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ADOLESCENTES CONTEMPORÁNEOS (Verónica Berentein)

El período de la pubertad y de la adolescencia es determinante en la constitución subjetiva, en


la configuración de los lazos con otros y en la formación de síntomas. La función de excepción
del padre es esencial en la formación de un sujeto. Ésta funda una disimetría que posibilita una
identificación o una diferencia, por ende, la instauración de un sujeto.

La función es un lugar que podrá ser ocupado por diversas personas y puede funcionar de
distintas maneras. La diferenciamos del modelo, que es el modo de ocupar ese lugar. Podemos
pensar en distintos modelos ocupando esa función de excepción y ubicar los efectos subjetivos
como consecuencia de la manera en que esto ocurre.

Vamos a referirnos a tres modelos de Padre según el registro que predomine en su


funcionamiento: el Padre simbólico, el Padre imaginario y el Padre del goce. El contexto
histórico-social, las condiciones materiales, los ideales y los valores sostenidos en determinada
época inciden en los modelos, en cómo y quién ejerce esta función de excepción. Asimismo,
esto tiene consecuencias en los síntomas, los cuales varían según coordenadas discursivas.

EL ORDEN SIMBÓLICO

a. El padre de la ley

Es el modelo en el que corresponde a ciertas coordenadas objetivas, sociales y discursivas que


conforman el discurso del amo. Se trata de un vínculo en el que aquel que imparte la orden
(S1) está ubicado asimétricamente respecto de quien la cumple. Desde esa posición de agente
instaura lugares, jerarquías y privilegios.

Es el discurso de la ley, de la voluntad de religión, de la familia, del inconsciente, que instituye


una relación asimétrica: el que ordena (S1) está en un sitio distinto de aquel que obedece (S2).

(grafico)

Hay un agente que manda a trabajar al que sabe (S1  S2) para que genere un producto (a)
del que se apropia, y reprime lo que falla ($). La orden proviene del amo (S1), que ocupa el
lugar dominante – el semblante – y se constituye en alguien consistente: es aquel que
conquista una identificación de cacique, caudillo, conde, patrón, líder…

Es el Otro de la palabra que instaura un acuerdo simbólico y establece lugares. Desde esa
posición de excepción, se instala la autoridad que inaugura la ley garantizando que este
circuito funcione. Esta orden se dirige al que está en el lugar de trabajo (esclavo) y que tiene
un saber-hacer: S1  S2. Se trata de un saber práctico que se transmite entre generaciones.

[…]

El sujeto en falta ($) está reprimido en el lugar de la verdad, que es un sitio de determinación.
Si esta barrera de la represión falla, sus manifestaciones irrumpen como retoños: son las
formaciones del inconsciente.

El amo, desde el lugar del agente (S1), establece lo permitido y lo interdicto. El deseo circula en
relación a lo que la ley prohíbe, a un ideal, constituyéndose el pecado como aquello ilícito y
ligado a la culpa. Se alterna así la prohibición y la transgresión, lo que le da a la pulsión su
calidad de clandestina e intermitente, característica del goce fálico.
El efecto sobre el goce es la castración y la exaltación de su agente, el ideal (S). La castración es
la instancia simbólica que indica una imposibilidad de acceso a un goce pleno y a una armonía
en la relación con el otro. Ese límite, por otro lado, es la condición misma del deseo. El padre
es la figura paradigmática de este vínculo, por eso podemos decir que el discurso del amo es el
discurso edípico.

b. La represión

Los conflictos reprimidos se metaforizan al modo de mensajes en el cuerpo que, como


consecuencia de la castración, está desnaturalizado, simbolizado. La identificación, bajo estas
coordenadas, es con el ideal paterno. La identificación simbólica al ideal del yo - I(A)- supone
un Otro completo que tiene una función pacificante de las relaciones del sujeto con los otros.
Implica una consistencia del Otro al cual el sujeto se aliena y forma el ideal del yo. Es la
identificación simbólica primordial e inconsciente, que colma el déficit subjetivo: el Nombre
del Padre como metáfora de una falta.

El superyó indica la instancia en que se incorpora la identificación-padre en su función edípica


como agente de la represión de las mociones pulsionales. El superyó, al engendrar lo
prohibido, el deber y la culpa, hace existir al Otro.

La figura del padre anudaba los tres registros: el simbólico - a través de la autoridad y de la ley-
con el sostén imaginario que da el amor y la encarnadura real a través de la presencia. Es
cuando la figura del padre empieza a declinar que las neurosis proliferan.

Freud relaciona la caída de la imagen paterna con la construcción de los síntomas neuróticos:
el reemplazo de uno en el lugar del otro. Cuando la potencia y eficacia del S1 se empieza a
resquebrajar, aquello escondido empieza a mostrar sus retoños, y lo que estaba oculto ($)
retorna bajo la forma de síntomas neuróticos como un mensaje decifrar.

c. Los síntomas edípicos: el culpable, el insatisfecho, el avergonzado, el angustiado

Los síntomas neuróticos son síntomas surgidos en relación a un significante consistente, ideal,
ordenador y portador de la ley y del amor: el Padre. A través del síntoma, el neurótico sostiene
a este Otro ocultando su impotencia.

