teoría de la Elasticidad y la Plasticidad ofrecen
perspectivas de interés, que también están probándose con los mismos fines.

Es preciso hacer una distinción de importancia. Mientras los problemas teóricos


de la estabilidad de los taludes distan de estar resueltos y constituyen un reto para los
investigadores de la Mecánica de Suelos, los aspectos prácticos del problema están
mejor definidos; hoy se construyen taludes muy importantes con factores de seguridad
muy bajos, lo cual es indicativo de que los métodos actuales, si bien poco satisfactorios
teóricamente, funcionan bastante bien en la práctica; es más, cuando tales métodos se
han aplicado cuidadosamente, tras haber investigado correctamente las propiedades
de los suelos, la posibilidad de una falla de consecuencias ha demostrado ser
realmente muy pequeña.

Las obras de infraestructura lineal (carreteras y ferrocarriles), canales,


conducciones, explotaciones mineras, y en general cualquier construcción que
requiera una superficie plana en una zona de pendiente, o alcanzar una profundidad
determinada por debajo de la superficie, precisan la excavación de taludes (desmontes
si dan lugar a un solo talud y trincheras si la excavación presenta un talud a cada lado).

Los taludes, siguiente figura, se construyen con la pendiente más elevada que
permite la resistencia del terreno, manteniendo unas condiciones aceptables de
estabilidad.

El diseño de taludes es uno de los aspectos más importantes de la ingeniería


geotécnica, pues está presente en la mayoría de las actividades constructivas.
En general, los taludes en ingeniería civil alcanzan alturas máximas de 40 o 50
m (figura izquierda), y se proyectan para ser estables a largo plazo. Sin embargo, las
cotas mineras pueden alcanzar profundidades de varios centenares de metros (figura
derecha).

1.2 Taludes permanentes y temporales

Los taludes permanentes para la construcción de infraestructuras o con fines de


edificación se diseñan para ser estables a largo plazo, precisando medidas de
estabilización complementarias cuando no sea posible realizar las excavaciones con las
alturas y ángulos requeridos, por motivos económicos o de otro tipo.

En minería el diseño de los taludes depende de la disposición y profundidad del


yacimiento. Por lo general en yacimientos minerales no metálicos, dispuestos en capas
horizontales o inclinadas, los taludes tienen carácter temporal y se proyectan para
permanecer estables a corto o medio plazo (unos meses o unos años), ya que tras la
extracción del mineral la excavación se abandona o se rellena; en minería metálica,
cuando el mineral no se presenta en capas, los taludes van modificándose al ir
avanzando la excavación en profundidad y perímetro, aunque suelen mantenerse sus
inclinaciones.

Un caso particular son las canteras, donde los frentes de excavación se van
retranqueando continuamente, y donde, por lo general, las inestabilidades
corresponden a bloques o conjuntos de bloques que se desprenden a favor de las
discontinuidades de los macizos rocosos competentes que son explotados.

En el diseño y excavación de los taludes mineros los criterios económicos juegan


un papel fundamental, siendo frecuente asumir cierto grado de riesgo de roturas
locales o parciales en los taludes si éstas no ponen en peligro la seguridad de las
personas ni el ritmo de los trabajos de extracción; en estos taludes temporales no se
instalan sostenimientos o medidas de estabilización.

Sin embargo, en ingeniería civil las tolerancias de movimientos en los taludes


son muy restrictivas, al poder afectar a las estructuras que se construyen en su
entorno, primando los criterios de seguridad.

Los estudios geológicos y geotécnicos de taludes están dirigidos al diseño de


taludes estables en función de las condiciones requeridas (corto, medio o largo plazo,
relación coste-seguridad, grado de riesgo aceptado, etc.) así como a la estabilización
de taludes inestables.

Los análisis de estabilidad permiten diseñar los taludes, mediante el cálculo de


su factor de seguridad, y definir el tipo de medidas correctoras o estabilizadores que
deben ser aplicadas en caso de roturas reales o potenciales. Es necesario el
conocimiento geológico y geomecánico de los materiales que forman el talud, de los
posibles modelos o mecanismos de rotura que pueden tener lugar y de los factores
que influyen, condicionan y desencadenan las inestabilidades.

La metodología seguida en los estudios de estabilidad de taludes parte del


conocimiento geológico, hidrogeológico y geomecánico del macizo rocoso o suelo,
aspectos tratados anteriormente, que, junto con el análisis de los factores externos
que actúan sobre el terreno, definen el comportamiento de los materiales y sus
modelos y mecanismos de deformación y rotura.

1.3 Investigaciones in situ

Las investigaciones in situ para taludes tienen como objetivo reconocer


geológica y geotécnicamente el terreno afectado por la excavación, con los fines de
obtener los parámetros necesarios para analizar su estabilidad, diseñar los taludes,
excavar los materiales, calcular las medidas de estabilización y proyectar obras de
drenaje, entre otros. La descripción de los distintos métodos de investigación se
incluyó en el módulo anterior.

Como norma general, cada proyecto de excavación debe ser analizado teniendo
en cuenta:

— Las dimensiones previstas (profundidad y longitud de los taludes).

— La posición del nivel freático y condiciones hidrogeológicas.

— La litología y estructura geológica.

— Los requisitos del proyecto (taludes a largo o corto plazo, condiciones geométricas,
etc.).
Las investigaciones in situ deberán ajustarse a las anteriores condiciones, y
realizarse en las fases descritas a continuación, teniendo en cuenta además los
presupuestos y plazos disponibles para las mismas.
En la siguiente figura se muestra la relación entre el resultado del método, o
beneficio, y el coste.

En el siguiente cuadro se muestran algunas relaciones entre los factores


geológicos y las investigaciones in situ.

Los estudios previos tienen como objetivo el conocimiento geológico-


geotécnico general de la zona o emplazamiento en donde se va a situar el proyecto.
Gran parte de estos estudios se basan en la revisión de la información disponible, la
fotointerpretación y en el reconocimiento geológico-geotécnico de campo. A partir de
los estudios previos se planifican las investigaciones in situ y se valoran los factores
geológicos, incluyendo los riesgos, que puedan condicionar la viabilidad del proyecto.
Antes de iniciar los trabajos de campo se debe proceder a revisar cuanta
información significativa esté disponible en relación al proyecto y la zona donde se
emplazará la obra. Esta tarea consiste en la revisión de bibliografía, publicaciones e
informes, tanto sobre el proyecto como del emplazamiento, de mapas geológicos y de
otro tipo y de fotografías aéreas. Es igualmente relevante la consulta de documentos e
informes sobre otros proyectos realizados en la zona, como carreteras, obras
hidráulicas, etc. La información a consultar se describe en el siguiente cuadro.

A continuación, se enumeran las más características.

— Como punto de partida para planificar las investigaciones in situ se efectuará un


reconocimiento geológico previo. Se realizará una cartografía geológico-geotécnica a
una escala que puede variar entre 1/2.000 y 1/500, según el tipo de proyecto y su
alcance, y la toma de datos estructurales mediante estaciones geomecánicas en
afloramientos, si se trata de macizos rocosos.
— Calicatas en suelos o rocas muy meteorizadas, con el fin de observar los materiales y
tomar muestras inalteradas.

— Sísmica de refracción a lo largo del perfil del talud. Al ser ésta una técnica de bajo
coste y que proporciona datos necesarios para estimar la ripabilidad, espesor de
materiales alterados alterados, etc., debe realizarse en toda la longitud del talud, o al
menos en tramos representativos.

— Sondeos a lo largo del talud, de forma que se investigue tanto la zona de coronación
como la parte inferior del talud. El número dependerá de la complejidad geológica y de
la longitud del talud. En los sondeos se tomarán muestras para realizar ensayos de
laboratorio y se instalará tubería piezométrica para medida de los niveles de agua.

— En excavaciones donde se precisen bombeos o drenajes, se realizarán ensayos de


permeabilidad.

Las propiedades resistentes de los materiales, suelos o macizos rocosos, se


obtienen mediante los ensayos in situ y de laboratorio adecuados y la aplicación de
criterios y correlaciones empíricas. Los ensayos de laboratorio más característicos para
el diseño o estudio de taludes son los de clasificación, identificación, corte directo en
suelos y discontinuidades y compresión simple, entre otros.

Un aspecto muy importante a investigar es la posible presencia de


deslizamientos naturales, activos o inactivos, en las laderas donde se proyectan
excavaciones, ya que las obras pueden reactivar los movimientos al modificar las
condiciones iniciales de la ladera (geometría, hidrogeología, estados tensionales, etc.).

La presencia de inestabilidades naturales preexistentes modifica el diseño de la


excavación, e incluso puede hacer inviable la misma, obligando a emplazamientos
alternativos. En estos casos se deben investigar aspectos como la magnitud y
profundidad de la inestabilidad, la actividad del proceso, la situación de los planos de
deslizamiento, la posición del nivel freático, etc.

En el siguiente cuadro, un resumen de los ensayos in situ para propiedades


geotécnicas y tipo de material:
1.4 Factores influyentes en la estabilidad

La estabilidad de un talud está determinada por:

 factores geométricos (altura e inclinación),


 factores geológicos (que condicionan la presencia de planos y zonas de
debilidad y anisotropía en el talud),
 factores hidrogeológicos (presencia de agua) y
 factores geotécnicos o relacionados con el comportamiento mecánico del
terreno (resistencia y deformabilidad).

La combinación de los factores citados puede determinar la condición de rotura a


lo largo de una o varias superficies, y que sea cinemáticamente posible el movimiento
de un cierto volumen de masa de suelo o roca. La posibilidad de rotura y los
mecanismos y modelos de inestabilidad de los taludes están controlados
principalmente por factores geológicos y geométricos.

Los factores geológicos, hidrogeológicos y geotécnicos se consideran factores


condicionantes, y son intrínsecos a los materiales naturales.
En los suelos, la litología, estratigrafía y las condiciones hidrogeológicas
determinan las propiedades resistentes y el comportamiento del talud. En el caso de
macizos rocosos competentes el principal factor condicionante es la estructura
gelógica: la disposición y frecuencia de las superficies de discontinuidad y el grado de
fracturación; en materiales blandos, como los lutíticos o pizarrosos, la litología y el
grado de alteración juegan también un papel predominante.

Junto a los factores condicionantes de la estabilidad de los taludes (también


denominados «pasivos»), los factores desencadenantes o «activos» provocan la rotura
una vez que se cumplen una serie de condiciones. Estos últimos son factores externos
que actúan sobre los suelos o macizos rocosos, modificando sus características y
propiedades y las condiciones de equilibrio del talud (cuadro anterior). El
conocimiento de todos ellos permitirá un correcto análisis del talud, la evaluación del
estado de estabilidad del mismo y, en su caso, el diseño de las medidas que deberán
ser adoptadas para evitar o estabilizar los movimientos.

