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2021

Tomo II Características del Sistema Miofascial

Lisandro Cacciatore
Extensión Universitaria
1-1-2021
1

INTRODUCCIÓN

En el siglo XVII, el siglo de la «revolución científica», que representó el mayor giro en la historia
de la ciencia, los científicos dejaron de preguntarse por qué ocurren las cosas, y empezaron a
preguntarse cómo ocurren. Cambiaron drásticamente el enfoque de su estudio desde la
especulación a la experimentación. El lenguaje de las matemáticas empezó a dominar el
lenguaje de las ciencias. En ese siglo de gloria para las ciencias, Galileo Galilei descubrió que,
basándose en los principios matemáticos, se pueden explicar las leyes que gobiernan el
movimiento corporal.

Describió la interrelación entre el peso corporal y el movimiento, así como también sus
influencias en los cambios de la forma y la densidad de los huesos. Este razonamiento,
revolucionario para la época, fue desarrollado y detallado dos siglos después por Julius Wolff, al
formular los principios conocidos actualmente como la «Ley de Wolff». En su libro, publicado en
el año 1892 y titulado «Las leyes de la transformación ósea», afirmó que:

«cada cambio en el funcionamiento del hueso trae como consecuencia cambios en su


arquitectura trabecular, así como también en la conformación externa de acuerdo a las leyes
matemáticas» (Wolff, 1892).

En otras palabras, las estructuras óseas se orientan adaptándose en su forma y masa en


respuesta a la acción de las fuerzas extrínsecas. De esta forma, los hábitos posturales y laborales,
dentro de la acción de las fuerzas gravitatorias, proporcionan el principal componente del estrés
mecánico que actúa sobre el sistema óseo. Por lo tanto, la formación del hueso es propensa al
proceso de remodelación y de progresiva adaptación en respuesta a la forma y magnitud de las
fuerzas que actúan sobre él, siempre buscando un equilibrio funcional. Estos cambios pueden
producirse en el momento de nacer, con el riesgo de una deformación por la inadecuada
aplicación del fórceps, durante un accidente, o en el proceso de adaptación de lentos y
progresivos cambios degenerativos.

Incluso en el vientre materno, a raíz de una excesiva presión unidireccional, se pueden producir
deformaciones óseas antes de nacer. Basándose en las afirmaciones de la ley de Wolff, se puede
concluir que los huesos cambian su forma y masa a lo largo de la vida. La ley de Wolff permite
entender mejor los cambios de la estructura externa e interna de los huesos.

Éstos tienen diferentes formas, grosor y densidad, que pueden oscilar entre una estructura casi
transparente, en forma de pergamino, como lo son algunos huesos del cráneo, hasta la
compacta, gruesa y resistente estructura del fémur.

Siempre bajo la misma premisa: la forma y la masa del hueso están determinadas por su función,
tanto en la enfermedad como en el cuerpo sano. El cuidadoso análisis de la ley de Wolff ofrece
un interesante panorama de posibilidades de cambios en nuestro cuerpo a raíz de diferentes
acontecimientos relacionados con el movimiento. Esta ley se conoce también como «la ley del
estrés bueno y el estrés malo» (Pilat, 1992).

¿Cómo entender este planteamiento? Si es cierto que el exceso de estrés mecánico afecta de
una manera desfavorable al tejido óseo, es igualmente cierto que la disminución de ese mismo
estrés puede estimular su crecimiento; éste es un principio ampliamente utilizado en los
tratamientos ortopédicos, particularmente en los niños en la etapa del crecimiento, cuando se
quiere estimular el crecimiento del tejido óseo en presencia de deformaciones (por ejemplo, la
aplicación del tacón de Thomas en el pie plano valgo).

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Dentro de este razonamiento, es lógico pensar que los resultados de la aplicación del estrés
mecánico sobre el tejido óseo tendrán resultados similares en los demás tejidos.

Todas las células y los tejidos del cuerpo están expuestos a lo largo de la vida al estrés mecánico.
Se sabe que la interacción entre las células y los factores mecánicos es esencial para la salud y
el funcionamiento apropiado de los tejidos y los órganos de nuestro cuerpo. Los factores
mecánicos desempeñan un papel importante en la regulación del mecanismo celular, así como
también en los estados patológicos como, por ejemplo, la arteriosclerosis, la osteoartritis y la
osteoporosis.

Actualmente, el revolucionario pensamiento de Galileo Galilei de que la gravedad y las fuerzas


mecánicas ponen los límites al crecimiento y definen la arquitectura de los organismos vivos, es
más vigente que nunca. Asimismo, queda por descubrir la importancia real de las afirmaciones
de Wolff. Tenemos la obligación de analizar la importancia de los factores mecánicos en el
crecimiento, la degeneración y la regeneración de los tejidos, haciendo especial hincapié en el
tejido de integración corporal, el sistema fascial.

Relación entre la Célula y la Matriz Extracelular.


Considerando lo expuesto anteriormente,
es recomendable iniciar el análisis
partiendo del elemento básico en la
construcción de nuestro cuerpo, la célula.
En la era del desciframiento del genoma
humano y de las clonaciones, la célula tiene
especial interés en el mundo de la ciencia.
Al intentar enfocar todas las funciones
corporales dentro de una perfecta y
globalizada organización del cuerpo, no se
puede pasar por alto el análisis de su
estructura elemental.

Lo que llama particularmente nuestra


atención es la forma en que la estructura
celular puede contribuir en el flujo de
información del sistema miofascial del
cuerpo. En este orden de ideas, la visión de
la célula como una bolsa casi
herméticamente cerrada con un contenido de diferentes moléculas parece ser, en cierto modo,
una limitación para cumplir con nuestros objetivos.

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Desde hace tiempo, los investigadores ofrecen


una visón muy distinta. En primer término, se
afirma que la célula no es simplemente una bolsa
llena de solución; su contenido, denominado
matriz citoplásmica, es muy rico y variado. Esta
estructura está muy organizada, sumergida en la
sustancia fundamental extracelular, y con una
membrana que permite la conexión entre los dos
ambientes, interno y externo.

De esta forma, la sustancia fundamental


intracelular se comunica con la extracelular,
existiendo, igualmente, una conexión a través de
la envoltura nuclear, siendo así la comunicación
más amplia, al implicar también al material o la matriz intranuclear. Esta observación permite
realizar un análisis de las reacciones mecánicas y bioquímicas entre los diferentes niveles y tejidos
de nuestro cuerpo, permitiendo deducir que una acción mecánica inicial realizada en las terapias
miofasciales sobre la superficie corporal (la piel) puede tener
perfectamente bien su impacto mecánico en el interior celular, a través de esa continua red de
comunicación, llegando así a la intimidad celular, donde se encuentra depositada la esencia de
nuestro cuerpo, que es el material genético (Oschman, 1993).

La estructura integral mencionada se extiende por todo


el cuerpo hasta los lugares más lejanos, y transmite la
información entre la sustancia nuclear e intracelular
hasta la sustancia fundamental extracelular del tejido
conectivo.

Las propiedades de esta red dependen de las actividades


interrelacionadas de todos sus componentes. Por tanto,
cualquier tipo de cambio en uno de los componentes, en
cualquier nivel, tendrá su repercusión en los restantes.
Cada componente debe tener la capacidad de ajustar
sus actividades de tal manera que estén en concordancia
con las que realizan los restantes componentes. Por esta
razón, al estudiar este flujo de información, hay que
tener en cuenta la forma,
el mecanismo, la energía y también el carácter funcional
de cada célula, tejido,
órgano y, ¿por qué no?, de cada cuerpo en relación con el ambiente que lo rodea
.

Las preguntas que quedan por responder son: ¿de qué


manera y a través de qué vías se transmite esta información,
y qué es lo que es capaz de regularla? No es fácil responderlas,
considerando la complejidad de información precisa que
aporta la ciencia en este sentido. Por lo general, se considera
que la información se transmite a través del sistema nervioso
y del sistema endocrino. Sin embargo, los descubrimientos
realizados desde hace varias décadas revelan que algunas
hormonas actúan sobre la superficie y otras penetran
directamente hacia el interior de las

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células; por lo tanto, la intercomunicación se realiza en dos niveles: químico y mecánico. Se puede
entonces afirmar que existen señales que se transmiten en el seno de la matriz (desde una estructura
a otra) y también a través de la matriz (implicando al mismo tiempo a todo su contenido) (Oschman,
1993).

Así se puede arriesgar la opinión de que cada


célula de nuestro cuerpo recibe la información
sobre las actividades de otros puntos (de otras
células) a través de esta compleja red de
interconexión e información.

El complejo de la matriz viviente es una


estructura dinámica y cambiante. Los
distintos tipos de conexiones se forman,
deshacen y vuelven a formarse de nuevo.
Este mecanismo permite cambios en las
posiciones relativas de las células dentro
de la matriz viviente, según las necesidades
vitales del organismo, permitiendo así
utilizar su gran potencial de reparación,
restauración y eliminación de los productos
del metabolismo del tejido, de acuerdo con sus
necesidades.

El conocimiento de las propiedades mecánicas de las células abre un mundo fascinante de


posibilidades de cambios prácticamente infinitos.

RESPUESTA DEL SISTEMA FASCIAL A LA APLICACIÓN DE LAS FUERZAS

En la naturaleza, el movimiento, en presencia de un campo de fuerzas, como, por ejemplo, las fuerzas
gravitatorias, tiende siempre hacia equilibrios estables.
En la escala atómica y subatómica, el movimiento asume condiciones de indefinición, debidas al
doble comportamiento cuántico de las partículas-ondas, pero desde la escala molecular y en la
dirección ascendente, el movimiento se puede considerar como una variación de la posición de un
objeto con respecto a un sistema de coordenadas.

En los organismos vivos, el movimiento es una condición que abarca cualquier nivel de complejidad,
desde el molecular de las hélices del ADN hasta la interacción del organismo completo con el
ambiente. El cuerpo humano, en particular, ofrece un ejemplo admirable de un objeto «diseñado»
para moverse, incluso en ausencia de un campo de fuerzas. En el interior de las células, se puede
apreciar un aspecto dinámico que se puede considerar emblemático de la vida misma: el incesante
movimiento browniano. Al analizar el cuerpo en su conjunto, se observa que cualquier tipo de
movimiento, como el lineal del caminar o el angular de una articulación, obedece a unas leyes
fundamentales: la búsqueda del equilibrio y la obtención del máximo resultado con el mínimo gasto
de energía (eficiencia). La propia estructura corporal integra la dinámica del cuerpo en un conjunto
articulado y profundamente integrado a través de la ininterrumpida red miofascial.

En el proceso de evaluación, así como también en el tratamiento de la respuesta corporal a las


solicitudes dinámicas, estamos obligados a evaluar las características mecánicas de la red miofascial,
como la flexibilidad, el equilibrio dinámico, la resistencia a la carga, la habilidad para absorber la
compresión y la tensión. Esto conduce a la elaboración de un modelo global de los principios que
gobiernan la respuesta de los tejidos del cuerpo a los impulsos mecánicos aplicados sobre ellos.

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El objetivo final de este análisis biomecánico es tratar de definir las técnicas adecuadas para evitar o
reparar las lesiones debidas a solicitudes de excesiva magnitud que afectan a los tejidos, en
condiciones críticas del entorno físico en el que el cuerpo se desenvuelve.

En las terapias miofasciales se utilizan frecuentemente técnicas basadas en la


aplicación a los tejidos de diferentes estímulos mecánicos como, por ejemplo,
la presión, el estiramiento, la flexión y la torsión. Es muy importante aprender
a dosificar estas acciones mecánicas, para que no superen el alcance plástico
de los tejidos sometidos al tratamiento. En el fenómeno del latigazo, por ejemplo,
que somete a la columna cervical a una flexión y luego a una extensión de
gran intensidad en un tiempo breve, el aparato ligamentoso anterior y posterior
del cuello se estira de forma repentina, quedando lesionado. Durante el proceso
de reparación de la lesión, aumenta la cantidad de fibras de colágeno, y se
incrementa la resistencia y la rigidez del tejido.
Teniendo en cuenta que la deformación es el resultado de una fuerza aplicada a un objeto, hay que
examinar con más detalle las características mecánicas propias de los tejidos del cuerpo y, en
especial, del tejido conectivo. En la mayor parte de los materiales inorgánicos, la respuesta a la fuerza
aplicada es lineal y obedece a la ley de Hook: el objeto se deforma en la misma dirección y de forma
proporcional a la fuerza aplicada.

En su texto titulado Micrografía y publicado en el año 1665, Robert Hook, estableciendo las leyes
que gobiernan la elasticidad, utilizó por primera vez la palabra «célula» para describir a los elementos
vivientes fundamentales que constituyen un organismo (Guilak, 2000).

En los tejidos se produce una reacción más compleja, y la deformación se puede diferenciar en tres
etapas:

1. Etapa preelástica
Si se piensa en un resorte, esta fase
corresponderá a la del paso del estado de
reposo al de tensión. Si se escoge la
analogía con una tela, será como si se
estiraran las arrugas: la resistencia del
tejido conectivo es mínima.

Al observar un barco anclado en aguas


tranquilas, se detecta cómo la cuerda se
tensa lentamente al halarlo, pero el barco
permanece inmóvil. La duración de la
etapa depende del grado de ondulación
que presentan las fibras de colágeno: es diferente en los tendones, en los ligamentos, en la piel y en
los músculos.

