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ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE No.

Esta actividad será desarrollada siempre y cuando se absuelvan las


preguntas que contiene el siguiente cuestionario.

1. ¿Qué es la ley?

Esta palabra, etimológicamente, deriva de la voz latina lex o legis para


referirse a la regla, norma constante e invariable de las cosas, nacida de
la causa primero o de sus propias cualidades y condiciones.

Desde el punto de vista jurídico, la ley se la define como un mandato de


orden público que emana de la suprema autoridad para mandar o
prohibir actos humanos que están en consonancia con la justicia y el bien
común de los gobernados.

2. ¿Cuáles son los efectos de la derogación de la ley?

Por su propia naturaleza, la derogación es contraria a la promulgación.


Sintácticamente derogado proviene del verbo derogar, que es sinónimo
de abolir y anular, respectivamente.

De acuerdo a lo que señala el articulo I del Título Preliminar del Código


Civil que dice que la ley se deroga solo por otra ley, podemos decir que la
derogación de la ley es el acto de orden público que deja sin efecto la
vigencia de una ley, por ser incompatible con una nueva o con la vigencia
de otra ley anterior.

3. ¿En qué consiste el acto procesal de la comparecencia?

Comparecencia es el “Acto de presentarse según lo acordado, personalmente o


por medio de un representante o un escrito, ante otro u otros”

Para establecer una relación entre este significado común y el sentido jurídico,
podemos decir que la comparecencia es el acto procesal por el cual una persona
natural o jurídica o un patrimonio autónomo; de modo directo o a través de
representante legal, se presenta al Poder Judicial; ya sea con una demanda /
pretensión o con una contestación.

4. ¿Ponga dos ejemplos de la manifestación del orden público?

- Leyes especiales
- Las normas
- Contrato de matrimonio
- Las ordenanzas municipales
- La policía debe encargarse de mantener el orden público y de evitar
incidentes”
- ORDEN PUBLICO: El orden público es el núcleo, el aspecto central y más sólido y
perdurable, del orden social. Es el conjunto de aquellas características y valores de la
convivencia que una sociedad considera como "no negociables". Se lo considera
sinónimo de convivencia ordenada, segura, pacífica y equilibrada. Es objeto de una fuerte
reglamentación legal, para su tutela preventiva, contextual, sucesiva o represiva. En el
Derecho Constitucional se lo considera como el límite para el ejercicio de los derechos
individuales y sociales. En el Derecho Privado, es el límite para la autonomía negociadora
de las partes. En el Derecho Internacional Privado, es el límite para la aplicación del
reenvío: la aplicación de la norma extranjera, que sería viable según otros criterios, no
resulta aplicable si afecta el orden público del país de aplicación. El Derecho Internacional
Público también considera la existencia de un orden público internacional, formado por los
principios constitucionales de la comunidad de naciones; es considerado el límite de la
actividad contractual y de la práctica consuetudinaria interestatal.

5. ¿Qué concepto tiene usted de las buenas costumbres?

El buen hábito, modo habitual de obrar o proceder establecido por


tradición o por la repetición de los mismos actos y que puede llegar a
adquirir fuerza de precepto.

Las buenas costumbres en sí son formas y maneras de comportamiento


de las personas en cualquier de los escenarios cotidianos de la vida en
sociedad. También suele decirse que son buenas costumbres las formas
de ser de las personas que hacen de sí, su estima y ponderación, que los
ubica dentro del contexto social como personas distintas entre ellas pero
que al mismo tiempo, en su conjunto, conforman identidad ciudadana,
regional o nacional, según corresponda a una época y a un momento
determinado en un espacio geográfico establecido.

Las buenas costumbres se basan sobre todo en la armonía que deben


tener las personas con y entre sus semejantes, procurando hacer los
derechos de los unos y de los otros, así como contribuir para que la
persona cumpla con sus obligaciones, todo con la finalidad de mantener
una convivencia pacifica. Esto quiere decir que la costumbre también
como en el caso del orden público tiene el sustento de los valores dentro
del campo de la deontología.