 Estratigrafía y litología

La naturaleza del material que forma un talud está íntimamente relacionada con el
tipo de inestabilidad que éste puede sufrir, presentando las diferentes litologías
distinto grado de susceptibilidad potencial ante la ocurrencia de deslizamientos o
roturas. Las propiedades físicas y resistentes de cada tipo de material, junto con la
presencia de agua, gobiernan su comportamiento tensodeformacional y, por tanto, su
estabilidad.

Aspectos como la alternancia de materiales de diferente litología, competencia y


grado de alteración, o la presencia de capas de material blando o de estratos duros,
controlan los tipos y la disposición de las superficies de rotura. En los suelos, que
generalmente se pueden considerar homogéneos en comparación con los materiales
rocosos, las diferencias en el grado de compactación, cementación o granulometría
predisponen zonas de debilidad y de circulación de agua, que pueden generar
inestabilidades (figura siguiente).
En los macizos rocosos, la existencia de capas o estratos de diferente competencia
implica también un diferente grado de fracturación en los materiales, lo que complica
la caracterización y el análisis del comportamiento del talud.

 Estructura geológica y discontinuidades

La estructura geológica juega un papel definitivo en las condiciones de estabilidad


de los taludes en macizos rocosos. La combinación de los elementos estructurales con
los parámetros geométricos del talud, altura e inclinación, y su orientación, define los
problemas de estabilidad que se pueden presentar (siguiente figura).

La estructura del macizo queda definida por la distribución espacial de los sistemas
de discontinuidades, que «individualizan» bloques más o menos competentes de
matriz rocosa que se mantienen unidos entre sí por las características y propiedades
resistentes de las discontinuidades. La presencia de estos planos de debilidad (como
superficies de estratificación, diaclasas, fallas, etc.) buzando hacia el frente del talud
supone la existencia de planos de rotura y deslizamiento potenciales, y su orientación
y disposición condiciona los tipos, modelos y mecanismos de inestabilidad.

La presencia de discontinuidades implica un comportamiento anisótropo del


macizo y unos planos preferenciales de rotura; por ejemplo, un determinado sistema
de fracturas condicionará tanto la dirección de movimiento como el tamaño de los
bloques a deslizar, o la presencia de una falla buzando hacia el talud limitará la zona
inestable y condicionará el mecanismo de rotura. Los cambios y singularidades
estructurales en un macizo rocoso, como zonas tectonizadas o de cizalla, cambios
bruscos en el buzamiento de los estratos, etc., suponen heterogeneidades que puede
condicionar las zonas de rotura.
Un aspecto importante es la relación entre las dimensiones del frente del talud y la
red de discontinuidades; en función de esta relación, el comportamiento del talud
quedará definido por una o unas pocas macrodiscontinuidades (referidas a la escala
del talud) o bien por varios sistemas de juntas y otros planos de debilidad con un
entramado denso, condicionando el tipo y el volumen de las inestabilidades.

La influencia de la estructura geológica va más allá del condicionamiento


geométrico de las roturas, pudiendo afectar a la estabilidad de los taludes a causa de
las modificaciones inducidas por la excavación; por ejemplo, en estructuras de tipo
compresivo o distensivo la existencia de esfuerzos tectónicos residuales puede inducir
procesos desestabilizadores.

 Condiciones hidrogeológicas

La mayor parte de las roturas se producen por los efectos del agua en el terreno,
como la generación de presiones de poros de agua, o los arrastres y erosión, superficial
interna, de los materiales que forman el talud.

En general, puede decirse que el agua es el mayor enemigo de la estabilidad de los


taludes (además de las acciones antrópicas, cuando se realizan excavaciones
inadecuadas sin criterios geotécnicos).

La presencia de agua en un talud reduce su estabilidad al disminuir la resistencia


del terreno y aumentar las fuerzas tendentes a la inestabilidad. Sus efectos más
importantes son:

— Reducción de la resistencia al corte de los planos de rotura al disminuir el esfuerzo


normal efectivo, σ´n:

𝜏 = 𝑐 + (𝜎𝑛 − 𝑢)𝑡𝑎𝑛𝛷 = 𝑐 + 𝜎𝑛 ´ 𝑡𝑎𝑛𝛷

— La presión ejercida sobre grietas de tracción aumenta las fuerzas que tienden al
deslizamiento.

— Aumento del peso del material por saturación:

ϒ = ϒ𝑑 + 𝑆𝑛ϒ𝑤

dónde: yd = peso específico aparente seco; S: grado de saturación; n: porosidad; yw =


peso específico del agua.

— Erosión interna por flujo subsuperficial o subterráneo.

— Meteorización y cambios en la composición mineralógica de los materiales.

— Apertura de discontinuidades por agua congelada.


La forma de la superficie freática en un talud depende de diferentes factores,
entre los que se encuentran la permeabilidad de los materiales, la geometría o forma
del talud y las condiciones de con tomo. En macizos rocosos, la estructura geológica
tiene una gran influencia en la disposición del nivel freático y, por tanto, en la
distribución de las presiones intersticiales sobre cualquier superficie potencial de
deslizamiento en un talud, así como la alternancia de materiales permeables e
impermeables (siguiente figura).

El nivel freático puede sufrir cambios estacionales o como consecuencia de


dilatados periodos lluviosos o de sequía. En la siguiente figura se representa la
distribución del agua en el interior de una ladera.
Sólo parte del agua de lluvia o escorrentía penetra en el terreno, y una mínima
parte alcanza el nivel freático. Si bien la modificación del nivel freático obedece
generalmente a cambios lentos y periodos largos, en caso de materiales muy
permeables puede llegar a producirse un ascenso relativamente rápido como
consecuencia de precipitaciones intensas.

Además del agua en el interior del terreno, hay que considerar el papel del
agua superficial (por precipitación, escorrentía, etc.), que puede causar problemas
importantes de estabilidad al crearse altas presiones en las discontinuidades y grietas
por las que se introduce, y en la zona más superficial del terreno; de hecho, las roturas
en taludes en suelos son más frecuentes en periodos de lluvias intensas, tras una
fuerte tormenta o en épocas de deshielo. Los fenómenos de erosión y lavado en
materiales blandos o poco consistentes aparecen asimismo asociados a la presencia de
agua superficial.

La influencia del agua en las propiedades de los materiales depende de su


comportamiento hidrogeológico. El efecto más importante es la presión ejercida,
definida por la altura del nivel piezométrico. Los aspectos más importantes que deben
conocerse para evaluar la magnitud y la distribución de las presiones de poro de agua
en el talud y los efectos del agua son:

— Comportamiento hidrogeológico de los materiales.

— Presencia de niveles freáticos y piezométríeos.

— Flujo de agua en el talud.

— Parámetros hidrogeológicos de interés: coeficiente de permeabilidad o


conductividad hidráulica, gradiente hidraúlico, transmisividad y coeficiente de
almacenamiento.
Las presiones intersticiales actuando en el interior de un talud pueden medirse
directamente con piezómetros. Estas medidas proporcionan el valor de la presión que
ejerce el agua en un punto en el interior de un sondeo, o el nivel piezométrico de las
capas o formaciones interceptadas por la tubería (si son varias, el nivel medido
corresponderá al de la formación con mayor altura piezométrica).

De una forma indirecta, las presiones pueden evaluarse a partir de la red de


flujo del talud. Este método proporciona los valores de la presión en diferentes puntos
de la superficie de rotura (siguiente figura).

La forma de la red de flujo en un talud depende de la homogeneidad y


anisotropía del terreno, que condicionan su permeabilidad en las diferentes
direcciones, y de la geometría del talud.

Si se desconocen los elementos necesarios para dibujar la red de flujo, pero se


conoce la posición del nivel freático en el interior del talud, siempre que se trate de un
acuífero libre, la presión de agua, u, sobre un punto se puede estimar como el peso de
la columna vertical de agua sobre él:

𝑢 = 𝑧ϒ𝑤

donde z es la altura de la columna de agua y y w el peso específico del agua


(dependiendo de la anisotropía en la permeabilidad de los materiales del talud y de las
características del flujo, esta hipótesis puede suponer errores importantes).

La definición del modelo de distribución de las presiones de poros de agua en


un talud es un problema difícil que en ocasiones requiere suposiciones. Las hipótesis
usuales que generalmente se asumen para evaluar las presiones (flujo paralelo a la
superficie del talud, condiciones hidrostáticas, etc), pueden conducir a errores al no
considerar los parámetros que controlan el régimen hidráulico del talud.

En casos simples, un método para evaluar de forma aproximada la fuerza total


ejercida por el agua sobre una superficie de discontinuidad o en una grieta de tracción,
es asumir distribuciones triangulares de presiones hidrostáticas sobre estos planos, tal
como se representa en la siguiente figura.
La altura del triángulo corresponde a la máxima presión de agua sobre el plano.
Esta simplificación ayuda a resolver las ecuaciones de equilibrio del talud; la fuerza
total del agua actuando sobre la discontinuidad vendrá dada por el área del triángulo
de presiones construido, considerando dos dimensiones.

 Propiedades geomecánicas de los suelos y de los macizos rocosos

La posible rotura de un talud a favor de una determinada superficie depende de la


resistencia al corte de la misma. En primera instancia, esta resistencia depende de los
parámetros resistentes del material: cohesión y rozamiento interno.

La influencia de la naturaleza de los suelos en sus propiedades mecánicas, implica


que la selección de los parámetros resistentes representativos de la resistencia al
corte, debe ser realizada teniendo en cuenta la historia geológica del material. Por
ejemplo, en las formaciones arcillo-margosas en Villa Mella, clasificables generalmente
como arcillas de alta plasticidad, con algo de carbonatos y resistencia a compresión
simple de cientos de kPa, los parámetros que rigen la resistencia de un talud son,
generalmente, los residuales, que representan la resistencia de las superficies de
discontinuidad en las masas de arcilla margosa (bien sean superficies de cizalla, o
slickensides, bien superficies de discontinuidad en la sedimentación, muy finas y con
algo de limo).

En macizos rocosos, son las propiedades resistentes de las discontinuidades y de la


matriz rocosa las que controlan el comportamiento mecánico. En función de las
características y estructura del macizo, de su red de fracturación y de la naturaleza de
los materiales y de las discontinuidades, la resistencia vendrá controlada por las
propiedades de las discontinuidades, por las propiedades de la matriz rocosa o por
ambas.

El comportamiento de un macizo rocoso competente depende, generalmente, de


las características de las discontinuidades, además de su litología e historia geológica
evolutiva. La resistencia al corte de estos planos de debilidad depende de su
naturaleza y origen, continuidad, espaciado, rugosidad, tipo y espesor de relleno,
presencia de agua, etc., y es el aspecto más importante la determinación de la
resistencia al corte de discontinuidades. Los planos de rotura se pueden generar a
favor de discontinuidades y a través de «puentes» de matriz rocosa; estos últimos
aportan, en general, resistencia al conjunto.