En las conversiones se trata de un cuerpo marcado y delimitado. Hay una representación


simbólica en el cuerpo de aquello reprimido que se metaforiza en el síntoma. Está en juego la
lógica fálica con sus variantes en relación a la falta: tener o no tener, más, menos, poco,
mucho, etc. Surgen así lo avatares en relación al deseo: como impedido, insatisfecho, etc.

La angustia frente a la autoridad externa lleva a la renuncia de la satisfacción por temor a


perder el amor. Luego, es la angustia ante al superyó que, por la persistencia de deseos
prohibidos, lleva a la punición. Es la conciencia moral que, con vigilancia y enjuiciamiento,
castiga al pecador, el cual sigue teniendo deseos y sentimiento de culpa.

La vergüenza es señalada por Lacan como una instancia de la angustia en la que se presenta un
grado de dificultad máxima que, por una autoridad consistente (A), una instancia simbólica en
demasía, deja “clavado” al sujeto sin posibilidad de maniobra. Marca una peculiar relación del
sujeto con el Otro de la ley cuando el recurso simbólico es fuerte y efectivo. El sujeto queda en
falta bajo la forma de la vergüenza, dejando en evidencia lo que no tiene frente a un Otro muy
consistente.

Podríamos decir que estos síntomas edípicos no son los que predominan hoy en día.
LA PREGNANCIA IMAGINARIA

a) El padre del orden de hierro

La filosofía y el surgimiento de la Universidad jugaron un papel decisivo en la transición del


discurso del amo al discurso universitario. En dicha transformación se realiza una sustracción
del saber del esclavo por parte del amo y una concentración y regulación del saber. Se produce
un pasaje de un saber-hacer práctico (doxa) a un saber acumulable y transmisible (episteme).
El saber ya no está más en los que trabaja y producen sino en el que ordena.

(grafico)

El que encarna el saber, en el lugar dominante (S1) (profesor, examinador, etc.), se dirige a
personas (estudiante, empleado, etc.), quienes están ubicadas como objetos (a) que deben ir
adquiriendo el saber del otro, lo cual les permite ir aumentando su valor. Para ello, son
permanentemente evaluados y calificados como objetos: S2  a.

Lo que funciona en este discurso es el contrato que se establece entre partes equivalentes (a
diferencia del amo clásico que procede mediante la instauración de una ley). La lógica del
contrato está vinculada a un Otro barrado, ya que no hay un Otro que, desde un lugar de
exterioridad y asimetría reglamente, ordene, vigile o castigue, sino que son acuerdos
reglamentados entre partes.

La noción de equivalencia implica la abolición de la subjetividad: cuando aparece un problema


se ubica lo que no funciona y la solución es el reemplazo, de tal manera que al producirse el
relevo las cosas vuelven a funcionar. Es el pin paradigma problema-solución: los participantes
del contrato son sustituibles e intercambiables.

Esto genera la tensión agresiva propia de este vínculo que surge entre los que realizan un
contrato en el que no hay Otro que desde afuera garantice un orden. Por eso el otro es un
rival.

b) El rechazo

El ideal está situado en el saber total: S2. El saber, ubicado en el lugar del agente, funciona
como “todo saber”, lo que implica un nuevo funcionamiento superyoico. La función del “NO”
no se haya encarnada en una presencia ni está articulada al amor, como ocurre bajo las
coordenadas edípicas. El superyó toma un funcionamiento de requerimiento de incorporar el
saber absoluto.

Bajo este orden de hierro, hay una exigencia sin límite desligada de la vertiente amorosa. Este
discurso produce un sujeto en falta ($) respecto de ese ideal inalcanzable que es un saber
ideal, ilimitado: el progreso continuo.

Surge un sufrimiento nuevo, correlativo a este borramiento subjetivo: sopor, aburrimiento,


pérdida de goce extrema. La singularidad del sujeto y su deseo están ausentes. Hay síntomas
relacionados con el intento alcanzar la figura de un saber total.

c) Los síntomas universitarios: el sin vergüenza, el estresado, el insomne, la anorexia

El sujeto adquiere las características de los objetos: es o no es en su totalidad (no admite


recortes); tiene una ubicación en un lugar determinado y si no lo logra cae de todo lugar
posible. El otro constituye una amenaza.
Con la pérdida de su lugar aparece un derrumbe subjetivo y síntomas extremos que no
funcionan al modo de metáforas en el cuerpo, sino que afectan funciones elementales: dormir,
comer, sexualidad.

Frente al mandato superyoico al modo de un programa, lo que se produce es la división


subjetiva: cuadros de angustia que se presentan en relación a lo que se es como objeto en su
estatuto predominantemente imaginario: ataques de pánico, pasajes al acto, acting-out y
acontecimientos de cuerpo.

El impedimento es una de las variables de la angustia en la que surge un obstáculo a la


realización del deseo cuando el sujeto queda entrampado en la imagen narcisista. La imagen
ideal, sin fallas, hace de obstáculo a la circulación del deseo ya que el sujeto no estará nunca a
la altura de ésta.