2. Etapa elástica
Si se sigue estirando el tejido, se provoca una deformación lineal en la que, como un resorte, la
respuesta es proporcional a la fuerza aplicada, y la elongación observada depende directamente de
la tensión que se genera en el tejido en cada instante.

Al detener la aplicación, el tejido vuelve a su estado inicial; sin embargo, la analogía con el resorte
termina aquí, porque ahora hay que tener en cuenta la propiedad de viscoelasticidad. El tejido
conectivo está compuesto de fibras elásticas y componentes viscosos. Estas dos propiedades juntas

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generan un comportamiento muy peculiar; por lo tanto, cierto grado de deformación es irreversible
incluso en la etapa elástica y, al mantener la misma fuerza durante un tiempo
prolongado, el tejido seguirá deformándose proporcionalmente al tiempo y no sólo a la carga.

Se puede imaginar que en el tejido se genera una tracción compleja, como la creación de un campo
cóncavo en el que las tensiones elementales se desplazan hacia su máximo relativo en forma de
espiral.

En otras palabras, se altera el equilibrio normal entre elasticidad y viscosidad: los ligamentos, por
ejemplo, una vez sometidos a un excesivo estiramiento, no serán capaces de fortalecerse ni de
regresar a la situación inicial, generando lo que se define como «extraestiramiento».

Un ejemplo conocido es el de la estatura: por el efecto de la fuerza de la gravedad, se produce un


extraestiramiento de los discos intervertebrales, por lo que por la mañana somos algunos milímetros
más altos que por la noche; al contrario, en ausencia de peso, la estatura de los astronautas aumenta
de modo perceptible.

Es importante subrayar que, para mantener el tejido en una fase de elongación progresiva en lugar
de asumir una fuerza constante como en otros materiales, la única variable que influye es el tiempo
de aplicación. Incluso si se disminuye la intensidad de la fuerza, la tasa de elongación de los tejidos
se mantiene constante.

Otro fenómeno asociado con el estiramiento es la «histéresis», es decir, la pérdida de energía en


forma de calor que se origina cuando el tejido es estirado, lo que implica que para regresar al estado
inicial necesita una fuente de energía adicional.

El tejido recupera sus dimensiones previas a raíz del movimiento de los líquidos de su interior, pero
como la velocidad de salida de estos líquidos es mayor que la de entrada, se observa que la etapa de
relajación requiere más tiempo que la de estiramiento. Otra propiedad particular de los tejidos
consiste en que la elongación final no se observa inmediatamente y que, una vez retirada la carga, el
regreso al estado inicial no es instantáneo. Esto se debe a fenómenos biomecánicos pasajeros
que se originan en el colágeno. Por esa misma propiedad, si un tejido es estirado varias veces, la
elongación final es cada vez mayor. Todo ocurre como si fuera necesario abrir varias veces el
«resorte» para obtener su elongación final.

3. Etapa plástica
Cuando el estiramiento sobrepasa los límites de la fase elástica, empiezan a producirse
microtraumatismos en forma de desgarros microscópicos en las fibras de colágeno.

La diferencia con la etapa anterior es que ahora los cambios son irreversibles a escala macroscópica.
Después de detener la aplicación de la fuerza, el tejido ya no vuelve a su estado inicial y ha perdido
parte de su capacidad tensil. Si la fuerza del estiramiento es continua, los microtraumatismos se van
acumulando hasta producirse roturas en el tejido. La única manera de que se recuperen las
propiedades mecánicas es pasar a través del proceso de la inflamación y la posterior reparación.

PRINCIPIOS FÍSICOS RELACIONADOS CON LA DEFORMACIÓN DE LOS MATERIALES


En el proceso de las terapias miofasciales, se utilizan principios de propiedades de deformación de
materiales. Las reacciones observadas son complejas y a veces difíciles de explicar. El análisis básico
de los principios relacionados con la aplicación del estrés mecánico (stress) ayuda a entender los
procesos que se producen durante los tratamientos.

• Estrés: es la resistencia opuesta por un objeto a la deformación. Se puede expresar también como
la reacción de un objeto (en su totalidad o solamente en su estructura) a la aplicación de una fuerza,
y normalmente es proporcional a la misma fuerza. Se puede dividir en tres grupos básicos:

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– Tensión: variación del equilibrio de las fuerzas internas de un objeto, que se presenta junto a la
elongación cuando se aplica la misma fuerza en dos lados opuestos del objeto desde sus superficies.
En un tejido orgánico la tensión no afecta de manera considerable a la circulación de los líquidos.

– Compresión: variación del equilibrio de las fuerzas internas de un objeto que se observa junto a la
expansión cuando se aplica una fuerza a una superficie del mismo. En un tejido orgánico la
compresión facilita la circulación de líquidos.

– Cizallamiento: se produce cuando se aplica la fuerza en el plano de una sección del objeto.

• Torsión o rotación: variación del equilibrio de las fuerzas internas de un objeto que se obtiene al
aplicar un par dinámico (dos fuerzas de igual intensidad y de dirección opuesta). Tiene poca
aplicación en terapias miofasciales, aunque es utilizada en técnicas relacionadas con la patología
articular.

• Flexión: variación del equilibrio de las fuerzas internas de un objeto que se produce cuando sobre
él se aplican tres o más fuerzas no alineadas. Se puede considerar una combinación de tensión y
compresión: la compresión se verifica en la superficie del objeto, que tiende a ponerse cóncava,
mientras que la tensión se observa en el lado opuesto.

• Desplazamiento: deformación que se produce en un objeto cuando tiene lugar un movimiento


relativo entre varios planos del mismo, por efecto de la aplicación de una fuerza paralela a los mismos
planos. Es una combinación de compresión y elongación.

• Strain o elongación: deformación que se produce en la estructura de un objeto por la aplicación de


una fuerza externa que genera una variación dimensional y acentuada en una sola dimensión del
objeto.

• Expansión: aumento de una o más dimensiones de un objeto que se observa cuando sobre él se
aplica una fuerza.

• Elasticidad: propiedad de un objeto de regresar a sus condiciones geométricas iniciales después de


detener la aplicación de fuerzas externas (ejemplo: el resorte).

• Viscosidad: propiedad de un objeto de quedar permanentemente deformado por efecto de la


aplicación de fuerzas externas (ejemplo: la plastilina).

• Viscoelasticidad: característica sobresaliente del tejido conectivo que une ambas características de
elasticidad y viscosidad (las fibras que se deforman temporalmente coexisten con las fibras que se
deforman permanentemente).

• Tixotropía: fenómeno mostrado por varios tipos de sustancias gelatinosas, en el cual el sistema
expone propiedades mecánicas de un gel al no ser perturbado, pero se transforma en líquido cuando
es agitado mecánicamente, y se convierte de nuevo en gel cuando se encuentra en estado de reposo.
Esta «reducción de la viscosidad» se debe a una ruptura temporal de una estructura interna del
sistema. La viscosidad del sistema trixotrópico depende de la extensión de las agitaciones mecánicas
previas a las que ha sido sometido el material.

• Alcance plástico: amplitud crítica de deformación más allá de la cual un objeto pasa de la fase de
elasticidad a la de plasticidad (al detener la aplicación de la fuerza externa, la deformación
permanece).

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• Deformación: variación de formas causada en un objeto por efecto de la aplicación de una fuerza
externa o interna. La tracción y la presión son agentes de deformación (Gintel y Walker, 1995). La
deformación puede ser permanente o reversible, según la magnitud de las fuerzas aplicadas.

Se entiende que la deformación es reversible cuando desaparece después de quitar las fuerzas. Las
leyes que gobiernan la deformación de los tejidos son muy complejas. Esto se debe a la complicada
combinación de sus componentes, entre los cuales destaca el agua. La distribución de las fuerzas
aplicadas sobre los tejidos no sigue, como sucede con los materiales no orgánicos, los principios de
deformación homogénea (cuando la deformación del material es igual en todas las direcciones) o
anisotrópica (cuando las propiedades mecánicas del material son distintas en diferentes
direcciones). Otro factor que puede contribuir en la deformación de los materiales es la temperatura.

• Deformación preelástica: para poder iniciar la deformación de un tejido se debe, en primer lugar,
pasar del estado de reposo al estado de tensión.

• Deformación elástica (deformación reversible): variación de forma que se anula cuando cesa la
aplicación de la fuerza (el objeto regresa a sus características geométricas iniciales).

• Fuerza de relajación: al aplicar la ley de Hook, se observa que, en teoría, para mantener el tejido
en una elongación constante se necesita una fuerza constante. En realidad, en el caso de los tejidos,
la fuerza necesaria para mantener esa elongación constante disminuye progresivamente; es como si
el resorte, una vez estirado, no necesitara de la misma fuerza para mantenerlo estirado.

En otras palabras, la carga aplicada al tejido deformado disminuye con el tiempo; sin embargo, la
deformación se mantiene sin cambios, es constante.

• Deformación plástica: variación permanente de la forma que se observa en un objeto, incluso


después de la aplicación de una fuerza (el objeto no regresa a sus características geométricas
iniciales).

• Deformación viscoelástica: los materiales con las propiedades de viscoelasticidad (los que tienen
las propiedades de viscosidad y elasticidad), como la fascia, el ligamento y el hueso, tienen una curva
de deformación que depende del factor tiempo.

• Deformación bajo presión constante (creep): propiedad de la deformación del material


relacionada con el factor tiempo; es característica de los materiales con propiedades viscoelásticas.
Al aplicar la fuerza se produce una deformación del material; al mantener la misma fuerza durante
un tiempo mayor, se produce una mayor deformación del material. Esta deformación tiene su límite.
Al continuar con la aplicación de la fuerza se puede producir una microfractura del tejido. Esta
propiedad se observa por ejemplo en el nervio periférico: le permite adaptarse a una inesperada y
rápida tracción y recuperarse después de soportar un peso excesivo.

• Histéresis: fenómeno relacionado con la pérdida de energía durante el proceso de carga y descarga
en la deformación de los materiales con propiedades de viscoelasticidad.

• Sensibilidad promedio a la carga aplicada (loading rate sensitivity): respuesta de la deformación


del tejido relacionada con el tiempo y la carga aplicada.

• Lubricación del movimiento: las nuevas teorías sobre la lubricación del movimiento en las
articulaciones se podrían aplicar también a los fenómenos que ocurren durante el proceso de
tratamiento en las terapias miofasciales.

TENSEGRIDAD (LA ARQUITECTURA DE LA VIDA)

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En cualquier organismo vivo, sin tener en cuenta su naturaleza, se observa una serie de complejas
interacciones que involucran a todos sus componentes y sistemas. Al referirnos al sistema miofascial
del cuerpo y analizar su influencia durante el movimiento y la estabilidad corporal, tenemos la
obligación de explorar sus características mecánicas, como la flexibilidad, la fuerza, la resistencia, el
equilibrio dinámico, y la habilidad para absorber las fuerzas de compresión, flexión, torsión y
estiramiento. El análisis de estas características sólo es posible a través del enfoque
integral de las funciones corporales, y particularmente del movimiento corporal en todos sus niveles.

Para construir un modelo funcional de respuesta del cuerpo humano a los requerimientos mecánicos
externos e internos, puede ser útil recurrir a los esquemas estáticos que se analizan en la
arquitectura y la escultura. Se pueden demostrar seis tipos de estructura arquitectónica, que se
analizarán en orden creciente de complejidad.

1. Estructura de ladrillos.
En este tipo de estructura, los elementos que constituyen las paredes y el techo se encuentran en un
conjunto estable en función de su peso. La condición necesaria para la estabilidad es que el
baricentro (véase glosario de términos más frecuentemente utilizados en Biomecánica) de cada
ladrillo pertenezca a una recta vertical que caiga dentro del perímetro del ladrillo subyacente. Dicha
condición conlleva un gasto de energía muy grande, porque depende de la reacción de la masa de
los ladrillos a un campo gravitatorio (compresión generada por el peso de los ladrillos), que sería
totalmente impensable en ausencia de gravedad.

2. Estructura del arco o bóveda. Es una variante de la estructura de ladrillos en la que las cargas
verticales se reparten de forma homogénea, debido a la forma trapezoidal de la sección de los
elementos horizontales. Como el caso anterior, sólo actúan las fuerzas de compresión, pero el gasto
de energía es más reducido. (véase glosario de términos más frecuentemente utilizados en
Biomecánica) de cada ladrillo pertenezca a una recta vertical que caiga dentro del perímetro del
ladrillo subyacente. Dicha condición conlleva un gasto de energía muy grande, porque depende de
la reacción de la masa de los ladrillos a un campo gravitatorio (compresión generada por el peso de
los ladrillos), que sería totalmente impensable en ausencia de gravedad.

2. Estructura del arco o bóveda. Es una variante de la estructura de ladrillos en la que las cargas
verticales se reparten de forma homogénea, debido a la forma trapezoidal de la sección de los
elementos horizontales. Como el caso anterior, sólo actúan las fuerzas de compresión, pero el gasto
de energía es más reducido.

