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En el campo del estudio de los taludes existen pioneros de labor muy meritoria.
Collin (1845) habló por vez primera de superficies de deslizamiento curvas en las fallas
de los taludes e imaginó mecanismos de falla que no difieren mucho de los que
actualmente se consideran en muchos métodos prácticos de diseño desgraciadamente
sus ideas, obtenidas de una observación muy objetiva de la realidad, se vieron
obstaculizadas por opiniones anteriores y contrarias de Coulomb quien preconizó la
falla plana de los taludes, hipótesis mucho menos fecunda, según se demostró en el
desarrollo posterior del campo y vio impuestas sus ideas quizá por el hecho de su
mayor prestigio y autoridad.
Los taludes, siguiente figura, se construyen con la pendiente más elevada que
permite la resistencia del terreno, manteniendo unas condiciones aceptables de
estabilidad.
Un caso particular son las canteras, donde los frentes de excavación se van
retranqueando continuamente, y donde, por lo general, las inestabilidades
corresponden a bloques o conjuntos de bloques que se desprenden a favor de las
discontinuidades de los macizos rocosos competentes que son explotados.
Como norma general, cada proyecto de excavación debe ser analizado teniendo
en cuenta:
— Los requisitos del proyecto (taludes a largo o corto plazo, condiciones geométricas,
etc.).
Las investigaciones in situ deberán ajustarse a las anteriores condiciones, y
realizarse en las fases descritas a continuación, teniendo en cuenta además los
presupuestos y plazos disponibles para las mismas.
En la siguiente figura se muestra la relación entre el resultado del método, o
beneficio, y el coste.
— Sísmica de refracción a lo largo del perfil del talud. Al ser ésta una técnica de bajo
coste y que proporciona datos necesarios para estimar la ripabilidad, espesor de
materiales alterados alterados, etc., debe realizarse en toda la longitud del talud, o al
menos en tramos representativos.
— Sondeos a lo largo del talud, de forma que se investigue tanto la zona de coronación
como la parte inferior del talud. El número dependerá de la complejidad geológica y de
la longitud del talud. En los sondeos se tomarán muestras para realizar ensayos de
laboratorio y se instalará tubería piezométrica para medida de los niveles de agua.
Estratigrafía y litología
La naturaleza del material que forma un talud está íntimamente relacionada con el
tipo de inestabilidad que éste puede sufrir, presentando las diferentes litologías
distinto grado de susceptibilidad potencial ante la ocurrencia de deslizamientos o
roturas. Las propiedades físicas y resistentes de cada tipo de material, junto con la
presencia de agua, gobiernan su comportamiento tensodeformacional y, por tanto, su
estabilidad.
La estructura del macizo queda definida por la distribución espacial de los sistemas
de discontinuidades, que «individualizan» bloques más o menos competentes de
matriz rocosa que se mantienen unidos entre sí por las características y propiedades
resistentes de las discontinuidades. La presencia de estos planos de debilidad (como
superficies de estratificación, diaclasas, fallas, etc.) buzando hacia el frente del talud
supone la existencia de planos de rotura y deslizamiento potenciales, y su orientación
y disposición condiciona los tipos, modelos y mecanismos de inestabilidad.
Condiciones hidrogeológicas
La mayor parte de las roturas se producen por los efectos del agua en el terreno,
como la generación de presiones de poros de agua, o los arrastres y erosión, superficial
interna, de los materiales que forman el talud.
— La presión ejercida sobre grietas de tracción aumenta las fuerzas que tienden al
deslizamiento.
ϒ = ϒ𝑑 + 𝑆𝑛ϒ𝑤
Además del agua en el interior del terreno, hay que considerar el papel del
agua superficial (por precipitación, escorrentía, etc.), que puede causar problemas
importantes de estabilidad al crearse altas presiones en las discontinuidades y grietas
por las que se introduce, y en la zona más superficial del terreno; de hecho, las roturas
en taludes en suelos son más frecuentes en periodos de lluvias intensas, tras una
fuerte tormenta o en épocas de deshielo. Los fenómenos de erosión y lavado en
materiales blandos o poco consistentes aparecen asimismo asociados a la presencia de
agua superficial.
