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El comercio de libros entre Amberes y el mundo ibérico como ejemplo de

intercambios culturales
González Vázquez Rodolfo
- Manrique Figueroa, César, “La consolidación de las redes de impresores flamencos
en el mercado ibérico a partir de la segunda mitad del siglo XVI, la generación de
Cristóbal Plantino y Petrus I Bellerus” en El libro flamenco para lectores
novohispanos. Una historia internacional de comercio y consumo libresco, México,
UNAM, IEB, 2019, p. 103 – 130.
En esta ocasión nos enfrentamos a un texto que nos plantea, como queda claro en su título y
subtítulo, la situación de los impresores flamencos y su importancia en la distribución global
de libros. El texto se divide en cuatro partes, y aunque en cada una de ellas se abordan muchos
temas, me parece apropiado que lo revisemos tal como se encuentran.
En la primera parte, que sirve de introducción, se nos habla de la cuestión del tráfico
comercial de libros entre los Países Bajos y el mundo ibérico, especialmente con las ciudades
de Sevilla y Salamanca, a finales del siglo XVI e inicios del XVII. A su vez, en este apartado
también se explican los tres modos en que se podía formar una relación comercial, a saber,
el establecimiento de una sociedad o compañía exclusiva, la búsqueda de un agente
relativamente autónomo y finalmente, la búsqueda de un agente con completa autonomía.
Antes de pasar al segundo apartado encontramos los casos de dos talleres de producción
libresca de la ciudad de Amberes, el de Petrus I Bellerus y el de Cristóbal Plantino.
El segundo apartado nos lleva directamente a la historia de Plantino y Bellerus en su
actividad comercial, así como en las vidas de sus agentes, Juan Pulman y Juan Lippeo
respectivamente. También se nos habla de las características de las actividades económicas
y sociales que implicaba la venta de libros de Amberes en España durante los siglos antes
mencionados. Al final de este apartado el autor profundiza en la relación mantenida entre
Petrus Bellerus y Juan Bellero, su sobrino y sucesor del cargo de Juan Lippeo, así como la
mala conclusión a la que ésta llegó.
La tercera parte del texto se centra en las relaciones que Cristóbal Plantino mantuvo
con algunos miembros de la corte de Felipe II y con parte del clero que se vio involucrada en
la producción y distribución de las obras impresas por éste. A su vez, se nos habla de los
altibajos que tuvieron estas relaciones, ya fuera por conflictos de intereses entre las partes o
por influencias externas a éstas, como las actividades del ejército español.
Es hasta el tercer apartado que se nos habla del contexto histórico de los dominios de
Habsburgo en la península y en los Países Bajos durante los últimos años del siglo XVI
inicios del XVII, sin embargo, es hasta la cuarta parte del texto que se profundiza en ello.
Estos últimos apartados se caracterizan por la desaparición de la persona de Bellerus y por
dar mayor importancia a la de Plantino, sin embargo, en el cuarto y último apartado la
explicación va hasta gran parte de la sociedad flamenca y en las afecciones que las Guerras
de Flandes les significaron, especialmente a los impresores y libreros.

