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Universidad de los Andes

Facultad de Ciencias Sociales


Departamento de Historia

Locos y locura en la comunidad médica bogotana a finales del siglo XIX y principios
del XX

Diana Vanesa Díaz Martínez

Director: Camilo Quintero Toro

Lector: Jaime Humberto Borja Gómez

Mayo 2011

Bogotá

1
Introducción

En el periodo anterior a las últimas décadas del siglo XIX en Bogotá, los locos y las locas
andaban libremente por las calles a merced de la caridad de los vecinos que se tomaban la labor
de brindarles una especie de protección y acompañamiento a estos personajes. Con alguna
periodicidad, los locos y las locas que vagaban sin contar con la caridad del próximo eran
retirados en la ³Jaula de San Juan de Dios´, el cual era el vehículo que los transportaba al
hospital que llevaba el mismo nombre1. A grandes rasgos, los locos y las locas fueron, durante
largo tiempo, los personajes típicos, curiosos y cercanos que transitaban por las calles bogotanas
y se relacionaban con todas las personas. Sin embargo, el panorama anterior llegaría a su
terminación a finales de siglo y traería una nueva situación: los locos ahora eran enfermos
mentales que debían ser tratados por la poderosa mano de la ciencia. Para entender tal proceso, la
presente tesis busca entender cómo la comunidad médica bogotana de finales de siglo XIX y
principios del XX propuso una nueva imagen de los locos y de la locura basada, evidentemente
en preceptos científicos. Así, se propone que a finales del siglo XIX en la ciudad de Bogotá±
particularmente, o de forma acentuada, desde la década de los setenta± empieza a concretarse un
proyecto que venía gestándose desde hacía años, a la par con procesos más amplios de
civilización, urbanismo, capitalismo y modernidad, entre otros. En efecto, se trata de la
³FLHQWLILFDFLyQ´GHOORFRODORFD\ODORFXUa; es decir, que la representación que la sociedad hacía
de éstos se transformó de acuerdo a nuevos planteamientos inscritos dentro de lo científico, y
específicamente lo médico. De tal manera, esta tesis propone que de una imagen popular ±
construida por todas las personas sin distinción desde sus propias impresiones y saberes± se pasa
a una imagen médica del loco y la locura que conllevó a la creación de un discurso científico que
EXVFy H[SOLFDU ³UDFLRQDOPHQWH´ OR TXH DKRUD HUD HQWHQGLGR FRPR XQD HQIHUPHGDd mental. Tal
cambio en la forma de representar al loco y la locura pudo darse gracias a la confluencia de
varios procesos políticos, económicos y socio-culturales que para finales de siglo acaecieron en
la capital de Colombia. Sin embargo, esta tesis también sostiene que, a pesar de los grandes
esfuerzos porque la locura fuera explicada desde un saber científico, y por ende objetivo según

1 ROSSELLI, Humberto. Historia de la psiquiatría en Colombia (Vol. 1). Bogotá: Editorial Horizontes, 1968. 103 p.

2
los preceptos de la época, el discurso se vio permeado de los prejuicios propios de la época y de
cada científico.

El presente proyecto tendrá como objetivo general el de comprender cuál fue la imagen que del
loco, la loca y la locura fue construida desde finales del siglo XIX hasta principios del XX dentro
de la comunidad científica bogotana. Para tal propósito, se propone de manera más específica
entender cuáles procesos históricos (sociales, culturales, políticos y económicos) enmarcaron el
FRPLHQ]R GH OD ³FLHQWLILFDFLyQ´ GH ORFR OD ORFD \ OD ORFXUD HQ %RJRWi ,JXDOPHQWH LPSRUWDQWH
será advertir hasta qué punto el nuevo discurso científico generado alrededor de la locura se vio
inmerso en los prejuicios y las preocupaciones propias de su tiempo y su lugar de producción.
Con el fin de lograr comprender un poco más sobre esta nueva representación científica de loco,
se recurrirá al análisis, según ciertas temáticas seleccionadas, de cuatro tesis en medicina que
trataron el tema de las enfermedades mentales y que fueron desarrolladas dentro de la academia
médica bogotana desde finales del siglo XIX hasta principios del siglo XX. El análisis de estas
cuatro tesis resulta relevante en la medida en que permite el acercamiento a una forma de pensar
y de conocer más amplia que fue la de toda la comunidad médica bogotana del momento.
Además, al tratarse del estudio de algunos de los primeros trabajos que florecieron sobre el tema
de la enfermedad mental, se puede entender más de cerca el proceso de transición hacia un nuevo
conocimiento, al igual que los problemas o debilidades que surgieron paralelamente.

Esta tesis se instaura como un complemento y una apertura en las temáticas que en Colombia han
sido tratadas por la Historia de la Ciencia, y más específicamente, por la Historia de la
Medicina2. Siguiendo lo que ha sido el proceso de la consolidación de una comunidad científica

2 Algunos de los trabajos más relevantes que se han inscrito dentro de las tradiciones de la Historia de Ciencia y la Historia de la
Medicina en Colombia son: ROSSELLI, Humberto. Historia de la psiquiatría en Colombia (Vol. 1 & Vol. 2). Bogotá: Editorial
Horizontes, 1968; OBREGÓN, Diana. Sociedades científicas en Colombia: La invención de una tradición. Santafé de Bogotá:
Banco de la República, 1992; MÁRQUEZ VALDERRAMA, Jorge. Ciudad, miasmas y microbios: La irrupción de la ciencia
pasteriana en Antioquia. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia: Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Fac.
de Ciencias Humanas y Económicas, 2005; MARTÍNEZ, Rafael. De Hipócrates a Pasteur: contribución para la historia de la
3
en Bogotá, esta tesis busca expandir los horizontes de tal historia para tratar de explicarla y
entenderla también a partir de procesos tales como los que los trabajos en Historia Urbana o
Historia de la Higiene3 en Colombia han desarrollado. De tal manera, se insiste en que lo que
este proyecto intenta es combinar los esfuerzos de varias corrientes historiográficas del país, para
analizar una temática que tal vez no se ha tratado de la manera como aquí se propone. Sin duda,
el buscar entender la manera como las representaciones de cierto tipo de individuos ±por lo
general marginales± cambian, se instauran y se reproducen dentro de la sociedad, es un esfuerzo
por complementar lo que han hecho estas historias, pero desde una perspectiva un poco más
socio-cultural, si es que se le podría llamar de esa manera. En efecto, más allá de entender los
procesos que llevan a que estos cambios se den ±que es precisamente lo que la combinación de
distintas perspectivas históricas me ha permitido reconstruir± debe ahora tratar de comprenderse
la manera como se crean y reproducen las imágenes de ciertos tipos de individuos dentro de una
sociedad, y bajo cuáles criterios. El tema de la construcción de la imagen del loco y la locura
resulta interesante en la medida en que más allá de ser un tema desarrollado dentro del ámbito
científico, se trata de un fenómeno con amplias repercusiones políticas en tanto vistas desde la

medicina Colombiana. Bogotá: Internacional de Publicaciones, 1966; QUEVEDO, Emilio. Historia de la medicina en Colombia
(Vol. 1 & Vol. 2). Bogotá: Tecnoquímicas, 2007; QUEVEDO, Emilio. Historia Social de la Ciencia en Colombia. Bogotá:
Colciencias-Sociedad Colombiana de Epistemología-OEA, 1993-1996; NIETO, M. Orden natural y orden social: ciencia y política
en el semanario del Nuevo Reyno de Granada. Bogotá: Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales,
Departamento de Antropología, CESO, Ediciones Uniandes, 2009; VASCO, Carlos. Historial social de la ciencia en Colombia.
Santa Fe de Bogotá: Colciencias, 1993.

3 Dentro de la literatura de Historia Urbana e Historia de la Higiene se pueden destacar, entre muchos otros, los siguientes
trabajos: MEJÍA PAVONY, Germán Rodrigo. Los años del cambio: Historia urbana de Bogotá, 1820-1910. Santa fe de Bogotá:
CEJA, 2000; NOGUERA, Carlos Ernesto. Medicina y política: Discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad
del siglo XX en Colombia. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2003; ALZATE, Adriana. Suciedad y orden: reformas
sanitarias borbónicas en la Nueva Granada 1760-1810. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, 2007; LONDOÑO, Alicia. El
cuerpo limpio: higiene corporal en Medellín, 1880-1950. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2008; MCGRAW, Jason,
Purificar la nación: eugenesia, higiene y renovación moral-racial de la periferia del Caribe colombiano, 1900-1930. En: Revista
de Estudios Sociales. No. 27 (Agosto 2007). Bogotá. p.p. 62-75; SUAREZ, Adriana. La ciudad de los elegidos: crecimiento
urbano, jerarquización social y poder político, Bogotá (1910-1950). Bogotá: Guadalupe, 2006.

4
construcción de un determinado orden social. Siguiendo a Mauricio Nieto se entendería lo
SROtWLFR ³HQ HO marco de intereses por el establecimiento de límites territoriales, naturales,
históricos y entre grupos humanos´4.

Resulta no sólo interesante, sino también importante para nuestras sociedades, entender los
procesos a través de los cuales se seleccionan y se clasifican los individuos a tal punto que el
control sobre los mismos se vuelve parte natural del paisaje social. En efecto, es significativo
entender que más allá de la preocupación médica o científica, existen unas claras intenciones de
aislar y reprimir todo individuo que se considere inútil para la sociedad según ciertos estándares
de normalidad previamente concebidos y consensualmente aceptados. En este punto vale la pena
FLWDU XQD YH] D 0DXULFLR 1LHWR TXLHQ DO UHVSHFWR DILUPD TXH ³OD SREODFLyQ es dominada en la
medida en que se transforma en objeto de racionalización, medición y clasificación, y la
información que de ella se pueda reunir de manera sistemática, constituye una clara capacidad
política. Uno de los frentes más notables en los cuales la población es objeto científico es el de la
salud´5.

Finalmente, para alcanzar los objetivos propuestos anteriormente, la presente tesis estará dividida
en dos grandes partes. La primera parte, tratará lo que podría denominarse como el contexto de la
época propuesta, para entender cuáles fueron los procesos históricos (sociales, culturales,
SROtWLFRV\HFRQyPLFRV GHQWURGHORVFXDOHVVHHQPDUFyHOFRPLHQ]RGHOD³FLHQWLILFDFLyQ´GHl
loco, la loca y la locura en Bogotá a finales de siglo XIX y principios del XX. Para concretar esta
primera parte, fue necesario el recorrido por varias de las perspectivas históricas que se discutían
anteriormente (Historia de la Medicina, Historia Urbana, Historia de la Higiene, etc.).
Igualmente, el recurso a fuentes propias de la época será esencial para sustentar el argumento.
Una segunda parte, se dedicará exclusivamente a reconstruir en lo posible las nuevas imágenes

4NIETO, M. Orden natural y orden social: ciencia y política en el semanario del Nuevo Reyno de Granada. Bogotá: Universidad
de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología, CESO, Ediciones Uniandes, 2009. 4 p.

5 Ibíd., p. 8

5
que del loco, la loca y la locura se generaron a partir de los procesos explicados en la primera
parte. Para dicho propósito se analizaran las cuatro tesis en medicina anteriormente señaladas.

Del loco popular al enfermo mental: contexto de un cambio epistemológico

Para las primeras décadas del siglo XX en Bogotá, es posible encontrar una variedad de escritos
en los que se rememoran con cierta nostalgia y añoranza los locos y las locas de mediados del
siglo XIX en Bogotá. Individuos tales como Ignacio Gutiérrez Ponce y Polo Gil ±inclusive hasta
en 1950 para una publicación médica, Samuel Arturo Meza y Posada6± fueron sólo algunas de
aquellas personas que describieron a los locos, no a partir de la representación que para su época
primaba, sino a partir de la imagen que de los locos se tenía alrededor de la década del cincuenta
del siglo XIX. De tal manera, los locos que Gutiérrez y Gil recordaron con tanta añoranza fueron
aquellos locos populares que se caracterizaron por poseer una naturaleza diferente a lo que se
consideraba normal, pero lejana a la comprensión, y de difícil explicación. Se hacía latente la
idea de que una persona estaba loca porque sus movimientos eran estrafalarios; sus atuendos eran
coloridos y vulgarmente llamativos; se creían reyes o princesas; y sus ideas parecían no
armonizar con lo que la mayoría de la sociedad pensaba. En efecto, estos locos descritos por
Gutiérrez y Gil, fueron los mismos locos cuyas imágenes quedaron plasmadas en las obras del
pintor y caricaturista bogotano José María Espinoza Prieto. Se trataba entonces de los locos que
hacían parte del paisaje cotidiano de la ciudad, y que sin problema alguno andaban ³VXHOWRV´SRU
la misma, desplegando sus bizarros comportamientos. Tanto las pinturas de Espinoza como los
escritos de Gutiérrez y Gil parecen estar describiendo los locos y las locas que existieron en un
periodo en el que de ellos sólo se sabía lo que a primera vista se aprehendía. Efectivamente, las
producciones de estos tres personajes ±ubicados en diferentes marcos espacio-temporales± crean
una representación basada en lo que los sentidos permitían conocer de los locos. Entonces, se
hablaría de una imagen sumamente empírica que se construía principalmente a partir de lo
visual, es decir, la fisionomía, la forma de vestir y en general el extraño comportamiento de estos

6MEZA Y POSADA, Samuel Arturo. Curiosos Casos de Locura en la Historia de Colombia. En: Orientaciones Médicas: Órgano
de la Unión de Médicos Municipales. Vol. 1, Número 6 (Noviembre 1950): 263-265 p.

6
individuos. Pero lo más importante, es que eran ³QXHVWURV ORFRV´7 porque eran queridos y
conocidos por todos los bogotanos, y porque eran apropiados por la sociedad como parte del
paisaje natural y elementos esenciales de la ciudad.

¿Cómo eran entonces los locos y las locas de mediados del siglo XIX en Bogotá? Al recordar
algunos famosos locos que rondaron las calles a mediados de siglo tales como la loca Benita, el
runcho Neira y Perjuicios, Gutiérrez Ponce presenta ciertas características. Habla de dementes
en primera categoría, contraponiéndolos a los bobos, a quienes describe FRPR³PHQRVIDOWRVGH
MXLFLR´LQRIHQVLYRV\KXPLOGHVlo cual indica que los locos eran percibidos como peligrosos y
poco humildes. Aunque el autor le otorga a los locos una indiscutible falta de juicio, también
hace evidente una cierta racionalidad ya sea política, sentimental, o de cualquier otro tipo.
Finalmente, se puede observar una caracterización del personaje del loco como un ser
carnavalesco, con vestuarios estrafalarios y coloridos, sombreros pomposos, caminar llamativo y
accionar gracioso.

Los locos eran entonces, según lo que Gutiérrez buscaba rememorar, como la loca Benita, con su
³WUDMH \ XQ DQGDU FRPR PDQHR WDQ RURQGR FRPR VL IXHUD GLFLHQGR ©WRGR OR TXH YHR HV mío».
>«FRQVX@IDOGDVXHOWDULFDGHFRORULQHV«´8. Los locos eran como personajes que, como la loca
Benita, andan por las calles con vistosos accesorios y diciendo disparates por doquier.

7 GUTIÉRREZ PONCE, Ignacio. Los locos de Bogotá. En: Santafe y Bogotá: Revista mensual. Tomo XII, Número 68 (Agosto,
1928): 47 p.

8 Ibid., p. 48.

7
La loca Benita. José María Espinoza. 1850.

Otros locos eran como Perjuicios que, como Gutiérrez afirma, no hacía daño a nadie. Como
3HUMXLFLRV PXFKRVORFRVSDUHFtDQPiVUDFLRQDOHV \ KiELOHVTXH FXDOTXLHUFLXGDGDQR³QRUPDO´
Su destreza para crear instrumentos lo hicieron un ser amado por muchos, pero su actitud
callada, reflexiva, olvidadiza y distraída lo convirtieron en otro de los famosos locos del Bogotá
de mediados de siglo XIX. También sus viejas ropas, su capa, y su nunca faltante sombrero
remendado lo convirtieron en un ser exótico ante ORVRMRVGHORV³REMHWLYRV´ERJRWDQRVY ni que
hablar de sus GHVFDEHOODGDVLGHDVWDOHVFRPRMXUDU³QRODYDUVHQLPXGDUURSDKDVWDTXHWULXQIDVHQ
ORVFRQVHUYDGRUHV´9.

Loco Chánchiros. Perjuicios. José María Espinoza. 1850

9 Ibid., p. 49.

8
Los locos de Bogotá eran también como Gonzalón, como Víctor Santamaría, como Rafael Lasso
de la Vega, como el runcho Neira, o como el Loco Rompe Galas, quienes dejaron huella en la
historia de Bogotá como aquellos personajes típicos, que junto al bobo y a otros tantos, hicieron
parte importante de la cotidianidad de la ciudad a mediados del siglo XIX. También el
historiador contemporáneo Germán Mejía Pavony, recalca en su obra sobre la transformación de
Bogotá desde el siglo XIX hasta comienzos del XX, el hecho de que ³/RVORFRVGH%RJRWiQR
fueron los dementes guardados en los asilos, sino aquellos que hicieron de la calle su vivienda,
que fueron aceptados como parte intrínseca del diario vivir al ser aceptados por todos, que fueron
atormentados por los chinos y que, en ocasiones, desempeñaron oficios que hicieron la vida más
OOHYDGHUDDORVERJRWDQRVGHHQWRQFHV´10.

