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HAHNEMANN Samuel

Presentación

Una de las principales inquietudes de los miembros de la Academia de


Homeopatía de Asturias es profundizar en nuestros conocimientos, lo que nos
ha movido desde un principio a reunirnos semanalmente para estudiar materia
médica, comentar historias clínicas -incluso ver pacientes en común- y
profundizar en la doctrina, conocimiento que consideramos esencial para
acceder a una praxis lo más correcta posible.

Así fue como nos enfrentamos en el invierno de 1989 a la traducción que de


las Enfermedades Crónicas de Hahnemann había hecho el Dr. Flores Toledo.
Muy pronto, sin embargo, empezaron a surgir las dudas, y a medida que
avanzábamos en el estudio de esta obra fundamental aumentaban nuestras
dificultades, hasta que llegó un momento en que decidimos abandonar esta
versión y utilizar la francesa de P. Schmidt, que es al fin y al cabo el origen de
la traducción castellana; comprendimos entonces que en la edición mejicana
de Flores Toledo el texto francés había sido reducido, constatando además
numerosos errores de traducción.

Aunque tratamos de proseguir con la versión de Schmidt, las dificultades con


que se encontró la mayoría de los miembros de la Academia a causa del idioma
nos obligaron a desistir.

Fue entonces cuando nos planteamos hacer una traducción completa de las
Enfermedades Crónicas que sirviera de base para nuestro propio trabajo; y una
vez terminada, ¿por qué no acometer su publicación?: tal vez podría interesar a
otros homeópatas de lengua española.

Finalizada la traducción, el Dr. Murata nos indicó la conveniencia de corregir el


texto cotejándolo con el del Dr. Jourdan, versión mucho más fiel al original
alemán; y así se hizo. El trabajo resultó algo más arduo, pero creemos que el
resultado mereció la pena.

Con la presente traducción hemos intentado ser fieles al espíritu de esta obra
básica de la homeopatía. De la edición del Dr. Schmidt -excelente, aunque un
tanto «personal»- hemos conservado la división en capítulos que tanto facilita
la lectura y el estudio, la clasificación de los síntomas de la psora y algunas de
las notas aclaratorias.

Esperemos sinceramente que la obra satisfaga a la mayoría de cuantos se


acerquen a ella, y solicitamos la benevolencia de quienes la juzguen y la
indulgencia para con los posibles errores.

Dra. Ana Reig Gourlot


Tesorera de la A.H. A.

A modo de prefacio

Grata noticia e inmerecido honor el introducir esta nueva traducción de «Las


Enfermedades crónicas, su naturaleza específica y su tratamiento
homeopático» que tal es el título original de esta obra, tan poco respetado por
los traductores sucesivos, exceptuando la realizada por el mejicano José
Antonio Ugartechea, que ha tenido esta obra inmortal que para la gloria de la
Academia Homeopática de Asturias ha traducido la Dra. Ana Reig Gourlot y que
indudablemente ayudará para la difusión del tratamiento miasmático, piedra
bóveda del edificio homeopático.

Ningún homeópata podrá justificar la ignorancia de esta obra si ha leído


meditadamente el Organon del Arte de Curar ya que en repetidas ocasiones
Hahnemann recomienda su lectura.

La primera mención que hace a su obra es en la nota 77 al Par. 80, que es una
perfecta introducción a la misma ya que en ella detalla el origen de este gran
número increíble de afecciones crónicas, indagando y reuniendo durante 12
años pruebas seguras de esta gran verdad desconocida (Die Grosse Warheit),
descubriendo al mismo tiempo los principales (antipsóricos) remedios que
colectivamente son casi iguales a esta enfermedad en todos sus desarrollos y
formas diferentes. Publicó sus observaciones sobre este asunto en el libro
titulado «Las enfermedades crónicas» (4 volúmenes Dresden, Arnold - segunda
edición: Dusseldorf. Schaub). Antes de este conocimiento trataba a las
enfermedades crónicas como «entidades patológicas aisladas e individuales» o
como si fueran una enfermedad idiopática. Ahora se ha alcanzado casi la meta
deseada en cuanto al descubrimiento reciente de los remedios antipsóricos. La
publicación de las instrucciones especiales para su preparación y empleo. La
capacitación para prestar un servicio esencial y casi invariablemente para
realizar una curación perfecta.

En el Par. 205 remite al lector del Organon al «Tratado de las Enfermedades


Crónicas», donde ya ha indicado la marcha que debe seguirse para el
tratamiento interno de estas afecciones de un modo riguroso como podría
hacerlo un médico singular después de largos años de experiencia, de
observación y de meditación. Aquí menciona Hahnemann los tres factores que
aunados le han permitido alcanzar con su largo trabajo el ideal de la curación
perfecta.

En el Par. 232 vuelve a citar su tratado para la comprensión de las


enfermedades alternantes.

Por lo tanto la obra completa de las enfermedades crónicas incluye


necesariamente la traducción de los 48 antipsóricos que en castellano
lamentablemente no existe, y que con ocasión de esta traducción estimulo a la
joven Academia de Homeopatía de Asturias a emprender con entusiasmo para
terminar y colmar esta sentida necesidad.

Para estimular y espolear a la lectura de las Enfermedades Crónicas me


permito ofrecer una visión sinóptica del pensamiento largo de Hahnemann, tal
como se ha expresado en su primer volumen. Quiera Dios concederme el ver
cumplido mi deseo de que los tres volúmenes restantes salgan a la luz vertidos
en la luminosa lengua castellana, para que este conocimiento sea de
verdadera utilidad para la humanidad doliente.

Dijimos que el título completo de esta obra es «Las enfermedades crónicas, su


naturaleza específica y su tratamiento homeopático», por lo que podemos
dividir esta obra en dos partes: A-Naturaleza de las enfermedades crónicas y B-
Tratamiento de las enfermedades crónicas.

Naturaleza de las enfermedades crónicas (par. 1 a 108)

I-Presentación de la Psora (Par. 1 a 58).

a-Constante fracaso de la homeopatía en el tratamiento de las enfermedades


crónicas no venéreas (1 a 13).

b-Búsqueda de las causas de este fracaso (14 a 21).

c-Descubrimiento de la Psora (22 a 27).

d-Los 3 síntomas crónicos (28 a 33).

e-Historia de la Psora (34 a 45).

f-Los tratamientos de la Vieja Escuela, consecuencias de la ignorancia de la


Psora (46 a 48).

g-Observaciones de los antiguos médicos sobre la supresión de los síntomas


cutáneos vicariantes (49 a 52).

h-Ejemplos de Juncker (53) y de otros prácticos (54).

i-Conclusión: La Psora es una enfermedad inmensa del organismo entero, de la


cual la erupción cutánea no es más que el síntoma local vicariante (55 a 58).

II-Las enfermedades crónicas (Par. 59 a 108).

a-Evolución de las enfermedades crónicas (59 a 94).

1-Comparación entre las diversas enfermedades miasmáticas (agudas y


semiagudas) (59 a 67).
2-Las enfermedades crónicas (68 a 94), la syphilis (70 a 76) y la Psora (77 a
94).

b-La Psora Latente (95 a 102).

1-Posibilidad de diagnóstico (95 a 96).

2-Síntomas de la Psora Latente (97).

3-Peligros de la Psora Latente (98 a 102) por la falsa seguridad (98);


circunstancias que hacen estallar la Psora Latente (100); estallido de la Psora
(102).

c-La Psora manifiesta o secundaria (103 a 108).

1-Estallido de la Psora (103).

2-Síntomas de la Psora manifiesta (106).

3-Especies nominales de la patología ordinaria, consignadas como


enfermedades particulares y distintas (107 y nota).

Tratamiento de las enfermedades crónicas (par. 109 a 312)

I-Principios generales (Par. 109 a 210).

a-La Sycosis (111 a 114).

b-La Syphilis (115 a 141).

1-Distinguir los 3 estadios (116).

2-1* estadio: el chancro (117 a 130) y su tratamiento (126).

3-2* estadio: syphilis interna (131 a 135).

4-3* estadio: syphilis complicada (136 a 141).

c-La Psora (142 a 210).

1-Advertencia liminar (142 a 144).

2-Tratamiento medicamentoso (145 a 168).

3-Precauciones especiales durante el tratamiento (169 a 210); género de vida


y régimen (170 a 191), obstáculos a la curación (192 a 210).

II-Modo de conducir el tratamiento (Par. 211 a 276).

a-Precauciones (211 a 215).


b-Observaciones después de la administración del remedio (216 a 221).

1-Retorno de síntomas antiguos (216).

2-Aparición de síntomas nuevos (217).

3-Agravación al comienzo de síntomas habituales (218).

4-Agravación prolongada (219 a 221) medios para antidotar (220).

c-Las tres faltas graves (222 a 228).

1-1* falta: creer que las dosis son demasiado débiles (223).

2-2* falta: elección errada del remedio (224 a 226).

3-3* falta: no permitir actuar al remedio (227 a 228).

d-Estudio más detallado de las reglas de repetición del remedio (229 a 244).

e-Casos particulares donde el tratamiento de una enfermedad crónica está


perturbado o aún interrumpido (245 a 253), enfermedades agudas
intercurrentes (246 a 253).

f-Diversas consideraciones complementarias (254 a 276).

1-Cómo se desarrolla la curación (254 a 261).

2-Cómo y cuándo tomar el remedio (262 a 266).

3-Las evacuaciones paliativas (267 a 272).

4-Higiene corporal (273 a 275).

III-Los medicamentos (Par. 277 a 313).

a-Consideraciones generales sobre los medicamentos antipsóricos (279 a


283).

b-La preparación de las diluciones y dinamizaciones (284 a 296).

c-Los glóbulos (307 a 311).

d-Los remedios isopáticos (312).

Como vemos a través de esta sinopsis la mente privilegiada de Hahnemann ha


abarcado la totalidad de los fenómenos involucrados en la concepción y
tratamiento de la fuerza vital crónicamente desequilibrada, abarcándola en la
visión de un desequilibrio que se va manifestando progresivamente en
distintos estadios, lo que obligará a los estudiosos cuando traten a la Psora a
definir a qué estadio de la Psora se refieren cuando hablen de la acción de un
medicamento como antipsórico.

Cuando esta metodología sea una realidad cotidiana, el tratamiento


preconizado por Hahnemann hace más de cien años será la materialización
reservada a «la posteridad más concienzuda y más esclarecida» que recogerá
el fruto de sus largos desvelos por haber sometido su gran descubrimiento al
crisol de la experiencia.

Es el deseo más ferviente para todos lo que estudien esta obra, de quien
muchas veces se siente como «una voz clamando en el desierto», pero que ha
hallado en la generosa tierra hispánica la dócil recepción que dará la ubérrima
cosecha que nos ha indicado Hahnemann cuando nos invitó a que lo
imitáramos, pero bien.

DR. S. MURATA

Buenos Aires, 3 de Diciembre de 1990.

Introducción

Del Dr. C. HERING

#B Segunda edición

Publicada en alemán y traducida al inglés por CH. HEMPEL en 1845


exponiendo su famosa Ley de curación, llamada desde entonces Ley de
HERING.

I. La obra de HAHNEMANN sobre las Enfermedades Crónicas puede ser


considerada como la continuación de su Organon, y los remedios citados con
su rica sintomatología tras este volumen pueden ser tomados como la
continuación de su Materia Médica Pura. Al igual que las reglas y los principios
de la terapéutica general son desarrollados en el Organon, también expone
HAHNEMANN en este Tratado de las Enfermedades Crónicas las reglas y
principios que deben inspirar a todo médico en el tratamiento de las
enfermedades crónicas, cuyo número es inmenso.

En la Materia Médica Pura HAHNEMANN nos describe la sintomatología que los


médicos, mediante experimentaciones sobre personas sanas y sensibles, son
capaces de producir. El presente tratado, por el contrario, contiene
medicamentos que HAHNEMANN ha empleado particularmente en el
tratamiento de las enfermedades crónicas. Los llamaba por esta razón
antipsóricos.

Si en el Organon HAHNEMANN intenta establecer el hecho de que el principio


de Similia similibus curentur es la ley suprema de cualquier terapéutica
auténtica y que esta regla debe ser absolutamente respetada en el tratamiento
de cualquier afección patológica, en su Tratado de las Enfermedades Crónicas
-basado a su vez en el Organon- no modifica nada ni altera nada su primera
enseñanza, pero demuestra en él que casi todas las enfermedades crónicas
tienen un origen común y están relacionadas unas con otras por una categoría
de medicamentos especiales, designados por él como antipsóricos y que deben
ser empleados en el tratamiento de estas enfermedades.

II. La fuente común de la mayoría de las enfermedades crónicas, según


HAHNEMANN, es la psora. Los oponentes vanos y superficiales de la
homeopatía (y nunca los ha habido de otro tipo) se precipitaron sobre la teoría
«miasmática» de la psora para atacarla con sus sarcasmos fútiles y ridículos.
Identificando la psora con la sarna, pretendieron con ironía y burla que según
la nueva doctrina de HAHNEMANN la sarna corresponde al pecado original, y
que esta doctrina formaba una unidad con la de la fe cristiana ( 1).

Con la misma falta de pudor con la que antaño y en ocasiones precedentes


pretendían que HAHNEMANN rechazaba cualquier patología en su Organon,
afirman ahora que en sus Enfermedades Crónicas pretende descubrir una
hipótesis etiopatológica nueva y dicen que ¡lo que es cierto en esta hipótesis
no es nuevo y lo que es nuevo no es cierto!

Cualquier juicio equitativo no dejará de reconocer en este tratado sobre las


Enfermedades Crónicas la misma conciencia y los mismos escrúpulos en los
estudios y las observaciones rigurosas que este gran autor de la homeopatía
ha enseñado en todos sus escritos precedentes. Nunca insistiremos lo
suficiente en el hecho de que HAHNEMANN no tenía otro objetivo ni otra meta
a la vista más que la curación de los enfermos. Todas las energías de esta
gran personalidad no apuntaban más que a este fin. Su meta no era y no fue
nunca echar abajo la patología, pese a que la patología de su época no era más
que un caos, amalgama de especulaciones extravagantes e insensatas; cada
sistema (¡y eran numerosos!) era rápidamente sustituido por uno nuevo que
sufría todo lo más al cabo de cincuenta años, el mismo destino.

HAHNEMANN luchó simplemente contra las aplicaciones insensatas y


presuntuosas de las hipótesis patológicas sobre el tratamiento de las
enfermedades de su época. Rechazó y echó abajo la creencia absurda -que
estaba hundida como un clavo oxidado en el espíritu de los médicos de
entonces y, a través de ellos, en el de su clientela- de que los remedios deben
ser dados a partir de un nombre, de una etiqueta mórbida obtenida por el
diagnóstico, contra una enfermedad impersonal y generalizada y con las falsas
pretensiones de que al representar este nombre la enfermedad diagnosticada,
podían ser el medio indicado para la curación. Hasta ese momento todos los
médicos siguen este camino y dan crédito a esta superstición: ¡tal remedio
para tal nombre de enfermedad!
III. ¿Cuál es la causa por descubrir que está en el origen de que tantos
médicos manifiesten el deseo de buscar el remedio únicamente según la
etiqueta mórbida, como si el conocimiento de esta denominación pudiera ser
suficiente para la obtención del remedio que verdaderamente corresponde a
un enfermo dado? ¡Tantos pacientes están inconsolables y descontentos
cuando su médico no puede establecer un diagnóstico preciso de sus
padecimientos y explicarles por qué sufren!, ¿qué ganamos, en realidad,
cuando somos capaces de decir que tal enfermedad se llama reumatismo,
dispepsia o linfatismo? Todo lo más esto permite al enfermo poder repetir el
ipse dixit de su médico, a saber, que es bilioso, nervioso, congestivo, etc... pero
¿expresan estas palabras algo preciso y definido? ¿Existen aún
verdaderamente médicos lo bastante poco razonables como para creer que
tales explicaciones especulativas significan algo real? ¿Acaso los que tienen
los ojos abiertos no reconocen que no son más que ignes fatui, fuegos
brillantes aquí y allá sobre los pantanos de los sistemas de patología
obsoletos?

Seguramente un médico moderno que se perfecciona y se documenta cada


día se avergonzaría de asegurar a sus pacientes, con la actitud de un gran
pensador, tomando ese aire superior de ciertos doctores, que éste sufre de la
espina dorsal, aquél de consunción, un tercero de una afección uterina, etc...
Cualquier estudiante al principio de sus estudios anatomo-patológicos, sabe
perfectamente que todo esto es humo en los ojos, no significa nada preciso ni
definido, y que sólo a personas verdaderamente simples e ignorantes pueden
servirles tales aseveraciones como si fueran ciencia. Cualquier joven médico
sabe perfectamente que la cuestión consiste en encontrar cuáles son los
síntomas y cuál la naturaleza de esa enfermedad de la espina dorsal, del
pulmón o del útero. Por otra parte nadie ignora que resulta absolutamente
necesario establecer y precisar un conocimiento mucho más profundo en
cuanto al pronóstico y a las medidas de higiene para los enfermos. Pero hay
también que reconocer que no poder determinar más que la variedad a la que
pertenece el enfermo es absolutamente insuficiente para curarle
verdaderamente. Todos los facultativos célebres y competentes de la
medicina clásica han modificado constantemente e individualizado siempre
más en el transcurso de su carrera el tratamiento que aplicaban a su enfermo.
Es precisamente lo que HAHNEMANN ha intentado hacer toda su vida, con la
diferencia esencial de que ha buscado individualizar cada caso mórbido con
una precisión rayana en la minucia, lo que ninguno de sus colegas de la
medicina clásica había hecho hasta entonces.

IV. HAHNEMANN ha tenido el suficiente valor para salir de los caminos batidos
y responder a las contradicciones tan flagrantes entre las teorías y la práctica
de la medicina corriente. Declaró enseguida que los conocimientos
especulativos de los médicos no eran más que humo en los ojos que los
facultativos tenían por costumbre echar a la cara de la gente con el objeto de
cegarla para intentar esconder la ignorancia en la que se encontraban y de
hacer pasar las insuficiencias de sus conocimientos como algo respetable.

HAHNEMANN osó afirmar este postulado: En terapéutica el nombre de la


enfermedad, la etiqueta mórbida, no es en absoluto la cuestión esencial a
investigar, no es más que algo secundario, ya que no es eso lo que permitirá
determinar el verdadero remedio curativo.

HAHNEMANN enseña que el verdadero remedio debe ser seleccionado a partir


de los síntomas «del enfermo»; por ello el verdadero médico debe buscar para
guiarse la certeza y la seguridad, y no aquello que es más o menos incierto y
poco seguro, aquello que cambia como las veletas y la moda.

Tanto en su Organon como en su Tratado de las Enfermedades Crónicas


HAHNEMANN insiste y sostiene que el verdadero remedio debe ser siempre
seleccionado según la sintomatología del enfermo.

V. No es nimio ni fácil escoger un remedio según los síntomas, y esto se


observa fácilmente cuando asistimos a la forma en que quieren aprender
homeopatía los estudiantes de medicina, o en cómo quieren estudiarla los
médicos clásicos que se interesan por este método. Tienen las mayores
dificultades y no pueden abandonar la idea de basarse en el nombre de la
enfermedad, en el diagnóstico patológico establecido y recomendado por
ciertos médicos por ejemplo para la escarlatina, porque otros médicos los han
encontrado útiles, o tal otro medicamento para una inflamación pulmonar
porque en otra ocasión resultó útil, mientras que HAHNEMANN enseña
formalmente que si un remedio ha sido favorable en un caso precedente
determinado, no hay ninguna razón para que esté indicado en una enfermedad
similar en otro enfermo, salvo por supuesto si presenta exactamente la misma
sintomatología en sus indicaciones.

Nunca lo repetiremos bastante: son los síntomas del enfermo, y no su etiqueta


mórbida, los que deben proporcionar la indicación del verdadero remedio
curativo, y esto se aplica exactamente en las enfermedades crónicas.

En la terapéutica de las enfermedades crónicas HAHNEMANN ha aprendido,


por una larga experiencia, a dar prioridad a los remedios denominados
antipsóricos. Esta preferencia no es en absoluto teórica, sino que está
continuamente subordinada a la ley del semejante. HAHNEMANN no ha dicho
ni pretendido jamás que los principios constitutivos de las rocas y de las
sustancias minerales que, al igual que los metales, están tan extendidos en la
naturaleza, constituyesen los únicos remedios indispensables para la curación
de las enfermedades. No obstante ha insistido y recomendado los óxidos de
las sales de amonio, potasio, sodio, calcio, aluminio y magnesio como
sustancias antipsóricas, entre las más importantes a considerar para luchar
contra el miasma psórico.
HAHNEMANN no ha afirmado en ningún lugar que los metaloides más
conocidos constituyeran los únicos o al menos los más esenciales en la
homeopatía, pese a que sea a él mismo a quien debemos la introducción en
nuestra terapéutica del Sulphur, Phosphorus, Silicea, del Cloro y del Yodo puros
o en sus diversas combinaciones químicas, como excelentes antipsóricos.

VI. En cualquier selección medicamentosa para descubrir el remedio curativo,


HAHNEMANN jamás se guió por las teorías especulativas sino que se basó
continuamente en la experiencia tanto fisiológica como clínica. Su selección
del remedio curativo respondía siempre a los síntomas que correspondían a los
experimentados sobre personas sanas y sensibles, teniendo en cuenta al
mismo tiempo la verificación por la práctica de sus virtudes medicamentosas.
Esa es la razón por la que las ideas generales que desarrolla en esta
monografía no le impidieron admitir entre los antipsóricos importantes Borax,
Ammonium carbonicum, Anacardium y Clematis. Podemos preguntarnos por
qué un determinado número de médicos homeópatas no quisieron conocer la
teoría de la psora, ni admitir el carácter específico de los remedios llamados
antipsóricos. ¿Por qué algunos de ellos fueron tan lejos que rechazaron esta
teoría, la denigraron, la ridiculizaron y no han tenido en cuenta sus remedios
antipsóricos al considerarlos de valor muy inferior y muy infiel con respecto a
los otros remedios homeopáticos más antiguos?

Es por la misma razón por la que del gran innovador de la astronomía


HERSCHEL ( 2), tantas personas, incluso científicos, dudaban no teniendo
ninguna fe en el descubrimiento de su nuevo planeta. No obstante, ¿no eran
todos incapaces de verificar sus afirmaciones, de criticar sus conocimientos, de
utilizar sus complicados instrumentos en un campo en que tantos talentos,
tanto cuidado, perseverancia, facultades de observación y tantas otras cosas
son necesarios? ¿Cuántos poseen las cualidades necesarias y las exigencias
requeridas para tales investigaciones entre estos falsos sabios, estos prácticos
más o menos charlatanes, esos malos escritores que imponen su propia
opinión y su imaginación, si consideramos el valor de tan gran sabio?

Es por el mismo motivo por el que el sensacional descubrimiento de


EHRENBERG no puede ser apreciado por aquellos que no poseen microscopio,
o poseen uno demasiado insuficiente, o que tienen uno, ero no saben utilizarlo
adecuadamente y no poseen las cualidades de exactitud y de precisión de que
gozaba EHRENBERG, quien descubrió en el polvo calcáreo de tarjeta de visita,
restos de cochas de una nueva especie de crustáceo, simplemente volviendo
esta tarjeta transparente mediante la esencia de trementina.

VII. Por último, por el mismo motivo tantos médicos hoy en día encuentran
más sencillo llenar la literatura médica de numerosas publicaciones antes que
aprender a observar la naturaleza. ¡Cuánto más sencillo resulta imponerse a
los demás antes de buscar curar verdaderamente a su semejante! Y qué decir
del tan gran número de médicos imbuidos por las quiméricas ideas de que las
cosas que no pueden ver y verificar con sus ojos no existen. ¡Si tales
facultativos consiguen obtener aquí y allá alguna curación no tardan en clamar
muy rápido y muy alto su hazaña, cuando su cura se había efectuado sin
embargo según la doctrina de HAHNEMANN, o gracias a las investigaciones de
otros colegas, o más simplemente aún por lo que se llama suerte!

Pero ante sus resultados negativos imputan su fracaso a todo tipo de razones,
salvo por supuesto a sí mismos: es la homeopatía la que no vale nada, o bien
las reglas y principios que la rigen los que no son justos ni exactos; es culpa de
la Materia Médica, y si no les conviene alguna otra cosa de la doctrina de
HAHNEMANN, se apresuran en pretender que nunca se ha visto ni oído eso y
que en consecuencia no puede existir, ni ser cierto.

Hablando así imaginan realmente haber encontrado argumentos perentorios


contra la doctrina homeopática, en el mismo terreno en que muy
escrupulosamente HAHNEMANN distinguía en las enfermedades los síntomas
derivados de errores distintos de los que pertenecen a agravaciones
medicamentosas, en el mismo terreno en que reconocen como enfermedades
fijas e independientes las que derivan de los miasmas agudos, como por
ejemplo la púrpura, el sarampión, la escarlatina, la viruela, la tosferina, etc...
de las de los agentes contagiosos como la Syphilis y la Sycosis, podemos
igualmente, si lo exige la experiencia, subdividir la psora en varias especies y
variedades. Esto no contradice de ninguna manera la teoría de HAHNEMANN.

HAHNEMANN dio el primer paso sin rechazar jamás la posibilidad de desarrollo


progresivo de su sistema. Pero de haber posibilidades de mejorías, es preciso
ante todo que sean útiles, jamás perjudiciales para los enfermos.

Conviene levantar la superestructura del edificio homeopático según las


mismas premisas y los mismos principios que HAHNEMANN planteó como base
de su doctrina. Pese a que la opinión de los estimables discípulos de
HAHNEMANN importa poco en lo que concierne a su teoría de la psora, estimo
útil exponer aquí un breve resumen de mi estudio titulado: GUÍA PARA EL
FUTURO DESARROLLO DE LA HOMEOPATÍA.

«Hay un cierto número de enfermedades agudas que terminan en una


afección cutánea, cuyos elementos se aclaran y secan y por fin desaparecen y
esto puede observarse igualmente en varias afecciones crónicas.»

VIII. «Todas las enfermedades, en su evolución hacia la curación, disminuyen


al principio en intensidad, mejoran y se curan, desembarazándose la economía
interna poco a poco y de forma centrífuga. Por otra parte, todo médico
homeópata mínimamente observador habrá apreciado que la mejoría de las
afecciones dolorosas se produce de arriba abajo y en las enfermedades de
dentro afuera. Es la razón por la que las enfermedades crónicas, si se curan
totalmente, acaban casi siempre en alguna erupción cutánea, que varía según
la constitución de los diferentes enfermos. Esta erupción cutánea puede
producirse también cuando la curación radical es imposible e incluso cuando el
medicamento homeopático no ha sido seleccionado correctamente.»

«La piel, que representa el revestimiento más externo del cuerpo, constituye
el último receptáculo -si se nos permite llamarlo así- de cualquier afección
mórbida. Esta erupción cutánea no es únicamente el resultado de la secreción
humoral patológica que se ha desprendido de las zonas más internas del
organismo, bajo formas gaseosas, líquidas o sólidas; es la totalidad de la acción
mórbida la que es expulsada del interior hacia el exterior, y lo que es
característico del resultado de un tratamiento completo y verdaderamente
curativo. La acción mórbida interna puede continuar evolucionando en el
organismo entera o parcialmente pese a la aparición de la dermatosis; sin
embargo ésta constituye un síntoma favorable: alivia el sufrimiento del
paciente y en general juega el papel de preventivo de una afección más
peligrosa. La curación radical de una enfermedad crónica que ha invadido la
mayor parte de los órganos se revela a la observación porque los órganos más
importantes son los primeros que se alivian; la afección desaparece en el orden
en que los órganos han sido afectados, mejorando primero los más
importantes, después los menos importantes y por último el revestimiento
cutáneo.»

IX. «Un observador incluso superficial no dejará de reconocer esta ley de


dirección. No nos fiaremos nunca de una mejora que se produzca en un orden
diferente. Un ataque de histeria puede terminar por una eliminación urinaria;
otros ataques de la misma forma o por una hemorragia; un ataque
subsiguiente demuestra lo poco que se ha curado la enfermedad real. La
enfermedad puede tomar una dirección diferente, puede cambiar de forma, y
ésta revelarse menos desagradable, pero el estado general del organismo
sufrirá siempre las consecuencias de esta transformación. Es por ello por lo
que HAHNEMANN insiste con tanto rigor en la regla importante que concierne a
los síntomas mentales y en el plano afectado en la adaptación homeopática
entre remedio y enfermedad, por la mejoría que se produce en el estado
psíquico y la sensación de bienestar que debe sentir el en paciente.»

«La ley de dirección de la que hemos hablado más arriba es la causa de las
numerosas erupciones cutáneas que se observan tras un tratamiento
homeopático, incluso aunque no se hayan observado jamás con anterioridad.
Es igualmente la causa de lo pertinazmente que se desarrollan y persisten en
la piel cantidad de tipos de herpes y úlceras, mientras que otros desaparecen
tan deprisa; ¡verdaderamente como la nieve al sol! Las lesiones externas que
persisten y se hace inveteradas, lo hacen precisamente porque la enfermedad
interna no está extinguida. Esta ley de dirección explica también la
insuficiencia de transpiraciones colicuativas cuando la enfermedad interna no
puede o no está aún dispuesta a abandonar sus últimos baluartes. Explica
también la sustitución de una afección cutánea por otra.»

«La transformación que así se produce de una afección interna con


localizaciones en el organismo que son de interés hacia afecciones periféricas y
cutáneas, difieren absolutamente de las violentas reacciones que se producen
con el ungüento de AUTENRIETH, con el amoníaco, el aceite de croton, la
cantárida, la mostaza, etc...; y principalmente la que se produce bajo el efecto
antipsórico. Otros medios terapéuticos pueden en ocasiones efectuar tal
transformación, incluso la hidroterapia, el cambio de clima o de ocupación...,
pero mediante la medicación antipsórica obtenemos también este resultado y
de forma mucho más suave, más completa y sobre todo sin ningún peligro.»

X. Estas consideraciones descansan en una opinión individual; otros podrán


hacerse otra idea con respecto a la misma cuestión, sin embargo esto no debe
apartarnos de la meta que todos perseguimos en perfecta armonía.
Desgraciadamente, las reglas y principios que el fundador de la Homeopatía ha
legado en esta obra tras tantos años de esfuerzo están lejos de ser practicados
por todos aquellos que aplican la Homeopatía; por consiguiente no pueden ser
apreciados en todo su valor. Un gran número incluso se opone; curas que
antaño se realizaban rápida y visiblemente, son actualmente atrasadas por
médicos prácticos tan pretenciosos como incompetentes en homeopatía, a la
que hace mucho daño mediante su ejercicio, así como por sus escritos, que
mezclan la cizaña con el buen grado.

Acerca de todas estas cuestiones debemos no obstante consolarnos con la


esperanza de que en la historia de la ciencia, en el momento de la cosecha,
todas las espigas estériles serán acumuladas en haces que se quemarán. El
deber de todos nosotros consiste primero en dominar a fondo la enseñanza
teórica y práctica de HAHNEMANN e intentar incluso sobrepasarlo,
valerosamente hacia adelante. Nos corresponde a nosotros buscar y descubrir
verdades aún ocultas, abandonando los errores del pasado. Pero caiga la
desgracia sobre aquellos que quisieren atacar personalmente al autor de
nuestra doctrina, ya que así se cubrirían de ignominia.

HAHNEMANN era un gran sabio, un investigador infatigable, un inventor; era


una personalidad sincera y leal en todas las acepciones de la palabra; espíritu
recto, franco y cándido como un niño, al que inspiraba una profunda
benevolencia, una gran generosidad de corazón, y animado por un celo
sagrado hacia la ciencia. Cuando finalmente sonó la hora fatal para este
espíritu superior, que pese a su avanzada edad había conservado un equilibrio
físico y psíquico y un vigor increíble hasta sus últimos instantes, entonces el
corazón de su esposa, que había conseguido hacer tan luminosos los últimos
años de su vida, estuvo a punto de romperse. Muchos de nosotros, que
asistimos a la agonía de un ser querido, durante tan transcendentes
momentos, en que la vida va a escaparse, exclamamos como su esposa, que
decía: «¿Por qué tienes que sufrir tanto?; ¿por qué tú, que has aliviado tantos
sufrimientos, debes sufrir en tus últimos momentos? Esto es injusto, la
Providencia debería haberte concedido un fin sin dolores.» Entonces
HAHNEMANN, levantando algo su débil voz, como hacía a menudo cuando
exhortaba a sus discípulos a seguir fieles a los principios de la homeopatía,
respondió: «¿Por qué debería librarme? Cada uno de nosotros debe responder
al final de su vida al deber que la Providencia le ha impuesto. Aunque cada
uno se adorne de cualidades más o menos grandes, nadie en realidad tiene
ningún mérito que le venga de él solo. ¡La Providencia no me debe nada, pero
yo se lo debo todo!»

XI. Con estas últimas palabras dejó este mundo, sus amigos, sus enemigos,...
y aquí, lectores, os dejo yo también, tanto si sois amigos como oponentes. A
aquél que crea firmemente que aún puede haber verdades por descubrir, que
vaya delante con fe, será conducido hacia la luz. El que posea buena voluntad
sincera y desee verdaderamente trabajar por el bien, de todos, podrá ser
designado, como HAHNEMANN, por la Providencia, como un instrumento
apropiado para el cumplimiento de su Divina Voluntad, y será llamado a
cumplir una misión que le conducirá hacia la verdad.

Verdaderamente es el espíritu de la verdad el que busca unirnos a todos, pero


es el espíritu del mal quien nos separa y nos divide.

C. HERING

Filadelfia, 22 de abril de 1845

Prefacio de la primera edición

31. Si no hubiera sido consciente de mi destino en la tierra, destino que


consiste en perfeccionarse, y hacer el bien a los demás por todos los medios de
que sea capaz, hubiese mostrado poco conocimiento del mundo revelando en
vida y para dicha de todos, un Arte que únicamente yo poseo y cuyo secreto
me hubiese podido aportar inmensas ventajas.

2. Pero dudo que al aplicar yo estos conocimientos mis contemporáneos


puedan llegar a percibir no sólo la letra, sino sobre todo el espíritu y las
consecuencias de los principios que son el objeto de esta obra. Dudo en creer
que ellos caminaran fielmente sobre mis huellas y observaran
escrupulosamente mis órdenes, las cuales sin ninguna duda permitirán a la
humanidad gozar de bienes infinitos de la que debe ser fuente inagotable. O
más bien, no debo temer que, rechazado por la extrañeza y la novedad de
alguno de mis preceptos, prefieran censurarlos sin examen, no someterlos al
crisol de la experiencia, dejándolos estériles. No puedo apenas confiar en que
estas importantes revelaciones sean mejor acogidas de lo que lo ha sido hasta
el presente la exposición de mi doctrina.

3. ¿No ha encontrado apoyo la incredulidad en la extremada disminución de


las microdosis diluidas y dinamizadas que la homeopatía prescribe, y que es
sin embargo la mejor manera de poner de relieve el poder dinámico del agente
medicamentoso, que se presenta así bajo la forma más apropiada para actuar
según los principios homeopáticos, lo que no se había realizado nunca hasta el
momento? Este procedimiento ha demostrado ser necesario tras millares de
experiencias, poniendo en guardia a la profesión médica contra el empleo de
dosis demasiado fuertes.

4. Durante años los médicos han preferido exponer a los enfermos a


intoxicaciones medicamentosas incrementando las dosis. Al hacer esto no
concedían ninguna confianza a la verdad de mis argumentos y de mis
repetidas afirmaciones. Así, jamás ha podido ser observada ninguna «curación
real» por esta posología intempestiva. Esto por otra parte también me había
sucedido al comienzo de mi práctica médica, antes de que hubiese establecido
la técnica reciente de atenuar suficientemente las sustancias medicamentosas
prescritas.

5. ¿Qué se podía arriesgar sometiéndose de entrada a mis principios, es decir,


aplicando las microdosis recomendadas por mi experiencia? Lo peor que podía
suceder era a lo sumo ver que no se producía ningún bien, pues cantidades tan
ínfimas no podían ser nocivas. Pero administrando de manera arbitraria y
estúpida dosis a la vez mucho más fuertes y con indicaciones similares, es
decir, homeopáticas, se retoma en realidad, para legar a la verdad, el camino
equivocado, tan peligroso para los enfermos, en el que incluso yo, vacilante,
me había introducido antaño, a fin de evitárselo a los demás y del que supe
afortunadamente salir.

6. Tras haber malgastado su tiempo y haber dañado frecuentemente a los


enfermos para obtener curaciones reales, mis colegas necesitaron, para llegar
a lograr la meta precisa que había enseñado con sinceridad, volver al final de
su vida a lo que desde hacía mucho tiempo había proclamado apoyándose
sobre una ley y unos principios.

7. Una vez más, me pregunto, ¿se hará mejor uso de este nuevo y precioso
descubrimiento? Si mis contemporáneos no aplican mejor mi doctrina, ¡tanto
peor para ellos! Entonces se reserva a la posteridad, más consciente y más
iluminada, la recogida del fruto.

8. Tan sólo ella conseguirá siguiendo fielmente y puntualmente las


enseñanzas contenidas en esta obra, librar a la humanidad de los
innumerables sufrimientos que tan lejos como se remonta la historia, la
agobian bajo la forma de todas las enfermedades crónicas o desconocidas.
Este beneficio, la homeopatía, no había podido aún procurárselo.

Prefacio de la segunda edición francesa

9. Desde la última vez que he conversado en público sobre nuestro Arte, he


tenido ocasión de realizar experimentos sobre la mejor manera de administrar
las dosis a los enfermos, y voy a decir aquí lo que me ha parecido más
conveniente a este respecto.

10. Cuando se pone sobre la lengua un pequeño glóbulo seco, impregnado de


una de las más altas dinamizaciones de un medicamento, o cuando se practica
la aspiración -inhalación- sin esfuerzo de un frasco abierto conteniendo uno de
esos glóbulos impregnados -que es la más pequeña dosis que se puede
emplear- se reconoce sin esfuerzo que la increíble diversidad de individuos y
muchos otros factores aportan necesariamente grandes diferencias en el
tratamiento y por consiguiente en la elección de las dosis.

11. Diversidad desde el punto de vista de la irritabilidad, de la edad, del


desarrollo, de las facultades físicas y morales, del género de vida y sobre todo
de la naturaleza de la enfermedad, tanto natural, simple, reciente, como
antigua; aquí complicada por la reunión de varios agentes infecciosos, allá
alterada por un tratamiento médico inadecuado y sobrecargado de síntomas
dependientes del medicamento.

12. Esta dosis mínima tomada en inhalación tiene una acción que dura menos
tiempo que la que se toma sobre la lengua, aunque se encuentran sujetos
bastante impresionables por estar fuertemente afectados en las cortas
enfermedades agudas, frente a las cuales el remedio ha sido elegido
homeopáticamente.

13. No examinaré aquí más que esta elección de dosis, debiendo ser
abandonados los otros factores a la sagacidad del médico y no pudiendo ser
reducidas a cuadros para el uso de aquellos que no tienen suficiente capacidad
o que actúan con negligencia.

14. La experiencia me ha enseñado -y ha hecho lo mismo con todos los que


han caminado tras mis huellas-, que en las enfermedades de cierta
importancia, sin exceptuar las más agudas, y con más razón en las
enfermedades crónicas, lo mejor es usar glóbulos homeopáticos no secos, sino
en solución, es decir, disueltos en 7 a 20 cucharadas de agua, sin ninguna
adición y administrar la poción en dosis fraccionadas al enfermo, es decir,
hacerle tomar una cucharada por boca, cada seis, cuatro o dos horas, incluso
cada media hora si el peligro es inminente, y reducir esta cantidad a la mitad o
más en los sujeto débiles y en los niños.
15. Para las enfermedades crónicas he encontrado que la mejor técnica
consiste en realizar las tomas de esta disolución (por ejemplo una cucharada) a
intervalos que no pasen de dos días y comúnmente administrarlo diariamente.

16. Pero como el agua, incluso destilada, comienza a alterarse al cabo de


algunos días, lo que aniquila el poder de la débil cantidad de medicamento que
contiene, he juzgado necesario añadirle un poco de alcohol o, si esto no es
posible, poner en la poción algunos fragmentos pequeños de un carbón de
madera dura; de esta manera he llegado a mi meta, salvo no obstante que en
el segundo caso el líquido se vuelve turbio y deja un depósito negruzco al cabo
de algunos días.

17. Antes de proseguir debo hacer la importante observación de que nuestra


energía vital no soporta que se hagan dos tomas seguidas, ni cuanta más
necesidad por consiguiente con mayor frecuencia de la misma dosis del
medicamento. En ocasiones el bien que ha hecho la dosis precedente en parte
se destruye; en otras ocasiones se ven aparecer nuevos síntomas
pertenecientes, no a la enfermedad, sino al remedio, y que dificultan la
curación; en una palabra el medicamento, incluso el más homeopático no
actúa de una manera libre, y la meta no se alcanza, o no se alcanza más que
incompletamente. De ahí las numerosas contradicciones que se señalan en lo
que los homeópatas han dicho de la repetición de dosis.

18. I. Pero si cuando se quiere tomar una misma sustancia en varias


ocasiones, lo que resulta indispensable para curar una «enfermedad crónica
grave», se tiene cuidado de cambiar cada vez el grado de dinamización,
aunque no sea más que débilmente, la energía vital del enfermo soporta el
mismo medicamento, incluso a cortos intervalos, un número increíble de veces,
una tras otra con el mayor éxito, y el bienestar va en aumento.

19. Para operar un ligero cambio en el grado de dinamización, basta sacudir


fuertemente 5 o 6 veces el frasco que contiene la disolución.

20. Cuando se han dado así, una tras otra, varias cucharadas de poción,
teniendo cuidado siempre, si el medicamento actuó con demasiada energía, de
suspender su empleo durante un día, y si se ve que el remedio se ha mostrado
hasta entonces saludable, tomar uno o dos glóbulos de una dinamización
inferior (por ejemplo la veinticuatro cuando se ha empleado primero la treinta (
4). Se disuelven en la misma cantidad de cucharadas de agua, sacudiendo de
nuevo el frasco, se añade un poco de alcohol de 90o o unos pequeños trozos
de carbón, y se le administra esta nueva poción, bien de la misma manera o a
más largos intervalos, a veces también en menor cantidad, pero siempre
después de haberle imprimido cada vez 5 o 6 sacudidas, se continúa así
mientras que el medicamento produzca mejoría y no se vean nuevos síntomas;
si no sería necesario recurrir de inmediato a otra sustancia. Si no se
manifiestan más que los síntomas de la misma enfermedad, pero se exacerban
a pesar del cuidado que se ha tenido en disminuir la cifra de la dinamización o
la frecuencia y la cantidad de las tomas, habrá que suspender éstas durante 8
o 15 días o incluso más y esperar a que hayan producido una mejoría notable.

21. II. Se procede de la misma manera en el tratamiento de las enfermedades


agudas. Después de haber elegido el medicamento correcto, se disuelven uno
o dos glóbulos de la más alta dinamización en siete, diez o quince cucharadas
de agua, sin añadir nada; se sacude el frasco y según que la enfermedad sea
más o menos aguda, más o menos peligrosa, se da una cucharada o solamente
media cucharada de la poción cada media hora, cada hora, cada dos horas,
tres, cuatro o seis horas, teniendo cuidado de sacudir el frasco cada vez 5 o 6
veces. Si no surgen nuevos síntomas, se continúa a los mismos intervalos,
hasta que los síntomas que el enfermo tenía comienzan a exasperarse;
entonces se espacia o se disminuye la dosis.

22. Si se considera que el mismo medicamento y la misma dinamización


convienen al enfermo, es necesario imprimir a la nueva poción tantas
sacudidas como hayan recibido todas las precedentes tomas en conjunto e
incluso alguna más -sucusiones múltiples en las enfermedades agudas- antes
de administrar la primera dosis; las siguientes no necesitarán más que 5 o 6
sacudidas.

23. De esta manera el homeópata sacará de un medicamento bien elegido


todo el provecho que puede esperar haciéndolo tomar por boca. Pero se
acrecientan aún más los efectos saludables del medicamento apropiado a la
enfermedad cuando no contento con poner la disolución acuosa en contacto
con los nervios de la boca y del canal alimenticio, se emplea simultáneamente
en fricciones externas, sobre un solo punto del cuerpo o sobre varios, eligiendo
los que están más exentos de síntomas mórbidos, por ejemplo un brazo, una
pierna, un muslo. Se pueden variar los miembros que se friccionan.
Administrados de esta manera, los medicamentos homeopáticos hacen más
efecto en las enfermedades crónicas y procuran una curación más rápida que
cuando se limita uno a hacerlos únicamente ingerir.

24. Este modo de empleo, del que a menudo he constatado sus buenos
efectos -es decir, el de las fricciones sobre la piel-, explica los casos singulares,
aunque raros, en que sujetos afectados de enfermedades crónicas, para curar
rápidamente y para siempre, no han tenido más que tomar un pequeño
número de baños en las aguas minerales cuyos principios constituyentes
estaban en armonía con el mal, siempre no obstante que su piel estuviese
sana. De ello también los graves inconvenientes que se presentan en las
personas que tienen úlceras y erupciones cutáneas por el empleo de medios
externos que producen substituciones o metástasis mórbidas, de manera que
después de algún tiempo de bienestar aparente, la energía vital las hace
reaparecer en alguna otra parte del cuerpo más importante, provocando así
alteraciones de carácter, alteración de las facultades intelectuales, cataratas,
amaurosis, sordera, dolores de todas clases, asma, apoplejía, etc...

25. La parte del cuerpo que se ha elegido para practicar la fricción debe pues
tener la piel bien sana, exenta de cualquier manifestación patológica ( 5), y si
se encuentran en esta situación, se hacen fricciones alternativas eligiendo de
preferencia los días en que el enfermo no toma la medicación interna
(alternando la toma cutánea y oral del medicamento). La fricción se realiza por
medio de la mano, con una pequeña cantidad de la solución; se continúa
frotando hasta que la piel esté seca. Aquí es también necesario comenzar por
sacudir 5 o 6 veces el frasco.

26. Sin embargo, por cómodo que sea este procedimiento, pese a que acelera
mucho la curación de las enfermedades crónicas, la necesidad de añadir más
alcohol o carbón a la poción acuosa para poder conservarla durante la estación
calurosa lo ha hecho muy desagradable para ciertos enfermos. Por ello he
adoptado últimamente la siguiente forma de proceder cuando tengo que
ocuparme de sujetos delicados: preparo una mezcla de alrededor de cinco
cucharadas de agua pura y otro tanto de alcohol rectificado, sin rastros de
alcanfor; echo doscientas, trescientas o cuatrocientas gotas, según la fuerza
que tenga que tener la poción medicinal, en un pequeño frasco hasta llenarlo
por encima de la mitad; añado alrededor de cinco cgr. de la trituración
medicamentosa uno o varios glóbulos embebidos; cierro el frasco y lo remuevo
suavemente hasta que la disolución sea completa. Entonces echo una, dos o
tres gotas de esta mezcla en una taza conteniendo una cucharada de agua,
que se agita bien y se lo hago tomar al enfermo, reduciendo de ser necesario
la toma, a media cucharada, que es suficiente cuando se plantea emplear el
medicamento en fricciones.

27. El día que se prescribe la fricción es necesario, como para el uso interno,
sacudir el frasquito 5 o 6 veces con fuerza así como la poción medicamentosa
en la taza (con una cuchara).

En el tratamiento de enfermedades crónicas a menudo es conveniente dar el


medicamento, así como la fricción, por la noche, poco antes de que el enfermo
se meta en la cama; así resulta menos factible que por la mañana la acción del
remedio sea turbada por una influencia cualquiera.

Tratado de las enfermedades crónicas

Etiopatogenia y tratamiento homeopático

28. Hasta ahora la Homeopatía, practicada fielmente y en conformidad con la


enseñanza contenida en mis escritos y los de mis discípulos, ha probado por
doquier y de forma evidente y decisiva una marcada superioridad con respecto
a los métodos alopáticos en el tratamiento de las enfermedades agudas
individuales que atacan súbitamente al hombre y en el de las enfermedades
colectivas (epidemias, fiebres esporádicas).

29. De forma mucho más segura, más exenta de inconvenientes e incluso de


secuelas, la homeopatía ha curado igual y totalmente enfermedades venéreas.
Esto lo ha conseguido gracias al empleo -por el simillimum- de los mejores
remedios específicos, destruyendo, por acción interna únicamente la infección
profunda que está en el origen, y evitando alterar o destruir con medidas
externas la manifestación local objetiva, cuya aparición determinan estas
infecciones.

30. No obstante, no había disminuido la cantidad de otras enfermedades


crónicas e inveteradas que desesperaban a la medicina y hacían desgraciada a
la humanidad, sino que aún su número era infinitamente mayor e incluso
considerable. Su tratamiento por la escuela alopática sólo ha servido para
acrecentar los sufrimientos de esos pobres enfermos. Se veían obligados a
ingerir varias mezclas nauseabundas, en dosis masivas prescritas por médicos
y preparadas por boticarios, drogas fuertes, cuyas propiedades se desconocían;
drogas con los imponentes nombres de sudoríficos, sialorréicos,
estupefacientes. Tenemos además los baños de cualquier tipo, acompañados
de lavados, fricciones diversas, secundados a su vez por la aplicación de
fomentos, de fumigaciones, de vejigatorios, de cauterios, de purgantes, de
abscesos de fijación... ¡qué se yo!...; precediendo a todo este arsenal
terapéutico, la rutinaria predilección de los sempiternos laxantes, sanguijuelas
y sangrías, cuya acción debilitante se acrecentaba con ayunos periódicos u
otras torturas con nombre variopinto, ¡puestas un día u otro en boga por la
moda!

31. Por estas prácticas la enfermedad se hacía en ocasiones más grave y la


energía vital del sujeto declinaba progresivamente, pese a todos los
pretendidos reconstituyentes administrados en los intervalos; en otras
ocasiones, cuando estos remedios producían una sustitución mórbida, ésta
hacía creer al enfermo y al médico, que se habían librado de su afección; pero
en realidad este nuevo estado era más temible aún y se presentaba bajo la
forma de una enfermedad medicamentosa que no podía encuadrarse en
ningún cuadro nosológico conocido.

32. Hay que subrayar aquí la gravedad e incluso a menudo la incurabilidad de


estas intoxicaciones medicamentosas en comparación con la enfermedad
natural inicial por la que el pobre paciente había venido a consultar. Ante este
triste panorama el médico intentaba consolarle diciéndole que había que
alegrarse de haber podido suprimir la antigua enfermedad; que en realidad era
lamentable que una nueva afección se hubiese presentado, pero al menos no
había motivo para no esperar tener éxito, como cuando se trató la primera. Y
así era como, provocando sustituciones mórbidas, «cambiando la apariencia
de una enfermedad», que en el fondo sigue siendo la misma y a la que se
añaden nuevos males provocados por el uso contraproducente de drogas
nocivas, se veía cómo progresaban los sufrimientos del enfermo, hasta que
llegaba el momento en que, agotado, perdía la fuerza para expresarse y la
muerte ponía término a sus sufrimientos. Entonces quedaba únicamente la
voz del hombre del arte, que respondía a los lamentos de los parientes y los
amigos desconsolados con estas palabras: «Hemos dicho todo lo posible para
salvar al infortunado».

33. Ciertamente no es así como procede la homeopatía, don precioso de la


Providencia. Incluso en las enfermedades crónicas inveteradas de las que
hemos hablado más arriba, los homeópatas, cuando no las encontraban
demasiado desnaturalizadas por sus colegas alópatas -lo que sucedía
lamentablemente demasiado a menudo, sobre todo cuando éstos sacaban
algún beneficio económico- hicieron, siguiendo los preceptos consignados
hasta el momento presente en mis obras y desarrollados antaño en mis cursos,
mucho más de lo que hasta entonces podían lograr las pretendidas
terapéuticas al uso.

34. Esta forma de actuar, más racional, les permitía diferenciar, a menudo en
muy poco tiempo, los trastornos mórbidos del momento presente, de la
afección crónica, y esto sin extraer los jugos vitales ni agotar las fuerzas de los
enfermos, como es habitual en la alopatía de los médicos de la antigua
escuela. Para obtener este resultado había que investigar la totalidad de los
síntomas actuales apreciables del estado crónico, y oponerles en la más
mínima dosis aquel medicamento de los conocidos hasta entonces que por su
sintomatología obtenida por experimentación sobre el hombre sano, era más
homeopático, es decir, más similar al caso considerado. No era cuestión de
ahorrar tiempo ni esfuerzo para esta búsqueda: gracias a este procedimiento,
el enfermo aliviado podía al fin volver a los días dichosos. Estos resultados
incluso sobrepasaban con mucho aquellos que jamás consiguió la alopatía en
las raras ocasiones en que, por un azar favorable había caído sobre el remedio
útil de su arsenal farmacéutico.

35. Gracias a muy mínimas dosis del medicamento que producía en el hombre
sano un cuadro sintomático semejante al observado actualmente en el
enfermo, estos sufrimientos mejoraban en gran medida, y cuando la afección
no era muy antigua, exacerbada o demasiado alterada por tratamientos
alopáticos realizados, la duración del efecto curativo a menudo se prolongaba
durante un largo espacio de tiempo. Es por ello por lo que uno podía
considerarse satisfecho de tal resultado y en muchos casos felicitarse de haber
podido beneficiarse de una ayuda tan oportuna.
36. El paciente así tratado podía considerarse casi sano e incluso a menudo
regocijarse por haber curado totalmente, cuando considerando el estado
favorable en que se encontraba en ese momento, lo comparaba con los
sufrimientos que había soportado antes de haber sido aliviado por la
homeopatía.

Tales eran las curaciones de enfermos debidas a una psora incompletamente


desarrollada, cuando mis alumnos le oponían, no ya los remedios que
demostraron más adelante estar en primera fila entre los antipsóricos, y que
todavía no eran conocidos en esa época, sino únicamente los medicamentos
que respondían lo mejor posible y homeopáticamente a los síntomas
existentes.

Estos medicamentos anteriores a mi nuevo descubrimiento tenían al menos la


ventaja de producir la desaparición transitoria de estos males. Se asistía
entonces a una curación que no era duradera, y la psora declarada volvía a su
estado latente previo. Así se procuraba, a menudo por muchos años, sobre
todo en sujetos jóvenes y robustos, un «mejor estar», que un observador
superficial hubiera podido considerar como de perfecta salud.

No obstante en las enfermedades crónicas derivadas de una psora


evolucionada, el lote insuficiente de medicamentos conocidos no era más
capaz de obrar curaciones radicales, de lo que lo es hoy en día.

37. Bastaban a menudo transgresiones más o menos importantes de la dieta,


enfriamientos, un tiempo demasiado crudo, húmedo y frío o tormentoso,
incluso el otoño, aun con tiempo suave, pero sobre todo el invierno o una
primavera tardía y fría, esfuerzos físicos y psíquicos exagerados, trastornos de
la salud tras un schok traumático, o trastornos morales: fuerte emoción
deprimente, sustos repetidos, pena intensa, grandes preocupaciones,
vejaciones reiteradas, para que si la enfermedad en apariencia curada
dependía de una psora muy evolucionada, y si el sujeto era poco resistente,
una u otra de las afecciones que se habían curado reapareciese enseguida.
Pero además de estos antiguos trastornos aparecían otros nuevos, si no más
graves que aquellos a los que la homeopatía había aliviado anteriormente, a
menudo al menos tan graves, pero ahora más pertinaces.

38. En este último caso, contra este conjunto de antiguos y nuevos trastornos,
el homeópata, actuando como si se hubiera tratado de una nueva enfermedad,
recurría a aquel medicamento conocido más relacionado con ella y lo
administraba habitualmente con bastante éxito, provocando de nuevo una
mejoría transitoria. En el caso en el que por el contrario nada hubiera
cambiado en la naturaleza de los síntomas, y en que por acción de una de las
causas que acabo de enumerar, los males que parecían haber desaparecido
reaparecían, el remedio que se había mostrado saludable en la primera ocasión
era menos efectivo en este caso, y si se repetía en una tercera ocasión, el
resultado era aún menos satisfactorio.

39. Así pues, bajo la influencia de remedios homeopáticos en apariencia


apropiados, e incluso cuando no había nada que objetar al género de vida del
enfermo, se veía cómo progresaba la enfermedad, apareciendo síntomas
evolutivos. Pese a la más rigurosa elección de los remedios homeopáticos
existentes hasta entonces, escogidos para actuar contra ese estado, el
resultado era siempre incompleto y mediocre, o incluso se anulaba cuando el
enfermo estaba expuesto a las circunstancias extrínsecas adversas de las que
ya hemos hablado más arriba.

40. Sucedía en ocasiones que un feliz acontecimiento, un cambio favorable de


la situación, un viaje placentero, una estación favorable y un tiempo seco y
estable provocaban, sorprendentemente, una tregua más o menos larga en la
evolución de su enfermedad crónica. La curación parecía tan segura que el
médico homeópata creía que la enfermedad estaba casi yugulada, mientras
que ciertos enfermos optimistas, quitando importancia a algunos males poco
llamativos y soportables, se creían definitivamente librados. Pero esta tregua
no era nunca de larga duración y las frecuentes recaídas, cada vez más
próximas entre sí, acababan por volver a los medicamentos homeopáticos de
que se disponía entonces, pese a las mejores indicaciones y la administración
en las dosis más apropiadas, tanto menos eficaces cuanto más se repetían.

41. Finalmente, sólo producían una mejoría muy precaria. Pero en general,
tras reiterados esfuerzos para triunfar sobre una afección recidivante y que se
modificaba muy poco de cada vez, se comprobaba, desgraciadamente, la
persistencia de trastornos patológicos que los numerosos medicamentos
ensayados hasta entonces no lograban hacer desaparecer, y a menudo ni
siquiera disminuir. Cada mejoría era seguida por la aparición de nuevos
trastornos, siempre diferentes unos de otros, signos de la progresiva evolución
de la enfermedad, que se multiplicaban sin cesar, se hacían con el tiempo más
insoportables, a menudo más graves, y esto pese a la observación de un
régimen severo y la puntual ejecución de la prescripción médica. En síntesis,
el médico homeópata, con los medios de que disponía, no conseguía más que
retrasar la marcha inexorable de la enfermedad crónica que, no obstante, se
iba agravando año tras año.

42. Tal era y tal sigue siendo el mecanismo evolutivo, ora lento, ora rápido, de
estos intentos terapéuticos utilizados contra todas las enfermedades crónicas
avanzadas, no venéreas, incluso cuando estos tratamientos parecían ser
realizados en concordancia con los más rigurosos principios de la doctrina
homeopática. Si al principio estos tratamientos resultaban satisfactorios, la
mala evolución firmaba su continuación, y la desesperación, el término de los
mismos.
43. «No obstante, esta doctrina estaba basada en la verdad misma, y lo
seguirá estando eternamente.» Actos irrefutables, hechos patentes han
probado al mundo sus excelencias, casi me atrevería a decir su infalibilidad, si
es que tal expresión puede utilizarse para referirse a cuestiones humanas. ¿No
ha sido la homeopatía la que «en primera instancia y sola» ha enseñado a
curar las grandes enfermedades infecciosas determinadas, tales como la
escarlatina lisa de SYDENHAM, la púrpura actual, la tosferina, la difteria, las
disenterías otoñales, la sycosis, con remedios homeopáticos que actúan de
forma tan específica? ¿Y no hemos visto cómo las pleuresías agudas y las
afecciones tíficas epidémicas más contagiosas cedían y se curaban mediante
algunas microdosis de remedios bien elegidos homeopáticamente?

44. ¿Cuál podía ser el origen del escaso o nulo éxito de la homeopatía en el
tratamiento de las enfermedades crónicas no venéreas? ¿Por qué tantos
fracasos en el intento de llegar a curaciones permanentes en tantos miles de
casos? ¿Había que achacarlo al hombre sano? Los adeptos de esta doctrina se
han amparado hasta el momento tras esta excusa -a modo de consuelo-, pero
su fundador no era de esta opinión y nunca se contentó con esto. Y ello porque
pese al aumento cada año de experimentaciones de nuevos medicamentos
sobre el hombre sano, por otra parte muy activos, la terapéutica homeopática
no ha hecho ningún progreso en el tratamiento de las enfermedades crónicas
no venéreas; y sobre todo, porque por otra parte las enfermedades agudas, a
excepción de las que tienen de mano una evolución sobreaguda e
inevitablemente mortal, no sólo ceden al empleo apropiado de los remedios
homeopáticos, sino que también se curan de forma muy rápida y total con la
ayuda de la fuerza eminentemente conservadora que anima a los organismos
vivos.

45. ¿Por qué la energía vital, cuyo destino es velar por la integridad de los
seres, ayudada por la tan eficaz acción de los remedios homeopáticos, energía
que trabaja tan activamente para lograr la curación de las enfermedades
agudas incluso muy graves, es impotente para realizar la curación real y
duradera de las enfermedades crónicas, pese a la ayuda de medicamentos
perfectamente escogidos, según la doctrina, en relación con los síntomas
actuales?

¿Cuál es el obstáculo que se opone a ello? La respuesta a tan lógica pregunta


me llevó al descubrimiento de la naturaleza de estas enfermedades crónicas y
a encontrar las causas del fracaso de todos los medicamentos conocidos de la
homeopatía para su verdadera curación. ¿Será posible llegar a la verdadera y
más ajustada perfección de la naturaleza de esos miles de afecciones tan
resistentes a los tratamientos y que pese a la incontrovertible verdad de la ley
homeopática no se curaban? Tal es el importante problema en que me ocupé
día y noche desde el año 1817 e incluso 1816.
46. En este largo lapso de tiempo, el Dispensador de todo bien me permitió
llegar, tras asiduas meditaciones, investigaciones incansables, fieles
observaciones y experimentos, rigurosamente científicos, a la solución de este
importante enigma, para mayor provecho del género humano ( 6).

47. El hecho de haber observado reiteradamente que las enfermedades


crónicas no venéreas tratadas homeopáticamente, incluso de la forma más
correcta, reaparecían tras haber sido alejadas varias veces, de que renazcan
siempre bajo un aspecto más o menos modificado y con nuevos síntomas y que
incluso se reproduzcan cada año con un notable incremento en la intensidad
de sus manifestaciones, fue la primera circunstancia que me llevó a pensar que
en los casos de este tipo e incluso en todas las afecciones crónicas no
venéreas, no sólo nos enfrentamos con el estado morboso que se presenta
ante nosotros, sino que hay que considerar y tratar este estado como una
enfermedad aparte, puesto que si tal fuese su carácter, la homeopatía debería
curarlo en poco tiempo y de forma permanente, lo que se contradice con la
experiencia.

48. De ello concluyo que ante los ojos sólo se nos presenta una porción de un
mal primitivo situado profundamente y cuya vasta extensión se traduce por las
nuevas manifestaciones que se desarrollan de vez en cuando; no se debe por
tanto esperar en tal caso, como hacíamos con la hipótesis admitida hasta
ahora de una enfermedad aparte y diferenciada, una curación duradera,
estando garantizado bien el regreso de la misma afección o bien la aparición
en su lugar de otros síntomas nuevos y más graves; por consiguiente es
necesario conocer la extensión total de todas las manifestaciones y síntomas
propios del mal primitivo desconocido antes de poder felicitarnos por el
descubrimiento de uno o varios medicamentos homeopáticos que sean
capaces de cubrirlo, de vencerlo y de curarlo en toda su amplitud y por
extensión todas sus ramificaciones, es decir, las partes que dan lugar a tantas
enfermedades diversas.

49. Pero lo que además demostraba claramente que el mal primitivo que yo
buscaba debía ser de naturaleza «miasmática» y crónica es que jamás sucedía
que fuese vencido por la energía de una constitución robusta, por un régimen
saludable ni un género de vida regular, y tampoco se extingue por sí mismo
sino que hasta el fin de la vida se agrava sin cesar con el transcurso de los
años tomando la forma de otros síntomas más enojosos 7 como sucede en
cualquier enfermedad miasmática crónica.

50. Así, por ejemplo, una afección venérea chancrosa que nunca haya sido
combatida con mercurio -su específico- y que se haya transformado en syphilis,
nunca desaparece por sí misma, aumentando año tras año incluso en los
sujetos más robustos y que llevan una vida regular, y sólo con la muerte deja
de desarrollar síntomas nuevos y cada vez más enojosos.
51. Había llegado a este punto cuando, observando y escrutando cada vez
con mayor profundidad las enfermedades crónicas no venéreas, me di cuenta
bruscamente de que el obstáculo a la curación homeopática por remedios
hasta entonces probados de estas exacerbaciones recidivantes, que se
presentaban como enfermedades particulares y autónomas, provenía, en la
mayoría de los casos, de la desaparición de una erupción sarnosa antigua,
comprobada y confesada por el sujeto.

Las más de las veces, estos enfermos requieren atención médica basándose
en el hecho de que todos los males de que se quejan se remontan a la época
de este exantema, y cuando esta confesión no se obtiene o el enfermo no se
acuerda, lo que es habitual, o al menos que lo haya olvidado, acaba por
traslucir generalmente gracias a un interrogatorio muy completo, que se
habían presentado de vez en cuando aunque en pocas ocasiones, marcas
discretas de esta afección (vesículas escabiosas, costras, etc.) signo evocador
y manifiesto de una infección precedente de esta naturaleza.

52. Estas circunstancias, junto a las innumerables observaciones realizadas


por los médicos 8 de todas las épocas a las que podría añadir las mías propias,
que son muy abundantes, me han llevado a saber que la supresión del
exantema psórico, bien sea por un tratamiento mal dirigido o por cualquier otra
causa que elimine la erupción, había llevado a sujetos por lo demás
aparentemente sanos, a afecciones crónicas semejantes o análogas, no
presentándoseme la menor duda con respecto al enemigo interno que debía
combatir.

53. Poco a poco aprendí a conocer medicamentos más eficaces contra esta
enfermedad primitiva, origen de tantos males que denominaré con un término
genérico «la psora, enfermedad psórica interna, con o sin manifestaciones
cutáneas». Habiendo resultado un éxito el empleo de estos medicamentos en
el tratamiento de enfermedades crónicas semejantes a las afecciones [post-
sarnosas] que el enfermo no podía achacar a ningún contagio de esta
naturaleza, me resultó evidente que en los casos en que el sujeto no recordaba
haber enfermado de sarna, los trastornos de que se quejaba debían no
obstante proceder de una sarna adquirida tal vez en la cuna o más tarde, pero
que en cualquier caso no dejaba recuerdos; eso lo verificaba a menudo gracias
a la información suministrada por los padres o los abuelos. La observación
muy detallada y precisa de las virtudes terapéuticas de los medicamentos
antipsóricos descubiertos y experimentados durante estos once años, no hizo
más que confirmarme ya desde el principio, más y más en la convicción de la
frecuencia de este origen miasmático profundo en estas afecciones crónicas,
tanto en las banales como en las graves o muy graves. Minuciosas
observaciones me permiten afirmar que miles de afecciones crónicas que la
patología ha denominado de tan diversas formas, dependen todas ellas, salvo
raras excepciones, de una causa profunda proteiforme: la «psora».
Semiología de la psora

54. La gran mayoría de las enfermedades mentales, desde la debilidad de


espíritu y la torpeza intelectual hasta la hiperexcitación general y permanente;
desde la melancolía hasta la manía.

Los vértigos, los desmayos (lipotimias).

Las neuropatías, las algias crónicas y persistentes de todo tipo; la epilepsia,


las convulsiones periódicas, y todos los trastornos espasmódicos.

Todas las afecciones funcionales y orgánicas de los órganos de los sentidos,


perversiones de los sentidos, hiperacusia y sordera, hiper o ageusia, hiper o
anosmia, cacosmia, oftalmopatías, trastornos de la refracción, ceguera,
anestesias e hiperestesias cutáneas.

Las hemorragias: epístaxis recidivantes, hemoptisis, hematemesis, melenas,


hematurias, equímosis espontáneas.

Las congestiones y obstrucciones internas y externas de los plexos


hemorroidales, con o sin hemorragias.

Las enfermedades genitales, así como todas las afecciones histéricas o


hipocondríacas que de ellas se derivan.

La hiperestesia o bien la impotencia sexual.

Las amenorreas y las metrorragias.

Las enterocolitis, diarreas crónicas, el estreñimiento atónico y espasmódico.

Las cardiopatías.

Todas las afecciones óseas (osteomalacia, osteoporosis, caries óseas,


raquitismo...), incluidas las de la infancia.

Todas las espondilopatías: desviaciones, discopatías, espondilitis, etc.

La piel apergaminada y seca o por el contrario húmeda por transpiraciones


nocturnas crónicas.

Las transpiraciones nocturnas de varios años de evolución.

Las onicopatías.

La dermatosis, que WILLAN se molestó en diferenciar minuciosamente en


tantas especies distintas, asignando a cada una de ellas un nombre particular y
a las que convendría añadir casi todas las excrecencias cutáneas, desde la
simple verruga hasta los ateromas y otros tumores enquistados de la piel,
incluso los más voluminosos.

Las úlceras tórpidas y las inflamaciones crónicas.

Por último el marasmo, las atrofias, las hipertrofias, y todas las pseudo
organizaciones.

55. Prosiguiendo con mis observaciones, mis comparaciones y mis


experimentos, en estos últimos años he adquirido la certeza de que las
afecciones crónicas del cuerpo y del alma, tan variopintas y diversas en cuanto
a sus manifestaciones patológicas e individuales, son todas ellas la expresión
parcial de este miasma crónico primitivo, secular, leproso y psórico. En
realidad estas alteraciones morbosas provienen de una única y misma
enfermedad fundamental monstruosa, cuya multiplicidad de síntomas
constituyen un todo y por ello deben ser considerados y tratados como
elementos de una sola y única enfermedad.

56. Se sobreentiende que las dos enfermedades venéreas conocidas bajo el


nombre de syphilis y sycosis forman un grupo aparte. Para que se entienda
mejor mi idea, citaré el ejemplo de una afección muy contagiosa, como la
famosa epidemia de tifus que reinó en Leipzig en 1813. Eran numerosos los
síntomas que daban una imagen completa de la enfermedad. No obstante un
primer grupo de enfermos sólo presentaba un reducido número de los mismos;
un segundo grupo manifestaba otro aspecto de la epidemia; un tercer grupo,
un cuarto y otros se presentaban bajo otras formas... Esta variedad de
síntomas en cada grupo, sin lugar a dudas en relación con la diversidad
constitucional, representaba una única y misma peste. Para formarnos una
imagen completa de la epidemia reinante convenía anotar todos estos
síntomas diversos y agruparlos, hacerse una imagen sintética que
comprendiera las manifestaciones individuales y las colectivas (por grupos).

No obstante, pese a la escasez de síntomas observada, convenía determinar el


o los remedios homeopáticos 9 que respondiesen a la imagen epidemiológica
completa. La experiencia demostró que cada fracción de la epidemia, es decir,
cada enfermo individual, reaccionaba perfectamente a los efectos de los
remedios específicos que abarcasen totalmente su sintomatología 10.

57. Lo mismo sucede, pero en mucha mayor proporción con la «psora»,


origen común de tantas calamidades y padecimientos crónicos, en que cada
parte parece diferenciarse esencialmente de las demás. No obstante esto es
una simple apariencia, y así nos lo demuestra la identidad de varios síntomas a
la vez por sus manifestaciones en el transcurso de su evolución progresiva y
por su curación gracias a los mismos remedios homeopáticos utilizados.
Las enfermedades crónicas de la especie humana no desaparecen jamás por sí
mismas, sino que se caracterizan por una continua evolución que progresa sin
cesar, agravándose hasta la muerte. La evolución de las afecciones crónicas
abandonadas a su curso, es decir, no modificadas o agravadas por
tratamientos irracionales, presenta exactamente el mismo destino. Muestran
todas ellas, como ya he dicho, una obstinación, una tenacidad y una resistencia
tales que en cuanto aparecen y no son curadas radicalmente gracias al arte
homeopático, crecen y se agravan sin cesar con el transcurso de los años. Las
fuerzas naturales de la constitución más robusta, los regímenes más
saludables, el género de vida más ordenado, no pueden ni disminuirlas ni
menos aún vencerlas o aniquilarlas. Deben pues tener todas ellas por origen
uno o varios de estos miasmas crónicos estables que alimentan continuamente
su existencia parásita en el interior del organismo vivo.

58. A partir de todos los datos obtenidos, no conocemos apenas en Europa ni


en el resto del mundo -al menos por lo que sabemos- más que tres miasmas
crónicos, y las enfermedades que proceden de ellos surgen y se manifiestan de
forma localizada. Estos miasmas son el origen sino de la totalidad, de la mayor
parte de los padecimientos crónicos que afligen a nuestra humanidad.

Son:

1. - La syphilis, a la que también he denominado enfermedad venérea


chancrosa.

2. - La sycosis o enfermedad condilomatosa.

3. - Y por último la psora, que es el origen y campo de acción de la erupción


sarnosa.

La psora

59. La más antigua, la más extendida, la más perniciosa y pese a todo la


menos conocida de todas las enfermedades crónicas miasmáticas: es la psora,
que atormenta y desfigura a los pueblos desde hace miles de años. Se ha
convertido en el origen -exceptuando las afecciones sifilíticas y sicósicas- de
una multitud de males crónicos (y también de muchos agudos) cuyas
innumerables variedades no podemos imaginar, sobre todo en los últimos
siglos. Aflige cada día más y más la civilización humana en toda la extensión
de la superficie habitada de la tierra.

La psora es la más antigua enfermedad crónica miasmática que conozcamos.


Tan inveterada y persistente como la syphilis y la sycosis, sólo desaparece con
el último hálito de vida y por larga que ésta sea, puesto que la naturaleza, por
robusta que sea, nunca consigue destruirla y aniquilarla por sus propios
medios. Por otras parte es, de todas las enfermedades crónicas miasmáticas,
la más secular, y la exuberancia de sus manifestaciones es tan grande que
incluso podría ser comparada con la hidra de mil cabezas.

60. Durante los pasados milenios, desde la época probable en que infectó al
género humano -ya que la historia más antigua de los pueblos más antiguos no
nos lleva hasta su origen-, las manifestaciones morbosas por las que se
manifiesta han adquirido tal extensión que apenas se pueden contar sus
síntomas secundarios. La propagación de su influencia patógena, intensificada
y amplificada por su paso a través de tantos millones de organismos a los que
ha infectado, podría explicar hasta cierto punto todas las afecciones crónicas
naturales, es decir, las que no son producidas por las drogas o por las
enfermedades profesionales en obreros en contacto con el mercurio, el plomo,
el arsénico, etc..., que figuran bajo tantas etiquetas mórbidas diferentes en la
patología ordinaria como tantas afecciones definidas distintas. Y repito: todas
las afecciones crónicas, con nombre o sin él, reconocen en la psora su
verdadero y único origen, a excepción de aquéllas que se refieren a la syphilis
o, más excepcionalmente todavía, a la sycosis.

61. Los más antiguos documentos históricos que poseemos ya hacen mención
de la psora en una fase bastante desarrollada. Hace 3.400 años que
Moisés( 11) describió las manifestaciones de diversas variedades. No
obstante, parece que en aquella época y tal y como lo siguió haciendo entre los
israelitas de antaño, la psora se localizó principalmente en la superficie
cutánea, tal y como ocurrió tanto entre los griegos, antes de su civilización,
como más tarde entre los árabes y por fin en Europa en los albores de la Edad
Media, en su época bárbara.

No está en mis propósitos enumerar aquí las numerosas denominaciones que


los diversos pueblos dieron a las variedades diversamente mutilantes, más o
menos graves, de las formas leprosas de la sarna (que no son más que
manifestaciones externas de la psora).

62. Además estas denominaciones nos importan poco, puesto que la


naturaleza esencial de todas estas afecciones sigue siendo la misma, esta
enfermedad psórica pruriginosa y miasmática. No obstante, la psora
occidental que durante la Edad Media y por varios siglos fue tan perniciosa
como temible, se presentaba bajo la forma sintomatológica de una erupción,
especie de erisipela maligna, llamada en aquella época «fuego de San
Antonio». Recobró su forma precedente leprosa mediante la epidemia
provocada en el siglo XIII por la vuelta de los cruzados infectados por la lepra
en Oriente. No obstante, pese a que esta circunstancia contribuyese a su
amplia propagación -peor de lo que lo había sido jamás, puesto que en 1226 se
contaban sólo en Francia 2.000 leproserías- la psora perdió progresivamente el
aspecto repulsivo de sus manifestaciones exteriores, gracias a diversos
factores higiénicos importados de Levante por esos mismos cruzados.
Podemos atribuir esta transformación en primera instancia al lino y al hilo que
trajeron de Oriente a Europa; se adoptó el uso de camisas hechas con estos
nuevos materiales, uso desconocido hasta entonces, y se extendió la
costumbre de los baños calientes.

Estas prácticas higiénicas desconocidas previamente, junto con el progreso de


la civilización, trajeron una mayor limpieza, una alimentación más variada,
condiciones de vida más confortables. En algunos siglos consiguieron reducir
en tamaña proporción la apariencia exterior verdaderamente horripilante de la
psora reinante, que al final del siglo XV no se manifestaba más que bajo la
forma de la erupción psórica ordinaria. Pero mientras que la humanidad veía
cómo mejoraba aparentemente este azote, en 1493 otra calamidad no menos
temible se abatió desde América sobre Europa: el miasma crónico denominado
«syphilis».

63. En los países civilizados resultó más sencillo hacer desaparecer de la piel
la dermatosis psórica, aparecida tras la infección, suavizándose en sus
manifestaciones externas por la aparición de una erupción psórica ordinaria
que todos conocemos, gracias a tan diversas como empíricas prácticas.

Gracias al uso extendido entre los médicos de las facultades -sobre todo entre
la clientela acomodada- de las aplicaciones externas: baños, lociones, pomadas
azufradas, plomo, y preparaciones a base de cobre, zinc y mercurio, se
llegaron a «suprimir» las manifestaciones cutáneas de la psora de forma
sorprendente. A menudo esta desaparición era tan rápida que tanto en niños
como en adultos se llegaba a ignorar el que hubiera habido una infección
previa por la sarna. No obstante, la salud pública, desde muchos puntos de
vista, lejos de mejorar, perdió más que ganó debido a todas estas supresiones.
En efecto, las manifestaciones externas de la psora, que en los siglos
precedentes tomaba la forma leprosa, atormentaban aún más a los infectados,
con descargas dolorosas en las nudosidades y ulceraciones, así como por el
ardiente prurito perilesional. Pero para compensar la extremada perseverancia
de la localización cutánea inveterada -que tomaba el lugar de la afección
psórica interna- las personas afectadas, aparte de estos inconvenientes,
gozaban en la mayoría de los casos de una salud relativamente satisfactoria.
Además el horrible y repugnante aspecto de un leproso era tan impresionante
para los individuos sanos que, nada más apercibirlos, huían de ellos, y el
simple aislamiento o la reclusión de la mayoría de ellos en las leproserías los
mantenían alejados del resto de la sociedad, que redujo o al menos disminuyó
las posibilidades de contagio a través de estos desventurados.

64. ¿Cuál fue a partir de aquel momento el resultado de esas medidas de


higiene (mejora en condiciones de vida, limpieza y uso de camisas,
alimentación variada) aplicadas en los siglos XIV y XV? A decir verdad las
horribles localizaciones externas de la psora se mitigaron considerablemente.
La infección sólo aparecía bajo la forma de una simple dermatosis sarnosa en
la que los elementos vesiculares eran mucho más discretos y fáciles de
disimular, pero al abrirse las vesículas por el rascado provocado por el prurito
insoportable que las acompañaba, se escapaba de ellas la serosidad
contagiosa que contenían. El miasma psórico, origen de la enfermedad, se
propagaba tanto más fácil y seguramente a numerosos individuos cuanto
menos aparente era el contagio. Todos aquellos que, sin saberlo, tocaban o se
ponían en contacto con los objetos no aparentemente mancillados por la
serosidad psórica, infectaban a muchas más personas de las que jamás
infectaron los leprosos cuya repulsiva apariencia hacía huir a todo el mundo.
Por ello considero con razón a la psora el miasma infeccioso más contagioso y
más generalmente extendido.

En general los enfermos afectados han propagado profusamente la infección a


su alrededor cuando por fin deciden someterse a tratamiento y mientras está
tratándose de la dermatosis pruriginosa que padecen mediante medios
supresores externos como el extracto de Saturno, pomadas a base de mercurio
(precipitado blanco), etc...; casi siempre se niegan categóricamente a
reconocer que han contraído la sarna, o bien se trata de una dermatosis cuya
naturaleza desconocen, que incluso frecuentemente su propio médico, por
ignorancia, no ha diagnosticado como tal y ha «suprimido» mediante
aplicaciones externas, en general extracto de Saturno u otras drogas.
Añadamos a esto que la clase pobre e inferior del pueblo, menos preocupada
por la limpieza y menos atenta a su salud, que deja evolucionar esta
dermatosis hasta el punto de asquear a su entorno, sólo piensa en
desembarazarse de ella cuando está muy adelantada, cuando ya han
propagado la infección a gran número de individuos, como es fácil imaginar.

65. Creo haber demostrado que las modificaciones mitigadas de la forma


exterior que la psora ha manifestado al pasar del aspecto leproso al simple
exantema psórico, se han producido en perjuicio de la salud pública. Y esto
porque se propaga más fácilmente puesto que en primer lugar las lesiones
cutáneas se reducen relativamente a poca cosa y pueden disimularse sin
dificultad. Pero la principal razón es que la psora, por mitigada que esté, pese
a propagarse más bien bajo esa simple forma eruptiva, no ha sido modificada
lo más mínimo en su esencia, se mantiene tan temible como antes de su
modificación, y a causa de los métodos subversivos utilizados, progresa tanto
más insidiosamente en la economía vital. Es así como en estos tres últimos
siglos, tras el enmascaramiento ( 12) de su síntoma principal, es decir, de su
exantema, la psora juega el triste rol de engendrar esta multitud de
manifestaciones morbosas secundarias que constituyen la legión de afecciones
crónicas que los médicos no podían sospechar ni adivinar su origen y por
consiguiente dejan sin curación. ¿Y cómo las habrían curado si la psora
primitiva no modificada, es decir, antes de ser enmascarada mediante
tratamientos supresores externos que sólo se dirigían a la erupción cutánea, ha
escapado constantemente a su terapéutica, pero se agravaba y empeoraba
continuamente por la multitud de drogas no indicadas e inapropiadas que
aplicaban, lo que ilustra tristemente la práctica cotidiana?

Todo parece concurrir para hacer creer que la generalización de la sífilis no


puede suceder mientras el chancro inicial no haya sido suprimido mediante
medios externos, ni las manifestaciones secundarias de la sycosis producirse
mientras los condilomas visibles no hayan sido destruidos por estas prácticas
funestas.

Mientras estos síntomas objetivos, locales, vicariantes persisten por sí mismos,


y esto puede durar hasta el final de la vida, impiden la evolución progresiva y
falta de la enfermedad interna. Por ello es fácil, mediante el control visual de
su total desaparición, tratarlos radicalmente mediante medicamentos internos
específicos.

Este tratamiento radical debe proseguir hasta el momento en que los síntomas
localizados y perceptibles (representados por el chancro inicial o los
condilomas) sean totalmente anulados.

La psora, descendiendo de la forma leprosa a la del simple exantema psórico,


se hizo benigna, y por ello perdió el lado «ventajoso» presentado por la syphilis
y la sycosis cuyas manifestaciones externas aparentes son fijas, mientras que
las de la psora contemporánea son lábiles y variables.

La erupción psórica tal y como la conocemos hoy en día no es una dermatosis


tenaz, no es inveterada y no presenta mayormente el carácter de fijeza del
chancro indurado y de las verrugas condilomatosas.

Cuando los procedimientos nefastos de médicos y charlatanes no consiguen


suprimirla (lo que sucede casi siempre) mediante aplicaciones astringentes,
pomadas azufradas, purgantes drásticos o aún ventosas escarificadas, la
erupción llega a menudo a desaparecer por sí misma (como se dice
vulgarmente) por circunstancias a las que no se presta ninguna atención.
Entre estas circunstancias resaltamos manifestaciones tales como emociones
desagradables, sustos violentos, vejaciones repetidas, penas aplastantes,
fuertes enfriamientos o exposición a un frío intenso (como en la observación 67
citada más adelante), el uso de los baños de río fríos o de baños de agua
mineral fríos, tibios o calientes, por una causa cualquiera que provoque un
estado febril indefinido u otra enfermedad aguda (como la viruela citada en el
caso 39), las de una diarrea persistente, en ocasiones también tal vez por una
especial inactividad cutánea: en este último caso, las consecuencias son tan
terribles como cuando la dermatosis ha sido suprimida exteriormente mediante
prácticas irracionales. Los síntomas de la psora interna estallan entonces
antes o después bajo el aspecto de una de estas innumerables afecciones
crónicas que de ella dependen.
¡No vayan a imaginarse que la psora, cuya representación cutánea localizada
sólo es visible hoy en día bajo un aspecto muy benigno, difiera tan
esencialmente de la antigua forma leprosa de la sarna. No era raro tampoco
antaño, a condición de que no fuera demasiado inveterada, que esta
repugnante afección abandonara la piel mediante el uso de baños fríos,
inmersiones repetidas en agua de río o en baños de agua mineral calientes
(ver observación 35). En este caso no se daba uno más cuenta de las temibles
secuelas de esta supresión que atención prestan los médicos contemporáneos
a las numerosas enfermedades agudas, así como a las afecciones disimuladas
y languidecientes que la psora interna no deja de provocar antes o después,
cuando la inflorescencia había abandonado la piel por sí misma o por el efecto
de una práctica supresora violenta!

66. Antaño, cuando a menudo aún se limitaba la psora a los síntomas


cutáneos repulsivos (localización sustitutiva de la enfermedad interna) es decir,
a la lepra, no se veían, salvo excepciones, tantas enfermedades nerviosas,
afecciones dolorosas, espásticas, ulcerosas (cancerosas), tumores diversos,
deformidades varias, parálisis, marasmo, tantas anomalías, morales y físicas
como resulta tan corriente encontrar hoy en día. Sólo hace tres siglos que el
género humano ha estado y sigue estado oprimido por tantas calamidades por
efecto de la causa que acabo de señalar 13.

67. He aquí cómo la psora se ha convertido en el origen más general de las


enfermedades crónicas. La psora, a la que actualmente se despoja tan
arbitraria y tan fácilmente de sus manifestaciones cutáneas -representadas por
el exantema psórico- que reducen al silencio y sustituyen de algún modo al mal
interno, engendra desde hace tres siglos un número tan elevado de síntomas
secundarios que aumentan sin cesar, que al menos 7/8 de las enfermedades
crónicas la tienen como único origen. El 1/8 restante procede de la syphilis y la
sycosis o de la asociación compleja de ambas, o (raramente) de las tres
afecciones crónicas miasmáticas.

68. La syphilis y la sycosis degeneran en enfermedades crónicas inveteradas,


difíciles de curar, cuando se complican con la psora. Y sin embargo, en lo que
se refiere a la primera, cuando no es éste el caso, se obtiene fácilmente la
curación por la dosis mínima del mejor preparado mercurial conocido, y para la
sycosis, que no resulta más complicado hacer desaparecer, por la alternancia
de algunas dosis de Thuya y de Nitricum acid.

69. «La psora es, por consiguiente, de todas las enfermedades, la más
conocida, y por ello la que los médicos tratan peor y de forma más perniciosa.»

Es increíble hasta qué punto los médicos modernos de la escuela oficial son
culpables del crimen de esa humanidad cuando, sin exceptuar a casi ninguno
de sus profesores, ninguno de los facultativos recientes más afamados,
ninguno de los autores más considerados, erigen como regla, y, por así decirlo,
como principio infalible que: «Toda erupción psórica no es más que una vulgar
enfermedad local limitada exclusivamente a la superficie cutánea en la que el
organismo entero, salvo la piel, no toma la más mínima parte.»

70. «Consecuentemente, podemos -dicen- y debemos siempre, sin


escrúpulos, desembarazar localmente los tegumentos mediante fumigaciones
o pomadas azufradas -como el ungüento de JASSER, todavía más activo-
mediante lociones a base de plomo y de zinc, pero sobre todo mediante
precipitados mercuriales cuya acción es más rápida a la de los otros medios.
Para ellos, el sujeto está curado cuando la epidermis está limpia de erupción, la
enfermedad ya no existe y ha sido totalmente destruida. Evidentemente
-dicen- si no se atiende al tratamiento de la erupción y ésta continúa
propagándose, puede muy bien suceder que el principio morboso encuentre
por fin la oportunidad de penetrar por vía sanguínea y linfática en todo el
organismo al que infecta, y así corrompe la sangre, los humores y la salud. El
sujeto acaba por experimentar trastornos variados debidos a la presencia de
estos humores viciados de los que hay que librarle mediante el empleo de
depurativos y purgantes, pero, repiten, si el tratamiento cutáneo es precoz, se
evita cualquier tipo de afección subsiguiente, manteniendo el interior de la
economía perfectamente sano.»

71. No sólo se han proclamado y se enseñan aún en la actualidad estos


errores groseros, sino que incluso se han puesto en práctica, de forma que hoy
en día en los más célebres hospitales de países y centros universitarios en
apariencia muy doctos, en todas las personas de las clases elevadas y bajas de
la sociedad, en todos los orfanatos y prisiones, así como los demás
establecimientos hospitalarios civiles y militares en que hay enfermos que
presentan tales erupciones, todos, sin excepción, son tratados por los médicos
de barrio como por los facultativos conocidos, incluso los más célebres, con
ayuda de medios externos, cuya enumeración he realizado más arriba.

72. Además aún se les hace ingerir con frecuencia fuertes dosis de flores de
azufre vía oral y algunos purgantes enérgico a fin -como ellos dicen- «de
limpiar su cuerpo». Cuanto más rápido desaparece la erupción, más se
felicitan del éxito 14; una vez esté la piel limpia, se asegura con pretenciosidad
y arrogancia que todo ha terminado; se interrumpen los diversos tratamientos,
considerando desde ese momento que el sujeto está totalmente sano 15 sin
tener en consideración o prestar atención a las enfermedades que tarde o
temprano acabarán, con certeza, estallando, es decir, a la psora interna que
surgirá bajo tantos miles de aspectos distintos 16.

73. Cuando más adelante, tarde o temprano los desgraciados a los que se ha
vilipendiado con estas engañosas curaciones, vuelven a consultar por los males
que son el «inevitable» resultado de tal tratamiento:
edemas

afecciones hidrópicas

algías rebeldes de localizaciones varias

afecciones hipocondríacas o histéricas

artritis reumáticas o gotosas

afecciones marasmáticas

tisis pulmonares

asmas permanentes o espasmódicos

ceguera

sordera

afecciones paralíticas o convulsivas

caries óseas

úlceras crónicas

(tumores)

hemorragias diversas

enfermedades mentales y nerviosas, etc...

74. ...los médicos, sin prestar ningún interés al origen de estos males,
suponen hallarse en presencia de enfermedades sin ninguna relación con la
afección escabiosa suprimida. Obedeciendo a la vieja rutina habitual, aplican
una terapéutica medicamentosa que se muestra inútil y nociva contra
«fantasmas de enfermedades», es decir, contra causas hipotéticas asignadas
arbitrariamente a los males que se observan, hasta que el enfermo, tras haber
visto cómo su estado se iba agravando continuamente durante varios años, se
veía por fin liberado de ellas por la muerte, término último de todos los
sufrimientos terrenales 17.

75. Los antiguos médicos procedían con mayor conciencia y observaban con
mayor imparcialidad. Numerosas experiencias les habían convencido de que la
supresión por cualquier procedimiento externo de las erupciones cutáneas, era
seguida de enfermedades crónicas inveteradas y de trastornos tan
desagradables como numerosos. De ello concluyeron, tal y como les había
enseñado la experiencia, en admitir una etiología interna para todos los casos
de sarna. Consecuentemente, buscaron destruir a la vez la erupción escabiosa
así como la gran y profunda diátesis interna -que suponían con razón que la
acompañaba- mediante los numerosos medios y todos los remedios internos
que la terapéutica de entonces ponía a su disposición.

Si los éxitos no corroboraban sus esfuerzos, esto se debía a la ignorancia de


un verdadero método curativo (cuyo descubrimiento estaba reservado a la
homeopatía). Sus tentativas de buena fe eran loables, pues se fundamentaban
en la noción de una importante enfermedad interna en la erupción psórica que
debería combatirse. Es este concepto el que les hizo evitar limitarse a atacar
local y exclusivamente el exantema, tal y como lo hacen los modernos. La
medicina contemporánea se esfuerza en provocar esa desaparición tan deprisa
como resulte posible, como si se tratara de una simple afección externa. No
presta ninguna atención a las graves enfermedades consecutivas que se
derivan, contra las cuales la antigua medicina nos ha mostrado la necesidad de
mantenerse en guardia mediante miles de ejemplos consignados en sus
escritos. Pero las observaciones de estos médicos honrados son demasiado
patentes para que las desechemos desdeñosamente y que podamos, en
consecuencia, dejar que se ignoren.

La psora suprimida

76. Voy a mencionar aquí algunas de estas innumerables observaciones que


antiguos médicos honrados nos han transmitido, y a las cuales podré añadir
igual cantidad recogida de mi propia práctica, si las suyas no bastaran para
demostrar con qué violencia la psora interna se desarrolla cuando se la priva
de su síntoma local, es decir, de la erupción cutánea que inhibe el mal interno
del que es consecuencia.

77. El tratamiento racional de la misma comportará ipso facto la desaparición


de la dermatosis; además este tratamiento racional se revelará ya profiláctico,
ya incluso curativo, contra los innumerables trastornos crónicos consecutivos
con que la psora no curada envenena la vida entera.

Estos males, bien agudos, bien crónicos -estos últimos manifiestamente más
importantes y numerosos- fruto de una terapéutica parcelar por supresión del
síntoma local (erupción y prurito) de la psora interna a la que reemplaza e
inhiben -lo que se llama falsamente «sarna interiorizada en el cuerpo»- son
legión. Son tan variables como las constituciones individuales y las
circunstancias externas que los modifican.

78. Un breve resumen de las múltiples y nefastas secuelas resultantes de


tales tratamientos fue realizado por LOUIS CHRETIEN JUNCKER, médico
honrado y de gran experiencia, en su Dissertatio de damno ex scabie repulsa,
Halle 1750, pp. 15-18. Comprobó que esta supresión era el origen:
En las constituciones sanguíneas: de trastornos hemorroidales o de cálculos
urinarios.

En los bilio-sanguíneos: de inflamaciones mamarias, artrosis, úlceras malignas,


llamadas por los alemanes Todtenbrücke.

En los sanguíneos jóvenes: de tisis pulmonar.

En los obesos: de fiebres inflamatorias, pleuresías, congestiones pulmonares,


catarros sofocantes y broncorreas.

En la autopsia se encontraba: en los pulmones focos de condensación y


colecciones de pus; en otras zonas úlceras, tumores varios, incluso óseos.

En los flemáticos: sobre todo hidropesías.

En las mujeres: demencia en las melancolías con muerte del feto, si la


supresión tenía lugar en el transcurso del embarazo; retrasos en las reglas,
hemoptisis vicariantes, si el tratamiento supresor de la sarna se realizaba
durante las reglas; agalactia en las nodrizas; adelanto de la menopausia, en
ocasiones esterilidad 18, en las mujeres mayores úlceras uterinas con dolores
profundos y quemantes, caquexia (cánceres uterinos).

Estas observaciones fueron a menudo confirmadas por otros facultativos 19.

Casuística de las secuelas postsarnosas

2079. Resultado del tratamiento externo supresor de su erupción.

Constricción torácica y asma

I. F.H. L. MUZELL - Wahrnehmungen - Samml. II, caso 8

Un hombre entre 30 o 40 años de edad, tras haberse liberado de una sarna


antigua mediante pomadas, se hizo poco a poco asmático. Su disnea fue
aumentando, incluso en reposo, se hizo sibilante, muy penosa y frecuente y
acompañada por ligera tos. Se le recetó un lavado con una dracma de scilla 21
-3 grs.- (en el Apotheker-Lexicon, una dracma = 3 escrúpulos = 60 granos) y al
interior 3 granos del mismo remedio en polvo (0,15 grs.). Por error se
invirtieron las indicaciones y las dosis de su remedio, y la dosis fuerte fue
absorbida por vía oral, lo que puso la vida del enfermo en gran peligro. Le
asaltaron terribles náuseas y vómitos, pero poco tiempo después de esta
«revoltura» le reapareció la erupción sarnosa en manos, pies y todo el cuerpo
abundantemente, lo que hizo desaparecer el asma de inmediato.

80. 2. I. Fr. Gmelin, in Gessner Samml. Von Beobachtungen. Vol. V. p. 21.


Asma violento acompañado por fiebre y anasarca, tras supresión por
pomadas.

3. Hundertmark-Zieger. Diss. de scabie artificiali, Leipz. 1758, p. 32.

Un sujeto de 32 años librado de la sarna mediante una pomada azufrada, fue


atormentado durante once meses por un asma violentísimo, hasta que la
ingestión durante 23 días de savia de abedul restableció el exantema.

81. 4. Beireis-Stammen. Diss. de causis cur imprimis plebs scabie laboret.


Helmstaedt 1792, p. 26.

Un estudiante, invitado a un baile, no quiso asistir antes de haberse


desembarazado de una sarna de la que un médico le libró rápidamente
mediante una pomada azufrada. Lamentablemente, poco tiempo después, se
vio sometido a tales crisis de asma que no podía respirar echado, a no se con
la cabeza alta, y que en el transcurso de los accesos, se ahogaba
enormemente.

Estos horribles paroxismos podían durar más de una hora, al cabo de la cual,
podía conseguir, a base de toser, expectorar pequeñas masas bastante
consistentes, casi cartilaginosas, cuya expulsión le aliviaba sólo durante un
corto instante.

De regreso a su ciudad natal, Osterode, sufrió durante dos años, con más de
diez crisis al día, sin ningún alivio, pese al tratamiento de su médico Beireis.

82. 5. Pelargus (Storch). Obs. clin. Jahrg. 1722, p. 435.

Un chico de 13 años, enfermo de tiña desde su infancia, rogó a su madre que


se la quitara, cosa que ésta hizo mediante un tratamiento local. Ocho a diez
días después, se le presentaron crisis de asma acompañadas de violentos
dolores en los miembros, sobre todo en las rodillas, y en la espalda, los cuales
no cesaron hasta la aparición, después de un mes, de una erupción psórica
sobre todo el cuerpo.

6. Breslauer Samml. von 1727, p. 293.

Una jovencita fue librada de una tiña mediante el uso de purgantes y otros
medicamentos internos supresores, lo que fue seguido de opresión ansiosa,
con tos, y gran lasitud. Su restablecimiento, por otra parte rápido, no se
produjo hasta que, tras la interrupción en la administración de los remedios,
apareció la tiña.

7. Riedlin padre. Obs. Cent. II 90. Augsburg 1691.


Un muchachito de 5 años sufría desde hacía tiempo de una sarna que le
«quitaron» con una pomada. Este camuflaje fue seguido de una grave
melancolía acompañada de tos.

Catarro sofocante

83. 8a. Ehrenfr. Hagendorn, Hist. med. phys. Cent. I hist. 8-9.

La supresión de una tiña mediante ungüentos de aceite de almendra dulce


provocó en un hombre una extremada flacidez de los cuatro miembros,
hemicránea, inapetencia, asma, hematurias y despertares bruscos nocturnos
por brusca sofocación acompañada de respiración estertorosa y silbante, con
estado convulsivo, dejando al enfermo como un moribundo. La reaparición de
la dermatosis en el cuero cabelludo le libró de sus sufrimientos.

8b. A una niña de 3 años le hicieron desaparecer una sarna de varias


semanas de evolución mediante una pomada. Ya al día siguiente la niña
presentó una tosferina de respiración estertorosa, atontamiento y algidez en
todo el cuerpo, trastornos que no cesaron hasta que reapareció el exantema
sarnoso.

9. Pelargus. loc. cit. Jahrg. 1723, p. 15.

Tras la desaparición de una sarna, de la cual ya había estado afectada en


varias ocasiones, mediante el uso de fricciones con una pomada, una joven de
12 años presentó fiebre ardiente con edema, tos sofocante, asma y después
dolores en punta de costado.

Medicamentos internos a base de azufre devolvieron la sarna a la superficie e


hicieron cesar todos los trastornos (a excepción de los edemas); 24 días
después, habiéndose secado la dermatosis, la niña sufrió una recidiva con
congestión pulmonar, dolores en punta de costado y vómitos.

Asma sofocante

84. 10 Wilh. Fabr. von Hilden. Obs. Cent. III. obs. 39.

La sensación de tenaza en el pecho experimentada por una joven de 20 años


tras la interiorización de una sarna aumentó hasta tal punto, que su pulso se
hizo impalpable y murió por sofocación.

11. Ph. R. vicat. Obs. pract. 35. Vitoduri 1780.

Tras el empleo de multitud de tópicos acabó por desaparecer un eccema


secretante del brazo izquierdo en un joven de 19 años, pero enseguida
sobrevino un asma periódico fuertemente agravado, que un largo viaje a pie en
pleno calor veraniego acrecentó hasta tal punto que el enfermo se puso
cianótico, con hinchazón de la cara, sofocación inminente y pulso débil, rápido
y arrítmico.

12. I.I. Waldschmid. Opera p. 244.

Este autor refiere que vio fallecer súbitamente de sofocación a una persona a
la que se había eliminado la sarna.

Asma con edemas

85. 13. Pelargus. loc. cit. Hahrg. 1723, p. 504.

Una joven de 15 años había padecido durante cierto tiempo una erupción
sarnosa en las manos con unas vesículas particularmente desarrolladas, la
erupción se secó por sí misma; poco tiempo después, empezó son somnolencia
y posteriormente lasitud y disnea. Dos días después de estas primeras
reacciones, su vientre empezó a hincharse, y empezó a padecer crisis
asmáticas.

14. Riedlin padre, loc. cit. obs. 91.

Un campesino de 50 años padecía sarna desde tiempo atrás; la hizo


desaparecer con un tópico y durante el tratamiento mismo le atacaron una
fuerte disnea, inapetencia y anasarca.

15. Morgagni. De sed. et causis morb. XVI, art. 34.

En Bolonia una joven que hizo desaparecer su sarna mediante una pomada,
empezó con crisis de ahogo de lo más intenso. Estaba apirética. Tras dos
sangrías, se le presentó tal adinamia y una agravación tan importante de su
crisis de opresión que falleció al día siguiente. La autopsia reveló un
hidropericardio con hidrotórax formado por una serosidad azulada.

16. Hagendorn. loc. cit. Cent. II hist. 15.

Una niña de 9 años, cuya tiña había sido suprimida, fue atacada por una fiebre
héctica, anasarca y disnea que sólo se curaron cuando reapareció la tiña en el
cuero cabelludo.

Pleurodinia y congestión pulmonar

86. 17. Pelargus, loc. cit. j. 10.

Un hombre de 46 años que se había desembarazado de una sarna muy


antigua mediante una pomada azufrada, se vio afectado por una congestión
pulmonar febril con hemoptisis y disnea acompañadas de una extremada
ansiedad. Al día siguiente, la fiebre y la ansiedad eran casi insoportables, y al
tercer día, los dolores torácicos aumentaron.
Empezó entonces a transpirar y al cabo de 15 días reapareció la erupción
original junto con un marcado bienestar del paciente. Desgraciadamente
recayó y la dermatosis se secó en el mismo período, con lo cual reaparecieron
enseguida los antiguos síntomas y no habiendo pasado 13 días, el pobre
hombre falleció.

87. 18. Pelargus, loc. cit. Hahrg. 1721, pp. 23 y 114.

Un sujeto delgado que se había librado de la sarna falleció de congestión con


toda una serie de trastornos morbosos al cabo de 20 días de su «famosa
curación».

19. Un chico de 7 años, al que se le había secado una sarna y una tiña,
falleció en 4 días de asma húmeda con fiebre ardiente. (Jahrg. 1723, p. 29).

20. Un joven que se había librado de la sarna mediante una pomada a base
de plomo, falleció cuatro días después de una enfermedad pulmonar. (Jahrg.
1722, p. 459).

21. Jerzembshi. Diss. Scabies Salubris inhydrope Halae 1777.

Un anasarca se curó rápidamente tras la reaparición de la sarna;


desgraciadamente tras un fuerte enfriamiento desapareció la erupción y se
manifestó una neumonía que hizo fallecer a la enferma tres días después.

22. K. Wenzel. Die Nachkrankheiten von zuruckgetretener Kratze. Bamberg.


1826, p. 49.

Seis días después de la supresión de una sarna mediante fricciones con


pomada azufrada, un joven campesino empezó con una fiebre aguda con dolor
en punta de costado e intensa disnea, etc.

Tos y dolor en punta de costado

88. 23a. Pelargus loc. cit. Jahrg. 1722, p. 79.

Un escolar de 13 años cuya sarna «se secó», padeció de tos con dolor en
punta de costado. Estos desaparecieron en cuanto reapareció la erupción.

Tos violenta

23b. Hundertmark. loc. cit., p. 23.

Un hombre de 36 años, cuya sarna, 16 meses antes había desaparecido tras el


uso de una pomada a base de plomo y mercurio, padeció a partir de entonces
una gran ansiedad acompañada por una violenta tos espasmódica.

Hemoptisis
(3 observaciones)

89. 24. Hemoptisis y tuberculosis.

Chn, Max, Spener, Dis. de aegro febri maligna, phtisi complicata laborante.
Giessen 1699.

Un joven de 18 años padecía una sarna que hizo desaparecer mediante una
solución de pólvora de cañón en agua. Algunos días después, fue atacado de
fiebre y escalofríos, lasitud general, angustias paroxísticas, cefalgias con
náuseas e intensa sed y tos con dificultad para respirar. Aparecieron
hemoptisis, seguidas por dolores con facies alterada y lívida, sus orinas se
hicieron rojo oscuro, pero no obstante sin sedimento, y empezó a delirar.

25. Sicelius, Praxis casual. Ex. III, caso 1, Frankfurt y Leipzig, 1743.

En un adolescente de 18 años se presentaron accidentes hemoptoicos con


tisis tras la desaparición de una sarna mediante una pomada a base de
mercurio.

26. Morgagni, loc. cit., XXI, art. 32.

Tras una sarna, que desapareció por sí misma, un sujeto cayó enfermo de
fiebre héctica seguida por una vómica mortal. En la autopsia se encontraron
focos purulentos en pulmón izquierdo.

27. Unzer. Arxt, CCC, p. 508.

Un candidato de la escuela de teología, de aspecto robusto, teniendo que


predicar al cabo de unos días, deseaba, por este motivo, liberarse de una
antiguo sarna; una mañana se hizo frotamientos con una pomada anti sarnosa.
Al cabo de algunas horas, al principio de la tarde, le atacó una sensación de
constricción precordial con disnea y tenesmo y murió súbitamente (en la
autopsia, los pulmones estaban llenos de pus).

Empiema

90. 28. F.A. Waitz. Med. Chir. Aufsätze Th. I. pp. 114, 115.

Refiere la formación de un empiema tras la desaparición, mediante


aplicaciones externas, de una sarna que se había manifestado sobre todo en
marzo y abril desde hacía unos años.

Pioperitonitis mesentérica enquistada

29. Krause. Schubert, Diss de Scabie humana, Lips. 1779, p. 23.

Un joven, pese a los consejos del Profesor Krause (un buen médico), que le
disuadió de emplear una pomada azufrada contra un nuevo brote de sarna, no
le hizo caso y la utilizó. Murió al poco de oclusión intestinal. La necropsia
reveló la pioperitonitis enquistada.

Peritonitis plurivisceral

91. 30. J.H. Schultz, in Act. Nat. Cur. T. I. Obs. 231.

Refiere que tras una sarna camuflada, de la que falleció un enfermo, se


encontró en la autopsia una peritonitis sub-diagnóstica con hepatitis.

Encefalopatías

31. Bonet, Sepulchretum, anah. sect. IV, obs. 1. S. 1.

Un jovencísimo príncipe, de tan sólo 2 años de edad, falleció tras el


tratamiento externo de una tiña. La autopsia reveló un gran exudado
serosanguinolento bajo la calota craneal.

32. Loc. cit. S. 2.

Una mujer que se había lavado la cabeza con una loción astringente para
curar la tiña, falleció. Al abrir el cráneo se comprobó una encefalomalacia
unilateral sumergida en un líquido amarillo marronáceo.

HIDROCEFALIA I observación: Acta Helvet. V.P. 190

Úlcera gástrica

92. 33. L. Chn. Juncker. Diss. de Scabie Regulae, Halac 1750, p. 16.

Un noble de mediana edad, bilio-sanguíneo, padecía una visceralgia de


naturaleza gotosa, así como cólicos litiásicos. Tras un tratamiento antigotoso
que le libró de sus malestares, estalló una sarna. Cometió la imprudencia de
tomar un baño compuesto con tanino 22. Su erupción se interiorizó y al poco
apareció una úlcera de estómago que aceleró su fin, lo que pudo demostrarse
mediante la autopsia.

Necrosis gastro-duodenal

34a. Hunderkmarcke, loc. cit., p. 29.

Un niño de 7 semanas y un adolescente de 18 años, fallecieron súbitamente,


tras haberse librado de una sarna mediante una pomada azufrada. La autopsia
reveló en el primero una necrosis de la porción superior del estómago, próximo
al cardias y en el otro también una necrosis, pero del duodeno, hacia la
ampolla de Vater.

34b. Un jornalero falleció de una gastritis necrosante, producida por una


sarna camuflada (V. Morgagni, loc. cit., LV. act. 11).
Anasarca

93. 35. Encontramos innumerables ejemplos de anasarca observados por una


multitud de autores, entre los cuales sólo citaré a J.D. FICK (Exertitatio med. de
scabie retropulsa. Halae, 1710, S. 6) que refiere la formación de un anasarca
tras una sarna tratada mediante fricciones mercuriales en un sujeto que no
dejó de presentarlo hasta la reaparición del exantema. El autor de un libro que
lleva el nombre de HIPÓCRATES: Epidemias Lib. 5 nº 4, habló por primera vez
de las consecuencias fatales de estas supresiones morbosas. Refiere el caso
de un ateniense que para librarse de una dermatosis pruriginosa intensa,
leprosiforme, que le invadió totalmente, pero en mayor medida en zona
genital, tomó los baños calientes de la isla de Melos. Su erupción desapareció,
pero al poco se siguió de una hidropesía generalizada que le llevó
desgraciadamente a la muerte.

HIDROTORAX. 1 observación.

ASCITIS. 1 observación. Ricardo de Hantesierk. loc. cit.

HIDROCELE INFANTIL. 1 observación. Fr. Hoffman. Med. nat. Syst. III. p.


175.

ERITRODERMA GENERALIZADO. 1 observación. Lentilius. Nics. med. pract.


p. 176.

ICTERICIA. 2 observaciones. Baldinger; Krauleheiten ciner armee, p. 226. J.R.


Camerarius, memoral, cent. X. Párraf. 65.

PAROTIDITIS. 1 caso. Baratte. Joun. med. XVIII, p. 169.

Adenopatía cervicomaxilar

36. Pelargus loc. cit. Jahrg. 1723, p. 593.

Un muchachito de 8 a 9 años, tratado de una costra láctea de la que consiguió


librarse, desarrolló al poco tiempo una poliadenitis cervicomaxilar que dio lugar
a un cuello totalmente deformado y rígido.

37. Unzer Arzt. Th. VI. 301.

Refiere que un chico de 14 años, en junio de 1761, hizo desaparecer una sarna
mediante el uso de una pomada grisácea. Poco tiempo después de esta
intervención supresora, le apareció una hinchazón de los ganglios linfáticos
retroariculares. Los izquierdos desaparecieron por sí mismos, pero los
derechos se desarrollaron de forma considerable durante más de 5 meses, y a
partir del mes de agosto se hicieron claramente dolorosos. Toda la cadena
linfática cervico-maxilar estaba afectada. Pese a que esta tumefacción era
insensible y dura al tacto, el enfermo padecía dolores sordos subjetivos,
extremadamente desagradables, sobre todo por la noche. Además la
hinchazón misma le molestaba hasta el extremo de dificultarle la respiración y
la deglución. Todos los medios empleados para favorecer la supuración
resultaron inútiles. Su evolución progresiva fue tal que seis meses después del
principio del cuadro, es decir, en enero de 1762, el pobre desgraciado falleció
asfixiado.

Ambliopía e hipermetropía

94. 38. Fr. Hoffman, Consult. md. I. Caso 50.

Una jovencita de 13 años que se libró de una sarna localizada en la cara, las
cuatro extremidades y genitales, mediante pomadas a base de zinc y azufre,
presentó rápidamente trastornos en la vista, miodesopsias, con ambliopía. En
el examen físico se encontró una fuerte hipermetropía con midriasis y
presencia de cuerpos flotantes en el vítreo.

Oftalmías

39. Hallman, in Kölnigl. Vetenskaps Handl. F.A. X., p. 210.

Una joven presentaba una fuerte sarna en ambas piernas, con la piel
ampliamente ulcerada en ambos huecos poplíteos. Cogió la viruela y esto la
libró del exantema, por sustitución morbosa, pero padeció durante más de dos
años una oftalmía ulcerosa y pruriginosa acompañada de moscas volantes.

Para «llamar» a la sarna -como era usual- llevó durante 3 días enteros las
medias de lana de un niño sarnoso. El tercer día presentó fiebre con tos seca,
opresión y náuseas, síntomas que desaparecieron gracias a la aparición de una
intensa transpiración. Pero después apareció en ambas piernas una erupción
erisipelatosa que permitió diagnosticar 24 horas después, una verdadera
sarna. Retrocedió entonces la oftalmía y mejoró la visión.

Catarata gris

95. 40. Chn. G. Ludwig. Advers. med. t. II, p. 157.

Un hombre vigoroso al que se le hizo desaparecer la erupción sarnosa que


padecía, presentó seguidamente una catarata gris, como consecuencia de esta
supresión.

Amaurosis

41. Northof, Diss. de scabie. Göttingen, 1792, p. 10.

Una sarna curada provocó una amaurosis que cesó en cuanto el exantema
escabioso reapareció en la piel.
42. Chn. G. Ludwig, loc. cit.

Un hombre de constitución robusta al que se había suprimido la sarna


mediante tratamientos externos, presentó una amaurosis y se quedó ciego
hasta la muerte, que se presentó a una edad muy avanzada.

43. Fahr. ab Hilden, Cent. II, ob. 39.

Refiere una amaurosis producida por la misma causa y acompañada de


terribles dolores de cabeza.

96. SORDERA = 3 observaciones:

Thore en Capella, Journ. de Santé I.

Daniel, Syst. aegritud II, p. 228.

Ludwig, loc. cit.

ENTEROCOLITIS = 1 caso.

Hundertmarke, Diss. de scabie artificiali, Leipzick 1758, p. 29.

Hemorroides y flujo sanguíneo por el recto

44. Podemos leer en las Actas Helvéticas V, p. 192, que tras una sarna
suprimida, apareció aflujo de sangre que se repetía cada mes.

45. Daniel Syst. Aegritud. II, p. 245.

Tras la supresión de una sarna, aparecieron una hemorragia de 8 libras 23 de


sangre en algunas horas y dolores abdominales con fiebre, etc.

Trastornos abdominales

46. Fr. Hoffmann, Med. rat., Syst. III, 177.

La retrocesión de la sarna produjo intensos sufrimientos abdominales, dolores


en hipocondrio izquierdo, agitación, fiebre lenta, ansiedad y estreñimiento
pertinaz.

97 DIABETES = 3 observaciones.

Comm. Lips. XIV, p. 365.

Eph. Nat. cur. Dec. II, ann. 10, p. 162.

C. Weber, Obs. f. I. p. 62.

Retención urinaria
47. Morgagni, loc. cit., XLI. art. 2.

Un joven campesino que se había librado de la sarna mediante un ungüento,


presentó poco después retención de orina con vómitos y algias discontinuas en
la región lumbar izquierda. Luego empezó a orinar, pero con dolores, en
pequeñas cantidades y en varias veces, una orina oscura. Se hizo una
tentativa de cateterismo que no resultó. La respiración se enlenteció y se hizo
cada vez más penosa. El enfermo murió el vigesimoprimer día tras la
supresión de la sarna, con un edema generalizado.

En la autopsia, la vejiga contenía 2 libras de una orina muy oscura y se recogió


en la cavidad abdominal un líquido seroso que al calentar, coaguló como una
clara de huevo.

Erisipela

48. Unzer Arxt. Th. V. p. 301.

Un hombre enfermo de sarna se frotó con un ungüento mercurial que dio lugar
a una inflamación erisipelatosa en la nuca, tras la cual falleció cinco semanas
después.

SECRECIONES ACRES, ICOROSAS 24: 1 caso.

Fr. Hoffmann, Consult. II, cas. 125.

Úlceras

98. 49. Unzer Arzt. Th. V. p. 301.

Una mujer, tras un tratamiento mercurial antisarnoso, presentó una gangrena


pútrida extensiva; jirones de carne y piel esfacelados se desprendían de todo el
cuerpo. Murió en algunos días sometida a los más intensos dolores.

50. Pelargus, loc. cit. Jahrg. 1723, p. 673.

Un joven de 16 años, padecía de una sarna crónica; sin razón aparente,


desapareció por sí misma progresivamente, pero entonces aparecieron úlceras
en las piernas.

51. Breslauer Samml. 1727, p. 107.

Tras las fricciones empleadas contra la sarna, aparecieron en un hombre de 50


años, dolores desgarrantes en axila izquierda durante más de 5 semanas, tras
los cuales aparecieron en esa misma zona varias ulceraciones.

52. Muzzel Wahrnehm. II. caso 6.


Un charlatán trató a un estudiante con una pomada antisarnosa. Su sarna
desapareció, pero desde ese momento padeció una úlcera oral que se hizo
rebelde a todo tipo de tratamiento.

53. Riedlin hijo, Cent. obs. 38.

Un estudiante que se quejaba de una sarna crónica se deshizo finalmente de


ella gracias a una pomada, pero desde ese momento presentó ulceración en
brazos y piernas, con una adenitis axilar reactiva. Mediante remedios externos
se consiguió que cicatrizaran sus ulceraciones, pero el enfermo empezó a
padecer crisis asmáticas que le abocaron a una hidropesía general de la que
falleció.

99. CARIE ÓSEA: 1 caso.

Richard. loc. cit.

OSTEOPATÍA DE LA RODILLA: 1 caso.

Valsalva, en Morgagni, De sed et causa morbi, I, art. 13.

Dolores osteocopos

Hamburg, magaz, XVIII, p. 3252.

RAQUITISMO Y MARASMO INFANTIL: 1 observación.

Fr. Hoffmann, Kinderkrankh, Leipzick 1741, p. 132.

Fiebres

54. Ramazzini, Constit, epid. urbis II, nº 32, 1691.

Expone numerosas observaciones en que se observan fiebre y orina negruzca


tras sarnas suprimidas mediante pomadas y desaparición inmediata de esos
síntomas en cuanto reaparece la erupción escabiosiforme.

55. J.C. Carl in Act. Nat. Cur. VI, obs. 16.

Un hombre y una mujer padecían desde hacía tiempo una erupción sarnosa en
una mano. La erupción desaparecía de vez en cuando por sí misma. Al poco,
presentaron un estado febril que no les desaparecía más que cuando aparecía
la dermatosis. Es interesante resaltar que una sarna tan localizada y poco
extendida pueda mediante su desaparición provocar síntomas generales, tal y
como se ve tan a menudo cuando la erupción es generalizada. También
destacar que la erupción no fue suprimida mediante pomadas, sino que
desapareció espontáneamente.

56. Reil. Memorab. Fasc. III, p. 169.


«Scabies a febre suborta supprimitur, remota febre redit.» La sarna suprimida
por una fiebre, se reprodujo tras la desaparición de la misma.

57. Pelargus, loc. cit. Jahrg. 1721, p. 276.

Un niño de 9 años padecía una tiña, su madre le aplicó pomadas que la


hicieron desaparecer, pero esta pseudo-curación fue sustituida por accesos
febriles.

58. Ibid. Jahrg 1723.

Un bebé de un año padecía desde hacía algunos meses, en la cabeza y en la


cara, un eczema que desapareció rápidamente de forma espontánea, pero
enseguida fue asaltado por accesos febriles, tos y diarrea. Este síndrome
morboso desapareció, mientras que el eczema se manifestó de nuevo con
mayor intensidad.

100. 59. Schiller, Diss de scabie humida. Erford 1747, p. 44.

Una mujer de 45 años, atormentada desde hacía tiempo por una sarna seca,
se frotó las articulaciones con una pomada a base de azufre y mercurio; la
sarna retrocedió, pero se le presentaron dolores en hipocondrio derecho y
extrema lasitud de extremidades con estado febril.

Durante 6 días, ingirió medicamentos sudoríficos que provocaron una erupción


generalizada de gruesas pústulas psóricas.

60. J.J. Fick, Excertitatio med. de scabie retropulsa. Halae, 1710, 521.

Dos jóvenes hermanos enfermos de sarna la hicieron desaparecer mediante la


misma medicación, pero inmediatamente presentaron inapetencia, tos seca y
fiebre lenta. Adelgazaban a ojos vista y presentaron somnolencia estuporosa
que les hubiera llevado al más allá si no hubiera reaparecido,
afortunadamente, la erupción.

61. Pelargus, loc. cit. Jahrg. 1722, p. 122.

Un niño de 3 años, al que le desapareció la tiña por sí misma, presentó un


catarro agudo febril con tos y abatimiento, del cual no se repuso más que
cuando la cabeza se cubrió de nuevo con la erupción que se creía haber
curado.

62. Loc. cit. Jahrg. 1723, p. 14.

Enfermo de una sarna generalizada, un obrero que tenía que realizar un


trabajo delicado deseaba, por ese motivo, desembarazarse de ella a base de
plomo, pero desgraciadamente en cuanto la erupción estuvo a punto de
desaparecer, empezó con escalofríos, fiebre y opresión con tos estridulosa que
le asfixió y le llevó a la muerte al cuarto día.

63. C. g. Ludwig Advers. med. II pp. 157-160.

Un hombre de 30 años, vigoroso y sano, se contagió de sarna que hizo


desaparecer por medios externos. Tras ello presentó fiebre catarral con
sudores colicuativos; tras haber mejorado empezó de nuevo con accesos
febriles, sin que se pudiera determinar la causa. Estos accesos empezaron con
un estado ansioso acompañado de cefalalgias, con subida progresiva de
temperatura, aceleración del pulso y transpiración general matutina. Pero su
estado se agravó. Empezó con una adinamia profunda y delirio con agitación
ansiosa, respiración suspirosa, ahogos y pese a la multitud de drogas
administradas, falleció.

101. 64. Morgagni loc. cit. X, art. 9.

Un muchacho que padecía sarna, vio cómo ésta desaparecía sin aplicar ningún
tratamiento. Al poco empezó con fiebre que cesó tras algún tiempo, pero
cuando ésta reapareció, su sarna recomenzó con más intensidad de la que
tenía previamente. Empezó entonces a adelgazar y volvió a desaparecer la
erupción surgiendo una diarrea y convulsiones a las que sucumbió.

65. Morgagni, loc. cit. XXI, art. 31.

El mismo autor refiere que tras la desaparición espontánea de una sarna, se


declaró una fiebre lenta con esputos purulentos y por fin, la muerte. En la
autopsia se encontró el pulmón izquierdo repleto de focos sépticos.

66. Morgagni, loc. cit. XXXVIII, art. 22.

Una joven de 30 años de edad padecía desde hacía tiempo dolores en las
extremidades y una erupción psórica generalizada que hizo desaparecer
mediante una pomada. Esta supresión morbosa dio lugar a una fiebre ardiente
con sed y cefaleas intolerables que se complicaron con una disnea sofocante,
delirio, timpanismo considerable del abdomen y finalmente anasarca. La
desafortunada sucumbió al 6º día. En la autopsia el abdomen tan sólo contenía
aire y el estómago por sí solo, distendido por gases, llenaba la mitad del
mismo.

102. 67a. Morgagni. De sed et causa morb. LV, art. 3.

Un hombre al que una tiña le desapareció tras un fuerte enfriamiento,


presentó 8 días después, una fiebre maligna con vómitos. El enfermo
desgraciadamente siguió agravándose, empezó con hipo y murió al noveno día.

67b. Morgagni, loc. cit. id.


En el mismo artículo, este autor describe el caso de un enfermo que por llevar
una camisa azufrada para librarse de unas costras psóricas en el brazo y otras
partes del cuerpo, vio cómo, gracias a este tratamiento, desaparecía su
erupción casi totalmente. Pero empezó súbitamente con dolores tironeantes
generalizados que incluso se propagaban a la lengua y la faringe y se
acompañaban de fiebre, de forma que no tenía tregua ni descanso, sufriendo
noche y día hasta tal punto que llegó a no poder moverse apenas. Sólo con
grandes dificultades fue posible hacer reaparecer la erupción suprimida, lo que
permitió ponerle en tesitura de curarse.

68. Hoechstetter Obs. med. Dec. VIII, caso 8.

Una fiebre maligna con opistótonos se desarrolló tras una sarna suprimida.

69. Triller-Wehle. Diss. nullam medicinam interdum esse optimam.


Wittenberg, 1754.

Un joven mercader hizo desaparecer una erupción sarnosa mediante una


pomada. Bruscamente presentó afonía, se declaró un asma seco, total
inapetencia por los alimentos, tos agotadora con accesos sobre todo nocturnos
que le impedían dormir, además abundante transpiración nocturna, colicuativa
y fétida. Todo ello llevó al enfermo a la muerte, pese a todos los esfuerzos de
la medicina.

103. 70. Fick, loc. cit. S. I.

Un burgomaestre de 60 años de edad, cogió la sarna con terribles


exacerbaciones esencialmente nocturnas. Ante la ineficacia de numerosas
medicaciones utilizadas, acabó por aceptar, según recomendaciones de un
mendigo, un pretendido remedio específico compuesto de aceite de laurel,
flores de azufre y manteca de cerdo. En efecto, no tardó, tras algunas
fricciones con este ungüento, en desembarazarse de su sarna, pero presentó
enseguida un violento escalofrío febril seguido de un calor excesivo
generalizado en todo el cuerpo, sed ardiente, respiración asmatiforme,
insomnio y un violento temblor generalizado con profunda postración, de tal
magnitud que el pobre enfermo expiró al cuarto día.

71. Amatus Lusitanus. Cent. II, curat. 33.

Este autor cita el caso de una alienación mental con fiebre, debida a lo que se
denominaba en esa época «sarna repercutida» 25, que terminó rápidamente
con la muerte del enfermo.

72. Fr. Hoffmann Med. rat. System. t. III, p. 175.


«Tras la supresión de la sarna, las manifestaciones más frecuentes son fiebres
violentas acompañadas por marcada postración. En uno de estos casos, la
fiebre duró siete días y cesó en cuanto reapareció la erupción cutánea.»

Fiebre terciana

73. Pelargus, loc. cit. Jahrg 1722, p. 103, compar. con p. 79.

Este autor purgó fuertemente a un chico de 15 años que padecía una tiña
desde hacía tiempo. Este tratamiento provocó al poco dolores en los riñones y
cólicos urinarios que se siguieron de una fiebre terciana.

Fiebre cuartana

74. Fr. Hoffmann Med. rat. System. III, p. 175.

Las personas de edad avanzada padecen preferentemente sarna seca.


Cuando se combate esta afección mediante medios externos, presentan
entonces habitualmente accesos de fiebre cuartana que desaparecen en
cuanto la erupción reaparece en la piel.

104. VÉRTIGO CON TOTAL POSTRACIÓN: 1 observación.

Gabelschover, Obs. med. Cent. II. 42.

Vértigo epileptiforme

75. Fr. Hoffmann Consult. med. I. caso 12.

Un conde de 57 años de edad padecía desde hacía tres años una sarna seca.
Se libró de ella y durante dos años consecutivos gozó de una salud
aparentemente satisfactoria. No obstante, al cabo de estos dos años presentó
dos accesos de vértigo. Tras esto, éstos aumentaron hasta tal punto que en
una ocasión, al levantarse de la mesa, el enfermo habría caído al suelo si no le
hubieran sostenido. En estos paroxismos, le aparecían sudores gélidos, con
temblor de extremidades, embotamiento generalizado y frecuentes vómitos
ácidos.

Semejantes accesos se reprodujeron al cabo de seis semanas y regularmente


cada mes durante tres meses consecutivos, sin pérdida de conocimiento, pese
a que tras cada acceso, el enfermo se quejaba de pesadez en la cabeza,
acompañada de un estado de atontamiento como el que se observa en una
borrachera.

Las crisis se aproximaron, y aunque disminuyendo en intensidad, se hicieron


diarias. El desgraciado llegó al punto de no poder leer ni reflexionar y estaba
incapacitado para girarse rápidamente o agacharse. A cada instante suspiraba
y le acudían siniestros pensamientos; se presentó una melancolía ansiosa.
Epilepsia con vértigo

76. Fr. Hoffmann, loc. cit., p. 30.

Una mujer de 36 años que se había desembarazado unos años antes de la


sarna, mediante pomadas mercuriales, se hizo estreñida y empezó con
retrasos menstruales, en ocasiones incluso hasta de 10 a 15 semanas. Cuatro
años antes de que viniese a consultarme, en el transcurso de un embarazo,
sintió vértigos, hasta el punto de caer súbitamente, tanto de pie parada como
caminando. Sentada conservaba, pese al vértigo, el conocimiento, podía
hablar, comer y beber. El acceso empezaba con un hormigueo en el pie
izquierdo que se levantaba y bajaba bruscamente, de forma involuntaria. Con
el tiempo estas crisis terminaron por privarla de la razón, y un día viajando en
coche tuvo un verdadero ataque de epilepsia que se reprodujo tres veces en el
transcurso del invierno. En estas crisis no podía hablar, y pese a que el pulgar
no estaba crispado en la mano, echaba espuma por la boca. Estos paroxismos
se anunciaban siempre por estos hormigueos en el pie izquierdo y estallaban
bruscamente en el momento en que esta sensación ascendente alcanzaba el
epigastrio.

La enferma recibió un día de manos de un conocido un polvo milagroso del


que tomó cinco dosis que hicieron desaparecer los accesos comiciales, pero los
vértigos reaparecieron exacerbados. Se anunciaban siempre por este
acorchamiento que empezaba en el pie izquierdo hasta alcanzar la región
precordial, al mismo tiempo la enferma experimentaba una gran angustia,
como si hubiera caído de lo alto y, creyendo caer, perdía el uso del habla y
luego el conocimiento, agitándose sus miembros con movimientos convulsivos.

Incluso fuera de los accesos, el más mínimo toqueteo en los pies producía un
dolor agudo semejante al de un ántrax. Al mismo tiempo, sentía una sensación
de calor en la cabeza, con intensas cefalgias y pérdida de la memoria.

Convulsiones

77. D.W. Triller-Wells, Diss. nullam medicinam interdum esse optimam.


Wittemberg.

Una joven presentó un estado sincopal seguido de terroríficas convulsiones


que acabaron con la muerte, y esto por haber suprimido mediante una pomada
una sarna que presentaba.

78. Sicelius, Decas Casuum, caso 5.

Una joven de 17 años, tras la desaparición espontánea de una tiña, presentó


una sensación de calor permanente en la cabeza con violentas cefalgias
paroxísticas. Se sobresaltaba por momentos, como si estuviera espantada; en
estado vigil presentaba hiperexcitabilidad neuromuscular, con calambres en
extremidades, localizados más particularmente en brazos y manos. Se quejaba
además de ansiedad precordial con constricción torácica y gemía y luego le
daban sacudidas en las extremidades y sobresaltos involuntarios.

79. Pelargus, obs. clin. Jahrg. 1723, p. 545.

Tras la desaparición espontánea de una tiña en un adulto que sufría desde


hacía varios años temblores en las manos, éste presentó una astenia grave con
aparición, sin síntomas febriles, de un eritema macular por todo el cuerpo. El
temblor degeneró entonces en sacudidas convulsivas, aparecieron secreciones
sanguinolentas en la nariz las orejas y por los bronquios, tras la tos; y el
desgraciado murió a los 23 días en plena convulsión.

Convulsiones epileptiformes y epilepsia

80. J.C. Carl, in Act. Nat. cur. VI, obs. 16.

Un hombre que había «contenido» mediante un ungüento una sarna


recidivante, empezó a padecer convulsiones epilépticas que sólo cesaron tras
la reaparición en la piel del exantema suprimido.

81. E. Hagendorn, loc. cit. hist. 9.

Un joven adolescente de 18 años se libró de la sarna mediante un ungüento a


base de mercurio. Inesperadamente, dos meses después, se le presentó un
estado espástico que afectaba alternativamente brazos y piernas y durante los
mismos experimentaban una sensación de constricción torácica y del cuello,
frío en extremidades y gran debilidad. Al cuarto día se declaró una epilepsia
con espuma en la boca y contorsiones violentas y extrañas en las
extremidades. Estas manifestaciones desaparecieron en cuanto volvió la
erupción que se encontraba enmascarada.