Carlos López Castro da un sustentado criterio respecto a las buenas


costumbres, haciendo ver que el Juzgamiento de los aactos de la persona
dentro del campo de la moralidad pública sanciona en sí, como
costumbre, la forma de ser de la persona que lo identifica dentro de su
grupo, pero como esta persona recibe influencias y da sus
comportamientos a los demás, su comportamiento, que al inicio es único,
se convierte en hecho o acto plural empleado por los integrantes de la
comunidad.
Este comportamiento comunitario propio y único de una época y un
espacio geográfico propio, es inconfundible. Esta característica de la vida
social con el devenir de los años se convierte en un pasado que en la
historia de la humanidad se conoce como folclore; por ejemplo, la moda de
antaño, las formas de vivir de las generaraciones pasadas y que en la
actualidad induce a las generaciones del presente, la pretensión de querer
conocer aquella forma de vida y de tradición llamativa para constituirse
muchas veces en el acicate del turismo. Siendo ésta una realidad en
nuestra estructura social viene el deseo de viajar al Cusco para conocer
históricamente, por ejemplo, cómo fue nuestro pasado. Conocer la fiesta
del Inti Raymi y de la pluralidad de esctáculos nos permitirá saber de cerca
la adoración a la Pachamama y todo el culto al Dios Inti.

Como se puede advertir, la costumbre imprime la personalidad individual y la


personalidad colectiva, siendo ésta última el bosquejo del pasado impuesto
por la forma de ser de cada uno, es decir de la costumbre, que hasta llega
a imponer corrientes artísticas como es el caso de la pintura costumbrista
en el contexto peruano.

ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE No. 2

Esta actividad será desarrollada siempre y cuando se absuelva el


cuestionario que contiene el siguiente interrogatorio.

1. ¿Ponga dos ejemplos donde se pueda percibir con claridad el


concepto de derecho objetivo y de derecho subjetivo?

El Derecho Objetivo se puede definir como:

El conjunto de reglas que rigen la convivencia de los hombres en sociedad.


Norma o conjunto de normas que por una parte otorgan derechos o facultades y
por la otra, correlativamente, establecen o imponen obligaciones.
Conjunto de normas que regulan la conducta de los hombres, con el objeto de
establecer un ordenamiento justo de convivencia humana

EJEMPLO:
Si un individuo puede exigir que se le entregue el periódico a cambio de su precio,
es porque hay una regla o conjunto de reglas que así lo disponen, como también
preceptúan que el vendedor pueda exigir el pago de la mercancía. La existencia de
una regla o norma preestablecida es lo que da soporte jurídico, a todos los hechos
y, de este modo nos pone en contacto con el Derecho.

El derecho subjetivo es el reconocimiento del ordenamiento jurídico de un poder con


efectos jurídicos y protección jurisdiccional a las personas

derecho subjetivo es una facultad en inglés es más fácil distinguir entre el derecho
subjetivo del objetivo, siendo el primero right y el segundo law.
Un ejemplo de derecho subjetivo sería el derecho a la vida o la libertad de
expresión.
El derecho positivo es el derecho que ha sido positivado, esto es, establecido a
través de un procedimiento legislativo como derecho válido y vigente.
Un ejemplo sería la propia Constitución de tu país o el Código Penal y el Código
Civil.
Quizá te sirve esto:
2. ¿Precise, con claridad y en pocas palabras, el interés como requisito
de la demanda?

El interés para obrar es parte de la acción o sea del fondo de la demanda


y constituye el otro elemento de fondo para que una demanda sea
admitida es decir para que el juez al calificarla dicte el auto admisorio por
ser de ley, por cuanto el escrito cumplió con los presupuestos de la
procedibilidad.

3. ¿Qué concepto tiene usted de las causales del divorcio?

El divorcio es la disolución del matrimonio.

La institución del divorcio ha aparecido a lo largo de la Historia bajo


formas muy diversas, si bien no todas las culturas lo han admitido, ya sea
por motivos de índole religiosa o por razones económicas, políticas o
sociales. Con carácter general, el matrimonio no era indisoluble en la
sociedades primitivas, y la iniciativa para su ruptura correspondía de
ordinario al hombre. Los estudios etnográficos han confirmado la
existencia de causas de divorcio de muy distinta naturaleza, como el
adulterio, que es la más común, la embriaguez o la esterilidad
(curiosamente, en muchas culturas el nacimiento de un hijo otorgaba
carácter indisoluble al matrimonio). La figura de la repudiación,
consistente en rechazar al cónyuge por la existencia de una conducta
culpable por su parte, existía en numerosas sociedades y, salvo
excepciones, estaba reservada al varón.