Un elemento que llama la atención desde el primer momento es el de las redes comerciales
internacionales, que implican, además de una serie de rutas comerciales que debieron haberse
desarrollado mucho tiempo antes de que Bellerus y Plantino embarcaran sus mercancías, y
la importancia de los enclaves comerciales. Por los casos que se mencionan, el autor remarca
la importancia de ciudades como Sevilla y Salamanca, ambas en España, como destinos de
las mercancías, pero también como puntos de distribución e incluso de obtención, a través
del intercambio, de libros y muchos otros productos.
Como se dice, Sevilla era un importante centro comercial europeo, además, contaba
con una posición privilegiada que permitiría participar en la Carrera de Indias. En este caso,
me pregunté si Bellerus participó activamente en el comercio con América o se limitó a la
península. No me refiero a si sus obras llegaron o no a este continente, sino que él haya
participado directamente en estos negocios o se limitó a venderlos en Sevilla y el resto era
problema de otros individuos y compañías, tal vez sus agentes.
La cuestión anterior surgió por el contraste que hace la falta de menciones de este tipo
de negocios de manos de Bellerus, frente a la clara mención de los llevados a cabo por
Plantino, de quien se nos dice que se relacionó con la corona y con la orden monacal de los
Jerónimos para hacer llegar libros de nuevo rezo a todo el mundo ibérico. Esto implicaría
que así que en condiciones muy particulares y seguramente diferentes, Bellerus se pudo haber
interesado por participar directamente en estos negocios.
Por su parte, Salamanca, donde se desempeñaría Pulman en asociación con Plantino,
era un centro académico gracias que contaba con una universidad, además era también uno
de los más grandes centros tipográficos de España en el Siglo XVI y se encontraba cerca de
otro punto nodal para la distribución internacional de libros: Medina del Campo.
Aprovechando que abordé ahora lo dicho sobre Salamanca y su universidad, creo que puedo
hablar también de la relación autor–obra–lector, es decir, pensar que las obras se hacían (y
se siguen produciendo) con la intención de ser vendidas a un público específico ¿Qué mejor
ejemplo que llevar obras humanistas a una ciudad caracterizada por su universidad?
El interés por literatura humanista, entre la que podremos encontrar clásicos
grecolatinos, autores contemporáneos y antiguos de ciencia, filosofía y teología, biblias,
mapas, grabados y materiales para escribir, entre muchos otros seguramente, es a su vez, un
claro indicador de que tanto los impresores de Amberes, como los lectores españoles
contaban con la herencia renacentista. Incluso puede ser posible que se les considere aún
como tales en los últimos años del siglo XVI, renacentistas.
Volviendo un poco a la importancia de las ciudades como enclaves comerciales, la
ciudad de Amberes, como podrá haberse notado ya, no puede dejarse de lado porque se le
considera como el centro tipográfico más importante en los países bajos durante el Siglo XVI
y a sus impresores, por lo menos teniendo en cuenta a Bellerus y a Plantino, representantes
de “una generación intrépida y visionaria de impresores […] que supieron aprovechar la
coyuntura comercial de la ciudad y construir redes eficaces en su distribución de libros hacia
el mundo hispánico” (p. 109).

Otro elemento de igual importancia que el anterior es el de la migración. Esta además de ser
un factor principal de este tipo de comercio dada la necesidad de trabajadores, socios o
agentes, marca una diferencia crucial frente al resto de intercambios culturales de los que
hemos sido testigos (lectores) en el curso, caracterizadas por su naturaleza cortesana, aunque
claro, como queda claro en la tercera sección, no es que “lo cortesano” quede completamente
excluido en los casos trabajados.
Podemos ver que además de ser una técnica para poder llevar a cabo el negocio de la
venta de libros en dos lugares a la vez, el que se requiera algún tipo de trabajador en este
segundo lugar, Sevilla y Salamanca, tenía que ver con el conocer “al otro”, a los posibles
clientes. Su cultura, idioma, intereses, tendencias y claramente, su situación política.
A su vez, nos damos cuenta de que más allá de las habilidades de Bellerus y Lippeo
para hacer tratos, el éxito de su negocio se vio afectado positivamente por el ya existente
gusto ibérico por las obras flamencas, que seguro surgió de intercambios culturales previos
posibilitados por la relación política, social y económica que había existido entre ambos
pueblos. Mientras tanto, Pulman triunfó en Sevilla por las buenas relaciones que forjó en esta
ciudad, la más importante con otro flamenco, Cornelio Bonardo, además del prestigio con el
que gozaba Plantino. Esto mismo se puede observar con Juan Bellero, sobrino y agente de
Petro I Bellerus, que al hacerse independiente (por incumplimiento del contrato) se asentó en
un espacio tradicionalmente ocupado por mercaderes extranjeros, la colación de Santa María
la Mayor de Sevilla.