82. Fr. Hoffmann. Consult. med., caso 31.

También se siguió de epilepsia la supresión de una tiña en un muchachito


mediante fricciones de aceite de almendra dulce.

83. Fabr. de Hilden, Cent. II, obs. 10.

Este autor expone la observación de niños afectados de epilepsia complicada


con tosferina tras erupciones suprimidas.

84. Riedlin, lin, mid. ann. 1969, maj. obs. I.

Se trata del caso de una sirvienta que tras dos fricciones medicamentosas
aplicadas sobre una sarna, presentó epilepsia.

85. G. W. Wedel, Diss. de aegro epiléptico, Jena 1673.


Un joven de 18 años, tras haberse friccionado con preparados mercuriales
contra la sarna, presentó unas semanas después crisis epilépticas que
reaparecieron cada cuatro, semanas en la luna nueva.

108. 86. Herrm. Grube, De Arcanis medicorum nos arcanis. Hafn, 1673, p.
165.

Un bebé de siete meses presentó epilepsia sin que sus padres quisiesen
reconocer que había padecido un exantema «repercutido». No obstante, a
fuerza de interrogar, la madre por fin confesó que el niño había presentado en
la planta de los pies algunas erupciones sarnosas, pero que el resto del cuerpo
estaba limpio. Una pomada saturnina procuró una rápida desaparición. El
médico supuso con razón, en estas circunstancias, que ésta era la única causa
posible de la epilepsia.

87. Tulpius, obs. lib. 5, cap. 8.

Dos niños se curaron tras la aparición de una dermatitis húmeda en el cuero


cabelludo, de una epilepsia que había reaparecido con violencia tras haber
hecho desaparecer esta erupción de forma imprudente.

88. Th. Thompson. Medic. Rathpflege. Leipzig, 1779, p. 107 y p. 108.

Aparición de una epilepsia varios después de la desaparición de una sarna de


cinco años de duración.

89. Hundertmarcke, loc. cit. p. 32.

La sarna fue «suprimida» en un joven de 20 años mediante un purgante que le


produjo abundantes evacuaciones durante cinco días. Desde entonces,
durante más de dos años presentó violentas convulsiones diarias, que no
cedieron más que tras la reaparición de la erupción cutánea gracias a la savia
de abedul.

90. Fr. Hoffmann, Consult. med., caso 28, p. 141.

Un joven de 17 años, sano de cuerpo y espíritu había padecido a los 14 años,


tras una sarna «repercutida», hemoptisis y ataques epilépticos que las drogas
que le recetaron agravaron hasta tal punto que se reproducían cada dos horas.

Un barbero, mediante sangrías repetidas y numerosas drogas, se libró de esta


enfermedad en el transcurso de cuatro semanas; pero poco tiempo después se
presentó un nuevo ataque durante la siesta y empezó a presentar cada noche
dos o tres crisis espasmódicas; se sumó entonces una tos violenta, sobre todo
nocturna, con expectoración muy fétida y sofocaciones. Tuvo que guardar
cama. Siguieron tratándole, lo que agravó su estado hasta tal punto que las
crisis se repetían ocho veces al día y hasta diez veces por la noche. No
obstante, en los paroxismos su pulgar no se crispaba en la mano y jamás
aparecía espuma en la boca, su memoria estaba debilitada. Las crisis
aparecían en la proximidad de las comidas, pero sobre todo tras haber comido.
Durante los accesos nocturnos, el enfermo estaba sumido en un profundo
sueño del que despertaba por la mañana totalmente deshecho. Los únicos
indicios premonitorios estaban representados por una necesidad de frotarse la
nariz y un movimiento de flexión de la pierna izquierda, tras lo cual caía de
forma súbita.

Apoplejía

3 observaciones.

Commius, Eph, Nat. cur. dec. I, arm I, obs. 58.

Moebius, Institut. med. p. 65.

J.J. Wepfer. Histor. apopl. Amsterdam 1723, p. 457.

Parálisis

91. Unzer Arzt. VI, p. 301.

Una mujer tras una sarna «repercutida» presentó monoplejía del miembro
inferior y quedó paralizada.

92. Hundertmarcke, loc. cit., p. 53.

Tras haber sido tratado de la sarna mediante una pomada azufrada, un


hombre de 53 años presentó una hemiplejia.

93a. Krause-Schubert, Diss. de scabie humani corp. Leipzig, 1977, p. 23.

Un eclesiástico que durante largo tiempo había empleado inútilmente


remedios internos contra la sarna, cansado de no curarse se hizo muchas
fricciones que le libraron de ella, pero presentó poco tiempo después una
paraplejía de extremidades inferiores y además una queratosis palmar
complicada con profundas grietas y que le causaba un prurito insoportable.

93b. El autor cita igualmente el caso de una mujer que tras la «repercusión»
de una sarna vio cómo se le presentaba una contractura de los dedos, que la
afligió durante largo tiempo.

Melancolía

94. Reil. Memorab. fasc. III, p. 177.

Reil describió el caso de un retrasado mental que presentó melancolía tras la


supresión de una sarna y que desapareció en cuanto reapareció el exantema.
Alienación mental

95. J.H. Schulz-Brune, Diss. casus aliquet mente alienatorum. Halle, 1707,
caso I, p. 5.

Un estudiante de 20 años tenía las manos tan plagadas de una sarna


eccematizada húmeda que le había incapacitado para cumplir con sus
obligaciones. Una pomada azufrada le libró. Pero no tardó en dejarse ver la
profunda huella dejada en su salud tras esta pseudo-curación. Este joven
presentó alienación mental y cayó en la demencia. Cantaba, reía sin motivo y
se ponía a correr hasta caer agotado. Día a día se iban debilitando su espíritu
y su cuerpo, hasta que por fin sucumbió tras un ataque de hemiplejia. En la
autopsia se encontraron los intestinos aglomerados por adherencias y con
múltiples ulceraciones pequeñas y nódulos del grosor de una avellana, llenos
de una sustancia viscosa y yesosa.

96. F.H. Waitz, Medic. Chirug. Anfsatz. P. I, p. 130.

Este autor refiere un caso semejante al precedente.

97. Grossmann, in Baldinger’s neuem Magas XI, I.

Un cincuentón había contraído un anasarca tras la supresión de una sarna


mediante pomadas. La reaparición de la erupción le libró de este edema. Una
segunda supresión mediante fricciones medicamentosas le llevó al delirio
furioso; la cabeza y el cuello estaban hinchados hasta el punto de sofocarle. A
estas circunstancias se añadieron la ceguera y una retención total de la orina.
Mediante tópicos irritantes y un violento emético volvió la erupción, todos los
síntomas mórbidos citados más arriba desaparecieron cuando reapareció el
exantema y se generalizó por todo el cuerpo.

La psora constitucional

111. ¿Quién podría, tras reflexionar profundamente sobre este pequeño


número de ejemplos (un centenar), a los que fácilmente podría añadir muchos
otros tomados de observaciones de médicos de todas las épocas y de mi
propia experiencia 26, quién podría, insisto, ser tan ciego como para no ver,
gracias a estos casos clínicos, la existencia de un grave defecto interior; la
psora?

Recordemos que la erupción sarnosa y sus restantes manifestaciones: la


«tiña» (término genérico con el que los autores antiguos designaban a todas
las afecciones eritemato-escamosas y vesículo-pustulosas del cuero cabelludo,
particularmente las de la infancia), la sarna impetiginosa infantil (Milchkruste)
27, las dermatitis costrosas, las herpéticas, etc... no son más que signos
reveladores de la psora constitucional, enfermedad monstruosa interna de todo
el organismo que la presencia de síntomas localizados vicariantes y externos
que acabamos de citar llevan al reposo y al silencio.

112. Tras haber leído los casos, por otra parte tan poco numerosos, que
acaban de ser expuestos, ¿quién podría todavía dudar en aceptar que la psora
tal y como ya he dicho, es la más «funesta» y el más «deletéreo» de todos los
miasmas crónicos? ¿Quién osará, sin avergonzarse, pretender hoy en día,
como lo hacen los médicos alópatas modernos, que la sarna, la «tiña», la
dermatitis costrosa, etc..., no son más que manifestaciones puramente
superficiales de la piel, de la que se pueden y se deben expulsar sin escrúpulos
mediante una terapéutica supresiva externa, sin que el interior del organismo
intervenga y sufra el más mínimo daño?

Esta concepción y este tratamiento puramente externo son, de todas las faltas
que se pueden reprochar a los representantes actuales de la medicina clásica,
la más ignominiosa, la más nociva, la más imperdonable. Sólo se han podido
mantener en un error y una ignorancia tan perjudiciales para la humanidad
debido a una desgraciada falta de visión. Los que han leído estos ejemplos y
no obstante persisten intencionadamente con estos métodos son tanto más
culpables. No puedo imaginar que sean tan poco instruidos como para no
saber que todas las enfermedades miasmáticas ligadas a un síntoma cutáneo
están sometidas en su origen a las mismas leyes, a saber, que el agente
infeccioso ha invadido ya todo el organismo antes de que su síntoma, al que he
denominado vicariante, estalle en la superficie.

113. Si examinamos esta evolución más de cerca, vemos que todas las
enfermedades miasmáticas que hacen aparecer manifestaciones cutáneas
específicas empiezan siempre en primera instancia en el interior del
organismo, es decir, existen ya antes de que sus síntomas externos se
localicen.

A este respecto es conveniente hacer aquí la distinción entre enfermedades


agudas y enfermedades crónicas.

La evolución de las enfermedades agudas presenta una duración limitada a un


determinado número de días. La eflorescencia cutánea se disipa, así como la
enfermedad interna, de tal suerte que el cuerpo se desembaraza
simultáneamente de la una y de la otra.

114. Por el contrario, en los miasmas crónicos, los síntomas localizados en el


exterior pueden desaparecer, bien sea por medidas terapéuticas supresivas,
bien sea espontáneamente por sí mismos. Pero de todas formas la
enfermedad interna persiste en el organismo, y no puede salir de él en su
totalidad ni siquiera en parte mientras dure la vida y no se utilice una
terapéutica etiológica liberadora. Al contrario, abandonadas a sí mismas y
mientras el arte no les procure la verdadera curación, el vicio crónico no cesa
de acrecentarse con los años.

Para una mejor exposición del funcionamiento de la naturaleza frente a los


agentes infecciosos, entraré en detalles, tanto más circunstanciales cuanto que
los médicos modernos de la escuela dominante, pese a la evidencia con que la
naturaleza ilumina la evolución de los exantemas miasmáticos agudos, han
cerrado a placer los ojos sobre la identidad que ofrece a este respecto con el
nacimiento y el desarrollo de las afecciones exantemáticas crónicas. De suerte
que no han querido ver en la erupción de estas últimas más que una
enfermedad puramente local en la zona externa del cuerpo, considerada como
una inflamación superficial de la piel sin interés, sin causa interna fundamental.

115. La úlcera chancrosa de la Syphilis, la excrecencia verrucosa de la


Sycosis, la erupción granujienta y vesiculosa de la Psora, a su modo de ver, no
han sido y no son aún para gran número de ellos, más que un mal puramente
externo que no requiere más que un tratamiento exclusivamente externo,
método del que han derivado innumerables males de nuestra pobre sufriente
humanidad.

La manifestación de estos tres exantemas miasmáticos crónicos, presenta, al


igual que las enfermedades exantemáticas miasmáticas agudas, tres puntos
principales que reclaman una atención mucho más seria que la que se le ha
dedicado hasta el momento:

- El primero es el momento de la infección, el contagio,

- el segundo es el período de invasión, es decir, el espacio de tiempo durante


el que el organismo es penetrado por la enfermedad transmitida hasta lo más
íntimo de sí.

- el tercero es la salida al exterior, que señala que la enfermedad miasmática


ha terminado su período de invasión.

116. La invasión.

Está fuera de duda que el contagio en las enfermedades infecciosas, tanto


agudas como crónicas, tiene lugar en un momento especial que siempre se
caracteriza por una falta en la resistencia individual, es decir, en un momento
de mínima resistencia.

Si inoculamos la vacuna o la viruela, decimos que «prende» en el instante


mismo en que la linfa vacunal insertada en la herida entra en contracto con los
finos filetes nerviosos puestos al desnudo, que comunican en el mismo
instante, irrevocablemente y de forma dinámica, la enfermedad a la energía
vital, a todo el sistema nervioso. Pasado este momento de infección, ni los
lavados ni la cauterización mediante agentes calóricos o químicos ni incluso la
escisión de la región infectada podrían impedir o retrasar la evolución y la
marcha interna del proceso mórbido, ni hacer que la infección no tenga lugar.

117. La viruela, la vacuna, el sarampión, etc..., no por ello dejan de llevar


adelante su incursión en el organismo, y tras varios días, en cuanto la
enfermedad interna ha terminado su fase de invasión, vemos estallar la fiebre
específica de cada una de ellas, con su erupción específica variólica, vacunal,
rubeólica 28, etc...

118. Entre los demás numerosos miasmas agudos puedo señalar la infección
mediante la sangre de un animal carbuncoso de la piel humana. Como sucede
a menudo, en cuanto se ha producido la infección, si el contagio ha tenido
lugar, en vano lavaremos la zona infectada, incluso con el mayor cuidado; pese
a todo, la pústula maligna -específica de esta infección, que es casi siempre
mortal- estalla al cabo de cuatro o cinco días, en general en el mismo lugar de
la infección. Este período corresponde al tiempo de incubación, es decir, hasta
que el organismo completo haya padecido las modificaciones internas
necesarias para el desarrollo de esta espantosa enfermedad.

Lo mismo sucede tras la infección por miasmas semiagudos no exantemáticos.


119. La hidrofobia -alabado sea Dios- es aún bastante rara, pese a la bastante
numerosa cantidad de personas que son cada año mordidas por perros
rabiosos; una sola de cada doce, a menudo de cada veinte o incluso treinta,
como he observado personalmente, resulta infectada; las demás, incluso con
mordeduras extensas y múltiples, por regla general se curan todas, incluso sin
tratamiento médico o quirúrgico 29.

El virus hidrofóbico, si prende en el individuo predispuesto, lo hace en el


momento de la mordedura. El veneno se comunica al filete nervioso de la
herida y se propaga por el sistema nervioso a todo el organismo
irrevocablemente, y éste se hace rabioso. El período de latencia, es decir,
desde la mordedura hasta el momento en que los accidentes estallan, pueden
durar desde varios días hasta numerosas semanas, y el período agudo se hace
rápidamente mortal.

Una vez que la baba del perro rabioso ha sido realmente inoculada, la
infección es ordinariamente decisiva, y esto desde el momento de la
mordedura. Esto debe ser así, puesto que la rápida escisión de la herida 30 o
incluso la amputación de la extremidad afectada, los mil y un otros medios
externos tan preconizados para la desinfección de una herida, la cauterización,
la supuración, etc., no tienen tampoco efecto.

120. Resulta pues, a la vista de la evolución de todas estas enfermedades


miasmáticas que la erupción cutánea no puede manifestarse más que si la
enfermedad resultante de la infección se ha desarrollado en el interior de todo
el organismo, a saber, cuando los últimos rincones de la economía están
saturados de la influencia mórbida, de la viruela, el sarampión, la escarlatina,
etc...

Pero para liberarse de estas enfermedades miasmáticas agudas la naturaleza


posee un poder habitualmente saludable. En el transcurso de dos a tres
semanas, operando de un modo que nos resulta desconocido, por lo que se ha
dado en llamar «una crisis», la naturaleza por sí misma extingue la fiebre,
reabsorbe el exantema, de forma que el enfermo, de no sucumbir, recobra una
salud perfecta en un corto espacio de tiempo 31.

121. El procedimiento de la naturaleza es el mismo en las enfermedades


miasmáticas crónicas en cuanto al modo de infección y al desarrollo preliminar
del desarreglo interior, antes de que los síntomas externos -estos signos
indicadores de la realización de la afección interna- aparezcan en la superficie
del cuerpo. Pero aquí se presenta una clara diferencia, a la vez importante y
singular, entre los miasmas agudos y los crónicos y es que la afección interna
que estos últimos desarrollan en el organismo persistirá toda la vida e irá
acrecentándose, como ya he dicho, incluso año tras año, cuando el arte no
consigue extinguirla y curarla de forma radical.

Entre estos agentes infecciosos crónicos, me limitaré a comentar aquí


únicamente dos, porque los conocemos con mayor detalle, a saber, la Syphilis
y la Psora.

La syphilis

122. En el momento de un coito impuro -muy probablemente- la infección


específica se transmite instantáneamente a la zona de contacto y de
frotamiento. Cuando la infección ha prendido, penetra de inmediato en el
cuerpo vivo en su totalidad. Inmediatamente después del contagio empieza el
desarrollo de la enfermedad venérea en todo el lugar, no se aprecia nada
extraordinario en los primeros días, ni inflamación ni ulceración ni nada
anormal. Cualquier lavado, cualquier desinfección resulta entonces inútil. Es
importante reseñar que esta zona de la infección tiene una total apariencia de
salud; sólo padece el interior del organismo, ya que se ocupa de incorporar el
miasma venéreo (transmitido de forma instantánea) y de impregnarse de parte
a parte.

Desde ese momento, cuando esta penetración de todos los órganos por el
veneno venéreo ha tenido lugar, es decir, ha sifilizado la totalidad del cuerpo,
sólo entonces la naturaleza se esfuerza por aligerar y dominar este desarreglo
general mediante la aparición de un síntoma local exterior. Esta manifestación
vicariante se produce ordinariamente en la zona primitivamente infectada
primero en forma de pequeña vesícula, que rápidamente degenera en una
ulceración dolorosa a la que denominamos chancro sifilítico.
Esa aparición no tiene lugar hasta cinco, siete o catorce días, más raramente
tres, cuatro o cinco semanas a partir del momento del contagio.

No podemos considerar este síntoma localizado más que como un proceso


centrífugo de un organismo que se ha hecho totalmente venéreo. Esta
ulceración vicariante toma el lugar del mal interno y es eminentemente
contagiosa, pudiendo propagar la enfermedad por el único efecto de un simple
contacto.

123. Si la totalidad de la enfermedad que así se ha declarado resulta


yugulada por medicamentos específicos administrados al interior, el chancro
también desaparece y el sujeto se cura.

Pero si, tal y como lo realizan aún hoy a diario los médicos de la escuela
dominante, el chancro es totalmente destruido 32, no hemos hecho más que
borrar un síntoma sin tener en cuenta la existencia del agente patógeno, sin
cambiar para nada la enfermedad miasmática crónica, la syphilis.

Esta no sólo continúa identificada con el organismo, sino que se agrava día a
día, año tras año, y se mantendrá hasta el final de la vida, por más robusta que
sea la constitución del sujeto si en este estadio no se le ha curado mediante
medidas internas.

Así, si queremos actuar de forma racional, la ulceración chancrosa no necesita


ningún tratamiento local especial, ya que éste no puede ser más que
perjudicial, tal y como lo enseño y practico desde hace varios años. No
olvidemos que los síntomas de la sífilis localizados en el exterior ceden siempre
al tratamiento específico de la afección, igualmente específica, que ha
penetrado todo el organismo, mientras que la destrucción total del chancro sin
haber procedido previamente a un tratamiento general para desembarazar al
individuo de su enfermedad interna, es seguida indefectiblemente por el
desarrollo de síntomas consecutivos de esta enfermedad con todas sus
secuelas.

La psora «contagiosa»

124. Como la Syphilis, la psora es también una enfermedad miasmática


crónica cuyo estadio inicial es algo análogo. No obstante la enfermedad
psórica se debe al más contagioso de todos los miasmas crónicos. Posee sus
caracteres en un grado mucho más alto que las otras dos afecciones crónicas,
la Syphilis y la Sycosis, ya que (a menos que uno de estos dos elementos
infecciosos infecte al individuo a partir de un rágade) para que sean
transmitidos hace falta al menos un cierto grado de frotamiento y órganos
delicados y muy ricamente inervados, recubiertos por una epidermis bastante
delgadas, como es el caso de los reproductores.
La «psora», por el contrario, sólo necesita el más ligero contacto con la
epidermis, en cualquier lugar, y esto sobre todo en los niños de tierna edad.

Casi no hay hombre que no posea esta funesta impresionabilidad -aptitud


para ser infectado- con respecto al miasma psórico y casi en todas las
circunstancias de su vida, lo que no es en absoluto el caso de los otros dos
miasmas.

Ningún otro miasma crónico infecta más generalmente, más certeramente,


más fácilmente y de forma más absoluta que el psórico. Es, como acabo de
decir, el más contagioso de todos.

¡Cuántas veces el médico que deja a un sarnoso, y pasa de un enfermo a otro


para palparles el pulso no lo habrá transmitido, a menudo sin saberlo, a varias
personas! 33.

125. ¡Y la ropa lavada con aquélla que habían llevado sarnosos! 34 (ver nota
página siguiente). ¡Y los guantes que se han probado veinte veces antes de
ser comprados! ¡Y las camas de los hoteles, en las que uno se acuesta! ¡y el
recién nacido en su primer contacto con el mundo! ¿Cuántas veces sucederá
que resulta infectado mientras atraviesa los órganos genitales externos de su
madre, afectada por la enfermedad; o que se recibe este funesto regalo de
manos de una comadrona que se había mancillado a través de otra parturienta
(u otras circunstancias), o bien que se contagie ya al pecho de la propia
nodriza, llevado en brazos de su criada, o incluso acariciado por una mano
infectada de amigos o conocidos de la familia?

Y no cuento los otros miles y miles de oportunidades que se encuentran en la


vida de tocar objetos invisiblemente mancillados por este miasma,
oportunidades que ni siquiera sospechamos que frecuentemente no se pueden
evitar, de forma que los individuos que escapan al contagio de la psora son un
número muy reducido.

No necesitamos ir a buscarlo en los hospitales, las fábricas, las prisiones, los


hospicios, los orfanatos, los barrios pobres y populosos, sobre todo cuando
estos lugares están superpoblados. ¡Ningún privilegio exceptúa a nadie, ya
viva aislado o en el mundo, en la opulencia o en la pobreza, ya sea un ermitaño
de Montserrat que le escapa tan raramente, en su cueva, en medios de las
rocas, como el pequeño príncipe en sus sábanas de batista!

126. En el instante en que el miasma psórico toca las manos, por ejemplo,
deja en ese mismo momento de ser local, en cuanto ha prendido. En vano
lavaremos o desinfectaremos esa mano, que no obstante no presenta nada
extraño a la vista. Nada de erupción, ningún prurito en los primeros días, ni
siquiera en la zona que acaba de recibir el mal. El territorio nervioso que ha
recibido la infección la había ya propagado instantáneamente, invisiblemente y
dinámicamente al sistema nervioso. El organismo vivo se impregna
inapreciablemente de este mal específico, hasta que el individuo en su
totalidad se encuentre infectado, es decir, hasta que la evolución interna de la
psora se haya completado.

127. Sólo a partir de ese momento, cuando se ha operado la saturación por


esta enfermedad miasmática crónica especial, se esfuerza la naturaleza en
aligerar el mal interno y frenarlo mediante la creación en la periferia de un
síntoma local característico (la vesícula sarnosa). Durante todo el tiempo que
este síntoma externo quede localizado en la piel, en el estado originario, la
psora interna, con todos sus síntomas secundarios, es forzada a mantenerse
velada, como adormecida, latente, prisionera y por ello no puede estallar (se la
llama psora latente).

Este tiempo de incubación de la psora es habitualmente de seis, siete, diez o


incluso catorce días; luego aparecen los pródromos bajo la forma de escalofríos
más o menos manifiestos, que se presentan al final de la tarde, seguidos por la
noche de una sensación de calor que termina con una transpiración (muchas
personas no dan ninguna importancia a esta febrícula, que atribuyen
erróneamente a un enfriamiento cualquiera).

128. Se ve entonces aparecer en la piel una fina erupción, miliar al principio y


cuyas vesículas se engrosan poco a poco en las zonas del cuerpo en que ha
sentado la infección. Estas vesículas pruriginosas dan lugar a un cosquilleo
voluptuoso (insoportablemente agradable), que incita irremediablemente al
rascado, lo que rompe las vesículas. No puede uno abstenerse de él sin
experimentar horripilación con escalofríos que recorren la piel de todo el
cuerpo. El acto de frotarse y de rascarse procura un alivio momentáneo que
deja tras él, en la zona rascada, un ardor quemante, que persiste largo tiempo.
Esta comezón atormenta más insoportablemente al enfermo, en general,
desde el momento de acostarse hasta la medianoche 35.

Estas vesículas sarnosas contienen, en las primeras horas tras su aparición,


una linfa límpida que no tarda en enturbiarse e incluso hacerse purulenta. Aquí
comienza el mayor peligro de contagio. No se pueden rascar largo tiempo
estas vesículo-pústulas sin que se abran, y este líquido que impregna todo lo
que el enfermo toca multiplica las fuentes de infección. Todas las zonas del
cuerpo que han estado en contacto con esta serosidad, la ropa, los vestidos,
todos los utensilios de menaje y demás, propagan tras ello la enfermedad en
cuanto los tocamos.

129. Únicamente este síntoma cutáneo de la psora que impregna a la


totalidad del organismo, síntoma al que se da específicamente (por ser el más
llamativo) el nombre de «sarna», únicamente insisto, este exantema, las
úlceras a que da lugar más tarde (cuyos alrededores presentan un prurito
particular), las costras pruriginosas que se humedecen por el roce y la tiña,
pueden propagar la enfermedad a otras personas, ya que sólo en ellos se
encuentra el miasma transmisible de la psora. Por el contrario los demás
síntomas, los que son secundarios y no surgen más que tras la desaparición del
exantema espontánea o por obra del arte, en una palabra, las afecciones
psóricas generales, no transmiten la enfermedad a terceros, al igual que
sucede, según nuestros conocimientos, con los síntomas secundarios de la
sífilis tal y como HUNTER lo observó y enseñó por primera vez 36.

130. Mientras el exantema psórico es reciente y se encuentra localizado en un


territorio limitado de la piel, el enfermo no tiene la más mínima conciencia de
padecer una enfermedad interna, goza en apariencia de una perfecta salud,
ningún malestar, ningún síntoma subjetivo, el indicio eruptivo externo juega un
papel vicariante con respecto a la enfermedad interna y retiene la psora y sus
manifestaciones secundarias en un estado de latencia y de incapacidad
reactiva 37.

Es en este estado en el que resulta más fácil curar la enfermedad completa


mediante remedios específicos administrados por vía interna. Pero si dejamos
a la enfermedad seguir su curso sin atacarla internamente mediante un
específico ni actuamos sobre su síntoma externo, inevitablemente el desorden
interior crece rápidamente y este recrudecimiento, de hecho, arrastra el del
síntoma localizado en la piel. Deberemos entonces, y perentoriamente, para
detener este mal interno que se ha hecho más peligroso, y obligarle a seguir
latente, asistir a la extensión del síntoma eruptivo que acaba entonces por
invadir todo el revestimiento cutáneo.

No obstante, en este estadio el hombre parece gozar aún de buena salud


aparente en todos los demás aspectos. Todos los síntomas manifiestos de la
psora, cuya extensión interior está bien desarrollada, están cubiertos y
reducidos al silencio por el síntoma cutáneo. ¿Pero qué hombre, sea cual sea
su valor y su fuerza, soportará el tormento de una comezón tan insoportable y
generalizada? Buscamos librarnos de ello a cualquier precio, y debido a la
patente insuficiencia de los medios del arte, nos echamos en los brazos del
empirismo que posee remedios para todos los males. Lejos estamos de
sospechar todas las desgracias a las que vamos a exponernos empujando
«hacia adentro» el síntoma externo, en el estado de saturación psórica en que
se encuentra ya todo el organismo.

Haciendo desaparecer así una erupción psórica actuamos de forma tan


insensata como el que, para salir bruscamente de la pobreza y ser más feliz
(según cree), se va a robar una fuerte suma de dinero y atrae de esta forma
sobre él la pena del encarcelamiento o de la horca.
131. Cuando la sarna dura desde hace tiempo y la dermatosis se ha
extendido, tal y como sucede por lo general sobre la mayor parte de la piel o,
como sucede en determinados casos de inactividad de este órgano, cuando ha
quedado limitada a un pequeño número de vesículas 38 (como podemos
observar en ocasiones), en ambos casos la regresión de la dermatosis
generalizada o reducida produce consecuencias muy lamentables. En efecto,
desencadena infaliblemente el estallido de la enfermedad interna, con todos
sus males determinados o indeterminados, psora que sale de esta forma de su
latencia, es decir, de su silencio, y que ha tenido tiempo hasta entonces de
realizar pérfidamente un trabajo oculto, considerable y destructor.

Que un público profano actúe así, que laicos ignorantes aconsejen duchas y
aplicaciones frías, revolcarse en la nieve, que se hagan poner ventosas
escarificadas, receten emplastros con una mezcla de cuerpos grasos y de
azufre sobre el cuerpo o sólo sobre la fina piel de los pliegues articulares, sólo
puede tal vez ser excusado por el deseo de liberarse del martirio de la
comezón insoportable con su erupción escabiosa y la total ignorancia de las
funestas y graves consecuencias de todas las secuelas perniciosas con las
reacciones profundas que surgen como llamas avivadas por el viento.

132. Pero ¿podemos perdonar razonablemente a aquél que, tanto por estudio
como por deber, debe conocer la extensión de los males a los que va a dar
lugar y cuya gravedad es el resultado infalible del despertar de la psora interna
por la supresión del exantema, cosa que ignora el vulgo? El deber de los
médicos consiste en hacer todo lo posible para prevenir estos males, curando
de una forma radical la enfermedad en su totalidad.

Pues incluso en este grado de saturación de la enfermedad psórica la


enfermedad en su totalidad externa e interna -aunque más grave al principio-
inmediatamente después de su primera aparición cutánea, tiene una curación
mucho más fácil y más segura mediante una terapéutica homeopática
específica que la psora interna tras la supresión total de la erupción, cuando
ésta despliega su sintomatología y se manifiesta bajo la forma de afecciones
crónicas innumerables. La enfermedad, pese a lo grave que es, está aún
íntegra y no necesita ningún remedio tópico.

Debemos proceder aquí como para la curación del chancro sifilítico -al que
nunca ataco localmente- mediante la administración interna, a menudo de una
única de las más pequeñas dosis de la preparación mercurial menos nociva y
más curativa.

Esta técnica, sin ningún tópico, reduce rápidamente el chancro a un estado


benigno, apuntando hacia la curación que se produce en pocos días, hasta tal
punto que nunca se ve aparecer ninguna señal de manifestación secundaria
(de la enfermedad en su totalidad), porque el mal interno ha sido curado
simultáneamente con el síntoma externo local. Esta es una doctrina que he
enseñado tanto de viva voz como a través de la pluma desde hace años y que
mis curaciones han ilustrado constantemente.

Existe todavía, pese a la experiencia de los tres últimos siglos, un gran número
de médicos que ignoran la verdadera naturaleza de la sífilis, por otro lado tan
extendida, y hasta tal punto que ante el aspecto de un chancro hunteriano su
cortedad de vista les impide admitir que existen otras partes enfermas salvo
esta ulceración visible, y se apresuran confundiendo el resultado con la causa,
en «curarlo» exteriormente. No sospechan ni un instante que la sífilis ya
estaba desarrollada en el organismo antes de su manifestación 39.

Miles de observaciones no han llegado a enseñarles que destruyendo de esta


forma el estadio primitivo de la enfermedad en su evolución, representado aquí
por el chancro, no hacen más que daño y privan a la sífilis preexistente de su
síntoma localizado derivativo. Así, obligan al vicio interno a estallar
infaliblemente bajo una forma más temible (y más difícil de curar).

¿Cómo excusar un fallo tan pernicioso y tan generalmente aceptado? ¿Por


qué los médicos, finalmente, no han buscado jamás comprender, por ejemplo,
la patogénesis de los condilomas acuminados? ¿Por qué han desconocido
constantemente en este caso la participación de un mal interno general, causa
real de estas excreciones papiliformes contagiosas? ¿Por qué no han buscado
curar de forma radical, mediante la homeopatía este mal persistente, tras cuya
destrucción los condilomas se marchitan por sí mismos, sin el auxilio del más
mínimo remedio externo?

Pero aun si hubiera algún motivo especial para excusar esta triste negligencia
y esta ignorancia, los médicos han tenido más de 325 años para meditar sobre
la verdadera naturaleza posible de la sífilis, y la verdad hubiera tal vez
terminado por presentárseles en un período aún más alejado (he intentado, sin
embargo, convencerles de su error hace ya varios años y en frecuentes
ocasiones, pero en vano).

Nada justifica la ceguera general que durante tantos siglos les ha hecho
desconocer totalmente la enfermedad interna, causa de la erupción.

Han desestimado orgullosamente todos los hechos capaces de abrirles los


ojos, dejando a sus hermanos sufrientes en el error y la perniciosa creencia de
que las pústulas acompañadas por su insoportable prurito no son más que una
simple afección cutánea, cuya destrucción local libera al sujeto de su
enfermedad.

Los médicos, incluso los más célebres, han acreditado este grave error, desde
VAN HELMONT hasta los corifeos más modernos de la terapéutica alopática. Es
cierto que con un tratamiento puramente local y externo alcanzaban su meta
la mayoría de las veces, que los enfermos eran librados de los tormentos de la
comezón y de la asquerosa presencia de la erupción; pero éstos últimos no
tardaban en sentir las incomodidades desconocidas hasta entonces por ellos y
a cuyo respecto el hombre del arte tenía los ojos absolutamente cerrados,
asegurándoles que su curación era perfecta.

Estas incomodidades -por emplear una expresión modesta- formaban parte de


la psora; pero al no comprender esta relación las declaraban enfermedades
nuevas y de origen muy distinto. No tenían ninguna consideración a los
innumerables testimonios tan evidentes de observadores concienzudos de los
tiempos antiguos que ya habían establecido las tristes secuelas de estas
destrucciones locales de la sarna, que aparecían a menudo de forma tan
temprana tras su supresión.

Habría que renunciar al uso de la propia razón para no ver en estas secuelas
los efectos inmediatos de una muy importante enfermedad interna (la psora)
privada así del síntoma local (la erupción cutánea) destinado por la naturaleza
a amordazarla y a no poder manifestarse más que por síntomas secundarios.

Ya que se vanaglorian de llegar más rápidamente a la meta mediante medios


internos y externos aún más violentos que los utilizados por los laicos
-purgantes drásticos, la pomada de JASSER, aplicaciones de acetato de plomo,
de sublimado corrosivo, de sulfato de zinc y sobre todo la combinación de
preparados azufrados y mercuriales con cuerpos grasos- tomándolo a la ligera
y a modo de diversión, apresurándose en camuflar el exantema. Los médicos
aseguran, en cuanto lo han conseguido, que no se trataba después de todo
más que de librar a la piel de cualquier impureza local. Según ellos el sujeto no
tiene nada que temer, ya que queda sano y exento de cualquier incomodidad.
¿Podemos realmente exculparles, cuando los ejemplos consignados en los
escritos de antiguos observadores concienzudos y de otros miles que se
reproducen frecuentemente, a diario incluso, ante sus propios ojos, no les
iluminan?

¿Cómo pueden no estar convencidos de que suprimiendo y ahogando de


alguna forma el exantema llevan a los sarnosos a males inevitables muy
graves, incluso rápidamente mortales y tan inveterados que persisten durante
toda la vida?

133. Así, en lugar de curar y aniquilar la enfermedad escabiosa interna, la


psora -que encierra innumerables elementos mórbidos- estos médicos
culpables desencadenantes en sus enfermos, decepcionados y engañados,
mediante la rotura de las ligaduras que la encadenaban, el «monstruo de mil
cabezas» que hubieran debido matar.

Se concibe fácilmente, y la experiencia lo demuestra, que la erupción psórica,


desatendida y sin tratar durante varios meses, continúa extendiéndose y
generalizándose, y que durante esta marcha progresiva la psora prosigue por
su parte igualmente su evolución mórbida hasta un estado de sobresaturación.
A partir de ahí se comprende que las consecuencias inevitables de la supresión
de una dermatosis tan antigua y extendida puedan ser mucho más peligrosas
aún.

Por el contrario, es evidente que la supresión de una erupción debida a una


infección reciente y que se limita a un pequeño número de vesículas acarrea
muchos menos peligros inmediatos, ya que la sarna interna aún no ha tenido
tiempo de alcanzar un estadio importante en su desarrollo. Puede incluso
afirmarse que esta supresión reciente no acarrea ninguna consecuencia
demasiado penosa de forma inmediata. Este último caso es el más frecuente.
No se da uno cuenta de que unos granitos poco numerosos aparecidos
recientemente y acompañados de intensa comezón puedan tener la sarna
como causa, sobre todo cuando el médico de familia se ha apresurado a
suprimirlos nada más aparecer mediante lociones o pomadas a base de plomo
u otra sustancia. Esto se observa en enfermos que se escuchan, se observan,
se palpan y se drogan continuamente, en los niños mimados, en las personas
de la buena sociedad, siempre atemorizadas, todos ellos sujetos de los que no
nos atreveríamos a sospechar que hayan podido estar expuestos al contagio.

134. Pero por débil que pueda ser la psora interna en el momento de su
rápida supresión local, cuanto ésta no es objetiva todavía más que por una
lesión vesicular parcelar, así como lo demuestra la poca importancia de las
incomodidades que aparecen tras este camuflaje (lo que los médicos por
ignorancia atribuyen a otras causas superficiales), esta psora interna no deja
por ello de ser, en su esencia y en su naturaleza, la misma enfermedad
psórica, generalizada al organismo entero. Es absolutamente incurable sin el
auxilio del arte, incapaz de ceder a los esfuerzos de la constitución más
robusta, aumentando siempre hasta el término de la vida.

En verdad, cuando se han decapitado nada más aparecer las primeras huellas
de su expresión cutánea mediante una terapéutica puramente local, la psora
interna al principio sólo crece insensiblemente, y sólo se hace lentos progresos
en el organismo, infinitamente más lentos que cuando el exantema se ha
cronificado (en este caso, como ya he dicho, su progresión tiene entonces lugar
de forma muy rápida). Pero no por ello crece menos, subrepticiamente y sin
cesar, incluso si el enfermo se encuentra en condiciones físicas y mentales de
lo más favorable.

Este miasma es tan pérfido y su obra se realiza tan secretamente durante un


largo período -a menudo varios años- que el que no esté al corriente de los
signos de su presencia en el estado de latencia creerá y declarará al sujeto en
perfecto estado de salud y exento de cualquier enfermedad.
135. Incluso pasan años enteros antes de que podamos apercibirnos de los
síntomas marcadores, suficientemente evidentes para poder atribuirles un
nombre. Sólo tras centenares de observaciones he logrado captar los signos
indicadores de la psora interna latente, es decir en estado de letargo, o que no
han alcanzado aún el estadio que permite considerarla como una enfermedad
distinta 40.

Gracias a esos signos estamos armados para extirpar el mal hasta la raíz y
aniquilarlo radicalmente, antes de que la psora interna se haya declarado bajo
la forma de una enfermedad crónica evidente y haya alcanzado este temible
grado de intensidad cuyas secuelas y complicaciones amenazantes hacen que
la curación sea a menudo tan difícil y en ciertos casos incluso insuperable.

Numerosos son los síntomas anunciadores de una «psora interna» en


evolución, trasluciendo tras su inactividad aparente -especie de estado de
letargo, de estado latente- cuando aún no se ha manifestado bajo el aspecto
de una afección patológica concreta.

Voy a presentarles la lista sintomática, que sería difícil de encontrar en una


sola y única persona, habida cuenta de la extrema diversidad de
constituciones, modificadas además por las diferencias en la posición social,
así como por las circunstancias ambientales: algunos individuos presentan
muchos, otros menos, y otros no manifiestan más que determinados síntomas
en un momento dado, mientras que otros los presentan en un período tardío.

Semiología de la psora latente

41PSORA LATENTE

I 42

- Estado de ánimo. Síntomas mentales.

1. - Hiperemotividad.

2. - Hipersensibilidad.

3. - Consecuencias de excitación emocional, la menor emoción provoca


migrañas o dolor de dientes.

4. - Consecuencias del uso inmoderado de los sentidos; la intemperancia


provoca dolores tironeantes y tensivos en los miembros, fatiga de la espalda y
sobre todo algias dentales.

- Cabeza.
5. - Migrañas frecuentes con ocasión de la menor emoción.

6. - Transpiración de cabeza, por la noche después de haberse dormido.

7. - Cabellos secos.

8. - Caída frecuente de cabellos (alopecias).

9. - Caspa («Pityriasis capitis» - forma discreta).

- Ojos.>

10. - Oftalmías de repetición.

137. Nariz.

11. - Epistaxis a menudo muy abundantes, de frecuencia variable, en la


pubertad, más raro en los adultos (síntoma común con la psora declarada).

12. - Catarros frecuentes con obstrucción de fosas nasales.

13. - Corizas fluentes de repetición 43.

14. - Incapacidad de contraer un catarro nasal pese a cualquier exposición; sin


embargo se quejan sin cesar de otros síntomas de la psora latente.

15. - Catarro nasal frecuente.

16. - Catarro nasal persistente.

17. - Rinitis crónica.

18. - Obstrucción crónica, uni o bilateral (rinitis alternante).

19. - Irritación crónica de los bordes de la nariz.

20. - Sensación desagradable de sequedad en la nariz, incluso cuando el aire


pasa libremente.

- Cara.

21. - Palidez de cara.

22. - Facciones relajadas y flácidas.

23. - Piel seca y rugosa en las mejillas.


24. - Grietas del labio inferior.

25. - Bocanadas de calor acompañadas de rojez fugaz con un poco de


ansiedad.

138. Boca.

26. - Fetor oris, frecuente o casi constante, peor por la mañana y durante las
reglas.

27. - Aliento pútrido.

28. - Mal aliento, parecido al de una persona enferma del estómago.

29. - Aliento de olor mohoso.

30. - Aliento soso.

31. - Aliento ácido.

32. - Gusto ácido en la boca.

33. - Lengua blanca o al menos muy pálida.

34. - Lengua con frecuencia agrietada (fisurada, escrotal, plicaturada,


cerebral).

- Dientes.

35. - Odontalgia tras la menos emoción.

36. - Dolores tironeantes o tensivos en los dientes, sobre todo en tiempo


húmedo, tormentoso por viento del este o del oeste, después de enfriamiento,
tras esfuerzos musculares o excesos.

- Garganta.

37. - Mucosidades persistentes abundantes en la garganta y rinofaringitis


catarral.

38. - Amigdalitis de repetición.

- Cuello.
39. - Adenopatía cervical (escrófula, forma gastada).

40. - Adenopatía submaxilar.

139. Estómago.

41. - Aversión a la leche.

42. - Aversión a los alimentos cocidos calientes, sobre todo a la carne


(principalmente en los niños, síntoma común con la psora declarada).

43. - Alternancia de inapetencia con hambre insaciable.

44. - Náuseas matutinas.

45. - Sensación de vacío en el estómago (síntoma común con la psora


declarada).

- Abdomen.

46. - Meteorismo frecuente, sin modalidades.

47. - Cólicos frecuentes, a menudo todos los días, peor por la mañana (sobre
todo en los niños).

48. - Emisión de mucosidades por el ano, con o sin materias fecales.

49. - Constipación con deposiciones duras (espasmódicas).

50. - Deposiciones marronáceas, a menudo cubiertas de mucosidades.

51. - (En un pequeño número de casos, deposiciones casi constantemente


blandas, diarréicas, fermentadas).

52. - Hemorroides.

53. - Hemorroides sangrantes durante la defecación.

54. - Prurito ano-rectal.

55. - Ascaridiasis: áscaris lumbricoides u oxiuros vermiculares frecuentes.

56. - Oxiuriasis con hormigueo insoportable, sobre todo en los niños.

- Orina.

57. - Orina amarilla oscura.


M

140. Aparato genital femenino.

58. - Trastornos catameniales y males diversos acompañando a las reglas.

59. - Amenorrea.

60. - Reglas irregulares en cantidad y calidad.

61. - Reglas demasiado abundantes (menorragias).

62. - Reglas insuficientes (hipomenorreas).

63. - Reglas adelantadas ( o retrasadas).

64. - Reglas demasiado prolongadas.

65. - Reglas demasiado claras.

- Laringe.

66. - Ronqueras frecuentes.

- Pulmones.

67. - Opresión.

68. - Accesos disneicos.

69. - Tosecilla por la mañana.

- Espalda.

70. - Dolores tironeantes (desgarrantes) y tensivos en la nuca, espalda y


región lumbosacra.

71. - Dolores lumbares desproporcionados como consecuencia de esfuerzos


inhabituales, tales como levantar los brazos, elevar objetos, etc..., provocando
náuseas, dolor de cabeza, agotamiento, dolores tensivos y magulladuras en los
músculos de la cabeza y espalda.

72. - Lumbago por esfuerzo muscular.

73. - Lumbago por tiempo húmedo, viento del norte, del este o del oeste.
74. - Lumbago por enfriamiento.

75. - Lumbago consecuencia de esfuerzo.

141. Miembros superiores.

76. - Calambres de brazos y manos.

77. - Piel seca en los brazos.

78. - Manos habitualmente frías.

79. - Palma de la mano sudorosa.

80. - Palmas ardientes.

81. - Grietas en las manos.

82. - Panadizo.

- Miembros inferiores.

83. - Piel seca en los muslos.

84. - Varices en las piernas.

85. - Calambres frecuentes en las pantorrillas.

86. - Algias espontáneas de pies, como la de un callo, incluso sin presión


exterior del zapato.

87. - Pies fríos y secos.

88. - Ardores de la planta de los pies.

89. - Transpiración fétida de pies.

XZ

- Miembros en general

90. - Entumecimientos fáciles de brazos, manos, piernas o pies.

91. - Contracciones fibrilares indoloras acá y allá en los músculos.

92. - Dolores tensivos y tironeantes en los miembros después de esfuerzos.


93. - Dolores tensivos y tironeantes por tiempo húmedo, tormentoso, viento
del este o del oeste.

94. - Dolores tensivos y tironeantes tras enfriamiento.

95. - Dolores tensivos y tironeantes tras excesos.

96. - Facilidad extrema para las subluxaciones espontáneas de cualquier


articulación (falso esguince).

97. - Crujidos mono o poliarticulares con el movimiento.

98. - Sabañones (pernio) fuera del invierno, incluso en verano.

99. - Algias locales como por sabañones, fuera del invierno o incluso en
verano.

100. - Piel seca y rugosa en las extremidades.

142. Sueño.

101. - Sobresaltos en los miembros mientras se adormece.

102. - Sueño con sueños agitados.

103. - Sueños ansiosos.

104. - Sueños horrorosos.

105. - Sueños muy vivos.

106. - Sueño no reparador.

107. - Lasitud al despertar.

- Transpiración.

108. - Transpiración por la mañana en la cama.

109. - Transpiración profusa durante el día al menor movimiento.

110. - Anhidrosis (imposibilidad de transpirar).

- Piel

111. - Piel malsana.


112. - Supuración fácil a la menor herida.

113. - Predisposición a la forunculosis y a los panadizos.

114. - Erisipelas recidivantes.

115. - Piel seca y rugosa en las extremidades, brazos, muslos y a veces


mejillas.

116. - Dermatosis furfurácea (dartros), seca, en placas, a veces con prurito


voluptuoso seguido de calor ardiente.

117. - Dermatosis vesiculosa o vesículas aisladas poco abundantes, con prurito


insoportablemente agradable tras el rascado, se enturbian y evolucionan a
pústulas que después de ser frotadas provocan un calor ardiente acá y allá, por
ejemplo en un dedo, una muñeca o en otras zonas.

118. - Sabañones (pernio) fuera del invierno, incluso en verano.

119. - Algias locales como por sabañones fuera del invierno e incluso en el
verano.

143. Síntomas generales

120. - Agravación nocturna de la mayor parte de los síntomas.

121. - Agravaciones estacionales y climatológicas renovadas en invierno, hacia


la primavera, por el viento norte o noroeste o por fuertes depresiones
barométricas.

122. - Predisposición a los enfriamientos 44, bien generales, bien locales:


cabeza, cuello, bajo-vientre, pies; estas partes se encuentran a menudo
húmedas.

123. - Consecuencias de enfriamiento, que a menudo evoluciona hacia la


cronicidad.

124. - Dolores y malestares agravados por el reposo y mejorados por el


movimiento.

125. - Contracciones fibrilares indoloras en los músculos.

126. - Aparecen diversos trastornos tras esfuerzos mínimos, incluso por


ejemplo llevando o elevando un peso que no sea muy pesado, por el esfuerzo
de alargar o extender el brazo hacia un objeto elevado (y con todas las
secuelas que estos esfuerzos pueden entrañar: cefaleas, náuseas, dolores
tensivos en los músculos de la nuca y de la espalda, adinamia, etc.).
127. - Fatiga por la mañana al despertarse.

128. - Escrófula (forma gastada).

144

Atacado de uno o varios de estos síntomas (incluso si son frecuentes o muy


frecuentes), el individuo no se cree por ello menos sano y su entorno aún
comparte sus ilusiones. En efecto, pese a ello, mientras que aún es joven,
fuerte, mientras no experimenta ningún revés, mientras goza sin preocupación
de su medio de sustento, mientras su vida no es turbada por ninguna pena ni
contrariedad ni infortunios, mientras no se excede, y sobre todo mientras su
carácter permanece tranquilo, paciente, jovial y satisfecho, puede llevar
durante largos años una vida muy soportable y dedicarse libremente a sus
ocupaciones.

La psora cuya existencia a los ojos de un conocedor se descubre por algunos o


varios de los síntomas enumerados más arriba puede descansar en las
profundidades del organismo durante numerosos años, sin acarrear al sujeto
una enfermedad crónica permanente.

Sin embargo, incluso bajo estas condiciones propicias se avanza en edad; la


vida más ordenada no está exenta de imprudencias, incluso de faltas; una
transgresión del régimen, un enfriamiento, una contrariedad... que lleva al mal
humor y nos sorprendemos de haber contraído una enfermedad y de padecer
trastornos a menudo sin relación con la causa ocasional que los ha
determinado, bajo la forma de una afección aguda y violenta (aunque
momentánea); no se puede comprender que de ello derive un cólico violento,
una brusca amigdalitis, una inflamación repentina de vías respiratorias, una
erisipela inopinada, una fiebre súbita, todos ellos trastornos desproporcionados
con la causa determinante y que reaparecen más o menos constantemente en
primavera, en otoño y su paso al invierno.

145

Pero cuando el sujeto aparentemente en perfecta salud, bien sea niño o


adulto, enfermo de Psora latente, deja de encontrarse en estas condiciones
favorables para el mantenimiento de la salud, cuando el organismo es
quebrantado o debilitado por una epidemia reinante, bien sea una enfermedad
aguda contagiosa 45 tal como la viruela, el sarampión, la tosferina, la
escarlatina, la enfermedad de sudor abundante, etc..., o bien un grave
traumatismo, caída, golpe, herida o quemadura extensa, la fractura de un
miembro, o un parto difícil, todos ellos accidentes que lo obligan a quedar en
cama y arruinan sus fuerzas (habitualmente ayudados por drogas alopáticas no
adaptadas y debilitantes), entonces, la Psora sale de su estado letárgico.
Unamos a estas miserias una vida sedentaria, en un alojamiento húmedo y
oscuro, una pena profunda, causada por la pérdida de un ser querido,
vejaciones y mortificaciones diarias que llenan la vida de amargura, la
indigencia, la miseria, la falta de cosas de primera necesidad que debilitan el
ánimo y las fuerzas...

146

Una u otra de las innumerables enfermedades crónicas (psóricas) estalla y se


agrava de vez en cuando, sin apenas remisiones, a menudo hasta llegar al
grado más temible a menos que surjan pronto para el enfermo nuevos
acontecimientos externos favorables que inclinen la enfermedad a seguir un
curso más lento y moderado en sus progresos.

La constitución hereditaria y el temperamento del individuo, el género de vida


adoptado, la disposición del ánimo, a menudo influenciado por la educación,
las insuficiencias orgánicas que predisponen a una menor resistencia,
favorecen la Psora, en las direcciones, la localización y modo de expresión que
va a tomar para manifestarse.

Un carácter gruñón y colérico constituye un factor importante para favorecer


la eclosión psórica, así como el agotamiento que sigue a embarazos continuos,
lactancia muy prolongada, fatigas excesivas, tratamientos con medicaciones
violentas o tóxicas o que no corresponden al caso considerado, la
intemperancia, el libertinaje. Lo repito de nuevo hasta la saciedad, la Psora
Interna es de una naturaleza tan insólita que puede, cuando todo la favorece
permanecer oculta y contenida y dejar al hombre que la encierra el aspecto y
de alguna manera la realidad de la salud durante largos años, hasta que
determinadas situaciones desfavorables para el cuerpo o el espíritu o ambos a
la vez, la sacan de su adormecimiento y favorecen la expansión de sus
semillas.

Vemos entonces cómo la salud manifiesta bruscamente un fallo que ni el


médico ni el enfermo ni su entorno pueden explicarse. Se ve estallar un estado
enfermizo del que no puede descubrirse el origen, estado que el arte alivia y
hace incluso desaparecer, pero cuyo frecuente retorno en un grado cada vez
más marcado, sobre todo al acercarse la primavera, el otoño o el invierno,
retorno que no ha sido favorecido por ninguna falta, es prueba suficiente de
que se ignora por entero su principio. A estas recidivas se oponen nuevos
tratamientos, curas hidrominerales que resultan ser ineficaces o que si actúan
no hacen desaparecer la enfermedad sino que sustituyen por otra incluso más
grave.

Estos choques imprevistos en el curso de la vida, estas circunstancias


adversas que despiertan la Psora Interna dormida hasta entonces (y quizá
desde hace tiempo), estas causas ocasionales que determinan el inicio del
desarrollo, son innumerables.
Su naturaleza es tal que no hay la menor similitud entre ellas y los males
considerables que arrastran poco a poco tras ellas, de manera que no pudiendo
considerarlas como una causa eficiente de las afecciones crónicas
frecuentemente graves que las suceden, nos vemos forzados a atribuirles y a
buscarles una causa profunda fundamental.

Voy a ofrecer a los lectores algunos ejemplos:

147. I.

Una mujer joven considerada de buena salud excepto por una infección
sarnosa contraída en su infancia, tuvo la desgracia de tener un accidente de
coche en el tercer mes de embarazo, en el que fue atropellada. El susto y una
herida leve dan lugar a un parto prematuro. Sin embargo se restableció al
cabo de algunas semanas, en virtud de su robusta juventud. Pero de repente
se entera de que una hermana querida alejada de ella está gravemente
enferma, lo que es suficiente para devolverla al estado del que acababa de
salir; al que se añaden convulsiones y toda una serie de trastornos nerviosos
diversos que la pusieron gravemente enferma.

Sin embargo su querida hermana se restableció, de lo cual la enferma fue


informada, teniendo incluso la dicha de volverla a ver en perfecta salud, pero la
enfermedad no deja de progresar por ello y si aparece alguna mejoría es por
un tiempo muy corto, siguiéndose de recaídas sin causas evidentes. Cada
parto subsiguiente, incluso feliz, cada invierno riguroso o tormentoso le
producen nuevos trastornos, cada vez más graves, o los antiguos parecen
alternar con síntomas más serios aún, si que se pueda comprender cómo el
vigor de la juventud, ayudada por todas las circunstancias externas favorables,
no llevan al restablecimiento de las consecuencias de este aborto y menos aún
cómo la impresión enojosa de una triste noticia no ha podido ser borrada por el
dichoso anuncio de la curación de su hermana y sobre todo por la vista de ésta
última.

Si la causa debe ser siempre proporcional a los efectos, lo que es regla general
en la naturaleza, se concibe mal que después de cesar las influencias
perjudiciales para la salud que implicaron este alumbramiento antes de
término, que tales consecuencias mórbidas puedan no solamente persistir, sino
incluso acrecentarse de año en año, con una salud aparentemente robusta y
en circunstancias de vida inmejorables.

Debemos buscar la causa fundamental en esta psora latente, de la que hemos


hablado antes, pues el aborto accidental no juega aquí más que el papel de
una causa desencadenante.

148. II.
Un negociante, hombre robusto y lleno de salud, con algunos signos cercanos
a ciertos índices psóricos internos -reconocibles únicamente por un observador
ejercitado- se precipita en desgracias que le causan la pérdida de su fortuna y
que le exponen a la bancarrota. Tras estos acontecimientos contrae una
enfermedad grave que continúa evolucionando a pesar de la recuperación de
su fortuna ¡gracias a la herencia de un pariente rico que muere y la ganancia
del premio gordo de la lotería! Esta enfermedad no por ello dura menos,
mantenida por todos los tratamiento médicos posibles, curas hidrominerales
numerosas y se acrecienta año tras año.

III.

Una joven de sanas costumbres, considerada como en perfecto estado de


salud, si se exceptúan algunos signos de la Psora Interna, forzada a un
matrimonio al que no se atreve a negarse y abrumada por la tristeza, cae
enferma. Se debilita y el examen médico no revela nada, ni ninguna afección
venérea. Ninguna droga alopática la alivia y su estado se agrava día a día,
después de un año entero de sufrimiento, la muerte de su esposo detestado,
causa de todos sus males, la libera. Ella se convence, así como sus padres y
amigos, de que habiendo desaparecido la causa de su aflicción se va a
restablecer pronto y va a ser por fin dichosa. En efecto su estado físico mejora
rápidamente, pero imprevisiblemente continúa en un estado enfermizo pese a
su robusta juventud. Se encuentra sujeta a recaídas continuas, sin causa
desencadenante aparente y sobre todo en el mal tiempo. Su estado se va
agravando año tras año.

149. IV.

Una persona honrada cae en manos de la justicia criminal a pesar de su


inocencia por sospechas injustas. Su salud que parecía excelente si se
exceptúan algunos síntomas de Psora Latente, se altera durante los meses que
duran sus angustias morales y contrae, una detrás de otra, diversas
enfermedades. Su inocencia es por fin reconocida y la justicia más
resplandeciente le restituye su reputación. Se debía esperar que este dichoso
evento, abriéndole una vida nueva, pondría fin a sus sufrimientos: en modo
alguno. Su enfermedad crónica continúa, y después de interrupciones más o
menos largas, se agrava más cada año, con exasperaciones penosas, sobre
todo invernales.

V.

Por fin, el facilitado por mi propia experiencia, es de una fractura simple, que
obligó al accidentado a permanecer en cama cinco o seis semanas en el curso
de las cuales se desarrolló una enfermedad crónica seria, de la que la fractura
no fue más que el detonante.
¿No sería razonable pensar que si estos choques traumáticos y emocionales
hubieran sido causa suficiente de estos accidentes mórbidos, el efecto hubiera
debido cesar por completo después de la supresión de la causa? Pero, no por
ello se interrumpen los males; se renuevan y se agravan incluso con el tiempo
y se hace evidente que estas circunstancias enojosas no han podido ser la
causa suficiente de la enfermedad crónica que se ha instalado. Se concibe que
no han sido más que la causa ocasional del desarrollo de un mal hasta
entonces latente en el interior de la economía viva.

La revelación de este enemigo secular, que es tan frecuente, demuestra que


en la mayoría de los casos una enfermedad psórica interna es el verdadero
factor etiológico fundamental de todos estos males, contra los que las fuerzas
de la naturaleza mejor constituida no podrían triunfar y que no son vencidos
más que por el poder del Arte.

150.

Sin embargo, aunque una mejoría en las circunstancias externas detiene el


progreso del mal desencadenado, ninguna de las terapéuticas habituales
conocidas en aquella época conseguía restablecer verdaderamente la salud, de
una manera permanente. Los métodos alopáticos ordinarios con los medios
agresivos coercitivos e impropios que emplean, tales como baños
medicamentosos, curas de ayuno, drogas violentas -a menudo dadas en dosis
masivas- como la digital, la quinina, el yodo, el mercurio, el ácido prúsico y
otras panaceas de la moda, no hacen más que acelerar la muerte, término de
todos los males que los médicos no pueden curar.

Cuando las circunstancias externas adversas que acabo de esbozar sacan la


psora de su estado pasivo, letárgico, la despiertan, la hacen estallar y el
paciente se entrega a un alópata que se cree obligado por su profesión y por
su interés personal a sus visitas y a cambiar constantemente de
medicamentos, asaltándolo sin piedad con una polifarmacia violenta y
perjudicial, que no consigue más que minar su salud y su resistencia. A pesar
de los cambios felices que aparecen en su situación, la enfermedad continúa
de mal en peor.

Se reconoce el despertar de la Psora Interna, de alguna manera reducida al


silencio (gracias a una buena constitución y a circunstancias externas
favorables), por el crecimiento de síntomas que la señalan en su estado
latente, que acabamos de detallar. Y por la manifestación de muchos otros
que varían en razón de las constituciones, de las predisposiciones hereditarias,
de las modificaciones que les han sido imprimidas por la educación, los
hábitos, el género de vida, el régimen, las ocupaciones, el temperamento, la
moral individual, etc...
Cuando la enfermedad psórica se desarrolla bajo la forma de enfermedades
secundarias manifiestas, aparecen los siguientes síntomas: los he sacado de
mis propias observaciones en enfermos que he tratado con éxito. Me aseguré
previamente de que no eran debidos ni a la syphilis ni a la sycosis, y
consecuentemente que no podían pertenecer más que a la Psora, por el
testimonio del enfermo de haber contraído anteriormente una sarna.

151.

He aquí la exposición, con toda modestia. No dudo que otros según su


experiencia podrán aumentar mucho su número.

No quiero olvidarme de resaltar que si entre los síntomas expuestos, los hay
que son totalmente contradictorios -por ejemplo la constipación y la diarrea- la
causa no está más que en las diferencias de constituciones y reacciones
propias de cada enfermo.

Sin embargo, cuando se encuentren síntomas opuestos es porque uno de


aquello se halla más frecuentemente que el otro, y desde el punto de vista
terapéutico es bueno señalar que esa cuestión no constituye un obstáculo a la
curación.

Semiología de la psora manifiesta

I 46

Estado de ánimo

1. - Todo tipo de trastornos del carácter y del ánimo.

«No he observado jamás en mi práctica, ni en ningún establecimiento de


alienados casos de demencias, de melancolía o gran manía que tuvieran otro
origen que la psora, pura o complicada con syphilis (lo que es infrecuente).»

2. - Monomanía suicida (spleen).

«Parece que las observaciones clínicas de esta lesión parcial de la inteligencia,


de los afectos o de la voluntad, traduciéndose por impulsos irresistibles
conducentes al suicidio -de origen puramente psórico- sean aún insuficientes.
Este movimiento del alma es irreprimible y no se acompaña de ningún signo
visible de angustia, y se puede asegurar incluso que los enfermos, teniendo en
apariencia su plena razón, no experimentan nada que se asemeje a la
inquietud.

» Sólo el tratamiento de la Psora puede salvarles, si s que se han observado a


tiempo los signos externos. Digo ‘a tiempo’ porque si la enajenación es llevada
a su más alto grado, tiene como carácter singular que estos enfermos no
comunican a nadie su inquebrantable determinación. Los impulsos depresivos
les llegan por accesos que duran de media a una hora o algunas horas, a
menudo en momentos determinados del día, y, hacia el período terminal, de
una manera cotidiana.

» Es un hecho curioso, digno de ser señalado aquí, que fuera de sus impulsos
suicidas estos enfermos presentan accesos de ansiedad que parecen
independientes de sus ideas suicidas y que se presentan a otras horas. Están a
menudo acompañados de latidos epigástricos, pero durante los mismos no
sienten el deseo de morir.

» Estos accesos de ansiedad, que parecen ser más físicos que mentales,
pueden faltar, mientras que los impulsos de destruirse dominan en su más alto
grado; o bien se repiten más frecuentemente mientras que los pensamientos
de muerte en su mayor parte han desaparecido, gracias a un tratamiento
antipsórico bien hecho. Todo lleva a la conclusión de que estos estados
parecen independientes uno de otro, aunque tengan como punto de partida
común el mismo mal fundamental»: la Psora.

3. - Melancolía.

4. - Melancolía alternando con momentos lúcidos, con demencia o manía.

5. - Depresión moral con palpitaciones y ansiedad nocturna que despiertan a


la enferma (la mayoría de las veces inmediatamente antes de la aparición de
las reglas).

6. - Humor llorón; los enfermos lloran a menudo durante horas enteras, sin
ninguna razón.

«Síntoma más frecuente en el sexo débil. Es necesario considerarlo como


sustitutivo para prevenir y vencer transitoriamente las afecciones nerviosas
más graves.»

7. - Cambios de humor frecuentes, cambios bruscos de la alegría viva e


incluso inmoderada, al abatimiento y la tristeza, por ejemplo, concerniente a su
propia enfermedad o por otras razones sin importancia o con irritabilidad sin
fundamento.

8. - Mal humor frecuente con repugnancia por todo trabajo, acompañado de


aflujo de sangre a la cabeza y opresión.

153.

9. - Ansiedades varias veces en el día (con o sin dolores) o a determinadas


horas fijas, bien de día o de noche. A esto se añade ordinariamente la
agitación con necesidad de moverse y de caminar de aquí para allá, y
frecuentemente transpiración.
10. - Ansiedad por la mañana desde que se despierta.

11. - Ansiedad al anochecer después de acostarse.

«En algunas personas, esta ansiedad provoca transpiraciones profusas. Otras


no sienten más que bocanadas de calor, con palpitaciones generalizadas. La
ansiedad en unos da la sensación de constricción laríngea, con sensación de
sofocación; en otros la circulación parece pararse en los vasos. A veces a esto
se añaden alucinaciones e ideas ansiosas que parecen ser la causa de su
angustia.»

12. - Disposición a asustarse por la menor causa produciendo frecuentes


sudores y temblores.

13. - Fobias diversas: miedo de estar solo, de perder la razón, miedo de


apoplejía, pirofobia, etc.

14. - Gran agitación interior con ansiedad notada sobre todo en abdomen en el
curso de ataques de hemicráneas periódicas.

15. - Agitación con ansiedad en posición tendida en el curso de hemicráneas


periódicas.

16. - Crisis de rabia o de cólera paroxísticas que llegan incluso a la locura


furiosa.

154.

17. - Afectividad e hiperemotividad por astenia.

A las impresiones físicas y morales más ligeras sigue una reacción


desproporcionada a su objeto. No sólo la pena, sino incluso la alegría
conducen a accidentes que no se pueden explicar.

No sólo el recuerdo de una escena viva, sino incluso un relato conmovedor


agitan los nervios provocando ansiedad, trastornos de cabeza, etc... No podría
por ejemplo sumergirse en la lectura de cosas indiferentes, fijar su atención
(por ejemplo en la costura), escuchar con interés un relato indiferente, soportar
una luz viva, oír hablar a varias personas a la vez o alguien que toque o ensaye
música, resonar de campanas, etc., sin sentir reacciones: bien temblores,
escalofríos, dolores de cabeza, adinamia. A menudo también debe evitar en
muchos casos las cosas más triviales: el ejercicio incluso moderado, la
conversación, la menor exposición al frío o al calor, al aire libre, al contacto del
agua, etc... Estos sujetos sienten cualquier cambio de tiempo súbito, incluso
en la habitación; la mayor parte se queja del tiempo tormentoso y húmedo, un
pequeño número de cuando hace seco con buen tiempo; incluso la luna llena o
nueva produce en ellos una influencia desfavorable.
18. - Tensión nerviosa con irritabilidad y susceptibilidad en el curso de
hemicráneas periódicas.

19. - Aversión a cualquier trabajo en personas habitualmente muy activas:


pérdida del gusto por los negocios o, más a menudo, repugnancia por toda
clase de ocupación.

He conocido a una mujer que cada vez que quería hacer la limpieza era presa
de aprensión y angustia con temblores y tal agobio que se veía forzada a
acostarse.

20. - Abulia: no puede controlar sus pensamientos.

21. - Torpeza intelectual, incapacidad para pensar y para cualquier actividad


cerebral.

22. - Ausente, por un momento parece tener la mente en blanco.

23. - Absorta, sentada como si estuviese ausente, distraída.

155. T

24. - Aturdimiento con torpor intelectual, incapacidad para pensar y de


cualquier actividad cerebral.

25. - Aturdimientos al aire libre, como torpe.

26. - Durante las comidas, obnubilación y vértigos con lateropulsión.

27. - Estado de ebriedad después de las comidas.

28. - Vértigos con marcha ebria.

29. - Vértigos rotativos, emetizantes al cerrar los ojos.

30. - Vértigos al girar bruscamente; cae casi boca arriba.

31. - Vértigos como por una sacudida en la cabeza, con lipotimia momentánea.

32. - Vértigos con eructos frecuentes.

33. - Vértigos mirando arriba o abajo incluso sobre un suelo plano.

34. - Vértigos ambulantes en pleno campo y en caminos no protegidos a


ambos lados.

35. - Vértigos con ilusión de la imaginación, de los objetos y de sí mismo; todo


parece o demasiado grande o demasiado pequeño.

36. - Vértigos que conducen al síncope.


37. - Vértigos súbitos con pérdida de conocimiento.

156. T

- Cabeza

38. - Congestión de cabeza (aflujo de sangre hacia la cabeza) con opresión,


frecuente mal humor, repugnancia por cualquier trabajo.

39. - Calor en la cabeza (y en la cara) acompañado frecuentemente de frío en


las manos y en los pies.

40. - Presión fría en el vértex, generalmente con ansiedad.

41. - Cefaleas sordas, por la mañana al despertar y por la tarde, bien


caminando deprisa o alzando la voz.

42. - Cefaleas como si el cráneo se abriera.

43. - Hemicráneas periódicas (de cuatro semanas, o de dos, o de un número


mucho menor de días) agravadas por la luna nueva o llena, seguidas de
excitación emocional, enfriamiento, etc...; dolor presivo o de otro tipo en el
interior o el exterior del cráneo, o dolor tenebrante suborbitario unilateral.

Antes del acceso: Temor al menor ruido, y durante el sueño sacudidas en las
extremidades, rechinar de dientes, sueños ansiosos y despertar sobresaltado.

Durante el acceso: No es raro sufrir una gran agitación interior, con ansiedad
notada sobre todo en el abdomen.

Tensión nerviosa con irritabilidad y susceptibilidad.

Fotofobia, lagrimeo y a veces hinchazón de ojos.

Obstrucción nasal, a veces con enfriamiento, otras veces con calor fugitivo.

Náuseas, a veces con vómitos.

Ausencia de heces o heces frecuentes poco abundantes con urgente


necesidad, como por un susto.

Pesadez en las extremidades, temblor generalizado.

Pies fríos.

Permanece acostado como entumecido o bien se agita con ansiedad.

Estos accesos duran doce, veinticuatro o más horas.

Después del acceso: Tristeza.


Postración.

Sensación de tensión en todo el cuerpo.

157.

44. - Cefalalgias postprandiales.

45. - Cefalalgias periódicas, diarias a horas fijas, por ejemplo: picoteo en las
sienes, que se hinchan y se acompañan de epífora unilateral.

46. - Cefalalgias pulsátiles (por ejemplo frontales), con muchas náuseas, hasta
el punto de no tenerse en pie, con vómitos de la mañana a la noche;
periódicos, cada catorce días o con mayor o menor frecuencia.

47. - Cefalalgias tironeantes; irradiando de la nuca al occipucio o a toda la


cabeza y a la cara que se abotarga; con dolores del cuero cabelludo y
acompañadas a menudo de náuseas.

48. - Cefalalgias; impulsos dolorosos (irradiando a oídos), habitualmente


caminando o sobre todo moviéndose después de las comidas.

49. - Cefalalgias; dolores picoteantes en la cabeza, irradiando a oídos, a veces


con oscurecimiento de la vista.

50. - Cefaleas compresivas suborbitarias, en la noche, que obligan a cerrar los


ojos.

51. - Acúfenos: ruido en la cabeza como una algazara, canturreos, zumbidos,


tintineos, truenos, etc...

52. - «Pityriasis capitis» generalizada, con o sin prurito.

53. - Dermatosis costrosas del cuero cabelludo; con punzadas dolorosas en las
regiones que van a rezumar; las partes húmedas pican mucho; el sincipucio se
vuelve sensible al aire y se forma una adenopatía indurada suboccipital;
piodermitis. «Tinea capitis.»

54. - Cabellos muy secos.

55. - Transpiración de la cabeza; ver síntoma 497.

56. - Calvicie sobre todo frontal; pero también del sincipucio y vértex o placas
de alopecia.

57. - Tumores redondeados, semejando formaciones tuberosas, dolorosas, en


el cuero cabelludo, que aparecen y desaparecen; e incluso en raros casos
llegan a supurar (tumores, ateromas).
58. - Sensación de tensión constrictiva del cuero cabelludo y de la cara.

158. Y

- Ojos y anexos

59. - Oftalmías diversas.

60. - Fotofobia aguda frecuente con más o menos inflamación; el dolor obliga a
cerrar los ojos involuntariamente.

61. - Fotofobia, lagrimeo y a veces hinchazón de los ojos en el curso de


hemicráneas periódicas.

62. - Sensación de frío en los ojos.

63. - «Chemosis.»

64. - «Icterus Sclerorum.»

65. - La esclerótica presenta un tinte gris.

66. - Manchas corneales, con o sin inflamación previa.

67. - Catarata gris.

68. - Blefaritis costrosa.

69. - Párpados pesados, como paralizados o cerrados espasmódicamente,


sobre todo por la mañana; no puede abrirlos durante minutos, a veces horas.

70. - Orzuelos.

71. - Meibomitis.

72. - Canto legañoso.

73. - Lagrimeo de un ojo en el curso de cefalalgias periódicas cada día a la


misma hora.

74. - Fístula lagrimal (en mi opinión siempre de origen psórico).

75. - Imposible fijarse mucho tiempo, todo está tembloroso y los objetos
parecen moverse.

76. - Diplopia.

77. - Poliopsia.

78. - Hemianopsia.
79. - Miodesopsias: rayas, puntos negros (moscas volantes), bandas oscuras,
zonas oscuras delante de los ojos, sobre todo cuando se mira en pleno día.

80. - Vista turbia temporal, como a través de una gasa o una nube.

81. - Oscurecimiento de la vista en el curso de cefalalgias.

82. - Hemeralopia (ambliopía crepuscular).

83. - Amaurosis, hasta la ceguera completa.

84. - Miopía.

85. - Hipermetropía.

86. - Estrabismo.

159. O

- Oídos

87. - Otalgias lancinantes centrífugas, principalmente caminando al aire libre.

88. - Prurito y hormigueo en el conducto auditivo.

89. - Eccema del conducto auditivo externo (sequedad y costras secas sin
cerumen).

90. - Otitis crónica supurada, con pus líquido, ordinariamente fétido.

91. - Pulsaciones en los oídos.

92. - Hiperacusia aguda; el sonido de campanas le hace estremecer, el ruido


del tambor da convulsiones, etc., la percepción de ciertos sonidos es dolorosa.

93. - Paraacusias: murmullos, estremecimientos, aleteos, ruidos de gatos que


escupen, zumbidos, barboteo, canturreos, tintineos, campaneo, estridencias,
tamboreos, rugido de truenos, etc.

94. - Sordera más o menos pronunciada -hipoacusia- con o sin acúfenos


(tinnitus) independiente de las variaciones meteorológicas.

160. N

- Nariz

95. - Hinchazón y enrojecimiento de la nariz entera o del extremo solamente,


frecuente o permanente.

96. - Rágades nasales.


97. - Eflorescencias botonosas de las ventanas de la nariz.

98. - Costras en la nariz (rinitis costrosa).

99. - Enfriamiento con obstrucción.

100. - Rinitis unilaterales, bilaterales o en báscula, con obstrucción objetiva o


solamente subjetiva con vías libres.

101. - Rinitis a veces con escalofríos, otras veces con calor fugitivo, en el curso
de hemicráneas periódicas.

102. - Corizas fluentes frecuentes.

103. - Corizas persistentes o continuas.

104. - Corizas fluentes al menor enfriamiento, por tiempo frío y húmedo.

105. - Corizas fluentes al aire libre, obstructivas en sitios cerrados.

106. - Incapacidad de contraer un resfriado a pesar de la sensación inminente


de una coriza que no llega a declararse, acompañada ésta de trastornos
psóricos importantes.

107. - Obstrucción nasal frecuente, intermitente o persistente.

108. - Secreciones espesas, muco-purulentas, costras elásticas, con


ocasionales secreciones acres.

109. - Rinitis atrófica.

110. - Pólipos de nariz (en general con anosmia), evolucionando a veces hacia
rinofaringe.

111. - Anosmia.

112. - Parosmia y cacosmia, por ejemplo olor a estiércol, etc.

113. - Hiperosmia.

114. - Bajo la nariz y encima del labio superior, formaciones costrosas


permanentes o pequeñas eflorescencias pruriginosas (sicosis, impétigo).

161. F

115. - Palidez de cara en el primer sueño y ojeras azuladas.

116. - Congestiones frecuentes con enrojecimiento y calor de la cara,


acompañada a veces de desfallecimiento y debilidad o ansiedad, con
transpiración de la parte superior del cuerpo; en otros los ojos se enturbian, la
visión se oscurece, el humor se vuelve melancólico; en otros sensación de
cabeza demasiado llena con calor quemante en las sienes.

117. - Tez amarilla.

118. - Tez amarillenta.

119. - Tez amarillo-terosa.

120. - Abotargamiento de la cara en el cuero de cefalalgias tironeantes


occipitales o de toda la cabeza.

121. - Erisipela facial: a veces acompañada de fiebre elevada, con flictenas


pruriginosas, quemantes y picoteantes que se secan y se hacen costrosas.

122. - Algias faciales en mejillas, área zigomática, maxilar inferior, etc.

123. - Algias faciales de los lados de la cara y de la cabeza, punzadas que se


agravan comiendo o hablando, a menudo con adenopatía dolorosa.

124. - Si estos dolores se hacen insoportables y se acompañan de ardor


quemante, se le llama entonces tic doloroso de la cara.

125. - Picoteos y punzadas o sensación de inflamación interna, como por un


absceso, agravadas al tocar, hablando, y sobre todo masticando; la tensión, los
tironeamientos y las punzadas son a veces tan violentas que impiden comer.

126. - Sensación de tensión constrictiva en la cara y cuero cabelludo.

127. - Parotiditis, a menudo con dolores punzantes.

128. - Dermatosis diversas de la barba.

129. - Sicosis de la barba (Tiña tricofítica).

130. - Foliculitis de la barba con prurito.

131. - Labios pálidos.

132. - Labios secos, escamosos, costrosos.

133. - Labios hinchados, sobre todo el superior, a veces con dolores


quemantes, mordientes.

134. - Labios resquebrajados.

162. B

- Boca
135. - Estomatitis aftosa, vesículas o pequeñas erosiones en el interior de los
labios, mejillas y lengua, a menudo muy dolorosas y recidivantes.

136. - Gingivorragias al menor toque.

137. - Dolores «ulcerativos» de las encías, internas y externas.

138. - Picazones royentes gingivales.

139. - Encías pálidas, edematizadas, dolorosas al tocar.

140. - Paradentosis, retracción gingival.

141. - Piorrea.

142. - Lengua cubierta de una capa blanquecina, lisa o áspera.

143. - Lengua de un blanco azulado.

144. - Lengua fisurada en todas las direcciones (lengua escrotal).

145. - Lengua seca.

146. - Lengua húmeda, a pesar de la impresión de sequedad.

147. - Farfullo, tartamudeo o incluso ataques frecuentes de afemia.

148. - Estomatorragias a menudo abundantes.

149. - Sensación de sequedad generalizada o localizada en la boca o en la


faringe al despertarse, sobre todo por la noche o por la mañana; con o sin sed;
la sequedad, muy acentuada, se acompaña a menudo de dolores picoteantes a
la deglución.

150. - Mal aliento, recordando el olor de queso viejo, de chucrut podrido o


semejante a la transpiración fétida de pies.

151. - Ptialismo que se agrava al hablar, sobre todo por la mañana.

152. - Escupe continuamente.

153. - Gusto soso e insípido.

154. - Gusto azucarado, insoportable y casi incesante.

155. - Gusto amargo, sobre todo por la mañana, y a menudo todo el día.

156. - Gusto ácido, sobre todo postprandial, a pesar de un sabor alimenticio


normal, más raramente gusto repugnante, dulzón fuera de las comidas.

157. - Gusto pútrido y fétido.


163. D

- Dientes

158. - Rechinar de dientes durante el sueño.

159. - Rechinar de dientes durante el sueño previo a los ataques de


hemicráneas periódicas.

160. - Caries y afecciones dentarias múltiples, incluso sin odontalgias.

161. - Odontalgias variadas de etiologías muy diversas.

162. - Odontalgias nocturnas tan dolorosas que obligan a levantarse.

- Garganta

163. - Amigdalitis (anginas variadas, tonsilares, faríngeas, etc.).

164. - Catarros faríngeos con mucosidades adherentes obligando a gargagear,


sobre todo por la mañana, pero también a menudo durante el día.

165. - Dolores quemantes en la garganta.

166. - Deglución espasmódica involuntaria.

- Cuello

167. - Adenopatías submaxilares evolucionando a veces hacia una supuración


crónica.

168. - Adenopatías cervicales.

164. E

- Estómago

169. - Frecuentes sensaciones de vacío en el estómago (o abdomen) con


sialorrea.

170. - Disfagia espasmódica, que puede llevar a la muerte por inanición.

171. - Hambre canina, sobre todo por la mañana; necesidad de comer sin
tardanza; si no, desfallecimiento; temblores, hasta el punto de no poder
mantenerse en pie, con necesidad imperiosa de echarse.

172. - Bulimia con borborigmos.


173. - Apetito sin hambre real, con necesidad nerviosa de tragar
precipitadamente cualquier alimento.

174. - Inapetencia con necesidad de comer, por sensación de roimiento, de


torsión, de retorcimiento en el estómago.

175. - Inapetencia por sensación de plenitud en el pecho; al querer comer la


garganta se llena de mucosidades.

176. - Aversión a los alimentos cocidos y calientes, sobre todo la carne, con
deseo casi únicamente de pan negro (con o sin manteca) o de patatas; sobre
todo en la infancia y en la adolescencia.

177. - Sed constante.

178. - Sed por la mañana al despertar.

179. - Eructos frecuentes antes de las comidas, con bulimia.

180. - Eructos post-prandiales de gusto alimenticio, varias horas después de la


comida.

181. - Eructos incompletos provocando esfuerzos espasmódicos del esófago.

182. - Eructos en vacío, sonoros, de aire, incontrolables, a menudo durante


horas, bastante frecuentes, incluso nocturnos.

183. - Eructos emetizantes.

184. - Eructos de gusto rancio (sobre todo después de la ingestión de cuerpos


grasos).

185. - Eructos de gusto pútrido o de moho, por la mañana.

186. - Eructos ácidos bien en ayunas, bien después de comer o sobre todo
después de haber bebido leche.

187. - Pirosis más o menos frecuente; después del desayuno o por el


movimiento.

188. - Gastorrea: regurgitación salivosa después de un dolor calambroide en el


estómago con sensación de debilidad, acompañada de náuseas hasta casi el
desfallecimiento y con sialorrea, incluso nocturna; esto se complica a menudo
con vómitos acuosos, mucosos, con pirosis, sobre todo después de la ingestión
de farináceos, de alimentos flatulentos, de ciruelas secas, etc...

189. - Agravación por las frutas, sobre todo ácidas.


190. - Agravación por el vinagre (por ejemplo en la ensalada u otro alimento
avinagrado).

191. - Náuseas matinales, frecuentemente repentinas.

192. - Náuseas pronunciadas incluso hasta el vómito, por la mañana después


de levantarse, mejoradas por el movimiento.

193. - Náuseas después de alimentos grasientos.

194. - Náuseas por la leche.

195. - Náuseas sin poder tenerse en pie en el curso de cefalalgias pulsátiles.

196. - Náuseas en el curso de cefalalgias tironeantes, occipitales o de toda la


cabeza.

197. - Náuseas a veces con vómitos y vómitos en el curso de hemicráneas


periódicas.

198. - Vómitos por la mañana y la tarde en el curso de cefaleas pulsátiles.

199. - Vómitos post-prandiales.

200. - Hematemesis.

201. - Hipo después de haber comido o bebido.

202. - Epigastrio hinchado y sensible al tocar.

203. - Sensación de frío epigástrico.

204. - Latidos y pulsaciones gástricas, incluso en ayunas.

205. - Durante las comidas, obnubilación y vértigos con lateropulsión.

206. - Transpiración durante las comidas.

207. - Ansiedad con transpiración después de comer; en algunos casos estos


síntomas se acompañan de dolores irregulares; por ejemplo, dolores
pinchantes en los los labios, cólicos, opresión, pesadez de espalda, en la
región lumbo-sacra, hasta la náusea. Estos síntomas cesan desde el momento
en que aparece el vómito. En algunos casos estas ansiedades post-prandiales
llegan a ser tan violentas que llevan al paciente al suicidio por estrangulación.

208. - Estado de embriaguez después de las comidas.

209. - Lasitud y somnolencia, después de las comidas; el enfermo se suele


acostar y dormir.
210. - Peso y sudores en estómago, epigastrio, después de las comidas, casi
como en la pirosis.

211. - Pirosis después de las comidas.

212. - Meteorismo, después de las comidas, acompañado a veces de fatiga de


las extremidades.

213. - Cefalalgias después de las comidas.

214. - Palpitaciones después de las comidas.

215. - Mejoría de muchos males, incluso no localizados en el estómago,


después de las comidas.

216. - Por la noche después de la más ligera comida, sensación de calor en la


cama, y al despertar por la mañana gran postración sin ningún deseo de
realizar su deposición habitual.

217. - Calambres en el estómago; dolores epigástricos como una contracción,


en general poco después de haber comido.

218. - Calambres en el estómago, a menudo con opresión, incluso en ayunas,


despertándoles a veces por la noche.

219. - Gastralgia, sobre todo después de bebidas frías, como una crispación, a
menudo acompañada de vómitos acuosos y mucosos.

220. - Gastralgia con sensación de excoriación, como de una herida, después


de alimentos, incluso los los más inofensivos.

221. - Presión epigástrica o en el estómago como una piedra, muchas veces


con opresión, incluso en ayunas, despertándole a veces por la noche.

222. - Presión en el estómago, incluso en ayunas, pero sobre todo después de


cualquier alimento: particularmente después de pan moreno, frutas, verduras
crudas y ensaladas, embutidos, pepinillos, etc., estos alimentos producen a
veces, aun en pequeña cantidad, dolores, punzadas en los los dientes,
adormecimiento de mandíbulas, abundantes mucosidades en la garganta o
cólicos, etc.

223. - Presión como por una piedra hacia el epigastrio con malestares
seguidos de vómitos.

165. A

- Abdomen
224. - Obstrucción flatulenta ocasionando múltiples desórdenes por ejemplo,
tironeos en las extremidades, sobre todo inferiores, o dolores espasmódicos en
epigastrio o en los flancos, etc.

225. - Hinchazón de vientre, con sensación de plenitud abdominal, sobre todo


post-prandial; a menudo el gas empuja hacia arriba.

226. - Hinchazón de vientre, con expulsión inodora de gran cantidad de gas,


sobre todo por la mañana, sin ningún alivio; o emisión abundante de gases
extremadamente fétidos.

227. - Hinchazón epigástrica día y noche, con eructos y a menudo pirosis o


vómitos.

228. - Gorgoteos abdominales, a veces localizados en el flanco izquierdo,


aumentando con la inspiración y disminuyendo con la espiración.

229. - Desagradable sensación de vacío, incluso después de haber comido;


alternando a veces con calambres.

230. - Sensación de constricción como una banda que parte de la parte baja
de la espalda hasta mesogastrio después de constipación desde hace algunos
días.

231. - Bajo las costillas falsas, tensión y presión (en los hipocondrios) que
oprimen, provocan ansiedad y llevan a la melancolía.

232. - Hernias inguinales, a veces dolorosas, cantando o hablando.

233. - La psora interna es casi siempre la causa de hernias inguinales


congénitas o adquiridas, salvo en los raros casos resultantes de traumatismos
directos de las regiones herniadas, así como las hernias de esfuerzo aparecen
con ocasión de un gran susto que obliga a un esfuerzo sobrehumano para
levantar o mover una gran carga.

234. - Presión hacia bajo-vientre, como por una piedra.

235. - Dureza en el bajo-vientre.

236. - Sensación de frío unilateral, de un flanco, durante los cólicos.

237. - Constricción dolorosa en la parte alta del abdomen, bajo las costillas.

238. - Cólicos por gases incarcerados que van hacia la parte alta con
sensación de plenitud abdominal.

239. - Cólicos, especialmente en los niños, sin diarrea, sobre todo por la
mañana, pero también a veces día y noche.
240. - Cólicos unilaterales en los costados o en las regiones ilíacas, irradiando
ocasionalmente al muslo del mismo lado y al recto.

241. - Dolores cortantes rectales durante la defecación.

242. - Cólicos espasmódicos (sin ningún síntoma inflamatorio).

243. - Hipocondrio doloroso al tacto, por el movimiento e incluso en reposo.

244. - Hepatitis diversas.

245. - Hígado sensible y doloroso al tacto.

246. - Hepatalgia: con sensación de presión y tensión.

247. - Hepatalgia: dolores punzantes agravados agachándose bruscamente.

166.

248. - Adenopatía inguinal con tendencia supurativa.

249. - Ausencia de deposiciones en el curso de hemicráneas periódicas.

250. - Constipación a menudo durante varios días con necesidades no


satisfechas.

251. - Deposiciones muy oscuras y secas, como quemadas.

252. - Escíbalos como excrementos de cabra.

253. - Heces con cintas de moco; mucomembranosas y a veces con rastros de


sangre.

254. - Heces mucosas (hemorroides blancas).

255. - Heces mixtas, primero duras, dificultosas, después blandas diarréicas.

256. - Heces muy pálidas, blanquecinas.

257. - Heces grises.

258. - Heces arcillosas.

259. - Heces verdes.

260. - Heces de olor infecto, ácido.

261. - Heces frecuentes, poco abundantes, con necesidades urgentes, como


por miedo en el curso de hemicráneas periódicas.
262. - Diarreas crónicas, durante meses, años, sobre todo matinales,
precedidas de borborigmos.

263. - Diarreas intermitentes, que pueden durar varios días, con cólicos.

264. - Diarreas tan agotadoras que el enfermo llega a no poder caminar solo.

265. - Postración repentina después de la deposición: sobre todo si es blanda y


abundante. Esta postración se siente sobre todo en el epigastrio y se
acompaña de agitación ansiosa, a veces con escalofrío en el abdomen o en el
sacro, etc.

266. - Hemorroides ano-rectales sangrantes después de la defecación,


permaneciendo largo tiempo dolorosas.

267. - Mariscas internas o externas, dolorosas o indoloras, exudando


frecuentemente una secreción viscosa.

268. - Fístulas anales: la psora interna es casi siempre la causa, sobre todo si
el sujeto es sedentario, sigue un régimen especiado, abusa de bebidas
alcohólicas, de purgantes y practica la sodomía.

269. - Bocanadas congestivas y opresión durante la hemorragia anal.

270. - Pólipos de recto.

271. - Helmintiasis; teniasis, lombrices, oxiuros.

272. - Prurito y hormigueo rectal, con o sin oxiuros.

273. - Prurito y enrojecimiento ano-perineal.

167. U

- Sistema urinario

274. - Presión sobre la vejiga que obliga a orinar inmediatamente después de


haber bebido.

275. - Polaquiuria nocturna, debe levantarse varias veces por la noche,


nicturia.

276. - Vejiga débil, sensación de presión, no puede retener mucho tiempo la


orina.

277. - Incontinencia de orina, tosiendo, estornudando, riendo, caminando.

278. - Enuresis durante el sueño.

279. - Goteo prolongado después de haber orinado.


280. - Retención de orina dolorosa (en la infancia y en la vejez).

281. - Retención de orina por el frío (estando transido).

282. - Retención de orina por hinchazón hipogástrica.

283. - Estrechamientos espasmódicos de la uretra, peor por la mañana; chorro


de orina como un hilo; chorro bífido, chorro irregular, a menudo a largos
intervalos por espasmo vesical.

284. - Estenosis uretral con cistitis.

285. - Fístulas urinarias; como las estenosis, siempre tienen una etiología
psórica o, en casos raros, psoro-sicótica.

286. - Ardores o a veces dolores cortantes al orinar, en la uretra y el cuello


vesical.

287. - Durante la micción, malestar, ansiedad y a veces agotamiento.

288. - Poliuria seguida de postración súbita.

289. - Diabetes en sus diversas formas clínicas: tratadas por métodos


alopáticos conducen en muchos casos a la caquexia diabética y gradualmente
a la muerte: son casi siempre debidas a una psora interna.

290. - Diabetes sacarina: poliuria con orina blanquecina, de olor y sabor


dulzón, acompañada de adinamia, adelgazamiento y polidipsia.

291. - Orinas turbias: como suero al emitirla.

292. - Orinas de un amarillo oscuro.

293. - Orinas marronáceas.

294. - Orinas negruzcas.

295. - Orinas con pequeños coágulos de sangre o incluso hematuria completa.

296. - Orinas con arenilla roja de cuando en cuando.

297. - Orinas claras que depositan sedimentos bastante rápido, después de la


micción.

298. - Orinas de olor acre y penetrante.

168. P

- Aparato genital masculino

299. - Hipertrofia prostática.


300. - Induración de próstata.

301. - Porstatorrea después de la micción y sobre todo después de la


defecación por una deposición un poco dura (en algunos casos el escurrimiento
prostático es casi continuo y en ocasiones causa una consunción progresiva).

302. - Poluciones nocturnas demasiado frecuentes, una, dos, tres veces por
semana e incluso cada noche; en los jóvenes de buena salud y castos no se
producen naturalmente más que cada doce o quince días sin ningún
inconveniente, procurando incluso una sensación de sosiego, vigor, bienestar y
ánimo.

303. - Poluciones nocturnas, si no frecuentes, al menos generando


rápidamente secuelas enojosas:

- Pérdida de la vivacidad de la imaginación.

- Pérdida de la memoria.

- Obnubilación intelectual.

- Abatimiento.

- Humor taciturno.

- Depresión moral.

- Debilidad de la vista.

- Anorexia y dispepsia.

- Tendencia a la constipación con accesos congestivos en la cabeza, en el ano,


etc.

304. - Espermatorrea a la menor excitación y a menudo sin erección.

305. - Sacudidas breves y dolorosas en los músculos lisos del pene.

306. - Priapismo frecuente y prolongado, sin eyaculación.

307. - Erecciones incompletas a pesar de las excitaciones más voluptuosas.

308. - Falta de eyaculación, a pesar del estado de erección o de un coito


prolongado; por el contrario espermatorrea en poluciones nocturnas o en la
orina.

309. - Los testículos, durante la copulación en lugar de quedar elevados,


quedan más o menos ptósicos.

310. - Hidrocele.
311. - Sarcocele (uni o bilateral).

312. - Atrofia testicular (uni o bilateral).

313. - Dolores contusivos de un testículo.

314. - Dolores tironeantes en no de los cordones espermáticos o en un


testículo.

315. - Prurito escrotal, con o sin eccema.

316. - Satiriasis insaciable con tez plomiza y complexión enfermiza.

317. - Anafrodisia, intermitente o definitiva.

318. - Impotencia con imposibilidad de excitación venérea, el corpus penis


está fláccido y péndulo, más a menudo que el glande, que está frío al tacto,
cianósico o blanquecino.

319. - Impotencia sin razón anatomo-patológica.

320. - Ausencia de erecciones (impotencia erigendi), de eyaculaciones


(impotencia generandi), o de deseo sexual.

321. - Esterilidad sin lesión congénita de los órganos genitales: impotencia


coeundi, oligoastenospermia y azoospermia.

322. - Transpiración de partes genitales (ver síntoma 501).

169. M

- Aparato genital femenino

323. - Ninfomanía insaciable con tez plomiza y complexión enfermiza.

324. - Anafrodisia intermitente o definitiva.

325. - Las ninfas están fláccidas y arrugadas, la vagina casi insensible y


habitualmente seca; a veces alopecia total o parcial del vello pubiano.

326. - Frigidez con falta de orgasmo.

327. - Esterilidad sin lesión congénita de los órganos genitales por


menorragias o metrorragias a veces persistentes:

- Reglas demasiado pálidas o demasiado acuosas.

- Hipomenorreas.

- Leucorreas abundantes.
- Tumores anexiales.

- Atrofia mamaria o tumores fibro-quísticos de la mama.

- Frigidez.

- Genitales externos dolorosos y sensibles.

328. - Menarquias retardadas hasta después de los quince años o más; o


después de una o dos tentativas de reglas, amenorrea durante meses y años,
acompañada de anemia con palidez terrosa y abotargamiento de la cara,
opresión, frialdad, abatimiento general, pesadez de piernas con edema
maleolar, etc.

329. - Hipomenorrea, flujo de un día, de algunas horas o casi inexistente.

330. - Más raramente, reglas retardadas y abundantes, provocando gran fatiga


y muchos otros trastornos.

331. - Reglas demasiado cercanas, cada veintiuno o incluso cada quince días.

332. - Reglas difíciles de establecer.

333. - Reglas intermitentes.

334. - Menorragias durante semanas enteras, intermitentes o continuas,


precedidas de trastornos del sueño, sueños ansiosos, sueño frecuentemente
interrumpido por tufaradas congestivas, palpitaciones, nerviosismo, etc.
Estado que se acompaña frecuentemente de edema de la cara, manos y pies,
dolores constrictivos del tórax y cortantes de abdomen, numerosos y variados
trastornos neurasténicos, hipersensibilidad general o localizada en algunos
órganos de los sentidos, etc...

335. - En caso de fuertes menorragias hay frecuentemente dolores lancinantes


unilaterales en las regiones ilíacas e inguinales, irradiando a veces a recto y
muslo del mismo lado; estos dolores impiden a la enferma orinar, o sentarse, y
dejan una sensación de bajo-vientre dolorido.

336. - Flujo pálido y líquido.

337. - Flujo menstrual formado por coágulos marronáceos.

338. - Menorreas muy fétidas.

339. - Reglas prolongadas, cinco, seis, ocho días o más, e intermitentes


(menometrorragias).
340. - Durante las reglas numerosos malestares: lipotimias, cefalalgias (sobre
todo lancinantes), cólicos uterinos, sacralgias. Estas enfermedades obligan a
acostarse; a veces, a vomitar, etc...

170.

341. - Leucorreas premenstruales.

342. - Leucorreas post-menstruales (que son más frecuentes).

343. - Leucorreas inter-menstruales continuas.

344. - Leucorreas con hipomenorreas o amenorreas (las leucorreas vicariantes


reemplazan entonces las reglas).

345. - Leucorreas lechosas.

346. - Leucorreas mucosas blanquecinas.

347. - Leucorreas mucosas amarillentas.

348. - Leucorreas acres, a veces como una serosidad acuosa y fétida, icorosa.

349. - Leucorreas sintomáticas acompañadas de numerosos trastornos


concomitantes como los siguientes:

- Manifestaciones histéricas variadas, melancolía, epilepsia, demencia, etc.

- Prurito genital, intértrigo entre muslos y genitales externos, sobre todo


caminando.

- Leucorreas a chorro, a menudo precedidas de dolores excavantes en la


región ilíaca o de ardores de estómago, bajo-vientre, vagina o dolores
lancinantes vaginales o del cuello uterino, calambres uterinos con dolores
gravativos, a veces precedidos de sacralgias violentas, de flatos incarcerados
dolorosos, etc...

- Sintomatología anunciadora de posible tumor maligno uterino 47.

350. - Secreciones genitales nocturnas con sueños voluptuosos.

351. - Espasmos uterinos como durante el parto, obligando a menudo a


acostarse, frecuentemente con súbita distensión abdominal sin flatulencias.

352. - Sensación de accesos gravitativos hacia las partes genitales como por
un pro-lapso, seguido de dolores magulladores de todas las extremidades
(como en la gripe), con entumecimiento, obligando a pendiculaciones.

353. - Pólipos uterinos.


354. - Varices genitales.

355. - Menopausia prematura, brusca, acompañada de diversas


incomodidades.

356. - Partos prematuros.

357. - Trastornos del embarazo:

- Gran astenia, desfallecimientos, manifestaciones histéricas diversas, náuseas


y vómitos frecuentes.

- Varices en extremidades inferiores y a veces de la pudenda, con


tromboflebitis, etc.

171. V

- Laringe

358. - Ronquera, en cuanto se intenta hablar, obligándole a toser y a gargajear


para aclarar la voz.

359. - Ronquera o incluso afonía al menor enfriamiento.

360. - Ronquera o afonía crónica.

361. - Ronquera con catarros frecuentes o continuos de las vías respiratorias.

362. - Laringo-traquetis catarrales crónicas.

363. - Las laringitis pseudo-membranosas (crup) no se declaran más que en


niños afectados de Psora Latente.

364. - Las laringitis crónicas purulentas de las vías respiratorias evolucionan


hacia tuberculosis (laríngea, traqueal, pulmonar).

- Tos y pulmones

365. - Tos; a menudo por irritación y cosquilleo laríngeos, atormentadora


llegando hasta la transpiración profusa de la cara (y de las manos).

366. - Toses emetizantes, sobre todo mañana y noche; no cesan más que
después de los vómitos.

367. - Tos que se termina cada vez con el estornudo.

368. - Tos sobre todo por las noches después de meterse en la cama y
siempre si se acuesta cabeza abajo, con los ojos cerrados.
369. - Tos que despierta después del primer sueño.

370. - Tos principalmente nocturna.

371. - Tos matutina, sobre todo después de despertar.

372. - Tos con agravación post-prandial.

373. - Tos a cada inspiración profunda.

374. - Tos desgarradora en ocasiones con dolor en la punta de costado o en


los flancos.

375. - Tos seca.

376. - Tos espasmódica, paroxística; el enfermo tiene deseos súbitos de toser,


pero no puede por la apnea, llegando casi hasta la sofocación, acompañada de
cianosis y abotargamiento de la cara, constricción faríngea impidiendo tragar
ni una gota de agua; estado que puede durar ocho a diez minutos, cesando al
fin por eructos liberadores.

377. - Tos seguida de expectoraciones muco-purulentas amarillentas, con o sin


hemoptisis.

378. - Las formas ulcero-caseosas de la tuberculosis son casi siempre psóricas;


incluso en las enfermedades profesionales en que estas formas parecen haber
sido determinadas por vapores de mercurio o de arsénico.

379. - Las neumonías y pleuresías agudas deben ser consideradas como


exacerbaciones de la psora latente; tratadas por sangrías intempestivas
evolucionan frecuentemente hacia la tuberculosis pulmonar.

380. - Tos con expectoración mucosa sobreabundante, acompañadas de


adinamia progresiva (tabes mucosa).

381. - Algias lancinantes agudas en el pecho, a veces insoportables sin fiebre,


tan violentas a cada inspiración que es imposible toser.

382. - Dolores caminando como si el pecho fuera a saltar.

383. - Dolores compresivos en el pecho por la inspiración profunda y


estornudando.

384. - Algias ardientes en el pecho.

385. - Constricción torácica un poco dolorosa, produciéndose en general por


accesos a lo largo de la noche, provocando un estado de mal humor si se
prolonga.
172.

386. - Dolores en punta de costado frecuentes, con o sin tos.

387. - Pluresía aguda, febril, obligando a guardar cama, con cefaleas,


expectoración teñida de sangre y dolores costales, haciendo la inspiración casi
imposible.

388. - Respiración dificultosa.

389. - Opresión por cualquier movimiento, con o sin tos.

390. - Opresión sobre todo estando sentado.

391. - Opresión al exponerse al aire, opresión que corta la respiración al


exponerse al aire.

392. - Asma con respiración disneica, ruidosa, incluso a veces silbante.

393. - Asma sofocante, sobre todo después de medianoche; el enfermo se ve


obligado a sentarse, apoyarse sobre las manos, doblado en dos, a veces
incluso a salir de la cama para abrir la ventana o ir al aire libre, etc... Está con
palpitaciones; luego sobrevienen eructos y bostezos; por fin el acceso se
disipa, con o sin tos y expectoración.

394. - Asma con accesos que duran varias semanas.

395. - Transpiración axilares; ver síntoma 98.

- Corazón

396. - Palpitaciones ansiosas sobre todo nocturnas.

397. - Palpitaciones post-prandiales.

398. - Angina de pecho, apnea, algias, lancinantes en el pecho a la menor


caminata, sobre todo subiendo, obligándolo a pararse.

399. - Respiración dificultosa, no caminando sino por cualquier movimiento de


los miembros superiores.

173. H

- Mamas y tórax

400. - Erisipela mamaria unilateral (sobre todo en el curso de la lactancia).

401. - Atrofia mamaria con retracción de los pezones.


402. - Hipertrofia mamaria con retracción de los pezones.

403. - Induración mamaria progresiva localizada, unilateral, con punzadas.


Las numerosas variedades de cáncer de mama ¿tienen verdaderamente otro
origen que la Psora Interna?

404. - Dermatosis peri-mamilares, pruriginosas, supurantes, costrosas


(eccema).

- Espalda

405. - Sensación de un peso sobre los hombros.

406. - Rigidez con dolores pinchantes y lancinantes en la nuca y en la región


lumbo-sacra.

407. - Presión entre los omóplatos.

408. - Disposición a lumbagos.

174. XZ

-Extremidades

409. - Dolores reumáticos tironeantes, tensivos (y desgarrados) en los


miembros (musculares o articulares).

410. - Dolores periósticos, tironeantes y presivos, de localizaciones variadas,


sobre todo en el periostio de los huesos largos. Las partes afectadas están
dolorosas al tacto, como contusas.

411. - Dolores artríticos gotosos con articulaciones inflamadas, rojas y


calientes, hipersensibles al tacto y al contacto del aire; los dolores son
desgarrantes o raspantes, afectan al carácter, que se hace susceptible e
irritable.

- Exacerbación diurna y nocturna de los dolores.

- Después de cada acceso inflamatorio, las articulaciones de la mano, rodilla,


pies, dedos gordos del pie, son el asiento de un adormecimiento doloroso e
insoportable, con debilidad del miembro afectado, bien por el movimiento, bien
apoyado el pie en el suelo.

412. - Tumefacción mono o poliarticular permanente con dolor por la flexión.

413. - Hinchazón y rigideces articulares.


414. - Rigideces articulares, con movimientos difíciles y dolorosos y sensación
de contracción ligamentosa, por ejemplo, del tendón de Aquiles, apoyando el
pie en el suelo; en tobillos, en rodillas; estas rigideces pueden ser pasajeras
-contracción (levantándose después de haber estado sentado)- o permanentes
-contracturas.

415. - Artralgias por los movimientos, por ejemplo de la articulación escapulo-


humeral al elevar el brazo y tibio-tarsiana posando el pie en el suelo como si
los huesos se fuesen a quebrar.

416. - Calambres aislados, recidivantes sin causa apreciable, y que no hacen


más que aumentar su frecuencia.

417. - Retracción espasmo-progresiva de los flexores.

418. - Contractura de los flextores-tetania.

419. - Crujidos y chirridos articulares por el movimiento.

420. - Crujidos articulares que no cesan de aumentar, al menor movimiento


con una sensación desagradable en la articulación.

175.

421. - Distorsiones articulares frecuentes, sobre todo en los tobillos, puños y


dedos pulgares.

422. - Distorsiones articulares tan frecuentes que terminan en luxaciones, por


ejemplo articulaciones tibio-tarsianas o escapulo-humerales, etc.

423. - Luxaciones espontáneas por movimientos en falso, por ejemplo, el


hombro, o por pasos en falso en el tobillo.

424. - Las luxaciones congénitas de la cadera dependen todas de la psora.

425. - Frío en las manos y pies bastante frecuente, con calor en la cabeza (y
en la cara).

426. - Pies fríos en el curso de hemicráneas periódicas.

427. - Entumecimiento de manos, dedos (dedos muertos) o del pie; se produce


una vaso-constricción con palidez de los tegumentos, insensibilidad, miembros
helados, a menudo durante horas enteras, sobre todo por el tiempo frío (el
frotamiento con un trozo de zinc, descendiendo hacia el extremo de los dedos
de las manos o de los pies alivia en general rápidamente este síntoma pero
sólo de forma paliativa).
428. - Entumecimiento progresivo de los miembros, que reaparece con la
menor ocasión, por ejemplo acostado con la cabeza sobre un brazo, sentado
cruzando las piernas, etc...

429. - Accesos de pesadez repentina de extremidades superiores o inferiores.

430. - Pesadez en las extremidades en el curso de hemicráneas periódicas.

431. - Paresia indolora, bien súbita y pasajera, bien lenta y progresiva de un


brazo, de una mano, de una pierna.

432. - Eritema pernio de los dedos de manos y pies con ardor pruriginoso y
punzadas (esto incluso fuera del invierno).

433. - Transpiración: ver nº 496, 500, 501.

176. X

- Miembros superiores

434. - Hinchazones articulares de los dedos con dolores presivos al tocar y al


flexionar.

435. - Algias lancinantes en los dedos, que se hacen cortantes en los casos
muy crónicos.

436. - Espina ventosa.

437. - Panadizos en los dedos.

438. - Flebectasias de miembros superiores (incluso en el hombre), a menudo


con dolores desgarrantes (sobre todo en tiempo tormentoso) o simplemente
pruriginosos.

- Miembros inferiores

439. - Inseguridad articular de las rodillas.

440. - Dolores cortantes tibio-tarsianos apoyando el pie en el suelo.

441. - Dolores lancinantes en los talones (talalgias) y la planta de los pies,


apoyando los pies en el suelo.

442. - Ardores plantares, sobre todo por la noche por el calor del colchón de
plumas.

443. - Algias lancinantes en los dedos de los pies, que llegan a hacerse
cortantes en los casos muy crónicos.
444. - Aneurismas: no parecen tener otro origen que la Psora.

445. - Varices de miembros inferiores, a menudo con dolores desgarrantes


(sobre todo en tiempo tormentoso) o simplemente prurito.

446. - Ulceras varicosas de miembros inferiores, sobre todo de los maleolos o


directamente por encima de ellos:

- El fondo presenta dolores mordientes como por sal.

- Los bordes son dolorosos, con prurito y sensación corrosiva.

- La periferia está curtida y cianótica y en la proximidad se puede observar


vasos flebectásicos.

- Dolores desgarrantes sobre todo nocturnos, por tiempo tormentoso y


lluvioso.

- Estas úlceras pueden complicarse con erisipela tras sustos o vejaciones, y


acompañadas de calambres en las pantorrillas.

447. - Callos con dolores espontáneos ardientes y lancinantes, incluso con


zapatos anchos.

448. - Inseguridad tibio-tarsiana.

449. - Los niños caen fácilmente sin razón evidente.

450. - En el adulto pueden ceder los pies por debilidad repentina de


extremidades inferiores, caminando.

451. - Pérdida repentina de las fuerzas, caminando al aire libre, con sensación
de debilidad notada sobre todo en las piernas; a veces este malestar afecta al
epigastrio con sensación de vacío que corta las fuerzas, dejando al enfermo
tembloroso, y le obliga a echarse de inmediato.

177. S

- Sueño

452. - Bostezos y cabezadas casi continuas.

453. - Somnolencia diurna, más particularmente después de haberse sentado,


sobre todo después de las comidas.

454. - Somnolencia post-prandial, obligando al sujeto a acostarse y dormirse.

455. - Adormecimiento dificultoso por la noche en la cama, frecuentemente


varias horas.
456. - Sueño superficial (duermevela).

457. - Insomnios por sensación de calor ansioso, que obliga al sujeto a


levantarse y caminar en la habitación.

458. - Insomnio o sueño superficial desde las 3 horas de la mañana.

459- Por la noche alucinaciones hipnagógicas de toda clase de imágenes


fantásticas y figuras que hacen muecas en cuanto cierra los ojos.

460. - Fantasmas raros, terroríficos al dormirse, obligándole a levantarse y


pasear largo tiempo en la habitación.

461. - Sueños muy vivos como si fuesen reales.

462. - Sueños angustiosos.

463. - Sueños espantosos.

464. - Sueños coléricos.

465. - Sueños tristes.

466. - Sueños sexuales.

467. - Sueños ansiosos con despertar sobresaltado antes del acceso de


hemicránea periódica.

468. - Pesadillas con impresión de peso y sofocación durante el sueño.

469. - Pesadillas; es despertado por la noche por un sueño angustiante con tal
estupor que no puede ni moverse, ni pedir socorro, ni incluso hablar y si
intenta moverse tiene dolores horrendos como si estuviese desgarrado; estos
sueños penosos pueden renovarse varias veces en la noche, sobre todo en los
sedentarios.

470. - Habla y grita durmiendo.

471. - Durante el sueño, sacudidas de las extremidades, antes del acceso de


hemicránea periódicas.

472. - Durante el sueño, rechinar de dientes antes del acceso de hemicránea


periódica.

473. - Sonambulismo.

474. - Dolores variados insoportables, por la noche.

475. - Sed nocturna con boca y garganta secas.


476. - Polaquiuria nocturna.

477. - Sueño no reparador, se levanta más cansado que al acostarse.

478. - Al despertar por la mañana está como obnubilado, entumecido, con la


impresión de no haber dormido bastante; este estado no desaparece hasta
después de haberse levantado, y son necesarias horas enteras para recobrar
sus sentidos.

479. - Despertar lleno de vigor a pesar de una noche muy agitada.

480. - Despertar sobresaltado antes del acceso de hemicránea periódica.

178. W

- Escalofríos y fiebres

481. - Escalofríos todas las noches.

482. - Escalofríos con fiebre todas las noches, uñas cianóticas.

483. - Sensación dolorosa de frío en ciertas partes del cuerpo.

484. - Frío frecuente o continuo, bien general, bien unilateral o regional en las
manos; pies con imposibilidad de calentarse por la noche.

485. - Bocanadas de calor frecuentes, ascendentes, frecuentemente con


enrojecimiento de la cara.

486. - Bocanadas de calor estando inactivo o por el menor movimiento, a


menudo incluso hablando, con o sin transpiración.

487. - Bocanadas de calor en ocasiones con pulsaciones en todos los vasos (a


menudo con cara pálida y sensación de desfallecimiento).

488. - Tufaradas congestivas en la cabeza.

489. - Tufaradas congestivas en el pecho.

490. - Fiebre con tufaradas congestivas en la cabeza por la noche, con


escalofríos ocasionales; las mejillas están rojas y febriles.

491. - Fiebres intermitentes tan variadas de tipo como de duración y forma


cotidiana, terciana, cuartana, quintana, septana, cuando no reinan en la
comarca ni epidémica 48 ni endémicamente.

492. - Fiebre intermitente alternando algunas semanas con una dermatosis


pruriginosa y húmeda, que desaparece para dar lugar a la fiebre y reaparece
enseguida, etc..., durante años.
179. R

- Transpiración

493. - Transpiración general profusa, al menor movimiento.

494. - Transpiración general profusa, por accesos, incluso en reposo.

495. - Transpiración durante las comidas.

496. - Transpiración post-prandial, con ansiedad a veces tan aguda que


conduce al enfermo al suicidio por estrangulación.

497. - Transpiración diaria, por la mañana al despertar, durante años,


frecuentemente de olor ácido o picante, como de vinagre fuerte.

498. - Transpiraciones regionales, bien sean unilaterales o bien en la parte


superior del cuerpo o de las extremidades inferiores.

499. - Transpiraciones diarias de la cabeza, por la noche en el transcurso del


primer sueño: manifestación característica de los niños psóricos.

500. - Transpiración copiosa de axilas, de color rojizo, de olor a cebolla o


cabruno.

501. - Transpiración profusa de partes genitales.

502. - Transpiración casi constante de manos.

503. - Transpiración casi constante por la menor caminata de los pies, de la


planta, del talón, de los dedos, a veces profusa, en general muy fétida,
reblandeciendo la piel hasta la excoriación.

504. - Anhidrosis, incluso por ejercicio y por calor, bien general o local con piel
muy seca, áspera, furfurácea, principalmente en las manos, lado externo de
brazos, piernas e incluso la cara (xerodermia pilosa).

180. U

- Piel

505. - Dermatosis pruriginosa y húmeda, alternando algunas semanas con una


fiebre intermitente, durante años; neurodermitis.

506. - Numerosas y variadas dermatosis:

1. - Eritemas, manchas secas al tacto, ligeramente salientes y ardientes.

2. - Eritema pernio, incluso fuera del invierno, en los dedos de las manos y de
los pies, pruriginoso, quemante, punzante.
3. - Urticaria.

4. - Pápulas indoloras, en la cara, pecho, espalda, brazos y muslos.

5. - Vesículo-pústulas aisladas acompañadas de un prurito voluptuoso, con


ardores quemantes después de rascarse, pasajeras, sin localización fija o más
particularmente en los dedos, teniendo toda la apariencia de una sarna
primitiva (dishidrosis o sarna).

6. - Flictenas serosas como en las neurodermitis y en las dermatitis alérgicas


dermatitis primulares, dermatitis de los prados.

7. - Dermatosis eritemato-escamosas en machas:

- Dermatomicosis.

- Eccema marginado de Hebra.

- Pie de atleta.

- Herpes circinado.

- Eritrasma, etc..., formado por manchas rojizas más o menos grandes, secas o
rezumantes, con prurito voluptuoso seguido de ardores quemantes después del
rascado.

- Las manchas están dispuestas en ronda de hechicero, con tendencia a


extenderse a la periferia, mientras que en el centro desaparece el exantema, la
piel se vuelve lisa y reluciente (micosis). Los herpes rezumantes de las piernas
se llaman Salt Rheum.

8. - Costras salientes, redondas, rodeadas de una aureola eritematosa,


indolora, con frecuentes punzadas en las partes vecinas, aún indemnes
(impétigo).

9. - Pequeñas escamas secas, furfuráceas en manchas (pitiriasis), que se


desprenden, reproduciéndose a menudo (insensibles), sin estar acompañadas
de ninguna sensación particular.

10. - Erisipela, bien en la cara (febril), en los miembros, bien sea en las mamas
durante la lactancia y sobre todo post-traumática (con dolores como pinchazo
de aguja y sudor quemante).

507. - Pigmentaciones cutáneas:

a) Grandes placas marronáceas indoloras; pueden invadir un miembro entero,


brazo, cuello, pecho, etc.., con o sin prurito (congénito).

b) Manchas hepáticas, cloasma.


c) Manchas amarillentas indoloras, alrededor de la boca, ojos y cuello, no
pruriginosas. En pacientes afectos de esta pigmentación, pero que no es muy
visible y aún no es permanente, un viaje fatigoso puede hacerlas netamente
visibles.

181.

508. - Verrugas (papilomas) en cara, antebrazo, mano, etc., observada sobre


todo en jóvenes, no son más que temporales y desaparecen para dar lugar a
otros síntomas psóricos.

509. - Tumores quísticos de formas y dimensiones variadas, no inflamatorias,


indoloros, dérmicos, sub-cutáneos (ateromas); quistes artrosinoviales; «fungus
haematodes» (carcinoma eréctil), del que últimamente se puede observar
según mi experiencia casos graves, no tienen otro origen que la psora.

510. - Adenopatías cervicales, axilares, radio-cubitales en el pliegue del codo,


inguinales, poplíteas; a veces evolucionan y pueden infectarse, abscesificarse
con dolores lancinantes y cronificarse, produciendo una secreción mucoide
incolora.

511. - Adenomas de mama.

512. - Panadizos.

513. - Forunculosis recidivantes con dolor picoteante al simple tacto, sobre


todo en las nalgas, muslos, brazos y tronco.

514. - Equimosis traumáticas, provocadas por los golpes más insignificantes.

182. L

- Síntomas generales

515. - Agravación por las frutas, sobre todo ácidas e inmaduras; los
condimentos con vinagre o con ácido acético, pepinillos, ensalada, etc...

516. - Mejoría o agravación de numerosas alteraciones después de las


comidas.

517. - Los esfuerzos 49, incluso pequeños, un ligero trabajo con las manos,
levantar el brazo para alcanzar alguna cosa alta, levantar pequeños objetos,
empujar alguna cosa, volverse rápidamente, etc... son suficientes para
desarrollar accidentes verdaderamente desproporcionados con el ínfimo
esfuerzo efectuado, y acaban no obstante en trastornos muy serios, por
ejemplo, síncopes, manifestaciones nerviosas de todos los grados, fiebre,
incluso hemoptisis, etc..., a los cuales un sujeto no psórico nunca está
expuesto 50.
518. - Raquitismo, espondilopatías, osteogénesis imperfecta tarda.

519. - Osteitis y osteomielitis (tuberculosa o no), del húmero, fémur, tibia,


falanges de los dedos de la mano y del pie (Espina ventosa).

520. - Hipersensibilidad cutánea, muscular o perióstica a la menor presión 51.

521. - Hiperalgesia cutánea infernal 52 (muscular o perióstica) regional, por el


menor movimiento de las partes afectadas o sinesteralgias, por ejemplo
dolores axilares o del cuello escribiendo, mientras que la acción de serrar o
cualquier otro trabajo enérgico realizado con la otra mano no provoca ningún
dolor; o dolores faciales por el movimiento de la boca o por la acción de hablar;
o dolores labiales y yugales al más mínimo contacto.

183.

522. - Dolores ardientes subjetivos en ciertas partes del cuerpo, mientras que
la piel a menudo no está caliente.

523. - Entumecimiento músculo-cutáneos regionales 53.

524. - Parestesias hormigueantes de extremidades: brazos, piernas, extremos


de los dedos u otras partes del cuerpo.

525. - Parestesias agitantes nocturnas, sobre todo de miembros inferiores:


impaciencia, especie de agitación hormigueante, enervación interna (por la
noche en la cama o por la mañana al despertarse, con necesidad constante de
cambiar de posición).

526. - Especie de entumecimiento cuando está echado en el curso de


hemicráneas periódicas.

527. - Falta de calor vital, frialdad sin modificación de la temperatura cutánea.

528. - Exceso de calor vital, soporta muy mal el calor de la habitación (y aún
peor el de los locales llenos de gente), con agitación, obligando a moverse sin
cesar y a cambiar de posición (a veces con cefalalgia presiva supraorbitaria,
mejorada a menudo por epistaxis).

529. - Sensación desagradable de sequedad cutáneo-mucosa: cara, nariz,


boca, faringe.

530. - Propensión más marcada al enfriamiento 54 por la exposición de toda o


una parte del cuerpo al frío o a la humedad, por ejemplo, después de hacer la
colada o haberse mojado con agua fría o caliente, después de corrientes de
aire en la cabeza, cuello, pecho, abdomen o pies; es suficiente para ello que el
aire se enfríe, se cargue de humedad, de un poco de lluvia o que el barómetro
descienda o que la habitación esté un poco fría.
184.

531. - Meteoropatías: algias muy vivas notadas en cicatrices antiguas, aunque


estén curadas; antiguas lesiones, heridas, fracturas notadas dolorosamente en
las grandes fluctuaciones barométricas, la proximidad de un gran frío, tiempo
ventoso o tormentoso; verdadero barómetro ambulante.

532. - Hemicráneas periódicas en luna llena y luna nueva.

533. - Edemas, bien regionales uni o bilaterales, o locales, pies, manos, cara,
abdomen o escroto... o a veces generales: anasarca.

534. - Postración, pérdida repentina de fuerzas, sobre todo en las piernas,


caminando al aire 55.

535. - Postración, después de accesos de hemicráneas periódicas.

536. - Adinamia sentado, el enfermo siente una fatiga inimaginable, que


disminuye sin embargo cuando se pone a caminar.

537. - Sensación de tensión en todo el cuerpo después de hemicráneas


periódicas.

538. - Calambres aislados, recidivantes, sin causa apreciable y que no hacen


más que aumentar.

539. - Espasmofilia, movimientos espásticos incluso en el estado de vigilia,


regionales o locales de ciertos miembros o grupos musculares o músculos
aislados, por ejemplo, lengua, labios, cara, ojos, mandíbulas, músculos de la
deglución, manos, pies.

185.

540. - Tetania.

541. - Corea (baile de San Vito).

542. - Tremulación externa de miembros, en accesos.

543. - Temblequeo generalizado en el curso de hemicráneas periódicas.

544. - Desvanecimiento súbito.

545. - Síncopes de algunos segundos de duración hasta un minuto, ausencias,


la cabeza cae sobre el hombro, con o sin convulsión de miembros (pequeño
mal).

546. - Epilepsias diversas de sintomatología variada.

186.
Estos son algunos de los principales síntomas que he observado y que cuando
se repiten a menudo o se hacen continuos anuncian que la «psora» interna
está saliendo de su estado de latencia. Son al mismo tiempo los elementos de
que se compone el miasma psórico desarrollado por circunstancias externas
desfavorables, cuando se expresa por una multitud de enfermedades crónicas
a las que la constitución individual, las costumbres, el género de vida, las
influencias externas y las impresiones físicas o morales aportan tantas
modificaciones que están bien lejos de agotarse con la larga serie de especies
nominales que la patología ordinaria toma erróneamente como diferentes
enfermedades particulares y distintas 56.

Estos son los síntomas secundarios característicos del mal miasmático


primitivo que se ha hecho manifiesto, de este monstruo de mil cabezas al que
durante tanto tiempo hemos ignorado.

187. Convengo en que una doctrina según la cual debe ser atribuido un origen
psórico (no venéreo) a todas las enfermedades crónicas que, no siendo
susceptibles de curarse espontáneamente solas gracias a la energía vital, pese
a un género de vida impecable y a todas las circunstancias posibles favorables,
y que incluso siguen progresando continuamente año tras año, no puede dejar
de sorprender a los espíritus estrechos y a todos aquellos que no han sopesado
mis motivos con madurez. Pero esta concepción no por ello es menos cierta.

¿Acaso no debemos contemplar una de estas enfermedades como psórica,


únicamente porque remontándonos hasta el día de su nacimiento ciertos
enfermos no recuerden haber sufrido jamás de alguna o varias vesico-pústulas
pruriginosas (insoportablemente voluptuosas) o no quieran reconocer una
afección sarnosa porque ésta es considerada una enfermedad vergonzante?

Mientras mis adversarios con respecto a la doctrina de la psora sean incapaces


de asignar otro origen, al menos tan verosímil, a todas las enfermedades
crónicas no venéreas que se agravan sin cesar, pese a reunirse las más
propicias circunstancias, pese a un régimen y a unas condiciones externas
perfectas, una constitución fuerte, una moral impecable, sin que el sujeto
evoque la reminiscencia de una infección anterior de tipo psórico, apostaría
cien contra uno que esta enfermedad crónica depende de la psora, sólo de la
psora, ya que su evolución es exactamente idéntica a aquella que presentan
todos aquellos que han contraído una afección sarnosa.

¡Dudar de cosas que no se pueden presentar materialmente a los ojos es fácil,


pero no se demuestra nada, ya que negantis est probare (los que niegan deben
demostrar, según un antiguo aforismo)!

Esta prueba es tan patente que ni siquiera tenemos necesidad de evocar otra;
la eficiencia del remedio antipsórico para demostrar la naturaleza psórica de
estas afecciones crónicas, en que la infección previa no revelada nos procura la
contra-prueba.

Por otra parte, al no corresponder en estos casos ningún medio homeopático


mejor que los antipsóricos, al ser estos últimos más apropiados a los
numerosos síntomas de la gran enfermedad que es la «psora», no veo por qué
no habríamos de darles el apelativo de antipsóricos.

Tampoco hay por qué hacerme reproches cuando pongo bajo la égida de la
psora latente (ORGANON párrafo 78) a las enfermedades agudas, por ejemplo:
inflamaciones de garganta, de los pulmones, etc..., que reaparecen de vez en
cuando, y ello bajo el pretexto de que el estado inflamatorio debe ser
combatido la mayoría de las veces por medio de medicamentos antiflogísticos
no antipsóricos (acónito, belladona, mercurio). No por ello dejan de tener su
origen en la psora latente, puesto que no se pueden prevenir sus habituales
recidivas más que mediante un tratamiento consecutivo basado en el uso de
antipsóricos.

Terapéutica de las enfermedades crónicas

Pasamos ahora a la terapéutica homeopática de las enfermedades crónicas,


cuyo número es ilimitado, y su curación, según lo que hemos dicho
previamente sobre la naturaleza de su triple origen es, si no fácil, al menos
posible, lo que había resultado absolutamente irrealizable antes de que se
conociera su origen.

Esta concepción permite actualmente curarlas, desde que fueron descubiertos


la mayor parte de los medicamentos homeopáticamente específicos contra los
tres miasmas.

Empezaremos por la terapéutica homeopática de la Sycosis (enfermedad


condilomatosa) y luego abordaremos el tratamiento de la Syphilis o
enfermedad venérea chancrosa, con sus secuelas.

Este doble estudio nos facilitará la comprensión de la terapéutica del tercero,


el más importante de los miasmas crónicos que estudiaremos en último lugar,
al no incluir estos dos primeros miasmas en su campo de acción más que un
número muy limitado de afecciones crónicas, mientras que la «psora»,
infinitamente variable, es el origen de todas las demás.

Terapéutica antisicótica

Empezaremos por la sycosis, al ser, de entre los tres miasmas crónicos, el que
genera un número mucho menos importante de enfermedades crónicas que los
otros dos y cuya evolución epidémica es discontinua.
De 1809 a 1814, época de las guerras napoleónicas, esta blenorragia
condilomatosa se propagó mucho, pero a partir de 1815 se hizo cada vez
menos frecuente.

En todo caso habitualmente aparece, pero no siempre, una especie de


secreción purulenta gonorréica tras algunos días o incluso varias semanas de
un contacto sexual sospechoso. En general al principio es mucopurulenta,
bastante consistente; la micción es relativamente poco dolorosa, pero
enseguida la verga se endurece y se hincha; pequeñas nudosidades linfáticas
se forman en su zona dorsal y todo el órgano se hace doloroso a la palpación.
Por otro lado, no tardamos en ver desarrollarse, incluso en ocasiones en muy
gran número en uno y otro sexo, pequeñas excrecencias acuminadas sobre los
genitales. En el hombre se localizan en el glande, y tanto en el interior como
en el exterior del prepucio; en la mujer, en los labios mayores y menores, así
como a su alrededor. Estas excrecencias condilomatosas múltiples son en
raras ocasiones secas y verrucosas, y más a menudo carnosas, blandas y
esponjosas, y segregan un líquido fétido sui generis (de olor dulzón, o de
arenques ahumados), sangran al más mínimo contacto y son de forma
acuminada, denominándoselas vegetaciones, crestas de gallo o coliflores,
según su aspecto.

190. Como se creía que eran de la misma naturaleza que la lues venérea, los
médicos de entonces las atacaron mediante la ingestión de preparados
mercuriales, que no tenían como resultado más que una intoxicación
medicamentosa sobreañadida; como esto no tenía ningún éxito, se esforzaban
en suprimirlas mediante tratamientos externos violentos: ligaduras,
cauterizaciones, escisiones.

Los resultados inmediatos e inevitables de estas supresiones mórbidas se


caracterizaban por la reaparición bastante rápida de las mismas lesiones, a las
que reaccionaban con la aplicación de los mismo tratamientos, tan crueles
como dolorosos. Si conseguían suprimirlas, la sycosis -enfermedad interna
constitucional- privada entonces de su síntoma local (sustitutivo de la afección
interna), se manifestaba con otros síndromes más enojosos todavía. Ni la
destrucción externa, ni el mercurio interno, inapropiados, conseguían en
ninguna medida disminuir la causa profunda que impregnaba el organismo
entero.

No sólo el mercurio -y nunca lo repetiremos lo suficiente, siempre nocivo-


administrado casi siempre en dosis demasiado masivas y en preparados
llamados heroicos, deterioraba la salud general, sino que también se asistía
enseguida al crecimiento de nuevas excrecencias similares en otras regiones
del cuerpo. La cavidad bucal, la lengua, el paladar, los labios, se convertían en
asiento de estas pequeñas excrecencias planas, esponjosas, blanquecinas,
sensibles; en otras ocasiones se presentaban en la cabeza, en el cuero
cabelludo, en el cuello, en las axilas, etc..., verdaderos tumores nodulares,
amarronados y secos; por fin, todavía podían observarse otras
manifestaciones, entre las que citaré particularmente la contractura tendinosa
de los flexores, principalmente de los dedos de las manos.

191. Puedo afirmar que la gonorrea 57 así como las excreciones


condilomatosas, consecuencias ambas del agente infeccioso sicótico 58, o
sycosis total, se curan de forma segura y radical con el simple uso de Thuya
occidentalis 59.

192. Esta, al cabo de 15, 20, 30 o 40 días se alterna con una dosis igualmente
débil de ácido nítrico a la billonésima que dejaremos actuar durante el mismo
número de días a fin de obtener la perfecta curación de la secreción y de las
excrecencias, es decir, de la totalidad de la sycosis sin que sea necesario hacer
ninguna aplicación externa o no ser en los casos más inveterados y graves en
que conviene hacer una pincelación una vez al día de los condilomas más
grandes con el jugo de horas enteras de Thuya mezclada al 50% con alcohol.