3. Estructura constituida por vigas y columnas. En este caso, no sólo actúa el requerimiento de la
compresión, sino que, además, en el elemento rígido horizontal (la viga) se realiza compresión en la
cara superior y tracción en la cara inferior. El equilibrio estático se obtiene porque los esfuerzos de
flexión, debidos a la carga vertical, se transmiten a través de los puntos de articulación como
esfuerzos compresivos en los elementos verticales. La rigidez del conjunto depende del grado de
integración de los puntos de unión de los elementos, es decir, si las columnas están firmemente
empotradas a las vigas, la estructura reacciona a las fuerzas externas como un elemento único
(portal). En este caso, el gasto de energía es menor que en el anterior, pero este esquema también
es poco eficaz.

4. Tensoestructura. Deriva del esquema anterior, con la diferencia de que algunos de los
componentes del elemento horizontal (por ejemplo, los cables de acero de una viga de cemento
armado) son previamente estirados. Estopermite que la estructura pueda soportar más carga y
consumir menos energía en cuanto la viga esté «preparada» para disminuir los esfuerzos de tracción
en la cara inferior.

5. Estructura geodésica. Fue teorizada por el arquitecto Bauersfeld y realizada por el arquitecto
Buckminster Fuller. En este tipo de estructura tridimensional, los elementos de geometría simétrica

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(de forma triangular, pentagonal o hexagonal) se orientan en ángulos variables y coinciden en un


lado con los elementos contiguos. Eso permite que las cargas verticales y
horizontales se conviertan en esfuerzos de compresión absorbidos por todo el conjunto. Es una
estructura bastante eficaz, porque una acción dinámica externa repercute en todos los elementos
en función de la distancia desde el punto de aplicación. Sin embargo, este tipo de estructura, a pesar
de que permite cubrir económicamente grandes superficies, también depende de la gravedad, en
cuanto todos los elementos responden a la compresión (Kenner, 1973; Levin, 1982).

6. Estructuras que obedecen a la teoría de tensegridad. El término «tensegridad» se puede traducir


como «integridad de tensión». La teoría que lleva este nombre se originó con los estudios del
escultor Kenneth Snelson, quien construyó unos prototipos que contenían elementos que sólo
respondían a la compresión, junto con elementos que sólo respondían a la tracción. Un conjunto
estructural de ese tipo se dice que está en un estado de preestrés, es decir, que está «preparado»,
incluso en ausencia de fuerzas externas, para responder eficazmente a requerimientos dinámicos de
cualquier orientación, independientemente de la acción de las fuerzas gravitatorias.

Un incremento de tensión en un punto se equilibra instantáneamente con un incremento de


compresión y de tracción en puntos geométricamente distantes al punto de aplicación. Este
comportamiento, debido a la interacción entre elementos rígidos (que reaccionan a la compresión)
y elementos flexibles (que reaccionan a la tracción), se define como autoestabilizante (Levin, 1982 y
1990; Barnes, 1990).

La tensegridad es, probablemente, un principio de organización de todo el


mundo físico. Las estructuras con estabilidad propia se forman de una manera
espontánea en diferentes escalas. El citoesqueleto es tan sólo un ejemplo de
este comportamiento (Ingber, 1998).
Históricamente, se ha recurrido a uno u otro de los esquemas estructurales mencionados para definir
un modelo que describa el comportamiento del cuerpo humano en respuesta a estímulos externos,
así como también su capacidad para conservar la estabilidad en función del movimiento.
¿Por qué la naturaleza prefiere una forma a la otra?

El eterno movimiento de la naturaleza se dirige siempre al encuentro de equilibrios estables. A lo


largo de los siglos, brillantes científicos trataron de descifrar este principio. El filósofo y matemático
alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz (1646-1716) (Mates, Benson, 1986) enunció una ley llamada
«principio de la mínima acción». Esta ley establece que «si en la naturaleza se produce un cambio, la
cantidad de acción necesaria para ejecutarlo debe ser la menor posible». Este razonamiento
fue desarrollado por el mayor matemático del siglo XVIII, el italofrancés Joseph Luis Lagrange, quien
inició el estudio de las superficies mínimas. Como hemos comprobado varias veces, estos
descubrimientos tienen cabida en el análisis del cuerpo humano y su movimiento.

Por ejemplo, el helicoide es una superficie mínima, y también la molécula de ADN, que contiene el
código genético, está modelada en forma de doble hélice (da Costa).

Del mismo modo, se ha asemejado la columna vertebral (siendo ésta una estructura mecánica) a un
sistema de ladrillos, por la consistencia rígida de las vértebras y su capacidad de sustentar el cuerpo
en posición erguida (Kazarian, 1975; Levin, 1990; McNab, 1977; Tkaczuk, 1968).

En otras ocasiones, se ha resaltado la analogía con el esquema de vigas y columnas (los tejidos
blandos se encargarían de responder a los esfuerzos de flexión, y el esqueleto a los de compresión)
(Nachemson, 1968; Panjabi, 1977).
Sin embargo, al analizar la arquitectura interna de la vértebra (Adams, 2002), nos damos cuenta de
que su estructura esponjosa difiere de las estructuras internas de otros huesos que deben soportar
un gran peso, como, por ejemplo, el fémur o la tibia.

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En el cuerpo vertebral, sólo se observa una capa muy delgada de hueso compacto igual a como se
puede registrar en la estructura completa del arco neural, incluyendo las apófisis articulares de la
vértebra superior e inferior. De esta observación pudiera deducir que es el arco neural el que tiene
la estructura diseñada para soportar el peso y las fuerzas compresoras. Al aceptar este razonamiento,
falta responder a la pregunta de cómo se transmite este soporte de peso entre una vértebra y otra.
¿De qué manera las fuerzas compresoras se transmiten desde un arco neural hacia el directamente
inferior? La estabilización por reposición entre las carillas articulares no puede ser la respuesta a la
incógnita, pues su orientación en el plano prácticamente vertical facilitaría un simple deslizamiento
de la vértebra superior sobre la inferior. La respuesta se encuentra al analizar la estructura de la
parte posterior de cada vértebra lumbar, que posee un par de apófisis articulares superiores y un par
de apófisis inferiores. Cuando se articulan entre sí dos vértebras adyacentes, por ejemplo, L1 y L2, la
apófisis articular superior de L2 está por encima de la apófisis inferior de L1; así está construida la
parte de la articulación intervertebral que, a su vez, está cubierta y sostenida por el fibroso tejido
conectivo (Robbie, 1977). Este tejido conectivo sería capaz, entrando en tensión, de suspender una
vértebra sobre la otra (L2 sobre L1) sin comprimirlas entre sí. De esta forma, el tejido conectivo
actuaría como una especie de cabestrillo asegurando una adecuada posición de L2. Este proceso, por
supuesto, se repite en forma de cadena a lo largo de toda la columna vertebral, diferenciándose
según los detalles anatómicos de cada uno de sus segmentos. Se puede concluir entonces que la
estabilidad de la columna vertebral se debe más a las fuerzas tensiles y no tanto a las fuerzas
compresoras.

De este modo, se puede comparar esta unión dinámica con la estructura básica de la «tensegridad»,
en la que las vértebras representan las estructuras fijas y el tejido conectivo las estructuras de
tensión que suspenden y controlan a las primeras.
Está claro que esta unión de dos vértebras no es el único sostén dinámico del sistema miofascial en
la columna vertebral. Hay que mencionar los ligamentos longitudinales anterior y posterior, los
ligamentos interespinosos, los intertransversos y, también, todo el aparato muscular. Todo este
conjunto está integrado funcionalmente, se encuentra en estado de una continua pre-tensión,
preparada para, en cualquier momento, mover, proteger, controlar, movilizar y estabilizar, es decir,
dar vida a nuestra columna vertebral. Ésta puede funcionar de dos maneras diferentes: puede
comportarse como una pirámide de ladrillos (vértebras) puestas una sobre otra, así como también
actuar como una estructura dinámica, siguiendo los principios de «tensegridad». Probablemente, la
columna vertebral actúa siempre de dos maneras: diferente cuando se encuentra equilibrada y
saludable, y distinta cuando está en desequilibrio obligada a un comportamiento defensivo.

Sin embargo, la proporción entre el uso de la estructura dinámica funcional y la estructura rígida
compresiva es el tema de discusión. Parece que la columna vertebral funciona de la manera más
eficaz cuando una parte considerable del peso corporal es soportada por la estructura «tenségrica»,
es decir, es suspendida funcionalmente por el tejido miofascial. ¿Sería ésta la explicación de la
frecuencia de las deformaciones vertebrales y de la presencia de herniaciones en los discos de la
columna vertebral entre las personas que sufren dolores en la parte inferior de la espalda?

Para poder realizar de una manera óptima esta doble actividad de un máximo soporte y una óptima
funcionalidad, el sistema miofascial del cuerpo debería ser proporcional en cuanto a longitud y
flexibilidad de sus elementos básicos. Si se encontrara muy tenso o fuera muy corto en cualquiera
de sus segmentos, podría comprimir otros segmentos entre sí. Esto es lo que probablemente se
produce en una espalda dolorida, cuando el déficit de flexibilidad de un segmento disminuye en
primer término, la elasticidad y su capacidad de movimiento libre (Becker, 1975, Farfan, 1975; Gray,
1993). Posteriormente, bloquea un determinado segmento de la columna, transformándolo de
estructura funcionalmente libre en estructura de compresión. Este proceso facilita el dañino
progreso de las fuerzas gravitatorias, así como el proceso de un lento y progresivo deterioro
estructural.

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


12

Según los conocimientos actuales, las explicaciones anteriores parecen claramente limitadas,
mientras que la teoría de la «tensegridad» va ganando adeptos, aunque en formas mucho más
elaboradas que en su formulación más sencilla.

Una estructura de «tensegridad» que se basa en un estado de continua tensión y de descontinua


compresión es estable en todas direcciones, y supone un conjunto de conexiones internas altamente
integrado, como se observa en realidad en el cuerpo humano. Sin un modelo parecido no es fácil
explicar por qué el talón de un corredor, que golpea el suelo 550 veces por kilómetro soportando
cada vez de dos a cinco veces el peso del cuerpo, no se desintegra en los primeros impactos.

Lo que sucede es que la delicada estructura de la bóveda plantar está íntimamente conectada, a
través de las conexiones miofasciales, entre todos los componentes del aparato locomotor
(ligamentos, tendones, músculos) y el resto de las estructuras corporales, garantizando no sólo la
absorción y la distribución ecuánime del impacto en todo el cuerpo, sino también la conservación
del equilibrio global como respuesta al movimiento (Pilat, 1992).

Más allá de las observaciones mencionadas, los estudios de Donald Ingber (destacado especialista
en la estructura celular) y de sus colaboradores de la Universidad de Harvard sugieren que el principio
de «tensegridad» se puede aplicar a cualquier escala en el cuerpo humano (Ingber, 1985).
Desde un punto de vista macroscópico, los 206 huesos del ser humano constituyen los componentes
rígidos de la estructura corporal, que están estabilizados por ligamentos
y músculos que cumplen la función de componentes tensionales.

A nivel microscópico, los estudios de Ingber y otros investigadores anteriores confirman que la célula,
lejos de ser una bolsa cerrada llena de sustancia gelatinosa, presenta una estructura interna,
denominada citoesqueleto, compuesta por tres tipos de proteínas (microfilamentos, filamentos
intermedios y microtúbulos) organizadas en cadenas. El citoesqueleto determina la forma de cada
célula, le ayuda a moverse y mantiene el núcleo celular en la posición apropiada. El citoesqueleto,
junto con la matriz extracelular, constituye un sistema que se adapta con sorprendente rapidez y
flexibilidad a las condiciones y requerimientos externos e internos.

Equilibra la compresión con tensión, y ceden las fuerzas sin romperse. En una estructura mecánica
de «tensegridad», como en las esculturas de Snelson, los cables resisten la tensión y las varillas
soportan la compresión. En el citoesqueleto, las cadenas de proteínas (finas, gruesas o huecas)
cumplen el papel de los cables y varillas. Todas las proteínas conectadas forman una estructura
estable y al mismo tiempo flexible. La red de los filamentos del citoesqueleto se expande a lo largo y
ancho del interior de la célula, creando tensión y atrayendo así la membrana celular hacia el núcleo.
Esta acción es contrarrestada por dos reacciones compresivas, una externa, debida a
la matriz extracelular, y otra interna, ocasionada por la forma en la que los microtúbulos y los
microfilamentos se entrecruzan entre sí. Ingber sostiene que los componentes del citoesqueleto
actúan como cables de tensión, asegurando la apropiada posición del núcleo y estabilizando la
configuración celular (Ingber, 1998).

Si la célula y el núcleo se conectan físicamente a través de los filamentos tensiles y no solamente por
el líquido citoplásmico, la tensión de los receptores en la superficie celular producirá, de forma
inmediata, cambios estructurales dentro de la célula; en otras palabras, cambiando la geometría de
la superficie celular se podrían alterar las reacciones bioquímicas de la célula, e incluso, quizá, la
distribución de las proteínas que definen los genes.

La teoría de «tensegridad» explica también otro fenómeno analizado por Ingber. Al aplicar un
esfuerzo de torsión a las moléculas individuales que atraviesan la membrana celular y conectan la
matriz extracelular con el citoesqueleto interno, las células se vuelven más rígidas: los filamentos se
ponen más tensos, se acortan y se agrupan en fibras. Este fenómeno, según Ingber, también activó
algunos genes, es decir, estimuló la producción de ácido ribonucleico y proteínas, estructuras

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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encargadas de llevar a cabo la mayoría de las funciones celulares. Se puede concluir que, al modificar
la estructura del citoesqueleto, también se puede cambiar el programa genético (Fig. 46).