El Célebre Gonzalón. El Loco Rompe Galas Bogotano. Loco Antioqueño.


José María Espinoza. 1860 José María Espinoza. 1852 José María Espinoza. 1850

No obstante, con el pasar de los añoVHVWRVORFRV³WtSLFRV´HPSH]DURQ a abandonar el paisaje para


convertirse en el recuerdo de una época. Es por esto mismo que cuando Gutiérrez Ponce escribe

10 MEJÍA PAVONY, Germán Rodrigo. Los años del cambio: Historia urbana de Bogotá, 1820-1910. Santa fe de Bogotá: CEJA,

2000. 285 p.

9
la carta a su amigo Raimundo se refiere explícitamente a los locos de mitad de siglo, pues los de
unas décadas después no eran como lo fueron Gonzalón o Perjuicios. ³PHSLGHVUHPLQLVFHQFLDV
de cuando la ciudad de don Gonzalo no había entrado en el movimiento progresista a que ahora
dan empuje los señores miembros de la sociedad de embellecimiento, no había perdido la
población sus rasgos peculiares de otros días. Te hablaré, pues, de cuando no existía allí el
PDQLFRPLR \ DQGDEDQ ORV ORFRV VXHOWRV SRU ODV FDOOHV«´11. También Polo Gil en su poema de
³%RJRWiVLQORFRV´ recuerda con cierta nostalgia el panorama que se vivía desde entonces en la
ciudad. Se trataba pues de un paisaje sin los típicos locos, y donde ahora primaban los afanes
PDWHULDOHV³(VWDFLXGDG±hervidero de apetitos, ± que se agita con el afán del dinero, no es ya la
ciudad bendita de don Vicente Montero \ GH OD ORFD %HQLWD´12. Gil se lamentaba de que en la
ciudad ya no quedaran QLKXHOODVGHDTXHOORV³HVWUDIDODULRV´SHUVRQDMHVVLQRTXHSRUHOFRQWUDULR
sólo existieran ³FXHUGRV GHDWDU $TXtGRQGHDQWHV OXFtDODIORUGHWRGDORFXUD«´13. En efecto,
aproximadamente para la década de los 70 del siglo XIX empieza a darse un importante cambio
HQ OD IRUPD GH FRQFHELU \ WUDWDU DO ORFR 3HUPLWLU OD SUHVHQFLD GH ORFRV ³VXHOWRV´ SRU ODV FDOOHV
empezaba a ser mal visto, y la preocupación por aislar a este grupo específico de individuos se
hacía cada vez más latente. En efecto, es en esta década cuando empiezan a presentarse
importantes cambios en la forma de relacionarse con los locos.

¿Qué factores ayudan a entender el hecho de que la forma de percibir y tratar a los locos y la
locura haya cambiado? Tanto Ignacio Gutiérrez Ponce como Polo Gil dan algunas pistas al
UHIHULUVH DO FRQWH[WR HQ HO TXH DKRUD YLYtDQ GHVSXpV GH OD ³pSRFD GH ORFRV´ Por un lado,
Gutiérrez habla de TXH%RJRWiHVWDEDLQPHUVDDKRUDHQXQ³PRYLPLHQWRSURJUHVLVWD´HQHOTXH
acciones tales como embellecer la ciudad habían cobrado importancia. Además, según lo que
insinúa sobre una época pasada, ahora los locos no andaban sueltos por la calle sino que se
aglomeraban HQORVPDQLFRPLRV³He oído decir [no lo ha vivido de primera mano ya que ahora

11 GUTIÉRREZ, Op.cit., p. 47

12 GIL, Polo. Bogotá sin locos. En: Santafe y Bogotá: Revista mensual. Tomo XII, Número 68 (Agosto, 1928): 52 p.

13 Ibid., p. 52.

10
habita en Londres] que no todos los locos fueron encerrados en el manicomio, y que muchos
TXHGDURQDIXHUDFRQKiELWRGHUDFLRQDOHV´14. Por otro lado, Gil señala con claridad que la Bogotá
de su presente era una invadida de ciudadanos sensatos, donde la cordura era la ley del momento.
Asimismo, el autor del poema indica una situación materialista y de pretensiones económicas.
Efectivamente, la Bogotá de finales del siglo XIX empezaba a verse inmersa en un embrionario
proceso de industrialización y modernización impulsado por la adquisición en el país de ideales
de progreso y de desarrollo alimentados principalmente por el pensamiento positivista. Sin
embargo, este contexto no habría emergido para aquella época de no haber sido por una situación
anterior que debe ser considerada primeramente.

Para mediados del siglo XIX en Bogotá, fueron varios los ciudadanos quienes, preocupados por
la desoladora situación de la capital, dejaron plasmadas en sus obras y memorias la descripción
de los males que por aquel entonces aquejaban a Bogotá. Vale la pena recalcar en este punto que,
como señala el historiador Carlos Ernesto Noguera, fueron particularmente los ciudadanos
pertenecientes a la élite capitalina quienes se inquietaron por la deteriorada situación sanitaria e
higiénica en la que vivían principalmente las clases populares 15. Uno de estos ilustres ciudadanos
que dejó sus impresiones fue el abogado, político y liberal, Miguel Samper Agudelo, quien para
1867 publicaba en sus Memorias XQ FDStWXOR WLWXODGR ³/D PLVHULD HQ %RJRWi´ Debe entonces
tenerse en cuenta que las ideas plasmadas por Samper representaban la perspectiva de un sector
de la élite y de una tendencia política. En lo que más bien parece ser una estrategia política para
defender las propuestas de una determinada tendencia política sobre la manera correcta de
gobernar, el escrito de Samper hace un llamado para emprender acciones que permitieran
solucionar la situación de retroceso que por ese entonces se vivía en Bogotá y que no podía sino
ser el resultado de políticas y gobiernos anteriores ±probablemente se trate de una crítica a los
gobiernos conservadores±. Para el autor, Bogotá era la ciudad más atrasada de Suramérica, y
para respaldar su argumento se apoyaba en la idea de que en la ciudad existía tanto una

14 GUTIÉRREZ, Op.cit., p. 51

15NOGUERA, Carlos Ernesto. Medicina y política: Discurso médico y prácticas higiénicas durante la primera mitad del siglo XX
en Colombia. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2003. 47 p.

11
decadencia material, como una de tipo moral. ³/D SRGUHGXPEUH PDWHULDO FRUUH SDUHMDV FRQ OD
moral. El estado de las calles es propio para mantener la insalubridad con sus depósitos de
LQPXQGLFLDV´16. En cuanto a lo material, Samper alega por un lado el atraso tecnológico en tanto
que la ciudad carece de un buen sistema de alumbrado, alcantarillado y transporte. Por el otro
lado, se refiere al hedor, la suciedad y la inseguridad TXHKDHQJHQGUDGRODFLXGDG³$VtFRPROD
vista se acostumbra a la oscuridad y el olfato a un mal olor, una situación constante de malestar
embota las potencias del hombre y las enerva. Por esto quizá la fealdad de este cuadro, que en
pocas líneas aglomera taQWDPLVHULDDSDUHFHUiH[DJHUDGD«´17. Tales condiciones se generaban,
dice el autor, porque los trabajadores no hallaban oportunidades para desempeñarse en sus
diferentes labores, y porque ya no existía una confianza en las instituciones, lo que al parecer
desembocó en una grave situación de hostilidad. Además, explica Samper, la ciudad atravesaba
lo que llamó una decadencia moral en tanto que la ciudad se encontraba plagada de mendigos,
³YHUJRQ]DQWHV´ FULPLQDOHV \ YLFLRVRV Para el autor, la aglomeración en las calles de estos, y
otros personajes, engendraba inseguridad puesto que aquellos se convertían en peligrosas
amenazas para la convivencia; pero también engendraba una situación de insalubridad dado que
Samper veía en estos individuos, importantes generadores de parásitos y canales para la
transmisión de un sinnúmero de enfermedades. Aún más importante, Samper encontraba en estas
personas, reproductores de comportamientos impropios y fuera de lo que la moral dictaba. En
efecto, no sólo transmitían enfermedades corporales, sino también espirituales, pues reproducían
los vicios más despreciables para cualquier sociedad ±prostitución, suciedad, ebriedad, juegos,
demencia, desorden, anti higiene, anormalidad, etc. ±. ³/DV FDOOHV \ plazas de la ciudad están
infestadas por rateros, ebrios, lazarinos, holgazanes y aún locos. Hay calles y sitios que hasta
cierto punto les pertenecen como domicilio >«@/DQRFKHSRQHexclusivamente a la disposición
del crimen o del vicio todo cuanto hay dHVDJUDGR´18.

16SAMPER, Miguel. La miseria en Bogotá. En: CHARRY SAMPER Hector & SAMPER TRAINER Santiago. Selección de
escritos. Bogotá: Colcultura, 1977. 31 p.

17 Ibid., p. 32.

18 Ibid., p. 31.

12
Memorias como las de Miguel Samper, al igual que las de Salvador Camacho Roldán, son
algunas de las fuentes primarias privilegiadas por historiadores como Mejía Pavony para
evidenciar la crisis, tanto política como socio-cultural, que atravesaba la capital de Colombia a
mediados de siglo XIX. Efectivamente, el orden se estaba viendo alterado, y ello empezaba a
SUHRFXSDU D XQ LPSRUWDQWH Q~PHUR GH KDELWDQWHV GH %RJRWi ³KDFLD ILQDOHV GHO VLJOR ;,;
pareciera que el paisaje urbano, con todos sus habitantes y desechos, se hubiese convertido en
algo insoportable, particularmente para un sector de la élite en la que se cuentan varios médicos e
KLJLHQLVWDV´19. Además, afirma Mejía Pavony, desde la década del 70 del siglo XIX, las elites se
vieron obligadas a combatir el auge poblacional que surgió como consecuencia directa del auge
capitalista. El hacinamiento, las enfermedades epidémicas, la pobreza y la escasez de agua,
fueron entre otros, muchos de las contrariedades que, según Mejía, aportaron a que la situación
se tornara insoportable para unos sectores que empezaban a adquirir una nueva sensibilidad hacia
su propio espacio. Así, la deteriorada condición de las ciudades, desembocó en la adquisición de
una nueva sensibilidad por el espacio urbano que, según Noguera, implicó ideales de
modernización tanto a nivel material como a nivel moral. Ejemplificado en el caso de Bogotá y
0HGHOOtQ 1RJXHUD H[SOLFD FyPR HO SDVR GH HVWRV ³SXHEORV JUDQGHV´ D ³FLXGDGHV PRGHUQDV´
implicó, además de las mejoras materiales (alcantarillado, electricidad, etc.), la adopción de
nuevas estructuras de pensamiento HQHOSODQRLQPDWHULDO³XUEDQL]DU no fue solamente construir
edificaciones, ampliar y mejoras la infraestructura citadina; fue, además, una acción por medio
de la cual se pretendió controlar una masa poblacional determinada en función de la adquisición
de unos hábitos y principios de convivencia que, de manera general, podríamos denominar
XUEDQLGDG´20. Al respecto Michel de Certau explica ±probablemente tomando como base el
estudio de Paris± el funcionamiento de la ciudad creada a partir del discurso utópico y
urbanístico como XQ HVSDFLR TXH RUJDQL]D ³UDFLRQDOPHQWH´ RSHUDFLRQHV GH RUGHQDPLHQWR
FODVLILFDFLyQ\SRUHQGHUHFKD]R³GHORTXHQRHVWUDWDEOH\FRQVWLWX\HOXHJRORV³GHVHFKRV´GH
una administración funcionalista ±DQRUPDOLGDGGHVYLDFLyQHQIHUPHGDGPXHUWHHWFpWHUD´21.

19 NOGUERA, Op.cit., p. 47

20 Ibid., p. 148-149

21 DE CERTAU, Michel. La invención de lo cotidiano. En: Ortega, F. (Ed.). La irrupción de lo impensado: cátedra de estudios

culturales Michel de Certau. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2004. 265 p.

13
De tal manera, señalan tanto Mejía como Noguera, empezaban a difundirse para aquella época
los estudios en higiene; las políticas iban encaminándose hacia el ordenamiento, la limpieza y la
curación de la ciudad y, finalmente, comenzaba a otorgársele una mayor importancia al papel de
los científicos en las cuestiones públicas. Se empezaban a condenar entonces las prácticas de
decadencia, pero también se especializaban los estudios al respecto y se impulsaban medidas
dirigidas a la solución del problema. ³$VtFRPRORVJXVWRVEXUJXHVHV\HOGHVHRGHODVpOLWHVGH
ver convertida a Bogotá en una ciudad bella, habían dado paso a la creación de una Sociedad de
Embellecimiento de la ciudad, también conocida como Compañía de Aseo y Ornato, las
QHFHVLGDGHVXUEDQDVGLHURQOXJDUDODFUHDFLyQGHRWUDVGRVMXQWDVODGH2EUDV\ODGH+LJLHQH´22.
En cuanto a la creciente importancia del papel de los científicos, y particularmente de los
médicos, Jorge Márquez Valderrama explica cómo la comunidad médica se transformó en
autoridad nacional dado su papel directivo en los recientemente creados organismos tales como
la Junta de Higiene. Efectivamente, instituciones tales como la Sociedad de Medicina y Ciencias
Naturales de Bogotá fueron ³GHVGHODGpFDGDGHOVHWHQWDGHOVLJOR;,;>«@ reconocida [s] por
el poder oficial como una asociación médica a la que se le podía consultar como autoridad
científica sobre la regulaFLyQVDQLWDULDGHODFLXGDGGH%RJRWi´23.

Todo lo anterior iba de la mano, y corría paralelo, con otros procesos que por ese entonces
acaecían no sólo a Bogotá, sino a todo el país. Entre los procesos más importantes debe
distinguirse la transición, o el comienzo de la transición, de ciudad colonial a ciudad moderna o
burguesa capitalista, lo que según Mejía Pavony representaba a su vez una evolución en
detrimento de las estructuras propias de la colonia, es decir: ³ODUXSWXUDGHODVIRUPDVGHGRPLQLR
colonial y el establecimiento definitivo del Estado-1DFLyQ´24. Así, de la mano a la necesidad de
evolucionar hacia ciudades modernas, se iniciaba en el país un importante proceso dirigido hacia

22 MEJÍA PAVONY, Op.cit., p. 220-221

23MÁRQUEZ VALDERRAMA, Jorge. Ciudad, miasmas y microbios: La irrupción de la ciencia pasteriana en Antioquia. Medellín:
Editorial Universidad de Antioquia: Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Fac. de Ciencias Humanas y
Económicas, 2005. 6 p.

24 MEJÍA PAVONY, Op.cit., p. 20

14
la construcción de un Estado-Nación propiamente colombiano. Para tal propósito, se llevaron a
cabo cambios tanto políticos, como sociales y económicos. A grandes rasgos, la historiadora
0DUJDULWD*RQ]iOH]VHxDODTXHHQORTXHFRQFLHUQHDODSROtWLFD³ODYLGDGHOSDtVregistró durante
el período de 1853 a 1886 un paso cada vez más afirmado hacia las formas federales, las cuales
TXHGDURQSOHQDPHQWHHVWDEOHFLGDVSRUDFXHUGRFRQVWLWXFLRQDOGH´25. A la vez, en materia
económica, y como parte de la necesidad de romper lazos con las estructuras coloniales, se
empieza a fortalecer en el país el sistema capitalista ±con la libertad de industria y de comercio,
la abolición de los monopolios, etc. ±.

Para el periodo que conforma la mitad del siglo XIX, Pedro María Ibáñez HQVXV³&UyQLFDVGH
%RJRWi´ ±originalmente publicadas en 1913 por la Imprenta Nacional de Colombia± recuerda los
difíciles y convulsionados momentos que por entonces se vivían en el país26. En efecto, se
trataba de una época de álgidas luchas entre liberales y conservadores, quienes a su vez
proclamaban distintos proyectos de nación (federalismo o centralismo). Eran momentos
decisivos para consolidar un proyecto de nación que claramente incluía el fortalecimiento de un
orden social que SDUHFtDYHUVHLQPHUVRHQXQDFLHUWD³OyJLFDUDFLRQDO´WHQGLHQWHKDFLDHOSURJUHVo
y la modernización tanto material como moral del país y su sociedad. Para 1863 se vigoriza, con
la Constitución de Rionegro, el proyecto basado en el pensamiento del liberalismo radical que
venía formulándose desde hacía algún tiempo atrás. Esta época de radicalismo es de especial
importancia para impulsar un gran número de medidas encaminadas al progreso y la
modernización del país, lo que seguiría llevándose a cabo aún cuando los liberales radicales
pierden el poder a finales de siglo. ³/RVUDGLFDOHVSXes, con su obra cumplida entre 1849 y 1886,
le entregaron DOSDtVSOHQDPHQWHODFLYLOL]DFLyQGHOVLJOR;,;´27. 7DO³OOHJDGDGHODFLYLOL]DFLyQ´
al país es ejemplificada en el libro de Ibáñez cuando éste se remite a las mejoras materiales que

25GONZÁLEZ, Margarita. Aspectos económicos de la administración pública en Colombia: 1820-1886. En: TOVAR
ZAMBRANO, Bernardo (Director). Anuario colombiano de historia social y de la cultura. Números 13-14 (1985-1986): 88 p.

