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Filósofos de la Antigüedad (700 a.C. – 250 d.C.

)
Los primeros filósofos trataron de entender el origen del mundo en el que vivían.
Se interesaron por la infinidad de la cosmología, la perfección de la geometría y
por la composición de la naturaleza. Para aproximarse a la reflexión sobre el
origen del Universo plantearon el concepto arché (arjé), que hacía referencia a ese
elemento desconocido que era la base de todas las cosas y componía en última
instancia todo el Universo. El arché era la sustancia primigenia, el elemento
esencial del que estaba compuesto el mundo físico. Los filósofos griegos
propusieron distintas respuestas ante la pregunta de qué era el arché. Además de
esta búsqueda infructuosa, también abordaron otros temas como la naturaleza
(physis) -especialmente los presocráticos-, o la política y la antropología.

Tales de Mileto (624 a.C. – 546 a.C.)

En su Metafísica, Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) escribe que Tales de Mileto fue
el primer filósofo. Nacido en la polis de Mileto, en la costa de la actual Turquía,
Tales viajó por Egipto y aprendió geometría. Entre sus aportes matemáticos más
importantes está el famoso Teorema de Tales. En cuanto a su obra filosófica, pese
a no conservarse ningún texto suyo, se sabe -por otros autores que escribieron
sobre él- que Tales consideró el agua como el elemento primigenio del mundo y
del Universo. Para Tales el arché era el agua, porque era algo a partir de lo que se
podía formar todo lo demás, era esencial para la vida, capaz de provocar
movimiento y transformación. Por su búsqueda de la verdad a través de la razón,
superando las historias o mitos que se contaban en la época, se considera a Tales
de Mileto el primer filósofo. Como curiosidad, se dice que midió la altura de la
Pirámide de Keops.

Anaximandro (610 a.C. – 545 a.C.)

Discípulo de Tales, Anaximandro siguió reflexionado sobre el material elemental


que componía el Universo. Para encontrar una explicación inventó el
término ápeiron, que hacía referencia a lo ilimitado, a lo infinito. Según
Anaximandro, lo ápeiron era el elemento primigenio que componía todas las
cosas, desde las piedras y las hojas hasta las estrellas. Lo ápeiron era indefinible,
no tenía forma ni límites. Además de introducir esta reflexión, Anaximandro
planteó que la Tierra era el centro del Universo y trató de calcular la distancia
entre los astros.

Anaxímenes (590 a.C. – 525 a.C.)

Poco convencido de la compleja explicación de su maestro Anaximandro,


Anaxímenes pensó que el arché debía ser el aire, un elemento infinito como
lo ápeiron, pero que él encontraba mucho más explicativo de manera racional: el
aire, a través de procesos físicos como la rarefacción y la condensación, es capaz
de crear todas las cosas. Al contrario que su maestro, Anaxímenes pensaba que
la Tierra era «plana como una hoja», y que había sido formada por acción del aire.

Pitágoras (569 a.C. – 475 a.C.)

No se sabe mucho de la vida de Pitágoras, pero se cree que estuvo en contacto


con la Escuela de Mileto -de la que habían formado parte Tales, Anaximandro y
Anaxímenes tan sólo una generación antes- y que viajó a Egipto y allí aprendió
geometría. Estas influencias hicieron que su aproximación a la filosofía fuera
desde una perspectiva matemática. Sin embargo, en Pitágoras sorprende
encontrar a un hombre profundamente religioso y creyente en todo lo relacionado
con el alma y la reencarnación. Es famoso por haber fundado la Escuela
Pitagórica, una especie de secta religiosa formada por los llamados pitagóricos,
estudiosos de la obra de Pitágoras y adoradores del personaje. El filósofo creó
todo un culto religioso alrededor de su propia figura, y sus seguidores entendían
las ideas de su maestro como revelaciones místicas. Pitágoras era un científico
místico que no encontraba contradicción en su filosofía. También se atrevió a dar
solución al problema del arché, y propuso que el elemento primigenio del cual
estaba compuesto el Universo eran los números.

Heráclito (540 a.C. – 480 a.C.)

Tratando de superar lo estático de sus predecesores, Heráclito apostó porque


el arché era una sustancia en constante cambio y transformación. Usó la metáfora
del fuego y por eso algunos interpretan que, para Heráclito, el arché era el mismo
fuego. En realidad lo que quería transmitir este filósofo nacido en Éfeso era la idea
de que en el Universo existía un constante cambio que, sin embargo, se mantenía
en equilibrio: el día y la noche, el calor y el frío… Heráclito llamó a esa ley
universal logos, una especie de razón superior que ordenaba el Universo.

Parménides (515 a.C. – ? a.C.)


De manera opuesta a Heráclito, Parménides defendió la idea de que el cambio no
existe. El cambio esencial, el cambio en el ser de las cosas, no es posible. Según
Parménides, todo lo real es eterno e inmutable. Para él, el elemento esencial del
Universo es el propio ser. Más allá de su filosofía, lo importante en Parménides es
la idea de que la verdad se descubre a través del pensamiento lógico deductivo, y
la convicción de que nuestra percepción del mundo es errónea. Después de
Parménides ningún otro filósofo fue monista. La búsqueda de un único elemento
se sustituyó por las explicaciones pluralistas, que encontraban el origen del
Universo en varias sustancias primigenias.

Empédocles (495 a.C. – 444 a.C.)

Uno de los pluralistas fue Empédocles, que señaló al agua, la tierra, el aire y el
fuego como los cuatro elementos esenciales que componían todas las cosas.
El arché pasaba de ser una única sustancia (monismo) a poder estar formado por
varias (pluralismo). Los cuatro elementos que identificó Empédocles como
sustanciales estaban en constante movimiento y mezclándose. Además,
Empédocles habló de el Amor y la Discordia como fuerzas motoras del ser,
fuerzas de atracción y repulsión.

Anaxágoras (500 a.C. – 428 a.C.)

Otro pluralista fue Anaxágoras, que habló de una serie de semillas que formaban
el mundo físico. Trataba así de explicar la pluralidad de formas en el mundo, ya
que estas semillas de las que hablaba eran partículas elementales de muy
diferente naturaleza. Además de esta explicación, Anaxágoras introdujo el
concepto de nous, con el que intentó dar forma a la inteligencia, que según él era
un fluido que se filtraba en el interior de la materia y la dotaba de movimiento.

Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.)

Considerado el fundador de la filosofía occidental,


Sócrates no dejó ningún escrito ni fundó ninguna escuela. Este famoso personaje
nacido en Atenas se dedicó más bien a plantear preguntas. A menudo se le
imagina como un viejo que iba por la calle molestando a la gente con preguntas y
diálogos. Muchos de los atenienses acabaron hartos de él, pero otros, como un
joven Platón, se interesaron por ese curioso método de abordar el conocimiento.
El método socrático se basaba en el continuo cuestionamiento y en la
profundización personal sobre las creencias de cada individuo. Más que la
búsqueda de respuestas, Sócrates estaba motivado por la comprensión de los
conceptos que cada persona tiene interiorizados. En realidad, él creía que los
conceptos no eran relativos, sino absolutos. Llegar a comprender qué es lo
correcto, qué es lo bueno, sólo se podía conseguir mediante el razonamiento y
alcanzando la sabiduría. Para ello debía trabajarse el cuestionamiento y examen
de la vida. Fue condenado a muerte por «corromper la mente de los jóvenes».
Pudo exiliarse, pero decidió suicidarse con cicuta. Platón recogió toda la sabiduría
de Sócrates en una serie de obras llamadas Diálogos, y gracias a esta
compilación el pensamiento de aquel viejo que no dejaba de hacer preguntas ha
sobrevivido al paso del tiempo.