𝑢 = 𝑧ϒ𝑤
Tensiones naturales
Otros factores
Las sobrecargas estáticas y las cargas dinámicas que se ejercen sobre los taludes
modifican la distribución de las fuerzas y pueden generar condiciones de inestabilidad.
Entre las primeras están el peso de estructuras o edificios, u otro tipo de cargas como
rellenos, escombreras, paso de vehículos pesados, etc. que, cuando se ejercen sobre la
cabecera de los taludes, aportan una carga adicional que puede contribuir al aumento
de las fuerzas desestabilizadoras.
Esta pérdida de resistencia puede dar lugar a la caída del material superficial y,
si afecta a zonas críticas del talud, como su pie, puede generar roturas generales, sobre
todo en condiciones de presencia de agua.
Taludes en suelos
— Las roturas de taludes en suelos a favor de un único plano paralelo al talud son
prácticamente inexistentes, aunque este modelo puede ser válido en el caso de
laderas naturales con recubrimientos de suelos sobre rocas (figura a) o en el caso de
taludes rocosos, donde la presencia de discontinuidades paralelas al talud puede
definir superficies de roturas planas, aunque en general éstas no alcanzan la cabecera
del talud
— Puede ser aproximadamente circular (la más frecuente), con su extremo inferior en
el pie del talud, (deslizamiento de pie), cuando éste está formado por terreno
homogéneo o por varios estratos de propiedades geotécnicas homogéneas (figura b).
— Puede ser casi circular, pero pasando por debajo del pie del talud (deslizamiento
profundo; figura c).
El modelo del talud «infinito», (su longitud puede considerarse infinita con
respecto al espesor de la masa que rompe) puede adoptarse en muchas laderas
naturales donde la superficie de rotura está definida por el contacto, prácticamente
paralelo al talud, entre el terreno superficial (coluvial o suelo residual) y la roca
subyacente (ver esquema de la figura a).
Taludes en rocas
— Rotura por un plano que aflora en la cara o en el pie del talud, con o sin grieta de
tracción.
— Rotura por un plano paralelo a la cara del talud, por erosión o pérdida de resistencia
del pie.
Rotura en cuña
Vuelco de estratos
Este tipo de rotura suele darse en los taludes de muro de cortes mineros, al ser
excavados paralelos a la estratificación, cuando los planos presentan espaciados
pequeños (ver figura).
Rotura curva
La elección del método de análisis más adecuado en cada caso dependerá de:
Los métodos de equilibrio límite (los más utilizados) analizan el equilibrio de una
masa potencialmente inestable, y consisten en comparar las fuerzas tendentes al
movimiento con las fuerzas resistentes que se oponen al mismo a lo largo de una
determinada superficie de rotura. Se basan en:
— La superficie de rotura debe ser postulada con una geometría tal que permita que
ocurra el deslizamiento, es decir, será una superficie cinemáticamente posible.
Con estas condiciones, se establecen las ecuaciones del equilibrio entre las
fuerzas que inducen el deslizamiento y las resistentes. Los análisis proporcionan el
valor del coeficiente de seguridad del talud para la superficie analizada, referido al
equilibrio estricto o límite entre las fuerzas que actúan. Es decir, el coeficiente F por el
que deben dividirse las fuerzas tangenciales resistentes (o multiplicarse las fuerzas de
corte desestabilizadoras) para alcanzar el equilibrio estricto:
𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑖𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟𝑎𝑠
𝐹=
𝑓𝑢𝑒𝑟𝑧𝑎𝑠 𝑑𝑒𝑠𝑒𝑠𝑡𝑎𝑏𝑖𝑙𝑖𝑧𝑎𝑑𝑜𝑟𝑎𝑠
O expresado en esfuerzos:
𝑅𝑐 + 𝑅𝛷
𝐹=
𝑆
Siendo,
𝑅𝛷 = (𝑊𝐶𝑂𝑆𝛼 − 𝑈)𝑇𝐴𝑁𝛷
Existen varios métodos para el cálculo del coeficiente de seguridad por
equilibrio límite, más o menos complejos, desarrollados fundamentalmente para su
aplicación a materiales tipo suelo. Los métodos analíticos proporcionan el coeficiente
de seguridad a partir de la resolución inmediata de ecuaciones simples (método de
Taylor, de Fellenius), mientras que los métodos numéricos necesitan, para su
resolución, sistemas de ecuaciones y procesos de cálculo iterativo; en esta categoría se
encuentran los métodos de Morgenstem y Price, de Spencer, etc.