26 IBÁÑEZ, Pedro María. Crónicas de Bogotá. Bogotá: Academia de Historia de Bogotá: Tercer Mundo Ed., 1989.

27 RODRÍGUEZ PLATA, Horacio. Aspectos del radicalismo en Colombia. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1985. 30
p.

15
por esa época emprendieron los diferentes gobiernos liberales. Entre algunos de los avances de la
época, el autor señala la fundación del Diario Oficial, la construcción de puentes que unían vías
importantes, la llegada del primer telégrafo eléctrico, el establecimiento de ciertos bancos y la
creación del mercado cubierto. ³Las galerías cubiertas daban así un aspecto ordenado a esta
febril actividad semanal [mercado al aire libre] y aseguraban, al pensar de los contemporáneos,
condiciones higiénicas para el comercio de alimentos´28. Al anterior panorama de progreso, se
debe agregar la creación de la Universidad Nacional, lo cual tanto material como simbólicamente
representaba la consolidación de un proyecto basado en la razón y en la búsqueda del progreso.

Ya específicamente para el tema que aquí interesa, debe anotarse que varios cambios se
produjeron, particularmente para la década de los 70 del siglo XIX. Tal vez uno de los proyectos
más importantes impulsados en Bogotá por el gobierno liberal de Eustorgio Salgar fue la
fundación del Asilo de Bogotá. Al respecto, Pedo Ibáñez cuenta que lo que anteriormente había
constituido el convento de San Diego, ³la Municipalidad lo destinó el 11 de julio de 1870 para
casa de Asilo de indigentes, al cuidado de la Junta General de BeQHILFHQFLD >«@ $OOt VH
recibieron, a más de los méndigos que vivían en miseria y abandono, a los locos y enajenados; de
modo que la casa no fue solo Asilo de pobres, sino WDPELpQPDQLFRPLR´29. Evidentemente, y a
diferencia de lo que se remarcaba en un principio sobre los locos, ahora éstos pertenecían a las
instalaciones del encierro junto con otro tipo de individuos (indigentes, miserables, pobres) que
al parecer ya no podían vagar libremente por las calles, sino que debían ser atendidos en
inmediaciones particulares. Aunque para este primer momento la locura se junta con otros tipos
de males, no transcurriría mucho tiempo para que empezaran a especificarse los lugares de la
locura. Un poco más adelante en 1874, señala Humberto Rosselli, se fundaría un Asilo destinado
HVSHFtILFDPHQWH SDUD ODV PXMHUHV TXH VXIUtDQ GHO PDO GH OD ORFXUD VX QRPEUH IXH ³&DVD GH
/RFDV´30. Cinco años más tarde, comenta el mismo autor, el edificio de San Diego es destinado

28 MEJÍA PAVONY, Op.cit., p. 219

29 IBÁÑEZ, Op.cit., p. 560

30 ROSSELLI, Op.cit., p. 157

16
por el gobierno para recibir ahora a los hombres presas de tal enfermedad. También de esta
época, según Rosselli a partir de 1875, data la aparición y auge de obras científicas tanto
QDFLRQDOHV FRPR LQWHUQDFLRQDOHV VREUH OR TXH HPSH]y D FRQFHELUVH FRPR XQD ³HQIHUPHGDG
PHQWDO´ TXH GHEtD KDFHU SDUWH GH ODV SUHRFXSDFLRQes de la medicina31. En efecto, cada vez
empezaron a aparecer más y más tesis en medicina que profundizaban científicamente en alguna
de las muchas formas en las que al parecer se presentaba la locura. Ahora aquel mal que se sabía
que era extraño pero que parecía tan lejano a la comprensión, empezaba a ser abordado y atacado
por todos lados desde la perspectiva médica. Es para esta época cuando el loco se transforma en
enfermo mental y cuando la medicina debe hacer todo lo que este a su alcance no sólo para
comprender y explicar, sino para intentar sanar ±así como se sanaba cualquier otro tipo de
enfermedad±.

La comunidad médica colombiana y la influencia extranjera en la ciencia nacional

Para comprender el manejo que los médicos bogotanos de la época le dieron al tema de la locura,
resulta necesario comprender primero la situación de la comunidad científica y médica
colombiana para el periodo que va desde la segunda mitad del siglo XIX. En efecto, la
comunidad científica y médica colombiana tuvo que atravesar un importante y largo proceso
para lograr consolidarse y legitimarse dentro del país. La socióloga e historiadora Diana Obregón
Torres es, sin duda, un referente infaltable a la hora de entender el proceso anteriormente
mencionado. Según Obregón, los intentos por consolidar una comunidad científica bien
estructurada surgen desde finales de la década de los cincuenta del siglo XIX con la creación,
entre otras, de una agrupación que buscaba impulsar el conocimiento científico en el país; se
trataba de la Sociedad de Naturalista Neogranadinos32. Desde la aparición de esta congregación,
señala la autora, se hace evidente el impacto que en adelante tendrían los científicos extranjeros ±
principalmente de Europa±, en la invención y consolidación de la comunidad científica

31 Ibid., p. 188-189

32OBREGÓN, Diana. Sociedades científicas en Colombia: La invención de una tradición. Santafé de Bogotá: Banco de la
República, 1992. 7p.

17
FRORPELDQD³(QHIHFWRGXUDQWHHOWLHPSRTXHIXQFLRQyOD6RFLHGDG -1861) se estrecharon
ORVOD]RVFRQHOOODPDGR³PXQGRFLYLOL]DGR´VHHQWDEODURQUHODFLRQHVFRQFHUFDGHFLHQWRYHLQWH
corporaciones científicas en diversos países. Los investigadores extranjeros enviaban libros de
FLHQFLDVQDWXUDOHVPHPRULDVGHODVDFDGHPLDVDODVTXHSHUWHQHFtDQLQIRUPHVFLHQWtILFRV´ 33. A
pesar del fracaso de la Sociedad, los esfuerzos por legitimar la ciencia en el país continuarían y
se verían impulsados por los gobiernos de los liberales radicales, como en algún momento ya se
había comentado. Así, con la creación de la Universidad Nacional, y más adelante con la
fundación de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá en 1873, se erigiría una
tradición mucho más fuerte y dirigida hacia la búsqueda del beneficio general de la nación34.
Pero una vez más, para que la ciencia nacional se arraigara era necesario legitimarla a través de
una fuerte influencia extranjera que la introdujera dentro de una WUDGLFLyQPXQGLDO³'HDFXHUGR
con el entusiasmo cientifista, el conocimiento no se justificaba por sí mismo, sino sólo en la
medida en que estaba al servicio de los intereses del país >«@$OPLVPRWLHPSRXQD³PHGLFLQD
QDFLRQDO´QRSRGUtDFRQFHELUVHVLQR como parte integrante de una medicina científica universal.
3RU HOOR VH RWRUJDED XQ DPSOLR HVSDFLR D WUDGXFFLRQHV GH DUWtFXORV GH UHYLVWDV H[WUDQMHUDV´ 35.
0iV DGHODQWH 2EUHJyQ YD D VHxDODU TXH ³$ WUDYpV GH XQD UHG GH FRUUHVSRQVDOHV QDFLRQDO \
extranjeros, los médicos y naturalistas se mantenían en contacto con escuelas médicas
HXURSHDV´36.

En adelante, sugiere Obregón, los médicos y científicos colombianos jugarían un papel esencial
como actores dentro de los distintos gobiernos, pues se les requería para trabajar y aconsejar en
cuestiones de salud, higiene, sanidad y demás temas de interés nacional 37. Así la medicina se
LQVWDXUDFRPRXQDDXWRULGDGMXQWRDORVSROtWLFRVSXHVFRPRDILUPD2EUHJyQ³/RVYtQFXORVGHOD

33 Ibid., p. 10

34 Ibid., p. 51-52

35 Ibid., p. 53

36 Ibid., p. 54

37 Ibíd., p. 64

18
élite científica con el poder político eran estrechos. En algunos casos, los médicos y naturalistas
WXYLHURQFDUJRVHQHOJRELHUQR´38. Se comprende aún más la anterior alianza si se tiene en cuenta
que tanto personajes políticos como los médicos e higienistas pertenecían a la élite, en este caso
capitalina, como observa Carlos Noguera39.

Precisamente de esta comunidad científica y médica anteriormente esbozada, fueron parte los
cuatro médicos cuyas tesis serán la base del presente trabajo. Se trata de cuatro estudiantes de la
Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, que presentaron entre
1893 y 1904 sus tesis para graduarse del Doctorado en Medicina y Cirugía. Para entender el
producto de las tesis de doctorado de estos cuatro médicos es necesario tener siempre en cuenta
que éstos no fueron resultado, como se ya se había constatado, de un conocimiento
FRPSOHWDPHQWH ³DXWyFWRQR´ TXH KD\D FRPHQ]DGR ³GHVGH FHURV´ HQ HO SDtV (IHFWLYDPHQWH \
como Diana Obregón ya lo había señalado, los productos del conocimiento científico de estos
médicos se construyeron, sin duda, a partir de la juiciosa lectura y del aprendizaje adquirido de
un amplio número de científicos extranjeros. Por un lado, se trató de la adopción, casi que
calcada, de las teorías, definiciones y trabajos principalmente generados desde la psiquiatría
europea. Por otro lado, y tal vez en menor medida, se trató de una reapropiación, también de la
ciencia y de la medicina europea, pero aplicada específicamente al contexto colombiano, lo que
implicó un cambio en las situaciones, las observaciones y los factores presentes en la
construcción del argumento científico. De esta manera, las producciones de los cuatro médicos
bogotanos que para el presente proyecto serán estudiadas, se basaron en la psiquiatría europea
que desde comienzos del siglo XIX cambió el paradigma y las formas de entender las
enfermedades mentales. Según el historiador británico de la medicina, y de la locura, Roy Porter,
el siglo XIX trajo consigo el desarrollo de la psiquiatría y, a su vez, el descubrimiento del asilo,
lo que significó la creación de toda una estructura psiquiátrica que giró en torno a este nuevo
paradigma, en detrimento de un siglo XVIII que trató las enfermedades mentales desde una

38 Ibid., p. 65

39 NOGUERA Op.cit., p. 47

19
perspectiva religiosa y de la caridad40. Otra de las características de la psiquiatría europea del
siglo XIX que permeó la comunidad médica bogotana del mismo siglo fue precisamente la
necesidad de hacer de la locura una condición médica para consolidar así la identidad profesional
y que de tal manera fueran los médicos y científicos quienes detentaran el poder de conocerla,
tratarla y poseerla.

While accepting much of moral treatment, most nineteenth-century physician maintained


that insanity was ultimately rooted in the organism, particularly the brain; for that reason
therapy needed to be incorporated within a medical model, and prescribed by physicians.
There followed a dramatic increase in books on insanity, virtually all by doctors; and a
JURZLQJERG\RIµPDG-doctors' emerged, called 'alienists'41.

Si bien lo anterior es apenas una breve mirada al complejo proceso que significó la medicina
europea del siglo XIX, lo importante es recalcar que los autores aquí tratados fueron
influenciados y determinados por esta tradición en donde se distinguieron principalmente
franceses, alemanes e ingleses. De tal manera, esta primera parte, enfocada en la comunidad
médica colombiana a grandes rasgos y en la influencia extranjera que recibió, permiten
introducir y presentar a los cuatro médicos bogotanos que hicieron parte de esa importante
tradición científica que sentó las bases para la medicina, y por supuesto, para la psiquiatría actual
en Colombia.

En primer lugar está Nicolás Buendía, de quien si bien no fue posible encontrar información
biográfica, se sabe que para mayo de 1893 presentó su tesis para aspirar al título de Doctor en
Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional de Colombia con sede en Bogotá. Teniendo
como presidente de su tesis al Doctor Policarpo Pizarro, Buendía desarrolló un proyecto titulado
Las Monomanías Impulsivas: Estudio clínico y médico-legal, basado en el interés por impulsar el
estudio de un campo que, según él, había sido muy poco estudiado por los científicos del país; se

40PORTER, Roy. The greatest benefit to mankind: A medical History of Humanity form Antiquity to the Present. London:
HarperCollins, 1997. 493 - 494 p.

41 Ibid., p. 498

20
UHIHUtD DO FDPSR GH OD 3DWRORJtD 0HQWDO ³(O OODPDU KDFLD HVWH SXnto la atención de nuestros
hombres de ciencia, y el deseo que nos anima de llevar nuestro exiguo contingente a la obra del
progreso de nuestra medicina, son los motivos que hemos tenido en cuenta al escoger como
objeto de nuestra tesis de doctorado el estudia de las monomanías [«] A nadie se oculta que este
HVWXGLRHV WDQLPSRUWDQWHFRPR GLItFLO´ 42. Para el aspirante a doctorado, el estudio de tal tema
resultaba de vital importancia ya que se trataba de una enfermedad presente en el país, razón por
la cual era necesario entenderla y aprender a tratarla.

Si bien Buendía fue un precursor al preocuparse por llamar la atención de los científicos
nacionales sobre el tema de las monomanías impulsivas, él mismo acepta que el producto de su
tesis no es algo precisamente innovador, pues como ya se había dejado claro anteriormente, su
FRQRFLPLHQWR VH EDVy HQ HO FRQRFLPLHQWR FUHDGR GHVGH (XURSD ³'HEHPRV DGYHUWLU TXH QDGD
tiene de original nuestro ensayo; bien se sabe que somos incapaces de una innovación científica;
por tanto no reclamamos como de nuestra exclusiva propiedad sino los defectos que en él se
HQFXHQWUHQ´43. Asegurar que la comunidad médica bogotana es incapaz de generar innovaciones
científicas, parece ser una clara muestra del pensamiento dicotómico que divide a las sociedades
entre inferiores y superiores. Evidentemente, existe una idea naturalizada de que Europa es la
IXHQWH GH OD FLYLOL]DFLyQ \ TXH SRU HQGH FXDOTXLHU SURGXFFLyQ HQ SDtVHV ³HQ SURFHVR GH
FLYLOL]DFLyQ´ QR SXHGH VHU PiV TXH XQD FRSLD PXchas veces defectuosa de un pensamiento
originario y aceptado. De tal manera, se plantea una clara relación de poder existente entre un
centro (Europa) y una periferia (Colombia), lo que determinó el hecho de que la razón legítima y
aceptada ±tanto en Colombia como en los otros países latinoamericanos± fuera la eurocéntrica.
Es de esta manera como, al repasar las páginas de la tesis de Buendía, salen a la luz varios de los
intelectuales europeos que determinaron y configuraron su obra. Entonces aparece
principalmente ±al igual que en las tesis de los tres médicos que falta por introducir± la
influencia del psiquiatra francés, pupilo del importante médico Philippe Pinel, Jean-Etienne
Dominique Esquirol quien, según Porter, replantearía el pensamiento psiquiátrico y dominaría la

42 BUENDÍA, Nicolás. Las Monomanías Impulsivas: Estudio clínico y médico-legal. Bogotá: Imprenta de La Luz, 1893. vii p.

43 Ibíd., p. viii

21
escena francesa. ³:KLOH DVVHUWLQJ WKH XOWLPDWHO\ RUJDQLF QDWXUH RI SV\FKLDWULF GLVRUGHUV KH
documented their social and psychological triggers, developing the concept of 'monomania'´44.
También Jean-Pierre Falret, estudiante de Esquirol y autor de la descripciyQ GH OD ³ORFXUD
FLUFXODU´ DSDUHFH UHFXUUHQWHPHQWH HQ OD REUD GH %XHQGtD ,JXDOPHQWH VH HQFXHQWUDQ ODV
influencias de Augustin Morel, quien usaría el concepto de degeneración como principio
explicativo de la locura; y de Valentin Magnan, quien retomaría a Morel dentro de una
perspectiva evolutiva45. Por el lado de la psiquiatría alemana, Buendía recibió la influencia de
intelectuales tales como Wilhelm Griesinger quien aseguraba que las enfermedades mentales
eran enfermedades del cerebro y que eran también enfermedades con desarrollos progresivos46.
Entre muchos otros nombres, la tesis de Buendía hace referencia a Foville, Lasègue, Albert
Lemoine, Renaudin, Marcé, Tardieu, Legrand du Saulle, Dagonet y Lunier.

En segundo lugar está Alejo Amaya, quien para el año de 1894 presentaría también su tesis para
el Doctorado en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional. Bajo el título de Contribución
al estudio del delirio no vesánico $PD\D VH SURSXVR VHJ~Q VXV SURSLDV SDODEUDV ³H[SRQHU HQ
nuestro pobre trabajo, sin pretensiones ningunas, las ideas admitidas hoy por la ciencia, sobre
SXQWRWDQLQWHUHVDQWH\GHWDQWDLPSRUWDQFLDSDUDHOPpGLFR´ 47. Una vez más se hace evidente la
relación de poder existente entre la ciencia nacional y la ciencia europea, pues aquellas ideas
³DFHSWDV SRU OD FLHQFLD´ VRQ SUHFLVDPHQWH ODV TXH VXUJHQ GH ORV GHEDWHV GDGRV HQ HO YLHMR
continente y que pertenecen a quienes Amaya se refiere como autores clásicos. Sin embargo,
Amaya se esforzará en su tesis por desarrollar más a fondo, según su contexto, las descripciones
que de la Patología mental puedan hacerse, pues según él existe una debilidad en lo que la
SVLTXLDWUtD HXURSHD KDEtD KHFKR KDVWD HQWRQFHV ³/D PD\RU SDUWH GH ORV PXFKRV DXWRUHV TXH
hemos consultado para escribir nuestra tesis, se contentan con mencionar el síntoma, pero muy

44 PORTER Op.cit., p. 502

45 Ibid., p. 510-511

46 Ibid., p. 508

47 AMAYA, Alejo. Contribución al estudio del delirio no vesánico. Bogotá: Imprenta de vapor de Zalamea hermanos, 1894, 8 p.