 Tensiones naturales

Las tensiones naturales pueden jugar un papel importante en la estabilidad de los


taludes rocosos. La liberación de tensiones que puede suponer la excavación de un
talud puede originar tal decompresión que el material se transforma y fragmenta por
las zonas más débiles y pasa a comportarse como un suelo. Este efecto se ha
comprobado en explotaciones mineras de Córdoba en taludes lutíticos sometidos a
elevadas tensiones internas, fragmentándose la «formación rocosa» hasta quedar
convertida en un material granular con fragmentos centimétricos (con varios metros
de espesor desde la superficie del talud), dando lugar al desmoronamiento de taludes.

El estado tensional de un talud depende de su configuración geométrica y del


estado de tensiones del macizo rocoso previo a la excavación. En la siguiente figura se
presenta un ejemplo de la distribución de los esfuerzos litostáticos después de realizar
una excavación.

En excavaciones profundas, las elevadas tensiones que se generan en zonas


singulares como el pie del talud pueden dar lugar a condiciones de desequilibrio,
llegando incluso a producirse deformaciones plásticas. También en la cabecera del
talud se generan estados tensionales anisótropos con componentes traccionales que
provocan la apertura de grietas verticales.
Si un macizo rocoso está sometido a tensiones de tipo tectónico, al realizarse una
excavación tiene lugar la liberación y redistribución de las mismas; esta modificación
del estado tensional previo contribuye a la pérdida de resistencia del material. Las
discontinuidades y las zonas con estructuras compresivas (por ejemplo, pliegues)
pueden convertirse en zonas de debilidad por la aparición de tensiones distensivas o
traccionales.

El efecto de relajación que produce la excavación puede dar lugar a


desplazamientos en el macizo rocoso, al tender a un nuevo estado de equilibrio,
generándose grietas o aperturas de los planos de discontinuidad, que juegan un papel
importante en las fases iniciales de los procesos de inestabilidad. Este reajuste es
función también del tipo, estructura y resistencia del macizo, y disminuye con el
tiempo.

El estado tenso-deformacional de un macizo rocoso debe ser considerado en los


análisis de estabilidad si puede afectar a su comportamiento y propiedades
resistentes, sobre todo en excavaciones profundas (a partir de 50 m). Un aspecto
importante es la relación entre las tensiones verticales y horizontales, K = σH/σV.

En función de su resistencia, dos macizos rocosos sometidos a igual carga vertical,


pueden soportar muy distintos empujes horizontales. Fenómenos geológicos como la
erosión o los procesos neo tectónicos pueden contribuir a la variación de las relaciones
entre σH y σV en una zona.

 Otros factores

Las sobrecargas estáticas y las cargas dinámicas que se ejercen sobre los taludes
modifican la distribución de las fuerzas y pueden generar condiciones de inestabilidad.
Entre las primeras están el peso de estructuras o edificios, u otro tipo de cargas como
rellenos, escombreras, paso de vehículos pesados, etc. que, cuando se ejercen sobre la
cabecera de los taludes, aportan una carga adicional que puede contribuir al aumento
de las fuerzas desestabilizadoras.

Las cargas dinámicas se deben, principalmente, a los movimientos sísmicos,


naturales o inducidos, y a las vibraciones producidas por voladuras cercanas al talud. El
principal efecto en los macizos rocosos fracturados es la apertura de las
discontinuidades preexistentes, con la consiguiente reducción de su resistencia al
corte, y la individualización y caída de bloques rocosos.

En casos de fuertes movimientos sísmicos, las fuerzas aplicadas de forma


instantánea pueden producir la rotura general del talud si existen condiciones previas
favorables a la inestabilidad. En los análisis de estabilidad de taludes en zonas sísmicas
o sometidas a otro tipo de fuerzas dinámicas, deben incluirse estas fuerzas. De una
forma aproximada, en los cálculos se puede considerar la acción dinámica como una
fuerza pseudoestática, dada en función de la aceleración máxima horizontal debida al
sismo.

Las precipitaciones y el régimen climático influyen en la estabilidad de los taludes


al modificar el contenido de agua del terreno. La alternancia de periodos de sequía y
lluvia produce cambios en la estructura de los suelos que dan lugar a pérdidas de
resistencia.

Se pueden establecer criterios de riesgo de inestabilidad de taludes en función de


la pluviometría. En la siguiente figura se presenta el criterio de Lumb (1975) para
riesgo de movimientos en relación con las precipitaciones, indicando la intensidad de
la lluvia a lo largo de 15 días y en el último día, para roturas en taludes en suelos
graníticos residuales en Hong Kong.

En muchas formaciones de tipo arcilloso, como las margas, en clima semiárido,


el material desecado se satura tras las lluvias; en la siguiente figura se presenta un
criterio de riesgo de rotura, relacionando la lluvia mensual con la intensidad máxima
diaria para suelos arcillosos, contrastado con diversos casos.
En determinados tipos de suelos o macizos rocosos blandos, los procesos de
meteorización juegan un papel importante en la reducción de sus propiedades
resistentes, dando lugar a una alteración y degradación intensas al ser expuestos los
materiales a las condiciones ambientales como consecuencia de una excavación.

Esta pérdida de resistencia puede dar lugar a la caída del material superficial y,
si afecta a zonas críticas del talud, como su pie, puede generar roturas generales, sobre
todo en condiciones de presencia de agua.

1.5 Tipos de rotura

 Taludes en suelos

Los taludes en suelos rompen generalmente a favor de superficies curvas, con


forma diversa condicionada por la morfología y estratigrafía del talud (siguiente
figura):

— Las roturas de taludes en suelos a favor de un único plano paralelo al talud son
prácticamente inexistentes, aunque este modelo puede ser válido en el caso de
laderas naturales con recubrimientos de suelos sobre rocas (figura a) o en el caso de
taludes rocosos, donde la presencia de discontinuidades paralelas al talud puede
definir superficies de roturas planas, aunque en general éstas no alcanzan la cabecera
del talud

— Puede ser aproximadamente circular (la más frecuente), con su extremo inferior en
el pie del talud, (deslizamiento de pie), cuando éste está formado por terreno
homogéneo o por varios estratos de propiedades geotécnicas homogéneas (figura b).
— Puede ser casi circular, pero pasando por debajo del pie del talud (deslizamiento
profundo; figura c).

— Si se dan determinadas condiciones en el talud, como la existencia de estratos o


capas de diferente competencia, puede tener lugar una rotura a favor de una
superficie plana o de una superficie poligonal formada por varios tramos planos (figura
d).

El modelo del talud «infinito», (su longitud puede considerarse infinita con
respecto al espesor de la masa que rompe) puede adoptarse en muchas laderas
naturales donde la superficie de rotura está definida por el contacto, prácticamente
paralelo al talud, entre el terreno superficial (coluvial o suelo residual) y la roca
subyacente (ver esquema de la figura a).

 Taludes en rocas

Los diferentes tipos de roturas están condicionados por el grado de fracturación


del macizo rocoso y por la orientación y distribución de las discontinuidades con
respecto al talud, quedando la estabilidad definida por los parámetros resistentes de
las discontinuidades y de la matriz rocosa. En macizos rocosos duros o resistentes, las
discontinuidades determinan la situación de los planos de rotura. En macizos formados
por rocas blandas poco competentes, la matriz rocosa también juega un papel
importante en la generación de estos planos y en el mecanismo de rotura.

En la siguiente figura se presentan diferentes modelos de rotura en taludes y las


relaciones entre ángulos y alturas para diferentes tipos de macizos rocosos.
Los modelos de rotura más frecuentes son: rotura plana, en cuña, por vuelco, por
pandeo y curva. La siguiente figura incluye la representación estereográfica de las
condiciones estructurales de algunos de ellos.
 Rotura plana

Se produce a favor de una superficie preexistente, que puede ser la estratificación,


una junta tectónica, una falla, etc. La condición básica es la presencia de
discontinuidades buzando a favor del talud y con su misma dirección, cumpliéndose la
condición de que la discontinuidad debe estar descalzada por el talud ψ (psi) > α) y su
buzamiento debe ser mayor que su ángulo de rozamiento interno (α > φ) (siguiente
figura).

En taludes excavados paralelos a la estratificación, pueden tener lugar roturas


planas por deslizamiento de los estratos; este tipo de rotura es típica en macizos
lutíticos o pizarrosos, generándose los planos de rotura a favor de la esquistosidad
(siguiente figura).
Los diferentes tipos de roturas planas dependen de la distribución y
características de las discontinuidades en el talud. Las más frecuentes son (siguiente
figura):

— Rotura por un plano que aflora en la cara o en el pie del talud, con o sin grieta de
tracción.

— Rotura por un plano paralelo a la cara del talud, por erosión o pérdida de resistencia
del pie.

 Rotura en cuña

Corresponde al deslizamiento de un bloque en forma de cuña, formado por dos


planos de discontinuidad, a favor de su línea de intersección (siguiente figura).
Para que se produzca este tipo de rotura, los dos planos deben aflorar en la
superficie del talud, y se deben cumplir iguales condiciones que para la rotura plana: ψ
> α > φ, siendo a en este caso el buzamiento de la línea de intersección (siguiente
figura).

Este tipo de rotura suele presentarse en macizos con varias familias de


discontinuidades, cuya orientación, espaciado y continuidad determina la forma y el
volumen de la cuña.
En la figura anterior se incluye la representación estereográfica de varias familias
de discontinuidades y las direcciones de deslizamiento de las cuñas que se forman para
un talud con una inclinación dada. La comparación de los ángulos de inclinación del
talud, de la línea de intersección de los planos de cuña y de la fricción de los planos
permite determinar si la cuña es estable o inestable.

 Vuelco de estratos

Se produce en taludes de macizos rocosos donde los estratos presentan


buzamiento contrario a la inclinación del talud y dirección paralela o subparalela al
mismo. En general, los estratos aparecen fracturados en bloques a favor de sistemas
de discontinuidades ortogonales entre sí (ver figuras).

Este tipo de rotura implica un movimiento de rotación de los bloques, y la


estabilidad de los mismos no está únicamente condicionada por su resistencia al
deslizamiento.

 Rotura por pandeo

Este tipo de rotura se produce a favor de planos de estratificación paralelos al talud


(α = ψ), con buzamiento mayor que el ángulo de rozamiento interno (α > φ). La rotura
puede ocurrir con o sin flexión del estrato; la condición necesaria es que los estratos
sean suficientemente esbeltos, en relación con la altura del talud, para poder pandear
(ver figura).
Las causas que pueden generar la rotura por pandeo son:

— Altura excesiva del talud.

— Existencia de fuerzas externas aplicadas sobre los estratos.

— Geometría desfavorable de los estratos.

— Existencia de presiones de agua sobre los estratos.

— Concentración desfavorable de tensiones.