Demócrito (460 a.C. – 370 a.C.)

Junto con su maestro Leucipo, Demócrito planteó que el misterioso arché era en


realidad una enorme cantidad de átomos, sustancias indivisibles. Así pues, el
Universo no estaba formado de una sola sustancia, sino de millones de partículas
inmutables y diminutas. Demócrito las llamó atomos, literalmente: indivisible.
Además, aportó una interesante idea relacionada con el vacío que había entre los
átomos, de manera que en el Universo sólo existían átomos y vacío, nada más. Y
nada menos. Esta corriente, denominada atomismo, fue la primera visión
mecanicista del Universo.

Platón (427 a.C. – 347 a.C.)

Tratar de exponer la filosofía de Platón en un párrafo no


sería únicamente una empresa imposible: también constituiría una falta de
respeto. Por ello os remitimos al artículo que hemos publicado en VENTURA
hablando sobre todo el pensamiento, obra y vida de Platón, uno de los filósofos
más importantes de la historia. En este breve resumen diremos únicamente que
nació en Atenas, que fue discípulo de Sócrates y que reflexionó sobre la
organización política y social de la ciudad-Estado, sobre la naturaleza del cosmos
y sobre el mundo real. Sobre este último punto es más que interesante recordar la
famosa Teoría de las Ideas que planteó el ateniense, en la que propone la
existencia de dos mundos, el Mundo Real y el Mundo de las Ideas. Para Platón, el
mundo físico que nos rodea, el Mundo Real en el que vivimos, es una simple (e
imperfecta) imitación del Mundo de las Ideas, lugar donde habitan las formas
correctas y perfectas. Platón considera que es la razón, y no los sentidos, lo que
nos acerca a conocer la verdad. La filosofía de Platón es reveladora y arroja luz,
por ello en VENTURA hemos utilizado su obra para guiar artículos
como este o este, y podéis encontrar su influencia en varios textos de la sección
VENTURA Reflexión.

Diógenes (412 a.C. – 323 a.C.)

Famoso por vivir como un vagabundo, Diógenes consideraba que la pobreza era
una virtud, ya que la verdadera virtud es la supresión de necesidades. Algo sólo al
alcance de los más sabios. Él sin duda era muy sabio: vivía únicamente con un
manto, un zurrón y un báculo. Llevó una vida natural e independiente de los
«falsos bienes» de los que gozaba la sociedad convencional. Diógenes pensaba
que los dioses habían dado al hombre una vida fácil, pero que este se encargaba
de complicarla. La filosofía de Diógenes era denunciar lo convencional, liberarse
de los deseos y reducir al mínimo las necesidades. En la actualidad hay un
síndrome psiquiátrico que lleva el nombre de Diógenes, y que hace referencia a
personas que sufren aislamiento social (voluntario), abandono personal y
acumulación de basura.

Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.)

Al igual que ocurre con su maestro Platón, tratar de


resumir la filosofía de Aristóteles en un párrafo sería un crimen. Por ello os
recomendamos acudir al artículo que VENTURA Educación tiene publicado en la
sección de Filosofía sobre la vida, obra y pensamiento de este gran filósofo. En
este momento simplemente apuntaremos algunas claves sobre Aristóteles. Nació
al norte de la Grecia actual, y a los diecisiete años le enviaron a la Academia de
Platón, donde pasó veinte años como alumno y profesor. Llegó a ser maestro en
la corte macedonia, teniendo como pupilo a un joven Alejandro que más tarde
sería Magno. En el año 335 a.C. abrió en Atenas una nueva escuela, el Liceo, que
rivalizó con la Academia. El pensamiento de Aristóteles difiere mucho de la
filosofía de Platón: principalmente porque mientras su maestro pensaba que la
auténtica verdad se encontraba en el Mundo de las Ideas, Aristóteles creía que las
respuestas estaban en el Mundo Real. Aristóteles sí confiaba en los sentidos para
llegar a conocer la naturaleza de las cosas. Convencido de que en el Mundo Real
se encontraba la verdad, se dedicó a recolectar plantas, piedras y animales para
clasificarlos en función de sus características. Abordó un razonamiento deductivo
denominado silogismo, basado en la lógica. Tras la muerte de Aristóteles,
aparecieron dos grandes escuelas de pensamiento filosófico: el epicureísmo de
Epicuro y es estoicismo de Zenón.

Epicuro (341 a.C. – 270 a.C.)

La idea central de la filosofía epicúrea es que el objetivo de la vida es la


tranquilidad y la paz. Como todo filósofo, confiaba en que la sabiduría era el
camino hacia esa paz. A Epicuro le debemos la lucha contra el miedo. Fue de los
primeros en alertar que con miedo no se podía llevar la vida, y que había que
superar el miedo para conseguir el objetivo vital de la tranquilidad de espíritu.
Según Epicuro no había que temer a nada, ni siquiera a la muerte, que identificó
como un proceso que no nos afecta de ninguna manera: no la sentimos, no nos
causa daño físico ni daño emocional. No hay que temer a la muerte, como no hay
que temer a nada.

Zenón (333 a.C. – 264 a.C.)

Zenón de Citio no debe confundirse con el filósofo presocrático Zenón de Elea. El


Zenón original de la polis de Citio, en la isla de Chipre, es más importante por
haber sido el fundador de la corriente filosófica del estoicismo. Zenón fue seguidor
de las ideas de Diógenes, y por ello creía en vivir una vida sencilla. Además,
defendía dos ideas importantes: que el Universo estaba gobernado por leyes
naturales hechas por un «legislador supremo» y que el hombre no podía hacer
nada para cambiar esa realidad. Aun así, Zenón creía que los individuos tenían
libre albedrío para decir qué tipo de vida llevar, y proponía que lo más adecuado
era vivir en armonía con la naturaleza. El estoicismo tuvo mucha influencia en la
sociedad y política del Imperio Romano.
Cicerón (106 a.C. – 43 a.C.)

Con Cicerón llegamos al primer gran filósofo romano. Como vemos en el gráfico
G1042018, la decadencia de las polis griegas y el crecimiento de Roma hizo virar
el centro político, cultural y social desde Atenas hacia la Península itálica. Los
años dorados de los pensadores griegos habían terminado. Cicerón filosofó sobre
temas sociales como la amistad, la felicidad, la vejez o la sabiduría, sobre temas
políticos como la autoridad o la dictadura, sobre oratoria y retórica, y también
sobre justicia. Fue uno de los abogados más reconocidos de Roma, y ha pasado a
la historia como un gran escritor, maestro del estilo epistolar, y por haber
introducido el conocimiento de las escuelas de pensamiento helenas en la filosofía
romana.
Séneca (4 a.C. – 65 d.C.)