En la antigua Babilonia el divorcio podía ser pedido indistintamente por el


hombre y la mujer, aunque el adulterio cometido por ésta se encontraba
penado con la muerte, y en el mundo hebreo se reconocía la repudiación
de la esposa por parte del marido sin necesidad de causa alguna, así
como el divorcio por mutuo disenso, igualmente sin necesidad de acreditar
ninguna circunstancia especial, o a iniciativa de cualquiera de los
cónyuges, si bien en el caso de la mujer existía un mayor rigor a la hora
de valorar las causas. También en la antigua Grecia se admitía el divorcio,
tanto a iniciativa del hombre como de la mujer, así como la repudiación de
ésta, a la cual debía serle restituida la dote. Existía incluso la obligación
de repudiar a la mujer adultera, y, de no hacerlo, el marido ultrajado podía
perder sus derechos civiles. En Roma, la figura del divorcio no se
generalizó hasta el siglo II a.C., aunque, al estar basado el matrimonio en
el affectus maritalis, cuando desaparecía éste se consideraba que el
vínculo no debía permanecer vigente. Por ello, era admitido por mutuo
disenso de ambos cónyuges sin necesidad de ninguna causa especial. El
anterior era el llamado divortium, mientras que a la disolución por voluntad
de uno sólo de ellos se la denominaba repudium, términos de los cuales
se derivan los actualmente empleados. No se hablaba de divortium en el
caso de ruptura del vínculo por muerte o nulidad del matrimonio. Existían
dos tipos de matrimonio, el sine manu, en el cual se daba una menor
dependencia de la mujer respecto del marido, y el cum manu, en el que
sólo el marido tenía derecho a la repudiación de la esposa.

Durante los primeros tiempos del cristianismo se continuó practicando el


divorcio, aunque paulatinamente la Iglesia fue penalizándolo. El Derecho
germánico lo admitía ampliamente, pudiendo ser pedido de mutuo
acuerdo o unilateralmente por el marido, en caso de concurrir justa causa.
En una primera etapa no le estaba permitido a la mujer, aunque sí se le
consistió solicitarlo en ciertos casos durante la época de los francos. A
partir de Carlomagno comenzó a hacerse más evidente la influencia de la
doctrina canónica, y en el siglo X los tribunales eclesiásticos comenzaron
a encargarse de causas de divorcio. El debate acerca de la indisolubilidad
del vínculo se prolongó hasta la celebración del concilio de Trento (1563),
en el cual se impuso definitivamente la teoría agustiniana acerca del
carácter absoluto de aquélla. Rechazado el divorcio, el Derecho canónico
admitió la llamada separación de cuerpos, que debía ser decretada
judicialmente.

La Reforma de Lutero se mostró contraria al principio de la indisolubilidad


del matrimonio y admitió la ruptura del vínculo en ciertos casos graves,
como el adulterio y el abandono injustificado del hogar, que también
constituían causa de divorcio en el ámbito de la Iglesia ortodoxa. Esto
significó la reaparición de la institución en las naciones que abrazaron el
protestantismo, las cuales fueron incorporándola a sus legislaciones. Las
teorías acerca de la naturaleza contractual del matrimonio, propugnadas
por los filósofos racionalistas del XVIII, se fueron abriendo paso
paulatinamente e impregnaron la legislación positiva de países
tradicionalmente católicos. Así, el parlamento de Prusia (Landsrecht) lo
admitió ampliamente en 1794, dos años después de que en Francia se
promulgase la ley de 20 de noviembre, que constituye el principal
antecedente de los sistemas modernos. En su texto se fundamenta la
admisión del divorcio en la necesidad de proteger el derecho a la libertad
individual de los cónyuges, que debe existir tanto para establecer el
vínculo como para romperlo. Esta regulación pasó más tarde al Código de
Napoleón, que influyó decisivamente en el resto de los ordenamientos
europeos. Tan sólo se mantuvo vigente la indisolubilidad del matrimonio
en países cuyas normas estaban basadas en la doctrina de la Iglesia
Católica. El triunfo de la Revolución Rusa trajo consigo la inclusión en las
nuevas leyes soviéticas de una regulación del divorcio caracterizada por
su gran amplitud, ya que era concedido tanto a petición mutua como de
uno sólo de los cónyuges. Esta concepción generosa de la institución se
impuso más tarde en el resto de los países socialistas, cuyas leyes
reflejaban el profundo distanciamiento ideológico existente con los
sistemas influidos por la idea religiosa del matrimonio. En nuestros días, el
divorcio está plenamente admitido e incorporado en la legislación de la
mayor parte de los países, con la excepción de algunos cuyas leyes son
afines al concepto católico del matrimonio.