Este tipo de rotura suele darse en los taludes de muro de cortes mineros, al ser
excavados paralelos a la estratificación, cuando los planos presentan espaciados
pequeños (ver figura).
 Rotura curva

La rotura curva puede ocurrir en macizos rocosos blandos poco competentes y en


macizos muy alterados o intensamente fracturados, que presentan un
comportamiento isótropo y donde los planos de discontinuidad no controlan el
comportamiento mecánico (ver figura); en este caso, el macizo se comporta como un
suelo. No obstante, la existencia de zonas singulares de debilidad y de grandes planos
de discontinuidad en este tipo de macizos, como fallas, pueden condicionar modelos
de rotura con otras tipologías.

1.6 Análisis de estabilidad de talud

Los análisis de estabilidad se aplican al diseño de taludes o cuando éstos


presentan problemas de inestabilidad. Se debe elegir un coeficiente de seguridad
adecuado, dependiendo de la finalidad de la excavación y del carácter temporal o
definitivo del talud, combinando los aspectos de seguridad, costes de ejecución,
consecuencias o riesgos que podría causar su rotura, etc.

Para taludes permanentes, el coeficiente de seguridad a adoptar debe ser igual


o superior a 1.5, e incluso 2.0, dependiendo de la seguridad exigida y de la confianza
que se tenga en los datos geotécnicos que intervienen en los cálculos; para taludes
temporales el factor de seguridad está en tomo a 1.3, pero en ocasiones pueden
adoptarse valores inferiores.

Los análisis permiten definir la geometría de la excavación o las fuerzas


externas que deben ser aplicadas para lograr el factor de seguridad requerido. En caso
de taludes inestables, los análisis permiten diseñar las medidas de corrección o
estabilización adecuadas para evitar nuevos movimientos.

Los análisis a posteriori de taludes (back-analysis) se realizan una vez que la


rotura se ha producido, y, por tanto, se conoce el mecanismo, modelo y geometría de
la inestabilidad. Es un análisis muy útil para la caracterización geomecánica de los
materiales involucrados, para el estudio de los factores influyentes en la rotura y para
conocer el comportamiento mecánico de los materiales del talud; los resultados
obtenidos pueden ser extrapolados a otros taludes de similares características.

Estos análisis consisten en determinar, a partir de los datos de campo


necesarios (geometría, tipos de materiales, modelo de rotura, presiones hidrostáticas,
etc.), los parámetros resistentes del terreno, generalmente pares de valores c y φ, que
cumplen la condición de equilibrio estricto del talud (es decir, F = 1.0) a lo largo de la
superficie de rotura, para las condiciones reales en que ésta tuvo lugar. Los conceptos
de coeficiente de seguridad y de equilibrio límite se describen en el epígrafe siguiente.

Los métodos de análisis de estabilidad se basan en un planteamiento físico-


matemático en el que intervienen las fuerzas estábilizadoras y desestabilizadoras que
actúan sobre el talud y que determinan su comportamiento y condiciones de
estabilidad. Se pueden agrupar en:

— Métodos determinísticos: conocidas o supuestas las condiciones en que se


encuentra un talud, estos métodos indican si el talud es o no estable. Consisten en
seleccionar los valores adecuados de los parámetros físicos y resistentes que controlan
el comportamiento del material para, a partir de ellos y de las leyes de
comportamiento adecuadas, definir el estado de estabilidad o el factor de seguridad
del talud. Existen dos grupos: métodos de equilibrio límite y métodos tenso-
deformacionales.

— Métodos probabilísticos: consideran la probabilidad de rotura de un talud bajo unas


condiciones determinadas. Es necesario conocer las funciones de distribución de los
diferentes valores considerados como variables aleatorias en los análisis (lo que
supone su mayor dificultad por la gran cantidad de datos necesarios, dadas las
incertidumbres sobre las propiedades de los materiales), realizándose a partir de ellas
los cálculos del factor de seguridad mediante procesos iterativos. Se obtienen las
funciones de densidad de probabilidad y distribución de probabilidad del factor de
seguridad, y curvas de estabilidad del talud, con el factor de seguridad asociado a una
determinada probabilidad de ocurrencia.

La elección del método de análisis más adecuado en cada caso dependerá de:

— Las características geológicas y geomecánicas de los materiales (suelos o macizos


rocosos).

— Los datos disponibles del talud y su entorno (geométricos, geológicos,


geomecánicos, hidrogeológicos, etc.).

— Alcance y objetivos del estudio, grado de detalle y resultados que se espera


obtener.
Estos factores son, a su vez, interdependientes entre sí; no se podrá efectuar un
análisis detallado si no se dispone de los datos necesarios y suficientes, al igual que un
caso de estabilidad complejo no podrá ser abordado con un método simple por el
hecho de disponer de pocos datos de campo o laboratorio. Asimismo, hay que tener
en cuenta que, tanto los datos de campo como los de laboratorio, deberían ser
obtenidos en función del método de análisis de estabilidad que se vaya a emplear y del
tratamiento que se les vaya a dar.

Tras conocer los parámetros necesarios e influyentes en la estabilidad de un


talud, habrá de elegirse un modelo o método que represente las condiciones
particulares de cada caso. Dada la dificultad de los métodos probabilísticos no es
frecuente su aplicación.

 Métodos de equilibrio límite

Los métodos de equilibrio límite (los más utilizados) analizan el equilibrio de una
masa potencialmente inestable, y consisten en comparar las fuerzas tendentes al
movimiento con las fuerzas resistentes que se oponen al mismo a lo largo de una
determinada superficie de rotura. Se basan en:

— La selección de una superficie teórica de rotura en el talud.

— El criterio de rotura de Mohr-Coulomb.

— La definición de «coeficiente de seguridad».

Los problemas de estabilidad son estáticamente indeterminados, y para su


resolución es preciso considerar una serie de hipótesis de partida diferentes según los
métodos. Asimismo, se asumen las siguientes condiciones:

— La superficie de rotura debe ser postulada con una geometría tal que permita que
ocurra el deslizamiento, es decir, será una superficie cinemáticamente posible.

— La distribución de las fuerzas actuando en la superficie de rotura podrá ser


computada utilizando datos conocidos (peso específico del material, presión de agua,
etc.).

— La resistencia se moviliza simultáneamente a lo largo de todo el plano de rotura.

Con estas condiciones, se establecen las ecuaciones del equilibrio entre las
fuerzas que inducen el deslizamiento y las resistentes. Los análisis proporcionan el
valor del coeficiente de seguridad del talud para la superficie analizada, referido al
equilibrio estricto o límite entre las fuerzas que actúan. Es decir, el coeficiente F por el
que deben dividirse las fuerzas tangenciales resistentes (o multiplicarse las fuerzas de
corte desestabilizadoras) para alcanzar el equilibrio estricto:
𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑖𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟𝑎𝑠
𝐹=
𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑖𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟𝑎𝑠

O expresado en esfuerzos:

𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜𝑠 𝑡𝑎𝑛𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑟𝑒𝑠𝑖𝑠𝑡𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠


𝐹=
𝑒𝑠𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑜𝑠 𝑡𝑎𝑛𝑔𝑒𝑛𝑐𝑖𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑙𝑖𝑧𝑎𝑛𝑡𝑒𝑠

Una vez evaluado el coeficiente de seguridad de la superficie supuesta, es


necesario analizar otras superficies de rotura, cinemáticamente posibles, hasta
encontrar aquella que tenga el menor coeficiente de seguridad, Fmin, la cual se admite
como superficie potencial de rotura del talud, y F min, se toma como el correspondiente
al talud en cuestión.

Las fuerzas actuando sobre un plano de rotura o deslizamiento potencial,


suponiendo que no existen fuerzas externas sobre el talud, son las debidas al peso del
material, W, a la cohesión, c, y a la fricción, φ, del plano.

El coeficiente de seguridad viene dado por:

𝑅𝑐 + 𝑅𝛷
𝐹=
𝑆
Siendo,

Rc: fuerzas cohesivas = cA


Rφ: fuerzas friccionantes= WCOSαTANφ
S: fuerzas que tienden al deslizamiento= WSENα
A: área del plano de rotura

en caso de existir presión de agua sobre la superficie de rotura, siendo U la


fuerza total debida al agua sobre la superficie A:

𝑅𝛷 = (𝑊𝐶𝑂𝑆𝛼 − 𝑈)𝑇𝐴𝑁𝛷
Existen varios métodos para el cálculo del coeficiente de seguridad por
equilibrio límite, más o menos complejos, desarrollados fundamentalmente para su
aplicación a materiales tipo suelo. Los métodos analíticos proporcionan el coeficiente
de seguridad a partir de la resolución inmediata de ecuaciones simples (método de
Taylor, de Fellenius), mientras que los métodos numéricos necesitan, para su
resolución, sistemas de ecuaciones y procesos de cálculo iterativo; en esta categoría se
encuentran los métodos de Morgenstem y Price, de Spencer, etc.

Los métodos de equilibrio límite se clasifican en:

— Métodos que consideran el análisis del bloque o masa total.

— Métodos que consideran la masa dividida en rebanadas o fajas verticales.

Mientras que los primeros son válidos para materiales homogéneos, y


únicamente realizan el cómputo y la comparación de fuerzas en un punto de la
superficie de rotura, los segundos pueden considerar materiales no homogéneos, y
conllevan una serie de hipótesis propias sobre la localización, posición y distribución de
las fuerzas que actúan sobre las rebanadas; el cálculo de las fuerzas actuantes se hace
para cada una de las rebanadas en que se ha dividido el talud, integrándose finalmente
los resultados obtenidos.

Los métodos de rebanadas más comunes son el de Bishop modificado y el de


Jambu, válidos para el análisis de roturas curvas el primero y de roturas curvas, planas
y poligonales el segundo.

Para roturas en roca los métodos se basan igualmente en las ecuaciones del
equilibrio entre las fuerzas actuantes, establecidas en base a la geometría concreta de
cada tipología de rotura.
 Consideraciones a tener en cuenta en los análisis de estabilidad

En el diseño de taludes debe tenerse en cuenta la inclinación de las laderas


naturales estables; en la figura anterior se incluyen los resultados obtenidos de
estudios de campo, que permiten estimar la inclinación del talud en función de la
inclinación existente previamente en la ladera, según el tipo de terreno.

— Los métodos de análisis describen condiciones matemáticas entre esfuerzos. Deben


adaptarse a las condiciones reales de drenaje del problema a resolver, llevando a cabo
análisis en esfuerzos totales o en efectivas. En situaciones de obra donde la excavación
y construcción se efectúa de forma rápida, pueden hacerse análisis en esfuerzos
totales, pero a largo plazo los análisis deben hacerse en esfuerzos efectivos.

— Los métodos que expondremos (excepto el de «rebanadas») utilizan valores únicos


de los parámetros c y φ; sin embargo, éstos son función del estado del terreno, el cual
puede variar a lo largo de la superficie de rotura. Normalmente en la densidad seca del
terreno de un talud puede haber variaciones del orden de un 10 %, con lo que la
relación de vacios puede variar en un 15 -20 %, lo que puede llevar a variaciones del
ángulo de rozamiento de 5°- 6° en arenas.