Nacido en Córdoba, capital de la Provincia Bética de la


Hispania romana, Séneca fue uno de los más fervientes seguidores del
estoicismo. Además de su importante carrera como político -ocupó los cargos
de senador, ministro, pretor, cuestor… y fue tutor y consejero de Nerón- y escritor
-autor de tragedias como Medea-, Séneca ha pasado a la historia como un
influyente moralista, autor de varios ensayos dedicados a fortalecer
psicológicamente a los individuos, a través de virtudes como la entereza, la
voluntad, la fortaleza, la no resignación… etc. Su pensamiento estoico le llevó a
fijarse en la naturaleza y a tratar de controlar las perturbaciones de la vida. La
clave estaba en superar las necesidades materiales y guiarse por la razón.
Séneca pretendía ayudar a cada individuo a encontrarse a sí mismo, paso previo
necesario para encontrar la felicidad y la verdad. «Nadie que viva al margen de la
verdad puede ser feliz», creía. Su pensamiento fue recuperado por filósofos
medievales como San Agustín, o más adelante por otros como Erasmo de
Rotterdam.

Epicteto (55 d.C. – 135 d.C.)

Moralista estoico como Séneca, Epicteto no vivió entre políticos ni Emperadores,


sino que pasó una gran parte de su vida como esclavo. Su filosofía se basa en la
práctica, más que en la teoría, y no dejó obra escrita. Trató de ayudar a la gente a
vivir correctamente, y aseguró que la filosofía no es un fin en sí mismo, sino un
medio necesario para aprender a vivir conforme a la naturaleza.

Marco Aurelio (121 d.C. – 180 d.C.)

Pese a ser uno de los Emperadores romanos más famosos y queridos, Marco
Aurelio dejó además una importante obra filosófica. Como buen romano era
estoico, y siguió las enseñanzas de Séneca. Escribió las famosas Meditaciones,
una compilación de reflexiones en doce tomos distintos en las que habla sobre la
condición humana, el universo, la moralidad, los valores… Toda la obra está
cargada de melancolía e impotencia por no poder cambiar la irracionalidad con la
que actúan los hombres.

Plotino (204 d.C. – 270 d.C.)

La ciudad de Alejandría era en esos años el mayor centro intelectual del mundo.
Allí estudió Plotino antes de trasladarse a Roma, llevando consigo una nueva
corriente: el neoplatonismo, una variante de la doctrina de Platón. Plotino creía en
la reencarnación del alma, y también que ésta era inmortal. Si Anaxágoras habló
del nous o Platón de las Ideas, Plotino señaló al Uno como fuente indefinible de
todas las cosas. Ese Uno se situaba en la parte superior de todo, estaba por
encima de todo, y era una sola cosa. No es difícil imaginar por qué el pensamiento
de Plotino fue muy importante en el desarrollo y afianzamiento del cristianismo,
religión que en esos momentos se estaba arraigando en la sociedad del Imperio
Romano.

Filósofos de la Edad Media (250 – 1500)


Durante los tres primeros siglos del Segundo Milenio la corriente filosófica
predominante fue el neoplatonismo, que como hemos visto con Plotino hablaba
del alma, de la inmortalidad, la reencarnación y de «el Uno«, el ser supremo del
que emanan todas las cosas y la inteligencia. Es sin duda una buena base
filosófica sobre la que construir el cristianismo. Los cristianos habían
sido perseguidos en el Imperio Romano desde el siglo I (entre los años 64 y 68
d.C. el Emperador Nerón realizó importantes persecuciones). Hay que comprender
que en esa época los cristianos eran grupúsculos de personas que se reunían
para adorar a una serie de santos y seguir a un tal Jesucristo, que había muerto
hacía tan sólo unas décadas (en el año 33 d.C.). Funcionaban como una
secta. Ese cristianismo oculto y perseguido nos ha quedado a través de la pintura
prerrománica, que repasamos en el primer capítulo de Historia de la Pintura.

En el año 313 los cristianos pudieron salir de las catacumbas y de sus escondites
y practicar su religión sin miedo, pues el Emperador Constantino I proclamó la
libertad religiosa en el Imperio. Desde esa histórica fecha, el cristianismo no hizo
sino crecer. Se convirtió en una doctrina atractiva para la gente y ganó
rápidamente muchos adeptos, también entre las clases gobernantes. En el año
529 se ordena el cierre de la Academia fundada ochocientos años antes por
Platón, por ser un centro de difusión del paganismo. El edicto de ese año
promovido por Justiniano prohibía además la enseñanza de la filosofía griega.
Durante los primeros mil años de cristianismo no encontramos tantos filósofos
como en la Antigüedad, de hecho hay un vacío entre San Agustín y San Anselmo
de 600 años en el que no hay avances en filosofía ni filósofos destacados. Fueron
largos años de oscuridad durante la Alta Edad Media en los que los monjes, en
sus monasterios, trataban de integrar la antigua filosofía griega con la doctrina
cristiana. La escolástica fue la orientación filosófica que predominó, sin
pretender dar respuesta a preguntas como «¿Existe Dios?» o «¿tiene el hombre
un alma inmortal?», sino buscando explicaciones que justificaran el creer en Dios
y en el alma inmortal.

San Agustín (354-430)

El primer gran filósofo cristiano es San Agustín, aunque


durante su vida el Imperio Romano de Occidente siguió existiendo (a duras penas:
caería en el año 476). En su filosofía San Agustín nunca puso en cuestionamiento
la existencia de Dios, pero sí reflexionó sobre cómo era posible que, siendo Dios
un ser bueno y todopoderoso, hubiera podido crear un mundo en el que estuviera
presente el mal. El mal fue el tema sobre el que filosofó San Agustín, y lo hizo
siguiendo el pensamiento de Platón (el neoplatonismo era la única corriente
filosófica vigente en esa época). La clave de la existencia del mal en un mundo
creado por un Ser bueno era el libre albedrío de las personas. Dios había creado
seres humanos racionales, con capacidad para decidir su propia conducta. Era por
ello que algunos individuos actuaban con maldad. No por culpa de Dios, sino por
voluntad propia. Es interesante la reflexión que hace San Agustín de que, en un
mundo sin mal, los seres racionales no seríamos libres de decidir nuestras
conductas. Mientras los no creyentes pueden encontrar en el mal una prueba de la
inexistencia de Dios, San Agustín lo utiliza como una explicación para demostrar
justamente lo contrario.

Anselmo de Canterbury (1033-1109)

Tuvieron que pasar nada más y nada menos que seiscientos años para que el
cristianismo diera otro gran filósofo. Anselmo de Canterbury (canonizado como
San Anselmo en el año 1494) se empeñó en demostrar la existencia de Dios de
manera argumentada. Planteó una ingeniosa manera de conseguirlo. Sólo hace
falta aceptar dos premisas (fácilmente aceptables): que Dios, de existir, es un ser
superior a todos los demás, que no hay nada más grande; la otra premisa es que
la existencia es superior a la no existencia, es decir, aquello que existe es más
importante que lo que no existe. Con estas dos ideas se plantea el argumento
ontológico de San Anselmo, que se puede representar de la siguiente manera:
El argumento fue aceptado por destacados filósofos como Descartes o Spinoza,
pero también hubo quienes lo encontraron absurdo, como Santo Tomás de Aquino
o Immanuel Kant. Fue de hecho Kant quien, en 1781, bautizó este planteamiento
de San Anselmo como «Argumento ontológico». Además, Anselmo de Canterbury
es considerado el padre de la escolástica.