No obstante, si el enfermo está afectado simultáneamente por otras


enfermedades crónicas, lo que a menudo sucede tras la aplicación de métodos
tan violentos como los que usan los médicos alópatas contra los condilomas, a
menudo nos encontramos con la sycosis complicada con una psora
desarrollada 60 cuando tal y como sucede con frecuencia esta última existía ya
antes en estado latente, o incluso con una syphilis cuando el enfermo ha sido
incorrectamente tratado de una afección venérea chancrosa. En tal caso es
necesario atacar primero la enfermedad más grave, es decir la «psora»,
mediante medicamentos antipsóricos específicos cuya enumeración se
realizará más adelante y posteriormente se utilizarán los medios indicados
contra la sycosis, antes de administrar la dosis conveniente de la preparación
mercurial que tal y como veremos enseguida conviene más contra la syphilis.
Tras haber actuado de este modo se reanuda el mismo tratamiento, de ser
necesario, alternando los tres métodos hasta lograr una curación perfecta.
Únicamente hay que dejar a cada uno de los tres tipos de medicamentos el
tiempo suficiente para realizar su acción.

Recurriendo a este método seguro contra la sycosis no resulta necesario


aplicar ningún tópico sobre las excrecencias a no ser el jugo de Thuya en los
casos graves e inveterados; nos contentaremos con cubrirlos con gasa seca
cuando segreguen.

Terapéutica antisifilítica

El segundo miasma crónico, más extendido que el de la sycosis, y que desde


hace cerca de cuatro siglos y medios es el origen de muchas otras
enfermedades crónicas, es la enfermedad venérea por excelencia, la syphilis.
Su curación es fácil. Por el contrario, se si complica con una psora avanzada,
el tratamiento se hace más dificultoso. La complicación de la syphilis con la
sycosis es rara, pero cuando tiene lugar resulta excepcional que no haya
también psora.

En el tratamiento de la syphilis hay que distinguir tres grados:

1. - La enfermedad interna sólo se manifiesta por dos únicos síntomas locales


específicos:

a) El chancro.

b) O su ganglio local inguinal llamado bubón 61. Este en ocasiones puede ser
la única manifestación externa, cuando el chancro ha sido suprimido por
medios locales.

2. - La enfermedad sigue siendo esencialmente interna, sin las


manifestaciones externas de chancros (y de bubones) al haber sido ésos
imprudentemente suprimidos por un tratamiento local; la enfermedad interna
sigue sin estar complicada con uno o los otros dos miasmas crónicos (psora o
sycosis).

3. - Syphilis complicada con una psora desarrollada, haya sido o no destruido


el síntoma local.

194. El chancro sifilítico se presenta habitualmente entre el 7º y el 14º día,


tras un coito sospechoso, rara vez antes o después. Aparece la mayoría de las
veces en la zona inoculada por el agente infeccioso. Aparece una vesícula que
luego exuda y no tarda en dar lugar a una pequeña ulceración de fondo
sanioso, con el borde elevado, acompañada de leves pinchazos. Sin
tratamiento, este chancro podrá perfectamente, a lo largo de la vida, conservar
su localización, creciendo año tras año, sin dar lugar a ningún desarrollo de los
síntomas secundarios conocidos de la sífilis. Los médicos alópatas tienen la
costumbre de destruir este chancro por acción local con cáusticos,
astringentes, con la falsa creencia de que no se trata más que de un síntoma
puramente local que hay que exterminar lo más rápido posible. Se imaginan
sin razón que nada más aparecer el chancro, es ridículo pensar en una
enfermedad venérea interna. A partir de estas falsas premisas sacan la
conclusión de que destruyendo localmente esta lesión primitiva la totalidad de
la enfermedad venérea es anulada y cortada de raíz de forma definitiva,
siempre y cuando esta extirpación sea precoz y la infección no haya tenido
tiempo de propagarse produciendo una infección sifilítica general.

195. - Los métodos de la escuela dominante ignoran que la infección venérea


de la totalidad del organismo se ha iniciado en el mismo momento en que se
produce la contaminación local, y que ya estaba completada antes incluso de
la aparición de la úlcera chancrosa. En su ceguera suprimen localmente el
síntoma externo vicariante que desarrolló la naturaleza, destinado a inhibir la
gran enfermedad venérea interna. Así obligan faltamente al organismo a
sustituir esta primera suplencia por una mucho más dolorosa, por un bubón,
que evoluciona rápidamente hacia la supuración. Cuando su arte pernicioso
consigue, como sucede habitualmente, suprimir mediante procedimientos
externos esta nueva manifestación, la naturaleza no tiene otro mecanismo que
no sea forzar al organismo a desarrollar manifestaciones secundarias mucho
más temibles, es decir hacer estallar el vicio sifilítico crónico en su totalidad.
Este proceso se realiza con lentitud, necesitando a menudo meses enteros,
pero su aparición es segura e infalible. ¡Así, muy lejos de ayudarles, tales
médicos dañan verdaderamente a sus enfermos! No obstante, John HUNTER,
en su Tratado de la sífilis con añadidos de Ph. RICORD, impreso en París en
1845, dice: «de 15 enfermos, tras la destrucción local del chancro primitivo ni
uno escapa a los síntomas secundarios de la sífilis»; y más adelante afirma que
«la eclosión de los síntomas de la sífilis secundaria es el constante resultado de
la destrucción local del chancro primitivo, incluso cuando tiene lugar de
inmediato, tras su aparición».

FABRE 62 dice aproximadamente lo mismo. «Siempre -escribe- la sífilis


secundaria sucede a la destrucción local del chancro indurado, cita a PETIT
quien, consultado por una mujer a la que le había aparecido hacía algunos días
un chancro venéreo en un labio menor, practicó de inmediato la escisión de la
zona afectada. La herida curó de primera intención, pero no por ello dejó de
declararse la sífilis.»

196. ¿Cómo no nos vamos a extrañar, tras tantos hechos positivos, tantos
testimonios irrevocables, de que se haya podido ignorar esta verdad científica,
a saber: que el agente infeccioso de la sífilis, de la totalidad de la enfermedad
venérea, ya ha infectado y saturado totalmente al organismo antes de la
aparición del chancro primitivo? Es pues una falta imperdonable exponerse
infaliblemente a favorecer el desarrollo de los síntomas secundarios mediante
la destrucción local del síntoma primitivo, cuando mientras la ulceración se
encuentra presente, resulta tan fácil la curación mediante el uso del remedio
específico administrado por vía interna. Es importante que consideremos a la
enfermedad como no curada mientras el chancro primitivo no desaparezca
gracias únicamente a la acción del remedio interno, pero esta cura no es
perfecta más que cuando se opera exclusivamente por vía interna (sin el
concurso de ninguna terapéutica externa) y no persiste del chancro la más
mínima huella de su existencia previa. No me ha ocurrido nuca en el
transcurso de más de cincuenta años de ejercicio, el haber observado
accidentes secundarios mientras el chancro primitivo, que jamás desaparece
espontáneamente, estaba presente, y sin que haya sido sometido a ningún
tratamiento local. Durante varios años se le ve progresar y acrecentar como
consecuencia de la enfermedad venérea interna, tal y como se observa con
cualquier agente infeccioso crónico abandonado a su suerte. Es pues contrario
a la razón destruir el síntoma localizado que toma el lugar de toda la
enfermedad interna, cuyo desarrollo previo estaba ya completamente
generalizado, antes incluso de la aparición del síntoma supletorio, ¡tan útil! Sí,
lo repito, en el momento mismo en que el contagio se ha establecido, tras un
coito sospechoso, por contacto directo entre el infectante y el infectado, la
sífilis ha dejado de ser local, se ha generalizado. El sistema nervioso íntegro, el
organismo vivo en su totalidad, ya se ha apercibido y ha notado su presencia, y
el miasma sifilítico se ha convertido en su propiedad.

Cualquier loción, cualquier limpieza con cualquier desinfectante (incluso


cualquier escisión, como ya hemos señalado) es absolutamente inútil y vana;
ya es demasiado tarde. A decir verdad, durante los primeros días no resulta
perceptible en la zona del contagio ningún cambio morboso objetivo; pero la
sífilis se conforma, se desarrolla subrepticiamente, irresistiblemente y se
generaliza; y sólo cuando el organismo se ha impregnado totalmente (y no
antes) provoca en el exterior esta marca específica aparentemente local,
denominada chancro primitivo, que sirve de exutorio a la naturaleza. Así, no
hay nada más fácil, más convincente que el tratamiento de la sífilis cuando el
chancro primitivo, y el bubón, o ambos conjuntamente, están aún sin ningún
compromiso, en su sitio, y no lo han abandonado. Podemos incluso establecer
como principio, sin temor de que jamás pueda contradecirlo la experiencia,
este axioma: no existe ningún miasma crónico, ninguna enfermedad
inveterada surgida de un miasma específico que tenga una curación tan fácil
como la syphilis.

197.

En los casos que presentan un chancro primitivo o un bubón verdadero y que


no presentan ninguna complicación de la psora evolucionada, es decir, ninguna
enfermedad crónica importante de origen psórico (lo que se observa
ordinariamente en los sujetos jóvenes, vivaces y alertas, ya que la sífilis no se
combina más a menudo que la sycosis con una psora aún latente), en estos
caso, digo, la sífilis no se resiste en absoluto a la acción de una pequeña dosis
única de la mejor preparación mercurial posible para curar radicalmente y para
siempre, en el transcurso de quince días, la sífilis en su totalidad con su
síntoma local.

A los pocos días de la ingestión de este remedio se observa (sin haber


recurrido a ningún tópico) cómo el chancro indurado se convierte
espontáneamente en una úlcera de buena naturaleza que segrega un pus
saludable poco abundante y luego cicatriza sin dejar la más mínima huella,
prueba irrefutable del aniquilamiento de la causa interna que lo mantenía. El
chancro jamás se curaría si esta dosis de mercurio no hubiera aniquilado y
destruido totalmente el más venéreo interno, puesto que representa el signo
anunciador irrefutable de la menor huella de este azote.

198. En 1822 describí la preparación de un oxídulo de mercurio puro (véase


mi Tratado de Materia médica, París, 1834, tomo III, páginas 22 y siguientes)
que sigo considerando hoy en día como uno de los mejores remedios
antisifilíticos pero que resulta difícil de obtener perfectamente puro. Para
llegar a la meta de una forma más sencilla sin rodeos y sin correr el riesgo de
no alcanzarla (ya que nunca estará suficientemente simplificada la preparación
de los medicamentos), lo mejor es proceder como sigue: tomamos un grano
(más o menos 0,05 gramos) de mercurio metálico puro que trituraremos
durante tres horas con tres veces cien granos de azúcar de leche (más o
menos 5 gramos): tras ello disolveremos un grano del polvo y elevaremos el
licor a la potencia X, haciéndolo pasar sucesivamente por 27 frascos de
dilución según el método que expondré más adelante, para desarrollar las
virtudes de las otras sustancias medicamentosas secas.

Antaño utilizaba la dilución a la billonésima (II) y para una dosis embebía 1, 2 o


3 glóbulos aunque las diluciones superiores (IV, VI, VIII y X) tuvieran algunas
ventajas gracias a su acción más rápida y penetrante y no obstante más suave;
pero en los casos en que se hace necesario administrar una segunda o una
tercera dosis (lo que resulta infrecuente) se puede tomar una dilución menos
elevada 63.

Como la presencia del chancro primitivo o del bubón en el transcurso del


tratamiento homeopático indica que la sífilis interna persiste aún, del mismo
modo cuando este chancro o este bubón desaparecen bajo la influencia del
medicamento mercurial administrado por boca, sin la aplicación de ninguna
terapéutica externa local y que la ulceración y la adenopatía se disipan sin
dejar la más mínima huella, entonces el médico puede estar seguro de que
cualquier vestigio de la enfermedad sifilítica interna ha sido aniquilado al haber
finalizado su cicatrización.

También es irrefutable que cualquier tratamiento local externo de la


ulceración chancrosa y su desaparición sin la ayuda de un específico interno,
permite que subsista íntegramente la syphilis en todo el organismo. Todos
aquellos a los que se engaña con la esperanza de una perfecta curación tras
haberles sometido a un tratamiento puramente externo, siguen siendo no
obstante sifilíticos verdaderos, exactamente como antes de la destrucción local
de su chancro primitivo.

199. El segundo estadio en que se puede encontrar una syphilis es aquel


bastante infrecuente en que un sujeto por otra parte con buena salud, que no
presenta ninguna otra enfermedad crónica y que por tanto no tiene psora
desarrollada, la supresión intempestiva del chancro se produjo con rapidez
mediante alopatía usada localmente sin que se haya empleado ningún remedio
interno o externo capaz de hacer reaccionar con fuerza al organismo.

El tratamiento mercurial tan eficaz que acaba de ser señalado más arriba,
basta igualmente en estos casos para prevenir la eclosión de los síntomas
secundarios del miasma venéreo en que la psora latente no ha despertado
aún. Mediante esta terapéutica homeopática interna bien sencilla, el paciente
se encuentra liberado a partir de ese momento de cualquier rastro de infección
venérea. No obstante la certeza de una cura radical es aquí menos patente
que cuando el chancro primitivo como síntoma patente existía aún y gracias a
la influencia de un único medicamento interno se producía su cicatrización al
transformarse en úlcera benigna hasta su total desaparición, haciéndole
invisible. No obstante, en ausencia de la úlcera primitiva hay un signo que no
se le escapa a un observador riguroso, signo indicador de que la sífilis interna
esté o no verdaderamente curada. Este signo se revela por el aspecto de la
cicatriz que ha dejado tras él el chancro tratado únicamente por medios
locales, incluso poco violentos. Esta cicatriz siempre resulta visible y presenta
una coloración anormal rojiza, roja o azulada, lívida, cuando el tratamiento ha
sido supresivo y la syphilis interna no ha sido anulada. Al contrario, la región
primitivamente afectada, en los caso de curación real producida por vía
interna, deja una piel natural, unida, no permitiendo siquiera adivinar dónde se
ha encontrado el chancro. Así, al faltar el chancro que ya no existe, la cicatriz
viciosa sirve de brújula al médico.

El práctico homeópata observa tras la rápida destrucción puramente local de


las manifestaciones objetivas venéreas que existe una cicatriz lívida que revela
que la syphilis interna es aún activa y si el sujeto es tratado radicalmente y
goza de hecho de buena salud aparente y por consiguiente su afección
venérea no está aún complicada con una psora, una única toma de la mejor
preparación mercurial citada precedentemente le liberará en este estadio
todavía con facilidad de los últimos vestigios del miasma venéreo. La
convicción de una curación, en efecto, será considerada cuando el médico
pueda observar la desaparición total de la coloración lívida de la cicatriz y el
retorno del tegumento de la zona afectada a su estado normal.

En el caso en que incluso después de la destrucción local del chancro un


bubón se hubiera ya manifestado, si se trata igualmente de un enfermo exento
de cualquier otras enfermedad crónica, es decir, cuando su syphilis interna aún
no está complicada por una psora evolucionada -lo que rara vez sucede-
entonces el mismo tratamiento procurará también una completa curación, a
condición de que el bubón sea de origen reciente. Igualmente adquirimos la
certeza por el estado normal que recobra la piel en la zona afectada. En
ambos casos, si procedemos exactamente como he indicado la curación es
perfecta y se puede eliminar definitivamente la eventualidad de una eclosión
de síntomas secundarios.
200.

Queda ahora por examinar el tercer caso, el más difícil. Es aquél en que la
psora ya presente y evolucionada durante la existencia misma del chancro, se
ha complicado con la sífilis en el momento de la infección por ésta última, o
también (lo que resulta equivalente) aquél en que la psora todavía no
evolucionada abandona su estado de latencia y sale de las profundidades de su
retiro, tanto por los efectos de la supresión del chancro, como por los del
tratamiento antisifilítico al uso, cuya violencia, sacudiendo todo el organismo
trastorna la salud general y favorece de esta forma la unión y la combinación
de los dos agentes infecciosos.

Es importante repetir que sólo la psora evolucionada, exteriorizada bajo la


forma de enfermedad crónica evidente, puede complicarse con la lues
venérea: la psora aún latente no tiene esta facultad. Esta última, por
consiguiente, no se opone en absoluto a la curación de la sífilis, pero cuando
una enfermedad venérea está complicada con la psora evolucionada, es
entonces absolutamente imposible curar la afección luética mediante un
tratamiento exclusivamente antisifilítico.

Es un hecho común, digo, tras la destrucción local del chancro, encontrarse la


syphilis todavía activa complicada con la psora sacada de su letargo. No es
tanto porque ésta estaba desarrollada antes de la infección venérea -puesto
que este fenómeno es raro en sujeto jóvenes- sino más bien por el efecto de
los tratamientos violentos habituales de la enfermedad venérea que empujan a
la psora haciéndola salir de su estado latente con lo que se manifiesta. La
alopatía recurre en estos casos a fricciones mercuriales, a dosis masivas de
calomelanos, de sublimado corrosivo y otras preparaciones mercuriales
heroicas que producen accesos febriles, enterocolitis disenteriformes,
sialorreas prolongadas y debilitantes, algias en los miembros, insomnios, etc...,
todos ellos medios que, pese a la intoxicación mercurial producida, no poseen
las suficientes virtudes terapéuticas antisifilíticas para curar estas
enfermedades de forma suave, rápida y permanente.

201. La medicina se empeña con estos tratamiento, a menudo durante


meses, junto con estancias en balnearios de aguas calientes, debilitadoras por
demasiado frecuentes, de forma que la psora interna latente, cuya naturaleza
la hace surgir en cada perturbación violenta acompañada de agotamiento de la
salud general, se despierta antes de que la syphilis llegue a ceder a una
terapéutica tan empírica y se añade a esta última, a la que complica.

La simbiosis de esos dos agentes infecciosos constituye esta syphilis larvada,


esta monstruosidad 64 patológica que los ingleses han llamado pseudo-sífilis
que ningún médico ha podido curar hasta ahora al ignorar tanto la naturaleza
de la psora como la extensión de su campo de acción, tanto en su estado
latente como en su estado manifiesto. Ninguno ha sospechado siquiera, y
mucho menos observado, esta terrorífica complicación con la syphilis. Es a
este estado de incurabilidad relativa de la psora manifiesta al que debemos
atribuir la incurabilidad de esta syphilis bastarda. Nadie hasta ahora se ha
mostrado capaz de liberar el mal venéreo de esta horrible asociación para
hacerla curable, ya que la curación de la una no puede producirse sin la de la
otra y viceversa.

a) El éxito terapéutico sobre esta enfermedad doble exigirá, tras haber


regulado minuciosamente el régimen del enfermo prescribiendo una
alimentación ligera pero alimenticia y fortificante, tras haber revisado su
programa diario y su género de vida, apartando en la medida de lo posible
cualquier influencia que le pueda resultar nociva, exigirá, digo, el tratamiento
enérgico e inmediato del vicio psórico mediante específicos antipsóricos que se
superpongan lo mejor posible a los síntomas que lo caracterizan actualmente,
como expondré más adelante.

202. b) Cuando este remedio ha agotado su acción, en general resulta


necesario oponer a los síntomas que representan aún los restos de la psora el
remedio seleccionado según el principio de la doctrina: o sea, el que mejor
responda al conjunto de síntomas persistentes, y dejarle el tiempo necesario
para que surta su efecto. Es posible que sea el mismo remedio o bien otro.

c) Cuando ha pasado esta etapa, es decir cuando han sido aniquilados todos
los síntomas psóricos observados, se administra entonces el mejor
medicamento mercurial. Se deja actuar esta toma durante 3, 5 o 7 semanas o
más aún mientras vaya mejorando el estado sifilítico. Se pueden encontrar no
obstante, enfermedades bastante antiguas e inveteradas en que este
procedimiento terapéutico no sea suficiente, pues deja subsistir tras él
trastornos tanto subjetivos como objetivos en los que será difícil reconocer un
carácter exactamente psórico o sifilítico y que no obstante necesitan un último
auxilio.

En estos casos la repetición de la doble cura resulta indispensable; pero no lo


es menos seleccionar entre los remedios antipsóricos restantes aún no
administrados, aquél o aquellos que tienen más semejanza en su patogenesia
con los síntomas persistentes de la psora y, cuando han desaparecido, volver a
dar la dosis mencionada previamente del remedio mercurial, pero en otro
grado de dinamización.

203. Se dejará actuar esta última dosis hasta que todos los síntomas
eminentemente sifilíticos hayan desaparecido. Estos son numerosos y
tenemos aquí la lista de algunos de los más comunes:

1. Amigdalitis sifilítica ulcerosa con dolores picoteantes.


2. Ulceración indolente, superficial y lisa, de coloración grisácea, recubierta de
un poco de moco limpio, en el cuero cabelludo y verga, etc...

3. Dermatosis macular en placas redondas y cobrizas situadas en la


profundidad de la dermis.

4. Dermatosis papulosa, sin prurito y sobre fondo violáceo, sobre todo facial.

5. Dolores tenebrantes nocturnos en las exóstosis, etc...

Estos síntomas luéticos secundarios son tan móviles que en su ausencia no


hay ninguna garantía de extinción de la syphilis; pero si su desaparición se
sigue de una restitutio ad integrum de la piel, que ha recobrado su color
natural en la cicatriz del antiguo chancro destruido artificialmente mediante
tópicos, podemos entonces contar con el perfecto aniquilamiento del miasma
sifilítico.

204.

No he encontrado en mi larga práctica más que dos casos de la triple


asociación psora, syphilis y sycosis, que he tratado según los principios que
acabo de exponer. Primero fue combatida la psora, y como la sintomatología
de la sycosis predominaba sobre la syphilis, prescribí el remedio antisicótico y
por último traté la syphilis.

Tuve que actuar sobre restos persistentes de síntomas psóricos, oponiéndoles


los remedios apropiados; después los medicamentos de los que he hablado
más arriba hicieron desaparecer lo que aún quedaba de sycosis y de syphilis.

Recalco aquí de pasada que la sycosis, de la misma forma que la syphilis, se


hace con la totalidad del organismo antes de producirse su síntoma local
externo. Se considera igualmente, como para la syphilis, que se ha extinguido
el miasma interno sicótico cuando ha desaparecido totalmente el signo
externo, es decir, la coloración lívida que persiste tras la destrucción local de
los condilomas acuminados, bajo la influencia el remedio interno específico, y
el retorno de la piel a su coloración habitual allí donde existía la lesión externa.

El capataz de una fábrica de ladrillos en las montañas sajonas se contagió de


una enfermedad venérea en los órganos genitales a través de su mujer, que
era algo promiscua. Enseguida se le administró un tratamiento alopático
mercurial en dosis heroicas: perdió la campanilla, se le presentó rápidamente
una perforación del paladar, su nariz se puso hinchada y tumefacta y la mayor
parte de sus partes blandas se necrosaron y produjeron múltiples ulceraciones
que le daban una apariencia de nido de abeja. Estas manifestaciones se
acompañaban de vivísimos dolores y olor infame. Este enfermo padecía
además una úlcera psórica en la pierna.
Un tratamiento antipsórico mejoró hasta cierto punto las úlceras nasales. La
úlcera varicosa de la pierna se cicatrizó. Los dolores quemantes, así como la
fetidez de las lesiones nasales se corrigieron. Los antisicóticos dirigidos contra
la sycosis hicieron también buenos efectos; pero sólo pudo obtenerse una
curación radical tras haber dado una pequeña dosis de Mercurius solubilis. El
enfermo perdió la nariz, que desapareció al igual que su campanilla al principio
de la cura, y también quedó con una perforación palatina, pero recobró la salud
tras este tratamiento homeopático.

Terapéutica antipsórica

Antes de iniciar el tratamiento de los tres miasmas crónicos, siendo el más


importante de ellos la psora, haré las siguientes reflexiones generales que no
me cansaré de repetir:

1º) Contagio

Aunque no es preciso más que un instante (en el momento mismo del


contagio) para que se produzca la infección por los tres únicos miasmas
crónicos conocidos, su propagación en el organismo y su conversión en un
desarreglo general de toda la economía viva se desarrollan, sin embargo, en un
período relativamente largo.

2º) Incubación

Sólo al cabo de varios días, cuando el organismo se encuentra saturado del


miasma infeccioso, la naturaleza produce un exutorio por aparición del síntoma
local.

3º) Manifestaciones

Este exutorio está destinado a «consagrarse» por decirlo de alguna forma, a


asistir y socorrer a la enfermedad interna y servirle de derivativo, a reducirla al
silencio para así paliar en lo posible sus malos efectos y evitar poner la vida del
enfermo en peligro, ya que desde el momento en que persiste este síntoma
local en cualquier zona externa del cuerpo, es decir, en la piel, el peligro
interno se hace menos importante. La naturaleza bienhechora escoge siempre
un órgano menos noble como exutorio.

Las manifestaciones locales primitivas de los tres miasmas crónicos conocidos


se inician sin excepción, bien sea en la piel o en una mucosa, en el lugar del
contagio. Debería haber pensado que esta marcha constante es siempre
semejante en la evolución de las enfermedades miasmáticas crónicas (e
incluso en los miasmas agudos determinados), es decir, que pasa por los tres
estadios de invasión, de contagio y de generalización interna, y por último que
la expansión centrífuga de la infección global hacia la periferia, la piel, las
mucosas, no escaparía a la observación de todos mis colegas, y esto sobre
todo en lo que concierne a la syphilis que están tratando hace ya más de 300
años, que es desde cuando se la encuentra en Europa. En efecto, la evolución
tan característica de la lues tendría que haberles permitido sacar conclusiones
útiles al compararla con la de las otras dos enfermedades miasmáticas
crónicas: la sycosis y la psora.

Sólo por una notoria carencia de observación científica de los hechos, por una
imperdonable irreflexión, han podido sostener la falsa opinión del carácter
puramente local del chancro indurado, de una enfermedad cutáneo-mucosa en
que bastaba cauterizar «para impedir al virus la penetración en el organismo
por esta puerta de entrada y generalizarse», lo que es totalmente erróneo.

No han estado más acertados en la aplicación de su falsa teoría que les sugirió
los medios terapéuticos tan funestos que han aplicado, actuando únicamente
sobre los resultados de la afección mórbida cuyas profundas dejaban intactas y
activas. El resultado forzoso de tales métodos fue la manifestación de la
syphilis en millares de enfermos durante estos tres siglos transcurridos desde
la aparición de la sífilis en el continente. Son los mismos defectos de reflexión
que les han llevado siempre y les llevan actualmente a considerar
erróneamente a la sarna como una simple afección de la piel de la que es
completamente ajeno al resto del organismo, y que lo más correcto según
estas falsas opiniones es destruirla externamente sin demora; mientras que un
tratamiento radical para aniquilar la enfermedad psórica interna, origen de la
erupción cutánea, era el único medio de curarla de una manera conforme con
la naturaleza, ya que mediante la terapéutica radical homeopática de la
afección interna ésta será aniquilada incluso en sus manifestaciones cutáneas.
Cessante causa, cessat efectus.

206. La psora en su estado íntegro presenta su exantema primitivo, que


mientras no sea suprimido por vía externa mantiene la afección interna silente.
Bajo esta condición la psora admite un tratamiento homeopático que se
manifiesta tan sencillo y rápido como certero y eficaz.

Pero en cuanto se la priva de este síntoma externo local que juega el


importante papel de la suplencia mórbida, la psora se encuentra cortada, como
amordazada, no pudiendo expresarse en la periferia cutánea, y es entonces
cuando el virus psórico de alguna manera se vuelve hacia el interior y por vía
centrípeta ataca las zonas nobles del organismo desarrollando sus síntomas
secundarios.

Si queremos completar la demostración de la esencial importancia de la


localización cutánea de la psora primaria que juega el papel moderador entre
el desacuerdo psórico interno y la absoluta necesidad de respetarla, incluso
mediante el tratamiento antipsórico del vicio interno, volvamos a leer algunas
de mis observaciones extraídas de la literatura alopática y que expuse al
principio de esta obra. En ellas veremos claramente los peligros, en ocasiones
graves e incluso de varios años de antigüedad, a los que el organismo se ha
expuesto por las retiradas y consiguientes repercusiones internas del síntoma
local, es decir, de la primera erupción escabiosa, hacia las profundidades. Nos
chocará también la desaparición casi milagrosa, al menos temporal de sus
peligros cuando, por una de estas revoluciones tan frecuentes en las
naturalezas sufrientes, reaparece en la piel una erupción de tipo escabioso.

Podemos consultar a este respecto, entre las observaciones que me fueron


referidas por médicos de la escuela dominante, las número 1, 2, 5, 6, 8b, (9),
(17), (21), 23, 33, 35, 39, 41, 54, 58, 60, 72, 81, 87, 89 y 94, citadas
precedentemente.

207. Debemos cuidarnos muy mucho de concluir que la psora, restablecida en


sus dominios externos tras su eclosión bajo la forma de enfermedades crónicas
secundarias cuando ha sido suprimida la erupción cutánea primaria por vía
externa, retoma el carácter benigno de que había sido revestida antes de la
desaparición local de su dermatosis reactiva primitiva y que en consecuencia la
curación resulta tan fácil como la de la erupción inicial que no ha desaparecido
de la piel. No es así en absoluto.

Aquí hay que resaltar una notoria diferencia concerniente al virus psórico con
respecto a los de la sycosis y la syphilis. Estos dos últimos no tienen en
absoluto la inestabilidad y la inconstancia de la erupción escabiosa, y sus
síntomas locales primitivos 65 resisten mejor a influencias extrínsecas
conocidas o desconocidas 66 para destruirlos, mientras que la sarna cede
fácilmente a otros factores no necesariamente tópicos.

Basta la influencia del frío (caso 67), de baños calientes (caso 35), de una
simple viruela (caso 39), para suprimirla. En consecuencia, el verdadero
médico se apresurará en conseguir la curación mediante los remedios
antipsóricos específicos internos, mientras la afección psórica se encuentra aún
íntegra, es decir, que ni la enfermedad interna ni su erupción cutánea han sido
aún modificadas.

Estas manifestaciones de psora secundaria sin ácaro en la piel, como


erupciones escabiosiformes variadas, presentan una labilidad todavía mayor.
Pueden desaparecer incluso en unos días, bastando la más ligera causa para
borrarlas, prueba de que el virus infeccioso ha modificado su carácter y de que
el médico no podría basarse en ellas a la vista de la versatilidad en el
tratamiento radical de la psora interna, ya que su desaparición definitiva o
momentánea no significaba en absoluto la curación íntegra del miasma
psórico. Esta naturaleza efímera de la erupción escabiosiforme secundaria
parece demostrar que el virus psórico, tras la destrucción local de la lesión
primitiva ha perdido en parte su facultad de exteriorización cutánea y muestra
una tendencia mucho más marcada a desarrollarse bajo la apariencia de otras
afecciones crónicas diversas, circunstancia que multiplica singularmente las
dificultades para administrar una terapéutica radical, y que no permite
efectuarla salvo que nos limitemos exclusivamente a atacar la psora interna sin
preocuparnos de la sintomatología externa.

No es pues en absoluto ventajoso para la cura integral que una erupción


psórica secundaria sea exteriorizada a la piel mediante drogas internas, como
se consigue en ocasiones (ver casos 1, 5, 6, 8, 16, 23, 29, 33, 35, 39, 41, 54,
58, 60, 72, 80, 81, 87, 94) o que otras causas desconocidas, principalmente
una fiebre (ver casos 64 y también 55, 56, 74), la hagan reaparecer.

Estas dermatosis secundarias no son nunca más que transitorias. Este


acontecimiento es además tan aleatorio y tan raro que es preferible no servirse
de él como base del tratamiento, y no contar con él para facilitar la cura radical
del miasma psórico.

208. Incluso si resultara posible de una forma o de otra provocar con toda
seguridad una dermitis que recordase a la sarna, y consiguiéramos mantenerla
durante cierto tiempo, no ayudaría en absoluto para la terapéutica integral de
la enfermedad psórica total 67.

Para ello disponía de tres medios:

1. - La aplicación local sobre la espalda u otra zona del cuerpo de un


emplastro a base de seis partes de pez de Borgoña fundida a fuego lento y
retirada del fuego, en la que se diluye una parte de trementina de Venecia
mezclando bien el conjunto. Este emplastro tenía que ser extendido en un
trozo de piel de cabra curtida y aplicarse caliente.

Aunque estos intentos se revelaron muy inconstantes (los sujetos no psóricos


parecen refractarios a su acción, no presentando ni prurito ni erupción), este
método resultaba no obstante el más eficaz que pude encontrar para excitar la
piel y provocar una erupción que e parezca lo más posible a la sarna.

En los sujetos psóricos, por el contrario, los resultados no fueron apenas


mejores, ya que pese a su paciencia y por muy afectados que estuvieran de
psora interna, jamás pude obtener una erupción escabiosa típica y completa, y
menos aún duradera. Bien es cierto que aparecían algunas vesículas
pruriginosas efímeras que desaparecían en cuanto se quitaba el emplastro,
pero más a menudo se formaba una herida secretante o, en los casos más
favorables, los enfermos sólo sentían un prurito más o menos manifiesto,
agravado por la noche y localizado siempre en la zona del emplastro. Menos a
menudo este prurito invadía otros territorios cutáneos, lo que aliviaba
incontestablemente, por un corto período al menos, las enfermedades
crónicas, incluso las más graves y que reconocían su origen en la psora, por
ejemplo las afecciones supurativas crónicas broncopulmonares.

No obstante, puedo asegurar que sólo observé en contadas ocasiones este


efecto eruptivo: o bien el prurito era moderado o casi inexistente o, al
contrario, la comezón era tan intensa que se hacía demasiado insoportable
para que el sujeto pudiese tolerarla durante todo el tiempo que hubiera exigido
el tratamiento de la psora interna. Si se quitaba entonces el emplastro para
aliviarlos, desaparecía en poco tiempo la reacción pruriginosa, por violenta que
fuera, así como la erupción reactiva. Resultaba así manifiesto que el
tratamiento no era más ventajoso al añadirle este procedimiento.

Esto confirma lo que ha sido dicho anteriormente, a saber, que la dermatosis


provocada, así como el simple prurito, no poseían, ni por aproximación, la
propiedad vicariante de la erupción primitiva que había sido suprimida; que en
consecuencia este método, del que tanto esperaba, no ofrece más que un
mediocre interés para la curación radical de la psora íntegra incluso si se le
añade una medicación interna. Además el poco bien que procura este
procedimiento pierde todo su valor en comparación con los males a menudo
insoportables debidos a la erupción y a la comezón producidas, y por la
depresión física general que es su consecuencia inevitable.

2. - La aplicación local de un emplastro compuesto por cera amarilla o


trementina de pino salvaje empleada por los horticultores.

3. - Por último la aplicación de un tafetán impregnado de goma resina.

Es pues una verdad bien establecida que el período en que la totalidad de la


psora resulta más fácil de curar mediante remedios antipsóricos es aquél en
que aún puede observarse la erupción escabiosa primitiva.

Los colegas alópatas pecan de ignorancia cuando suprimen la erupción


sarnosa mediante una terapéutica local en vez de recurrir a un tratamiento
interno todavía relativamente sencillo para atacar esta temible enfermedad en
todo el organismo. De esta forma sería fácil ahogar en su principio las
enfadosas consecuencias de su inevitable desarrollo, es decir toda la cohorte
de afecciones crónicas secundarias y sus secuelas, definitivas o no.

¿Cuál puede ser la excusa de un médico hospitalario cuando comete


semejante falta? También busca en vano justificación el médico privado al
alegar la imposibilidad de identificar esta enfermedad en su origen, de
reconocer dónde, cuándo y en qué ocasión o qué persona puede haberla
transmitido, y que por consiguiente no se le puede hacer responsable de las
enfadosas consecuencias que pueden derivarse, ya sea por error de
diagnóstico ya sea al ceder a la insistencia de los padres de la clase
acomodada de eliminarla lo más rápidamente posible de la superficie cutánea
mediante lociones saturninas o mediante fricciones con pomadas a base de
plomo, de zinc o de mercurio.

Tal justificación es inadmisible: en primer lugar porque un médico instruido y


concienzudo no debe jamás permitirse atacar una erupción del tipo que sea
mediante procedimientos externos.

Debe saber que el tegumento como tal jamás produce erupciones; que éstas
jamás se desarrollan si la participación efectiva de la totalidad del organismo
vivo y tampoco de no ser constreñida por un proceso mórbido de la totalidad
del cuerpo.

Debe saber que cualquier dermatosis está ligada a un desarreglo de la


totalidad de la economía. En consecuencia es contra ese desarreglo contra lo
que hay que aplicar los medios y no únicamente contra los síntomas externos,
la dermatosis, que tratada de forma racional con una medicación interna
desaparece siempre con su causa, y a menudo mucho más rápido que si se le
oponen tópicos y tratamientos puramente externos.

En segundo lugar ningún médico necesita para ratificar su diagnóstico la


observación en su integridad de los síntomas característicos de la sarna. Haya
o no algunas vesículas que evolucionen a pústulas, se encuentren o no
acompañadas por lesiones por rascado con excoriaciones y costras, no puede
dudar un solo instante, incluso si se encuentra únicamente ante una vesícula
aislada que está ante una dermatosis escabiosa, cuando el niño o el lactante
todavía en la cuna se frota y se rasca o cuando el adulto se queja, sobre todo a
última hora de la tarde y por la noche, de un prurito voluptuoso importante
localizado en la zona eruptiva y que le obliga imperiosamente a rascarse, ¡lo
que provoca además un ardor quemante!

¿No es éste el signo característico de una infección psórica general que debe
acallar cualquier otra consideración? ¿Y qué importancia tienen aquí las
condiciones sociales? Hay que destacar no obstante que en la clase
acomodada y en la alta sociedad raramente se consigue saber cuándo, dónde y
a través de quién se ha producido esta infección, ¿pero no sabemos ya que las
ocasiones de contagio son múltiples e inoperantes, como ya lo he demostrado?

209. Cuando el médico tiene la posibilidad de observar lo suficientemente


pronto la primera manifestación cutánea de la sarna, le basta, sin necesidad de
recurrir jamás a ningún tratamiento externo, administrar uno o dos glóbulos del
tamaño de un granito de adormidera embebidos de azufre dinamizado, del que
hablaré más adelante, para conseguir en los niños librarles para toda la vida de
la enfermedad psórica integral, entendiéndose por tal la inflorescencia cutánea
y el agente infeccioso interno (psora interna). Pero raramente sucede en la
práctica privada que el facultativo encuentre una sarna típica de corta
evolución. El boticario, ciertas mujeres, un curandero, consultados a causa del
prurito insoportable que sufre el enfermo, le hacen tomar drogas de lo más
diverso, sobre todo la penosa mezcla de manteca de cerdo y flor de azufre,
cuya eficacia paliativa parece casi instantánea.

Sólo en los cuarteles, las prisiones, los correccionales, los orfanatos y los
hospitales encontramos la sarna bajo su aspecto primitivo no modificado, ya
que los pacientes son tratados obligatoriamente por el hombre de Arte, a
menos que el cirujano titular del establecimiento (¡antaño barbero!) haya
tomado la delantera para instituir un tratamiento desgraciadamente supresivo.

Desde la más remota antigüedad, en que la sarna ya existía, pues no siempre


degeneraba hasta el aspecto leproso, se reconocía al azufre una especie de
virtud específica contra esta afección; pero entonces no sabían utilizarlo, como
la mayor parte de los médicos modernos, más que en aplicaciones externas.
Se encuentran ya indicaciones de este uso en las obras de A.C. CELSO (vol.
28). Se trataba de ungüentos y de pomadas, conteniendo varios de ellos
azufre y alquitrán, otros sales de cobre y otras drogas destinadas a suprimir la
erupción sarnosa, procedimientos considerados como una curación. Los
médicos antiguos también aconsejaban (como los médicos de hoy en día) a sus
pacientes enfermos de sarna, baños sulfurosos calientes. El uso de estos
medios terapéuticos externos les libraba, a decir verdad, del mal externo.

210. Pero no era raro observar que después de estas pseudocuraciones se


presentaran accidentes graves, como por ejemplo el anasarca que siguió a la
curación de este ateniense que murió al tercer día de esta enfermedad, tras
baños sulfurosos que tomó en la isla de Melos (hoy Milo), tal y como nos dice el
autor del 5º libro atribuido a HIPÓCRATES sobre las epidemias. Los médicos de
la antigüedad no hacían tomar azufre interno para la sarna, pues no tenían ni
idea, ni más ni menos que nuestros médicos modernos, acerca de la naturaleza
más interna que externa, e incluso especialmente interna, de esta enfermedad
infecciosa.

Si vemos cómo era empleada esta sustancia medicinal «per os» por la
medicina oficial, no quiere esto decir que no tuviera otra opinión acerca de la
esencia de esta enfermedad, pues añadían siempre a este remedio tomado
internamente sus terapéuticas externas. Las dosis laxantes que administraban
de esta sustancia, 1/2, 1 o 2 gramos por toma, a menudo repetida, asociadas a
procedimientos externos, prueban suficientemente que no veían más que un
medio purgante que les parecía más apropiado a la naturaleza de esta
enfermedad, y que, así como todos los catárticos, se consideraba que por
derivación suprimía el vicio de la superficie.

Habida cuenta de la terapéutica externa que se asociaba, los médicos


modernos eran incapaces de apercibirse de la utilidad o de la toxicidad del
azufre absorbido. Hay que subrayar que con el azufre incluso administrado
solo, vía oral, en las dosis sustanciales de que acabo de hablar, no se puede
esperar procurar una curación radical del miasma psórico total. Este fracaso
puede deberse bien a que para actuar como remedio antipsórico debe ser
absorbido en dinamización en muy pequeña dosis (en efecto, en estado bruto
68, en proporciones sustanciales y a menudo repetidas, el azufre o bien
agravaba la enfermedad, o bien añadía una nueva), bien sea porque la violenta
acción que ejerce provoca una reacción intestinal con diarreas o gástrica con
vómitos, sin que por ello el enfermo aproveche su virtud curativa.

211. Si la enfermedad psórica interna se encuentra aún acompañada por su


síntoma cutáneo (exantema primitivo) -condición más favorable para la
curación- la misma no puede obtenerse por la unión de una terapéutica
externa supresiva combinada con dosis masivas de flor de azufre absorbidas
por vía oral; con más motivo no podemos esperar curar a la que ha sido
despojada de su signo externo mediante el uso del mismo medicamento, por
más antipsórico 69 que sea, administrado en muy grandes dosis, como se hace
de costumbre.

Ni la multitud de curas hidrotermales con baños sulfurosos ni el uso


simultáneo en bebida de estas mismas u otras fuentes del mismo género
puede abocar a verdaderas curaciones.

A decir verdad, se asiste a un número bastante importante de felices


resultados al principio de estos baños sulfurosos en toda una categoría de
enfermos crónicos; de ahí las afluencias a los baños de Tepliz, Baden, Aixla-
Chapelle, Nenndorf, Warmbrunn, etc. ¿Quieren saber lo que es esta salud
aparentemente recobrada en estas estaciones termales? No es más que una
enfermedad medicamentosa sulfurosa, más soportable y más suave tal vez
que la psora natural, pero que no tarda en ceder su lugar a la enfermedad
primitiva; o, lo que es peor aún, esta psora primitiva levanta de nuevo la
cabeza, bien sea con una sintomatología idéntica a la del pasado, bien sea con
síntomas nuevos más graves, o, en última instancia, ¡atacando a órganos más
nobles o más esenciales!

El enfermo ignorante no se da cuenta, y se regocija de haberse librado con


tanta facilidad de la primera enfermedad, es decir, del primitivo grupo de
síntomas psóricos. Está lejos de sospechar que el cambio de su mal no es más
que una metamorfosis de la misma psora. Le resulta una triste experiencia el
no haber obtenido de su nueva cura más que un pequeño alivio. Por el
contrario, un mayor número de baños azufrados que cree debe tomar para
asegurar más su curación, empeora incluso su estado y deteriora su salud, que
se hace peor de lo que jamás ha sido.

Así pues es a estas dosis abusivas tanto como a la repetición demasiado


frecuente de su empleo (tanto externo como interno) a lo que el azufre, por
otra parte específico contra la enfermedad, debe, no diré únicamente su
ineficacia, sino aun el triste privilegio de hacer a la humanidad sufriente mucho
más mal que bien.

Pero si queremos emplear este remedio, como no tardaré en enseñar, en dosis


en consonancia con sus propiedades específicas, sólo lo conseguiremos en el
caso de que la psora sea aún reciente y manifieste su síntoma externo
primitivo en la piel.

212. No obstante, pese a sus evidentes propiedades antipsóricas que le


permiten conseguir una curación en la psora secundaria, es decir aquella en
que la eflorescencia ha sido suprimida, ya se trate de psora latente o más o
menos manifiesta bajo la forma de enfermedades crónicas diversas, raramente
se puede utilizar, puesto que casi siempre se ha abusado previamente de este
remedio. Ya que Sulphur, como todos los demás remedios antipsóricos, no
debe ser administrado más que dos o tres veces seguidas, con un intervalo de
varias semanas, incluso si otros remedios antipsóricos han tenido que se
intercalados en el intervalo, si no queremos anular los efectos favorables
obtenidos y comprometer la cura. En otros términos, hemos establecido el
principio de que jamás el azufre, dinamizado o no, curará por sí solo el miasma
psórico privado de su exantema, ya sea la psora latente o evolucionada, y
menos aún los baños sulfurosos, naturales o artificiales.

Un segundo principio que la experiencia ha hecho no menos incontestable es


que la psora interiorizada 70, latente o evolucionada, raramente cederá a
cualquier otro remedio si éste es empleado solo. Su acción sucesiva es
indispensable para la curación, y en los casos particularmente difíciles es
necesario administrar varios, por supuesto uno tras otro.

Por muy extrañas que parezcan estas aseveraciones, dejaremos de


extrañarnos si consideramos que la psora es un miasma de un tipo muy
particular, que ha atravesado en varios miles de años millones de organismos
humanos en que ha padecido el mismo número de mutaciones que han
propiciado los elementos de las innumerables enfermedades crónicas (no
venéreas) que pesan sobre la humanidad y cuyas formas son variadas en razón
de la diversidad de las situaciones físicas 71, morales y sociales de los
individuos.

Fácilmente comprenderemos que no es posible que un solo y único remedio


pueda responder a estas múltiples formas, y que resulta necesario administrar
varios a fin de poder actuar de forma homeopática sobre la inmensa cantidad
de síntomas psóricos en las enfermedades crónicas no venéreas 72.

Aunque sea absolutamente cierto que una única dosis de azufre administrada
en dinamización homeopática basta para la curación de la psora reciente
acompañada por su síntoma local externo, ya no es así cuando la erupción
sarnosa ha envejecido. Se ve que el agente infeccioso, multiplicándose por vía
centrípeta, abandona poco a poco el revestimiento externo, y que entonces la
psora interna, al no estar íntegramente representada en el exterior, busca y
encuentra otra diana en algunos de los órganos internos, lo que se manifiesta
por la aparición de síntomas que caracterizan una psora latente o una psora
evolucionada ya desarrollada bajo la forma de enfermedad crónica.

En general, en estos casos el azufre solo no es más suficiente para la curación


que cualquier otro medicamento antipsórico.

Por regla general hace falta también aquí la actuación sucesiva de varios de
ellos, según las reglas y los principios de la homeopatía.

Dietética en las afecciones crónicas

213. Régimen homeopático en el tratamiento de las afecciones crónicas no


venéreas.

El tratamiento homeopático de las innumerables afecciones crónicas no


venéreas se parece en cuanto a los puntos esenciales al de las enfermedades
en general, tal y como está expuesto en el Organon del Arte de Curar.

Seguidamente expongo los detalles del régimen a seguir, así como consejos
sobre la higiene, lo que convendrá evitar para no alterar el tratamiento
homeopáticos, las ropas, el género de vida, las ocupaciones y el ocio, el
comportamiento sexual y moral, etc., que deberán observarse muy
especialmente en el transcurso de un tratamiento homeopático en las
enfermedades crónicas. Estas son de larga y difícil curación.

No obstante, pese al rigor del precepto que ordena alejar de la cura todo
aquello que pueda contrariarla, debemos reconocer que durante la duración
del tratamiento conviene no ser excesivamente riguroso en las reglas
dietéticas, sino, al contrario, mostrar una cierta elasticidad y una comprensión
hecha de buen criterio en lo que concierne a la edad del enfermo, la
antigüedad de sus costumbres -que se han convertido en una segunda
naturaleza-, de su situación social tanto en las clases altas como bajas de la
sociedad: es decir, individualizarlos en cada caso.

Si la homeopatía cura las enfermedades crónicas, no es, tal y como claman


sus adversarios para disminuir su mérito, únicamente a causa de la severidad
del régimen y del género de vida que impone. Podemos fácilmente
convencernos de ello al considerar una multitud de enfermos que tomando
como dogma estos principios se han constreñido durante largos años a
observar con demasiado rigor y estrechez de espíritu, el régimen homeopático
prescrito en los párrafos 260-271 del Organon, sin por ello poder disminuir la
afección crónica que les atormentaba. Al contrario, sus males progresaban tal
y como lo hacen, según su naturaleza, todas las enfermedades que deben su
origen a un agente infeccioso crónico.

Por estos motivos, pues, y a fin de que la cura sea posible y practicable, el
homeópata deberá adaptar inteligentemente a las circunstancias sus consejos
de dietética e higiene. Actuando así llegará a la meta del tratamiento de forma
mucho más segura y por consiguiente también mucho más completa que si se
mantuviera obstinadamente en la rigidez del precepto, inaplicable en multitud
de casos.

Así el albañil, cuando tenga fuerzas para ello, continuará realizando su trabajo
manual, el jornalero sus ocupaciones, el artesano su profesión, el campesino el
cultivo de su campo, y el ama de casa sus labores caseras; cada uno de ellos
deberá evitar cualquier ocupación nociva no sólo si se encuentra enfermo, sino
incluso estando sano.

Estas recomendaciones deben ser libradas a la sagacidad del médico tratante.


Todos los intelectuales y los que tienen ocupaciones sedentarias deberán
pasearse al aire libre durante su tratamiento. La clase acomodada deberá
imponerse dejar el coche para ir más a menudo a pie. El médico podrá
permitir las distracciones inocentes y moderadas, por ejemplo la danza, las
excursiones por la montaña, las veladas y reuniones sociales, la música
recreativa y no excitante y las conferencias no excesivamente prolongadas. En
raras ocasiones autorizará los espectáculos y jamás los juegos de naipes.

Sexualidad

El buen médico insistirá en reducir las salidas exclusivamente en coche o a


caballo. Dará a sus enfermos crónicos juiciosos consejos con respecto a la
moral, por ejemplo evitar amigos o camaradas poco serios o depravados, al
poder resentirse su estado físico. Las aventuras amorosas, los idilios
pasionales y sexuales, las novelas y poesías demasiado libres. Las lecturas
lincenciosas u obscenas, los libros fanáticos, serán todos ellos formalmente
prohibidos 73.

Remedios domésticos

214. Por fin tenemos a los intelectuales, que ignoran casi en su mayor parte
que tienen que mover sus extremidades. Sobre todo va por ellos el precepto
de buscar cualquier ocasión de salir al aire libre y de inventarse, durante el mal
tiempo, cualquier ejercicio manual, esto bien entendido si padecen una
afección crónica de poca importancia. Durante el tratamiento podrán seguir
realizando sus funciones intelectuales y sus lecturas, pero evitando cualquier
continencia de espíritu que pueda perturbar la cura. No obstante, cualquier
tipo de lectura deberá ser casi siempre prohibida en los casos crónicos graves.
Todas las categorías de enfermos afectados por enfermedades crónicas, sin
excepción, deberán renunciar a todos aquellos pequeños remedios domésticos
propios de cada familia, así como a cualquier otro medicamento del tipo que
sea tan a menudo tomado a expensas del médico.

Perfumería

Se prohibirán los perfumes, colonias y dentífricos.

Ropas

Convendrá evitar suprimir de forma demasiado brusca el uso de ropa interior


caliente, de franela o de lana en los sujetos que están acostumbrados a ella
desde hace tiempo. Les haremos cambiar el algodón a medida que la
enfermedad mejore y que la estación se caldée, hasta que puedan acomodarse
a tejidos más ligeros, como el lino.

Abscesos de fijación

Conviene también evitar la supresión demasiado brusca de los abscesos de


fijación en las afecciones crónicas graves; esto sólo podrá plantearse
progresivamente cuando el tratamiento interno haya hecho progresos y sobre
todo si se trata de personas de edad avanzada.

Sangrías

Las sangrías, las ventosas escarificadas, las extracciones importantes de


sangre, por muy acostumbrado que esté el enfermo, deberán estar totalmente
proscritas.

Baños y duchas

El médico evitará ceder a los deseos de los enfermos que insisten en darse sus
baños calientes habituales y sólo permitirá el uso de lociones rápidas
necesarias para la limpieza y cuidados del cuerpo.

Régimen

En cualquier enfermedad crónica de la que nos queramos deshacer será


necesario un régimen racional que forzosamente exigirá alguna privación.
Pero las restricciones deberán ser siempre razonables, no ser excesivamente
absolutas, tener en cuenta la situación social del enfermo, salvo para las
afecciones abdominales crónicas en que convendrá ser mucho más severo ya
sea en cuanto al régimen o en cuanto a la reducción de horas de trabajo.

No se quitará a la clase modesta el uso de la sal, del queso blanco, de las


distintas papillas, de las patatas, del pan, siempre y cuando lo utilicen con
moderación (a fin de resaltar el sabor de estos modestos alimentos), las
cebollas y la pimienta. En un intenso deseo de curar podemos, incluso en los
ambientes afortunados acostumbrados a la buena mesa, encontrar una
alimentación dietética apropiada para la enfermedad a curar.

Bebidas

Es en la determinación de las bebidas donde el médico homeópata encontrará


más dificultades.

Café

215. El café es tan nocivo para el organismo en general como para el sistema
nervioso en particular, tal como he demostrado en un opúsculo publicado en
Leipzig en 1803 (Wirkungen des Kafees). Pese a sus efectos perniciosos, la
mayor parte de las naciones llamadas civilizadas lo han convertido en una
costumbre, una necesidad incluso tan imperiosa que es difícil imaginar suprimir
totalmente su uso, ya que, al igual que la superstición y los prejuicios, ha
echado profundas raíces en el organismo humano; y sin embargo el médico
homeópata bien informado deberá pensar en conseguir en sus enfermos
crónicos la abstención definitiva. Los jóvenes hasta los 20 o todo lo que más
los 30, pueden dejarlo bruscamente sin inconvenientes. No es así en aquellos
que estando acostumbrados desde la infancia han pasado de esta edad. Podrá
permitírseles deshabituarse poco a poco hasta llegar a dejarlo totalmente.
Pero se llega perfectamente a suprimirlo de un día para otro sin inconvenientes
(salvo tal vez durante los primeros días).

Hace apenas seis años pensaba aún poder permitirlo en personas de edad que
se negaban a renunciar a él pero he tenido que reconocer que la antigüedad de
la costumbre no le quita nada de sus efectos nocivos.

Como el deber del médico debe únicamente apuntar a la salud de sus


enfermos, debe considerarse obligado a prohibir en los sujetos afectados por
una enfermedad crónica inveterada, una bebida que sólo puede hacerles daño.
Casi todos, si confían en él, seguirán sin discusión y de buen grado su consejo
cuando les haya convencido de que es únicamente por el interés supremo de
su salud.

Lo mismo podemos decir del té que, ya sea barato y de calidad ordinaria o de


las calidades superiores más caras, pese a provocar una agradable excitación
del sistema nervioso lo consume y lo debilita. Incluso muy ligero, en pequeña
cantidad, consumido una única vez al día, jamás deja de ser nociva la infusión
de té en las enfermedades crónicas y en todos aquellos que se han habituado,
jóvenes o viejos, convendrá sustituirlo por una infusión más inocente.
La experiencia me ha convencido de que la mayoría de los enfermos que han
sabido merecer mi confianza siguen de buen grado mis consejos a este
respecto.

Vino

216. El médico podrá ser más liberal con respecto al vino, que no será
necesario retirar jamás totalmente a los enfermos crónicos que estén
acostumbrados al mismo. Los enfermos que desde su juventud están
acostumbrados a beber vino puro 74 en cada comida tienen tanto mayores
dificultades en renunciar a él de forma brusca o definitiva cuanta más edad
tienen. La supresión brusca de esta bebida podrá dar lugar a una astenia
rápida y por ello complicar el tratamiento e incluso en ciertos casos poner la
vida del enfermo en peligro; será de buen juicio durante algunas semanas e
incluso más, mezclar el vino puro con agua, al principio mitad y mitad e incluso
más en ciertos enfermos crónicos.

Espirituosos

Resulta aún más indispensable hacer renunciar al uso del aguardiente. Pero el
médico necesita ser tan circunspecto para debilitar esta costumbre como
perseverante para conseguirlo. Cuando la eliminación total del mismo puede
alterar sensiblemente las fuerzas del interesado podrá autorizarse durante
cierto tiempo su sustitución por una pequeña cantidad de buen vino puro más
o menos mezclado con agua según las circunstancias.

Es una ley inmutable de la naturaleza que la fuerza vital reacciona en sentido


contrario a la acción ejercida por las potencias físicas o medicamentosas
(cuando ésta, por supuesto, se encuentra posibilitada para hacerlo). Se puede
de esta forma concebir -y la observación lo demuestra- que tras su ingestión
las bebidas espirituosas provocan vigor y calorías en virtud de la reacción de la
fuerza vital y siempre seguidos por un efecto contrario, a saber: disminución de
energía y calor vitales, o sea un estado que el verdadero médico debe evitar
tratando a sus enfermos crónicos.

Sólo el médico académico, el alópata, que no ha sido tan entrenado como el


médico homeópata para observar con minucia, para reflexionar y apreciar
todas las circunstancias nocivas que pueden traer estos paliativos, es capaz de
dar a sus enfermos el pernicioso consejo de beber a diario vino fuerte y puro
para fortificarse. ¡El verdadero médico homeópata nunca actuará de esta
forma!

El uso de la cerveza lleva a reflexiones más serias. En efecto, los


refinamientos a que han llegado los cerveceros en estos últimos tiempos en su
fabricación añadiendo plantas diversas a la decocción de la malta tiene como
meta no sólo preservar la cerveza de la acidificación, sino y principalmente el
hacerla más agradable al gusto y más alcohólica, sin tener en cuenta las
influencias nefastas que produce sobre la salud si se consume a diario y cuyas
huellas buscará en vano el control de la higiene. Un médico concienzudo no
puede por tanto autorizar a sus enfermos a beber cualquier cerveza, cuando
además aquéllas que parecen menos sospechosas al no ser amargas llevan a
menudo añadidas sustancias narcóticas para procurarles la facultad
embriagadora que tanto bebedores buscan.

Ácidos

217. Entre las sustancias que son igualmente nocivas para los sujetos
afectados por enfermedades crónicas, tenemos las sustancias ácidas
conservadas en vinagre o ácido cítrico, que pueden provocar trastornos varios
sobre todo en los enfermos digestivos y neurópatas.

Además la mayoría de las sustancias ácidas destruyen el efecto de muchos de


nuestro preciosos medicamentos y exaltan la acción de otros. Recomendaría
por consiguiente la mayor moderación en el consumo de frutos ácidos tales
como guindas, grosellas verdes, uvas ácidas. Sin embargo las frutas dulces
tomadas con moderación se autorizarán, pero no aconsejaría particularmente
las ciruelas a los estreñidos en vista de su acción puramente paliativa.

Carnes

La ternera demasiado joven tampoco conviene a estos sujetos ni a aquellos


cuya digestión resulta dificultosa. Aquellos que tengan debilitada su potencia
sexual se limitarán al pollo y los huevos y evitarán la vainilla, las trufas y el
caviar que al actuar como paliativos únicamente dificultarán la curación.

Especias

La canela y el azafrán se prohibirán a las mujeres que sufran de


hipomenorreas. La canela y el clavo, la nuez moscada, la pimienta, el jengibre
y los amargos deben desaconsejarse durante el tratamiento homeopático en
sujetos dispépticos e hipoclorhídricos.

Flatulentos

Se prohiben las leguminosas y todas las verduras flatulentas a los digestivos,


sobre todo si son estreñidos.

RÉGIMEN AUTORIZADO

218. La alimentación más racional en las afecciones crónicas consistirá en


buen pan de trigo o cebada, mantequilla fresca en cantidades moderadas,
lácteos y leche, carne de buey ligeramente salada. Tras el buey, más fácil de
digerir, podremos pensar en el consumo de gallina, de cordero, incluso de caza
o palomo joven, pero nos mantendremos circunspectos con respecto a la carne
y grasa de cerdo, y aún más la de plato y la de oca. Se permitirán sólo en
pequeñas cantidades y en raras ocasiones las carnes saladas y ahumadas.

Se prohiben las hierbas crudas o machacadas en la sopa o las verduras


(cebolleta, perejil, aromatizantes diversos) así como los quesos fuertes y
demasiado hechos.

Pescado

Se permitirá el pescado simplemente hervido y sin condimento en pequeñas


cantidades; raramente los pescados salados (arenques, anchoas); los pescados
secos y ahumados estarán proscritos.

No resulta inútil repetir que la sobriedad y la contención en todo, incluso con


respecto a los manjares más inocentes, es un deber capital para todos los
sujetos afectados por enfermedades crónicas.

Tabaco

El uso del tabaco exige una atención especial. Se puede, en algunos casos
crónicos, permitir fumar a los viejos acostumbrados que no expectoren. No
obstante habría que restringirlo particularmente en los que sufren
obnubilaciones, vértigos, trastornos de intelecto, del sueño, de la digestión, de
la defecación. Muchos fumadores sólo pueden defecar tras haber fumado,
pero éste es un hecho puramente paliativo que hay que suprimir para permitir
al remedio homeopático bien seleccionado la regularización duradera de la
función de exoneración intestinal.

Además hay que ponerse seriamente en guardia contra la fea costumbre de


aspirar tabaco utilizada como paliativo contra la obstrucción nasal (mecánica),
las rinitis crónicas con nariz tapada y las conjuntivitis persistentes, que no trae
más que un alivio puramente transitorio. Los lamentables resultados
producidos por el hecho de inhalar tabaco durante el tratamiento de
enfermedades crónicas deben obligar al médico homeópata a reducir desde el
principio esta práctica hasta llegar a una rápida supresión; y esto teniendo en
cuenta además que no hay que olvidar la influencia tóxica directa de los
productos químicos que componen los aditivos que se añaden al tabaco, que
entran en contacto directo con los nervios de las fosas nasales y que son tan
dañinos como puedan serlo los medicamentos extraños dado al interior.

Acontecimientos que pueden despertar una psora latente

219. Causas morales y psíquicas que hay que tener en cuenta en las
enfermedades crónicas.

Causas psíquicas
Hay circunstancias morales y psíquicas que pueden despertar la psora
«adormecida», hacerla salir de su estado latente, favorecer su desarrollo para
convertirla en una psora manifiesta, como las causas físicas señaladas
precedentemente.

Estas circunstancias pueden no sólo exaltarla, sino también volverla de más


difícil curación e incluso en ciertos casos, hacer al sujeto incurable, a menos
que estas condiciones desaparezcan. Hay que destacar que éstas son de muy
diversa naturaleza y por consiguiente también lo son las nefastas influencias
que ejercen en muy diferentes grados. Sin duda no agota impunemente el
hombre psórico sus fuerzas por surmenaje en trabajos físicos excesivos,
padece traumatismos que le provocan lesiones orgánicas más o menos serias,
se expone a condiciones climáticas insalubres, a excesos de frío o de calor, o
también sufre por la vida que le impone la miseria y por el hecho de que
además de las carencias alimenticias, se encuentre obligado a alimentarse con
productos de mala calidad, etc. Bajo estas funestas influencias, su psora
latente evoluciona hacia el desarrollo, y su enfermedad crónica, resultado de
esta evolución, sólo puede agravarse. No obstante, no hay ninguna paridad
entre estas causas físicas y las morales que provienen de un alma precipitada
en la desgracia o atormentada por la conciencia. Más vale ser inocente y
cumplir diez años de trabajos forzados o pasarlos en prisión, sufriendo del
cuerpo, que algunos meses de unión conyugal desgraciada, incluso en medio
del lujo y la sobreabundancia de bienes. ¡Ved este joven favorito de un
príncipe, antaño de tan floreciente salud! Han bastado algunas semanas para
hacer estallar su psora latente y declarar una afección crónica grave al ser
echado del brillante puesto que ocupaba y hacerle caer en el desprecio y la
indigencia.

Decepciones, vejaciones, pueden manifestarse rápidamente como afecciones


crónicas físicas o mentales e incluso inducir a la locura. ¡Cuántos hombres han
perdido la razón o han sido víctimas del rápido desarrollo de una afección
crónica al haber caído de la cima de su riqueza en la angustia de la necesidad!
¿Cuántas madres delicadas y ya enfermas de psora se han precipitado en una
tisis purulenta incurable o en los tormentos de un cáncer de mama tras la
súbita muerte de un hijo querido? ¿Acaso nos inspira una gran pena la
melancolía de una joven sensible, atormentada por ataques histéricos a causa
de una psora evolucionada, al no seguir siendo reconocido su ardiente amor
por un enamorado infiel? ¿Por cuántas dificultades y complicaciones en
ocasiones insuperables se encuentra rodeada la homeopatía, incluso
totalmente aceptada, para la curación de estos desgraciados?

220. No obstante, es a los pesares, a las penas y a las desesperaciones a los


que con mayor frecuencia, la psora latente o la psora evolucionada deben la
primera su desarrollo y la segunda, su agravación manifiesta. Una situación
moral inextricable y continua, no tarda en despertar los rasgos incluso más
débiles de una psora todavía latente, en hacerla surgir de las profundidades y
por fin en desarrollarla rápidamente bajo la forma de síntomas más graves,
para dar lugar de forma inopinada a la aparición de enfermedades crónicas de
los más desagradable.

Ninguna otra influencia agravante de los males ya existentes podría ser tan
frecuente, tan nefasta y tan perniciosa. ¿Qué médico no convierte en un deber
alejar de su enfermo tales obstáculos para obtener su curación? Evitar el
aburrimiento, alegrar su espíritu son consejos que prodigará en cada una de
sus consultas.

Pero su deber también alcanza a la influencia que le convendrá ejercer sobre


todo el entorno y la parentela de su enfermo para alejar en lo posible las
causas de aflicción y de contrariedad. Esta será la meta principal de sus
cuidados y de su filantropía. Pero si la espina irritadora no ha podido ser
quitada, si el mal persiste, si la condición del enfermo es tal que no pueda
recuperarse, que sea verdaderamente inaccesible al consuelo, si la filosofía o
la religión le dejan indiferente, si su fuerza de espíritu no llega al punto de
permitirle soportar su sino y su enfermedad, si no tiene el suficiente dominio
de sí mismo para soportar con conformidad y resignación males y desgracias
que no son culpa suya, si se hunde en la tristeza y la melancolía sin que el
médico pueda alejarlas... sólo le queda al hombre del Arte el abandono 75.

En efecto, el tratamiento mejor dirigido, los remedios más apropiados no


pueden ya ejercer ningún tipo de acción sobre el estado físico crónico del que
sufría por la persistencia incesante de trastornos morales (pesares y penas)
que a cada instante merman la profundidad de su psiquismo. ¿No resulta
absurdo continuar la construcción del más bello edificio cuando los cimientos
son destruidos cada día, poco a poco, por el batir de las olas?

Obstáculos para la curación de las enfermedades crónicas

TRATAMIENTO ALOPÁTICO

La curabilidad de las afecciones crónicas es bastante problemática entre la


clase afortunada que ha pasado ya por multitud 76 de baños y de curas
hidrotermales de lo más diverso y ha recibido un grado más de agravación por
la hipermedicación con drogas prescritas por nuestros colegas alópatas, a
menudo numerosos, que han ensayado en estos desgraciados todos los
remedios de moda, de Francia, de Inglaterra, de Italia, remedios a menudo
además mezclados. Todas estas drogas y estas sustancias medicamentosas
no apropiadas a estos casos desde el punto de vista homeopático, nocivas por
sus fuertes propiedades farmacodinámicas y sobre todo por su frecuente
repetición en dosis masivas, despiertan la psora existente que año tras año va
resultando más difícil de curar (y aún más si está complicada con la syphilis) y
acaban por volverla incluso incurable si se persiste demasiado tiempo en tales
errores.

¿Quién será el médico lo suficientemente clarividente, quién tendrá la vista lo


suficientemente penetrante para aclararse en este caos? No sólo estos
tratamientos alopáticos son incapaces de curar el mal primitivo, sino que
además atacan al organismo, lo debilitan y de esta forma aceleran la
progresión de la psora, y además engendran nuevos trastornos patológicos
artificiales por intoxicación medicamentosa, y la energía vital queda
anonadada ante estas agresiones a dos bandas.

Si las tristes consecuencias de los daños que los métodos llamados clásicos,
que asaltan la energía vital del organismo vivo, no fueran más que
modificaciones puramente dinámicas, desaparecerían bien por sí mismas, por
el simple hecho de abandonar su empleo, o bien cederían gracias a la eficacia
de la homeopatía. Pero desgraciadamente no se encuentran a menudo en este
caso, y generalmente persisten. Muy probablemente estos ataques repetidos y
continuos que los procedimientos alopáticos provocan en la economía por una
posología demasiado masiva y demasiado heróica con drogas prescritas
arbitrariamente, fuerzan a la energía vital a reaccionar en sus últimos
baluartes para prevenir su rutina, modificando funcional o materialmente los
órganos internos a fin de protegerlos.

El organismo reacciona mediante la hipertrofia de la capa córnea de la piel


sensitiva de las manos, que traumas groseros o el empleo de sustancias
químicas en ciertas profesiones exponen a estar frecuentemente irritadas. De
igual forma en los tratamientos alopáticos prolongados, que son
eminentemente variables, caprichosos, sin relación de semejanza con el mal a
tratar y por este hecho no llegan a ninguna curación real, la acción
farmacodinámica de sus drogas provoca siempre síntomas secundarios tóxicos
en la mayoría de las vísceras, y por esta causa la energía vital, en sus
esfuerzos por protegerlas, por preservarlas de modificaciones irreversibles,
cambia una parte de su estructura y sus funciones. A partir de entonces esta
energía vital, al actuar sobre la estructura y las funciones orgánicas, frena o
paraliza su acción, disminuye o apaga su sensibilidad, hipertrofia o esclerosa,
atrofia o incluso destruye; en una palabra, provoca, según los tejidos, aquí
degeneraciones, allá adherencias o neoformaciones. En la autopsia los
médicos ignorantes y astutos incluyen estas manifestaciones diversas en el
conjunto de la enfermedad primitiva, cuando se trata esencialmente de los
resultados puros y simples de sus propias malas actuaciones y que en todos los
casos constituyen estados bastante frecuentes y tan degenerados que a
menudo se hacen irreversibles, o en todo caso mucho menos susceptibles de
ser curados que la enfermedad misma.
222. En sujetos aún bastante resistentes, no demasiado mayores, cuyas
fuerzas no han sido dilapidadas en parte por tratamientos alopáticos
prolongados, el médico homeópata puede conseguir restablecerlas. Lo
consigue atacando en primer lugar a la psora interna y cuando las condiciones
son favorables. Entonces la energía vital desembarazada de la psora se
reanima poco a poco y consigue por una restituito ad integrum restablecer el
estado funcional normal e incluso, obrando de forma casi creadora -que no
puede llevar adelante más que en circunstancias exteriores favorables y que a
menudo exigen un largo período de tiempo-, reconstituir lo que había sido
modificado desde el punto de vista estructural en los tejidos sin por ello llegar
siempre a un resultado completo.

La experiencia demuestra día a día que el médico alópata, pese a todos los
cuidados, toda la paciencia, la perseverancia que pone en utilizar métodos
desgraciadamente supresivos y perniciosos en las enfermedades crónicas,
vulnera involuntariamente y por ignorancia el organismo humano y
compromete su vida.

Esta terapéutica ejercida por el homeópata más capaz y más competente,


¿hasta qué punto puede devolver con rapidez la salud en casos inveterados,
que han sufrido durante años, que han llegado a resultados patológicos
avanzados; este homeópata, digo, que jamás tuvo la pretensión de actuar
directamente sobre lesiones orgánicas? No olvidemos que el facultativo no se
encuentra aquí ante afecciones psóricas naturales y simples, sino ante
enfermedades crónicas complicadas por intoxicaciones medicamentosas.
Incluso en los casos en que se trata de enfermos cuyo estado no es tan
irreversible que se vea en la obligación de renunciar a un tratamiento, de
sujetos cuyas fuerzas no están demasiado agotadas -lo que,
desgraciadamente, no es un caso frecuente-, siempre debe reservarse su
pronóstico y no dar esperanzas de una perfecta curación.

Todos los enfermos afectados por enfermedades crónicas que han sido
tratadas por la alopatía deberán, antes de tratarse homeopáticamente, ser
primero desintoxicados. Para ello será indispensable una regularización de su
régimen y de su programa de vida, con ello será indispensable una
regularización de su régimen y de su programa de vida, con una estancia,
preferentemente en el campo, de varios meses, sin o con pocos remedios.
Desgraciadamente hay pocas esperanzas de actuar mediante medicamentos
contra el estado tóxico engendrado por las drogas alopáticas, del que resulta
un verdadero caos sintomático. No obstante, si existen algunas indicaciones
precisas de la enfermedad primitiva fuera de las de la intoxicación
medicamentosa para justificar el empleo de un remedio antipsórico, se podrá
ganar así tiempo administrándoselo al enfermo. El papel de la energía vital
consistirá en aclarar la situación provocada por los síntomas artificiales de la
medicación 77 antes de que la imagen real de la afección psórica original
pueda ser despejada.

¡Compadezco al joven facultativo que se lanza en la homeopatía, con la


obligación de construir su reputación sobre semejantes casos clínicos,
verdadero follón sintomático debido a la medicación alopática! Avanza
desgraciadamente hacia el fracaso pese a las molestias que se tomará y los
cuidados con que rodeará a su enfermo.

223. Otro obstáculo para la curación de las enfermedades crónicas ya bien


evolucionadas depende de la mala constitución que presentan muchos jóvenes
que desgraciadamente han sido mal educados por padres ricos, no vigilados ni
aconsejados, que llevan una vida desordenada, incluso depravada, en malas
compañías, exponiéndose a excesos de todo tipo, bebidas, placeres de los
sentidos, juegos de azar, etc...

¿Acaso no se ven seres antaño robustos y vigorosos que han sido minados
tanto física como moralmente por sus propios vicios, que los han reducido a no
ser más que la sombra de sí mismos, afectados por enfermedades venéreas e
intoxicados por los tratamientos mal dirigidos a los que han debido someterse?
La psora que infecta a la mayoría de ellos se despliega bajo la forma de
afecciones crónicas lamentables, a las que, cuando los enfermos han
renunciado a su inmoralidad, los reproches que se hacen y la poca resistencia
que les queda aún no permiten más que con grandes dificultades aplicarles en
este estadio algunos remedios antipsóricos. El práctico homeópata cabal debe
encarar el tratamiento de tales casos con la mayor circunspección y poner
muchas reservas en su pronóstico.

Conviene señalar también un obstáculo bastante frecuente pero casi siempre


olvidado en el tratamiento homeopático de las enfermedades crónicas: se trata
de una libido no satisfecha que puede encontrarse en adultos de ambos sexos,
bien sea porque el matrimonio no haya podido tener lugar por razones
extramédicas, bien sea porque un médico obtuso -lo que desgraciadamente no
es excepcional- ha prohibido momentáneamente o de forma definitiva las
relaciones de una mujer delicada unida a un marido vigoroso, o a un hombre
débil que se ha casado con una mujer robusta. En tal caso un médico avezado
que sepa pesar las circunstancias, tras tales consideraciones levantará la
prohibición y curará así numerosos síntomas histéricos o incluso en ocasiones
ciertos estados melancólicos o alienaciones graves.

Otro tipo de obstáculo a la curación de las enfermedades crónicas deriva en


este caso de la enfermedad primitiva, de la psora adquirida. Se la encuentra
más bien en las clases sobre todo inferiores de la sociedad, en que no es
extraño asistir en sujetos que ha estado expuestos a varias infecciones
sucesivas de sarna, que han sido en cada caso suprimidas por tratamientos
externos, al desarrollo interno de una psora evolucionada en una o varias
enfermedades crónicas severas.

En tales circunstancias se puede esperar una curación radical mediante el


empleo bien dirigido de una medicación antipsórica general, que exigen mucho
tiempo, una gran paciencia por parte del médico y por parte del enfermo y una
exactitud escrupulosa en cuanto a seguir las prescripciones. Además el sujeto
no debe de ser de una edad muy avanzada y debe presentar una resistencia
todavía suficiente.

Pero incluso en estos casos difíciles la sabia naturaleza nos muestra las vías
para facilitar la cura si sabemos interpretarla y aprovechar las indicaciones que
nos da. En efecto, la experiencia nos demuestra que en una sarna adquirida
recientemente, al igual que en aquéllos que la han cogido y suprimido en
varias ocasiones, con las habituales consecuencias de esta evolución hacia la
producción de afecciones crónicas muy diversas, la sarna presentada en última
instancia, con la condición de evitar absolutamente cualquier tratamiento
externo, es casi tan fácil de curar como si se tratara de la primera y única
infección. Cederá en general a una o varias dosis de los remedios antipsóricos
perfectamente indicados. Tras esta curación, y éste es un hecho
extraordinario, pese a las múltiples infecciones sarnosas ya padecidas, el
enfermo se encuentra curado y al mismo tiempo se ha librado a la vez de su
enfermedad psórica, así como de sus consecuencias, es decir, de las
enfermedades crónicas que había engendrado.

Debemos cuidarnos de no concluir de este hecho positivo que una infección


contraída voluntariamente -por inoculación de la enfermedad, en este caso la
sarna- con la intención de dar lugar a esta doble curación, alcanzará el mismo
resultado, suponiendo que el enfermo consintiera. La experiencia
desgraciadamente enseña que los sujetos afectados por males crónicos serios
de origen psórico no venéreo, por ejemplo una tuberculosis pulmonar, una
parálisis completa o local, etc., es poco probable que presenten una nueva
infección, al prender raramente la sarna por inoculación artificial.

Estas dos afecciones son tan fáciles de curar mediante este remedio como si
se tratara de una primoinfección, a condición, por supuesto, de que esta
Syphilis no esté complicada por una Sycosis y sobre todo por una Psora, ya que
en ese caso habría que empezar por destruir en primera instancia el miasma
psórico, como he enseñado previamente.

Precauciones a tomar en el transcurso del tratamiento crónico

Me parece inútil insistirle al médico homeópata ejercitado en su arte acerca


de las nociones esenciales de farmacoterapia que deberá tener
constantemente presentes en el transcurso de su tratamiento de las
enfermedades crónicas; para terminar le remitiré a los medicamentos psóricos,
puesto que es él quien ante todo debe saber utilizarlos para alcanzar la meta
que se propone (ver final de esta obra).

En primer lugar quede bien establecido que a excepción de las afecciones


venéreas, la psora es la base de todas las afecciones crónicas, desde las más
simples y las más benignas hasta las más complicadas y las más malignas.

En segundo lugar no podemos considerar la curación de estas enfermedades


más que casi exclusivamente por el empleo de los medicamentos llamados
antipsóricos, es decir, aquéllos que, experimentados sobre el hombre sano,
han provocado la mayoría de los síntomas observados con mayor frecuencia en
los sujetos afectados por la psora en cualquiera de sus tres estadios.

En consecuencia, por regla general, para alcanzar su meta en el transcurso de


una enfermedad crónica no venérea, todo médico homeópata concienzudo
utilizará medicamentos antipsóricos seleccionados según las leyes y los
principios de la doctrina, según la universalidad de los síntomas observados,
sea cual fuere el nombre de los síntomas, del síndrome o de la enfermedad que
le ha sido atribuida en la patología.

Indisposiciones

Sucede que en el transcurso del tratamiento se observa la aparición de


síntomas poco importantes tales como cefalalgia discreta, algunos dolores de
garganta, heces semilíquidas o dolores ligeros aquí y allá en el cuerpo; ante
esta eventualidad habrá que cuidarse muy mucho de cambiar el remedio de
fondo y evitar absolutamente cualquier otra medicación bien sean antipsórica o
no.

Por regla general, tras haber escogido con el mayor cuidado el remedio
antipsórico apropiado, habrá que administrar la dinamización conveniente en
cantidad adecuada y observar su efecto todo el tiempo necesario hasta que se
agote en su acción sin alterarle mediante ninguna otra influencia
medicamentosa.

Pronósticos

225. Observaciones tras la administración del remedio hemeopático.

1. - Primera observación: agravación clara e inmediata de los síntomas.

Si nada más empezar el tratamiento, en los primeros días, se incrementan


claramente los síntomas habituales de la enfermedad, sabremos que este es
ciertamente un signo de la buena elección y de la especificidad del
medicamento. Siendo en un principio bastante intensos y bien marcados en
los primeros días, disminuyen posteriormente de forma progresiva, acaban
haciéndose menos frecuentes y desapareciendo.
Este acontecimiento llena de alegría tanto al enfermo como a su médico,
puesto que se trata de lo que se denomina una «agravación homeopática»,
que es la prueba de que la curación está en curso y progresa normalmente
hacia la meta deseada.

2. - Segunda observación: agravación persistente.

No es lo mismo cuando la agravación, habiendo sido intensa al principio, en


vez de disminuir continúa o incluso aumenta. Indica con toda seguridad que el
medicamento, pese a su carácter perfectamente homeopático, se ha dado en
una dinamización demasiado baja y tal vez incluso en una cantidad demasiado
grande. Esta agravación persistente lleva lógicamente a temer que no se
consiga la curación, ya que pese a que las correspondencias entre la
enfermedad provocada en el hombre sano por el medicamento y las que
presenta el enfermo sean semejantes, la acción demasiado violenta del
remedio desarrolla nuevos síntomas «patogenésicos» sin relación con la
enfermedad natural, creando así una verdadera enfermedad medicamentosa
más fuerte e importante, que subyuga a la enfermedad natural que sin
embargo persiste.

Hasta la primera, la segunda o incluso tercera semana de acción del


medicamento, dado en dinamización demasiado baja o en cantidades
demasiado grandes, no se apercibe uno de su error.

Tendremos entonces tres medios para remediarlo:

a) Prescribir de inmediato su antídoto, si se conoce.

b) Si no, administrar en alta dinamización un único glóbulo de otro


medicamento antipsórico lo más apropiado posible a la actual sintomatología.

c) Si esto no basta para destruir esta intoxicación medicamentosa persistente,


hay que reconocer la anamnesis y prescribir, a partir de esta última imagen
sintomática revisada, un nuevo medicamento que sea lo más homeopático
posible con respecto a los síntomas 78.

Si se consigue alejar la tormenta causada por la aplicación demasiado fuerte,


es decir, una cantidad demasiado grande de glóbulos, no por ello nos
privaremos de utilizarla más adelante ni dejaremos de esperar efectos
curativos. Pero tendremos cuidado de emplear dosis, mucho más exiguas, es
decir, en dinamizaciones más elevadas y dando dosis de uno o dos glóbulos
por vez únicamente.

226.

3. - La tercera observación será: la reaparición de antiguos síntomas.


Habrá que hacer hincapié en determinar si éstos son recientes, en las
primeras semanas, o antiguos, de varios meses antes; si se han presentado ya
en el transcurso de esta afección y si han sido particularmente penosos y en el
caso de que se hayan sentido previamente, habrá que felicitarse por esta
reaparición al ser un signo indicador de la extrema especificidad del
medicamento que los ha hecho reaparecer. Este retroceso sintomático
anuncia que el remedio ha penetrado profundamente en el organismo y en
consecuencia asegura que será tanto más eficaz.

Habrá pues que dejarlo actuar todo el tiempo necesario para que agote su
total acción farmacodinámica sin contrariarlo con ningún otro.

4. - La cuarta observación será: la aparición de ligeros síntomas nuevos


dependientes del medicamento administrado.

Pero si se trata de síntomas nuevos, desconocidos por el enfermo y que el


médico no espera en absoluto en esta afección, esto indica que pertenecen
exclusivamente al medicamento ingerido. No habrá ningún motivo para
interrumpir inopinadamente la acción del medicamento si son ligeros y no
graves.

Se puede e incluso se debe esperar, ya que estos síntomas a menudo


desaparecen sin traer ningún perjuicio a la virtud curativa del remedio bien
seleccionado que ha sido administrado.

5. - La quinta observación será: la aparición de síntomas serios nuevos.

Cuando estos síntomas nuevos se hacen llamativos, penosos, véase


insoportables, anuncian que el medicamento psórico ha sido mal elegido, que
no es exactamente homeopático y en consecuencia no antipsórico. Se
neutraliza de inmediato con un antídoto, o si no se conoce ninguno, con un
medicamento nuevo ya no verdaderamente antipsórico. Actuando así, estos
síntomas desagradables derivados del medicamento administrado acaban
siempre por desaparecer definitivamente, permitiendo al remedio de fondo que
desarrolle la totalidad de su acción.

Las tres faltas graves

Tengo interés en señalar a todo médico práctico las tres faltas graves que
tendrá que evitar por todos los medios, a saber:

1) Suponer que las microdosis de los medicamentos antipsóricos son


demasiado débiles para curar.

2) Administrar un medicamento imperfectamente homeopático para el caso


considerado.
3) Repetir precipitada y precozmente el medicamento, es decir, no esperar
todo el tiempo necesario para que agote su acción.

Primera falta: Se evitará fácilmente la primera falta recetando dinamizaciones


más altas, incluso más que las recetadas por mí mismo si es posible
obtenerlas.

No ha de temerse que sean demasiado mínimas, estas microdosis jamás serán


demasiado débiles, mientras que en el régimen y en el comportamiento del
enfermo se evite todo aquello que sea capaz de modificar o de destruir su
acción y que el medicamento así administrado haya sido seleccionado según
las reglas homeopáticas.

Si no obstante la elección no ha sido perfecta al menos tenemos esta ventaja


y es que tendremos menos problemas para neutralizar su acción, lo que
permitirá recurrir sin demora a un antipsórico más apropiado.

228. Segunda falta: En cuanto a la segunda falta, la de administrar un


medicamento que responda de forma imperfecta a la sintomatología del
enfermo, el homeópata principiante (desgraciadamente muchos siguen siendo
principiantes toda su vida) puede cometerla por despreocupación, negligencia
o pereza. Para cumplir dignamente su misión el médico homeópata debe
convencerse de que no existe acto en el mundo que exija más conciencia que
el tratamiento de una vida humana puesta en peligro por la enfermedad.

Cuidados anámnesis

Su primer cuidado será, pues, establecer una profunda anámnesis y examinar


concienzudamente al enfermo con todos los medios a su disposición. Después
habrá que descubrir las primeras circunstancias de que parece derivar su
enfermedad, las causas que la desencadenan, interrogarle sobre su género de
vida, definir su carácter, su mentalidad y estudiar toda su sintomatología
según los preceptos trazados en el Organon del párrafo 82 al párrafo 104.

Una vez esté bien establecida esta anámnesis, buscará en el Tratado de las
Enfermedades Crónicas y en la Materia médica pura e incluso en otros lugares
si es necesario, los medicamentos cuyas características patogenésicas sean
más semejantes a las presentadas por el enfermo.

Para ello no se contentará con recurrir a los Repertorios 79, que únicamente
sirven para indicar el camino de tal o cual sustancia a elegir, siendo
únicamente indicadores que no dispensan de recurrir a los orígenes mismos.

Cuando no se tiene ni la paciencia ni la conciencia de seguir este método, y en


casos críticos y complicados, cuando confiamos únicamente en las indicaciones
del repertorio rápidamente consultado... cuando se despacha apresuradamente
a los enfermos uno tras otro, no se merece el honorable nombre de
homeópata, no se es más que un charlatán que cambia a cada instante de
remedio hasta que el enfermo, al perder la paciencia, abandona al digno autor
del incremento de sus males sobre cuya cabeza debería recaer una
responsabilidad que falsamente se imputa a la conciencia misma. Esta
despreocupación y culpable pereza en la obra humana que exige más
conciencia llega incluso muy a menudo desgraciadamente hasta a empujar a
pretendidos homeópatas a escoger los medicamentos ab usu in morbis, es
decir, según el nombre de las enfermedades supuestas o diagnosticadas. Es
éste un procedimiento absolutamente erróneo, claramente inspirado en la
alopatía, pues las indicaciones ab usu in morbis únicamente señalan síntomas
fragmentados y aislados. La nosología puede no obstante ser útil, pero
únicamente para confirmar la elección del medicamento entre varios; nunca
debe de ser tomada como guía para la elección misma, puesto que un
diagnóstico patológico es muy a menudo problemático y siempre parcelar, y
solamente da indicaciones verdaderas sobre una parte única del individuo
enfermo. ¡Y sin embargo, cuántas publicaciones médicas aconsejan esta vía
empírica y peligrosa!

229. La tercera falta: Es la repetición demasiado precipitada del medicamento


cuando éste ha demostrado actuar favorablemente desde el principio de su
acción.

El médico incompetente, tras varios días, al suponer que una dosis tan
pequeña no puede desarrollar sus virtudes terapéuticas más allá de ocho a
diez días, quiere repetirla; error en que uno intenta mantenerse por el hecho
de que, efectivamente, cuando se deja al primer remedio la posibilidad de
ejercer su plena acción pueden reaparecer en cierta medida un día u otro o de
vez en cuando los síntomas mórbidos para los que habría sido prescrito.

Pero ¡cuidado! en el momento en que un medicamento, cuya elección se ha


hecho minuciosamente, actúa eficazmente y en el buen sentido, de lo cual
podemos estar convencidos hacia el octavo y hasta el décimo día
aproximadamente, pese a que puede asistirse a una ligera agravación durante
algunas horas o media jornada, la marcha favorable no enlentece por ello, y en
las enfermedades crónicas inveteradas sólo al cabo de 24 a 30 días se dibuja la
mejoría de forma totalmente evidente.

En tal caso la experiencia enseña que la dosis inicial única no ha ejercido su


acción completa, en general, hasta los 40 o 50 días o incluso más, intervalo en
el que sería absurdo, no científico y contrario a los intereses del enfermo
administrar una nueva dosis u otro medicamento.

En el transcurso de un tratamiento crónico hay que cuidarse de querer


cambiar un medicamento de forma demasiado precipitada a fin de que la
curación sea más rápida, así como basarse para esta repetición en una
duración de acción, bien sea fija, bien sea aproximada de un medicamento
antipsórico tal y como acabo de mencionar, sean 40 o 50 días o más. La
experiencia clínica invalida claramente esta falsa opinión. Atestigua por el
contrario que no hay método más certero para acelerar la curación que dejar al
medicamento antipsórico bien seleccionado todo el tiempo necesario hasta
agotar la totalidad de su acción. El médico inteligente sabrá mantenerse
prudentemente expectante mientras la mejoría producida por la primera dosis
del medicamento continúe, aunque tenga que prolongarse más allá del término
80 del que hablo más arriba y que no es más que una aproximación. En
interés del enfermo, en consecuencia, no dar un nuevo medicamento hasta lo
más tarde posible.

El que pueda a este respecto controlar su impaciencia llegará más


ciertamente y más rápidamente a la meta. Sólo cuando los síntomas por los
que el enfermo consultaba, que habían desaparecido casi o totalmente gracias
al remedio, empiezan a reaparecer o al incrementarse de forma un poco
llamativa tras algunos días de observación, ha llegado el momento de
prescribir entonces el medicamento más homeopático al conjunto de estos
últimos trastornos.

A este respecto únicamente debe pronunciarse la experiencia, y su respuesta


ha sido tan clara en mis observaciones que no me permite albergar la más
mínima duda sobre la decisión a tomar.

Segunda prescripción

230. ¿No resulta sorprendente que una enfermedad crónica debida a un


miasma como la psora que se ha identificado con las zonas más profundas y
diversas del organismo humano y se ha establecido como un parásito, resista
persistentemente a la acción de un agente medicamentoso, por más específico
que éste sea? Podemos imaginarnos -y ello parece natural- que esta acción
prolongada de una única dosis del remedio antipsórico se produce más bien de
una forma discontinua, como por oleadas, en vista de la encarnizada acción
defensiva que le opone la enfermedad crónica inveterada. Así es como tras
algunos días en que el remedio parece ganar terreno, su efecto parece
detenerse e incluso parece retroceder, pudiendo esto durar entre media y
varias horas. Podemos considerar estos paroxismos de agravación como la
lucha reiterada 81 del agente terapéutico. Como ya he dicho, éstos son
debidos al efecto homeopático. Incluso si se repiten durante dieciséis, veinte o
incluso veinticuatro días tras la administración del medicamento, no hay que
temer nada, ya que en cada ocasión se repetirán con mayor debilidad: el
tratamiento funciona y se producirá la curación. Así, en general, cuanto más
crónico es el carácter de una enfermedad, tanto más dura y se prolonga la
acción del medicamento antipsórico.
Pero he llegado aquí a un importante descubrimiento, a saber, que
determinados remedios antipsóricos de acción profunda y prolongada como
por ejemplo Arsenicum y Sulphur tienen también la posibilidad de una fase de
acción corta, como los apsóricos (por ejemplo Belladonna), y parecen
comportarse como tales en las afecciones puramente agudas. Por otra parte,
remedio como Belladonna que acabo de citar, pueden en contrapartida, al igual
que un remedio antipsórico, actuar durante mucho tiempo.

Cuanto más aguda es la enfermedad, más se agota la acción de estos


remedios y más indicada está su repetición. Por otra parte, cuanto más
crónica es la afección, más profunda puede ser la acción del remedio, más
puede durar y más espaciada debe ser la repetición.

231. El médico deberá pues dejar a cada remedio antipsórico actuar solo
durante treinta, cuarenta, cincuenta días o más, es decir, tanto tiempo como la
enfermedad continúe aliviándose, aunque esta mejoría pueda ser muy lenta, lo
que un sagaz observador sabrá muy bien apreciar. En efecto, mientras esta
mejoría vaya haciendo progresos, esto significa que su acción saludable se
produce aún, y no hay ni que alterarla ni que suspenderla mediante la
administración de otro medicamento cualquiera 82.

232. Por grande que haya sido el cuidado con que se hayan escogido los
medicamentos antipsóricos, si no se les deja el tiempo necesario para agotar
su acción la totalidad del tratamiento no consigue en absoluto el resultado
deseado. La nueva dosis del antiguo remedio que tan bien actuaba, o un
nuevo antipsórico al que se recurre antes de tiempo, por excelente que sea por
sí mismo, no puede de ninguna manera reparar el daño que ha causado la
interrupción de la acción saludable que ejercía el remedio previamente
administrado.

¡No conozco ningún remedio que pueda reparar mínimamente los irreversibles
inconvenientes de tal conducta! La regla fundamental en el tratamiento
constitucional de las enfermedades crónicas consistirá siempre y cuando los
síntomas propios del medicamento estén relacionados con los del caso
adecuadamente estudiado, en dejarle actuar mientras favorezca visiblemente
la curación y el mal mejore de forma evidente; en consecuencia no habrá que
interrumpir su acción con la de otros medicamentos y habrá que evitar con no
menos cuidado repetirlo inmediatamente.

¿Qué más puede desear el médico sino asistir a la marcha hacia la curación
sin que nada la obstaculice? No son raros los casos en que el homeópata
ejercitado y concienzudo ve cómo la acción de una única dosis del
medicamento que ha seleccionado adecuadamente continúa durante varias
semanas o incluso varios meses actuando favorable y progresivamente sobre
una enfermedad crónica, véase muy grave, y llega incluso a curarla, lo que no
hubiera podido suceder si se hubieran repetido las dosis o cambiado el
medicamento.

¿Qué más podrá decir a este respecto? Me ha parecido que era mi deber
clamar urbi et orbi una gran verdad, sin inquietarme por la trayectoria que
tendría mi descubrimiento y cómo se utilizaría. Si no se sigue puntualmente la
vía que he trazado ¡que nadie se jacte de haberme imitado, y sobre todo que
no se esperen buenos resultados! ¿O es que se pretende esperar para imitar
esta técnica que la ciencia para ello haya demostrado y explicado claramente
los mecanismos secretos de las fuerzas de la naturaleza?

¿No resultaría absurdo no querer rascar el encendedor porque no se puede


concebir el mecanismo de esta operación y cómo el frotamiento brusco entre el
acero y la piedra puede producir las suficientes calorías para hacer surgir las
chispas sobre la mecha y prenderla? No obstante, rascamos el mechero sin
entender de momento el secreto de este fuego evidenciado por el efecto del
frotamiento entre dos elementos fríos, piedra y acero, uno contra otro. ¿Acaso
hemos renunciado al arte de escribir porque nos parece inconcebible que los
pensamientos puedan comunicarse a través del papel, la pluma y la tinta? ¡No
obstante, lo utilizamos para transmitir nuestros pensamientos a nuestro
prójimo sin poder comprender este milagro! ¿Sería acaso más razonable
continuar exponiendo a la humanidad al devastador azote de las enfermedades
crónicas con todos sus males, porque no podemos explicar mediante la razón
por qué mecanismo se producen las curaciones obtenidas por el empleo de
dosis infinitesimales según los cánones de la homeopatía?

Se concibe hasta cierto punto este proceso admitiendo la hipótesis bastante


probable de que un antipsórico en perfecta correspondencia con los síntomas
mórbidos y administrado en la más mínima dosis 83 de una alta dinamización
(y no temamos darla muy alta) sólo desarrolla su prolongada acción
terapéutica y llega a la curación determinando una especie de injerto, es decir,
introduciendo una enfermedad medicamentosa muy análoga a la enfermedad
primitiva crónica. Describo este proceso en el párrafo 45 de mi Organon, que
dice que «dos enfermedades artificiales o naturales diferentes por su género,
pero muy análogas por sus manifestaciones y sus efectos, así como por los
sufrimientos y los síntomas que cada una determina, se aniquilan siempre en
cuanto se encuentran en el organismo». Por una razón que no resulta difícil de
comprender, la enfermedad más fuerte (que es siempre aquélla a la que el
medicamento ha dado lugar -enfermedad artificial, Organon, párrafo 33-)
destruye a la más débil (¡la enfermedad natural!). En tales circunstancias,
cualquier nueva dosis del remedio, cualquier medicamento nuevos, sólo sirve
para permitir la acción salvadora y provocar nuevos males, trastornos que a
menudo no podrían ser evitados. Pero cuando esta dosis única de
medicamento suscita algunas perturbaciones inéditas, es decir, síntomas
nuevos y el psiquismo del enfermo se encuentra cada vez más afectado,
aunque sólo se afecte débilmente, pero con un incremento gradual, una
segunda dosis de la misma sustancia administrada apresuradamente, antes de
que la primera haya agotado su acción, sólo puede resultar muy perjudicial
para el enfermo.

233. Por otra parte si la primera dosis ha producido una mejoría súbita,
extraordinaria y chocante en una enfermedad crónica ya muy avanzada, y esto
desde la primera dosis -es decir, una rápida mejoría seguida de una prolongada
agravación- esta mejoría, desgraciadamente, es siempre falaz, y en este caso
estamos en situación de sospechar que el medicamento ha actuado de forma
puramente paliativa y en tal caso el remedio debe ser abandonado y no ser
jamás repetido, incluso después de una serie intercurrente.

No obstante hay casos que son la excepción a la regla, y aquéllos que debutan
en la práctica no deben jastarse de descubrirlos 84.

Esta única excepción a la regla que prohibe la repetición inmediata del mismo
medicamento tiene lugar cuando la dosis del que convenía desde todos los
puntos de vista y cuya acción se había demostrado saludable, pese a que sólo
producía un principio de mejoría, agota demasiado deprisa su acción y no hace
apenas progresos hacia la curación, caso raro en as enfermedades crónicas
pero frecuente en las afecciones agudas o en las exacerbaciones de las
enfermedades crónicas. Cuando el observador experimentado reconoce que
los síntomas propios de la enfermedad crónica que trata dejan de disminuir al
cabo de catorce, diez, siete días o menos aún y por consiguiente que la mejoría
se detiene sin que se agrave el estado moral, sin que aparezcan nuevos
síntomas de cierta importancia, puede deducir que el último remedio empleado
sigue siendo aún perfectamente homeopático; sólo en ese caso conviene,
como ya he dicho, e incluso es necesario, administrar una segunda dosis tan
pequeña como la primera (uno o dos glóbulos), pero el procedimiento más
seguro consistirá en repetir el mismo remedio, si bien en otro grado de
dinamización 85.

234. Bajo la influencia de esta nueva técnica, el plano de acción sobre el que
actúa la energía vital se encuentra saturado, y es por ello por lo que hay que
cambiar el grado de la nueva dinamización para permitirle así conseguir todo lo
que se puede esperar de este medicamento en un caso dado 86.

Para citar un ejemplo tomemos una dermatosis sarnosa recientemente


contraída, porque así tenemos que actuar sobre una enfermedad subaguda,
afección en la que la frecuente repetición de la dosis (en este caso, Sulphur)
está particularmente indicada.

Cuanto más cerca nos encontremos, en una sarna, de su período inicial, tanto
más convendrá acelerar la repetición del remedio indicado y ello a intervalos
mucho más aproximados que en el caso de una erupción antigua y persistente.
No obstante, incluso en ese caso es preciso, como ya he dicho, que esta
repetición no se produzca antes de que la primera dosis administrada haya
agotado casi totalmente su acción (por ejemplo al cabo de 6, 8 o 10 días) y
siempre en dosis de un único glóbulo pero en diferente grado de dinamización.
Por otra parte, si se producen modificaciones en la sintomatología durante el
tratamiento, en ocasiones será útil recurrir a un remedio intercurrente, por
ejemplo Hepar, cuya dinamización convendrá modificar si hubiera que
repetirlo.

Mi experiencia me ha enseñado que se encuentra lejos de ser excepcional la


necesidad de emplear como medio intercurrente a la 30a dinamización
centesimal, Nux vomica o Mercurius, según las circunstancias 87.

235. Aparte de Sulphur y Hepar y en algunos caso Sepia, es excepcional que


resulte ventajoso repetir el mismo medicamento antipsórico tras el
agotamiento de su acción. Esta repetición casi nunca resulta necesaria en el
tratamiento de las enfermedades crónicas, puesto que tenemos a nuestra
disposición gran cantidad de medicamentos homeopáticos. Si una
modificación de los síntomas indica un cambio en el curso de la enfermedad
misma, será preferible, en interés del enfermo, en lugar de continuar con el
mismo remedio, escoger otro que corresponda a la nueva situación. Esto ha
demostrado ser más útil que la simple repetición del primer remedio, que ha
dejado de convenir perfectamente, habida cuenta de los cambios provocados
en la sintomatología.

No obstante en las afecciones inveteradas y complicaciones, la mayoría de las


veces a causa de la intoxicación medicamentosa producida por tratamientos
alopáticos intempestivos, casi siempre resulta necesario en el transcurso del
tratamiento administrar algunas dosis intercurrentes de Sulphur o Hepar,
según la sintomatología actual, y esto podrá hacerse incluso en enfermos que
hubieran tomado previamente azufre natural (en dosis sustancial) o baños
sulfurosos.

En este último caso es más ventajoso darles primero Mercurius 30a dil. C.
Cuando, tal y como se observa habitualmente, las enfermedades crónicas
reclaman el empleo de una serie de medicamentos antipsóricos diversos,
habrá que evitar cometer el error de cambiar demasiado apresuradamente
estos diferentes medicamentos. Esto indicaría que la selección no ha sido
hecha según la doctrina y que los síntomas verdaderamente característicos del
caso no han sido captados.

Es una falta que comete a menudo el homeópata al asustarse en el transcurso


de un episodio urgente y grave durante una enfermedad crónica, y más a
menudo, por supuesto, cuando se trata de una enfermedad aguda, sobre todo
cuando se siente afecto por la persona tratada; no insistiré nunca lo suficiente
sobre la puesta en guardia contra el error. Esta repetición excesivamente
frecuente embrolla totalmente la sintomatología existente y sitúa al enfermo
en un estado en que ningún efecto curativo puede manifestarse ya, sino que el
remedio no produce más que un muy breve alivio fugaz.

A partir de este momento no se puede esperar ninguna influencia terapéutica


de estos medicamentos 88, a los que no obstante el enfermo podrá volver a
sensibilizarse tras haber recurrido a las maniobras tranquilizantes del
magnetismo. Este se realizará con un pase lento, repetido si es necesario, del
vértex (sobre el que se mantiene la mano abierta durante aproximadamente
un minuto) hasta la nuca, los hombros y los brazos y de las rodillas a las
piernas y a los pies hasta los dedos.

236. Inhalación medicamentosa en seco

Por otra parte en los sujetos hipersensibles he encontrado un procedimiento


para minimizar y restringir los efectos de una dosis medicamentosa. Consiste
en colocar bajo la nariz un frasquito (virgen) de 3 cc aproximadamente con un
único glóbulo medicamentado en alta dinamización 89.

Por este mismo procedimiento puede transmitirse la acción terapéutica del


medicamento homeopático dinamizado, y ello para cada dosis, en grados
variables según la forma de inhalación. La acción por ejemplo variará:

1) aumentando el número de glóbulos en el frasco,

2) metiendo glóbulos más grandes,

3) mediante inspiraciones más enérgicas, es decir, más fuertes,

4) mediante inhalaciones más prolongadas, más profundas.

Este último modo de empleo aumenta en cerca de cien veces la acción del
remedio en relación con la inhalación sencilla realizada débilmente si ésta se
practica una sola vez, con un único globulito; su difusión se realizará en la
superficie de la membrana pituitaria de las fosas nasales y en toda el área
pulmonar.

Los glóbulos medicamentados encerrados en frascos ámbar bien cerrados,


conservan sus virtudes curativas intactas durante muchos años, incluso si son
utilizados con frecuencia para inhalaciones repetidas, a condición no obstante
de que se encuentren al abrigo del calor y de los rayos del sol.

El procedimiento que acabo de describir presenta grandes ventajas en las


imprevistas circunstancias que tan a menudo impiden o interrumpen el
tratamiento de las enfermedades crónicas. El antídoto ejerce de esta forma
con mayor rapidez su influencia sobre los nervios y produce más rápidamente
los efectos beneficiosos que de él se esperan. Incluso cuando el accidente ha
sido salvado el medicamento antipsórico que había sido administrado
previamente sigue en ocasiones actuando durante cierto tiempo. Pero para
ello la dosis del que se hace inhalar debe ser suficiente para que opere el
efecto deseado sin que pueda incrementarse su acción ni prolongarse más allá
del tiempo deseado.

237. Cuando un médico homeópata mediocre, preocupado por bagatelas y


carente de buen sentido, me pregunta sobre lo que tiene que dar a los
enfermos en el intervalo que se extiende entre la primera toma y el
agotamiento de su acción (o sea, varias semanas), evitando dañar al enfermo y
para responder a su deseo 90 de tener remedios para tomar todos los días, le
digo en dos palabras que en tal caso puede administrar todos los días 15 cgr.
de polvo de Saccharum lactis 91 en frascos numerados y que será siempre
tomado a la misma hora en que administró el primer medicamento.

238. Aprovecho esta ocasión para añadir que considero al azúcar de leche un
don inapreciable de la Providencia.

Tal y como he expresado más arriba se ha dado el caso de hiperescrupulosos


que han temido que la lactosa ejerciera por sí misma efectos medicamentosos;
por supuesto yo ya había pensado en ello y puedo afirmar que esta aprensión
es absolutamente infundada.

239. Mejoría rápida seguida de una larga agravación

Esta observación debe poner en guardia al médico homeópata; efectivamente


le sucederá el observar que desde los primeros días que siguen a la
administración de un remedio homeopático (que en realidad no ha sido
perfectamente bien seleccionado) síntomas inquietantes, tales como antiguas
y persistentes algias violentas, convulsiones tónicas o clónicas, etc...,
desaparecen como por encanto bajo su influencia, y que justo tras la ingestión
del remedio el paciente se cree ya curado y librado de sus males. Pero
desgraciadamente y en los días siguientes vuelven los trastornos, la
agravación se instala, se prolonga. Esto prueba al médico que el medicamento
actúa de forma enantiopática, es decir, a título exclusivamente paliativo, como
se observa corrientemente tras la aplicación de remedios de medicina
académica.

En cuanto el médico se da cuenta de que tras esta pseudomejoría se produce


una sensible agravación, hay que antidotar de inmediato este medicamento, y
de no conocerse el antídoto, deberá buscarse un nuevo remedio homeopático
más apropiado para el presente caso. En efecto, es extremadamente raro que
la dosis que ha producido esta falaz mejoría siga actuando de forma favorable.
No obstante, el medicamento que desde el principio había ejercido una acción
enantiopática (acción antipática, contraria, paliativa) es decir parecía haber
proporcionado un alivio manifiesto, será uno de los escasos medicamentos con
efectos alternantes y podría suceder entonces, en el caso de que la primera
dosis tras la mejoría haya producido la agravación del enfermo, que una
segunda dosis del mismo remedio pueda producir, cuando nos encontramos en
la fase de agravación, un efecto contrario, es decir, una mejoría sostenida. Al
menos esto es lo que he observado con Ignatia por ejemplo.

En tales casos será útil combatir los trastornos fisiopatológicos que suceden a
la administración de un medicamento que actúa enantiopáticamente, es decir,
paliativamente, antipáticamente, oponiendo otro medicamento (antídoto)
indicado en la Materia médica pura, los Archivos de STAPF o los Anales de
medicina homeopática. Convendrá vigilar su acción durante algunos días tras
su administración, hasta que los últimos síntomas de agravación hayan
desaparecido y nos volvamos a encontrar en el Statu quo ante. Será entonces
el momento más apropiado para retomar el tratamiento crónico del enfermo
mediante un nuevo medicamento antipsórico escogido tras una nueva revisión
de su sintomatología actual.

Afecciones intercurrentes

240. Sintomatología y tratamiento de las indisposiciones

(Accidentes transitorios)

Entre los accidentes que no perturban el tratamiento crónico más que de una
forma transitoria citaré la serie siguiente con los síntomas que les
corresponden.

SINTOMATOLOGÍA

Rencor, vejación con cólera y tristeza contenida o secuelas de una vergüenza


oculta.

Vejación, alteraciones tras cólera con fiebre en sujetos violentos y enfurecidos.

Vejación, serie de trastornos tras cólera con sensación de lo que se encuentre


a su alcance.

Malhumor con indignación ruidosa y deseo de tirar todo lo que se encuentre a


su alcance.
Indignación oculta (silenciosa).

Amor defraudado con pena silenciosa.

Amor defraudado con celos.

Trastornos tras sustos con miedo y espantos (casos recientes).

Trastornos tras espanto mezclado con cólera (casos antiguos).

CONSEJOS TERAPÉUTICOS

.......................................

.......................................

.......................................

REMEDIOS

Ignatia
Chamomilla

Bryonia

Staphisagria

Colocynthis

Ignatia

Hyosciamus
Opium

Aconitum

SINTOMATOLOGÍA

Nostalgias con mejillas carmesí.

Astenia post-hemorrágica o por pérdida de fluidos vitales.

Algias variadas tras enfriamientos, eventual-mente con humor llorón.

Fuerte enfriamiento.
Coriza con anosmia, angustia, tras enfriamientos.

Indigestión por exceso de alimentos.

Indigestión por alimentos grasos, sobre todo cerdo.

Indigestión con eructos con el gusto de los alimentos ingeridos, con náuseas,
vómitos.

Indigestión por frutas.

Indigestión con fiebre, escalofríos, frío en general.

Diarrea tras enfriamiento.

Acceso de sofocación tras enfriamiento.

Esguince y luxación.

Contusiones con o sin herida.

CONSEJOS TERAPÉUTICOS

Permanecer en habitación o incluso en cama ...........


Régimen estricto: sopas ligeras. ............................

Ayuno.............................

REMEDIOS

Capsicum

China

Coffea cruda

Nux Vomica

Pulsatilla

Un poco de café solo.

Pulsatilla

Antimonium crudum en alta dinamización.

Arsenicum inhalado.

Bryonia

Dulcamara

Ipeca

Rhus toxicodendron. Arnica.


Arnica

SINTOMATOLOGÍA

Quemaduras.

Fiebre con sensación de intenso calor tras enfriamiento.

CONSEJOS TERAPÉUTICOS

Compresas húmedas de agua templada a las que se añadirá una muy alta
dinamización de Arsenicum, o simplemente compresas de alcohol calentadas al
baño maría a 45o y mantenidas durante horas.

REMEDIOS

Arsenicum

Aconitum

241. No obstante no es infrecuente en la terapéutica de las enfermedades


crónicas mediante remedios antipsóricos tener que recurrir a los remedios no
antipsóricos. Esto sucede cuando enfermedades intercurrentes, epidémicas o
incluso sólo esporádicas, provocadas por causas meteoropáticas o telúricas
actúan sobre la afección crónica y no sólo trastornan el tratamiento
homeopático, sino que incluso lo interrumpen durante un período bastante
prolongado.

En tales circunstancias hay que recurrir al método homeopático habitual y por


ello no añadiré aquí nada (ver Organon, párrafos 101-102), a no ser que el
tratamiento antipsórico debe ser siempre suspendido hasta que termine de
curarse la afección intercurrente, incluso si ello exige esperar algunas semanas
en los casos más enojosos. De esta manera se acorta mucho el tratamiento.
No obstante incluso en este caso cuando la nueva enfermedad no es
demasiado grave bastará en ocasiones con hacer inhalar un nuevo glóbulo
embebido con el medicamento requerido.

Un médico homeópata inteligente sabrá conocer rápidamente el momento de


la curación de la afección intercurrente, su terminación y el momento en que la
afección crónica reemprende su curso.
Las afecciones intercurrentes epidémicas y esporádicas presentan una
sintomatología variable, en general acompañada de un episodio febril, ya se
trate de fiebre aguda continua, lenta, remitente o intermitente. Se deben
distinguir de las afecciones epidémicas intercurrentes de sintomatología fija,
como la viruela, el sarampión, la difteria, la disentería, etc..., por no citar más
que algunas. Las fiebres intermitentes tienen una tendencia a renovarse casi
cada año, con ciertas modificaciones. Desde que descubrí, estudié el miasma
psórico y encontré su terapéutica adecuada, vengo observando que las fiebres
epidémicas intermitentes difieren casi cada año en su carácter y en su
sintomatología.

242. De donde se deduce que la terapéutica de estos estados exige también


casi cada año específicos diferentes, de los cuales he aquí los más corrientes:

Aconitum napellus Carbo animalis

Ammonium muriaticum Carbo vegetabilis

Antimonium crudum Cina

Arnica montana Menyanthes trifoliata

Arsenicum album Natrum muriaticum

Belladonna atropa Opium

Calcarea ostrearum Pulsatilla nigricans

Capsicum annuum Spigelia

Y para aquellos casos más complicados puede acudirse excepcionalmente al


recurso de las alternancias siguientes:

Nux vomica con Ipeca

Cina con Capsicum

Arnica con Ipeca

Sin embargo, no pretendo excluir ninguno de los demás medicamentos o


antipsóricos para que responda al conjunto de los síntomas de la fiebre
reinante y se adapte tanto a la naturaleza de los accesos como a los síntomas
presentes en los períodos apiréticos.

Entre los no antipsóricos he hecho casi siempre excepción con CHINA, porque
en dosis masiva y repetida, e incluso bajo la forma concentrada de su
alcaloide, la quinina no hace más que suprimir el tipo febril y conduce
progresivamente a una verdadera caquexia química, muy difícil de curar.
CHINA no conviene más que en las fiebres intermitentes endémicas que se
observan en las comarcas pantanosas, a las que cura perfectamente, pero
únicamente si se asocia a una terapéutica antipsórica.

243. Terapéutica de las fiebres intermitentes epidémicas

La experiencia me ha enseñado que al comienzo del tratamiento de una fiebre


intermitente epidémica, para hacer desaparecer el obstáculo psórico se
obtiene un resultado más seguro comenzando por una única microdosis de
Sulphur, o, si los síntomas lo confirman, de Hepar, bajo la forma de un único
pequeño glóbulo dado a chupar o tomado por inhalación.

Se esperará su efecto algunos días hasta que la mejoría deje de progresar.

Entonces se dará el remedio antipsórico indicado, es decir, el que concuerde


mejor con los síntomas de la epidemia reinante, en una o dos dosis y en alta
dinamización y en pequeña cantidad, siempre al término de cada acceso febril.

Sulphur o Hepar son necesarios al comienzo de este tratamiento, visto el papel


capital que juega la psora en todas las epidemias de fiebres intermitentes. Por
esta técnica el restablecimiento del enfermo es más seguro y ciertamente más
fácil.

Es raro que estas afecciones intercurrentes y su tratamiento no aporten


algunas modificaciones de los síntomas primitivos de la enfermedad crónica
que sufría el paciente anteriormente. Las localizaciones mórbidas antiguas son
llevadas a otras regiones del cuerpo. Aparte de este cuadro mórbido, es decir,
de los síntomas que existen aún, el médico homeópata seleccionará el nuevo
medicamento antipsórico y evitará aquel que corresponda al cuadro patológico
que había precedido a la enfermedad intercurrente.

Si es llamado a tratar un caso nuevo de una de estas enfermedades


intercurrentes, pero en un sujeto afectado por una afección crónica aún no
tratada homeopáticamente, le sucederá frecuentemente, sobre todo si la fiebre
era importante, que tras ver cómo lo había mejorado en su estado mediante
específicos homeopáticos, en realidad no lo ha curado completamente y ello a
pesar de haber corregido el género de vida y llevar un régimen estricto. Por el
contrario, aparecen nuevas manifestaciones (llamadas ordinariamente
enfermedades consecutivas o secuelas) que se agravan y por fin amenazan
con hacerse crónicas. Estos enfermos, de los que no se conocen antecedentes,
sufren de una psora latente que está a punto de manifestarse. El médico
homeópata sabrá seguramente curarla según los preceptos desarrollados en
esta obra.

Aquí conviene darse cuenta de que es bastante común que epidemias de


viruela, sarampión, púrpura miliar, escarlatina, tosferina, disentería abdominal,
afecciones tíficas diversas, cuando han recorrido su ciclo, bien sin tratamiento
alopático o bajo un tratamiento homeopático insuficiente, o incluso después de
un tratamiento homeopático serio, dejan al organismo en un estado de astenia
y de agotamiento anormal. Las causas de este estado hay que buscarlas en
una psora precedentemente latente que de pronto surge bajo la apariencia de
exantemas análogos a la erupción psórica bajo otros aspectos patológicos que
cuando no son tratados según la pura doctrina homeopática no tardan en
agravarse rápidamente 92.

244. Muchos enfermos también afectados por procesos intercurrentes pueden


incluso sucumbir, y sobre todo los que han sufrido tantos tratamientos
inapropiados y absorbido gran cantidad de intoxicantes prescritos por la
alopatía. Los médicos de la Escuela clásica dicen que ha muerto como
consecuencia del sarampión, etc..., pero estas consecuencias o estas secuelas
no olvidemos que son debidas a una causa fundamental ignorada, la psora
desarrollada cuyas manifestaciones hasta el día de hoy no han podido ser
curadas por la medicina clásica.

Todas estas afecciones epidémicas y esporádicas agudas, febriles o afebriles,


exigen a menudo, incluso después del tratamiento homeopático específico, un
tratamiento antipsórico de sostén. En estos casos lo que me ha parecido más
conveniente, porque es el más frecuentemente apropiado, es ciertamente
Sulphur, siempre y cuando el enfermo no lo haya usado recientemente, lo que
obligaría entonces a emplear otro antipsórico basado en el conjunto de
síntomas actuales.

Cabría atribuir en gran parte la rebeldía de las enfermedades endémicas a una


complicación psórica o a la psora misma modificada por el género de vida, o el
ambiente (hábitat).

¿No es cierto que se observa que los habitantes de las regiones pantanosas, si
van a vivir a una región seca, no siempre logran, pese al uso de la quinina,
librarse de la fiebre intermitente, a menos que se les administre un tratamiento
antipsórico apropiado? Si se curan, es a este último tratamiento esencialmente
a quien se lo deben. De todas las causas físicas propias para desarrollar la
psora latente, ninguna es tan poderosa, sobre todo en los países cálidos, como
los efluvios de los pantanos 93.

245. Una cura antipsórica bien conducida puede llevar a destruir la


susceptibilidad a las influencias meteoropáticas húmedas y puede crear una
inmunidad que permita en adelante a estos sujetos vivir sin molestias en esas
regiones pantanosa.

¿No es cierto que el ser humano puede acostumbrarse perfectamente a los


extremos de temperatura y vivir tanto en los trópicos como en las regiones
polares? Vive en la cima de las montañas, al aire más seco; ¿por qué no podría
aclimatarse a las regiones húmedas y pantanosas? ¿No se lo impedirá este
terrible enemigo de su salud al que he llamado psora, al que los efluvios y
miasmas de que se cargan los sitios pantanosos y húmedos sobre todo en las
comarcas calientes hacen surgir del fondo de la economía favoreciendo el
despliegue de afecciones crónicas de toda índole y particularmente aquellas
que afectan a la glándula hepática?

Ley de curación

En la terapéutica metódica y homeopática de una enfermedad crónica se


observa, cuando no ha sido modificada o camuflada por tratamientos
alopáticos, que los síntomas aparecidos últimamente, es decir, los más
recientes, son también los primeros en desaparecer, mientras que los síntomas
más antiguos y los más tenaces, incluyendo sobre todo las afecciones locales
persistentes, no desaparecen hasta el final, después de la desaparición de las
demás manifestaciones mórbidas y de que todo lo demás anuncie el retorno a
la salud.

En cuanto a las afecciones periódicas, como accesos de histeria, epilepsia,


reumatismo, etc..., se obtiene con frecuencia su rápida desaparición gracias a
la homeopatía bien indicada. Pero para realizar una verdadera curación radical
y completa del enfermo hay que instaurar un tratamiento constitucional
suficientemente largo, a fin de desembarazarle completamente de la psora.

Jamás se cederá a la petición de un enfermo que desee librarse de tal o cual


síntoma particularmente molesto antes que de otro. Además esto no es
beneficioso, pues sería hacer una cura parcial, de la misma manera que los
alópatas, cuando el fin del médico es curar al enfermo en su totalidad y por ello
deberemos disculpar su ignorancias.

En el relato que día a día escribe el enfermo alejado de su médico durante el


uso de medicamentos antipsóricos, deberá tener cuidado de subrayar de entre
los síntomas cotidianos aquellos que reaparecen después de no haberse
manifestado en mucho tiempo; pero aquellos que no había experimentado
nunca y que observa por primera ver deberá destacarlos; los primeros
anuncian que el antipsórico ha dado con la raíz del mal lo que acelerará mucho
la curación radical; los otros indican cuando reaparecen con frecuencia y de
forma cada vez más llamativa que el remedio no es perfectamente
homeopático y que hay que suspenderlo durante cierto tiempo y sustituirlo por
otro que esté en armonía con el conjunto sintomático.

Regreso de los síntomas antiguos

Cuando la enfermedad, visiblemente disminuida, pasa de nuevo


insensiblemente al estado de psora latente, vemos como los síntomas se
debilitan y pronto no percibimos más que restos, que sin embargo el médico
debe combatir hasta su completa desaparición pues el menor indicio mórbido
podría un día reproducir la antigua enfermedad. De aquí que sea necesario un
carácter firme y perseverancia; la curación, aunque esté avanzada e incluso
considerada como excelente por personas no adiestradas en la observación
rigurosa exigida por la homeopatía, no se ha producido en absoluto. Un
profano se imagina que el resto es obra del tiempo. ¡Que error! Tiempo
tendrá de convencerse de la verdad de lo que anticipo cuando estas
enfermedades, pretendidamente restablecidas y en las que el tiempo debería
terminar la cura, vuelvan a surgir bajo la influencia de emociones o
acontecimientos desagradables, de nuevos trastornos, como se observa
frecuentemente a lo largo de la vida. Que no se extrañen a partir de este
momento de ver aparecer la enfermedad bajo formas antiguos o nuevas, e
incluso que se agraven y progresen. Ahí está, de hecho, el carácter de los
miasmas cuya actividad aún no se ha extinguido.

Es ahí como la hidra de agua dulce a la que se le han cortado varios brazos los
hace crecer de nuevo con el tiempo.

El enfermo espera de su médico, como un derecho sagrado, la observancia del


precepto de Celso, que dice que el hombre de arte debe aportar a la curación
de las enfermedades tanta rapidez y seguridad como suavidad; Cito, tuto es
jucunde. ¡Y cuánto más aun del médico homeópata concienzudo tratándose de
enfermedades agudas que provienen de causas accidentales y transitorias, así
como de enfermedades intercurrentes esporádicas o epidémicas!

Pero no hay que pedirle la misma rapidez 94 en las viejas infecciones crónicas,
pues en éstas la naturaleza se opone.

Es difícil establecer reglas fijas sobre la duración del tratamiento de las


enfermedades crónicas. Puede considerarse, no obstante, que su curación es
rápida cuando se logra en el curso de uno o dos años sobre todo si esta
afección crónica ha durado veinte o treinta o más años. Y esta duración de uno
o dos años sólo es posible si el enfermo no ha sido demasiado intoxicado por
dosis masivas alopáticas durante ese período, que hayan hecho su proceso
irreversible.

En sujetos jóvenes afectos de enfermedades crónicas y que aún gozan de


fuerzas suficientes se puede esperar una curación más rápida, en seis meses o
un año, por ejemplo; hará falta, por supuesto, un margen mucho más largo en
sujetos de más edad o viejos, dos, tres o incluso varios años, y ello utilizando el
mejor tratamiento posible por parte del médico y una estricta observación del
régimen y del género de vida por parte del enfermo, así como una favorable
influencia de su entorno.

247. Esta duración puede asustar a primera vista, pero no extrañará si nos
tomamos la molestia de considerar que se trata de destruir un virus que ha
penetrado hasta las raíces profundas del organismo entero ¡durante toda su
vida! Y que para secar, si así puede decirse, todas las ramas de esta hidra de
mil tentáculos se necesita nada menos que el tratamiento más regular, más
perseverante, más vigoroso ayudado por toda la paciencia y la sumisión del
enfermo a las reglas impuestas.

Por largo que sea el tratamiento homeopático bien conducido se ven


rehabilitarse visiblemente las fuerzas del enfermo. Esto se nota incluso desde
el comienzo del tratamiento, sin necesidad de recurrir a toda esa serie de
drogas supuestamente fortificantes y estimulantes. Esta restauración, obra de
la naturaleza sola, tiene lugar de forma proporcional a la liberación de esta
misma naturaleza del enemigo que la oprimía 95.

247 bis. El momento más apropiado para tomar un medicamento antipsórico


durante el tratamiento de una afección crónica parece ser la mañana antes del
desayuno mejor que la noche. Si queremos obtener una acción menor se
administrarán polvos numerados 96, de los que se vierte el contenido
directamente sobre la lengua, bien en seco o bien disuelto en dos o tres gotas
de agua.

248. Después de haberlo absorbido, se recomienda permanecer media o una


hora sin beber ni comer, relajado, pero sin dormir porque el sueño retrasa algo
la acción farmacodinámica del medicamento. Sin embargo durante esta hora
el enfermo debe evitar en la medida de lo posible, toda tensión del espíritu que
pudiera ser provocada por la lectura, el cálculo, trabajos absorbentes,
discusiones o conversaciones fatigosas y, en el curso del tratamiento crónico,
cualquier emoción.

Está absolutamente contraindicado administrar un medicamento antipsórico


los días que preceden a la menstruación o durante la misma. Si acaso a partir
del cuarto día de regla se puede pensar en ello, pero solamente en casos
urgentes. Repetidas experiencias me han enseñado que en mujeres con reglas
adelantadas o expuestas a menorragias, es útil darles en inhalación el quinto
día de la regla una alta dinamización de Nux vomica en la dosis de un sólo
glóbulo 97.

Después de esperar cuatro o seis días se administrará el remedio antipsórico.


Sin embargo en los sujetos hipersensibles y muy nerviosos, se tomará la
precaución, mientras se va aproximando a la curación de darle Nux vomica de
la misma manera, o sea el cuarto día de la regla, sin temor de que este
proceder perjudique al tratamiento antipsórico en curso.

El embarazo, cualquiera que sea su término, lejos de ser un obstáculo al


tratamiento de la psora lo reclama las más de las veces. En estas
circunstancias el tratamiento homeopático demuestra su notable eficacia 98,
tanto más cuanto que ciertas mujeres aparentemente sanas pueden presentar
en esta circunstancia toda una serie de trastornos que demuestran su profunda
impregnación psórica. He dicho que el embarazo lo reclama, porque esta gran
función en la vida de la mujer hace resurgir 99 toda una serie de síntomas de
la psora interna. ¿No es esta una situación en que se exalta la sensibilidad
física y moral? Estimula claramente la acción del medicamento antipsórico y
pide al médico prudencia en la prescripción a establecer, pues conviene aplicar
aquí las dosis más pequeñas, tanto en cantidad como en calidad, pero sobre
todo consagrarse en escoger los perfectamente antipsóricos.

249. Por regla general nunca se administran medicamentos directamente al


lactante. Deben ser administrados a la madre o la nodriza. El bebé los
absorbe de la leche que mama (lactancia medicamentosa). Actúan así
suavemente, prontamente y de forma perfectamente eficaz.

Terapéuticas coadyuvantes

¿Qué puede esperar la ciega naturaleza, librada a sí misma para salvar


temporalmente enfermos en el transcurso de las afecciones crónicas o durante
los episodios agudos graves que las siguen? Nada más que subterfugios que
no hacen más que paliar. ¿No asistimos en estos casos a toda una serie de
manifestaciones emuntoriales bajo la forma de diarreas, vómitos, sudores,
hemorragias diversas, incluso úlceras, etc.? ¿Y cuánto tiempo dura el alivio
proporcionado por estas eliminaciones? Es solamente momentáneo y muy
precario. Esta pérdida de jugos vitales y la astenia consecuente no hacen más
que agravar la situación.

¿Ha hecho la alopatía algo mejor hasta el momento para la curación


fundamental de las enfermedades crónicas? ¡Ha imitado a la naturaleza, y ello
de manera imperfecta, agotando aún más las fuerzas, aportando una paliación
menos eficaz e incluso acelerando la ruina general de sus víctimas! ¿Para qué
han servido y sirven cada día estas innumerables legiones de drogas
condecoradas con el título de resolutivas, evacuadoras, purgantes, sangrías,
cuya cantidad, así como la moda, han llevado hasta la extravagancia? ¿Es más
dichosa con sus sudoríficos, sus abscesos de derivación o de fijación, sus
sinapismos, sus vejigatorios, sus ventosas? Se ha desdeñado la naturaleza sin
siquiera tocar la esencia del mal, causante de todos los accidentes que
combatía.

El verdadero homeópata, que conoce los medios para curar radicalmente las
afecciones crónicas por la administración de medicamentos antipsóricos, tiene
tan poca necesidad de estos procedimientos, apropiados únicamente para
acelerar la pérdida de sus enfermos que debe por el contrario evitar con
cuidado que estos últimos no los empleen accesoria o secretamente. En el
curso de su tratamiento, por más que el enfermo le asegure que tiene la
costumbre desde hace tiempo de ir a sudar en un baño caliente, de hacerse
una sangría, purgarse, ponerse ventosas y sienta esa necesidad, el verdadero
médico jamás tendrá la peligrosa complacencia de conceder a sus pacientes la
continuidad de semejantes procederes. Un médico homeópata perfectamente
competente en su ciencia y en su arte -y gracias a Dios hoy no escasean- no
sangra jamás a sus enfermos. No tienen necesidad de volver a recurrir a estas
prácticas agotadoras, ni a ninguna otra semejante, pues tiene el mayor respeto
por la vida y por las fuerzas de sus pacientes. Estos métodos los deja para los
homeópatas principiantes 100 que no han hecho sus pruebas y a los
homeópatas que practican una medicina bastarda ignorando los
extraordinarios recursos de la homeopatía aplicada según la doctrina y que
hacen uso de ésta Contradictio in adjecto, es decir que pretendiendo curar en
realidad debilitan a sus enfermos.

250. No hay más que un solo caso en que esté permitido hacer lavados con
agua tibia, es el de un estreñimiento de varios días de duración demasiado
incómodo para el enfermo que vemos en muchas afecciones crónicas. Pero
que quede bien claro que sólo se utilizará al principio del tratamiento
homeopático y antes de que el medicamento antipsórico haya tenido tiempo,
por su acción consecutiva, de liberar al sujeto de estas incomodidades, y he
dicho acción puramente mecánica, incapaz de perjudicar, y vaciar el intestino.
Estará incluso autorizado repetir esta inyección, una, dos o tres veces, de no
haberse producido ningún resultado un cuarto de hora después. Pero esto se
hace innecesario en el transcurso de un tratamiento crónico ya que el remedio
antipsórico bien seleccionado, sobre todo si se trata de Lycopodium o de
Sulphur, actúa muy favorablemente sobre el intestino y sobre el estreñimiento.

No se considerarán los abscesos de derivación que debilitan siempre a los


pacientes, salvo que los tengan desde hace cierto tiempo. Estas
consideraciones son relativas únicamente al período de su supresión, pues en
cuanto la cura antipsórica haya hecho algunos progresos, se eliminarán con
gran ventaja para el paciente. Sin embargo, puede ser útil al comienzo del
tratamiento crónico disminuirlos un cierto tiempo antes de cerrarlos
definitivamente.