22
poco traen de él descripciones claras y precisas. Esta misma deficiencia de los autores clásicos,
debe servirnos siquiera, para excusar los muchos errores que en él encuentren las personas bien
YHUVDGDVHQDVXQWRGH3DWRORJtDPHQWDO´48.

Entre los autores clásicos que Amaya estudió y/o cuestionó para la realización de su tesis, se
puede encontrar, además de Esquirol, a J. C. A. Heinroth, quien dentro de la ciencia alemana fue
de los primeros en acercarse psicológicamente a la locura desde una perspectiva religiosa que
comparaba el desorden mental con el pecado49. Otro intelectual del que Amaya toma prestadas
sus ideas es el francés Jules Baillarger quien estudió la paresis y el ciclo maniaco depresivo50. En
efecto, Baillarger le va a permitir a Amaya entender un poco más la naturaleza de la locura:
³3DUDHVWHQRWDEOHDOLHQLVWDHOFDUiFWHUSULQFLSDOGHOGHOLULRFRQVLVWHHQHODXWRPDWLVPRFHUHEUDO
en el funcionamiento involuntario de la imaginación y de la memoria51´2WURVGHORVFLHQWtILFRV
a los que Amaya hace referencia a lo largo de su trabajo son Thomas Willis, Malebranche, Stahl,
Rostan, Falret, Foville y Griesinger. Sin embargo, los tres médicos a quienes más atención les va
a prestar Amaya, y de cuyas ideas más se va a apropiar son Hallopeau, Ball y Ritti.

En tercer lugar se encuentra Carlos Aguirre Plata quien en 1895 se desempeñó como practicante
de medicina en la Guarnición de Honda52, y en agosto de 1898 presentó su tesis para graduarse
del Doctorado en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional, Facultad de Medicina y
Ciencias Naturales. Con el título de Los epiléptico y las leyes (apuntes clínicos y médico-
legales), y bajo la presidencia del Doctor José María Lombana Barreneche, Aguirre desarrolló un
interesante e importante trabajo sobre el lugar de la locura dentro del campo judicial. Además de

48 Ibid., p. 8

49 PORTER Op.cit., p. 507

50 Ibid., p. 503

51 AMAYA Op.cit., p. 35-36

52AGUIRRE PLATA, Carlos. Los epilépticos y las leyes (apuntes clínicos y médico-legales). Bogotá: Casa Editorial de Carlos
Tanco, 1898. Página de presentación.

23
adentrarse en temas propiamente científicos y médicos sobre la naturaleza de la locura, Aguirre
se concentra en plantear la manera como se deben tratar las acciones de estos enfermos dentro
del sistema de leyes de la sociedad colombiana. Para tales propósitos el autor se basa en el
estudio de un grandísimo número de científicos extranjeros de quienes toma prestadas sus
propuestas. Además del ya mencionado Esquirol, recurre al criminólogo y psiquiatra italiano
Cesare Lombroso quien propuso teorías tales como las de la criminalidad innata y fundó una de
las disciplinas más controversiales e influyentes en su época: la antropología criminal53. La
importancia de la influencia del italiano en los círculos científicos tanto europeos como
ODWLQRDPHULFDQRV HV TXH ³0iV DOOi GH VX UHSHUFXVLyQ HVSHFtILFD OD DQWURSRORJtD FULPLQDO GH
Lombroso vino sobre todo a reforzar el argumento del determinismo biológico acerca de los
papeles desempeñados por los actores y su ambiente: los actores obedece a su naturaleza
LQQDWD´54.

Entre otros científicos, también recurre a Georget (quien escribe sobre localización cerebral) 55;
&DOPHLO TXLHQGHVFULELyOD³GHPHQFLDSDUDOLWLFD´ 56; Féré (de quien rescata el tema de las auras
psíquicas); Lasègue, Van Swieten, Tissot, Portal, Maisonneuve, Fournier, Beau, Leuret, Chaslin,
Herpiu, Trosseau, Brown-Sequard, Rusell, Charcot y Bouchad, Augusto Voisin, Victor Parant,
Christian, Polawokoski y Fovilleel. Finalmente, vale la pena mencionar la referencia que hace
al psiquiatra francés Henri Legrand du Saulle a quien Amaya recuerda de forma especial como
aquella persona que diferenció al loco del criminal y quien demostró que cualquier persona ±sin
importar el sexo, la edad, la condición social, etc. ± podía sufrir de la enfermedad de la locura.

Legrand du Saulle dice que estando él de médico en un cuerpo de policía, le llamaba la


atención el que muchos individuos eran conducidos a la policía siempre por idénticas

53 GOULD, Stephen Jay. La falsa medida del hombre. Barcelona: Antoni Bosch editor, 1984. 119 p.

54 Ibid., p. 132

55 PORTER Op.cit., p. 503

56 Ibid., p. 503

24
faltas y que tuvo la curiosidad de averiguar a estos infelices sus antecedentes morbosos, y
unos le referían que sufrían de jaqueca, otros de incontinencia de orina, otros de pérdida
súbita del conocimiento o de la memoria, y este notable médico pudo concluir que todo
esto obedecía al mal comicial y que esto fenómenos eran diversas manifestaciones de la
neurosis epiléptica57.

Por último está Francisco Alvarado T., quien al igual que los otros tres médicos, se graduó del
Doctorado en Medicina y Cirugía de la Universidad Nacional. En julio de 1904, con el profesor
de medicina legal Dr. Gabriel Camargo como presidente de su proyecto, Alvarado presentó su
tesis titulada Delirio de persecución. Lo que llevó a Alvarado a elegir el tema del delirio de
persecución fue, según él, la necesidad de instruir a un público incrédulo e ignorante en el tema
GHODVHQIHUPHGDGHVPHQWDOHV$OUHVSHFWRYDDDILUPDUTXH³(OGHVGpQ\ODLQMXULDFRQTXHKDQ
sido mirados entre nosotros los estudios sobre Patología mental; el dominio que aún ejercen
sobre la mayoría del público las viejas tradiciones medioevales sobre la locura, y la ignorancia
TXHHQHVWDPDWHULDUHLQDHQQXHVWURVPDJLVWUDGRVVDOYRKRQURVDVH[FHSFLRQHV´58

Al igual que las tesis de Aguirre, Buendía y Amaya, la de Alvarado se compone de las teorías,
preceptos y pensamientos de psiquiatras y médicos extranjeros. Algunos ya mencionados tales
como Esquirol, Morel, Falret, Griesinger, Maganan, Foville y Lasègue jugaron un papel
importante con respecto a los estudiados referenciados por Alvarado. Igualmente se remite a uno
de los pupilos de Esquirol, J. Moreau de Tours, quien sistematizó el modelo de la degeneración a
partir de las observaciones que le permitieron concluir que existían rasgos psicopáticos que se
heredaban59. Por parte de la psiquiatría alemana, Alvarado recibió la influencia de Richard von
Krafft-Ebing quien fue un importante promotor de la experiencia clínica en los asilos para
locos60. Otros científicos que también aparecen a lo largo de la obra de Alvarado son Bouchard,

57 AGUIRRE Op.cit., p. 20

58 ALVARADO, Francisco. Delirio de persecución. Bogotá: Tip. de El Mensajero, 1904. vii p.

59 PORTER Op.cit., p. 510

60 Ibid., p. 507

25
Westphal, Zimmer, Lockart Clarke, Arndt, Pick, Schultze, Garnier, Ball, Casper, Snell, Brosius,
Liebman, Trelat.

En adelante, lo que esta monografía se propone es lograr, a partir de los autores anteriormente
presentados y sus tesis desarrolladas a finales del siglo XIX, y que trataron el tema de la
enfermedad mental, comprender y bosquejar cuál fue esa nueva imagen que del loco y de la
locura surgieron como consecuencia del complejo entramado de procesos que el país, y
especialmente su capital, atravesaron desde la segunda mitad del siglo. Pretender reconstruir tal
UHSUHVHQWDFLyQ LPSOLFD DGHQWUDUVH HQ HVH ³VLVWHPD GH VHxDOHV´ GHO TXH )RXFDXOW KDEODED
previamente. En efecto, se intentará comprender la imagen del loco a partir de toda la
información que respecto al individuo fue importante conocer para determinar y dictaminar si
pertenecía o no al mundo de la locura. Teniendo pues en cuenta que el loco parece desviarse del
FDPLQRGHOD³QRUPDOLGDG´LQWHQWDUpFUHDUVXLPDJHQDSDUWLUGHORTXHORKDFHVHU³DQRUPDO´\
diferente en comparación con otros individuos. Remitirse al pensamiento médico de la época
UHVXOWD FODYH \D TXH FRPR VHxDODED )RXFDXOW UHILULpQGRVH DO FDVR GH 3DULV ³/RV SRGHUHV GH
decisión se remiten al juicio médico; él y sólo él puede introducir a alguien en el mundo de la
locura; él y sólo él permite distinguir al hombre normal del insensato, al criminal del alienado
LUUHVSRQVDEOH´61. ¿Cómo caracterizaban los médicos de la época a los enfermos de locura?
¿Cuáles eran las causas de que tal enfermedad se manifestará en ciertas personas? ¿Cómo debía
ser tratado aquel o aquella que sufría del mal? ¿Qué tipo de prejuicios formaron inevitablemente
parte del nuevo discurso médico que sobre la locura se buscaba implantar? Las anteriores son
algunas de las preguntas que guían la lectura y el análisis de las tesis ya mencionadas.

Hacia una nueva definición de locura

Científicos y médicos tales como Aguirre, Buendía, Amaya, y Alvarado entre muchos otros,
fueron actores importantes a la hora de contribuir en el cambio que desde la década de los 70 del

61 FOUCAULT, Michel. Historia de la locura en la época clásica I. México: Fondo de Cultura Económica, 2010. p. 198

26
siglo XIX sucedió con respecto a la imagen del loco y de la locura. En efecto, anteriormente la
imagen del loco se construía popularmente en la medida en que la opinión de ninguna persona en
particular parece primar por sobre la del resto de las personas. Para aquel periodo nadie sabía con
certeza lo que la locura conllevaba, y dado tal vacío en el conocimiento sobre el tema, la imagen
que se construye resulta una aglomeración de cuestiones aprehendidas exclusivamente de manera
empírica y sin mayor análisis o profundidad. Cada persona, sin importar demasiado su profesión,
aportaba a la imagen que del loco se tenía. Sin embargo, con la llegada de un nuevo tiempo y la
confluencia de varias circunstancias ya analizadas en la primera sección, el poder de conocer y
entender al loco pasó de la sabiduría popular al conocimiento científico, y específicamente
médico.

De esta manera, y siguiendo lo ya planteado por Michel Foucault en su Historia de la locura en


la época clásica, era ahora al médico a quien correspondía introducir a una persona en el
universo de la locura dadas ciertas condiciones y criterios obtenidos desde una perspectiva de
análisis y método científico. Entonces, al traspasarse la locura hacia el campo científico, se
desarrolla todo un discurso que busca explicarla ahora como una enfermedad mental que puede
ser descrita racionalmente. Así, lo que anteriormente era concebido como una sospecha de locura
(ciertos gestos, comportamientos, impedimentos, contradicciones, etc.) ahora pasa a ser
explicado en términos de afecciones físicas, pues debe recordarse en este punto que la Psicología
no llegaría a Colombia sino hasta ya bien entrado el siglo XX, lo que implicó que fuera
específicamente la Medicina la encargada de dominar, explicar y tratar de curar la enfermedad
mental. El estudio realizado por Michel Foucault para el caso parisino resulta de gran ayuda para
evidenciar lo que anteriormente se señalaba, pues las dinámicas de cambios urbanos parecen, a
pesar de las diferencias, haberse presentado para la misma época del siglo XIX en ambas
ciudades.

Un jurisconsulto puede reconocer un loco por sus palabras, cuando no es capaz de


ponerlas en orden; puede reconocerlo también por sus acciones: incoherencia de sus
gestos, o absurdo de sus actos civiles >«@ Pero ellos no son, aún, más que
presentimientos: sólo el médico podrá transformarlos en certidumbre. Tiene, a
27
disposición de su experiencia, todo un sistema de señales; en la esfera de las pasiones,
una tristeza continua e inmotivada denuncia la melancolía; en el dominio del cuerpo, la
temperatura permite distinguir el frenesí de todas las formas apiréticas del furor; la vida
del sujeto, su pasado, los juicios que han podido hacerse sobre él desde su infancia, todo
ello cuidadosamente pesado puede autorizar al médico a ofrecer un juicio, y a decretar si
hay enfermedad o no. >«@ Hay que determinar cuáles son las facultades afectadas
(memoria, imaginación o razón), de qué manera y hasta qué grado.62

La locura deja de ser un fenómeno desconocido y pasa a ser dominado por la razón médica.
Carlos Aguirre Plata afirma en su tesis con gran orgullo que muchas de las epilepsias cuyas
causas eran antes desconocidas (idiopáticas), ahora tenían su razón de ser en lesiones específicas
tales como tumores cerebrales o sarcomas63. Con tal afirmación, el autor atestigua que lo que
antes estuvo en una especie de oscuridad, empezaba ahora a ser revelado y conocido gracias al
avance de la ciencia y la medicina en el tema. A través de la tesis de Aguirre y los otros tres
médicos, se puede ver que en aquel entonces existía un interés porque el mundo de la locura
fuera arrancado del dominio de las creencias y del saber popular, para pasar a pertenecer
exclusivamente al saber médico (científico). Se infiere entonces un afán por afirmar que la
ciencia, y sólo ella, puede poseer a verdad sobre el tema. Refiriéndose a la frecuencia de los
DWDTXHVHSLOpSWLFRVHODXWRUVHxDODTXH³(OYXOJRFUHH erradamente que ciertas evoluciones del
cuerpo, tales como la pubertad, sobre todo en las mujeres, harían cesar los ataques epilépticos;
WDPSRFRHVFLHUWRTXHHOPDWULPRQLRODVVXVSHQGD´64. La anterior cita extraída del pensamiento
de uno de los médicos de la época, permite inferir que el cambió radicó en que las explicaciones
ya no residían en lo que se creía (es decir en sospechas), sino en lo que realmente era ±lo que
precisamente se pudo lograr gracias a la implantación de la observación científica±.

Como ya se mencionó anteriormente, la manera como la locura pasó a pertenecer a la medicina


fue a través de su conversión en enfermedad. En adelante, la locura no podrá escapar del mundo

62 Ibid., p. 197

63 AGUIRRE Op.cit., p. 7

64 Ibid., p. 17.

28
de las enfermedades, lo que implicaría a su vez la creación de toda una sintomatología, unas
características específicas y una naturaleza dada según la perspectiva científica. Efectivamente
Aguirre, Buendía, Amaya y Alvarado concuerdan en sus tesis a la hora de describir la locura
como una enfermedad ±ya sea con esta o con otras palabras±. De tal manera, Aguirre la define,
VLJXLHQGR ORV SRVWXODGRV GH +DOORSHDX FRPR XQD ³WXUEDFLyQ PRUERVD GH ODV IXQFLRQHV
SVtTXLFDV´65 que a su vez se divide en delirio parcial o en delirio general. Por su parte, Alejo
Amaya se refiere a ella como un desarreglo mental o turbación de la ideación, lo cual le permite
LUPiVDOOiHQVXGHILQLFLyQ \GDUOHXQOXJDU DODORFXUD ³SRU FRQVLJXLHQWHHVHQ HO yUJDQRHQ
donde esta facultad reside en donde debemos tratar de buscar las lesiones que puedan producir
tal turbación. Este órgano, como todos sabemos es el cerebro [«] En la sustancia gris del cerebro
HV SXHV HQ GRQGH GHEH UHVLGLU OD FDXVD SULQFLSDO GH HVD WXUEDFLyQ´66. Finalmente, Nicolás
Buendía se refiere a la locura como una enfermedad, desorden o enajenación mental, y Alvarado
OD GLVWLQJXH FRPR XQD HQIHUPHGDG HVSHFtILFDPHQWH GHO FHUHEUR ³/DV HQIHUPHGDGHV PHQWDOHV
como ya dijimos, son enfermedades del cerebro que pueden determinar un desorden completo o
parcial en las importantes funciones psíquicas de la inteligencia, del carácter, y de los
sentimientos donde se originan la locura del pensamiento, la locura de los actos, y la locura de
ORVVHQWLPLHQWRV´67.