Averroes (1126-1198)

Mientras los monjes cristianos seguían la obra de Platón, el juez musulmán


Averroes se interesó por Aristóteles. Averroes es la latinización del nombre árabe
de este hombre nacido en Córdoba en el año 1126. En realidad su nombre
era Abū l-WalīdʾAḥmad ibn Muḥammad ibn Rušd, pero es mucho más sencillo
para nosotros llamarlo Averroes. Fue importante en el contexto del mundo
musulmán, porque trató con empeño de hacer compatibles las enseñanzas del
Corán con la reflexión filosófica. Planteó que el alma estaba dividida en dos
partes, una perecedera y otra eterna, y además coincidió con Aristóteles en que el
Universo había existido siempre.

Santo Tomás de Aquino (1224-1274)


El filósofo medieval más importante es Santo Tomás de
Aquino. No siguió presupuesto neoplatónicos como San Agustín o San Anselmo,
sino que se dejó influir por el pensamiento de Aristóteles. Un primer punto
interesante en la filosofía de Santo Tomás es la casación entre dos
planteamientos aparentemente irreconciliables: Aristóteles decía que el Universo
ha existido siempre y la Biblia dice que el Universo no ha existido siempre, sino
que fue creado por Dios en un momento preciso. Ante este dilema, Santo Tomás
propone que el Universo fue creado por Dios, pero que éste lo creó eterno.
Durante toda su obra, Santo Tomás de Aquino defiende que la razón humana y la
doctrina cristiana no entran nunca en conflicto porque no pueden entrar en
conflicto, no se contradicen porque ambas han sido creadas por un mismo
Creador. Además, defendió que el ser humano adquiere el conocimiento a través
de los sentidos. Santo Tomás fue un gran ejemplo de perseverancia en la
búsqueda de la tolerancia entre religión y filosofía, planteando siempre la
posibilidad de que ambas disciplinas no se contradijeran.

Maestro Eckhart (1260-1328)

Seguidor del pensamiento de Santo Tomás, el Maestro Eckhart fue un teólogo


alemán muy controvertido en su época. En sus famosos sermones planteaba que
el mundo era eterno o que no era necesario pedir cosas a Dios. Su estilo místico
solo le causó problemas: la implacable Inquisición lo procesó por herejía. El mismo
año de su muerte, en 1328, la Iglesia decretó que la obra de Eckhart fuera leída en
los ambientes universitarios. En 1886 los filósofos alemanes redescubrieron su
pensamiento y en 1992 fue rehabilitado por el Vaticano.

Guillermo de Ockham (1288-1349)

Como su predecesor el Maestro Eckhart, el teólogo inglés Guillermo de Ockham


tuvo sus problemas con la Iglesia. Fue excomulgado por sostener que el papa no
tenía autoridad. Mantenía que los preceptos universales eran abstracciones
derivadas de los individuos particulares, y por ello se le considera precursor del
empirismo británico que inició John Locke trescientos años después. Es famoso
por el principio de la Navaja de Ockham, que sostiene que la mejor explicación
posible es siempre la más sencilla.

Filósofos de la Razón (1500 – 1750)


El Medievo fue una larga época de la Historia de la Humanidad llena de oscuridad
y tonos grises. Aunque hemos podido repasar algunos filósofos importantes, como
San Agustín o Santo Tomás, lo cierto es que es la etapa menos brillante en
producción intelectual, en comparación con la Antigüedad o la Edad Moderna. Con
la aparición de la imprenta en la década de 1440 se arrojó algo de luz en un
mundo acosado por la peste negra y por el miedo a la ira de Dios. El Renacimiento
abrió la ventana y ventiló el aire cargado de una sociedad medieval que
necesitaba evolucionar. El redescubrimiento de la cultura clásica promovió un
importantísimo cambio en la mentalidad: se pasó del teocentrismo al
antropocentrismo. El hombre se ponía en el centro de todas las cosas, pasaba a
ser el protagonista. Este nuevo humanismo afectó al arte, al pensamiento, pero
también a la estructura social y política. Poco a poco se fue superando el
feudalismo medieval y se adoptó una vida urbana basada en el comercio, la
economía y la ciencia. La teología perdió influencia ante el razonamiento
renacentista, y la filosofía avanzó hacia una reflexión puramente secular, libre de
la doctrina de la Biblia.

Nicolás Maquiavelo (1469-1527)

No podía ser de otra manera: el primer gran filósofo de


la Era de la Razón fue un vecino de Florencia, la capital del conocimiento y la
cultura. Nicolás Maquiavelo se aleja de la moralidad cristiana en su célebre El
Príncipe, un libro con el que propone un manual para guiar al gobernante perfecto.
Según Maquiavelo el gobernante debe ser feroz como un león y astuto como un
zorro. La clave del pensamiento de este hábil consejero es que un gobernante no
puede verse limitado por la moralidad, sino que debe hacer todo lo necesario para
garantizar su propia gloria y el éxito del Estado que gobierna. Aun así, nunca debe
caer en el error de propiciar que el pueblo le odie. El príncipe (con esta palabra
llama a cualquier gobernante, líder, rey, papa… etc.) debe ser antes temido que
amado, pero nunca odiado. Maquiavelo cree que el fin justifica los medios sólo en
el caso del príncipe. La conducta adecuada para los ciudadanos no es la misma
que la que se le debe exigir al príncipe. Este pensamiento tan desgarradamente
frío e insensible ha tenido muchísima influencia en los líderes del mundo, que han
abordado las enseñanzas de Maquiavelo desde el pragmatismo y el realismo.

Erasmo de Rotterdam (1466-1536)

El pensamiento de Erasmo de Rotterdam refleja las ideas humanistas que


empezaban a afianzarse en Europa durante los primeros años del Renacimiento.
Criticó mordazmente la corrupción y las discusiones doctrinales en el seno de la
Iglesia, y defendió que la ignorancia era consustancial al ser humano. De hecho,
sostenía que la ignorancia era fuente de felicidad. El conocimiento podía ser
irónicamente una carga que complicara la vida del hombre. Erasmo llegó a decir
que la propia religión era una forma de ignorancia, ya que se basaba en la fe y no
en la razón. Lo que él proponía era un regreso a las creencias sencillas y sinceras,
estableciendo personalmente e individualmente un vínculo con Dios. Estaba en
contra de seguir las creencias establecidas por la Iglesia. No es difícil entender por
qué fue un pensador muy importante para la inminente Reforma que cambió la
historia del cristianismo.