Vestimenta

Lo mismo digo de las ropas de lana, que a falta de un medio más eficaz los
médicos clásicos prescriben por ser capaces según ellos de prevenir los
enfriamientos, precaución que ha sido claramente exagerada y se ha
convertido en bastante molesta para muchos enfermos. Se elegirá la mejor
estación para ir desacostumbrando al sujeto, por supuesto gradualmente. El
algodón, que calienta pero irrita menos la piel, sustituirá a la lana y el tejido de
lino al algodón. Se sobreentiende que se esperará a que la cura haya
mostrado ya su eficacia, pues entonces el enfermo se defenderá mejor de los
enfriamientos.
Ya he hablado de excluir durante toda la duración del tratamiento antipsórico
todo aquello que pueda contrariar la acción favorable de las pequeñas dosis
utilizadas en homeopatía. Así:

Ningún remedio alopático junto con los remedios homeopáticos.

Ningún remedio casero, incluso en aquellos en que era costumbre.

Suprimir las infusiones de valeriana y todas las tisanas de plantas medicinales.

Los caramelos pectorales a base de liquen de Islandia, anís u otros; las


pastillas de menta, los chocolates medicinales o con licor.

Evitar el uso de polvos y elixires dentífricos, sobre todo los de alcanfor, menta,
mentol, timol o salol.

Alejar todos los artículos de perfumería, aguas de colonia y jabones


perfumados o medicinales y todos los artículos de lujo análogos.

En resumen, todo aquello que encierre propiedades medicinales deberá


evitarse cuidadosamente tanto al interior como al exterior.

251. Los baños calientes y demasiado calientes en los que a menudo tantas
personas tienen una gran fe no deben autorizarse porque casi siempre son
debilitantes. Nunca son indispensables y las duchas parciales o completas con
un buen enjabonado desempeñan perfectamente el mismo fin y sin ningún
inconveniente.

Al final de esta enseñanza general sobre los medios coadyuvantes que pueden
acompañar al tratamiento de las enfermedades crónicas, había dado, en la
primera edición de mi Tratado de las Enfermedades Crónicas, el consejo de
recurrir a la electroterapia en dosis muy débiles para reanimar ciertas regiones
del cuerpo afectas de parálisis o hipoestesia. Hoy me arrepiento de haber
indicado este proceder, pues la experiencia me ha enseñado que las corrientes
empleadas eran demasiado fuertes y perjudicaban al enfermo. Recomiendo
por tanto abstenerse de un método del que se puede abusar tan fácilmente y
tanto más cuanto que la hidroterapia incluso fría, en aplicaciones locales de
alrededor de 12o C 101 la reemplaza ventajosamente. Se recurrirá a afusiones
de agua de manantiales fríos durante uno a tres minutos, o bien a duchas o
hidroterapia a chorro durante uno a cinco minutos y según los casos una o
varias veces por día, conjuntamente con bastante ejercicio al aire libre
(deporte razonable), un régimen apropiado y un tratamiento antipsórico
adaptado rigurosamente al enfermo.

Introducción a la materia médica


Los medicamentos homeopáticos que la experiencia de más de cincuenta
años me ha demostrado hasta ahora que son los más indicados para combatir
las enfermedades crónicas, se expondrán según sus efectos puros, es decir los
síntomas obtenidos por la experimentación fisiopatológica sobre individuos
sanos y sensibles, al final de esta monografía, y se tratarán con las
indicaciones terapéuticas de aquellos que convienen a la psora, a la syphilis o a
la sycosis.

No tenemos necesidad ni con mucho de tantos medicamentos contra la


syphilis o contra la sycosis como contra la psora. Todos aquellos que se
molesten en reflexionar comprenderán que frente a la sintomatología de la
psora, mucho más extendida y más rica que la de otros dos agentes
infecciosos, no esté indicado y no sea necesaria una mayor cantidad de
medicamentos y esto no cambia en nada el hecho de que la psora sea el origen
común de todas las enfermedades crónicas que no son ni sicóticas ni sifilíticas.

252. La psora, esta enfermedad miasmática tan antigua, después de


atravesar tantos millones de organismos, cada uno de los cuales poseía su
constitución propia y vivía en condiciones particulares, no podía dejar de
transformarse y engendrar la increíble multiplicidad de afecciones observadas
en toda la gama de sujetos afectos de enfermedades crónicas.

La etiología de esta inveterada cronicidad se remonta a la supresión de la


manifestación externa cutánea, entendiendo por tal la erupción sarnosa
puramente local o generalizada, que fue desalojada de la piel por el deplorable
artificio de pomadas y ungüentos diversos, o habiendo desaparecido
espontáneamente por sí misma por el efecto de alguna causa violenta (ver
casos 6, 21, 39 y 67a, más arriba). Este parece ser el origen que ha permitido
al miasma psórico, bajo semejante abundancia de variadas formas patológicas,
tan diferentes las unas de las otras según las influencias climáticas, la
constitución, la higiene y el género de vida, por ejemplo, circunstancias
impuestas por la ausencia de ejercicio, las malas condiciones de la vivienda, el
aire viciado de las ciudades cuya mortífera acción es nefasta sobre todo para
los niños (factores condicionantes de raquitismo, osteomalacia, tuberculosis,
escrófula, herpes circinado; y en los adultos, neurastenia, nerviosismo, gota
tofosa, etc...).

Por ejemplo el Sibbens o treponematosis de Escocia; la sarna noruega o


Radesyge (dermatosis ulcerativa); la pelagra de Lombardía, afección ligada
anteriormente a la ingestión de maíz deteriorado traduciéndose clínicamente
por un eritema recurrente de las partes descubiertas expuestas a la luz,
trastornos digestivos, lengua roja, aftas, diarreas (a menudo trastornos
mentales), porfirinuria, a los que se añaden dolores espinales, convulsiones,
melancolía e incluso idiocia, pudiendo evolucionar hacia la caquexia y la
muerte. La plica de Polonia y de Corintia; la lepra tuberosa de Surinam; la
frambesia o pian de las Antillas, las bubas llamadas yaws en Guinea; el
Tsoemoer de Hungría; la Astenia virginensuam en Virginia; el cretinismo en las
gargantas de los Alpes; el bocio al principio y hasta el final de los valles
profundos, etc...

253. Tras esta exposición se puede deducir la necesidad de una panoplia


terapéutica extensa para combatir todas estas formas clínicas tan numerosas
como variadas de la psora interna.

A menudo se me ha preguntado en qué síntomas es posible reconocer de


entrada un específico antipsórico. No sabría decir si existe algo apreciable a la
vista, pero a lo largo de mis estudios sobre los efectos puros de ciertas
sustancias energéticas, es decir experimentadas sobre mí y sobre mis
alumnos, he observado toda una serie de síntomas que presentan una
marcada analogía con los de las afecciones psóricas evidentes. Sin embargo a
veces ciertos indicios me han puesto sobre la pista como por ejemplo la
utilidad que los polacos atribuyen al Licopodio contra la plica, la observación
patente de la forma tan impresionante en que ciertas hemorragias se detienen
con fuertes dosis de sal de cocina (Natrum muriaticum); las ventajas
terapéuticas aportadas por el Guayaco, la zarzaparrilla y el Mezereum,
constatados desde tiempos antiguos, cuando se era impotente para curar las
enfermedades venéreas con toda clase de preparados mercuriales a la vista de
sus complicaciones, con la psora, enfermedades que nosotros tratamos
perfectamente bien en homeopatía, teniendo en consideración que ante todo
tratamiento sifilítico con Mercurius, para combatir el complejo psórico-venéreo,
es necesario en principio aniquilar la psora con un tratamiento antipsórico
apropiado.

En general he reconocido, según la sintomatología de sustancias


experimentadas en individuos sanos, que la mayor parte de las tierras, los
alcalís, los ácidos, sus sales y varios metales, eran indispensables en la
terapéutica curativa de la psora, vista la riqueza de sus manifestaciones
clínicas.

La analogía en su naturaleza entre Sulphur -el principal de los antipsóricos- y


Phosphorus, así como otras sustancias combustibles de los reinos vegetal y
mineral, me ha incitado a utilizar estos últimos, a los que la analogía me ha
hecho incorporar algunas sustancias animales. Sin embargo, es útil recordar
que no pueden clasificarse como antipsóricas más que las sustancias cuyos
efectos puros sobre el individuo sano anuncian la posibilidad de usarlas
homeopáticamente contra las afecciones psóricas en las que el contagio es
patente. Su número no es en modo alguno limitado y podrá aumentar con el
tiempo. Por lo demás estoy convencido de que los que poseemos hoy bastan
ya para curar seguramente casi todas las enfermedades crónicas no venéreas,
es decir, psóricas, si los sujetos no han sido sobrecargados por el funesto
método alopático con graves enfermedades medicamentosas, si su fuerza vital
no está demasiado afectada y si no se presentan demasiadas circunstancias
externas desfavorables que imposibiliten la curación.

254. Al margen de los medicamentos antipsóricos se deberá a veces recurrir a


otros remedios homeopáticos, llamados apsóricos 102, e incluso al mercurio si
es necesario.

Sometiendo las sustancias medicinales brutas, las drogas o materias primas, a


un procedimiento absolutamente nuevo del que nadie tuvo idea antes del
descubrimiento de la homeopatía, se llegan a desarrollar progresivamente las
propiedades y virtudes que les son inherentes, para volverlas capaces de curar
las afecciones mórbidas de una forma que de pleno derecho se puede calificar
de incomparable. Cuántas sustancias en la naturaleza parecen no tener en
estado bruto más que propiedades medicinales incompletas o insignificantes,
como la sal de cocina empleada diariamente y el polvo de licopodio empleado
en farmacia para impedir que las píldoras medicamentosas se adhieran unas a
otras; otras, como el oro, el cuarzo, la arcilla, están totalmente desprovistas de
ellas. Pero precisamente por un modo de preparación absolutamente nuevo y
revolucionario la homeopatía llega a transformarse en potencias curativas de lo
más enérgico. Otras sustancias heroicas, por el contrario, tienen acciones tan
violentas, incluso en dosis mínimas, que corroen, queman o destruyen incluso
los tejidos con los que se ponen en contacto, como el arsénico y el sublimado
corrosivo, por ejemplo. Estas sustancias, gracias al nuevo procedimiento
homeopático aplicado como en las sustancias precedentes, llegan hoy en día
no sólo a yugular la violencia de su acción, sino aún a poner de manifiesto de
manera increíble virtudes curativas latentes y nuevas hasta entonces
desconocidas.

Farmacopraxia

Consideraciones generales sobre la preparación de los remedios


homeopáticos.

No podemos más que sorprendernos si consideramos las extraordinarias


modificaciones que experimentan las sustancias naturales en bruto después de
prolongadas trituraciones, así como los líquidos por una larga y vigorosa
agitación, con tal de que esta fricción y sucusión se operen en contacto con un
polvo o un líquido que no tengan ninguna propiedad medicamentosa. Este
fenómeno roza en cierto modo el prodigio, y la homeopatía está orgullosa de
haberlo descubierto. Esta técnica no sólo exalta las virtudes medicamentosas
de estas sustancias en un grado incalculable, sino que cambia y modifica sus
propiedades fisico-químicas de tal manera que de insolubles, estas mismas
sustancias se hacen, por esta fricción o sucusión prolongada, definitivamente
solubles en agua y alcohol; un descubrimiento ciertamente inapreciable para la
medicina.

Véase, por ejemplo, como el líquido marrón oscuro del molusco cefalópodo
Sepia officinalis ha sido empleado hasta ahora. El dibujo y la pintura se habían
apoderado de él en exclusiva. Los artistas lo disolvían en agua para sus
bocetos o sus cuadros, pues no era soluble en alcohol y adquiere nuevas
propiedades, y lo mismo ocurre con el Petróleo, muy poco soluble en alcohol y
nada soluble en agua y éter. Si lo sometemos a una serie de trituraciones
secumdum artem homeopatici, según las directrices del párrafo 270 del
Organon ese mismo petróleo se volverá entonces perfectamente soluble en
esos tres líquidos. ¿Quién no conoce la insolubilidad del polvo de Licopodio en
cualquier líquido? Esta sustancia, como sabemos, es insípida y sin ninguna
actividad sobre el estómago del hombre. Si se somete a la operación de
frotamiento, además de volverse completamente soluble adquiere por este
procedimiento virtudes medicinales tan enérgicas que no se puede ni se debe
emplear más que con gran circunspección. Hasta hoy en día nadie ha podido
jamás disolver en agua o alcohol ni el mármol ni la concha de ostra, cuyo
componente principal es la Calcarea carbónica, ni tampoco el carbonato de
bario, ni la magnesia calcinada o el carbonato de magnesia, y sin embargo
después de una prolongada trituración estas mismas sustancias insolubles se
vuelven solubles, desplegando después propiedades distintas para cada una de
ellas que resultan sorprendentes.

Lo mismo se puede decir del cristal de roca, el cuarzo, cuyos cristales forman
prismas hexagonales transparentes que aprisionan algunas veces después de
varios millones de años gotas de agua que permanecen absolutamente puras,
o de la arena blanca, sustancias éstas a las que no se les concede ni el título
de ser solubles en agua o alcohol, ni ninguna virtud medicamentosa. Sin
embargo la acción mecánica de la frotación las hace no sólo perfectamente
solubles en agua y alcohol, sino incluso susceptibles de desplegar un
sorprendente y muy activo poder medicamentoso. Para la preparación de la
sílice 103 se necesita disolverla primero en sosa caústica y después triturarla y
precipitarla.

256. En cuanto a los metales en estado puro y los sulfuros metálicos, todos
sin excepción se vuelven solubles en agua y alcohol después de haber sido
tratados así y, más aun, cada uno de ellos manifiesta desde entonces en grado
increíble, por este procedimiento tan simple y sin adición de ninguna sustancia
química, las virtudes de las que están dotados.

No sólo desde el punto de vista físico escapan las sustancias medicamentosas


a las leyes de la química: una dosis de Phosphorus por ejemplo así dinamizado
puede conservarse en un sobre de papel durante años en un cajón sin perder
nada de su acción; permanece perfectamente estable sin transformarse en
ácido fosfórico. Esta preparación conserva indefinidamente las propiedades
características del fósforo y no sufre ninguna alteración química, de las que se
observan en esta misma sustancia en estado bruto.

Cuando se administra a un enfermo una dosis de carbonato de amoníaco o de


sosa diluidos, de barita, de cal o de magnesia, los efectos medicamentosos de
estas sustancias son inmediatamente neutralizados, modificados o destruidos
por la ingestión inmediata de vinagre. La neutralización por el vinagre no se
produce jamás cuando estas mismas sustancias se han diluido, triturado o
sacudido llevándolas al estado de dinamización, de exaltación, que se podría
calificar como un cierto grado de transmutación. Ocurre lo mismo con el ácido
nítrico altamente dinamizado cuya acción jamás es obstaculizada o
neutralizada por un poco de sosa o de cal en estado bruto, como se observa
con el ácido nítrico. El ácido nítrico altamente dinamizado se transforma en un
preparado físico-químico cuyas reacciones puramente químicas neutralizadas
por la cal o la sosa no ofrecen ninguna comparación, pues el preparado
homeopático, a pesar de tomar esas dosis, continúa su acción sobre el plano
dinámico y nunca se detiene, como ocurre cuando se trata de la sustancia
original pura.

Trituración

La forma de preparación propia de la homeopatía se va a describir con detalle


según se trate de sustancias vegetales, como se ha expuesto en la Materia
médica pura, de sustancias minerales, metaloides, metales o sustancias
animales. Versará sobre los medicamentos de los que se ha tratado en la
Materia médica pura, o sobre medicamentos antipsóricos.

1) Hay que distinguir para este modo de preparación:

a) sustancias secas;

b) plantas con pocos jugos;

c) plantas ricas en jugo.

a) Las plantas que únicamente pueden obtenerse secas, como por ejemplo la
corteza de quinina, China regia, la raíz de Ipeca, etc..., se preparan
directamente por trituración como los metaloides y los metales. La 3. a
trituración centesimal, como para cualquier otra sustancia, se convierte en
soluble en agua y alcohol; bajo esta forma el remedio conserva mejor sus
propiedades que las tinturas madres tan propensas a alterarse.

b) De las plantas que tienen poco o ningún jugo (Nerium oleander, Thuya
occidentalis, corteza de Daphne Mezereum), se utilizan las hojas o la corteza o
la raíz, etc... de las que se toma 1 ½ granos (es decir, 9-10 ctgr), que se
trituran tres veces con 100 granos (es decir, cada vez 6 gr) aproximadamente
de azúcar de leche. En este punto (3. a trituración centesimal) cualquier
sustancia se ha hecho soluble tanto en agua como en alcohol.

c) Las plantas que tienen mucho jugo se exprimen nada más recogerse y se
tritura una gota del jugo con 100 granos, es decir, 6 gr de azúcar de leche,
durante tres horas consecutivas, como se hace con las preparaciones
precedentes. En cuanto se ha obtenido la 3. a trituración centesimal se
disuelve en una mezcla a partes iguales de agua y alcohol, como se describe
más adelante. Esta preparación se llama solución madre y de ella se extrae
una gota para hacerla pasar sucesivamente por 27 frascos con 100 gotas de
alcohol de 95 oC cada uno de ellos. Cada vez se imprimen dos sacudidas al
líquido de forma que nos procuremos todos los grados deseables de
dinamización.

Los jugos vegetales me parece que desarrollan mejor sus virtudes cuando se
les trata por trituración desde el principio que cuando se comienza por
diluciones líquidas sacudidas en 30 frascos sucesivos.

d) Incluso el fósforo, que es inestable y se altera al aire con tanta facilidad,


puede dinamizarse de manera similar por frotamiento; así se hace susceptible
de adquirir en su 3. a trituración la propiedad de volverse soluble en agua y
alcohol, lo que le hace apto para servir a las necesidades de la homeopatía.
Para ello, sin embargo, se necesitan algunas precauciones de las que hablaré
más adelante.

258. Ejemplo de algunos medicamentos antipsóricos que deben triturarse:

a) Metaloides Antimonium crudum (sulfuro de antimonio)

Antimonium metallicum

Calcarea ostrearum

Graphites

Silicea terra (tierra silícea)

Sulphur lotum (flor de azufre)

b) Metales Ammonium carbonicum

Argentum metallicum

Aurum metallicum

Baryta carbónica

Cuprum metallicum
Ferrum metallicum

Magnesia carbónica

Natrum carbonicum

Platina

Stannum metallicum

Zincum metallicum

259. Técnica homeopática de elaboración

Aparte del oro reducido a hojas, los demás metales que se presentan bajo la
forma de una masa sólida, como el estaño, el platino y el zinc, por ejemplo, se
frotan bajo el agua con una piedra de esmeril (para el hierro, bajo alcohol); 5
cgr de polvo resultante se separan para la trituración. El mercurio se tomará
en forma líquida (igualmente 5 cgr.). Del petróleo se tomará una gota en lugar
de 5 ctgr.

- Si la sustancia es metálica, vegetal o animal, se tomarán aproximadamente 5


cgtr de polvo o una gota.

- Se mezclarán 5 ctgr de la sustancia original con aproximadamente 1/3 de


esta cantidad de azúcar de leche. Se coloca la mezcla en un mortero de
porcelana mate, es decir, no barnizada o cuyo fondo se ha despulido frotándolo
con arena fina mojada.

- Después de haber mezclado la sustancia medicamentosa con el azúcar de


leche durante un instante con una espátula de porcelana, se tritura la mezcla
con cierta fuerza durante seis minutos.

- Se despega seguidamente durante cuatro minutos la masa del fondo del


mortero y de la mano de porcelana (que también debe estar despulida o no
barnizada) a fin de que se homogenice 104.

- Terminada esta primera operación, se tritura de nuevo la mezcla durante


otros seis minutos con la misma fuerza sin añadir nada.

- Entonces se dedican cuatro minutos a reunir el polvo esparcido en el fondo


del mortero.

- Se añade a continuación el segundo 1/3 de azúcar de leche, mezclándolo


todo en un instante con la espátula. Esta mezcla se trata de la misma manera
que el primer tercio, con igual fuerza, durante seis minutos.

- Entonces se raspa el polvo y se reúne en un montón durante cuatro minutos.


- Por fin se tritura de nuevo con fuerza durante seis minutos.

- De nuevo se raspa durante cuatro minutos.

- Luego se añade el último 1/3 de lactosa, que se mezcla removiéndolo con la


espátula.

- Se manipula por última vez todo con fuerza durante cinco minutos.

- Después se raspa durante cuatro minutos.

- Se termina triturando durante seis minutos más.

15. - Se reúne por fin todo el polvo bien desprendido del mortero y de la mano.

El polvo medicamentoso así tratado se pone en un frasquito bien limpio que se


cerrará cuidadosamente, se etiqueta con el nombre de la sustancia bajo la que
se escribe 100, por ejemplo

zinc

100

1. CH (primera trituración centesimal), que indica que el medicamento así


preparado se encuentra al 1/100 grado de dinamización.

La preparación del fósforo es la única que presenta algunas modificaciones en


lo que concierne a la primera trituración centesimal. En este caso se vierten 5
ctgr de lactosa de una sola vez en el mortero y se añaden alrededor de 15
gotas de agua destilada. Con la mezcla se hace una papilla espesa con ayuda
del mazo del mortero, que se sumerge rápidamente en agua para que esté
húmedo. Se toman en seguida 5 ctgr de fósforo puro en trocitos
(aproximadamente doce), se incorporan a la pasta teniendo la precaución de
mojar más que de triturar y reuniendo en el mortero las partículas de la pasta
que con frecuencia quedan adheridas al mazo o al borde del recipiente. Así los
trocitos de fósforo se reducen en la espesa papilla del azúcar de leche en
partículas sumamente finas que se vuelven poco a poco imperceptibles por la
operación que se realiza en el espacio de dos veces seis minutos, sin que se
produzca la menor chispa.

Durante los seis minutos siguientes, en lugar de apilar se puede triturar, ya


que la masa se hace cada vez más quebradiza. Hacia el final, en las tres
últimas operaciones de seis minutos, se tritura con fuerza moderada y cada
seis minutos se raspan durante cuatro minutos la espátula, el mazo y las
paredes del mortero, lo que es muy fácil porque entonces el polvo ya no se
adhiere. Después de haber triturado así seis veces seguidas, la mezcla luce
muy débilmente en la oscuridad y da poco olor. Se la encierra en un frasquito
que se etiqueta
Phosphorus

100

Las dos dinamizaciones respectivas

Phosphorus

10.000

Phosphorus

1.000.000

Phos

se preparan como todas las sustancias minerales secas.

260. 16. - Para obtener la trituración de la sustancia a la

10.000

dinamización (2CH), se extraen 5 ctgr de la preparación precedente marcada

100

(1CH) y se añaden al 1/3 de 5 grs de lactosa pura en polvo, se remueve bien


en el mortero con la espátula y se agita de tal forma que después de haber
triturado el primer 1/3 vigorosamente durante tres o cuatro minutos entre cada
trituración, se añade el segundo tercio, procediéndose de la misma manera.
Por fin con el tercer tercio, igualmente dos veces seis minutos.

Acabada la preparación, se vierte el polvo así triturado en un frasquito limpio


bien cerrado que se etiqueta

10.000

que indica que ahí se encuentra la 10.000ma dinamización (2CH), así cada
dinamización tanto la primera marcada
X

100

(1CH) como la segunda etiquetada

10.000

(2CH), hasta la tercera señalada

(3CH) se preparan mediante una trituración repetida seis veces durante seis
minutos cada vez, yendo seguida cada una de las operaciones de un raspado
de tres a cuatro minutos; esta técnica exige pues una hora y así las
trituraciones representan tres horas completas de trabajo.

17. - Se procede igual con esta segunda dinamización

10.000

para llegar a la siguiente señalada

es decir a la millonésima atenuación o sea 3CH (tercera centesimal).

A fin de crear una cierta uniformidad en la preparación de los remedios


homeopáticos y sobre todo para los preciosos medicamentos antipsóricos,
aconsejo lo que tengo por costumbre hacer, es decir, proceder siempre para
estas tres primeras atenuaciones con la trituración, pues considero esta acción
de frotamiento esencial para desarrollar las propiedades latentes en estos
medicamentos. Las trituraciones deberán efectuarse con bastante fuerza, de
manera que el polvo de azúcar de leche no se pegue demasiado al fondo del
mortero, a fin de poder rascar fácilmente durante tres o cuatro minutos.

Hechas estas tres operaciones, se procede en adelante por dinamizaciones


sucesivas en forma líquida. Para estas tres trituraciones centesimales se
utilizará un vehículo neutro sólido, la lactosa pura; después se continuará la
operación con un excipiente líquido, agua o alcohol, por diluciones y
sucusiones combinadas, siendo la acción de las sacudidas esencial también
para exaltar la acción del medicamento homeopático. Recuerdo que esta
técnica es patrimonio de la homeopatía.

Dinamización

Para obtener una disolución 105 con una tercera trituración centesimal y
llevar esta preparación al estado líquido -lo que permite exaltar las virtudes del
medicamento más fácil y rápidamente-, basta una noción química desconocida
hasta ahora y que yo he descubierto, a saber: que todas las sustancias
medicamentosas cuyo polvo se ha triturado así y atenuado hasta el
millonésimo grado (trituración 3CH) adquieren la propiedad de volverse
solubles en agua y alcohol.

La primera disolución no puede hacerse en alcohol puro porque la lactosa no


se disuelve. Por ello esta primera disolución se prepara en una mezcla a partes
iguales de agua destilada y alcohol de 95o. Se toman en un frasco 5 ctgr de la
3. a trituración centesimal, sobre los que se vierten al principio 50 gotas de
agua destilada que lo disuelve fácilmente, después de haber removido el frasco
varias veces, pero sin sacudir; luego se añaden 50 gotas de alcohol de 95o
106.

262. Esta mezcla no debe llenar más que 2/3 del frasco.

Se tapa y se le imprimen dos sacudidas. Entonces se etiqueta el frasco


indicando bajo el nombre del remedio

Sulphur

100-I

(4 CH, 100 millones), y esta será la primera dinamización líquida centesimal.

«Se recomienda indicar la fecha de preparación y: ‘2 veces’ para que quede


bien claro el número de sacudidas que se han efectuado».

Las siguientes se contarán a partir de ésta, que de hecho es ya una cuarta


centesimal; pero conviene no tener en cuenta estas tres primeras en la
numeración de las siguientes dinamizaciones. Se vierte una gota de esta
primera dinamización centesimal líquida en un frasco bien limpio que contenga
100 gotas de alcohol de 95o.

Después de haber tapado el frasco, se le dan dos sacudidas y se etiqueta por


ejemplo

Sulphur

10.000-I
o sea, segunda dinamización. Una gota de esta segunda preparación se
añade a 100 gotas de alcohol de 95o en un tercer frasco. Se tapa bien y se
sacude también dos veces. Se etiqueta,

Sulphur

II

que es una tercera dinamización líquida centesimal.

Se continúa de la misma manera para todas las dinamizaciones subsiguientes,


sacudiendo siempre dos veces 107 el frasco hasta conseguir

Sulphur

100-II

Sulphur

10.000-II

Sulphur

III

y siguientes. Sin embargo para que haya uniformidad y simplicidad, en la


práctica se utilizan frascos etiquetados con números enteros, /II, /III, /IV, /V, 108
etc... Por prudencia, se recomienda conservar todas las dinamizaciones
intermedias bien etiquetadas y al abrigo de la luz.

Las sucusiones se harán con mediana fuerza, teniendo cuidado de que los
frascos tengan una capacidad tal que las 100 gotas del medicamento no lo
llenen más que hasta 2/3, lo que corresponde en general a frascos de 5 gr. Así
el líquido se sacude mejor, y su contenido se mezcla mejor.

Queda formalmente prohibido emplear frascos que ya hayan sido utilizados,


aunque se haya tenido cuidado de lavarlos o desinfectarlos. Solamente se
utilizarán frascos nuevos.

Los glóbulos de azúcar que se impregnan con una dinamización homeopática


deben ser por regla general del grosor de aproximadamente un pequeño grano
de adormidera. Esto por dos razones: la primera para poder administrarlos en
el grado conveniente de exigüidad, y la segunda para permitir al médico actuar
a este respecto con la misma uniformidad, que en la preparación del
medicamento y así poder comparar sus resultados con los de otros colegas
homeópatas que utilicen el mismo tamaño de glóbulos 109.

(Ver cuadro de los grados de dinamización en página siguiente.)

263. La mejor manera de embeber los glóbulos consiste en humedecerlos en


pequeñas cantidades al mismo tiempo. Para hacerlo se ponen por ejemplo de
3 a 10 gr en un pequeño cuenco de porcelana o de loza o en un frasco cuya
forma se asemeje a un gran dedal de coser. Se embebe la masa entera
vertiendo de 5 a 10 gotas de líquido medicamentoso alcohólico a fin de que se
humedezca bien, lo que tiene lugar al cabo de un minuto generalmente;
seguidamente se extienden los glóbulos así embebidos sobre una doble hoja
de papel Joseph virgen, para quitar el exceso de líquido. Se esparcen para
dejarlos secar; tras ello se meten en un frasco bien limpio y bien cerrado que
lleve una etiqueta indicativa del contenido con la fecha de fabricación.

Todos los glóbulos homeopáticos correctamente embebidos deben aparecer


blancuzcos y mates después de la desecación; los que no lo estén quedan más
blancos y netamente brillantes.

Para administrar los glóbulos homeopáticos se ponen uno o varios en una


pequeña cápsula de papel que contenga 10-20 ctgr de azúcar de leche en
polvo, se aplastan a través del papel con un objeto contundente, por ejemplo el
mango de un cuchillo o una pequeña maza de mortero. Así puede disolverse
todo ello fácilmente en agua.

Cuando hablo de glóbulos para tomar, me refiero a aquellos cuyo volumen


tiene el tamaño de un grano de adormidera y que en general en número de
200 pesan aproximadamente 5 ctgr.

Conclusiones

En la descripción subsiguiente que concierne a la sintomatología propia de los


medicamentos antipsóricos no he admitido ninguno de aquéllos a los que se da
el nombre de isopáticos. Las experimentaciones en el hombre sano de tales
medicamentos, incluso del miasma psórico dinamizado llamado Psorine o
Psorinum, están lejos hasta el presente de haber sido suficientemente
experimentadas y estudiadas como para emplearlas homeopáticamente con
total seguridad. Digo bien homeopáticamente, pues no permaneceríamos en
las condiciones del ídem es decir del idéntico o del igual, incluso si
administramos la psorina dinamizada al enfermo que la ha suministrado.
Efectivamente, en el supuesto de que fuera útil no podría serlo más que
dinamizada, puesto que la secreción infecciosa psórica brutal que el enfermo
ya alberga no le cura en absoluto como el ídem es decir como idéntico. Pero
gracias al procedimiento homeopático, a la dinamización-dilución-trituración-
sucusión, sufre modificaciones y se transforma, al igual que el oro dinamizado
ya no es oro bruto, sin ningún efecto sobre el organismo humano, sino que ha
llegado a ser otra cosa, es decir, una sustancia cada vez más modificada y
distinta con cada grado de dinamización. Transformado por la dinamización,
Psorinum ya no es desde ese momento un ídem, sino que se ha convertido en
simillimum, pues para quien se tome la molestia de reflexionar un poco, no hay
intermediario entre el ídem y simillimum, o en otros términos, sólo puede estar
el simillimum entre el ídem y el simile. Isopático e igual son expresiones
erróneas que para tener un sentido preciso no pueden significar más que
simillimum, puesto que no son en absoluto un ídem.

Aquí termina la descripción de HAHNEMANN en lo concerniente a las


Enfermedades crónicas, tal y como se encuentra en la primera edición de las
Enfermedades crónicas en todas las ediciones en diferentes idiomas.

Sin embargo, en la segunda edición enteramente refundida y


considerablemente aumentada, publicada en 1846 en francés por la editorial
Ballière de París, HAHNEMANN añade un prefacio y un epílogo que incluimos
íntegros (tomado de P. SCHMIDT.)

Epílogo

264. Habiendo tenido ocasión después de la publicación de la primera edición


de las Enfermedades crónicas de hacer observaciones sobre la manera más
adecuada de administrar los medicamentos homeopáticos, voy a exponer lo
que he encontrado más idóneo a este respecto.

Poner sobre la lengua un único glóbulo en seco impregnado de la más alta


dinamización de un medicamento homeopático, o mejor, hacer inhalar este
mismo glóbulo en un poco de alcohol contenido en un frasquito, es administrar
la dosis más pequeña, más suave y cuya acción es más corta, lo que con
frecuencia es muy útil en la aplicación de una medicación intercurrente. Y, sin
embargo, entre los sujetos afectados por procesos agudos leves, se encuentran
naturalezas bastantes sensibles como para que esta dosis sea suficiente para
curarles, bien entendido cuando el medicamento ha sido escogido
homeopáticamente.

Se ve, pues, la infinita diversidad que reina entre los enfermos en relación con
su receptividad, su excitabilidad, su edad, su estado físico y psíquico, su
energía vital y sobre todo la naturaleza de su afección patológica. Esta puede
ser natural y sencilla pero reciente, o natural y sencilla pero antigua, o aun
complicada por la asociación de varios agentes infecciosos o miasmas. Por fin
lo que es más frecuente y más grave, este estado patológico puede estar
alterado por medicamentos homeopáticos no apropiados y sobre todo
intoxicado por tratamientos alopáticos múltiples. Esta es la razón por la que se
da igualmente una gran diversidad en la forma de tratar más que en la de
regular las dosis a administrar (dinamizadas).
Sólo me ocuparé aquí de esta cuestión de la dinamización.

La experiencia me ha enseñado que en las enfermedades de cierta


importancia (sin exceptuar las más agudas, pero con mayor razón en las
crónicas) es más ventajoso prescribir glóbulos, recomendar disolverlos y hacer
tomar esta disolución en dosis fraccionadas; por ejemplo, disolver algunos
glóbulos en 7 a 20 cucharadas soperas de agua, según lo urgente y lo aguda
que sea la afección y administrar cada 6, 4 ó 2 horas, incluso si es necesario
cada hora o cada media hora, una cucharilla de café o una fracción de
cucharilla de esta poción. Esto bien entendido en las enfermedades agudas,
pues en la mayor parte de las enfermedades crónicas lo que me ha parecido
preferible es dar una cucharilla de café de esta poción cada hora o cada dos
horas únicamente. Pero como el agua, incluso destilada, termina por alterarse
al cabo de algunos días, propiciando así la destrucción del valor de la dosis
mínima del medicamento que contiene, he encontrado necesario añadir un
poquito de alcohol de 90o o, si esto no es posible, introducir un trocito de
carbón vegetal en la pócima.

Antes de continuar debo subrayar algo importante, y es que nuestro principio


vital no soporta de buen grado la inmediata repetición de los mismos grados de
dinamización. Resulta que por un lado los buenos efectos de la dinamización
precedente se destruyen en parte o aparecen nuevos síntomas que pertenecen
no a la enfermedad, sino más bien al medicamento, que con esto impide la
curación, de manera que con un remedio incluso perfectamente bien
seleccionado no se alcanza el fin, o sólo de forma incompleta. Pero cuando se
trate de repetir un mismo medicamento -lo que resulta indispensable en una
enfermedad crónica- se modifica cada vez la dinamización en un grado, la
energía vital soporta así perfectamente una repetición frecuente, incluso a
cortos intervalos y esto con pleno éxito, es decir, con gran ventaja para el
enfermo. Este ligero cambio en la dinamización se obtiene imprimiendo de
cinco a seis sacudidas al frasco que contiene la disolución.

Por fin un último descubrimiento: he encontrado excelentes evoluciones


utilizando los medicamentos en forma líquida en fricciones externas sobre el
cuerpo, pero teniendo en cuenta evitar las regiones que presenten algún
síntoma patológico, ya sea superficial o profundo (irritación, erupción, dolor,
calambre o lesión) 110.

Este es un importante descubrimiento que permite aumentar la eficacia


homeopática de nuestros medicamentos en las enfermedades crónicas y
obtener así una curación mucho más rápida que si nos limitamos a la
medicación interna.

HAHNEMANN S., Tratado De Enfermedades Crónicas (h2.es)

HAHNEMANN Samuel
Introducción

Prefacio del autor a la primera edicion, 1828

Si yo no supiera con qué propósito estoy aquí; sobre la Tierra -mejorarme en la


medida de lo posible y mejorar cuanto me rodea; según mi capacidad- debería
considerarme como muy falto de sabiduría mundana dando a conocer, con
miras al bien común y antes de mi muerte, todo un arte que sólo yo poseo y al
que podría usufructuar manteniéndolo en secreto.

Pero al dar a conocer al mundo este gran descubrimiento, lamento no poder


desterrar de mí la duda sobre si mis contemporáneos comprenderán la
secuencia lógica de éstas, mis enseñanzas, y si las seguirán cuidadosamente a
fin de lograr, en consecuencia, los infinitos beneficios para la humanidad
doliente que inevitablemente deben surgir si se las observa íntegramente y
con exactitud o si, alarmados por la índole insólita de muchas de estas
revelaciones, habrán de preferir hacerlas a un lado antes de haber comenzado
a experimentarlas, tornándolas inútiles en consecuencia.

Ni siquiera puedo esperar, como mínimo, que estas importantes


comunicaciones sean tratadas mejor de lo que ha sido la Homeopatía en
general, la que he dado a conocer hasta hoy. Debido al terco escepticismo
concerniente a la eficacia de las dosis pequeñas y atenuadas que he explicado
al mundo médico luego de un millar de experimentaciones que sirvieron de
advertencia y eliminaron toda duda respecto de que así se alcanzaba eficacia
máxima, los médicos -por desconfiar de mis aseveraciones y razones sinceras-
han preferido continuar poniendo en riesgos a sus pacientes durante años
prescribiendo dosis más y más grandes. Y es por causa de esta decisión que
jamás llegan, a lo largo de su existencia, a observar los efectos curativos, tal
como me ocurría a mí mismo antes de arribar a la disminución de las dosis. La
causa de tal fracaso reside en que se pasa por alto que tales dosis, al ser
atenuadas, son mucho más aptas para actuar homeopáticamente puesto que,
sólo así, se desarrolla su poder dinámico de acción.

¿Qué hubieran arriesgado los médicos con haber observado de inmediato mis
indicaciones y haber empleado dosis mínimas desde el comienzo? Podría haber
ocurrido algo peor que resultaran ineficaces tales dosis? Por cierto que esas
dosis no pueden dañar! Pero en su obstinada e insensata prescripción de
grandes dosis en el uso homeopático sólo transitan, una y otra vez, senderos
desviados que no llevan a la verdad y que ponen en peligro a sus pacientes,
peligros a los que yo debí superar, por cierto que a veces con tremenda
ansiedad, lo que me ha capacitado para ahorrarles iguales preocupaciones. Si
realmente hubieran deseado curar, tal propósito les habría llevado a la misma
meta a la que yo he llegado, la única verdadera, aun cuando causando muchos
daños y al costo de malgastar parte de sus existencias.
Todo esto fue advertido con sinceridad y lealmente, dando las razones con
mucha antelación.

Ojalá los médicos procedan mejor con el gran descubrimiento que aquí se
expone! Si así no lo hicieren, será entonces una posteridad más inteligente y
consciente la primera que alcanzará los beneficios que pueden derivarse de la
observación fiel, precisa, de las enseñanzas aquí expuestas, enseñanzas que
pueden liberar a la humanidad de los tormentos innumerables que se abaten
sobre el desdichado enfermo por causa de esas enfermedades, afligentes e
incontables, que están prevaleciendo desde los primeros registros de la
historia. Este beneficio inmenso no había sido puesto al alcance de la
humanidad en cuanto la Homeopatía ha enseñado hasta hoy.

Prefacio del autor al cuarto volumen

EXAMEN DEL PROCESO DE CURACION HOMEOPATICA

* Esta obra sobre Las Enfermedades Crónicas estuvo originalmente


subdividida en cinco partes y cada una, con excepción de la segunda, tenía su
prefacio. en los que se discutían temas de Homeopatía de interés general. (N.
del Traductor al Inglés.)

Por medio de nuestros sentidos no hay modo de llegar hasta los procesos
vitales que se cumplen en lo interior del hombre, ni hay modo tampoco de
lograr un conocimiento fundamental de ellos y sólo a veces nos es dado
alcanzar conclusiones especulativas sobre qué está ocurriendo y cómo; pero en
modo alguno somos capaces de suministrar pruebas concluyentes en apoyo de
nuestras explicaciones basándonos en los cambios observados en lo
inorgánico, puesto que los cambios que se producen en los organismos son
procesos totalmente diferentes de los que ocurren en el reino de lo inorgánico.

En consecuencia, resulta lógico que al presentar las Terapéuticas


Homeopáticas no me aventure a explicar cómo se efectúa la curación de las
enfermedades por acción, sobre el enfermo, de substancias que poseen el
poder de excitar en las personas sanas síntomas mórbidos muy similares a los
de aquellas. Por cierto que cuanto expreso a continuación es tan sólo conjetura
a la que no deseo denominar explicación, en su significado de exposición
precisa del "modus operandi". Ni siquiera tal explicación debería ser juzgada
necesaria pues cuanto nos incumbe es curar correcta y cabalmente, los
síntomas por síntomas similares, de conformidad con una ley de la naturaleza
constantemente confirmada, pero no nos incumbe hacer ostentación de
explicaciones abstractas en tanto nuestros pacientes permanezcan sin ser
curados; esto es cuanto han estado haciendo quienes se titulan médicos.

Estos médicos han formulado muchas objeciones a la explicación que he


suministrado y hubieran preferido rechazar íntegramente el método
homeopático de curación (que por otra parte es el único posible), simplemente
porque no les satisfacían mis explicaciones sobre el proceso que tiene lugar
dentro del hombre durante la curación homeopática.

A estas líneas las escribo pues, no con el propósito de obviar tales críticas,
sino a fin de exponer, como me corresponde y de poner a disposición de mis
sucesores -los médicos que realmente practiquen la Homeopatía- otra tentativa
de explicación más probable. Cumplo con ésto porque la mente humana siente
el impulso irresistible, inofensivo, digno de todo encomio, de comprender en
alguna medida cómo el hombre puede hacer el bien por medio de su acción.

Tal como he expuesto en otro lugar resulta innegable que nuestra fuerza vital,
sin la ayuda de remedios dinámicos producidos por el arte humano, es incapaz
de superar siquiera a las más leves enfermedades agudas (cuando no sucumbe
debido a ellas) y de restaurar en algún modo la salud si no es sacrificando algo
(a veces importante) de fluidos y tejidos del organismo por medio de lo que se
denomina crisis. Cómo nuestra fuerza vital lleva esto a cabo habrá de
permanecer siempre ignorado pero de algo estamos seguros: de que esta
fuerza no podría superar directamente ni siquiera a tales enfermedades de no
mediar esos sacrificios. Y tratándose de enfermedades crónicas y puesto que
ellas provienen de miasmas, esta fuerza, por sí sola, sin ser ayudada, es
incapaz de restablecer la salud aunque sea con tales sacrificios. Pero
igualmente cierto es que aunque esta fuerza fuera capacitada por el verdadero
arte de curar (el homeopático, debido a la comprensión humana) para doblegar
y superar (curar) de manera directa y sin menoscabo corporal o vital no sólo a
las enfermedades pasajeras, más también a las crónicas surgidas de miasmas,
será siempre este poder, esta fuerza vital, a la que se deberá adjudicar el
triunfo. Ocurre como con el ejército de algún país que hubiera expulsado del
territorio al enemigo; este ejército debe ser considerado vencedor aunque no
hubiera podido lograr la victoria sin auxilio del exterior. Es la fuerza vital
orgánica de nuestro cuerpo la que cura a las enfermedades naturales de toda
índole, directamente y sin sacrificios, en cuanto sea capacitada por acción de
remedios adecuados (los homeopáticos) para lograr esa victoria. Por cierto que
esta fuerza vital no hubiera podido vencer sin tal ayuda pues, considerada
aisladamente, sólo es capaz de mantener sin perturbaciones al proceso vital en
tanto el hombre no sea afectado mórbidamente por la acción hostil de las
fuerzas que generan enfermedades.

Sin ayuda, la fuerza vital no puede ser contrincante de tales potencias


hostiles; opone apenas una fuerza igual a la de la acción antagónica y aun
esto, por cierto, con muchos indicios del propio sufrimiento (a los que
denominamos síntomas mórbidos). Por su propio poder, es decir, sin recibir
ayuda externa mediante verdaderos remedios, nuestra fuerza vital jamás
puede ser capaz de superar la agresión de la enfermedad crónica, ni doblegar
a las enfermedades pasajeras sin que algunas partes del organismo sufran
deterioros considerables. Proveer tal ayuda es el mandato que el Protector de
la vida impone a la comprensión del médico.

Como dije antes, nuestra fuerza vital ejerce oposición a lo sumo igual a la
agresión que ocasiona la enfermedad y sin embargo, ningún enemigo puede
ser vencido si no es por alguna fuerza superior. Sólo la medicación
homeopática puede suministrar a la fuerza vital invalidada tal poder superior.

En sí mismo este principio vital, siendo sólo una fuerza vital orgánica
implantada con el designio de mantener la salud en tanto no sea perturbada,
opone al invasor morbífico tan sólo débil resistencia; al progresar e
incrementarse la enfermedad le opone resistencia mayor que, en el mejor de
los casos, sólo llega a ser resistencia igual a la agresión y que tratándose de
pacientes debilitados ni siquiera llega a ser igual sino más débil. Esta fuerza no
es capaz, ni está destinada, ni ha sido creada para ejercer aquella resistencia
capaz de vencer, la que no implique deterioro.

Pero si a esta fuerza vital instintiva, nosotros, los médicos, fuéramos capaces
de presentarle y oponerle su enemigo morbífico magnificado por obra de
medicinas homeopáticas, aun cuando fuera incrementado en un mínimo por
vez; si de esta manera la imagen de tal hostilidad morbífica fuera magnificada
ante la percepción del principio vital por acción de medicinas homeopáticas
que, engañándola, simularan que son la enfermedad original, gradualmente
compeleríamos a esta fuerza vital instintiva a incrementar su energía por
gradaciones sucesivas, más y

más, hasta alcanzar finalmente el nivel en el que fuera netamente más


poderosa que la enfermedad originaria. La consecuencia será que la fuerza
vital vuelva a prevalecer en su propio dominio, que otra vez tome las riendas
de la salud, en tanto que el incremento aparente de la enfermedad ocasionado
por las medicinas homeopáticas desaparezca por sí mismo a poco que
nosotros, constatando la preponderancia de la fuerza vital restaurada -lo que
implica restauración de la salud- cesemos de suministrar remedios.

La dotación o esencia fundamental de este principio vital espiritual que nos ha


sido impartido por el Creador infinitamente misericordioso es inconmensurable
pero requiere de nosotros, los médicos, que comprendemos cómo mantener su
integridad durante los días de buena salud instruyendo a la humanidad sobre
cómo vivir saludablemente y en qué modo invocar tal principio e incrementarlo
durante las enfermedades, lo que puede lograrse exclusivamente por medio
del tratamiento homeopático.

Prefacio del autor al quinto volumen

DILUCIONES Y POTENCIAS (DINAMIZACIONES)


Las diluciones se refieren, cuando con propiedad se habla, a substancias a las
que apreciamos por su sabor o su color. A alguna solución de substancias
amargas o saladas es posible despojarla de su sabor en la medida en que se le
agregue agua y eventualmente concluirá por perderlo por completo, sin que
importe cuánto pueda haber sido agitada. Del mismo modo, toda solución de
alguna substancia colorante por el agregado de más y más agua, se vuelve
casi incolora y ninguna cantidad de sacudidas podrá incrementar su
coloración.

Estas son, en todos los casos, reales atenuaciones o diluciones, pero no son
dinamizaciones.

La Dinamización Homeopática es el proceso por el cual las propiedades


medicinales, latentes en las substancias naturales en tanto éstas permanezcan
en estado de materia prima, son activadas y capacitadas para actuar sobre
nuestra vitalidad, es decir, sobre nuestras fibras sensibles e irritables, de modo
casi espiritual. Este desarrollo de las propiedades de las substancias naturales
en estado primario (dinamización) tiene lugar, como ya he enseñado, en el
caso de substancias áridas por medio de trituración en un mortero. Y
tratándose de substancias fluidas, por medio de sacudiones o sucusiones, lo
que también es trituración. No es posible designar a estas preparaciones
simplemente como diluciones aunque toda preparación de esta índole, para
que pueda ser elevada a alguna potencia superior, es decir, para que las
propiedades medicinales todavía latentes en su interior sean despertadas y se
desarrollen, deba primero ser sometida a progresivas atenuaciones a fin de
que la trituración o sucusión pueda ahondar más en la esencia misma de la
substancia medicinal y así liberar y exponer lo más sutil de los poderes
medicinales que en ella subyacen profundamente, lo que no podría ser logrado
por cualquier cantidad de trituraciones o sucusiones de dichas substancias en
su forma concentrada.

Leemos con frecuencia en libros sobre Homeopatía que alguna elevada


dinamización (dilución) de cierta medicina resultó inoperante, pero que alguna
potencia inferior fue efectiva, en tanto que en otros casos mayor éxito se ha
derivado de potencias superiores. Pero ante tales experiencias nadie ha
investigado la causa de tan notable diferencia de efectos. ¿Qué es lo que
puede impedir a quien prepare los remedios (y necesariamente debe ser éste
el mismo médico homeópata, él personalmente debe ser quien forje y aguce
las armas que combatirán a la enfermedad), qué puede impedirle cuando
prepare alguna potencia, darle diez, veinte, cincuenta o más sucusiones contra
un cuerpo elástico, algo resistente, a cada frasco que contenga una gota de la
potencia inferior, adicionada de noventa y nueve gotas de alcohol, de modo de
obtener así potencias superiores? Esto sería muchísimo más efectivo que
imprimir al frasco unas pocas sucusiones sin energía que produzcan poco más
que diluciones,
práctica en la que no se debe incurrir.

La perfección de nuestro incomparable arte de curar y el bienestar de los


pacientes requieren del médico que se tome la molestia imprescindible para
asegurar la

máxima eficacia de sus medicamentos.

Sabihondos modernos han ridiculizado la Potencia XXX y prefieren usar sólo


las preparaciones inferiores, las menos desarrolladas, las más masivas y en
grandes dosis, por lo cual no son capaces de alcanzar todo lo que nuestro arte
puede realizar. No obstante, si cada potencia es dinamizada con la misma
cantidad de sucusiones obtendremos, hasta en la Potencia L (quincuagésima),
medicamentos dotados de la más penetrante eficacia de modo que todo
glóbulo diminuto humedecido con ella y luego de haber sido disuelto en cierta
cantidad de agua, puede y debe ser tomado en pequeñas cantidades a fin de
evitar acciones excesivamente violentas en pacientes sensitivos, debiéndose
recordar que tal preparación contiene casi todas las propiedades que están
latentes en la droga pero ahora plenamente desarrolladas, puesto que sólo
procediendo así es posible activarlas íntegramente.*

París, 19 de diciembre de 1838.

* Consultar en el anexo el artículo del Dr. C. von Boenninghausen.

Naturaleza de las enfermedades h2

El arte curativo homeopático, tal como ha sido expuesto en publicaciones


propias y de mis discípulos, cuando ha sido practicado con fidelidad,
invariablemente evidencia su índole superior a la de todos los tratamientos
alopáticos, de modo absoluto y notable y no sólo en aquellas enfermedades
que atacan repentinamente al hombre (enfermedades agudas), mas también
en el caso de enfermedades epidémicas y de fiebres esporádicas.

Las enfermedades venéreas también han sido curadas radicalmente por la


Homeopatía, con mayor seguridad y con menores padecimientos y sin dejar
secuela alguna, porque no extirpa la manifestación local -ni siquiera la trata-
curando a la enfermedad interna fundamental mediante el uso interno
exclusivo del remedio específico más apropiado. Pero el predominio sobre el
planeta de las enfermedades crónicas restantes aumenta constantemente y de
modo considerable.

El tratamiento de las enfermedades crónicas por los médicos alópatas tan sólo
ha servido para incrementar el sufrimiento que de ellas se deriva, puesto que
tales tratamientos consisten en mezclas repugnantes (compuestas por los
drogueros en base a grandes dosis de medicamentos de acción violenta cuyos
efectos individuales se ignoran), conjuntamente con el uso de múltiples baños,
de remedios sudoríficos y sialagogos, de narcóticos que bloquean al dolor, de
enemas, fomentos, fumigaciones, vejigatorios, exutorios, cauterios, de
purgantes de efecto prolongado, de sanguijuelas, ventosas y tratamientos
enervantes, cualesquiera sean los nombres que pueda darse a estos tormentos
medicinales, que se alternan por épocas según los conceptos en boga. Tales
tratamientos agravan a las enfermedades y la fuerza vital, pese a esos
denominados tónicos que suelen ser prescriptos, queda disminuida cada vez
más. Si algún cambio notable produjeron estos tratamientos, al resultar
anulados los sufrimientos anteriores, fue cuando surgió un estado mucho peor:
el de las incontables enfermedades producidas por la medicación, que son más
graves y más difíciles de curar que la enfermedad natural, ante lo cual el
médico suele consolar a su paciente con estas palabras: "Afortunadamente he
logrado eliminar la enfermedad anterior, pero es una pena que haya aparecido
esta nueva (?) enfermedad; no obstante, espero tener igual éxito eliminando
ésta como lo tuve con la anterior". Y así, en tanto la misma enfermedad va
asumiendo diversas formas y mientras otras enfermedades van siendo
adicionadas por el uso de medicamentos impropios y nocivos, se agravan
continuamente los sufrimientos del paciente hasta que, con su último aliento,
quedan silenciados definitivamente sus conmovedores lamentos, consolándose
entonces a los familiares con la fingida excusa: "En este caso fatal se ha
recurrido a todo lo imaginable".

Respecto de la Homeopatía, inapreciable don de Dios, todo es absolutamente


diferente!

Aun en los casos de enfermedades crónicas de toda índole, quienes la


practican y observan las enseñanzas que he presentado en mis escritos
anteriores y en conferencias previas, han logrado mucho más que cuanto se
haya logrado por los anteriores métodos de curar, salvo cuando encontraron al
paciente demasiado agotado y quebrantado por obra de tratamientos
alopáticos, como desgraciadamente y con frecuencia ha sido el caso cuando
éste tenía aún dinero disponible.

Los médicos homeópatas, recurriendo a tratamientos absolutamente


naturales, han sido capaces de eliminar, con frecuencia y en breve lapso, las
enfermedades crónicas que tenían ante sí, luego de haberlas examinado a la
luz de todos los síntomas que podían percibir sus sentidos; instrumentos de
tales curaciones han sido los remedios homeopáticos seleccionados por ser los
más adecuados de acuerdo a las pruebas de sus efectos puros y verídicos, los
que fueron prescriptos en las dosis más pequeñas. Y todo esto ha sido logrado
sin substraer al paciente fluidos ni fuerzas, inversamente al proceder alopático
de la generalidad de los médicos. Y de tal modo el paciente, totalmente
curado, ha podido disfrutar nuevamente de días venturosos. Por cierto que
estas curas han excedido en mucho a todo cuanto la alopatía -por azar y en
casos muy raros- pudo lograr debido a alguna afortunada selección de
medicamentos.

Fue dado observar que estas enfermedades cedían casi siempre ante dosis
muy pequeñas de aquel remedio que ya había probado su capacidad de
producir series de síntomas mórbidos similares en el cuerpo sano; si las
enfermedades no eran de esas excesivamente arraigadas de antiguo y el
enfermo no había sido maltratado por la alopatía, frecuentemente cedían luego
de cierto lapso, de modo que la humanidad tuvo buenas razones para juzgarse
afortunada debido a este auxilio que recibía y por cierto que con frecuencia
proclamó su reconocimiento. Los pacientes así tratados, al juzgar su estado
actual de salud, admitieron imparcialmente que ésta era muy buena en
comparación con su muy penosa condición previa a la ayuda que la
Homeopatía les había suministrado.*

* De esta índole fueron las curaciones de enfermedades provocadas por la


psora no muy desarrollada y que fueron tratadas por mis discípulos con
remedios que no pertenecían al grupo de los que, posteriormente, se
constituyeron en principales remedios antipsóricos, porque aún no se conocía
tal aptitud de esos remedios. Simplemente, esos casos fueron tratados con
medicamentos que, homeopáticamente, mejor cubrían sus síntomas, cediendo
los que aparentaban ser moderados, por haberse logrado que la psora que se
estaba manifestando regresara a su condición de latente, produciendo así una
suerte de estado saludable especialmente cuando se trataba de personas
jóvenes y vigorosas; cualquier observador que no profundizara su examen
hubiera considerado esa condición de salud como si hubiera sido real. Tal
estado duraba, con frecuencia, muchos años. Pero respecto de las
enfermedades crónicas ocasionadas por la psora ya en pleno desarrollo, las
medicinas que entonces se conocían jamás bastaron para producir la curación
total; tal insuficiencia se ha mantenido hasta el día de hoy.*

Con frecuencia, tratándose de un cuerpo debilitado, una o más dolencias a las


que ya se suponía definitivamente superadas reaparecían al producirse
gruesos errores en la dieta, o enfriamientos, o cambios atmosféricos bruscos y
rigurosos, como humedad, frío, o temporales y hasta la proximidad del otoño
aunque fuera apacible y, con más razón, del invierno o de alguna primavera
ventosa; también las ejercitaciones agotadoras de cuerpo o de mente fueron
factores pero en particular las conmociones de la salud ocasionadas por
heridas externas graves y también algún acontecimiento muy lamentable y
capaz de agobiar el ánimo, como miedo incesante, contrariedades graves,
pesares y vejámenes constantes. Y tales nuevas condiciones solían ser
agravadas por concomitantes absolutamente nuevos que, si bien no eran tan
alarmantes como los anteriores, los eliminados homeopáticamente, eran
igualmente perturbadores y ahora más pertinaces. Invariablemente tales casos
correspondían con aquellas enfermedades aparentemente curadas que habían
tenido como fundamento a la psora ya entonces apreciablemente desarrollada.

Al producirse la recaída el médico homeópata debía prescribir el remedio más


adecuado, de entre las medicinas conocidas hasta entonces, como si estuviera
dirigiéndolo contra alguna enfermedad nueva y esto se veía coronado por
cierto éxito, dado que por algún tiempo mantenía al paciente en mejor estado
de salud. En el primer caso, no obstante, en el que los síntomas que parecían
haber sido eliminados se renovaban, el remedio que había probado como
eficaz la primera vez, resultaba ahora menos útil y al repetírselo, menos útil
aún. Entonces, aún actuando quizás el remedio homeopático que parecía ser el
más apto y aun cuando el modo de vida hubiera sido totalmente corrector
nuevos síntomas de la enfermedad se agregaban, los que sólo
imperfectamente podían ser eliminados y durante cierto tiempo. Por cierto que,
a veces, era imposible aliviar tales síntomas nuevos, ni siquiera en lo más
mínimo, en particular cuando alguno de los obstáculos ya mencionados
impedía la recuperación.

En ocasiones, alguna circunstancia feliz o condiciones externas


imprevistamente mejoradas, algún viaje placentero, alguna estación muy
benigna o bien la temperatura seca y uniforme, podían provocar en la
enfermedad del paciente cierta pausa apreciable de alguna duración y durante
la cual el homeópata podía llegar a juzgarle recuperado totalmente y hasta el
mismo paciente, si benévolamente podía pasar por alto algún dolencia
moderada y pasajera podría haberse considerado disfrutando de buena salud.
Pero tal pausa benigna en ningún caso iba a ser de larga duración, pues los
repetidos retornos de las dolencias hacían que hasta los remedios
homeopáticos mejor seleccionados de acuerdo a lo que entonces se sabía y
que hubieran sido administrados en las dosis más apropiadas, se tornarán
menos eficaces cuanto más a menudo se los repetía. Finalmente, apenas eran
útiles como paliativos débiles. Y con frecuencia, después de repetidas
tentativas de vencer a la enfermedad que parecía un tanto modificada, se
presentaban males residuales a los que las medicinas homeopáticas probadas
hasta entonces, pese a no ser ya pocas, en modo alguno podían desarraigar y,
con frecuencia, ni siquiera aliviar. Y de este modo se sucedían dolencias
variadas, cada vez más perturbadoras y con el transcurso del tiempo cada vez
más amenazadoras, pese a que en tanto el modo de vivir hubiera sido correcto
y se hubiesen observado puntualmente todas las prescripciones A pesar de
todos los empeños del médico homeópata, la enfermedad crónica tan sólo
podía ser demorada un poco en su avance y se agravaba año tras año.

Así era el proceso, más o menos rápido, del tratamiento de todas las
enfermedades crónicas graves, no venéreas y a pesar de que se las tratara
exactamente de acuerdo con el arte homeopático tal como se lo concebía
entonces. Los comienzos habían sido promisorios, menos favorable la
continuación y desahuciado el final. Pero la homeopatía había sido fundada
sobre los firmes pilares de la verdad y sobre ella se asentaría cada vez más.
Las pruebas de su excelencia y hasta de su infalibilidad (en la medida en que
ésta puede ser lograda en asuntos humanos) ya habían sido expuestas
mediante hechos ante los ojos del mundo.

Sólo la Homeopatía había enseñado, con prioridad absoluta, cómo curar las
bien definidas enfermedades idiopáticas, 1 la antigua y benigna fiebre
escarlatina de Sydenham, la más reciente púrpura, 2 la tos convulsa, el crup, el
sicosis y las disenterías otoñales, por medio de los remedios homeopáticos
específicamente indicados. Hasta la pleuresía aguda y las contagiosas
epidemias tíficas cedían ahora rápidamente dando paso a la salud, por obra de
pocas y diminutas dosis de la medicina homeopática correctamente
seleccionada.

1"Idiopático (del Griego: 'idios' = propio, peculiar y 'pathos' = enfermedad):


estado o condición mórbida que no ha sido ocasionado ni precedido por otra
enfermedad; enfermedad primaria". (W) "N. del T. al C.)1

2"Púrpura: Dermatosis hemorrágica". (DEHA). [N. del T. al C.])2

¿De qué provenían los resultados poco o nada favorables que se advertían en
los tratamientos continuados de las enfermedades crónicas no venéreas, aun
empleando la Homeopatía? ¿Cuál era la razón del fracaso en lograr salud
perdurable en tantos miles de intentos llevados a cabo para curar
enfermedades de índole crónica? ¿Sería posible que tal causa fuese la
cantidad, exigua aún, de remedios homeopáticos cuya acción pura había sido
experimentada hasta entonces? Así se consolaban algunos adeptos de la
Homeopatía; pero esta excusa, o consuelo según se ha dicho, jamás satisfizo a
su fundador debido a la muy particular observación de que las últimas
adiciones de medicamentos probadamente eficaces -cuyo incremento se
registraba año tras año- no habían producido avance alguno en la curación de
las enfermedades crónicas no venéreas, en tanto que las enfermedades
agudas (por supuesto no aquellas que ya desde su comienzo amenazaban con
inevitable deceso) eran rápidamente eliminadas mediante la correcta
aplicación de remedios homeopáticos que ayudaban a la fuerza vital, incesante
protectora del organismo, lográndose así curaciones rápidas y completas.

¿Por qué, entonces, esta fuerza vital eficazmente incrementada por acción de
la medicación homeopática, no podía producir la recuperación auténtica y
duradera cuando se trataba de enfermedades crónicas? ¿Por qué, si los
remedios homeopáticos usados habían sido los que cubrían perfectamente sus
síntomas presentes? ¿Y por qué si esta fuerza vital, designada para la
restauración del organismo, se manifestaba invariablemente activa y superior
cuando se trataba de la recuperación de la salud afectada por enfermedades
agudas y aun severas? ¿Qué impedimento había?

El empeño por responder a estas preguntas, tan naturales, inevitablemente


me condujo al descubrimiento de la naturaleza de las enfermedades crónicas.

Encontrar la razón por la cual todas las medicinas halladas por la Homeopatía
fracasaban cuando se intentaba la efectiva curación de dichas enfermedades
-lo que iba a facilitar el acceso a una comprensión mejor y, en cierto sentido,
exacta, de la verdadera índole de esos miles de enfermedades crónicas que
resistían toda curación pese a la incontrastable verdad de la Ley Homeopática
de la Curación- fue tarea de importancia fundamental en la que me empeñé
constantemente a partir de 1816 o 1817, hasta que el Dador de todo lo bueno
me permitió solucionar gradualmente tan sublime problema merced a reflexión
incesante, infatigable investigación observación sin preconceptos y los
experimentos más precisos, todo ello con el objeto del bienestar de la
humanidad.*

* No obstante, jamás permití que esos empeños incesantes fueran conocidos


públicamente, ni siquiera por el grupo de mis discípulos; no ciertamente
porque la ingratitud de que tantas veces fui objeto me lo hubiera impedido,
puesto que jamás permití que me motivara; tampoco me lo impidieron las
persecuciones de que fui víctima a lo largo de mi agitada existencia que, si no
ha carecido totalmente de júbilo se debe al elevado propósito en que vivo
empeñado. No!, mantuve el secreto porque considero no ético-y hasta
perjudicial- dar a conocer por la palabra o la escritura aquello que no ha sido
comprendido suficientemente. Y así me mantuve hasta 1827, año en que
comuniqué lo más esencial de este descubrimiento a dos de mis discípulos,
quienes ya habían prestado inestimable ayuda al arte de la Homeopatía, para
que enriquecieran su comprensión y beneficiaran a sus pacientes, de modo
que descubrimiento tan fundamental no se perdiera para el mundo si me
aconteciese ser llamado a la eternidad antes de completar este libro, evento
no muy improbable considerando mi edad de setenta y tres años.*

Era hecho constantemente verificado que las enfermedades crónicas no


venéreas, luego de haber sido eliminadas homeopáticamente una y otra vez
mediante remedios bien probados hasta ese momento, retornaban siempre en
forma más o menos variada y, con síntomas nuevos, o reaparecían anualmente
con padecimientos incrementados. Este hecho me proporcionó la primera
clave: en casos de enfermedades crónicas no venéreas el médico homeópata
no sólo tiene que combatir la enfermedad presente ante sus ojos
considerándola como si fuese alguna enfermedad bien definida, que pudiera
ser extinguida y curada por los remedios homeopáticos de uso corriente, sino
que en todos los casos él debe considerar que tal enfermedad no es más que la
exteriorización de una enfermedad básica arraigada más profundamente.
La gran extensión de esta enfermedad subyacente queda evidenciada por los
síntomas nuevos que aparecen de tiempo en tiempo; de modo que el médico
homeópata jamás debe abrigar la ilusión de poder curar estas manifestaciones
aisladas presumiendo, como hasta ahora ha ocurrido, que ellas son
enfermedades perfectamente definidas y que existen aisladamente, lo que sí
posibilitaría que fueran curadas total y permanentemente. En consecuencia
primero debe tratar de descubrir, ejercitando al máximo su capacidad, toda la
magnitud de los síntomas y de las características de esa desconocida
enfermedad fundamental, lo que es previo a proponerse descubrir uno o más
medicamentos que homeopáticamente puedan cubrir íntegramente la
enfermedad originaria según la configuran sus síntomas peculiares.
Procediendo así llegará a ser capaz de alcanzar tal éxito en la curación como
para eliminar a la enfermedad en toda su extensión y, consiguientemente, a
las enfermedades desprendidas que, en sus múltiples manifestaciones, forman
parte de ella.

Pero que la enfermedad fundamental a la que era preciso investigar debía ser
también de índole crónica, miasmática 4 resultaba evidente por esta
circunstancia: luego de avanzar y alcanzar cierto grado de desarrollo, jamás
podía ser extinguida por mucho que fuera el vigor de la más robusta
constitución, jamás podía ser vencida así se llevare la vida más ordenada o se
observare la más adecuada dieta, ni llegaría jamás a extinguirse por sí misma.
Por lo contrario, constantemente, de año en año, debe irse agravando,
evolucionando hacia síntomas más graves* y así hasta el final de la existencia
humana, característica de todas las enfermedades crónicas, miasmáticas; a
modo de ejemplo, el bubón venéreo que no haya sido curado internamente por
mercurio -que es su remedio específico- llega a manifestarse en enfermedad
venérea que nunca se extingue por sí misma puesto que, no obstante el modo
de vida más correcto y la constitución corporal más vigorosa, se incrementa y
desarrolla cada vez más, año tras año, exhibiendo síntomas nuevos y más
graves hasta el final de la vida humana.

4"Miasma: Emanación a la que se atribuían las enfermedades infecciosas".


(Dictionnaire Le Robert). [N. del T. al C.]4

* No es raro que la tisis llegue a transformarse en insania las úlceras


desecadas en hidropesía o apoplejía, la fiebre intermitente en asma, las
afecciones abdominales en dolores de las articulaciones o en parálisis, los
dolores en las extremidades en hemorragias, etc., y no resulta difícil descubrir
que estas últimas enfermedades deben también proceder de la enfermedad
originaria y sólo pueden ser partes de un todo mucho mayor.*

Hasta este punto había llegado en mis investigaciones observando a pacientes


crónicos no venéreos, cuando descubrí, muy en los comienzos, que el
obstáculo para la curación de muchos casos que engañosamente aparentaban
ser enfermedades bien definidas y que no habían podido ser curadas de
manera homeopática con los medicamentos ya probados, con frecuencia
tenían el antecedente de alguna previa erupción de sarna5 pocas veces
confesada; el comienzo de todos los padecimientos subsiguiente parecía
arrancar de aquella misma época. Igual era el caso de otros pacientes crónicos
que no confesaban haber tenido semejante infección o, lo que probablemente
ocurría más a menudo, no la habían advertido o, a lo menos, no la podían
recordar. Luego de cuidadosa investigación, fue frecuente que se hallaran,
como evidencia, pequeños vestigios de ella (diminutas pústulas de sarna,
herpes, etc.) que surgían de tanto en tanto y que, aunque raras, eran signo
indubitable de alguna infección anterior de la misma índole.

5 I. El texto inglés dice: "in a former eruption of itch". El nombre "ITCH"


significa (F y W):

"1. Cualquiera de las enfermedades de la piel, generalmente contagiosas, que


se acompañan de comezón, como la sarna (scabies);

2. Una comezón cutánea, y

3. Un deseo o anhelo incesante."

De esto se deduce que en inglés -a diferencia del castellano- el vocablo "itch"


al que se acaba de traducir por sarna tiene significado más amplio, de
dermatosis pruriginosa y dado que el término abunda en las páginas que
siguen se recomienda al lector tener presente tal significado.

El término médico (y culto) que en inglés corresponde a la sarna es "scabies",


tal como lo ha aclarado el diccionario en la acepción 1.

II. Si hubiera sido la intención del Dr. Hahnemann referirse exclusivamente a la


enfermedad provocada por el sarcopto o caro arador, se habría expresado así:
en una previa infección de sarna.

Si quien siempre hizo gala de precisión en su lenguaje dijo "erupción" es


porque quiso aludir a algo que aflora, que emerge desde lo interior.

III. Pero lo que resulta evidente es que el Dr. Hahnemann prescribe todo
intento de extinguir cualquier dermatosis, sea producida por infección o por
erupción, agrediendo al síntoma externo, porque así se agrava al mal interno:

a) en las dermatosis por infección éstas suelen asumir el carácter de síntoma


aliviador de la psora interna;

b) la supresión de toda dermatosis pruriginosa surgida por erupción


cualesquiera sean los medios que se empleen -tópicos o no- es siempre muy
peligrosa en sus consecuencias y en mayor grado cuanto más tiempo haya
permanecido sobre la piel puesto que tal erupción es la resultante de una
condición impuesta sobre el órgano de la piel por la fuerza vital resistiendo a la
psora interna, respecto de la cual aquella obra a modo de válvula de
descompresión; cuanto mayor haya sido el tiempo de su permanencia sobre la
piel más necesaria será la continuación de su presencia para la relativa salud
del organismo (ver páginas 104, 109 y siguientes) .

IV. Finalmente, el abuso insensato que de la cortisona se hace actualmente


impone difundir la alarma. Los riesgos, gravísimos y hasta fatales, han sido
descritos por el autor en el capítulo titulado- "Testimonios médicos sobre las
consecuencias de eliminar la erupción de sarna". [N. del T. al C.]5

Estas circunstancias, a las que vinieron a sumarse innumerables


observaciones de médicos* y también con frecuencia mis propias experiencias,
demostraban que una infección de sarna suprimida por malpraxis médica o
que hubiera desaparecido de la piel por otras causas era seguida,
evidentemente, por síntomas idénticos o similares, aun tratándose de personas
sanas bajo todo otro concepto. Tantas concordancias, lo reitero, ya no dejaban
margen para que mi mente dudara respecto del enemigo interno al que tenía
que combatir tratando médicamente tales casos.

* Con posterioridad, también Von Autenrieth (en "Tubinger Blater fur


Naturwissenchaft und Arzeikunde", 2 vol., 2ª parte.*

Gradualmente fui descubriendo remedios más efectivos para combatir esa


enfermedad originaria que tantas afecciones causaba; enfermedad básica a la
que se puede denominar con el genérico nombre de Psora, es decir, la
enfermedad interna de la sarna, con la correspondiente erupción cutánea o sin
ella. Hízoseme entonces manifiesto, merced a la asistencia prestada cuando
usaba aquellos medicamentos en enfermedades crónicas similares en las que
los pacientes no podían exhibir alguna causa parecida, que también esos casos
en que los pacientes no recordaban haber tenido infección alguna similar eran,
necesariamente, causados por la psora con la que habían sido infectados,
quizás ya desde la cuna o en alguna otra oportunidad que eludiera a su
memoria. Y esta conclusión quedaba frecuentemente corroborada por una
investigación más cuidadosa llevada a cabo entre los padres o entre familiares
de mayor edad.

La mayoría de las laboriosas observaciones concernientes a la acción de los


remedios antipsóricos incorporados en los comienzos de estos últimos once
años6 han evidenciado definitivamente con cuánta frecuencia las
enfermedades crónicas-ya se trate de casos moderados, de casos severos y
hasta de máxima gravedad-tienen tal origen. Dichas observaciones me han
enseñado que no sólo la mayoría de las numerosas erupciones cutáneas, a las
que Willan7 distingue tan cuidadosamente y que han recibido nombres
diferentes, mas también la mayoría de las formaciones adventicias, desde la
verruga corriente que aparece en un dedo de la mano hasta el prominente
tumor sarcomatoso, desde las malformaciones de las uñas hasta los tumores
óseos, la curvatura de columna y los numerosos reblandecimientos y
deformaciones de los huesos, tanto en jóvenes como en ancianos, tienen a la
psora por causa.

6 Desde 1816 hasta 1827. (N. del T. al C)6

7 Roberto Willan, médico inglés (1757-1812).(N. del T. al C)7

Lo mismo puede afirmarse de las frecuentes epistaxis, de la acumulación de


sangre en las venas del recto y del ano y sus consiguientes pérdidas de sangre
(hemorroides ciegas o sangrantes), hemoptisis, hematemesis, hematuria,
descargas menstruales deficientes y también los sudores nocturnos muy
frecuentes que perduran durante años, los resecamientos de la piel que
parecen parches, las diarreas que persisten por años y la constipación
intestinal permanente con evacuación trabajosa, dolores erráticos inveterados,
convulsiones que se repiten durante años, úlceras e inflamaciones crónicas,
tumores y abultamientos sarcomatosos, emaciación, sensitividad excesiva así
como deficiencias de los sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto, deseo
sexual excesivo o extinguido, enfermedades de la mente y de la afectividad,
desde la imbecilidad hasta el éxtasis, desde la melancolía hasta la insania
furiosa, vértigo y desfallecimientos, las enfermedades que se denominan del
corazón, dolencias abdominales y todo lo comprendido dentro de histeria e
hipocondría y, resumiendo: los millares de penosas dolencias de la humanidad
a las que la patología adjudica nombres diferentes son, con muy pocas
excepciones, auténticas consecuencias de esta única psora, tan multifacética.

Debido a mis continuas observaciones, comparaciones y experimentaciones


de estos últimos años llegué a la convicción de que las dolencias y achaques
de cuerpo y de mente que tan radicalmente difieren como afecciones
manifiestas y que tan desemejantes parecen ser de unos pacientes a otros, son
(cuando no se derivan de las dos enfermedades venéreas: sífilis y sicosis) sólo
manifestaciones parciales del antiquísimo miasma de la lepra y de la sarna;
vale decir que todas esas manifestaciones no son más que vástagos de una
misma y vastísima enfermedad básica cuyos síntomas, prácticamente
innumerables, no integran más que un todo y por ello deben ser consideradas
y tratadas médicamente como fragmentos de una misma enfermedad, del
mismo modo en que se procede ante una gran epidemia de fiebre tifo. 8 Así,
durante la plaga de 1813 un paciente pudo estar postrado con sólo pocos
síntomas, otro exhibir también pocos síntomas, pero diferentes, en tanto que
un tercero, un cuarto, etc., padecer de otras afecciones que, no obstante,
pertenecían todas a esta enfermedad, pues todos ellos habían sido contagiados
por la misma plaga, de donde la imagen completa, íntegra, del tifo que
entonces prevaleció, solamente pudo ser obtenida reuniendo los síntomas de
todos los pacientes o, por lo menos, de muchos de ellos.

8 La versión inglesa dice: "typhus fever".

I-En sentido restringido:

"Typhus: grupo de enfermedades infecciosas ocasionadas por bacterias del


género Rickettsias. Aunque desde 1837 el tifo se distingue de la fiebre tifoidea,
aún prevalece cierta confusión: tifoideo se dice en alemán 'typhus' y 'typhus'
(en inglés) es, en alemán, 'Fleckentyphus' o 'Fleckenfieber' (de Flecken =
mancha, petequia)". (Extractado, P). Y fiebre con manchas es, en inglés,
"Spoted fever" = tifus exantemático "

"Typhus: enfermedad infecciosa aguda caracterizada por fiebre alta, erupción


de la piel y cefalea intensa. Es enfermedad de época de guerra, hambre o
catástrofe, diseminada por piojos, garrapatas y pulgas. Microorganismo
infeccioso: Rickettsia prowazekii". (Extractado, Ch-E).

II-En sentido lato:

"tifo o tifus (del Griego 'typhus' = humo, estupor): 'Tifo asiático' = cólera
morbo; 'Tifo de América' = fiebre amarilla; Tifo de Oriente' = peste bubónica o
levantina". (Extractado, DEHA.) [N. del T. al C.]). 8

Por tal razón, los dos remedios * seleccionados por su homeopaticidad fueron
específicamente aptos en casi todos los pacientes, curándolos de la epidemia
aun cuando los síntomas difirieran de un paciente a otro y todos parecieran
haber contraído enfermedades diferentes.

* En el tifo de 1813, Bryonia y Rhus Toxicodendron fueron los remedios


específicos para todos los pacientes.*

Exactamente así, pero en escala muchísimo mayor ocurre con la psora, la


enfermedad fundamental de tantas dolencias crónicas, cada una de las cuales
parece ser esencialmente diferente de las demás, lo que no conduce con la
realidad, como fácilmente puede ser advertido en la coincidencia de varios
síntomas que les son comunes y que van apareciendo a medida que la
enfermedad recorre su curso y también en el hecho de que sea un mismo
remedio el que cure a todas las manifestaciones.

Todas las enfermedades crónicas de la humanidad, si se las deja libradas a sí


mismas y aunque no hayan sido agravadas por algún tratamiento
desnaturalizado muestran, por así decirlo, tal durabilidad y tal pertinacia que,
en cuanto se han desarrollado y no siendo tratadas por el verdadero arte
médico, se incrementan inexorablemente con el transcurso de los años durante
todo el término de la existencia humana y no pueden ser disminuidas siquiera
por el vigor de la más robusta constitución. Menos aún pueden ser superadas
ni extinguidas; jamás se eliminan por sí mismas puesto que se incrementan y
agravan sin cesar, hasta la muerte. En consecuencia, todas ellas deben tener
como origen y fundamento a miasmas crónicos constantes, por lo cual
perduran en el organismo humano, incrementando su parasitismo.

En Europa y también en otros continentes, de acuerdo a cuanto se conoce y se


ha investigado, solamente se ha podido hallar tres miasmas, manifestándose
mediante síntomas locales las enfermedades que causan; en ellos se originan
casi todas, sino todas, las enfermedades crónicas. Tales miasmas son: SIFILIS,
al que he denominado enfermedades del chancro venéreo; SICOSIS, O
enfermedad de las verrugas ficoideas y, por último, PSORA, la enfermedad
crónica básica de la erupción de sarna, a la que he de considerar en primer
término porque es la más importante.

La psora es la enfermedad crónica miasmática más antigua, más difundida,


más destructiva y, sin embargo, es la menos comprendida, la psora ha
torturado y desfigurado a la humanidad durante miles de años y en los últimos
siglos ha prohijado a esa increíble variedad constituida por millares de
enfermedades agudas y crónicas (no venéreas), que afligen cada vez más a
todo el mundo civilizado.

La psora es la enfermedad miasmática crónica más antigua de cuantas


conocemos. Es tan imposible de desarraigar como la sífilis o como el sicosis y,
en consecuencia, jamás se extingue, persistiendo hasta el último aliento de la
vida humana más extensa, a menos que sea curada totalmente, de raíz, puesto
que ninguna naturaleza por robusta que sea puede, por su propio vigor,
vencerla ni extinguirla. La psora, o enfermedad de la sarna es, además de la
más antigua, la enfermedad crónica miasmática a la que mejor cuadra el
apelativo de hidra, el monstruo mitológico de múltiples cabezas.

A lo largo de los muchos miles de años durante los cuales ha estado afligiendo
a la humanidad, porque la historia más antigua del pueblo más primitivo no
alcanza aún a su origen, se ha incrementado tanto en la extensión de sus
manifestaciones patológicas-extensión que hasta cierto punto puede ser
explicada por el incremento de su desarrollo durante los miles de años en que
ha subsistido pasando por millones de organismos que resulta tarea poco
menos que imposible inventariar todos sus síntomas secundarios. Y si
exceptuamos a esas enfermedades que han sido creadas por prácticas
perversas o por trabajos insalubres con azogue, plomo, arsénico, etc., (y
excluyendo también las surgidas de la sífilis y las menos frecuentes que surgen
del sicosis), todas las demás enfermedades naturales, registradas en las
patologías bajo centenares de denominaciones por haberse supuesto que eran
enfermedades distintas y bien definidas y también las que puedan carecer de
nombre, tienen en la psora su origen real, su fuente única.
Los más antiguos testimonios históricos que poseemos evidencian que la
psora ya entonces había alcanzado gran desarrollo. Moisés* señaló, hacen
3400 años, algunas variedades. En aquellos tiempos, y posteriormente, la
enfermedad entre los israelitas parece haber afectado a las partes más
externas del cuerpo. Esto también ocurrió cuando la enfermedad prevaleció en
la Grecia inculta, en Arabia y posteriormente en Europa, durante la Edad
Media.

* En el capítulo 13º, del Levítico (también en el capítulo 21º versículo 20º) al


referirse a los defectos corporales de que no debe padecer el sacerdote que
vaya a oficiar el sacrificio, la maligna sarna9 es designada por el vocablo
"garab", al que los traductores alejandrinos (de la Septuaquinta) tradujeron
como "psora agria", pero la Vulgata como "scabies jugis". 10 El intérprete del
Talmud, Jonatan, la describió como sarna seca diseminada por todo el cuerpo,
en tanto que la expresión "yalephed" es reservada por Moisés para el
"salpullido", el "empeine" y el "herpes" (véase: Rosenmuller, 11 "Scholia in
Leviticus", parte II, página 124, segunda edición). Los comentaristas de la
Biblia, versión inglesa, también están de acuerdo con esta definición cuando
dicen (Calmet entre otros): "La lepra es similar a la sarna arraigada de antiguo
y con violenta comezón". En la antigüedad también se mencionaba la
característica peculiar: su comezón voluptuosa que entonces, como hoy,
acompañaba a la sarna y que era seguida por un doloroso ardor luego de
haberse rascado; entre los antiguos citaremos a Platón, que denominó a la
sarna "glykypicron"12 y a Cicerón, quien aludió al "dulcedo"13 de la sarna.

9 Confrontar también Deuteronomio 28:27: "...y con sarna y con comezón de


que no puedas ser curado". "N. del T. al C.])9

10 Sinónimo: sarna perenne del Latín, "iugis" = constante, perenne +


"scabies" = aspereza, rugosidad, sarna). [N. del T. al C.]10

11 Ernst Friedrich Karl Rosenmuller, orientalista alemán (1768-1835). [N. del T.


al C.]11

12 Del Griego: "glykys" = dulce + "pikrós" = amargo. [N. del T. al C.]12

13 Del Latín "dulcedo" = deleite, gozo. [N. del T. al C.]13

No nos atañen ni tienen relevancia los nombres diferentes con que los
diversos pueblos fueron denominando a las variedades de lepra más o menos
maligna (síntomas externos de la psora); todas esas variedades deforman de
muchos modos a las partes externas del cuerpo puesto que la naturaleza de
esta erupción pruriginosa miasmática fue siempre la misma.

La psora occidental que durante la Edad Media predominó en Europa durante


siglos bajo la forma de erisipelas malignas (denominadas "Fuego de San
Antonio") reasumió, durante el siglo XIII, SU modalidad de lepra con la infección
que trajeron los cruzados al regresar. Y aun cuando bajo esta forma se
diseminó por Europa más que antes (en Francia solamente, en el año 1226,
había alrededor de 2000 lazaretos que albergaban leprosos), esta psora que
entonces predominaba como temible erupción tuvo algún alivio externo en las
práctica conducentes a la limpieza corporal que fueron traídas del Oriente por
los cruzados, como el uso de ropa interior de algodón y de lino, desusadas
entonces en Europa y también la práctica del baño caliente. 14 Por tales
medios así como por el refinamiento en la alimentación y en los hábitos de vida
que la cultura introdujo, se moderaron tanto los horrores externos de la psora
en unas cuantas centurias que al finalizar el siglo xv sólo aparecía
exteriormente bajo la forma de erupción sarnosa corriente, precisamente en la
época (1493) en que comenzaba a erguir su horrorosa cabeza otra enfermedad
miasmática, la sífilis.

14 En el siglo VII existían fábricas de jabón en España e Italia. Los franceses


comenzaron a elaborarlo a fines del siglo XII. Hasta entonces la fabricación no
debía ser de importancia, como lo fue después, principalmente desde que
empezaron a usarse las telas de algodón. (Extractado DEHA, artículo: "Jabón").
' Savon", vocablo que ingresa a la lengua francesa en el año 1256. (L-L). [N. del
T. al C.]). 14

Así fue como aquella erupción, reducida en los países civilizados a sarna
común, pudo ser eliminada de la piel mucho más fácilmente apelando a medios
diversos, de modo que con el tratamiento medicinal externo, que desde
entonces se adoptó -en particular en las clases altas y medias- mediante
baños, lavados y ungüentos de azufre y de plomo y preparados a base de
cobre, cinc y mercurio, las manifestaciones externas de la psora sobre la piel
fueron tan rápida y frecuentemente suprimidas, como también se hace hoy día,
que en la mayoría de los casos, se trate de niños o de personas adultas, los
signos de la infección sarnosa hasta pueden haber permanecido inadvertidos.

Pero no por tales tratamientos mejoró el estado de la humanidad; por lo


contrario y bajo muchos aspectos, empeoró. Porque, aun cuando en tiempos
antiguos la erupción de psora que aparecía como lepra era inmensamente
mortificante para quienes la padecían debido a los dolores lancinantes y a la
violenta comezón en y alrededor de los tumores y costras, el resto del cuerpo
estaba relativamente bien; ello se debía a la persistencia de la obstinada
erupción sobre la piel, que servía de sucedáneo de la psora interna. Y lo que
era de máxima importancia: la apariencia horrible y repugnante de los leprosos
impresionaba de tal manera a la gente sana que hasta aterrorizaba
aproximárseles, de modo que el aislamiento de que eran objeto la mayoría de
estos desdichados y su reclusión en leproserías les mantuvo a distancia del
resto de los humanos y la infección que de ellos proviniera fue limitada y más
bien rara.
En consecuencia, debido a la forma mucho menos impresionante que asumió
la psora durante los siglo XIV y XV cuando hizo su aparición como sarna, las
escasas pústulas posteriores a la infección eran poco aparentes y resultaba
fácil ocultarlas. Pero debido a la intolerable comezón que producían era
imposible no rascarlas, lo que provocaba que su fluido se difundiera por la
zona, de donde el miasma psórico pudo transmitirse con mayores seguridad y
facilidad a muchas más personas, dado que era más fácil de ocultar y porque
los objetos contaminados por el fluido psórico también infectaban a las
personas que inadvertidamente los tocaban y así resultaron contaminadas
muchas más personas que por los leprosos de antes quienes, debido a su
horrible aspecto como ya se dijo, eran evitados cuidadosamente.

Es así como la psora se ha convertido en el miasma crónico más infeccioso y


más generalizado. Porque por lo general el miasma ya se ha transmitido a
otros antes que aquel del que emana haya buscado o recibido algún remedio
externo represivo de la erupción (lociones a base de plomo, ungüentos de
precipitado blanco de mercurio), no siendo manifiesta su erupción sarnosa y
hasta ignorando a veces que la tiene, aun antes de que el facultativo
determine la naturaleza exacta de la erupción, puesto que ya ha sido
suprimida por alguna loción o por otros medios.

Bien puede comprenderse que la gente cuyos escasos medios les impiden
todo refinamiento, soporten la sarna sobre la piel durante mayor tiempo, hasta
que les resulte intolerable, lo que les obliga a recurrir a algún medio para
eliminarla, pero en tanto ya deben haber sido muchos los infectados.

En consecuencia, al haberse transformado la modalidad externa de la psora, la


humanidad se halla hoy en condiciones mucho peores que las que prevalecían
en la antigüedad; no sólo porque la lepra primitiva se haya convertido en sarna
y al ser ésta mucho menos aparente resulte mucho más transmisible por
infección, sino porque la psora, aunque mitigada externamente en su
apariencia de simple sarna, mantiene invariable su temible índole primitiva. Y
ahora, al ser más fácil su represión externa, se facilita inadvertidamente la
expansión interna de la enfermedad; por ello es que en los últimos tres siglos,
luego de la destrucción * de su síntoma principal (la erupción externa cutánea),
juega el triste papel de ser causa de innumerables síntomas secundarios, vale
decir, que origina esa legión de enfermedades crónicas cuya fuente ni
vislumbran y menos aún descifran los médicos y a las que, en consecuencia,
no pueden curar por no poder curar tampoco la enfermedad fundamental
cuando se presenta acompañada de su erupción cutánea; por lo contrario y
como lo demuestra la experiencia diaria, estas enfermedades crónicas han sido
inevitablemente agravadas por sus numerosos remedios aberrantes.

* La erupción externa de la sarna no sólo puede ser eliminada por las


aberrantes prácticas de médicos y de curanderos sino que, lamentablemente,
no es raro que por sí misma se retire de la piel (véase más adelante las
observaciones de médicos de tiempos pasados bajo los números: 9, 17, 26, 36,
50, 58, 61, 64 y 65). La sífilis y el sicosis tienen ambos la ventaja sobre la
enfermedad de la sarna de que el chancro o el bubón en una y la verruga
ficoidea en el otro nunca se retiran de su asiento externo en tanto no hayan
sido destruidos irresponsablemente mediante alguna medicación externa
represiva o bien hayan sido eliminados en modo racional mediante la curación
interna y simultánea de toda la enfermedad. La enfermedad venérea no puede,
en consecuencia, diseminarse por el organismo en tanto el chancro no sea
destruído artificialmente por medio de aplicaciones externas, ni pueden
aparecer las afecciones secundarias del sicosis en tanto la excrecencia con
forma de higo no haya sido destruida por alguna necia intervención y ello
porque estos síntomas locales, que están substituyendo a la enfermedad
interna, perduran hasta el fin de la vida humana y evitan la propagación
interna de la enfermedad. En consecuencia, estas enfermedades deben ser
curadas total y definitivamente por medicinas internas específicas que sólo
requieren ser administradas repetidamente hasta que estos síntomas locales
(chancro o verruga) -que por naturaleza son invariables a menos que se los
trate artificialmente- hayan desaparecido. Entonces sí podemos estar seguros
de que la sífilis o el sicosis interno han sido curados íntegramente.*

Actualmente la psora ha perdido la índole paliativa de su síntoma externo


principal por haberse modificado, durante los tres últimos siglos, de lepra a
sarna. La erupción de la sarna en modo alguno persiste tanto en su lugar sobre
la piel como lo hacen el chancro o la excrecencia ficoidea. Aun en el caso de
que la erupción de sarna no haya sido eliminada de la piel (como
frecuentemente ocurre por las prácticas culpables de médicos y medicastros
que recurren a lavados desecativos, ungüentos a base de azufre, purgantes
enérgicos o ventosas) no es extraño que desaparezca por sí misma, es decir,
por causas no evidentes. Frecuentemente desaparece debido a alguna
circunstancia adversa, física o psíquica, a consecuencia de algún temor
intenso, por aflicciones continuas o pesares profundos, por haber contraído
algún resfriado severo o por prevalecer temperaturas muy bajas (véase más
adelante, la observación 67), debido a baños termales o por inmersiones en
agua tibia o caliente, por fiebre cualquiera sea su causa o por alguna
enfermedad aguda diferente (por ejemplo, viruela; véase la observación 39 en
páginas posteriores); también por diarrea persistente, a veces quizás por
alguna peculiar falta de actividad cutánea. En todos estos casos los resultados
son tan nocivos como si la erupción hubiera sido eliminada exteriormente por
alguna práctica médica irracional. Las dolencias secundarias de la psora
interna y cualesquiera de las innumerables enfermedades crónicas que de tal
origen fluyen, irrumpirán haciéndose evidentes en seguida o al poco tiempo.

Pero que nadie suponga que la psora, que ha sido mitigada de tal modo en su
manifestación local, su erupción cutánea, difiere realmente de la lepra de la
antigüedad. Aun en aquellos tiempos, hasta la lepra cuando no era inveterada
podía ser eliminada de la piel mediante baños fríos o por inmersiones repetidas
en algún río y mediante baños minerales termales (véase más adelante
observación 35); los nocivos efectos resultantes eran entonces tenidos en tan
poca cuenta como irreflexivamente consideran los médicos de hoy día a las
enfermedades insidiosas que infaliblemente desarróllanse, temprano o tarde,
surgiendo de la psora subyacente cuando la erupción de sarna ha desaparecido
por sí misma o ha sido violentamente extirpada.

Aluvión tan impresionante de dolencias nerviosas, afecciones dolorosas,


espasmos, úlceras (cánceres), formaciones adventicias, discrasias, parálisis,
consunciones y perturbaciones anímicas, mentales y corporales, jamás se vió
en tiempos antiguos cuando la psora estaba confinada principalmente a su
temible síntoma cutáneo, la lepra. Sólo durante los últimos siglos es cuando la
humanidad ha sido invadida por estos achaques, debido a las causas ya
mencionadas.*

* Si de algo puedo estar seguro es que el hábito de beber calientes café y té


de China, que tanto se ha difundido en los últimos dos siglos y que tanto ha
incrementado la irritabilidad de las fibras musculares y la anormal excitabilidad
de los nervios, ha concluido por aumentar la predisposición hacia
numerosísimas enfermedades crónicas y, en último análisis, ha facilitado la
psora. Años atrás puse de relieve la gravitación del café respecto de los
padecimientos corporales y mentales de la humanidad en mi opúsculo "Los
efectos del café" ("Die Wirkungen des Kaffees", Leipzig, 1803). La importancia,
quizás excesiva, que le atribuí se debió al hecho de que todavía yo no había
descubierto la principal fuente de enfermedades crónicas, la psora. Tan sólo
debido a la complicidad aportada por el consumo excesivo de café y de té,
dado que ambos son paliativos para varios síntomas de la psora, pudo ésta
diseminar tan innumerables, tan pertinaces padecimientos crónicos en la
humanidad, puesto que ésta por sí sola jamás hubiera podido producir tal
efecto.*

Así fue como la psora se convirtió en la más prolífica fuente productora de


enfermedades crónicas.

La psora, a la que ahora se puede despojar tan fácil e irreflexivamente de su


síntoma cutáneo paliativo -la erupción de sarna que actúa en substitución de la
enfermedad interna- ha estado produciendo más y más síntomas secundarios
durante los últimos trescientos años, tantos como para poder estimar que siete
octavos de todos los males crónicos brotan exclusivamente de ella, en tanto
que el octavo remanente surge de la sífilis y del sicosis o por combinación de
dos de estas tres enfermedades crónicas miasmáticas o, lo que ya es raro, de
la complicación de las tres. Hasta la sífilis, que debido a la facilidad de su
curación cede a la menor dosis de la preparación correcta de Mercurius y el
sicosis que debido a la poca dificultad de su curación cede ante unas pocas
dosis alternadas de Thuja y de Nitri Acidum, se tornan enfermedades rebeldes,
difíciles de curar cuando están complicadas con psora. Debido a ello, la psora
es, entre todas las enfermedades, la menos comprendida y, en consecuencia,
la que ha sido tratada médicamente en el peor de los modos, en el más
pernicioso.

Resulta increíble que médicos modernos, pertenecientes a la escuela médica


prevaleciente, hayan atentado hasta tal extremo contra la salud de la
humanidad desde que, con pocas excepciones, los profesores universitarios y
los más prominentes médicos y tratadistas médicos han sentado esta regla y la
han expuesto como teorema infalible: "Toda erupción de sarna es tan sólo una
afección cutánea local en la que no tiene participación alguna el resto del
organismo, de modo que puede y debe ser extirpada de la piel cuanto antes y
sin miramientos, ya sea mediante aplicaciones locales de ungüentos a base de
azufre o por el aún más activo ungüento de Jasser, o mediante fumigaciones de
azufre, soluciones de plomo y de cinc, pero más expeditivamente mediante los
precipitados de mercurio. Si la erupción ha sido extirpada de la piel entonces
todo marchará bien, la persona ya ha sido curada y toda la enfermedad ha
quedado eliminada. Por cierto que si la erupción fue descuidada y se le ha
permitido difundirse por la piel, entonces puede resultar que se convierta en
algo maligno con capacidad para infiltrarse por los vasos absorbentes hasta el
conjunto de los humores y corromper así sangre, humores y salud. Entonces,
por cierto que el hombre será afectado por dolencias provenientes de estos
humores malignos, aun cuando a éstos pueda eliminárselos a su vez del cuerpo
mediante purgantes y detersivos; pero mediante la oportuna remoción de la
erupción sobre la piel, se evitan todas las secuelas y el interior del cuerpo
continúa íntegramente sano".

Estas falsedades horribles no sólo han sido y siguen siendo enseñadas, mas
también se las ejecuta en la práctica. La consecuencia es que actualmente,
cuando tales erupciones son descubiertas en pacientes que se asisten en los
más renombrados establecimientos de países y de ciudades que se supone
sean de los más cultos, ya se trate de pacientes que acuden a clínicas privadas
para clases altas o bajas, o enfermos de establecimientos penales asilos de
huérfanos, hospitales militares y civiles, se les trata mediante los remedios
externos mencionados no sólo por médicos que no han alcanzado celebridad
alguna, sino hasta por tos más renombrados, * empleando quizás
simultáneamente grandes dosis de azufre sublimado y de purgantes enérgicos
(para"depurar" al cuerpo, según aseguran). Tales médicos suponen que cuanto
más rápidamente sean extirpadas del cuerpo estas erupciones, tanto mejor.
Cumplido esto dan por terminado el tratamiento pues consideran que el
paciente ya está curado, ** y lo aseguran irresponsablemente, sin considerar
ni estar dispuestos a considerar los males que, en breve tiempo o poco
después, habrán de suceder por acción de la psora que desde lo interior se
manifestará mediante alguna enfermedad del millar de enfermedades
diferentes que origina.***

* En sus mentes pervertidas estas frívolas eminencias médicas sueñan con


doblegar la índole de esta enfermedad, la más importante de todas, sin
siquiera consultar a la naturaleza y guiándose tan sólo por su criterio y así nos
aseguran que la substancia de la sarna no ha tenido tiempo para penetrar por
lo que no ha llegado hasta los vasos absorbentes inficionando totalmente los
humores. Pero, si no se ha desarrollado en el interior del organismo esta
enfermedad, ¿cómo explicáis oh hombres conscientes!-que surja la más
pequeña pústula cuya insoportable comezón voluptuosa fuerza
irresistiblemente al hombre a rascarse? Tal comezón y el subsiguiente dolor
ardoroso son, en toda circunstancia, la prueba de la existencia de una
enfermedad de sarna generalizada que se ha desarrollado previamente en lo
interior de todo el organismo, tal como se expondrá más adelante. Si así no
fuera, ¿a qué podría deberse que toda represión externa de la erupción de
sarna no sólo nada pueda hacer en alivio de la enfermedad interna
generalizada sino que, como millares de experiencias lo demuestran, la fuerce
a desarrollarse e irrumpir muy pronto en varios, en innumerables
padecimientos agudos y gradualmente en enfermedades crónicas, que hacen
tan miserable y desahuciada a la humanidad?

¿Acaso podéis vosotros curarlas? La experiencia responde: No, no podéis


curarlas.*

** Cuando el paciente con sarna es robusto su fuerza vital, que obedece a la


ley natural sobre la cual se fundamenta (hay más sabiduría en el instinto que
en la mentalidad de estos destructores), al cabo de unas semanas vuelve a
hacer aparecer sobre la piel la erupción aparentemente destruida por los
ungüentos y purgantes; el paciente retorna al hospital y otra vez se procede a
la insensata extirpación de la erupción por medio de ungüentos y lociones que
contienen soluciones de plomo y cinc. En hospitales militares yo he sido testigo
de tan irracional y cruel destrucción hasta tres veces consecutivas en pocos
meses, en tanto que el matasanos que aplicaba el ungüento sostenía que el
paciente había vuelto a infectarse con sarna otras tantas veces en tan corto
periodo, lo que es inadmisible.**

*** Esto fue escrito hace seis años, pero los médicos de la escuela secular han
continuado hasta hoy actuando y enseñando con la misma negligencia
criminal. En este tema, que es de máxima importancia médica, no han
demostrado la menor predisposición para ser más sabios, o siquiera más
humanos. 15***
15 Ahora ya han transcurrido más de 155 años (!) y el tema fundamentalísimo
de las enfermedades crónicas originadas en la psora continúa sin ser estudiado
a la luz del descubrimiento del Dr. Hahnemann. "N. del T. al C.]15

Si los desdichados que así fueron engañados, en breve o tiempo después


vuelven a enfermar, lo que inevitablemente sucederá como secuela de tal
tratamiento y padecen tumefacciones, dolores persistentes localizados,
trastornos hipocondríacos e histéricos, gota, consunción, tisis, asma continua o
espasmódica, ceguera, sordera, parálisis, caries ósea, úlceras (cáncer),
espasmos, hemorragias, perturbaciones mentales, etc., los médicos supondrán
que están frente a algo enteramente nuevo y lo tratarán repetidamente de
acuerdo a la vieja rutina de sus terapéuticas inútiles y nocivas, dirigiendo sus
medicamentos hacia enfermedades fantasmagóricas, es decir, hacia causas
que suponen corresponderían a las dolencias que van apareciendo hasta que el
paciente, luego de padecer durante muchos años bajo sufrimientos que se
agravan de continuo, es finalmente substraído de sus manos por la muerte,
final de todos los padecimientos terrestres.*

* Por accidente (puesto que no podían dar más que razones imaginarias para
justificar su proceder) han hallado un recurso que a veces alivia
temporariamente los sufrimientos de sus pacientes cuando sus prescripciones
ya de nada sirven contra la enfermedad que les es desconocida: enviar al
paciente a algún balneario de aguas sulfurosas, o de otra naturaleza donde
pueda desembarazarse parcialmente de su psora y por tal causa y al principio,
tales baños aliviarán su mal crónico; pero luego habrán de caer nuevamente en
alguna afección igual o parecida y ningún alivio proporcionará la repetición de
los baños, puesto que la curación de toda psora desarrollada requiere un
tratamiento mucho más adecuado que la acción violenta de esos baños.*

Los médicos antiguos fueron más conscientes a este respecto y cuando


observaban, lo hacían con menos prejuicios. Claramente vieron y se
convencieron de que numerosas dolencias y las más graves enfermedades
crónicas eran secuelas de la erupción de sarna que había sido extirpada de la
piel. Y dado que tal experiencia les obligaba a admitir la existencia de una
enfermedad interna, en todos los casos de sarna intentaron extirpar tal
enfermedad interna mediante gran variedad de remedios también internos, lo
mejor que sus recursos terapéuticos podían suministrar. Por cierto que esas
tentativas fueron infructuosas porque el verdadero método de curar, que iba a
ser prerrogativa de la Homeopatía descubrir, les era desconocido. No obstante,
tal intento sincero era digno de elogio pues se basaba en reconocer la
existencia de una enfermedad interna importante simultánea a la erupción de
sarna, mal interno al que era necesario desarraigar. Ello evitó que confiaran en
la mera extirpación cutánea de la sarna como hoy confían los médicos
modernos, quienes suponen que no pueden eliminarla con suficiente rapidez
-como si fuera alguna simple enfermedad externa- y no reparan en los grandes
daños que se derivan de tal proceder. Además, los médicos expusieron tales
daños en sus escritos, lo que sirvió de advertencia, agregando ejemplos por
millares.

Las observaciones formuladas por estos médicos honestos son demasiado


importantes como para que se las rechace con desdén, o para que los hombres
conscientes las ignoren.

En páginas subsiguientes he de exponer algunas de las numerosas


observaciones que han llegado hasta nuestros días, a las que podría agregar
cantidad similar de mi propia experiencia, si aquellas no fueran más que
suficientes para poner en evidencia con qué furia se manifiesta la psora interna
cuando el síntoma local externo, que es lo que está apaciguando a la
enfermedad interna, es extirpado insensatamente. Tales testimonios ponen de
relieve también que para todo médico que ame a sus semejantes, debe ser
problema de conciencia orientar todos sus empeños hacia la curación del mal
interno, con lo cual la erupción cutánea será simultáneamente eliminada,
aniquilada; con ello se evitarán todos los padecimientos crónicos
subsiguientes, que surgen de la psora y duran toda la vida, o se los podrá
curar si ya estuvieran amargando la existencia del paciente.

Estas enfermedades, agudas en apariencia pero crónicas fundamentalmente,


surgidas de la eliminación unilateral del síntoma cutáneo principal( erupción y
comezón), que actúa vicariamente respecto de la psora interna mitigándo la
destrucción a la que falsamente se denomina: "retornar la sarna al interior del
cuerpo"- son innumerables y tan diversas como las peculiaridades de las
constituciones corporales y las características del mundo exterior que las
modifican.

Un breve repaso de las múltiples desdichas que de ello resultan nos ha sido
dado por el honesto y experimentado Ludwig Christian Juncker en su
"Dissertatio de Damno ex Scabie Repulsa", 16 1750, páginas 15 a 18. 121
observó que en la gente joven, de temperamento sanguíneo, la supresión de su
sarna era seguida de tisis y que, en general, en personas con tal
temperamento sucedían almorranas, cólicos hemorroidales y arenilla renal; en
personas de temperamento sanguíneo-colérico por tumefacción de las
glándulas inguinales, rigidez de las articulaciones y úlceras malignas (en
idioma alemán: "Todenbruche"); en las personas obesas por catarros
sofocantes y consunción mucosa, también por fiebre inflamatoria, pleuresía
aguda e inflamación de los pulmones. más adelante relata que al practicar
autopsias correspondientes a esos casos se encontraron en los pulmones
quistes indurados y abundantes, que contenían pus; además, la supresión de la
erupción puede ocasionar otras induraciones, tumores óseos y úlceras. A
consecuencia de tales supresiones las personas flemáticas llegan a padecer
principalmente de hidropesía, se retardan los menstruos y si la sarna fue
suprimida durante su flujo, aquellos se truecan en hemoptisis mensuales. Las
personas propensas a la melancolía pueden caer en insania a causa de tal
supresión; si estuvieren grávidas, pueden perder su embarazo. A veces la
supresión de la sarna ocasiona esterilidad, * interrupción prematura de la
menstruación, falta de leche en mujeres que amamantan, en mujeres de más
edad ulceración de útero acompañada de dolores profundos y ardorosos,
descaecimiento orgánico (cáncer de útero).

16 Disertación acerca de los perjuicios provenientes del rechazo de la sarna'.


[N. del T. al C.]16

* Una mujer de origen judío que estaba embarazada tenía sarna en sus manos
a la que logró extirpar durante el octavo mes de su embarazo, de modo que
era imperceptible en los días de su alumbramiento. Tres días después del parto
la descarga de loquios no se había producido aún y le sobrevino fiebre altísima;
desde entonces y durante siete años fue estéril y padeció de leucorrea;
habiéndose empobrecido extremadamente, le era preciso caminar grandes
distancias a pie descalzo, a consecuencia de lo cual reapareció su sarna y
simultáneamente desapareció su leucorrea y otras afecciones histéricas;
nuevamente quedó embarazada y dio a luz normalmente. (Juncker, "ibid.")*

Experiencias similares han sido repetidamente confirmadas por las


observaciones de muchos otros médicos, * según nómina de tratadistas y
obras que a continuación se expone.

*Cuando escribí la primera edición de "Las Enfermedades Crónicas" no conocía


yo la obra de Autenrieth:17 "Versuche fur die prakt. Heilkunde aus den
Klinishen Anstalten von Tubingen", 1808. Pero cuando estudié su trabajo
advertí que cuanto expone acerca de las enfermedades que suceden a la
eliminación de la sarna mediante aplicaciones locales sólo confirma cuanto ya
había hallado yo en las obras de otros cien tratadistas. El también pudo
observar que la eliminación local de la sarna era seguida de úlceras en los pies,
consunción pulmonar, clorosis histérica, diversas irregularidades menstruales,
tumor blanco en la rodilla, hidropesía de las articulaciones, epilepsia,
amaurosis con obscurecimiento de la córnea, apoplejía, curvatura cervical,
pero erróneamente atribuyó esto a los ungüentos exclusivamente. Y así es que
su método de extirpar la erupción por medio de sulfuro de potasio y jabón
débil, aplicación a la que infructuosamente denomina "curación", no es mejor,
en modo alguno. Como si su tratamiento fuera algo diferente de la eliminación
local de la erupción cutánea! De la verdadera curación él sabe tanto como los
demás alópatas, puesto que escribe: "Por cierto que es absurdo intentar curar
la sarna ("scabies") mediante remedios internos". No!, lo que es no sólo
absurdo, más también perverso, es intentar la curación de la enfermedad
interna de sarna -que de ningún modo puede ser curada por tratamiento local
alguno- por otro medio que no sea el interno, único capaz de curar a la
enfermedad íntegramente y con certeza.*

17(Johann Hermann Ferdinand von Autenrieth. Médico alemán (1772-1835);


tratadista de temas médicos. [N. del T. al C.]17

Testimonios medicos sobre las consecuencias de eliminar la erupcion de la


sarna1

Asma

Lentilius: "Miscell. med. pract.", t. 1, p. 176. Fr. Hoffman "Abhandlung von der
Kinderkrankheiten", Francfort, 1741, p. 104. Detharding: en "Append. ad
Ephem. Nat. Cur. Dec.", III, "ann. 5 et 6" y en: "obs. parallel. ad obs. 58".
Binninger: "Obs. Cent. V", obs. 88. Morgagni: "De sedibus et causis morb.",
Epist. XIV, 35; "Acta Nat. Cur.", t. v, obs. 47. J. Juncker: "Conspect. Med. theor.
et pract.", tab. 31. F. H. L. Muzell: "Wahrnehm. Samml.", II, Caso 8. (1). J. Fr.
Gmelin: en "Sammlung von Beobachtungen" de Gesner, V. S. 21. (2)
Hundertmark-Zieger: "Dissert. de scabie artificiale", Leipzig, 1758 p. 32. (3)
Beireis-Stammen: "Dis. de causis cur imprimis plebs scabie laboret",
Helrnstadt, 1792, p. 26. (4) Palarguss: (Storch) "Obs. clin." del año 1722, p.
435/438. (5) "Breslauer Sammlung" del año 1727, 293. (6) Riedlin (padre):
"Obs. Cent." II, obs. 90, Augsburgo, 1691. (7)(1)

1 Este título no existe en la versión inglesa pero se ha juzgado conveniente su


inclusión considerando lo significativa que es la enumeración subsiguiente1

(1) Un hombre de 30 a 40 años de edad había padecido de sarna durante


muchos años antes de lograr eliminarla mediante ungüentos, época a partir de
la cual se volvió asmático, agravándose gradualmente. Su respiración concluyó
por ser brevísima y penosa, aun cuando permaneciera inmóvil, emitiendo
simultáneamente un silbido continuo, pero con muy poca tos. Se le prescribió
un clíster que contuviera una dracma de escila2 e ingerir tres granos de escila.
Pero por error ingirió una dracma3

de escila; próximo estuvo a perder su vida debido a indescriptibles náuseas y


arcadas. Casi en seguida reapareció la sarna sobre manos, pies y por todo el
cuerpo y simultáneamente y por ello su asma desapareció.

2"Escila :planta bulbosa ('Urginea Marítima') de la familia de los lirios,


denominada 'cebolla de mar'; el bulbo de la variedad blanca tiene propiedades
diuréticas y expectorantes; el de la roja proporciona un veneno muy activo". (F
y W). [N. del T. al C.]2

3 Dracma: unidad de peso que equivale a:

3, 8875 gramos, 60 granos 1/8 de onza Troy.


1 onza Troy pesa 31, 1 gramos. (F y W) y P-Sc).

Luego, 1 grano = 0, 065 gramo. Se le había prescrito ingerir:

3 granos = 0, 195 gramo; pero ingirió:

1 dracma = 3, 8875 gramos, o sea veinte veces más3

(2) El asma violenta se combinó con hinchazón de todo el cuerpo y con fiebre.

(3) A un hombre de 32 años le fue eliminada su erupción de sarna mediante


algún ungüento a base de azufre - durante los once meses subsiguientes
padeció del asma más violenta hasta que, por haber bebido savia de abedul, 4
la erupción reapareció al día vigésimo tercero.

4"Abedul: se emplean las hojas, yemas, corteza, raíces y savia de este árbol
por su contenido en resina, ácido betulorretínico, betulalbina y un alcaloide.
Propiedades: diurético enérgico, depurativo, sudorífico; la savia resulta útil en
el tratamiento de las afecciones urinarias y para eliminar manchas cutáneas.
(Extractado.) (A-L.) [N. del T. al C.]4

(4) Un estudiante que había contraído sarna hízosela eliminar por cierto
profesional mediante algún ungüento a base de azufre pocos días antes de
asistir a una reunión danzante. Poco después de ella tuvo accesos de asma tan
severos que solamente podía respirar echando su cabeza hacia atrás, pues se
ahogaba. Cada acceso significaba luchar contra la muerte durante una hora y
algún alivio tuvo cuando, al toser logró expulsar pequeños cartílagos. De
retorno a su hogar en la ciudad de Osterode, padeció de asma durante dos
años, sufriendo hasta diez accesos por día, a los que ni con ayuda médica
lograba mitigar.

(5) A un niño de trece años que sufría de "tinea capitis" desde su primera
infancia, hízosela extirpar su madre pero enfermó de asma ocho o diez días
después, padeciendo además violentos dolores en las extremidades, rodillas, y
en la espalda, los que no tuvieron alivio hasta treinta días después, cuando la
sarna hizo erupción nuevamente por todo su cuerpo.

(6) La "tinea capitis" de una niñita fue eliminada mediante purgantes y otros
medicamentos, pero la pequeña fue atacada de opresión al pecho, tos y lasitud
extrema; sólo cuando cesó de tomar medicamentos y retornó la "tinea" fue
que, casi de inmediato, recuperó su alegría.

(7) Un niño de cinco años había padecido de sarna durante tiempo hasta que
ésta fue eliminada mediante ungüentos, lo que provocó en él melancolía
profunda y tos.

Catarro sofocante
Ehrenfr. Hagendorn: "Hist. med. phys.", Cent I, hist. 8 y 9. (8)

Pelargus: "Obs. Clin. Anuales", año 1723, p. 15. (9)

(8) Cierto enfermo al que le fue eliminada su "tinea capitis" mediante


frotaciones con aceite de almendras, empezó a padecer de extrema lasitud a
los miembros, cefalea unilateral, pérdida del apetito, catarro sofocante
acompañado de estertores profundos y silbidos en el pecho que lo despertaban
por las noches, torsión convulsiva de los miembros como si estuviera ya por
morir y hematuria. Se recuperó de tales padecimientos cuando la tiña brotó
nuevamente.

Una niñita de tres años había padecido de sarna durante varias semanas, la
que fue eliminada mediante algún ungüento; al día siguiente comenzó a
padecer de catarro sofocante con ronquidos, torpor y frialdad generalizados, de
lo que no se repuso hasta que hubo reaparecido la sarna.

(9) A una niña de doce años, que frecuentemente contraía sarna, ésta le fue
eliminada de la piel por aplicación de ungüentos, lo que le trajo fiebre aguda
acompañada de catarro sofocante, asma, hinchazón y posteriormente
pleuresía. Al cabo de seis días y luego de haber tomado algún medicamento
que contenía azufre, reapareció la sarna y desaparecieron todas las afecciones
con excepción de la tumefacción. Al cabo de veinticuatro días la sarna se secó
nuevamente, lo que produjo una nueva inflamación de pecho, acompañada de
pleuresía y vómitos.

Sofocacion debida a asma

Jean Phil. Brendel: "Consilia med." Francfort, 1615, Cons. 73;"Ephem. Nat.
Cur", Ann. II, obs. 313.

Wilh. Fabr. de Hilden: "Obs. Cent" III, obs. 39. (10)

Ph. R. Vicat: "Obs. Pract.", obs. 35, Vitoduri, 1780. (11)

J. J. Waldschmidt: "Opera", p. 244. (12)

(10) La disnea en un joven de 20 años causada por la eliminación de la


erupción de sarna fue tan grave que apenas podía respirar, su pulso tornose
impercetible y pereció por asfixia.

(11) Mediante numerosas aplicaciones externas se logró extirpar el herpes


húmedo localizado en la parte superior del brazo izquierdo de un joven de 19
años. Pero a esto siguió asma periódica incrementada súbitamente por causa
de cierta excursión a pie en pleno verano, lo que le provocó ahogos, rostro
abotagado de coloración rojoazulada y pulso apresurado, débil e irregular.
(12) La disnea provocada por la eliminación de la sarna se presentó
súbitamente, pereciendo el paciente por asfixia.

Asma acompañada de hinchazon generalizada

Waldschelidt: obra citada.

Hoechstetter: "Obs. Dec." III, obs. 7, Francfort y Leipzig, 1674, p. 248.

Pelargus: "Obs. Clin." del año 1723, p. 504. (13)

Riedlin (padre): "Obs.. Cent." II, obs. 91. (14)

(13) Una niñita de 5 años tuvo durante algún tiempo grandes vesículas de
sarna sobre las manos, las que se secaron espontáneamente. Poco después
comenzó a sentirse cansada y soñolienta y a experimentar disnea. Al día
siguiente continuó el asma y se le distendió el abdomen.

(14) Un granjero de 50 años a quien la sarna había torturado durante años, en


tanto estaba intentando eliminarla mediante aplicaciones externas, comenzó a
padecer de disnea, pérdida del apetito y tumefacción de todo el cuerpo.

Asma acompañada de hidropesia toracica

Storch: en "Act. Nat. Cur.", t. V, obs. 147.

Morgagni: "De sed. et causis morb.", XVI, art. 34. (15)

Richard: "Recueil d'observ. de Méd.", t. III, p. 308, París, 1772,

Hagendorn: obra citada., Cent. II, hist. 15. (16)

(15) A una niña de la ciudad de Bolonia a quien se le había eliminado su sarna


mediante ungüentos, sobrevínole el asma más severa, sin fiebre. Luego de dos
sangrías decrecieron tanto sus fuerzas y a tal punto aumentó su asma, que
falleció al día siguiente. Tenía el tórax y en particular el pericardio repletos de
humor azulado.

(16) Una niña de 9 años padecía de "tinea capitis", la que fue eliminada:
sobrevínole fiebre consuntiva, hinchazón generalizada y disnea, de lo que se
repuso al retornar la tiña.

Pleuresia e inflamacion del pecho

Pelargus: obra cit., p. 10. (17)

Hagendorn: obra cit., Cent. III, hist. 58.

Giseke: "Hamb. Abhandl", p. 310.


Richard: obra cit.

Pelargus: obra cit. del año 1721, pp. 23 y 114(18); del año 1723 p. 29(19);
también del año 1722, p. 459. (20)

Sennert: "Praxis med.", lib. II, P. III, cap. VI, p. 380.

Jerzenbsky: "Diss. scabies salubris in hydrope", Halle, 1777. (21)

Karl Wenzel: "Die Nachkrankheiten von zuruckgetretener

Kratze", Bamberg, 1826, p. 49. (22)

(17) Un hombre de 46 años eliminó su sarna mediante algún ungüento


azufrado e inmediatamente sobrevínole inflamación de pecho, expectoraciones
sanguinolentas, disnea y angustia intensa. Al día siguiente la angustia y el
ardor eran insoportables, agravándose los dolores al pecho el tercer día.
Entonces comenzó la transpiración. Al cabo de catorce días la sarna brotó
nuevamente y comenzó a sentirse mejor. Pero sufrió una recaída, la sarna
nuevamente se secó y murió el hombre al cabo de trece días.

(18) Un hombre extremadamente delgado falleció debido a la inflamación de


pecho y otras dolencias veinte días después de haber eliminado su erupción de
sarna.

(19) Un niño de siete años cuyas "tinea capitis" y erupción sarnosa habíanse
desecado, falleció luego de cuatro días de padecer asma acompañada de
expectoración y fiebre alta.

(20) Se refiere el caso de un joven que extirpó su sarna mediante cierto


ungüento a base de plomo y que falleció cuatro días después por inflamación
de pecho.

(21) La reaparición de la sarna significó la rápida curación de una hidropesía


generalizada, pero cuando un resfriado severo suprimió a aquella sobrevino
pleuresía y tres días después el fallecimiento.

(22) Se refiere que a un joven labriego sobrevínole fiebre alta, pleuresía y


disnea seis días después de haber eliminado su erupción de sarna mediante
algún ungüento a base de azufre.

Pleuresia y tos

Pelargus: obra cit., del año 1722, p. 79. (23)

(23) A un escolar de trece años se le secó su erupción de sarna;


sobreviniéronle tos y punzadas en el pecho pero todo desapareció cuando
brotó nuevamente la sarna.
Tos severa

Richard: obra cit.

Juncker: "Conspect. med. theor. et pract" tab. 76.

Hundertmark: obra cit., p. 23. (23')

(23') Un hombre de treinta y seis años logró eliminar su sarna dieciséis meses
atrás mediante algún ungüento que contenía plomo y mercurio; desde
entonces ha estado sufriendo de tos convulsiva acompañada de angustia
intensa.

Hemoptisis

Phil. Georg. Schroeder: "Opusc." II, p. 322.

Richard: obra cit.

Binninger: "Obs. Cent", V, obs. 88.

Hemoptisis y consunción

Chn. Max. Spener: "Diss. de egro febri maligni, phtisi complicata laborante",
Giessen, 1699. (24)

Baglio: "Opera", p. 215.

Sicelius: "Praxis casual. Excerc." III, Caso I, Francfort y Leipzig, 1743. (25)

Morgagni: obra cit., XX, Art. 32. (26)

Unzers: "Arzt. CCC.", p. 508. (27)

Karl Wenzel: obra citada, p. 32.

(24) Un joven de 18 años que padecía de sarna logro finalmente extirparla


recurriendo a alguna loción indefinida, de tinte obscuro. Pocos días después
sobreviniéronle escalofríos y calores, lasitud, opresión al corazón, dolor de
cabeza, náusea, sed intensa, tos y dificultad para respirar; comenzó a
expectorar sangre, a delirar en voz alta, su rostro tornose mortalmente pálido y
sumido y su orina adquirió tono rojo subido, sin sedimento.

(25) Erupción de sarna en un joven de 18 años, eliminada por algún emplasto


desecante a base de mercurio.

(26) La sarna que por sí misma desapareció de la piel fue seguida de fiebre
consuntiva y fatal expectoración de pus; la autopsia reveló que el pulmón
izquierdo estaba lleno de pus.
(27) Cierto aspirante al sacerdocio, de apariencia robusta, que pronto tendría
que comenzar sus sermones, deseaba verse libre de su antigua sarna y para
ello se frotó con un ungüento que le fue preparado con tal fin; pocas horas
después falleció luego de sufrir disnea, ansiedad y tenesmos. La autopsia
reveló que sus pulmones estaban colmados de pus líquido.

Acumulación de pus en el tórax

F. A. Waitz: "Medic. Chirurg. Aufsatz" Th. I, pp. 114 y 115. (28)

Preval: en el "Journal de Médéc.", LXI, p. 491.

(28) A la extirpación, por tratamiento externo, de una erupción de sarna de


pocos años de antigüedad y que aparecía invariablemente en marzo y abril,
sucedió un empiema.

Quistes con pus en los intestinos

Krause-Schubert: "Diss. de scabie humana", Leipzig, 1779, p. 23. (29)

(29) Un joven que había sido advertido por el Dr. Krause (excelente médico y
profesor) de no usar ungüento a base de azufre para combatir la sarna que
había reaparecido, desoyó tal consejo y frotose con él, falleciendo de
obstrucción intestinal. Al practicar la autopsia se hallaron sacos de pus en las
vísceras abdominales.

Notable degeneración de gran parte de los intestinos

J. H. Schulze: en "Act. Nat. Cur", t. 1, obs. 231. (30)

(30) También el diafragma y el hígado estaban afectados en este caso.

Degeneración del cerebro

Dimenbrock: "Obs. et curat. med.", Obs. 60.

Bonet: "Sepulchretum anat.", Sect. IV, obs. 1, Par g. 1. (31) y Par g. 2. (32)

J. H. Schullze: obra citada.

(31) A un principito de dos años se le eliminó la "tinea capitis"; falleció en


consecuencia y la autopsia reveló abundante serosidad con sangre en el
cerebro.

(32) La autopsia de una mujer que había eliminado su "tinea" mediante


lociones mostró que la mitad de su cerebro, invadida por humor amarillo, había
comenzado ya a esfacelarse.

HIDROCEFALIA: "Acta Helvet.", V. p. 190.


ULCERAS EN EL ESTOMAGO. L. Chn. Juncker: "Diss. de scabie repulsa", Halle,
1750, p. 16. (33)

(33) Cierto hombre, personaje importante, de temperamento colérico


sanguíneo, padecía de dolores de gota en el abdomen y de cólicos renales. Una
vez que logró eliminar su gota apelando a diversos remedios, irrumpió la sarna,
a la que extirpó mediante baños desecativos a base de cortezas curtientes;
desde entonces padeció de úlcera de estómago que, según reveló la autopsia,
determinó su deceso.

Esfacelación del estomago y duodeno

Hundertmark: Obra citada, p. 29. (34)

(34) Un bebé de 7 semanas y un joven de 18 años murieron súbitamente por


haber sido eliminada en ambos la sarna mediante ungüentos a base de azufre.
La autopsia del pequeño reveló que la parte superior del estómago,
inmediatamente por debajo del cardias, habían sido destruida por gangrena y
la del joven que la sección del duodeno donde desembocan los conductos biliar
y pancreático había sido afectada de igual modo. Similar afección fatal del
estómago provocada por eliminación de la sarna relata Morgagni, obra citada,
LV, art. 11.

Hinchazón hidropica generalizada

(35) A este respecto se encuentran innumerables casos en muchos escritores,


de los cuales sólo mencionaré el informado por J. D. Fick: "Excercitatio med. de
scabie retropulsa", Halle, 1710, par g. 6, referente a una erupción de sarna
eliminada por medio de aplicaciones de mercurio que provocó hidropesía
generalizada, sólo mitigada por la reaparición de la erupción.

El autor del tratado "Epidemion, lib. 5", No. 4, que dice llamarse Hipócrates, es
quien primero refiere los tristes resultados de un caso semejante: un ateniense
que padecía de violenta erupción sarnosa diseminada por todo su cuerpo y
especialmente en los órganos genitales, logró eliminarla mediante los baños
termales de la isla de Milo, pero falleció a consecuencia de la hidropesía
resultante.

HIDROPESIA DEL TÓRAX

Hessler: citado por Karl Wenzel: obra cit., pp. 100 y 102.

Hidropesia abdominal

Richard: obra cit., y varios otros observadores.

HINCHAZÓN DEL ESCROTO (en niños)


Fr. Hoffmann: "Med. rat. syst.", III, p. 175.

Hinchazón y rojez de todo el cuerpo

Lentilius: "Misc. med. pract." Parte I, p. 176.

Ictericia

Baldinger: "Krankheiten einer Armee", p. 226.

J. R. Camerarius: "Memorab. Cent." X, p. 65

Tumefacción de las glándulas parotidas

Barette: en el "Journal de Médéc.", XVIII, p. 169.

TUMEFACCIÓN DE LAS GLÁNDULAS CERVICALES: obra cit, del 3~O 1723, p.


593. (36)

Unser: "Arzt.", Parte VI, obs. 301. (37)

(36) Un niño de ocho a nueve años al que se le había eliminado hacía poco
tiempo su "tinea", presentó tumefacción de las glándulas cervicales que lo
mantenían torcido y rígido.

(37) En junio de 1761 un adolescente de 14 años, afectado de sarna, se frotó


con cierto ungüento pardusco con lo que logró eliminarlo. A partir de ese día se
hincharon las glándulas posteriores de ambos oídos; la izquierda mejoró por si
misma pero la derecha se agrandó monstruosamente y mediando Agosto
comenzó a doler. Todas las glándulas del cuello estaban tumefactas. Hacia el
exterior, la glándula hinchada presentó muchas nudosidades endurecidas e
internamente producía un dolor embotado especialmente durante la noche; el
paciente sufría también de disnea y deglución dificultosa. Todos los recursos
de que se echó mano para provocar la supuración fueron vanos; siguió
agrandándose hasta ocasionar el deceso por asfixia, el que se produjo al año
siguiente.

OBSCURECIMIENTO DE LA VlSlON Y PRESBICIA

Fr. Hoffmann. "Consult. Med.", 1, Caso 50. (38)

(38) Una niña de trece años contrajo sarna, especialmente en las piernas,
rostro y genitales, la que fue eliminada finalmente mediante ungüentos a base
de cinc y azufre, a partir de lo cual comenzó su vista a debilitarse. Pequeños
cuerpos obscuros flotaban ante su visión y hasta era posible verlos desde
afuera en el humor acuoso de la cámara anterior del ojo. Por entonces ya no
podía reconocer objetos pequeños sin emplear lentes. Las pupilas permanecían
dilatadas.
Inflamación de los ojos

G. W. Wedel. Snetter: "Diss de ophtalmia", Jena, 1710.

Hallmann en "Koenigl. Vetenskaps Handl." fa A. X., 1776, p. 210. (39)

G. C. Schiller: "De scabie humida", p. 42, Erfurt, 1747.

(39) Se trata de una niña que padeció por violenta erupción de sarna en las
piernas y grandes ulceraciones en la comba de la rodilla. Por haber contraído
viruela la sarna quedó suprimida, lo que provocó inflamación húmeda del
blanco del ojo y de los párpados, con comezón y supuración y visión de
cuerpos obscuros flotando ante su vista; esto duró dos años. Aconteció
entonces que se pusiera las medias de otro niño enfermo de sarna; al tercer
día se presentó fiebre con tos seca, opresión en el pecho y propensión al
vómito; al siguiente día disminuyó la fiebre y la opresión y comenzó a
transpirar, cada vez en aumento hasta que apareció erisipela sobre ambas
piernas, las que al día siguiente se convirtieron en sarna típica. A partir de ese
día su vista mejoró.

Cataratas

Chan. Gottlieb Ludwig: "Advers. med.", II, p. 157. (40)

(40) Un hombre de robusta constitución cuya sarna había sido eliminada,


comenzó desde entonces a padecer de cataratas.

Amaurosis

Northof: "Diss, de scabie", Gotinga, 1792, p. 10. (41)

Chn. Gottlieb Ludwig: obra citada.(42)

Sennert: "Praxis", libro III secc. 2, cap. 44.

Trecourt: "Chirurg. Wahrnéhmungen", p. 173, Leipzig, 1777.

Fabricius ab Hilden: "Cent." II, obs. 39. (43)

(41) Eliminación de sarna mediante aplicaciones externas, lo que provocó


amaurosis que mejoró al reaparecer la erupción sobre la piel.(42)

Cierto individuo vigoroso luego de haber logrado eliminar la sarna de su piel,


padeció de amaurosis y quedó ciego.

(43) Amaurosis por la misma causa, con terribles cefaleas.

Sordera

Thore: en "Capelle, Journal de Santé", t. 1.


Daniel: "Syst. aegritud" II, p. 228.

Ludwig: obra citada.