EL ASCENSO DE LO REAL

a) El padre del goce

El saber, S2 (científico y tecnológico), es puesto a producir objetos a que suturan la división


subjetiva, la insatisfacción ($). El punto de imposibilidad se borra y hay una reabsorción del
objeto en el sujeto. Cada cual tiene su objeto; luego viene lo otro, y así y orienta
sucesivamente. Se trata de un saber que manipula lo real y orienta los mercados de objetos y
de personas. En esta conjunción el sujeto, con su objeto de consumo, fabrica su propio
significante amo (S1) según la modalidad de goce, con lo cual se relanza el circuito
indefinidamente.

El objeto, en su estatuto real, no es aquello que falta sino lo que marca el ser del sujeto. Ya no
se trata detener algo o de perderlo, sino que indica lo que se es en la estructura: un objeto.

Lacan hace alusión al estatuto del individuo proletario como aquél que ha perdido su valor
subjetivo: el valor de uso, y que transita en el mercado por su valor de cambio con el precio
que fija el intercambio, como una moneda que circula. El ser mismo adquiere la característica
del objeto-mercancía. En su faz de valor de cambio, cada quien tiene un precio.

En este sentido, los adolescentes son un producto más del mercado, descartables.

El Otro es sólo un semblante, no es el que garantiza la ley, la palabra que ordena lugares
porque lo que funciona es lo real que hay por detrás: un mandato pulsional ilimitado. Lejos de
tranquilizar y apaciguar, este Otro es amenazante ya que empuja a incorporar los objetos que
él mismo promueve y a transformarse en eso mismo: el sujeto como objeto consumible, con
precio, negociable, intercambiable, explotable y sustituible.

Como el objeto ya no está en el otro, no hay necesidad de buscarlo allí, lo que dificulta el
surgimiento del sentimiento amoroso. El Otro pierde interés porque no es quien tiene aquel
objeto de la pulsión. Los lazos sociales se fragilizan: el sujeto queda aislado.

El objeto consumido no impone un tope a la pulsión. Esta modalidad toma distintas formas,
caracterizadas por la ausencia de un límite: explotación humana, acumulación ilimitada del
capital, consumo de sustancias, juego compulsivo, etc.

El sujeto que rechazó la marca del S1 no tiene las barreras de una identificación, de un Ideal o
del objeto. Así, este discurso fluye en un circuito no circunscripto por la imposibilidad.

b) La forclusión
En la época del “Otro que no existe”, el empuje pulsional exige una búsqueda sin fin. El objeto
se impone al sujeto desorientado incitándolo a atravesar inhibiciones y a buscar un goce
absoluto e ilimitado.

Se produce un sujeto identificado con otros con quienes formar comunidades de goce según el
objeto de consumo.

Bajo el efecto del objeto unido al sujeto, la satisfacción pierde la característica episódica y
clandestina propia de lo fálico y adquiere la cualidad de lo permanente, lo mostrativo e
ilimitado, lo que no implica renuncia ni pérdida alguna.

De este modo, cualquier desvanecimiento de la potencia, de las ganas, del deseo, cualquier
evidencia de la barradura de un sujeto empuja a consumir algo para retornar a una línea de
rendimiento: para un duelo, un anti-depresivo; para mayor rendimiento sexual, un fármaco;
para la inhibición, alcohol u otras sustancias, etc.

c) Los síntomas capitalistas: el sujeto de las sobredosis, el consumidor, el apostador, el


ansioso, el depresivo

Eric Laurent se refiere a manifestaciones de búsqueda de una presencia de un Otro frente a la


irrupción de la angustia: rehacer el todo. Lo ubica en las distintas formas de búsqueda de “un
goce total, ilimitado”, de variadas sobredosis: exceso de trabajo, deportes riesgosos,
accidentes, consumos; las múltiples tendencias a lo ilimitado propias de este tiempo.

En el sujeto consumidor el exceso y falta de límites se vislumbra bajo la forma de una exigencia
de satisfacción ilimitada: la sobredosis (de droga, de trabajo, de capital, de riesgo, de juventud,
de rendimiento sexual, etc., etc.), De esta manera el placer queda en la égida de un
requerimiento, de un deber gozar siempre más, de modo que cada obstáculo posible de limitar
el goce tiene un producto que lo supera. Así, el sujeto está con su objeto y, juntos, forman una
nueva identidad (S1): el depresivo, el alcohólico, el ludópata, el bipolar, etc.

La tendencia es que, junto al rechazo de las determinaciones inconscientes, cada uno se


invente su propio significante amo, su “marca” y su modo de gozar según el objeto consumido.

Algunas reflexiones sobre la clínica actual con adolescentes

El orden simbólico debilitado deja a los adolescentes “atrapados en lo real de su propio goce”,
plantea Lacadée. Ante la irrupción de lo nuevo en el cuerpo, y sin la posibilidad de alojarse en
el Otro, se pierde el gusto por las palabras y prevalece un empuje a gozar. Este autor ubica la
“crisis de la lengua articulada al Otro” en relación a lo que los adolescentes modernos
rechazan el saber ofrecido por la palabra del Otro.

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