Martín Lutero (1483-1546)

En el año 1517 Martín Lutero se acercó a la puerta de la iglesia de Wittenberg, en


el corazón de Alemania, y clavó un papel. En ese momento cambió la historia de
Occidente. En ese papel había noventa y cinco tesis que pretendían iniciar un
debate en el seno de la Iglesia. Fue un hecho histórico e importantísimo, que
partió a la cristiandad en dos mitades: el catolicismo y el protestantismo. Martín
Lutero estaba harto de la corrupción y del funcionamiento de la Iglesia como
institución, y demandó regresar a las enseñanzas originales de la Biblia. Encontró
muchos seguidores. Su filosofía se basaba en ideas revolucionarias que rompían
con 1400 años de tradición cristiana, como por ejemplo que la salvación era un
regalo otorgado por la gracia de Dios (la doctrina del cristianismo oficial defendía
que todos los hombres serían salvados), o que la figura del papa no tenía ningún
tipo de relación con Dios. Tampoco creía en el libre albedrío de los individuos. Su
obra fue examinada 400 años después por Max Weber, que relacionó el
pensamiento del protestantismo con el desarrollo del capitalismo.

Francisco de Vitoria (1486-1546)

Considerado como el padre del derecho internacional, el fraile Francisco de Vitoria


fue seguidor de las ideas de Santo Tomás y Aristóteles. Hizo aportaciones en el
campo de la economía (creía que el orden natural permitía la circulación de
personas y bienes), en el derecho (rechazó la jerarquía medieval, creyó en los
derechos de los indígenas recién «descubiertos» por los europeos en América) y
en el ámbito de las relaciones internacionales (tratando de convencer de que
dichas relaciones no debían regirse por la fuerza). Fundó la corriente de
pensamiento de la Escuela de Salamanca, muy importante dentro de la
escolástica.

Juan Calvino (1509-1564)

Influenciado por las ideas de Erasmo y Lutero, Calvino fue radical a la hora de
asegurar que algunas personas estaban predestinadas a la salvación, y otras
predestinadas a la condenación. Desde su punto de vista, el individuo podía tratar
de demostrar que era un elegido de Dios con los éxitos que alcanzara en vida. Las
ideas de Calvino fomentaban el espíritu de empresa burgués. No fue
especialmente tolerante, como muestra la implacable condena al científico Miguel
Servet, a quien Calvino acusó de herejía. Servet fue quemado vivo junto a sus
obras. Calvino es el padre del calvinismo, una corriente dentro del protestantismo.

Bartolomé de las Casas (1484-1566)

Un ejemplo de que los tiempos estaban cambiando con respecto a la oscura Edad
Media es la figura de Bartolomé de las Casas. Este fraile español se preocupó por
la dignidad y derechos de los indígenas, que sufrían el racismo y la violencia de
los colonizadores en la recién descubierta América. Su defensa fue tal que se
ganó el apodo de Apóstol de los Indios. Se le considera, junto a Francisco de
Vitoria, fundador del derecho internacional moderno, y también precursor de los
derechos humanos.

Francis Bacon (1561-1626)

Francis Bacon es el iniciador del empirismo británico, una corriente que se basa
en la idea de que todo conocimiento ha de proceder de la experiencia y los
sentidos. A esta postura se sumarán célebres filósofos después de Bacon como
Hobbes, Locke o Hume, en contraposición al racionalismo que defenderán
Descartes, Spinoza o Leibniz. Es una lucha filosófica muy importante, y que tiene
su base más profunda en el debate sobre si el ser humano posee o no ideas
innatas. Bacon, Hobbes, Locke y Hume creen que no hay nada en la mente que
no haya estado antes en los sentidos («Nihil est in intellectu quod non prius fuerit
in sensu»), y que la experimentación práctica es la única manera de llegar a
conocer la verdad del mundo. Así promovieron la búsqueda de leyes naturales, la
formulación de teorías, el planteamiento de hipótesis… y bajo esa filosofía hicieron
sus progresos Copérnico (astronomía), Vesalio (anatomía), Pascal (matemáticas)
o Newton (física).

Gaileo Galilei (1564-1642)


La Iglesia seguía resistiéndose a esa Era de la Razón, y encarceló a Galileo
cuando éste se atrevió a decir públicamente que la Tierra se movía alrededor del
Sol. Galileo fue uno de los mayores defensores de las tesis de Copérnico, que
había planteado la teoría heliocéntrica. Hizo importantes avances en relación a la
mecánica, a la relatividad -como explicamos en este artículo– y a la astronomía.
Creía que la materia era eterna y el Universo infinito. El funcionamiento del mismo
se debía a la causalidad de los átomos, bajo las leyes de la mecánica. Creía que
el conocimiento de la naturaleza debía aproximarse a través de la observación y el
experimento.

René Descartes (1596-1650)

A René Descartes le debemos una de las frases más


famosas de la historia: «Pienso, luego existo». Esta sencilla premisa esconde en
realidad una profunda carga filosófica, fruto de un trabajo reflexivo que tuvo
ocupado a Descartes toda su vida: su objetivo fue detectar y comprender la
verdadera realidad del mundo. Desconfiaba de los sentidos, ya que en su opinión
engañaban y distorsionaban la realidad. Aquello que vemos, que tocamos, que
sentimos, no tiene porqué ser necesariamente la realidad. Descartes fue el
precursor de la corriente del racionalismo, opuesta al empirismo de Francis Bacon
y basada en que el conocimiento sólo podía adquirirse mediante la razón, el
razonamiento, la reflexión. La metodología que usa Descartes es la duda, y parte
de una única certeza: se puede dudar de todo, de absolutamente todo, pero no de
que se está dudando. La certeza cartesiana es que «soy», «existo». No se puede
dudar de nuestra propia existencia, que se demuestra por el simple hecho de que
estamos pensando. No se puede pensar si no se existe, por lo tanto: «Pienso,
luego existo». Partiendo de que existimos, Descartes plantea que entonces sí que
se puede dudar de todo lo demás. No hay certeza en la realidad que nos rodea, y
sólo se puede tratar de entenderla mediante la razón. Además, Descartes
defendió la idea de que la mente y el cuerpo son dos sustancias distintas. Se le
considera el padre de la filosofía moderna, y su obra es tan influyente que los
principales filósofos que le siguieron tras su muerte partieron del pensamiento de
Descartes para, o bien seguir por la línea del racionalismo, o bien para refutar sus
premisas.

Baruch Spinoza (1632-1677)

Uno de los grandes filósofos que vinieron después de Descartes fue Spinoza, que
se posicionó a favor del pensamiento cartesiano y realizó profundas reflexiones
sobre el concepto de sustancia. Siguiendo las enseñanzas de Aristóteles, Spinoza
otorgó a todos los objetos del mundo dos cualidades: un cuerpo y una mente,
tanto a los hombres, como a los árboles, los pájaros o las rocas. En el
pensamiento de Spinoza, Dios o la Naturaleza son las únicas sustancias que se
definen a sí mismas, y todas las demás están definidas por éstas dos.
Thomas Hobbes (1588-1679)

Influenciado por Francis Bacon y su nuevo método de práctica científica, Thomas


Hobbes abrazó el empirismo y planteó un fisicalismo que defendía que todas las
cosas que componían el Universo eran corpóreas, físicas, tenían un cuerpo.
Todas las cosas tienen longitud, anchura y profundidad, y aquello que no tiene
cuerpo no forma parte del Universo. Fue muy duro con el pensamiento planteado
por Descartes y realizó importantes aportaciones a la política con obras como el
famoso Leviatán (1651), donde propone de manera teórica el contrato social entre
el Estado y el pueblo. Se le conoce popularmente por haber recuperado la famosa
frase de Plauto: «El hombre es un lobo para el hombre». Hobbes desconfiaba de
nuestra especie y creía en el egoísmo intrínseco en el comportamiento humano.