Inflamación de los intestinos

Hundertmark: "Diss. de scabie artificiali", Leipzig, 1758, p. 29,

Almorranas, hemorroides

"Acta Helvet", V, p. 192. (44)

Daniel: obra cit., II, p. 245. (45)

(44) Almorranas que todos los meses sangraban.

(45) A consecuencia de sarna suprimida por aplicaciones externas,


hemorragias de hasta ocho libras en cuestión de horas, cólico, fiebre, etc.

Dolencias abdominales

Fr. Hoffmann: "Med. rat. syst, III, p. 177. (46)

(46) Consecuencia de la eliminación de sarna: violentísimo cólico, dolor sobre


las costillas inferiores del lado izquierdo, inquietud, fiebre consuntiva, ansiedad
y constipación obstinada.

DIABETES ("Mellitaria")

"Comment.", Leipzig, XIV, p. 365.

"Eph. Nat. Cur. Dec.", II, ~ann. 10", p. 162.

C. Weber: "Obs.", f. l, p. 26.

Supresión de la orina

Sennert: "Praxis", libr. 3, p. 8.

Morgagni: obra cit., XLI, art. 2. (47)

(47) Un joven labriego, mediante algún ungüento, había eliminado la erupción


de sarna y poco después comenzó a experimentar supresión de la micción,
vómitos y a veces dolor en el costado izquierdo. Aunque a veces lograba orinar
tales micciones eran insuficientes, obscuras y acompañadas de dolores. En
vano se recurrió al catéter; finalmente se le hinchó el cuerpo, la respiración se
hizo dificultosa y lenta y falleció alrededor del vigésimoprimer día posterior a la
supresión de la sarna. La vejiga contenía dos libras de orina igualmente
obscura y su cavidad abdominal un fluido que al ser calentado se espesó como
albúmina.
Erisipela

Unzer: "Artz.", t. V, p. 301. (48)

(48) A un hombre que se frotó con ungüento sarnífugo mercurial sobrevínole


inflamación erisipelatosa del cuello y falleció al término de cinco semanas.

Descarga de humores agrios

Fr. Hoffmann: "Consult.", t. sr, Caso 125.

Ulceras

Unzer: obra cit., No. 301. (49)

Pelargus: obra cit., del año 1723, p. 673, (50); "Breslauer Sammlung", 1727, p.
107, (51)

Muzell: "Wahrnehm", II, Caso 6. (52)

Riedlin (hijo): "Cent", obs. 38. (53)

Alberti-Gorn: "Diss. de scabie", Halle, p. 24, año 1718.

(49) Una mujer que usó cierto ungüento mercurial contra la sarna fue afectada
de erupción pútrida generalizada, con putrefacción y mortificación de tejidos;
padeciendo dolores atroces falleció a los pocos días.

(50) Un joven de 16 años había tenido sarna durante algún tiempo; al


desaparecer ésta le aparecieron úlceras en las piernas.

(51) Luego de restregarse con cierto ungüento contra la sarna, un hombre de


cincuenta años aproximadamente padeció de dolores desgarrantes en el lado
izquierdo de la espalda durante cinco semanas, al cabo de las cuales
aparecieron varias úlceras en la axila.

(52) Un medicastro recetole a un estudiante cierto ungüento eficaz contra la


sarna, la que ciertamente desapareció, pero dio origen a una úlcera rebelde en
la boca.

(53) Cierto estudiante a quien la sarna atormentaba de tiempo atrás,


consiguió eliminarla mediante ungüentos pero surgieron úlceras en brazos y
piernas e infartaciones glandulares en las axilas. Las úlceras curaron
finalmente mediante aplicaciones externas, pero sobrevino disnea, luego
hidropesía, que produjo su fallecimiento.

Caries

Richard: obra citada.


Tumores de los huesos de la rodilla

Valsalva, en Morgagni: "De sede et caus. morb. ", I, art. 13.

Dolores oseos

"Hamburguer Magaz.", XVIII, pp. 3 y 253.

Raquitismo y marasmo en infantes

Fr. Hoffmann: "Kinderkrankh.", Leipzig, 1741, p. 132.

Fiebre (i)

B. V. Faventinus: "Medicina empir", p. 260.

Ramazzini: "Constit. epid. urbis", II, Nº 32, 1691. (54)

J.C. Carl: en"Act. Nat. Cur.", VI, obs. 16. (55)

(54) Se mencionan aquí muchas observaciones correspondientes a casos en


que la sarna, eliminada merced a ungüentos, fue seguida de fiebre y orina
obscura y al retornar la sarna a la superficie, desapareció la fiebre y se
normalizó la orina.

(55) Un hombre y una mujer tenían erupción de sarna en las manos desde
hacía varios años, la que en cuanto se secaba dejaba paso a fiebre y
reaparecía la erupción en cuanto aquella cedía; pero en ambos casos la sarna
no fue combatida mediante aplicaciones externas y quedó limitada a zonas
pequeñas del cuerpo.

Fiebre (ii)

Reil: "Memorab. Clin. Fasc.", III, p. 169. (56)

Pelargus: obra cit., del año ]721, p. 276. (57) y del año 1723, (58)

Amatus Lusit. "Cent.", II, Cur. 33.

Schiller: "Diss. de scabie humida", Erfurt, 1747, p. 44. (59)

J. J. Fick: "Exercitatio med. de scabie retropulsa", Halle, 1710, Par g. 2. (60)

Pelargus: obra cit., del año 1722, (61), también del año 1723 en pp. 10, 14(62)
y 291.

C. G. Ludwig: "Advers. med.", II, pp. 157 a 160. (63)

Morgagni: obra cit., X, art. 9, (64); XXI, art. 31, (65); XXXVIII, art. 22, (66); LV,
art. 3, (67)
(56) La sarna fue suprimida por fiebre, que la hizo "retroceder al interior", pero
al desaparecer ésta, aquella retornó.

(57) Una madre puso ungüento sobre la "tinea" de su hijo de nueve años, lo
que la hizo desaparecer; se presentó fiebre violenta.

(58) Un niño de un año había tenido durante algún tiempo "tinea capitis" y
erupción sobre el rostro; ambas se secaron y fueron reemplazadas por
temperatura, tos y diarrea. Al retornar la erupción sobre la cabeza mejoró el
estado del niño.

(59) Una mujer de 43 años que mucho había sufrido a causa de su sarna seca,
frotose las articulaciones con cierto ungüento a base de azufre y mercurio, con
lo que logró eliminarla; a esto siguieron dolores por debajo de las costillas del
lado derecho, lasitud en todos los miembros, temperatura e irritación febril.
Luego de usar remedios sudoríficos durante seis días, surgieron grandes
vesículas de sarna por todo el cuerpo.

(60) Dos hermanos jóvenes eliminaron su sarna con el mismo remedio; ambos
perdieron el apetito y sobrevínoles tos seca y fiebre consuntiva, desmejorando
y cayendo en sopor tan profundo que hubieran sucumbido de no haber
reaparecido espontáneamente la erupción.

(61) En un niño de tres años, cuando desapareció espontáneamente su "tinea


capitis", se presentó fiebre violenta al pecho, tos y cansancio, de lo cual sólo se
recobró cuando la erupción reapareció. 62) Un jornalero cuya tarea era
confeccionar bolsas y para lo cual debía efectuar costuras en relieve, eliminó
su molesta sarna con cierto ungüento a base de plomo. Apenas comenzó la
sarna a secarse se presentaron escalofríos y acaloramientos, disnea y tos
estertorosa, falleciendo por asfixia al cuarto día.

(63) Se refiere que un hombre joven y vigoroso, de treinta años


aproximadamente, contrajo sarna y consiguió eliminar la erupción de la piel,
pero sobrevínole fiebre catarral acompañada de transpiración incontrolable;
estaba reponiéndose muy lentamente cuando, sin causa aparentes le acometió
otro tipo de fiebre: los ataques comenzaban con ansiedad y cefalea y se
incrementaban con acaloramientos, pulso rápìdo y sudores matutinos. A esto
se sumó notable pérdida de fuerzas, delirios en voz alta, agitación y ansiedad,
respiración como sollozo y sofocación, cuadro morboso que prevaleció sobre
toda medicación y concluyó en su deceso.

(64) En un niño la sarna desapareció por sí misma, pero sobrevino fiebre. Al


reaparecer la sarna con mayor virulencia, desapareció la fiebre, pero el niño
iba adelgazando y cuando nuevamente la sarna se secó, aparecieron
convulsiones, diarrea; falleció poco después.
(65) Se relata que la erupción de sarna desapareció espontáneamente y luego
sobrevino fiebre consuntiva, expectoración purulenta y el deceso; la autopsia
reveló que el pulmón izquierdo estaba lleno de pus.

(66) Se refiere que una mujer de treinta años había padecido durante mucho
tiempo de dolores en las extremidades y de una erupción impresionante de
sarna a la que eliminó mediante ungüentos, siendo atacada por fiebre y
acaloramiento intenso, sed y cefalea atroz, cuadro que se completaba con
hablar delirante, disnea incontrolables hinchazón del cuerpo y gran distensión
abdominal. Falleció en el sexto día de fiebre. Su abdomen contenía mucho gas
y en particular el estómago que, por estar muy distendido, ocupaba la mitad de
aquel.

(67) Un hombre cuya "tinea capitis" se había extinguido debido a fríos


intensos, al cabo de ocho días sufrió un acceso de fiebre maligna, con vómitos
e hipo hacia el final; falleció en el noveno día.

En el mismo artículo Morgagni menciona el caso de un hombre que tenía


costras de sarna sobre los brazos y otras partes, erupción a la que eliminó casi
por completo poniéndose una camisa impregnada con azufre, lo que le provocó
de inmediato dolores desgarrantes generalizados y fiebre, de modo que no
podía descansar por la noche ni moverse durante el día; también la lengua y
las fauces sufrieron igual acceso. Recuperó su estado anterior cuando, luego
de grandes sufrimientos, pudo resurgir la erupción sobre la piel.

Fiebre (iii)

Lanzonus: en "Eph. Nat. Cur. Dec." III, "ann. 9 y 10", obs. 16 y 113.

Hoechstetter: "Obs. Med. Dec." VIII, caso 8. (68)

Triller. Whle: "Diss. nullan medicinam interdum esse optimam, Wittenberg,


1754. (69

Fick: obra citada, par g. 1. (70)

Waldschmidt: "Opera", p. 241.

Gerbizius: en "Eph. Nat. Cur. Dec." III, "ann. 2", obs. 167.

Amatus Lusit.: Cent. II, Curat. 33. (71

Fr. Hoffmann: "Med.. rat. syst, t. III, p. 175. (72)

(68) Se hace mención de una fiebre maligna, acompañada de opistótonos,


derivada de eliminar la sarna.
(69) Un joven comerciante había eliminado su sarna mediante ungüentos; fue
repentinamente atacado de afonía tal que le era imposible articular palabra; a
esto siguió asma con opresión, aversión al alimento, tos severa que le impedía
descansar por las noches, sudores nocturnos copiosos y malolientes; pese a la
atención médica, falleció.

(70) Cierto burgomaestre, de 60 años, fue infectado con sarna sufriendo


indeciblemente por las noches; en vano recurrió a numerosas medicinas hasta
que alguien le recomendó un remedio supuestamente infalible: un compuesto
de aceite de laurel, 5 azufre sublimado y manteca de cerdo. Habiéndose
restregado este ungüento varias veces, por cierto que se libró de la erupción,
pero para sufrir muy pronto de escalofríos violentos seguidos de intensos
acaloramientos por todo el cuerpo, sed inextinguible, asma asfixiante,
insomnio, temblores violentos generalizados y profunda lasitud; expiró al
cuarto día.

5"El aceite de laurel se emplea en fricciones contra el reumatismo y pruritos.


La esencia de laurel en ungüentos y linimentos como aplicación local y
resolutivo". (A-L). [N. del T. al C.]5

(71) Por igual causa que la anterior se presentó fiebre con insania, provocando
el deceso.

(72) Con frecuencia fiebres agudas suceden a la extirpación de la sarna; luego,


agotamiento profundo. Se menciona un caso en el que la fiebre duró siete días,
hasta que reapareció la erupción de sarna que puso fin a aquella.

Fiebre intermitente terciana

Pelargus: obra cit., del año 1722, p. 103, confr. con p. 79. (73)

Juncker: obra cit., tab. 79; "Eph. Nat. Cur. Dec." I, "ann. 4".

Welsch: "Obs." 15.

Sauvages: "Nosologíe Spéc", II.

De Hautesierk: "Obs.", t. II, p. 300; "Comment. Lipsienses", XIX, p. 297.

(73) Un muchacho de quince años había tenido "tinea capitis" durante años y
Pelargus refiere haberle recetado un purgante enérgico para eliminarla; fue
atacado de dolores lumbares, dolores agudos al orinar y, posteriormente,
fiebre terciana.

Fiebre cuartana

Thom. Bartholinus: Cap. 4, hist. 35.


Sennert: "Paralip.", p. 116.

Fr. Hoffmann: "Med. rat. syst.", III, p. 175. (74)

74) Las personas de edad mayor contraen, con preferencia, sarna seca y si
ésta fuere eliminada mediante aplicaciones externas frecuentemente aparece
fiebre cuartana, la que se extingue en cuanto la sarna reaparece sobre la piel.

Vertigo y decaecimiento total

Gabelchofer: "Obs. Med. Cent.", II, obs. 42.

Vértigo similar a epilepsia

Fr. Hoffmann: "Consult. Med.", I, Caso 12. (75)

(75) Cierto conde alemán, de 57 años, había sufrido de sarna seca durante
tres años; eliminada, disfrutó durante dos años de aparente buena salud y en
tal periodo sólo sufrió dos accesos de vértigo, pero estos fueron
incrementándose hasta que un día al incorporarse luego de haber comido,
hubiera caído al suelo de no haber sido sostenido; a continuación sobrevino
transpiración muy fría, temblor de sus extremidades, sintiendo todo su cuerpo
como muerto y tuvo varios vómitos agrios. Seis semanas después tuvo un
acceso similar y posteriormente uno por mes, durante tres meses. Aun cuando
retenía su conciencia siempre sentía pesadez cerebral y estupor profundo.
Finalmente estos accesos se volvieron diarios, aunque más suaves; ya le era
imposible pensar, darse vuelta con rapidez o inclinarse. Todo este cuadro
acompañado de tristeza, pensamientos de ansiedad y pesar, gemidos.

Epilepsia similar a vértigo

Fr. Hoffmann: obra cit., p. 30. (76)

(76) Una mujer de treinta y seis años había eliminado años atrás su sarna de
la piel mediante remedios mercuriales. Sus menstruaciones se volvieron
irregulares y a menudo interrumpidas durante diez y hasta quince semanas,
padeciendo de constipación. Durante un embarazo que tuvo cuatro años atrás
había sufrido de vértigos hasta el punto de que pudo haber caído si hubiera
estado de pie o caminando; si permanecía sentada le era posible retener su
conciencia durante el vértigo, podía hablar, comer y beber. Cuando sufrió el
primer acceso sintió en su pie izquierdo un hormigueo, cierta sensación de que
algo reptaba y todo finalizó en una violenta sacudida del pie hacia arriba y
abajo. Llegaron estos ataques a privarla de la conciencia y posteriormente, en
tanto viajaba en coche, sobrevínole un auténtico ataque de epilepsia, que se
repitió por tres veces durante ese invierno. Durante estos ataques no podían
hablar, ni articular sus pulgares y su boca se llenaba de espuma. La sensación
de hormigueo en el pie izquierdo anunciaba el ataque y cuando tal sensación
alcanzaba la boca del estómago se presentaba repentinamente el acceso. Tal
epilepsia fue eliminada por alguna curandera que prescribió varios polvos, pero
en su lugar reapareció el vértigo aunque mucho más intenso que antes;
también comenzaba con la sensación de que algo reptaba sobre el pie
izquierdo, sensación que ascendía hasta alcanzar el corazón, todo acompañado
por gran ansiedad y temor, como si la paciente fuera cayendo desde cierta
altura y en la suposición de que su caída había concluido perdía el habla y la
conciencia, agitándose convulsivamente sus extremidades. Pero aparte de
estos accesos, el menor toque a su pie le producía intenso dolor, como de
furúnculo. Esto se acompañaba de intensos dolores y acaloramientos y pérdida
de la memoria.

Convulsiones

Juncker: obra citada., tab. 53.

Hoechstetter: "Eph. Nat. Cur. Dec.", 8, Caso 3; "ibid. Dec.", ann. I", obs. 35 y
"ann. 5", obs. 224.

D. W. Triller. Welle: "Diss. nullan medicinam interdum esse optimam",


Wittenberg, 1754, pp. 13 y 14. (77)

Sicelius: "Decas Casuum" I, Caso 5. (78))

Pelargus: obra cit., 1723, p. 545. (79)

(77) Luego de haberle sido eliminada la sarna mediante ungüento, una niña
cayó en desmayo profundo, luego convulsiones violentísimas y finalmente
falleció.

(78) Una joven de diecisiete años tenía "tinea capitis", la que desapareció por
sí misma y comenzó a padecer de acaloramientos en la cabeza y cefaleas. A
veces se sobrecogía como de miedo y aunque despierta, sus extremidades
entraban en movimientos convulsivos, especialmente sus brazos y manos;
sentía opresión en la boca del estómago como si su torso fuera ceñido
estrechamente- incurría en lamentos, sobresaltos y sacudidas convulsivas de
sus extremidades.

(79) Un hombre de edad madura que había padecido de temblores en sus


manos logró secar su "tinea". Pronto aparecieron gran lasitud y parches rojizos
generalizados, sin acaloramientos. Los temblores fueron convirtiéndose en
agitación convulsiva, tuvo descargas sanguinolentas por nariz y oídos, al toser
expectoraba sangre y en convulsiones violentas falleció al vigésimo tercer día.

Convulsiones epileptiformes y epilepsia

J. C. Carl: en "Act. Nat. Cur.", VI, obs. 16. (80)


E. Hagendorn: obra cit., hist. 9. (81)

Fr. Hoffmann: "Consult. med.", I, Caso 31, (82); "ibid." 'Med. rat. syst.'s, t. IV, p.
III, Cap. I y en "Kinderkrankheiten", p. 108.

Sauvages: "Nosol. spéc.", 11.

De Hautesierk: "Obs.", t. II, p. 300.

Sennert: "Prax.", III, Cap. 44; "Eph. Nat. Cur. Dec.", III, "ann." 2, obs. 29.

Gruling: "Obs. Med. Cent.", III, obs. 73.

Th. Bartolin: "Cent.'w, III, hist. 20.

Fabr. d, e Hilden: "Cent.", III, obs. 10. (83)

Riedling: "Lin. med. ann.", 1696, "Maj. obs." 1. (84)

Lentilius: "Miscell. med. pr", P. 1, p. 32.

G. W. Wedel: "Diss. de aegro epileptico", Jena, 1673. (85)

Herrm. Grube: "De arcanis medicorum non arcanis~, Copenhage, 1673, p.


165. (86)

Tulpius: "Obs. med.", lib. I, Cap. 8. (87)

Th. Thompson: "Medic. Rathphlege", Leipzig, 1779, pp. 107, 108. (88)

Hundertmark: obra cit., p. 32. (89)

Fr. Hoffmann: "Consult. med." I, Caso 28, p. 141. (90)

(80) Un hombre que había eliminado repetidamente su erupción de sarna


mediante ungüentos, tuvo accesos de convulsiones epilépticas que cesaron
cuando la erupción reapareció.

(81) Joven de dieciocho años que eliminó su sarna mediante algún ungüento a
base de mercurio; dos meses después tuvo accesos de convulsiones en todos
sus miembros acompañados de constricciones dolorosas de tórax y cuello,
frialdad en las extremidades y gran postración. Al cuarto día tuvo un ataque de
epilepsia, echando espumarajos y con sus extremidades contorsionadas
extrañamente. La epilepsia cedió cuando retornó la erupción.

(82) Se trata de un niño cuya tiña fue eliminada frotándola con aceite de
almendras.

(83) Tr tase de niños que también padecieron catarro sofocante.


(84) Joven doméstica que luego de frotar su sarna con algún ungüento tuvo un
ataque de epilepsia.

(85) Un joven de dieciocho años que había recurrido a remedios mercuriales


para extirpar su sarna, tuvo accesos de epilepsia poco después, los que
retornaban cada cuatro semanas, coincidiendo con la luna nueva.

(86) Un niño de siete meses tuvo un ataque de epilepsia, pero sus padres
jamás estuvieron dispuestos a admitir que pudiera haber estado infectado de
sarna. Al inquirir el médico más profundamente obtuvo de la madre la
confesión de que el pequeño había tenido algunas vesículas en las plantas de
los pies, las que habían desaparecido en cuanto se les aplicó cierto ungüento a
base de plomo. El niño no presentó más signos. El médico atribuyó esto,
correctamente, a su epilepsia.

(87) Se relata los casos de dos niños que se vieron libres de su epilepsia
cuando les brotó tiña húmeda, pero al ser esta imprudentemente suprimida, la
epilepsia retornó.

(88) Se comenta el caso de una sarna de cinco años de antigüedad que


desapareció por sí misma y luego de varios años produjo epilepsia.

(89) La sarna en un joven de veinte años fue suprimida mediante algún


purgante que actuó violentamente durante varios días, después de lo cual
padeció de las más violentas convulsiones hasta que, mediante el empleo de
savia de abedul, la sarna retornó a la piel.

(90) Un joven de diecisiete años, inteligente y robusto, que tres años antes
había eliminado su sarna, tuvo repetidas hemoptisis y luego ataques de
epilepsia, la que fue empeorando a causa de los medicamentos que se le
prescribían, hasta tener convulsiones cada dos horas. Otro médico, que
recurrió a muchas otras medicinas y a frecuentes sangrías, logró mantenerle
libre de epilepsia durante cuatro semanas, hasta que retornó el ataque en
tanto dormía la siesta y esa noche tuvo convulsiones dos o tres veces más;
simultáneamente sobrevínole violenta tos y catarro sofocante, en particular
durante las noches, expectorando entonces fluido fétido. Se le prescribió
guardar cama; finalmente y a consecuencia de medicación excesiva, llegó a
sufrir convulsiones hasta diez veces durante la noche y ocho durante el día; en
ningún momento llegó a crispar sus manos o a tener espuma en la boca.
Actualmente, su memoria se ha debilitado. Los ataques le sobrevienen antes
de las comidas, pero más frecuentemente después. Durante sus ataques
nocturnos permanece en sueño profundo, sin despertar y por la mañana tiene
la sensación de magulladura generalizada. Anticipa cada convulsión la
necesidad de restregarse la nariz y un tirón en el pie izquierdo; a continuación,
se desploma súbitamente.
Apoplejia

Cummius: en "Eph. Nat, Cur. Dec." I, ~ann. 1", obs. 58.

Mobius: "Instit. med.", p. 65.

J. J. Wepfer: "Hist. Apoplect. Amstel.", 1724, p. 457.

Paralisis

Hoechstetter: "Obs. Med. Dec.", VIII, obs. 8, p. 245. "Journal de Médéc.", 1760,
sept., p. 211.

Unzer: "Arzt." VI, St. 301. (91)

Hundertmark: obra cit., p. 33. (92)

Krause. Schubert: "Diss. de scabies humani corp." Leipzig, 1779, p. 23. (93)

Karl Wenzel: obra cit., p. 174.

(91) Una mujer, luego de haber eliminado su sarna, tuvo parálisis en una
pierna, de la que no se recuperó.

(92) Luego de eliminar la sarna mediante ungüento a base de azufre, un


hombre de cincuenta y tres años tuvo un ataque de hemiplejia.

(93) Un ministro que había empleado infructuosamente durante años


remedios internos contra la sarna, finalmente se decidió por el ungüento, lo
que le provocó parálisis parcial de sus extremidades superiores y que la piel de
las palmas de sus manos se volviera gruesa, dura y con muchas grietas
sangrantes y comezón insufrible.

El autor también comenta sobre una mujer que tenía los dedos de las manos
contraídos a causa de la extirpación de su sarna por medios externos, de lo
que padeció durante largo tiempo.

Melancolia:

Reil: "Memorab. Clin. Fasc.", III, p. 177. (94)

(94) 7 Comenta el autor una melancolía embrutecedora, consecuencia de


haber suprimido la sarna; desapareció cuando ésta nuevamente brotó.

Insania

Landais: en "Journal de Médécine", Tomo 41.

Amat. Lusitanus: "Curat. Med. Cent.", II, Cur. 74.


J. H. Schulze-Brune: "Diss. casus aliquot mente alienatorum", Halle, 1707. (95)

F. H. Waitz: "Medic.-Chirurg. Aufsatze", t. 1, p. 130, Altenburgo, 1791. (96)

Richter: en "Hufel. Journal", XV, II.

Grossmann: en "Baldinger Neuem Magaz.", XI, I.(97)

(95) Un estudiante de veinte años tenía sarna húmeda la que de tal modo
había cubierto sus manos que le incapacitaba para toda tarea; fue eliminada
mediante algún ungüento a base de azufre. Pero pronto quedó en evidencia
cuánto había deteriorado a su salud tal proceder. Cayó en insania, cantaba o
reía inoportunamente o bien corría hasta caer exhausto; de día en día
empeoraba mental y corporalmente hasta que tuvo un ataque de hemiplejía y
falleció. La autopsia reveló que los intestinos estaban crecidos en masa
compacta, tachonados de pequeñas úlceras llenas de protuberancias, algunas
hasta del tamaño de una nuez y repletas de substancia parecida al yeso.

(96) La misma historia clínica que la precedente.

(97) A un hombre de cincuenta años sobrevínole hidropesía, consecuencia de


haberse extirpado la sarna mediante ungüentos; cuando la sarna reapareció,
ello puso fin a la hinchazón mas él nuevamente la suprimió, lo que le sumió en
locura furiosa; cabeza y cuello se hincharon hasta tal punto que se ahogaba y
hacia el final se sumaron ceguera y retención total de orina. Se le aplicaron
irritantes artificiales sobre la piel y se le administró un emético enérgico, los
que hicieron reaparecer la sarna; cuando la erupción se extendió por todo el
cuerpo, desaparecieron todos los síntomas anteriores.

La infección por miasmas

Después de reflexionar sobre estos ejemplos extraídos de escritos médicos de


tiempos pasados, a los que podría agregar muchos otros e incluso los de mi
propia experiencia, * ¿quién podría ser tan inconsciente como para continuar
ignorando el inmenso peligro oculto en lo profundo, la psora, del que la
erupción de sarna y sus otras manifestaciones- "tinea capitis", lactumen,
empeine, etc., son sólo indicios de que esa monstruosa enfermedad interna ha
invadido todo el organismo, son sólo síntomas externos y loca]es que actúan
en substitución de la enfermedad original, mitigándola? ¿Quién, después de
leer algunos pocos casos de los que se han descrito, podría dudar en reconocer
a la psora que, como se ha explicado ya, es el más destructivo de los miasmas
crónicos? ¿Quién podría ser tan insensato como para declarar, acompañando
así a los médicos alópatas modernos, que la erupción de sarna, tiña o empeine
está radicada sólo superficialmente sobre la piel y en consecuencia puede ser
eliminada sin temor alguno recurriendo a medios externos, puesto que lo
interior del organismo no participa de tal síntoma y se conserva en salud?
* Un contradictor que pertenece a la escuela antigua acaba de reprocharme el
que yo no haya aportado mi propia experiencia a fin de probar que las
enfermedades crónicas, cuando no son de origen sifilítico o sicósico, surgen del
miasma de la sarna, aduciendo que tales pruebas extraídas de mi propia
experiencia hubieran resultado convincentes. Oh!, si los ejemplos que aquí he
transcripto, extraídos de escritos antiguos y modernos y pertenecientes a
autores que no pudieron ser homeópatas, no son prueba suficiente, ¿qué otros
ejemplos (sin exceptuar, por cierto, los que yo aportara) podrían ser
considerados pruebas concluyentes? Cuán frecuentemente (quizás debiera
decir, siempre) mis contradictores de la escuela secular se han rehusado a
admitir la veracidad de las observaciones efectuadas por honorables médicos
homeópatas, alegando que ellos no estuvieron presentes en tales
circunstancias o que los nombres de los pacientes habían sido substituidos por
iniciales!; como si los pacientes privados hubieran consentido en que sus
nombres fueran publicados! ¿Por qué tendría yo que someterme a semejante
exigencia? Y ¿acaso no pruebo mis aseveraciones de modo indubitable y
absolutamente libre de toda parcialidad transcribiendo testimonios de las
experiencias de tantos otros médicos honestos?*

Por cierto que de todos los crímenes de que son responsables los médicos
contemporáneos pertenecientes a la escuela secular de medicina, éste es el
más grave, el más vergonzoso, el más imperdonable!

El hombre que se rehuse a ver, una vez que haya considerado los ejemplos
dados e innumerables otros de idéntica naturaleza, que la verdad está
justamente en lo opuesto a tales afirmaciones, se ciega a sí mismo
obstinadamente y deliberadamente trabaja por la destrucción de la
humanidad.

¿O es que tanto ignoran la naturaleza de todas las enfermedades miasmáticas


relacionadas con las afecciones de la piel como para desconocer que todas
ellas toman un curso similar en sus comienzos? ¿Ignoran que todos estos
miasmas son enfermedades internas de todo el sistema antes de que
aparezcan sobre la piel sus síntomas externos mitigantes?

Hemos de elucidar este proceso con mayor claridad y veremos, en


consecuencia, que todas las enfermedades miasmáticas que exhiben
afecciones locales cutáneas actúan en todo el sistema como enfermedades
internas antes de exhibir externamente sus síntomas locales sobre la piel; que
únicamente cuando la enfermedad es aguda y ha recorrido su curso de varios
días, el síntoma local generalmente se desvanece conjuntamente con la
enfermedad interna, quedando el cuerpo libre de ambas; pero que en las
enfermedades crónicas los síntomas exteriores, locales, pueden ser eliminados
de la piel y hasta pueden espontáneamente retirarse de ella, pero la
enfermedad interna -si no ha sido curada- jamás abandona al organismo, ni
total ni parcialmente. Por lo contrario, continuamente se incrementa con el
transcurso de los años, a menos que sea curada homeopáticamente.

Debo en este punto hacer un alto para ocuparme de este proceso de la


naturaleza, porque los médicos corrientes y especialmente los contemporáneos
tienen visión tan deficiente o, más correctamente, están tan ciegos a este
respecto que aun cuando pudieran, por así decirlo, tener en sus manos y sentir
este proceso del origen y desarrollo de las enfermedades agudas eruptivas de
índole miasmática, no supondrían que existe, ni observarían en consecuencia,
el proceso similar de las enfermedades crónicas; por ello pontifican que los
síntomas locales de éstas son crecimientos e impurezas que meramente
existen sobre la superficie externa de la piel, sin que interiormente haya
enfermedad fundamental alguna; y así afirman con respecto al chancro y a la
verruga ficoidea lo mismo que afirmaron respecto de la erupción de sarna y
-por descartar a la enfermedad principal y hasta obtusamente negar su
existencia- tratan y destruyen tópicamente tales afecciones locales y continúan
ocasionando inenarrables desdichas a la humanidad sufriente.

Con respecto al origen de estas tres enfermedades crónicas - y lo mismo


cuando se trata de enfermedades agudas eruptivas de índole miasmática-
debe considerarse, con la máxima atención tres momentos diferentes e
importantes:

1º) el momento de la infección; 2°) el periodo durante el cual todo el


organismo está siendo afectado por la enfermedad que acaba de introducirse
y que se desarrolla internamente; 3°) la irrupción de la afección externa, por la
cual, la naturaleza demuestra externamente que se ha completado en todo el
organismo el desarrollo interno de la enfermedad miasmática.

La infección por miasmas ya se trate de enfermedades agudas o de


enfermedades crónicas como las ya mencionadas, ocurre sin lugar a dudas en
un sólo instante, el más favorable para que tal infección se pueda producir.

La viruela o la vacuna infectan en el instante preciso en que, al vacunar, el


líquido mórbido que ha ingresado por la escarificación que sangra, entra en
contacto con el nervio que haya quedado expuesto, el que entonces comunica
-dinámicamente, instantáneamente, irrevocablemente- la enfermedad a la
fuerza vital (y así a todo el sistema nervioso). Producido este instante de la
infección, no hay lavaje, mortificación o cauterización, ni siquiera la escisión de
la parte afectada que ha recibido la infección, que pueda impedir o anular el
desarrollo de la enfermedad interiormente. La viruela, la vacuna, el sarampión,
etc., pese a cuanto se haga, habrán de completar interiormente su curso* y la
fiebre peculiar de cada uno de ellos comenzará transcurridos pocos días, una
vez que la enfermedad interna se haya desarrollado y completado.
* Sería procedente esta pregunta: ¿Hay alguna probabilidad de que cualquier
miasma, producida la infección desde el exterior, no enferme en primer
término a todo el organismo antes de hacer manifiestos sus signos externos?
Tal pregunta sólo puede contestarse con un no; en absoluto, no hay posibilidad
alguna.

¿Acaso no se requieren tres, cuatro o cinco días contados desde el de la


vacunación, para que la zona de la inoculación se inflame? ¿Acaso el tipo de
fiebre que se presenta que es la señal de que la enfermedad se ha
completado- no aparece aún más tarde, cuando ya se ha formado
íntegramente la pústula protectora, o sea en el séptimo u octavo día

¿Acaso no se requieren diez a doce días contados desde el momento de la


infección por viruela, para que se presente la fiebre inflamatoria y ocurra la
irrupción de la viruela sobre la piel?

¿Qué es lo que la naturaleza ha estado haciendo durante esos diez o doce días
con la infección que ha recibido? ¿No ha sido necesario que la naturaleza
incorpore previamente la enfermedad en todo el organismo antes de ser capaz
de provocar la fiebre y de hacer que la erupción irrumpa por la piel?

El sarampión también requiere diez a doce días, contados desde la infección o


inoculación, antes de que aparezca la erupción con su fiebre. Luego de la
infección por fiebre escarlatina deben transcurrir corrientemente siete días
antes de que se presente su rojez cutánea.

Siendo así, ¿qué ha estado haciendo la naturaleza, durante ese intervalo de


días, con el miasma que ha recibido?; ¿qué, sino incorporar íntegramente el
sarampión o la fiebre escarlatina en todo el organismo viviente, de modo de
poder producir la enfermedad correspondiente, con su erupción?*

El mismo caso se presenta, sin llegar a mencionar otros miasmas agudos,


cuando la piel humana ha sido contaminada con la sangre de algún animal
enfermo de ántrax. 1 Si, como es frecuente, se ha producido ya la infección de
ántrax, todo lavado de la piel será en vano: la pústula negra o gangrenosa, casi
siempre fatal, aparecerá luego de cuatro o cinco días (y con frecuencia en la
zona de la infección), o sea tan pronto como todo el organismo haya sido
afectado por acción de esta terrible enfermedad.

1"Antrax" es la denominación que se da en Inglaterra al carbunco o carbunclo.


(González y Floriani, "Enfermedades infecciosas y parasitarias", Edit. Bibl. Arg.,
p. 316). [N. del T. al C.]1

Lo mismo ocurre con la infección de miasmas semiagudos, que no producen


erupción. Entre las muchas personas mordidas por perros rabiosos sólo unas
pocas -gracias al benigno Legislador del universo- son las que resultan
infectadas, escasamente un doceavo; a veces yo mismo he pedido constatar
tan sólo una entre veinte o treinta personas mordidas. Las demás, pese a
quedar muy laceradas por la mordedura, frecuentemente se reponen aunque
no sean tratadas por médico o cirujano.* Pero en quienquiera que actúe la
infección, ella se ha producido en el preciso instante en que la persona fue
mordida, habiéndose el tósigo transmitido a los nervios más próximos y, en
consecuencia y sin lugar a dudas, a todo el sistema nervioso; tan pronto como
la enfermedad se haya desarrollado en todo el organismo (dado que este
desarrollo y consumación de la enfermedad natural requiere como mínimo
siete días, a veces muchas semanas) la rabia surge como enfermedad aguda,
rápidamente fatal. Según se dijo, si la saliva infecciosa del perro rabioso ha
contaminado realmente, la infección se ha producido irrevocablemente en el
instante del contagio, puesto que la experiencia ha demostrado que la escisión
inmediata** e incluso la amputación del miembro afectado en modo alguno
protege contra el avance interno de la enfermedad; tampoco contra la
manifestación clínica de la rabia y así de ineficaces son también esos
numerosos recursos que tanto se recomiendan para limpieza, cauterización y
supuración de las heridas por mordedura, que en nada impiden la aparición de
la hidrofobia. 2

* Dejamos constancia de nuestro particular reconocimiento hacia médicos


ingleses y norteamericanos por estas experiencias tan reconfortantes: los Drs.
Hunter y Houlston ("London Medical Journal", vol. 1) y los Drs. Vaughan,
Shadwell y Percival, cuyas observaciones han sido incluidas en el tratado de
Jam. Mease: "Sobre la hidrofobia", Filadelfia, 1793. *

** Una niña de ocho años fue mordida por un perro rabioso el 21 de marzo de
1792, en Glasgow. Un cirujano inmediatamente extirpó totalmente la zona
afectada, la mantuvo supurando y administró mercurio hasta que se produjo la
salivación característica, lo que se mantuvo durante dos semanas más; no
obstante la hidrofobia se presentó el 27 de abril y la paciente falleció dos días
después. (M. Duncan, "Med. Comment.", Dic. II, vol. VII, Edinb., 1793 y "The
New London Med. Journ.", II).**

2"La experiencia ha demostrado que las mordeduras que con mayor certeza
determinan la rabia son ... sobre todo las que afectaron regiones que por su
constitución anatómica poseen mayor riqueza en elementos nerviosos".
(González y Floriani, "Ibid", p. 511). "N. del T. al C]2

Considerando el progreso que hacen estas enfermedades miasmáticas a partir


del contagio, claramente se ve que la enfermedad, que ha alcanzado todos los
puntos en el interior del ser humano, debe primeramente desarrollarse, es
decir que todo el hombre interno debe enfermar -ya sea de viruela, sarampión
o fiebre escarlatina- antes de que la erupción pueda aparecer sobre la piel.
Respecto a todas estas enfermedades miasmáticas agudas, la constitución del
ser humano posee esa aptitud que, por regla general, es tan benéfica: la de
derivarlas (a la fiebre específica y a su erupción específica) hacia lo exterior en
el curso de dos a tres semanas y, por sus propios recursos, eliminarlas del
organismo mediante alguna acción decisiva (crisis), de modo que
corrientemente y en breve lapso el hombre queda curado de ellas, a menos
que sea él quien resulte extinguido.*

* Estos diversos miasmas agudos semiespirituales una vez que han alcanzado
a la fuerza vital en el primer momento del contagio (y cada uno ha producido
enfermedad según su índole), como parásitos se propagan rápidamente por
dentro y se exteriorizan mediante su fiebre peculiar luego de producir su fruto
(la erupción cutánea en su plenitud que, a su vez, es capaz de transmitir su
miasma) tienen además la peculiar característica de extinguirse, dejando al
organismo viviente en libertad de recuperarse.*

Por otra parte, ¿acaso no son los miasmas crónicos verdaderos parásitos
morbíficos que continúan viviendo en tanto se mantiene con vida el organismo
al que han afectado y fructifican mediante la erupción que originariamente han
producido (pústula de sarna, chancro y verruga, con su poder de infectar a
otros) y que, a diferencia de los miasmas agudos, no mueren ni se eliminan
espontáneamente sino que únicamente pueden ser extinguidos, exterminados,
por acción de una contrainfección, por obra del poder de una enfermedad
medicinal muy similar pero más fuerte (la impuesta por el remedio
antipsórico), de modo que el paciente quede libre de ellos y recobre su salud?

En las enfermedades miasmáticas crónicas la naturaleza sigue igual curso en


cuanto respecta a la transmisión del contagio y al periodo previo necesario
para la formación de la enfermedad interna, antes de que los síntomas
externos -evidencia de que se ha completado internamente la enfermedad-
surjan sobre la superficie del cuerpo, pero a partir de aquí aparece su muy
notable diferencia con las enfermedades agudas: si el miasma es crónico toda
la enfermedad interna, tal como ya ha sido explicado, perdura en el organismo
durante toda la vida y, además, se incrementa año tras año, salvo que sea
extinguida y curada totalmente por el arte adecuado.

A fin de ilustrar lo expuesto sólo me referiré a los dos miasmas crónicos que
mejor conocemos: el chancro venéreo y la sarna.

Durante el coito impuro se produce el contagio específico en el instante


preciso del contacto y en el punto mismo de fricción. Si el contagio se ha
producido, todo el organismo vivo resulta afectado por él. Inmediatamente
después del instante del contagio comienza internamente la formación de la
enfermedad venérea por todo el organismo.
En ese punto de los órganos sexuales por donde la infección ha penetrado,
nada extraño se advierte durante los primeros días, nada enfermo, inflamado o
excoriado; a esto se debe también que sea inútil todo lavado y asepsia de esas
zonas, inmediatamente después del coito impuro. La zona permanece
aparentemente sana, solamente el organismo interno es lo que ha sido puesto
en actividad por la infección (que generalmente ocurre en un instante) de
modo que al incorporársele el miasma, todo el organismo ha sido afectado por
la enfermedad venérea.

Tan sólo cuando este proceso de contaminación de todos los órganos por la
enfermedad ha se totalizado y todo el individuo se ha trocado en hombre
venéreo o, lo que es igual, cuando el despliegue de la enfermedad venérea se
ha completado, sólo entonces la naturaleza enferma procura mitigar al mal
interno, atenuarlo, mediante la producción del síntoma local, que
primeramente toma el aspecto de vesícula (ubicada, por lo general, en el punto
originariamente infectado) y luego irrumpe como úlcera dolorosa, a la que se
denomina chancro; éste no aparece antes de que hayan transcurrido cinco,
siete, a veces catorce días y algunas veces. aunque raramente, hasta tres,
cuatro o cinco semanas a contar desde el día de la infección. En consecuencia
ésta es, manifiestamente. una úlcera venérea que actúa en substitución de la
enfermedad interna y que ha sido producida por el organismo desde su interior
una vez que se ha vuelto totalmente venéreo; tal úlcera es capaz de transmitir
por contacto el mismo miasma a otros seres humanos, es decir, transmitir la
misma enfermedad venérea.

Si toda la enfermedad que de este modo se está manifestando fuese


extinguida a su vez mediante su remedio específico administrado
internamente, entonces el chancro también sería curado y el individuo
recuperaría su salud.

Pero si, inversamente, el chancro fuere extirpado mediante aplicaciones


locales* antes de que la enfermedad interna hubiere sido curada -y aún hoy
ésta es práctica diariamente llevada a cabo por los médicos de la escuela
secular- entonces la enfermedad miasmática, crónica y venérea persistirá
dentro del organismo como sífilis y, de no ser curada íntegramente, se
agravará de año en año hasta el final de la vida del hombre, puesto que ni la
constitución más robusta es capaz de extinguirla.

*La enfermedad venérea no solo se desenfrena cuando el chancro ha sido


extirpado mediante cauterio -en cuyo caso algunos casuístas mentalmente
distorcionados, suponen que la sífilis es el resultado del rechazo hacia el
interior del cuerpo, sano hasta ese momento del tósigo proveniente del
chancro- más también irrumpe la enfermedad venérea cuando el chancro
desaparece sin que haya mediado tratamiento alguno externo lo que confirma
una vez más, por si fuere necesario, la indudable existencia previa de la sífilis
en el organismo. Dice M. Fabre ("Lettres, supplément son traité des maladies
vénériennes" París, 1786: "Ablación restringida de los 'labia minora' sobre los
que ha tenido su asiento un chancro venéreo desde días atrás, la herida
ciertamente cura pero la enfermedad venérea no obstante, se disemina".

Desde luego!, puesto que la enfermedad venérea ya se había diseminado


interiormente por todo el cuerpo, aún antes de que hubiera aparecido el
chancro*.

Tan sólo por medio de la curación de la enfermedad venérea que ha minado,


interior y totalmente, al cuerpo (curación que he practicado y enseñado
durante muchos años) es que el chancro, su síntoma local, será curado
simultáneamente y del modo más radical, para lograr lo cual es de rigor
prescindir de toda aplicación externa que tienda a su eliminación y ello porque
la mera destrucción del chancro en su asiento, cuando no ha sido precedida de
la curación del individuo respecto de su enfermedad interna es seguida, con
absoluta certeza, del estallido de la sífilis con todos sus sufrimientos.

La psora (la enfermedad de la sarna) es, como la sífilis, enfermedad


miasmática crónica y su desarrollo es, al principio, también similar.

Pero la enfermedad de la sarna es el más contagioso de todos los miasmas


crónicos, mucho más infeccioso que los otros dos miasmas, la enfermedad del
chancro venéreo y la enfermedad de las verrugas ficoideas. Para que llegue a
producirse la infección por estos dos miasmas se requiere que se haya ejercido
cierta fricción sobre superficies delicadas del cuerpo, las más inervadas y a las
que recubra la cutícula más tenue, tales los órganos genitales, aunque el
miasma también pueda introducirse al tomar contacto con alguna zona
lesionada. Pero el miasma de la sarna sólo necesita tocar cualquier punto de la
piel, con mayor facilidad si se trata de niños pequeños. La predisposición para
ser afectado por el miasma de la sarna se halla en casi todos los humanos,
cualesquiera sean las circunstancias, lo que no ocurre con los otros dos
miasmas.

Ningún otro miasma crónico infecta a tanta gente, con tanta seguridad y
facilidad como el de la sarna; lo repito: es el más contagioso. Se transmite tan
fácilmente que hasta el médico, por la premura en atender a un paciente tras
otro, al tomar el pulso, inadvertidamente contagia* a otros pacientes; lavarse
empleando lejía contaminada, ** probarse guantes que se haya puesto ya
alguien afectado, hospedarse en albergues de paso, emplear para secarse la
toalla que ante haya usado algún otro; todo puede servir como detonante del
contagio. Hasta un bebe, al nacer, puede ser infectado por órganos de la
madre ya infectados por esta enfermedad, lo que desgraciadamente no es
raro; también el recién nacido puede recibir tan lamentable infección de las
manos de la partera, que a su vez puede haber sido infectada por alguna
parturienta previamente atendida, que tuviera ya esta infección; también un
lactante puede ser infectado por su nodriza o, en tanto se le tiene en brazos,
por sus caricias o por las de cualquier persona con manos contaminadas. Es
imposible detallar la infinidad de objetos contaminados que facilitan la
transmisión de este miasma invisible y que pueden ser tocados por el ser
humano en el curso de su existencia y respecto de los cuales no es posible que
la humanidad sea prevenida o protegida; tanto es así que los hombres que
jamás hayan sido infectados por la psora constituyen excepción. No es preciso
rastrear las causas de la infección hasta los hospitales atestados, las fábricas,
las prisiones, los orfanatorios o las miserables viviendas de la gente muy
pobre; la sarna se introduce también entre la gente pudiente, tanto entre los
que llevan vida muy activa como entre quienes viven en total aislamiento. Es
tan difícil que pueda eludirla el eremita en el Monasterio de Montserrat, dentro
de su celda cavada en la roca, como el pequeño príncipe envuelto en pañales
de batista.

*Car. Musitani: "Opera de tumoribus", cap. 20. *

**Según hace notar Willis, en Turner: "Des maladies de la peau", traducido del
inglés, París, 1783, t. II, cap. 3, p. 77. **

En cuanto el miasma de la sarna toca, por ejemplo, la mano, en el instante en


que ello se produce, ya no es más contagio local. En consecuencia, todo lavado
o asepsia de esa zona es inútil. Nada se advierte sobre la piel durante los
primeros días; ningún cambio y, en apariencia, la piel sigue estando sana. No
se advierte erupción ni comezón alguna durante esos días, ni siquiera en el
punto por donde ingresó la infección. El nervio que primeramente fue afectado
por el miasma ya lo ha transmitido imperceptiblemente, dinámicamente, a
todos los demás nervios del cuerpo y al instante el organismo viviente,
inadvertidamente, ha quedado tan inficionado por esta excitación específica
que se ve constreñido a incorporar gradualmente el miasma hasta que el
hombre se torna íntegramente psórico y así se completa el desarrollo interno
de la psora.

Tan sólo cuando todo el organismo ha sido perturbado por esta enfermedad
miasmática, crónica y peculiar, es que la fuerza vital afectada procura aliviar,
mitigar la enfermedad interna y a tal fin establece sobre la piel el síntoma local
adecuado. En tanto esta erupción se mantenga, la psora interna con sus
afecciones secundarias no puede desenfrenarse y habrá de permanecer
contenida, encubierta, dormida, latente.

Es frecuente que la transformación total interna del organismo hasta el estado


psórico requiera seis, siete o diez, hasta catorce días contados desde el
momento de la infección. Sólo al cabo de ellos se experimenta, al atardecer, un
escalofrío más o menos moderado y luego acaloramiento general, sucedido esa
misma noche por transpiración (se trata de algo de fiebre que muchas
personas adjudican a algún resfriado y en consecuencia le restan importancia),
luego se produce el brote de las vesículas de sarna, diminutas en principio
como las producidas por la fiebre miliar, pero que posteriormente se extienden
sobre la piel* comenzando por la zona donde se produjo la infección inicial,
acompañadas de notable cosquilleo, de cierta comezón voluptuosa que ha
podido ser descrita en términos de "insoportablemente agradable" (Grimmen),
que tan irresistiblemente compele al enfermo a rascarse y restregar las
vesículas pruriginosas, que si una persona se reprimiera de hacerlo un
estremecimiento le recorrería todo el cuerpo. Por cierto que este restregar y
rascarse tan sólo satisface algo y durante los primeros instantes, puesto que
inmediatamente sigue cierto ardor en la región afectada, el que persistir .
Durante las últimas horas de la tarde y antes de la medianoche, esta comezón
es más frecuente y más insoportable.

*Las vesículas o pústulas de sarna de ningún modo constituyen alguna


enfermedad cutánea independiente, meramente local; por lo contrario, son la
prueba fidedigna de que se ha completado la psora en lo interno y la erupción
es meramente uno de los síntomas que la integran, puesto que esta erupción y
esa comezón peculiares forman parte de la naturaleza de toda la enfermedad
en su estado natural de menor riesgo.*

En las primeras horas de su formación las vesículas de sarna contienen linfa


clara como agua, pero ésta rápidamente se va convirtiendo en pus, que llenará
la parte superior de la vesícula.

La comezón no sólo obliga al paciente a restregarse sino que, a causa de su


intensidad -como se ha explicado- a rascarse hasta abrir las vesículas y así el
humor, forzado a salir, procura material abundante para infectar a cuanto
rodea al paciente, incluyendo a otras personas libres aún de la infección. Las
extremidades contaminadas por esta linfa así sea en grado imperceptible, al
igual que los artefactos sanitarios, las ropas y los utensilios de toda índole,
propagan la enfermedad por simple contacto.

Este síntoma cutáneo de la psora cuando ya ha invadido a todo el organismo


(y que recibe el nombre de sarna cuando se hace manifiesta y puede ser
apreciada por los sentidos), así como las úlceras que posteriormente se
originan de ella y que en sus bordes producen la comezón peculiar de la psora,
también el herpes con tal comezón peculiar y que resuma humedad cuando es
restregado (empeine) y también la "tinea capitis", son los únicos que pueden
propagar la enfermedad a otras personas, puesto que sólo ellos contienen el
miasma transmisible de la psora. Pero los síntomas restantes de la psora, que
a su tiempo se manifiestan una vez que la erupción ha desaparecido o ha sido
artificialmente eliminada, en modo alguno pueden transmitir esta enfermedad.
En la medida de nuestros conocimientos ellos son tan poco aptos para
transmitir la psora, como son los síntomas secundarios de la sífilis aptos para
infectar a otros individuos con la enfermedad venérea (según lo observó
primeramente John Hunter)3.

3"Naturalista y cirujano escocés (1728-1793). Famosa es la doble pregunta


con que resumía su prédica: '¿Para qué pensar? ¿por qué no experimentar?".
(Extractado, P). Fue Hunter de los precursores en la reacción contra el empleo
del latín como idioma imprescindible de la ciencia, exponiendo sus enseñanzas
en lengua vernácula, lo que mucho ayudó a la difusión y progreso de las
ciencias. [N. del T. al C.]3

En cuanto haya comenzado a manifestarse la erupción de sarna y en tanto no


se haya diseminado extensamente, nada del mal interno de la psora podrá ser
advertido en el estado del paciente. El síntoma eruptivo actúa en substitución
del mal interno y mantiene latente y, por así decirlo, confinada a la psora y a
sus dolencias secundarias.* Es en este estado cuando la enfermedad puede ser
curada con más facilidad mediante remedios específicos administrados por vía
interna.

*Del mismo modo el chancro, cuando no ha sido extirpado actúa en


substitución de la sífilis interna mitigándola y no permite el estallido de la
enfermedad venérea en tanto no sea agredido en su asiento. Yo examiné a una
mujer que estaba totalmente libre de síntomas secundarios de la enfermedad
venérea y hacia más de dos años que tenía un chancro en el mismo lugar, el
que no había sido objeto de tratamiento alguno y que había crecido hasta
alcanzar gradualmente, un diámetro de casi una pulgada. La administración
por vía interna de Mercurius en su preparación más adecuada, curó pronta e
íntegramente no sólo a la enfermedad interna, más también al chancro.*

Pero si se permite que la enfermedad avance en su curso peculiar por no


recurrir al remedio que internamente la puede curar (o si se recurre a algún
tratamiento externo que elimine la erupción en cuyo caso la enfermedad
interna íntegra se incrementara rápidamente) tal incremento del mal interno
hará necesario un incremento proporcional del síntoma cutáneo. La erupción
sarnosa, en consecuencia, a fin de seguir siendo capaz de mitigar y mantener
latente al mal interno que se acrecienta, debe diseminarse hasta cubrir,
finalmente, toda la superficie del cuerpo.

Y hasta en este apogeo de la enfermedad el paciente parece aún estar en


buena salud en cuanto se refiere a todos los aspectos restantes: todos los
síntomas de la psora interna, ahora tan incrementados, permanecen
encubiertos todavía y mitigados por la presencia del síntoma cutáneo
aumentado en la misma proporción. Pero semejante tortura, la insoportable
comezón extendida por todo el cuerpo, finalmente doblega al hombre más
fuerte. El enfermo procura librarse de tales tormentos a cualquier precio y
como no puede encontrar ayuda verdadera apelando a los médicos de la vieja
escuela, intenta por lo menos desembarazarse de esta erupción que pica
insoportablemente, así sea con riesgo para su vida y pronto los facultativos de
la escuela alopática, u otras personas igualmente ignorantes, le proveen los
medios. El paciente clama por que se le libere de sus torturas externas, aunque
no sospecha toda la miseria que inevitablemente seguirá a la extirpación del
síntoma cutáneo externo que hasta ese momento ha estado actuando en
substitución de la creciente enfermedad interna de la psora, lo que ya ha
quedado suficientemente explicado.

Pero cuando logra eliminar su erupción de sarna mediante aplicaciones


externas, el paciente se expone a desgracia similar y actúa con tanta
insensatez como la persona que para librarse rápidamente de su pobreza y
según supone, ser feliz con ello, robara alguna suma importante de dinero y
consecuentemente fuera enviada a la cárcel y al patíbulo. 4

4 Suena a exageración este comentario, pero según la pragmática vigente


hasta la promulgación del código penal español de 1822, el rey don Felipe V
establecía: ". . . a toda persona que teniendo diecisiete años cumplidos le fuera
probado haber cometido un hurto en Madrid. . . en cualquiera que fuese su
cuantía... se le impondrá pena capital, sin que esta pena pueda ser permutada
por otra más suave o más benigna". (Extractado, DEHA, artículo: "Robo"). (N.
del T. al C.]4

Cuanto mayor sea la antigüedad de la enfermedad de sarna y ya sea que la


erupción, como ocurre con frecuencia, se haya diseminado por una gran
superficie de la piel o que, debido a alguna peculiar falta de actividad cutánea,
la erupción se haya limitado a pocas vesículas, * *Reléase la observación Nº
86, en la página 84. * en ambos casos la eliminación de la erupción de sarna,
por pequeña que haya sido su extensión, es seguida de las más destructivas
consecuencias debido a que la enfermedad interna bien al tiempo transcurrido,
se ha incrementado en alto (la psora) con su infinidad de padecimientos y
debido también al grado y estalla inconteniblemente.

En el hombre que carece de instrucción el desatino de eliminar la erupción


sarnosa y la comezón atormentadora mediante duchas frías, ventosas,
frotándose con nieve o restregándose toda la epidermis o sólo la piel a nivel de
las articulaciones con azufre mezclado con grasa de cerdo puede ser admitido,
puesto que no sabe que está facilitando la peligrosa eclosión del mal psórico
que acecha en lo interior. Pero ¿qué disculpa pueden tener aquellos hombres
cuya tarea y cuya responsabilidad son conocer la gravedad de las infinitas
consecuencias que inevitablemente habrán de suceder como resultado de la
eliminación externa de la erupción sarnosa provocada por la psora y a la que
así se activa en todo el organismo, circunstancia que debe evitarse a toda
costa mediante la curación, a conciencia, de toda la enfermedad?.* No
obstante, es posible ver a todos ellos tratando a los enfermos de sarna en la
misma y errónea manera: recurriendo a remedios internos y externos de los
más agresivos, a purgantes enérgicos, al ungüento de Jasser, a lociones que
contienen acetato de plomo, sublimado de mercurio o sulfato de cine,
preferentemente a la untura preparada con grasa y azufre sublimado o con
preparaciones a base de mercurio; con ellos destruyen desaprensiva y
negligentemente la erupción, declarando: "tan sólo se trataba de una impureza
localizada en la piel y debía ser eliminada; ahora todo está en orden y el
paciente ha quedado sano y libre de toda dolencia". ¿Quién podría juzgarlos
con benignidad advirtiendo que no están dispuestos a aprender, ya sea de los
muchos casos registrados por observadores previos, más conscientes, que
formularon sus advertencias, ni de los casos que con frecuencia, hasta
diariamente, se presentan ante sus ojos? Y sin embargo, no pueden ver y
jamás llegarán a convencerse del desenlace rápidamente fatal o de la psora
insidiosa que se desencadenará como maldición durante toda la vida del
enfermo de sarna por haber eliminado su erupción, puesto que esta
enfermedad interna contiene infinidad de dolencias. Esta enfermedad no ha
sido curada, ni eliminada y así es como este monstruo de mil cabezas, en lugar
de haber sido doblegado, queda totalmente en libertad de agredir al paciente y
desengañarle de su pretendida destrucción, puesto que han sido derribadas las
barreras que lo contenían.

*Porque aun cuando la enfermedad psórica haya alcanzado su apogeo, tanto


la erupción como el mal interno, es decir, toda la psora, puede aún ser curada
por remedios homeopáticos internos, por cierto que con mayor dificultad que
inmediatamente después de haber sido contraída pero no obstante con mucha
mayor facilidad y certeza que luego de haber sido eliminada la erupción por
medio de aplicaciones externas. En este caso nos vemos forzados a curar la
psora interna cuando ya está manifestando sus síntomas secundarios y
desarrollándose en alguna de sus incontables enfermedades crónicas. Aun
cuando la enfermedad psórica haya avanzado hasta ese punto puede ser
curada íntegramente, con total certeza, juntamente con su erupción externa, si
se recurre a remedios internos adecuados y se prescinde de todo tratamiento
local, así como la enfermedad del chancro venéreo puede ser curada con
certeza y facilidad por una dosis única, mínima, de mercurio preparado del
mejor modo y administrado por vía interna, lo que hace que el chancro -sin
haber sido tratado con remedio externo alguno- muy pronto se convierta en
úlcera benigna y en pocos días más sane hasta el punto de que será imposible
percibir vestigio de los síntomas secundarios de la enfermedad venérea,
puesto que el mal interno ha sido curado simultáneamente con su síntoma
local. Lo que aquí afirmo lo he enseñado oralmente y por escrito durante
muchos años y lo he probado en la práctica.

Entonces. ¿cómo podríamos disculpar a esa legión de médicos que hasta hoy
-y por más de trescientos años- han estado tratando esta difundida
enfermedad venérea y continúan ignorando su naturaleza y que cuando
contemplan un chancro suponen que nada más hay enfermo en el paciente, sin
reparar en la sífilis ya activa internamente y desarrollándose por todo el
organismo, antes aún de que hubiera surgido el chancro? Y así, ciegamente,
suponen que el chancro es el único mal venéreo que debe ser extirpado y que
basta con destruirlo mediante aplicaciones externas para poder declarar
curado al enfermo. ¿Cómo es posible que de tantos miles de experiencias no
hayan aprendido que eliminando localmente al chancro no han hecho más que
daño, al haber desprovisto a la sífilis, ya existente en lo interior, de su síntoma
local -que le estaba restando virulencia- y haber obligado así al mal interno a
desencadenarse como enfermedad venérea en el modo más cierto y temible (y
más difícil de curar)? ¿Que excusa podría encontrarse para concepto tan
generalizado, distorsionado y pernicioso?

¿Y por qué estos médicos jamás han reflexionado sobre el origen de las
verrugas con forma de higo? ¿Por qué siempre han pasado por alto la
enfermedad interna generalizada, que es la que provoca tales excrecencias?
Tan solo cuando esto es reconocido es que ellas pueden ser curadas
radicalmente por medio de remedios homeopáticos que, sin necesidad de
recurrir a medios externos de destrucción, curan a esas verrugas ficoideas.

Pero si se ofreciese, para disculpar ignorancia y negligencia tan lamentables,


algo que se pareciese a una excusa y se argumentara que estos médicos sólo
han tenido tres siglos y medio para discernir con claridad la verdadera
naturaleza de la sífilis y que se requiere práctica más extensa para captar tal
verdad (en vano yo he tratado de convencerles de su error hace ya varios años
y desde entonces he insistido de tiempo en tiempo), quedaría no obstante sin
excusa esa otra negligencia médica generalizada -y mejor diría, obstinada
ceguera- al no haber reconocido en la raíz misma de la sarna a la enfermedad
interna preexistente, la psora, que infecta a la humanidad desde hace miles de
años y cuyas evidencias ellos han ignorado en su orgullosa superficialidad y
hasta abandonar este mundo seguirán sosteniendo en su destructiva
infatuación que: "las pústulas que producen comezón insoportable son
solamente afección superficial de la piel y mediante su extirpación local se le
evita al hombre la propagación de la enfermedad y se le sana completamente".

No se trata de ocasionales escritores de temas médicos, no, sino de los


médicos más notables y celebrados de los tiempos modernos quienes se han
hecho culpables de tan lastimoso error (tal vez debiera decir crimen
intencional), desde van Helmont hasta los más recientes cultores de la práctica
médica alopática.

5 Jan Baptista van Helmont, médico y químico flamenco (1577-1644). [N. del T.
al C.]5
Mediante el uso de los remedios ya mencionados por cierto que han logrado
su propósito: eliminar la erupción de la piel y también la comezón y en su
intoxicación mental han supuesto (por lo menos así lo pretenden) haber
destruído totalmente la enfermedad misma, dando por curados a los pacientes
que de tal modo fueron maltratados y asegurandoles que nuevamente estaban
gozando de buena salud.

Todos los sufrimientos que siguen a esta destrucción unilateral de la erupción


cutánea y que naturalmente pertenecen a la índole de la psora, ellos los han
atribuído a alguna enfermedad recientemente surgida y que respondería a
cualquier otro origen. En su estrechez mental nunca han admitido considerar
los testimonios sinceros y elocuentes de los muchos observadores honestos
que les precedieron, quienes registraron las consecuencias lamentables de la
eliminación local de la erupción de sarna, poniendo de manifiesto entre ambas
vinculación tan estrecha que todo hombre se vería en el dilema de repudiar a
su razón si no reconociera que tales consecuencias son el resultado inmediato
del gravísimo mal interno (la psora) que al ser privado de su síntoma local, la
erupción cutánea -destinada por la naturaleza a aliviarlo- ha compelido a tal
mal interno, que continúa intacto, a manifestarse irrumpiendo con sus
síntomas secundarios. 6*

6 Ha transcurrido más de siglo y medio y esta práctica médica que denuncia el


Dr. Hahnemann al reprobar la eliminación del síntoma cutáneo continúa
invariable, pero han disminuído las posibilidades de vincular al efecto con su
causa, debido a la difusión de las especializaciones en medicina: el especialista
en enfermedades de la piel aplica el tratamiento, externo o interno, que
elimina al síntoma cutáneo y cuando, meses después quizás, se produce el
estallido de la enfermedad básica los síntomas son tan insólitos y de tanta
gravedad, que ya no es el especialista de piel el médico al que se recurre y así,
ni el médico anterior, ni el actual que enfrenta las consecuencias, ni el
enfermo, pueden advertir la secuencia tan diferente en su exteriorización
cuanto diferida en el tiempo. [N. del T. al C.])6

Es fácil imaginar, además la experiencia también lo enseña, que cuantos más


meses haya durado la erupción sarnosa sobre la piel con tanta mayor
seguridad la psora interna, que es su fundamento, debe haber sido capaz de
alcanzar, así hubiera sido en lapso relativamente breve, un gran desarrollo y
hasta el máximo, temible incremento que también se hace manifiesto en
síntomas graves, síntomas que invariablemente se exteriorizan si se extirpa su
arraigada erupción.

Por otra parte es igualmente cierto que la erupción de unas pocas vesículas de
sarna que hayan irrumpido pocos días antes, consecuencia de alguna infección
reciente, puede ser eliminada con menor riesgo inmediato, puesto que la psora
interna que ha invadido a todo el organismo no ha tenido tiempo aún para
alcanzar gran desarrollo y preciso es reconocer que la eliminación de esas
pocas vesículas de sarna suele no mostrar de inmediato consecuencias
malignas, que se expresen violentamente. Es por esta razón que en personas
sensibles, de vida refinada, también en sus hijos, sea frecuente no advertir que
unas pocas vesículas que picaron violentamente durante algunos días y que
fueron tratadas al instante por el diligente médico de la familia mediante
alguna pomada o loción a base de plomo y que desaparecieron al siguiente día,
estaban sustentadas por la sarna.

Por insignificante que pueda haber parecido la psora interna al momento de la


pronta supresión de la erupción sarnosa, que sólo alcanzó a desarrollar unas
pocas vesículas y que ha sido seguida por afecciones o malestares muy
moderados (a los que el médico de la familia, por ignorancia, atribuye a otras
causas de poca importancia) el mal interno de la psora, aun en ínfimo grado,
ya tiene en potencia todas sus características y es, en su índole crónica, la
misma enfermedad psórica que se generaliza por todo el organismo. Es decir
que si se prescinde del tratamiento médico adecuado, no puede ser erradicada
y no basta el vigor de la constitución física más robusta para extirparla, pues
seguirá incrementándose hasta el último día de la vida del paciente. Pero
cuando a esta enfermedad se la despoja, cuanto antes, de sus síntomas
cutáneos mediante aplicaciones locales, por cierto que lo frecuente será que
crezca más lentamente en sus comienzos y sólo pequeños progresos haga en
el organismo, mucho menores que cuando se elimina alguna erupción a la que
se ha permitido permanecer durante largo tiempo; pues en este último caso el
progreso de la psora interna es notablemente rápido. No obstante, tanto en un
caso como en el otro, la enfermedad se habrá de incrementar incesantemente
y en los casos benignos y en las condiciones más favorables, lo hará
quietamente, por lo que durante años será imposible percibirla, hasta el punto
de que quienquiera ignore los signos de su presencia latente podría suponer y
afirmar que tal persona se halla en buena salud y está libre de toda
enfermedad interna. En tales casos es frecuente que durante años no se
manifiesten enfermedades.

Muchos centenares de observaciones me han familiarizado * gradualmente


con los signos por medio de los cuales la psora (el mal de la sarna) latente y
adormecida ** en lo interior, puede ser reconocida cuando aún no se ha
manifestado como temible enfermedad y ello me ha permitido desarraigar,
curar completamente este mal en su misma raíz y con mayor facilidad, y antes
de que la psora interna hubiese podido originar alguna enfermedad crónica
manifiesta que se hubiera desarrollado alcanzando proporciones tan peligrosas
que esas mismas condiciones, por el riesgo que implican, hacen difícil la
curación y, en algunos casos, la imposibilitan.

* Personalmente me resultó más sencillo, si he de compararme con otros,


descubrir y reconocer los signos de la psora cuando está latente y como
dormida en lo profundo y también cuando, desarrollandose, ha originado
diversas enfermedades crónicas, por medio de la minuciosa comparación del
estado de salud de tales personas con el mío propio dado que, lo que en pocos
sucede, jamás fui infectado por la psora, desde mi nacimiento hasta ahora en
que ya he cumplido ochenta años y por ello he podido permanecer
enteramente libre de las dolencias, pequeñas y grandes, reseñadas aquí y más
adelante; no obstante, siempre fuí muy propenso a contraer enfermedades
agudas epidémicas, quizás por haber estado expuesto a repetidas
contrariedades y tensiones mentales.*

** La alopatía ha supuesto la existencia en los pacientes de condiciones


patológicas ocultas (latentes) a fin de justificar o, por lo menos excusar sus
ciegas agresiones llevadas a cabo mediante remedios de acción violenta,
sangrías, anodinos, etc. Estas denominadas "cualidades ocultas" según
Fernelius 7 son, no obstante, totalmente supuestas e imaginarias dado que
(según la afirmación de este mismo médico) se supone que no pueden ser
percibidas mediante manifestación o síntoma alguno. Pero para nosotros, seres
humanos, cualquier entidad que no haga conocer mediante algún signo su
existencia oculta o supuesta, no existe, puesto que el Creador sólo ha limitado
nuestra capacidad de conocer de acuerdo a nuestra capacidad de observar y,
por consiguiente, tales cualidades invisibles sólo son fantasías surgidas de
alguna imaginación desbordada. Totalmente diferente es la índole de las varias
fuerzas aletargadas (latentes) en la naturaleza; pese a su persistente
clandestinidad ellas se expresan cuando se dan las condiciones requeridas. Por
ejemplo, el calor latente 8 hasta en metales que se sienten fríos al tacto se
pone de manifiesto cuando son sometidos a fricción, así como la psora se
manifiesta mediante tirones en las vainas tendinosas de los músculos cuando
la persona infectada ha estado expuesta a corrientes- de aire, etc.**

7 Jean Fernel, autor de "El Galeno moderno"; médico y escritor francés de


temas médicos (1497-1558). [N. del T. al C.]7

8 El Dr. Hahnemann escribe entre 1828 y 1830 (primera edición) y por ello
emplea la expresión "calor latente" -que hoy tiene significado muy diferente-
en el sentido vinculado a la teoría del "calórico". " La teoría fue descartada
definitivamente en el periodo entre 1840 y 1850- Helmholtz (1821-1894) y
Joule (1818-1889) demostraron las relaciones de equivalencia entre calor y
trabajo, estableciendo el concepto del calor como forma de energía". (Robert
W. Marks, "Diccionario de la Nueva Física R Química", Editors Press Service
Inc., New York. [N. del T. al C.]8

La psora que está desarrollándose gradualmente en lo interior, aunque esté


aletargada y no haya irrumpido al exterior como enfermedad manifiesta, tiene
muchos signos9 aunque ningún enfermo los tenga a todos: algunos tienen
varios de ellos y otros sólo unos pocos y hasta habrá quien sólo uno de los
signos tenga, aunque con el correr del tiempo exhibirá más signos; respecto de
algunos se estará libre solamente durante algún tiempo, de acuerdo a las
peculiaridades del organismo o las circunstancias externas prevalecientes.

9 Que se detallan a partir de la página siguiente. [N. del T. al C.]9

Sintomas de psora latente

Descarga frecuente de ascarides y de otros gusanos, principalmente en los


niños; prurito intolerable en el recto ocasionado por los mismos.

Abdomen frecuentemente distendido.

Hambre insaciable a veces; otras, falta de apetito.

Palidez del rostro y relajación muscular.

Inflamación ocular frecuente.

Hinchazón de las glándulas cervicales (escrófula).

Transpiración nocturna de la cabeza durante el sueño.

Epistaxis, con frecuencia severas, en jóvenes de ambos sexos; menos


frecuentes en las personas mayores.

Manos habitualmente frías; también transpiración de las palmas, a veces con


ardor.

Pies fríos, secos o sudorosos o malolientes; a veces con ardor en las plantas.

Por causas leves, entumecimiento de brazos o manos, de piernas o de pies.

Calambres frecuentes en las pantorrillas; también en los músculos de brazos y


manos.

Estremecimientos indoloros que afectan a sectores musculares de cualquier


zona del cuerpo.

Corizas o catarros frecuentes, * agobiantes, secos o fluentes; o bien


imposibilidad de contraer resfriado no obstante las condiciones más adversas,
a pesar de padecer afecciones de este tipo continuamente pero en otras
circunstancias.

* Los catarros y fiebres catarrales epidémicas, que afectan a la mayoría de las


personas y hasta a las más sanas (gripe, trancazo), no pertenecen a esta
categoría.*

Obstrucción pertinaz de una o de ambas fosas nasales.


Fosas nasales ulceradas (nariz con excoriaciones).

Sensación molesta de sequedad en la nariz.

Inflamación frecuente de garganta; ronquera frecuente.

Tos breve por las mañanas.

Accesos frecuentes de disnea.

Predisposición a los enfriamientos, ya sea en todo el cuerpo o tan sólo en la


cabeza, garganta, pecho, abdomen o pies (con frecuencia en esas zonas que
están propensas a transpirar) y a consecuencia de alguna corriente de aire, * y
muchas otras afecciones, a veces pertinaces, que surgen de igual modo.

* Las personas que no han sido infectadas con psora, aunque sientan
desagrado en las corrientes de aire o en el aire frío y húmedo, no contraen
resfriados ni sufren las habituales consecuencias que padecen quienes la han
contraído.*

Predisposición a esguinces, aun cuando sean pesos ligeros los que se hayan
levantado o transportado, a veces ocasionados sólo por estirarse hacia arriba o
extender los brazos en procura de objetos ubicados en lo alto (también
dolencias numerosas que resultan de forzar moderadamente los músculos:
dolor de cabeza, náuseas, postración, tensiones dolorosas en los músculos del
cuello y espalda, etc.)

Dolores de cabeza o de dientes, frecuentemente de un solo lado, que


obedecen a perturbaciones emocionales moderadas.

Aflujos frecuentes de calor y rojez al rostro; suelen presentarse acompañados


de ansiedad.

Excesiva caída de cabellos, resecamiento del cuero cabelludo, abundante


descamación del pericráneo.

Predisposición a erisipelas repetidas.

Amenorrea, menstruaciones irregulares, demasiado copiosas, demasiado


escasas, anticipadas (o retardadas), prolongadas en exceso, demasiado
acuosas, acompañadas de diversos malestares.

Tirones en las extremidades al acostarse.

Cansancio al despertar por las mañanas; sueño poco reparador.

Transpiración estando en el lecho, antes de levantarse.


Transpiración durante el día, que se presenta fácilmente al menor esfuerzo o
ejercitación (o incapacidad de transpirar) .

Lengua muy pálida, hasta parecer blanca; con más frecuencia, agrietada.

Flemas abundantes en la garganta.

Mal aliento frecuente y hasta casi constante, en especial temprano por las
mañanas y durante las menstruaciones; su sabor puede ser insípido o
ligeramente agrio, o a moho, o también pútrido, o como proveniente de
estómago indispuesto.

Sabor agrio en la boca.

Náuseas por las mañanas.

Sensación de vaciedad en el estómago.

Aversión al alimento cocinado, caliente y en especial hacia la carne (más


frecuente en los niños).

Aversión a la leche.

Sequedad de las fauces, por la noche o por la mañana.

Dolores incisivos en el abdomen, en particular por las mañanas, frecuentes y


hasta diarios (más frecuentes en los niños).

Deposiciones duras, demoradas más de veinticuatro horas, grumosas, a


menudo recubiertas de mucus (o casi siempre blandas, fermentadas, con
apariencia de diarrea).

Nudosidades en las venas del ano; deposiciones con sangre.

Mucosidad rezumada por el ano, acompañando a heces o no.

Prurito anal.

Orina obscura.

Venas hinchadas o abultadas en las piernas (varices).

Sabañones y ardores como de sabañones, aun fuera de la época de mayores


fríos invernales y hasta en verano.

Dolores similares a los provocados por callos, no habiendo el calzado ejercido


presión alguna.

Articulaciones predispuestas a crujidos, torceduras y esguinces durante el


movimiento.
Tirones y tensiones dolorosas en el cuello, espalda, extremidades y en
particular en los dientes (más frecuentes con tiempo húmedo y tormentoso,
soplando vientos fríos, luego de enfriamientos, luxaciones, emociones
adversas, etcétera) .

Dolores y molestias que recrudecen durante las horas de reposo y se


desvanecen con el movimiento.

Malestares que se presentan preferentemente durante la noche y se


acrecientan con bajas barométricas, o cuando soplan vientos del sector frío, en
invierno y a comienzos de la primavera.

Sueños que perturban, atemorizan o, por lo menos, que parecen muy reales.

Piel malsana; toda pequeña lesión se úlcera; piel cuarteada en las manos o en
el labio inferior.

Diviesos y panadizos (uñeros) frecuentes.

Piel reseca en las extremidades, brazos, muslos y a veces también en las


mejillas.

Zonas ásperas y escarnosas sobre la piel a las que suele acompañar comezón
voluptuosa y luego de rascarse, sensación de ardor.

Vesículas aisladas, no muy numerosas, insoportablemente pruriginosas,


conteniendo pus a veces, que hacen irresistiblemente placentero el rascarlas,
lo que provoca ardorosa sensación posterior; aparecen en los dedos, por las
muñecas y en otros lugares.

Quien tenga alguna o varias de estas molestias (en diferentes épocas y hasta
con cierta frecuencia) no habrá de considerarse, por ello, como enfermo y
tampoco los demás así le juzgarán. Tales personas pueden llegar a vivir
muchos años en tal estado y, sin mayores impedimentos, cumplir con sus
tareas, percibir buenos ingresos en tanto sean jóvenes o conserven su vigor,
siempre que no experimenten alguna desgracia o pasen por circunstancias que
les atormenten o apenen y en tanto no se esfuercen excesivamente, pero en
particular si son de índole alegre, equilibrada, paciente, calmosa. En tales
personas la psora (el mal interno de la sarna), a la que un experto puede
reconocer con sólo observar alguno de los síntomas ya mencionados, puede
continuar con su vida latente y recóndita por muchos años sin llegar a
ocasionar alguna enfermedad crónica, que persista.

Pero cuando esas personas lleguen a la madurez o se alteren aquellas


condiciones externas favorables, cualquier circunstancia así sea moderada
(alguna aflicción, algún resfriado o error en la dieta, etc.) puede producir un
violento acceso morboso, aunque sea breve: cólico agudo inflamación de las
vías respiratorias, erisipela, fiebre, acceso en el que la violencia del ataque no
parecerá guardar proporción con la moderación de la causa. Se está más
propenso a que esto ocurra durante el otoño, invierno y primavera.

Si alguien que aparentare tener buena salud, sea niño o adulto, debido a que
su psora permanece latente internamente, llegare a soportar condiciones de
vida desfavorables que conmovieren o debilitaren su organismo, como podría
ser alguna fiebre epidémica prevaleciente o alguna enfermedad infecciosa, *
viruela, sarampión, tos convulsa, escarlatina, rubéola, etc., o sufriere alguna
severa lesión externa: golpe, caída, herida, quemadura, fractura de brazo o
pierna, parto laborioso o bien el prolongado confinamiento debido a alguna
enfermedad, o el encierro durante largas jornadas cumpliendo tareas
sedentarias en ambiente mal ventilado y obscuro, lo que debilita a la fuerza
vital, o el fallecimiento de familiares muy queridos, lo que agobia el ánimo, o
aflicciones y contrariedades constantes, que amargan la existencia, o su
alimentación fuere deficiente, carencial, o permaneciere a la intemperie.
condiciones todas que deprimen al hombre física y moralmente, esa psora
latente llegaría a despertar manifestándose en los síntomas bizarros que más
adelante se exponen, en su transición hacia la formación de esas
enfermedades graves, innominadas, ** crónicas (psóricas) que irrumpen y se
agravan constantemente con el transcurso del tiempo -a lo que contribuye el
tratamiento debilitante y exhaustivo de los médicos alópatas- hasta asumir
gravísimas proporciones, de no interponerse alguna circunstancia favorable
para el paciente, que modere al proceso de la enfermedad.

* Al finalizar alguna fiebre aguda no es raro que se presente, como incitada


por tal fiebre y bajo apariencia de erupción de sarna, la antigua psora que ha
estado residiendo en el organismo. Los médicos explican que se ha producido
una nueva generación de sarna en el organismo repleto de malos humores
("scilicet")1, puesto que nada saben acerca de la psora ni de su existencia en
el hombre, ni de que pueda permanecer larvada a lo largo de muchos años.
Pero la enfermedad de la sarna no puede volver a surgir, será generada o
creada nuevamente a partir de sí misma, así como no hay viruela ni vacuna,
sarampión ni enfermedad del chancro venéreo, etc., que pueda aparecer en el
hombre sin que haya mediado infección previa.*

1 Aquí el autor ironiza, pues este vocablo latino, formando paréntesis,


:significa: "sin duda, naturalmente". [N. del T. al C.]1

** Se produce alguna enfermedad, con preferencia a otras, de acuerdo a la


constitución corporal, al peculiar modo de vida, a la mentalidad -que
frecuentemente es consecuencia de la educación del individuo- o a alguna
condición de mayor receptividad o de mayor debilidad de alguna parte del
organismo, la que da a tal enfermedad cierto sentido peculiar; así la psora
refuerza desde el origen a la enfermedad que terminará por prevalecer, puesto
que para desarrollarse adopta preferentemente la misma dirección. El ánimo
apasionado, brusco, favorece extraordinariamente el desarrollo de la psora:
también las extenuaciones resultantes de sucesivas preñeces, las lactancias
prolongadas, las penurias excesivas, los tratamientos médicos erróneos y
exhaustivos, el libertinaje y todo modo de vida disoluto.

La enfermedad interna de la sarna es, como ya se ha explicado, de índole tan


peculiar que puede permanecer clandestina durante muchos años y como
encadenada, en tanto sean agradables las circunstancias externas de la vida
del paciente, de modo que a los ojos de algún observador superficial un
hombre puede aparentar durante muchos años, que goza de buena salud hasta
que circunstancias desfavorables, corporales o mentales, peor aún conjugadas,
surjan y sirvan de impulso hostil suficiente para despertar a la enfermedad
latente en lo interior, que de este modo despliega su tósigo. Ni el médico, ni las
amistades, ni el mismo paciente, comprenden cómo ha sido posible que su
salud declinara tan rápidamente.

Numerosos casos extraídos de mi propia experiencia ejemplifican lo afirmado.


Luego de la fractura simple de algún miembro, que haya obligado a guardar
reposo por cinco o seis semanas, pueden presentarse condiciones morbosas de
índole totalmente diferentes y que no han podido ser previstas, las que no
obstante haber sido bien tratadas, recidivan agravadas pese a no haber error
alguna en la dieta. Estos casos pueden observarse en otoño, invierno y
primavera y se convierten en enfermedades agobiantes que se incrementan de
año en año y cuya curación-no mediando su substitución por alguna otra
enfermedad peor aún, debido a algún tratamiento alopático fue vanamente
buscada por las juntas médicas de antaño y también recurriendo a baños en
aguas minerales surgentes. En la existencia del hombre suele haber
innumerables contratiempos y eventos desfavorables que son aptos para
despertar a la psora (la enfermedad interna de la sarna) que hasta ese
momento haya estado adormecida quizás desde muchos años atrás y tales
eventos hacen posible que su infección se desarrolle y frecuentemente sea de
tal índole que las graves perturbaciones de la salud que parecen ser su
consecuencia no guardan proporción con ellos, de modo que nadie que razone
pueda considerar a tales eventos como causa suficiente de las enfermedades
crónicas que les suceden, dado el carácter temible de éstas. Por ello es preciso
reconocer que para tales enfermedades tiene que haber existido alguna causa
morbosa arraigada profundamente, que acaba de encontrar la oportunidad
propicia para desarrollarse.

He aquí algunos ejemplos.

Una joven esposa que, examinada superficialmente y de acuerdo a los


procedimientos que son habituales habría sido juzgada sana, en su infancia fue
infectada con psora y muchos años después, durante el tercer mes de su
preñez, tuvo la desgracia de ser despedida del carruaje que la llevaba, por lo
cual experimento susto y heridas leves, mas también perdió su embarazo con
la consiguiente hemorragia, todo lo cual significó considerable retroceso. No
obstante, a las pocas semanas su joven constitución se había repuesto tanto
como para poder predecir que en breve disfrutaría de buena salud, pero recibió
entonces la noticia de que su muy querida hermana, que vivía lejos, estaba
gravemente enferma; ello interrumpió su mejoría y la volvió a sus dolencias
anteriores que no habían desaparecido aún, a las que se agregaron desórdenes
nerviosos y convulsiones, cayendo así seriamente enferma. Su hermana
mejoró, curó de sus males y finalmente pudo visitarla, pero la joven esposa
todavía sigue enferma y aun cuando a veces experimenta mejorías de unas
semana o dos, luego retornan sus males sin que medie causa aparente. Cada
periodo de confinamiento, pese a las comodidades de que disfruta, cada
invierno riguroso, agrega nuevos males a los anteriores o bien las
perturbaciones precedentes se truecan en otras peores, de lo cual ha resultado
una enfermedad crónica de gravedad, aunque resulte inexplicable cómo todo
el vigor de su juventud, acompañado de un ambiente agradable, no ha podido
prevalecer sobre las consecuencias de aquel aborto; menos explicable aún
resulta que no haya desaparecido la impresión causada por las tristes noticias
recibidas acerca de su hermana al enterarse de su recuperación o al
comprobar, por su visita, que ella estaba completamente restablecida.

Si todo efecto ha de guardar proporción con su causa, como ocurre en la


naturaleza, resulta incomprensible que una vez desvanecidos los motivos que
perjudicaban a su salud continúen las perturbaciones que son su consecuencia
y hasta se incrementen año tras año; ello autoriza a suponer que tales
perturbaciones tengan otra causa, más profunda; de modo que aquellos
infortunios (el aborto y las malas noticias) -dado que ambos desaparecieron y
no podían fundamentar a la enfermedad crónica subsiguiente- deben ser
considerados como causa ocasional, pero no eficiente de este despliegue hostil
de tamaña magnitud que, aunque latente, ya existía en la interioridad del
organismo.

Caso similar es el de un robusto comerciante, sano aparentemente, pese a


algunos indicios de psora interna perceptibles únicamente para el médico
avezado, que a consecuencia de algunas operaciones desafortunadas se vió
financieramente comprometido casi hasta quebrar y simultáneamente su salud
se resintió de varios modos, cayendo finalmente enfermo. Pero acontecióle
recibir alguna herencia cuantiosa y ganar un premio importante de lotería, lo
que cubrió con creces sus pérdidas comerciales, hasta convertirse en hombre
adinerado; pero su enfermedad no sólo ha persistido sino que ha ido
agravándose de año en año, a despecho de todas las prescripciones médicas y
de concurrir a los baños termales más renombrados o, quizás fuese más propio
decir, gracias a la ayuda que prestaron estos dos factores.
Una jovencita de condición humilde, que podía ser considerada muy sana con
excepción de algunos signos de psora interna, fue compelida a contraer
matrimonio, lo que la hizo muy desdichada; simultáneamente comenzó su
salud a declinar, no habiendo el menor vestigio de enfermedad venérea.
Ninguna medicina alopática resultó eficaz para contrarrestar su dolencia, la
que comenzó a adquirir proporciones alarmantes. Pero al cabo de un año de
infelicidad falleció su marido, que tanta aversión le inspiraba, con lo que
pareció revivir, lo que permitía anticipar que ahora se vería libre de todo
motivo de enfermedad física o mental; tanto ella como sus amistades
esperaron una pronta recuperación puesto que se había extinguido la causa de
su enfermedad; rápidamente comenzó a mejorar pero, contra todas las
previsiones, su enfermedad hoy prevalece sobre el vigor de su juventud; raras
veces se siente libre de sus dolencias, las que gradualmente cobran nuevo
impulso sin que medie causa externa alguna y se agravan, año tras año,
durante los meses en que el clima es riguroso.

Un hombre que siempre había parecido muy sano -con excepción de algunos
signos de psora latente incluidos entre los que ya se mencionaron- fue
injustamente considerado sospechoso de cierto delito, por lo que se vió
implicado en serio proceso criminal y cayó enfermo varias veces durante los
enervantes meses que duró el proceso. Finalmente quedó comprobada la
inocencia del acusado y nuestro inculpado logró su absolución honorable;
podría suponerse que resultado tan feliz y satisfactorio debería haberle dado
nueva vida y también haber eliminado sus malestares orgánicos. Pero no fue
así, pues esta persona continúa aún con sus dolencias que se renuevan a
intervalos más o menos largos, especialmente en los meses hiemales.

¿Cómo pueden ser explicados estos casos? Si el evento desdichado hubiera


sido la causa, la causa suficiente, de tales dolencias, ¿no debería su efecto, la
enfermedad, haber cesado necesariamente una vez removida la causa? Pero
estas dolencias no cesan, con tiempo se renuevan y hasta se agravan
gradualmente y resulta evidente que aquellos episodios tan deplorables no
pueden haber sido causa eficiente de estos malestares y dolencias- es evidente
que estos episodios sólo fueron la ocasión y el envión inicial que impulsó a la
enfermedad, que hasta ese momento había permanecido latente en lo interior,
hacia su desarrollo.

Reconocer la existencia de este inveterado enemigo interior, al que es posible


encontrar en la mayoría de las personas y conocer la ciencia capaz de
superarlo, permite poner de manifiesto a esa generalizada enfermedad interna
de la sarna (la psora), que es el asiento de tales dolencias, la que no puede ser
superada ni aún por la más vigorosa constitución sino, tan sólo, por el
verdadero arte médico.**
Pero aun cuando condiciones favorables obstaculicen el rápido
desenvolvimiento de alguna enfermedad que haya surgido, la verdadera salud
no puede ser restaurada por ninguno de los modos de tratar empleados hasta
hoy, por ninguno de los tratamientos alopáticos en boga, con sus remedios
agresivos, inapropiados -tales como baños termales, mercurio, ácido prúsico,
yodo, digital, quinina, ayunos hasta la inanición y otros- que únicamente
apresuran la muerte, final de todas esas enfermedades que el médico no ha
podido curar.

Una vez producido el despertar de la psora, cuando ha abandonado su estado


de adormecimiento y contención y avanza hacia su estallido, en esas
condiciones externas desfavorables ya mencionadas y cuando el paciente se
ha sometido a la perniciosa acción habitual del médico alópata, que estima
apropiado para el tratamiento (y para sus ingresos) devastar sin misericordia el
organismo del paciente con el ariete de sus remedios inadecuados y violentos
y sus tratamientos debilitantes (cosa que es posible contemplar a diario), en
tales casos las circunstancias externas por las que atraviesa el paciente y su
reacción respecto de ellas podrían haber tenido evolución no tan desfavorable,
pero en tales manos la agravación de su enfermedad habrá de progresar
inexorablemente.

El despertar de la psora interna, que hasta el momento ha estado dormida y


latente y, por así decirlo, contenida por una buena constitución corporal y por
circunstancias externas favorables, así como su próxima irrupción violenta bajo
la apariencia de malestares y dolencias más serios, son preanunciados por el
incremento de los síntomas que se dan a continuación y también por cantidad
de otros signos y perturbaciones. Estos son variados, conformándose a las
diferentes constituciones corporales, a la disposición hereditaria, a errores en
la educación y en los hábitos, al modo de vivir y a la dieta, a las diversas
actividades, a lo que ocupa la mente, a la moralidad, etcétera.

Es entonces, cuando la enfermedad interna de la sarna comienza a


desarrollarse en enfermedad secundaria manifiesta, que aparecen los síntomas
que a continuación se mencionan, a los que he observado y extraído
íntegramente de las historias clínicas de casos a los que yo mismo he tratado
con éxito y que, sin que haya lugar a dudas, se originaron en un contagio de
sarna y no estuvieron complicados con sífilis ni con sicosis.

Por cierto que estoy dispuesto a admitir que muchos síntomas más pueden
haberse presentado en las experiencias de otros médicos.

Sólo advertiré, además, que entre los síntomas que se exponen hay algunos
que se oponen totalmente a otros, lo que obedece a las diferentes
constituciones corporales prevalecientes en la época en que hizo su irrupción
la psora interna. Alguna variedad de estos síntomas puede ser mucho menos
frecuente que otra, pero ninguna ofrece dificultad peculiar en ser curada.

Sintomas que al incrementarse indican que la psora latente abandona tal


estado*

Vértigo; andar zigzagueante.

Vértigo; si se cierran los ojos todo parece girar; accesos simultáneos de


náuseas.

Vértigo; al girar rápidamente se pierde el equilibrio.

Vértigo, como tirón o sacudida en la cabeza, que ocasiona simultánea pérdida


de conciencia.

Vértigo, con eructos frecuentes.

Vértigo, que se produce tanto al mirar hacia abajo, hasta el nivel del suelo,
como hacia arriba.

Vértigo que se produce al andar por algún camino al que nada flanquea, por
alguna planicie abierta.

Vértigo; el paciente se siente demasiado grande o demasiado pequeño, o bien


algunos objetos son los que así le parecen.

Vértigo que se asemeja al desvanecimiento.

Vértigo que lleva a inconsciencia.

Aturdimiento; incapacidad de pensar o de llevar a cabo cualquier tarea


mental.

Pensamientos descontrolados.

Por instantes, vacío total de pensamientos (permanecer sentado con la mente


en blanco).

*Este título no figura en el original, pero se ha juzgado conveniente su


inclusión considerando lo extensa que es la subsiguiente enumeración de
síntomas y también que un título haya encabezado los síntomas de la psora
latente en su confección se ha tenido en cuenta lo explicado en la página
anterior. (N. del T. al C.]*

Permanecer al aire libre ocasiona aturdimiento y somnolencia.

Por instantes, todo se ve obscuro y hasta negro, al caminar, inclinarse o


erguirse abandonando la posición inclinada.
Aflujo de sangre a la cabeza. 1 1 Cuando la mente está intranquila, ansiosa y
maldispuesta para trabajar1

Calor en la cabeza y en el rostro. 2 2 Con alguna frecuencia acompañado de


frialdad de manos y pies 2

Presión en la cúspide de la cabeza, acompañada de sensación de frialdad. 3 3


Frecuentemente se acompaña de ansiedad 3

Cefalalgia, * dolor impreciso por la mañana en cuanto se empieza a caminar, o


por la tarde al andar rápidamente o al hablar en voz alta.

* Desde esta página en adelante el término "headache", que se repite con


frecuencia, ha sido traducido por: "cefalalgia: nombre genérico de todos los
doctores de cabeza." (L-L) o por: "cefalea": especie de cefalalgia violenta y
tenaz, en ocasiones intermitente, grave y unilateral". (DEHA). [N. del T. al C.]*

Cefalea unilateral, con cierta periodicidad en cuanto a su presentación (cada


28, 14, o menor cantidad de días), más frecuente cuando hay luna llena o luna
nueva, o posterior a alguna excitación mental, a algún enfriamiento, etcétera.
Presión u otro dolor localizado en el ápice de la cabeza, o en su interior, o dolor
taladrante sobre alguno de los ojos. 4

4 Simultáneamente, gran inquietud y ansiedad internas, especialmente en el


abdomen, deposiciones escasas, o frecuentes, o laboriosas, acompañadas de
ansiedad; pesadez en los miembros, estremecimientos por todo el cuerpo,
tensión nerviosa con marcada irritabilidad y sensitividad; los ojos no pueden
soportar la mínima luz, lagrimeo a veces acompañado de inflamación ocular;
los pies están fríos, a veces se presenta coriza seca, frecuentes escalofríos y
luego calor fugaz; conjuntamente: náusea continua y a veces arcadas y
vómitos; se siente aturdimiento, volviéndose ansiosamente hacia un lado u
otro; los accesos duran de veinte a veinticuatro horas y más aún. Luego de
estos accesos gran agotamiento y melancolía o bien cierta sensación de
tensión por todo el cuerpo. Antes de estos ataques se experimentan tirones
frecuentes en los miembros durante el sueño y al despertar; pesadillas
angustiosas, rechinar de dientes durante el sueño y tendencia a sobresaltarse
por cualquier ruido inesperado. 4

Cefalalgias a ciertas horas y de varios tipos; ejemplo: punzante en las sienes.


5 5 Que también suelen hincharse, lagrimeando el ojo del mismo lado. 5

Accesos de cefalea pulsante (por ejemplo: en la frente) con náuseas violentas


que provocan abatimiento o también con vómitos; se inician por las tardes, a
hora temprana; se repiten cada quincena, o poco antes o poco después.

Cefalea como si el cráneo estuviera a punto de estallar. 6


6 En algunos casos dolor con tirantez desde la nuca hacia el occipucio, a veces
también por la cabeza y el rostro que, por ello, se abotaga; la cabeza duele al
menor contacto, frecuentemente con náuseas

Tensiones dolorosas en la cabeza. 7 7 Al caminar, con mayor frecuencia luego


de haber comido. 7

Cefalea, puntadas en la cabeza (que se extienden hasta los oídos). 8 8 Al


mismo tiempo todo parece obscurecerse. 8

Rugidos en el cerebro, ronroneos, zurridos, zumbidos, tronidos, etc.

Cuero cabelludo cubierto de caspa, con picazón o sin ella.

Erupción sobre el cuero cabelludo, "tinea capitis", tiña maligna, con costras de
mayor o menor espesor; cuando estas zonas se humedecen, puntadas intensas
o bien comezón violenta; la cúspide de la cabeza dolorosamente sensitiva al
aire libre; con ello turgencias consistentes de las glándulas del cuello.

Cabello reseco, (como quemado).

Abundante caída del cabello, más en la frente, la coronilla y en la cúspide;


zonas calvas o calvicie incipiente en algunos puntos.

Bultos dolorosos bajo la piel, que aparecen y luego desaparecen, semejan


chichones y tumores esféricos. 9 9 A veces, aunque raramente, supuran. 9

Sensación de contractura en el cuero cabelludo y en rostro.

Palidez del rostro durante el primer sueño, marcándose ojeras azules.

Enrojecimiento frecuente de la cara y acaloramiento. 10

10 Esto se acompaña a veces de debilidad y cansancio notables, o de


ansiedad; hay transpiración del torso, la visión se vuelve borrosa, caliginosa;
lobreguez mental; sensación de que la cabeza está repleta, de que las sienes
arden. 10

Amarillez; tonalidad amarillenta del rostro.

Tez de tonalidad cetrina.

Erisipela facial. 11

11 A veces con fiebre alta a veces también con ampollas acuosas sobre el
rostro, que pican, arden, pinchan, las que evolucionan formando costras
("erysipelas bullosum")* 11
*"Bulla" (del Latín = burbuja, ampolla)- ampolla acuosa de grandes
dimensiones". (Extractado, C-L). [N. del T. al C.])*

Dolor ocular punzante, particularmente al anochecer; obliga a cerrar los ojos.

Imposibilidad de mantener fija la vista; parece que todo fluctúa, que se


mueve.

Al despertar, imposibilidad de abrir los párpados, dura minutos (a veces


horas); los párpados están pesados y como paralizados o cerrados
convulsivamente.

Ojos muy sensitivos a la luz solar, que los hiere y fuerza a cerrarlos
involuntariamente. 12 12 Frecuentemente con alguna inflamación. 12

Sensación de frialdad en los ojos.

Comisuras de los párpados llenas de mucosidad que parece pus (glutinosidad


ocular).

Mucosidad seca sobre los bordes de los párpados.

Sobre los bordes de los párpados inflamación de una o de varias glándulas de


Meibomio.*

*"Glándulas sebáceas dispuestas en acanaladuras sobre la superficie interna


de los párpados;, sus conductos desembocan en los bordes libres de los
párpados". (Ch-l.). (N. del T. al C.]*

Inflamaciones varias de los ojos. 13 13 Es probable que la "fístula lachrymalis"


no tenga otro origen. 13

Amarillez alrededor de los ojos.

Amarillez de lo blanco del ojo. 14 14 A veces agrisado. 14

Puntos opacos o borrosos sobre la córnea. 15 15 Aun en casos en que no haya


habido inflamación ocular previa. 15

Hidropesía ocular.

Obscurecimiento de la lente del cristalino; catarata.

Estrabismo.

Presbicia; visión correcta a distancia pero no se distinguen con claridad los


objetos pequeños y próximos.
Miopía; puede verse hasta los objetos más pequeños aproximándolos a los
ojos, pero cuanto más lejos está un objeto menos nítida se le ve y a distancia
mayor es imposible verlo.

Visión distorsionada; a los objetos se los ve dobles, o múltiples, o sólo se ve la


mitad de ellos.

Puntos negros, como si fueran moscas, flotan aparentemente ante los ojos;
también rayas o reticulados obscuros, lo que se advierte al mirar algo sobre lo
que incida plenamente la luz diurna.

La visión parece producirse a través de un velo o de bruma; por momentos se


vuelve borrosa.

Ceguera nocturna; buena visión con luz diurna, pero nada puede distinguirse
durante el crepúsculo.

Ceguera diurna; únicamente se ve bien durante el crepúsculo.

Amaurosis; permanente visión sin nitidez16 que, al incrementarse, concluye


en ceguera.

16 Generalmente con opacidad de la lente del cristalino. 16

Dolor en diversos puntos del rostro, carrillos, pómulos, mandíbula inferior, etc.,
cuando se los toca; también al masticar, como si internamente estuvieran
ulcerados; al masticar se sienten tirones, puntadas y tensión que llegan a
impedir tal función. 17

17 Durante la masticación, o hablando, suelen producirse crispaturas a ambos


lados de la cabeza donde, a veces, aparecen protuberancias como chichones
dolorosos. Cuando el dolor se vuelve insoportable o se torna ardoroso, se
denomina neuralgia facial de Fothergill.*17

* John Fothergill, médico y tratadista inglés, (1712-1750). [N. del T. al C.]*

Audición exagerada, irritada; el campanilleo del timbre provoca


estremecimientos y el redoble del tambor convulsiones; muchos sonidos
provocan dolor de oídos.

Puntadas en el oído externo. 18 18 Especialmente caminando al aire libre. 18

Sensación de hormigueo y picazón en el oído.

Sequedad en el oído; costras resecas en su interior; ausencia de cerumen.

Pus fluido, generalmente fétido, que rezuma del oído.

Latidos en el oído.
Sonidos y ruidos diversos en el oído. 19

19 Tales como: retintín, choque, burbujeo, rugido, zumbido. chirrido, tañido,


redoble, tronido, siseo, barullo, murmurio, etc. 19

Sordera en grados diversos, hasta sordera total, con ruidos en el oído o sin
ellos; suele agravarse de acuerdo al tiempo atmosférico.

Hinchazón de las glándulas parótidas. 20 20 A menudo con dolores punzantes


en las glándulas. 20

Epistaxis, más o menos frecuente, más o menos profusa.

Fosas nasales como taponadas. 21

21 Una o ambas, o bien una primero y luego la otra, a menudo solo hay
sensación de taponamiento aunque el aire pueda circular libremente. 21

Sensación de sequedad en la nariz, molesta aunque el aire pase libremente.

Pólipos nasales (generalmente con pérdida del olfato; por las coanas pueden
extenderse hasta las fauces.

Olfato débil o extinguido.

Sentido del olfato pervertido. 22

22 Por ejemplo, percibir cierto olor peculiar, como el del estiércol, pero que
sólo reside en el olfato. 22

Sensaciones olfativas demasiado intensas; sensitividad olfativa exagerada


respecto de olores casi imperceptibles.

Costras en la nariz; descarga de pus, o de grumos de pus endurecidos. 23

23 A veces, también descarga nasal de mucosidad agria. 23

Olor fétido en la nariz.

Fosas nasales frecuentemente ulceradas, rodeadas de granitos y costras.

Hinchazón y rojez de la nariz, o de su extremidad, permanente o frecuente.

Costras tenaces o granitos que pican, por debajo de la nariz o sobre el labio
superior.

Labios notablemente pálidos.

Labios resecos, costrosos, agrietados, desollándose.


Labios hinchados, en particular el superior. 24 24 A veces acompaña dolor
ardoroso, incisivo. 24

La mucosa interior de los labios está cubierta de pequeñas llagas o ampollas.


25 25 Que con frecuencia duelen mucho, surgen y desaparecen. 25

Erupción cutánea localizada en los folículos pilosos de la barba y en la piel


próxima, con picazón.

Erupciones faciales, de todo tipo. 26

26 Incluye: lactumen, granos, pústulas, herpes y úlceras carcinomatosas sobre


nariz, labios y rostro ( también denominadas cáncer), con dolores ardorosos y
como de pinchazos. 26

Tumefacción de las glándulas de la mandíbula inferior, las que suelen supurar


crónicamente.

Tumefacciones glandulares en la parte interior del cuello, a ambos lados.

Encías que sangran con facilidad.

Encías que duelen como si estuvieran lastimadas, tanto en su cara interna


como en la externa.

Encías que escuecen corrosivamente.

Encías blanquecinas, hinchadas, dolorosas al tacto.

Retracción de encías, dejando al desnudo los incisivos y sus raíces.

Rechinar de dientes durante el sueño.

Dientes que se aflojan y se deterioran, aun sin dolor.

Dolores dentarios en sus múltiples variedades, cualesquiera sean sus causas


excitatrices.

Dolor de dientes por la noche, que impide dormir.

Ampollas dolorosas y zonas ulceradas sobre la lengua.

Lengua blanquecina, con revestimiento o saburra blanquizca.

Lengua pálida, blancoazulada.

Lengua con numerosos surcos profundos, pareciendo fracturada en su cara


superior. Lengua reseca.
Sensación de sequedad sobre la lengua, aun cuando esté normalmente
húmeda.

Balbuceo, tartamudez y por instantes repentina incapacidad de hablar.

Ampollas o llagas dolorosas en la cara interior de los carrillos.

Hemorragias bucales, a veces severas.

Sensación de sequedad de las fauces, total o limitada a zonas, que a veces


desciende por la garganta. 27

27 Principalmente al levantarse por la noche o por la mañana, con o sin sed;


con frecuencia acompañada de dolor, como punzada de aguijón, al tragar. 27

Aliento fétido. Ardor en la garganta.

Flujo constante de saliva, en especial al hablar y mayor por las mañanas.

Salivar constantemente.

Sucesivas mucosidades profundas en la garganta (y en las fauces) que


requieren ser esgarradas y expectoradas, con frecuencia durante el día y en
particular por las mañanas.

Inflamación frecuente de la garganta y tumefacción de todo el mecanismo de


la deglución.

Sabor desagradable y viscoso en la boca.

Sabor dulzón intolerable, casi constante.

Sabor amargo en la boca, particularmente por las mañanas. 28

28 Suele ser constante. 28

Sabor agrillo o francamente agrio en la boca, por lo general después de comer,


aun cuando la comida haya sabido muy bien. 29

29 Es raro el sabor ofensivamente dulzón en la boca, aun no habiendo comido


ni bebido. 29

Sabor pútrido y hasta fétido en la boca.

Mal aliento, a veces a moho, a algo putrefacto como queso viejo, o similar a la
transpiración fétida de pies o a hortalizas podridas y ya agrias.

Eructos con el sabor de la comida que fue ingerida hace varias horas.
Eructos sin contenido, sonoros, de mero aire, incontrolables, con frecuencia
durante horas y por las noches.

Eructos incompletos, que sólo llegan a producir un principio de reflejos en las


fauces, pero que no alcanzan a ser expelidos.

Regueldos agrios, ya sea en ayunas o después de haber comido, con mayor


frecuencia después de tomar leche.

Eructos que incitan al vómito. Regueldos rancios (por lo general luego de


haber ingerido alimentos grasos). Regueldos con sabor a algo mohoso o
pútrido, temprano por las mañanas. Eructos frecuentes antes de comer,
acompañados de hambre canina.

Acedía, más o menos frecuente; hay ardor en el pecho, generalmente después


del desayuno o en tanto el cuerpo esté en movimiento.

Pirosis, excreción ascendente de líquido salivoso proveniente del estómago y


del páncreas, precedido de dolores gástricos contractivos con sensación de
debilidad (y tremulación), náuseas que parecen capaces de provocar el
desmayo y afluencia de saliva a la boca, aun por las noches. 30

30 Este cuadro puede llegar a convertirse en regurgitación de agua, mucus o


borbotar de fluido ácido y agrio, con mayor frecuencia luego de haber comido
budín a base de harina, vegetales que provoquen flatulencia, ciruelas al horno,
etc. 30

Cualquiera sea la perturbación habitual del organismo, se acrecienta luego de


haber comido fruta fresca, en especial si ésta es ácida y también por el empleo
de ácido acético (en ensaladas, etc.).

Náuseas temprano por las mañanas. 31 31 A menudo sobreviene


repentinamente. 31

Náuseas hasta provocar el vómito, por las mañanas inmediatamente después


de dejar el lecho; van disminuyendo con el movimiento.

Invariablemente náusea luego de ingerir alimentos grasos o leche.

Vómito de sangre.

Hipo luego de comer o de beber.

Espasmos que impiden la deglución, capaces de producir inanición y hasta la


muerte.

Deglución espasmódica e involuntaria.


Sensación frecuente de vacuidad, como de ayuno, en el estómago (o en el
abdomen), a veces acompañada de profusa secreción de saliva.

Hambre voraz (hambre canina), en particular temprano por las mañanas; urge
comer de inmediato para no desfallecer y sentirse exhausto y trémulo (de estar
a cielo abierto se impondría yacer horizontalmente).

Hambre voraz con rumores sordos y murmurios en el abdomen.

Necesidad de comer pero sin hambre; se siente necesidad de tragar


apresuradamente el bocado sin que haya el menor reclamo originado en el
estómago.

Hambre típico, pero luego de los primeros bocados se siente saciedad y


repleción.

Sensación de repleción en el tórax al disponerse a comer; la garganta parece


llena de mucosidad.

Apetito ausente; en el estómago únicamente se siente un roer contractivo que


perturba y urge a ingerir alimento.

Repugnancia por el alimento caliente y cocinado, especialmente por la carne


hervida y muy poca disposición hacia cualquier alimento con excepción de pan
(de centeno) con manteca o patatas. 32 32 Frecuente en niños y jóvenes. 32

Sed desde el instante de despertar, sed constante.

Sensación de hinchazón en la boca del estómago; toda la zona dolorosa al


tacto.

Sensación de frialdad en la boca del estómago.

Presión en el estómago o en la boca del estómago, como por peso de alguna


piedra, o dolor constrictor (retortijón). 33

33 En algunos casos, aunque se esté en ayunas, interrumpe el sueño nocturno


y obstaculiza opresivamente la respiración. 33

Latidos o pulsaciones en el estómago, hasta en ayunas.

Espasmos al estómago; dolor en la boca del estómago como si estuviera


siendo estrujado. 34 34(Generalmente poco después de comer. 34

Retortijón en el estómago, a veces doloroso;35 el estómago experimenta


súbita contracción, en particular después de haber ingerido bebidas frías.

35 Es frecuente el vómito de mucosidad y agua; faltando éstos la contracción


no se alivia. 35
Dolor en el estómago, como de úlcera, luego de haber ingerido el más liviano
de los alimentos.

Presión en el estómago, aun en ayunas, pero provocada más frecuentemente


por cualquier tipo de alimento o por alguno de ellos en particular: frutas,
vegetales verdes, pan de centeno, comidas en las que se haya incluido
vinagre, etc. 36

36 Luego de ingerir un mínimo de estos alimentos, pueden presentarse


cólicos, dolores o torpor de mandíbula, dolores dentarios desgarrantes,
acumulación de mucosidades en la garganta, etc. 36

Durante la ingestión se experimenta confusión y vahido, con pérdida del


equilibrio.

Luego de la comida más ligera, calor en la cama por la noche; durante la


mañana, constipación y notable lasitud.

Después de las comidas, ansiedad y transpiración fría. 37

37 También pueden presentarse dolores. que desaparecen y reaparecen, por


ejemplo: puntadas en los labios, retortijones del estómago como si se lo
raspara, presión en el tórax, pesadez en la espalda y en la cintura lumbar,
hasta llegar a la náusea; en todos estos síntomas nada puede aliviar, salvo el
vómito excitado artificialmente. En algunos casos la angustia luego de comer
se agrava hasta llegar al impulso de suicidio por estrangulación. 37

Transpiración durante la ingestión de alimento.

Vómitos inmediatamente después de comer.

Presión y ardor en el estómago después de comer, o en el epigastrio, similar a


la acedía.

Después de comer, ardor ascendente en el esófago.

Después de comer, distensión en el abdomen. 38 38 A veces, cansancio en


brazos y piernas. 38

Después de comer, cansancio y somnolencia. 39

39 Que por lo general persisten hasta que el paciente se acuesta y duerme. 39

Después de comer, sensación de estar intoxicado.

Después de comer, cefalalgia.

Después de comer, palpitaciones cardíacas.


Alivio de numerosos y hasta remotos malestares ligeros a consecuencia de
haber comido.

Flato que no avanza, pero que se desplaza, provocando molestias corporales y


mentales. 40

40 A veces se experimentan tirones dolorosos en las extremidades con más


frecuencia en las inferiores, o puntadas en la boca del estómago, o en los
costados del abdomen, etc. 40

Abdomen distendido por flato;41

41 Es frecuente que el flato ascienda; menos frecuente es que sea expelido en


cantidad, en particular por las mañanas, sin olor y sin aliviar otros síntomas; en
otros casos, flatulencia muy fétida expulsada; en gran cantidad.) sensación de
repleción abdominal, en particular después de comer. 41

Sensación de que el flato asciende; eructos seguidos de sensación de ardor en


la garganta, o de vómitos diurnos o nocturnos.

Dolor al tacto en los hipocondrios, durante el movimiento y hasta durante el


reposo.

Dolor constrictivo en el epigastrio, justo por debajo de las costillas.

Dolores agudos en el abdomen, como provenientes de flato retenido; hay


sensación constante de repleción abdominal; el flato presiona hacia arriba.

Dolores agudos en el abdomen, casi cotidianos, más frecuentes en los niños y


por las mañanas; a veces constantes, sin diarrea.

Dolores agudos en el abdomen, particularmente en alguno de sus lados, o en


la ingle. 42 42 El dolor, agudo a veces, se traslada al recto y descienda por los
muslos. 42

Malestar nauseoso en el abdomen, sensación de vacuidad, de vacío molesto,


43 que hasta se siente inmediatamente después de haber comido.

43 A veces se alterna con dolor contractivo en el abdomen. 43

Sensación de constricción, como si hubiera un vendaje, que nace en la cintura,


por la espalda y rodea el abdomen por debajo del estómago, cuando han
faltado varias deposiciones diarias.

Dolor en la zona hepática al palpar el costado derecho del abdomen.

Dolor en la zona hepática que se manifiesta como presión y tensión, tensión


por debajo de las costillas del costado derecho.
Tensión y presión generalizadas que se sienten por debajo de las últimas
costillas (en los hipocondrios), que Obstaculizan la respiración y provocan
ansiedad y depresión mental.

Dolor en el hígado, puntadas, mayormente al inclinarse rápidamente.

Inflamación del hígado.

Presión en el abdomen, como si gravitara alguna piedra. 44

44 A menudo asciende hasta la boca del estómago, royendo y provocando el


vómito. 44

Abdomen duro.

Cólico espasmódico, dolor atenaceante en los intestinos.

Durante el cólico, frialdad en un lado del abdomen.

Ruidos diversos en el abdomen:45 rumor, murmurios audibles, cloqueo, croar.

45 Suelen ser percibidos únicamente en el costado izquierdo del abdomen


elevándose y descendiendo con la inspiración y la espiración, respectivamente.
45

Espasmos uterinos, que semejan dolores de parto; dolores atenaceantes que a


menudo obligan a guardar cama; suelen estar acompañados de rápida
distensión del abdomen sin flatulencia.

En el abdomen inferior, dolores que presionan hacia abajo, hacia los genitales.
46

46 Que presionan hacia abajo y parecen poder ocasionar prolapso; cuando


ceden se siente pesadez en las piernas, que se adormecen; se siente
necesidad de extender forzadamente las extremidades. 46

Hernias inguinales, que suelen doler al hablar o cantar. 47

47 Las hernias inguinales tienen como única causa a la psora interna exclusión
hecha de esos pocos casos en que han sido producidas por violencia externa
excesiva o cuando se han efectuado esfuerzos extremos para levantar pesos o
empuJar con premura, como suele ocurrir en momentos de pánico. 47

Tumefacción de las glándulas inguinales, que a veces supuran.

Estreñimiento, deposiciones que se retrasan durante varios días; es frecuente


experimentar en tal periodo ineficaces deseos de evacuar.
Deposiciones endurecidas, parecen calcinadas, esféricas y pequeñas como
excremento de oveja, a menudo revestidas de mucosidad o con estrías de
sangre.

Deposiciones de moco exclusivamente (almorranas mucosas) .

Expulsión por el ano de gusanos cilíndricos.

Expulsión de segmentos de tenia. Deposiciones duras y trabajosas al principio,


seguidas de diarrea.

Deposiciones muy descoloridas, blancuzcas.

Deposiciones grisáceas.

Deposiciones verdosas.

Deposiciones con color de la arcilla.

Deposiciones con olor agrio, pútrido.

Al evacuar, dolores agudos en el recto.

Deposiciones diarreicas durante semanas, meses y aun años. 48

48 Frecuentemente las preceden murmurios o fermentación abdominal,


mayormente por las mañanas. 48

Diarrea frecuente y repetida acompañada de dolores agudos en el abdomen,


durante días.

Después de la deposición, en particular si fue blanda, evacuación más


abundante y postración repentina e intensa. 49

49 En particular debilidad en la boca del estómago, ansiedad, desasosiego; a


veces también se presentan escalofríos en el abdomen o en la cintura lumbar,
etc. 49

Diarrea que suele ser tan debilitante como para sentirse incapaz de caminar
sin ayuda.

Varices hemorroidales50 en el ano y en el recto (almorranas ciegas), indoloras


o dolorosas.

50 De las que suele rezumar fluido glutinoso. 50

Varices hemorroidales del ano o del recto (almorranas _ . sangrantes) 51 que


generalmente sangran al evacuar y después duelen violentamente durante
largo tiempo.
51 Es muy posible que la "fistulae in ano)" no tenga más causa que esta
enfermedad, mayormente cuando se suman: dieta rica en estimulantes y
bebidas alcohólicas en exceso, laxantes frecuentes, vida sedentaria y abuso
del instinto sexual. 51

Acompañando a descargas sanguinolentas provenientes del ano o del recto, se


siente como si la sangre hirviera por todo el cuerpo; el aliento se acorta.

Hormigueo en el recto, a veces con picazón, con descarga de ascarides o sin


ella.

Prurito y erosión en el ano y en el perineo.

Pólipos en el recto.

Durante la micción, ansiedad y a veces postración.

Micción de volúmenes excesivos, acompañada de notable cansancio. 52

52 La diabetes, tan frecuentemente fatal al ser tratada con remedios


alopáticos, posiblemente no tenga más origen que esta enfermedad.* 52

* Téngase presente que el autor escribe entre los años 1828 y 1830 y que
apenas , a mediados del siglo XIX comienza la diabetes a ser comprendida a
raíz de las investigaciones de Claude Bernard sobre la función del azúcar en el
organismo y a que en 1889 von Mering y Minkowski lograron demostrar el
papel de la insuficiencia pancreática. (Resumido, P). (N. del T. al C.])

"Es bien sabido que la diabetes clínica requiere, con frecuencia, cantidades de
insulina varias veces superiores a las que podría razonablemente esperarse
que el páncreas normal produjera. La condición diabética, en consecuencia,
representa algo que excede a una mera deficiencia en la producción de
insulina por el cuerpo". (Extractado, CE). [N. del T. al C.]*

Retención dolorosa de orina (tanto en niños como en ancianos) .

Imposibilidad de orinar luego de intenso enfriamiento (cuando se siente que el


frío "lo ha traspasado").

Imposibilidad de orinar debida a meteorismo.

Uretra parcialmente estrechada, mayormente por las mañanas. 53

53 Con frecuencia únicamente pasa un hilito de orina o bien el chorro se


dispersa al salir; sólo se puede orinar recurriendo a micciones sucesivas, con
intervalos extensos; estas interrupciones son causadas, frecuentemente, por
espasmos al cuello de la vejiga que antagonizan la acción de ésta y que surgen
de la misma enfermedad psórica. Así también la inflamación de la vejiga
provocada por constricción uretral y también la "fistulae in vesica" tiene origen
psórico aun cuando en algunos casos el sicosis pueda estar complicado con la
psora. 53

Presión en la vejiga como producida por la urgencia en orinar, inmediatamente


después de beber.

Imposibilidad de retener la orina así sea durante lapsos breves, pues la


presión hace que la micción se produzca al caminar, estornudar, toser o reír.

Micciones frecuentes por las noches, impostergables.

Durante el sueño la orina sale involuntariamente.

Después de la micción, la orina continúa saliendo por gotas durante lapso


prolongado.

Orina blanquecina, con olor y sabor dulzón, abundante en exceso,


acompañada de postración, emaciación y sed inextinguible (diabetes).

Ardor y dolores lancinantes en la uretra y en el cuello de la vejiga durante la


micción.

La orina tiene olor agudo, penetrante.

La orina rápidamente deposita sedimento.

La orina emitida, al instante se vuelve turbia y semejante al suero de la leche.

Con la orina suele emitirse arena rojiza (arenilla renal).

Orina amarillo oscura.

Orina de color castaño.

Orina negruzca.

La orina tiene algo de sangre; otras veces, hematuria franca.

Descarga el fluido prostático después de orinar, pero mayormente después de


alguna deposición laboriosa (también goteo casi constante) 54 54 A veces
extenuación por constante fluir de licor prostático. 54

Emisiones seminales durante el sueño, demasiado frecuentes: una, dos o tres


veces por semana y hasta noche tras noche. 55

55 Tratándose de jóvenes castos, en buena salud, las poluciones ocurren


normalmente cada doce o catorce días y no son seguidas de perturbación
alguna sino de cierta sensación de bienestar, serenidad y fortalecimiento. 55
Descarga nocturna de fluido genital en la mujer, acompañada de sueños
voluptuosos.

Poluciones nocturnas que, aunque no sean frecuentes, son de inmediato


seguidas de perturbaciones diversas. 56

56 Estas pueden ser: abatimiento, embotamiento, disminución de la capacidad


reflexiva, imaginación apagada, falta de memoria, depresión, melancolía,
visión debilitada, así como la digestión y el apetito, las deposiciones se
demoran, afluye sangre en exceso a la cabeza y también al ano, etc. 56

Descarga diurna de semen como respuesta a la más mínima excitación y por


lo general, sin erección.

Erecciones demasiado frecuentes, continuadas, dolorosas, que no finalizan en


emisión.

El coito, con erección normal, se prolonga sin llegar a la eyaculación;57 la


emisión se produce más tarde, como polución nocturna o al orinar.

57 En tales casos es observable que los testículos no estén sujetos firmemente


al cuerpo, sino que cuelgan laxamente. 57

Acumulación de fluido seroso en la túnica vaginal del testículo (hidrocele).

Imposibilidad de lograr erecciones completas, a pesar de la excitación más


voluptuosa.

Crispaturas dolorosas en los músculos del pene.

Prurito en el escroto, que puede estar plagado de granitos y de costras.

Uno o ambos testículos crónicamente tumefactos, o presentando induraciones


nudosas (sarcocele).

Contracción, disminución, retracción de un testículo o de ambos.

Induración e hipertrofia de la glándula prostática.

Tracción dolorosa en el testículo o en el cordón espermático.

Dolor como de contusión en el testículo.

Ausencia frecuente o constante, de deseo sexual en el hombre y en la mujer.


58

58 Que pueden durar años y, a veces, muchos años. Los órganos genitales del
hombre y de la mujer no pueden ser excitados hasta alcanzar nivel de
voluptuosidad; el cuerpo del pene cuelga con laxitud y es más delgado que el
glande, al que se siente frío o tiene color azulado, o se lo ve descolorido; en los
órganos femeninos los labios no son excitables, son pequeños y flojos, la
vagina está casi entumecida e insensible y seca invariablemente; a veces cae
el vello de las zonas genitales, las que pueden quedar totalmente desprovistas
de él. 58

Lascivia insaciable, ingobernable, 59 que se da en las complexiones


caquécticas y en los organismos enfermizos.

59 Igual origen tiene la ninfomanía o metromanía. 59

Esterilidad, impotencia, sin que haya defecto orgánico constitucional en los


órganos sexuales. 60

60 Coitos demasiado frecuentes provocados por lascivia impotente, con


descarga prematura de semen acuoso, inmaduro; erección insuficiente, o
semen escaso, o falta de deseo sexual. Menstruaciones demasiado
abundantes, o flujo constante de sangre; menstruos acuosos, escasos o
deficientes; copiosa descarga de mucosidad vaginal (leucorrea), induración
ovárica, los pechos disminuidos y fláccidos o bien con nudosidades;
insensibilidad o tan solo sensibilidad dolorosa de los órganos genitales. Tales
son los síntomas concomitantes más frecuentes de la esterilidad y de la
impotencia sexuales. 60

Desórdenes de la función menstrual: las menstruaciones no se presentan


regularmente al vigésimo octavo día posterior a su última aparición, no lo
hacen con regularidad o sin estar acompañadas de otras perturbaciones, no
continúan sostenidamente durante tres o cuatro días con sangre en cantidades
moderadas de aspecto saludable e innocuo, o el periodo no finaliza
imperceptiblemente al cumplirse el cuarto día sin que se presenten
perturbaciones en la salud mental o corporal: también que las menstruaciones
no continúen hasta que se haya cumplido cuarenta y ocho a cincuenta años, o
bien que no cesen gradualmente y sin trastornos.

Las menstruaciones se establecen muy lentamente cumplido el décimoquinto


año o después, o luego de aparecer una o más veces se interrumpen por varios
meses y hasta por años. 61

61 Sus consecuencias son: palidez cetrina y abotagamiento del rostro,


pesadez de las extremidades, hinchazón de los pies, frialdad, cansancio,
anemia (clorosis), etc. 61

Los periodos menstruales no son regulares; a veces se anticipan en varios días


y pueden presentarse cada tres semanas y hasta cada quince días. 62
62 Las menstruaciones aparecen varios días después del correspondiente y en
tal caso su cantidad es excesiva y están acompañadas de cansancio,
postración y muchas otras perturbaciones. 62

La menstruación fluye durante un solo día, a veces durante pocas horas y


hasta en cantidades casi imperceptibles.

La menstruación fluye durante cinco, seis, ocho y más días aún, pero sólo
intermitentemente, es decir, una pequeña cantidad cada seis, doce o
veinticuatro horas y luego cesa por medio día o día entero, antes de que se
produzca una descarga mayor.

La menstruación fluye intensamente durante semanas, o retorna casi a diario


(flujo sanguinolento). 63

63 A menudo se acompaña de tumefacción del rostro, de manos y de pies,


espasmos dolorosos en pecho y espalda, perturbaciones numerosas
provenientes de debilidad nerviosa, sensitividad excesiva tanto orgánica
general como de algún órgano en particular; antes de la aparición del flujo
sueños angustiosos, frecuentes despertamientos con aflujos de sangre a la
cabeza, palpitaciones, desasosiego, etc. Acompañando a flujos más intensos de
sangre uterina suele haber dolores agudos en uno de los lados del abdomen y
en la ingle ese dolor incisivo a veces desciende hasta el recto y muslos,
entonces y por ello se presenta frecuente imposibilidad de orinar o de
sentarse; luego el abdomen queda dolorido como si estuviera ulcerándose. 63

Menstruaciones de sangre acuosa o de grumos obscuros.

Menstruaciones de sangre muy fétida.

Menstruaciones que se acompañan de muchas dolencias, desmayos o


cefalalgias (mayormente punzantes) o de dolores espasmódicos o contractivos
en el abdomen y en la cintura lumbar que provocan el vómito y obligan a
guardar cama, etc.

Pólipos en la vagina.

Leucorrea vaginal uno o varios días, anticipadamente o inmediatamente


después del flujo mensual de sangre, o durante todo el tiempo que transcurre
entre una descarga menstrual y la siguiente, con disminución de las reglas o su
supresión; el flujo es similar a la leche o es como mucus blanco o amarillo o
como agua acre, fétida a veces. 64

64 La leucorrea, especialmente si es de índole maligna, se presenta


acompañada de multitud de dolencias. Pasando por alto las menores (prurito
de vagina y de áreas genitales, con excoriación de éstas y de la zona
adyacente del muslo, agravada al caminar), los casos severos son seguidos por
estados histéricos de toda índole, perturbaciones de la mente y del ánimo,
melancolía, insania, epilepsia, etc. A menudo se presenta en forma de accesos,
precedidos por sensación lateral abdominal royente, o por ardores en el
estómago, en el abdomen inferior, en la vagina o bien puntadas en la vagina y
en la boca del útero, o dolor constrictivo en el útero y sensación de presión
hacia la vagina, como si todo pugnara por caer; a veces, también, los más
penetrantes dolores en la cintura lumbar, todo flato es obstruído y ocasiona
dolor, etcétera. El denominado cáncer uterino, ¿tiene por ventura otro origen
que no sea esta enfermedad (psora)? que esté libre de psora latente o haya
sido liberado de ella por tratamiento. 64

Partos prematuros.

Durante la preñez: gran cansancio, náuseas, vómitos frecuentes, desmayos,


venas varicosas que duelen, en muslos y piernas y a veces también en los
labios de la vulva; dolencias histéricas de diferentes tipos, etc.

Coriza en cuanto se expone al aire libre; también y con frecuencia, coriza que
tapona las fosas nasa]es en tanto se permanezca en ambientes cerrados.

Frecuente coriza seca con obstrucción de las fosas nasales, a veces casi
constante y otras veces intermitente.

Coriza fluente en cuanto se siente frío y que, en consecuencia, se presenta


mayormente durante la estación fría y húmeda.

Coriza fluente, frecuente y casi constante y en algunos casos, ininterrumpida.

Imposibilidad de contraer resfriados aun cuando han a síntomas


correspondientes bien manifiestos que los anticipan; esto se presenta
simultáneamente con otras dolencias importantes provenientes de la psora.

Ronquera como consecuencia de hablar, así sea en un mínimo; para que la voz
se aclare es previo vomitar.

Ronquera y a veces afonía (es preciso susurrar por ser imposible hablar en voz
alta) luego de algún resfriado leve.

Ronquera y afonía constantes, que duran años; es imposible articular palabra


en voz alta.

Supuración de la laringe y de los bronquios (tisis laringobronquial) 65 65 La


inflamación de la laringe (crup) no es posible en un niño. 65

Ronquera y catarro muy frecuentes, o casi constantes el pecho está


permanentemente afectado.
Tos, frecuente irritación y hormigueo en la garganta; la tos atormenta hasta
que comienza la transpiración en el rostro (y en las manos).

Tos que no cede hasta que aparecen náuseas y vómitos; más frecuente por la
mañana o al atardecer.

Tos que siempre termina en estornudos.

Tos mayormente al atardecer luego de haber permanecido acostado y que la


cabeza haya estado al mismo nivel horizontal del cuerpo.

Tos que despierta, luego de un primer sueño de corta duración.

Tos, mayormente por las noches.

Tos por las mañanas, que aumenta luego de levantarse.

Tos que aumenta después de comer.

Tos que se presenta con cada inspiración profunda.

Tos que provoca sensación de dolor en el pecho, o a veces puntadas en alguno


de los lados del tórax o del abdomen.

Tos seca.

Tos acompañada de expectoración amarillenta que parece pus, con


expectoración de sangre o sin ella. 66

66 (Es poco probable que la tisis pulmonar supurativa tenga otro origen que la
psora, aun en caso en que parezca que son los humos de azogue o de arsénico
los que la han provocado; pero puede admitirse que estos casos de tisis
supurativa se hayan originado en neumonías tratadas recurriendo a sangrías;
debe tenerse presente que esta enfermedad es, invariablemente,
manifestación de psora latente. 66

Tos con expectoración de mucus en exceso y pérdida de fuerzas (tisis


mucosa).

Accesos de tos convulsiva. 67

67 Se experimenta la necesidad de toser pero es imposible hacerlo porque el


aliento falta hasta el punto de ahogo, congestionándose el rostro que se torna
de color rojo obscuro; frecuentemente el esófago está contraído y ni una gota
de agua podría pasar; al cabo de ocho a diez minutos surgen eructos desde el
estómago y el espasmo concluye. 67)
Puntadas violentas, a veces insoportables, en el pecho, simultáneas con la
respiración; tos imposibilitada por el dolor, sin fiebre inflamatoria (pleuresía
espúrea).

Dolor en el pecho al caminar, como si fuera a estallar. Dolor opresivo en el


pecho al inspirar profundamente o al estornudar.