— En arcillas saturadas, la resistencia al corte sin drenaje, Cu, varía en función de su


razón de sobreconsolidación (OCR); además debería tenerse en cuenta el tipo de
deformación en el terreno, a lo largo de la superficie de deslizamiento, a la hora de
determinar la resistencia, a fin de realizar ensayos de laboratorio representativos.

— Los métodos en sí condicionan, parcialmente, la influencia de los parámetros; en el


caso de taludes «infinitos» es habitual que la cohesión sea muy pequeña o nula en la
superficie de deslizamiento, puesto que ésta viene marcada por alguna discontinuidad
en la que suele circular el agua. Si se acepta el valor c = 0, resulta que F = tg φ/tg α, con
lo que, para una geometría dada, F depende linealmente de tg φ, y una variación de 2°
supone una variación del orden del 8 - 12 % en el valor de F. Si el coeficiente de
seguridad de un talud es bajo (del orden de 1.15), F puede bajar localmente a 1.0 y
producirse el deslizamiento.

— El cálculo de las presiones de poro de agua en la superficie de rotura supone la


determinación previa de la red de flujo en el talud, lo que no siempre es fácil; se puede
obtener a partir de un nivel freático estático equivalente o introduciendo en los
cálculos valores del coeficiente rw = u/yH adecuados (por ejemplo, en cada rebanada).

— Existen factores influyentes en la estabilidad del talud no tenidos en cuenta en estos


análisis, como los ambientales (evapotranspiración, erosión superficial, vegetación,
etc.), que afectan a los parámetros de resistencia al corte del terreno, a las condiciones
hidrogeológicas, etc.
— Los análisis con métodos de rebanadas correctamente aplicados dan resultados
aceptables; es recomendable dibujar previamente las posibles superficies de rotura y
considerar superficies de tanteo similares, no limitándose a introducir en el ordenador
datos de centros y radios sin observar previamente su posición en el talud analizado.

 Métodos tenso - deformacionales

Estos métodos constituyen una alternativa a los métodos de equilibrio límite,


siempre y cuando su utilización esté justificada y sea apropiada para el análisis del
talud considerado. Su principal ventaja es que consideran las relaciones tensión-
deformación que sufre el material durante el proceso de deformación y rotura, siendo
estas relaciones las que dan la pauta de su comportamiento y las que controlan su
resistencia.

Ante unas determinadas cargas, el terreno se deforma en función de sus


propiedades resistentes y deformacionales, siguiendo su ley de comportamiento hasta
alcanzar, en su caso, la rotura, a la vez que se van generando diferentes estados
tensionales en las distintas zonas del talud.

Los métodos tenso-deformacionales permiten modelizar esta evolución a partir del


modelo geométrico representativo de la estructura, estratigrafía e hidrogeología del
talud o ámbito de estudio considerado (debiéndose aplicar unas determinadas
condiciones de contorno al modelo), de la aplicación de la ley de comportamiento
adecuada del material y de las propiedades resistentes y deformacionales de las
diferentes fitologías involucradas en el modelo.

La resolución de las ecuaciones de la elasticidad o plasticidad (u otro modelo de


comportamiento) mediante el método de los elementos finitos, u otro método
matemático, aporta los valores de los desplazamientos, deformaciones y tensiones que
se van generando en todo el modelo analizado, proporcionando la naturaleza y
magnitud de los desplazamientos del material compatibles con el estado de equilibrio
del talud.

A diferencia de los métodos de equilibrio límite, que consideran únicamente las


fuerzas que actúan sobre uno o varios puntos de la superficie de rotura, y que suponen
que la rotura se produce de forma instantánea y que la resistencia se moviliza al
mismo tiempo a lo largo de toda la superficie, los métodos tensión - deformación
analizan el proceso de deformación en cada uno de los puntos seleccionados del
modelo; estos métodos permiten evaluar, así mismo, la influencia de los diferentes
parámetros en el estado de estabilidad del talud, como tensiones naturales del
terreno, fuerzas dinámicas, presiones de agua, etc.

El conocimiento de la ley o leyes de comportamiento que siguen los materiales es


fundamental para la modelización, así como la determinación de los valores de sus
parámetros resistentes y deformacionales, lo que constituye la principal limitación de
este tipo de métodos.

Los diferentes programas de ordenador disponibles proporcionan salidas gráficas


con los desplazamientos, tensiones, deformaciones, etc., del talud, que permiten
deducir las zonas con riesgo de inestabilidad y los mecanismos y modelos de rotura,
pudiendo también proporcionar el valor del coeficiente de seguridad (que no es
exactamente igual que en los métodos de equilibrio límite, al no definirse
concretamente una superficie de rotura).

En las siguientes figuras se muestran ejemplos de los resultados obtenidos del


análisis tenso-deformacional de taludes.
Su aplicación está más extendida para análisis de taludes en suelos y macizos
rocosos intensamente fracturados, blandos o poco competentes (que pueden
considerarse medios continuos donde las roturas y deformaciones no están
controladas por planos preexistentes de discontinuidad) o en macizos rocosos masivos.

Se aplican también al análisis de taludes rocosos de profundidad importante


(cortas mineras), donde pueden producirse tensiones elevadas, plastificaciones y
deformaciones importantes. Existen también algunas aplicaciones para análisis de
macizos rocosos discontinuos, que consideran los movimientos entre bloques rocosos
a favor de las discontinuidades, como el programa UDEC.

1.7 Deslizamiento y otros movimientos del terreno

Los procesos geodinámicos que afectan a la superficie terrestre dan lugar a


movimientos del terreno de diversas características, magnitud y velocidad. Los más
frecuentes y extendidos son los movimientos de ladera, que engloban, en general, a los
procesos gravitacionales que tienen lugar en las laderas. Otro tipo, aunque menos
extendido por estar asociado a determinados materiales y circunstancias, son los
hundimientos.

La acción de la gravedad, el debilitamiento progresivo de los materiales, debido


principalmente a la meteorización, y la actuación de otros fenómenos naturales y
ambientales, hacen que los movimientos del terreno sean relativamente habituales en
el medio geológico.

Estos procesos llegan a constituir riesgos geológicos potenciales, ya que pueden


causar daños económicos y sociales al afectar a las actividades y construcciones
humanas. Evitar estos efectos nocivos es el objetivo final de la investigación de los
movimientos del terreno, de sus características, tipos y mecanismos de inestabilidad,
de los factores que los controlan y de sus causas. Para abordar su estudio es necesario
conocer los materiales rocosos y los suelos, sus características y propiedades
geológicas, geomecánicas e hidrogeológicas, y su comportamiento, así como los
factores que condicionan y desencadenan los movimientos.

El estudio suele estar enfocado hacia alguna de las siguientes aplicaciones:

— Investigación de procesos particulares para el diseño de medidas correctoras


o estabilizadoras para mitigación o reducción de los daños.

— Análisis de las causas y de los factores que controlan y desencadenan los


procesos en una zona, con vistas a la prevención de los movimientos.

— Realización de cartografías de zonas inestables o potencialmente inestables,


para aplicaciones preventivas.
El papel de la ingeniería geológica en la prevención de los riesgos por
deslizamientos y hundimientos es más efectivo cuando los procesos se producen a
escala geotécnica, es decir, con dimensiones que permitan abordar su control. Los
grandes movimientos a escala geológica son, por lo general, imposibles de controlar, y
en estos casos las únicas medidas posibles son la prevención y las restricciones de uso
del territorio.

 Movimientos de ladera

Los procesos geológicos y climáticos que afectan a la superficie terrestre crean el


relieve y definen la morfología de las laderas, que va modificándose a lo largo del
tiempo para adaptarse a nuevas condiciones geológicas o climáticas. Por lo general, las
laderas adoptan pendientes naturales cercanas al equilibrio; ante el cambio de
condiciones, su morfología se modifica buscando de nuevo el equilibrio. En este
contexto, los movimientos de ladera pueden entenderse como los reajustes del
terreno para conseguir el equilibrio ante un cambio de condiciones.

Entre las áreas más propensas a la inestabilidad, bajo un punto de vista global,
están las zonas montañosas y escarpadas, zonas de relieve con procesos erosivos y de
meteorización intensos, laderas de valles fluviales, acantilados costeros, zonas con
materiales blandos y sueltos, con macizos rocosos arcillosos, esquistosos y alterables,
zonas sísmicas, zonas de precipitación elevada, etc.

El estudio de los movimientos de ladera, con frecuencia englobados bajo el


término general de deslizamientos, tiene muchos campos comunes con los estudios de
estabilidad de taludes: los factores geomecánicos que controlan los procesos de rotura
e inestabilidad, los mecanismos de rotura, métodos de análisis y modelización,
métodos de corrección, estabilización e instrumentación.

Los estudios de taludes se enfocan al diseño de excavaciones estables y a la


corrección o estabilización de las roturas, que suelen ser superficiales y afectar a
volúmenes relativamente pequeños (aunque en grandes excavaciones mineras pueden
producirse movimientos de gran magnitud). Los deslizamientos en laderas naturales
pueden ser profundos y movilizar millones de metros cúbicos de material; los
mecanismos de rotura, además, suelen ser complejos, estando condicionados por
factores o procesos a escala geológica (fallas, procesos tectónicos, procesos
geomorfológicos, litorales, flujos de agua subterránea, etc.).

Las inestabilidades en las laderas, al igual que en los taludes excavados, se deben al
desequilibrio entre las fuerzas internas y externas que actúan sobre el terreno, de tal
forma que las fuerzas desestabilizadoras superan a las fuerzas estabilizadores o
resistentes. Este desequilibrio puede ser debido a una modificación de las fuerzas
existentes o a la aplicación de nuevas fuerzas extemas estáticas o dinámicas.
Aunque, como se ha mencionado, las inestabilidades naturales con frecuencia son
procesos complejos, los mecanismos y modelos de rotura del terreno son similares a
los de los taludes excavados, pudiendo agruparse en roturas a favor de superficies
curvas o planas, tipo cuña o bloque, etc., según los materiales sean suelos o macizos
rocosos.

Los movimientos de ladera, por su gran extensión y frecuencia, constituyen un


riesgo geológico muy importante, que afecta a edificaciones, vías de comunicación,
conducciones de abastecimiento, cauces y embalses, etc. y, ocasionalmente, a
poblaciones. Los movimientos de gran magnitud (decenas o cientos de millones de
metros cúbicos) son muy poco frecuentes, aunque en la superficie terrestre hay signos
que denotan su ocurrencia en el pasado, posiblemente asociada a épocas climáticas
húmedas y lluviosas o a actividad tectónica y sísmica.

Por otro lado, los deslizamientos son quizá los procesos naturales más previsibles y
más sensibles a las medidas de corrección y mitigación para la prevención de los daños
que conllevan. Incluso las predicciones de su ocurrencia se pueden llevar a cabo en los
casos en que los movimientos estén asociados a factores conocidos, por ejemplo, a
lluvias intensas.