John Locke (1632-1704)

Como buen inglés, Locke fue un defensor del


empirismo. Siguió la doctrina de antecesores como Francis Bacon o Thomas
Hobbes y fue un paso más allá, asegurando que la mente nace como una hoja de
papel en blanco, que sólo va llenándose de conocimiento a través del aprendizaje
y la propia experiencia. Según él, los bebés recién nacidos no poseen ningún
conocimiento innato, como defendían los racionalistas. Locke sí admite la
capacidad humana de aplicar la razón a la información que tenemos, pero
recordaba que dicha información la obtenemos únicamente a través de los
sentidos. Es por eso que Locke era un gran defensor de la educación como motor
de cambio en las personas. Locke también admitía la posibilidad de que existieran
capacidades innatas, como la percepción o el razonamiento. En su obra
encontramos una continua preocupación por comprender la fuente del
conocimiento, como en Ensayo sobre el entendimiento humano (1690).

Gottfried Leibniz (1646-1716)

La batalla del empirismo vs. racionalismo siguió con Leibniz, que atacó duramente
a John Locke por haber dudado de la existencia de las ideas innatas en el ser
humano. Contestando directamente a Locke, Leibniz publicó Nuevos ensayos
sobre el entendimiento humano (1704), donde refutaba capítulo por capítulo
el Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke. Leibniz introdujo algo
interesante para el debate empirismo vs. racionalismo, ya que si bien defendía que
la razón permitía acceder a todo el conocimiento, añadió un importante «en
principio». Este añadido deja la afirmación en un: «En principio, la razón permite
acceder a todo el conocimiento». Leibniz creía que las facultades racionales del
hombre eran limitadas, por eso no todo el conocimiento podía abarcarse mediante
la razón. Leibniz es considerado inventor del cálculo infinitesimal, si bien durante
su vida tuvo que defenderse de las acusaciones de plagio que relacionaban su
obra matemática con la de su contemporáneo Isaac Newton.

Isaac Newton (1642-1727)

Más allá de sus importantísimos descubrimientos en los campos de la física y la


matemática, Newton dedicó gran parte de su tiempo a la reflexión sobre asuntos
teológicos y filosóficos. De hecho publicó más páginas de estos temas que sobre
ciencia. La influencia de Newton sobre la filosofía, particularmente sobre las
concepciones del materialismo francés del siglo XVIII, fue enorme. Newton creía
en que Dios había dado un primer impulso al movimiento del Universo, pero
rechazaba la idea de la Trinidad, por lo que fue criticado por la Iglesia. Propuso el
concepto «Filosofía natural» para abordar el conocimiento sobre el mundo,
partiendo de una base cristiana. Con Newton se culmina la Revolución Científica.

Filósofos de la Revolución (1750 – 1900)


Conseguida la separación del Estado y la religión durante la Era de la Razón, a
partir de 1750 encontramos la Era de la Revolución, que planteaba oposición a
ambas instituciones. El cuestionamiento del poder y las preocupaciones
sociopolíticas pasan a ser temas de la filosofía. Los debates sobre el conocimiento
fueron superados y las ideas revolucionarias ocuparon el tiempo de los filósofos,
que dedicaron papel y tinta a reflexionar sobre cuestiones políticas, sociales y de
justicia. En el marco histórico de la Ilustración, los filósofos se apoyan en los
métodos deductivos e inductivos para llegar a conocer la verdad y en la
divulgación de conocimiento científico mediante el «enciclopedismo». La única
manera de arrojar luz e iluminar el mundo era mediante la razón y la sabiduría,
herramientas para derrocar regímenes autoritarios y luchar por valores
republicanos y democráticos. El objetivo de los filósofos en esta etapa
fue erradicar la ignorancia, la superstición y la tiranía. Sus ideas permitieron
cambios históricos como la Revolución Americana o la Revolución Francesa, e
inauguraron nuevas corrientes de pensamiento como el idealismo o el marxismo,
de gran influencia en los siglos XIX y XX.

Montesquieu (1689-1755)
El primer gran nombre de estos «Filósofos de la Revolución» es Montesquieu,
famoso por haber propuesto la separación de poderes en Legislativo, Ejecutivo y
Judicial. Un modelo que fue incorporado en la Constitución de los Estados Unidos
de América en 1776 y que influyó enormemente sobre las naciones europeas.
Publicando El espíritu de las leyes en 1748, Montesquieu pretendió argumentar
que la monarquía constitucional era el mejor sistema político para luchar contra el
despotismo. Se dejó influenciar por las propuestas que John Locke planteó
en Segundo Tratado sobre el gobierno civil, publicado en 1690.

David Hume (1711-1776)

La eterna disputa del racionalismo vs. empirismo siguió


viva en esta época gracias a la filosofía de David Hume, que se encargó de
asestar el golpe final contra el racionalismo. Siguió las tesis de John Locke y
planteó que el conocimiento -que como empirista relacionaba exclusivamente con
los sentidos-, procedía de las ideas y de las impresiones. Sin embargo, como en
ocasiones tenemos ideas que no encuentran el respaldo de nuestras impresiones,
Hume añadió que existen dos tipos de enunciados: «demostrativos» y
«probables», fácilmente confundibles. Los enunciados demostrativos proceden de
la lógica, las ciencias exactas y el razonamiento deductivo, y son evidentes por sí
mismos («2 +2 = 4»). Por su parte, los enunciados probables hacen referencia a
cuestiones empíricas, que sólo se pueden constatar empíricamente («Paco está
detrás de ese muro»). Sólo sabremos si es verdaderamente cierto yendo hasta el
muro y mirando detrás: ahí estará Paco. Sin comprobarlo no podremos creerlo.
Otro elemento importante en la filosofía de Hume, que rechaza completamente las
«ideas innatas» de las que hablaba Descartes, es el concepto de «costumbre» o
«hábito», ya que considera que muchas veces nos dejamos guiar por
conocimientos adquiridos por repetición. «El Sol sale todas las mañanas» es una
afirmación que todos apoyamos, pero lo hacemos por costumbre, por hábito, no
porque lo hayamos constatado científicamente. No podemos asegurar que el Sol
vaya a salir durante todas las mañanas que quedan en el futuro. Todo lo que
sabemos lo sabemos gracias a nuestros sentidos. Después de Hume, el debate
racionalismo vs. empirismo no volvió a ocupar el protagonismo entre las
cuestiones filosóficas, y los filósofos se centraron en temas como la política, las
leyes, el poder, la autoridad, los derechos, la economía o la sociedad.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