Dolor en el pecho, constrictivo pero leve; cuando no pasa pronto provoca el


más profundo abatimiento. 68

68 Por lo general los accesos se prolongan desde el anochecer hasta la


mañana siguiente y duran toda la noche. 68

Dolor ardoroso en el pecho.

Puntadas frecuentes en el pecho, con tos o sin ella.

Puntadas violentas en el costado, con marcado acaloramiento del cuerpo;


tales puntadas hacen casi imposible la respiración, hay hemoptisis y cefalalgia
y debe guardarse cama.

Pesadillas; sueños terroríficos nocturnos provocan despertamientos


repentinos, pero es imposible moverse, llamar o hablar, y al intentar algún
movimiento se sufren dolores intolerables como si se estuviera siendo
despedazado. 69

69 Tales accesos pueden ocurrir hasta varias veces en una sola noche y con
más frecuencia cuando no se ha estado al aire libre durante el día. 69

Obstrucción de la respiración y dolores punzantes en el pecho ocasionados por


caminar un mínimo;70 70 En particular al subir una cuesta.) imposibilidad de
dar un paso más ("angina pectoris"70

Asma que se presenta con sólo mover los brazos, no por caminar.

Accesos de ahogo, en particular después de medianoche, que obligan a


incorporarse, a veces a dejar el lecho y, poniéndose de pie, inclinarse hacia
adelante apoyandose sobre las manos; es preciso abrir ventanas o salir al aire
libre, etc.; se sufren palpitaciones seguidas de eructos o bostezos y el espasmo
concluye con tos y expectoraciones, o sin ellas.

Palpitación con ansiedad, especialmente por las noches.

Asma con estertor, severa, a veces también respiración sibilante.

Respiración breve.

Asma al andar, con tos o sin ella.


Asma que sobreviene en tanto se está sentado.

Asma espasmódica; si se buscare el aire libre ello impediría respirar.

Asma por accesos; puede durar varias semanas.

Pechos sumidos o pronunciados en exceso, con pezones retrocedentes.


Erisipela en uno de los pechos (mayormente durante la lactancia).

Glándula indurada en alguna de las mamas, 71 consistente, abultada, con


dolores lancinantes.

71 Es posible que todas las variedades de cáncer de mamas pueden tener otro
origen que la psora?71

Comezón alrededor de los pezones, también erupciones húmedas y


escamosas. Dolores de tracción (desgarrantes), tensivos, en la cintura lumbar,
espalda y nuca.

Rigidez dolorosa, lancinante, incisiva, en la nuca y en la cintura lumbar.

Dolor opresivo entre las escápulas.

Sensación de presión sobre los hombros.

Dolores de tracción (desgarrantes), tensivos, en las extremidades, sus


músculos y sus articulaciones (reumatismo) .

Dolores punzantes y desgarrantes en el periostio de cualquier hueso y en


particular de los huesos largos. 72 72 (Estos puntos también duelen al tacto,
como si estuvieran magullados o llagados. 72

Puntadas dolorosas en los dedos de las manos y pies. 73

73 En los casos crónicos peores se agravan convirtiéndose, en dolores


incisivos. 73)

Puntadas en los talones y en las plantas de los pies, al pisar.

Ardor en la planta de los pies. 74 74 En particular durante la noche cuando el


abrigo es un cobertor de pluma. 74

En las articulaciones: sensación como de desgarro como si el hueso fuera


raspado; hay tumefacción con calor y rojez, dolorosamente sensitiva al tacto y
hasta respecto del aire, acompañada de ánimo insufrible, sensible, agresivo
(gota, podagra, quiragra, gota en las rodillas, etcétera). 75

75 Los dolores pueden ser peores de día o de noche. Luego de cada ataque y
cuando la inflamación ya ha pasado, las articulaciones de las manos duelen,
también las de las rodillas, de los pies, la del dedo mayor del pie, cuando se las
acciona o cuando se permanece de pie etcétera, sintiéndoselas
intolerablemente entumecidas y debilitado el miembro. 75

Hinchazón de las articulaciones de los dedos de las manos, con dolor


traspasante; duelen al tacto y al flexionarlas.

Engrosamiento de las articulaciones, están hinchadas entumecidas y duelen al


ser flexionadas.

Rigidez de las coyunturas; movimientos dolorosos y difíciles; los ligamentos


parecen ser demasiado cortos. 76

76 Ejemplos: el tendón de Aquiles, al permanecer erguido; rigidez del tarso, de


las rodillas, ya sea transitoria (como al levantarse luego de permanecer
sentado) o permanente (contracción)

Las articulaciones duelen al ser ejercitadas. 77

77 Por ejemplo: la articulación escápulo-humeral al levantar el brazo, los


dolores en el tarso al asentar el pie, pareciendo que fuera a romperse. 77

Articulaciones que crujen al ser accionadas o que hacen ruido como de


chasquido.

Articulaciones muy propensas a distensiones y esguinces. 78 78 Ejemplos:


tarso, articulación de la muñeca del pulgar. 78

Facilidad, que va en aumento, respecto de esguinces y luxaciones aun en


ejercitaciones musculares ligeras, en trabajos mecánicos livianos, al estirarse
para alcanzar algo que está en lo alto, al empujar, etc. Tales tensiones o
estiramientos de los músculos suelen determinar prolongados confinamientos
en el lecho, desmayos, perturbaciones histéricas 79 de todos los tipos, fiebre,
hemoptisis, etcétera, pero las personas que no son psóricas levantan pesos
hasta la máxima capacidad de sus músculos sin sufrir efectos posteriores. 80

79 Con frecuencia, súbito dolor de cabeza, en la coronilla, que también duele


externamente al tacto, o dolor repentino en la cintura lumbar o en el útero con
frecuencia también puntadas en uno de los dos lados del tórax, o entre los
omóplatos, que impiden respirar, o bien rigidez dolorosa del cuello o de la
columna, regueldos audibles, etc. 79

80 La mayoría de las personas, en particular quienes viven en el campo, se


procuran alivio con alguna suerte de pases mesméricos, pero sus efectos no
son duraderos: subsiste en ellos la tendencia a las luxaciones cuando se
esfuerzan. Suele encontrarse alguna mujer ("la mujer de los pases") que
efectúa tales pases con la extremidad de sus pulgares, desde los omóplatos
hacia los hombros o a lo largo de la columna, a veces también desde la boca
del estómago a lo largo y por debajo de las costillas; lo habitual es que la
presión máxima la ejerzan sobre el recorrido del pase. 80

Las articulaciones se distienden con facilidad al menor movimiento en falso.


81

81 Ejemplo: el tobillo por un paso en falso, también la articulación escápulo-


humeral. De esta índole es también la luxación gradual coxal (es decir, de la
cabeza del fémur respecto del "acetabulum" ** resultando entonces la pierna
demasiado larga o demasiado corta, lo que provoca cojera). 81

** "Acetabulum: hueco en forma de copa en la superficie externa del hueso


innominado, en el que encaja la cabeza del fémur formando la articulación
coxal". (Ch-L). [N. del T. al C.]**

Dolor en la articulación del pie al andar, dando la sensación de fractura


inminente.

Reblandecimiento óseo, corvadura de la columna (deformidad, corcova),


curvatura de los huesos largos de las extremidades inferiores ("morbus
anglicus", raquitis).*

* "Raquitis: 1) afección inflamatoria de la columna vertebral. 2) raquitismo",


(Dicc. Encicl. "Máximo" Cuántica Editora, S. A., Bs. As. [N. del T. al C.]*

Huesos frágiles.

Sensitividad dolorosa de la piel, de los músculos y del periostio bajo presión


moderada. 82

82 Dolor intenso y prolongado que sobreviene por golpearse o tropezar; muy


doloridas las zonas sobre las cuales se reposa estando en el lecho, lo que
obliga a mudar frecuentemente de posición, los músculos posteriores de los
muslos y los huesos correspondientes están doloridos por permanecer sentado;
un golpe ligero contra los muslos dado con la mano provoca dolor intenso.
Cualquier choque, por ligero que sea, contra algún objeto ocasiona manchas
azuladas y sufusión de sangre. 82

Dolores intolerables 83 en la piel (o en los músculos o en el periostio) de


cualquier zona del cuerpo, provocados por el movimiento más ligero de tal
zona o de otra más alejada; por ejemplo: al escribir surge dolor en la espalda o
lateral del cuello, etc., pero serrar o efectuar otra tarea pesada con la misma
mano no ocasiona dolor; dolor similar se presenta en zonas adyacentes por
hablar o hasta por mover la boca; dolor en los labios y en la espalda al más
ligero roce.
83 Hay increíble variedad; suelen ser ardorosos, lancinantes desgarrantes,
pero con frecuencia, indescriptibles y transmiten a la mente sensibilidad
excesiva. Así es como tales dolores afectan a la parte superior del cuerpo, a la
cara ("tic douloreux"), a la piel del cuello, etcétera, bastando para ello el gesto
más insignificante, hablar o masticar y en la espalda la presión más leve y
hasta el movimiento de solo un dedo. 83

Torpor de algunas zonas de la piel o de algunos músculos de las extremidades.


84

84 Se pierde el sentido del tacto tales partes se las siente endurecidas y


tumescentes, ora permanentemente (insensibilidad constante), ora por
períodos. 84

Adormecimiento de algunos dedos, de manos o de pies. 85

85 La extremidad se torna entonces pálida. exangüe, carente de sensibilidad y


muy fría, con frecuencia durante horas, especialmente cuando hace frío (si se
restrega con un trozo de cinc hacia las extremidades de los dedos de las
manos o de los pies se logra aliviar rápidamente tal estado, aunque sólo
paliativamente. 85

Sensación de algo reptante o de hormigueo con pinchazos (como cuando las


extremidades se duermen), en brazos, piernas y otras partes (hasta en la
punta de los dedos).

Sensación reptante o circular o bien de desasosiego interno pruriginoso,


especialmente en las extremidades inferiores (estando acostado, durante la
noche o temprano al despertar); se siente la necesidad de cambiarlas de
posición a cada instante.

Sensación dolorosa de frialdad, en partes diversas.

Dolores ardorosos en varias zonas (frecuentemente sin que haya habido


cambio alguno en la temperatura externa habitual del cuerpo).

Frialdad corporal, reiterativa o constante, de todo el cuerpo o de uno de sus


lados; también de regiones individuales como manos o pies fríos que, con
frecuencia, no entran en calor ni siquiera en el lecho.

Frialdad constante aun cuando no haya variaciones en la temperatura externa


habitual del cuerpo.

Aflujos frecuentes de calor, en particular al rostro, más frecuentemente con


rojez que sin ella; sensación de calor, repentina, violenta, durante el reposo o
al más ligero movimiento; a veces tan solo por hablar; puede acompañarse de
transpiración.
El ambiente cálido de una habitación, de un templo, etcétera, resulta
intolerable, ocasiona malestar y necesidad de moverse (a veces esto se
acompaña de presión en la cabeza, sobre los ojos, a la que puede aliviar una
epistaxis).

Afluencia de sangre, acompañada a veces de sensación pulsante en las


arterias (en tanto, predomina notable palidez y sensación de postración intensa
que invade todo el cuerpo).

Aflujo de sangre a la cabeza.

Aflujo de sangre al tórax.

Varices, venas varicosas en las extremidades inferiores (y en los órganos


genitales), en los brazos (también se da en los hombres), frecuentemente
acompañadas de dolores desgarrantes (con tiempo tormentoso) o también de
comezón. 86

86 La dilatación de las arterias (aneurisma) parece no tener otro origen que la


psora. 86

Erisipela, en el rostro (con fiebre), en las extremidades, en ]as mamas durante


la lactancia, en particular en zonas ulceradas (acompañada de dolor ardoroso y
de punzadas como de aguijón).

Panadizo, paroniquia (dedo ulcerado con piel llagada).

Sabañones (aun fuera del invierno) en los dedos de pies y manos; picazón,
ardor y dolor punzante.

Callosidades en los pies que, aun sin presión externa alguna, causan dolores
ardorosos y punzantes.

Diviesos (furúnculos) que recidivan de tiempo en tiempo, en particular en las


nalgas, los muslos, los brazos y el cuerpo; con sólo tocarlos producen puntadas
agudas.

Ulceras, mayormente en los muslos, también sobre los tobillos y por arriba de
ellos en la región inferior de las pantorrillas, con picazón, corrosión, cosquilleo
en los bordes y cierto dolor de roedura en la base misma de la úlcera como
producido por sal; las zonas vecinas adquieren color castaño o azulado, con
varices en la proximidad de las úlceras que producen dolores desgarrantes
durante tiempo tormentoso y lluvioso, en particular por las noches;
frecuentemente acompañadas de erisipela luego de contrariedades o temores,
con calambres en las pantorrillas.

Tumefacción o supuración del húmero, del fémur, de la rótula y también de los


huesos de manos y pies ("spina ventosa") .*
* Traducción aproximada: "deformación por tumescencia" (del Latín: "spina" =
defecto). [N. del T. al C.]*

Engrosamiento y rigidez de las articulaciones.

Erupciones que surgen de tiempo en tiempo y desaparecen posteriormente:


pústulas aisladas, voluptuosamente pruriginosas, mayormente en los dedos,
que una vez rascadas arden y guardan la máxima similitud con la erupción
sarnosa originaria:

- Urticaria, como picaduras y ampollas con agua, generalmente acompañadas


de dolor ardoroso;

- Granitos indoloros, sobre el rostro, tórax, espalda, brazos y muslos;

- Herpes, como fina granulación miliar apretadamente circunscripta en zonas


circulares, de dimensiones mayores o menores, de color rojizo, seco a veces,
húmedo otras, pruriginoso, similar a erupción de sarna y que arde después de
restregado; continuamente tiende a extenderse más allá de su perímetro, con
rojez, en tanto la zona central parece estar libre de erupción y cubierta por piel
suave y brillante ("herpes circinatus").** El herpes húmedo que aparece en las
piernas es denominado reuma salino;

** Herpes circular. [N. del T. al C.]**

- Costras que sobresalen respecto de la piel circundante, con forma circular,


color rojo profundo, bordes indoloros, que provocan puntadas violentas y
frecuentes en las regiones próximas no afectadas;

- zonas pequeñas y circulares sobre la piel, cubiertas con escamas secas


parecidas al salvado, que se exfolian con facilidad y se renuevan sin provocar
sensación alguna;

- zonas rojizas sobre la epidermis, secas al tacto, que duelen ardorosamente;


algo elevadas respecto de la piel circunvecina;

- Pecas, pequeñas y redondas; zonas pardas o parduscas sobre el rostro,


manos y tórax, que no provocan sensación alguna;

- zonas hepáticas, grandes zonas parduscas que pueden llegar a cubrir


íntegramente las piernas, brazos, cuello, tórax, etcétera, sin sensación o con
picazón.

Amarillez de la piel; zonas amarillentas similares entre sí alrededor de los ojos,


de la boca, sobre el cuello, etc., carentes de sensibilidad. 87

87 La amarillez de la piel cuando todavía no es permanente sino ocasional,


sobreviene rápidamente luego de viajar en vehículo. 87
Verrugas sobre la cara, el antebrazo, las manos, etc. 88

88 Particularmente durante la juventud. Algunas permanecen sólo durante


breve lapso y desaparecen dando lugar a otros síntomas de la psora. 88

Tumores enquistados en la piel, en el tejido celular inferior, en las "bursas


mucosae" * de los tendones, exóstosis, ** de formas y tamaños diversos, fríos
y carentes de sensibilidad. 89

* "Vainas sinovales". (Ch-L). (N. del T. al C.]*

** "Protuberancia sobre tejido óseo que constituye tumor". (Ch-L) [N. del T. al
C.] **

89 El "fungus hematodes"*** que últimamente se ha convertido en temible


plaga, tiene como causa únicamente a la psora, conclusión a la que he debido
arribar forzosamente. 89

*** "Fungosidad hematoidea: Tumor blando, de aspecto fungoso y que


produce hemorragias. A veces son fibroplásticos, coloideos o no, llenos de
vasos; otras veces son epiteliales, de origen glandular; pero no constituyen una
especie distinta de productos morbosos. Su forma es irregular levantan la
epidermis que aparece surcada por venas varicosas y que acaba por
adelgazarse, abrirse y dar salida a una especie de hongo negruzco que es la
causa de abundantes hemorragias y de pus fétido". (Extractado, DEHA). [N. del
T. al C.]***

Entumecencias glandulares alrededor del cuello en la ingle, en la comba de las


articulaciones, del codo, de la rodilla, en las axilas90 y en los senos.

90 A veces, a continuación de dolores lancinantes. desaparecen


convirtiéndose en supuración crónica, pero no de pus, dado que lo segregado
es mucosidad incolora. 90

Aridez de la epidermis, con incapacidad de transpirar

así haya calor y ejercitación, que puede afectar a todo el cuerpo, o


circunscribirse solamente a algunas zonas. 91

91 Es más frecuente en las manos, el lado externo de brazos y piernas y hasta


en la cara; la piel está seca, áspera, como tostada, se la siente agrietada y
frecuentemente presenta descamación similar al salvado. 91

Sensación desagradable de sequedad por todo el cuerpo (también en el rostro,


alrededor y dentro de la boca, en la garganta o en la nariz, aunque el aire pase
libremente) .
Transpiración al menor movimiento; aun estando sentado se producen
accesos de transpiración por todo el cuerpo, o tan sólo en algunas partes;
ejemplos: transpiración casi constante de manos y de pies, 92 transpiración
intensa de axilas 93 y alrededor de los órganos genitales.

92 Este último puede ser tan fétido y tan abundante como para que sea
suficiente haber andado breve trecho para que la planta, los talones y los
dedos de los pies estén húmedos y llagados. 92

93 A veces de color rojizo o de penetrante olor caprino o a ajos. 93

Sudores matutinos cotidianos, hasta gotear, que pueden durar muchos años;
frecuente es que desarrollen olor agrio o punzante. 94

94 A éstos pertenece la transpiración de los niños psóricos, que se produce en


la cabeza, por las noches, luego de acostarse. 94

Transpiración unilateral de alguno de los lados del cuerpo, o únicamente de su


parte superior o de la inferior.

Susceptibilidad en aumento respecto de enfriamientos, ya sea de todo el


cuerpo (frecuentemente provocados por mojarse las manos alternativamente
en agua caliente y fría, como ocurre a] lavar ropas) o susceptibilidad limitada al
enfriamiento de ciertas partes del cuerpo, como cabeza, cuello, tórax,
abdomen, pies, etc., bastando a veces una corriente de aire libre o moderada,
humedecerse ligeramente esas partes 95 y hasta es suficiente a veces con
permanecer en una habitación fría, en alguna atmósfera húmeda o que se
produzca simplemente algún descenso barométrico.

95 Los padecimientos que suceden inmediatamente son considerables y


múltiples: dolores en las extremidades, cefalalgias, catarro, dolor de garganta,
inflamación de garganta, coriza, tumefacción de las glándulas del cuello,
ronquera, tos, disnea, puntadas en el tórax y en otras partes, fiebre,
digestiones perturbadas, cólicos, vómitos, diarrea, dolor de estómago,
regurgitación de contenidos gástricos, tinte ictérico de la piel, etc. La persona
que no sea psórica jamás puede sufrir el menor de estos efectos. 95

Síntomas que "profetizan el tiempo", según la expresión corriente; es decir,


dolores intensos que se renuevan en aquellas partes del cuerpo que alguna vez
sufrieron golpes, heridas o fracturas, aun cuando hayan curado y cicatrizado;
tal dolor se renueva cuando son inminentes grandes cambios atmosféricos,
fríos intensos o tormentas, o cuando una tormenta eléctrica está por
descargarse.

Hinchazón serosa de los pies, o de solamente uno de ellos, o de las manos,


rostro, abdomen, escroto, etc.; también edema generalizado (hidropesía).
Accesos de pesadez súbita en brazos y piernas.

Accesos de debilidad paralítica y lasitud paralítica en uno de los brazos, en


una mano, en una pierna, sin dolor que acompañe, que surgen súbitamente y
pronto pasan o bien que lentamente comienzan y se incrementan
gradualmente.

Flexión súbita de la rodilla.

Niños que caen fácilmente, sin causa visible para ello. También en los adultos,
ataques similares de debilidad en las piernas, de modo que al andar un pie se
desliza en un sentido y el otro en sentido diferente, etc.

En tanto se camina al aire libre, accesos repentinos de desfallecimiento,


particularmente en las piernas. 96

96 Tal sensación de desfallecimiento a veces parece ascender hasta la boca


del estómago, donde se convierte en hambre voraz, hasta el punto de que el
individuo se siente totalmente sin fuerzas, sufre accesos de temblores y le es
preciso recostarse por algún tiempo. 96

Permaneciendo sentado se experimenta cansancio intolerable, pero


vigorización al caminar.

Articulaciones predispuestas a distensiones y esguinces por algún paso en


falso o por fallar algún intento de asirse, que puede llegar hasta la luxación;
ejemplos: las del tarso, la escápulo-humeral, etc.

Estallidos y crujidos en las articulaciones en tanto se ejecuta cualquier


movimiento de las extremidades; se incrementan hasta provocar sensación
desagradable.

Adormecimiento de los miembros que ocurre y se incrementa con sólo adoptar


actitudes insignificantes, como sostener la cabeza con un brazo o cruzar las
piernas mientras se está sentado, etc.

Calambres dolorosos que afectan a algunos músculos; sobrevienen y se


incrementan sin causa apreciable.

Distensión lenta, espasmódica, de los músculos flexores de los miembros.

Tirones repentinos en algunos músculos y en los miembros aun estando


despierto, por ejemplo: en la lengua, los labios, los músculos faciales, la
faringe, los ojos, las mandíbulas, las manos y los pies.

Acortamiento tónico* (técnico) de los músculos flexores.


* "Tónico: describe el estado de contracción muscular continua, en oposición a
la contracción intermitente (clónica)". (Ch-L). [N. del T. al C.]*

Giros y sacudidas involuntarios de la cabeza, o de los miembros, habiendo


conciencia plena (Baile de San Vito) .**

** Baile de San Vito: corea de Sydenham o corea menor, enfermedad de los


niños asociadas generalmente con fiebre reumática, causa desconocida
(extractado, P). "Así llamado porque se invocaba a este santo para su curación"
(S-S). La forma adulta es parte de un proceso cerebral degenerativo
denominado corea de Huntington (extractado, (C-L). [N. del T. al C.]**

Accesos de desfallecimiento repentino o descaecimiento, con pérdida de


conciencia.

Accesos de temblor en las extremidades, sin ansiedad.

Temblores continuos, constantes y en algunos casos, agitación involuntaria de


manos, brazos y piernas.

Accesos de pérdida de la conciencia que pueden durar desde un instante a un


minuto, con inclinación de la cabeza hacia alguno de los hombros, con
sacudidas de algún miembro, o sin ellas.

Epilepsia, de varios tipos.

Bostezos casi constante, con necesidad de estirar forzadamente las


extremidades.

Somnolencia durante el día, a menudo inmediatamente después de sentarse y


en particular luego de las comidas.

Dificultad para contraer el sueño luego de acostarse por las noches; es


frecuente el insomnio durante horas.

Toda la noche transcurre en mero dormitar.

Insomnio producido por ansiedad y acaloramiento; todas las noches la


ansiedad llega hasta tal punto que es preciso abandonar el lecho y caminar.

A partir de las tres de la madrugada falta de sueño o, a lo menos, el sueño no


es profundo.

En cuanto se cierran los ojos aparecen imágenes fantásticas de toda índole y


rostros distorsionados.

Al disponerse a dormir comienzan fantasías extrañas, ansiosas, que perturban;


es preciso levantarse y caminar.
Sueños que parecen notablemente reales, como si se estuviera despierto; o
bien lúgubres, terroríficos, ansiosos mortificantes o lascivos.

Hablar en voz alta y hasta gritar durante el sueño.

Sonambulismo; levantarse durante el sueño, por las noches, con los ojos
cerrados y ejecutar alguna tarea; se llevan a cabo acciones que hasta pueden
ser riesgosas con total facilidad; no queda noción de lo actuado al despertar.
Accesos de ahogo durante el sueño (pesadillas).*

* "Pesadilla: sensación de opresión y sofocación que se produce durante el


sueño, acompañada de sueños terroríficos y de aparente incapacidad para
moverse y hablar". (F y W). [N. del T. al C.]*

Durante la noche, dolores intensos de toda índole o bien sed, sequedad de


garganta, de fauces o frecuente necesidad de orinar.

Aturdimiento y pereza temprano al despertar, como si no se hubiera


descansado por no haber dormido; agotamiento mayor que el de la noche
precedente; se requieren varias horas (a partir del momento en que se dejó el
lecho) para que sea posible recuperarse de tal cansancio.

Luego de una noche que no aportó descanso se tiene, sin embargo, más
energía por la mañana que luego de haber dormido profunda y serenamente.

Fiebre intermitente, ya sea esporádica, epidémica. 97 o endémica; varía en


mucho el tipo, la duración y la modalidad de la fiebre: cotidiana, terciana,
cuartana, cada cinco o cada siete días.

97 Es posible que las fiebres intermitentes jamás puedan ser contraídas por
quien esté libre de psora, de modo que siempre que se observe, en tal sentido,
alguna susceptibilidad, debe ser considerada síntoma de psora. 97

Escalofríos a cada anochecer, con uñas azuladas. Escalofríos, únicamente al


anochecer.

Acaloramiento al anochecer, acompañado de aflujo de sangre a la cabeza,


mejillas sonrojadas, a veces interrumpido por un escalofrío.

Fiebre intermitente que dura varias semanas, a la que sigue erupción húmeda
pruriginosa que también dura varias semanas y que a su vez se cura durante
otro periodo similar de fiebre intermitente, alternándose estos procesos
durante años.

Perturbaciones de mente y de espíritu 98 de toda índole.


98 Tanto entre mis pacientes como en asilos para insanos, jamás he visto
enfermos de melancolía, insania o enajenación furiosa cuyo mal no tuviera a la
psora como fundamento; complicada a veces, aunque raramente, con sífilis. 98

Melancolía únicamente, o acompañada de insania. alternándose a veces las


horas de desvarío con las de cordura.

Ansiedad opresiva, temprano, al despertar. Ansiedad opresiva al anochecer,


una vez en cama. 99

99 Esto hace que algunos pacientes comiencen a transpirar copiosamente;


otros sienten, por igual causa, tan solo aflujos de sangre y palpitaciones en
todas las arterias; en otros, la ansiedad opresiva tiende a la constricción de
garganta, con ahogo, en tanto otros tienen la sensación de que toda la sangre
en sus arterias se hubiese detenido, lo que provoca angustia. En otros esta
opresión se asocia con imágenes y pensamientos ansiosos y pareciera surgida
de su propia mente; finalmente, en otros hay opresión sin ideas ni
pensamientos ansiosos. 99

Ansiedad, varias veces en el día (con dolores o sin ellos), o a ciertas horas del
día o de la noche, a menudo con transpiración; el paciente no encuentra
sosiego y corre precipitadamente hacia un lado u otro.

Melancolía, palpitaciones y ansiedad, que interrumpen el sueño nocturno (más


frecuentemente cuando están por comenzar las menstruaciones).

Manía de suicidio 100 (¿ esplín?) .*

* Esplín: (del Inglés: "spleen" y éste del Griego "splen") bazo. "Supuesto
asiento de la bilis negra (= melancolía, depresión profunda)". (Extractado, P)
(N. del T. al C]*

100 Este tipo de enfermedad de mente o de espíritu, que también es


exclusivamente psórico, parece no haber sido tomado en consideración. Sin
sentir ansiedad alguna, ni siquiera tener pensamientos ansiosos -en
consecuencia, sin que sea posible percibir su ansiedad y aparentemente en
pleno ejercicio de su razón- el enfermo se ve impelido, urgido, verdaderamente
compelido por cierto sentimiento imperioso, a eliminarse. Sólo puede sanársele
curando su psora, lo que requiere que tales ulterioridades sean advertidas a
tiempo. Digo a tiempo porque en los los últimos estados de este tipo de
insania es característica peculiar de esta enfermedad que el paciente no
exprese, absolutamente en nada ni a nadie, su determinación. Esta
enajenación se manifiesta en accesos de media hora a una de duración, al
anochecer y por lo general en momentos determinados. Pero a la par de los
mencionados accesos de manía destructiva, tales personas tienen también,
generalmente, accesos de ansiedad opresiva que parecen, no obstante, ser
independientes de los accesos precedentes y sobrevenir en horas distintas, los
que en parte se acompañan de latidos en la boca del estómago, pese a que
durante tales accesos no se vean atormentados por el deseo de quitarse la
vida. Estos accesos de ansiedad, que más parecen ser de índole corporal y que
no están en conexión con la otra serie de pensamientos, suelen no presentarse
en tanto prevalezcan los accesos de manía suicida, pero pueden retornar
cuando tal manía haya sido extinguida casi totalmente mediante remedios
antipsóricos; ello confirma la impresión de que ambos accesos son
independientes entre sí aunque tengan como fundamento a la misma
enfermedad originaria. 100

Estado de ánimo lloroso; con frecuencia llega a durar horas, sin que se pueda
encontrar causa para ello. 101

101 No obstante, este síntoma parece ocasionado por el estado precario de la


salud, particularmente en el sexo femenino, a fin de paliar temporariamente
otros desórdenes nerviosos, más numerosos y severos. 101

Accesos de miedo; por ejemplo: miedo del fuego, de estar solo, del ataque
apoplético, de enloquecer, etc.

Accesos pasionales, que parecen frenesí.

Terror provocado por la fruslería más insignificante; con frecuencia ocasiona


sudor y temblores.

Aversión al trabajo en personas que, en otras circunstancias, han demostrado


ser muy laboriosas; no hay la menor disposición a ocuparse en algo, al
contrario, la más decidida aversión. 102

102 Cuando tales mujeres se disponen a comenzar sus tareas domésticas,


sufren accesos de ansiedad y opresión sus extremidades se vuelven
temblorosas y les sobreviene cansancio tal que deben acostarse. 102

Sensibilidad excesiva. 103

Irritabilidad que proviene de debilidad. 103

103 Todas las impresiones físicas o psíquicas aun las más débiles y hasta la
mínima, provocan excitación mórbida, con frecuencia muy desproporcionada.
Cuanto pase por la mente -no solamente lo que sea de índole triste o afligente,
mas también lo que resulte grato- ocasiona malestares y desórdenes
sorprendentes; es suficiente recordar algún relato emotivo para que se
desencadene tumultuosa excitación c. e los los nervios y la mente se precipite
en ansiedad, etc. Basta a veces simplemente con leer sobre algún asunto
insignificante, o mirar atentamente algún objeto, como ocurre durante la tarea
de la costura, o escuchar atentamente temas sin relevancia, o alguna luz
demasiado intensa, o el hablar simultáneo de varias personas en voz alta, o tan
solo el sonido de algún instrumento musical, o el tañir de una campana etc.,
para ocasionar impresiones dolorosas: temblor, cansancio, cefalalgia,
escalofríos, etc.; con frecuencia los sentidos del olfato y del gusto se tornan
exageradamente sensitivos. Son frecuentes los casos en que ha bastado algún
ligero movimiento corporal, o hablar, o calor moderado, o el aire libre y frío, o
que el agua moje la piel, etc. No son pocos los que sufren, aun dentro de sus
habitaciones, por los cambios atmosféricos repentinos; la mayoría de estos
enfermos padece durante el tiempo tormentoso y húmedo, pero pocos durante
tiempo seco y con cielo despejado. También tiene efecto desfavorable la luna
llena sobre algunas personas y la nueva sobre otras. 103. Éstos

Cambios súbitos de humor; con frecuencia humor alegre y exhuberante y,


repentinamente, abatido, ya sea al considerar su enfermedad o por cualquier
otra causa de menor importancia. Transición súbita de alegría a tristeza o
enfado, sin causa para ello.

son algunos de los los síntomas importantes que he podido observar y que, si
se repiten con frecuencia o se vuelven constantes, evidencian que la psora
interna comienza a abandonar su estado latente. Tales síntomas son también
los elementos mediante los cuales el mal de la sarna, al manifestarse (en
condiciones externas desfavorables), origina infinita cantidad de enfermedades
crónicas; en un individuo asume cierta modalidad y otras modalidades en otros
individuos, de conformidad con las respectivas constituciones corporales,
defectos de educación, hábitos, ocupaciones y circunstancias externas y
también es modificado por las diversas impresiones psíquicas o físicas. De este
modo ese mal interno se manifiesta en múltiples formas de enfermedades, tan
variadas que en modo alguno quedan expuestas en las enumeraciones de
síntomas morbosos que incluye la patología de la escuela antigua y a los que
erróneamente se designa como si fueran enfermedades bien definidas,
peculiares y constantes. 104

104 Éstos son algunos de esos nombres: escrófula, raquitismo "spina


ventosa", 1 atrofia, marasmo, consunción, consunción pulmonar2 asma, "tabes
mucosa", 3 tisis laríngea, catarro crónico, coriza constante, dentición
deficiente, parásitos intestinales y enfermedades derivadas dispepsia,
"abdomina", 4 calambres, hipocondría, histerismo hidropesía, hidropesía
abdominal, torácica, ovárica, uterina, hidrocefalia, hidrocele, amenorrea,
dismenorrea, hemorragias, hemorragias uterinas y vaginales, hematemesis,
hemoptisis, disuria, iscuria, enuresis, diabetes, catarro de vejiga, hematuria,
nefralgia, arenilla renal, constricción de uretra, constricción intestinal,
hemorroides ciegas y sangrantes, fístula de recto, evacuaciones penosas,
estreñimiento, diarrea crónica, induración hepática, ictericia, cianosis,
afecciones cardíacas, palpitaciones, espasmos de tórax, aborto, esterilidad,
ninfomanía, impotencia, induración de testículo, retracción de testículo,
prolapso de útero, inversión de útero, hernias: femoral, inguinaria y umbilical,
dislocación de articulaciones por causa interna, curvatura de columna,
inflamación ocular crónica, fístula lacrimal, hipermetropía y miopía, ceguedad
diurna y nocturna, opacidad de la córnea, cataratas, glaucoma, amaurosis,
sordera, olfato y gusto deficientes, migraña, hemicránea crónica, tiques
dolorosos, tiña, costras, lactumen, sérpigo (herpes), granillos, urticaria,
tumores enquistados, bocio, varice, aneurisma, erisipela, sarcoma,
osteosarcoma, escirro, cáncer de: labios, mejillas, senos, útero, "fungus
hematodes", 5 reumatismo, gota ciática y nudosa, podagra, ataques
apopléticos, desmayos, vértigo, parálisis, contracturas técnicas, convulsiones,
epilepsia, baile de San Vito, 6 melancolía, insania, imbecilidad, debilidad
nerviosa, etcétera. 104

1 Ver página 154.[N. del T. al C]1 :

2 "Denominación común que se a la tuberculosis pulmonar (que consume al


cuerpo) (C-L) [N. del T. al C.]2

3 "Tabes: cualquier enfermedad consuntiva". (P). [N. del T. al C.]3

4 Traducción probable: "Abdominia: gula excesiva". (DEHA). [N. del T. al C.]4

5 Ver página 155.

6 Ver página 158.

Estos son los síntomas secundarios característicos de la psora, * la


enfermedad miasmática originaria que ha permanecido inadvertida a lo largo
de los siglos, monstruo de mil cabezas preñado de enfermedades, cuya
presencia es ahora evidente.**

* El canciller supremo del reino, Dr. Kopp, que profesa la alopatía pero que, a
pesar suyo, se está aproximando a la homeopatía, pretende haber observado
enfermedades crónicas que desaparecieron espontáneamente. Lo único que
puede haber observado es la desaparición de algunos síntomas particulares a
los cuales la escuela secular, debido a su miopía característica, considera
-como él- enfermedades definidas!*

** Debo admitir que la siguiente afirmación: "Son de origen psórico todas las
enfermedades crónicas no venéreas que no pueden ser extinguidas por la
fuerza vital en el curso normal de una existencia, aun prevaleciendo
condiciones externas favorables y que, por lo contrario, se incrementan año
tras año", debe resultar excesiva y demasiado aventurada para todos aquellos
que no han sopesado mis razones, también para todas las mentes estrechas.
Pero no por ello es menos verdadera. ¿O es que deberíamos considerar que
tales enfermedades crónicas no son psóricas porque el paciente no pudiera
recordar que alguna vez en el pasado -lapso que abarca hasta el día de su
nacimiento-haya tenido una o varias pústulas pruriginosas, intolerablemente
voluptuosas, sobre la piel o (dado que la enfermedad de la sarna está
considerada como algo desdichado) no estuviera dispuesto a confesarlo? En
este punto su no reconocimiento nada prueba en sentido contrario.

En todas las épocas se ha observado que es absolutamente imposible para la


fuerza vital desarraigar las enfermedades crónicas resultantes de la sarna
precedente (cuando ésta no ha sido curada) puesto que, en su condición de
dolencias psóricas, progresan constantemente e indefectiblemente se agravan.
Quienes pretenden poner en duda la doctrina de la psora en tanto no sean
capaces de presentar alguna otra fuente que, como mínimo, pueda siquiera
igualar en probabilidad y ser válida para toda dolencia (no venérea) que se
agrava año tras año, aun prevaleciendo las condiciones externas más
favorables: dieta adecuada. moral firme, constitución orgánica vigorosa; en
tanto lo que yo afirmo esté respaldado por tan abrumadora probabilidad
equivalente a más de 10 a 1, respaldando también que los casos individuales
de enfermedad crónica que exhiben decurso similar son de índole psórica, tal
afirmación debe ser considerada la más probable y hasta la necesaria, aunque
el paciente no pueda, o no quiera, admitir la infección previa.

Por cierto que es fácil poner en duda temas que no pueden ser expuestos
materialmente ante nuestros ojos, pero tal duda, en sí misma, nada prueba, de
conformidad con la antigua regla de la lógica: "negar exige probar".

En cambio, para probar la naturaleza psórica de las enfermedades crónicas, si


se prescinde del reconocimiento de la infección previa, ni siquiera es preciso
echar mano del hecho que los remedios antipsóricos muéstranse efectivos en
tales casos; esto sólo puede ser útil como puede ser útil la prueba matemática
del resultado de algún problema que ya haya sido solucionado correctamente.

Y a mayor abundamiento, los otros remedios -aun cuando hayan sido


seleccionados de acuerdo a la más estricta similitud de síntomas -en modo
alguno proporcionan curaciones duraderas y completas en los casos de
enfermedades crónicas, como sí las proporcionan los reconocidos en calidad de
antipsóricos cuando son seleccionados con igual criterio homeopático, porque
éstos -a diferencia de aquellos- se adecuan íntegramente a la variedad infinita
de síntomas del gran mal de la psora. Es por ello que no alcanzo a percibir
porqué algunos hombres rechazan la denominación de antipsóricos que
corresponde a estos remedios, a menos que su motivo sea el dogmatismo.

Y de igual modo falta toda razón valedera para contradecirme cuando afirmo
("Organon", párrafo 73) que las enfermedades agudas que retornan de tiempo
en tiempo: inflamaciones de garganta, de pecho, etc., son como llamas
desprendidas de la hoguera de la psora latente, basándose en el argumento de
que tales estados inflamatorios deben ser combatidos principalmente mediante
antiflogósicos que no son antipsóricos: Aconitum, Belladonna, Mercurius y
similares. La verdad es que estos estados se originan en la psora latente,
puesto que su habitual retorno sólo puede ser evitado por su curación
definitiva, que únicamente puede ser lograda por medio de los remedios
antipsóricos.**

A partir de aquí comienza la exposición del tratamiento médico homeopático


de esa cantidad enorme, infinitamente extensa, de enfermedades crónicas
cuya curación, imposible antes del conocimiento logrado hoy acerca de su
triple naturaleza, si bien no es fácil al menos se ha tornado posible
considerando que los remedios específicamente homeopáticos para cada uno
de estos tres miasmas diferentes han sido descubiertos ya en su mayoría.

Los primeros dos miasmas, los que originan la cantidad menor, mucho menor,
de enfermedades crónicas, son: la enfermedad del chancro venéreo (la sífilis) y
la enfermedad de las verrugas ficoideas (el sicosis), con sus secuelas- ellas
serán tratadas en primer término a fin de que quede despejado el sendero
hacia la terapéutica de esa cantidad inmensurablemente mayor de
enfermedades crónicas diversas.

Sicosis

Comencemos pues por el sicosis, el miasma que produce cantidad mínima de


enfermedades crónicas y que pocas veces llega a ser dominante. Esta
enfermedad de las verrugas ficoideas que tanto se extendió hace algunos
años, en particular durante el periodo 1809-1814 correspondiente a los años de
las guerras de Francia, posteriormente se ha vuelto cada vez más rara; casi
siempre fue tratada, ineficaz y nocivamente, mediante mercurio administrado
por vía interna, por habérsela considerado homogénea de la enfermedad del
chancro venéreo. Pero las excrecencias sobre los genitales han sido y son
invariablemente tratadas externamente por los médicos alópatas cauterizando,
desecando, escindiendo o recurriendo a ligaduras. Corrientemente estas
excrecencias primero aparecen sobre los genitales acompañando,
frecuentemente aunque no siempre, a una suerte de gonorrea uretral, *
algunos días o algunas semanas y hasta transcurridas muchas semanas a
contar desde la infección por coito; lo menos frecuente es que sean
excrecencias secas y con aspecto de verrugas; lo más frecuente, que sean
blandas, esponjosas y rezumando cierto fluido específico y fétido, dulzón y
similar al del arenque en salmuera; sangran fácilmente y asumen forma de
cresta de gallo o de coliflor ("brassica botrytes"). En el hombre estas
excrecencias se presentan sobre el glande y sobre o debajo del prepucio; en
las mujeres, en las zonas genitales y sobre esos mismos genitales, que en tal
caso se hallan turgentes y suelen estar cubiertos por gran cantidad de ellas.
Cuando se las extirpa violentamente, el efecto natural e inmediato es que
resurjan, habitualmente para ser de nuevo sometidas -y en vano- a otro
tratamiento similar, cruel y doloroso. Pero aun cuando de tal modo pudieran
ser extirpadas, ello sólo tendría la consecuencia de que la enfermedad de la
verruga ficoidea, ** una vez desprovista de su síntoma local que actúa
vicariamente respecto de la dolencia interna, habrá de aparecer en modos
diferentes y mucho peores, como dolencia secundaria; porque el miasma de la
verruga ficoidea, que ya domina en el organismo, de ningún modo ha sido
disminuído por la extirpación externa de sus excrecencias ni por el mercurio
que haya sido administrado internamente, el que en modo alguno es remedio
apropiado para el sicosis. A la par del deterioro general de la salud que el
mercurio ocasiona -que solamente daño puede hacer tratándose de esta
enfermedad y al que casi siempre se da en dosis excesivas y en las
preparaciones más enérgicas- excrecencias de la misma índole irrumpirán
entonces en otras zonas del cuerpo como elevaciones planas, blancuzcas,
esponjosas y sensitivas, en la cavidad bucal, sobre la lengua, el paladar y los
labios, o sino como tubérculos secos, pardos, extensos y prominentes en las
axilas, sobre el cuello o el pericráneo, etc., o bien surgirán otras dolencias
corporales de las que sólo he de mencionar la contracción de los tendones o de
los músculos flexores, especialmente de los dedos.

* En la gonorrea de este tipo lo frecuente es que, desde un principio, la


descarga sea algo espesa, como pus; la micción es menos difícil pero el cuerpo
del pene está turgente y algo endurecido; también en algunos casos el pene
está cubierto, en su parte posterior, de tubérculos glandulares muy dolorosos
al tacto.*

** El miasma de las demás gonorreas comunes no parece invadir todo el


organismo, sino tan sólo irritar al sistema urinario; estas ceden ante la dosis de
una gota de zumo fresco de perejil, cuando ello está indicado por la frecuente
urgencia de orinar, o bien ante una dosis mínima de Cannabis, o de Cáncridas,
o de Bálsamo de Copaiba, según las diferentes constituciones y demás
perturbaciones conjuntas. No obstante, estos remedios deben ser empleados
siempre en las dinamizaciones elevadas y superiores (potencias) a menos que
la psora, que bien podría estar latente en el organismo del paciente, haya sido
activada por algún tratamiento irritante o debilitante de los que suelen
imponer los médicos alópatas. En tal caso es frecuente que subsistan
gonorreas secundarias, las que sólo podrán ser curadas por un tratamiento
antipsórico.**

La gonorrea que depende del miasma de la verruga ficoidea, así como las ya
mencionadas excrecencias (vale decir, todo el sicosis) pueden ser curadas, con
total seguridad y definitivamente, administrando Thuja* por vía interna, pues
en este caso es homeopática, en una dosis de unos pocos glóbulos, tan
pequeños como la semilla de la amapola, que hayan sido humedecidos con la
dilución potentizada hasta el grado decillonésimo 1 ** y cuando se haya
agotado su acción al cabo de quince, veinte, treinta o cuarenta días, alternar
con una dosis igualmente pequeña de Nitri Acidum diluído hasta la
decimonovena graduación y a la que se debe conceder un lapso igualmente
extenso para permitir que actúe. No es necesario recurrir a aplicación externa
alguna, salvo en los casos más inveterados y difíciles, en los que las verrugas
con forma de higo podrán ser humedecidas diariamente con el jugo puro, con
procesado, de las hojas verdes de "thuja" mezclado con igual cantidad de
alcohol.

* "Materia Médica Pura", Parte V.*

** Si fueran necesarias más dosis de Thuja, se obtendrá la máxima eficacia


empleándola en otras potencias (VIII, VI V, II), alternación en la administración
del remedio que facilita y fortalece su capacidad de afectar a la fuerza vital.**

1 Ver Anexo: Potencias Homeopáticas Centesimales Hahnemannianas. [N. del


T. al C.]1

Pero si el paciente estuviere afectado simultáneamente de otra dolencia


crónica, como es frecuente luego del tratamiento alopático de las verrugas
ficoideas, entonces hallaremos con frecuencia que la psora* ya latente en el
paciente, ahora se ha complicado con el sicosis. Algunas veces, cuando la
gonorrea ha sido precedida por la enfermedad del chancro venéreo y ésta ha
sido mal tratada aquellos dos miasmas se conjugan con sífilis en triple
combinación. Entonces es necesario comenzar el tratamiento por lo más
aflictivo, la psora, mediante los remedios antipsóricos específicos que se
mencionan más adelante y luego recurrir a los remedios para el sicosis, antes
de administrar Mercurius en dosis conveniente y en la preparación más
adecuada para combatir a la sífilis, tal como se explica más adelante; tal
tratamiento alternativo deberá ser aplicado de continuo hasta que se haya
logrado total curación. Solamente uno de estos tres tipos de medicamentos
debe ser dado por vez y durante adecuado lapso para que cumpla su acción.

* Rara vez se encontrará a la psora en estado de desarrollo (y por ello capaz


de entrar en complicación con los otros miasmas) cuando se trate de jóvenes
recién infectados por la enfermedad de las verrugas ficoideas y que no hayan
sido sometidos al tratamiento habitual a base de mercurio, el que jamás
transcurre sin agredir violentamente al organismo; por obra de tan nociva
perturbación de todo el organismo, la psora despertar , así estuviere en
profunda latencia interna.*

En tanto dure este tratamiento interno y seguro del sicosis, no se deberá


aplicar sobre las verrugas ficoideas remedio externo alguno (salvo el zumo de
"thuja" en los casos peores y rebeldes); únicamente cubrirlas, si son de las
húmedas, con hilas secas y absolutamente limpias.

Sifilis
Este miasma crónico, mucho más difundido que la enfermedad de la verruga
ficoidea y que durante tres siglos y medio ha sido fuente de muchas otras
dolencias crónicas, es el miasma de la enfermedad propiamente venérea, la
enfermedad del chancro (sífilis). Esta enfermedad solamente ofrece
dificultades para su curación si se ha conjugado (complicado) con la psora ya
desarrollada; con el sicosis pocas veces se complica, pero entonces lo corriente
es que también lo esté con la psora.

A los fines de la curación de esta enfermedad venérea, deben distinguirse tres


estadios:

1. Cuando la sífilis todavía no se ha complicado y está acompañada de su


síntoma local asociado, el chancro, o si éste hubiera sido eliminado por
aplicaciones externas, que siquiera esté asociada con su otro síntoma local, el
bubón, * que de modo similar actúa vicariamente respecto del desorden
interno;

* Es muy poco frecuente que el bubón suceda de inmediato al coito impuro,


sin que lo haya precedido el chancro; lo corriente es que el bubón surja luego
de la destrucción del chancro lograda por medio de algún tratamiento local y
como substituto de aquel por cierto que es decididamente perturbador.*

2. Cuando se presenta aislada, es decir, sin complicación con cualquiera de los


otros miasmas, pero ha sido privada de su síntoma local vicariante, el chancro
(y también el bubón);

3. Cuando se ha complicado con otra enfermedad crónica, o sea con psora


desarrollada, ya sea que el síntoma local esté aún presente o bien que haya
sido eliminado mediante aplicaciones tópicas.

El chancro aparece luego de un coito impuro, frecuentemente entre los días


séptimo y décimocuarto, rara vez antes o después, la mayoría de las veces
sobre el miembro infectado por el miasma; al comienzo tiene apariencia de
pústula pequeña que se va convirtiendo en úlcera infecciosa con bordes
elevados, acompañada de dolores punzantes, la que de no ser curada perdura
firmemente en el mismo lugar durante toda la vida y que sólo varía al
incrementarse con los años; en tanto, los síntomas secundarios de la
enfermedad venérea están impedidos de manifestarse por perdurar el chancro.

Al actuar en casos como éste, los médicos alópatas eliminan el chancro por
medio de substancias corrosivas, cauterizantes o desecativas, suponiendo
erróneamente que tal llaga es meramente externa, surgida a consecuencia de
alguna infección tópica, lo que les lleva a afirmar que se trata de una úlcera
local y así lo han hecho constar en sus escritos. Erróneamente suponen que
cuando el chancro aparece no cabe siquiera pensar en alguna enfermedad
venérea interna, de modo que urge exterminarlo localmente para eliminar todo
riesgo de enfermedad venérea al paciente; de no proceder así los vasos
absorbentes podrían transferir la infección al interior del organismo infección
sifilítica generalizada del sistema que de seguro ocurriría si aquella acción se
demorara. Es evidente que no conocen que la enfermedad venérea de todo el
cuerpo comenzó en el momento mismo del coito impuro y que ya se había
completado antes de que el chancro apareciera.

En su ceguedad, el médico alópata destruye mediante aplicaciones locales el


síntoma vicario externo (la úlcera chancrosa) impuesto por la benévola
naturaleza a fin de aliviar la enfermedad venérea generalizada interiormente y
de este modo compele inexorablemente al organismo a reemplazar al primer
sucedáneo de la enfermedad venérea interna (el chancro) por otro mucho más
doloroso, el bubón, que además es muy propenso a supurar. Y cuando el
médico alópata también elimina este bubón, como invariablemente lo hace,
recurriendo a sus nocivos tratamientos, entonces la naturaleza se ve forzada a
desarrollar la enfermedad interna por medio de dolencias secundarias mucho
más aflictivas, por la irrupción de la sífilis crónica en su integridad y la
naturaleza lleva esto a cabo, aunque lentamente (con frecuencia luego de
varios meses), pero con absoluta invariabilidad. Así es como el médico alópata,
en vez de ayudar, daña.

John Hunter dice:* "De quince pacientes a quienes se les haya eliminado el
chancro mediante aplicaciones externas exclusivamente, ni siquiera uno
escapará de la sífilis" y en otro pasaje ** de su libro afirma: "El resultado de
destruir el chancro tempranamente -así haya sido en el primer día de su
aparición, si esto ha sido logrado mediante aplicaciones locales- es la irrupción
de la sífilis".

* "Abhandl, uber die vener. Krankheit" ("Tratado sobre las enfermedades


venéreas), Leipzig, 1787, p. 531. *

** "Ibid.", pp. 551-553. **

Con igual énfasis se pronuncia Fabre:* "La sífilis siempre sucede a la


destrucción del chancro como resultado de aplicaciones locales" y refiere la
extirpación quirúrgica mínima efectuada en los"labia" de una mujer sobre los
que se había manifestado durante pocos días un chancro venéreo; "la herida
sanó pero la sífilis, no obstante, irrumpió."

* Fabre: "Lettres, Supplément a son traité des maladies vénériennes", París,


1786. *

Entonces, ¿cómo es posible que los médicos, a pesar de tales hechos y


testimonios, cierren sus ojos y oídos a la verdad que toda la enfermedad
venérea (sífilis) ya se había desarrollado interiormente antes que el chancro
pudiera aparecer y que es error imperdonable favorecer la irrupción cierta de
la sífilis, ya presente en lo interior como enfermedad venérea, extirpando y
destruyendo el chancro por medios externos, extinguiendo así la oportunidad
propicia que se presentaba para la curación de esta enfermedad del modo más
fácil y seguro, que era el de recurrir al remedio específico interno en tanto el
chancro estaba presente e intacto? La enfermedad jamás puede ser curada si
no es por acción de un remedio interno que cure al chancro; pero queda
totalmente extinguida en cuanto el chancro sea curado, cuando no quede de él
el menor vestigio, por la sola acción del medicamento que obre internamente
(sin el agregado de remedio externo alguno).

A lo largo de mi práctica de más de cincuenta años jamás he podido observar


el menor indicio de irrupción de la enfermedad venérea en tanto el chancro
permaneciera intacto en su asiento, aun cuando esto durase años (puesto que
jamás desaparece por sí mismo) y pese al considerable aumento de tamaño
que en su asiento hubiera experimentado, lo que es natural que ocurra con el
transcurso del tiempo correspondiendo al incremento interno de la afección
venérea, incremento propio de todo miasma crónico.

Pero siempre que haya alguien tan imprudente como para extirpar el síntoma
vicario local, el organismo hará que la sífilis interna irrumpa como enfermedad
venérea, dado que la enfermedad venérea generalizada mora en el organismo
desde el primer instante de la infección.

Porque en el momento en que, durante el coito impuro, el miasma sifilítico ha


ingresado por obra del roce, en ese mismo instante ha dejado de ser local; todo
el organismo viviente ha recibido (percibido) su presencia: el miasma ya ha
sido contraído por todo el organismo. Toda higienización, todo lavado, por más
inmediato que haya sido y cualquiera haya sido el antiséptico usado (y como
hemos visto ya, hasta con la escisión de la parte afectada), es tardío en
exceso, es en vano. Por cierto que en la zona afectada no se percibirá
transformación mórbida alguna durante los próximos días, pero la
transformación venérea específica tendrá lugar irresistiblemente en lo interior
del cuerpo, desde el primer instante de la infección hasta que la sífilis hayase
diseminado por todo el organismo; sólo entonces (no antes) la naturaleza,
abrumada por la enfermedad interna, da origen al síntoma local peculiar de
este mal, al chancro, frecuentemente en el lugar infectado primeramente y
recurriendo a este síntoma la naturaleza se propone apaciguar al mal interno
ya completado.

En consecuencia, también la curación de la enfermedad venérea se logra con


máxima facilidad y del modo más absoluto en tanto el chancro (o el bubón) no
haya sido eliminado por aplicaciones tópicas y permanezca intacto, como
síntoma vicario de la sífilis interna. En este estado y en particular cuando
todavía no se ha complicado con la psora, puede afirmarse con toda razón y
con el respaldo de numerosas experiencias, que no hay sobre la tierra miasma
crónico alguno, ni enfermedad crónica alguna originada en un miasma, que sea
tan total y fácilmente curable como ésta.

En el primer estadio, el más sencillo y el más fácilmente curable, cuando el


chancro (o el bubón) aún está presente y no hay complicación con la psora
desarrollada ni con alguna dolencia crónica prominente que tenga origen
psórico (caso que es frecuente tratándose de personas jóvenes, llenas de
vitalidad) -y dado que con la psora en estado latente la sífilis muy difícilmente
se combina, lo mismo que con el sicosis- en este primer estado se requiere tan
sólo una pequeña dosis del remedio mercurial más adecuado a fin de curar
completamente, definitivamente, a la sífilis y a su chancro, en el término de
catorce días. Pocos días después de haber tomado tal dosis de Mercurius el
chancro (que no hubiera sido sometido a tratamiento externo alguno) tórnase
úlcera limpia con pus escaso e innocuo y cura por sí mismo, lo cual es prueba
convincente de que la enfermedad venérea interna también ha sido extinguida
y no queda la más pequeña cicatriz o punto alguno que se destaque por su
color diferente al del resto sano de la piel. Pero el chancro, aunque no haya
sido tratado mediante aplicaciones externas, jamás curará en tanto no sea
extinguida la sífilis interna por la dosis de Mercurius- en tanto aquel esté en su
asiento ello será prueba inequívoca y natural de algún remanente de sífilis, por
pequeño que sea.

Yo he descrito en la primera parte de la "Materia Médica Pura" (segunda


edición, Dresde, 1822) la preparación del semióxido puro de mercurio y todavía
lo considero excelente medicamento antisifilítico; pero es difícil prepararlo en
pureza suficiente. En consecuencia y a fin de lograr propósito tan ambicioso de
un modo comparativamente simple, libre de excesivas complicaciones pero
alcanzando igual perfección (puesto que en la preparación de los
medicamentos no es posible simplificar cuanto se desea), lo mejor es proceder
del modo que a continuación detallo: un grano de mercurio perfectamente
puro, que corra "sin formar cola", 2 será triturado en tres etapas con cien
granos de azúcar de leche por cada una de las veces, hasta alcanzar la
millonésima atenuación al cabo de tres horas; un grano de esta tercera
trituración será disuelto y luego "potentizado" mediante veintisiete sucesivos
frascos de dilución hasta alcanzar el grado decillonésimo (Potencia X), tal como
se enseña al final de esta segunda parte respecto de la dinamización de los
demás medicamentos áridos.

2 Lo que figura entre comillas ha sido agregado a fin de corresponder al


concepto del vocablo inglés "running" y a la característica del mercurio puro
según la describen los tratados de química. [N. del T. al C.]2

Previamente yo usaba la dinamización billonésima3 de esta preparación


impregnando uno, dos o los tres pequeños gránulos que constituían la dosis y
así se lograron curaciones satisfactorias; sin embargo, la preparación de
potencias más elevadas (IV), (VI), (VII) y finalmente la (X), la potencia
decillonésima, 4 exhibió sus ventajas, por su acción más suave y sin embargo,
más rápida y penetrante. Pero en aquellos casos en que sea necesario
administrar una segunda dosis y hasta una tercera (casos poco frecuentes)
puede darse una potencia más baja.

3 Debe entenderse que el billón es: "un millón de millones" según explicación
del Diccionario Sopena-Sapiens. Corresponde la aclaración porque, según el
Diccionario Larousse-Lexis, un billón significa: "1) Un millón de millones (10
12); 2) Antiguamente (en Francia) y todavía en los Estados Unidos, sinónimo de
'milliard" " cuya traducción al castellano no es "millar" sino "mil millones"
("'Dictionnaire Moderne Français-Espagnol", de Ramón García Pelayo y Gross
(Larousse). 3

4 Consultar anexo: Potencias Homeopáticas Centesimales Hahnemannianas. 4

Así como la presencia constante del chancro (o del bubón) durante el


tratamiento comprueba la presencia continua de la sífilis, la curación del
chancro (o bubón) por obra exclusiva del mercurio administrado por vía interna
y su desaparición sin dejar vestigios, cuando ningún remedio haya sido
aplicado tópicamente, demuestra con incontrovertible seguridad que también
todo vestigio de sífilis interna ha sido extinguido simultáneamente.

Con igual certeza debe deducirse que la desaparición del chancro (o del
bubón) debida a su mera destrucción local dado que no ha habido curación
verdadera- que solamente puede basarse en la aniquilación de la enfermedad
venérea interna mediante el medicamento apropiado: Mercurius administrado
por vía interna-ha dejado a la sífilis subsistiendo en lo interior; todo aquel que
suponga haber sido sanado por tal pretendida curación, meramente tópica,
bueno será que se considere tan enfermo venéreo como era antes de la
destrucción del chancro.

El segundo estadio en el que, como ya se dijo, puede tener que ser tratada la
sífilis es el caso, más bien raro, en que el individuo que a no ser por esta
afección estaría en perfecta salud, que no padeciera de ninguna otra
enfermedad crónica y por ello no estuviera afectado de psora desarrollada),
haya sido sometido a esta insensata extirpación del chancro mediante
aplicaciones locales, efectuada por algún médico corriente en breve tiempo y
sin haber llegado a agredir en demasía al organismo con remedios internos o
externos.

Aún en tales casos -dado que no es preciso combatir a complicación alguna


surgida de la psora- pueden ser evitadas todas las irrupciones de la
enfermedad venérea secundaria y el individuo puede ser liberado de todo
vestigio del miasma venéreo por medio de la sencilla curación interna
efectuada por una dosis de medicamento mercurial como la que ya se ha
indicado, pero la certidumbre respecto de tal curación no podrá ser probada
manifiestamente, como sí podría ser probada si el chancro estuviera todavía
presente convirtiéndose, por acción del medicamento interno, en simple úlcera
benigna que exhibiera en sí misma la acción terapéutica.

En instancias como ésta, cuando la sífilis interna no se ha exteriorizado como


enfermedad venérea, es posible hallar algún signo de que no ha sido curada o
también de su curación total, pero tales signos solamente podrán ser
interpretados por quien sea observador sutil. En caso que el chancro haya sido
eliminado mediante aplicación local, aun cuando los remedios empleados no
hayan sido excesivamente corrosivos, siempre quedará en el lugar de su
asiento, como señal de la sífilis interna no extinguida, una cicatriz descolorida o
rojiza, roja o azulada. En caso contrario, cuando la curación total de la
enfermedad venérea haya sido efectuada internamente por el remedio y el
chancro haya sanado por sí mismo sin haber sido objeto de aplicación externa,
habiendo desaparecido por no ser más necesario como substituto o aliviador
del desorden venéreo interno, ya extinguido, entonces será imposible
reconocer el lugar del asiento previo del chancro, porque en tal lugar la piel
tendrá igual color y tersura que en el resto de ella.

En consecuencia, si el médico homeópata ha observado con cuidado la cicatriz


descolorida que ha quedado luego de la mera expulsión, rápida y tópica, del
síntoma venéreo loca]izado -expresión de que la sífilis no ha sido extinguida- y
si la persona que ha de ser tratada estaría en buena salud de no ser por tal
afección-de lo que puede deducirse que su desorden venéreo no se ha
complicado todavía con la psora-podrá liberar a su paciente de todo
remanente de miasma venéreo mediante una dosis de Mercurius preparada lo
más adecuadamente posible, según ya se ha explicado; también podrá lograr
el convencimiento de que la curación se ha completado al observar que
durante el tiempo de actividad del remedio específico la cicatriz irá
reasumiendo el color saludable propio de la piel sana circundante y que
finalmente desaparecerá toda decoloración en el lugar del asiento.

Y aunque el bubón haya irrumpido luego de la extirpación del chancro debido


a aplicaciones locales, si el paciente no ha contraído alguna otra enfermedad
crónica y, consiguientemente, la sífilis interna no se ha complicado con psora
desarrollada (lo que de todos modos es raro) el mismo tratamiento aportará la
curación aun cuando el bubón estuviere todavía en desarrollo; tal curación
podrá ser reconocida por iguales signos. En ambos casos, si se los ha tratado
correctamente, la curación es total y no corresponde recelar de que se puedan
producir nuevas exteriorizaciones de la enfermedad venérea.

Nos queda por tratar el más difícil de los casos, el tercero: el individuo ya
padecía alguna enfermedad crónica al contraer la infección sifilítica, de modo
que su sífilis se complicó con psora, ya sea cuando el chancro todavía existía o
cuando, no habiendo enfermedad crónica alguna en el cuerpo en el momento
de surgir el chancro -por lo cual la psora interna sólo por sus signos hubiera
podido ser reconocida- algún médico alópata hubiera destruido el síntoma local
no sólo lentamente y con aplicaciones externas muy penosas, más también
sometiendo al paciente durante largo tiempo a algún tratamiento interno
severo que lo hubiera debilitado hasta el punto de quebrantar su salud general;
es entonces cuando la psora que en él se hallaba pero en estado latente, ha
debido ser forzada a desarrollarse y exteriorizarse en dolencias crónicas que
inevitablemente tienen que haberse combinado con la sífilis interna cuyo
síntoma local había sido destruído de modo tan irracional.

La psora únicamente puede combinarse con la enfermedad venérea cuando


ha sido activada y ha concluido por transformarse en alguna enfermedad
crónica manifiesta, lo que no puede ocurrir en tanto se halle adormecida, en
estado latente. En este último estado la psora no obstaculiza la curación de la
sífilis, pero cuando ésta se ha complicado con psora desarrollada, es imposible
curar aisladamente la enfermedad venérea.

Con demasiada frecuencia, preciso es decirlo, la sífilis -que perdura sin haber
sido curada luego de la superficial destrucción local del chancro- se halla
complicada con psora activada, no siempre porque la psora ya estuviese
desarrollada antes de la infección venérea, lo que es muy raro tratándose de
gente joven, sino porque ella ha sido despertada violentamente y forzada a
manifestarse por obra del tratamiento corriente de que es objeto la
enfermedad venérea. Debido a las fricciones con mercurio, a las dosis enormes
de calomel, de sublimado corrosivo y los demás agresivos remedios
mercuriales (que originan fiebre, afecciones abdominales disentéricas,
salivación exhaustiva, dolores en las extremidades, insomnio, etc., y que
carecen del poder antisifilítico suficiente como para curar con suavidad, rápida
y acabadamente, al miasma del chancro) tal tratamiento agrede al paciente
venéreo durante muchos meses, a lo que debe sumarse el abuso de baños
calientes y de purgantes que tanto debilitan. Todo ello hace que la psora
interna y latente (cuya naturaleza la llevaría a activarse por cualesquiera
conmociones importantes o por algún debilitamiento general de la salud)
despierte mientras la sífilis está siendo motivo de tratamiento tan nocivo, que
tampoco la puede curar, quedando finalmente ambas asociadas y complicadas.

Es entonces cuando surge, de tal modo y a causa de esta combinación, lo que


se denomina sífilis espúrea, sífilis enmascarada, y en Inglaterra pseudosífilis,
monstruosa enfermedad doble* a la cual ningún médico ha sido capaz de curar
porque ninguno, hasta el presente, ha estudiado la psora en toda su naturaleza
y extensión, ni en sus estadios de latencia y de desarrollo; tampoco nadie ha
sospechado la posibilidad de la combinación con sífilis y menos aún la ha
percibido. Y así como nadie ha podido curar la psora desarrollada, única causa
de la incurabilidad de esta sífilis bastarda nadie, tampoco, ha podido librar a la
sífilis de tan horrible combinación, lo que hubiera posibilitado curarla puesto
que la psora también es incurable en tanto la sífilis no haya sido extirpada.

* Verdaderamente que a consecuencia de tratamiento semejante ésta es algo


peor que una enfermedad doble: los incisivos remedios mercuriales,
administrados en dosis enormes y frecuentes, han sumado también su
enfermedad medicinal y si consideramos que a ello se agrega el estado de
debilidad provocado por semejante tratamiento, forzoso es que el paciente
haya quedado en lamentable estado. En estos casos Hepar Sulphuris es
preferible a Sulphur puro.*

A fin de tratar con éxito esta enfermedad venérea, denominada enmascarada,


el médico homeópata encontrará útiles las normas que siguen: una vez
apartadas todas las influencias nocivas que afectan exteriormente al paciente,
debe comenzarse su estudio prescribiéndole en tanto una dieta que lo nutra y
lo fortalezca. Désele primeramente la medicina antipsórica que mejor se
adapte homeopáticamente al estado actual de su enfermedad, como se
explicará más adelante, y cuando esta medicina haya completado su acción
también una segunda que probablemente será necesaria, pero adecuada a los
síntomas todavía prominentes de la psora y a ambas deberá habérseles
permitido que actúen hasta el máximo de su capacidad; luego deberá darse la
dosis ya descrita de la preparación mercurial más adecuada a fin de que actúe
contra la enfermedad venérea durante un lapso de tres, cinco, quizás siete
semanas, vale decir en tanto la dosis continúe produciendo alguna mejoría en
los síntomas venéreos.

No obstante, en casos inveterados y complicados, este primer tratamiento


difícilmente cumplirá con cuanto se espera. Lo corriente es que a su
finalización perduren todavía dolencias y perturbaciones a las que no es
posible clasificar definitivamente como puramente psóricas ni definitivamente
sifilíticas y todas ellas requerirán tratamiento adicional. Entonces será preciso
repetir el tratamiento anterior, vale decir: en primer término administrar una o
más dosis de remedios antipsóricos de los que aún no hayan sido empleados y
que sean de la máxima similitud homeopática hasta que todo aquello mórbido
que no parezca ser sifilítico -o sea lo psórico- haya desaparecido, luego de lo
cual otra dosis de remedio mercurial deberá ser administrada, pero en
diferente potencia y también se le permitirá que actúe y complete su acción,
hasta que hayan desaparecido los síntomas venéreos manifiestos (la úlcera
dolorosa y punzante en las amígdalas, las manchas cobrizas que se insinúan a
través de la epidermis, la erupción de granitos que no pican y a la que
frecuentemente se observa en el rostro sobre base azulado-rojiza, las úlceras
cutáneas indoloras sobre el cuero cabelludo y el pene, lisas, pálidas, limpias,
cubiertas simplemente de mucus, que poco se destacan respecto de la piel
sana, etc. y los taladrantes dolores nocturnos de la exóstosis). Pero dado que
los síntomas venéreos secundarios son tan cambiantes, su desaparición
temporaria no da certidumbre alguna de su total extinción, por lo que
deberemos esperar a que aparezcan signos más concluyentes de la eliminación
total del miasma venéreo, tales el retorno del color normal y la desaparición
total de la decoloración que podía advertirse en la cicatriz posterior a la
extirpación del chancro por aplicaciones locales corrosivas.

A lo largo de mi práctica solamente dos casos* hallé en los que se hubieran


complicado los tres miasmas crónicos: la enfermedad de las verrugas ficoideas
con el miasma del chancro venéreo y con psora desarrollada y ambos fueron
curados siguiendo el mismo método: la psora fue tratada primero, luego uno u
otro de los dos miasmas crónicos restante, según cuál de ellos exhibiera los
síntomas más prominentes y a continuación el otro. Los síntomas psóricos
remanentes debieron ser combatidos con remedios adecuados y por último lo
que todavía perdurara del sicosis o de la sífilis, por los remedios ya
mencionados.

* Se trataba uno de ellos de un maestro tallador oriundo de la cadena


montañosa del Erz, en Sajonia, que había contraído por vía de su disoluta
esposa una enfermedad venérea cuya descripción no permitía dilucidar si lo
que había aparecido en sus genitales había sido un chancro o una verruga
ficoidea; se le había maltratado tanto mediante remedios mercuriales violentos
que llegó a perder su úvula palatina y las partes carnosas de su nariz
resultaron carcomidas en su casi totalidad, quedando las partes remanentes
hinchadas, inflamadas y cribadas por úlceras, como panal de abejas. Esto le
provocaba dolor intenso e intolerable aliento fétido. Pero además tenía una
úlcera psórica sobre una pierna. Los remedios antispsóricos mejoraron un tanto
las úlceras, curaron la úlcera de la pierna, suprimieron su dolor como de
quemadura y casi totalmente la fetidez proveniente de la nariz; también los
remedios que se le administraron para el sicosis aportaron alguna mejoría,
pero en total nada más pudo lograrse hasta que recibió una dosis de protóxido
de mercurio, después de lo cual sanó íntegramente y el hombre fue restituido a
su salud, con excepción de la pérdida irreparable de su nariz.*

Psora

Antes de abordar la doctrina de la psora, el tercer miasma crónico, el más


importante, considero necesario y previo formular las siguientes observaciones
de carácter general.

Para que se produzca la infección por alguna de las tres enfermedades


miasmáticas conocidas solamente se necesita, con frecuencia, un instante;
pero la propagación de este incendio infeccioso hasta que llegue a ser
enfermedad generalizada de todo el organismo requerirá tiempo considerable.
Hasta que no hayan transcurrido algunos días, al cabo de los cuales la
enfermedad miasmática habrá llegado a su total desarrollo interno, que
afectará a todo el hombre; hasta que la plenitud del padecimiento interno no lo
imponga, no se abrirá camino el síntoma local que la benévola naturaleza ha
destinado para aliviar, en cierto sentido, a la enfermedad interna, mitigarla,
desviarla así de manera paliativa, de modo que no sea capaz de dañar a la
economía vital, que se eluda todo riesgo excesivo. El síntoma local tiene su
ubicación en la parte menos riesgosa del cuerpo, la epidermis y,
preferentemente, en aquella zona de la piel donde el miasma, en el instante de
la infección, llegó a los nervios adyacentes.

Este proceder de la naturaleza que invariablemente se repite y siempre del


mismo modo en los miasmas crónicos, y hasta en aquellos que son agudos y
constantes, no debería haber escapado a la observación de los médicos, menos
aún en el caso de las enfermedades venéreas puesto que hace más de
trescientos años que las están tratando, de lo que debió resultar
ineludiblemente la comprensión del proceder de la naturaleza respecto de los
otros dos miasmas crónicos. Por ello es que ha sido negligencia, irracional e
inexcusable de su parte, suponer que todo chancro desplegado por el
organismo al cabo de varios días, con frecuencia muchos días y como resultado
de haberse completado internamente la enfermedad, fuera algo meramente
accidental, localizado sobre la piel, proveniente del exterior y que no tuviera
conexión interna alguna, de modo que pudiera ser extirpado simplemente
mediante cauterización "a fin de prevenir que el tósigo del chancro fuera
absorbido ("scilicet") y llegara a afectar partes internas, llevando al individuo a
contraer la enfermedad venérea". Insensatez irracional e imperdonable la de
esta falsa idea sobre el origen del chancro venéreo, que respaldó la nociva
práctica de su cauterización externa produciendo como efecto, inevitable y
vergonzoso, que la enfermedad irrumpa desde lo interior, sin que se haya
alterado su condición morbosa. Esto ha ocurrido en centenares de miles de
casos durante los tres siglos últimos. Son tan irreflexivas y tan necias las
nociones de los médicos de la vieja escuela que para ellos, aún en estos
tiempos, la sarna5 es meramente enfermedad de la piel en la que el organismo
no participa. De conformidad con tan infundada suposición es lógico que nada
mejor pueda hacerse que eliminar de la piel esta dolencia, aunque lo que se
requiera sea eliminar la psora interna que está ocasionando la erupción
cutánea, puesto que cuando aquella sea curada también la afección cutánea
habrá de desaparecer naturalmente, dado que es la consecuencia necesaria
de la enfermedad interna: "cessante causa, cessat effectus".

5 Se remite al lector a la nota de la página 36/7. [N. del T. al C.]5

Porque en tanto la enfermedad esté completa, vale decir, en tanto esté


presente sobre la piel la erupción originaria, mitigando al mal interno, la
enfermedad de la psora puede ser curada íntegramente con facilidad, rapidez y
certeza.
Pero cuando, por la destrucción de esta erupción cutánea original que actúa
en substitución del mal interno, la erupción haya sido eliminada, entonces la
psora habrá sido llevada a situación contranatural: la de prevalecer sobre lo
más delicado e interno del organismo sin ser contrabalanceada, lo que la
fuerza a desarrollar sus síntomas secundarios.

En consideración a lo importante y necesaria que es la erupción cutánea para


la curación de la psora originaria y a que hay una sola curación verdadera de la
sarna, la curación interna, es que debe prescindirse de eliminar la erupción por
medios externos; ello queda corroborado por el hecho observable de que a la
eliminación de la erupción de sarna suceden las dolencias crónicas más
severas como síntomas secundarios de la psora interna y que si, a
consecuencia de alguna gran perturbación que sufriera el organismo, la
erupción de sarna reapareciera sobre la piel, los síntomas secundarios serían,
por ello, repentinamente anulados y tan abrumadoras dolencias, que han
persistido durante muchos años, desaparecerían así aunque fuera
temporariamente, como por obra de milagro. Véase las observaciones
formuladas por médicos de épocas pasadas identificadas con los números: 1,
3, 5, 6, 8, (9), 16, (17), (21), 23, 33, 35, 39, 41, 54, 58, 60, 72, 81, 87, 89, 94. 6

6"Testimonios médicos sobre las consecuencias de eliminar la erupción de


sarna". [N. del T. al C.]6

Pero que nadie llegue a suponer que la psora interna, luego de la destrucción
externa de su erupción cutánea por cuya causa se está manifestando
mediante dolencias crónicas secundarias puede, si reaparece sobre la piel
alguna erupción semejante a la de la sarna, retornar a un estado tan natural
como fue el primitivo, o que pueda ser curada tan fácilmente como si fuera
ésta la erupción originaria y como si aquella no hubiera sido extirpada.

De ningún modo es así. Hasta la erupción que aparece inmediatamente


después de la infección no tiene tal pertinacia ni tan invariable constancia
como las tienen el chancro y la verruga ficoidea sobre sus primitivos asientos*
pues con alguna frecuencia desaparece de la piel debido a causas** totalmente
ajenas a los remedios artificiales usados deliberadamente para procurar su
destrucción y hasta por causas que desconocemos.***

* Ninguno de ambos se elimina espontáneamente y sólo puede desaparecer


por extirpación deliberada y externa o por curación interna de toda la
enfermedad.*

** Ejemplos: por resfriado véase No. 67 de las ya citadas observaciones), por


viruela (No. 39), por baños calientes (No. 35).**

*** Ver Nos. 9, 17, 26, (36), 50, 58, 61, 64, 65, observaciones en las cuales se
advierte que simultáneamente o poco después de la desaparición de la
erupción original de sarna sin que haya obrado causa evidente, habitualmente
se presentan efectos adversos como cuando ha sido eliminada artificialmente
mediante aplicaciones tópicas.***

De modo que el médico no debe tratar a la erupción externa si su propósito es


curar la enfermedad de la sarna ~en tanto esté intacta-mediante remedios
antipsóricos administrados por vía interna. La tregua sería más precaria si la
erupción fuera la segunda, la que podría haber sido provocada sobre la piel por
cualquier causa posterior a la extirpación tópica de la primera; porque la
segunda erupción habrá de ser mucho más inconstante y mudable, de modo
que es frecuente que se extinga a los pocos días debido a causas de menor
cuantía prueba de que no tiene todas las cualidades de la primitiva erupción de
sarna y el médico ya no puede valerse de ella para asegurar que su
desaparición demuestra la curación total de la psora.

Tal propensión al cambio que se observa en esa erupción similar a la de la


sarna, que aparece en segundo término sobre la piel, parece evidentemente
tener por causa el hecho de que la psora interna, luego de la eliminación de la
erupción originaria de sarna, no es capaz de impartir a la segunda erupción
todas las cualidades que fueron propias de la erupción primaria y por ello está
ahora mucho más propensa a desplegarse en múltiples y diversas
enfermedades crónicas; en tales circunstancias la curación completa es ahora
mucho más difícil y debe ser orientada como si simplemente se la dirigiera
contra la psora interna.

En consecuencia, no se promueve la curación produciendo semejante erupción


secundaria mediante remedios internos, como a veces se ha intentado en la
práctica (véase nums. 3, 9, 59, 89), ni puede esperársela de su reaparición por
obra de otras causas desconocidas (véase nums. 1, 5, 6, 8, 16, 23, 28, 29, 33,
35, 39, 41 54, 58, 60, 72, 80, 81, 87, 89, 94), ni, en particular, por la ayuda que
haya prestado alguna fiebre (véase nums. 64 y también 55, 56, 74). Tal
erupción secundaria es siempre muy inestable, tan extravagante en su
comportamiento y tan poco confiable, que nuestros pronósticos de curación
jamás deben basarse en ella, ni esperar de ella progreso alguno hacia la
verdadera curación.

Pero aun cuando, por cualesquiera medios, tal erupción secundaria pudiera ser
producida por algún recurso y aun cuando estuviera en nuestras posibilidades
retenerla sobre la piel durante apreciable lapso, en modo alguno podríamos
considerarla como ayuda en cuanto concierne a la curación del mal psórico en
su integridad.*

* Tiempo hubo en el que yo, no convencido totalmente de esto pensaba que la


curación total de la psora podría ser facilitada por alguna renovación artificial
de la erupción cutánea provocada obstruyendo la función respiratoria de la
piel, de modo de excitarla homeopáticamente a reproducir la erupción. Para
este propósito hallé de máxima eficacia la aplicación de un emplasto, en
particular sobre la espalda (aunque también podía aplicarse sobre otras zonas
de la piel); se preparaba el emplasto calentando suavemente seis onzas de pez
blanca (o pez de Borgoña) sobre la que, una vez retirada del fuego, se debía
verter una onza de trementina de alerce (la denominada trementina
veneciana) y revolver hasta lograr una mezcla perfecta; una porción de ésta se
extendía sobre una cuero de gamuza (lo más suave que fuera posible hallar) y
se la aplicaba mientras estuviera aún caliente. En vez de esto podía emplearse
la denominada cera vegetal (elaborada con cera amarilla y trementina común)
y también tafetán recubierto con resina elástica, habiendo quedado
evidenciado que la erupción pruriginosa producida no era debida a ninguna
irritación provocada por la substancia empleada, ni que el emplasto ya
mencionado causara erupción o comezón sobre la piel de las personas que no
fuesen ya psóricas. Descubrí que este método era lo más efectivo para
despertar tal actividad de la piel. No obstante, y pese a la constancia de los
pacientes (y sin que gravitara cuán afectados pudieran estar por la psora),
jamás logré que se desarrollara alguna erupción completa de sarna, ni siquiera
que perdurara algún tiempo sobre la piel. Solamente fue posible lograr la
aparición de algunas vesículas pruriginosas que pronto se desvanecían en
cuanto el emplasto era retirado. Con más frecuencia persistía alguna
excoriación húmeda de la piel o, en el mejor de los casos, cierta comezón
cutánea más o menos intensa que raras veces se extendía a otras zonas que
las cubiertas por el emplasto. Por cierto que esto llegaba a proporcionar alivio
notable de las enfermedades crónicas originadas en el miasma psórico, aun en
las más severas, como es la supuración de los pulmones. Pero en la mayoría de
los pacientes no pudo obtenerse tanto (con frecuencia todo lo que se pudo
lograr fue alguna comezón moderada y pequeña) y hasta cuando pude obtener
cierta comezón violenta ésta resultó tan insoportable para el paciente que fue
imposible mantenerla durante el tiempo necesario para que se produjera
alguna curación interna. Entonces, cuando el emplasto era retirado para aliviar
al paciente, esa comezón -por más violenta que hubiera sido- y también la
erupción presente, desaparecían con prontitud y ello impedía que la curación
avanzara substancialmente. Esto confirma la observación ya formulada de que
la erupción, si reaparece por segunda vez (y aunque también se logre
reproducir la comezón), en modo alguno tiene todas las características de la
erupción originaria de sarna que fue suprimida y en consecuencia es de poca
ayuda cuando se intenta curar totalmente la psora por remedios internos,
pequeña ayuda que pierde todo valor debido al insoportable tormento
producido por la erupción artificial con su intolerable comezón y al
debilitamiento de todo el organismo que es inseparable de tan insufrible
prurito.*
En consecuencia, queda confirmada la verdad de que la curación total de la
temible psora por medio de remedios antipsóricos se logra con máxima
facilidad en tanto está presente la erupción originaria. Esto hace evidente la
inconsciencia de los médicos alópatas al eliminar la erupción primitiva de sarna
mediante aplicaciones tópicas, en vez de desarraigar completamente de todo
el organismo tan grave enfermedad por medio de su curación interna que, en
tal estadio, es muy accesible y de tal modo contrarrestar el avance de las
deplorables consecuencias que es dable esperar cuando semejante mal no ha
sido curado: los innumerables padecimientos crónicos, secundarios, que son su
secuela.

Poco vale la excusa que pueda esgrimir el médico particular (puesto que el
médico de hospital ninguna tiene); por supuesto que dirá : "Si no se sabe con
certeza-y difícilmente puédase llegar a saberlo- dónde, cuándo, en qué ocasión
y de qué persona que padeciera sarna la infección se deriva, menos posible
será descubrir si la pequeña erupción presente, a menudo insignificante, es
verdadera sarna y a ningún médico se le puede imputar las nocivas
consecuencias de haber supuesto que era algo diferente y haber tratado de
extirparla de la piel cuanto antes mediante alguna loción a base de plomo, o
por el ungüento de cadmía7 o por el precipitado blanco de mercurio, de
conformidad con los deseos de los distinguidos padres del enfermo".

7"Cadmía: óxido de cinc sublimado durante la fundición de este metal y que


contiene, de ordinario, óxido de cadmio" (S-S). "Antiguamente ese nombre se
aplicaba al mineral de cinc denominado 'Calamina' " (W). "Calamina: . . .
preparación para la piel compuesta de óxido de cinc con 0.5% de óxido férrico"
(P- Sc). [N. del T. al C.]7

Pero esta excusa, como ya se dijo, no es válida porque:

PRIMERO Y ante todo: ninguna erupción cutánea, cualquiera sea su índole,


debe ser eliminada por medios externos si es que el médico se propone actuar
racionalmente, conscientemente.* La piel humana, por sí misma y sin la
cooperación del resto del organismo, jamás desarrolla erupción alguna, ni se
enferma sin haber sido inducida y compelida a ello por un estado mórbido
generalizado, por la falta de normalidad de todo el organismo. En lo profundo
de todos los casos hay cierta perturbación subyacente que compromete a todo
el organismo viviente, estado al que es preciso considerar en primer término;
ello implica que la erupción sólo habrá de ser eliminada mediante la curación
de lo interno, lo que se debe lograr con remedios apropiados que puedan
cambiar la condición prevaleciente en el organismo. Entonces quedará
también curada la erupción que tiene su fundamento en la enfermedad interna
y se curará espontáneamente sin la acción directa de remedios externos y, con
frecuencia, con rapidez mayor que la del efecto que éstos pudieran procurar.
* Ver "Organon de la Medicina", SS 187 a 203. *

SEGUNDO: Aunque el médico no haya podido observar el aspecto originario de


la erupción, el que presentaba antes de su destrucción, vale decir la pústula de
sarna que en su comienzo es transparente, que muy pronto se llena de pus y
queda circundada por un contorno estrecho y rojizo -aun cuando la erupción
sólo consistiera en granillos similares a los de alguna erupción miliar o
apareciera como granitos diseminados o postillas pequeñas- en modo alguno
podría dudar de si tal erupción puede ser sarna al observar que el niño, y hasta
el lactante de pocos días, se rasca o de algún modo se restrega la zona y en
caso de ser un adulto, si se queja del cosquilleo voluptuoso de la erupción
pruriginosa (así se trate de algunos pocos granitos) que es insoportable en
particular al atardecer y por las noches a menos de ser rascada y que, en
cuanto lo es, sobreviene dolor ardoroso.

En tales casos no es posible dudar sobre si la infección ha sido de sarna, pese


a que en las familias pudientes o refinadas nos será difícil obtener información
y menos aún certeza acerca de cómo, dónde y de quién tal infección pudo
haber sido adquirida; además , según se ha dicho, son innumerables las
ocasiones en las cuales inadvertidamente pudo haber sido contraída esta
infección.

Ahora bien, si el médico de la familia advierte esto a tiempo entonces y sin


que sea necesaria otra intervención, bastará una sola dosis de uno o dos
gránulos tan diminutos como la semilla de amapola, según ya se explicó, para
curar por completo al niño y para liberarle de toda la enfermedad de la sarna,
de la erupción tanto como del mal interno.

El médico homeópata, en su práctica privada, pocas veces llega a ver y a


tratar una erupción de sarna que haya afectado a considerable parte de la piel
y que provenga de infección reciente, pues debido a la comezón intolerable,
recúrrese a alguna anciana practicona, o al barbero, o al boticario quienes
invariablemente auxilian con algún remedio que, según afirman, es efectivo de
inmediato (por ejemplo: manteca de cerdo mezclada con azufre sublimado).
únicamente en los cuarteles, prisiones, hospitales, penitenciarías y asilos para
huérfanos, quienes están infectados deben recurrir al médico interno (si el
cirujano del establecimiento no se le anticipa).

Ya en tiempos remotos cuando se presentaba algún caso de sarna -dado que


no siempre ésta degenera en lepra- se advirtió que respecto de ella el azufre
tenía cierta virtud, aunque no se conocía otro modo de eliminar la sarna que no
fuera aplicandolo exteriormente, tal como ahora se procede por parte de los
médicos contemporáneos de la vieja escuela. A. C. Celsus 8 tenía varios
ungüentos y emplastos, algunos de los cuales consistían meramente en azufre
mezclado con alquitrán y los demás contenían también compuestos de cobre y
de substancias diversas; a éstos los prescribía para extinguir la comezón y
aquellos se suponía que eran curativos. De modo que los médicos de la más
remota antigüedad prescribieron, como los modernos prescriben a sus
pacientes, baños en aguas termales sulfurosas. A tales pacientes también se
les libraba de su erupción recurriendo a remedios externos a base de azufre.
Pero que esos pacientes no fueron curados por tales medios quedaba de
manifiesto inclusive para ellos mismos, por las dolencias más graves que se
presentaban a continuación, tales como hidropesía generalizada, enfermedad
que sobrevino a un ateniense cuando suprimió su severa erupción de sarna
bañándose en las aguas termales sulfurosas de la isla de Melos (hoy se la
denomina Milo), a consecuencia de lo cual falleció. Esto quedó asentado por el
autor del libro v, titulado Epidemion, cuya titularidad se atribuye a Hipócrates
(que precedió a Celsus en más de trescientos años).

8 Aulus Cornelius Celsus, escritor romano del primer siglo de la era cristiana,
autor del primer tratado médico en latín. Los ocho volúmenes que se
conservan son exposición de historia !~r práctica médicas y expresan lo mejor
de la medicina grecorromana (resumido, P). [N. del T. al C.]8

Los médicos de la antigüedad no prescribieron azufre por vía interna porque


ellos, como los contemporáneos no advirtieron que esta enfermedad
miasmática es, simultáneamente y substancialmente, enfermedad interna.

Los médicos modernos jamás han recetado azufre, únicamente e


internamente, para curar la sarna porque jamás reconocieron su carácter de
enfermedad interna, lo que esencialmente es. Sólo lo recetaron así combinado
con medios externos de eliminación de la sarna o en dosis tales como para que
actuara como purgante: diez, veinte y hasta treinta granos en una sola dosis,
frecuentemente repetida, de modo que nunca pudo quedar en evidencia cuán
útil o cuán nocivo podía ser este empleo interno, debido a la enormidad de las
dosis que se ingerían acompañando a las aplicaciones externas. La afirmación
mínima que cabe hacer es que la enfermedad de la sarna en su integridad
(psora) jamás ha podido ser curada por tal tratamiento. La eliminación externa
de la erupción se operó simplemente debido a la acción purgante; cualquier
otro purgativo hubiera sido igual y aportado los mismos efectos perjudiciales,
aunque no se hubiera administrado azufre internamente. Porque aun cuando el
azufre hubiera sido usado solamente por vía interna, en esas enormes dosis a
que se ha hecho alusión y aun prescindiendo de todo recurso destructivo
externo, de ningún modo podría haber curado a la psora; en parte porque a fin
de curar como antipsórico y como remedio homeopático el azufre debe ser
dado únicamente en dosis mínimas de preparación "potentizada", ya que en
dosis enormes y repetidas el azufre en estado nativo puede llegar a
incrementar la enfermedad* o, por lo menos, a agregar alguna nueva
enfermedad; en parte también debido a que la fuerza vital lo rechaza
violentamente en su condición de substancia agresiva, recurriendo a
deposiciones de tipo purgante o al vómito, sin que su propiedad curativa tenga
posibilidad alguna de actuar.

* Corresponde incluir aquí los conceptos de un conocedor de Homeopatía, el


conde Buquoy, investigador imparcial de la verdad, práctico e infatigable,
además de pensador profundo y multifacético, cuyos conceptos han sido
extraídos de su "Anregungen fur ph. w. Forschungen" (Leipzig, 1825, p. 286 y
siguiente). Luego de suponer que una droga actuando en un estado normal de
salud ocasiona los síntomas a, b, c, cuando el estado de salud es anormal
produce los síntomas x, v, z, además de otros fenómenos fisiológicos y puede
actuar sobre tal estado anormal de modo que los síntomas patológicos x, y, z,
sean transformados en los síntomas a, b, c, de la droga, pero con la
peculiaridad -que pertenece a estos últimos- de ser temporarios, transitorios. Y
continúa: "Este carácter de transitoriedad pertenece al grupo de síntomas a, b,
c, del medicamento, que ha substituido al grupo de síntomas que pertenecían
a la enfermedad y esto se debe, simplemente, a que la medicina ha sido dada
en dosis extraordinariamente pequeña. Si el médico homeópata diese al
paciente una dosis más grande del remedio indicado, la enfermedad x, y, z,
podría ciertamente ser transformada en otra, es decir, en a, b, c, pero la nueva
enfermedad quedaría entonces tan firmemente estabLecida como antes estaba
la enfermedad x, y, z. Y si se diera una dosis muy grande, entonces se
produciría una nueva enfermedad posiblemente muy peligrosa, salvo que el
organismo esforzándose al máximo, se liberará rápidamente del veneno
(mediante diarrea, vómito, etc.)"9

9 Estas explicaciones, formuladas en el año 1825 (!), que se suman a las


advertencias del Dr. Hahnemann ("Organon de la Medicina", SS 246, 247, 275,
276, 277 y notas 133, 135 y 163) deberían ser más que suficientes para inducir
a la reflexión a quienes todavía hoy prescriben dosis repetidas de un mismo
remedio, no variado en su dinamización. [N. del T. al C.]9

Ahora bien, si como la experiencia enseña, ni siquiera la enfermedad de sarna


reciente-que de todas es la más fácil de curar y que equivale a la psora interna
recién contraída, conjuntamente con su erupción externa- en modo alguno
puede ser curada por aplicaciones externas acompañadas de ingestión de
grandes cantidades de azufre sublimado, puede fácilmente comprenderse que
la psora una vez que ha sido despojada de su erupción y se ha arraigado como
enfermedad interna exclusivamente, desarrollando dolencias secundarias y
mutándose en enfermedades crónicas de índoles diversas tampoco puede, en
absoluto, por igual razón, será curada por dosis de azufre sublimado o por
repetidos baños en aguas minerales sulfurosas o, incluso, por beber
simultáneamente esas aguas o similares; en una palabra: no puede ser curada
por este remedio así fuere dado en dosis excesivas y frecuentes, y aunque en
sí mismo sea antipsórico.*
* Usado en pequeñas dosis, Sulphur es remedio antipsórico que jamás dejará
de producir algún breve comienzo de curación tratándose de enfermedades
crónicas (psóricas, no venéreas en consecuencia). Yo sé de un médico en
Sajonia que adquirió gran reputación simplemente por agregar a sus
prescripciones -en casi todos los casos de enfermedades crónicas- azufre
sublimado, aun cuando no comprendía la razón de esto. Tal proceder al
comienzo del tratamiento de esas enfermedades es apto para producir efectos
benéficos, pero por cierto que sólo al comienzo; posteriormente su utilidad
desaparece.*

Es verdad que muchos de esos pacientes crónicos parecen quedar libres por
algún tiempo de los síntomas de su enfermedad por efecto de un primer
tratamiento mediante esas aguas (y así es posible ver multitudes de muchos
millares de enfermos padeciendo diferentes dolencias crónicas, concurrir a
Teplitz, Baden, Aix-la-Chapelle, Neundorf, Warmbrunn, etc.) pero no por ello
recuperar su salud pues en vez de padecer su enfermedad crónica originaria
(psora), han quedado sometidos por algún tiempo al dominio de alguna
dolencia impuesta por el azufre (diferente, probablemente más llevadera); pero
en cuanto ha transcurrido algún tiempo esta enfermedad se desvanece, lo que
ocurre cuando la psora nuevamente se yergue, ya sea con los mismos
síntomas mórbidos anteriores o con otros similares pero que, gradualmente, o
se tornan más abrumadores que los primitivos o sus síntomas se manifiestan
en puntos más vitales del organismo. En este último caso las personas poco
reflexivas pueden llegar a alegrarse al suponer que su enfermedad anterior ha
desaparecido y al confiar en que su "nueva" enfermedad pueda también ser
eliminada por otra visita a los mismos baños, pues no advierten que el nuevo
estado mórbido es meramente alguna transformación de la misma psora y por
experiencia hallarán que la segunda visita al balneario producirá menor alivio y
por cierto agravación si se repitieran los baños en aguas sulfurosas.

De tal modo podemos apreciar que el uso excesivo del azufre en todas sus
formas o su repetición frecuente, como acostumbran los médicos alópatas en
sus tratamientos de numerosas enfermedades crónicas (las dolencias psóricas
secundarias) ha hecho que pierda toda su utilidad y valor y hoy ya es posible
afirmar que sólo daño ha producido el empleo del azufre en manos de médicos
alópatas.

Pero suponiendo que alguien se preocupara por usar correctamente al azufre


en enfermedades de esta índole, muy difícilmente alcanzaría el éxito que logra
el médico homeópata frente a un caso de enfermedad de sarna cuando su
erupción aún está presente. A pesar de que el azufre puede ser capaz por sí
mismo de iniciar una cura debido a sus innegables efectos antipsóricos, una
vez que se ha llegado a la eliminación de la erupción recurriendo a medios
externos, sea que la psora esté aún oculta o latente, o cuando más o menos
desarrollada se ha abierto camino mediante diversas enfermedades crónicas,
pocas veces es posible aprovechar sus poderes con tal fin porque los médicos
alópatas lo han administrado repetidamente con una u otra finalidad y han
agotado sus posibilidades en los pacientes. Porque Sulphur, como en la
mayoría de los remedios antipsóricos que se emplean en el tratamiento de
toda psora desarrollada, crónica, difícilmente puede ser empleado tres o cuatro
veces (aun habiendo intercalado otros remedios antipsóricos) sin que se
produzca algún retroceso en la curación.

La curación de toda psora antigua que haya sido privada de su erupción, sea
que se halle en estado latente y de reposo o que ya se haya abierto camino
mediante enfermedades crónicas, jamás podrá ser lograda mediante el azufre
solamente, ni por medio de baños sulfurosos, naturales o artificiales.

Corresponde mencionar aquí la curiosa circunstancia de que toda díptesis


psórica, es decir, tanto de la psora que todavía está latente en lo interior como
de la psora que ya se ha desplegado en alguna de las innumerables
enfermedades crónicas que de ella pueden surgir, muy raramente habrá de
ser curada por un solo remedio antipsórico y requerirá , por lo contrario, el
empleo de varios de estos remedios -y en los casos de mayor gravedad el
empleo de muchos de ellos- uno a continuación de otro; la única excepción la
constituye la enfermedad de sarna cuya reciente erupción cutánea no haya
sido suprimida aún, puesto que es fácilmente curable por vía interna.*

* La psora reciente con su erupción cutánea intacta ha podido ser curada en


algunos casos al término de dos, tres o cuatro semanas, prescindiendo de todo
remedio externo, sólo por una dosis muy pequeña de Sulphur adecuadamente
"potentizado"; en cierta oportunidad medio grano 10 de Carbo Vegetabilis
"potentizado" a la millonésima resultó suficiente para una familia integrada por
siete persona y en tres oportunidades resultó suficiente una dosis similar de
sepia en elevada dinamización.*

10 Se recuerda al lector que una onza troy pesa 31.1 gramos y contiene 480
granos, de donde cada grano pesa 0.0648 gramo. [N. del T. al C.]10

No debe sorprendernos la circunstancia expuesta si consideramos que la psora


es un miasma crónico de carácter muy peculiar, muy especial, que durante
miles de años ha estado pasando por muchos millones de organismos
humanos, asumiendo así tan vasta diversidad de síntomas -constituyentes de
esas innumerables dolencias crónicas, no venéreas, bajo las cuales gime
actualmente la humanidad- que ha podido evolucionar transmutándose en
muchísimas formas indefinidas y diferentes, en tanto se iba completando al
pasar por las múltiples constituciones corporales de hombres que diferían entre
sí por el lugar de su residencia, con sus peculiaridades climáticas, por su
educación, por sus hábitos y ocupaciones, * por su modo de vivir y su
alimentación y a quienes modelaron sus relaciones físicas y psíquicas. Por ello
no es de extrañar que una sola dosis de algún medicamento resulte
insuficiente para curar íntegramente a la psora en todas sus variedades y que
varios medicamentos se requieran a fin de corresponder, por los síntomas
mórbidos artificiales peculiares de cada uno de ellos, a la profusión de
síntomas de la psora y así a los de todas las enfermedades crónicas (no
venéreas), a la psora en su totalidad, correspondencia que se debe investigar
con finalidad homeopáticamente curativa.**

* Ocupaciones que requieren desplegar mayor actividad de uno u otro órgano


del cuerpo, de una u otra función del espíritu y de la mente.*

** Yo me abstengo de relatar a través de cuántos esfuerzos abrumadores y de


qué sinnúmero de observaciones cuidadosas, investigaciones, cavilaciones y
experimentaciones diversas he debido pasar para lograr finalmente, al cabo de
once años, salvar esa gran omisión que impedía llenar el hueco en el edificio
del arte curativo homeopático: la curación de las innumerables enfermedades
crónicas, dejando completado así, en la medida de lo posible, las bendiciones
que este arte contiene respecto de la humanidad en sufrimiento.**

En consecuencia, como ya se ha dicho, es únicamente cuando la erupción de


sarna está aún en sus principios y la infección es todavía reciente, que su
curación puede ser proporcionada por Sulphur sólo y a veces hasta por una
sola dosis. Me es imposible predecir si esto puede ser logrado en todos los
casos de sarna en plena erupción sobre la piel, porque varía en mucho la
antigüedad de la erupción en los enfermos que transmitieron la infección.
Porque si la erupción ha permanecido sobre la piel por algún tiempo (y aunque
no haya sido tratada mediante remedios represivos externos), por sí misma
comenzará a retirarse gradualmente de la piel. Es entonces cuando la psora
interna comienza a predominar; la erupción cutánea ya no es totalmente
vicaria y aparecen dolencias de otra índole, en parte como signos de psora
latente y en parte como enfermedades crónicas desarrolladas a partir de la
psora interna. En tales casos Sulphur solo (como cualquier otro medicamento
antipsórico singularmente administrado concluye por no ser eficaz respecto de
la curación total, momento en que es preciso recurrir de la curación total,
momento en que es preciso recurrir a otro remedio antipsórico, el que
corresponda de acuerdo tratamiento homeopático.

El tratamiento

El tratamiento médico homeopático de las incontables enfermedades crónicas


(que por no ser venéreas deben ser psóricas) coincide esencialmente, en sus
aspectos principales, con el tratamiento homeopático de las enfermedades en
general, según quedó expuesto en el "Organon de la Medicina". Corresponde
precisar ahora todo aquello que requiera consideración especial al tratar las
enfermedades crónicas.
En lo concerniente a la dieta y al modo de vivir de estos pacientes sólo daré
algunas indicaciones generales dejando librado al criterio del facultativo
homeópata las modalidades de su aplicación en cada caso individual.

Es evidente que todo aquello que obstaculice la curación debe ser eliminado.
Pero dado que tenemos que tratar enfermedades abrumadoras de curso muy
lento, a las que no es posible eliminar rápidamente y puesto que estos casos se
dan con mayor frecuencia en personas de edad madura y en ancianos cuyos
modos de vivir no nos es dado alterar fundamentalmente -así se trate de gente
pudiente como de menores recursos y hasta de muy pobres- será preciso
admitir restricciones y modificaciones al modo de vida estricto que
normalmente prescribe la Homeopatía, a fin de que todos los pacientes, por
mucho que difieran entre sí, puedan hallar la curación de sus tan agobiantes
enfermedades. Dieta y modo de vivir estrictamente homeopáticos no son
decisivos para la curación del enfermo -como afirman nuestros opositores a fin
de restar mérito a la Homeopatía- lo que sí es decisivo es el tratamiento
médico. Esto ha podido ser comprobado en muchos pacientes que, por haber
admitido falsas argumentaciones al respecto, han observado durante años las
más estrictas dietas homeopáticas sin haber logrado por ello disminuir su
enfermedad crónica; por lo contrario, éstas han seguido incrementándose a
despecho de la dieta, como es de rigor que ocurra en toda enfermedad de
índole crónica debido a su naturaleza miasmática.

Es por ello que el facultativo homeópata en sus prescripciones debe adaptarse


a las circunstancias en cuanto se refiere a dieta y modo de vivir, a fin de que el
tratamiento sea llevadero; de este modo avanzará en su propósito de sanar por
completo con mucha mayor seguridad que si insistiera obstinadamente en el
cumplimiento de normas estrictas que, a veces, hasta ni pueden ser
observadas.

En la medida en que sus fuerzas se lo permitan el jornalero deberá continuar


con sus tareas, el artesano con sus manualidades, el granjero con su labor
rural, la dueña de casa con sus quehaceres. Solamente se deberán proscribir
aquellas tareas perjudiciales a la salud de personas sanas. Esto debe quedar a
criterio del médico inteligente.

Las personas cuya ocupación no requiera actividad física, sino intelectual, que
deba cumplirse en recintos cerrados -trabajos sedentarios en general- deben
ser aconsejadas en el sentido de caminar con frecuencia y al aire libre, sin que
por ello y en tanto dure su tratamiento, deban abandonar totalmente sus
tareas.

A quienes estén ubicados en niveles más pudientes también deberá


recomendárseles caminatas más frecuentes. El médico debe permitir a estas
personas continuar con sus reuniones danzantes en tanto sean inofensivas,
moderadas y decorosas, con sus reuniones campestres si son conciliables con
su dieta estricta, con las reuniones sociales en las que la conversación sea el
entretenimiento principal; no les impedirá disfrutar de esa música que no
perturba ni de asistir a conferencias, salvo las que puedan resultar agobiantes;
excepcionalmente permitirá las funciones teatrales, pero jamás los juegos de
cartas. El médico aconsejará la duración y la frecuencia de las cabalgatas y de
la conducción de vehículos e impedirá , con tacto suficiente, cultivar relaciones
que perjudican físicamente. Deberá proscribir totalmente los galanteos y las
frívolas excitaciones de la sexualidad, la lectura de novelas lascivas y de
poesías de carácter similar, así como los libros excitantes y los que induzcan a
la superstición.*

* A los médicos complace, con frecuencia, arrogarse importancia prohibiendo


todo contacto sexual a pacientes crónicos casados. Pero cuando ambos
cónyuges estuvieran capacitados y dispuestos, tal interdicción médica llegará a
ser ridícula puesto que ninguno podrá ni querrá obedecerla (salvo
ocasionando desgracia mayor a la familia), así como ninguna legislatura debe
incurrir en el error de sancionar leyes que no puedan ser cumplidas ni su
cumplimiento controlado, o cuya aplicación provoque perjuicio mayor; además,
si uno de los cónyugues no estuviera en condiciones, ello bastaría para impedir
el intercambio sexual. Pero de todo cuanto concierne al matrimonio, tal
intercambio es lo que menos puede ser regimentado o prohibido. En asuntos
matrimoniales la Homeopatía sólo interviene por medio de medicinas, de modo
de tornar capaz para la relación sexual al cónyuge incapacitado suministrando
remedios antipsóricos (o antisifilíticos) o, a la inversa, reduciendo a su nivel
normal la excitación mórbida del cónyuge afectado.*

Los estudiantes también deberán ser aconsejados en el sentido de ejercitarse


(moderadamente) al aire libre y, durante el mal tiempo, a realizar algún trabajo
mecánico ligero puertas adentro; pero durante el tratamiento médico la mente
del enfermo sólo deberá ocuparse de aquello que ejercite la memoria y por lo
general se prohibirán las lecturas que requieren esfuerzo intelectual, salvo que
se las sujete a estrictas limitaciones en cuanto a cantidad o tema de lo que se
va a leer; lo dicho vale respecto del tratamiento de cualquier enfermedad
crónica severa, pero cuando se traten desórdenes mentales la prescripción
será estricta.

A todos los pacientes, sin excepción, se les debe prohibir el uso de remedios
caseros e ingerir medicamentos por cuenta propia. En las clases pudientes será
preciso además proscribir los perfumes, los dentífricos que contengan
esencias y también los medicamentos de uso odontológico. Si desde hace años
el paciente está habituado a usar ropa interior de lana, el médico homeópata
no debe imponerle un cambio repentino, pero en cuanto la enfermedad
disminuya y haya cedido el frío aconsejará el reemplazo de aquellas ropas por
otras de algodón y posteriormente, con los meses calurosos, convendrá que
use ropa interior de lino o cáñamo. Podrán prescindir del empleo de fontanelas
11 los pacientes de edad avanzada afectados de enfermedades crónicas
cuando la curación interna haya progresado lo suficiente.

11"Fontanela: dispositivo para la descarga de humores corporales" (W). Ulcera


artificial, como son los sedales y exutorios, muy en boga hace más de un siglo
[N. del T. al C.]11

El médico no debe ceder ante el pedido de los pacientes que pretendan


continuar con sus habituales baños en bañera y sólo permitirá duchas rápidas
de acuerdo a lo que imponga el aseo; tampoco permitirá las sangrías o la
aplicación de ventosas, ni cederá ante las argumentaciones del paciente que
alegue necesitarlas por hábito.

En lo que respecta a la dieta, todos los pacientes deseosos de sanar de alguna


enfermedad prolongada deberán soportar limitaciones aun cuando la
enfermedad crónica no sea dolencia abdominal; con la gente pobre no serán
necesarias limitaciones muy estrictas y en especial si el paciente puede
continuar ejerciendo su oficio, con lo que ejercitará su cuerpo. Las personas
muy pobres pueden recuperar su salud hasta con su magra dieta de pan y sal y
no habrá de obstaculizar su recuperación el moderado consumo de patatas,
sopas de harinas, o queso fresco; tan sólo será preciso recomendarles
moderación respecto de condimentos que contengan cebolla y pimienta.

Quien tenga el propósito de recobrar su salud, así esté sentado a mesa


principesca, podrá encontrar platos que cumplan con todos los requisitos de la
dieta natural.

Mayores dificultades hallará el médico homeópata cuando deba decidir


respecto a bebidas. El café tiene muchos efectos nocivos para la salud corporal
y mental, que ya describí en mi obrita: "Los efectos del café" (Wirkungen des
Kaffees, Leipzig, 1803), pero a tal punto se ha convertido en hábito y hasta en
necesidad, en la población de la mayoría de las naciones que se consideran
civilizadas. que extirparlo resultará tan difícil como extirpar el prejuicio o la
superstición, salvo que el médico homeópata empeñado en curar la
enfermedad crónica insista en la prohibición total, absoluta. Tan sólo la gente
joven, de veinte a treinta años de edad, puede ser privada del café sin
experimentar particulares trastornos, pero tratándose de personas de más de
treinta o de cuarenta años que lo hayan consumido desde su infancia, mejor
será que lo discontinúen gradualmente, bebiendo cada día algo menos,
aunque muchos que optaron por abandonarlo por completo no experimentaron
perturbación alguna (salvo los primeros días). Seis años atrás yo suponía que a
las personas de mayor edad que se resistían a dejar el café no había
inconveniente alguno en permitírselo, aunque disminuyendo cantidades. Pero
desde entonces me he ido convenciendo de que aun en casos de hábito
inveterado ello no le quita nocividad y puesto que el médico sólo debe permitir
lo que sea mejor para su paciente, debe quedar en pie la norma de que los
enfermos crónicos deberán abandonar su consumo como a todo aquello que en
su dieta sea insidiosamente nocivo. Cuando los pacientes, sean de clase
pudiente o humilde, tienen confianza en su médico y él es digno de tal
confianza, ellos retribuyen casi siempre cumpliendo sus indicaciones con la
mejor disposición de ánimo, lo que redunda en beneficio notable para su
salud. El centeno o el trigo, torrado en un tambor como se hace con el café y
preparado en infusión, tiene aroma y sabor parecido y varios países, ricos y
pobres, consumen con agrado este sucedáneo.

Lo mismo puede afirmarse de las dispendiosas confituras de todo tipo,


también del mucho más barato té de China, que tan lisonjeramente halaga los
nervios y tan insidiosa e inevitablemente los perturba y debilita. Aunque se lo
prepare en infusión liviana y solamente se beba un poco por día, jamás es
inofensivo, así se trate de personas jóvenes o de mayor edad que lo consumen
desde la infancia y bueno sería que lo reemplazaran por alguna otra bebida
innocua. De acuerdo a mi experiencia, ya extensa, los pacientes también están
dispuestos a escuchar a su leal consejero, el médico que ha merecido su
confianza, cuando sus razones son evidentes.

Respecto de las limitaciones que conciernen al vino el facultativo puede ser


mucho más tolerante puesto que, tratándose de pacientes crónicos, pocas
veces será necesario proscribirlo totalmente. Quienes desde su juventud estén
habituados al consumo abundante de vino puro* no les será posible dejarlo de
inmediato y totalmente y menos posible les será cuanto mayor sea su edad. Si
esto se impusiera acarrearía tal disminución repentina de fuerzas que
obstaculizaría su curación y hasta podría poner en riesgo su vida. Pero durante
las primeras semanas de tratamiento podrá n satisfacerse bebiendo una
mezcla, partes iguales, de vino y agua y posteriormente una de vino por dos de
agua, luego por tres, cuatro, cinco y finalmente por seis de agua y un poco de
azúcar. Esta última mezcla podrá permitirse a todos los pacientes crónicos
como bebida habitual.

* Aun tratándose de hombres que gocen de muy buena salud es inconveniente


y hasta perjudicial la costumbre de beber vino puro; la dignidad solamente
consiente que así se beba en ocasiones de celebración. A un joven le será
imposible controlar sus deseos sexuales hasta el día de su matrimonio si no
elude las comilonas. Tales excesos son factores indirectos del chancro y de la
gonorrea.

En el tratamiento de las enfermedades crónicas será imprescindible


abandonar el whisky y el aguardiente. No Obstante, ello requerirá tanta
firmeza en la ejecución como consideración respecto de la cantidad permitida.
Si las fuerzas decayeren apreciablemente a consecuencia de la supresión total,
podrá permitirse durante algunos días una pequeña cantidad de buen vino
puro y luego vino mezclado con varias partes iguales de agua, de acuerdo con
las circunstancias.

Puesto que, según ley natural de inexorable cumplimiento, nuestra fuerza vital
invariablemente produce en el organismo humano lo opuesto a las impresiones
que le imponen potencias físicas o medicinales, siempre que tales opuestos
existan, puede comprenderse fácilmente lo que tantas observaciones
atestiguan: las bebidas espirituosas aparentan reanimar y elevar el calor vital
en cuanto se las ingiere pero luego, indefectiblemente, producen los efectos
justamente contrarios debidos a la reacción en oposición de la fuerza vital del
organismo y por ello son consecuencia de su consumo el debilitamiento y
cierta disminución del calor vital, estados que todo médico consciente debe
procurar remediar, en lo posible, en sus pacientes crónicos. Tan sólo algún
alópata que jamás se haya empeñado en observar y reflexionar y que no esté
dispuesto a advertir los efectos perjudiciales de sus paliativos, podrá
recomendar a sus pacientes crónicos beber diariamente vino puro de alto
contenido alcohólico a fin de fortalecerse; un homeópata verdadero jamás
procederá así (sed ex ungue leonem!). 12*

12"Por las garras se conoce al león". [T. al C.]12

Nada, en absoluto, puede justificar el consumo de cerveza! El médico honesto


debe prohibir a sus pacientes toda bebida que se denomine cerveza porque los
artificios de las cervecerías, al incorporar substancias vegetales al extracto de
malta, no sólo tienen el propósito de evitar que se agríe, más también el de
halagar el paladar y provocar cierta embriaguez, sin consideración hacia las
propiedades tóxicas de esas substancias nocivas que pueden minar la salud
cuando el consumo es diario y a las que ninguna inspección puede detectar.
Aun la cerveza blanca (cerveza delgada) y la cerveza fuerte, que tan
inofensivas parecen debido a que su sabor no es amargo, frecuentemente
contienen ingredientes narcóticos que han sido agregados para impartirles
cierta propiedad que mucho se asemeja a la intoxicación, pese a su reducida
cantidad de malta.

Entre los integrantes de una dieta que deben ser considerados perjudiciales
para los pacientes crónicos están también todos los platos que contengan
vinagre o ácido cítrico, puesto que éstos son particularmente aptos para
ocasionar sensaciones desagradables y perturbaciones a quienes padecen de
dolencias abdominales y nerviosas; también contrarrestan la acción de algunas
medicinas e incrementan excesivamente la acción de otras. A tales pacientes
solamente se les permitirán cantidades muy pequeñas de las frutas que son
muy ácidas (tales como cerezas ácidas, uva espina o crespa no madurada,
grosellas verdes) y de las frutas dulces sólo moderada cantidad- tampoco son
recomendables las ciruelas al horno para quienes son propensos al
estreñimiento, por su condición de paliativo. A tales pacientes, lo mismo a los
que padecen de debilidad digestiva, la carne de ternera muy joven no les
sentará bien. Quienes experimenten disminución de sus poderes sexuales
harán bien en reducir su consumo de pollos y de huevos y en abstenerse de la
irritante esencia de vainilla, también de trufas y de caviar, pues en su
condición de paliativos todos ellos~ obstaculizan la curación. Las mujeres
cuyos menstruos sean escasos deberán evitar el consumo de azafrán y de
canela, por idéntica razón; quienes padezcan de debilidad gástrica deben
evitar la canela, el clavo de especia, el amomo (cardamomo), la pimienta, el
jengibre y todas las substancias amargas porque, siendo paliativas, son
también perjudiciales cuando se está en tratamiento homeopático. En todos
los casos de trastornos abdominales se evitarán los vegetales que provocan
flatulencia y también cuando haya propensión al estreñimiento (constipación).
La alimentación que parece ser de máxima inocuidad y la más natural para el
hombre es la carne de vaca y el pan bien elaborado de trigo o de centeno,
complementados con leche de vaca y manteca fresca en cantidades
moderadas; en consecuencia, también son recomendables para enfermos
crónicos; sal únicamente en cantidades moderadas. Próximas a la carne de
vaca en cuanto a valor alimenticio están las carnes de carnero, de venado, de
pollo crecido y de palomo pichón. La carne y la grasa de gansos y patos son
inconvenientes para el paciente crónico, más aún que las de cerdo. Las
comidas en adobo y ahumadas sólo muy distanciadamente serán permitidas y
siempre en cantidades pequeñas.

Deberá evitarse esparcir hierbas crudas picadas dentro de las sopas o agregar
toda planta cuyos tallo u hojas se usen para condimentar; también consumir
quesos viejos y rancios.

El pescado sólo deberá consumirse en óptimas condiciones y poniendo


particular cuidado en su preparación, la que consiste en hervirlo y
condimentarlo ligeramente con salsas no muy sazonadas; en ningún caso
consumir pescado ahumado o secado al aire; muy rara vez y moderadamente,
el pescado salado (arenques y sardinas).

La moderación en todo, hasta respecto de lo que es inofensivo, debe ser la


norma principal de los pacientes crónicos.

En el capítulo dieta corresponde incluir el consumo de tabaco y considerarlo


con todo cuidado. En algunos casos de enfermedades crónicas podrá
permitirse que el paciente fume, cuando haya venido haciéndolo sin
interrupción y si tal hábito no le hace expectorar; pero siempre será
beneficioso limitarlo y muy especialmente cuando estén afectados el sueño, la
actividad mental, la digestión o las evacuaciones. Si estas últimas se
produjeran únicamente después de fumar, será de rigor limitar el uso de este
paliativo; el empleo de remedios antipsóricos apropiados ayudará a obtener
resultados permanentes.

El consumo de tabaco rapél3 es más objetable aún, puesto que de ello se


abusa como paliativo en casos de reumatismo, obstrucción de las fosas nasales
e inflamación ocular rebelde y porque constituye obstáculo importante para la
curación de las enfermedades crónicas, por ello no se lo permitirá en este tipo
de pacientes y su consumo deberá ser reducido gradualmente, hasta anularlo.
Hay otra razón muy importante para prohibirlo y es que en el tabaco que se
aspira por vía nasal, las esencias que lo aromatizan alcanzan a los nervios
internos de las fosas nasales y son tan nocivas como si tal droga hubiera sido
ingerida; esto también ocurre, aunque en menor proporción porque el calor ha
disminuído su intensidad, con el tabaco que se fuma.

13 Rapé (del Francés=raspado): "Tabaco reducido a polvo después de la


primera fermentación, según proceso de elaboración propio del tabaco para
aspirar". (L-L). [N. del T. al C.]13

He de considerar a continuación otros impedimentos para la curación de las


enfermedades crónicas, a los que se deberá eludir en la medida de lo posible.

Especial atención debe presentarse a esos acontecimientos propios de la


existencia humana que son aptos para alterar el estado de salud, pues a causa
de ellos la psora latente que ha permanecido inactiva en lo interior y que tan
sólo se ha manifestado por alguno de los signos que ya se mencionaron, puede
transformarse en enfermedad crónica manifiesta. Si alguno de estos eventos
ocurriere a quien ya fuera enfermo crónico, no sólo aumentaría su enfermedad
y disminuirían sus posibilidades de sanar sino que, en caso de que tal
agravación fuere violenta y tales circunstancias adversas no se tornaren
prontamente en favorables, podría su enfermedad llegar a ser definitivamente
incurable.

Por ser tales circunstancias de índoles diversas, también su acción será


diversamente nociva.

Pese a lo que pudiera suponerse, no constituyen factores decisivos para


despertar a esa temible enfermedad de la psora que cual si estuviera
emboscada, acecha dentro del organismo- las penurias agobiantes de la
existencia, como trabajar en zona pantanosa, las heridas y daños corporales de
magnitud, el calor o el frío excesivo y hasta la pobreza con su hambre
insatisfecha y sus comidas deficitarias, ni tampoco agravan ellas notablemente
a cualquier enfermedad crónica que ya se esté manifestando; por cierto que
todo hombre inocente soportaría mejor diez años de tormentos corporales, en
prisión y hasta en trabajos forzados, que algunos meses de desaveniencia
conyugal o de padecer los remordimientos de su conciencia, aunque estuviera
disfrutando de comodidades suficientes. En tanto la psora esté latente, a algún
mimado de la fortuna le será factible hacer ostentación de su desbordante
salud, pero si por algún cambio de fortuna perdiere su posición prominente y,
menospreciado, cayere en la pobreza, pronto su psora se desarrollaría como
dolencia crónica corporal o su estado mental se distorsionaría hasta la insania.
La muerte repentina de su hijo puede provocar en la madre, ya con salud
precaria, incurable supuración pulmonar o cáncer de pecho. Una novia joven y
afectuosa pero ya histérica, puede ser sumida en melancolía por alguna
desilusión amorosa.

Qué difícil es aliviar a estos infortunados y qué pocas posibilidades tiene el


mejor tratamiento antipsórico de lograr mejoría alguna!

Los motivos que con más frecuencia excitan a la psora latente llevándola a
convertirse en alguna enfermedad crónica, son los pesares y las ofensas, los
que con frecuencia agravan a las enfermedades crónicas ya existentes.

Los pesares o los agravios constantes muy pronto avivan a los menores
vestigios de la psora latente, desarrollándolos hasta síntomas severos y la
obligan a manifestarse en toda suerte de padecimientos crónicos, y no hay
influencia nociva alguna entre todas las que puedan afectar al organismo
humano en el curso de una existencia, capaz de igualar sus efectos; y lo mismo
cabe afirmar respecto de dolencias ya manifiestas.

Si el buen médico siente júbilo profundo cuando puede reanimar la mente de


su paciente rescatándolo del desaliento, de modo que las aflicciones o las
ofensas no entorpezcan la curación, también deberá sentir de su ineludible
responsabilidad ejercitar al máximo su capacidad de influir sobre el paciente,
sus familiares y su ambiente, a fin de redimirle de aquellas aflicciones. Toda su
dedicación y su capacidad de amar al prójimo deben llevarle a considerar que
éste es objetivo primordial.

Pero si los parientes del enfermo no fueren susceptibles de mejorar a este


respecto y si ante el paciente fueren insuficientes su filosofía, su religión o el
dominio que sobre sí mismo tenga para soportar con paciencia y ecuanimidad
todas las aflicciones y sufrimientos respecto de los cuales no le incumbe
responsabilidad alguna y a los que en modo alguno puede mitigar; si, como
médico, aquel pesar o aquellos agravios lo derrotan constantemente quedando
fuera de sus posibilidades obviar definitivamente estos factores destructivos de
la vitalidad, mejor será que abandone el tratamiento y deje al paciente librado
a su suerte, puesto que nada lograrán ni su maestría, ni los remedios mejor
seleccionados, los que mejor se adecuen a la dolencia corporal; nada es
posible hacer en el caso del paciente crónico así expuesto a pesares y agravios
continuos, que agreden a su mente y destruyen continuamente su energía
vital. Es insensato continuar levantando el edificio más bello una vez que se ha
advertido que los cimientos son precarios.*
* Se considera que constituyen excepción esos casos en tos que el paciente no
tiene motivo para su humillación o su pesar, o en los que no haya causa
externa suficiente para su mortificación y, en consecuencia, requiera su
desorden mental será tratado particularmente por medio de remedios
antipsóricos, que también serán aptos para toda su enfermedad crónica. Estos
casos no solamente son curables, sino que ello se logra con facilidad.*

Casi igualmente incurables son las enfermedades crónicas que padecen los
hombres importantes o los adinerados quienes durante años, además de
concurrir asiduamente a balnearios de aguas minerales* han sido tratados por
varios -y con frecuencia muchos médicos alópatas habiendo aplicado uno tras
otro todos los modos de curar que puedan haber estado en boga, todos los
remedios que tan presuntuosamente se elogian en Inglaterra, Francia e Italia y
que, sin excepción, son mezclas de medicamentos de acción enérgica. A causa
de tantos medicamentos inadecuados y nocivos, debido a su violencia y a la
repetición frecuente de sus enormes dosis, la psora siempre subyacente en lo
interior, y aunque no esté combinada con sífilis, se torna cada año menos
curable y lo mismo ocurre con la dolencia crónica de ella surgida; luego de
haberse repetido tan irracionales agresiones médicas al organismo, al cabo de
algunos años éste difícilmente podrá ser curado. Dado que todo sucede en las
obscuras profundidades del organismo, es imposible pronunciarse sobre si
estas dosis heroicas, antítesis de las homeopáticas, han agregado -como es de
suponer- nuevas dolencias a la enfermedad original, dolencias que debido a la
enormidad de las dosis y a su frecuente repetición, como ya se dijo, se han
vuelto permanentes, crónicas; o si debido a tales abusos ha resultado alguna
paralización de las múltiples funciones orgánicas, por ejemplo: de la
irritabilidad, de la sensitividad, de la reproducción y así (y probablemente
debido a ambas causas) ha surgido esa monstruosa dolencia que es fusión de
varias y a la que ya no es posible considerar racionalmente como enfermedad
simplemente natural. En suma, esta discordancia múltiple de órganos y de
fuerzas, esta perversión de cuanto es indispensable para la vida, se convierte
en tal caos de afecciones que el médico homeópata de ningún modo puede
apresurarse a pronosticarla curable.

* El haber tomado tales baños, aun cuando el contenido del agua hubiera sido
adecuado a la dolencia, deberá equipararse a la ingestión de dosis repetidas de
esa misma medicina violentamente activa, lo que pocas veces puede resultar
saludable y por lo general provocará agravación del estado mórbido hasta sus
últimas consecuencias.*

Por obra de tales tratamientos, totalmente incapaces de curar a la enfermedad


originaria, que sólo agotan y debilitan, no solamente se estimula desde adentro
la agravación de la psora, mas también se generan otras dolencias, nuevas y
peligrosas, debido a la acción de tan falaces curas alopáticas, de modo que a la
fuerza vital difícilmente le quedan posibilidades, al ser agredida internamente
por la enfermedad y externamente por el tratamiento.

Si las consecuencias deplorables de tales agresiones indirectas de los


tradicionales métodos de curar consistieran en perturbaciones dinámicas
solamente, ellas deberían desaparecer con toda seguridad y por sí mismas
cuando el tratamiento fuera interrumpido o, a lo menos, deberían
efectivamente cesar ante la acción de las medicinas homeopáticas. Pero en
modo alguno es éste el caso, pues persisten. Puede suponerse que debido a las
agresiones indirectas, continuas y repetidas, que esas potencias falsamente
medicinales han llevado contra las fibras sensibles e irritables cuando se las ha
dado en dosis enormes y repetidas, la fuerza vital se ve forzada a resistir tales
agresiones y procura: alterar dinámicamente a los delicados órganos internos
que tan despiadadamente están siendo agredidos o bien reconstruirlos
materialmente de modo que resulten invulnerables a esas violentas
acometidas, protegiendo así al organismo y preservándolo de una destrucción
general.

A modo de ejemplo puede observarse que esta fuerza que instintivamente


preserva la vida, bienhechoramente recubre la piel delicada y sensitiva de las
manos con cubierta callosa de piel dura, queratinosa, en aquellas personas
cuya piel está frecuentemente expuesta a ser deteriorada por labores rudas,
materiales abrasivos o substancias corrosivas. Del mismo modo, cuando el
tratamiento alopático ha sido prolongado, dado que no tiene poder curativo
alguno respecto de la enfermedad -ninguna correlación de padecimientos
(homeopática) respecto de órganos y procesos afectados por la enfermedad
crónica sino que agrede internamente a otros órganos y partes delicadas -la
fuerza vital, a fin de protegerlos de la destrucción, transmuta dinámica y
orgánicamente a estos delicados órganos, vale decir que los vuelve inactivos, o
los paraliza, o embota su sensitividad o los torna íntegramente callosos. Así es
que los tejidos más delicados son engrosados o endurecidos anormalmente y
los más vigorosos consumidos o aniquilados y surgen anormalmente
formaciones adventicias, deformidades y degeneraciones que en las necropsias
son adjudicadas, arteramente, a la malignidad de la enfermedad originaria.
Estos estados internos son frecuentes y suelen ser incurables.

En los organismos en los que todavía resta suficiente poder vital (pero, ¿es
posible no hallar exhausta la fuerza vital bajo regímenes alopáticos?), cuando
el cuerpo no haya decaído mucho por la edad y prevaleciendo condiciones
externas favorables, la fuerza vital liberada dinámicamente de su enfermedad
originaria por la acción del tratamiento homeopático (antipsórico) que haya
sido dirigido por algún médico consciente, puede lograr reafirmarse e ir
absorbiendo y transformando gradualmente a esas formaciones adventicias
secundarias, a veces múltiples, que ella misma ha sido compelida a formar.
Pero como ya se ha dicho, tal transformación es sólo posible para una fuerza
vital todavía enérgica y que haya sido en gran parte liberada de su psora. En
consecuencia, únicamente bajo circunstancias favorables externas y al cabo de
cierto lapso considerable, puede la fuerza vital alcanzar resultados positivos
aunque imperfectos en una empresa que es casi creativa. La experiencia
prueba diariamente que cuanto más celo ponga el alópata al tratar
enfermedades crónicas (a menudo extremando cuidados, laboriosidad y
paciencia), tanto más su malpraxis arruinará la salud y la vida de sus
pacientes.

Estas anormalidades impuestas a los pacientes, con frecuencia durante años,


¿cómo podrían ser transformadas en salud así fuere por el mejor método de
curar, es decir, por el verdadero método, si éste jamás se arrogó el poder de
influir directamente sobre defectos orgánicos?

En casos así el médico debe hacer frente a algo que no es natural, que no es
verdadera enfermedad psórica. Por ello es que sólo puede prometer la mejoría
luego de lapso considerable, pero nunca prometer total recuperación, aun
cuando el poder vital no haya sido agotado totalmente (que es lo que suele
ocurrir, porque si así fuere, su deber sería desistir de inmediato de todo
tratamiento). Preciso es que en primer término se extingan las múltiples
enfermedades crónicas medicamentosas que prevalecen en tan vacilante
estado (lo que quizá pueda ser logrado al cabo de varios meses de estadía en
el campo y prescindiendo casi en absoluto de medicamentos); o bien deberán
ellas extinguirse en apariencia espontáneamente, aunque en realidad lo sean
por acción de la fuerza vital, cuando el tratamiento antipsórico haya
comenzado, haya mejorado su modo de vivir y la dieta haya sido regimentada.
Porque ¿quién podría encontrar algún remedio adecuado para dolencias que
han sido producidas artificialmente por conjunto tan heterogéneo de
medicamentos impropios y enérgicos ? La fuerza vital debe primeramente
prevalecer y después podrá reconstruir cuanto haya sido estropeado
compulsivamente, lo que requerirá algún tiempo previo al momento en que
pueda el médico consciente ver clarificada ante sí alguna enfermedad que sea
similar a la originaria y, en consecuencia, estar en condiciones de combatirla.*

* Inversamente, las enfermedades más temibles de cualquier tipo, que no


hayan sido distorsionadas por la ignorancia médica, como es posible observar
en familias de labradores y también de jornaleros-hasta quienes, por cierto, no
llegan los servicios del médico corriente-se curan en corto tiempo, con tanta
naturalidad como si fuera por milagro, por obra de remedios antipsóricos y son
reemplazadas por buena salud permanente.*

Triste experiencia espera al joven médico homeópata que confíe en cimentar


su prestigio intentando curar tales casos de enfermedad que, si se trata de
personas prominentes y adineradas, seguramente han degenerado en
monstruosidades debido a la masiva malpraxis alopática; fracasará pese a todo
su empeño!