Los movimientos de ladera engloban diferentes tipos de procesos, como los


deslizamientos, desprendimientos, flujos y coladas de barro o derrubios, reptaciones,
avalanchas rocosas, etc. Los diferentes tipos se describen a continuación.

Las clasificaciones de los movimientos de ladera suelen referirse a los tipos de


materiales involucrados, distinguiendo generalmente entre materiales rocosos,
derrubios y suelos, y al mecanismo y tipo de la rotura, considerando también otros
aspectos, como el contenido en agua del terreno y la velocidad y magnitud del
movimiento.

Algunas de las clasificaciones más extendidas (Vames, 1984; Hutchinson, 1988;


EPOCH, 1993; Dikau et al, 1996), con diversos criterios y fines, son de gran utilidad
para abordar el estudio de los movimientos de laderas y el conocimiento del
comportamiento de los materiales que sufren estos procesos. También han sido
establecidas clasificaciones específicas para algunos materiales, como las arcillas, o
para algunos tipos de movimiento, como los flujos.

En la siguiente figura se recoge una clasificación simplificada de los diferentes tipos


de movimientos de ladera, en función de los mecanismos de rotura y del tipo de
material.
 Deslizamientos

Los deslizamientos son movimientos de masas de suelo o roca que deslizan,


moviéndose relativamente respecto al sustrato, sobre una o varias superficies de
rotura netas al superarse la resistencia al corte de estas superficies; la masa
generalmente se desplaza en conjunto, comportándose como una unidad en su
recorrido; la velocidad puede ser muy variable, pero suelen ser procesos rápidos y
alcanzar grandes volúmenes (hasta varios millones de metros cúbicos).

En ocasiones, cuando el material deslizado no alcanza el equilibrio al pie de la


ladera (por su pérdida de resistencia, contenido en agua o por la pendiente existente),
la masa puede seguir en movimiento a lo largo de cientos de metros y alcanzar
velocidades muy elevadas, dando lugar a un flujo; los deslizamientos también pueden
ocasionar avalanchas rocosas.

Pueden producirse deslizamientos en derrubios (por ejemplo, en los coluviones de


las laderas, a favor del contacto con el sustrato, o en laderas rocosas muy alteradas y
fracturadas, a favor del contacto con la roca sana), que generalmente dan lugar a flujos
de derrubios, ya que suelen ocurrir en condiciones de saturación del material.

El término derrubio se refiere a un material suelto, sin consolidar, con una


proporción significativa de material grueso (Vames, 1988).

Los deslizamientos rotacionales (siguiente figura) son más frecuentes en suelos


cohesivos «homogéneos». La rotura, superficial o profunda, tiene lugar a favor de
superficies curvas o en «forma de cuchara». Una vez iniciada la inestabilidad, la masa
empieza a rotar, pudiendo dividirse en varios bloques que deslizan entre sí y dan lugar
a «escalones» con la superficie basculada hacia la ladera y a grietas de tracción
estriadas.

Sus dimensiones más frecuentes varían entre varias decenas y centenares de


metros, tanto en longitud como en anchura, y pueden ser superficiales o profundos (el
límite puede establecerse en tomo a los 10 m). La parte inferior de la masa deslizada
se acumula al pie de la ladera formando un depósito tipo lóbulo con grietas de tracción
transversales (figura anterior). Dependiendo del tipo de suelos y del contenido en
agua, se pueden generar flujos.

La siguiente figura presenta diferentes modelos de deslizamientos curvos o


rotacionales; los de tipo sucesivo se dan en arcillas duras fisuradas con pendientes
cercanas a su ángulo de equilibrio y en arcillas blandas muy sensitivas, donde el primer
deslizamiento da lugar a una acumulación de arcilla remoldeada que fluye y deja sin
sustento al material superior de la ladera, provocándose sucesivas roturas.

Son roturas poco profundas, pero de gran continuidad lateral. Los macizos rocosos
blandos o con alto grado de fracturación o alteración, donde las discontinuidades no
constituyen superficies de debilidad preferentes, pueden también sufrir este tipo de
rotura.

En los deslizamientos traslacionales la rotura tiene lugar a favor de superficies


planas de debilidad preexistentes (superficie de estratificación, contacto entre
diferentes tipos de materiales, superficie estructural, etc.); en ocasiones, el plano de
rotura es una fina capa de material arcilloso entre estratos de mayor competencia (ver
figura).

No suelen ser muy profundos, aunque sí muy extensos y alcanzar grandes


distancias. Pueden darse en suelos y en rocas (ver figura), y las masas que deslizan en
ocasiones son bloques rectangulares previamente independizados por
discontinuidades o por grietas de tracción (deslizamientos de bloques).
Son frecuentes en este tipo de inestabilidades los movimientos a impulsos o en
fases diferentes en el tiempo según las condiciones de resistencia de los planos de
deslizamiento, que no tienen por qué presentar una pendiente elevada.
Generalmente, los deslizamientos traslacionales son más rápidos que los rotacionales,
dadas las características cinemáticas del mecanismo de rotura.

 Flujos

Los flujos o coladas son movimientos de masas de suelo (flujos de barro o tierra),
derrubios (coladas de derrubios o debris flow) o bloques rocosos (coladas de
fragmentos rocosos) con abundante presencia de agua, donde el material está
disgregado y se comporta como un «fluido», sufriendo una deformación continua, sin
presentar superficies de rotura definidas.

El agua es el principal agente desencadenante, por la pérdida de resistencia a que


da lugar en materiales poco cohesivos. Principalmente, afectan a suelos arcillosos
susceptibles que sufren una considerable pérdida de resistencia al ser movilizados;
estos movimientos, poco profundos en relación a su extensión, presentan una
morfología tipo glaciar, y pueden tener lugar en laderas de bajas pendientes (incluso
menores de 10°).

Estos movimientos pueden alcanzar varios kilómetros. Las figuras presentan


ejemplos de coladas de barro y de bloques rocosos.
Las coladas de barro o tierra (mudflow o earthflow) se dan en materiales
predominantemente finos y homogéneos, y su velocidad puede alcanzar varios metros
por segundo; la pérdida de resistencia suele estar motivada por la saturación en agua.
Se clasifican según el tipo de material, características resistentes y contenido en agua
(ver figura).

Los flujos de barro generalmente presentan pequeñas magnitudes, pero en


ocasiones, sobre todo en condiciones de saturación, pueden ser muy extensos y
rápidos, teniendo consecuencias catastróficas en caso de alcanzar zonas pobladas.

Los depósitos de materiales finos volcánicos, por sus propiedades físicas y


geomecánicas, son especialmente susceptibles a este tipo de procesos. En los suelos
tipo loess y en arenas secas pueden tener lugar flujos inducidos por movimientos
sísmicos, provocados generalmente por colapsos debidos a la rotura de los débiles
enlaces entre partículas; si estos materiales se encuentran saturados o sumergidos, se
crea una masa sin cohesión que puede fluir con velocidades muy elevadas.

Estas movilizaciones bruscas por colapso estructural del suelo, debido a sacudidas
sísmicas o a rotura del suelo por desecación, se denominan golpes de arena y limo,
término que hace más bien referencia a la causa del movimiento.

Los flujos de derrubios son movimientos complejos que engloban a fragmentos


rocosos, bloques, cantos y gravas en una matriz fina de arenas, limos y arcilla. Tienen
lugar en laderas cubiertas por material suelto o no consolidado, como es el caso de los
depósitos de morrenas glaciares, y especialmente en aquellas donde no existe
cobertera vegetal. Según datos recopilados por Coraminas y otros (1996), las
pendientes del área fuente de los flujos de derrubios varían entre los 20° y los 45°, y en
la zona de acumulación entre 5° y 15°, alcanzando los procesos velocidades desde
menos de 1 m/s hasta 12-15 m/s.

Los flujos pueden ser consecuencia de deslizamientos, o ser inducidos por


desprendimientos. Junto con los deslizamientos son los movimientos de ladera más
extendidos, al afectar a muy diversos tipos de materiales.

En algunas clasificaciones, dentro de los flujos se incluyen varios tipos de procesos


con características propias, como la reptación (ver siguiente figura), movimiento
superficial (unos decímetros) muy lento, prácticamente imperceptible, que afecta a
suelos y materiales alterados, provocando deformaciones continuas que se
manifiestan al cabo del tiempo en la inclinación o falta de alineación de árboles, vallas,
muros, postes, etc. en las laderas.

En ocasiones este movimiento se clasifica como proceso de tipo creep, término que
hace referencia a una deformación tiempo – dependiente y que, en todo caso, definiría
el comportamiento deformacional del material. La solifluxión afecta igualmente a la
zona más superficial de las laderas, y es un movimiento producido por los procesos
hielo-deshielo que, por los cambios de temperatura diarios o estacionales, afecta al
agua contenida en los suelos finos en regiones frías.

 Desprendimientos

Los desprendimientos son caídas libres muy rápidas de bloques o masas rocosas
independizadas por planos de discontinuidad preexistentes (tectónicos, superficies de
estratificación, grietas de tracción, etc.). Son frecuentes en laderas de zonas
montañosas escarpadas, en acantilados y, en general, en paredes rocosas, siendo
frecuentes las roturas en forma de cuña y en bloques formados por varias familias de
discontinuidades.

Los factores que los provocan son la erosión y pérdida de apoyo o descalce de los
bloques previamente independizados o sueltos, el agua en las discontinuidades y
grietas, las sacudidas sísmicas, etc.

En la figura al inicio del subtema se presentan diversos tipos de desprendimientos.


Aunque los bloques desprendidos pueden ser de poco volumen, al ser procesos
repentinos suponen un riesgo importante en vías de comunicación y edificaciones en
zonas de montaña y al pie de acantilados.

Pueden también darse desprendimientos de masas de suelos en taludes verticales,


generalmente a favor de grietas de tracción generadas a causa del estado tensional o
de grietas de retracción por desecación del terreno.

Los vuelcos de estratos o de fragmentos de masas rocosas se pueden incluir dentro


de los desprendimientos (las características de este tipo de rotura se describieron). Se
producen cuando los estratos buzan en sentido contrario a la ladera, por estar
fracturados en bloques o por rotura de la zona de pie de la ladera. Suelen darse
principalmente en frentes rocosos con estratos verticalizados.

 Avalanchas rocosas

Estos procesos, considerados como desprendimientos o movimientos complejos en


algunas clasificaciones, son muy rápidos, con caída de masas de rocas o derrubios que
se desprenden de laderas escarpadas y pueden ir acompañadas de hielo y nieve (ver
figura).

Las masas rocosas se rompen y pulverizan durante la caída, dando lugar a


depósitos con una distribución caótica de bloques, con tamaños muy diversos, sin
estructura, prácticamente sin abrasión y con gran porosidad.