La filosofía de Rousseau está muy ligada al movimiento artístico del romanticismo,


ya que fue el primero en romper con la visión bruta y salvaje de la Naturaleza.
Hasta entonces había predominado el pensamiento de Hobbes («El hombre es un
lobo para el hombre»), en lo referente al papel de la civilización en la
transformación de la naturaleza humana original. En ese momento todos los
filósofos consideraban que las artes, la ciencia, las leyes, el Estado, el progreso…
eran elementos que hacían mejor al hombre. Rousseau rompió con esa idea
defendiendo que el hombre natural es menos egoísta y salvaje que el hombre
civilizado. Para él, es la sociedad civil la que induce el estado salvaje, y el
conocimiento lo que nos vuelve infelices. «El hombre nace libre». Además de este
nuevo enfoque que impulso la corriente romántica, Rousseau es importante por
haber publicado El contrato social, obra con la que pone en práctica su teoría y en
la que defiende la libertad del hombre ante la dirección de la aristocracia, la
monarquía y la Iglesia. Su idea de que los ciudadanos controlaran el proceso
legislativo fue un gran apoyo intelectual para los revolucionarios de la Bastilla, que
cambiaron la historia del mundo cortando la cabeza al Antiguo Régimen. El
pensamiento de Rousseau influyó mucho en Marx.

Voltaire (1694-1778)

«La superstición hace que el mundo estalle en llamas; la filosofía las

apaga» – Voltaire Voltaire fue un escritor francés que dio muestras de su


ingenio en famosas obras como Cándido (1759), y que planteó una interesante
filosofía basada en la duda constante. Creía que no era posible conocer o
descubrir las verdades absolutas, pero que la ciencia era un buen sistema para
«alcanzar acuerdos». Rechazaba la idea de aceptar lo que afirmara la autoridad
(el Estado, la Iglesia…), pero reconocía que esa era la posición más cómoda. «La
duda no es una condición placentera», aseguraba, pero era la única postura
lógica. Sus ideas fueron muy importantes para la Revolución Francesa que se
inició una década después de su muerte, ya que apostaba por desafiar a toda
autoridad, limitar el gobierno y dar libertad a la expresión de ideas.

Adam Smith (1723-1790)

A menudo considerado el economista más importante de la historia, Adam Smith


propuso una filosofía interesante e introdujo conceptos nuevos. Analizó la
conducta humana (utilizó el método empírico) para concluir que «el hombre es un
animal que negocia» y que el mercado libre es la clave para establecer una
sociedad equitativa. Defendió una idea profunda e importante: que la sociedad se
beneficia cuando los individuos buscan un beneficio propio. Acuñó el concepto
«mano invisible» para tratar de explicar que el mercado, mediante las leyes de la
oferta y la demanda, se autorregulaba. En 1776 publicó La riqueza de las
naciones, una de las obras más importantes para el desarrollo de la ciencia
económica.

Immanuel Kant (1724-1804)

Con Kant la historia de la filosofía pasa de capítulo. La


pelea racionalismo vs. espiricismo se ve finalmente superada, y normalmente se
habla de la filosofía «antes de Kant» y la filosofía «después de Kant». En realidad
la base de la importancia de este filósofo es sencilla: fue el conciliador entre las
dos corrientes, el primero que argumentó que se podían combinar racionalismo y
empirismo. La doctrina filosófica que fundó Kant, el idealismo, fue abrazada por
los filósofos posteriores, especialmente los alemanes. Su aproximación a la
metafísica lo eleva a lo más alto entre los filósofos de la historia, y su obra Crítica
de la razón pura (1781) es considerado el texto más importante de la filosofía
moderna. Tratando de ser breves, podemos decir que Kant llega a la conclusión
de que los humanos tenemos dos características básicas que nos permiten
relacionarnos con la realidad que nos rodea: sensibilidad y entendimiento. Con la
sensibilidad reconocemos las sustancias (Kant habla de ‘sustancia’ para referirse
a lo que significa ser algo, de manera general) y con el entendimiento
comprendemos conceptos que no experimentamos, como el espacio o el tiempo.
Realidades complejas que están fuera del alcance sensorial, de la sensibilidad,
pero que sin embargo, como seres humanos somos capaces de percibir y
comprender. Los empiristas criticarían este último punto que plantea Kant, porque
para ellos no hay nada que podamos conocer si no lo podemos percibir u
observar, pero Kant defiende que ningún ser humano es capaz de observar ni
experimentar el tiempo, y sin embargo sí lo entienden y lo comprenden.

Georg Hegel (1770-1831)
Hegel fue el primer gran filósofo del siglo XIX. Muy influenciado por Kant, fue un
idealista que defendió que la realidad no es material, sino espiritual. Es importante
por plantear muchas reflexiones, pero especialmente por introducir el concepto
de dialéctica. La dialéctica hegeliana asegura que «toda noción -o tesis– contiene
en sí misma una contradicción –antítesis-, que únicamente se supera con el surgir
de una nueva noción, más rica, llamada síntesis, a partir de la noción original».

Arthur Schopenhauer (1788-1860)

Rompiendo la tradición alemana, Schopenhauer no siguió la corriente


del idealismo (cuyas figuras importantes eran Kant y Hegel), y apostó por una
nueva concepción de la realidad que nos rodea. Fue ignorado por el resto de
filósofos alemanes y sus ideas se vieron ensombrecidas por las de Hegel, sin
embargo en el campo de la psicología sí fue muy influyente (sobre Freud, por
ejemplo). Schopenhauer recibió influencias del pesimismo y del budismo, y que
aseguraba que era imposible explicar de dónde precedía nuestro conocimiento
(como intentaron hacer racionalistas y empiricistas). Además, defendió una
profunda idea: «todo hombre considera los límites de su propio campo de visión
como los límites del mundo».

Karl Marx (1818-1883)

El pensamiento de Marx es tan importante para la


historia que incluso se han creado países siguiendo las ideas que planteó. No se
puede ser más influyente. Ha habido gobiernos, leyes, sistemas sociales, modelos
económicos y Estados basados en lo que Karl Marx escribió. Ningún otro filósofo
ha conseguido tener tanto impacto. Lo primero que aportó este pensador alemán
fue la idea de que todos los cambios que han tenido lugar a lo largo de la historia
han sido siempre el resultado de la lucha entre clases sociales. Esta sencilla idea
que hoy tantos aceptan nunca antes se había propuesto. Nadie había reparado en
la importancia de la tensión entre las clases altas y las clases bajas. Marx sostenía
que conociendo el sistema de propiedad de cualquier sociedad a lo largo de la
historia, podíamos comprender las relaciones sociales en dicha época. Además,
planteó reflexiones innovadoras como que el sistema capitalista era
financieramente inestable por naturaleza -lo que lleva a la repetición de crisis
económicas periódicas-, o que el desarrollo de la tecnología llevaría a un aumento
del desempleo. Preocupado por dar solución a los problemas que planteaba el
creciente modelo capitalista, Marx propuso un nuevo sistema: el comunismo. El
comunismo se basaba en transformar los medios de producción en propiedad
colectiva y en que cada miembro de la sociedad trabajara según sus capacidades
y consumiera según sus necesidades. Una de las grandes influencias de Marx fue
Hegel y su dialéctica, que hablaba de la manera de conseguir cambios. La puesta
en práctica de las ideas de Marx desacreditó durante el siglo XX a la filosofía de
este personaje que, en cualquier caso, es considerado uno de los grandes
pensadores de la historia.