Siguiendo pues la idea con la cual Francisco Alvarado define la locura, aquella afectación de las
funciones se va a ver caracterizadas desde la perspectiva de comportamientos e ideas anormales.
La anormalidad en este sentido se refiere a la ejecución de actos y/o pensamientos que iban
contra todo aquello de consensualmente era aceptado como normal y deseable dentro de la
sociedad bogotana de la época. De tal manera, la locura se caracterizó por lograr en los
LQGLYLGXRVODJHQHUDFLyQGHXQDVHULHGHFRPSRUWDPLHQWRVHLGHDVTXHHQXQHVWDGR³QRUPDO´GH
sanidad no se darían. Por esta razón no es extraño encontrar que los autores investigados se

65 Ibíd., p. 48

66 AMAYA Op.cit., p. 17

67 ALVARADO Op.cit., p. 7

29
refieran constantemente a que quien padece de la enfermedad de la locura, se enfrenta a la
pérdida de la voluntad, del juicio y de la razón. Entonces, la medicina de la época, representada
por estos médicos, vDDDILUPDUTXHODFDUDFWHUtVWLFDSULQFLSDOGHODORFXUDYDDVHU³ODOHVLyQGHOD
YROXQWDG\ODSpUGLGDGHOOLEUHDOEHGUtRPyYLO\UHJXODGRUVXSUHPRGHODVDFFLRQHVKXPDQDV´68.
Entonces, siguiendo a Esquirol, Buendía va a recalcar el hecho de que el enfermo va a llevar a
cabo actos que ³OD UD]yQ \ HO EXHQ VHQWLGR QR GHWHUPLQDQ TXH OD FRQFLHQFLD LPSUXHED TXH OD
YROXQWDGQRWLHQHIXHU]DSDUDUHSULPLU´69. En efecto, en estas tesis siempre está presente la idea
de que si no es por cuenta de la enfermedad de la locura, cierto tipo de hábitos y acciones, jamás
VHUtDQ OOHYDGRV D FDER SRU ODV SHUVRQDV VH GDQ GXGDV PHWDItVLFDV VREUH ³OD H[LVWHQFLD GH 'LRV
[«] Hombres que se han distinguido por su carácter pacífico se vuelven iracundos; otros buscan
la soledad en los lugares más sombríos y retirados; otros caen en una alegría que no reconoce
motivo alguno que puede llegar hasta la exaltación70´

Asimismo, es común encontrar ideas dirigidas a sustentar el argumento de que todo lo que en
estado de locura se produce ±pensamientos, comportamientos, acciones, etc. ± se basa en
supuestas falsedades y errores, es decir en sensaciones, percepciones y pensamientos
³FRQWUDULRV´DODUHDOLGDGRDORTXHODPD\RUtDFRQVLGHUDEDQRUPDO(QWRQFHV$PD\DDILUPDTXH
la mayoría de laV YHFHV HO GHOLULR VH FRQVWLWX\H VREUH XQD VHQVDFLyQ IDOVD \ TXH ³6REUH HVWD
VHQVDFLyQ IDOVD HO MXLFLR \ HO UD]RQDPLHQWR VHUiQ QDWXUDOPHQWH DEVXUGRV´71. Más adelante va a
DILUPDU TXH ³'HVGH HQWRQFHV HO HQIHUPR HQFXHQWUD HQ HVD LGHD [errónea, falsa, etc.] como un
rayo de luz, algo que ilumina su entendimiento. [«] La consecuencia natural de esta turbación,
bien sea producida ella por una sensación errónea, una idea delirante o una perversión moral,
HWFHVHOGHVRUGHQGHORVDFWRV´72. También Buendía es certero al reclamar que la enfermedad de

68 BUENDÍA Op.cit., p. 18

69 Ibíd., p. 18

70 AGUIRRE Op.cit., p. 11-12

71 AMAYA Op.cit., p. 30-31

72 Ibíd., p. 31

30
la locura conlleva consigo el que los individuos pierdan la moralidad, carezcan de la capacidad
GHKDFHUMXLFLRVGHYDORU\FUHDQILUPHPHQWHTXH³LGHDVHUUyQHDV´VHDQORYHUGDGHUR6HJ~QHO
autor, el anterior proceso pXHGH GDUVH GH GRV PDQHUDV 8QD ³,GHDV H[WUDYDJDQWHV \ H[WUDxDV
asaltan de repente al enfermo, quien las acepta sin reflexión, y son ellas las que en muchos casos
GHWHUPLQDQVXV DFWRV FRPR VL IXHVHQYHUGDGHUDV´732WUD³$OSULQFLSLR HO HVStULWXYDFLODHQWre
diferentes ideas que acoge y rechaza alternativamente; pero poco a poco cesa la duda, y la razón,
desfallecida, acaba por dejarse dominar de las concepciones erróneas. Una vez que la idea ha
adquirido dominio, el monomaniaco apoya sobre ella todos sus raciocinios, deduce con una
lógica inquebrantable todas las consecuencias a que la lugar y, en la mayoría de los casos, apoya
ODVGHWHUPLQDFLRQHVGHVXYROXQWDGVREUHHVWDEDVHIDOVD´74.

Finalmente, los médicos estudiados concuerdan al decir que una importante característica de la
locura es el automatismo cerebral, lo que en un lenguaje coloquial quiere decir que el loco no es
ORFR SRUTXH TXLHUH VLQR TXH OR HV LQYROXQWDULDPHQWH \ VXFHGH ³DXQ HQ ORV KRPEUHV GH PiV
FRUGXUD\PiVVDQDUD]yQ´ 75. Entonces, podría sugerirse que los médicos bogotanos de la época
se afanaron por darle a la locura una naturaleza tal que permitiera pensar que los actos
³DQRUPDOHV´ QR HUDQ DOJR TXH SXGLHUD GDUVH HQ XQD VRFLHGDG VLQ UD]yQ DOJXQD R SRU DJHQFLD
precursora de las personas, sino que por el contrario se explicaban como características, o más
bien consecuencias, de la enfermedad misma. Fue esta la manera como se planteó una especie de
caracterización maniquea de la locura en la que se presentaban dos caras, del antes y el durante la
enfermedad. Así, se sostuvo casi que inquebrantablemente el hecho de que los individuos de por
sí no eran capaces de faltar a su juicio, a su moral, a la tradición, a las costumbres, a la moral y a
la razón inculcada. Sin embargo, al padecer de la enfermedad de la locura, los individuos veían
su moral y su razón cuestionada, y en esa batalla, vencía por lo general la enfermedad, llevando a
TXH ODV SHUVRQDV FRQVXPDUDQ DFWRV \ SHQVDPLHQWRV FRP~QPHQWH UHSURFKDEOHV ³OD UD]yQ OXFKD

73 Ibíd., p. 10-11

74 Ibíd., p. 11

75 Ibíd., p. 27-28

31
vigorosamente contra la tendencia irresistible hacia el mal; en algunos casos aquella consigue
triunfar, pero en otros es vencida por el automatismo patológico de la voluntad, que, sustraída ya
al freno de la razón, arma brazo, haciéndolo servir de instrumento de sus incitaciones
SHUYHUWLGDV´76.

A manera de conclusión para este aparte, vale la pena repasar los pilares sobre los cuales se basó
la nueva concepción de la locura. Amaya permite reducir todo lo anteriormente discutido a tres
características generales. Entonces se afirma que la locura, es ahora una enfermedad mental
FDUDFWHUL]DGDHQSULPHUOXJDUSRU³ODHVSRQWDQHLGDGHODXWRPDWLVPRGHODVIXQFLRQHVGHOFHUHEUR
esos reflejos cerebrales aislados de su regulador habitual; en segundo lugar y como consecuencia
de esa cerebración inconsciente, el vicio o irregularidad en la asociación de las idea, y en tercer
lugar, la falta de ideas intermediarias, es decir, la convicción de la realidad de las concepciones
PRUERVDV´77. Por supuesto, surge la duda sobre hasta qué punto esta nueva definición y
FDUDFWHUL]DFLyQGHODQDWXUDOH]DGHODORFXUDVLUYLyHQYDULDVRFDVLRQHVSDUDH[FXVDUORV³PDORV´
actos o para legitimar lo que en la realidad social era material y/o moralmente sancionado.

Doctor, ¿por qué estoy loco?

Como parte del proceso del traslado de la locura hacia el dominio de la ciencia, la comunidad
médica bogotana de finales del siglo XIX se esmeró en explicar los orígenes de la locura y los
factores que la engendraban. A diferencia de lo que el saber popular parecía hacer con respecto a
la explicación de la locura ±es decir, introducirla en cuestiones morales, religiosas y del tipo que
OXHJRVHFRQVLGHUDUtDQFRQWUDULDVDOD³REMHWLYLGDGFLHQWtILFD´±, los médicos bogotanos de finales
de siglo se enfocaron en explicar que la enfermedad de la locura no aparecía de la nada ni estaba
ligada a creencias populares, sino que se originaba en afecciones corporales o mentales
comprobadas a partir de la observación de casos y la práctica de pruebas científicas. De tal

76 BUENDÍA Op.cit., p. 24

77 AMAYA Op.cit., p. 37

32
manera, los cuatro médicos estudiados en la presente tesis exponen los factores que podían llevar
a que cualquier persona ±sin importar su edad, su género, su capacidad adquisitiva, su posición
política, sus creencias, etc. ±padeciera de la enfermedad mental. No obstante, como muchas
veces sucedió con estos estudios que intentaron lograr aproximaciones completamente
³REMHWLYDV´ VHJ~Q OD REMHWLYLGDG GH OD pSRFD  KDFLD WHPiWLFDV TXH GXUDQWH WDQWR WLHPSR
estuvieron por fuera del campo científico, no significó un alejamiento definitivo de las
DSUR[LPDFLRQHV EDVDGDV HQ SUHMXLFLRV GH OD pSRFD R GH ODV DILUPDFLRQHV ³FLHQWtILFDPHQWH
FXHVWLRQDEOHV´(QHIHFWR \FRPRVHYHUiPiVDGHODQWHFRQEDVHHQHODQiOLVLVGHODVWHVLVORV
médicos bogotanos de la época también propusieron causas basadas en prejuicios y
preocupaciones morales propias, a la par con la formulación de causas basadas en aspectos
fisiológicos y de daños orgánicos.

Al recorrer las tesis de los cuatro médicos (Aguirre, Buendía, Amaya y Alvarado) fue posible
encontrar que a la hora de buscar las causas de la locura, todos combinaron en algún punto los
resultados científicos con sus propios prejuicios o ideas sobre la locura. De esta manera, de las
tesis se desprenden causas que van desde males cerebrales hasta hábitos indeseables tales como
ODOHFWXUDLQWHQVLYDGHQRYHODV³HUyWLFDV´6LJXLHQGRHODQWHULRURUGHQGHLGHDVODSUHVHQWHWHVLV
enlistará lo que la comunidad médica bogotana de finales del siglo XIX concluyó que podía
originar la enfermedad de la locura.

Una de las causas que al parecer fue considerada de las más comunes entre los médicos
bogotanos de la época fue el traumatismo craneano. Particularmente Nicolás Buendía presenta la
anterior como la causa principal de locura, pues para él, las lesiones generadas en el cráneo ±en
especial por golpes fuertes± afectan tanto la voluntad como el entendimiento del individuo78.
Según este médico, las anomalías en el funcionamiento del cerebro están claramente
influenciadas por constantes o enérgicos golpes en la cabeza79. No obstante, ¿qué podría decir

78 BUENDÍA Op.cit., p. 33

79 Ibid., p. 44

33
Buendía sobre el origen de la locura cuando ningún tipo de lesión craneana es evidente? En este
punto los argumentos del autor se quedan bastante cortos, pues evidentemente no siempre existe
un golpe en la cabeza que explique el origen de la enfermedad. El autor hace una somera
mención a la posible existencia de otras causas derivadas de deficiencias en el sistema nervioso o
en las funciones orgánicas80. En efecto, Buendía se limita a hacer la anterior mención sin
explicar qué tipo de afecciones nerviosas u orgánicas pueden ser las que generen locura y de qué
manera.

Ahora bien, la carencia en la tesis de Buendía es precisamente el punto que más desarrollan los
RWURVWUHVDXWRUHVHQVXVWHVLVFXDQGRVHWUDWDGHH[SOLFDU³FLHQWtILFDPHQWH´GHGyQGHVHRULJLQD
la enfermedad de la locura. En esta medida, Aguirre, Amaya y Alvarado desarrollan sus
argumentos desde la perspectiva de las causas de tipo orgánico, nervioso o somático. De esta
manera, lo que estos autores arguyen es que la locura surge, en la mayoría de los casos, como
consecuencia de otras afecciones o enfermedades que se presentan en un primer momento. Lo
anterior es precisamente de lo que se trata específicamente la tesis de Alejo Amaya, del delirio
no vesánico, o HO TXH VH FRQVWLWX\H ³VHFXQGDULDPHQWH´ FRPR UHDFFLyQ D XQD OHVLyQ SULPDULD
Antes de pasar a Amaya, quien es el que trabaja extensamente las causas no vesánicas de la
locura, vale la pena anotar lo que tanto Alvarado como Aguirre sugieren al respecto. Carlos
Aguirre Plata, basado en los aportes de importantes médicos europeos tales como Chaslin y
/DVDJXH DWULEX\H OD HSLOHSVLD D ³XQD HVFOHURVLV GHO WHMLGR FRQMXQWLYR TXH VLUYH GH VRVWpQ D ORV
elementos nerviosos o neuralgia FHUHEUDO´81. También puede depender ³GH XQD HVWUHFKH] GHO
DJXMHURRFFLSLWDO´82. Por su parte Alvarado asevera que la locura se debe al mal funcionamiento
FHUHEUDO \ GHO VLVWHPD QHUYLRVR ³(V DVt FRPR DOJXQDV IRUPDV GH ORFXUD HVWi XQLGDV D OD
congestión o a la anemia o a la degeneración grasosa o esclerosa de los vasos cerebrales, como
también a las modificaciones producidas en la substancia nerviosa por una intoxicación como el

80 Ibid., p. 60

81 AGUIRRE, Op.cit., p. 7

82 Ibíd., p. 8

34
alcoholismo, o a un choque, o a la comprensión producida por un tumor intracraneano. >«@La
locura, como las demás neurosis, puede estallar bajo la influencia de una irritación simpática
SDUWLGDGHFXDOTXLHUyUJDQROHMDQR´83.

3DUD $OHMR $PD\D OD ORFXUD HVSHFtILFDPHQWH GHO WLSR TXH pO OODPD ³GHOLULR QR YHViQLFR´ VH
origina a partir de una afección o enfermedad ya existHQWH³(OGHOLULRFRPRKHPRVGLFKRSXHGH
existir sin lesión alguna apreciable que no dé de él una explicación satisfactoria, pero lo más a
menudo se presenta como síntoma de una afección cerebral, de una intoxicación, de una
IOHJPDVtDRGHXQDILHEUH´84. 0iVDGHODQWHYDDUHFDOFDUTXH³FXDOTXLHUHQIHUPHGDGSRUOLJHUD
TXHVHDSXHGHSURYRFDUHOGHOLULRVLHQFXHQWUDXQWHUUHQRDSURSLDGR´85. De esta manera, el autor
comienza un lago recorrido de las enfermedad o alteraciones que según él son las que de manera
más frecuente presentan delirio; sin embargo deja constancia de que la lista es realmente mucho
más larga de lo que él va a proponer en su tesis. Así, el autor comienza enumerando
enfermedades de cerebro que se acompañan de delirios tales como la hemorragia cerebral, la
meningitis o la encefalitis86. Luego pasa a resaltar las ocasiones en las que la locura aparece
como complicación de enfermedades febriles, es decir de las enfermedades que se acompañan de
fiebres tales como la viruela, el tifo, el sarampión y la fiebre amarilla87. También las
enfermedades del corazón o las de alteraciones de la sangre como la leucemia o la anemia
pueden llegar a causar locura según el autor. Finalmente, Buendía se refiere a las flegmasías tales
como la gota, la neumonía o el reumatismo articular, señalando que

En todas las flegmasías, como se comprende fácilmente, el delirio puede ser un síntoma
más o menos frecuente, puesto que todo proceso inflamatorio puede estar acompañado de

83 ALVARADO Op.cit., p. 2

84 AMAYA, Op.cit., p. 38

85 Ibid., p. 42

86 Ibid., p. 44

87 Ibid., p. 45-53

35
fiebre y ya hemos visto que en las fiebres el delirio es bastante común. Además, si se
tiene en cuenta lo que ya hemos dicho de la excitabilidad nerviosa de ciertos individuos,
no es raro en manera alguna que la más ligera de estas afecciones determine en ellas la
aparición del delirio. Empero, como no siempre se trata de individuos predispuestos, es
necesario saber que, por lo regular el delirio está en relación con los síntomas graves y
sobre todo con el desorden considerable de los órganos88.