Otra consideración ligada a la estructura microscópica es la tendencia de las células a reagruparse,


según el principio de la superficie mínima, exactamente como en una estructura geodésica,
permitiendo así reducir al mínimo el consumo de energía.

Estas observaciones, basadas en la teoría de «tensegridad», permiten entender la forma en la que,


por ejemplo, el movimiento de un brazo produce estiramiento de la piel, extensión de la matriz
extracelular, distorsión de la célula y reacción de estiramiento de la membrana celular sobre el
núcleo, realizándose todo ello sin ninguna interrupción ni discontinuidad.

Al aplicar el modelo de «tensegridad» a nivel macroscópico, hay que hacer algunas salvedades: no
se puede hablar simplemente de elementos tensiles (músculos y tendones) y rígidos (huesos). Por
ejemplo, los huesos contienen ambos tipos de fibras, tensiles y compresivas, constituyendo en sí
mismas una estructura de «tensegridad»; por consiguiente, al analizar el efecto de un impulso
mecánico en el sistema fascial, hay que incluir también en el análisis el comportamiento de
las fuerzas aplicadas dentro del esqueleto. El cuerpo es un sistema continuo y global, desde la más
mínima célula hasta la columna vertebral.

Se explica así la admirable eficiencia del cuerpo humano, que para conservar su equilibrio funcional
necesita muy poca energía. También se aclara cómo, al aplicar tensión en un punto del conjunto,
todo el cuerpo reacciona al unísono: los elementos interconectados de la estructura se reajustan
globalmente en respuesta a cualquier acción mecánica local.

Como ejemplo se puede citar la estructura del icosaedro (Levin, 1986), frecuentemente observada
en biología. Basta observar la estructura del virus (Fig. 47). Entre la estructura de un virus y la de
otro se observan similitudes. Esta construcción se basa en la combinación simétrica de subunidades
idénticas «empaquetadas dentro de la concha del virus», siguiendo los principios de la simetría
cúbica.

Cada tejido corporal es portador de alguna enfermedad resultante de una respuesta


patológica de las células a la aplicación de las fuerzas mecánicas (Ingber,
1998)

Esta estructura es estable incluso en los sitios de fricción y, al mismo tiempo, puede alterarse
fácilmente su forma o su grado de rigidez con el cambio (alargamiento o acortamiento) de uno o
varios elementos de tensión. La estructura se puede juntar fácilmente de una manera infinita,
adaptando diferentes tamaños y siguiendo el patrón modular, formando así una red
interconectada. De esta forma, las estructuras corporales como, por ejemplo, la columna vertebral,
pueden funcionar igualmente bien bajo las fuerzas de tensión y también de compresión,
distribuyendo equitativamente el estrés interno. Considerando lo acordado anteriormente (que en
este tipo de estructura no se crea el momento de flexión), el mantenimiento de su equilibrio no
requiere mucha energía. La estructura sería totalmente estable en cada posición (puede colocarse
verticalmente u horizontalmente), incluso en presencia de múltiples niveles de movimientos de
gran amplitud, por ejemplo, en las articulaciones de la columna vertebral. El acortamiento de las
estructuras de los tejidos blandos, por ejemplo, de los músculos, crearía el movimiento en todos los
niveles, encontrando así una nueva organización formal estable y mecánicamente eficiente. Esa
reacción se observa a nivel celular, subcelular y multicelular. Se crean, de esta manera, subsistemas
que, actuando en conjunto, aseguran la integridad funcional de toda la estructura del cuerpo. Así,
un elemento pequeño como, por ejemplo, un disco intervertebral, formaría una especie de
subsistema dentro de un megasistema.

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En una estructura tradicional, basada en el comportamiento mecánico de unión entre vigas y


columnas, la presión excesiva aplicada en un sitio afectaría también a otros sitios de la estructura,
pero, probablemente, tan sólo en una zona restringida.

Al presionar ligeramente la estructura de «tensegridad» en un rincón determinado, toda la


estructura, en consecuencia, tiene que cambiar. El incremento de tensión en uno de los elementos
de la estructura producirá un incremento de tensión en otros elementos, incluso en los del lado
contrario y en los que están muy alejados. Los elementos interconectados de la estructura se
reajustarían en respuesta a una acción mecánica local. Al incrementarse el estrés mecánico, son
más los elementos que tienen que orientarse en la dirección de la fuerza aplicada; como resultado,
se producirá una rigidez lineal de la estructura. Al aplicar una tensión excesiva, la estructura puede
colapsarse en sitios muy alejados del punto de aplicación, por ejemplo, en lugares anteriormente
resentidos.

Cada estructura del cuerpo puede desarrollar una enfermedad como consecuencia de
una respuesta anormal de las células a fuerzas mecánicas externas (Ingber, 1998).

FENÓMENO DE PIEZOELECTRICIDAD
El efecto piezoeléctrico (literalmente «electricidad de presión») se observa normalmente en los
cristales, es decir, en estructuras físicas caracterizadas por una distribución geométrica simétrica y
generalizada, y consiste en lo siguiente: si se aplica una fuerza mecánica a un cristal, la alteración
de la estructura de las moléculas produce una diferencia de potencial eléctrico; y al contrario, al
aplicar una corriente eléctrica a un cristal, se generan en el mismo variaciones dimensionales
debidas a un aumento de presión (Fig. 49).

El efecto piezoeléctrico tiene aplicaciones muy extensas. Como ejemplo se puede mencionar el
mecanismo de control de la precisión en los relojes de cuarzo, la transformación de los
movimientos de las cuerdas de una guitarra eléctrica en señal sonora, la transformación del sonido
en señal eléctrica en los micrófonos, la liberación de la chispa en un encendedor para cigarrillos, o
las aplicaciones de los ultrasonidos utilizados en fisioterapia.

En el cuerpo humano, los huesos, los vasos sanguíneos, la piel y los músculos se comportan como si
fueran cristales (en particular se asemejan a cristales líquidos).
Las maravillosas propiedades de los cristales líquidos se utilizan hoy en día tanto en la fabricación
de pantallas de televisión, relojes digitales, calculadoras, etc., como en otros muchos objetos de
uso diario.

No es fácil aceptar el hecho de que un material biológico pueda ser cristalino; tampoco la
asociación que se hace entre el cristal y un material en estado sólido de estructura modular, como
puede ser una piedra preciosa (Fig. 50). Los cristales de nuestro cuerpo son cristales líquidos
(Bouligand, 1978; Barnes, 1997; Juhan, 1987; Fukada y Ueda, 1970) (Fig. 51). Al realizarse una
acción mecánica, por ejemplo, cuando un músculo se estira junto con el tendón, el sistema fascial
se comprime y, en consecuencia, se genera una pequeña diferencia de potencial eléctrico. Esta
diferencia se vuelve armónica y oscilante representando y registrando así las consecutivas acciones
mecánicas. La información se transmite eléctricamente a través de la matriz viviente. Considerando
que el colágeno, principal componente de esa matriz, es un semiconductor, se puede concluir que
es capaz de formar una red electrónica integrada que permite la conexión entre todos los
elementos de la red del tejido conectivo. Así, las propiedades básicas del sistema fascial
(elasticidad, flexibilidad, elongación, resistencia) dependerán de la capacidad de mantenimiento
del ininterrumpido flujo de esta información.

La acción mecánica de los tejidos que rodean al sistema fascial, debida al movimiento o a impulsos
externos al cuerpo, genera pequeñas corrientes eléctricas (Oschman, 1993; Bouligand, 1978).

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En fisioterapia se utilizan dos métodos para condicionar el comportamiento de los tejidos


corporales: al comprimir el sistema fascial mediante manipulación (Fig. 52), por ejemplo, se puede
restablecer un equilibrio comprometido por un traumatismo físico o por una deformación
patológica, armonizando la circulación de las corrientes eléctricas biológicas (Fig. 53). También se
pueden volver a crear condiciones armónicas en el sistema fascial por medio de la aplicación de
corrientes eléctricas en puntos neurálgicos, estimulando las propiedades básicas del sistema
mismo (elasticidad, flexibilidad, elongación, resistencia).

Hay que considerar, además, que siendo el colágeno un componente fundamental de las células del
sistema fascial, la estimulación de un tejido se transmite a través del colágeno a todos los tejidos
del cuerpo, como en una red de información (Fig. 54). Esto permite definir unos esquemas globales
de readaptación de los tejidos, en los que la acción restauradora del equilibrio pueda afectar a
varias zonas del cuerpo alejadas entre sí.

Se han propuesto dos teorías (ambas con un serio respaldo científico) sobre la forma de
transmisión de los impulsos mecánicos dentro y a través del sistema fascial. Este enfoque
complementa el explicado en el capítulo sobre la histología del tejido conectivo, y el de la
microestructura fascial, en el capítulo sobre anatomía. Probablemente el cuerpo utiliza todas las
vías de transmisión de los impulsos mecánicos, eligiendo la proporción de la importancia de cada
uno de ellos en un cuerpo saludable en un momento determinado, en presencia de una
enfermedad, o durante un proceso terapéutico.

Postura

Se considera que uno de los beneficios de la adopción, por el ser humano, de la posición bípeda
fue el hecho de elevar la cabeza sobre el resto de los componentes corporales y, de esta forma,
ampliar el horizonte que alcanza la vista, lo que facilitó también la amplitud y la velocidad de
nuestra orientación en el espacio. Sin embargo, el mantenimiento de una correcta postura
vertical es una labor muy difícil. En los últimos años, se observa el incremento del número de
personas con importantes cambios en el comportamiento postural, que se convierten, con el
tiempo, en desviaciones posturales.

Esto se debe al hecho de que vivimos en tiempos de cambios rápidos, afirmación que no sólo se
refiere a cambios a nivel científico y tecnológico, sino también a cambios en nuestra sociedad;
cambian las ideas políticas,
cambian los canones de la moralidad. Esta gran velocidad nos afecta personalmente y a
nuestras relaciones. Las exigencias crecen, aumenta el estrés y sólo los individuos con un buen
«USO» A de su cuerpo pueden sobrevivir a esta avalancha. Nuestro cuerpo deja de ser utilizado
de
una manera natural y espontánea. El ser humano es cada día menos físico y más mental, más
estático y más complicado. Prácticamente todas las situaciones diarias conducen a un gran
aumento de tensión física y emocional: ruido de la calle, cambios bruscos de luz, formas de
sentarse durante largos períodos, inesperadas interrupciones por el ruidoso timbre del teléfono
móvil, una incontrolable avalancha de información que nos
bombardea por la televisión o por Internet, etc. Todo esto son dosis demasiado grandes para
poder sobrevivir el día sin tensión. Y no hay que olvidar que esta tensión es, en gran parte,
acumulativa, afectando seriamente a nuestro comportamiento postural. El sistema fascial
encargado de la coordinación del equilibrio postural debe, de una manera continua, resolver
los problemas creados por las reacciones erróneas de nuestros cuerpos. La dificultad de esta
labor consiste en el hecho de que la postura es dinámica, nos movemos de una manera
constante. El aparato locomotor nunca descansa; solamente puede disminuir su actividad, pero

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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no detenerse por completo. Cuando dormimos las costillas se mueven, y cuando estamos de
pie, nos movemos en forma de péndulo puesto a la inversa.

EL USO Y EL FUNCIONAMIENTO

Se considera que la postura humana es


básicamente dinámica y no estática (Day y
Steiger, 1993) B , y que su correcto
mantenimiento C está íntimamente
relacionado con el movimiento corporal en
todos sus niveles, comentados en los
capítulos anteriores. Estos cambios afectan
también al sistema miofascial y, en
consecuencia, a un adecuado
funcionamiento del aparato locomotor y de
los restantes sistemas corporales. El hecho
de manipular el muy cambiante tono
postural a través de aferencias (Gagey,
1991) involucra automáticamente, en este
proceso, al sistema miofascial. De este
modo, el análisis del comportamiento
postural de nuestros cuerpos y el factor
de integración de los movimientos
corporales a través y por el sistema
miofascial son temas inseparables D .

La atención al problema del mantenimiento


de una buena postura data de tiempos
antiguos. Al observar con cuidado las
esculturas que representan a los antiguos
egipcios, nos damos cuenta de la postura
erguida, elegante, elongada y digna que
conservan (Fig. 1); una armonía casi
perfecta y muy difícil de encontrar en
nuestros días.

B POSTURA ESTÁTICA − POSTURA DINÁMICA


Se puede, inicialmente, definir a la postura como una forma individualizada de relación entre
distintos componentes del cuerpo, como el tronco, la cabeza y las extremidades. Este tipo de
postura lleva el nombre de postura estática. Sin embargo, al analizar la postura dentro de la acción
de la fuerza de gravedad, el comportamiento postural se define como la búsqueda de equilibrio
entre la gravedad y la respuesta muscular al resultado de su acción; es la postura dinámica (Baron
et al., 1974; Gagey, 1993) (Fig. 2).