Causales.

Son múltiples las causas de las cuales hacen depender los distintos
ordenamientos la concesión del divorcio, así como las circunstancias y
requisitos que deben concurrir para su apreciación, aunque puede
hacerse una enumeración de las más importantes:

Mutuo disenso. Supone el consentimiento de ambos cónyuges en poner


fin al vínculo matrimonial, y es generalmente reconocido como causa de
divorcio, aunque en algunos sistemas se exige, además de su
concurrencia, el cese efectivo de la convivencia durante un cierto período
de tiempo. Aún no siendo reconocida explícitamente, puede encontrar
cabida de forma tácita si los cónyuges se ponen de acuerdo en simular la
concurrencia de otra causa recogida en el texto legal, con lo cual, si no se
produce una comprobación exhaustiva de la veracidad de lo alegado, el
divorcio será por mutuo disenso.

Adulterio. Es una de las causas más frecuentes de divorcio y está


recogida de forma muy variada en las diversas legislaciones: la mayor
parte de ellas no hacen ninguna distinción entre el adulterio del marido y
el de la mujer, que sí es considerado de forma diferente en sistemas de
corte discriminatorio, en los cuales se exigen condiciones especiales para
reconocer como causa de divorcio la infidelidad conyugal del marido. Por
regla general, para admitirla es necesario que el cónyuge del adúltero
consienta su actitud, así como que ejercite la acción en el plazo
legalmente previsto.

Bigamia. Es la celebración de un nuevo matrimonio cuando aún subsiste


un vínculo anterior, y faculta al primer cónyuge para solicitar el divorcio
(en varios países se admite esta causa aún en el caso de que no se haya
llegado a verificar el segundo matrimonio). Está considerada en algunos
ordenamientos como ilícito penal, así como causa de nulidad del segundo
matrimonio.

Delito de un cónyuge contra otro. Dentro de este concepto se incluyen


varias causas, la mayor parte de ellas reconducibles a la idea de atentado
contra el otro cónyuge. Lo más usual es recoger como causa de divorcio
el intento de acabar con la vida de aquél, aunque en ocasiones también lo
es el atentar contra sus bienes. Dentro de este tipo de causas se incluyen
otras, como las injurias graves o el abandono injustificado del hogar
durante el tiempo legalmente previsto.

Enfermedad física o mental. Esta causa es inusual en las legislaciones


más modernas, y está referida normalmente a enfermedades incurables,
crónicas o contagiosas, de tipo sexual o mental. Su amplitud dependerá
de la mayor o menor precisión del texto legal a la hora de definir las
mismas, pues, en caso de existir ambigüedad, podría aceptarse como
causa por parte del órgano jurisdiccional cualquier tipo de alteración que
pueda incluirse en las categorías antes vistas.

Condena penal. Esta causa se da en caso de condena de uno de los


cónyuges en virtud de sentencia judicial recaída en un proceso penal.
Usualmente, se requiere que sea impuesta después de haberse contraído
matrimonio, y que el tiempo de duración de aquélla sea lo suficientemente
largo como para interrumpir la convivencia matrimonial de forma que
implique su ruptura definitiva. Ha de ser solicitada por el otro cónyuge.

Violación de los deberes inherentes al matrimonio. Hay numerosas causas


de este tipo, todas ellas relativas al incumplimiento de las obligaciones
que impone el vínculo matrimonial. Son definidas de muy diversa manera
por las distintas legislaciones: adicción al juego, en caso de poner en
peligro el patrimonio familiar; delincuencia habitual de uno de los
cónyuges; no prestar alimentos y cuidados a los hijos o el otro cónyuge;
incitación a la prostitución; declaración legal de ausencia del cónyuge, etc.
4. ¿Quién es el curador?

Qué hace un curador


El curador tiene a su cargo ocuparse de la persona y administrar los
bienes de quien ha sido declarado incapaz por el Juez. Esta
administración debe ser cumplida con el propósito principal de que el
incapaz recupere su salud, si esto es posible, y de que se encuentre bien
atendido, alimentado, vestido y alojado, en todos los casos.

El curador (en algunos países se lo confunde con la figura del tutor) es el


representante para los actos de la vida civil de una persona declarada incapaz en
razón de un déficit de sus facultades mentales.