Para roturas en roca los métodos se basan igualmente en las ecuaciones del
equilibrio entre las fuerzas actuantes, establecidas en base a la geometría concreta de
cada tipología de rotura.
Consideraciones a tener en cuenta en los análisis de estabilidad
Movimientos de ladera
Entre las áreas más propensas a la inestabilidad, bajo un punto de vista global,
están las zonas montañosas y escarpadas, zonas de relieve con procesos erosivos y de
meteorización intensos, laderas de valles fluviales, acantilados costeros, zonas con
materiales blandos y sueltos, con macizos rocosos arcillosos, esquistosos y alterables,
zonas sísmicas, zonas de precipitación elevada, etc.
Las inestabilidades en las laderas, al igual que en los taludes excavados, se deben al
desequilibrio entre las fuerzas internas y externas que actúan sobre el terreno, de tal
forma que las fuerzas desestabilizadoras superan a las fuerzas estabilizadores o
resistentes. Este desequilibrio puede ser debido a una modificación de las fuerzas
existentes o a la aplicación de nuevas fuerzas extemas estáticas o dinámicas.
Aunque, como se ha mencionado, las inestabilidades naturales con frecuencia son
procesos complejos, los mecanismos y modelos de rotura del terreno son similares a
los de los taludes excavados, pudiendo agruparse en roturas a favor de superficies
curvas o planas, tipo cuña o bloque, etc., según los materiales sean suelos o macizos
rocosos.
Por otro lado, los deslizamientos son quizá los procesos naturales más previsibles y
más sensibles a las medidas de corrección y mitigación para la prevención de los daños
que conllevan. Incluso las predicciones de su ocurrencia se pueden llevar a cabo en los
casos en que los movimientos estén asociados a factores conocidos, por ejemplo, a
lluvias intensas.
Son roturas poco profundas, pero de gran continuidad lateral. Los macizos rocosos
blandos o con alto grado de fracturación o alteración, donde las discontinuidades no
constituyen superficies de debilidad preferentes, pueden también sufrir este tipo de
rotura.
Flujos
Los flujos o coladas son movimientos de masas de suelo (flujos de barro o tierra),
derrubios (coladas de derrubios o debris flow) o bloques rocosos (coladas de
fragmentos rocosos) con abundante presencia de agua, donde el material está
disgregado y se comporta como un «fluido», sufriendo una deformación continua, sin
presentar superficies de rotura definidas.
Estas movilizaciones bruscas por colapso estructural del suelo, debido a sacudidas
sísmicas o a rotura del suelo por desecación, se denominan golpes de arena y limo,
término que hace más bien referencia a la causa del movimiento.
En ocasiones este movimiento se clasifica como proceso de tipo creep, término que
hace referencia a una deformación tiempo – dependiente y que, en todo caso, definiría
el comportamiento deformacional del material. La solifluxión afecta igualmente a la
zona más superficial de las laderas, y es un movimiento producido por los procesos
hielo-deshielo que, por los cambios de temperatura diarios o estacionales, afecta al
agua contenida en los suelos finos en regiones frías.
Desprendimientos
Los desprendimientos son caídas libres muy rápidas de bloques o masas rocosas
independizadas por planos de discontinuidad preexistentes (tectónicos, superficies de
estratificación, grietas de tracción, etc.). Son frecuentes en laderas de zonas
montañosas escarpadas, en acantilados y, en general, en paredes rocosas, siendo
frecuentes las roturas en forma de cuña y en bloques formados por varias familias de
discontinuidades.