En el mantenimiento del cuerpo en el espacio se usa un gran porcentaje de energía producida por
el cuerpo. Este mantenimiento corre a cargo de los músculos que, de una manera continua, se
contraen y se relajan, orquestando el delicado proceso del mantenimiento postural. Es un proceso
que se realiza de forma inconsciente y es muy especializado. Este constante balanceo corporal se
realiza alrededor del centro de gravedad a través de los mecanismos de autocorrección (Ebbeling,
1994; Gagey, 1997), que actúan según la información sensitiva, las reacciones posturales
acumuladas en nuestra memoria, la eficiencia de la acción muscular, la capacidad del movimiento
articular y la coordinación del sistema nervioso central (Fig. 3).

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


17

La postura es la expresión funcional de nuestro cuerpo y cambia a lo largo de la vida. Los cambios
se deben principalmente a dos factores: el primero es el proceso de desarrollo normal del cuerpo
durante la etapa de crecimiento, como, por ejemplo, los cambios de la columna vertebral, que
tienen forma cifótica en un recién nacido y se manifiestan con una lordosis cervical, cifosis dorsal y
lordosis lumbar en una persona adulta; el segundo factor son los cambios de las curvaturas
fisiológicas (incremento o disminución de su amplitud) a lo largo de la vida, en el proceso de las
adaptaciones y las compensaciones.
Este proceso se realiza en función de los requerimientos funcionales de las actividades diarias que
deben efectuarse dentro del equilibrio corporal (Fig. 4).

C POSTURA CORRECTA
No es fácil definir un patrón de la postura
correcta, la postura estándar. Ésta
dependería de la edad de la persona, su
sexo, así como también de la etapa
del desarrollo. Sin embargo, una postura
correcta debe cumplir siempre con el
esquema principal: una máxima eficacia
con el mínimo gasto de energía
(Wolanski, 1959). Este comportamiento
sólo es posible mediante un
funcionamiento
armónico de los diferentes segmentos
corporales con respecto al
eje mecánico del cuerpo, y mantenidos a
través de una tensión mínima del
sistema muscular y el control del sistema nervioso (Ambros, 1965). El comportamiento
de la postura es uno de los indicadores del desarrollo de la aptitud
estática y dinámica del cuerpo.

D IMPORTANCIA DEL SISTEMA FASCIAL EN EL CONTROL POSTURAL


El mantenimiento de la postura depende de tres sistemas de control sensorial: el sistema visual (la
visión), el sistema somatosensitivo (sensible a los impulsos de estiramiento, presión y compresión)
de las extremidades inferiores (a través del impulso recibido en las plantas de los pies) y el del
aparato vestibular (Fig. 5). Estos tres centros actúan de una manera conjunta (Hellebrandt,
1938; Paulus et al., 1984; Baron, 1955; Baron et al., 1974). Es interesante analizar la forma y las
bases de esta integración. Mientras el ojo se mueve libremente dentro de la cavidad ocular, en
función de las contracciones musculares del sistema ocular, el aparato vestibular, separado en su
cubierta ósea, no puede comunicarse directamente con el ojo a través de un contacto mecánico. El
sistema somatosensitivo es entonces el encargado de distribuir la información entre los dos
primeros sistemas de control sensorial (Liebenson, 1996). Por lo general, no pensamos de qué
manera colocamos los segmentos de nuestro cuerpo en las posiciones básicas de las actividades
diarias, por ejemplo, cuando estamos de pie o cuando realizamos alguna actividad cotidiana. El
sistema miofascial, encargado de este control a través de los 12 músculos oculares, toda la
musculatura paravertebral, los músculos de las extremidades inferiores, particularmente los
músculos de los pies y bajo el control del sistema nervioso, a través de una íntima unión, actúa en
un conjunto de intercambio de la información sobre las posiciones de los componentes corporales
desde el occipucio hasta las articulaciones de Lisfranc (Gagey, 1991; Baron, 1995; Baron, 1974; Bles
y Jong, 1982). El principal reflejo que controla este grupo del sistema sensorial es el reflejo
miotático, sensible a las fuerzas de estiramiento (Best y Taylor, 1971). Esta acción involucra
principalmente a los músculos antigravitatorios, particularmente a los extensores del cuello, los
extensores del dorso, de las caderas, de las rodillas y de los pies. La respuesta de los componentes
mencionados está condicionada por la eficiencia del sistema miofascial, que a su vez se debe a las

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


18

experiencias personales, la fuerza de los músculos involucrados en la actividad y la eficiencia del


movimiento articular (Gagey, 2000) (Fig. 6).

Hay que subrayar que el sistema miofascial está encargado de la transmisión de una gran cantidad
de informaciones en tiempo real a través de complejos mecanismos. Incluso en una situación de
relativa inactividad (cuando estamos de pie sin realizar ninguna actividad), en los músculos
antigravitatorios se registran continuos cambios de tensión. La información errónea de uno de los
sistemas de control postural puede influir negativamente en el comportamiento de los demás,
pero, por otro lado, la deficiencia funcional de uno de los sistemas puede determinarse,
controlarse, corregirse e incluso sustituirse por el funcionamiento compensador de los sistemas
restantes (como ejemplo se puede mencionar el comportamiento postural, de los ciegos, quienes
frente a la carencia del principal centro de control postural logran incrementar la capacidad
funcional de los dos centros disponibles en el proceso de sustitución del centro que falta,
restableciendo una buena orientación espacial y un eficaz equilibrio corporal). Este
comportamiento compensador se realiza, en la posición bípeda, a través de un continuo
movimiento oscilatorio (balanceo), mediante cambios en el tono muscular, controlado por el
sistema postural siempre bajo la regla de una máxima eficiencia mecánica con el mínimo gasto de
energía (Roll, 1981). Esta labor no es fácil de realizar al considerar que, en la posición bípeda, el
cuerpo dispone de una base de sustentación muy pequeña marcada por los contornos exteriores
de nuestros pies (Figs. 7 y 8). El mantenimiento del equilibrio corporal se hace aún más difícil con el
apoyo unipodal, lo que ocurre durante la marcha. En esta situación, el control del equilibrio debe
ser mayor que en el apoyo bipodal.

Los músculos antigravitatorios, controlados por el eficiente sistema fascial, ayudan en este control
y son indispensables en la ejecución de esta actividad tan básica de nuestro cuerpo.
El comportamiento de los centros vestibular y visual depende de los movimientos del cuerpo, es
decir, del comportamiento del sistema miofascial. De esta forma es posible controlar el tono
postural de una manera voluntaria. En condiciones óptimas, cuando todos los centros de control
postural actúan con normalidad y de manera continua, el centro gravitatorio se desplaza dentro
de un cilindro de 1 cm2 (Sugano, 1970) de diámetro. Sin embargo, cuando uno de los centros de
control actúa de una manera deficiente, este desplazamiento es mayor y su magnitud depende del
grado de los cambios del sistema afectado (Baron, 1974; Day y Steinger, 1993) (Fig. 9).
Con los ojos cerrados (sin el control visual), el mantenimiento de la posición vertical es mucho más
complicado. En esta situación, por lo general, se considera que es el sistema vestibular el
encargado de esta labor. Sin embargo, las investigaciones recientes demostraron, usando la
plataforma estabilométrica (Gagey, 1991), que es la reacción exteroceptiva recibida de los pies la
que tiene más importancia en este proceso; en otras palabras, el correcto contacto con la tierra es
esencial. Como ejemplo, se puede mencionar la situación de ir a oscuras de noche al baño. Es fácil,
especialmente en las personas de edad, caerse en esa situación, por no poder controlar la
verticalidad corporal con la vista y no tener una buena sensación del contacto con la tierra. Esto
sucede incluso en personas con una correcta función del aparato vestibular.
Se puede concluir que el mantenimiento de la posición vertical depende, en primer término, del
sistema visual, seguido por el sistema propioceptivo y, finalmente, por el sistema vestibular.
Considerando, sin embargo, que el control visual, como se mencionó anteriormente, depende
también de la capacidad funcional de la musculatura ocular, se puede concluir que es el sistema
miofascial el que destaca como sistema de integración del control postural.
Este mecanismo se logra a través de la acción de los receptores que controlan la presión
intraarticular, la tensión muscular (micromovimientos) (Gurfinkel, 1965; André-Keshays, C, Berthoz,
A, 1988) y la posición de todos los segmentos corporales, a través de una cambiante actividad de
distintas fibras de diferentes grupos musculares, en un proceso de contracción-relajación que
busca y pretende un mayor ahorro de energía (Kasperczyk, 1994).
La integración y la importancia del sistema miofascial se puede observar en un simple ejemplo.
Coloque su dedo índice frente a sus ojos: mueva primero su dedo lentamente hacia ambos lados y
trate de seguirlo con los ojos sin mover la cabeza ni la nuca; luego, siga el movimiento del dedo

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


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moviendo la cabeza, pero sin mover los ojos; finalmente, deje el dedo sin movimiento y gire la
cabeza de un lado al otro, pero sin perder el dedo de vista. ¿Cuál de estos tres ejercicios fue más
fácil de realizar? Para una gran mayoría de las personas, la tercera opción es la más fácil, a pesar de
que involucra el movimiento de la cabeza. Este ejemplo demuestra que el campo visual y los
reflejos de la nuca se complementan y que están integrados, a través de los receptores de
estiramiento de alta densidad, en los músculos de la nuca. Estos receptores responden según el
grado de tensión registrada en los músculos paravertebrales, especialmente, los profundos
músculos suboccipitales, con un grado de densidad de receptores que supera 100 veces el de la
musculatura de las extremidades (Oschman, 1993).

La prueba del funcionamiento de estos receptores y los reflejos del cuello se puede realizar
aplicando la prueba de Fukuda, (Fukuda, 1959,1961) (Fig. 10). El análisis de la prueba de Fukuda
nos permite acercarnos aún más al tema del dinamismo de la postura, confirmando la tesis de
Alexander, que el USO afecta al FUNCIONAMIENTO.

EVALUACIÓN Y CORRECCIÓN POSTURAL


La corrección de una postura siempre fue la preocupación de los padres, que al decir: «siéntate
derecho» trataban de mejorar la postura de sus hijos. También la medicina contemporánea se ha
ocupado de los problemas del mantenimiento postural correcto. Esta atención se dirigió
esencialmente hacia la evaluación y el tratamiento de los problemas posturales estáticos; sin
embargo; se puede observar que la fijación de la postura no da buenos resultados. A pesar del
desarrollo d e la ergonomía, el 80% de la población sufre dolor lumbar, y el 75% de las secretarias
tiene dolor de cuello. Así que al definir la postura como un comportamiento dinámico del cuerpo,
debemos ampliar la visión hacia la evaluación postural, así como también hacia el proceso de
su corrección y mantenimiento desde el enfoque del sistema fascial del cuerpo. La evaluación de
un paciente con problemas posturales no puede dirigirse tan sólo a la búsqueda de patologías
ortopédicas como, por ejemplo, una escoliosis, un pie plano o una escápula alada. Por supuesto, el
especialista encargado del proceso de evaluación postural debe, durante la evaluación, detectar
estos cambios y tratarlos adecuadamente a posteriori, pero, de igual modo, debe ampliar el
enfoque de evaluación hacia el comportamiento dinámico del cuerpo. Por lo general, durante el
proceso de evaluación se traza una línea de plomada que sirve de referencia para juzgar, de esta
manera, las desviaciones posturales del aparato locomotor y, en especial, de la columna vertebral
(Fig. 11). La evaluación de la postura bípeda debería ser acompañada por la evaluación de la
postura en sedestación. Si tiene una gran importancia el hecho de sentarse incorrectamente, la
misma importancia tiene, por ejemplo, la forma en que se realiza el acto de sentarse o levantarse
de una silla (este tema se abordará extensamente en el capítulo dedicado a la evaluación de las
disfunciones cervicales).

MANTENIMIENTO DE UNA POSTURA CORRECTA


El control de la corrección y el mantenimiento de los buenos hábitos posturales se debe enfocar en
cuatro fases (Fig. 12):
• Concienciación de mantener una buena postura.
• Desarrollo de las capacidades de la corrección postural.
• Inhibición de las reacciones adversas.
• Fijación de los buenos hábitos posturales.

Este comportamiento es posible a través de dos tipos de reacciones del sistema fascial:

La reacción confirmada (feedback): cuando actúa el sistema fascial, basándose en las sensaciones
propioceptivas y exteroceptivas, modificando el comportamiento postural en el proceso de
adaptación a un suceso.

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


20

La reacción anticipada (feedforward): cuando el cuerpo actúa de una manera anticipada,


basándose en las experiencias previas, anticipando las acciones en el proceso de una coordinación
dinámica del movimiento.

Al enfocar el comportamiento postural hacia una buena alineación del aparato locomotor, no se
puede olvidar la existencia de las vísceras, que desempeñan un papel primordial en la distribución
del equilibrio corporal. Si es cierto que las patologías corporales relacionadas con la presencia de
los cambios que se pueden clasificar como ortopédicos son de una importancia esencial, también
los cambios producidos por una disfunción de cualquiera de los órganos internos puede influir de
una manera drástica en el equilibrio postural. Como ejemplo se puede mencionar el cólico
nefrítico, las dificultades respiratorias producidas por un ataque asmático o una menstruación
dolorosa. Considerando que el tejido conectivo es el que rodea y sostiene tanto al aparato
locomotor como a las vísceras, se puede concluir que el tejido conectivo de las vísceras también
está involucrado en el mantenimiento de una postura equilibrada; o tal vez se debiera reformular
esta afirmación, señalando frecuentemente que es el trastorno visceral el que determina el
trastorno del aparato locomotor. Por lo tanto, una postura correcta depende de una relación
equilibrada entre los diferentes elementos corporales, de tal forma que permite:

• máxima capacidad funcional,


• óptima estabilidad,
• capacidad de mantenimiento con un mínimo esfuerzo muscular.