Otro impedimento similar para la curación de enfermedades crónicas muy


avanzadas es dable encontrar, con frecuencia, en la debilidad y agotamiento
en que caen jóvenes, estropeados por sus adinerados padres, quienes facilitan
su extravío por abundancia de lo superfluo y lo sensual y a quienes compañías
viciosas inducen a excesos y pasiones destructivas mediante jaranas, garitos y
abusos del instinto sexual. Tales vicios, nacidos del menosprecio por la vida y
la conciencia, debilitan a los organismos más robustos y convierten al hombre
en espectro, ruina a la que se agrega la causada por el perverso tratamiento
de sus enfermedades sexuales; es entonces cuando la psora, que suele estar
latente internamente, se transforma en alguna penosa enfermedad crónica que
muy difícilmente podrá ser aliviada por remedios antipsóricos debido a la
exigüidad del saldo de su fuerza vital así dilapidada y al remordimiento que
tanto deprime, aun cuando hubiera recuperado el paciente su moral. El médico
homeópata considerará tales casos con máxima circunspección y reserva
antes de pronunciarse sobre si pueden ser curados.

Pero cuando no están presentes los obstáculos* casi insuperables que se han
mencionado respecto de la curación de las muy numerosas enfermedades
crónicas, es posible encontrar a veces, y muy particularmente entre los
enfermos de menores recursos, cierta resistencia peculiar a la curación, la que
radica en la fuente misma del mal pues la psora, luego de repetidas infecciones
y como efecto de consiguientes supresiones de la erupción cutánea, a partir de
su estado interno se ha ido convirtiendo, gradualmente, en una o más
dolencias crónicas graves. Por cierto que en estos casos es posible alcanzar la
curación, si no intervienen otros impedimentos como los ya mencionados,
mediante el empleo sensato de los remedios antipsóricos pero sólo al cabo de
largo tiempo y en pacientes perseverantes y que cumplan con lo que se les
prescribe, que no estén debilitados en demasía y que no tengan edad muy
avanzada.*

* Un obstáculo adicional para la curación homeopática de las enfermedades


crónicas, y que no es demasiado raro aunque suele no ser tenido en cuenta, es
la represión del instinto sexual en personas núbiles de uno u otro sexo que no
hayan contraído matrimonio por causas que un médico no puede eliminar, o
entre cónyuges cuando uno de ellos, sea el marido o la esposa, tenga salud
precaria en tanto el otro disfrute de pleno vigor, circunstancia que puede haber
llevado a algún médico insensato a prohibirles toda relación sexual. En estos
casos un médico más inteligente, que tenga en cuenta las circunstancias y
considere que el impulso natural ha sido implantado por el Creador, se
abstendrá de vedar tal intercambio y ello tornará curables numerosos estados
histéricos e hipocondríacos y hasta de melancolía e insania.*
Pero hasta en casos tan dificultosos puede evidenciarse la sabia previsión de
la naturaleza ayudando nuestros esfuerzos y requiriendo tan sólo que
aprovechemos el momento favorable que se ofrece. Porque la experiencia
confirma que si surge una nueva erupción de sarna a consecuencia de una
nueva infección en un individuo en el que, debido a infecciones precedentes y
erupciones reprimidas, la psora haya avanzado mucho produciendo
cualesquiera enfermedades crónicas, la última sarna que haya surgido en tanto
mantenga sobre la piel su primitiva erupción, es decir, que ésta no haya sido
suprimida, puede ser curada casi tan fácilmente como si se tratara de la
primera, por unas pocas dosis del medicamento antipsórico apropiado, el que
curará también a toda la psora, inclusive la proveniente de infecciones
anteriores y todas sus manifestaciones como dolencias crónicas.*

* Lo mismo ocurre con la sífilis, gracias a una misericordiosa providencia de la


naturaleza, en los casos en que el chancro o el bubón hayan sido extirpados
localmente, lo que ha producido la consiguiente erupción de la enfermedad
venérea, si en este estado se contrae nueva infección. Esta nueva infección, en
tanto su chancro no sea objeto de tratamientos locales, puede ser fácilmente
curada juntamente con la enfermedad venérea surgida de la infección anterior,
tan sólo con una dosis de la preparación mercurial más adecuada, como si el
primer chancro estuviera aún presente y siempre que no se hubiera
complicado con alguno de los otros dos miasmas crónicos y en especial con el
psórico, pues en tales casos y de conformidad con lo ya explicado, será
preciso comenzar por ]a psora.*

Sin embargo, no sería prudente provocar intencionalmente nueva infección de


sarna, aun cuando el paciente se prestare a ello (lo que no sería tan factible)
simplemente para intentar curar con facilidad la psora inveterada que haya
experimentado varias renovaciones, porque tratándose de enfermedades
crónicas severas que no sean de origen venéreo -y que en consecuencia
tengan origen psórica, como puede ser la supuración pulmonar o; la
paralización total de alguna parte del cuerpo-el miasma de la sarna pocas
veces encuentra asidero cuando ha sido inoculado artificialmente, lo que suele
no ocurrir cuando se ha originado en alguna infección accidental, no
intencionada.

Poco más tengo que recomendar al médico que ejerza el arte homeopático
respecto de cómo proceder cuando cura enfermedades crónicas, salvo
recomendarle el estudio de los remedios antipsóricos que se agregan a esta
obra, puesto que debe aprender a emplearlos inteligentemente para tener
éxito en su noble finalidad. Sólo agregaré algunas precauciones.

Ya ha quedado expuesta la transcendental verdad de que todas las dolencias


crónicas, todas las enfermedades graves, gravísimas, persistentes (con
excepción de las pocas venéreas), surgen únicamente de la psora y sólo
pueden ser totalmente curadas cuando sea curada la psora; por consiguiente,
los únicos remedios eficaces a tal fin son los antipsóricos, los remedios cuya
acción pura, experimentada sobre el cuerpo humano en estado de buena
salud, ha exhibido la mayoría de los síntomas que se observan con más
frecuencia en la psora latente así como en la desarrollada.

Por consiguiente, el médico homeópata cuando trate alguna enfermedad


crónica (no venérea) y al considerar cada uno de sus síntomas, a su totalidad y
a toda afección y perturbación que surja con tal enfermedad, deberá descartar
la denominación con que se la conozca en la patología o en la vida común, por
persuasiva que parezca y emplear , luego de esmerada selección de acuerdo a
estrictas normas homeopáticas, la medicina antipsórica que le permita
alcanzar su objetivo con seguridad.

Y luego de haber seleccionado correctamente el medicamento antipsórico y en


tanto esté actuando, porque el paciente sienta algún día moderada cefalalgia o
cualquier otro moderado malestar, que ni le pase por la mente que su deber es
prescribir de inmediato algún otro medicamento, sea antipsórico o no; o si se
presentare algún dolor de garganta, diarrea o cualquier dolor moderado, que
es preciso cambiar de remedio.

De ningún modo! Cuando la medicina antipsórica haya sido seleccionada, en


la medida de lo posible, de conformidad con la sintomatología mórbida y haya
sido dada en la dinamización adecuada y en la dosis correcta, debe
permitírsele como norma que concluya su acción, la que no debe ser
perturbada por la intercalación de otro remedio.

Porque si los síntomas que están ocurriendo ahora como efecto del remedio ya
se hubieran presentado antes, aunque no en las últimas semanas pero sí
alguna vez en las anteriores o en meses precedentes y con igual apariencia,
entonces esos síntomas surgen simplemente debido a la excitación
homeopática activada por el medicamento y se trata de síntomas no muy
extraños a la enfermedad y que ya han perturbado con mayor frecuencia en
alguna época anterior; ellos son demostración de que el medicamento está
actuando profundamente y que ha llegado hasta la misma esencia de la
enfermedad, por lo que su eficacia continuará en aumento. Es por ello que
debe permitírsele que continúe su acción y no se la debe interferir dando otra
substancia medicinal, así fuere de efecto mínimo.

Pero si los síntomas fuesen diferentes de cuanto hubiera ocurrido


anteriormente ellos son, en consecuencia peculiares de tal medicamento y no
cabe suponer qué habrán de presentarse durante el proceso de tal
enfermedad; son banales solamente y no deben ser motivo para interrumpir la
acción medicinal; habitualmente tales síntomas pasan y se desvanecen sin
alterar la acción curativa del remedio. Pero si, por lo contrario, su acción fuese
intensa, ello será indicio de que la medicina antipsórica no ha sido
seleccionada correctamente en cuanto a su homeopaticidad. Tal acción debe
ser contrarrestada por medio de algún antídoto y si tal antídoto no fuere
conocido, por otro medicamento antipsórico que responda a los síntomas con
mayor fidelidad; tales síntomas falsos podrán continuar por algunos días más,
quizás recidiven, más pronto se extinguirán por completo y en su lugar
quedará la acción verdaderamente benéfica.

No debe preocuparnos mayormente el que los síntomas habituales se agraven


y que se vuelvan prominentes durante los primeros días si, aunque persistan
por algunos días más, sea evidente que declinan. Esta agravación homeopática
es indicio de que la curación ha comenzado (en lo que concierne a los síntomas
que así se agravan) y da certidumbre a este respecto.

Pero si estos síntomas originarios que se han agravado persisten durante los
días subsiguientes con igual intensidad que al comienzo, o hasta ganan en
severidad, ello será indicio de que la dosis del remedio homeopático ha sido
excesiva, aunque el remedio hubiera sido seleccionado con propiedad de
acuerdo a los principios de la Homeopatía y es preciso que se comprenda que
ninguna curación puede esperarse de él. La medicina dada en dosis tan grande
por cierto que puede llegar a establecer alguna enfermedad que será similar a
su acción: dado que el medicamento provoca acción de tal intensidad también
desarrollará sus otros síntomas, los que anulan la similitud y así llega a
producir una enfermedad crónica disímil que substituye a la primera 14 y que
por cierto resultará más severa y perturbadora sin que ello implique que la
anterior, la originaria, haya quedado extinguida.

14 Téngase presente texto y notas de páginas 199 y 200, el traductor ha


creído conveniente subrayar este párrafo. [N. del T. al C.]14

Esto quedará aclarado en los próximos dieciséis, dieciocho o veinte días de


acción del remedio que fuera dado en dosis excesiva y su acción será
contrarrestada, ya sea administrando su antídoto o, en caso de que éste no
hubiera sido hallado aún, prescribiendo otra medicina antipsórica, la más
adecuada posible y por cierto que en dosis muy moderadas; si esto no bastare
para extinguir tan agresiva enfermedad medicamentosa, deberá darse otro
remedio, tan homeopáticamente adecuado como sea posible.*

* Yo he experimentado accidentes de este tipo que llegan a constituirse en


obstáculos serios para la curación y respecto de los cuales el mayor cuidado
jamás resultará excesivo. Cuando aún desconocía toda la potencia de su poder
medicinal, prescribí Sepia en dosis excesiva: la perturbación fue mayor aún
cuando di Lycopodium y Silicea "potentizados" hasta el grado billonésimo, en
dosis de cuatro a seis gránulos, aunque sólo eran del tamaño de las semillas de
amapola. Discite moniti!15*
15"Aprended de la advertencia!". (N. del T. al C.]15

Cuando la turbulenta agresión provocada por la acción de la dosis medicinal


homeopática excesiva se haya apaciguado por acción del antídoto o el
posterior empleo de otros remedios antipsóricos, entonces y transcurrido cierto
tiempo, podrá prescribirse nuevamente aquel remedio antipsórico -el que
había resultado perjudicial tan sólo por la enormidad de la dosis- siempre que
siga siendo el indicado homeopáticamente y siempre que se lo prescriba en
dosis mucho menor y en atenuación dinamizada mucho más alta, lo que
equivale a decir en preparación más atenuada.

En consecuencia, los peores errores en que el médico puede incurrir son:

1 ø Considerar como exiguas las dosis que yo mismo (forzado por la


experiencia) debí ir reduciendo progresivamente, luego de sucesivos ensayos;
ellas han quedado indicadas en cada uno de los remedios antipsóricos;

2 ø Equivocarse en la selección del remedio;

3 ø Por apresuramiento, no permitir que la dosis actúe durante su lapso total.

Del primer error ya me he ocupado y sólo corresponde agregar que ningún


perjuicio puede derivarse de dar dosis hasta inferiores a las que he
recomendado. Difícilmente podrá disminuirse tanto una dosis como para que
resulte ineficaz, si previamente se ha eliminado de la dieta y del modo de vida
del paciente todo aquello que pudiera obstaculizar o contrarrestar la acción de
la medicina. El remedio producirá todos los efectos saludables que de él puede
esperarse si tal antipsórico fue seleccionado correctamente,
homeopáticamente, de conformidad con los síntomas de la enfermedad que
deben haber sido investigados cuidadosamente, y si el paciente no perturba su
acción violando aquellas normas. Y si llegare a ocurrir que la selección no haya
sido totalmente correcta, la pequeñez de la dosis ofrecerá la ventaja de poder
contrarrestar fácilmente la acción del remedio, con lo que podrá la curación
proseguir sin demora mediante algún antipsórico más adecuado.

Respecto del segundo error importante que se puede cometer al intentar curar
alguna enfermedad crónica: seleccionar un medicamento que no sea
homeopático, incurre en él el médico homeópata novicio (y me apena
comprobar que muchos permanecen novicios durante toda su vida) por
discernimiento insuficiente, por negligencia o por apego a la comodidad.

Además de la conciencia infinita que es preciso poseer y ejercitar para


restablecer la salud del hombre afectada por la enfermedad, el médico
homeópata -si es que se propone actuar de modo que justifique tal
denominación- debe investigar previamente todo el estado de salud del
paciente, la causa interna hasta donde pueda ser rastreada y la causa de la
persistencia de su afección, su modo de vivir, su estado corporal, mental y
anímico, más todos sus síntomas (ver instrucciones en el Organon); recién
entonces, y con gran cuidado, deberá buscar en "Las Enfermedades Crónicas"
así como en la "Materia Médica Pura" algún remedio que, por similitud, cubra al
máximo posible todo lo observado o, a lo menos, lo más notable y
característico, para lo cual deberá guiarse por los síntomas peculiares; y para
satisfacer este propósito no debe darse por satisfecho con haber consultado
alguno de los repertorios ya existentes -negligencia demasiado frecuente-
porque estos libros han sido escritos solamente con la intención de
proporcionar someras indicaciones respecto de algún remedio al que se deba
seleccionar, pero jamás lo eximirán de su obligación de explorar las
enfermedades en sus mismos orígenes. Quien no se tome la molestia de
recorrer este sendero en casos de enfermedades críticas y complicadas,
poniendo en juego toda su perseverancia y toda su inteligencia y, en vez de
ello se contente, para seleccionar un remedio, con las vagas indicaciones de
los repertorios -lo que le permitirá despachar con prontitud a un enfermo tras
otro- no es digno del título honorífico de homeópata y sólo merece el de
chapucero, alguien que por proceder así se verá en la necesidad de cambiar
continuamente los remedios que receta, hasta que el paciente concluya
perdiendo su paciencia puesto que sus dolencias empeoran continuamente por
lo que se ve en la necesidad de desechar a semejante agravador de
enfermedades; descrédito que afecta al arte médico aunque debería quedar
limitado al discípulo indigno.

Este desdichado culto de lo que es fácil y cómodo (en la profesión que más
conciencia y cuidado requiere) induce con frecuencia a los homeópatas noveles
a prescribir remedios basándose en las propiedades (problemáticas
generalmente) que se afirman respecto de su uso ("ab usu in morbis") y que se
enumeran en las introducciones de los mismos, método totalmente falso y que
sabe fuertemente a alopatía, puesto que en tales exposiciones solamente se
mencionan algunos pocos síntomas y sólo deberían servir para confirmar la
selección que ya se hubiera hecho de conformidad con la acción pura de los
medicamentos, pero jamás para decidir la selección de un remedio, que sólo
puede curar cuando se lo emplea de acuerdo a la exacta similitud de sus
síntomas homeopáticos. Y hasta autores hay, deploro tener que decirlo, que
aconsejan seguir este empírico sendero de error! 16

16 Ver nota del Autor al pie de Alúmina. [N. del T. al C.]16

El tercer error importante en que no debe incurrir el médico homeópata al


tratar enfermedades -a cuyo fin jamás puede ser excesivamente cuidadoso ni
suficientemente firme- es el de apresurarse a dar otro medicamento
suponiendo, precipitada e irreflexivamente, que la pequeña dosis de la
medicina antipsórica correctamente seleccionada, que actuó bien durante
algunos días, por haber sido tan diminuta no es posible que continúe siendo
eficaz luego de ocho a diez días. Se ha pretendido que el fundamento de esta
suposición sea el hecho observado de que alguna vez, durante el periodo en
que ha actuado el medicamento, hayan aparecido ocasionalmente los síntomas
mórbidos cuya erradicación se procura.

Pero cuando el remedio ha sido seleccionado de modo homeopáticamente


correcto y está actuando bien y eficazmente -lo que puede ser observado ya al
octavo o al décimo día- es posible que se presente alguna agravación
homeopática moderada de una hora o quizás de medio día de duración. No por
ello dejarán de producirse los buenos resultados que se esperan, pero
tratándose de enfermedades agobiantes aquellos resultados no se presentarán
con nitidez antes del vigésimo cuarto o trigésimo día. En tales casos es
probable que la dosis concluya su acción favorable alrededor del día
cuadragésimo o quincuagésimo y antes de que tal plazo se cumpla sería
insensatez administrar otro medicamento, el que obstaculizaría el avance hacia
la curación. Más aún, que jamás se piense que en cuanto haya transcurrido el
tiempo de acción asignado al remedio, debamos apresurarnos a cambiarlo por
otro a fin de lograr la curación más rápidamente. La experiencia destierra
absolutamente tal suposición y enseña precisamente lo contrario: que no hay
medio más rápido ni más seguro de lograr la curación que el de permitir que el
antipsórico bien escogido continúe actuando durante todo el lapso en que la
mejoría sea evidente, aunque ello signifique numerosos y hasta muchos días*
más allá del lapso asignado, demorando así prudentemente prescribir otro
remedio.

* En cierto caso en que Sepia resultó ser el antipsórico de perfecta


homeopaticidad respecto de cierto dolor peculiar de cabeza que se presentaba
en ataques repetidos, habiendo disminuido ya a tal dolencia en intensidad y
duración y habiendo ganado en extensión las pausas intermedias, al
reaparecer el último acceso repetí la dosis, lo que hizo que los accesos cesaran
durante un centenar de días (y por consiguiente, su acción se prolongó durante
tal lapso); posteriormente reapareció el acceso con alguna intensidad, lo que
justificó otra dosis y en esta oportunidad la pausa se extendió por siete años,
periodo durante el cual la salud fue perfecta bajo todo punto de vista.*

Quien a este respecto refrene su impaciencia alcanzará su objetivo con mayor


seguridad y precisión. Cuando los síntomas antiguos, que habían sido
eliminados o disminuídos notablemente por la última medicación y desde luego
por las precedentes, surjan nuevamente durante algunos días o recrudezcan
perceptiblemente, entonces habrá llegado el momento de dar otro
medicamento de máxima homeopaticidad. únicamente la experiencia y la
observación más cuidadosa podrán decidir cuándo ha llegado ese momento y
de los beneficios de proceder así tengo evidencias que se han reiterado a lo
largo de mi dilatada práctica y que excluyen toda duda al respecto.
Si consideramos ahora cuán fundamentales cambios debe efectuar el
medicamento por todo el organismo viviente, en sus órganos y en sus
funciones increíblemente delicados y complejos, antes de que un miasma
crónico -tan profundamente arraigado como la psora, que como parásito
invade y se entrelaza en la trama de nuestra economía vital -pueda ser
erradicado y así restituida la salud, comprenderemos cuán natural es que
durante la extensa acción de una dosis de medicamento antipsórico,
homeopáticamente seleccionado, éste actúe sobre el organismo una y otra
vez, produciéndose fluctuaciones en tanto dura el tratamiento de esas
enfermedades que tanto se prolongan. La experiencia enseña que cuando la
mejoría se ha mantenido durante varios días, habrá períodos de media hora
hasta de varias horas de duración en que el caso parecerá haberse agravado; y
en tanto no se presenten síntomas nuevos y severos sino tan sólo
renovaciones de las afecciones primitivas y se mantenga la mejoría, serán
únicamente agravaciones homeopáticas que no impiden la curación, sino que
la favorecen, puesto que no son más que asaltos renovados y benéficos* que
sufre la enfermedad y ellos pueden exteriorizarse hasta los dieciséis, veinte o
veinticuatro días posteriores a la ingestión del medicamento antipsórico.

* No obstante, si el remedio antipsórico fue correctamente seleccionado en


cuanto a su homeopaticidad y la dosis fue moderada, estos ataques serán cada
vez más raros y más débiles en tanto continúe su acción; pero si la dosis
hubiera sido excesiva, se presentarán con más frecuencia y más intensidad, en
detrimento del paciente.*

En consecuencia, es regla general que un medicamento antipsórico


administrado en caso de enfermedad crónica, continúe su acción durante
mayor tiempo cuanto más prolongada y tediosa sea la enfermedad. Y a la
inversa, medicinas que en el cuerpo sano han mostrado acción duradera (como
Belladonna, Sulphur, Arsenicum, etc.) actúan rápida y brevemente en casos de
enfermedades agudas que recorren velozmente su curso y esos períodos de
acción son más breves cuanto más agudas son las enfermedades. En
consecuencia, tratándose de enfermedades crónicas, el médico debe permitir
que el remedio antipsórico actúe durante treinta, cuarenta y cincuenta días, sin
interferirlo y hasta más tiempo aún en tanto continúe mejorando
perceptiblemente, aunque sea con lentitud, el cuadro general a juicio de quien
observe profundamente, porque simultáneamente continuarán los efectos
benéficos que resultan de la dosis prescrita, que no deben ser perturbados ni
obstaculizados por algún otro remedio.*

* Es de tanta importancia evitar los errores descriptos que hasta parece difícil
que los médicos lleguen a considerarlos suficientemente. Estas verdades,
puras y grandes, serán cuestionadas durante años y hasta por los mismos
médicos Homeópatas y no llegarán a ser puestas en práctica debido a la
especulación teórica y a las convicciones prevalecientes:17 "Enorme esfuerzo
requiere admitir que algo tan diminuto, que una dosis tan prodigiosamente
ínfima de medicamento, pueda cumplir algún efecto siquiera mínimo en el
cuerpo humano y menos aún enfrentarse con esas enfermedades agobiantes,
inmensamente vastas. Pero que el médico cese de razonar si le es imposible
admitir que estas dosis, asombrosamente pequeñas, pueden actuar no ya por
dos o tres días sino durante veinte, treinta y hasta cuarenta días y más aún, y
provocar beneficios importantes hasta en el último día de su acción, efecto que
en modo alguno es posible obtener de otro modo".

No obstante, este auténtico teorema 18 difícilmente será tenido en cuenta, ni


siquiera por aquellos que deberían admitirlo y menos aún por quienes
supongan que estoy requiriendo fe ciega; en modo alguno exijo fe ciega y
tampoco pretendo que tal teorema sea comprendido. Tampoco yo lo
comprendo. Es suficiente con que sea un hecho y nada más. Es únicamente la
experiencia la que lo afirma y yo confío en la experiencia antes que en mi
propia inteligencia. Mas, ¿quién podría arrogarse la capacidad de sopesar las
fuerzas invisibles que hasta hoy han permanecido encerradas en el seno de la
naturaleza si se llegare a liberarlas de su estado de materia inerte, materia
aparentemente muerta, por algún procedimiento nuevo, desconocido hasta
hoy, como es el de la dinamización mediante trituración minuciosa y
sucusiones? Pero quien se rehuse a permitir que esta evidencia le convenza y,
en consecuencia, se aparte del sendero que estoy recorriendo luego de
muchos años de experiencia nacida de experimentaciones (y, ¿qué podría
arriesgar el médico procediendo del mismo modo?), quien no proceda así no
solamente habrá dejado sin solución a este magno problema de nuestro arte;
dejará también sin cura a las más importantes enfermedades crónicas,
exactamente como han permanecido sin cura hasta que comencé a enseñar
cómo hacerlo Nada más tengo que agregar a lo ya dicho. He sentido que era
mi deber dar a conocer al mundo estas magnas verdades de las que tanto
necesita y no me incumbe si a la humanidad le es posible observarlas
cabalmente o no. Pero si no se las observare con exactitud, que nadie se jacte
de estar siguiendo mis pasos, ni espere tampoco buenos resultados.

¿Acaso rehusamos reproducir alguna operación útil porque no hayan sido


claramente expuestas ante nuestros ojos las maravillosas leyes de la
naturaleza sobre las que se asienta el resultado, de modo que hasta un niño
pueda comprenderlas? ¿No sería tontería rehusarse a hacer saltar chispas del
granito o del pedernal dado que no llegamos a comprender cómo pueden estos
cuerpos albergar tanto calórico o cómo puede ser éste extraído por frotación o
golpes de modo que las partículas, que libera el golpe dado a tan dura piedra,
salten ígnitas y, cual diminutos proyectiles candentes, enciendan la yesca?
Pese a ello, así encendemos el fuego, sin haber captado, comprendido, el
milagro del calórico19 inagotable encerrado en la piedra fría y tampoco porqué
la fricción lo libera. Y también sería igual necedad si nos rehusáramos a
aprender a escribir por no alcanzar a comprender cómo un hombre puede
comunicar su pensamiento a otro empleando papel, tinta y pluma; y sin
embargo enviamos nuestros pensamientos al amigo distante sin haber
comprendido ni intentado siquiera comprender semejante milagro psicofísico! ¿
Por qué, entonces, hesitar en abatir al peor enemigo de la humanidad, las
enfermedades crónicas, del modo explicado que, observado cabalmente, es el
único posible?; ¿por considerar que no comprendemos cómo estas curaciones
se logran?*

17 Transcurridos más de 150 años estas amonestaciones mantienen toda su


vigencia. Por tal razón y por lo fundamental del tema, el traductor ha
considerado justificada su decisión de subrayarlas. [N. del T. al C.]17

18 Teorema: proposición que afirma o expone una verdad demostrable (S-S).


[N. del T. al C.]18

19 Ver nota en la página 111. [N. del T. al C.]19

Pero si a estos medicamentos antipsóricos, que han sido seleccionados a


conciencia, no se les permite actuar todo el tiempo durante el que pueden
hacerlo, el tratamiento íntegro queda inutilizado. El siguiente remedio
antipsórico, que podría ser muy útil pero que será administrado con
anticipación excesiva y antes de que haya cesado la acción del anterior, lo
mismo una nueva dosis del mismo remedio que todavía está actuando, en
ningún caso podrán ser substitutos del efecto benéfico que se ha perdido al
interrumpir la acción del remedio precedente, que estaba actuando bien y que
difícilmente volverá a ser de utilidad.

Débese permitir que la acción del remedio apropiado -seleccionado de modo


homeopático de acuerdo al caso de enfermedad cuidadosamente investigado
en todos sus síntomas- prosiga y concluya sin perturbación alguna, en tanto
sea evidente que tiende a la curación y que la mejoría hace progresos. Ésta es
norma fundamental en el tratamiento de las enfermedades crónicas. Este
norma prescribe toda nueva prescripción, toda interrupción por acción de otro
medicamento y prohibe asimismo la repetición inmediata del mismo remedio.
20

20"Las Enfermedades Crónicas" puede ser considerada la continuación del


"Organon de la Medicina"; pero la última edición de la primera de estas obras
es de los años 1835/39 en tanto que la última del "Organon" es de febrero
1842. A ello obedece que este párrafo, subrayado por el Autor, haya sido
modificado por lo que escribió el propio Dr. Hahnemann para la 6ª del
"Organon": S 238: ". . . Mejor aún, cuando el carácter de los síntomas no haya
cambiado, es administrar otra dosis de la misma medicina, lo que puede
hacerse sin problemas de acuerdo al reciente descubrimiento sobre repetición
de dosis..."
" Nota 132: "Lo que he dicho en la 5ª edición del "Organon" ...era todo cuanto
mi experiencia había justificado hasta entonces. No obstante, durante los
últimos cuatro o cinco años todas estas dificultades han sido completamente
solucionadas por mi método, diferente a la par que perfeccionando. La misma
medicina que fue seleccionada cuidadosamente puede ahora será dada
diariamente y durante meses, si fuere necesario ... (de acuerdo al nuevo
método de dinamización que aquí se enseña).

Léanse SS 246, 247, 248, 269 y 270 (este último detalla el método). [N. del T.
al C.]20

Nada puede desear tanto el médico como ver que la mejoría de su paciente
avanza hacia su total cumplimiento, sin obstáculo y perceptiblemente. No es
excepción que el médico homeópata, cuidadoso y experimentado, observe
cómo una dosis única del remedio que prescribió, seleccionado de modo
perfectamente homeopático, continúe ininterrumpidamente durante varias
semanas y hasta meses disminuyendo la dolencia hasta producir la
recuperación, resultado que no podía esperarse por ningún otro medio y que
jamás podrá lograrse tratando con dosis repetidas ni con sucesión de
remedios. A fin de que este proceso resulte inteligible podemos formular una
hipótesis no improbable: que un remedio antipsórico seleccionado con máxima
exactitud de conformidad con los principios de la Homeopatía, a pesar de lo
mínimo de la dosis pero de potencia elevada o máxima, manifiesta su continua
fuerza curativa y finalmente cura únicamente por haber inoculado determinada
infección mediante una enfermedad medicinal muy similar a la enfermedad
originaria, que llega a doblegar a ésta en virtud de determinada acción propia
de la naturaleza misma, por la cual (ver Organon, SS 45) dos enfermedades
que ciertamente difieran en su índole pero que sean muy similares en sus
manifestaciones y efectos y también en las afecciones y síntomas que
ocasionen, cuando convergen en un organismo, la más fuerte que siempre es
la enfermedad provocada por el medicamento (ibidem, SS 33) aniquila a la más
débil, la no medicinal). Y es por tal razón que todo nuevo medicamento, y
también repetir dosis de la misma medicina, interrumpirá ese avance de la
mejoría y producirá nuevas dolencias, interferencia cuyos efectos
corrientemente requerirá mucho tiempo reparar.

Pero si la dosis de algún medicamento desarrollare efectos desfavorables,


síntomas perturbadores que, por ejemplo, no pertenecieran a la enfermedad y
si el paciente acusare depresión mental, aunque mínima al comienzo pero con
tendencia a incrementarse, entonces la dosis de la misma medicina que
hubiera sido dada poco después de la precedente, sólo daño haría al paciente.
Y también cuando a la primera dosis de algún medicamento sucediere mejoría
repentina y notable de alguna dolencia seria y de cierta antigüedad ello
debería hacernos recelar de que el remedio sólo ha actuado paliativamente, y
en consecuencia no deberá ser dado nuevamente, ni siquiera después de
haber intercalado otros remedios. Sin embargo, casos hay que constituyen
excepción a esta norma, pero no es conveniente que el homeópata novicio se
aventure a descifrarlos.*

* Mucho abuso se ha hecho recientemente de la repetición consecutiva de


dosis de la misma medicina por parte de homeópatas inexpertos que han
considerado conveniente insistir, sin reflexionar, con la misma medicina que en
un comienzo hallaron homeopáticamente adecuada y que entonces resultó
benéfica y, más aún, repetirla con frecuencia a fin de curar más rápidamente,
prescindiendo de nuevos exámenes del enfermo. Sin vacilación puedo afirmar
que tal práctica de suministrar al paciente varias dosis de la misma medicina
de modo) que pueda tomarlas a intervalos breves, práctica que hasta ha
llegado a ser recomendada en comentarios periodísticos, sin considerar cuán
nociva puede resultarle tal repetición, parece evidenciar empirismo negligente
y no ser digna del médico homeópata, pues éste jamás consentirá en
prescribir, ni en que se tome, una nueva dosis del remedio sin previamente
haberse convencido de su utilidad. 21*

21 A pesar de la terminante sentencia desfavorable que pronunció el Autor


hace siglo y medio y de lo expresado en las pp. 199/200, todavía hay quienes
prescriben dosis repetidas de igual dinamización, suponiendo estar
respaldados por alguna teoría de "estímulos dosificados" o de "pulsos
sucesivos" y no reflexionan que si la primer dosis fue perfectamente
homeopática, la segunda -por haber obrado la primera- y a no puede serlo y
menos aún las subsiguientes.

De acuerdo a lo que se expuso en la nota precedente sólo hay un modo en el


que es posible repetir dosis de un mismo remedio: el de impartir al frasco
donde se ha diluido el remedio cinco, ocho o diez sucusiones que aumentarán
su dinamización. La repetición de dosis iguales de un remedio "pueden
enfermar (al paciente) ... incluso agravarle más de lo que estaba", pues "el
principio vital no acepta tales dosis sin variación y las resiste". (Organon, S
247.) [N. del T. al C.]21

La única excepción que puede admitirse respecto de la repetición inmediata


del mismo remedio se presenta cuando la dosis de ese medicamento bien
seleccionado, benéfico y adecuado bajo todo concepto y que ha dado principio
a la mejoría, cesa muy pronto en su acción, se agota rápidamente y el proceso
curativo se detiene. Extraño es que esto ocurra tratándose de enfermedades
crónicas, pero suele observarse en enfermedades agudas y en esos casos de
enfermedades crónicas que alcanzan estados agudos. Cuando a criterio de
algún observador muy sagaz sea evidente que han cesado de disminuir los
síntomas peculiares de la enfermedad que está siendo tratada transcurridos
catorce días, diez, siete y hasta menos aún, de modo que la perceptible
mejoría que se había iniciado se haya detenido sin que se advierta
perturbación mental alguna ni aparición de otros trastornos sintomáticos, por
lo que el remedio dado continúa siendo íntegramente homeopático, entonces y
sólo entonces es posible que sea necesario dar una dosis del mismo
medicamento, en cantidad igualmente mínima pero, para mayor seguridad, en
diferente grado de potencia dinámica.* Cuando el remedio haya sido así
modificado, la fuerza vital del paciente tolerará más fácilmente ser afectada
otra vez por el mismo remedio, de modo que pueda lograrse, por tal proceder,
todo cuando puede esperarse de dicho medicamento en tal dolencia.**

* Por ejemplo: si en un principio se hubiera dado la potencia 30ª quizás sería


ahora el caso de dar la 18ª y si aún se considerare necesario, o útil, repetirlo,
podría darse luego en la 24ª y quizás, posteriormente y si la enfermedad
crónica hubiese asumido carácter agudo, en la 12ª y en la 6ª, etc. 22 Téngase
presente que la dosis de cualquier medicamento ha podido ser contrarrestada
y anulada inadvertidamente por algún error grave en el régimen del paciente,
en cuyo caso puede ser benéfica otra dosis del medicamento que ya se dio,
pero con la modificación señalada.*

22 La preparación de remedios que se describe en "Las Enfermedades


Crónicas" es la centesimal (Hahnemanniana) -ver páginas 269 y siguientes- la
que culmina en la Potencia X luego de ser sometido el medicamento a treinta
procesos sucesivos de atenuación 1:100, de modo que la Potencia X, o también
l/X, puede ser designada como trigésima, 30ª o 1/30. Ello ha quedado
explicado en la nota del Autor de la página 282/3 e ilustrado en el anexo
"Potencias Homeopáticas Centesimales Hahnemannianas", a los que se remite
al lector.

El Dr. Hahnemann expresó las potencias medicinales (tanto las centesimales


cuanto las "cincuentamilesimales" adoptadas posteriormente) mediante
números romanos, aunque admitió el empleo de números arábigos adoptando
al efecto los exponentes indicativos de la cantidad de veces que 100 debe ser
multiplicado por sí mismo. Esto ha quedado de manifiesto en la nota del Autor
que motiva este comentario, donde puede observarse que las potencias
sugeridas son, en todos los casos, múltiplos de 3.

Llama la atención la inteligente coincidencia del término "potencia" en su


sentido de poder medicinal con el de "potencia" en su sentido matemático: el
producto que resulta de multiplicar una cantidad por sí misma una o más
veces, que es lo que efectivamente ocurre en el proceso de preparación de
estos remedios. [N. del T. al C.]22

** Cuando el médico esté seguro respecto del específico homeopático que


debe prescribir, la primera dosis atenuada puede también ser disuelta en
cuatro onzas aproximadamente de agua, dar de beber de inmediato un tercio
luego de agitar y las porciones segunda y tercera en los días subsiguientes
pero cada una de éstas deberá ser agitada nuevamente a fin de incrementar
la potencia, que por ello quedará modificada. Es de este modo como el
medicamento parece desarrollar acción más profunda en el organismo y
apresurar el restablecimiento en pacientes vigorosos que no sean
excesivamente sensitivos.**

Recurramos a un ejemplo: la erupción de sarna recientemente surgida es una


de esas enfermedades que a más breve plazo permite la repetición de la dosis
(Sulphur) y que la permitirá con tanta mayor frecuencia cuanto menor sea el
plazo transcurrido entre la infección y el comienzo del tratamiento, puesto que
así se aproxima a la naturaleza del desorden agudo, por lo que requiere
remedios en dosis más frecuentes que cuando ha permanecido sobre la piel
durante algún tiempo. Pero esta repetición únicamente corresponderá cuando
la dosis precedente haya agotado totalmente su acción (seis, ocho o diez días
después) la nueva dosis deberá ser tan minúscula como la precedente fue y
deberá ser dada en diferente potencia. No obstante y en atención a algún leve
cambio de síntomas, será conveniente en tales casos intercalar entre las dosis
de Sulphur puro una pequeña dosis de Hepar Sulphuris Calcareum, el que
también deberá ser dado en potencias diferentes, en caso de que se
requirieren varias dosis con el transcurso del tiempo. Con frecuencia y de
acuerdo a las circunstancias, también podrá intercalarse una dosis de Nux
Vómica o una de Mercurius.*

* Por supuesto que el paciente de sarna, en tanto dure el tratamiento, deberá


abstenerse de toda aplicación externa, por innocua que parezca, como lavarse
con jabón negro.*

Con excepción de Sulphur, Hepar Sulphuris y Sepia en algunos casos, los


remedios antipsóricos restantes rara vez podrán ser empleados con beneficio
en dosis repetidas de inmediato. Verdaderamente, será muy raro que ello sea
necesario tratándose de enfermedades crónicas, dado que ya disponemos de
remedios antipsóricos en abundancia, de modo que en cuanto el remedio bien
seleccionado haya completado su acción y ante algún cambio de síntomas, es
decir, algún cambio en la imagen total de la enfermedad, será posible escoger
otro remedio antipsórico que se adecue homeopáticamente al caso ya
modificado, con la ventaja de que ello redundará en mayor rapidez y seguridad
de la curación que si asumiéramos el riesgo de prescribir el medicamento
anterior que ya no es totalmente adecuado. No obstante, en casos muy
complejos y prolongados, que frecuentemente se han originado en algún
deficiente tratamiento alopático, será casi siempre necesario repetir, de tiempo
en tiempo y durante el tratamiento, una dosis de Sulphur o de Hepar (según los
síntomas) aun a esos pacientes que han sido previamente medicados con
grandes dosis de Sulphur o sometidos a baños de azufre; pero entonces,
solamente a continuación de una dosis previa de Mercurius.
En casos de enfermedades crónicas es corriente que se necesiten varios
remedios antipsóricos, pero cambiarlos repentina y frecuentemente es indicio
de que el médico a ninguno seleccionó correctamente, de manera
homeopática, y de que no ha investigado a fondo los principales síntomas del
caso, paso que es previo al de prescribir nuevo remedio. Es éste error
frecuente en que incurre el médico homeópata al tratar casos graves de
enfermedades crónicas, pero aún más frecuente es que se apresure en casos
de enfermedades agudas y muy en particular cuando está vinculado
afectivamente al paciente. Parece insuficiente toda prevención que al respecto
pueda efectuar.

Es entonces cuando el paciente cae en tal estado de irritación en que ninguna


medicina puede actuar, ninguna exhibe sus efectos, * hasta que el poder de
respuesta del paciente está a punto de consumirse, de extinguirse, a la más
mínima dosis adicional. En casos como éstos no es posible que otro
medicamento traiga beneficio alguno, aunque sí puede proporcionarlo algún
pase mesmérico desde la coronilla de la cabeza (sobre la cual ambas manos
extendidas deberán descansar durante un minuto aproximadamente) y luego
descender lentamente a lo largo del cuerpo pasando por sobre garganta,
hombros, brazos, manos, rodillas y piernas y, finalmente, sobre los pies y sus
dedos. Si llegare a ser necesario, este proceder puede ser repetido.

* Considero imposible que cualquier dosis de medicamento


homeopáticamente "potentizado", pueda no producir efecto alguno si el
tratamiento ha sido llevado con cuidado; yo jamás lo experimenté.*

La dosis de la medicina homeopática puede también ser atenuada, suavizada,


haciendo que el paciente practique olfacción* de un glóbulo diminuto que haya
sido humedecido con el medicamento seleccionado en potencia elevada; tal
remedio estará contenido en un frasco cuya boca se mantendrá cerca de las
fosas nasales del paciente y éste hará tan sólo una momentánea aspiración.
Por medio de tal inhalación el poder de la medicina "potentizada", en cualquier
grado de intensidad, puede ser comunicado al paciente. Uno o más de estos
glóbulos medicados, aun cuando fueren de tamaño mayor, se podrán guardar
en el frasco del que se va a inhalar y permitiendo que las inhalaciones del
paciente sean más intensas o más extensas, la dosis podrá ser incrementada
en un cierto respecto de la mínima ya mencionada. El periodo de acción de la
energía de esta medicina "potentizada" introducida mediante olfacción y que
se ha diseminado por tan extensa superficie como es la de las fosas nasales y
los pulmones, es igual a la de la dosis masiva ingresada por boca e istmo de
las fauces.

* Todo aquel que hubiera nacido desprovisto del sentido del olfato o que lo
hubiera perdido a consecuencia de alguna enfermedad, puede esperar que la
acción del medicamento sea igualmente eficaz al inhalar la imperceptible
emanación (que procede de la medicina y está contenida en el frasco) por
cualquiera de sus fosas nasales, como lo obtienen los que disfrutan de tal
sentido. De esto se deduce que los nervios que sólo poseen el sentido del tacto
reciben la impresión sanativa e infaltablemente la comunican a todo el sistema
nervioso.*

Tales glóbulos medicados, contenidos en frascos bien cerrados retienen su


poder medicinal sin disminución alguna durante muchos años, aunque el frasco
fuere destapado muchas veces con el propósito de inhalar y siempre que el
frasco fuere preservado de la luz solar y del calor. Este método de medicar al
paciente por olfacción del remedio dinamizado presenta grandes ventajas en
los múltiples contratiempos que, en mala hora, suelen obstaculizar e
interrumpir el tratamiento de las enfermedades crónicas. El paciente recibirá
el antídoto requerido por el contratiempo mediante inhalación, graduando así
su intensidad, el que de inmediato actuará sobre los nervios proporcionando
asistencia, con lo que sólo un mínimo será demorado el tratamiento de la
enfermedad crónica. Cuando el contratiempo haya sido subsanado con
prontitud máxima, la acción así interrumpida del remedio antipsórico que había
sido tomado previamente, con frecuencia continuará por algún tiempo más.
Pero la dosis de la medicina inhalada deberá ser la adecuada a la interrupción
mórbida, de modo que su acción resulte exactamente proporcionada a la
necesidad de extinguir la perturbación ocasionada por el contratiempo, y se
procurará que su acción ni profundice ni se extienda más de lo requerido.

Si el médico homeópata me preguntara por el mejor proceder durante los días


de interrupción impuestos por el contratiempo y frente a los requerimientos del
paciente que todos los días solicitara continuar con su medicación, *
procurando mantener la continuidad del tratamiento y evitar toda perturbación
al mismo, le respondería brevemente que para cada día y a la hora habitual
prescribiera una dosis de azúcar de leche, aproximadamente tres granos, la
que llevaría escrita la debida correlatividad numérica.** Y dejo aquí constancia
de que el azúcar de leche así empleada, es verdadero don de Dios.***

* Ningún hábito inveterado, así sea nocivo, puede ser cambiado de inmediato.
Tampoco el médico homeópata puede prohibirle al nuevo paciente crónico que
tome diariamente un poco de remedio en polvo; subsiste aún enorme
diferencia entre esto y las numerosas dosis medicinales de los alópatas.
Durante esta ingestión diaria de remedio en polvo, controlada y ante la
intimidación de que es objeto el paciente inocente por obra de los
calumniadores del verdadero arte médico, ¿no redundará en su beneficio
ignorar si hay dosis medicinal en el polvo de cada uno de los días, y en cuál de
ellos está contenida? Si llegare a enterarse de cuál es el que contiene al
medicamento -del que tanto espera- con frecuencia su imaginación le jugaría a
engaño, haciéndole imaginar sensaciones y cambios en su organismo que no
son reales; percibiría síntomas imaginarios y viviría en continuo desasosiego
mental. Pero si diariamente tomare una dosis y no advirtiera perturbación
alguna de su salud, irá ganando en ecuanimidad (pues la experiencia será su
maestra), no vivirá a la espera de efectos adversos y serenamente advertirá
los cambios que realmente se presenten en su estado, noticiando a su médico
de lo real únicamente. Habida cuenta de esto, lo mejor es que diariamente
tome su polvo, sin saber si en todos hay medicina o tan sólo en algunos; así no
estará a la expectativa de la acción del papel de hoy, del de ayer o de
anteayer.*

** Los pacientes crónicos que confíen firmemente en la honestidad y la aptitud


de su médico quedarán conformes, sin posteriores reparos, con haber recibido
tal dosis de azúcar de leche cada dos, cuatro o siete días, según lo prescripto;
ello no afectará la firmeza de su confianza, pues tal recurso es lo único justo y
razonable. 23**

23 Es evidente que el Dr. Hahnemann sólo ha admitido tal recurso cuando el


médico es quien, personalmente, prepara y suministra sus remedios; ver
"Prefacio del autor al Quinto volumen" y también "Organon", SS 264, 268 271 y
nota 157. Ver, además, texto y nota de la página 252. [N. del T. al C.]23

*** Ha habido puristas ansiosos que llegaron a recelar de que hasta el azúcar
de leche pura o transformada por trituración continuada, pudiera desarrollar
efectos medicinales. Pero éste es un temor infundado, vano y puedo afirmarlo
por haber efectuado experimentos a conciencia. Podemos consumir como
alimento cantidades considerables de azúcar de leche pura, no procesada, sin
que ello produzca cambio alguno en la salud y lo mismo si el azúcar hubiera
sido triturada. Pero a fin de destruir simultáneamente los recelos surgidos en
algunos hipocondríacos de que a causa de la sostenida trituración del azúcar
de leche-ya sea aisladamente o durante la dinamización de los medicamentos-
algo podría desprenderse, por frotación, de la porcelana del mortero (sílice) y
que "potentizado" por la misma trituración se convirtiera en Silicea
intensamente activa, tomé un cuenco de trituración, nuevo, de porcelana, en el
que el vitrificado hubiera desaparecido por restregadura posterior,
conjuntamente con un majadero de mortero, también nuevo, y con ellos
procedí a triturar un centenar de granos de azúcar de leche dividido en tres
porciones de treinta y tres granos, los que fueron triturados dieciocho veces
durante seis minutos por vez y raspados igual cantidad de veces durante
cuatro minutos mediante espátula de porcelana, a fin de desarrollar por obra
de esta intensa trituración de tres horas de duración algún poder medicinal, ya
fuere del azúcar de leche, o de la sílice, o de ambos. Pero mi preparación
resultó tan inerte y medicinalmente inactiva como es el azúcar pura de leche,
meramente nutritiva, conclusión a la que llegué experimentándola en personas
extremadamente sensitivas.***
Cuando el remedio elimine total y rápidamente, como si fuera por arte de
magia, síntomas agobiantes como son dolores inverados, intensos, continuos, o
espasmos tónicos o clónicos, etc., de modo que el paciente casi
inmediatamente después de tomar la medicina suponga que ya está libre de
padecimientos, que ya se ha restablecido y se sienta como transportado al
paraíso, en casos tales no debemos guardar esperanzas ilusorias de que el
remedio haya sido seleccionado correctamente o de que el paciente avance
hacia la curación de su enfermedad crónica. Tal efecto engañoso demuestra
que el medicamento actúa aquí enantiopáticamente, como contrario, o como
paliativo y que durante los próximos días no podemos esperar de tal remedio
sino alguna agravación de la enfermedad originaria. Tan pronto como esta
engañosa mejoría comience a tornarse en agravación, lo que ocurrirá en pocos
días más, habrá llegado el momento de dar el antídoto o, cuando no se
dispusiere de él, de administrar otra medicina que sea más adecuada
homeopáticamente. Será muy raro que tal remedio enantiopático haga algún
bien en lo futuro. Si la medicina que así resultó antipática de inmediato, es
decir, que pareció aliviar tanto, es de aquellas propensas a la acción
alternativa 24 será posible que cuando la agravación por esta dosis se
presente, una segunda dosis del mismo remedio pueda producir lo contrario y
proporcionar así mejoría duradera, característica que ya he podido advertir en
Ignatia.

24 Ver "Organon", S 251. (N. del T. al C.]24

En casos como el mencionado también podremos emplear con buen resultado,


respecto de los malestares que a los pocos días suceden al remedio antipático,
alguna de las medicinas incluidas en la considerable lista expuesta en la
"Materia Médica Pura", en el "Archivo del arte curativo homeopático" o en los
"Anales". Puede proseguirse con ellas durante algunos días hasta que la
enfermedad de la psora retome su curso de rutina, oportunidad en que deberá
darse un medicamento antipsórico, seleccionado homeopáticamente, a fin de
continuar con la curación.

Enumeraré a continuación algunos de los contratiempos que temporariamente


perturban el tratamiento y los remedios que pueden ser de utilidad en tales
casos.

- Estómago recargado: será remediado mediante ayuno, es decir ingiriendo


un poco de sopa liviana en lugar de la comida habitual y un pocillo de café.

- Desorden gástrico provocado por ingerir carnes enjundiosas, en particular


por comer cerdo: será tratado mediante ayuno y Pulsatilla.

- Desorden estomacal después de comer que provoca regurgitación y


mayormente náuseas e inclinación al vómito: mediante Antimonium Crudum
en dinamización elevada;
- Enfriamiento del estómago por ingerir fruta: olfacción de Arsenicum.

- Malestar derivado de bebidas alcohólicas: Nux Vómica.

- Desarreglo estomacal acompañado de fiebre gástrica, frialdad y resfriado:


Bryonia Alba.

- Temor: cuando la medicina pueda ser dada al instante y en particular cuando


el terror provoca acobardamiento: jugo de amapola (Opium). Si la ayuda puede
ser prestada sólo con posterioridad, o cuando al temor se sumó agravio:
Aconitum. Si provocó abatimiento: semillas de Ignatia.

- Agravio: que provoca irritación, enardecimiento, cólera, violencia:


Chamomilla. Si además del agravio hay frialdad y enfriamiento del cuerpo:
Bryonia. Si el agravio es acompañado de indignación, profunda mortificación
interna (se arroja cuanto se tiene a mano): Staphisagria.

- Indignación con mortificación interna, silenciosa: Colocynthis.

- Contrariedad sentimental, acompañada de aflicción serena: Ignatia.


Acompañada de celos: Hyoscyamus.

- Resfriado agudo (que haga aconsejable guardar cama o a lo menos, a


permanecer dentro de la vivienda): Nux Vómica. Cuando se presenta diarrea
como consecuencia: Dulcamara. Cuando hay dolores como consecuencia:
Coffea Cruda. Cuando sucedan fiebre y acaloramiento: Aconitum. Cuando
sucedan accesos de sofocación: Ipecacuanha.

- Resfriado, seguido de dolores e inclinación al llanto: Coffea Cruda. Seguido


de coriza y pérdida del sentido del olfato y del gusto: Pulsatilla.

- Esguinces y luxaciones: Arnica a veces, pero Rhus Toxicodendron con mayor


seguridad.

- Contusiones y heridas producidas por instrumentos embotados: Arnica.

- Quemaduras de la piel: Compresas de agua mezclada con dilución muy


dinamizada de Arsenicum; o bien aplicaciones continuadas durante horas, de
alcohol calentado a bañomaría.

- Debilidad por pérdida de sangre o de fluidos: China.

- Nostalgia profunda con enrojecimiento de mejillas: Capsicum.

Durante el tratamiento de enfermedades crónicas mediante remedios


antipsóricos, frecuentemente necesitaremos recurrir al otro grupo de
medicamentos, los que no son antipsóricos, en casos de enfermedades
epidémicas o de enfermedades intermedias ("morbi intercurrentes")25 que
suelen presentarse por causas meteóricas o telúricas y que atacan a nuestros
pacientes crónicos, perturbando no sólo el tratamiento mas también
interrumpiéndolo durante lapso que puede ser extenso. En casos tales será
preciso emplear los otros remedios, pero no he de entrar en tal tema,
limitándome a decir aquí que el tratamiento antipsórico deberá ser
discontinuado totalmente durante algún tiempo, en tanto dure el tratamiento
de la enfermedad epidémica que también haya hecho presa de nuestro
paciente (crónico), aunque por tal causa deban perderse varias semanas en los
casos peores. Pero también insistimos en que si la enfermedad no es
excesivamente severa, el ya citado método de medicar por olfacción de un
glóbulo humedecido suele ser ayuda suficiente y así se acorta notablemente el
periodo de la enfermedad aguda.

25"Intercurrente (del latín 'inter' = entre y 'currente' = que corre):


Enfermedad que surge en el curso de otra enfermedad." (Ch-L) ( P). [N. del T. al
C.]25

El médico homeópata inteligente muy pronto se dará cuenta del momento en


que sus remedios han completado la curación de la enfermedad intermedia, *
oportunidad en que se reinicia el curso peculiar de la enfermedad crónica
(psórica).

* Es corriente que estas enfermedades epidémicas intermedias se presenten


como fiebres (por cierto que no estoy aludiendo a los miasmas constantes:
viruela, sarampión, disentería, tos convulsa, etc.). Fiebres hay de diversos
tipos: agudas y continuas, intermitentes, distanciadamente remitentes. 26 Las
fiebres intermitentes se presentan casi todos los años en forma algo diferente.
27 Desde que llegué a descubrir cómo curar enfermedades y males crónicos
eliminando homeopáticamente su raíz psórica, he hallado que las fiebres
epidémicas, corrientemente intermitentes, difieren de año en año en su
característica y en sus síntomas, por lo que casi todos los años requieren una
medicina diferente para lograr, en pocos días, su curación específica. En cierto
año requieren Arsenicum, en otro Belladonna, en otro Antimonium Crudum, o
Spigelia, o Acónito con Ipecacuanha, alternando con Nux Vómica, sal
Ammoniacum, Natrum Muriaticum, Opium, Cina sola o alternada con Capsicum,
o bien Capsicum únicamente, Menyantes Trifoliata, Calcárea Carbónica,
Pulsatilla, alguno de los dos Carbo, Arnica sola o alternada con Ipecacuanha.
Por cierto que he de considerar útiles todas las medicinas no antipsóricas,
bastando con que resulten homeopáticas respecto del cuadro total de síntomas
de la fiebre reinante, tanto en sus accesos como en sus apirexias (consultar:
Von Boenninghausen, "Versuche ainer homoopatischen Therapie der
Wechselfiebers", 1833, Munster bei Regensberg) pero con la casi invariable
excepción de Cinchona, porque ésta únicamente puede suprimir su "typus" 28
cuando es administrada en dosis enormes y en forma concentrada (como
quinina) y así la enfermedad es substituida por la caquexia propia del
quinismo, difícil de curar; (China resulta apropiada solamente para las fiebres
endémicas intermitentes propias de las regiones pantanosas y aun éstas
únicamente pueden ser curadas acabadamente si se la combina con remedios
antipsóricos). Ya en los comienzos del tratamiento de toda fiebre epidémica
intermitente, el médico homeópata procederá con máxima seguridad si
prescribe, en cada caso, una dosis atenuada de Sulphur o, en los casos en que
corresponda, de Hepar Sulphuris en glóbulos pequeños o por medio de
olfacción, y esperar sus resultados durante pocos días, hasta que cese la
mejoría que uno u otro haya proporcionado y entonces dar , en seguida, en una
o dos dosis atenuadas, el medicamento no antipsórico que haya sido
homeopáticamente seleccionado como el más apto para la epidemia de ese
año. Téngase la precaución de dar estas dosis únicamente cuando haya
finalizado un acceso. En todos los pacientes afectados por fiebre intermitente
la psora está , por su misma naturaleza, involucrada en la epidemia, por lo que
al comienzo de todo tratamiento de fiebre epidémica intermitente es necesaria
una dosis de Sulphur o de Hepar Sulphuris para asegurar y facilitar el
restablecimiento del paciente.*

26"Remitente (del Latín 'remittere' = devolver); que aumenta y disminuye a


intervalos periódicos". (Ch-L). [N. del T. al C.]26

27"Intermitente (del Latín 'intermittere' = cesar, discontinuar): que ocurre con


intervalos". (Ch-L). Ver "Organon" SS 235 a 243. En la descripción que sigue el
Autor parece referirse a la gripe. El vocablo "grippe" ingresa al idioma francés
en 1743. (L-L). [N. del T. al C.]27

28 Su característica (ver "Organon", nota 128). [N. del T. al C.]28

No obstante, los síntomas de la enfermedad crónica originaria siempre


reaparecerán, algo diferentes, una vez cumplida la curación de esa
enfermedad intermedia que predominó; también se hallará que ha quedado
afectada alguna otra parte del cuerpo, de modo que el médico homeópata
escogerá su remedio antipsórico de conformidad con la totalidad de los
síntomas remanentes y en ningún caso se limitará a aquel remedio que era
adecuado antes de que apareciera la enfermedad intermedia.

Cuando el médico deba atender a un paciente en el que prevaleciera alguna


enfermedad intermedia y al que él no hubiera atendido previamente como
enfermo crónico, hallará , una vez superado tal trance mediante remedios que
hayan probado ser específicos en otros pacientes similarmente afectados, que
no logra restablecerlo totalmente a pesar de la dieta apropiada y del régimen
de vida estricto, y esto es tanto más probable cuanto más intensa haya sido la
fiebre; aparecerán incidentes de otra naturaleza (corrientemente
denominados afecciones secundarias o afecciones subsiguientes) y éstos se
agravarán amenazando con volverse crónicos. Casi invariablemente el médico
homeópata estará enfrentando a la psora que se está desarrollando como
enfermedad crónica y ella requerirá ser curada de acuerdo con los principios
que aquí se exponen.

Es ésta la oportunidad propicia para comentar que las enfermedades


epidémicas importantes: viruela, sarampión, rubéola, escarlatina, tos convulsa,
disentería otoñal y fiebre tifoidea, cuando han completado su curso y en
particular cuando ha faltado el sensato tratamiento homeopático, dejan tan
sacudido e irritado el organismo que en muchos pacientes que parecían
restablecidos su psora, que estaba latente y dormida, se despierta
bruscamente irrumpiendo en erupciones similares a la de la sarna* o
provocando otras perturbaciones crónicas que alcanzan gran despliegue en
corto lapso, salvo que se las trate adecuadamente con finalidad antipsórica.
Esto se debe al profundo agotamiento del organismo que, por cierto, subsiste.
El médico alópata declara, cuando muere alguno de sus pacientes a
consecuencia de su tratamiento inadecuado (lo que es frecuente), que ha
fallecido a consecuencia de las secuelas de la tos convulsa, del sarampión,
etcétera.

* Cuando tal erupción es apenas perceptible, es denominada por los


tratadistas "scabies spontanea" (sarna espontánea), simple quimera e
irrealidad porque, hasta donde registra la historia, jamás sarna alguna ha
aparecido por sí misma, sin que hubiera mediado infección previa por el
miasma de la sarna. Pero este fenómeno posterior a cualquier fiebre aguda no
es más que la erupción secundaria a la que tanto se ha aludido en las páginas
anteriores, surgiendo de una psora latente en lo interior, dormida, luego de
haber sido eliminada (puesto que es raro que desaparezca gradualmente) la
primitiva erupción de sarna de la piel. Es frecuente que esta segunda erupción
abandone la epidermis por sí misma y nunca se ha podido comprobar que haya
infectado con sarna a persona alguna.*

No obstante, tales secuelas son las innumerables enfermedades crónicas


desarrolladas por la psora en incontables formas y que, por ignorarse su
origen, lógicamente no han podido ser curadas.

En consecuencia, las fiebres epidémicas y espor dicas y también las


enfermedades agudas miasmáticas, si no terminan pronto y directamente
concluyen en buena salud (y aun cuando se haya empleado, tratándolas
acertadamente, un específico homeopático) necesitan frecuentemente ayuda
antipsórica que generalmente yo hallé en Sulphur siempre que el paciente no
hubiera sido medicado recientemente con algún remedio que contuviera
azufre, en cuyo caso debió recurrirse a otro antipsórico apropiado.

La notable tenacidad de las enfermedades endémicas depende casi


exclusivamente de la complicación psórica, o de la psora modificada por las
características peculiares de la localidad (y también por el modo particular de
vivir de sus habitantes), de modo que con frecuencia los pacientes de alguna
fiebre intermitente que se haya originado en región pantanosa, una vez que se
han trasladado a otra región de clima seco, continúan enfermos a pesar de
toda la China que puedan ingerir, puesto que lo que se requiere es el
tratamiento antipsórico. Las emanaciones de los marjales parecen ser las
causas más eficientes para que la psora latente en lo interior se desarrolle* y
más aún en los países cálidos. De no emplearse con regularidad casi absoluta
el método antipsórico de curación que resulte más adecuado, jamás se logrará
éxito intentando anular las propiedades letales de esos climas húmedos o en
hacer de ellas regiones habitables, pasablemente salubres. El hombre puede
acostumbrarse a vivir soportando temperaturas extremas, ya sean de frío o de
calor y hasta puede lograrlo con salud y buen ánimo. ¿Por qué no habría de
aclimatarse también en esas regiones pantanosas como lo hace en las regiones
montañosas extremadamente secas, si no fuera porque es portador de la
psora, enemigo hasta hoy ignorado e invicto, que atenta contra la vida
vigorosa y la salud firme? En tanto la psora esté latente en lo profundo del
organismo (y qué frecuente es esto!) habrá de desarrollarse en enfermedades
de todo tipo (en particular en aquellas en que el hígado es el órgano afectado)
por acción de las emanaciones de aguas estancadas, de suelos húmedos, de
marjales, todo lo cual constituye causa segura y hasta inevitable del deterioro
de la salud y muy superior en su acción a todo otro poder físico nocivo.

* Cabe presumir que estas emanaciones tienen cierta propiedad que puede
paralizar a la fuerza vital del organismo (la que, si se goza de buena salud, es
capaz de refrenar a la psora interna que constantemente procura
manifestarse) así lo predispone a esas fiebres denominadas pútridas y
nerviosas 29*

29 Ver Organon, nota 79. (N. del T. al C.]29

Los últimos síntomas presentados por toda enfermedad crónica a la que se


haya dejado librada a sí misma (es decir, que no haya sido agravada por
malpraxis médica) son invariablemente los primeros que ceden cuando
comienza el tratamiento antipsórico; pero las dolencias antiguas y aquellas que
fueron más constantes e invariables, entre las que revistan las afecciones
locales persistentes, son las últimas en ceder y esto sólo se logrará cuando las
perturbaciones anteriores hayan desaparecido y la salud, en cuanto concierne
a todos los aspectos restantes, haya sido restablecida casi por completo. En
esos males generalizados que se presentan en forma de accesos repetidos,
como son las variedades periódicas de la histeria y de la epilepsia en sus
diferentes modalidades, etc., es posible lograr su pronto cese administrando el
antipsórico adecuado, pero a fin de convertir tal interrupción en algo definitivo,
algo en que se pueda confiar, será preciso curar totalmente a la psora
subyacente en lo profundo.
Es frecuente que el enfermo solicite de su médico que le libere en primer
término de algún síntoma que le aflige mucho más que los síntomas restantes,
lo que no es factible, pero se deberá ser benévolo con el paciente que formule
tan comprensible pedido.

El paciente que haya tomado un medicamento antipsórico y que no vea


diariamente a su médico escribir , a fin de que él se entere, un informe diario
en el que subrayará los síntomas simples que se hayan presentado durante el
día y que sean repetición de aquellos que sintió hace algún tiempo o quizás
mucho tiempo; pero los síntomas que jamás tuvo, los que en ese día haya
sentido por primera vez, convendrá que los subraye con doble línea. Los
síntomas a que se aludió en primer término indican que el antipsórico está
alcanzando a la raíz del mal y que SU acción será valiosa respecto de la
curación total, pero los aludidos en segundo término. si aparecen con mayor
frecuencia e intensidad, indican al médico que el antipsórico no ha sido
seleccionado de manera perfectamente homeopática, por lo que deberá ser
discontinuado y reemplazado por el que sea apropiado.

Cuando el tratamiento haya avanzado considerablemente la enfermedad.


disminuida por su acción, comienza a retornar a su estado de psora latente; los
síntomas van debilitándose más y más y el médico alerta y observador sólo
vestigios de ella podrá hallar, pero deberá seguir tales rastros hasta que
hayan desaparecido totalmente, porque el más insignificante remanente
guardaría el germen de la antigua dolencia y permitiría su recrudecimiento.*
Porque si el médico abandonara el tratamiento en este punto y supusiera lo
que el individuo corriente (y también el paciente instruido) cree estar en
condiciones de afirmar, "que la enfermedad va a desaparecer por sí misma",
estaría incurriendo en grave equivocación; porque de tal resto de psora,
aparentemente insignificante pero solamente disminuida, se desarrollaría
gradualmente nueva enfermedad crónica que progresaría inevitablemente,
conforme a la naturaleza de las enfermedades surgidas de miasmas crónicos
no extinguidos, según se explicó en páginas anteriores.

* Como el pólipo de agua, 30 al que, habiéndosele seccionado algunos de sus


brazos, con tiempo forma otros.*

30"Animal acuático del tipo radiado que suele tener cuerpo cilíndrico en uno
de cuyos extremos hay una boca rodeada de brazos o tentáculos. No posee
órgano alguno de sentido y puede multiplicarse por brotes (renuevos), por
seccionamiento artificial, o por huevo". (W). [N. del T. al C.]30

Aquello de que la curación debe ser "cito tuto et jucunde" (rápida, segura y
placentera) según dijo Celsus, el paciente puede solicitarlo de su médico con
razón y con todo derecho esperarlo si éste es homeópata y cuando esté
afectado por alguna enfermedad aguda surgida de causas ocasionales o por
alguna enfermedad intermedia, de las que prevalecen por temporadas (las
denominadas "intercurrentes") .

Pero en cuanto respecta a "cito" (rápidamente), lo que significa curación


pronta, la naturaleza de las enfermedades crónicas no autoriza a esperarla.*

* Unicamente un profesional ignorante irreflexivamente puede prometer la


curación de alguna enfermedad inveterada en el término de cuatro a seis
semanas; por cierto que cuando formula tal promesa no siente la
responsabilidad de cumplirla!; ¿qué puede arriesgar si, como invariablemente
habrá de ocurrir, su tratamiento agrava a la enfermedad?; ¿es que puede
perder algo?, ¿su reputación quizá ?; no, porque sus colegas, que se parecen a
él, proceden de igual modo. ¿Puede perder la estimación de sí mismo?;
verdaderamente... ¿puede perder algo?*

De la curación de toda enfermedad crónica grave que haya prevalecido a lo


largo de diez, veinte, treinta o más años, podrá decirse que ha sido rápida si
ha sido lograda en un año o dos (lo que sería imposible lograr si hubiera sido
maltratada por la alopatía y absolutamente imposible si, por exceso de tal
tratamiento, la enfermedad hubiera sido transformada en incurable).
tratándose de personas jóvenes y robustas, el tiempo que requiere la curación
puede ser reducido a la mitad, pero cuando el paciente tenga avanzada edad,
el mejor tratamiento médico y la estricta observancia por parte del enfermo y
de quienes cuidan de él no impedirán que tal lapso sea mucho más extenso;
también resultará comprensible que toda enfermedad crónica (psórica)
inveterada, cuyo miasma originario ha tenido tanto tiempo y tantas
circunstancias favorables para insertar -por así decirlo- sus raíces parásitas en
todos los intersticios del complejo edificio de la vida. haya llegado finalmente a
alcanzar tal trabazón en el organismo que pese al tratamiento más apropiado,
al más sensato régimen de vida cuidadosamente observado por el paciente, se
requerirán mucha perseverancia y tiempo suficiente para destruir a tal pólipo
de múltiples tentáculos, en tanto se administran las fuerzas y la autonomía del
organismo.

Las fuerzas de un paciente sometido a tratamiento antipsórico, aun cuando


éste resulte prolongado, deben ir incrementándose a partir del mismo
comienzo del tratamiento correcto, hasta alcanzar el restablecimiento total de
la salud y de la normalidad. Las fuerzas aumentan durante todo el periodo de
la curación, sin que llegue a necesitarse de tónicos y los pacientes advierten
con júbilo que van recuperándose a medida que su vitalidad va quedando
liberada del factor que la corroía.*

* Es inconcebible cómo pueden médicos alópatas afirmar que curan


enfermedades crónicas persistiendo en sus tratamientos que sólo debilitan
hasta extenuar y tampoco se concibe cómo su falta de éxito no les ha
impedido continuar repitiendo invariablemente sus nocivos tratamientos. La
"amara"31 al que intercalen y prescriben con la quinina, no repone las fuerzas
perdidas y sólo agrega nuevos males.*

31 Es la quina o corteza del quino; se daba en polvo, en infusión y también en


jarabe vinoso, como tónico y febrífugo. "Su amargor es muy tolerable se da a
las dosis de 30 a 60 gramos al día en las convalecencias y cuando hay gran
debilidad de estómago". (DEHA). (N. del T. al C ]31

El mejor momento para tomar la dosis del remedio antipsórico parece ser por
la mañana, temprano y en tanto se está en ayunas, con preferencia a hacerlo
por la noche, una hora antes de dormir. El medicamento contenido en alguno
de los papeles numerados* (todos lo estarán correlativamente), si se desea
que actúe débilmente, deberá ser tomado en seco y permitir que se disuelva
sobre la lengua, o bien deberá ser humedecido con dos o tres gotas de agua
sobre una cuchara y ser así ingerido, cuidando de no beber ni comer algo hasta
que haya transcurrido media hora a una hora.**

* Numerar los papeles correlativamente tiene la ventaja de posibilitar al


médico identificar el día en que el enfermo ha tomado su remedio y que así
pueda juzgar su acción a partir del informe del día subsiguiente; esto tiene
importancia mayor si el paciente vive lejos de él.*

** Si es propósito que el remedio actúe con mayor intensidad deberá ser


revuelto en un poco más de agua, hasta que se disuelva, antes de ser ingerido,
y en mayor cantidad de agua si se intenta incrementar su poder, y el médico
deberá prescribir entonces la cantidad de la solución que deberá tomarse por
vez, Si él ordenare que la solución sea tomada en uno, dos o tres días, ella
deberá ser agitada, no sólo la primera vez mas también cada una de las
subsiguientes, por lo cual cada porción así agitada adquirirá mayor grado de
potencia, lo que favorecerá su recepción por la fuerza vital. Prescribir una
misma solución para cantidad mayor de días no es aconsejable puesto que el
agua, luego de tal lapso, comenzará a corromperse. 32 El procedimiento para
que cada dosis , por olfacción pueda ser adaptada al grado de potencia que se
persiga ya ha quedado explicado.**

32 Véase en página 293 la solución al problema que plantea la corrupción del


agua [N. del T. al C.]32

Luego de tomar el medicamento el paciente deberá permanecer en total


quietud como mínimo durante una hora lapso durante la cual evitar dormirse
(porque dormir demora el comienzo de la acción del remedio). Durante esa
hora y por cierto que durante todo el tratamiento, deberá el enfermo evitar
toda excitación y procurará no esforzar su mente inmediatamente después de
haber ingerido la dosis, así fuere por leer, calcular, escribir o por mantener
conversaciones que requieran concentración.
Las mujeres no deberán tomar la dosis de remedio antipsórico poco antes de
la fecha en que esperan tener su menstruación ni durante ella, pero si fuere
necesario, la dosis podrá tomarse cuatro días o sea noventa y seis horas
después de haber comenzado a menstruar. Pero en aquellos casos en que la
menstruación previa hubiera sido prematura o desusadamente profusa, o que
dos sucesivas hubieran durado mucho, será necesario frecuentemente
prescribir en ese cuarto día una pequeña dosis de Nux Vómica por olfacción
(un glóbulo diminuto humedecido en dinamización elevada) y luego, en el
cuarto día al sexto subsiguiente, el antipsórico. Pero si la mujer fuere muy
sensitiva y nerviosa convendrá que olfaccione tal glóbulo una vez cada
setenta y dos horas después de que hayan comenzado sus menstruos y hasta
que se haya restablecido completamente y sin que ello obste a la continuidad
de su tratamiento antipsórico.*

* En tal estado morboso de los menstruos nada puede hacerse por la curación
de la enfermedad crónica sin el empleo alternado de Nux Vómica, la que en
estos casos reduce específicamente la perturbación surgida por obra del flujo
desordenado de los menstruos y así apacigua la excesiva sensitividad y la
irritabilidad, lo que es necesario pues ambas constituyen obstáculo insuperable
en el avance de la acción curativa de los remedios antipsóricos.*

La preñez, en todos sus estados, presenta muy pocos inconvenientes para el


tratamiento antipsórico, el que con frecuencia es de máxima utilidad y hasta
necesario en tal condición.*

* ¿Con qué recurso mejor podría evitarse definitivamente los abortos repetidos
33 -debidos casi exclusivamente a la psora- que mediante el tratamiento
antipsórico adecuado antes de la preñez o durante ella? ¿Cómo podrían los
estados de la matriz, peligrosos a veces y hasta fatales -pese a la correcta
presentación del feto y al parto normal- ser tornados favorables por anticipado,
que por el tratamiento antipsórico oportuno aplicado durante la preñez? Y
hasta la incorrecta presentación de la criatura tiene, sino siempre pero sí con
frecuencia, su causa en la condición psórica, enfermiza de la madre; y la
hidrocefalia, así como otros defectos corporales del niño tienen, con seguridad,
tal origen. únicamente el tratamiento antipsórico de la mujer afectada, durante
la preñez y si fuera posible antes, puede eliminar anticipadamente la
incapacidad materna para amamantar y también durante la lactancia prevenir
los dolores en las mamas, en los pezones, la propensión tan frecuente hacia las
inflamaciones erisipelatosas de mamas y sus abscesos y también las
hemorragias uterinas durante la lactancia.*

33"El aborto habitual (definido como aquel que se ha producido tres o más
veces consecutivas) puede ser debido a desórdenes remediables del útero o de
las glándulas (ej.: glándula tiroidea) o a mala salud crónica de cualquier tipo.
Pero en la mayoría de los casos no se puede hallar la causa. Es entonces
cuando el tratamiento debe ser empírico. Con frecuencia se prescriben
hormonas y ellas pueden ser de utilidad, pero la máxima posibilidad de vida
para el niño durante los azarosos meses tercero y cuarto, es el reposo
absoluto". (P) [N. del T. al C.]33.

Más aún, durante la preñez es absolutamente necesario, porque las dolencias


crónicas se desarrollan entonces con mayor facilidad. En este periodo de la
mujer, absolutamente natural, los síntomas de la psora interna se manifiestan
más frecuentemente* debido a la incrementada sensitividad del organismo
femenino y al estado de ánimo prevaleciente en tal condición; y es por ello
que la medicina antipsórica es percibida más intensamente durante la preñez y
sus efectos son más definidos, lo que debe sugerir al médico que disminuya la
dosis cuanto sea posible y emplee atenuaciones muy "potentizadas" y también
que extreme su empeño para que la selección del remedio sea lo más
homeopática posible.

* Y sin embargo, también se da el caso enteramente opuesto, de modo que la


esposa que antes de su preñez estaba siempre enferma, víctima de achaques
repetidos, disfrute de notable buena salud durante cada preñez y únicamente
durante ese estado. Y es en estas situaciones cuando es oportuno aprovechar
el tiempo del embarazo para aplicar el tratamiento antipsórico que deberá
orientarse de acuerdo a los síntomas del estado mórbido previo al embarazo,
en la medida en que éstos puedan ser recordados.*

A los lactantes jamás se les administra medicamento; en vez de ello lo recibe


la madre o la nodriza y por medio de su leche actúa así en el niño,
beneficiosamente, con rapidez y suavidad.

La vitalidad del organismo (denominada principio que preserva la vida o fuerza


vital) librada a sí misma, por no estar dotada de la capacidad de razonar, sólo
puede proveer acciones paliativas frente a enfermedades crónicas y agudas
surgidas de la psora interior, las que ponen en riesgo a la existencia. Ésta es la
causa de la mayoría de las secreciones y excreciones de índole diversa que
suelen ocurrir espontánea- mente en el curso de las enfermedades crónicas
(psóricas), cuyos ejemplos son las diarreas, vómitos, transpiración, supuración,
hemorragias, etc., acarreando alivios sólo temporarios del mal crónico
orginario el que, debido a la pérdida de humores y de energía, se agrava más y
más.

Y la alopatía, en tanto, no ha sido capaz más que de reproducir tales procesos


en procura de curación genuina de las enfermedades crónicas; sólo puede
imitar la irracionalidad de la naturaleza orgánica obrando paliativamente
(lamentablemente sin alcanzar siquiera alivio similar aunque con mayor
consumo de fuerzas); es por ello que provoca la aceleración del proceso de
deterioro generalizado, sin ser capaz de contribuir, en modo alguno, a la
extinción de la enfermedad originaria. Tal acción ruinosa comprende a los
muchos e indescriptibles purgantes, a los denominados disolventes,
flebotomías, escarificaciones y ventosas, aplicación de sanguijuegas -tan en
boga que su empleo se ha tornado ya en insania-, sudoríficos, vejigatorios,
exutorios, sedales, lechinos, etc. 34

34 Felizmente, y gracias a la denuncia del Dr. Hahnemann, tales términos sólo


expresan hoy riesgos y sufrimientos de tiempos pasados. Pero del avance de la
química nueva amenaza ha surgido; la de los medicamentos de fórmula y
acción tan complejas como para que al médico le sea imposible, de la lectura
de la primera, deducir la segunda por lo que debe recetarlos basado en la
"acción terapéutica" inserta en la propaganda médica. La funesta "talidomida"
ya dictó sentencia. El problema tiene tal gravedad que ya ha rebasado los
límites del tema "enfermedades iatrogénicas" ("las que resultan de tratar otras
enfermedades", P) y lleva a cuestionar, cada vez más, la idoneidad
farmacológica del facultativo.

"¿. . . seguirán impartiendo (las escuelas médicas) una pedagogía que ha


terminado por hacer del egresado un agente de ventas de los fabricantes de
drogas farmacéuticas?". (Dr. Florencio Escardó, en el diario La Nación de
Buenos Aires, 17/4/84; ex Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires y ex
Decano de la Facultad de Medicina de Buenos Aires). [N. del T. al C.]34

El médico homeópata, alabado sea Dios!, está capacitado para proporcionar


curación definitiva, pues por medio del tratamiento antipsórico puede destruir
radicalmente a la enfermedad crónica y por ello desdeña recurrir a aquellas
aplicaciones que sólo apresuran la muerte y hasta debe extremar su cuidado a
fin de que el paciente no recurra subrepticiamente a ellas, continuando con la
secular rutina que por todo el mundo ha difundido la alopatía. Su conciencia la
impide ceder a los ruegos del paciente, quien argumenta que está habituado a
hacerse sangrar tantas veces al año, o a purgarse, o a tomar baños calientes
de inmersión y que, en consecuencia, necesita recurrir a ellos. Todo esto no
debe ser permitido.

El médico homeópata que haya logrado el dominio de su arte -y agradezcamos


a Dios que ya ejerzan cantidad de tales maestros en Homeopatía- jamás
permitirá que se extraiga una sola gota de sangre de sus pacientes, jamás se
verá precisado a recurrir a los arbitrios ya citados o a similares, que solamente
debilitan al cuerpo y constituyen la negación de la salud. Sólo un novato que
no haya alcanzado la madurez como homeópata, preciso es decirlo, puede
recurrir a tal "contradictio in adjecto", debilitar procurando curar.*

* Esto puede ser tolerado en principiantes y en novatos, pero no cuando hagan


alarde de tal condición al declarar, en artículos periodísticos y en libros, que es
indispensable recurrir a sangrías y a sanguijuelas y hasta que es homeopático
en esencia, haciendo deplorable papel en su condición de novicios
empecinados en el error. Y también sus pacientes son dignos de lástima. Tal
empecinamiento les impide interiorizarse de la veraz, de la benéfica
Homeopatía y profundizar en la ardua tarea de seleccionar correctamente un
remedio que sea adecuado y homeopático específicamente, o sea lograr el
dominio de la Homeopatía, que ya muchos han demostrado que es posible; ¿es
pereza o es quizás la arrogante preferencia que sienten por su antigua (y
ruinosa) alopatía?; ¿o es que todo radica en la ausencia de afecto por los seres
humanos?*

En situación excepcional que puede presentarse en el curso de las


enfermedades crónicas, cuando la demora en evacuar ocasione intenso
malestar (y cuando recién haya comenzado el tratamiento y antes de que la
medicina antipsórica haya tenido tiempo de producir alguna mejoría -porque
tal efecto no sea parte de su acción primaria-, faltando las evacuaciones por
tres o cuatro días, puede el médico autorizar una enema de agua pura,
templada, absolutamente sin agregado alguno y hasta una segunda si la
evacuación no se ha producido dentro del lapso de quince minutos. Será muy
raro que llegue a necesitarse un tercer clíster al término de espera de cuarenta
y cinco minutos. Esta ayuda actúa principalmente por acción mecánica
expandiendo el recto; repetida a los tres o cuatro días es inofensiva pero, como
se dijo, sólo se justifica al comienzo del tratamiento, porque las medicinas
antipsóricas -y en particular Sulphur, también Lycopodium- tienen reconocida
efectividad y generalmente solucionan el inconveniente.

El médico homeópata no puede suprimir repentinamente los vejigatorios,


inexcusables y agotadores, si el paciente los lleva desde hace algún tiempo
(con frecuencia; muchos años), porque debe esperar hasta que el tratamiento
antipsórico haya hecho progresos apreciables, pero bueno será que los
disminuya sin suprimirlos y esto puede ser efectuado sin riesgos ya al
comenzar el tratamiento.

Tampoco el médico aconsejará que, desde el comienzo, se abandone la ropa


interior de lana la que, se afirma, evita contraer resfriados, recomendación
ésta de la que se ha exagerado al no disponer el médico corriente de algo más
que, a tal fin, pueda ser de ayuda verdadera; aun cuando al paciente le resulte
molesta, será preciso esperar hasta que haya comenzado la estación cálida y a
que los antipsóricos hayan procurado mejoría apreciable, pues éstos corrigen
la facilidad de resfriarse. tratándose de pacientes muy debilitados se
recomendará el cambio por ropa interior de algodón, pues no irrita ni calienta
tanto la piel; luego podrá aconsejarse la ropa interior de lino o de cáñamo.

Por múltiples razones que fácilmente pueden percibirse, siendo la principal


evitar interferencias en la acción de sus dosis medicinales tan atenuadas, el
médico homeópata no permitir , mientras dura el tratamiento antipsórico, que
se intercale cualquier otro remedio de los domésticos que tan habituales son,
ni permitirá el empleo de perfumes de cualquier tipo, ni extractos ni sales
aromáticas, ni té aromático u otras infusiones a base de hierbas; nada que
contenga menta, ni repostería con especias o con edulcorantes anisados, ni
gotas eupépticas, ni licores, tampoco el musgo de Islandia 35 ni el chocolate
con especias, los dentífricos que contengan esencias y, en general, todo
artículo refinado.

35"Musgo de Islandia: Liquen comestible y medicinal (Cetraria islándica)


propio de las regiones árticas". (F y W). [N. del T. al C.]35

Los baños de inmersión templados o calientes, a los que muchos pacientes


arruinados son tan afectos bajo el pretexto de cultivar la limpieza corporal, en
modo alguno serán permitidos, puesto que invariablemente deterioran la salud;
tampoco son necesarios, puesto que el propósito fundamental se logra, sin
perjuicio alguno, mediante el rápido lavatorio, parcial o total, con lejía jabonosa
a temperatura moderada.

Al finalizar estas indicaciones para el tratamiento de los pacientes de


enfermedades crónicas, en la primera edición recomendé el empleo de la
corriente eléctrica en aplicaciones mínimas, a fin de lograr la revitalización de
aquellas partes que hubieran estado paralizadas y desprovistas de sensación
durante largo tiempo, tratamiento que pedía ser simultáneo con el antipsórico.
Hoy deploro haber formulado tal consejo, y lo retiro, puesto que la experiencia
me ha enseñado que aquella recomendación jamás fue observada
estrictamente, habiéndose empleado corrientes cada vez más intensas
transmitidas por chispas eléctricas perjudicando así a los pacientes; hasta ha
llegado a afirmarse que tales chispas son muy pequeñas aún. 36 En
consecuencia, hoy me pronuncio en contra de este remedio del que tanto
abuso se ha hecho y en particular porque ahora podemos prescindir de tal
recurso enantiopático, pues disponemos de eficiente ayuda homeopática local
para esas zonas paralizadas o carentes de sensación. Tal es el agua fría (a 12
Gr.)* aplicada localmente, proveniente de manantiales de montaña o de pozos
profundos, ya sea vertiéndola sobre esas partes durante uno, dos o tres
minutos o por baños de ducha de uno a cinco minutos de duración, incluso con
mayor frecuencia que la diaria, según las circunstancias, pero siempre como
complemento del tratamiento antipsórico interno adecuado, además de
ejercicio suficiente al aire libre y régimen alimenticio inteligente y moderado.

36 En 1828 la electricidad se obtenía por frotación, mediante dispositivos


denominados electróforos (a los que todavía hoy es posible ver en gabinetes
de física de colegios): el disco de vulcanita, una vez frotado, queda cargado
con electricidad estática y aproximando otro disco (de metal, con mango
aislado) la corriente pasa a este, lo que permite su traslado. Si se aproxima
este disco de metal a un conductor, la electricidad estática se descarga
mediante salto de chispa, cuya longitud es proporcional al voltaje de la
descarga. [N. del T. al C.]36

* El agua a esta temperatura y también más fría tiene el poder primario de


privar parcialmente de sensación y de motilidad a las partes del cuerpo con
que entre en contacto y, por tal razón, procura ayuda homeopática localizada.*

El medicamento

En este capítulo me ocuparé de los medicamentos que por su acción pura en


el organismo humano son, de cuantos han sido estudiados hasta hoy, los más
adecuados para tratar las enfermedades crónicas, habiéndose comprobado sus
resultados excelentes tanto en las que tienen origen psórico como en la sífilis y
en la enfermedad de las verrugas ficoideas.

El hecho de que sea necesaria mucha menor cantidad de remedios para


combatir a estas dos últimas enfermedades de los que se requieren contra la
psora no puede constituir argumento sensato para negar la índole miasmática
de ellas y menos aún da pie para poner en duda que todas las enfermedades
crónicas restantes tienen una fuente común.

La psora, enfermedad antiquísima, al propagarse durante muchos miles de


años por muchos millones de organismos humanos, cada uno con las
características de su constitución individual y expuesto a peculiares influencias
diversas, pudo transformarse tanto como para llegar a ocasionar la increíble
diversidad de dolencias que se puede apreciar en los numerosísimos enfermos
crónicos, en los que tales síntomas externos actúan en substitución del mal
interno, es decir, en reemplazo de la mayor o menor erupción de sarna, cuando
ésta ha desaparecido de la piel ya sea por malpraxis médica o por haberse
autoeliminado debido a alguna circunstancia de violencia suficiente.

A partir de tal punto pareciera que este miasma, que también comparte cierta
índole espiritual, 37 cuál parásito intentara arraigar su existencia hostil en el
organismo humano y medrar en su interior y que pudiera haberse desarrollado
de tan diversas maneras a lo largo de tantos milenios como para hacer surgir y
engendrar brotes disímiles en cuanto a sus características que, si bien
responden a la ascendencia que les es común (la psora), difieren entre sí por
rasgos peculiares. Estas disimilitudes en cierto modo se deben a peculiaridades
físicas diversas y a las diferencias de clima que han prevalecido donde los
hombres afectados por la psora tenían su residencia* y en parte también se
deben a los diversos modos de vivir; por ejemplo, a causa del aire contaminado
de las ciudades los niños pueden ser víctimas de: raquitismo, "spina ventosa",
reblandecimiento y curvatura óseos, cáncer a los huesos, tiña, escrófula y
herpes; los adultos pueden presentar debilidad nerviosa, irritabilidad nerviosa,
gota artética, etc. Y lo mismo ocurre con las otras muchas variedades del modo
de vivir de los hombres, de sus ocupaciones, de sus constituciones corporales
heredadas, todo lo cual da tan grande diversidad a las enfermedades crónicas
como para que, lógicamente, se requieran medicamentos numerosos y
variados (remedios antipsóricos) para extirpar tantas diversidades de psora.

37"Espiritual: que pertenece al intelecto y a las facultades superiores de la


mente; mental; intelectual". (28 acepción, W). "Espiritual: que se distingue o
caracteriza por las facultades superiores de la mente humana; intelectual". (5ª
acepción, F y W). [N. del T. al C.]37

* Ejemplos: el "sibbens" o "rade-syge" que es corriente encontrar en Noruega


y en el noroeste de Escocia, la pelagra de Lombardía, el "plica polonica" 38
("koltun", triquiasis) en Polonia y Carintia, la lepra lepromatosa de Surinam, las
excrecencias como frambuesa ("framboesia tropical") que en la Guinea
africana se denomina "yaws" y en América pian, la fiebre agotadora que en
Hungría recibe el nombre de "tsomor", el morbo extenuante de Virginia
("asthenia Virginensium"), la degeneración humana denominada cretinismo,
que se da en las aldeas hundidas en los valles de los Alpes, el bocio propio de
los valles profundos y de los pasos de montaña, etc.*

38"Plica (del Latín, 'plicare' = plegar): pliegue". (Ch-L). [N. del T. al C.]38

Con frecuencia se me ha preguntado qué signos permiten reconocer


anticipadamente el carácter antipsórico de alguna substancia. Por cierto que
nada se advierte en sus propiedades exteriores pero al experimentar en
organismos sanos buscando determinar sus efectos puros, algunas de ellas
demostraron su gran poder para perturbar la salud, lo que ponía en evidencia
su adecuación, manifiesta y extraordinaria, para ser empleadas
homeopáticamente en los síntomas ya precisados como pertenecientes a
enfermedades psóricas. Algunos indicios de sus cualidades convergían de tal
modo que ya sugerían su probable utilidad; por ejemplo: la eficacia de la hierba
licopodio, muy estimada en Polonia para combatir el "plica polonica" fue indicio
suficiente de que podía emplearse su polen, "Lycopodium" en males psóricos
similares. La circunstancia de que a veces se hubiera empleado sal en dosis
abundantes para contrarrestar ciertas hemorragias fue otro indicio útil para mí.
De igual modo resultó evidente la utilidad de "Guaiacum", "Sarsaparilla" y
"Mezereum", los que ya en tiempos remotos se empleaban cuando no se
lograba mejoría en las enfermedades venéreas, cualquiera hubiese sido la
cantidad de mercurio administrado, a menos que alguno de estos vegetales
hubiera primero aliviado a la psora que con ellas estaba complicada.

De los mismos síntomas puros fue surgiendo la convicción de que en la


curación de los innumerables síntomas de la psora no era posible prescindir de
las tierras, calis y ácidos y de las sales neutras que son sus compuestos y
tampoco de algunos metales. La similitud que guarda el principal antipsórico,
Sulphur, respecto de Phosphorus y de otras substancias combustibles extraídas
de los reinos vegetal y mineral, condujo al empleo de estos últimos a los que,
por analogía, naturalmente siguieron algunas substancias animales, y siempre
de acuerdo a experiencias.

Más aún, solamente se admitieron como antipsóricos aquellos remedios cuyos


efectos puros sobre la salud humana daban clara indicación de su aptitud
homeopática en enfermedades manifiestamente psóricas y a las que se
admitía haber contraído por infección; de modo que al ampliarse nuestros
conocimientos de sus peculiares efectos medicinales puros, fue preciso luego
incluir dentro de los remedios antipsóricos algunas de nuestras restantes
medicinas. Ahora podemos curar, con certeza y empleando los antipsóricos ya
identificados, casi todas las enfermedades crónicas psóricas (es decir, no
venéreas), siempre que los pacientes no hayan sido maltratados, abrumados,
por esos torpes tratamientos alopáticos que originan enfermedades
medicamentosas y que si llegan a deprimir suficientemente a la fuerza vital o
si se les suman condiciones externas muy desfavorables, imposibilitan
totalmente la curación. No obstante, parece innecesario advertir que los otros
remedios homeopáticos ya probados, sin exceptuar a Mercurius, no pueden ser
excluídos en ciertos estados propios de las enfermedades psóricas.

La Homeopatía, por obra del proceso al que somete las substancias


medicinales a partir de su estado de materias primas-proceso que le es propio
y que era absolutamente desconocido antes de su fundación, va logrando el
desarrollo progresivo y cada vez más elevado de las fuerzas que residen en
ellas, a fin de que sea posible emplearlas en curaciones radicales. Algunas de
estas medicinas, en estado primario, parecen poseer sólo alguna acción
medicinal imperfecta, insignificante, y de ello son ejemplos la sal común y el
polen del licopodio; otros, como oro, cuarzo, alúmina, no parecen poseer acción
medicinal alguna, pero una vez procesados del modo que es peculiar de la
Homeopatía, se tornan intensamente curativos. A diferencia de las citadas,
otras substancias cuando se hallan en estado primario y aún en pequeñísimas
cantidades tienen acciones tan violentas a juzgar por sus efectos, que al estar
en contacto con los tejidos orgánicos los corroen y destruyen (ejemplo:
arsénico y sublimado corrosivo*) 39 y, no obstante, estas mismas substancias
cuando han sido procesadas en el modo peculiar de la Homeopatía, se tornan
muy suaves en sus efectos y además desarrollan increíbles poderes
medicinales.

39"Sublimado corrosivo: cloruro mercúrico sal blanca, cristalina, soluble y


venenosa; se usa como antiséptico". (P-Sc). [N. del T. al C.]39

Las transformaciones que tienen lugar en las substancias materiales y muy en


particular en las medicinales, mediante la sostenida trituración conjuntamente
con alguna substancia en polvo que no sea medicinal o bien cuando ya ha sido
disuelta, mediante sostenidas sucusiones conjuntamente con el fluido no
medicinal, son notables y hasta parecen milagrosas y es motivo de júbilo
profundo que el descubrimiento de estas asombrosas transformaciones sea
uno de los hallazgos de la Homeopatía.

No solamente, como ya se ha explicado, desarrollan estas substancias


medicinales sus poderes en grado prodigioso, mas también cambia
notablemente su comportamiento físico-químico, pues si antes nadie pudo
percibir en su estado de materia prima solubilidad alguna en alcohol o en agua,
luego de esta transformación peculiar resultan totalmente solubles, tanto en
agua como en alcohol, otro descubrimiento inapreciable de nuestro arte de
curar.

La sepia, substancia colorante extraída del molusco marino jibia, fue usada
antiguamente para dibujar y pintar y en su estado originario sólo es soluble en
agua, no en alcohol; pero sometida a la mencionada trituración, también es
soluble en alcohol.

El petróleo sólo admite que algo sea extraído de él por medio de alcohol
cuando está adulterado con algún aceite vegetal, pero en su estado primario
no es soluble en agua ni en alcohol (tampoco en éter). Pero por trituración se
vuelve soluble en ambas substancias.

De modo parecido, el polen de licopodio flota sobre el alcohol y sobre el agua,


sin que ninguno demuestre tener acción sobre él; el licopodio en estado no
procesado es insípido y no muestra actividad en caso de ser ingerido, pero
cuando se lo tritura se torna no sólo perfectamente soluble en ambos fluidos
mas también desarrolla poderes medicinales tan extraordinarios como para
que su empleo medicinal requiera extrema cautela.

¿Encontró alguien, alguna vez, que el mármol o la valva de la ostra fuera


soluble en agua pura o en alcohol? Pero estos compuestos calcáreos se
vuelven perfectamente solubles en ambos mediante este modo de procesarlos;
lo mismo ocurre con la barita y la magnesia y es entonces cuando estas
substancias exhiben poderes medicinales notables.

Pero lo que nadie pudo suponer es que fueran solubles en agua y en alcohol el
cuarzo, el cristal de roca (cuyos cristales suelen contener gotas de agua
encerradas durante cientos de miles de años sin experimentar variación
alguna) y la arena; y menos aún se les atribuiría algún poder medicinal y sin
embargo la dinamización ("potentización"), * que también es proceso exclusivo
de la Homeopatía, mezclando la sílice con una sal alcalina y luego
precipitándola a partir de tal compuesto vítreo, no sólo la torna soluble en agua
y en alcohol, sin dejar residuo alguno, sino que también la lleva a desarrollar
prodigiosos poderes medicinales.
* En su estado de materia prima y previamente a ser procesado, el cuarzo y el
canto rodado no dan muestra alguna de prestarse a tal desarrollo de sus
poderes medicinales aun siendo triturados y de ello puede deducirse que es la
trituración de estas diversas substancias conjuntamente con el azúcar de leche
en el mortero de porcelana lo que desarrolla tales poderes, sin que haya
posibilidad de mixtura con la sílice del mortero, como algunos puristas
vanamente han recelado.*

Y hasta los metales puros y sus sulfuros, todos sin excepción, se tornan
igualmente solubles en agua y en alcohol por este proceso y cada uno de ellos
desarrolla la virtud medicinal que le es peculiar de la manera más pura, más
simple y en grado increíblemente elevado.

Pero hay más aún; las substancias químicas medicinales preparadas de este
modo alcanzan cierto nivel que está por encima de las leyes químicas
conocidas.

Una dosis de Phosphorus muy "potentizada" puede quedar en la gaveta del


escritorio durante un año y no obstante, cuando sea ingerida exhibirá todo su
poder medicinal; no el poder que es propio del ácido fosfórico, sino el del
fósforo no combinado, sin procesar. De modo que en ese elevado estado, hasta
diría glorificado, no sufre neutralización alguna.

Los efectos medicinales de Natrum carbonicum, de Ammonium carbonicum,


de Baryta, de Calcárea y de Magnesia, en tal estado de "potentización", una
vez ingerida la dosis de alguno de ellos, no son neutralizados por una gota de
vinagre sorbida con posterioridad, como ocurriría si se los hubiera tomado en
su estado de materia prima; su efecto medicinal no sufre alteración ni
destrucción.

Cuando se administra Nitri acidum en estado de elevada dinamización en el


que es útil para uso medicinal homeopático, no sufre alteración por la cal o el
carbonato de sodio que, como materias primas, sea ingerido a continuación;
tampoco en su acción medicinal, firme y bien definida; en consecuencia, no es
neutralizado.

En la preparación que es exclusividad de la Homeopatía se toma un grano 40


en polvo de cualquiera de las substancias que son estudiadas en los volúmenes
de la "Materia Médica Pura"* y en particular de las substancias antipsóricas**
siguientes: sílice, carbonato de barita carbonato de calcio, carbonato de sodio,
sal amoníaco, carbonato de magnesia, carbón de leña (carbón vegetal), carbón
animal (o negro animal), grafito, azufre, antimonio crudo, antimonio metálico,
oro, platino, hierro, cinc, cobre, plata, estaño. Los trozos de metal que no
hayan sido aún laminados por batimiento serán restregados contra una piedra
de amolar de grano fino y duro, bajo agua algunos de ellos y otros, como el
hierro, bajo alcohol. Del mercurio en forma líquida se tomará un grano, del
petróleo una gota en vez de un grano, etc., y tal unidad se pondrá sobre un
tercio de 100 granos de azúcar de leche 41 en polvo dentro de un mortero de
porcelana no vidriado o bien en uno cuyo vidriado haya sido quitado
previamente por haberlo restregado con arena húmeda; se mezcla la
substancia y el azúcar de leche durante instantes mediante espátula de
porcelana; a continuación la mezcla es triturada con cierta energía durante seis
minutos, luego se raspa la substancia triturada durante cuatro minutos, tanto
del mortero como del majadero de porcelana*** -del que también se habrá
eliminado el vidriado por procedimiento igual al del mortero- todo ello a fin de
que la trituración sea mixturada homogéneamente; después de reunir todas las
porciones de tal trituración, nuevamente se la tritura, sin agregado alguno,
durante otros seis minutos, con fuerza igual. Luego de raspar y reunir lo
proveniente del fondo y costados durante cuatro minutos, este triturado (para
el cual se usó el primer tercio de los 100 granos), recibe ahora el agregado del
segundo tercio de azúcar de leche; se reúnen y se mezclan ambos mediante
espátula durante algunos instantes, nuevamente se tritura con igual energía
durante seis minutos y habiendo raspado durante cuatro minutos otra vez, se
tritura por segunda vez (sin adición alguna) durante seis minutos más y luego
de raspar y reunir todo durante otros cuatro minutos, se lo mezcla con el
último tercio del azúcar de leche en polvo removiendo circularmente con la
espátula; luego toda la mezcla es triturada nuevamente durante seis minutos
y raspada durante cuatro minutos, y por segunda y última vez triturada
durante seis minutos; al todo se lo raspa y reúne y se procede a conservar el
polvo así triturado dentro de un frasco bien tapado al que se etiquetará con el
nombre de la substancia y la cifra 100, dado que ha sido "potentizado" un
centenar de veces.**** 42

40 Releer nuestra nota en la página 203. [N. del T. al C.]41

41"Lactosa: Azúcar de leche, Cl2 H22 011". (P-Sc). [N. del T. al C.]41

42 Este traductor opina que el sentido del párrafo hubiera quedado


correctamente expresado así: "... dado que ha sido 'potentizado' (por
trituración) en proporción a su atenuación de 1:100. " [N. del T. al C.]42

* Las substancias vegetales que sólo es posible obtener en estado de áridos,


por ejemplo: corteza de cinchona, ipecacuanha, etc., se las prepara mediante
similar trituración y se tornarán completamente solubles en agua o alcohol
cuando hayan alcanzado la dilución millonésima, no antes, estado en el que
conservarán sus poderes peculiares y en el que podrán ser preservadas como
medicinas durante mucho más tiempo que si estuvieran en preparaciones de
tintura alcohólica, pues éstas se corrompen fácilmente. tratándose de
substancias vegetales que no tienen zumo, como: oleander, thuja, la corteza
de mezereum, etc., podemos, sin equivocarnos, apartar de cada una
aproximadamente un grano y medio proveniente de la hoja fresca, de la
corteza, de la raíz, etc., y sin más preparación triturarlo en tres tandas, en cada
una mezclándolo con 100 granos de azúcar de leche, hasta que el polvo
alcance la trituración millonésima. Un grano de esta trituración, disuelto en
agua y alcohol, puede ser llevado -mediante frascos de dilución conteniendo
alcohol- hasta el grado de potencia al que se quiera elevar sus poderes dando,
para cada potencia, dos sucusiones. Es muy conveniente, si se trata de zumos
frescos obtenidos por expresión de hierbas, que una gota de ellos sea puesta
de inmediato con tanta azúcar de leche como se requiere para la preparación
de los demás medicamentos y triturar todo hasta alcanzar la atenuación
millonésima en polvo y entonces un grano de esta atenuación será disuelto en
partes iguales de agua y alcohol y deberá ser potentizado hacia
dinamizaciones superiores mediante los veintisiete frascos de dilución y dos
sucusiones. De este modo los zumos frescos parecen alcanzar mayor
dinamización, según la experiencia me ha enseñado, que cuando el zumo no
habiendo sido sometido a trituración, es directamente diluído en treinta frascos
con alcohol y potentizado cada vez mediante dos sucusiones.*

** Hasta el fósforo, que tan fácilmente se oxida cuando es expuesto al aire,


puede ser "potentizado" de igual modo y así se vuelve soluble en ambos
líquidos y puede ser preparado como medicina homeopática; no obstante, se
requieren algunas precauciones, que se hallarán más adelante.**

*** Considero absolutamente indispensable que una vez completada la


trituración durante tres horas de una substancia medicinal, el mortero y
también majadero y espátula sean enjuagados varias veces con agua hirviente,
debiendo ser prolijamente escurridos y secados luego de cada enjuague, de
modo que no quede la menor duda sobre la imposibilidad de que pueda ser
contaminada alguna otra medicina que vaya a ser triturada en lo futuro. Si se
tiene la precaución de exponer mortero, majadero y espátula al calor intenso
del fuego que pondría el hierro al rojo, esto disipará toda prevención de que
algún resto mínimo del medicamento últimamente triturado hubiera podido
quedar adherido, y así quedará tranquila la mente más escrupulosa.***

**** Unicamente el fósforo requiere preparación algo diferente a partir de su


primera atenuación hasta el primer grado centesimal. En este caso los cien
granos de azúcar de leche son puestos de una sola vez dentro del mortero y se
les agrega una doce gotas de agua y a todo se lo revuelve mediante el
majadero humedecido hasta que se forme cierta papilla algo espesa; a un
grano de fósforo se lo fracciona en, digamos, doce partes y se las amasa con la
papilla mediante el majadero humedecido, más bien machacando que
frotando, en tanto que la masa, que tiende a adherirse al majadero, es raspada
frecuentemente y vuelta al mortero. Del modo descrito las pequeñas partículas
de fósforo van siendo trituradas hasta volverse polvo invisible por su pequeñez,
dentro de la papilla densa de azúcar de leche ya en los dos primeros periodo
de seis minutos cada uno, sin que se produzca la menor ignición. Durante el
tercer periodo de seis minutos la acción de machacar se convierte en
restregar, pues la masa va aproximándose entonces a la consistencia de polvo.
Durante los tres períodos subsiguientes de seis minutos cada uno, la trituración
se llevará a cabo sólo con moderada energía, debiéndose raspar el mortero y el
majadero durante varios minutos una vez concluida cada operación de seis
minutos; ello puede hacerse con facilidad porque este polvo no se adhiere
tenazmente. Concluido el sexto periodo de trituración del polvo, mientras
permanece expuesto al aire y en la obscuridad, es débilmente luminoso y
huele escasamente. Se lo introduce en un frasco bien tapado etiquetándolo:
Phosphorus/ 100, a las otras dos trituraciones: Phosphorus/10 000 y
Phosphorus/l Mill., y a continuación se procede como si fuera cualquier otra
substancia medicinal árida.****

A fin de "potentizar" la substancia hasta alcanzar la atenuación diez milésima,


un grano del polvo mencionado, identificado como un centésimo, será juntado
con un tercio de 100 granos de azúcar fresca de leche, revuelto en el mortero
con la espátula y tratado luego según proceso ya descrito, de modo que cada
tercio sea triturado dos veces, cada una de seis minutos de duración y sea
raspado y reunido (durante cuatro minutos) luego de cada trituración, antes de
adicionar el segundo tercio de azúcar de leche; cuando todo esto haya sido
procesado similarmente, se adicionará el último tercio de azúcar de leche, se
revolverá todo y luego se lo triturará dos veces durante seis minutos cada vez;
cuando el total haya sido raspado, débese ponerlo en un frasco bien tapado
que se rotulará 1/10000, puesto que contiene a la medicina dinamizada hasta
la atenuación diez milésima. De igual manera se procede con un grano de este
polvo (identificado como 1/10000) a fin de llevarlo hasta I, la atenuación
correspondiente a la potencia millonésima.*

* Como se habrá podido apreciar, cada atenuación ( la de 1/100, 1/10 000 y


también la tercera, 1/1 000, expresada también I) se prepara mediante seis
procesos de trituración de seis minutos de duración y seis procesos de raspado
y reunión de cuatro minutos cada uno. Es decir: cada atenuación insume una
hora. 43*

43 Minutos

{ 2(6+4)+2(6+4)+2(6+4)

Lactosa

= 60' para

1/100

granos 1 er. 1/3 2 o. 1/3 3 er. 1/3

id.
id.

id. = 60'

1/10 000

id.

id.

id. = 60' " 1/1 000000=I

[N. del T. al C.]43

A fin de que haya homogeneidad en la preparación de los remedios


homeopáticos, y muy particularmente en la de los antipsóricos -por lo menos
en forma de polvo- aconsejo reducir las medicinas exclusivamente hasta esta
potencia millonésima, no menos y no más; a partir de ella preparar las
soluciones y de estas soluciones las potencias que se necesiten; así procedí
siempre.

La trituración debe ser efectuada con fuerza, pero tal fuerza no deberá ser
excesiva de modo que el azúcar de leche llegue a adherirse al mortero con
fijeza excesiva, sino que pueda ser separada en el término de los cuatro
minutos asignados.

Ahora bien, para preparar las soluciones* partimos de las medicinas


"potentizadas" un millonésimo, según se ha explicado, llevándolas a la
preparación fluida (de modo que sea posible continuar dinamizándolas) y a tal
fin nos resultará útil la propiedad que todas las substancias medicinales
poseen, cuando han sido llevadas a la potencia I, de ser solubles en agua y en
alcohol; la química todavía ignora esta propiedad.

* En los comienzos solía dar, como dosis, una pequeña fracción de un grano de
estos polvos-dinamizados hasta la

1/10 000 o hasta el grado I de trituración. Pero como una pequeña fracción de
un grano es cantidad demasiado imprecisa y puesto que la Homeopatía debe
evitar en lo posible toda imprecisión y toda inexactitud, me resultó valiosísimo
el hallazgo de que todas las medicinas, en estado de polvos medicinales
"potentizados", pudieran ser llevadas al estado de fluido con una gota del cual
era posible humedecer cantidad definida de glóbulos. A partir de fluidos
también se puede preparar con facilidad las potencias más elevadas.*

La primera solución no puede ser hecha en alcohol puro, porque el azúcar de


leche no se disolverán en alcohol. Por consiguiente, la primera solución se
hará en una mezcla de agua y alcohol, por mitades, del modo siguiente: a un
grano del polvo medicinal que haya sido triturado hasta la potencia
millonésima (I), se le vierten cincuenta gotas de agua destilada y haciendo
rotar el frasco unas pocas veces alrededor de sus ejes aquel quedará
prontamente disuelto y entonces se agregarán cincuenta gotas de buen
alcohol * y el frasco, que deberá haber sido llenado por la mezcla hasta los dos
tercios de su capacidad, será bien tapado y sacudido dos veces (es decir,
mediante dos sacudiones llevando el brazo hacia abajo). El frasco será rotulado
con el nombre del medicamento y la especificación: /1O O.I. ** A una gota de
esto se le adiciona noventa y nueve gotas, o un centenar, de alcohol puro; el
frasco bien tapado es agitado mediante dos sacudiones del brazo y rotulado
con el nombre del medicamento y la designación: /10 000. I. A una gota de
esto se le agregan noventa y nueve gotas, o un centenar, de alcohol puro, se
agita el frasco tapado mediante dos sacudiones del brazo y finalmente se lo
rotula con el nombre del medicamento y la especificación: II. La preparación de
las potencias más elevadas continúa siempre con dos sacudiones del brazo
cada vez*** hacia: /100. II y /10 000. II, etc., pero a fin de operar con sencilla
uniformidad, sólo se usará en la práctica el contenido de los frascos con
numeración entera: /II, /III, /IV, /V;**** los frascos correspondientes a las
diluciones intermedias se guardarán en cajones o en cajas con sus
correspondientes etiquetas; esto es necesario a fin de que queden
resguardadas de la luz solar.

* Para el recuento de las cincuenta gotas de agua y también de las cincuenta


gotas de alcohol puede emplearse un frasco que contenga exactamente esa
cantidad, lo que es conveniente dado que no resulta fácil contar las gotas, en
particular las de agua, si fluyen de un frasco cuya boca no haya sido
"esmerilada" restregándola con arena.*

** Además, será bueno asentar con claridad en la etiqueta la fecha y que ha


sido sacudido dos veces.**

*** Como culminación de muchos experimentos y comparación de efectos en


los pacientes, por convicción he preferido durante años dar sólo dos
sacudiones (dos movimientos del brazo) en lugar de diez como otros dan a los
fluidos medicinales que están siendo llevados a potencias superiores y siendo
atenuados simultánea- mente, porque la dinamización resultado de esos diez
sacudiones repetidos se proyecta mucho más allá de la atenuación
proporcionada por cada dilución (aun cuando ella haya sido de 1 en 100), ya
que la finalidad que se persigue es el desarrollo de poderes medicinales pero
sólo en el mismo grado en que se logre la atenuación requerida; dicho de otro
modo, se procura moderar la fuerza del medicamento en el mismo grado en
que se incrementa su poder de penetración. La sacudida dúplice incrementa la
intensidad de la fuerza medicinal que se está desarrollando también lo hace la
décupla sacudida, pero aquella no el; tan alto grado como ésta y así se logra
que su fuerza se mantenga efectivamente dentro de los límites de la
atenuación céntuple y es de este modo como cada vez podemos obtener una
medicina más atenuada pero incrementada en su potencia y en su poder de
penetración. 44***

44 Ver nota en página 299. [N. del T. al C.]44

**** En vez de expresar estos grados de dinamización por medio de números


fraccionarios:

1/1 000 = I/I; 1/1 000 = 1/II, etc, es frecuente expresar el grado de
dinamización únicamente por medio del exponente que indica cuántas veces
un centenar (100) ha sido multiplicado por sí mismo, de este modo:

100(3) en vez de 1/I 100(6) " " " 1/II100(9) " " " 1/III100(10) " " 1/100.
III100(29) " " 1/10 000. IX100(30) " " 1/X

Como puede observarse, la cifra ha quedado expresada con sólo asentar los
exponentes correspondientes a las potencias tercera, sexta, novena, décima,
vigésimonovena y trigésima.****

Dado que la acción de sacudir se hará solamente mediante sacudiones del


brazo cuya mano retiene al frasco, será conveniente escoger frascos de
longitud no mayor que la necesaria para que queden llenos en sus dos tercios
con las 100 gotas del medicamento atenuado.

Los frascos que hayan contenido remedio jamás deberán ser utilizados para
contener alguna otra medicina, aun cuando hayan sido lavados muchas veces;
se deberá emplear frascos nuevos.

Los glóbulos que van a ser humedecidos con el medicamento también


deberán ser seleccionados a fin de que su tamaño sea uniforme,
aproximadamente iguales a la semilla de amapola, como un confitero puede
hacerlos, a fin de que la dosis sea suficientemente pequeña y también para
que los médicos homeópatas, cuando preparen los remedios y cuando
administren las dosis, procedan todos uniformemente y puedan en
consecuencia comparar los resultados que cada uno ha obtenido en su práctica
con los resultados de los homeópatas restantes.

Es aconsejable, cuando se van a humedecer los glóbulos, disponer de cierta


cantidad de ellos de modo que una dracma o varias dracmas de glóbulos
queden contenidos en un recipiente pequeño de barro cocido, porcelana o
vidrio; este recipiente deberá ser más profundo que ancho y deberá tener
forma de dedal largo; algunas gotas (pocas) del líquido medicinal dinamizado
serán vertidas dentro de él de modo que puedan llegar hasta el fondo y
humedecer a todos los glóbulos en el término de un minuto. Luego se invierte
el recipiente y se vacía su contenido sobre una hoja doble de papel secante
limpio, de modo que el líquido sobrante sea absorbido y de inmediato los
glóbulos se harán rodar por sobre el papel secante, de modo que se sequen
rápidamente. Una vez secos, los glóbulos serán guardados dentro de un frasco
bien tapado, cuya etiqueta indicará su contenido.

Todos los glóbulos humedecidos con el fluido dinamizado tendrán, cuando


estén secos, aspecto opaco; los glóbulos no humedecidos resultarán, en
comparación, más blancos y brillantes.

Cuando se vaya a entregar glóbulos a pacientes, se introducirá uno o dos de


ellos por el extremo abierto de un sobre de papel que ya contenga dos o tres
granos de azúcar de leche en polvo; con una espátula o con la uña del pulgar
se estruja el contenido, ejerciendo cierta presión hasta que se sienta que el o
los glóbulos han sido rotos, fraccionados; esto asegura que se disolverán
rápidamente cuando sean vertidos dentro de un vaso con agua.

Siempre que digo glóbulos o gránulos impregnados de medicamento me estoy


refiriendo a los más pequeños, cuyo tamaño es similar al de las semillas de
amapola y que 200 de ellos pesan, aproximadamente, un grano.

La nómina de los medicamentos antipsóricos de los que se tratará más


adelante no incluye remedio alguno de los denominados "idiopáticos", 45
puesto que los efectos puros de estos últimos, inclusive el miasma
"'potentizado" de la sarna (Psorinum), no están probados suficientemente
como para que se los pueda emplear homeopáticamente con seguridad. Digo
empleo homeopático significando con ello que no se trata de algún "ídem" (lo
mismo); porque si se elaborara el material de la sarna -puesto que sólo podría
ser útil en estado dinamizado- y se diera al mismo paciente del que hubiera
sido extraído, no sería va un "ídem" (lo mismo), pues el material de la sarna en
su estado primario, tal como el paciente ya lo tiene en su cuerpo y que
constituye un "ídem", carece de toda acción sobre él. Pero la dinamización o
"potentización" cambia y modifica tal substancia, así como el oro proveniente
de una lámina, una vez dinamizado, no es más oro en estado primario, inerte
en el organismo humano, sino que en cada grado de dinamización va
experimentando mayor modificación, mayor cambio.

45"Idiopathic medicines" reza la versión en inglés pero el sentido de la oración


autoriza a suponer que lo que el Autor escribió es "isopático", de "Isopatía:
tratamiento que consiste en aplicar o usar material proveniente de la
enfermedad" (F y W), lo que en Homeopatía se conoce como "nosode" del
Griego "nosos" = enfermedad)45

Así "potentizada" y, por supuesto, modificada la substancia de la sarna


(Psorinum), cuando sea ingerida ya no será máisops algún "ídem" (lo mismo)
respecto de la substancia primaria, originaria, de la sarna. sino un "simillimum"
(algo muy similar). Porque entre "ídem" y "simillimum" ninguna mente sensata
puede ubicar algo intermedio; en otras palabras: entre "ídem" y "simile" sólo es
posible ubicar algún "simillimum". 46 Isopático y "aequale" son expresiones
equívocas a este respecto; sensatamente sólo pueden significar "simillimum",
puesto que no son "ídem" (tavtov). 47

46 Entre "lo mismo" y "lo similar" sólo es posible ubicar lo de máxima


similitud. [N. del T. al C.]46

47 Del Griego, "Tavtov" = lo mismo. [N. del T. al C.]47

Advertencia del traductor al castellano

El ordenamiento de los síntomas correspondientes a los casos morbosos en los


que se halló de utilidad a cada remedio, es el mismo que expone el Dr. H. A.
Roberts en la página 37 de su Introducción al Boenninghausen's Therapeutic
Pocket Book (nueva edición de A. B. Publishers, Calcuta), al que describe en los
términos siguientes:

"Esta sección del libro sigue, en general, el esquema anatómico que empleó
Hahnemann y que en la páctica fue el empleado por todos los que estudiaron
anatomía humana, desde los comienzos de la historia de la Medicina;

"Comienza por las partes superiores (cabeza), desciende hasta la boca y


continúa descendiendo por el sistema alimentario; a continuación detalla los
órganos urinarios y sus funciones, los órganos sexuales y sus funciones;

"Luego los órganos respiratorios (siempre desde arriba hacia abajo), el pecho
exteriormente, corazón, cuello, espalda, extremidades superiores e inferiores".

Corresponde agregar, finalmente, que los síntomas mentales y de la


emotividad preceden a los de la cabeza y los síntomas de la noche (2
dormición y sueños) cierran la exposición de síntomas.

Fin de las enfermedades h2 anexo del traductor al castellano

"Quien se dedique a este arte se aplicará a algo que a la gente común le es


muy familiar, puesto que únicamente estará investigando y afrontando las
enfermedades que la han afligido. A las personas incultas no les es fácil
descubrir, por sí mismas, las causas de los orígenes y las declinaciones de esas
enfermedades, de sus agravaciones y mejorías, pero les resulta fácil
comprenderlas cuando se las explican quienes han logrado descubrirlas.
Puesto que todo consiste en retrotraer a cada uno a cuanto le ha ocurrido.

Pero quien no trate de llegar al nivel mental del vulgo carente de instrucción, y
omita hacerse escuchar por él fallará en su cometido".

Hipocrates

"Antigua Medicina"
POTENCIAS HOMEOPATICAS

DINAMIZACIONES

ATENUACIONES (Trituraciones y Sucusiones)

(Expresión POTENCIAS Fraccionaria)

Parciales

Totales

1/100

TR.(1 hora)

1/10.000

TR.(I hora) I/I o I

1/1.000.000 TR.(I hora)

TR.(3 horas)

1/100. I

SUC. 2(1)

1/10.000. I

SUC. 2 I/II o II

1/1.000.000. I SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 6

1/100. II

SUC. 2

1/10.000. II

SUC. 2 1/III o III

1/1.000.000. II SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 12

1/100. III

SUC. 2
1/10.000. III

SUC. 2 I/IV o IV

1/1.000.000 III SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 18

1/100. IV

SUC. 2

1/10.000. IV

SUC. 2 1/V o V

1/1.000000 IV SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 24

1/100. V

SUC. 2

1/10.000. V

SUC. 2 I/VI o VI

1/1.000.000. V SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 30

1/100. VI

SUC. 2

1/10.000. VI

SUC. 2 1/VII o VII

1/1.000.000. VI SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 36

1/100. VII

SUC. 2

1/10.000. VII

SUC. 2 I/VII o VIII


1/1.000.000. VII SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 42

1/100. VIII

SUC. 2

1/10.000. VIII SUC. 2 1/IX o IX

1/1.000000. VIII SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 48

1/100. IX

SUC. 2

1/10.000. IX

SUC. 2 I/X o X

1/1.000.000. IX SUC. 2

TR.(3 h)SUC. 54

1 Con mayor cantidad de sucusiones por frasco de atenuación: Causticum: 10;


Conium Maculatum: 10; Digitalis Purpurea: 10 Graphites: 10; Nitri Acidum: 5;
Zincum: "mayor número de sucusiones". 1

Centesimales hahnemannianas notaciones denominaciones

Grado de

Matemática Exponencial

Abreviada

Potencia

Primero

Segundo 100-3

3 CH

TERCERO

Un millonésimo

Cuarto
Quinto 100-6

6 CH

SEXTO

Un billonésimo 2

Séptimo

Octavo 100-9

9 CH

NOVENO

Un trillonésimo 3

Décimo

Decimoprimero 100-12

12 CH

DECIMOSEGUNDO Un cuatrillonésimo

Decimotercero

Decimocuarto 100-15

15 CH

DECIMOQUINTO Un quintillonésimo

Decimosexto

Decimoséptimo 100-18

18 CH

DECIMOCTAVO

Un sextillonésimo

Decimonoveno

Vigésimo 100-2 l

21 CH

VIGESIMOPRIMERO Un septillonésimo
Vigesimosegundo

Vigesimotercero 100-24

24 CH

VIGESIMOCUARTO Un octillonésimo

Vigesimoquinto

Vigesimosexto 100-27

27 CH

VIGESIMOSEPTIMO Un nonillonésimo

Vigesimoctavo

Vigesimonoveno 100-30

30 CH

Trigesimo

Un decillonésimo

2 Igual a 1 millón x 1 millón. 2

3 Igual a 1 billón x I millón. etcétera. 3

Comparacion entre las diluciones centesimales hahnemannianas y las


centesimales "habitualmente empleadas"

I) En la Introducción de su libro Terapéutica Homeopática dice el Dr. León


Vannier: "Nota Importante: Las diluciones habitualmente empleadas se
establecen desde la 1ª centesimal hasta la 1 000ª. Nosotros tenemos que
establecer su correspondencia con las diluciones Hahnemannianas originales
conforme a los trabajos de la Comisión Mixta del Códex Homeopático:

1ª-1ª dilución centesimal Hahnemanniana

2ª-2ª "

3ª-3ª "

6ª-4ª "

"30ª-5ª "

""
10 Oª-6ª "

""

200ª-7ª "

""

500ª-8ª "

""

1000ª-9ª "

"Hahnemanniana"

II) A su vez el Dr. Pierre Vannier en su libro "L'Homeopathie" (Colección "Que


sais-je", Presses Universitaires de France, 4ª edición, 1965) en las páginas 115
y 116 dice: "Subrayemos que una 9? centesimal Hahnemanniana se escribe: 0,
000.000.000.000.000.000.1, o sea la unidad precedida de 18 ceros (En
realidad, el uno decimal está precedido por diecisiete ceros, constituyendo la
decimoctava cifra decimal. [N. del T. del C.], y que en tal grado infinitesimal
todavía están presentes gran cantidad de moléculas. Más allá de la 10ª
centesimal Hahnemanniana los exámenes muestran fluctuaciones y
ulteriormente la rápida desaparición de todo elemento material". Y continúa:
"Estos trabajos alude a experimentos efectuados en 1954 constituyen la
prueba formal de la presencia de materia en las diluciones elevadas obtenidas
mediante frascos separados. Ellos permiten fijar actualmente los límites en las
proximidades de la lo centesimal Hahnemanniana, que prácticamente coincide
con el número de Avogadro. Se trata de comprobaciones científicas
indiscutibles de la presencia de materia en nuestras diluciones centesimales
más elevadas, vale decir, en la 9ª centesimal Hahnemanniana y también nos
proporcionan la certeza de que más allá prácticamente no existe materia".

III) Nuestro lector, al observar la tabla del anexo "Potencias Homeopáticas


Centesimales Hahnemannianas" deberá tener en cuenta que las diluciones
Hahnemannianas Centesimales difieren de las "habitualmente empleadas" (las
"centesimales corrientes") en: a) la cantidad de sucusiones, siempre la misma
en cada grado de potencia sucesivo de la centesimal Hahnemanniana, y b) que
no se emplea en las centesimales Hahnemannianas mecanismo dinamizador
alguno sino exclusivamente, el brazo humano.

Prevenido así nuestro lector, advertirá que la preparación homeopática a la


1000ª corriente, la más alta del Códex oficial francés, tan sólo alcanza et nivel
de dilución y dinamización de la 3ª Potencia Centesimal Hahnemanniana,
quedando por desarrollar siete Potencias más, o sean veintiún diluciones
(Grados de Potencia) con sus correspondientes sucusiones. ¿Qué razones
pueden fundamentar tantas atenuaciones y dinamizaciones excediendo al tope
justificado por la Físico-Química?. A esta pregunta, tan lógica, respondió el Dr.
Hahnemann hace ciento cincuenta años:

- "No es en los tomos físicos de estas medicinas altamente dinamizadas ni en


sus superficies físicas o matemáticas (con las que en vano se ha pretendido
vincular a las elevadas energías de las medicinas dinamizadas, puesto que
todavía son materia) donde puede residir la energía medicinal. Es más
probable que en el glóbulo humedecido o en su dilución yazca invisible una
fuerza medicinal específica ahora al descubierto, liberada, que contenida en la
substancia medicinal, actúe por contacto con las fibras animales vivas de todo
el organismo (sin transmitirle nada material cualquiera sea su grado de
atenuación) y que actúa con más fuerza cuanto más libre y más inmaterial se
haya vuelto la energía por obra de la dinamización".

-"No solamente, como ya se ha explicado, desarrollan estas substancias


medicinales sus poderes en grado prodigioso, más también cambia
notablemente su comportamiento físico-químico". ("Las Enfermedades
Crónicas", p g. 273);

- "Pero hay más aún: las substancias químicas medicinales preparadas de este
modo alcanzan cierto nivel que está por encima de las leyes químicas
conocidas". ("Las Enfermedades Crónicas", p g. 275)

- "Pero este uso medicinal fue, como ya se ha expresado, solamente químico,


no su empleo dinámico, que es el que puede penetrar en la esfera íntima de la
vida". ("Las Enfermedades Crónicas", p g. 345);

- "Pero aquí se trata de una ley de la naturaleza por la que se producen


cambios fisiológicos y patógenos en el estado del cuerpo humano por obra de
fuerzas surgidas de la alteración de la materia prima de las substancias, aun de
aquellas que jamás habían exhibido propiedades medicinales, lo que se logra
por trituración y sucusión pero con la condición de emplear, en ciertas
proporciones, un vehículo indiferente. Esta maravillosa les física de la
naturaleza, con acción fisiológica y patógena especial, acaba de ser
descubierta. No puede asombrar entonces que los médicos y los estudiosos de
la naturaleza, por ignorar su existencia, nieguen hoy los maravillosos poderes
curativos de las dosis mínimas de medicinas preparadas según las normas
homeopáticas (vale decir, dinamizadas)". ("Organon", nota 146); "A este poder
de alterar el estado de salud del hombre, de índole espiritual y que reside
oculto en la naturaleza íntima de la medicinas, jamás se lo podrá descubrir en
sí mismo por un mero esfuerzo de la razón; es sólo por la experimentación de
los fenómenos que despliega al actuar sobre el estado de salud del hombre
como podemos comprenderlo con claridad". ("Organon", 20);
"Nuestra fuerza vital -por ser energía ("dynamis") de índole espiritual- no
puede ser agredida ni afectada por influencias que actúen sobre el organismo
sano excitadas por esas fuerzas externas hostiles que perturban al juego
armonioso de la vida, como no sea en un modo también espiritual (dinámico) y
de igual manera tales perturbaciones mórbidas (enfermedades) no pueden ser
eliminadas del organismo por el médico si no es recurriendo a los poderes
recíprocos de índole espiritual (dinámicos, virtuales) de las medicinas que
correspondan ser administradas, cuyos poderes actúan sobre nuestra fuerza
vital de índole espiritual que los percibe por medio de la facultad sensitiva de
los nervios distribuidos por todo el organismo; de modo que es únicamente
debido a su acción dinámica sobre la fuerza vital que los remedios son capaces
de restablecer la salud y la armonía vital". ("Organon", 16).

"Por medio de este proceder mecánico, siempre que haya sido ejecutado
ordenadamente de acuerdo a la enseñanza expuesta, se efectúa un cambio en
la droga procesada; la que en su estado crudo parecía ser sólo materia y en
algunos casos hasta materia sin aptitudes medicinales, pero que por medio de
dinamizaciones más y más elevadas queda convertida y finalmente sutilizada
en un poder medicinal similar al espíritu que, en sí Mismo por cierto que no
impresiona a nuestros sentidos". ("Organon", 270, p g. 259).

"El procedimiento por medio del cual se atenúan medicamentos para uso
homeopático no sólo efectúa la distribución equitativa de una gota medicinal
por todo el fluido no medicinal, cuya cantidad es desproporcionadamente
grandes respecto de aquella, mas también ocasiona por obra de la sucusión o
trituración tal cambio en la mezcla, tan increíblemente prodigioso y tan
inconcebiblemente curativo, que este desarrollo del poder espiritual de las
medicinas hasta tal grado, logrado por trituración y sucusiones repetidas y
continuadas de una pequeña porción de substancia medicinal con cantidades
mucho mayores de substancias no medicinales, áridas o fluidas, merece
irrecusablemente ser considerado como uno de los descubrimientos más
importantes de esta época". (Materia Médica Pura, t. II, p g. 44, Editorial Jain
Publishing House, Nueva. Delhi, India).

Aude sapere

("Atrévete a saber", exhortación

que estampó el Dr. Hahnemann en

la portada de su "Organon de la

Medicina".)