Los factores que los provocan son la erosión y pérdida de apoyo o descalce de los
bloques previamente independizados o sueltos, el agua en las discontinuidades y
grietas, las sacudidas sísmicas, etc.
Avalanchas rocosas
Desplazamientos laterales
Los desplazamientos laterales también pueden ser provocados por licuefacción del
material infrayacente, o por procesos de extrusión lateral de arcillas blandas y
húmedas, bajo el peso de las masas superiores (ver figura). Se dan en laderas suaves, y
pueden ser muy extensos.
Las capas superiores se fragmentan generándose grietas, desplazamientos
diferenciales, vuelcos, etc., presentando las zonas afectadas un aspecto caótico.
Los factores que controlan los movimientos de las laderas son aquellos capaces de
modificar las fuerzas internas y externas que actúan sobre el terreno. En el siguiente
cuadro se indican sus efectos sobre el comportamiento y las propiedades de los
materiales; los factores condicionantes (o «pasivos») dependen de la propia
naturaleza, estructura y forma del terreno, mientras que los desencadenantes (o
«activos») pueden ser considerados como factores externos que provocan o
desencadenan las inestabilidades y son responsables, por lo general, de la magnitud y
velocidad de los movimientos.
En el primer caso, los movimientos suelen ocurrir por colapso de los techos de
cavidades subterráneas, más o menos profundas, al alcanzarse una situación límite en
la resistencia de las rocas suprayacentes, sometidas a tensiones que no pueden
soportar. Los materiales presentan un comportamiento frágil con roturas violentas. El
que repercutan o no en superficie depende de la potencia y características
geomecánicas de los materiales suprayacentes.
Los daños causados por estos procesos suelen estar muy localizados, y
generalmente consisten en (Suárez y Regueiro, 1997):
— Invasión del agua sobre las zonas bajas junto a mares, ríos o lagos.
En este caso, los terraplenes se construyen compactando la arcilla con una cierta
humedad, que después variara en general, con el paso del tiempo; frecuentemente la
humedad tiende a aumentar. En los terraplenes de las vías terrestres, lo común es
llegar a una humedad de equilibrio, por abajo aun de la saturación, compatible con las
condiciones ambientales y en torno a la que puede haber variaciones estacionales. En
los bordos de protección de ríos, presas y otras obras hidráulicas, por el contrario, los
cambios de humedad posteriores a la construcción pueden fácilmente incluir la
condición de saturación.
Como ya se hizo ver, en estos casos la condición crítica se presenta a largo plazo,
cuando las presiones de poro se han adaptado o bien a una condición estática o a una
de flujo establecido. Debe hacerse un análisis basado en los parámetros de resistencia
de prueba con consolidación y drenaje (lenta) y en términos de esfuerzos efectivos.
Si se trata de excavaciones provisionales, de vida corta, tales como las que se hacen a
veces en relación con cimentaciones, cabe realizar un análisis considerando al
momento al fin de la excavación como el crítico, efectuando el cálculo de estabilidad
con los parámetros provenientes de una prueba rápida y con base en esfuerzos totales
c≠ 0 y φ= 0.
α=φ
· El ingeniero geotécnico tomará toda precaución para que las excavaciones no causen
daños a estructuras adyacentes pre-existentes.
· Además de satisfacer los requisitos de la sección 3.5.1, los cortes no deberán inducir
El factor de seguridad para cada condición analizada deberá cumplir con los
requisitos de seguridad que se delinea en la sección 3.5.1. En todos los casos, las
condiciones del subsuelo y las propiedades de los suelos y/ rocas del sitio del muro
deberán ser adecuadamente caracterizadas a través de ensayos in-situ y ensayos de
laboratorio.
Las fuerzas seudo-estática debido a sismos que será aplicada a la masa de los
taludes para el análisis de la estabilidad podrá calcularse suponiendo un coeficiente
horizontal sísmico kh igual la mitad del coeficiente de aceleración de la tierra a pico y
suponiendo que el coeficiente sísmico vertical kv igual a cero.