Se puede finalmente definir la postura correcta como aquella que se eleva en contra de las fuerzas
gravitatorias sin perder la máxima eficacia funcional, tarea imposible de realizar sin la participación
activa de un sistema fascial funcionalmente equilibrado (Fig. 13). Citando las palabras de Ida Rolf:
«El equilibrio revela el flujo natural de las fascias en todo el cuerpo» (Rolf, 1994).

Cada cuerpo posee sus propias características posturales, así como también de movimiento. Los
músculos se contraen y se expanden en respuesta a la demanda funcional. La posición de los
huesos y las vísceras colocados entre los músculos y las fascias determina la dirección de estos
movimientos. Diferentes hábitos, restricciones, preferencias, el funcionamiento de los órganos
internos, todo ello en conjunto, determina el contorno, el equilibrio y la capacidad funcional del
cuerpo. En otras palabras, el contorno del cuerpo y sus patrones de movimiento vienen
determinados por los patrones de atrapamiento del sistema fascial. Sin embargo, no solamente son
los factores físicos los que influyen en el comportamiento postural; los factores emocionales como,
por ejemplo, la tristeza, el cansancio, el agotamiento, o lo contrario, es decir, la alegría y el
bienestar, también pueden cambiar el comportamiento postural de una manera drástica (Fig. 14).

Todas las facultades adquieren la aptitud funcional realizando su función. Si


esta función queda a cargo de un agente sustituto, en su naturaleza no se produce
ninguna de las adaptaciones necesarias, sino que se deforma para adaptarse
a los arreglos artificiales y no a los arreglos naturales.
Herbert Spencer

En conclusión, se puede afirmar que para conseguir una óptima función postural es indispensable
la relación entre todos los aspectos corporales (Fig.15).

Traumatismos del sistema fascial

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21

FENÓMENO DE COMPENSACIÓN
Los procesos compensadores no son extraños en el cuerpo, y se producen cuando un segmento
ayuda o sustituye la labor de otro, que se encuentra temporalmente o definitivamente
deshabilitado. En el aparato locomotor, los procesos compensadores son frecuentes; en algunas
ocasiones los utilizamos con el fin de devolverle al cuerpo una función disminuida o imposibilitada
(Fig. 6).

Las compensaciones mecánicas se dividen en dos grupos básicos: compensaciones externas e


internas. Un defecto anatómico, por ejemplo el acortamiento de una de las extremidades
inferiores, se puede corregir de dos maneras:
• A través de la compensación externa (programada): utilizando una alza (Fig. 7A).
• A través de la compensación interna (automáticamente realizada por el cuerpo) desarrollando
una desviación lateral escoliótica (Fig. 7B).

En el proceso de corrección de las desviaciones del aparato locomotor afectado por el largo proceso
compensador, dirigido de una manera espontánea por el cuerpo (una escoliosis), no se deben realizar las
compensaciones externas. En este tipo de situaciones, la corrección interna ya no es posible y lo único que
se logra es introducir otro tipo de descompensación.

Las compensaciones espontáneas son adecuadas frente a un estado de emergencia, cuando este
comportamiento significa para el cuerpo el «ser o no ser». Sin embargo, no deberían mantenerse
durante un tiempo prolongado. Por ejemplo, en presencia de una herida en la cara plantar del
dedo gordo del pie, será imposible realizar la marcha de una manera normal, es decir, apoyando el
peso corporal sobre el dedo gordo en la última fase de apoyo, antes de pasar a la oscilación. El
cuerpo realiza, de una manera automática, un movimiento compensador, apoyando el peso sobre
el arco externo del pie. De esta forma se crea el movimiento sustituto, y el objetivo principal
(realizar la marcha) se verá cumplido. Sin embargo, el movimiento sustituto crea una deformación.
En este caso se produce, por ejemplo, una excesiva presión sobre el menisco interno y un
estiramiento excesivo del ligamento colateral externo de la rodilla. La deformación creada puede
afectar a los segmentos adyacentes, que acuden en ayuda de una manera inmediata, pero también
puede afectar a los segmentos más lejanos, creando en ellos sobrecargas innecesarias

A medida que el proceso dolor-defensa se mantiene durante un tiempo prolongado, se inicia el


proceso de fijación de los nuevos patrones de movimiento. Con el tiempo, este comportamiento se
vuelve un hábito. Por lo general, en este proceso se produce el acortamiento de las estructuras que
quedan en desuso o con un uso limitado por la acción protectora. Esta compensación produce con
el tiempo retracciones y desviaciones permanentes. En esta situación ya no es posible una
compensación interna, realizada por el mismo cuerpo en el proceso de autoadaptación para una
funcionalidad óptima, y muchas veces se deben utilizar diferentes métodos de compensación
externa. El tejido fascial asume este comportamiento y, con el tiempo, lo convierte en propio, a raíz
de los movimientos constantes y repetitivos. Esta capacidad de crear y realizar las compensaciones
significa, como ya se mencionó, la capacidad del cuerpo para sobrevivir; sin ella, sería imposible,
por ejemplo, caminar con un esguince de tobillo, usar la mano con un dedo herido, etc.

Las sobrecargas mantenidas durante largo tiempo y convertidas en hábitos pueden, en


consecuencia, producir una serie de daños y dar lugar a la aparición de patologías a través de
prolongadas tensiones que alteran los sitios más vulnerables.

Existe una relación entre el grado de deterioro articular y la capacidad de amplitud del movimiento articular
(Seyfried, 1983) (Fig. 11). Evaluando con detenimiento la amplitud y la calidad del movimiento articular, se
puede determinar el grado de los cambios articulares.

¿Sería posible evitar este proceso, o, tal vez, retrasarlo o disminuir su


avance?

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


22

Los cambios descritos anteriormente limitan gradualmente la elasticidad y la eficacia mecánica del
sistema miofascial, y también afectan al funcionamiento articular adecuado, influyendo con el
tiempo en la realización de movimientos básicos de la vida diaria como, por ejemplo, sentarse o
levantarse de una silla, o caminar. Si la persona se acostumbra a estar sentada o estar de pie de
una forma incorrecta, adoptando posturas inadecuadas, este patrón de comportamiento se
repetirá un incalculable número de veces durante el día y, con el tiempo, se volverá un hábito
en todas las actividades que realice

Los cambios compensadores son engañosos a la percepción, y la persona no se da cuenta del


deterioro general y del modo del «USO» de su cuerpo (para más detalles véase el capítulo sobre la
postura). Lentamente, la imagen perceptiva correcta queda borrada, y algo peor, sin que la persona
note el progreso de estos cambios. La sensación del patrón de movimiento correcto (patrón óptimo
del mantenimiento postural) se convierte gradualmente en la sensación del patrón del movimiento
cómodo que, en esta situación, no significará una postura correcta. La persona se siente cómoda
con una postura incorrecta y extraña con una postura corregida pero incómoda (Fig. 14).

Este proceso rompe el esquema del equilibrio postural. El equilibrio entre la estabilidad y la
movilidad queda afectado y, en consecuencia, se producen alteraciones que, con el tiempo, causan
importantes cambios funcionales y estructurales del aparato locomotor.

LESIONES DEL SISTEMA FASCIAL


Todos los cambios mencionados se producen a raíz de los diferentes tipos de traumatismos.
El cuerpo se lesiona con mucha frecuencia y estas lesiones se producen a raíz de traumatismos
extrínsecos e intrínsecos (Fig. 15). En la mayor parte de los casos se trata de microtraumatismos
que, al acumularse lentamente y gradualmente, cambian el comportamiento mecánico de la fascia,
disminuyendo su elasticidad y su capacidad de defensa. En consecuencia, se desarrolla una tensión
fascial patológica que desencadena dolor y la necesidad de compensaciones (Fig. 16). Al mencionar
el traumatismo, no nos referimos solamente a las secuelas relacionadas con una caída, con un
golpe o con un accidente automovilístico, sino también a los cambios posturales relacionados con
el quehacer diario (explicados en el capítulo sobre la postura) y al progresivo proceso de
adaptabilidad del cuerpo, en función del mencionado desequilibrio funcional.

El proceso de los cambios postraumáticos, según este enfoque, se inicia, en la mayor parte de los
casos, en el sistema fascial. Las sobrecargas creadas en el proceso compensador lesionan la fascia,
lo que repercute en el correcto desenvolvimiento funcional de otros sistemas.

Las lesiones del sistema fascial (Fig. 17) (retracciones, adherencias, rupturas) se pueden producir
por tres razones básicas:

1. Traumatismo sobre el sistema fascial: lesión directa (Fig. 18).

2. Sobrecarga sobre el sistema fascial (crónica o intermitente): posturas viciosas


desarrolladas en el proceso compensador o lesiones relacionadas con el estrés repetitivo, causadas
por la irritación, la compresión y la restricción del flujo sanguíneo. Estas lesiones no se producen
por un incidente traumático, sino a consecuencia de microtraumatismos acumulados, muchas
veces no registrados como tales por la persona. Uno de los ejemplos de este tipo de lesión es el
síndrome del túnel del carpo relacionado con los movimientos repetitivos y el sostenimiento de la
muñeca en la posición de extensión.

3. Inmovilidad prolongada: escayola, enfermedad crónica, kinesiofobia.


La consecuencia de estas lesiones es una limitada capacidad de movimiento y un excesivo
acercamiento entre las estructuras del sistema fascial en todos los niveles de formación. El sistema
fascial pierde la elasticidad y la flexibilidad, iniciándose el proceso de formación de

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


23

entrecruzamientos entre las fibras de colágeno (para más detalles véase el capítulo sobre
histología). El proceso se puede iniciar ya con sólo tres semanas de inmovilización (Akeson et al.,
1968; Amiel et al., 1980; Chamberlain, 1982; Ninmo, 1984).

Como consecuencia de estas lesiones, el restringido deslizamiento entre las láminas fasciales
facilita el proceso de aceleración en la formación de los entrecruzamientos entre las moléculas de
colágeno.

Los puntos de hipersensibilidad son unas buenas guías en el diagnóstico de la disfunción miofascial;
sin embargo, su eliminación es solamente una parte del proceso curativo. La presencia de los
puntos de hipersensibilidad está considerada como una de las etapas del síndrome de disfunción
miofascial.

Un interesante análisis de los progresivos cambios en la patología miofascial ofrece el osteópata


Stephen Typaldos, en su teoría denominada Modelo de Distorsión Fascial (MDF) (Typaldos, 1998).
En este modelo existen seis tipos principales de distorsiones fasciales:

1. Banda «gatillo» (trigger band). Banda de fascia distorsionada: se trata de las bandas de la red
fascial organizadas a lo largo de las líneas de tensión (Fig. 23), y se caracterizan por sensaciones
dolorosas y quemazón.
2. Punto «gatillo» herniado (herniated triggerpoint). Protrusión anormal de un tejido a través del
plano fascial. Rara vez se observa en las extremidades. Se perciben como «canicas esponjosas», del
tamaño de una almendra, o herniaciones fasciales más pequeñas.
3. Distorsión en continuo. Alteración de la zona de transición entre el ligamento, el tendón u otra
fascia y el hueso. Se caracteriza por dolor puntual.
4. Distorsión de plegamiento. Alteración tridimensional del plano fascial.
Las distorsiones de plegamiento duelen en un nivel profundo de la articulación. Estas lesiones son
similares a lo que sucede con un mapa de carreteras cuando se despliega y luego se vuelve a plegar
incorrectamente.
5. Distorsión en cilindro. Superposición de las espirales cilíndricas de las fascias superficiales. Las
distorsiones en cilindro provocan un dolor profundo en una zona no articular que no se puede
reproducir ni aumentar con la palpación.
6. Fijación de planos. Alteración de la capacidad de deslizamiento de las superficies de las fascias.
Las fijaciones de planos son superficies fasciales que han perdido la capacidad de deslizarse.

EL PROCESO DE FORMACIÓN DE ENTRECRUZAMIENTOS


PATOLÓGICOS ENTRE LAS FIBRAS DE COLÁGENO
En numerosas ocasiones a lo largo de este libro se ha mencionado la importancia del movimiento
adecuado para la salud y el bienestar del cuerpo. El tejido conectivo no se escapa de este enfoque.
Precisamente el análisis del déficit de movimiento en el tejido conectivo puede aclarar muchas
dudas al respecto. Ante todo hay que recordar que el movimiento es una acción preventiva contra
la formación de las retracciones y las adherencias. La inmovilización del tejido conectivo por las
razones anteriormente mencionadas, y entre las cuales destacan el traumatismo de origen físico y
emocional, así como también la hipomovilidad, secuela de la kinesiofobia, producen cambios en la
calidad del tejido. Esta deficiencia de movimiento apropiado altera la elasticidad del tejido
conectivo que, en consecuencia, tiende a adaptarse a la distancia más corta entre sus puntos de
inserción en un determinado segmento corporal. Lamentablemente, este comportamiento trae
consigo una progresiva pérdida de la función y la instalación del dolor.