Las avalanchas son generalmente el resultado de deslizamientos o


desprendimientos de gran magnitud que, por lo elevado de la pendiente y la falta de
estructura y cohesión de los materiales, descienden a gran velocidad ladera abajo en
zonas abruptas, pudiendo superar los 100 km/hora, incluso si las masas están
completamente secas, por la disminución de la fricción a que da lugar la presencia de
aire entre los materiales y fragmentos rocosos.

El agua de precipitación o deshielo, los movimientos sísmicos y las erupciones


volcánicas pueden jugar un papel importante en el desencadenamiento de estos
procesos.

Las avalanchas de derrubios están formadas por material rocoso muy


heterométrico, pudiendo incluir grandes bloques y abundantes finos; los depósitos
morrénicos constituyen un material propenso para estos procesos, así como las
acumulaciones de materiales procedentes de erupciones volcánicas. La diferencia con
los flujos de derrubios, además de la presencia de agua (no necesaria en las
avalanchas), es la rapidez del proceso y velocidad que alcanza la masa en zonas con
pendiente elevada.

 Desplazamientos laterales

Este tipo de movimiento (denominado en algunas clasificaciones como «extensión


lateral» o lateral spreading) hace referencia al movimiento de bloques rocosos o masas
de suelo muy coherente y cementado sobre un material blando y deformable. Los
bloques se desplazan muy lentamente a favor de pendientes muy bajas. Los
movimientos son debidos a la pérdida de resistencia del material subyacente, que
fluye o se deforma bajo el peso de los bloques rígidos.

Los desplazamientos laterales también pueden ser provocados por licuefacción del
material infrayacente, o por procesos de extrusión lateral de arcillas blandas y
húmedas, bajo el peso de las masas superiores (ver figura). Se dan en laderas suaves, y
pueden ser muy extensos.
Las capas superiores se fragmentan generándose grietas, desplazamientos
diferenciales, vuelcos, etc., presentando las zonas afectadas un aspecto caótico.

 Causas de los movimientos de ladera

Los factores que controlan los movimientos de las laderas son aquellos capaces de
modificar las fuerzas internas y externas que actúan sobre el terreno. En el siguiente
cuadro se indican sus efectos sobre el comportamiento y las propiedades de los
materiales; los factores condicionantes (o «pasivos») dependen de la propia
naturaleza, estructura y forma del terreno, mientras que los desencadenantes (o
«activos») pueden ser considerados como factores externos que provocan o
desencadenan las inestabilidades y son responsables, por lo general, de la magnitud y
velocidad de los movimientos.

A efectos de su incidencia en el comportamiento geomecánico de los suelos y


rocas, los factores o agentes que controlan los movimientos de laderas pueden
agruparse en aquellos que contribuyen a reducir la resistencia al corte y aquellos que
incrementan los esfuerzos de corte. En el siguiente cuadro se presenta una relación de
dichos factores.
Numerosos autores han establecido umbrales de intensidad y duración de la
lluvia para el desencadenamiento de movimientos de laderas en diferentes lugares. El
siguiente cuadro recoge algunos de ellos. El principal inconveniente para su aplicación
como medida preventiva es que no son extrapolables a otras zonas o lugares fuera de
donde han sido establecidos, al influir en las inestabilidades factores muy diversos.
En el siguiente cuadro se presentan los valores de precipitación establecidos en
base al análisis de más de una veintena de casos españoles para diferentes tipos de
movimientos de ladera.
 Investigación de deslizamientos

La investigación de los procesos de inestabilidad de laderas y zonas inestables


requiere la identificación de los procesos, el estudio de las causas y de los factores que
los controlan y el análisis de los movimientos.

En el siguiente cuadro se detallan las investigaciones más habituales según que el


objetivo sea el análisis de áreas inestables o de movimientos particulares.

En el siguiente cuadro se presentan algunas características y rasgos


predominantes, que pueden ayudar al reconocimiento de los distintos tipos de
movimientos de laderas con vistas a su clasificación.
A continuación, la escala de velocidad de los movimientos de ladera:
En el siguiente cuadro se incluyen los métodos habituales de investigación in
Situ.

En la siguiente figura se presenta un esquema de las actuaciones llevadas a


cabo para la estabilización del deslizamiento (Sopeña y Estaire, 2000).

El empleo de programas de ordenador permite la modelización detallada y el


análisis de la rotura y del comportamiento de laderas en suelos y rocas. Programas
como FLAC, UDEC, ZSOEL, PLAXIS, PHASE2, etc., permiten el análisis de casos
complejos y de una gran variedad de condiciones hidrogeológicas, tensionales, etc.,
modelizándose también las medidas de estabilización.

En la siguiente figura se presenta un esquema de la estabilización de un extenso


deslizamiento superficial en suelos residuales limo-arcillosos.
 Hundimientos y subsidencias

Estos procesos se caracterizan por ser movimientos de componente vertical,


diferenciándose generalmente entre hundimientos, o movimientos repentinos, y
subsidencias.

Se pueden distinguir los siguientes tipos:

— Hundimientos de cavidades subterráneas en roca, con o sin reflejo en superficie.

— Hundimientos superficiales, en rocas o suelos.

— Subsidencias o descensos lentos y paulatinos de la superficie del terreno.

En el primer caso, los movimientos suelen ocurrir por colapso de los techos de
cavidades subterráneas, más o menos profundas, al alcanzarse una situación límite en
la resistencia de las rocas suprayacentes, sometidas a tensiones que no pueden
soportar. Los materiales presentan un comportamiento frágil con roturas violentas. El
que repercutan o no en superficie depende de la potencia y características
geomecánicas de los materiales suprayacentes.

Ante la imposibilidad de evitar los procesos de hundimiento y subsidencia de


cierta magnitud, las medidas para paliar sus efectos deben basarse en la prevención de
estos fenómenos.
En el caso de cavidades, la solución es el relleno de las mismas, previo
conocimiento de su volumen y profundidad, y asegurarse de que el proceso no esté
activo; en ocasiones, si el proceso es activo, los rellenos deben ser realizados
periódicamente.

La subsidencia puede prevenirse y controlarse actuando sobre los procesos que


la provocan. Si los materiales afectados no han sobrepasado las deformaciones
elásticas, éstas pueden recuperarse si se vuelve a las condiciones iniciales de equilibrio,
por ejemplo, en el caso de descenso del nivel freático. En las excavaciones
subterráneas, la subsidencia puede prevenirse mediante inyecciones y tratamientos
previos de consolidación del terreno.

 Prevención de riesgos por movimientos del terreno

Los daños causados por los deslizamientos y los hundimientos dependen de la


velocidad y magnitud de estos procesos. Los movimientos de ladera rápidos son los
que ocasionan mayores riesgos y pueden causar víctimas, mientras que los lentos y las
subsidencias presentan menor potencial de daños.

A pesar de las mejoras en el reconocimiento, prevención y sistemas de emergencia,


los daños por movimientos de ladera en el mundo van en aumento. Según Schuster
(1996a) las causas son:

— Aumento de la urbanización y desarrollo en áreas expuestas a deslizamientos.

— Deforestación de áreas con deslizamientos potenciales.

— Aumento en la precipitación regional en determinadas zonas debido a cambios


climáticos.

Los daños causados por estos procesos suelen estar muy localizados, y
generalmente consisten en (Suárez y Regueiro, 1997):

— Destrucción y daños por asientos diferenciales y grietas en el terreno.

— Invasión del agua sobre las zonas bajas junto a mares, ríos o lagos.

— Pérdidas y filtraciones en embalses.

— Cambios en el flujo de agua en canales, drenajes, desagües, etc.

— Colapso de tuberías de pozos de agua y petróleo.

— Contaminación de agua subterránea a favor de grietas producidas por la


subsidencia.
A continuación, el contexto geomecánico y criterios de aceptabilidad para el
diseño de taludes:
1.8 Parámetros de resistencia al esfuerzo cortante que deben usarse en las
diferentes condiciones de análisis de estabilidad.

Debemos establecer el concepto de momento crítico de la vida de una


estructura de tierra, ligándolo a las condiciones a corto y largo plazo, que suelen ser las
más relevantes. Se analiza cualitativamente los cambios que pueden tener lugar en las
condiciones mecánicas de los suelos con los que se construye una cierta estructura
ejemplificando las condiciones a corto y largo plazo por un terraplén que se construya
sobre un terreno arcilloso saturado y blando y por una excavación hecha en el mismo
suelo, respectivamente.

Considérese el terraplén siguiente construido sobre un terreno arcilloso


saturado.
En la parte a) aparece el terraplén y una supuesta superficie potencial de
deslizamiento;

En la parte b) se ha dibujado la variación de la altura del terraplén con el


tiempo, así como el cambio del esfuerzo cortante medio en dicha superficie de falla.

En la parte c) de la figura aparece la variación de la presión de poro en un punto


P de la superficie de deslizamiento supuesta; si la construcción se verifica en forma
rápida, es decir, en un tiempo durante el cual no ocurre consolidación apreciable del
terreno de cimentación, se tendrá un aumento sostenido de la presión de poro
durante ese lapso, hasta un máximo al fin del mismo; a partir del fin de la
construcción, la presión del poro tendera a disiparse, tratando de volver al valor
original que existía en P.

Finalmente, la parte d) indica en forma cualitativa como vería el factor de


seguridad del terraplén contra el deslizamiento, definido, como se verá, como la
relación de la resistencia media del suelo, al esfuerzo cortante medio actuante, ambos
medidos a lo largo de la superficie de deslizamiento considerada. Las condiciones de
seguridad contra el deslizamiento empeoran durante el periodo de construcción, pues
durante el aumenta el esfuerzo cortante medio actuante (al crecer el terraplén), en
tanto que la resistencia potencial media a lo largo de la superficie de falla se mantiene
la misma, por considerarse que en el lapso considerado no ha tenido lugar ninguna
consolidación apreciable. A partir del fin de la construcción sobreviene la consolidación
del suelo bajo el terraplén, aumenta la resistencia y correspondientemente mejoran
las condiciones de estabilidad, pues el esfuerzo cortante medio ya no aguanta más.

Se ve así claramente que, durante el periodo de construcción, la resistencia a


considerar es la correspondiente a una prueba rápida (c ≠ 0; φ =0); sin embargo, si se
deseara cuantificar la condición final del terraplén debería considerarse el aumento de
la resistencia al corte por consolidación, utilizando los parámetros correspondientes a
una prueba lenta. En momentos intermedios de la vida del terraplén podrá
cuantificarse la condición de estabilidad del mismo, usando una resistencia al esfuerzo
cortante de la arcilla obtenida de la envolvente de esfuerzos efectivos (prueba lenta),
entrando en la gráfica τ- σ con una presión efectiva (abscisa) que sea igual a la presión
total dada por el terraplén, menos la presión de poro que exista en el momento que se
calcula. En la práctica es evidente que el momento crítico en el fin de la construcción.
En la siguiente figura se muestra el caso de una excavación en la misma arcilla.