Las características formales de los negocios librescos que el autor menciona son bastantes, y
van desde la necesidad de un contrato formal en el que se estipularan los términos de la
relación, como la propiedad de los bienes según la inversión hecha, el propio tipo de relación
(subordinación, sociedad o autonomía) y las retribuciones esperadas. Sin embargo, uno de
los que más llamó mi atención, tal vez por venir del relato de Calvete de Estrella sobre el
viaje del entonces príncipe Felipe, es el del transporte de las mercancías.
Con el ejemplo de la pérdida de un cargamento de 224 libros que se dañaron por el
contacto con agua salada se hacen explícitos los problemas que el transporte vía marítima y
fluvial representó para Bellerus y Lippeo, mientras que para el caso de la sociedad de Plantino
y Pulman se nos mencionan unos daños ocurridos en el puerto de Laredo. Por la posición que
tiene en el mapa Salamanca, debemos pensar que por lo menos buena parte del recorrido
debió realizarse por tierra.
En cualquier caso, este tema puede llevarse más allá, por ejemplo, a pensar en las
innovaciones tecnológicas que se dieron en el campo naval que surgieron a raíz del
“descubrimiento” del Nuevo Mundo, así como las dificultades que implicó el transporte
terrestre de mercancías. Por supuesto, esto nos permitiría hablar también de temas como el
de los seguros, que implicó la existencia de un sistema económico y burocrático bastante
desarrollado y extendido geográficamente, cosa que tal vez hubiera sido imposible si
Amberes y la Península Ibérica no hubiesen formado parte al mismo tiempo de los dominios
de la corona española.
Aprovechando la mención que hice del El felicissimo viaje de Juan Calvete de
Estrella, y recordando los distintos privilegios que entonces le dio Carlos I para la publicación
y venta de su obra, creo que podemos hablar del otorgamiento de privilegios de impresión y
patrocinios reales que recibió Cristóbal Plantino de Felipe II gracias a las relaciones que
mantuvo con algunos miembros de su corte, especialmente con Gabriel de Zayas, secretario
de Estado del rey, y con Benito Arias Montano, confesor personal del rey y editor en jefe del
proyecto de la Biblia Regia o Biblia Políglota (de la que vemos su portada en la segunda
página del capítulo), individuos favorables a su persona y a su trabajo, llegando Arias
Montano a consideró sus trabajos como superiores a los producidos en toda Europa.
Además, con el nombramiento de “prototipógrafo” que lo colocaban como ejemplo
frente a todo impresor, así como con las concesiones de impresión de los libros de Nuevo
Rezado, Plantino es el ejemplo de que los intercambios culturales de tipo cortesano no
desaparecieron por lo menos hasta ese momento.

El negocio en el que Bellerus y Plantino se vieron involucrados era sin duda lucrativo, sin
embargo, tenía tantas ventajas como desventajas. Desde algo tan simple como la paga de
salarios y la necesidad de invertir en materiales y espacios, las relaciones con amigos y
familia que requerían de confianza, misma que a veces pudo ser traicionada, hasta verse
afectados por elementos externos, como ya lo había señalado.
El comercio tan prolífico que Plantino había practicado gracias a las concesiones
reales se vio afectado cuando Amberes, en 1576 sufrió la “furia española”; las quejas del
clero surgidas ante su negativa a modificar sus libros de Nuevo Rezado según se requerían
para la liturgia española; o el régimen calvinista que entre 1577 y 1585 gobernó Amberes,
fueron todas situaciones ineludibles y de las que el propio Plantino tal vez nunca vio
resueltas, sino que este papel le tocó a su yerno y probablemente a sus nietos décadas después.

A manera de conclusión, me gustaría remarcar aquello con lo que empieza el texto: la


importancia de la documentación como fuente para el conocimiento de los procesos y
acontecimientos históricos. El estudios de los casos no podría haberse llevado a cabo sin la
existencia de la documentación adecuada, por lo que no podemos dejar de lado la posibilidad
de que este tipo de actividad sucediera mucho antes de que Plantino y Bellerus la
protagonizaran en las últimas décadas del siglo XVI, es solo que no se cuenta con registros,
ya sean suficientes o en absoluto, de sus precursores.

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