(Q OD FLWD DQWHULRU %XHQGtD PHQFLRQDED XQD FLHUWD ³H[FLWDELOLGDG´ R SUHGLVSRVLFLyQ TXH FLHUWRV
individuos tienen a presentar, o más bien adquirir, la enfermedad de la locura. Pues bien, los
cuatro autores estudiados para esta tesis concuerdan en afirmar que existe una causa en particular
que puede llegar a ser la más importante a la hora de entender la aparición de la locura: la
herencia. A primera vista, o desde lo que actualmente entienden la medicina y la ciencia por
herencia, se podría esperar que la anterior estuviera clasificada ±para los efectos de este
análisis± FRPR SDUWH GH ODV FDXVD ³FLHQWtILFDV´ TXH ORV PpGLFRV ERJRWDQRV GH OD pSRFD
encontraron para la locura. No obstante, el tratamiento que los autores le dan a la herencia, dista
muchas veces de la razón científica que para ese entonces se buscaba enaltecer. En efecto, dentro
de estas tesis se expone que la herencia, lejos de ser entendida como la transmisión genética de la
enfermedad, se consideraba como una predisposición a ser y estar loco o loca. Alvarado es quizá
quien mejor expone la anterior idea, pues para él la causa primordial de la locura es la
predisposición:

Solamente los cerebros mal equilibrados son los que sucumben, casi sin lucha, a la
influencia de violentas pasiones o de fuertes emociones; los mejores dotados resisten
más. >«@ Esta predisposición es el heredamiento. >«@ se reconoció que lo que es
hereditario en una familia no es la enfermedad misma, sino la tendencia morbosa, que
transmitiéndose por la generación, podrá traducirse en los descendientes por
manifestaciones de diferente forma, aunque de la misma naturaleza89.

88 Ibíd., p. 54

89 ALVARADO Op.cit., p. 3

36
Las afirmaciones de Alvarado anteriormente citadas, dan a entender la existencia de individuos
más débiles que otros. Al leer tales ideas, pareciera que a lo que Alvarado está haciendo
referencia es a una especie de determinismo biológico, o más bien social, que se aplicaría al
interior de la sociedad colombiana. Alvarado es claro al evidenciar que existen personas más
resistentes a la enfermedad, y aunque no lo menciona explícitamente, se sugiere que de una u
otra manera el autor está planteando que dentro del orden social hay persona más aptas,
productivas y funcionales que otras. A partir de la conclusión de la existencia de la herencia
como predisposición a la locura, se podría esperar que fuera más fácil para los médicos y demás
detentores del poder en la época, marginar o condenar con mayor frecuencia a cierto tipo de
personas en detrimento de otras. Lo anterior es el caso de Alejo Amaya para quien las mujeres
son uno de esos ejemplos de individuos más propensos a la locura. Según este autor, existe un
³WHPSHUDPHQWR GHOLUDQWH´RXQD³SUHGLVSRVLFLyQHVSHFLDOtVLPDTXHSUHVHQWDQFLHUWRV LQGLYLGXRV
para contraer toda clase de afecciones nerviosas y particularmente el delirio [«] Evidentemente,
nada es tan notable como esta susceptibilidad nerviosa [«] Sabemos además que hay mujeres
para quienes la vista de un objeto desagradable, la percepción de un olor fuerte, etc., son causas
VXILFLHQWHV GH YLROHQWDV H[FLWDFLRQHV QHUYLRVDV´90 0iV DGHODQWH YD D DILUPDU TXH ³(O VHxo no
deja de tener cierta influencia sobre la frecuencia del delirio y basta saber que la histeria,
afección tan frecuente en la mujer, produce en ella un terreno muy apropiado para el desarrollo
de alteraciones síquicas. Además, las funciones de reproducción, embarazo, parto, lactancia, etc.,
FRQFDXVDVSUHGLVSRQHQWHVELHQFRQRFLGDV´91.

A pesar de que los cuatro autores demuestran un afán por hallar en sus pacientes rasgos de que la
locura fue heredada, en términos de traspaso de la enfermedad de generación en generación,
PXFKDV YHFHV IDOODQ HQ HO LQWHQWR \ DSHODQ D FDXVDV SUHMXLFLRVDV R DO OODPDGR ³WHPSHUDPHQWR
GHOLUDQWH´SDUDH[SOLFDUORTXHDOSDUHFHUQRWLHQHIXQGDPHQWRV3RUHMHPSOR%XHQGtDSDUDTXLHQ
ODKHUHQFLD³GHVHPSHxDHQHOJpQHVLVGHODPRQRPDQtDXQSDSHOGHSULPHURUGHQ´92, en muchas

90 AMAYA Op.cit., p. 23

91 Ibíd., p. 24

92 BUENDÍA Op.cit., p. 7
37
ocasiones no encuentra antecedentes que le permitan determinar tal herencia, y termina por
DGMXGLFDUODHQIHUPHGDGD³LQIOXHQFLDVFRPSOHMDV´93 o a factores tales como la imitación u otros
hábitos indeseables. De taO PDQHUD OD ORFXUD VHJ~Q HVWH PpGLFR SXHGH VHU FDXVDGD SRU ³ORV
excesos de todo género, la lectura de ciertos libros, las desgracias domésticas, las profundas
preocupaciones del espíritu, la exaltación religiosa, en una palabra, todo lo que puede
impresioQDUSURIXQGDPHQWHODVIDFXOWDGHVLQWHOHFWXDOHVSXHGHGDUQDFLPLHQWRDODHQIHUPHGDG´94.
Por su parte Aguirre Plata, al intentar demostrar en algunos de sus casos de observación que
determinado paciente es loco porque lo ha heredado de su familia, termina por exponer
antecedentes sin mayor desarrollo ni explicación. Así, menciona antecedentes pobremente
desarrollados que sin embargo van a tener en adelante un gran peso a la hora de elaborar criterios
que permitieran clasificar a los individuos dentro de la sociedad. Entonces, al analizar el caso de
una niña epiléptica, Aguirre se vale fuertemente de unos antecedentes vagamente trabajados,
para justificar o legitimar el hecho de afirmar que aquella niña estaba enferma de locura. De esta
manera menciona que la madre era histérica, que el padre había muerto de un ataque de
DOFRKROLVPRTXHXQKHUPDQRHVWDEDHQHOPDQLFRPLR\TXHXQWtR³DMX]JDUSRUORVGDWRVTXHKH
UHFRJLGR VH FRPSUHQGH TXH VXIUH GH XQD DWD[LD ORFRPRWUL]´95. Los llamados antecedentes
neuropáticos no ocupan más de tres líneas, y en una especie de esfuerzo por compensar la falta
de pruebas para demostrar la enfermedad en la niña, Aguirre se apresura en evidenciar que por
pertenecer a una clase baja, el factor higiénico pudo haber jugado un papel esencial. En este
punto el discurso médico se entrecruza con un latente discurso higienista de la época cuya mayor
preocupación eran precisamente las clases populares donde según ellos se engendraban los
gérmenes y las enfermedades de la sociedad.

93 Ibíd., p. 28

94 Ibíd., p. 8

95 AGUIRRE Op.cit., p. 65

38
La fisonomía de la locura

Las tesis bogotanas en medicina, pertenecientes al periodo posterior a 1870, recrean de cierta
forma lo que podrían llamarse características fisonómicas de la locura. Aunque no lo hacen como
parte prioritaria de sus tesis, Buendía, Aguirre y Alvarado ±de la tesis de Amaya no se
obtuvieron elementos al respecto± describen ciertas particularidades físicas del enfermo de
locura que permiten hacerse una imagen ±así sea algo fragmentada± del mismo. Ya sea que se
traten de posibles causas de la enfermedad, de síntomas perceptibles por la vista, o de
descripciones prejuiciosas del loco, de las tres tesis se pueden extraer elementos que permiten
darle, casi que literalmente, una cara a la locura. Vale la pena aclarar una vez más que estos
elementos no son totalmente obvios en las tesis, y que de hecho son poco abundantes, lo que
permite sugerir que crear una imagen física del loco y de la locura no fue una prioridad ni un
objetivo explícitamente intencionado de la comunidad médica bogotana que trató con la temática
de las enfermedades mentales.

Carlos Aguirre Plata es, de los tres médicos, el que mayor importancia le da al tema de las
características físicas de la locura, dedicándole así un capítulo, aunque de apenas dos páginas. En
su tesis, Aguirre arguye que ciertas peculiaridades físicas son también signos importantes para el
diagnóstico de la locura. De tal manera, el autor enlista una serie de características que son
expuestas según el porcentaje de enfermos que, según observaciones, presentan la dicha
característica. Así, señala que veintiséis de cada cien enfermos presentan asimetría facial, lo que
VLJQLILFD TXH ³VXSRQLHQGR OD FDUD GLYLGLGD HQ ORV SDUWHV LJXDOHV ODV GRV PLWDGHV QR WLHQHQ ODV
mismas dimensiones en los diferentes diámetros que se escogiten como medida, ya sea en un
VRORGLiPHWUR\DHQYDULRV´96. También Alvarado se remite a la asimetría facial para caracterizar
al degenerado perseguido cuando es infante, pero su afirmación se limita a la enunciación, sin
apelar a la aparente rigurosidad del estudio y las proporciones presentadas por Aguirre en su
tesis97.

96 Ibíd., p. 32

97 ALVARADO, Op.cit., p. 24

39
Al continuar con el análisis del trabajo de Aguirre, se encuentra ahora una característica propia
de la fisonomía de la loca que consiste en una deformación de la mandíbula conocida como
prognatismo. Según el autor, es común observar en las enfermas de locura la proyección hacia
afuera del maxilar inferior particularmente. En este punto es posible encontrar una continuidad
con la imagen de la loca que el pintor bogotano José María Espinoza dejó plasmada en sus
pinturas. Al observar el cuadro de la Loca Benita, se evidenciaba una mandíbula que sobresalía
del plano vertical de la cara, lo que es precisamente la peculiaridad que sobre las mujeres locas
desarrolla ahora Aguirre. Sin embargo, queda la duda sobre qué tan arbitrario podía llegar a ser
el hecho de pensar que por que una mujer tuviera la mandíbula pronunciada, ya se concibiera la
idea de que la persona podía sufrir de la enfermedad. Aunque el mismo Aguirre evidencia que la
proporción de esta característica es baja ya dentro de la población de locas, el argumento parece
quedar inmerso en los prejuicios de la época hacia las mujeres, pues más adelante afirmara que
pVWDFDUDFWHUtVWLFD\OD³PLFURFHIDOLDIURQWDO´VRQ³HVWigmatos [que] se encuentran también en la
ORFXUDPRUDO\HQHOFULPLQDOGHQDFLPLHQWR´98.

Finalmente, Aguirre señala cómo en determinadas proporciones (por lo general muy bajas) se
han observado también características tales como dentaduras anormales ±en el 10 %±, presencia
de tubérculos de Darwin ± 61 de cada 100±99 \DQRPDOtDVHQORVyUJDQRVJHQLWDOHV³\DVHDSRU
ejemplo el desarrollo anormal de las glándulas mamarias que le dan a estos órganos el aspecto
que tienen los pechos en la mujer. Esta anomalía se ha observado en un 12 por 100, y ha recibido
el nombre de J\QHFRPDVWtD´100.

En cuanto a las características que de la tesis de Nicolás Buendía pueden extraerse, resulta
interesante notar no sólo observaciones marcadas por prejuicios y tal vez racismo, sino también
algunas continuidades con respecto a la imagen de los locos de mediados de siglo XIX. En
98 Ibíd., p. 32

99 Ibíd., p. 33

100 Ibíd., p. 33

40
efecto, una de las cuestiones sobre la fisonomía de los enfermos de locura, es expuesta por el
autor a partir de la observación del caso de un homicida. De tal manera, al desarrollar el apartado
VREUHORV³$QWHFHGHQWHVPyUELGRV \HVWDGRItVLFR101´GHOLQGLYLGXR%XHQGtDLQGLFDTXHHVWHVH
SDUHFH D XQ SULPDWH ³(VWRV FDUDFWHUHV >UHILULpQGRVH D FLHUWD GHIRUPDFLyQ FUDQHDQD DQRPDOtDV
dentales y otros elementos también sugeridos por Aguirre], unidos a cierta demarcación de su
semblante y a cierta expresión particular de su mirada, le dan un aire marcado de semejanza con
XQ PRQR´102. Además de equiparlo en apariencia con un primate, el autor se remite a una
caracterizaFLyQ YLVXDO PX\ SDUHFLGD D OD TXH KDFtDQ ORV ERJRWDQRV GH PHGLDGRV GH VLJOR ³(V
además muy original en su vestido, de manera que no puede menos que reír el que le observa por
SULPHUD YH]´103. Entonces, al igual que cincuenta años antes, inclusive los científicos seguían
EDViQGRVHHQFULWHULRVVREUHHO³GHEHUVHU´GHOFLXGDGDQRLGHDOERJRWDQRDODKRUDGHVRVSHFKDU
de la presencia de locura en algún individuo.

Finalmente vale la pena traer a colación una característica que Buendía dice encontrar en varios
de sus casos observados; la existencia de una forma de mirar peculiar y particular a los locos. En
la primera de las citas Buendía sugería que el paciente parecido al primate tenía una forma de
mirar especial, y más adelante con respecto a otro enfermo va a aseverar una cosa por el estilo.
6REUHHVWHSDFLHQWHTXHVHGHVHPSHxDEDFRPRVROGDGR%XHQGtDH[SOLFDTXH³VXVFRPSDxHURVOH
tenían por loco, y fundaban su apreciación en el 'cambio particular' que le notaban; hablaba solo,
y de preferencia a todo, de la batalla que acababan de librar; tenía gestos y ademanes raros; no
comía, fumaba mucho y su mirada había adquirido un aspecto particular que hizo que un
momento la voz de que 'S. está loco' VH JHQHUDOL]DVH HQWUH WRGRV´104. Además de sugerir otros
interesantes elementos que podrían delatar a un enfermo de locura (apetito, las gesticulaciones y

101 BUENDÍA, Op.cit., p. 38

102 Ibid., p. 38-39

103 Ibid., p. 39

104 Ibid., p. 47

41
los hábitos), el autor otorga gran importancia a la mirada, sugiriéndose finalmente que en efecto
los locos tienen una forma particular y única de mirar.

Finalmente, tanto Alvarado como Buendía y Aguirre exponen en sus tesis una característica que
parece ser de vital importancia no sólo para reconocer físicamente al loco, sino porque les ayuda
a estos médicos a pensar el lugar específico de la locura dentro del cuerpo. De tal manera, todos
se refieren a un elemento común en la mayoría de los casos de locura: la asimetría del cráneo ±lo
que en parte explica la asimetría facial anteriormente mencionada±. En efecto, frecuentemente
estos médicos encuentran que sus pacientes han tenido procesos anormales en el desarrollo
craneano105. Sin embargo, lo que los autores reconocen como más importante de tal deformación,
QRHVWDQWRTXHSHUPLWHLGHQWLILFDUORFRVVLQRTXHH[SOLFDJUDQSDUWHGHVXFRQGLFLyQSXHV³/DV
asimetrías del cráneo VyOR LQGLFDQ TXH KD KDELGR IDOWD GH GHVDUUROOR HQ pO´106. Por su parte
%XHQGtDYDDDILUPDUTXH³/DFRQIRUPDFLyQGHOFUiQHRHVGHPD\RULPSRUWDQFLDGLDJQyVWLFDHV
sabido que no pocas organizaciones craneanas defectuosas traen como resultado una
organización PHQWDOHQIHUPD´107. Entonces los médicos bogotanos de la época sugirieron que, si
ODVFDEH]D³DQRUPDOHV´HUDQFDUDFWHUtVWLFDVFRPXQHVGHODILVRQRPtDGHORVORFRV\ODVORFDVHUD
SRUTXHH[LVWtDXQDDVLPHWUtDGHOFUiQHREDVDGDHQODDSDUHQWH³IDOWDGHDOJR´ o en algún tipo de
traumatismo que ayudaría a explicar la presencia de locura.

Locura versus criminalidad: medicina legal y ajusticiamiento basado en la ciencia

Las cuatro tesis de medicina analizadas para este trabajo, evidencian que otro de los puntos
IXQGDPHQWDOHVGHOD³FLHQWLILFDFLyQ´GHODORFXUDIXHORJUDUGLIHUHQFLDUDOORFRGHOFULPLQDO\GH
tal manera protegerlo en término jurídicos. A grandes rasgos, lo que Aguirre Plata, Alvarado,
Amaya y Buendía intentaron a lo largo de sus tesis fue demostrar y explicar que las acciones

105 ALVARADO, Op.cit., p. 28

106 AGUIRRE, Op.cit., p. 32

107 BUENDÍA, Op.cit., p. 59

42
reprochables cometidas por los enfermos de locura, eran ajenas a su voluntad, y más bien
respondían a los estragos o consecuencias propios de la enfermedad. Tal cosa fue importante de
demostrar para crear una barrera que diferenciara definitivamente al loco del criminal cuyas
acciones eran realizadas a voluntad y porque al parecer tal era su naturaleza ±una malvada±.
Entonces, los médicos bogotanos de aquella época buscaron des-estigmatizar al loco, y de tal
manera protegerlo de sí mismo y otorgarle beneficios con respecto a ciertas condiciones jurídicas
ya aceptadas dentro de la sociedad. En este punto fue clave el concepto de voluntad, pues en
adelante la comunidad médica insistiría en que cualquier acto criminal, cometido por un enfermo
mental, estaba desligado por completo de la voluntad del individuo. Así, la medicina redefiniría
FRQFHSFLRQHV GH RWUD tQGROH WDOHV FRPR ODV MXUtGLFDV GHPRVWUDQGR TXH QR WRGDV ODV ³PDODV
DFFLRQHV´ de los ciudadanos debían ser igualmente vistas y tratadas, pues éstas dependían ahora
del estado mental y físico de quien las cometiera. Es precisamente lo anterior lo que llevó a que
la mayoría ±por no decir que la totalidad± de médicos bogotanos que trataron el tema de las
enfermedades mentales, se adentraran en el mundo de la medicina legal y de la justicia del país.
Sin embargo, salvaguardar al loco de los tradicionales métodos de juicio y castigo, no significó
la completa absolución moral y social de estos individuos. En efecto, los locos y las locas fueron
considerados como inminentes peligros para la sociedad ±y para el sistema capitalista y
utilitarista que se estaba imponiendo±, no obstante, se trató de un peligro diferente al que
representaban los criminales.