En la parte a), se ha efectuado una descarga en el suelo.

En la parte b), se ve que la presión de poro en un punto P de la superficie


hipotética de deslizamiento tiende a disminuir durante la excavación; después esta
presión aumenta, con expansión de la arcilla, hasta un valor constante, que dependerá
de las condiciones de flujo de agua en el talud, pero que en general es menor que la
presión que había en el agua antes de realizar la excavación.

En la parte c), se muestra la variación de las condiciones de estabilidad del talud


de la excavación con el tiempo, definidas como en el caso anterior del terraplén.
Durante el periodo de construcción las condiciones empeoran por el aumento que
ocurre en el esfuerzo cortante medio actuante, mientras la resistencia no ha tenido
tiempo de cambiar (el esfuerzo cortante medio aumenta como consecuencia de la
excavación, que va formando un talud allí donde antes el terreno era horizontal y no
había ningún esfuerzo cortante actuante: pero ahora, durante el tiempo que sigue al
final de la construcción, la resistencia del suelo sigue disminuyendo, por el efecto del
aumento de la presión de poro y la correspondiente expansión del suelo, por lo que a
despecho de que una vez terminada la excavación el esfuerzo cortante medio actuante
ya no cambia las condiciones de estabilidad generales siguen empeorando. La
condición a largo plazo, que se alcance cuando se llegue a la presión de poro mayor a
la que haya de llegar el suelo, es ahora evidentemente el momento crítico y la
condición de diseño.

A continuación, se mencionan algunos casos concretos frecuentes en la práctica


y se comenta el tipo de parámetros de resistencia que deben utilizarse en los análisis
de estabilidad correspondientes:

a) Terraplenes construidos sobre arcillas blandas saturadas.

En este caso la condición inicial, al fin de la construcción, es la crítica, pues cualquier


tiempo que pase trae consigo una consolidación adicional del terreno de apoyo, que
hace aumentar la resistencia. En tales condiciones habrá de hacerse un análisis que
use parámetros de resistencia obtenidos en pruebas rápidas (sin consolidación y sin
drenaje) hechas sobre muestras inalteradas representativas. Se obtendrán parámetros
del tipo C≠ 0 y φ= 0 y el análisis se hará en términos de esfuerzos totales.

b) Terraplenes de arcilla parcialmente saturada construidos sobre terrenos


resistentes. Condición al fin de la construcción.

En este caso, los terraplenes se construyen compactando la arcilla con una cierta
humedad, que después variara en general, con el paso del tiempo; frecuentemente la
humedad tiende a aumentar. En los terraplenes de las vías terrestres, lo común es
llegar a una humedad de equilibrio, por abajo aun de la saturación, compatible con las
condiciones ambientales y en torno a la que puede haber variaciones estacionales. En
los bordos de protección de ríos, presas y otras obras hidráulicas, por el contrario, los
cambios de humedad posteriores a la construcción pueden fácilmente incluir la
condición de saturación.

En ocasiones interesa conocer las condiciones de estabilidad al fin de la construcción,


las cuales son prácticamente comunes para las diferentes clases de estructuras arriba
mencionadas. Este tipo de análisis presupone que la construcción ha sido tan rápida
que la humedad de compactación de la arcilla no ha sufrido ningún cambio durante
ella. En estos casos, la resistencia de la arcilla puede estimarse en el laboratorio
compactando una muestra de manera que se dupliquen lo mejor que sea posible las
condiciones de campo, utilizando la misma humedad de compactación; enseguida se
obtendrá la resistencia afectando una prueba triaxial rápida, hecha con una presión de
cámara similar a la horizontal que sufra el suelo en la obra (estimada) en el punto cuya
resistencia se calcula. De esta manera puede pensarse que la falla que se provoca en el
espécimen por aplicación de carga vertical, sin que cambie el contenido de agua, es
análoga a la que podría tener lugar en el terraplén, si una vez terminando este, ocurre
un deslizamiento antes de que su humedad pueda llegar a cambiar. Esto lleva a un
análisis de estabilidad en base a esfuerzos totales y prueba rápida.

c) Excavaciones practicadas en arcillas blandas saturadas.

Como ya se hizo ver, en estos casos la condición crítica se presenta a largo plazo,
cuando las presiones de poro se han adaptado o bien a una condición estática o a una
de flujo establecido. Debe hacerse un análisis basado en los parámetros de resistencia
de prueba con consolidación y drenaje (lenta) y en términos de esfuerzos efectivos.

Si se trata de excavaciones provisionales, de vida corta, tales como las que se hacen a
veces en relación con cimentaciones, cabe realizar un análisis considerando al
momento al fin de la excavación como el crítico, efectuando el cálculo de estabilidad
con los parámetros provenientes de una prueba rápida y con base en esfuerzos totales
c≠ 0 y φ= 0.

d) Deslizamiento con superficies de falla preexistentes.

En estos casos se ha de considerar siempre que han ocurrido o están ocurriendo


deslizamientos de una masa de suelo con respecto a otra a lo largo de la superficie
formada, por lo que la resistencia con que se pueda contar en ese suelo corresponderá
a niveles muy altos de deformación previa, es decir, será invariablemente la resistencia
residual.

La lista de casos frecuentes en la práctica podría prolongarse aún más; concretamente,


las condiciones de flujo establecido y de vaciado rápido, representan circunstancias de
trabajo usuales en muchas obras de tierra. Sin embargo, se espera que la anterior
enumeración baste para normar el criterio con que habrán de elegirse los parámetros
de resistencia a asignar al suelo en otros casos no mencionados.

e) Taludes en suelos granulares.

La estabilidad de un talud homogéneo con un suelo de cimentación, construido


con un suelo puramente friccionante, tal como una grava o arena limpia, es una
consecuencia de la fricción que se desarrolla entre las partículas constituyentes, por lo
cual, para garantizar estabilidad bastará que el ángulo del talud sea menor que el
ángulo de fricción interna del suelo granular, que en un material suelto, seco y limpio
se acercará mucho al ángulo de reposo. Por lo tanto, la condición límite de estabilidad
es,

α=φ

Sin embargo, si el ángulo α es muy próximo a φ, los granos próximos a la


frontera del talud, ni sujetos a ningún confinamiento importante, quedarán en una
condición próxima a la de deslizamiento incipiente, que no es deseable pro ser el talud
muy fácilmente erosionable por el viento o el agua. Por ello es recomendable que en la
práctica α sea algo menor que φ. La experiencia ha demostrado que si se define un
factor de seguridad como la relación entre los valores de α y φ, basta que tal factor
tenga un valor del orden de 1.1 y 1.2 para que la erosionabilidad superficial no se
excesiva.

1.9 Reglamento para estudios Geotécnicos en Edificaciones - R-024.

El reglamento R-024 establece lo siguiente:

3.5 ESTRUCTURAS DE RETENCIÓN Y TALUDES EN CORTE Y RELLENOS

3.5.1 ESTABILIDAD GLOBAL

La estabilidad global de muros de contención y taludes en corte o relleno será


aceptable solo si los factores de seguridad calculados con los métodos recomendados
en el Capítulo 6 son mayores que los mínimos especificados en esta sección para las
siguientes condiciones.

a. Construcción: Corto plazo F.S. >1.2

b. Servicio: Largo Plazo F.S. > 1.5

c. Sismo: F.S. > 1.1

3.5.2 DEFORMACIONES A ESTRUCTURAS ADYACENTES INDUCIDAS POR EXCAVACIONES

· El ingeniero geotécnico tomará toda precaución para que las excavaciones no causen
daños a estructuras adyacentes pre-existentes.

· Además de satisfacer los requisitos de la sección 3.5.1, los cortes no deberán inducir

deformaciones verticales u horizontales que afecten adversamente las estructuras


adyacentes existentes.

· Se limitarán los desplazamientos inducidos a zapatas adyacentes a excavaciones de


manera que las distorsiones angulares (β) y deformaciones unitarias horizontales (ϵh)
impuestas a la edificación por el corte sean menores que ϵh < 0.15% y β < 0.20%.

ART. 6.- DISPOSICIONES PARA OBRAS DE RETENCIÓN Y TALUDES

6.1.2.3 ESTABILIDAD GENERAL

La estabilidad general de los taludes en la vecindad de los muros deberá


considerarse como parte del diseño del muro de contención. La estabilidad general del
muro, de los taludes, y los suelos de fundación deberán ser evaluados utilizando
Métodos de Equilibrio en el Límite como el Método Bishop Modificado, el Janbu
simplificado o el Método de Spencer o por otro método según la buena práctica de la
ingeniería geotécnica.

El factor de seguridad para cada condición analizada deberá cumplir con los
requisitos de seguridad que se delinea en la sección 3.5.1. En todos los casos, las
condiciones del subsuelo y las propiedades de los suelos y/ rocas del sitio del muro
deberán ser adecuadamente caracterizadas a través de ensayos in-situ y ensayos de
laboratorio.

Las fuerzas seudo-estática debido a sismos que será aplicada a la masa de los
taludes para el análisis de la estabilidad podrá calcularse suponiendo un coeficiente
horizontal sísmico kh igual la mitad del coeficiente de aceleración de la tierra a pico y
suponiendo que el coeficiente sísmico vertical kv igual a cero.

También deberá ser evaluada la estabilidad temporal de los taludes necesarios


para la construcción del muro.

6.2 EXCAVACIONES ADYACENTES A ESTRUCTURAS EXISTENTES

6.2.1 ESTUDIOS PREVIO AL INICIO DE EXCAVACIONES

En aquellos proyectos en que se realizarán excavaciones cuyo fondo se ubicará


por debajo de la cota de fundación de estructuras adyacentes, el dueño o el ingeniero
responsable del proyecto deberá someter a la SEOPC un estudio geotécnico previo al
inicio de las excavaciones. El alcance deberá incluir lo siguiente:

 La estabilidad global de los taludes propuestos será evaluada para confirmar


que cumple con los factores de seguridad requeridos en la sección 3.5.1
 Las deformaciones que serán inducidas a las estructuras adyacentes serán
calculadas a partir de la estratigrafía del sitio y parámetros elásticos y de
resistencia aplicables. Se limitarán las deformaciones horizontales y
distorsiones angulares a los valores requeridos en la sección 3.5.2.
 La habilidad de las estructuras adyacentes para resistir las deformaciones que
les serán impuestas por la excavación será evaluada con la finalidad de emitir
un juicio sobre las consecuencias de la realización de las excavaciones para las
estructuras en cuestión.
 Recomendaciones para mitigar los efectos de las excavaciones a estructuras
adyacentes, de ser necesario, que podrá incluir sin ser limitativo al uso de
clavos de suelos, anclajes activos, inyecciones de compensación en las zapatas
y otros métodos de pre-soporte y corrección de asentamientos en las
estructuras adyacentes.

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