Con el tiempo, este endurecido tejido facilita la acumulación de grasa, y forma así una cicatriz
rígida y limitante, lo que lleva a la formación de adherencias intraarticulares y a una progresiva
pérdida de la amplitud del movimiento fisiológico. Los cambios bioquímicos del tejido conectivo

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


24

también se producen a consecuencia de la reducción del movimiento. Considerando que el


movimiento es esencial para una orientación apropiada de las fibras de colágeno, no sólo durante
el proceso de su desarrollo y en la etapa de maduración, sino también, por ejemplo, en el proceso
de cicatrización de una herida, hay que analizar las razones y el proceso de estos cambios.

El proceso de los cambios se inicia con la alteración de la cantidad y la calidad de la sustancia


fundamental, y se manifiesta por la progresiva pérdida de agua, especialmente en los planos
interfasciales, así como también por una disminución de los GAG de entre el 30 y el 40% de su
contenido. Esta reducción trae como consecuencia el endurecimiento de la sustancia fundamental,
con la consecutiva disminución de la distancia crítica entre las fibras de colágeno, lo que conduce a
la pérdida de la lubricación ínterfibrilar.

En consecuencia se producen tres fenómenos:


• En primer lugar, se altera el deslizamiento libre entre las fibras de colágeno en los puntos de
entrecruzamiento fisiológico, lo que crea fricciones patológicas. Estas fricciones en las interfases
entre las fibras tienden a producir un exceso de entrecruzamientos, aumentando la densidad del
tejido, con la consecuente disminución de la capacidad de movimiento.
• El acercamiento entre las fibras no es suficiente para crear, en un lugar determinado, los
entrecruzamientos patológicos; éstos se forman entre las fibras ya existentes y las nuevas fibrillas
recientemente sintetizadas. La incorporación de estos nuevos entrecruzamientos a la ya existente
estructura de colágeno es lo que principalmente limita la elasticidad del colágeno, impidiendo el
movimiento natural entre las fibras antiguas.
• En tercer lugar, esta limitación del movimiento impide, como se comentó anteriormente, una
correcta orientación de las nuevas, recién sintetizadas, fibras, lo que aumenta la cantidad de
entrecruzamientos patológicos. Hay que recordar que la orientación apropiada de las fibras de
colágeno depende de una presión, una tensión y un movimiento adecuados.

CAMBIOS EN EL TEJIDO CONJUNTIVO A RAÍZ DE LA INMOVILIZACIÓN:


• Desorganización en la orientación de las fibras.
• Formación de los entrecruzamientos patológicos.
• Formación de adherencias entre diferentes componentes como, por ejemplo,
en los ligamentos, los tendones y sus envolturas fasciales.
• Reducción de la fuerza tensil de los ligamentos, los tendones y los músculos.
• Debilitamiento de las inserciones de los músculos y los ligamentos.
• Inhibición de la regeneración de la fibra muscular en el proceso de cicatrización.
• Proliferación del tejido adiposo fibroso hacia el espacio articular, lo que estimula
la formación de las adherencias hacia las superficies cartilaginosas.
• Disminución del volumen del líquido sinovial.
• Erosión del cartílago y formación de osteofitos.
Obsérvese que la lista de los cambios se corresponde perfectamente
con los cambios que podemos enumerar en el proceso de envejecimiento
del tejido conectivo.

Evaluación del síndrome de disfunción miofascial


DEFINICIÓN DE LA DISFUNCIÓN MIOFASCIAL
¿De qué manera definir la patología del sistema miofascial?
Numerosas veces a lo largo de las páginas de este libro se ha hecho referencia al término
«disfunción miofascial», considerándolo como la más amplia y completa expresión que reúne los
distintos aspectos de la patología del sistema fascial. La expresión «disfunción» no es un término
nuevo y fue utilizado por numerosos grupos de especialistas para definir diferentes estados de

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


25

patología del aparato locomotor (Pilat, 1995). Mennell (Mennell, 1960) utilizó la palabra
«disfunción» para describir la pérdida de un movimiento normal, de algo que «no funciona
correctamente». Para describir este fenómeno, los fisioterapeutas utilizan la expresión
«acortamiento adaptativo», los osteópatas le llaman «lesión osteopática» y los quiroprácticos
«subluxación quiropráctica». En el método de McKenzie, uno de los síndromes del trastorno de
origen mecánico de la columna vertebral lleva el nombre del síndrome de la disfunción, en
referencia al síndrome caracterizado por la presencia de dolor, que solamente se manifiesta al final
del movimiento articular y no durante la realización del movimiento. Por lo general, según
McKenzie, este estado es un lógico progreso de limitaciones del movimiento adaptadas a raíz
de un deficiente comportamiento postural. Con el tiempo y el repetido estrés mecánico,
el tejido sufre una acumulación de pequeños, pero recurrentes, traumatismos.

Estos traumatismos, así como también los traumatismos graves, en el proceso de una natural
reparación del tejido, producen adherencias que gradualmente reducen la elasticidad del tejido,
convirtiéndose en una dolorosa y limitante cicatriz. Al realizar el movimiento, este tejido será
puesto en tensión antes de llegar al extremo del movimiento fisiológico, lo que producirá dolor.

Disfunción miofascial
• La disfunción miofascial significa la anomalía o carencia de una correcta respuesta estabilizadora.
En presencia de la disfunción se produce una sobrecarga en todos los segmentos del sistema fascial
y, particularmente, en la columna vertebral, alterando el funcionamiento de la estructura corporal.

Además, se crea una descoordinación (temporal o definitiva) de los movimientos en todos los
niveles y segmentos corporales.
• La disfunción miofascial no supone directamente un problema muscular, pero implica a los
músculos.
• La disfunción miofascial implica el cambio de la onda muy organizada de movimientos
especializados a través de la matriz viviente.
• Desde el enfoque de las patologías miofasciales, hay que subrayar el hecho de que el
desequilibrio y la disfunción miofascial se producen antes del inicio de la enfermedad como tal.
• En presencia de una disfunción, todo el sistema miofascial participa en la construcción de un
nuevo nivel homeostático para un funcionamiento óptimo del cuerpo.

ESTABILIDAD FUNCIONAL DEL CUERPO


La estabilidad del aparato locomotor a nivel articular se debe a las relaciones de
contracción−relajación entre los músculos agonistas y los antagonistas (Anderson y Winters, 1990).
Es indispensable que exista un equilibrio funcional entre estos dos grupos. El equilibrio muscular,
como ya se explicó, depende de un correcto desenvolvimiento del sistema fascial. Según la teoría
de Janda, los músculos se dividen en dos grupos: posturales (hiperactivos) y fásicos (inhibidos).
Desde el punto de vista histológico, estos dos grupos se diferencian por la habilidad para generar
distintas fuerzas (grandes o pequeñas), durante largos o cortos períodos. Los músculos posturales
responden, según esta teoría, al prolongado estrés mecánico con tensión y progresiva retracción.
Los músculos fásicos responden con un progresivo debilitamiento.
Esta interrelación es muy importante en la respuesta del sistema fascial al estrés gravitatorio.
Los cambios de equilibrio entre los grupos musculares mencionados crean compensaciones
funcionales que, con el tiempo, pueden dar una falsa imagen del desorden estructural. Uno de los
ejemplos típicos es el acortamiento funcional de una de las extremidades inferiores, estado que se
considera una descompensación. Esta descompensación puede ser producto de:
• Un problema congénito.
• Un problema postraumático: macrotraumático o microtraumático (una fractura del hueso, un
espasmo muscular defensivo, una listesis).
• Una disfunción articular debida al proceso natural de envejecimiento corporal.

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


26

• Las condiciones particulares de la persona (embarazo, obesidad, deficientes hábitos posturales,


condiciones del ambiente en el cual se desenvuelve la persona).

Cualquiera que sea la razón del acortamiento, el sistema miofascial sería capaz de cambiar el
comportamiento funcional de determinados componentes corporales en la búsqueda del equilibrio
funcional del resto del cuerpo para su óptima función. El patrón de la compensación dependerá de
la magnitud de los cambios y de la eficacia del sistema fascial a la hora de coordinar esta acción. El
objetivo de la evaluación del sistema fascial es detectar los sitios de atrapamiento que impiden la
realización de un adecuado proceso de protección del cuerpo y establecer los patrones de
compensación.

TEORÍA DE LOS ATRAPAMIENTOS


Cada cuerpo posee sus propias características posturales y sus propios patrones de movimiento.
Los músculos se contraen y se expanden en respuesta a las demandas de diferentes sistemas
corporales. La posición de los huesos colocados entre los músculos y dentro del sistema fascial
determina la dirección de los movimientos.

Distintos hábitos personales, restricciones, preferencias, funcionamiento alterado de los órganos


internos, en conjunto, determinan el contorno del cuerpo.
Cuando un segmento corporal deja de recibir un estímulo adecuado, se constituyen patrones de
atrapamiento miofascial (Barnes,1990). En consecuencia, los músculos ejercen un exceso de
presión sobre los capilares y se produce una deficiente circulación que limita el suministro de
nutrientes hacia la sustancia fundamental del tejido conectivo, con su consecuente endurecimiento
(para más detalles véase el capítulo sobre la histología del tejido conectivo). El contorno del cuerpo
cambia según los patrones de atrapamiento del sistema fascial (Schultz; Feitis, 1996). Por tanto, se
forman compensaciones funcionales (para más detalles véase el capítulo sobre traumatología). Las
compensaciones se desarrollan en los tres planos del movimiento corporal. Estos patrones de
compensación se pueden detectar y observar sobre la superficie corporal. Este fenómeno se debe
al atrapamiento de la fascia en diferentes niveles funcionales, que finalmente se refleja en la
superficie corporal, en la fascia superficial. Estos patrones pueden ser solamente superficiales,
formados en el proceso de transmisión de los impulsos mecánicos compensadores, o bien ser
reflejo de los patrones de un atrapamiento más profundo. Hay que recordar que es posible
encontrar varios patrones de atrapamiento en un solo nivel, así como también varios patrones en
distintos niveles en un solo sitio.

Los atrapamientos se encuentran por lo general cerca de las superficies óseas, en fijaciones
musculares en los huesos, y pueden cambiar el aspecto del recorrido de los grupos musculares que
se consideran básicos para el mantenimiento de una postura correcta. El segundo grupo de puntos
de atrapamiento forman los entrecruzamientos entre grandes masas musculares. Ambos lugares
son muy sensibles y dolorosos a todo tipo de estímulo (Schultz; Feitis, 1996). En consecuencia, el
segmento en cuestión queda hipomóvil, lo que facilita la acumulación de grasa sobre la zona
afectada. Los dos lugares más representativos en los que se puede observar con más frecuencia la
acumulación de grasa en forma de almohadillas es la base del cráneo (por la constante hipertonía
en la que se encuentra el músculo trapecio superior encargado del mantenimiento de la posición
protruida de la cabeza) y también sobre la base de la columna lumbar, justo por encima de la línea
superior de los glúteos.

En la superficie corporal, los sitios de atrapamiento se pueden presentar de diferentes maneras:


como puntos de atrapamiento o en forma de bandas de atrapamiento.
Puntos de atrapamiento (Fig. 1)

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


27

Cambios mecánicos relacionados con


diferentes tipos de traumatismos crean
sobrecargas en los puntos con una
estructura anatómicamente difícil, sitios
de una gran demanda de eficacia
mecánica, en respuesta a los
requerimientos de movimiento
o al mantenimiento de una posición
estática. Estos lugares no son estructuras
anatómicas determinadas; también su
ubicación puede variar entre una
persona y otra (Schultz; Feitis, 1996):

Niveles de atrapamiento (Schultz; Feitis, 1996)


Anteriormente se ha mencionado que las restricciones del sistema fascial se pueden presentar en
diferentes sitios en un solo nivel o en diferentes niveles en el mismo sitio. La región del raquis es un
buen ejemplo de este tipo de comportamiento del sistema fascial; en particular se hace referencia
a los músculos largos y anchos de esta región. Las restricciones entre estos grupos musculares son
particularmente complicadas por el hecho de fijar restricciones que afectan a varias estructuras
que, en apariencia, se encuentran funcionalmente separadas entre sí. Los cambios se producen en
la fascia superficial y sus conexiones. Se distinguen tres niveles de restricción asociados con la
distribución anatómica de los músculos de la región de la parte posterior del tronco:

nNivel profundo (Fig. 2)


Está formado por la musculatura paravertebral que une funcionalmente la región sacrococcígea
con la región occipital. En el sacro, la fascia se extiende lateralmente, atravesando la región glútea,
y se dirige hasta la banda iliotibial. Las restricciones en este nivel pueden, en el proceso de
compensaciones, reflejarse en todo el trayecto de la banda. De esta forma, por ejemplo, las
lesiones en la banda iliotibial podrían reflejarse en la región suboccipital.
n Nivel intermedio (Fig. 3)
Involucra a los músculos mencionados anteriormente, así como también al músculo dorsal ancho.
De esta forma, en el caso de una restricción, el movimiento de los brazos está comprometido.
n Nivel superficial (Fig. 4)
Involucra al músculo trapecio. Esta conexión refuerza la unión de los brazos con el tronco. Además,
se forma el punto de refuerzo en el cruce entre el dorsal ancho y el trapecio, a nivel de la unión
dorsolumbar.