Vale la pena comenzar esta discusión con el aporte que Carlos Aguirre Plata hace al respecto,
pues es él quien de manera explícita reconoce lo poderoso que es ahora el médico, no sólo para
la ciencia, sino para el sistema social y judicial de una nación. Es precisamente la tesis de
Aguirre la que comprueba la idea de Carlos Noguera según la cual el médico se convierte en un
gobernante más al adquirir un gran poder a partir del control que ejerce sobre los cuerpos, la vida
y la muerte108. Así, ³La medicina ha jugado un papel central en la orientación y ejercicio de la
SROtWLFDDVtFRPRHQHOHVWXGLRHLQWHUSUHWDFLyQGHODVRFLHGDG>«@(OFRQWUROVREUHODYLGD\OD

108 NOGUERA, Op.cit., p. 81

43
muerte la han instaurado como un tercer poder al lado de la religión y de la política109´ De tal
manera, Aguirre se adentra en el debate por la importancia de diferenciar al loco del criminal, no
sólo por la importancia de defender a quien no es capaz de controlarse a voluntad propia, sino
también por el hecho de que la ausencia de tal diferenciación llevaba a que una gran cantidad de
individuos se aprovechara de la enfermedad para salvarse de las penas y los castigos. Es
precisamente en este último punto en el que Aguirre encuentra una debilidad fundamental del
sistema judicial, y que únicamente el médico, y su inmenso poder sobre los cuerpos, es el capaz
de formular el juicio definitivo sobre quién debe y quién no debe comparecer ante la justicia.

Por demás está decir que desde el punto de vista médico-legal es muy importante
distinguir el verdadero del falso neurótico, y hoy, gracias a los pacientes estudios de
Augusto Voisin sobre la esfigmografía en la epilepsia, y de otros sabios sobre algunos
medio de diagnóstico, podemos decir que el médico puede decidir con precisión sobre
este punto con entera certidumbre y que en asuntos médico-legales de esta especie, en
que los jueces y jurados hubieran de fallar teniendo en cuenta las alteraciones psíquicas
de los epilépticos, podrían éstos jurar apoyados en la palabra de un médico honrado,
inteligente e instruido, que tal individuo es epiléptico y que en las circunstancias
presentes al caso dado, goza o no de irresponsabilidad110.

Tales debilidades en la precisión de los juicios dictaminados por el sistema judicial permitieron
OHJLWLPDU D ORV PpGLFRV FRPR FLHUWD HVSHFLH GH ³VDELRV´ TXe WHQtDQ OD ~OWLPD \ OD ³YHUGDGHUD´
palabra, y permitieron a su vez que un campo tal como el de la medicina-legal, cobrara gran
importancia en el contexto colombiano. En efecto, el conocimiento del médico con respecto a los
verdaderos síntomas de la locura permitía diferenciarlo del criminal, y es precisamente a este
tema al que Aguirre le dedica gran parte de su tesis. En adelante se propone exponer con
precisión las maneras de descubrir a un impostor teniendo en cuenta cuestiones tales como los
caracteres del pulso, el estudio mental del individuo, la edad, la herencia neuropática, la amnesia
después del acto, la periodicidad de aparición del ataque, la repetición de idénticos actos en

109 Ibid., p. 81

110 AGUIRRE, Op.cit., p. 26

44
diferentes ocasiones, etc.111. Consecuentemente, el autor ±al igual que lo hacen los otros tres
médicos aquí estudiados± expone casos particulares de locura (o epilepsia para el tema
específico de esta tesis) en los que evidencia la manera en la que esta medicina legal funciona.
Por ejemplo, cita el caso de un hombre que, en la población de Fómeque, asesina a una persona
sin motivo alguno. Para determinar la situación del individuo, Aguirre encuentra que éste ha
HVWDGR YDULDV YHFHV HQ PDQLFRPLRV \ TXH VX FRPSRUWDPLHQWR KD VLGR VLHPSUH ³GLVIXQFLRQDO´
pues ha sido cleptómano, pirómano y furioso112. Después de estudiar los antecedentes médicos y
los testimonios de varias personas cercanas al individuo (tanto familia como médicos que lo
habían tratado), el autor excomulga al individuo de el acto criminal, pues concluye que éste fue
realizado eQDXVHQFLDGHYROXQWDG³Exposición médico legal ± ³ƒ11KDVXIULGRHQGLYHUVDV
épocas y por tiempo variable perturbaciones cerebrales graves y de carácter peligroso; 2.° Toda
causa que produzca la excitabilidad cerebral de N. N. pueden determinar estos mismos actos de
violencia, independientemente de la voluntad; >«@ 4.°Todo acto ejecutado por N. N. en los
momentos de su acceso epiléptico, envuelve una completa irresponsabilidad;´113 Vale la pena
llamar la atención sobre lo que se mencionaba en la introducción a esta sección, sobre la
peligrosidad del enfermo. Con la observación del caso del individuo de Fómeque, se puede
observar que si bien Aguirre irresponsabiliza a N. N. de sus crímenes, también lo categoriza
como un peligro para la sociedad en tanto que sus perturbaciones mentales lo pueden llevar, así
sea de manera involuntaria, a incurrir en actos violentos que atentan contra las vidas de las
personas.

Sin embargo, Francisco Alvarado es quizá el más claro exponente (entre los cuatro aquí tratados)
de la posición que buscaba diferenciar al loco (enfermo) del criminal, pero que a su vez lo
juzgaba como un innegable peligro para la sociedad y su buen desarrollo. Así, en su tesis sobre
una forma específica de locura, denominada delirio de persecución, el autor alega que existen

111 Ibid., p. 30

112 Ibid., p. 63

113 Ibíd., p. 64

45
FLHUWRV WLSRV GH LQGLYLGXRV TXH OODPD ³GHJHQHUDGRV SHUVHJXLGRV´ \ TXH GHQRWDQ XQ SHligro
inminente. En efecto, señala Alvarado que se trata de unos enfermos mentales que, a pesar de
DSDUHQWDUXQHVWDGRGH³QRUPDOLGDG´Gada su inteligencia, buena memoria y elocuencia, son seres
TXHGHIRUPDQORVKHFKRVFRQVXVPHQWLUDV\DFWRVGH³PDODIH´114. Entonces lo va a declarar un

6HUVHPLORFRVHPLSHUYHUVR>«\@ORTXHGDDHVWHGHJHQHUDQGRXQVHOORHVSHFLDO\KDFH
de él un tipo peligroso que debe ser aislado, es que >«] pone al servicio de sus
disposiciones morbosas una actividad que no conoce obstáculos. Bajo pretexto de que es
perseguido, de que es víctima de la envidia o de la malevolencia de alguien, se convierte
en el peor de los perseguidores y busca a cualquier precio una reparación o una venganza.
>«@ 3DVD VX YLGD HQ ORV SDVLOORV GH ORV WULEXQDOHV \ HQ ODV DQWHVDODV GH ORV 0LQLVWHULRV
LPSRUWXQDQGRDODVDXWRULGDGHV«

Por su parte, tanto Amaya como Buendía se alejan de la dura posición de Alvarado ±lo que no
significa que no consideraran que los locos fueran peligrosos± para retomar principalmente la
idea médico legal de declarar como irresponsable a los enfermos de locura por sus acciones
delictivas. Aunque es muy poco lo que Amaya le dedica al tema, sí es contundente al dictaminar
que ³(OLQGLYLGXRHQHVWDGRGHGHOLULRQRKDFHXVROLEUHPHQWHGHVXVIDFXOWDGHVLQWHOHFWXDOHV\
por lo tanto no está en capacidad de expresar su voluntad libremente115 en los términos de un
contrato´116. 0iVDGHODQWHYDDDILUPDUTXH³HOLQGLYLGXRTXHSDGHFHXQDFFHVRGHGHOLULR\PiV
si éste es violento, puede entregarse a los actos más desrazonables y no es raro que un delirante,
acosado por sus ideas de persecución, por sus terribles alucinaciones, hiera o mate a uno o a
muchos de los individuos que quieran contener u oponerse a sus determinaciones. Se concibe
TXHHQHVWHFDVRVXLUUHVSRQVDELOLGDGHVFRPSOHWD´117.

114 ALVARADO, Op.cit., p. 24

115 Las itálicas son del autor.

116 AMAYA, Op.cit., p. 78

117 Ibíd., p. 79

46
Ahora bien, es Nicolás Buendía quien tal vez dedica mayor cantidad de su tesis a estudiar las
monomanías desde el punto de vista médico-legal (como se titula su tercer capítulo), y a exponer
un amplio número de observaciones de casos en los que enfermos mentales se vieron
involucrados en delitos y fueron eximidos de sus actos. Para Buendía, el médico es una pieza
clave a la hora de determinar la culpabilidad o la enfermedad de un individuo, pues tiene la
capacidad de analizar el estado mental de las personas a partir de lo que la herencia, la
fisionomía, los antecedentes y demás características científicas le permiten concluir. Sin
embargo, el autor acepta la dificultad de este proceso, pues muchas veces los locos parecen
lúcidos y capaces de premeditar sus acciones:

Es este un error de la más alta trascendencia: en efecto, la ciencia y la observación


demuestran que si en la mayoría de los casos los atentados cometidos por los
monomaníacos impulsivos son el resultado de determinaciones automáticas e insensatas,
no es menos cierto que la premeditación no excluye la posibilidad de la locura, porque es
frecuente observar que los monomaníacos llevan a cabo sus planes con una paciencia.
Una coordinación y una actividad verdaderamente sorprendente118.

De hecho Buendía, a diferencia de Alvarado, es un aguerrido defensor de la inocencia de los


enfermos de locura, y condena enérgicamente la doctrina que pretende que los enfermos se
hagan responsables por sus acciones, tildándola ast GH ³PX\ SRFR KXPDQLWDULD \ PX\ SRFR
racional, [pues] quitaría a los monomaníacos el beneficio de la inmunidad legal, inmunidad que
tan sólo conceden las legislaciones a las víctimas de una enfermedad que entorpezca la acción
GHO OLEUH DOEHGUtR´119. No obstante, el autor aclara que tal juicio de irresponsabilidad es
únicamente válido si se comprueba científicamente que, efectivamente el individuo, al cometer el
delito, sufría de una lesión que SHUWXUEyVXYROXQWDG\OR³REOLJy´DOOHJDUDOGHVSUHFLDEOHDFWR
Siguiendo lo anteriormente planteado, Buendía se enorgullece al decir que el código penal
colombiano tiene el mismo ³HVStULWX´ que los códigos penales de Alemania y Francia que
otorgan beneficios a los sujetos que durante los crímenes se vieron inmersos en lesiones que

118 BUENDÍA, Op.cit., p. 61

119 Ibid., p. 65

47
afectaron su libre albedrío. Sin embargo, el autor critica el hecho de que el código penal
colombiano no usara explícitamente la palabra irresponsable: ³1XHVWUR &yGLJR 3HQDO OODPD
LPSURSLDPHQWHH[FXVDEOHHQYH]GHGHQRPLQDULUUHVSRQVDEOH³DOLQGLYLGXRTXHVHKDOOHHQHVWDGR
de verdadera demencia o locura al tiempo de cometer la acción, o privado involuntariamente del
XVRGHODUD]yQ´ ,QFLVRƒGHODUWtFXORGHO&yGLJR3HQDO ´120.

Finalmente, con respecto a las observaciones a varios casos de monomaníacos que cometieron
crímenes ±por lo general asesinatos±, vale la pena mencionar que siempre fueron encontrados
LUUHVSRQVDEOHVVLJXLHQGRXQDVHULHGHFXHVWLRQHV³UHYHODGRUDV´GHODQiOLVLVSURSLDPHQWHPpGLFR
A partir de lo que se puede extraer del análisis de la tesis de Buendía, se evidencia que conductas
³H[FpQWULFDV´ KDEODUVolos, ser indiferentes, tener cambios de carácter), sumado a la disminución
de lDV IDFXOWDGHV \ D XQ HYLGHQWH HVWDGR PHQWDO ³DQRUPDO´ SHUPLWLHURQ FRQFOXLU TXH ORV
individuos sufrieron de monomanías impulsivas a la hora de cometer los crímenes. Más
importante aún ±y lo que parece diferenciar al loco del criminal±, estos enfermos no tenían
motivo alguno para matar a sus víctimas, lo que según el autor resultó un hecho clave y
contundente de irresponsabilidad SRU HQIHUPHGDG SXHVWR TXH ³HV HYLGHQWH TXH HO FULPHQ VLQ
motivo ni móvil no es propio del hombre cuerdo, y que la ilustración perfecciona el criterio y
hace que la voluntad se resista a la consumación de un crimen sin que haya un motivo siquiera
aparente que pueda, si no justificarlo, a lo menos darle alguna explicación. 121´ Así podría
concluirse que a diferencia del criminal, el loco no tiene motivos para cometer delitos, pues
como el examen médico deja demostrado, la lesión mental inhibe la capacidad de acción de la
voluntad correcta. Además de lo anterior, la tesis de Buendía resulta reveladora para entender la
manera en que los médicos colombianos pensaron la distinción entre locura y medicina. A
diferencia del criminal, el loco no posee una naturaleza malvada, es decir que el enfermo de
locura no comete crímenes por rencor, desagravio o malicia alguna, sino porque sus afecciones
³PyUELGDV´ lo llevan a ello. De tal manera, al referirse a los monomaníacos incendiarios, y al
FRPSDUDUORV FRQ ORV´ LGLRWDV´ H ³LPEpFLOHV´ %XHQGtD DWHVWLJXD TXH ³SUHQGH IXHJR VLQ PRWLYR

120 Ibid., p. 69

121 Ibid., p. 45

48
apreciable, sin ser guiado por ningún sentimiento de maldad, de venganza o de odio; es frecuente
YHUTXHLQFHQGLHODSURSLHGDGGHXQDSHUVRQDLQGLIHUHQWHSDUDpO\KDVWDVXSURSLDFDVD´122.

La locura como ³enfermedad social´

Como ya lo reveló el análisis de temáticas tales como las causas, la fisionomía y la definición
misma de la locura, lograr objetivar por completo los parámetros por medio de los cuales se
empezó a comprender este tema fue una tarea difícil. A pesar de que se intentara separar por
completo el saber y la percepción popular de la locura, de la mirada racional, objetiva y
científica, fue imposible para los primeros médicos bogotanos. Efectivamente, estos científicos
de la locura terminaban cayendo muchas veces en prejuicios sociales y juicios morales de la
enfermedad y del enfermo. Por lo anterior, resulta de gran importancia recurrir a la propuesta de
Carlos Noguera123 para concluir que a final de cuentan la locura, ±al igual que la lepra, la sífilis,
el alcoholismo, la mendicidad y la prostitución entre otras± debe ser entendida como una
³HQIHUPHGDGVRFLDO´. Se trataba pues de un ³FRQMXQWRDPSOLR\QRELHQGHOLPLWDGRGHVtQWRPDV\
VLJQRV TXH DIHFWDEDQ HO ³FXHUSR VRFLDO´ \ FX\DV FRQVHFXHQFLDV PiV HYLGHQWHV HUDQ OD
degeneración fisiológica y moral´124. Lo interesante con respHFWR D ODV ³HQIHUPHGDGHV´ TXH
podían clasificarse como sociales, es que, según el autor, se localizaron en la delgada línea que
dividía ODPRUDOGHODFLHQFLD³(QQLQJ~QRWURWLSRGHHQIHUPHGDGHVVHSHUFLEHWDQFODUDPHQWHOD
imposibilidad de los médicos para establecer límites precisos entre los saberes científicos y los
prejuicios y preceptos morales de su época´125. No obstante, explica también Noguera, fue tal
naturaleza ambigua lo que permitió a los médicos de la época insertarse en los escenarios de
poder y control sobre la población. Lo que esto quiere decir es que, tal ambigüedad, permitió
muchas veces realizar juicios arbitrarios sobre la población, basados no tanto en la irrefutable
prueba científica, como si en las ideas y prejuicios que los médicos conservaron con respecto al

122 Ibíd., p. 53

123 NOGUERA. Op.cit., p. 183

124 Ibid., p. 183

125 Ibid., p. 183

49
orden social que se debía mantener. Triunfan entonces ideas sobre lo que los integrantes de la
VRFLHGDG ERJRWDQD ³GHEtDQ VHU´ HV GHFLU TXH FRQGXFWDV UHSURFKDEOHV HQ WpUPLQRV VRFLDOHV
terminan por convertirse en síntomas y/o características de este tipo de enfermedades. Lo
anterior puede evidenciarse y ejemplificarse a partir de las tesis de Aguirre Plata, Buendía,
Amaya y Alvarado.