Filósofos del siglo XX


Cuando la Humanidad entró en el siglo XX el marco teórico y filosófico era ya muy
distinto. Los descubrimientos de Charles Darwin, Albert Einstein o Sigmund Freud
habían zanjado temas tradicionales como la reflexión sobre la existencia o la
naturaleza del Universo, y los filósofos empezaron a preocuparse por cuestiones
de filosofía política y moral, o por asuntos más concretos como el análisis
lingüístico. Aparecieron nuevas ramas en la Filosofía como el existencialismo -
ahora que se había aceptado un Universo sin Dios-, la fenomenología -que
planteaba resolver todos los problemas atendiendo a la experiencia individual-, o
la filosofía analítica. Los importantes eventos bélicos y políticos del siglo XX
hicieron que los filósofos adoptaran posiciones ideológicas y se situaran en el
espectro de la izquierda o del liberalismo. Dios había muerto y la Filosofía tenía
que explorar nuevos horizontes y caminos por los que transitar, en el contexto de
la sociedad más cambiante de la historia.

Nietzsche (1844-1900)
Aunque murió justo en el año 1900, se considera a
Nietzsche un filósofo del mundo moderno. Quiso superar la tradición filosófica
platónica de la existencia de dos mundos, uno físico y otro que sólo se podía
conocer mediante el intelecto. Para ello proclamó su famosa frase: «¡Dios ha
muerto!», tratando de significar que la creencia en valores superiores había sido
superada. Con su concepto del superhombre, Nietzsche se refiere a un hombre
nuevo en la historia, libre de miedos y temores, que genera su propio sistema de
valores, ajeno al marco ético de la Iglesia, de la tradición, la familia o el Estado. El
superhombre es aquel capaz de controlar y al mismo tiempo disfrutar de sus
instintos, un hombre que sólo cree en lo que puede ver, y que por tanto reniega de
la religión. Nietzsche defiende, con la idea de que no existen dos mundos y con la
idea del superhombre, que los individuos han de encontrarle el sentido a la vida
terrenal, a la vida presente, a la vida real, y disfrutar cada momento, porque no
hay un Más Allá (cristianismo) o un Mundo de las Ideas (platonismo) que nos
aguarde tras nuestra muerte. El mundo era uno, la vida una sola vez, y había que
aprovecharla. La obra más importante de Nietzsche es Así habló
Zaratustra (1885). El superhombre de Nietzche fue apropiado por Hitler para dar
apoyo filosófico al nazismo.

Henri Poincaré (1854-1912)

Gran matemático, Poincaré es reconocido por sus aportaciones a la física y a la


topología, pero también destacó como filósofo de la ciencia. Su pensamiento está
en deuda con la filosofía kantiana, y consideraba que las leyes de la ciencia no
atañen al mundo real, sino que constituyen acuerdos (convenios) arbitrarios que
deben servir a la descripción más cómoda y útil de los correspondientes
fenómenos. Esta corriente de pensamiento se denomina convencionalismo.
Poincaré explicaba esta visión con el siguiente ejemplo: «Los axiomas
geométricos no son ni juicios sintéticos a priori ni hechos experimentales; son
convenciones».

Max Weber (1864-1920)


Considerado el padre de la sociología moderna, Max Weber se interesó por la
relación entre esta disciplina y la religión. Influenciado por Marx, reflexionó
sobre el efecto de las ideas religiosas en las actividades económicas y la relación
entre la estratificación social y la religión, para lo cual estudió el pensamiento de
Lutero. Su obra más conocida es La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
donde podemos imaginar la relación que hace entre el sistema económico
capitalista y la moral protestante. Weber también estudió las diferencias
sociológicas entre las sociedades occidentales y las de Oriente.

Antonio Gramsci (1891-1937)

En el pensamiento del italiano Antonio Gramsci no sólo encontramos uno de los


grandes exponentes de la corriente marxista, sino también un giro en la
concepción de lo que es la filosofía y los propios filósofos. Para Gramsci hay que
rechazar la idea de que el filósofo es un ser superior intelectualmente, y entender
que cualquier persona es filósofa, ya que cualquier persona piensa y reflexiona.
Quiere de esta manera unir a intelectuales y masa popular.

Bertrand Russell (1872-1970)

«La moralidad del trabajo es la de los esclavos, y el mundo moderno

no necesita esclavitud» – Bertrand Russell Fundador de la escuela


analítica dentro de la Filosofía, Bertrand Russell vivió casi 100 años y es uno de
los grandes filósofos del siglo XX. El tema principal sobre el que reflexiona Russell
es el trabajo. Habiendo vivido crisis como la del Crack del 29, el filósofo británico
concluyó que el aumento de la carga de trabajo era directamente proporcional a la
disminución de la felicidad. Por ello, Bertrand Russell defendió que había que
redefinir la ética del trabajo y avanzar hacia una sociedad en la que los individuos
tuvieran que trabajar menos, para así disfrutar más de la vida. Quería desmontar
la visión que tenemos sobre el trabajo como un deber, una obligación e incluso
una virtud.

Jean-Paul Sartre (1905-1980)


«La existencia precede a la esencia» es una idea
profunda y trascendental que propone el filósofo francés Jean-Paul Sartre.
Rompiendo con la tradición que defiende que los seres humanos estamos aquí por
algún motivo, y que somos diferentes a los demás seres, Sartre defiende que no
hay una naturaleza humana universal, que no hay ninguna finalidad en nuestra
existencia. Aunque parece que somos seres destinados a encontrarle una
finalidad a nuestra vida, eso no quiere decir que nuestra vida tenga una finalidad.
A partir de esta reflexión Sartre va hilando su ateísmo y su idea de que lo más
importante es la libertad. Es la libertad la que define a los seres humanos, que son
los únicos seres realmente libres de escoger qué ser. Los seres humanos estamos
capacitados para configurarnos a nosotros mismos de manera activa. No existe un
Ser Superior que nos haya creado, y no debemos limitarnos ante nada. No es
difícil imaginar que el pensamiento de Sartre influyó mucho en los estudiantes del
Mayo del 68, o que se le considere un «filósofo de la libertad».

Michel Foucault (1926-1984)

La aportación más importante de Foucault a la filosofía es la propuesta de hacer


«arqueología» y rastrear el pensamiento a lo largo de la historia, para acabar
descubriendo que los términos y las ideas no pueden entenderse como conceptos
universales y constantes. Por ejemplo, las ideas «hombre» o «naturaleza
humana» no han sido siempre definidas de la misma manera (en el siglo XIX, en el
siglo VIII o en el siglo XX). Las condiciones históricas cambian con el paso del
tiempo, y con ellas también los conceptos y el discurso. Partiendo de esta base,
Foucault propone que la idea de «hombre» es una invención reciente y que tiene
fecha de caducidad: lo que entendemos por «hombre» está cerca de cambiar
radicalmente.

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