La Curatela es, según nuestra legislación, una institución supletoria de


amparo familiar.
Etimológicamente algunos señalan que proviene del latín curo que significa
"cuidar" o "cuidador", y por tanto tiene otros significados como cuidar,
administrar, dirigir, etc.
Guillermo Borda, tratadista argentino, la define de la siguiente manera: "se
llama curatela a la representación legal de los incapaces mayores de edad,
tratase de dementes, sordomudos que no saben darse a entender por escrito
o penados; y a la administración de cierto bienes abandonados o vacantes".
El jurista Arturo Yungano indica que "la curatela es inherente a la incapacidad
de mayores de edad; y se da curador al mayor de edad incapaz de administrar
sus bienes; agregando que son incapaces de administrarlos el demente,
aunque tenga intervalos lúcidos, y el sordomudo que no sabe leer ni escribir.
Considera que si un mayor de 14 años bajo tutela es declarado incapaz, se
sustituirá aquella por la curatela sin perjuicio sin perjuicio de la identidad de
las reglas.
Prescribe que las leyes sobre la tutela de los menores se aplicaran a la
curaduría de los incapaces, sin olvidar que en la tutela hay un menor que
llegara a la mayoría de edad y con ello a la libre administración y disposición
de sus bienes; en cambio, en la curaduría hay un enfermo, siendo obligación
principal del curador procurar que aquel recupere su capacidad.
Señala que existe una curatela general- testamentaria, legítima o dativa- y
otra especial, a lo que hay que agregar tutela emergente de la curatela; la
curatela de los inhabilitados y la curatela a los bienes (YUGANO).
La profesora Josefina Amézquita de Almeida señala que: "las guardas son
institucionales establecidas por la ley con el propósito de proteger a las
personas y los bienes de los que por alguna razón no tienen capacidad o no
pueden dirigirse a sí mismos, o administrar competentemente sus negocios".
Para el efecto, la ley prevé que en estos casos se deben discernir las guardas
a algunas personas que tengan plena capacidad para que puedan dirigirlos y
representarlos. Las guardas solo atañen a las personas naturales y son muy
comunes en el campo del Derecho de Familia.
Las guardas revisten dos formas: la tutela y la curatela. La primera se
relaciona con los impúberes, y la segunda con los mayores declarados
incapaces.
En toda guarda hay dos clases de sujetos: a) los activos, y b) los pasivos. Las
personas que ejercen la guarda son los sujetos activos y se llaman tutores o
curadores, y en general, guardadores.
Los incapaces sometidos a las guardas son los sujetos pasivos y se llaman
pupilos.
Los tutores se dan para los impúberes; y los curadores, para los púberes y
demás personas incapaces.
A los guardadores se les impone a cargo a favor de los pupilos, para que sean
representantes legales y los encargados de la dirección, crianza y educación
de los pupilos. Por tanto, los guardadores deben ser personas capaces de
administrar sus propios bienes (AMÉZQUITA DE ALMEIDA).
Héctor Cornejo Chávez sostiene que "la curatela es una figura protectora del
incapaz no amparado, en general o para determinado caso, por la patria
potestad ni por la curatela, o de la persona capaz circunstancialmente
impedida, en cuya virtud se provee a la custodia y manejo de los bienes o
intereses de dicha persona y eventualmente a la defensa de dicha persona y
al restablecimiento de su salud o normalidad".
El profesor Óscar Requejo indica que "el curador es la persona física capaz,
que suple la falta de capacidad de ejercicio de un mayor de edad".
La definición del maestro Cornejo Chávez es interesante ya que actualmente
la curatela no solamente protege a la persona y a los bienes de los incapaces
mayores de edad, sino también administra los bienes de menores de edad
sujetos a la patria potestad, cuyos padres tienen intereses contrarios a los de
los hijos o éstos adquieren bienes cuya administración de los bienes de los
hijos. También la curatela procede en el caso de los menores sujetos a tutela.
La curatela, en toda su amplia gama de posibilidades, consiste en un derecho
de carácter personal que, evidentemente, tiene –de acuerdo con las
circunstancias- consecuencias patrimoniales.[2]
La curatela presenta analogías y diferencias con la patria potestad y la tutela.
En efecto, las tres instituciones son consideradas como instituciones del
Derecho de Familia de carácter eminentemente tutelar, cuya finalidad es
proteger la persona y los bienes del menor de edad en el caso de patria
potestad y la tutela, y de la persona mayor de edad incapaz, en caso de la
curatela, y específicamente los bienes de los menores cuyos padres, por
algunas de las causas señaladas en el Código Civil o el Código de los Niños y
Adolescentes, no pueden o no deben hacerlo

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