En efecto, existen hábitos y conductas que los médicos aquí analizados entienden como
³QRUPDOHV´\³UD]RQDEOHV´&XDQGRHQXQLQGLYLGXRVHUDVWUHDQFRPSRUWDPLHQWRVTXHYDQFRQWUD
lo que se espera de la persona ±contra el deber ser± se sospecha entonces que el individuo sufre
de algún tipo de mal que afecta las capacidades de razonar libremente. De esta manera, no es
posible que cierto tipo de comportamientos reprochables existan dentro de la sociedad bogotana,
a no ser que su causa se halle en lesiones corporales que no dependen de la persona. Un ejemplo
de lo anterior se hace evidente en la tesis de Nicolás Buendía126 quien, al referirse a las
monomanías de embriaguez, señala que la tendencia incontrolable a ingerir bebidas alcohólicas
es en muchas personas un síntoma de un tipo de enfermedad específica, de la cual quien la sufre
no tiene responsabiliGDGDOJXQD³9HQVHHQWRQFHVSHUVRQDVFX\DHGXFDFLyQFX\DLQWHOLJHQFLD\
cuyos antecedentes de honorabilidad son conocidos, romper con todos los principios de la
templanza y con todos los miramientos debidos a su familia y a la sociedad, para entregarse a sus
insensatos excesos >«@8QD YH] TXH HO DFFHVR KD WHUPLQDGR YXHOYH GH QXHYR HO GLSVyPDQR D
tomar sus hábitos razonables y su vida ordenada;127´Dos cosas se pueden decir con respecto al
HMHPSOR DQWHULRU 3RU XQ ODGR VH HYLGHQFLD XQ FODUR ³GHEHU VHU´ GH las personas que se ve
WUDVWRUQDGRSRUODHQIHUPHGDG6HKDFHQDOXVLRQHVDXQ³RUGHQ´LGHDO\FLertos hábitos deseables
en un individuo tales como conservar el honor y responder ante las instituciones de la sociedad y
de la familia. Por otro lado, surge la duda con respecto a la objetividad que tal criterio ejerce.
¿Qué tan arbitraria puede resultar la selección de los individuos que sí caben dentro de la
categoría de enfermos y los que por el contrario permanecen en la reprochable categoría de
³ERUUDFKRV´" Evidentemente, la sanción social sería menor hacia una persona alcohólica que ha

126 BUENDÍA. Op.cit., p. 55

127 Ibid., p. 56

50
sido diagnostica con dipsomanía (monomanía de la embriaguez), en comparación con un
DOFRKyOLFRTXHDOSDUHFHUORHVSRUYROXQWDG\SRUXQDFLHUWD³PDOGDG´HQVXHVStULWX¢+Dsta qué
punto la enfermedad se convierte en una excusa para proteger a algunos y condenar a otros
tantos?

También Alejo Amaya128 hace evidente en su tesis lo difícil que era para los médicos de la época
separar definitivamente el discurso científico de sus propios prejuicios. En este caso, la
concepción que para entonces se tenía de las mujeres y su rol dentro de la sociedad, revela la
subjetividad que muchas veces manejaron los científicos a la hora de diagnosticar la enfermedad,
en este caso, el delirio no vesánico. Amaya expone entonces un cierto tipo de locura que
GHQRPLQD³GHOLULRSRVWSDUWR´\TXHDWDFDDODVPXMHUHVFRPRVXQRPEUHORLQGLFDGHVSXpVGH
que estas dan a luz. Según el autor, el delirio se hace evidente cuando las mujeres se comportan
dH XQD PDQHUD FRQWUDULD D FRPR ³GHEtDQ´ FRPSRUWDUVH VHJ~Q OR TXH OD VRFLHGDG HVSHUDED GH
ellas.

En su manifestación más simple, en su forma más benigna, si así podemos llamarla, este
delirio se manifiesta por actos que repugnan por su contraste con la educación
parturienta, y no es raro ver entonces mujeres de educación refinada y de exquisita
cultura, proferir palabras descompuestas que sólo su estado mental puede explicarnos. En
ocasiones es un odio, un deseo de ultrajar al marido el que les acomete, y en más de una
vez, logran pasar a vías de hecho, con lo cual el paciente consorte tiene que sufrir una
buena propina de pellizcos, bofetadas y violentas tracciones del pelo129.

La imagen predominante que sobre la mujer del siglo XIX y varias décadas del siglo XX
tuvieron los hombres, tendió a ser aquella en la que se le caracterizó como una persona sumisa,
débil, hogareña y entregada a los deseos y necesidades de su marido 130. Siguiendo la cita de

128 AMAYA. Op.cit., p. 66

129 Ibid., p. 66

130 Sobre la mujer durante el Olimpo Radical, la historiadora Suzy Bermúdez explica que la imagen dominante fue una
romántica y permeada del discurso religioso propio del catolicismo. Entre otras características, la mujer de la época era descrita
³FRPRXQVHUSDVLYRFX\DPHQWHHVWDEDHQEODQFR\FX\DYLGDVHOLPLWDEDDOHVSDFLRGHOKRJDUSURSio, o al de otras familias y la
LJOHVLD´ %(50Ò'(= 6X]\S  $GHPiVGHORDQWHULRU OD PXMHUHUDFRQVLGHUDGDFRPRXQ VHUYXOQHUDEOHItVLFDPHQWH\
51
Amaya, se puede inferir que el que una mujer ofendiera y atacara a su marido era visto como una
completa anormalidad dentro de la sociedad. Sin embargo, si hechos de tal índole llegaban a
presentarse, la explicación no podría ser otra que algún tipo de lesión mental o corporal que
estaba obligando a la mujer de comportarse de una manera tan irregular e insensata.
Evidentemente, era imposible a los ojos de los médicos (hombres) de la época pensar que una
mujer se resistiera racionalmente a la inferioridad a la que era expuesta día tras día por la
inminentemente sociedad bogotana masculina y masculinizada. Resultaba impensable el que una
mujer, además educada, se comportara tan reprochablemente, razón por la cual la explicación
terminó siendo del tipo médico.

Por otra parte, la tesis de Francisco Alvarado refleja las coyunturas y los pensamientos propios
de su época al numerar las causas que llevan a que algunas personas padezcan de un tipo de
deliro de persecución específico que denomina erotomanía. La erotomanía, coloquialmente
conocida como amor platónico, es sugerida por el autor como el resultado de ciertos hábitos que
más que factores o causas de las que da prueba científica, parecen señalamientos sobre lo que el
DXWRU MX]JD FRPR DFWLYLGDGHV DSURSLDGDV R LQDSURSLDGDV ³/DV FDXVDV TXH FRQWULEX\HQ D
desarrollar la erotomanía son, entre otras: un temperamento nervioso, una imaginación ardiente,
OD YLGD GHVRFXSDGD OD OHFWXUD DVLGXD GH QRYHODV VHQWLPHQWDOHV \ HUyWLFDV´131. Lo que podría
considerarse como causas objetivas y demostrables de la erotomanía tales como la herencia
genética o las lesiones en el cráneo, se mezclan con otras causas que resultan sumamente
cuestionables por la carencia que tienen de bases o sustentos científicos que demuestren que tal
cosa si es posible. Resulta de alguna manera contradictorio pretendeU  ³FLHQWLILFDU´ OD ORFXUD
acudiendo a argumentos totalmente inmersos en concepciones subjetivas sobre lo que no se debe
VHU QL KDFHU (Q HIHFWR DO FRQVLGHUDU TXH FXHVWLRQHV WDOHV FRPR XQD ³YLGD GHVRFXSDGD´ R OD
lectura de cierto tipo de obras, genera la aparición de una enfermedad, resulta no sólo
controvertible sino que saca a la luz ideas sobre lo que se espera de los integrantes de la

propenso a todo tipo de males. BERMÚDEZ, Suzy. El bello sexo: La mujer y la familia durante el Olimpo Radical. Santafé de
Bogotá: Ediciones Uniandes; ECOE Ediciones, 1993.

131 ALVARADO. Op.cit., p. 32

52
sociedad. Así, se inferiría que lo que la sociedad de la época esperaba de sus ciudadanos era que
fueran personas útiles y productivas, y que no malgastaran su tiempo dándole rienda suelta a la
LPDJLQDFLyQ'HVSXpVGHKDEHUYLVWRHOFRQWH[WRHQHOTXHHVWHSURFHVRGH³FLHQWLILFDFLyQ´GHOD
locura se inscribió, valdría la pena sugerir que la nueva mentalidad capitalista, progresista y
³PRGHUQD´ SURSXJQy HVWH WLSR GH GLVFXUVRV TXH SRGUtDQ OODPDUVH SUR XWLOLWDULVWDV \ TXH
terminaron por camuflar imparcialidades ±o más bien prejuicios y pensamientos propios de la
época±, dentro del discurso científico.

Finalmente, la tesis de Carlos Aguirre Plata termina de aseverar el hecho de que la locura fue en
efecto construida ±posiblemente de manera involuntaria± FRPR XQD ³HQIHUPHGDG VRFLDO´ HQ OD
que actos, comportamientos y tendencias social y moralmente condenables se transformaron en
síntomas o consecuencias de la enfermedad misma. En efecto, se consideraba que cualquier
WHQGHQFLD ³DQRUPDO´ QR HUD SRVLEOH HQ ODV SHUVRQDV D QR VHU TXH XQD FRQGLFLyQ DMHQD DO
individuo mismo, fuera la causante. De tal manera, al explicar un tipo de epilepsia denominada
larvada, Aguirre parece tener dificultades para describirla y explicarla científicamente. Así, el
autor explica ciertos momentos esporádicos y cortos de anomalía en el carácter y el
comportamiento, como un tipo de epilepsia que se da en determinados momentos de
susceptibilidad ±sin profundizar más en razones de tipo biológicas que podrían llegar a
generarla± &RQVHFXHQWHPHQWH ORV PRPHQWRV HQ ORV TXH VH SUHVHQWDQ ³UDUH]DV´ HQ ORV
razonamientos y las elecciones morales, deben ser diferenciados ±en ciertos individuos± como
DFFHVRVGHHSLOHSVLDODUYDGD³([LVWHXQDFDWHJRUtDGHLQGLYLGXRVHSLOpSWLFRVTXHHQpSRFDVKDVWD
cierto punto periódicas son susceptibles de presentar súbitamente y de la manera inesperada
anomalías intelectuales en las expresiones que usan del lenguaje, aberraciones en la conducta y
en su modo de ser habitual, impulsiones violentas >«@(VWRV LQGLYLGXRV QR VRQ H[FpQWULFRV
extravagantes, inmorales, sino en este estado epiléptico.132´ Además de la carencia de
H[SOLFDFLRQHV ³REMHWLYDV´ \ FLHQWtILFDPHQWH GHPRVWUDGDV HO DXWRU SDUHFH HVWDU MXVWLILFDQGR
³PDORV´ FRPSRUWDPLHQWRV HQ FLHUWDV SHUVRQDV SXHV HIHFWLYDPHQWH QR WRGR DTXHO TXH IXHUD
inmoral y grosero iba a ser excusado por sufrir epilepsia larvada. Tal discurso médico permeado

132 AGUIRRE. Op.cit., p. 19

53
de lo que se tenía por orden social, queda una vez más evidenciado cuando el autor se realiza el
VLJXLHQWHFXHVWLRQDPLHQWR³<DTXHODHSLOHSVLDSXHGHSDVDUGHVDSHUFLELGD\TXHWUDHYDULDFLRQHV
en el carácter, como más adelante lo veremos, nos ocurren las siguientes preguntas: ¿Ciertos
niños de instintos perversos, mentirosos o feroces periódicamente, no serán epilépticos
desconocidos?133

Conclusión

A manera de conclusión, se retomará de manera muy breve lo que la presente tesis hizo para
abordar los objetivos propuestos en un principio. En un primer momento, se evidenció la
existencia a mediados del siglo XIX en Bogotá, de un saber, o una tradición, popular que recreó
y reprodujo una imagen del loco a partir de lo que los sentidos permitían aprehender de tales
personajes. De tal manera, se sostuvo que para aquel entonces, primó lo visual a la hora de
construir la imagen del loco, dándole prioridad así a elementos tales como los movimientos
estrafalarios o los vestidos y accesorios coloridos. También a este respecto se argumentó que
para mediados de siglo XIX, los locos hicieron parte importante del paisaje cotidiano de la
ciudad, convirtiéndose así en personajes típicos que andaban sueltos por la calle y que la
sociedad entera apropió como parte integrante de su vida.

No obstante, la anterior representación del loco y la locura empiezan a transformarse


principalmente desde la década de los setenta del siglo XIX. Se evidenció que el cambio en la
forma de concebir, tratar y relacionarse con el loco surgió gracias a la confluencia de múltiples
factores: 1) el embrionario proceso de industrialización en el país; 2) el auge de un movimiento
progresista y modernista influenciado por el pensamiento positivista de la época; 3) el
fortalecimiento del sistema capitalista; 4) el proceso por el que atravesó Bogotá y que constituyo
su paso de pueblo grande a ciudad moderna ±lo que a su vez implicó mejoras materiales y
morales ±; 5) la consolidación del estado-nación colombiano que implicó una ruptura con las

133 Ibid., p. 23

54
estructuras coloniales; 6) la preocupación que generó el desolador panorama de suciedad, malos
olores, pobreza, retroceso, inseguridad y decadencia moral que sufría la ciudad; 7) y finalmente,
la adquisición por parte de ciertos sectores de la sociedad de una nueva sensibilidad por el
espacio propiamente urbano (urbanidad). La confluencias de los anteriores, y seguramente
muchos otros factores, llevó a que se difundieran estudios de higiene, se consolidara la
importancia del científico como autoridad nacional, se crearan instituciones especializadas en el
aislamiento de ciertos tipos de individuos y se difundieran e intensificaran los estudios
científicos dirigidos a tratar temas anteriormente desconocidos tales como el de la enfermedad
mental.

Dado el contexto anteriormente recordado, se expuso la idea de que las imágenes del loco y la
locura cambiaron en la medida en que de pertenecer al campo de lo desconocido y del
conocimiento popular, pasaron a pertenecer al dominio del saber científico que buscaba explicar
tales fenómenos desde la medicina. De tal manera, bajo una enorme influencia de la ciencia
europea, surgieron innumerables estudios sobre las enfermedades mentales, creando así un nuevo
discurso alrededor del loco y la locura, y dotándolos de nuevos significados. A partir de los
análisis de las tesis de cuatro médicos que ejercieron sus estudios en Bogotá, se pretendió
reconstruir esa nueva imagen que del loco empezaba a surgir. Se concluyó entonces que la locura
ahora se entendía como una enfermedad y que el loco era un paciente enfermo que requería de la
ayuda de la medicina para sobrepasar su terrible mal. Al convertirse en una enfermedad, la
locura fue explicada a partir de fallas orgánicas o males cerebrales. Por otro lado, se evidenció
que los médicos de la época buscaron diferenciar al loco del criminal e irresponsabilizarlo de sus
crímenes en la medida en que el primero era un enfermo que obraba contra su voluntad y
raciocinio, mientras que el segundo poseía una maldad innata. En cuanto a la fisionomía que
estos hombres médicos crearon para los locos y la locura, se constató que se aludían a ciertas
características diferenciadoras tales como deformidades craneanas, asimetría facial, anomalías en
dentaduras y mandíbulas, formas de mirar particulares, y hasta un posible parecido con los
primates. Sin embargo, y como parte esencial del presente proyecto, se demostró que el discurso
médico que definió la nueva imagen del loco y de la locura, estuvo siempre inmerso en un
sinnúmero de prejuicios sociales y preocupaciones propias de la época. Así, se indicó que la
55
ORFXUDPiVTXHXQDHQIHUPHGDGFRPRFXDOTXLHURWUDUHVXOWRVLHQGRXQD³HQIHUPHGDGVRFLDO´HQ
la medida en que se construía entre la moral y la ciencia, reproduciendo ideas del deber ser y de
lo que las mD\RUtDVFRQVLGHUDEDQFRPR³QRUPDO´

No obstante, son muchos los campos que quedan aún por explorar y explotar con respecto al loco
y la locura en Colombia. Por ejemplo, vale la pena preguntarse ¿cuál fue el papel que jugaron
otros sectores dominantes de la sociedad ±tales como la Iglesia o las facciones políticas± a la
hora de construir y consolidar esta nueva imagen del loco y de la locura? Otras preguntas que
surgen del tema que en esta tesis se trató y que podrían revelar nuevos horizontes son las
siguientes: ¿Cuáles fueron concretamente las repercusiones (sociales, culturales, políticas y
económicos) que tales representaciones generaron en la vida diaria de la sociedad colombiana de
la época propuesta? ¿Cómo se vieron afectados los enfermos, sus familiares y el sistema social
en general con la constitución de una forma científica de segregar y controlar la población? ¿Qué
tipo de sociedad y orden se estaba propugnando al clasificar científicamente cierto tipo de
individuos? ¿Qué otras representaciones ±no hegemónicas± del loco, la loca y la locura pudieron
generarse paralelamente a la representación científica? Finalmente, resultaría sumamente
interesante, y de gran ayuda para complementar este tipo de trabajo, preguntarse por lo que
estaba sucediendo paralelamente con la representación del loco y de la locura en espacios
rurales.

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Bibliografía

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