Bandas de atrapamiento (Schultz; Feitis, 1996) (Figs. 5 y 6)

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


28

Entre distintas personas existen similitudes en la formación de la disfunción miofascial, que vienen
establecidas por las bandas de atrapamiento en forma de correas que sostienen el tejido conectivo.
Estas estructuras son independientes de la distribución anatómica del sistema muscular, así como
también funcionalmente de las cadenas musculares; representan estructuras de conexión del
tejido conectivo entre la parte anterior y la parte posterior del cuerpo. Las bandas se detectan
observando o palpando las zonas de aplanamiento o depresión sobre la superficie corporal. Estas
zonas se unen en una
especie de líneas
horizontales que forman
un recorrido continuo o
interrumpido. Su principal
característica es la falta de
flexibilidad. En cierto
modo, estas bandas
rompen la continuidad del
movimiento corporal. La
banda no es una estructura
anatómica como tal, sino
un cambio local producido
por el desequilibrio entre
las fibras y la sustancia
fundamental del tejido
conectivo. Las restricciones
cambian el funcionamiento
de todas las estructuras
implicadas en los
atrapamientos a un nivel determinado. Se distinguen siete bandas de atrapamiento n Banda púbica

Se inicia en el pubis, donde se aprecia una acumulación de grasa. Se extiende lateralmente hacia la
región trocantérea, cruzando la ingle y los ligamentos inguinales; posteriormente, atraviesa el
borde inferior de la masa glútea y finaliza en la unión sacrococcígea. Sus ramificaciones pueden
penetrar hasta las articulaciones coxofemorales, la uretra, el recto y la vagina.
n Banda inguinal
En su recorrido anterior, se extiende entre las dos espinas ilíacas anterosuperiores
en forma de una hamaca. En las personas con un fortalecimiento excesivo de la musculatura
abdominal, se aprecia como un cable tenso en posición casi horizontal. En las personas obesas, la
acumulación de grasa (el tejido de una reducida elasticidad) en esta zona inhibe los movimientos
fisiológicos, particularmente los relacionados con la respiración. Esta tensión se transmite a lo largo
de las crestas ilíacas, creando las restricciones que incluso se pueden visualizar o palpar en forma
de dolorosos y tensos cables. La banda continúa en su recorrido posterior hasta la articulación
lumbosacra. Sus restricciones pueden, en parte, inhibir los movimientos fisiológicos de las
articulaciones sacroilíacas. Las restricciones en esta zona se pueden transmitir por el sistema fascial
del músculo glúteo mayor hasta la cara posterolateral del muslo, así como también a lo largo de la
masa común del aparato extensor de la columna, conectándose, de esta manera, con la columna
cervical y el cráneo.
n Banda umbilical
Se inicia en el ombligo o en el espacio medio entre el ombligo y el arco costal. Se dirige
lateralmente, formando un arco que rodea el abdomen hasta llegar a las últimas costillas,
finalizando en la unión dorsolumbar. La presión hacia dentro de las últimas costillas influye en el
funcionamiento del diafragma.
n Banda torácica

TOMO II CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MIOFASCIAL LISANDRO CACCIATORE


29

Se extiende desde la línea marcada por las tetillas, continúa lateralmente sobre el borde inferior
del músculo pectoral mayor y, posteriormente, hasta el margen lateral del músculo dorsal ancho.
Finaliza a nivel de las apófisis espinosas de D6-D7. Las restricciones de la banda torácica afectan al
funcionamiento de tres grandes grupos musculares: el pectoral mayor y menor, el dorsal ancho y el
recto del abdomen. Estos tres grupos musculares trabajan en conjunto, trasmitiendo las fuerzas
desde la pelvis hasta las extremidades superiores. Anatómicamente, los músculos mencionados
están separados; sin embargo, sus sistemas fasciales están funcionalmente unidos. La distribución
de las fuerzas entre estos músculos, en la parte delantera del cuerpo, se puede demostrar
gráficamente con una letra Y (Fig. 7), en la que los brazos forman los músculos pectorales mayores
y el pie los músculos abdominales. El encuentro entre los músculos pectorales y los abdominales
se realiza en el recorrido de la banda torácica, cerca de la apófisis xifoides del esternón. Los dos
pectorales deben actuar de forma simétrica; de lo contrario se produce un desequilibrio con la
consiguiente formación de adherencias en las superficies óseas y de depósitos de una sustancia
gelatinosa endurecida. (La evaluación de estos fenómenos debe ser indispensable en el proceso de
evaluación; labor facilitada por la considerablemente reducida acumulación de grasa en esta
región.)

Las restricciones pueden afectar a las estructuras más profundas, como, por ejemplo, los músculos
intercostales, que limitan la expansión torácica durante el acto de la inspiración. La restricción de la
parte anterior reduce el espacio disponible alrededor de la inserción superior del músculo recto del
abdomen, formándose una especie de adherencia en sus inserciones en las costillas. Estas zonas
presentan tensión y crepitación. En consecuencia, debido al acortamiento de la distancia entre
el esternón y el pubis, se produce una depresión del arco costal inferior y se altera el equilibrio
anteroposterior del cuerpo. Los músculos rectos del abdomen contrarrestan la acción de la masa
común extensora de la columna vertebral. En la parte posterior del tronco, la fuerza está
contrarrestada por la acción del músculo dorsal ancho, que distribuye su fuerza en forma de una
letra V (Fig. 8).
Estas dos rutas de conexión se entrelazan en la banda torácica. De esta forma sus restricciones se
pueden expandir modificando los patrones de movimiento del tronco y de las extremidades
superiores (Fig. 9).

nBanda del collarín


Se extiende desde las clavículas y las dos primeras costillas, y se dirige hasta el acromion y el borde
superior del omóplato, y finaliza en la parte posterior de la unión cervicodorsal. Las restricciones de
esta banda afectan al funcionamiento de las cuerdas vocales. Las tensiones se reflejan
principalmente en las articulaciones esternoclaviculares; en consecuencia, las clavículas se acercan
en exceso a las primeras costillas y hacia el borde superior de los omóplatos. La restricción y el
dolor se manifiestan generalmente sobre la fascia del músculo subclavio. A raíz de las restricciones
de esta banda, los movimientos del acromion se ven dificultados y, en consecuencia, de todo el
complejo articular del hombro a raíz de una inmovilización funcional parcial de la articulación
acromioclavicular. La respiración auxiliar puede verse parcialmente afectada por la limitación
funcional de la fascia de los músculos escalenos.
nBanda del mentón
Empieza en el borde inferior del mentón y se dirige hacia el hueso hioides. Posteriormente,
continúa hacia el ángulo de la mandíbula, pasa por debajo de la oreja y finaliza sobre la articulación
atlantooccipital. Conecta entre sí el cráneo con la columna cervical. En la parte delantera, participa
en la conexión entre el hioides y la mandíbula. Sus restricciones afectan el funcionamiento de la
ATM y, generando una excesiva tensión, influyen en la formación de la posición protruida de la
cabeza.

Con la tensión de esta banda se ven afectados los músculos de la lengua, produciéndose en
consecuencia trastornos en el habla, afectándose también el funcionamiento del esófago y de la
tráquea.

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nBanda ocular
Se inicia en el entrecejo y, posteriormente, atravesando las cavidades oculares, pasa por encima de
las orejas y finaliza en la cresta occipital. Sus tensiones pueden influir en el comportamiento
mecánico de las suturas craneales.
Los hallazgos encontrados en el proceso de evaluación propuesto a continuación reflejarán la
presencia de los atrapamientos explicados con anterioridad. Estos atrapamientos pueden producir
cambios funcionales en todos los elementos del sistema miofascial.

PATRONES DE ATRAPAMIENTO EN LA DISFUNCIÓN

Los puntos de atrapamiento, las zonas de atrapamiento, así como también las bandas de
atrapamiento crean limitaciones funcionales, que se compensan automáticamente por el sistema
miofascial. Los patrones se dividen en dos grupos básicos (Zink, 1979):
• Patrones compensados.
• Patrones descompensados.

El patrón de la compensación se determina al analizar el comportamiento del cuerpo en cuatro


áreas básicas (Zink, 1979):

• Craneocervical.
• Cervicotorácica.
• Toracolumbar.
• Lumbopélvica.

Patrón compensado
Es un patrón ideal, lo que significa que el sistema
fascial ha realizado una serie de rotaciones
compensadoras en las cuatro áreas, alternando la
dirección de las tensiones del tejido entre un área y la
otra.

• Patrón compensado común (Fig. 18) (en el 80% de las


personas que presentan el patrón compensado). En
este patrón se observa una preferencia por las
desviaciones a la izquierda (I) en la región
craneocervical, a la derecha (D) en la región
cervicotorácica, a la izquierda (I) en la región
toracolumbar y, finalmente, a la derecha (D) en la
región lumbopélvica (I-D-I-D).
• Patrón compensado no común (Fig. 19) (en el 20% de
los que presentan el patrón compensado). En este
patrón se observa una preferencia por las
desviaciones a la derecha (D) en la región
craneocervical, a la izquierda (I) en la
región cervicotorácica, a la derecha (D) en la región toracolumbar y, finalmente, a la izquierda (I) en
la región lumbopélvica (D-I-D-I).

Patrón descompensado
En el patrón descompensado no se observan las preferencias de las compensaciones alternas entre
un área y la otra. Se considera que este tipo de patrón aparece a consecuencia de traumatismos
graves.

• Patrón descompensado unidireccional (Fig. 20). En este patrón se observa una preferencia por las
desviaciones a la derecha en todos los niveles (D-D-D-D).

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• Patrón compensado multidireccional (Fig. 21). En este patrón se observa una preferencia por las
desviaciones a la izquierda (I) en la región craneocervical, a la derecha (D) en la región
cervicotorácica, a la derecha (D) en la región toracolumbar y, finalmente, a la izquierda (I) en la
región lumbopélvica (I-D-D-I).

Concepto de barreras de restricción


Una limitación funcional puede estar producida por una barrera patológica que restringe el
movimiento tisular. Sin embargo, hay que destacar la existencia de las barreras fisiológicas, que
pueden limitar el movimiento en un recorrido articular normal. Por esta razón, al realizar la
evaluación se debe distinguir entre:
• Amplitud del movimiento normal frente a la amplitud restringida.
• Barrera normal frente a la barrera patológica.
Al analizar la amplitud completa del movimiento articular, y estableciendo como base la barrera
anatómica (la más amplia y la que limita el movimiento total), se encuentran en el camino
diferentes niveles de restricción que pueden disminuir la amplitud funcional del movimiento tisular
(Fig. 22a).

nBarrera anatómica
Define la amplitud del movimiento total a nivel articular, así como también a nivel tisular. Es la
amplitud fisiológica total sin restricciones. Si se tratara de incrementar esta amplitud, se lesionarían
los tejidos de sostén articular (la fascia, los músculos, los ligamentos, e incluso los huesos).
nBarrera elástica
Define la amplitud del movimiento pasivo. El límite de este movimiento se puede describir como
una sensación elástica. Al llegar a esta barrera, se considera que todos los tejidos periarticulares se
encuentran en tensión. Existe un espacio muy reducido, denominado espacio parafisiológico
(Sandoz), entre la barrera anatómica y la barrera elástica.

nBarrera fisiológica
Define la amplitud del movimiento activo y tiene una amplitud ligeramente menor de la alcanzada
por el movimiento pasivo. La sensación de la resistencia final está determinada por los músculos
con el sistema miofascial sano.

nBarrera de restricción miofascial (barrera patológica)


Define la amplitud limitada por la restricción del sistema fascial. Este tipo de restricción se clasifica,
por lo general, de un modo erróneo, como la restricción característica de las personas de edad
avanzada. Sin embargo, hay que subrayar la posibilidad de que este tipo de restricción exista en
personas de cualquier edad, debido a la disfunción del sistema fascial.

EVALUACIÓN
La realización de una eficiente evaluación funcional de la postura con la cabeza protruida
representa un reto para el terapeuta. La disposición de los sofisticados aparatos utilizados con este
fin (Rx, RM, analizadores computarizados de la postura) en la práctica profesional diaria es muy
limitada. Tampoco son suficientes las herramientas propias del proceso fisioterapéutico. La
evaluación específica debería seguir el patrón de la evaluación propuesto en la sección dedicada a
la evaluación global del síndrome de disfunción miofascial. Este esquema debe incluir: apreciación
visual, amplitud de los movimientos activos y pruebas funcionales.

APRECIACIÓN VISUAL
Hay que observar el cuerpo en tres proyecciones, para detectar las desviaciones y compensaciones
posturales:

• Anterior (Fig. 32):

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32

– posición de la cabeza;
– posición de los hombros y los brazos;
– posición de las clavículas;
– posición del esternón.

• Posterior (Fig. 33):


– posición de la cabeza;
– posición de los hombros y los brazos;
– posición de los omóplatos;
– simetría de la columna vertebral.

• Lateral (Fig. 34):


– posición de la cabeza;
– posición de los hombros;
– curvaturas de la columna vertebral.

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