Quien esto escribe ha experimentado en sí mismo, durante años, las Potencias


Homeopáticas Centesimales Hahnemannianas combatiendo las dolencias
crónicas derivadas del miasma psórico, con beneficio evidente para su salud y
sin haber experimentado tropiezos ni riesgos aparentes, lo que atribuye a:

1. Haber estudiado a conciencia esta obra (también el "Organon") y en


particular las instrucciones insertas en las páginas 269 a 286:

2. Haber respetado cabalmente, en cada paso de la preparación de todo


remedio, la atenuación expresada por la proporción 1:100;

3. Haber impartido exactamente la cantidad de sucusiones (enérgicas) que el


Autor prescribe para cada remedio, ni una menos ni una más;

4. Haber permitido a cada medicamento actuar durante 40/50 días;

5. Haber partido del medicamento a la 3ª CH (= I) para líquidos o 4ª CH (=


1/100.1) para áridos-adquirido en laboratorio donde se preparen
efectivamente remedios homeopáticos y haber comenzado por diluir UN
glóbulo minúsculo ("dosis") en CIEN gotas de agua (contadas permitiendo que
un grifo gotee). sucusionar y continuar con la dilución de UNA cucharadita de la
última dilución en volumen igual a CIEN cucharaditas y así, repitiendo dilución
y sucusiones en cada frasco sucesivo, alcanzar la Potencia X;

6. Haber seleccionado, para combatir los síntomas crónicos prevalecientes, el


remedio antipsórico que, por sus síntomas puros, mejor cubriera a tal conjunto
de síntomas morbosos prominentes en esos días y haber ingerido una dosis
mínima (sólo una cucharadita, a lo sumo dos) de la más elevada atenuación
dinamizada, lo que equivale a decir, de la que es más suave y más penetrante;

7. De estos años de experimentaciones individuales, no ha parecido que las


Potencias Homeopáticas Centesimales Hahnemannianas se presten a que de
ellas se ingieran numerosas dosis en días sucesivos (sucusionando
previamente, desde luego), lo que sí ocurre con las descriptas en el 270 del
"Organon", por lo que se recomienda extremar la cautela si así se procediere
(ver "Organon", nota 155);

8. Haber observado las prescripciones que sobre el régimen de vida formula el


Autor (páginas 207 a 267; esto también ha sido juzgado de importancia
fundamental;

9. Haber prestado atención, haber percibido interiormente, la relación


existente entre el funcionamiento orgánico y el funcionamiento mental, porque
no tiene sentido curar la enfermedad y continuar generándola. Ver "Organon",
16. Esto lleva el concepto, tantas veces expuesto por el Dr. Hahnemann, de la
causa dinámica de la enfermedad.*

*"...si la mente superficial está incesantemente agitada, activa, entonces hay


conflicto entre lo consciente y lo inconsciente. Y este conflicto llega a ser más y
más acentuado, intenso, agudo, hasta que se producen toda clase de
enfermedades psicológicas y fisiológicas". (Krishnamurti. "Urge transformarnos
radicalmente", p g. 89).*

La enfermedad dinámica requiere remedios dinámicos. Lo que confiere a todo


medicamento poder dinámico es la trituración, dilución y sucusión,
conjuntamente con un medio inerte.

10. Finalmente, se tiene el convencimiento de que los nueve puntos


procedentes no son más que la puesta en práctica de conceptos expuestos por
el mismo Dr. Hahnemann hace más de 150 años, por lo que ninguna
innovación pueda haber en ellos.

Las dosis de remedios que usaba hahnemann

( Artículo aparecido en el " Neues Archiv der hom. Heilkunst ", vol. I, num. 2,
año 1844, incluido en " Escritos Menores" del Dr. C. M. F. von Boenninghausen;
edición de Sett Day y Co., 40 A, Strand Road, Calcuta.)

Los signos de interrogación anotados por nuestro honorable Consejero Médico,


Dr. Stapf, sobre los extractos que confeccioné a partir del Diario de nuestro
extinto maestro Dr. Hahnemann, me imponen el deber de aclarar tales
interrogantes, más aún porque de acuerdo con mi nota aparecida en la página
79 del último número de los "Archivos" y debido a la demora en publicar la 6!
edición del "Organon", ninguna ayuda en tal sentido puede esperarse al
presente.

Con el propósito de estar absolutamente seguro al respecto, he recurrido a


aquellos homeópatas que en París estuvieron más cerca de Hahnemann, que le
visitaban casi a diario y que estaban, en consecuencia, bien informados de lo
que fue su práctica médica en los últimos tiempos, dirigiéndome entonces al
Dr. Croserio con quien ya había mantenido correspondencia muy cordial, en la
seguridad de que él podría darme una información tan detallada cuanto fuera
posible.

Lo que sigue es la traducción fiel, palabra por palabra, de su contestación del


28 de enero de este año (1844), de la cual he eliminado solamente lo que no
guardaba relación con el tema y alguna cortesía que me concernían
particularmente y he reservado los comentarios que parecían necesarios para
el final, de modo de no interrumpir el texto.

"Estimado señor y distinguido colega: Su carta me ha sorprendido tan


agradablemente que no lograría ser lo suficientemente expresivo al expresarle
mi agradecimiento y para darle una prueba de ello por sus amables
expresiones fui en seguida a visitar a la Sra. Hahnemann para preguntarle qué
modo de preparar los remedios consideraba el óptimo nuestra excelso Maestro
durante sus últimos días y, en consecuencia, cuál había sido su práctica. Pero
la señora me dio una contestación decididamente disuasiva debido a que ella
consideraba impropio ("pas convenable") dar a conocer este nuevo
descubrimiento en otro modo que no fuera la 6ª edición del "Organon" en la
que -así lo afirmó- estaba explicado.

(1) Para ser franco, personalmente no concedo mucha importancia al asunto.


(2) Quizás toda la diferencia pueda consistir en la mayor cantidad de
sucusiones dadas sobre algo elástico, incrementando de este modo la acción
de la substancia. (3) En cuanto al modo en que él prescribía los remedios estoy
en condiciones de suministrarle toda la información que pueda usted requerir,
puesto que muchas veces fui testigo presencial. Hahnemann usó, en todos los
casos sus bien conocidos glóbulos minúsculos, que por lo general habían sido
humedecidos con la dilución 301, tanto para las enfermedades agudas como
para las crónicas. (4) De estos glóbulos él disolvía uno, a lo sumo dos, en ocho
a quince cucharadas soperas llenas de agua, más media a una cucharada de
"brandy" (coñac o aguardiente) francés, todo en un frasco al que agitaba a
conciencia. Solamente una cucharada sopera de esta solución era vertida
dentro de un vaso con agua y de este último contenido el paciente debía tomar
únicamente una cucharadita de las de café el primer día, dos cucharaditas en
el segundo día, tres en el tercero y así sucesivamente, hasta poder observar
alguna reacción. (5) A partir de ese instante él disminuía la closis o interrumpía
la medicación. En los casos en que el paciente era muy excitable extraía una
cucharada sopera del primer vaso vertiéndola en un segundo vaso, de éste en
un tercero y así sucesivamente hasta el sexto vaso, tomando solamente una
cucharadita de las de café del último de los vasos. Solamente en casos muy
raros solía dar diariamente una cucharada sopera o una cucharadita de las de
café de la primera solución, en ocho a quince cucharadas soperas de agua. (6)
En los casos en que daba un polvo para ingerir de inmediato, en una cucharada
sopera de agua, no era más que mera azúcar de leche. (7) Jamás prescribía
Hahnemann dos remedios diferentes, para tomar alternadamente o uno
después del otro, pues siempre quería observar los resultados del único
remedio prescripto antes de prescribir otro, así se tratara de pacientes tratados
a distancias de doscientas a trescientas millas. Jamás hizo excepciones a esta
conducta. Aún tratándose de enfermedades agudas es raro que permitiera al
paciente tomar más de una cucharada en el lapso de 24 horas. (8) Con el
propósito de sosegar a los pacientes, o a sus familiares, solía prescribirles
azúcar de leche simplemente. (9) En sus últimos años pareció que Hahnemann
orientaba todo su arte a disminuir, constantemente, las dosis de sus
medicamentos. A este respecto, en sus últimos años, consideraba suficiente
que sus pacientes tan sólo olfaccionaran el remedio y con tal propósito
introducía uno o dos glóbulos en un frasco pequeño conteniendo dos dracmas
de alcohol diluido en partes iguales de agua, indicando al paciente oler una o
dos veces con cada fosa nasal, nunca más veces. (10) Mi esposa fue curada
por él de una violenta pleuresía en el término de cinco horas. En casos de
enfermedades crónicas jamás permitía al paciente olfaccionar el remedio con
frecuencia mayor que una vez por semana, dando a la para nada más que
azúcar de leche y de este modo llevó a cabo las curas más asombrosas, incluso
en casos en que los demás no habíamos sido capaces de lograr algo. (11) Me
resultaría imposible suministrarle en una carta todas las modalidades de sus
tratamientos. Merced a su correspondencia constante con el ilustre sabio usted
debe haber tenido muchas oportunidades de apreciar sus extraordinarios
poderes de observación y en consecuencia le habrá sido fácil apreciar que no
actuaba siempre del mismo modo. Puedo asegurarle que él estaba
absolutamente convencido de que no era necesario dar, en ningún caso, bajo
cualesquiera circunstancias y que ni siquiera era de utilidad, .dosis de
remedios por gotas y que él veía, día a día y con claridad creciente, el perjuicio
en dar dosis mayores (12) El anuncio de algún trabajo suyo será siempre envío
del Cielo para la Homeopatía y si ha logrado usted dar a su Repertorio la
disposición que facilite la selección del remedio, como lo demostrarían sus
éxitos curativos, habrá usted contribuido más al progreso de la Homeopatía
que todos los repertorios previos y se habrá hecho acreedor a la gratitud de
todos nosotros. Bien enterado estoy de cuánto apreciaba nuestro Maestro a su
repertorio anterior, al que siempre tenía a mano. Por sus empeños etc. (13)
etc."

Procurando aclarar los puntos de esta carta expondré a continuación mis


observaciones y comentarios de los temas que me parecen pertinentes, a los
que he distinguido previamente mediante números:

(1) El problema señalado con este número se refiere, en realidad, a dos temas:
no sólo al modo de preparar los medicamentos mas también a la denominación
de las diversas potencias que adoptó el extinto Hahnemann porque
precisamente en esto ha habido máxima obscuridad en los casos que él
comunicó. Yo estoy más interesado en recibir alguna información respecto de
sus denominaciones; las que se aparten de lo que él acostumbraba a hacer,
que respecto del modo de preparar los remedios, sobre lo cual el extinto
Hahnemann había suministrado ya la información necesaria en el prefacio al
quinto volumen de "Las Enfermedades Crónicas", finalizando el año 1838.
Deberemos entonces esperar hasta que aparezca la 6ª edición del "Organon",
puesto que no puedo suponer que una nota enviada últimamente a la Sra.
Hahnemann misma reciba respuesta más satisfactoria.

(2) Aunque todos los homeópatas estén de acuerdo en que la selección


correcta del remedio sea más importante que el grado de dinamización y que
la magnitud de la dosis, no es posible que consideremos a estos últimos
problemas como asunto de poca importancia. No debemos descuidar este
factor en lo más mínimo, puesto que muchos observadores atentos, además,
de Hahnemann, han advertido que así como mediante las denominadas
atenuaciones se modera ciertamente la fuerza del efecto, sin embargo, la
esfera de acción se incrementa inmensamente y nuestro difunto Maestro
estaba en lo cierto en sus aseveraciones de que dosis muy grandes,
especialmente de atenuaciones elevadas, eran ineficaces frecuentemente
porque ponían de manifiesto muchas otras virtudes del medicamento y así
disminuían o anulaban la similitud buscada en cada caso en especial.

(3) El incremento de la fuerza mediante sacudidas adicionales en aumento es


hecho conocido por todo homeópata que, como siempre debería ocurrir en la
realidad, "debe ser él personalmente quien forje y aguce sus armas contra la
enfermedad" (Prefacio al 5º volumen de "Las Enfermedades Crónicas", 2ª
edición ) . De esto siguen las advertencias de Hahnemann de fecha anterior
sobre el cuidado de no exceder un cierto límite al respecto. Pero luego de
haber alcanzado la convicción de que podía reducir el poder excesivo de los
medicamentos potentizados mediante trituración o sacudidas continuadas,
disolviéndolos en agua, sin reducir al mismo tiempo las fuerzas que ya había
desarrollado completamente, según comunicaciones que me hizo llegar hace
tiempo, en los últimos años él potentizaba todos sus medicamentos con
muchas percusiones, 25 como mínimo.

(4) Yo no sé si se trata de un error del Dr. Croserio o de un "lapsus calami"


cuando dice que Hahnemann empleaba la dilución 30! en toda enfermedad.
Hahnemann me aseguró, muchas veces, que por lo general él empleaba la
dilución 60ª con la que obtenía todo lo que buscaba y que en los pacientes
muy excitables y en las enfermedades crónicas él solía emplear potencias
mucho más elevadas, logrando siempre el efecto deseado. Desde entonces yo
siempre usé, Sulphur por ejemplo, casi exclusivamente en esta potencia 60ª
dando dos glóbulos como dosis y así he logrado tal éxito que de mi parte el
empleo de la potencia 30ª se ha vuelto casi excepcional. Si alguno de mis
lectores fuera movido a risa y ridiculizara lo dicho podría suministrarle mayores
motivos para ello, asegurando que en casos de extrema sensibilidad a la
acción medicinal suelo usar la potencia 120ª, agregando que estoy
absolutamente satisfecho con su acción, como también lo estoy con la 200ª,
con la cual he experimentado últimamente en enfermedades crónicas de la
peor especie, efectos éstos sobre los que aún no he informado y le pediría a
cada homeópata que hiciera conocer sus experiencias a este respecto con la
misma franqueza con que yo lo hago.*

*"En lo que respecta a este asunto tan importante aparecerán en breve


comunicaciones muy curiosas originadas en el Dr. Gross y en mí mismo y
Stapf.)*

(5) Este pasaje del informe del Dr. Croserio provee la información más clara y
completa sobre el modo de operar el Maestro en sus últimos tiempos, que tan
estrechamente observaba a sus pacientes y explica también del modo más
satisfactorio lo que pudo haber resultado obscuro en los dos casos reportados
últimamente. El agregado: "hasta poder observar alguna reacción" es de la
mayor importancia y siempre debería ser respetado, a fin de no estropear el
proceso subsiguiente por haber dado demasiada cantidad y demasiado
seguido.

(6) De este pasaje resulta evidente con cuánto cuidado el experimentado


sabio procuraba adaptar la dosis a la mayor o menor susceptibilidad del
paciente, lo que raras veces puede ser estimado previamente con certeza y
cuánto trataba de evitar acciones demasiado intensas. La mayor dosis que él
prescribiera y que sólo empleaba en "casos raros" de notable falta de
sensibilidad era siempre menor que la dosis más pequeña que nosotros
acostumbrábamos a recetar en nuestras prácticas "con glóbulos".

(7) La frase que sigue da razón de este hecho mediante su agregado peculiar.

(8) Poniendo cuidado siempre en no entorpecer el modo de reaccionar de la


fuerza vital dando dosis no sólo muy fuertes más también muy frecuentes, él
observó en casos agudos un proceder sobre el que nuestros voceros de la
actualidad han dejado caer su anatema y que -curioso es comprobarlo- aun
aquellos que ya tenían muchísima experiencia no han considerado que les
correspondiera refutar.

(9) Con pacientes o familiares impacientes y sobre todo con quienes han
estado acostumbrados al alopático "cada dos horas" y que no conceden a la
Homeopatía la confianza que se merece, el azúcar de leche es valiosísimo don
del Cielo. La marca de Hahnemann para el azúcar de leche fue siempre ~.

(10) Vemos aquí que olfaccionar medicamentos no es en modo alguno un


método que haya sido abandonado hace mucho tiempo, como algunas
facciones pretenden hacernos creer, y yo confieso abiertamente que en casos
de dolencias muy afligentes como: dolores dentarios, "tic doloreux",
convulsiones y otros similares, en los que intentamos aliviar lo más pronto
posible, durante mucho tiempo he usado este método casi exclusivamente,
pues procura instantáneamente el alivio deseado, especialmente en los casos
en que se usan las potencias más elevadas únicamente con tal propósito.

(11) Cuando un médico reconocido como devoto de la verdad y dotado de


razonamiento, como es nuestro estimado colega el Dr. Croserio, ofrece
semejante testimonio de nuestro gran maestro, no es posible dudar puesto que
al mismo tiempo confiesa que su éxito y los de sus colegas eran superados por
los del Maestro, a la par que fortalece nuestra confianza en Hahnemann
confesando que en la severa enfermedad que afligió a su esposa él consultó a
Hahnemann, comprobando el éxito admirable de su prescripción.
(12) Afirmaciones como ésta respecto del tamaño de la dosis, pronunciadas
por un hombre al que no se puede dejar de reconocer cierta facultad
extraordinaria de observación y formuladas al final de su carrera terrenal
tienen, a lo menos y para mí, importancia infinitamente mayor que todas las
hueras aseveraciones y alegadas contradicciones no probadas con que sus
oponentes los inundan.

(13) Aun cuando esta parte de la carta del Dr. Croserio no haga referencia a
este tema en particular, lo he agregado a fin de conectar con ella información
referente al libro que ahora entra en prensa y que aparecerá con el título
"Manual Terapéutico para Médicos Homeópatas, para ser usado junto al lecho
del enfermo y cuando se estudie Materia Médica Pura". Muchos años de uso del
Repertorio que primero presenté en 1832 -y del que otros se aprovecharon en
provecho propio- me han capacitado para reconocer íntegramente sus
defectos, que resultan inseparables de su esquema actual. Durante varios años
he estado estudiando un nuevo ordenamiento. Aun cuando he logrado,
finalmente, una forma que corresponda con mis intenciones y que ha merecido
la más amplia aprobación del extinto Hahnemann, yo he deseado consultar
primero a la experiencia a fin de no incurrir en el riesgo de aumentar la
literatura homeopática inútil. Este año de prueba se ha cumplido
satisfactoriamente y pienso que ya no tenga razón alguna para vacilar respecto
de la publicación de esta obra. Ojal que mi trabajo, que ha requerido más de
tres años de dedicación y que, por otra parte, contiene los resultados de toda
mi práctica médica; pueda encontrar amistosa acogida y ser juzgada
imparcialmente!

Materi medica

Agaricus muscarius

(Hongo bastardo)

Agaricus 1 es el hongo bastardo 2 fétido cuya parte superior; de color rojo


escarlata, está adornada con excrecencias blanquecinas y cuyo borde es
blanco. Del hongo bastardo que haya sido cuidadosamente secado tómese un
grano, o dos granos de la planta fresca y procédase a triturarlo como a
cualquier otra substancia medicinal, con azúcar de leche durante tres horas
luego se procederá a disolver esta preparación, a atenuarla y "potentizarla"
mediante dos sucusiones por cada potencia hasta alcanzar la potencia
trigésima (o sea potencia X). 3

1. "Hongo sin tallo, parásito de algunos árboles (pinos, alerces, abetos) que
contiene ácido agárico, resina amarga". (A.L. ) [N. del T. al C.]1

2. "Bastardo: que degenera de su origen o naturaleza". (S.S. ). [N. del T. al C.]2


3. Ver Anexo. [N. del T. al C.]3

Apelt lo halló útil en dolores del maxilar superior y de los dientes, también en
dolores óseos de las extremidades inferiores (aparentemente del tuétano) y
finalmente en las erupciones pruriginosas del tamaño de la semillas del mijo,
apretadamente contiguas; también en la lasitud que sucede al coito.

Whistling ha curado con él convulsiones y temblor y J. C. Bernhard varios tipos


de epilepsia.

El Dr. Woost observó que los efectos de Agaricus cubren por lo corriente, un
período de siete a ocho semanas.

El alcanfor es el antídoto principal de las dolencias debidas al hongo bastardo,


aun cuando se hayan convertido ya en crónicas.

Alumina

(Oxido de aluminio)

A fin de procurarse arcilla 1 muy pura, lo que suele resultar difícil, debemos
proceder así: se pulverizará muriato 2 de cal, que haya sido secado
acabadamente calentándolo dentro de un bol de porcelana y en tanto esté aún
caliente se lo disolverá en la cantidad de alcohol que sea necesaria a tal efecto.
Media onza de alumbre 3 blanco romano, proveniente de solfataras, será
disuelto en cinco partes de agua destilada y luego se procederá a filtrar la
solución a fin de eliminar toda tierra adherida. El ácido sulfúrico contenido se
precipitará en forma de yeso al verter por gotas la solución alcohólica de
muriato de cal, hasta que la solución de alumbre pierda toda turbidez. El fluído
acuoso límpido superior contiene muriato de alúmina; se procederá a precipitar
esta tierra por medio de espíritus 4 alcohólicos de amoníaco. Se la lavará bien
y luego deberá ser sometida a calor suficiente a fin de eliminar todo vestigio de
amoníaco. En tanto el polvo esté aún caliente será guardado en frasco de
vidrio con buen tapón, pues es alúmina 5 pura; un grano de este polvo será
triturado, según el procedimiento usual, con tres partidas de un centenar de
granos de azúcar de leche cada una. Solubilizando y diluyendo posteriormente
con alcohol, se lo llevará hasta la potencia decillonésima, tal como se ha
explicado al final de la segunda parte en lo que respecta a substancias
medicinales áridas. Alúmina ha demostrado ser antipsórico poderoso y ha
exhibido su excelencia cuando, además de haber sido homeopáticamente
adecuado al caso, estaban presentes algunos de los estados siguientes: *

* Lamento verme obligado a expresar que, con frecuencia, se ha mal


interpretado el sentido de las indicaciones contenidas en estos prolegómenos a
la mayoría de los remedios en lo que concierne a su uso medicinal -además de
haber sido informados irresponsablemente- pues se los ha considerado
determinantes válidos para la selección de remedios destinados a tratar
enfermedades (como si fueran "indicaciones terapéuticas"). No son tales ni
pueden serlo; no son nombres de enfermedades que puedan curarse, sino sólo
síntomas aislados que, al tratar algún caso de enfermedad con la medicina
específica, fueron disminuídos o eliminados - "ab usu". Emplear estas
indicaciones de otro modo es procedimiento engañoso, procedimiento que ha
sido y sigue siendo exclusivo de nuestros colegas alópatas. Por lo contrario,
tales indicaciones sólo ocasionalmente pueden confirmar la correcta selección
del remedio homeopático, al que ya se debe haber escogido por sus efectos
medicinales puros, a tal como lo debe haber indicado la similitud de sus
síntomas con los de la enfermedad en el caso especial que se está
considerando.*

1. "Arcilla: silicato de aluminio hidratado, que contiene generalmente


feldespato y cuarzo en polvo, arena, óxidos de hierro y varios otros minerales".
(F y W). (N. del T. al C.]1

2. "Muriato: término obsoleto por cloruro". (P-Sc). [N. del T. al C.]2

3. "Alumbre: sulfato cristalino (doble) de aluminio y de potasio". (P-Sc). [N. del


T. al C.]3

4. "Espíritu: en química antigua, esencia, substancia volátil". ( LyB 1. [N. del T.


al C.]4

5. "Alúmina: óxido de aluminio". (Al.!0.1). (P-Sc). [N. del T. al C.] "Alúmina:


arcilla pura y blanca". (LyB). [N. del T. al C.]5

6. Ver Organon, 108, 141, 145 y nota 91. [N. del T. al C.]6

Hosquedad; ansiedad; afán; timidez; desagrado por el trabajo; dificultad en


recordar y reflexionar; vértigo; dolor en la cabeza como si el cabello fuera
arrancado, con náuseas; presión en la frente; sensación de pesadez en el
rostro; tumefacciones en el rostro que parecen tumores; sensación de frialdad
en los ojos en tanto se camina a aire libre; al anochecer dolor punzante en el
ángulo del ojo, como producido por un grano de arena; pus que adhiere los
párpados y lagrimeo; zurrido en los oídos; rojez de la nariz; dolor lancinante,
desgarrante, en el pómulo; sequedad bucal; eructos; tendencia inveterada a la
regurgitación de contenidos gástricos; bascas ácidas; apetito desordenado, a
veces ausente y otras imperioso; náuseas frecuentes; dolores en la boca del
estómago y en los hipocondrios al inclinarse hacia adelante; cólicos por la
mañana; inactividad del recto; prurito anal; necesidad de orinar por la noche;
descarga de licor prostático simultánea con deposiciones trabajosas; deseo
sexual excesivo; menstruos escasos; dolores durante las menstruaciones;
leucorrea.
Predisposición inveterada a resfríos frecuentes; coriza y tos; aspereza de
garganta; catarro de garganta y de pecho- disnea; asma; tos; comezón en los
pechos; al palparlo, dolor en el cartílago tiroideo; palpitaciones cardíacas;
shocks cardíacos; dolores en la cintura lumbar estando acostado; pesadez
paralítica del brazo; dolores en los brazos cuando penden verticalmente o
cuando se los estira fuera del lecho; puntadas en las muñecas mientras se
trabaja; agrietamiento y excoriación de las manos; paroniquia; las piernas se
duermen durante la noche, se ponen rígidas y entumecidas; cansancio
doloroso de las articulaciones de los pies estando sentado; pies fríos; sensación
ardorosa en los dedos de los pies; crispaturas y temblor en las extremidades;
necesidad frecuente de desperezar y extender las extremidades, estando
sentado; afligente falta de calor vital; las contrariedades provocan otros
efectos adversos; insomnio hasta tarde; sueño muy liviano; dormición poblada
de sueños; estupor; dormir que no aporta descanso; frialdad al anochecer;
fiebre y calentura intermitente, aparecen escalofríos por la noche
inmediatamente después de ingerir sopa caliente.

Según Bute, Bryonia es antídoto respecto de los excesivos efectos febriles de


Alumina. Otros aconsejan Chamomilla e Ipecacuanha como antídotos.

Ammonium carbonicum

(Sal vol til)

1. "Amonio: radical hipotético que entra en los compuestos amoniacales, en


los que hace el oficio de metal, formado por el grupo molecular NH4". (DEHA).
[N. del T. al C.]1

(Es la sal obtenida de cantidades iguales de sal amoníaco 2 y carbonato de


sodio cristalino, triturados conjuntamente y sublimados a calor moderado).*

* En vez de procurarse esta sal en laboratorios químicos como hacen


últimamente nuestros drogueros y luego, a fin de eliminar todo vestigio de
plomo que pueda suponerse contenido, sublimar nuevamente (Farmacopea
Alemana, p. 134) ( cuánto rodeo!), sólo será necesario poner una onza de la
mixtura mencionada dentro de un frasco de buen tamaño que esté flojamente
tapado y en una vasija de hierro llenada previamente con arena, introducir el
frasco hasta que quede cubierto el nivel de la mezcla y sublimar el amoníaco
por medio de fuego aplicado a la parte superior del frasco, la que será luego
quitada por fractura a fin de preservar el contenido.*

2. "Sal amoníaco: Cloruro de amonio". (LyB.)

id.

id.
NH4CI. (P-Sc). [N. del T. al C.]2

3. "Alcanfor: (C10H160) sólido blanco cristalino con olor característico y punto


de fusión en 178ºC. Es el producto del árbol alcanforero. Se lo usa en la
industria del celuloide y otras". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

Se previene al lector que el alcanfor que se expende en farmacias suele ser de


origen sintético.

Se tritura un grano de esta sal durante 1 hora con 100 granos de azúcar de
leche, tal como se ha descrito en las instrucciones para preparar remedios
antipsóricos y así se obtendrá el primer polvo "potentizado" y atenuado cien
veces (1/100) . A un grano de este polvo nuevamente se lo triturará con 100
granos de azúcar de leche fresca del mismo modo hasta alcanzar 1/10 000 y
de esto un grano será triturado con otros 100 granos de azúcar de leche hasta
alcanzar la atenuación millonésima dinamizada en polvo (I). Un grano de este
polvo (como ya se ha explicado) será disuelto en 100 gotas de alcohol
mezclado con agua y será sacudido dos veces, lo que constituirá el líquido
(1/1O O. I), que será sucesivamente dinamizado por medio de 27 frascos
adicionales, cada uno conteniendo 100 gotas de buen alcohol, hasta llegar a la
atenuación decillonava (X), impartiendo dos sacudiones del brazo a cada
frasco. Con esta atenuación se humedecerán 1, 2 ó 3, glóbulos de los más
pequeños y ello constituirá una dosis que, si ha sido escogida
homeopáticamente, habrá de operar durante 36 días como mínimo.

Este medicamento será de gran utilidad en la curación antipsórica de


enfermedades crónicas, particularmente en los casos en que los síntomas
siguientes prevalezcan sobre otros, o bien estén presentes:

Timidez; desobediencia; obstinación; desagrado por la vida; desasosiego al


anochecer; congoja, ansiedad con debilidad; facultad de pensar disminuída;
vértigo mientras se está sentado y leyendo; dolor de cabeza continuo; cefalea
como si la frente fuera a estallar; cefalea con náusea; cefalea martillante; caída
del cabello; pus seco sobre los párpados; ardor y sensación de frío en los ojos:
obscurecimiento de la visión, con centelleo; puntos negros y rayas luminosas
como revoloteando ante los ojos; cataratas (luego de 32 días); miopía; dureza
de oído, acompañada de supuración y picazón; zumbidos y tañidos en el oído;
comezón de la nariz; pústulas supurantes en la nariz; hemorragia nasal, al
lavarse por las mañanas; pecas; grieta desde el labio superior izquierdo hasta
la oreja, cruzando la mejilla; crujidos en la articulación de la mandíbula, al
masticar; aflojamiento paulatino de los dientes; garganta dolorida, como
desollada; dolor como de llaga en la garganta; inflamación del interior de la
boca; después de eructar, sabor de lo ingerido o bebido; sabor amargo,
especialmente después de comer; raedura y ardor que ascienden por el
esófago, después de haber comido; cefalalgia después de comer; náusea
después de comer; durante la comida, vértigo y aturdimiento; inclinación
irresistible a comer azúcar; sed; falta de apetito por las mañanas; eructos
agrios; acedía; eructos y vómitos; dolor de estómago al enderezarse; dolor
ardoroso en el hígado; puntadas taladrantes en el hígado al anochecer y
estando sentado; desasosiego en el abdomen; dolor como sacudimiento
violento en el hipogastrio al apoyar los pies sobre el suelo; constipación;
evacuaciones dificultosas; cólico con diarrea; sangre en las deposiciones;
descarga de sangre por el ano (almorranas sangrantes); prurito de ano; várices
en el ano; micciones por la noche; poluciones; (falta de impulso sexual);
menstruos escasos; esterilidad acompañada de menstruos escasos;: reglas
breves y escasas; menstruaciones anticipadas; simultáneos con las reglas;
presión en los genitales, dolores incisivos en el abdomen y lacerantes en la
espalda y en los órganos genitales, que obligan a guardar cama: descarga
acuosa proveniente del útero; leucorrea; leucorrea copiosa, ácida, excoriante.

Sequedad inveterada de la nariz; coriza crónica; coriza v seca; disnea; asma:


tos; tos con ronquera hasta que el cuerpo entra en calor; tos provocada por
cosquilleo en la garganta, acompañada de expectoración; tos durante el día;
tos por las noches; puntadas en la cintura lumbar al toser; ardor en el pecho de
abajo hacia arriba; dolor desgarrante desde el costado izquierdo del tórax
hasta la articulación escápulohumeral; puntadas en las partes blandas del
tórax; bocio; hinchazón de las glándulas cervicales acompañada de erupción
pruriginosa de rostro y cuerpo; dolor en la nuca; rigidez de brazos y dedos y
entumecimiento de los mismos durante la noche, por las mañanas y al
pretender asir algo; dolor en la articulación de la muñeca que haya sufrido
alguna distensión previa; abotagamiento de los dedos cuando los brazos
penden verticalmente; los dedos se duermen; marcado cansancio de las
piernas; dolores desgarrantes de las piernas, estando sentado; puntadas en el
talón; transpiración de los pies; edema de pies; calambres en la planta del pie;
distensión dolorosa en la yema del dedo mayor del pie, por la noche estando
en cama; ardor en las manos y en los pies; sensación de debilidad en las
piernas mientras se camina al aire libre; desagrada caminar; tirón y tensión en
la cintura lumbar y en las articulaciones; curvatura de huesos; verrugas; ardor,
puntadas y dolores lacerantes en callos o durezas somnolencia durante el día;
insomnio por la noche; pesadillas en cuanto se duerme; calor febril en la
cabeza, con pies fríos; frialdad al anochecer; transpiración.

Ammonium muriaticum

(Sal amoníaco)

Apártese una dracma de sal amoníaco en trozos, por ser la más pura.
Disuélvasela en 1, 5 dracma de agua destilada hirviente, fíltrese por medio de
papel de impresión blanco y llévese a sótano para que cristalice
reposadamente. De la sal cristalizada y seca* se apartará un grano que será
triturado tres veces con un centenar de granos de azúcar de leche por vez y
durante tres horas hasta la atenuación en polvo millonésima; luego, ya en
dilución, continuará siendo diluído y dinamizado hasta la trigésima potencia de
desarrollo, según el procedimiento que se ha explicado al final de la segunda
parte.

* "Sal ammoniacum depuratum".*

Esta sal natural, de la que ha abusado la alopatía con frecuencia empleándola


en dosis enormes y en enfermedades de todo tipo, resulta un excelente
antipsórico en la práctica homeopática, aun en dosis de uno o dos glóbulos de
los más pequeños, que hayan sido humedecidos con alguna potencia de grado
elevado y administrados en dilución en mayor o menor cantidad de agua
(según se intente que actúe con mayor o menor intensidad); también por
olfacción.

Esta sal presenta méritos considerables como para que se investiguen sus
otros efectos puros.

Este medicamento ha demostrado singular eficacia ante la presencia de


alguno o de varios de los síntomas que .se mencionan:

Animo lúgubre, apático, irascible; puntos y manchas móviles ante los ojos, en
pleno día y a la noche habiendo luz artificial; (dureza de oído); tañidos y
zurridos en los oídos; comisura de labios ulcerada; tensión dolorosa en la
articulación de los maxilares, al masticar y al abrir la boca; eructos vacíos;
dolores lancinantes en el hipocondrio izquierdo, al despertar y estando aún en
el lecho, con disnea que obliga a erguirse; la ingle, al ser palpada, duele como
si estuviera ulcerada y tumefacta; tendencia a la constipación; descarga de
sangre simultánea con las deposiciones; dolor de ulceración en el recto que
asciende al sentarse; vómitos y diarrea durante la menstruación; dolor
penetrante y contracción dolorosa en abdomen y espalda durante la
menstruación; dolor en la cintura lumbar durante las menstruaciones; durante
las menstruaciones dolor lacerante en los pies.

Al estornudar, puntadas desgarrantes en la nuca irradiando hacia los hombros;


tos severa; rigidez en el tórax durante labores manuales; rigidez en la cintura
lumbar; puntadas en el omóplato derecho al respirar; puntadas lacerantes,
como de distensión, en la cadera izquierda; pies fríos; debilidad paralizadora en
las extremidades, con aturdimiento; somnolencia durante el día, acompañada
de indolencia y de ninguna disposición para trabajar; sudores nocturnos.

Anacardium orientale

(Nuez de Malaca)
El esbelto árbol "Avicennia tomentosa", 1 "semecarpus Anacardium" 2 que da
este fruto, crecía en las laderas del monte Etna, en Sicilia, en tiempos de la
civilización rabe; hoy se lo encuentra en bosques que no sean húmedos de la
India oriental. Su fruto contiene -entre la corteza negra, brillante, dura y en
forma de corazón y la pepita interior, dulce, recubierta con piel tenue de
coloración pardo rrojiza- en tejido de celdillas, un zumo negruzco y espeso con
el que los indos marcaban indeleblemente su ropa blanca y que tiene tal
acritud que es posible cauterizar con él lunares congénitos. Es casi imposible
obtener fresco este fruto de modo que su zumo aún esté algo fluído, con
consistencia de miel; lo frecuente es que ya se haya secado totalmente. Para
su empleo en Homeopatía se toma de él un grano y se procede como con otras
substancias vegetales áridas, llevándolo hasta la millonésima atenuación en
polvo mediante trituración de tres horas con triple centenar de granos de
azúcar de leche; luego, por medio de solución, dilución y sucusión, se
desarrolla y dinamiza su poder medicinal.

1. "Avicennia: de Avicena (ibn Sina), médico, filósofo y erudito rabe (980-


1037)". (F y W). [N. del T. al C.]1

2. "Tomentosa: (del Nuevo Latín: 'tomentosus') cubierto por cabellera


apelmasada". (F y W); "Que tiene tomento". (DEHA). [N. del T. al C.] 2. "

'Semecarpus' (del Griego: 'sema' = marca, señal + 'karpus' = fruto) fruto que
marca". (F y W) (DEHA). [N del T. al C.]

"Anacardo': (del Nuevo Latín: 'ana' = similar a; del Griego: 'kardia' = corazón)
se refiere a la forma del fruto". (F y W). [N. del T. al C.]2

Este fruto y también el árbol que lo produce deben ser distinguidos


cuidadosamente de otro que lleva nombre similar: "Anacardium occidentale", 3
cuyo fruto tiene forma arriñonada; los rabes no conocieron a este último pero
llamaron la atención sobre las virtudes medicinales del fruto acorazonado, al
que denominaron "Balador".

3. "'Anacardium occidentale': Nueces de Acajú". (A. L) [N. del T. al C.]3

Durante el último milenio este remedio, enérgico y benéfico, permaneció en


olvido total, como tantos otros remedios que los antiguos, mejores
observadores, emplearon asiduamente.

En su libro "De Simplicibus" C. 346 (contenido en "Practica Seraponis",


Venecia, fol. 1550), Serapio cita a la mayoría de los escritores rabes que se
refirieron al empleo del zumo de Anacardium. He aquí sus comentarios:

Aben Mesuai: "Es benéfico cuando la sensación v la memoria se hallan


turbadas";
Alchalahamen: "Tiene la propiedad de oponerse a la situd nerviosa" (parálisis);

Bedigoras: "Termina con la amnesia y agudiza la sensación";

Abugerig: "Es benéfico en casos de parálisis o cuando se prevea su aparición";

Este último escritor recomienda cautela en su empleo; afirma que produce


"bar s" (¿depresión?), lepra y abscesos y quizá hasta pueda matar; es nocivo
tratándose de jóvenes y de individuos coléricos.

Si se ha escogido Anacardium por sus síntomas peculiares y además están


presentes algunos de los estados que a continuación se mencionan, éstos
confirmarán que su selección ha sido correcta.

Animo turbado e hipocondríaco; depresión; hurañía; ansiedad; temor de que la


muerte esté aproximándose; falta de sentido moral (villanía, inhumanidad,
maldad, sevicia); el enfermo siente como si tuviese dos voluntades que se
contraponen, anulando una lo que la otra impulsa; sensación como si la mente
estuviera desconectada del cuerpo; se siente la cabeza como después de
alguna orgía; cefalea punzante desde la sien hasta el ojo; cefalalgia localizada
en el occipucio, provocada por algún paso en falso o por algún ruido intenso;
debilidad y turbidez ocular; puntos negros y reticulados en la visión;
inflamación dolorosa del oído externo; picazón en los oídos- supuración del
oído; zumbidos y sonidos tumultuosos en el oído; sordera; hemorragia nasal;
aliento fétido que no lo percibe quien lo tiene; acedía; sabor horrible en el
paladar sed intensa; falta de apetito, mareo por la mañana; debilidad del
estómago; indigestión, presión en la boca del estómago, temprano, al
despertar; presión en el hígado; abdomen duro; deposiciones con sangre;
várices en el ano, a veces dolorosas; prurito de ano; humor fluído rectal
rezumado; ardor en el glande durante la micción y posteriormente; erecciones
involuntarias durante el día; el coito no produce gozo; leucorrea, con picazón y
dolor de llaga.

Sensación de sequedad en la nariz; taponamiento de la nariz; catarro nasal


inveterado con secreción de mucus tos, con expectoración; estertores en los
bronquios cuando se descansa sobre un costado; dolor punzante y breve en el
antebrazo, acompañado de pesadez; dolor lacerante y debilidad en el brazo;
temblor de la mano derecha; ardor en la planta de los pies; pesadez de las
piernas, especialmente en las rodillas; cansancio trémulo; ausencia de
irritabilidad en la piel, de modo que la aplicación de resinas no provoca
comezón ni perspiración; sensitividad respecto de fríos y corrientes de aire;
propensión a los resfríos; insomnio hasta hora avanzada; sueños ansiosos;
frialdad; transpiración estando sentado.
El alcanfor y los espíritus vol tiles de nitro 4 son antídotos débiles; pero
olfaccionar café crudo es muy eficaz contra la cólera y la violencia que
Anacardium desata.

4. "Nitro: Nitrato de potasio (KNO3), 'salpetre' ". (P-Sc); véase: Nitrum. [N. del
T. al C.]4

Antimonium crudum

("Stibium Sulphuratum Nigrum", Tersulfato de antimonio,

Mineral gris de antimonio)

El tersulfato 1 de antimonio, como mineral en estado nativo, se ha]la en trozos


formando agujas negras paralelas con brillo casi metálico y está compuesto de
veintiocho partes de azufre combinadas con 100 partes de antimonio metálico.
El primer paso, el previo, es el de verificar que esté libre de otros metales
incorporados; lograda tal seguridad, se lo prepara del modo explicado al final
de la segunda parte, como substancia medicinal árida y se lo lleva, para su uso
medicinal, hasta la potencia trigésima. En cuanto a sus efectos puros sobre el
organismo humano en salud, ellos quedan expuestos aquí y es frecuente que
una dosis mínima empleada apropiadamente en casos de enfermedades
crónicas exhiba prontos resultados. Es de desear que también el antimonio
metálico puro sea probado con todo cuidado respecto de sus efectos puros,
pues cabe esperar de él mucha ayuda que hasta el presente nos es
desconocida y que ha de diferir de la del sulfuro de antimonio, así como el
arsénico difiere en sus efectos del sulfuro amarillo de arsénico y el mercurio
metálico del cinabrio, 2 cada uno de ellos presentando su peculiar utilidad
medicinal.

1. "Tersulfato (del Latín: 'ter' = tri y del Nuevo Latín: 'sulphas', 'sulphatis', del
Latín: 'sulphur' = azufre): que contiene tres equivalentes de azufre". (W). [N.
del T. al C.]1

2. "Cinabrio o bermellón: sulfuro rojo de mercurio". (LyB).

"Cinabrio: sulfuro de mercurio natural (HgS) ". ( P-Sc) . [N. del T.al C.]2

Los remedios que en farmacia contienen sulfuro de antimonio, como quermes


mineral 3 y sulphur auratum 4 antimonii primae, secundae, tertiae
precipitationis", contienen cantidades muy diversas de sulfuro de antimonio
según los diversos modos de prepararlos.

3. "Quermes mineral: sulfuro de antimonio, algo oxigenado, de color rojo". (S-


S). [N. del T. al C.]3

4. "Aureado: combinado con ácido urico". (LyB). [N. del T. al C.]


"Aurico: que contiene oro trivalente". (P-Sc). [N. del T. al C.]4

Si el mineral de antimonio crudo ha sido hallado homeopático, de acuerdo a


sus efectos puros, resultará de máximo beneficio cuando, simultáneamente,
estén presentes algunos de los síntomas que siguen.

El niño no tolera que se le toque y ni siquiera que se le mire; aflujos de sangre


a la cabeza, comezón mortificante en el cuero cabelludo, con caída del cabello;
enrojecimiento e inflamación de tos párpados; fosas nasales excoriadas, calor y
comezón en las mejillas; dientes cariados que duelen; inveterada falta de
apetito; eructos con sabor de lo ingerido; asco, gana de vomitar y náusea que
tienen origen en el malestar estomacal; cólico en los niños que se acompaña
de pérdida del apetito, deposiciones duras y orina rojiza; estrujamiento en el
vientre con sensación de diarrea inminente; en personas de mayor edad,
diarrea que se alterna con constipación; deposiciones duras y dificultosas;
descarga constante de mucosidad blanco-amarillenta por el ano; micciones
frecuentes con mucus abundante y ardor en la uretra, acompañadas de dolor
en la cintura lumbar; dolor agudo en la uretra al orinar.

Obstrucción de las fosas nasales; inflamación dolorosa de los tendones de la


articulación del codo, con enrojecimiento notable y flexión del brazo; las
piernas se duermen estando sentado e inmóvil; dolores violentos en las
extremidades inferiores; callos plantales; superficies córneas extensas en la
planta de los pies, en la proximidad de los dedos; excrecencias córneas que
han comenzado bajo la uña del dedo mayor del pie; malformaciones de la piel;
sensibilidad excesiva respecto del frío; somnolencia.

Según el Dr. Hartlaub, Hepar Sulphuris y Mercurius son antídotos de


Antimonium Crudum

Arsenicum album

(Semióxido de arsénico metálico en solución diluida

y dinamizada)

En este instante en que estoy escribiendo el término arsénico", graves


reflexiones embargan mi espíritu.

Cuando el Todomisericordioso creó el hierro, por cierto que dejó librado a la


humanidad construir con él la daga asesina o la benéfica reja del arado, con él
asesinar o mediante él alimentar al prójimo. Cuánto más feliz sería el hombre
si empleara sus dones únicamente para beneficiar a otros hombres! Tal
debería ser el propósito de su vida; tal fué Su designio.

Por igual razonamiento, no es a El, que a todos ama, a quien se debe imputar
la iniquidad que reina entre los hombres, quienes han osado emplear
insensatamente substancias medicinales maravillosamente poderosas para
combatir enfermedades respecto de las cuales no eran adecuadas y, además,
en dosis tan enormes como sólo podría sugerirlas alguna reflexión superficial o
alguna autoridad despreciable, habiendo omitido probarlas cuidadosamente y
habiéndolas seleccionado sin mayor fundamento.

Y cuando aparece alguien que prueba, con todo cuidado, los efectos de las
substancias medicinales, pues entonces esos mismos hombres prorrumpen en
invectivas contra tal enemigo de su comodidad y no se refrenan en calumniarle
sin pudor.

La profesión médica ha empleado hasta el presente los medicamentos más


poderosos en dosis enormes, repetidas frecuentemente; substancias como
arsénico, nitrato de plata, sublimado corrosivo, acónito, belladonna, yodo,
digital, opio, hyosciamus, 1 etc. La Homeopatía no puede emplear substancias
más enérgicas, porque no las hay. Pero cuando los médicos no homeópatas las
emplean pareciera que rivalizan entre sí prescribiendo las mayores dosis
posibles de tales drogas y hasta hacen alarde de haber alcanzado tan enormes
dosis. Y recíprocamente se aprueban y elogian en tal práctica. Pero si el arte
médico homeopático emplea esas mismas drogas, pero no inconsideradamente
según el método corriente, sino luego de cuidadosa investigación, únicamente
en casos muy apropiados y en mínimas dosis, entonces se lo acusa de
envenenamiento. Qué arbitraria, qué injusta, qué calumniosa es tal acusación,
proferida por hombres que presumen de honestos e íntegros !

1. Beleño. (F y W). [N. del T. al C.]1

Y ahora, cuando la Homeopatía provee explicación profunda, cuando condena


(como debe hacerlo por convicción) las dosis enormes en que se dan
corrientemente estas drogas y cuando, fundándose en pruebas realizadas con
infinita cautela, insiste en que las dosis deben ser muchísimo menores que,
cuando el médico corriente prescribe un décimo, un medio o un grano y hasta
varios granos, sólo se requiere para que sea suficiente, un cuadrinollésimo, un
sextillonésimo o un decillonésimo de grano-entonces los profesionales de la
escuela ordinaria, que han denunciado el arte homeopático curativo como
"método de envenenar", prorrumpen en carcajadas, lo acusan de trivial y se
declaran convencidos (¿convencidos sin haber verificado?) de que cantidades
tan ínfimas nada pueden hacer, que no pueden producir efecto alguno y que,
en verdad, "son lo mismo que nada." No les avergüenza proclamar que lo
blanco es negro, afirmar que es ineficaz y ridículamente pequeña la misma
cantidad de substancia que integra, según ellos, un sistema de
envenenamiento y, en tanto, están justificando y encomiando sus enormes
dosis asesinas de esos mismos remedios. ¿No es ésta la inconsistencia más
grosera y distorsionada que imaginarse pueda, inventada con el
desvergonzado propósito de perjudicar a la doctrina que -no pueden ya
negarlo- es verdadera, consistente y está avalada por la experiencia y que
pone en práctica la cautela más minuciosa y la más infatigable circunspección
en la selección y administración de sus remedios?

No hace mucho tiempo un médico reputadísimo* aludió a las libras de opio


que mensualmente eran ingeridas en su hospital, en el que hasta las
enfermeras podían administrarlo a los pacientes según su criterio. , Reparad
que dijo: opio!, droga que, en la práctica corriente, ha enviado al sepulcro a
miles y miles de hombres! Y sin embargo, este profesional continúa recibiendo
distinciones honoríficas, pues pertenece a la pandilla dominante para la que
todo es lícito, así sea de la índole más absurda y destructiva. Y cuando hace
pocos años, en una de las ciudades más cultas de Europa** todo aquél que
practicaba medicina-desde el médico cargado de distinciones honoríficas hasta
el aprendiz de barbero-prescribían arsénico como remedio aplicable a casi toda
enfermedad, en dosis enormes, repetidas y sucesivas como para que el
deterioro de la salud de los pacientes debiera resultar más que evidente, se
insistía sin embargo en que tal práctica era honorable, aunque nadie estuviera
familiarizado con los efectos peculiares del semióxido de este elemento y, en
consecuencia, nadie supiera en qué casos de enfermedad podía tener
aplicación. Y sin embargo, se lo ha prescripto en dosis repetidas, una sola de
las cuales. debidamente atenuada y "potentizada", hubiera sido suficiente para
curar a todos los enfermos del mundo para los cuales esta droga hubiera sido
remedio adecuado. ¿Cuál de estos modos, diametralmente opuestos, de
emplear medicinas merece mejor el inconsistente apelativo de "sistema de
envenenamiento"?; ¿el método ordinario a que se ha hecho referencia -que con
decenas de granos agrede a pacientes indefensos (que a menudo requerirían
otro remedio, totalmente diferente)- o la Homeopatía, que no prescribe ni
siquiera una gota de ruibarbo 2 sin haberse asegurado previamente que el
ruibarbo es el remedio más adecuado, el único apropiado al caso?; ¿la
Homeopatía que, a través de múltiples experimentos, incansablemente, ha
descubierto que son pocos los casos en que deba administrarse mayor
cantidad que un decillonésimo de grano de arsénico y que sólo lo prescribe
luego de cuidadosa verificación de que este medicamento es el único
perfectamente adecuado? ¿A cuál de estos dos modos de ejercer la medicina
pertenece, con propiedad, el digno título de "sistema de envenenar, temerario
e irreflexivo"?

* Marcus, de Bamberg (Alta Baviera).*

** Hasta qué punto de mal praxis debe haber llegado el arte médico del
continente si en una ciudad como Berlín está en semejante estado, ciudad que
probablemente no tiene parangón en los restantes sectores del saber humano!
**
2. Rheum Officinale: en pequeñas dosis es aperitivo estomacal; en dosis
mayores, purgante lento y suave (extractado, A. L). (N. del T. al C.]2

Hay, además, otro sector de profesionales que bien puede ser denominado el
de los puristas hipócritas. Prescriben en la práctica toda suerte de substancias
que sólo son nocivas cuando se las emplea erróneamente, pero ante el mundo
les complace adoptar la postura de bien intencionados y precavidos. En sus c
tedras y en sus publicaciones nos dan las definiciones más alarmantes de lo
que es veneno; hacerse eco de sus declaraciones implicaría desaprobar el
tratamiento de toda enfermedad con remedios que fueran más enérgicos que
la gramilla, 3 el diente de leon 4 y el jugo de frambuesas. De acuerdo a su
dictamen, los venenos son absolutamente nocivos para la vida humana (lo que
significa: en todas circunstancias, en cualesquiera dosis, en todos los casos) y
en tal categoría incluyen (a fin de alegar contra la Homeopatía), de
conformidad con el humor que en ellos prevalezca, numerosas substancias que
en todas las épocas fueron empleadas por los médicos con fines terapéuticos.
Desde luego que emplear tales substancias sería acto criminal de no haber
demostrado cada una de ellas, alguna vez, que ha sido benéfica para la salud.
Y aunque cada una de ellas hubiera demostrado ser útil así fuera en una sola
oportunidad -y no puede negarse que alguna vez así haya sido- entonces aquel
dictamen blasfemo es, también, manifiesta absurdidad. Absolutamente nocivo,
perjudicial en toda circunstancia, destructivo y sin embargo saludable, es
contradicción en sí misma, es disparate rotundo. Para escabullirse de tal
contradicción podrían argüir, como subterfugio, que estas substancias han
demostrado con mayor frecuencia ser nocivas que benéficas. Pero, ¿es que esa
más frecuente nocividad de tales substancias proviene de las substancias
mismas o de su empleo incorrecto, es decir, del torpe uso que se ha hecho de
ellas en casos de enfermedades para los que no eran adecuadas? Estos
medicamentos no se administran por sí mismos, son los hombres quienes lo
hacen y si en algún momento fueron benéficos, fué porque alguien los
administró sensatamente; fué porque esas substancias pueden ser benéficas
siempre, sólo requiriendo que los hombres hagan buen uso de ellas. De lo que
se deduce que toda vez que estas substancias fueron dañinas y destructivas,
simplemente lo fueron por haber sido empleadas erróneamente. En
consecuencia, todo el perjuicio es atribuible a la impericia de quienes las
emplearon.

3. O grama "Triticum repens". (LyB). [N. del T. al C.]

"Gramínea que abunda en los campos; diurético y sudorífico, difundido como


remedio popular". (A. L). [N. del T. al C.]3

4. O amargón, "Leontodon Taraxacum". (LyB). [N. del T. al C.]"Por sus notables


propiedades terapéuticas es una de las plantas más difundidas en el uso
popular". (A. L). [N. del T. al C.]4
Estos individuos de mente estrecha agregan: "Aun cuando intentáramos
moderar la acción del arsénico recurriendo a un correctivo, es decir,
mezclándolo con algún álcali, frecuentemente resultará nocivo".

De ningún modo, replico; el arsénico no es responsable de tal nocividad pues,


ya lo dije, las drogas no se administran por sí mismas, alguien lo hace y daña
con ellas. ¿Y como correctivo, qué puede hacer algún álcali?; ¿es que sólo se
intenta debilitar el arsénico, o alterar su índole convirtiéndolo en algo distinto?
En el último caso la sal artificial neutra que se produzca no más será arsénico
verdadero, sino algo diferente. Si tan sólo se intentara debilitarlo, entonces
sería mucho más razonable disminuir simplemente la dosis de la solución del
arsénico puro, lo que sería el medio más efectivo de tomarlo más débil y suave
en lugar de dejar intacta la dosis en la magnitud en que es perjudicial y
agregar alguna otra substancia medicinal procurando efectuar alguna
alteración (se ignora cuál) en su naturaleza, como ocurre cuando se emplea
algún pretendido correctivo. Si se admite que un décimo de un grano de
arsénico es demasiado enérgico, ¿qué impide diluir la solución y dar menos,
mucho menos de él?

"Un décimo de grano -me parece oír decir- es la cantidad más pequeña que el
código ético de nuestra profesión nos permite prescribir. ¿Quién se animaría a
escribir una receta por cantidad menor para que la preparase el boticario, sin
incurrir en el ridículo?"

De modo que es así! Un décimo de grano actúa a veces tan violentamente


como para poner en riesgo la vida y el código ético de vuestra hermandad no
os permite recetar menos, muchísimo menos! ¿No es un agravio a la sensatez
argumentar de este modo? ¿Es el código ético de la profesión algún código de
normas rígidas que sujete a esclavos desprovistos de razón, o son normas
válidas entre hombres libres en su voluntad e inteligencia? ¿Si fuere esto
último qué les impide dar alguna cantidad menor cuando toda cantidad mayor
fuese perjudicial? ¿Obstinación? ¿Dogmatismo de escuela? ¿O qué otro
calabozo intelectual?

"El arsénico -habrán de argumentar- seguirá siendo dañino aun cuando sea
dado en cantidades menores, aun cuando se esté dispuesto a descender hasta
dosis ridículas de un centésimo o de un milésimo de grano, pequeñez de dosis
jamás mencionada en la posología de nuestra materia médica. Aun la dosis de
un milésimo de grano de arsénico habrá de ser dañosa y destructiva puesto
que continúa siendo un veneno incontrolable, tal como suponemos,
conjeturamos, afirmamos y ratificamos".

Aun cuando este conveniente conjeturar y ratificar haya hecho decir alguna
vez desatinos acerca de lo que es verdad, por cierto que es evidente que la
virulencia del arsénico no es posible que se incremente con cada reducción de
la dosis de modo que, a larga, deberemos arribar a dilución tal de la solución, a
tal atenuación de la dosis como para que ya no posea, en modo alguno, el
carácter riesgoso de aquella dosis disminuida de un décimo de grano.

"Tal dosis sí que sería una novedad! ¿Qué clase de dosis podría ser?". La
novedad es crimen capital a los ojos de la, escuela ortodoxa, asentada sobre
sus propias heces escuela que subordina su razón a la tiranía de su mohosa
rutina.

¿Pero qué lamentable norma podría impedir al médico -que no puede ser
menos que un hombre versado, reflexivo e independiente, un gobernante de la
naturaleza en el dominio que le es propio- moderar toda dosis peligrosa
disminuyendo su magnitud?

¿Qué podría impedirle, ante la experiencia que le indica que la dosis de un


milésimo de grano es todavía demasiado enérgica, rebajarla hasta un
cienmilésimo, o un millonésimo de grano? Y si aún encontrara que es
demasiado violenta en muchos casos, porque en medicina la observación y la
experimentación son decisivas (puesto que la medicina no es más que ciencia
experimental), qué podría impedirle continuar reduciéndola desde el
millonésimo, hasta el billonésimo? Y si todavía fuere dosis demasiado fuerte
¿qué le impediría seguir disminuyéndola hasta el cuatrillonésimo de un grano,
o hasta alguna dosis aún menor? Y ya me parece oír a la vulgar estupidez croar
desde la ciénaga de sus prejuicios milenarios: "Ja! ja! ja! Un cuatrillonésimo -
Pero si eso es la nada, absolutamente nada!".

¿Por qué no? Acaso la subdivisión de alguna substancia, por más que se
prosiga, puede proporcionar algo que no sea parte del todo? ¿Acaso tales
porciones, reducidas en su magnitud hasta el confín mismo de la infinitud,
dejan de ser algo-algo substancial, la parte de un todo, por diminuta que sea?
¿Alguien que razone sensatamente podría contradecir esto?

Y si este algo (cuatrillonésimo, quintillonésimo, octillonésimo, decillonésimo)


continúa siendo aún realmente alguna porción integral de la substancia
fraccionada -lo que ningún hombre que razone puede negar- ¿por qué porción
tan ínfima, puesto que en realidad es algo, sería incapaz de ejercer algún
efecto, considerando que un grano tenía poder tan tremendo? En cuanto a qué
puede hacer y cuánto, fracción tan diminuta, no hay razón especulativa ni sin
razón que pueda determinarlo y en el dominio de los hechos no hay apelación
contra la experiencia. Es privativo de la experiencia únicamente determinar si
porción tan ínfima ha sido atenuada hasta el punto de carecer de toda acción
contra las enfermedades, debilitada demasiado como para poder eliminar la
enfermedad respecto de la cual esta substancia es apropiada, tornada incapaz
de restituir la salud al paciente. Esto no es asunto que pueda ser resuelto por
el "dictum" infalible surgido del estudio, sino que será la experiencia,
solamente la experiencia, el único árbitro competente. Pero la experiencia ya
ha decidido esta cuestión y continúa haciéndolo diariamente ante la mirada de
todo aquél que no esté cegado por prejuicios.

Pero una vez descartados los sabihondos que, por jamás consultar la
experiencia, hacen mofa de las pequeñísimas dosis de la Homeopatía
considerándolas insubstanciales, incapaces de actuar, se oye desde la otra
orilla al eclecticismo hipócrita, con similar pobreza de investigación y similar
negligencia, recomendando cautela, declamando todavía contra los riesgos de
las dosis infinitesimales del uso homeopático.

Y ahora, sólo pocas palabras más corresponde dedicarles.

Si el arsénico puede ser peligroso en muchos casos en la dosis de un décimo


de grano ¿no resultará menos ofensivo en la dosis de un milésimo de grano? Y
siendo verdad esto ¿no se irá tornando menos ofensivo con cada atenuación
sucesiva de la dosis?

Ahora bien, si el arsénico (como toda otra substancia medicinal enérgica)


puede ser, con sólo disminuir su dosis, atenuado hasta que deje de ser
peligroso para la existencia, sólo resta determinar por experimentación hasta
qué punto debe ser disminuida la dosis para que pierda toda nocividad pero,
no obstante, que contenga suficiente substancia como para actuar en calidad
de remedio respecto de aquellas enfermedades para las que resulta adecuado.

La experiencia, sólo la experiencia y no la pedantería intelectual ni la


ignorante estrechez de los dogmatismos de escuela, incapaces de probar algo
prácticamente, puede decir qué dosis de una substancia tan extremadamente
enérgica como el arsénico puede ser empequeñecida tanto como para que
pueda ser ingerida sin riesgo y, sin embargo, que resulte tan poderosa como
para efectuar todo lo que esta substancia (invalorable cuando su acción ha sido
moderada suficientemente y su selección para determinado caso de
enfermedad ha sido correcta) dispuso, en Su bondad, el Creador que hiciera.
Mediante dilución de su solución y disminución de su dosis debe ser atenuado
tanto como para que el individuo más robusto pueda ser liberado por tal dosis
de la enfermedad para la cual es remedio apropiado, aun cuando esa misma
dosis sea incapaz de alterar perceptiblemente la salud de un niño sano.*** Este
es el gran problema que solamente puede ser solucionado luego de millares de
experimentos y tentativas, pero jamás por el dogmatismo sofisticado de las
escuelas médicas, con su suponer, conjeturar y aseverar.

*** Todo medicamento seleccionado homeopáticamente, o sea todo


medicamento capaz de producir determinada condición mórbida muy similar a
la enfermedad que se intenta curar, sólo afecta a lo que está enfermo en el
organismo y por ello a la región más excitada, que es la más sensible. Por tal
razón su dosis tiene que ser tan pequeña como para afectar solamente esa
parte enferma y apenas un poco más de lo que la afecta la enfermedad. Es por
ello que la dosis ínfima es suficiente, tan ínfima como para ser incapaz de
alterar la salud de cualquier persona sana -que no tiene puntos de contacto
suficientemente sensitivos para el medicamento- y no ser capaz de enfermarla,
lo que sólo puede hacer alguna dosis mayor. Ver "Organon de la Medicina",
277/279 y "Sentido de la doctrina médica homeopática", al comienzo de la
"Materia Médica Pura".***

Ningún médico consciente puede admitir que sus tratamientos deban ser
limitados por lo que haya dictaminado la oxidada rutina de las escuelas, jamás
elaborada por experimentación pura combinada con reflexión; su esfera de
acción es la restauración de la salud del enfermo y el Sustentador de la Vida ha
puesto a su disposición, sin ninguna reserva, las infinitas fuerzas de la
naturaleza en calidad de implementos curativos; nada le está vedado. A él,
que está llamado a doblegar la enfermedad que está arrastrando a su víctima
hasta el confín de la aniquilación corporal; a él, que puede efectuar una suerte
de recreación de la vida (la más noble de las tareas, que excede en nobleza
incluso a las que la humanidad exalta), a él le es accesible la naturaleza en
toda su amplísima extensión, con todas sus substancias dotadas de potencias
creativas que le permiten ejercer su actividad curativa, si es que así es lícito
denominarla. Pero es preciso que también ejerza la libertad de emplear estos
agentes en la cantidad exacta -por grande o pequeña que tal cantidad sea- que
su experiencia y sus ensayos le demuestren que es la más adecuada para la
finalidad que tiene en vista y en la forma, cualquiera sea que su reflexión y
experiencia le hayan demostrado que es la más efectiva. El debe ser capaz de
realizar todo esto sin limitación alguna, como corresponde al ejercicio de un
derecho por un hombre libre y, más aún, como emancipador de sus
semejantes, como restaurador de la vida, equipado con todo el conocimiento
que pertenece a su arte, infundido del espíritu de lo sagrado e imbuído de la
conciencia más sensible.

De este servir a Dios, de esta la más noble de las ocupaciones es de esperar


que siempre estén lejos los deficientes mentales, los deficientes en sensatez,
los deficientes en cualquiera de las ramas requeridas para su ejercicio y los
deficientes en sensibilidad respecto del bienestar de la humanidad o en el
sentimiento de su deber hacia el prójimo; en resumen, cuantos sean
deficientes en virtud auténtica!

Las observaciones que siguen son el resultado de numerosas dosis de


intensidad diversa dadas a personas de sensitividad diferente.

El médico homeópata inteligente jamás dará este medicamento, así sea en su


dosis mínima, si no está plenamente convencido de que sus síntomas
peculiares tienen la máxima similitud posible con los de la enfermedad que
intente curar. Pero cuando tal sea el caso, ciertamente que curar . Pero si por
humana falibilidad, su selección no hubiera sido adecuada, se logrará extinguir
sus efectos olfaccionando Ipecacuanha, o Hepar Sulphuris Calcareum, o Nux
Vómica, una o varias veces y de acuerdo a las circunstancias.

El empleo del arsénico ha permitido que se evidencien sus poderes curativos


en numerosas enfermedades agudas y crónicas (psóricas), y simultáneamente
ha curado los siguientes síntomas cuando estuvieron presentes:

Accesos de constricción tor cica por las noches que obligan a abandonar el
lecho; temor a la muerte; irascibilidad; pesadez en la frente; cefalalgia después
de cenar; costras en el cuero cabelludo; inflamación de ojos v párpados; tirones
y puntadas en cualquier punto de la cara; úlceras en las mejillas que semejan
verrugas; protuberancia como tumor en la nariz; erupciones sobre los labios;
hemorragias gingivales; aliento fétido; vómitos de materia pardusca
acompañados de cólico violento, vómitos después de cada comida; opresión en
el estómago; dolor ardoroso en el estómago y en el hueco epigástrico;
induración del hígado; ardor en los intestinos; hidropesía abdominal; úlcera
sobre el ombligo; turgencia de las glándulas inguinales; evacuaciones
quemantes acompañadas de cólico violento; deposiciones diarréicas, verdosas;
constipación; parálisis de la vejiga; disuria, estranguria; tumefacción de los
genitales; menstruaciones demasiado copiosas; malestares múltiples durante
la menstruación; flujo vaginal acre y corrosivo.

Taponamiento de las fosas nasales; hemóptisis; paroxismos de sofocación al


anochecer y luego de haber reposado; opresión al pecho cuando se asciende
una cuesta; angina pectoris; puntadas en el esternón; opresión en el esternón;
sensación de laceración y desgarramiento desde el codo hasta el hombro, por
las noches; panadizos en la punta de los dedos, acompañados de dolores
ardorosos; dolor lacerante y puntadas en la cadera, ten el muslo y en la ingle;
dolor lacerante en la tibia; dolor como de magulladora en la articulación de la
rodilla; herpe pruriginoso en la corva; llagas antiguas en las piernas, ardientes
y punzantes; cansancio en los pies; úlceras en las plantas de los pies; úlceras
con ampollas corrosivas, en la planta y dedos de los pies; dolores como de
llaga en la base de los dedos de los pies, como si se hubieran abierto llagas por
caminar; venas hinchadas y varicosas; ardor de la piel; dolor ardoroso en
úlceras; somnolencia al anochecer; por las noches, dificultad en recobrar el
sueño luego de haberse despertado; fiebre cotidiana e intermitente;
estremecimientos al anochecer, con torsión de las extremidades y desasosiego
ansioso.

Aurum metallicum

(El metal tan conocido)

De igual modo que la superstición, las observaciones inexactas y las


suposiciones antojadizas han sido fuente de innumerables aseveraciones falsas
concernientes a las virtudes de los remedios incluidos en la materia médica;
pero también los ensayos insuficientes por parte de los médicos y sus
razonamientos teóricos, sin fundamento, han negado por cualquier motivo
insignificante toda capacidad medicinal a substancias extraordinariamente
poderosas y consiguientemente, curativas en grado sumo, con la consecuencia
de que la humanidad fué privada de tales remedios.

Aquí me ocuparé sólo del oro y no por cierto del oro transmutado mediante
procesos químicos corrientes, ni del que ha sido disuelto por ácidos ni del que
ha sido separado una vez más mediante precipitación (el oro fulminante),
respecto de los cuales se ha dicho, no que fueran inútiles, sino que eran
substancias definidamente nocivas; pero lo probable es que tal juicio se haya
debido a que no era posible administrarlas en lo que se habría denominado
"justa dosis" -que equivale a cantidad excesiva- sin provocar necesariamente
riesgos.

No!, me estoy refiriendo al oro puro, no alterado por proceso químico alguno.

Los médicos modernos han considerado a este oro absolutamente desprovisto


de efecto hasta finalmente omitirlo por completo en sus lecciones de materia
médica y así nos han privado totalmente de sus notables poderes curativos.

Se ha afirmado que el oro "no puede ser disuelto por el jugo gástrico y que
carece, en consecuencia, de toda acción o aplicación". Esto no ha sido más que
suposición teórica; y tales "dicta" teóricos siempre han tenido en medicina la
fuerza de la convicción. Dado que los médicos no han interrogado a la
experiencia -lo único capaz de revelar algo en el arte de curar, que se
fundamenta en la experiencia- puesto que era más cómodo aseverar
simplemente, ubicaron las afirmaciones antojadizas, las vacuas suposiciones
teóricas y los decretos arbitrarios en el lugar de la verdad bien fundada.

La excusa de que los médicos de la antigüedad también suponían que el oro


estaba desprovisto de toda acción o aplicación, no les valdrá en este caso.
Entre ellos, por ejemplo, Fabricius (en "Obs. Med.") dijo: "¿Cómo podría tener
algún efecto sobre el oro en hojas el calor moderado de nuestro estómago,
siendo que nada pierde sometido al fuego más violento?". También Nic.
Monardes ("De ferro", p g. 32 y 33): "Los enfermos pueden creerme y evitarse
el gasto de poner oro en sus medicinas; de ningún modo obtendrán virtud
medicinal alguna para sus enfermedades". También Alston ("Nat. Med.", I, p g.
69): "Puesto que el oro en su estado metálico no puede ser afectado por
nuestra fuerza vital, no puede tener acción medicinal en absoluto, excepto la
mecánica que pudiera ejercerse en los intestinos derivada de su peso, dureza y
forma". O finalmente J. F. Gmelin ""Appar. med. min.", I, p g. 445): "Puesto que
el oro es indestructible, no puede ser disuelto en vapor v por ello no puede
combinarse con los jugos del cuerpo animal, lo que le impide ejercer poder
curativo alguno".*

* Realmente que es muy tonto pretender dilucidar teóricamente la cuestión de


si el oro puede tener virtudes curativas; sólo es necesario convencerse
mediante pruebas y experiencias de si tiene, o no, poderes medicinales. Si los
tiene, entonces todas las hipótesis teóricas que lo nieguen resultan ridículas.*

Tampoco servirá de excusa aducir que muchos otros médicos de tiempos


pretéritos habíanle negado al oro poderes medicinales y al efecto citen a: Ant.
Musa Brassavolus, Fel. Platerus, Hier. Cardanus, Jo. Bravus Petrafit, Franc. Pic.
Mirandola, Merinus Mercenius, Duretus, Camerarius, Cordosus, Conringius,
Lemary, Angelus Sala y aun Joh. Schroeder, tan digno de crédito en otros
temas.

Todos ellos estaban equivocados y correctos los médicos modernos.

El oro tiene grandes virtudes medicinales que ninguna otra substancia puede
proporcionar. Al comienzo, tantos contradictores me frenaron en la búsqueda
de virtudes medicinales en el oro puro, pero como me resultaba inadmisible
que cualquier metal, en sí mismo, careciera de ellas, empecé por emplear oro
en solución. De tales experimentos se derivaron los pocos síntomas de la
solución de oro. Y luego, cuando los síntomas me indicaron la conveniencia de
su uso homeopático, di a algunos pacientes la dosis de un quintillonésimo o un
sextillonésimo de un grano de oro en solución y aun con tal empleo encontré
similar virtud curativa, corroborada por la que posteriormente hallé en el oro
puro.

Pero en general, y sin otro motivo que la simplificación, procuro evitar en la


medida de lo posible el uso de metales combinados con ácidos, puesto que
éstos necesariamente alteran las virtudes de aquéllos. Esto puede ser
advertido al instante comparando las propiedades medicinales del sublimado
corrosivo 1 con las del negruzco protóxido de mercurio. Por ello resultó un
hallazgo bienhechor encontrar que numerosos médicos árabes habían
ensalzado unánimemente las virtudes del oro usado como polvo fino,
particularmente en estados morbosos graves, en los que la solución de oro
había prestado servicios maravillosos, lo cual me indujo a confiar en las
afirmaciones de los árabes.

1. "Sublimado corrosivo = cloruro mercúrico". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

La primera referencia a este empleo del oro se remonta al siglo octavo,


cuando Geber 2 ("De Alchimia Traditio", Argent ap. Zetzner 1698, Lib II, P. III,
Cap. 32) ensalza el oro considerándolo "materia laetificans et in juventute
corpus conservans" (substancia que alegra y mantiene joven al cuerpo).
2. "Geber: Abu Musa Jaffar al-Sofi: Químico rabe (siglo VIII)". (W). [N. del T. al
C.]2

A fines del siglo décimo Serapion el joven ("De simplicibus comment.",


Venecia, fol. ap. Junt. 1550, Cap. 415, p g. 192) dice: "El oro pulverizado es útil
en la melancolía y en la debilidad del corazón".

Luego, a comienzos del siglo undécimo, Avicena ("Canon de Medicina", Lib. II,
Cap. 79) dice: "El oro pulverizado se agrega a los medicamentos para combatir
la melancolía; cura el aliento fétido y tomado internamente hasta previene la
caída del cabello; fortifica 105 ojos, es de ayuda en cardialgia y palpitación
cardíaca y es extremadamente útil en el asma".**

** Este último vocablo tiene, en ar bigo, expresión ambigua pues según como
esté acentuado significa: "hablar consigo mismo" o "asma". Las virtudes
curativas del oro que la experimentación hizo evidentes, indican que el último
significado es el verdadero.**

La preparación de tal polvo de oro fué por primera vez descrita, a comienzos
del siglo doce, por Abulkasem (Albucasis)3 en "Libro servitoris de proep. med."
p g. 242): "El oro debe ser restregado contra un lienzo spero dentro de una
jofaina llena de agua y se usará el polvo fino que se deposite en el fondo del
recipiente". Johann von St. Amand (en el siglo trece) enseña a prepararlo del
mismo modo, en el apéndice a "Opera", Venecia, 1561, p g. 245, 4E, de Mesue.

3. "Albucasis: Abul Kasim: Médico cirujano y enciclopedista rabe (murió en


1013)". (F y W). [N. de; T. al C.]3

Zacutus, el portugués, procede de igual manera y describe ("Hist. Medic.", Lib.


I, obs. 33) el caso de un noble que durante años había sido atormentado por
fantasías melancólicas y al que él curó en el término de un mes únicamente
con polvo de oro desmenuzado, preparado mediante una piedra de amolar.

Posteriores elogios del oro y del polvo de oro, que no parecen ya ser
necesarios, se encuentran en:

Jo. Platearius ("Quaest. therap."), Rodericus A. Castro ("De meteor.


microcosm.", Cap. 3), Abraham A. Porta Leonis ("Dialog. de Auro"), Zaccharias
A. Puteo, Joh. Dan. Mylius ("Anatomía Auri"), Horn ("Ephem. Nat. Cur.", Dic. II,
ann. 3, obs. 159), Fr. Baco ("Hist. vitae et mortis") Fr. Joseph Burrhi ("Epist. 4
ad Thom. Barthol. de oculis"), Jo. Jacob Waldschmiedt ("Dicc. de auro ejusque
in medic. viribus", Grypshiv, 1703), Lemnius, Pet. Forestus, Ol. Borrichius,
Rolfinck, Andr. Lagner, Ettmueller, Tackius, Helcher ("Diss. de Auro", Jena,
1730), Poterius, J. D. Horstius, Hollerius, Hoefer y Zwelfer ("Pharm. Agust").

Me incliné por el testimonio de los rabes respecto de las virtudes curativas del
polvo fino de oro, descartando las dudas teóricas de los modernos puesto que
no estaban sustentadas por la experimentación; en consecuencia, procedí a
raspar una l mina de oro purísimo (fino de 23 quilates4 6 granos) y a triturarlo
con cien partes de azúcar de leche durante una hora a fin de volverlo apto para
uso medicinal interno.

4. "Quilate: es una medida de fineza del oro, que expresa las partes de oro
presentes en 24 partes de aleación. Así, 24 quilates es oro puro, 18 quilates
oro significa que hay 18 partes de oro sobre 24, o sea fineza 750". (P-Sc). [N.
del T. al C.]4

No pretendo dictaminar si en ese polvo fino el oro estaba meramente bien


desmenuzado o si por obra de la vigorosa trituración también se había oxidado
algo. Es suficiente constatar que al probar esta preparación: 100 granos de
este polvo (que contenían un grano de oro disuelto en agua) fué suficiente en
algunos adultos sanos para provocar cambios notables en su estado de salud y
excitar los síntomas que luego se enumerarán; en otros adultos se requirieron
200 granos (conteniendo dos granos de oro).

De esto fué posible verificar que las afirmaciones de los rabes estaban bien
fundadas, puesto que dosis muy pequeñas de este metal administrado según
se ha indicado ocasionaron en personas sanas síntomas patológicos muy
similares a aquellos que los orientales (meritorios por sus descubrimientos de
medicamentos) lograron curar (de conformidad, aunque lo ignoraran, con los
principios de la Homeopatía).

De estas melancolías, que se asemejan a las provocadas por el oro, he curado


desde entonces, rápida y permanentemente, a varias personas que abrigaban
seriamente intenciones suicidas, y por cierto que mediante dosis pequeñas que
no contenían más de 3/100 a 9/100 de un grano de oro. También he logrado
curar varias enfermedades difíciles, que exhibían en sus síntomas similitudes
con las que ocasiona el oro. No tengo la menor duda que preparaciones mucho
más atenuadas del polvo de oro serán perfectamente suficientes para alcanzar
el mismo fin.

Algún tiempo después de haber concluído la relación preliminar tuve la


oportunidad de convencerme, por mí mismo, de que la atenuación centesimal
de la preparación antes mencionada (oro triturado con 100 partes de azúcar de
leche), o sea la dosis de 0, 0001 de un grano demostró poseer similar
efectividad conducente a determinada curación, especialmente en caries de los
huesos del paladar y de la nariz, producida por abuso de las sales de mercurio.
Los síntomas del oro que tienen relación con esta curación homeopática
pueden ser fácilmente hallados en esta lista.

Mediante trituraciones y diluciones posteriores, la virtud del oro fué


desarrollada más aún y espiritualizada, de modo que ahora sólo necesito, para
producir tales efectos curativos, una pequeñísima parte de un grano atenuado
a la decillonésima.

¿Podrían los procedimientos corrientes de nuestros médicos -que se


particularizan por fabricar virtudes medicinales a partir de hipótesis llenas sólo
de aire y que en sus materias médicas han negado crédito a este metal- tener
éxito en descubrir las maravillosas virtudes de este elemento al que su erudito
arte de conjeturar ha condenado anticipadamente por absolutamente inerte?
¿O por qué otro método predilecto de tales elaboradores de materias médicas
hubiéramos descubierto el aspecto curativo del oro si sus síntomas, que
generan estados mórbidos similares, no lo hubieran enseñado de viva voz y
con total certeza a los médicos homeópatas?

Ay de la fabulosa materia médica corriente! Qué rezagada se ha quedado


respecto de las revelaciones inequívocas de efectos que las medicinas
producen en el cuerpo humano sano cuando desatan esos síntomas mórbidos
que dan al médico homeópata la seguridad de poder emplearlas con éxito
infalible en la curación de enfermedades naturales!

En dosis moderadas el período de actividad del oro es de veintiún días como


mínimo.

Se ha determinado que antídota sus efectos excesivos olfaccionar una


preparación "potentizada" de café crudo, y muy en particular de alcanfor.

El oro ha demostrado ser eficaz en casos de enfermedades crónicas cuando


predominaban los a síntomas que siguen o, a lo menos, cuando estaban
presentes.

Hipocondría; melancolía; hastío de la vida; impulso suicida; aflujo de sangre a


la cabeza; caries de los huesos del paladar y de la nariz; obscurecimiento de la
visión por puntos negros que parecen flotar ante el ojo; dolor dentario
provocado por afluencia de sangre a la cabeza, que produce calor en ella;
hernia inguinal; inveterada induración de los testículos; desmayos con pérdida
total de la conciencia y azulamiento del rostro; paroxismos de sofocación
acompañados de severa tensión constrictiva al pecho; lesiones por abuso de
mercurio* dolores nocturnos en los huesos: nudosidades provocadas por gota.

* Este mismo efecto curativo del oro administrado internamente en casos de


lesiones por abuso de mercurio fué señalado por Ant. Chalmeteus en
"Enchiridion chirurg.", p g. 402*

Aurum muriaticum

1. "Fulminato: Compuesto de ácido fulmínico y una base, como fulminato de


oro, llamado también "aurum fulminans" u "oro fulminante". Estos compuestos
detonan por percusión, fricción o calor".(W). [N. del T. al C.]1
Dolor de vientre, especialmente en los niños, acompañado de temor
("Pharmac. Wirtemb.", II, p g. 28).

Decaimiento de fuerzas, síncope, sudor frío de las extremidades, vómitos


violentos, convulsiones (Fr. Hoffman, "Med. rat. Syst.", II, p g. 287).

Diarreas violentas (Ludovici, "pharmac. med. sec. appl.", p gs. 182 y 188).

Baryta carbonica

(Se reduce finamente a polvo muriato de barita, se lo hierve durante minutos


con 6 partes de alcohol a fin de eliminar todo el muriato de estroncio que
pueda estar contenido; el polvo remanente será disuelto en seis partes de
agua destilada hirviente y precipitado mediante amoníaco atenuado, como
podría ser alguna solución de sal amoníaco en agua. La barita 1 que se ha
precipitado será lavada repetidamente con agua destilada y finalmente
secada).

1. "Barita= óxido de bario". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

Un grano de esta barita será llevado hasta la millonésima atenuación en polvo,


se lo disolver , diluirá y "potentizar " hasta el grado decillonésimo (X) tal como
se ha enseñado en la parte segunda, al explicar la preparación de remedios
antipsóricos áridos.

Unos pocos gr nulos de tamaño mínimo, humedecidos con este medicamento


y suministrados con azúcar de leche en polvo constituyen una dosis cuya
eficacia curativa se extenderá desde 40 a 48 días, si la selección de este
remedio fué realizada homeopáticamente.

Este medicamento antipsórico puede ser usado ventajosamente en numerosos


casos, pero es especialmente benéfico en aquéllos en que las dolencias
siguientes figuran entre los males crónicos por curar:

Estado de ánimo lloroso; ansiedad respecto de asuntos domésticos; timidez


frente a extraños y en reuniones sociales; cefalalgia justo arriba de los ojos; la
cabeza muy propensa a enfriamientos; erupción en la cabeza; calvicie;
erupción en las orejas y detrás de ellas; tubérculos detrás de las orejas;
erupción en el lóbulo de la oreja; rugidos y tañidos en los oídos; presión en los
ojos; inflamación del globo del ojo y de los párpados, con fotofobia; párpados
cerrados por supuración; puntos negros y manchas flotantes en la vista; visión
borrosa, resulta imposible leer; la luz deslumbra; costras debajo de la nariz;
erupción facial; tirones aislados en los dientes; puntadas ardorosas en dientes
cariados al ingerir algo caliente; sequedad de la boca; sed constante; eructos
después de comer; eructos agrios; pirosis; náusea continua; opresión en el
estómago, tanto en ayunas como después de comer; dolor de estómago al
palpar el hueco epigástrico; deposiciones duras y dificultosas, insuficientes y
arduas; micciones frecuentes e imperiosas; debilitación del poder sexual;
leucorrea justo antes de la menstruación.

Coriza, aridez molesta de la nariz; tos nocturna; flemas en el pecho con tos
nocturna; secreción excesiva de mucosidad bronquial; palpitaciones cardíacas
que pueden percibirse; dolor en la cintura lumbar; rigidez de la cintura lumbar;
rigidez de la nuca; puntadas en la nuca; dolor localizado en el músculo
deltoides al levantar el brazo; el brazo se duerme al reposar sobre él; se
duermen los dedos de la mano; dolores lacerantes y de desgarramiento en las
piernas; úlceras en los pies; sudor fétido de pies; tumefacción linfática dolorosa
en la planta del dedo mayor del pie; crispaturas y sacudidas del cuerpo durante
el día; sensación de pesadez por todo el cuerpo; astenia; debilidad
generalizada corporal y nerviosa; propensión a los enfriamientos; verrugas;
accesos de furia durante el sueño; crispaturas de los músculos de todo el
cuerpo; sudor nocturno.

Olfaccionar una solución de alcanfor alivia los efectos excesivos de barita y


olfaccionar una solución muy "potentizada" de cinc elimina sus síntomas
molestos.

Borax veneta

(Biborato de sodio)

Se usa esta sal cristalina para soldar y como fundente en trabajos técnicos.
Durante siglos los venecianos trajeron esta sal de las Indias Orientales en
estado de materia prima, principalmente de los lagos del Tibet; es por ello que
aún se la denomina "Borax Veneta". Posteriormente los holandeses
descubrieron un procedimiento para refinarla, al que mantuvieron en secreto y
fué entonces cuando comenzó su industrialización. No obstante, años después,
fué elaborada en Francia, agregando soda al ácido bórico que era traído de
surgentes termales y de las "lagoni" 1 de Toscana, en las proximidades de
Siena.

1. "En el territorio de Volterra y cuenca de un pequeño afluente del Cecina,


entre Pomerance y Massa Marittima, brotan del suelo nubes de vapor blanco
que forman torbellinos sobre la llanura y dejan oír, desde lejos, el silbido que el
gas produce al escapar de la tierra; estos vapores hacen hervir las aguas de las
lagunas formadas en torno del surtidor al condensarse aquéllos; dichas
lagunas, llamadas en el país "lagoni", contienen en disolución, entre otras
sales, ácido bórico". (DEHA. articulo "Toscana"). [N. del T. al C.]1

El bórax se compone de 22 partes de ácido bórico, de 32 partes de sodio y 46


de agua; en consecuencia su ácido ("acidum boracicum", "sal sedativum
Hombergii") no está completamente neutralizado; aparece en placas
brillantes, de sabor ligeramente ácido y sus síntomas puros, seguramente
importantes, restan aún por ser experimentados.

En la práctica doméstica, el bórax ha sido inveteradamente usado en solución


para combatir aftas en la infancia y para facilitar el trabajo de parto de las
parturientas.

Son antídotos del Borax: Coffea Cruda contra su somnolencia y su cefalalgia,


Chamomilla contra los dolores por inflamación de los carrillos. Beber vino
agrava sus síntomas, especialmente los tor cicos y el vinagre reproduce las
dolencias que ya hayan sido eliminadas, especialmente las puntadas en el
pecho.

Calcarea carbonica

(Cal)

Fragméntese una valva de ostra, limpia y más bien gruesa y escójase un


grano de la substancia calcárea, blanca como nieve, y más blanda, que puede
extraerse de entre las superficies interior y exterior, ambas de mayor dureza.
Puede preparárselo en todos los grados de potencia, hasta el X, del modo
indicado para la preparación de las substancias medicinales áridas aptas para
uso homeopático, según se ha explicado al finalizar la segunda parte. Deberá
preservárselo de la luz solar y del calor intenso, hasta que sea empleado en
sus múltiples finalidades.

La cal cuando ha sido "potentizada" así figura entre los remedios antipsóricos
más efectivos y en particular cuando son notables los síntomas siguientes:

Abatimiento; propensión al llanto; falta de alegría simultánea con pesadez de


las extremidades inferiores; ansiedad mientras se está transpirando; ansiedad
con desasosiego; ansiedad; estremecimiento y horror cuando se aproxima la
noche; angustia, excitable por pensamientos; ansiedad luego de haber oído el
relato de crueldades; excitación nerviosa; timidez; accesos de desaliento
vinculados con la salud quebrantada; irascibilidad suspicaz; obstinación;
indiferencia; dificultad para pensar; sensación de entumecimiento permanente
de la cabeza, como si un mamparo estuviera ubicado frente a ella;
aturdimiento y temblor antes del desayuno; vértigo al subir escaleras; vértigo
cuando se escalan alturas, por ejemplo: subir al techo; pesadez y opresión en
la frente, que obligan a cerrar los ojos; cefalalgia por leer y escribir; dolor de
cabeza por esforzarse en levantar algo; cefalea frontal abrumadora, como si la
cabeza fuera a estallar; cefalea pulsante en el occipucio; palpitaciones en el
centro del cerebro cefalea como martilleo luego de haber caminado al aire
libre, que obliga a acostarse, cefalalgia y zumbidos en la cabeza, simultáneos
con acaloramiento de las mejillas; frío glacial en el lado derecho de la cabeza;
transpiración vespertina en la cabeza; caída del cabello; presión en los ojos;
ardor y excoriación de los párpados; ardor y dolor incisivo en los ojos leyendo
con luz artificial; dolor incisivo en los párpados; puntadas en los ojos; picazón
de los ojos; cierre de los párpados por supuración; supuración de fístula
lacrimal; lagrimeo al aire libre o por las mañanas; temblor en los párpados
superior e inferior; aglutinación ocular por las mañanas; obscurecimiento de la
visión mientras se lee; obscurecimiento de la visión después de comer; visión
borrosa, como obstaculizada por plumas o por un velo; sensación de niebla
ante los ojos cuando se lee o se los fuerza; presbiopía, imposible leer sin lentes
convexas; deslumbramiento ocular por alguna luz brillante; puntadas en los
oídos; supuración purulenta de los oídos; crujidos en los oídos al deglutir;
latidos en los oídos; tañidos, zumbidos, rugidos, fragor en los oídos, con
audición pobre; tronidos en los oídos- audición dificultosa; dureza de oído; nariz
ulcerada; obstrucción nasal por pus amarillo y fétido; hemorragias nasales; mal
olor de la nariz, hedor; se percibe olor o estiércol; neuralgia facial; comezón y
erupción en el rostro; pecas sobre los carrillos; comezón y granitos pruriginosos
en las patillas; erupciones alrededor de la boca; dolor en las glándulas de la
mandíbula inferior; dolor en los dientes siempre que se bebe algo frío;
neuralgia dentaria desgarrante con puntadas, diurna y nocturna, que se
renueva por frío y calor; dolor en los dientes, como ulceración perforante;
dentición infantil dificultosa; sensitividad dolorosa de las encías; puntadas en
las encías, flemón en la encía; encías que sangran; sequedad de la lengua, por
las noches o al despertar por las mañanas; aftas bajo la lengua; acumulación
de mucus en la boca; esgarramiento de mucosidades; constricción en la
garganta;~ sabor amargo en la boca por las mañanas; falta de apetito con sed
constante; aversión al habitual fumar tabaco; aversión a la comida caliente;
permanente aversión hacia la carne; hambre después de haber comido,
inmediatamente o al poco rato; hambre voraz por las mañanas; ninguna
comida parece suficiente y parece imposible lograr que lo ingerido descienda;
calor después de comer; eructos después de comer eructos amargos; pirosis;
debilidad digestiva a nivel del estómago; opresión a nivel del estómago, tanto
en ayunas como después de haber comido; presión durante la noche en la
boca del estómago; presión como punzada en el estómago, después de comer;
calambres en el estómago; dolor agudo, estrujamiento en la boca del
estómago; simultánea con presión en el estómago, presión hacia afuera por
debajo de las últimas costillas; intolerancia respecto de la ropa que ajuste a
nivel del hueco epigástrico; dilatación de la zona de la fosa epigástrica, con
presión dolorosa; fosa epigástrica dolorosa al tacto; tensión en ambos
hipocondrios; cólico lancinante, estrujamiento, sin diarrea; cólico en el
epigastrio; dolores incisivos y retortijones en el abdomen, por la tarde, y por las
noches vómito de lo ingerido; frialdad en el abdomen; inflación y dureza del
abdomen; retención de flato; presión de flato en el perímetro abdominal como
si fuera a producirse hernia; constipación; estreñimiento; deposiciones escasas
y duras; dos deposiciones por día; deposiciones blandas, frecuentes, o
permanentes; descarga involuntaria de deposiciones espumosas; al defecar,
protrusión de las várices del recto, acompañada de dolor ardoroso; después de
la deposición, lasitud y sensación generalizada de magulladura; prurito anal;
asc rides en el recto; ardor en la uretra; micciones demasiado frecuentes;
hematuria; flujo de sangre por uretra; imaginaciones lascivas y lujuriosas;
instinto sexual insuficiente; vigor sexual deficiente; no hay poluciones; durante
el coito erecciones demasiado breves; punzadas y ardor en los órganos
genitales masculinos al eyacular durante el coito; dolor de presión en la vagina;
presión sobre el útero ya en prolapso; puntadas en la boca del útero; comezón
en los genitales y ano; venas dilatadas en los "labia pudendi"; dolores de
sobreparto o fiebre láctea luego del parto; flujo uterino sanguinolento;
(menstruaciones suspendidas); menstruos anticipados y excesivos; durante la
menstruación dolor incisivo en el abdomen y contracción en el sacro; leucorrea
previa a la menstruación; leucorrea como leche, en chorros; leucorrea ardorosa
y pruriginosa; durante el flujo de leucorrea, picazón en los genitales.

Estornudos frecuentes; sequedad molesta de la nariz; coriza constante; flujo


del romadizo que se demora; coriza seca; coriza seca por las mañanas;
obstrucción nasal; ulceración de la laringe; ronquera; flemas bronquiales; tos al
anochecer estando en el lecho; tos nocturna durante el sueño; tos matutina;
tos seca; expectoración amarillenta y fétida; presión en el estómago al toser;
imposibilidad de respirar al inclinarse; opresión en el pecho puntadas en
alguno de los lados del tórax al moverse; puntadas en el lado izquierdo al
inclinarse hacia ese lado, ardor en el pecho; puntadas agudas en los músculos
del tórax; palpitaciones cardíacas, también durante la noche; dolor de
distensión en la espalda; rigidez y envaramiento de la nuca; turgencia de las
glándulas cervicales; bocio; presión dolorosa en la parte superior del brazo
derecho; dolores nocturnos como de tracción, desgarrantes, en los brazos;
agotamiento repentino de los brazos, como parálisis; torpor en las manos al
asir; abotagamiento de las manos; transpiración en las manos; nudosidades
artríticas en las articulaciones de los dedos; hormigueo en los dedos como si
estuvieran por dormirse; torpor en los dedos y sensación de que estuvieran
muertos, que también aparece con temperatura elevada; torpeza de los dedos;
parálisis frecuentes de los dedos; pesadez de las piernas; rigidez de las
piernas; calambres en las piernas; estando sentado las piernas se duermen;
úlceras en las piernas; puntadas en los muslos al andar; venas distendidas en
los muslos; puntadas en las rodillas, tanto estando de pie como sentado;
puntadas y dolores desgarrantes en las rodillas; dolores de tracción en las
rodillas estando sentado o al caminar: tumefacción de las rodillas; reas
enrojecidas en las piernas; ardor en las plantas de los pies; tumefacción de las
plantas de los pies; frialdad de los pies al anochecer; sudor de los pies; torpor
de los pies al anochecer; sensibilidad de los dedos mayores de ambos pies;
callosidades; callosidades dolorosas; las piernas se duermen; calambres en
brazos y piernas; dolores como de magulladura en la parte superior de los
brazos, también en la parte media de los muslos al subir escaleras; dolores de
desgarramiento en las extremidades, brazos y piernas; tendencia a los
esguinces quedando la nuca rígida y tiesa, acompañada de cefalalgia;
predisposición a las distensiones con dolor de garganta subsiguiente; gordura y
corpulencia en los jóvenes; agotamiento por hablar; fuerzas deficientes,
lasitud; lasitud por las mañanas; gran cansancio luego de breve caminar;
ataques epilépticos nocturnos durante la luna llena, con gritos; notable fatiga
en cuanto se anda un poco de aire libre; transpiración copiosa que sobreviene
por moderada ejercitación corporal; mucha sensibilidad a los enfriamientos;
predisposición a contraer resfríos; crispaturas visibles de la piel, de pies a
cabeza, que provocan vahidos; sensación de sequedad de la piel; asperezas
cutáneas como si hubiera erupción miliar; epidermis recubierta como por
salvado; furúnculos; verrugas; somnolencia durante el día; somnolencia en
cuanto empieza a anochecer; despertares frecuentes durante la noche;
insomnios; por las noches, inquietud en el lecho; sed por las noches; presión a
nivel del hueco epigástrico que asciende hasta la laringe y la cabeza; dolores
por las noches en espalda y brazos; asma nocturna; palpitación cardíaca
nocturna; acaloramiento y angustia por las noches; visiones fantásticas y
horribles antes de dormirse por las noches y estando ya en el lecho; sueños
que producen ansiedad; por las noches, exaltación de la fantasía y delirios;
enfriamiento por las mañanas, luego de levantarse; accesos frecuentes de
calor; accesos de calor con palpitación y angustia cardíaca; fiebre vespertina,
terciana, que comienza por acaloramiento del rostro y sigue con enfriamiento.

Calcárea "potentizada" tiene acción prolongada. Cuando se haya dado


previamente Nitri Acidum y, pese a que la selección haya sido aparentemente
correcta, haya actuado desfavorablemente en algunos aspectos, entonces
Calcárea podrá ser generalmente empleada con beneficio; y de igual modo,
los efectos desfavorables de Calcárea, aun cuando haya sido seleccionada
homepáticamente en apariencia, pueden ser neutralizados dando Nitri Acidum
a continuación, lo que los tornará favorables. Muy en particular las náuseas
que Calcárea haya producido serán neutralizadas oliendo emanaciones de
nitro, lo que es mucho más específico y efectivo que olfaccionar alcanfor. No
obstante, hay efectos molestos que requieren la olfacción de Nux Vomica.
Calcárea suele ser útil luego de emplear Sulphur y también cuando las pupilas
suelen dilatarse.

Cuando sea frecuente que las menstruaciones sobrevengan algunos días antes
de su fecha y cuando sean excesivas, Calcárea suele ser indispensable para la
curación, tanto más cuanto mayor sea el flujo. Pero si los menstruos aparecen
siempre en la fecha correcta o con posterioridad, aun cuando sean profusos,
pocas veces será Calcárea el remedio indicado. Difícilmente será ventajoso
repetir Calcárea en personas de edad avanzada aun cuando se hayan
intercalado otros medicamentos y probablemente jamás puedan repetirse sus
dosis sin que resulten nocivas. Pero tratándose de niños y habiendo escogido
Calcárea de conformidad con los síntomas, podrá repetirse varias veces y con
mayor frecuencia cuanto menor sea su edad.

1. Sinonimia: "Calcarea Ostrearum", "Carbonato de cal puro". ("Medical


Therapeutics for Daily Reference", R.F. Rabe M.D. )1

Carbo animalis

(Para preparar carbón animal, entre carbones encendidos al rojo vivo póngase
un trozo grueso de cuero de buey y déjeselo arder hasta que haya
desaparecido la llama más pequeña y entonces, rápidamente coloque tal trozo
carbonizándose entre dos piedras chatas de modo que deje instantáneamente
de arder, pues de continuar la combustión al aire libre se destruiría el carbón
casi en su totalidad).

No obstante la mucha similitud que pueda ser hallada entre los efectos del
carbón animal y los del carbón vegetal sobre el organismo humano en salud
hay, sin embargo, tantas diferencias y tantos síntomas que son peculiares de
uno y de otro, que me han inducido a hacer constar por separado cuanto he
sido capaz de observar.

El carbón animal se prepara, como los demás remedios antipsóricos, hasta la


atenuación "potentizada" decillonésima y uno o dos pequeños glóbulos que con
ella hayan sido humedecidos en los diferentes grados de potencia, se darán
como dosis. El alcanfor ha demostrado ser antídoto y recurso para aliviar su
acción demasiado violenta en casos de personas muy sensitivas.

Al tratar enfermedades para las cuales este medicamento es apropiado,


resultaron aliviados o curados los síntomas que siguen:

Timidez; vértigo por las mañanas; presión en todo el cerebro; presión en la


cabeza después de haber comido; erupciones sobre la cabeza; rugidos en los
oídos; supuración de oídos; erisipelas en el rostro punzadas en los huesos del
carrillo, en el maxilar inferior y en los dientes; dolores desgarrantes en las
encías; encías que sangran; sobre las encías, ampollas que supuran; sequedad
del paladar y de la lengua; sabor amargo en la boca; eructos incompletos, que
hacen doler eructos agrios; hipo después de comer; náuseas con
desfallecimiento; náuseas por las noches; debilidad digestiva del estómago, en
el que casi todo lo que haya sido ingerido provoca malestar; presión en el
estómago, como si algún peso la provocara retortijones y contracciones en el
estómago; presión y dolor agudo en la región hepática; borborigmos
abdominales; retención de flato; varias deposiciones por día; pinchazos en el
ano; fetidez de la orina; leucorrea; leucorrea que arde y escuece.

Obstrucción de las fosas nasales; coriza seca; induración dolorosa de


glándulas tor cicas; ardor en la espalda; induración de glándulas cervicales,
con dolores lacerantes; herpe debajo de la axila; rigidez gotosa de las
articulaciones de los dedos; dolor en la cadera, que provoca renquera; tirones y
puntadas en las piernas; sensitividad al aire libre; tendencia a los esguinces;
sabañones; transpiración cuando se camina al aire libre; transpiración que
fatiga, especialmente en los muslos; transpiración por la mañana.

Carbo vegetabilis

(Carbón de madera)

El carbón de cualquier clase de madera que haya sido combustionado hasta


ponerse íntegramente al rojo vivo, parece manifestar uniformemente sus
efectos sobre la salud humana cuando ha sido preparado y dinamizado según
es de práctica en Homeopatía. Yo empleo el carbón de madera de abedul; en
pruebas efectuadas por otros experimentadores se ha usado el carbón de
madera de encina roja.

Los médicos del pasado consideraron que el carbón de leña carecía de toda
virtud, que no era medicinal. El empirismo llevó a suministrarlo en polvos de
complicada composición como, por ejemplo, el carbón de madera de tilo que se
daba para la epilepsia, sin que pudiera aducirse prueba alguna de la eficacia de
tal substancia en particular. Tan solo en tiempos recientes, luego que Lowitz,
en San Petesburgo 1 descubriera las propiedades químicas del carbón de leña,
en particular su capacidad para eliminar el mal olor de las substancias
mohosas y en putrefacción y de evitar que los líquidos olieran mal, fué cuando
los médicos comenzaron a usarlo externamente (iatralépticamente). 2 Desde
entonces recomendaron enjuagar la boca con carbón vegetal en polvo para
eliminar de ella todo olor fétido y también cubrieron con dicho polvo viejas
úlceras putrefactas, disminuyendo el hedor en ambos casos y desde los
primeros instantes. Cuando se lo administraba internamente, en dosis de
varias dracmas, también eliminaba el hedor de las deposiciones provocadas
por la disentería otoñal.

1. San Petesburgo hasta 1914, año en que tal nombre fué substituído por el de
Petrogrado y desde 1924 por el de Leningrado. [N. del T. al C.]1

2. "Iatraléptico (del Griego: 'iatros' = médico, cirujano + 'aleifein' = untar,


ungir): que tiene la propiedad de curar al ser untado". (W). [N. del T. al C.]2

Pero este uso medicinal fué, como ya se ha expresado, solamente químico, no


su empleo dinámico, que es el que puede penetrar en la esfera íntima de la
vida. La boca que hubiera sido enjuagada con él permanecía inodora durante
algunas horas, pues el mal aliento retornaba día tras día. La úlcera antigua no
mejoraba por su aplicación y el hedor (eliminado químicamente durante
instantes por su aplicación), siempre se renovaba: no había curación. El polvo
de carbón ingerido en la disentería otoñal, sólo químicamente eliminaba de las
deposiciones su fetidez y por breve lapso, pero la enfermedad subsistía y
pronto retornaba la fetidez de las deposiciones.

El carbón vegetal en su estado primario y pulverizado, no puede ejercer más


acción que la química que le es propia. Es posible ingerir carbón de madera en
estado primario y en cantidades considerables sin que se produzca la más
mínima alteración en la salud.

Solamente después de prolongadas trituraciones del carbon (como ocurre con


muchas otras substancias aparentemente inertes y desprovistas de poder
medicinal) con una substancia no medicinal tal como el azúcar de leche,
disolviendo esta preparación y dinamizando (sacudiendo) tales soluciones, es
como el poder dinámico medicinal que ellas encierran abandona su estado de
reposo o latencia y puede ser despertado y puesto en actividad; pero entonces
su exterioridad material debe desvanecerse.

Se emplean diferentes grados de potencia según los diversos propósitos


curativos, descendiendo desde la potencia decillonésima hasta la atenuación
millonésima en polvo, empleando como dosis uno, dos o tres gr nulos
minúsculos humedecidos en ellas.

Se ha encontrado que el arsénico, el alcanfor de el café crudo antidotan al


carbón, pero el espíritu de nitro parece ser el que posee máxima eficacia.

En el proceso de curación de las enfermedades a las cuales este remedio se


adecúa homeopáticamente, quedaron notablemente aliviados o extinguidos los
siguientes síntomas:

Angustia; irritabilidad; medrosía; por las noches temor a los fantasmas;


irascibilidad; cefalalgia por acalorarse; pesadez de cabeza; aflujos de sangre a
la cabeza; náuseas que provocan cefalalgia; propensión a los enfriamientos de
la cabeza; dolor ocular por forzar la vista; ardor en los ojos; calor y presión en
tos ojos; ardor y presión en las comisuras de los párpados; párpados adheridos
por supuración durante la noche; rugidos en los oídos; supuración del oído
interno y descarga; picazón de la nariz; epistaxis frecuentes; herpe en el
rostro; agrietamiento de los labios; hemorragias gingivales; dolor dentario por
ingerir cosas frías o calientes; dolor contractivo de dientes; dolor corrosivo de
dientes; dientes crónicamente flojos; abundancia de saliva o sequedad de la
boca; estomacacia (o aftas); aspereza de garganta; flemas abundantes en la
garganta, que requieren ser esgarradas; sabor amargo en la boca; sabor
salobre en la boca; inveterada aversión por la carne; falta de apetito; hambre,
o sed excesivas; eructos sin contenido; eructos amargos; eructos que saben al
alimento graso ingerido; regurgitación de lo ingerido; transpiración al comer;
acidez bucal después de comer: después de comer sensación de presión y de
que el estómago está revuelto; náusea por las mañanas, náuseas constantes;
acedía por las noches; puntadas por debajo de las costillas; dolor punzante en
el hígado; puntadas en el brazo; dolor como de magulladura en los
hipocondrios tensión abdominal; dilatación abdominal; dolor sobre el ombligo
al palpar; cólicos y necesidad de expulsión del flato excesivo; deposiciones
pálidas y delgadas; deposiciones mucosas de color claro; deposiciones escasas;
constipación; prurito de ano; várices en el ano; dolor en las várices del ano;
deposiciones con sangre rectal; secreción disminuida de orina; tenesmos de
vejiga, frecuentes, diurnos y nocturnos, acompañados de ansiedad; micciones
involuntarias por la noche; orina excesivamente obscura; dolor de corrosión al
orinar; dolor agudo en los testículos; poluciones demasiado frecuentes;
frecuencia morbosa de pensamientos voluptuosos; durante el coito emisión
prematura de semen; dolor de llaga y comezón en las zonas genitales; ardor y
comezón de genitales; tumefacción de los órganos genitales; menstruaciones
anticipadas; menstruaciones copiosas en exceso; menstruos escasos; palidez
de la sangre en el flujo menstrual; vómitos durante la menstruación; flujo
vaginal; leucorrea antes de la menstruación .

Taponamiento de la nariz; descargas nasales acuosas; resfríos severos;


ronquera constante; ronquera por las mañanas; catarro y garganta llagada
durante el sarampión; asma, disnea, falta de aliento al caminar; hidropesía de
tórax, puntadas en el tórax; sobre el pecho, grietas con dolores de laceración;
manchas pardas en el pecho; dolor desgarrante en la espalda; rigidez de la
nuca; dolor en el codo al apretarlo; calor en las manos; agitación de las
piernas: las rodillas se duermen; herpe sobre la rodilla; calambres en las
pantorrillas durante la noche; permanente falta de sensibilidad en los pies;
transpiración de los pies; rojez e hinchazón de los dedos del pie con dolores
agudos, similares a los que suceden al congelamiento; dolor en los miembros
como de torcedura y distensión; dolor en el hipogastrio izquierdo por
esforzarse en levantar algún peso; las extremidades se duermen; sensación de
extenuación de las piernas al incorporarse por las mañanas; latidos por
cualquier parte del cuerpo; tremulación sacudidas en alguna extremidad
durante el día consecuencias del abuso de bebidas alcohólicas; dolencias
crónicas provenientes del abuso de corteza de cinchona; propensión a
resfriarse; urticaria; herpe; úlceras fétidas en las piernas que sangran
fácilmente; notable somnolencia durante el día; sueño por las mañanas;
insomnio por inquietud corporal; fantasías por la noche y sobresaltos
provocados por sueños ansiosos; frecuentes aflujos de calor transitorio; frialdad
corporal y escalofríos; sudor por la mañana.

Causticum

(Substancia cáustica)

La cal, en su estado de piedra caliza, debe su insolubilidad en agua y su


blandura a un ácido del más bajo orden que con ella está combinado; cuando
se la somete a la temperatura del rojo vivo, el mineral calc reo 1 suelta tal
ácido, que escapa como gas. Durante este proceso el mineral calc reo
calcinado, como cal viva, 2 ha recibido (además de calor latente)3 otra
substancia que ha entrado a formar parte de él, substancia desconocida por la
química, la que le imparte su propiedad cáustica y también su solubilidad en
agua, por la cual es posible preparar el agua de cal o lechada de cal. Esta
substancia, aunque en sí misma no es un ácido, le imparte su virtud cáustica
y, adicionando algún ácido fluído (que resista al fuego) que se combinará con
la cal debido a su estrecha afinidad, el cáustico acuoso (¿Hydras Caustici?)
puede ser separado por destilación. 4

1. "Mineral calc reo: Carbonato de calcio". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

2. "Cal viva: Oxido de calcio". (W) [N. del T. al C.]2

3. Ver nota en página 111. 3

4. Una vez más debemos recordar al lector que nuestro Autor escribe en 1828,
pocos años después de iniciada la revolución en química debida a Antonio
Lavoissier (1743-1794), cuando era intensa aún la polémica entre sus
partidarios y los partidarios del flogisto (Georg Ernst Stahl, 1660-1734 y Johann
J. Becher, 1635-1682). De esta etapa crucial de la química proviene el lenguaje
aparentemente esotérico. Pero en las transcripciones que se ha juzgado
interesante insertar a continuación, reconoceremos al "gas silvestre" de van
Helmont, o "aire fijo", o " ácido gredoso aeriforme" (bióxido de carbono); véase
también nota en Silicea Terra;

"El óxido de calcio, comúnmente cal viva, se fabrica calcinando la piedra


caliza, carbonato de calcio que abunda en la naturaleza, en los llamados
hornos de cal. El proceso se verifica según la ecuación:

C03Ca2 = Oca + 02C

"Las buenas calizas las que tienen menos del 7% de carbonato de magnesio
como impureza, dan las mejores cales llamadas grasas por la sensación que
producen cuando se las estrega entre los dedos. La cal viva, especialmente la
grasa, forma con el agua una masa blanca y esponjosa de hidróxido de calcio o
cal apagada:

Oca + OH2 = (OH)2Ca

que mezclada con arena constituye la pasta conocida con el nombre de


mortero o argamasa de construcción. Este mortero fragua con el anhidrido
carbónico del aire y se endurece porque se regenera el carbonato de calcio:

(OH)2Ca + O2C = CO3Ca + OH2"


Resumido de: "Química Inorgánica", de Adalberto F. Gentile, Editorial Estrada,
Bs. As.). [N. del T. en C.]4

Tómese un trozo de cal recientemente calcinada que pese dos libras


aproximadamente, sumérjaselo en un recipiente con agua destilada durante un
minuto, póngaselo a continuación sobre un plato seco, sobre el que pronto se
convertirá en polvo desprendiendo mucho calor y su olor peculiar, el
denominado vapor de cal. De este polvo fino tómense dos onzas y mézcleselas,
en un bol de porcelana (calentado) apto para trituración, con una solución de
dos onzas de bisulfato de potasa que haya sido calentado al rojo, fundido,
nuevamente enfriado y luego pulverizado y disuelto en dos onzas de agua
hirviente. Esta mezcla algo espesa será vertida dentro de una pequeña retorta
de vidrio a la que se fijará el serpentín de un alambique, acoplado a su vez a
una ampolla sumergida en agua; el tubo del serpentín se insertará en el
recipiente a medias sumergido en agua; se calentará la retorta aproximándole
gradualmente fuego de carbón de leña por la parte inferior y, mediante calor
adecuado, todo el fluído será destilado. El volumen de tal fluído destilado será
de una onza y media aproximadamente, límpido como el agua y contendrá
concentradamente la substancia que se mencionó, es decir Causticum, la que
huele como lejía de potasa cáustica. En la zona posterior de la lengua el
cáustico resulta muy astringente y en la garganta, quema; se congela a
temperatura inferior a la del agua y apresura la putrefacción de las substancias
animales que en ella se sumerjan. Si se adiciona muriato de barita, Causticum
no muestra vestigios de ácido sulfúrico y agregando oxalato de amonio no
presenta vestigios de cal.

De tal destilado viértase una gota en un frasco previamente llenado hasta sus
2/3 con 99 ó 100 gotas de alcohol dinamícese la mezcla mediante diez
sacudiones sucesivos y de esta manera continúese con cada uno de los frascos
similares conteniendo alcohol, desarrollando cada atenuación y cada potencia
mediante diez sacudiones sucesivos hasta llegar al desarrollo dinámico
decillonésimo (Causticum X).

Un glóbulo diminuto, o a lo sumo dos, humedecidos con este fluído, constituye


la dosis de este antipsórico poderoso; su acción se extiende frecuentemente
hasta más de 50 días.

En el segundo volumen de "Materia Medica Pura" se menciona la preparación


(menos pura) de Causticum bajo el nombre de Tintura Cáustica, pero las
pruebas de este remedio en lo que respecta a sus efectos peculiares alterando
la salud humana eran aún muy imperfectas. Una vez que advertí sus virtudes
antipsóricas, su ensayo quedó completado en la lista de síntomas y así fué
posibilitada la selección de este notable antipsórico por su adecuación a cada
caso, tarea que con la reducida cantidad anterior de síntomas resultaba
frecuentemente imposible por el riesgo de incurrir en errores perjudiciales.
Como antídoto, para cuando su acción resulte demasiado violenta -lo que
puede darse en pacientes muy excitables- será de utilidad olfaccionar espíritus
amortiguados de nitro y cabe presumir que también valdrá la tintura de café
crudo.

Causticum puede ser repetido provechosamente luego de intercalar otros


remedios antipsóricos y siempre que esté indicado homeopáticamente; pero
siempre deberá ser usado en diferentes grados de potencia.

Al curar enfermedades para las cuales este medicamento resulta adecuado


homeopáticamente, los síntomas que a continuación se mencionan resultaron
aliviados o eliminados:

Abatimiento hipocondríaco; melancolía; pensamientos pesarosos durante la


noche y llanto durante el día; ansiedad; recelo de lo futuro; desesperanza;
propensión a asustarse; vehemencia; irascibilidad; confusión y vértigo; torpor
mental y lobreguez depresiva que afectan a todo el cerebro; dolores punzantes
y breves en la cabeza; puntadas en las sienes; punzadas en la parte superior
de la cabeza, acompañadas de repleción y rigidez; lagrimeo; inflamación
ocular; supuración en el contorno del ojo; amaurosis incipiente; reticulados
obscuros que parecen flotar ante los ojos; destellos en la visión; ruidos y
zumbidos en los oídos y en la cabeza; rugidos en los oídos; erupción en la
punta de la nariz; verrugas antiguas sobre la nariz o las cejas; dientes que
duelen y sobresalen; supuración crónica en algún punto de las encías; "fistula
dentalis"; mucosidad molesta, en las fauces y en el fondo del paladar;
expectoración mucosa desprendida por esgarrar o por tos seca; repugnancia
hacia los dulces; ganas de vomitar, con desfallecimiento; vómitos agrios,
acuosos; presión gástrica luego de comer pan; presión y retortijones en el
estómago; dolores calambroides en el estómago; puntadas en la boca del
estómago; presión en el epigastrio; presión abdominal generalizada, después
de comer; distensión del vientre en los niños; dilatación abdominal;
deposiciones duras y retención de flato; constipación crónica; deposiciones
compactas, con brillo, como engrasadas; deposiciones pálidas y hasta
blanquizcas; al defecar, dolor incisivo en el recto; sangre que acompaña a las
deposiciones; prurito de ano; protrusión de las várices del recto; fístula rectal
en las nalgas; micciones imperiosas acompañadas de sed; micciones
involuntarias, de día y de noche; salida involuntaria de orina al toser,
estornudar o caminar; poluciones frecuentes; erecciones insuficientes; en la
mujer, aversión al coito; menstruaciones demoradas; menstruaciones escasas;
ulceración entre los muslos y zonas genitales; descarga vaginal.

Taponamiento de ambas fosas nasales; coriza permanente con obstrucción


respiratoria; ronquera crónica; tos breve; imposibilidad de expulsar las
mucosidades desprendidas; aliento corto; puntadas en la región cardíaca;
rigidez dolorosa de la espalda, particularmente al levantarse del asiento;
rigidez en la nuca y en la región del sacro; tracción dolorosa y desgarrante en
la escápula; hinchazón de las glándulas cervicales, como por bocio; tirones en
los brazos; erupciones sobre los brazos; dolor penetrante por arriba del codo;
sensación de repleción en la mano, perceptible al cerrarla; dolor punzante y
breve en los dedos, extendiéndose hasta los codos; al caminar, dolor en la
planta y dedos de los pies, en tobillos y espalda; pies fríos; edema de pies;
dolor en venas distendidas y varicosas; andar vacilante en los niños y su
tendencia a caer; inquietud del cuerpo; palpitación; debilidad trémula; sueños
angustiosos; frialdad; sensitividad hacia el frío; transpiración por las noches.

Clematis erecta

(Glorieta de la virgen)

Esta planta perenne crece en setos vivos y en cercados sobre laderas


montañosas. Se la recoge poco antes del tiempo de su floración y por presión
se extrae de sus hojas el jugo acre. Luego de haber sido preparada según la
Homeopatía, se la emplea en dosis mínimas en los diversos grados de su
atenuación dinamizada, destinados a curar muchas dolencias provenientes de
la enfermedad mercurial complicada con psora. Por ello es que se la ha
encontrado útil en casos de erupciones severas sobre piel y cabeza, en ciertas
dolencias urinarias, en la constricción uretral y en ciertas variedades de
inflamación ocular severa. El Consejero médico Stapf ha encontrado que este
medicamento es útil en inflamaciones de los testículos y en sus tumefacciones
induradas, consecuencias de gonorrea mal tratada. A. von Stork* ensalzó sus
virtudes, las que puso a prueba hasta en úlceras cancerosas sobre labios y
pechos, en excrecencias esponjosas, en tofos, l en erupciones cutáneas
inveteradas, 2 en algunos casos particulares de cefaleas continuas y en otros
de melancolías.

* en "Libellus de Flammula Jovis", Viena, 1769; en alem n: Leipzig, 1778. *

1. "Tofo: concreción pequeña y dura que suele formarse en el lóbulo de la


oreja, en las articulaciones de las falanges, etc., y en la gota".(Ch-L). [N. del T.
al C.]1

2. "Clematis 'flammula': el nombre específico recuerda las propiedades


inflamatorias de este vegetal. Clematis Mauritania: es en extremo cáustica y
los indígenas de Madagascar la emplean por esto como sucedánea de las
cantáridas. Clematis 'vitalba', designada también con el nombre de 'hierba de
los pordioseros' a causa del frecuente uso que hacen de ella los mendigos,
poniéndose cataplasmas preparadas con esta planta para hacerse llagas,
excitar la conmiseración y sacar limosna. Las úlceras tienen la amplitud que se
las quiera dar, pero son poco profundas. La inflamación desaparece con una
hoja de acelga". (Extractado, DEHA, artículo: "Clemátide"). 2
La olfacción frecuente de alcanfor modera su acción excesiva y se ha afirmado
que el dolor dentario causado por ella encuentra su antídoto en Bryonia.

Colocynthis

(Pepino amargo)

Para preparar el medicamento a partir de esta coloquíntida, lo mejor es


escoger un grano del fruto seco de esta planta ("Cucumis colocynthis") 1
similar al pepino y triturarlo con azúcar de leche durante tres horas, en el
modo ya indicado al final de la segunda parte alcanzando así la potencia
millonésima; ésta será disuelta y llevada hasta la potencia decillonésima, de
modo que podamos usarla en los diversos grados de su dinamización de
acuerdo a la índole circunstancial de la enfermedad. Cuando se lo prepara
cabalmente exhibe virtud enorme aun en dosis mínimas.

1. "Cucumis: nombre científico del género cohombro, que incluye al pepino, al


melón y algunas variedades de calabaza". (LyB) y (W). [N. del T. al C.]1

Se emplean como antídotos del pepino amargo: el alcanfor, Causticum, café


crudo y Staphysagria.

Está comprobada su particular eficacia en los síntomas siguientes: Ansiedad;


ausencia de todo sentimiento religioso; pitiriasis en el rostro; dolores en los
dientes; dolores de estómago, también después de comer; cólicos violentos, en
particular luego de contrariedades; murmurios en el abdomen; hernia inguinal;
diarrea inveterada; dolor en la articulación esc pulohumeral, como
magulladura, luego de aflicciones; consecuencias perjudiciales y
perturbaciones provocadas por indignación, amargura o vej menes que hayan
herido profundamente, originados en algún tratamiento de que haya sido
víctima el mismo paciente o bien otras personas, en cuyo caso ha sido movido
a compasión, por ejemplo: calambres en las pantorrillas y en los intestinos,
cólicos espasmódicos, cólico biliar, fiebre biliar, insomnio, etc.; dolor en las
caderas, pareciendo como si su articulación estuviera fijada a la pelvis y región
sacra mediante grapas de hierro, con dolores periódicos taladrantes hacia
abajo, desde los músculos lumbares hasta los muslos.

La característica principal de Colocynthis es la excitación de dolores


calambroides en partes internas y externas; es decir, espasmos tónicos,
acompañados de dolores penetrantes, de estrujamiento y por ello Staphisagria
es antídoto. También antidotan esta acción desfavorable el alcanfor y beber
café.

Conium maculatum

(Cicuta)
(Se extrae, por presión, el jugo fresco de toda la planta en cuanto comienza a
florecer y se lo mezcla con igual cantidad de alcohol. Según es de práctica en
Homeopatía con todos los zumos vegetales a fin de preservarlos de toda
descomposición, dos gotas de esta mezcla se vierten en un frasco lleno hasta
sus dos terceras partes con 100 gotas de alcohol; se lo tapa bien y se lo sacude
mediante diez sacudiones del brazo. Una gota será diluída a continuación por
medio de otros veintinueve frascos (conteniendo cada uno 100 gotas de
alcohol) y cada atenuación será dinamizada de igual modo mediante diez
sucusiones hasta alcanzar la dinamización decillonésima. En vez de seguir tal
procedimiento, también podemos triturar con azúcar de leche dos granos de
las hojas frescas de esta planta hasta la atenuación en polvo millonésima, lo
que insumirá tres horas y luego, disolviendo esta preparación, proseguir con su
"potentización").

Puede advertirse el gran poder medicinal de esta planta leyendo cuanto se


publicó durante los años comprendidos entre 1700 y 1779 en los libros de
Stoerk y sus numerosos imitadores, quienes relataron los resultados notables
que obtuvieron empleando "Conium Maculatum". Pero tan frecuentemente
como se comprobó su ayuda prodigiosa al emplearla en las enfermedades más
horribles, su empleo en dosis excesivas, repetidas insistentemente, provocó
daños mayores, irreparables, extinguiendo numerosas vidas. 1

1. "La cicuta oficinal ("Conium maculatum") es muy venenosa y no es de


maravillar que los griegos preparasen brebajes ponzoñosos para los
condenados a muerte con esta planta, que hicieron célebre Sócrates y
Foción ... Todas las partes de la planta y ante todo los frutos... contienen
"conicina" ... "conidrina" y "conina" y los frutos además un aceite vol til muy
oloroso. La "conicina" del comercio contiene, a veces, "metilconicina", es muy
venenosa y se administra por miligramos y centigramos; la "conidrina" es
mucho menos activa". (Extractado, DEHA). [N. del T. al C]. 1

El enigma presentado por tantas experiencias desconcertantes, a veces felices


y otras tan lamentables, tratándose de experimentadores absolutamente
honestos que se contradecían tan irreductiblemente, sólo ahora ha podido ser
esclarecido por la Homeopatía. Pues la Homeopatía ha sido la primera en
demostrar que si se debe emplear benéficamente medicinas heroicas y, en
consecuencia, curar realmente, es preciso no agredir frontalmente la
enfermedad desconocida (como se ha procedido hasta hoy) mediante dosis
enormes de algún remedio violento, sino "luego de haber investigado y
probado las virtudes peculiares de determinado medicamento sobre individuos
sanos, se empleará el remedio tan sólo en aquellos estados mórbidos cuyos
síntomas tengan gran similitud con los que son propios del medicamento, el
que será dado en dosis mínimas de atenuación elevada y máxima, preparadas
mediante apropiada dinamización".
Esto choca evidentemente con las dosis de aquellos tiempos que fueron
incrementadas desmesuradamente, llegando hasta 140 granos de zumo
espesado (extracto) o a un vaso de mesa lleno de zumo fresco de cicuta y que
se llegó a dar, quizás, hasta seis veces en el día. Pero ahora ningún homeópata
verdadero puede errar en aplicarla correctamente, tampoco centenares de
pacientes serán torturados o eliminados con ella, como ocurrió en tiempos
pasados.

Ejemplos tan numerosos y terribles me impidieron, en principio, reconocer que


esta planta es uno de los medicamentos antipsóricos más importantes
solamente en los años últimos pude darme cuenta de ello.

Para que su acción sea benéfica será preciso, frecuentemente, que este
remedio haya sido precedido por otros medicamentos antipsóricos. Debe ser
dado en dosis mínimas.

Moderarán los efectos excesivos de esta droga olfaccionar espíritus atenuados


de nitro y, en algunos casos, también beber café.

Al tratar enfermedades respecto de las cuales esta medicina fué adecuada,


fueron atenuados o eliminados los síntomas que se citan a continuación, con
preferencia a otros, aun cuando la dolencia apareciere en paroxismos aislados;

Tristeza; hipocondría; ansiedad; mal humor y melancolía; depresión;


irritabilidad; timidez; propensión a la irascibilidad; ninguna disposición
favorable hacia el trabajo; desmemoria y debilidad intelectual; vértigo al mirar
en derredor, pareciendo que el paciente fuera a caer hacia uno de los lados; la
cabeza parece que pesara; accesos de cefalea desgarrante, que obligan a
acostarse; puntadas en la cúspide de la cabeza; cefalea lancinante inveterada;
caída del cabello; comezón debajo de los ojos y, al restregarlos, escozor, ardor;
sensación de frialdad en los ojos caminando al aire libre; orzuelos en el
párpado; miopía; hipermetropía; visión de puntos negros y rayas de colores;
permaneciendo en interiores la luz diurna deslumbra; puntadas en el oído al
caminar por exteriores; dolor desgarrante con puntadas dentro del oído y
alrededor de él; puntadas desgarrantes en el oído externo; glándula parótida
hinchada e indurada; acumulación de cera en los oídos; rugidos, zumbidos,
siseo, sonidos y retintín en los oídos; flujo nasal purulento; comezón en el
rostro; granitos en el rostro que pican; empeine facial; úlceras corrosivas en la
cara; acaloramiento del rostro; resecamiento y descamación de los labios; al
caminar, dolor de tracción en dientes sanos; dolores agudísimos en los dientes;
deglución involuntaria; raedura en la garganta; necesidad de esgarrar;
repleción que se siente en la base del cuello, acompañada de eructos
frustrados; frecuentes eructos vacíos durante todo el día; regueldos audibles
con sabor de lo ingerido; acedía que asciende hasta la garganta;hambre voraz;
el pan deglutido no desciende y, además, no se lo apetece; después de comer
ardor en las fauces; náuseas en mujeres embarazadas; acidez gástrica; presión
en el estómago, al comer; dolor contractivo de estómago; calambres en el
estómago; puntadas en el hipocondrio izquierdo; repleción abdominal, por las
mañanas luego de despertar; estrujamiento en el hipogastrio; contracción y
raedura en la región umbilical; sensación de ulceración abdominal cuando se
camina sobre pavimento; flato retenido; borborigmos y murmurios
abdominales; cólico y descarga de flato; constipación, con ineficaces deseos de
deponer; deposiciones duras día por medio; deposiciones recubiertas de
sangre; la micción se detiene repentinamente y sólo después de cierto
intervalo se reinicia; presión en la vejiga que parece necesidad imperiosa de
orinar; orina blanquizca, turbia, densa; durante la micción, dolor incisivo en la
uretra; impotencia y ausencia de erecciones; erecciones insuficientes y
efímeras; coito sin vigor; lasitud después del coito; calambres en el utero;
espasmos uterinos que comienzan arriba de los genitales, dilatan todo el
abdomen y alcanzan al pecho con puntadas en el costado izquierdo; opresión y
retortijón en el útero; presión hacia abajo y puntadas en la vagina; puntadas en
los labios vulvares; comezón en las zonas genitales, por fuera y por dentro;
menstruaciones, tirones hacia abajo y tracciones en los muslos; flujo vaginal;
leucorrea que escuece y corroe.

Estornudos en exceso; obstrucción de las fosas nasales, que dura años;


sensación molesta de aridez en la nariz; tos, en particular en pacientes
escrofulosos; falta de aliento al caminar; asma, temprano al despertar; asma
durante la mañana; puntadas en el esternón; tirones en el esternón; tirones en
el pecho; presión y estrujamiento simultáneos en las caderas; tensión en la
nuca; dolor como de ulceración en las vértebras cervicales inferiores; se siente
presionada y contusa la parte superior de los hombros; transpiración en la
palma de las manos; dolores desgarrantes en las caderas; cansancio en las
rodillas; calambres en las pantorrillas; frialdad de pies y manos; propensión de
los pies a enfriarse; comezón de la piel; zonas pruriginosas, con frecuencia
rojizas, por el cuerpo; zonas parduscas; urticaria provocada por ejercitación
corporal severa; empeine, erupción húmeda inveterada; inquietud,
especialmente en las extremidades inferiores; paroxismos hipocondríacos e
histéricos; hipocondría derivada de la continencia en hombres célibes; por
accesos, sensación de punzadas que penetran desde el estómago por las
costillas izquierdas y se extienden hasta la espalda; puntadas aquí y allá, por
todo el cuerpo; malestar y fatiga que aparecen luego de dar un paseo a pie;
lasitud repentina que sobreviene en tanto se camina; sensación de
magulladura en las extremidades; dolor de la piel de todo el cuerpo; lasitud de
todo el cuerpo, especialmente en las extremidades inferiores lasitud por la
mañana, permaneciendo en cama; malestar en las extremidades, como
provocado por fatiga excesiva; somnolencia durante el día; somnolencia al
anochecer, los párpados pugnan por cerrarse; insomnio hasta tarde, ya en el
lecho; dormición poblada de sueños; muchos sueños durante la noche; dormir
que no repara; dolores nocturnos.

Cuprum metallicum

(Cobre)

Un trozo de cobre metálico puro será restregado contra una piedra de amolar
de grano fino, en el interior de un bol de porcelana y bajo el nivel del agua
destilada que lo llene. El polvo fino que se precipite en el fondo se pondrá a
secar y luego, según se procede con otros metales reducidos a polvo, mediante
tres horas de trituración con azúcar de leche se lo llevará a la potencia
millonésima; por atenuaciones y dinamizaciones sucesivas de la solución de un
grano de ese polvo se alcanzará el desarrollo dinámico decillonésimo.
Humedeciendo uno o dos gr nulos diminutos con el fluído medicinal de alguno
de los grados de potencia, según circunstancias y características del enfermo,
ello constituirá una dosis.

A los médicos siempre les ha paralizado el temor ante el uso interno


terapéutico de este remedio, debido a los no pocos accidentes por
envenenamiento con este metal y sus soluciones y a las consecuencias,
temibles cuando no fatales, que surgen de su uso.

"F. G. Voigtel expone en su "Materia Medica" los siguientes efectos del cobre:
"Asco, náusea, ansiedad y vómitos, ya a los pocos minutos de ingerido; ardor
desagradable en la boca, arcadas infructuosas; al cabo de algunas horas
dolores violentos de estómago, obstaculización de la evacuación intestinal o
sino descargas violentísimas, también diarrea sanguinolenta, desasosiego
constante, insomnio, agotamiento, pulso débil y pequeño, sudor frío, palidez
del rostro, dolores generalizados o localizados, dolor en el cartílago tiroideo,
dolor en los hipocondrios, sensación de hormigueo en el vertex, palpitaciones
cardíacas, vértigo, constricción dolorosa del pecho, tos con imposibilidad casi
total de respirar, respiración notablemente apresurada, se escupe sangre, hipo,
inconciencia, ojos con mirada perdida -a veces también convulsiones- frenesí,
apoplejía, parálisis y muerte".

Debido a su método peculiar de preparar medicamentos y a la cantidad


reducidísima que contienen sus dosis sólo la Homeopatía ha podido emplear
terapéuticamente substancias naturales que exhiban nocividad tan irreductible
aún en cantidades pequeñas.

La mayoría de los síntomas violentos que presentan quienes se han


envenenado con cobre suelen aparecer por grupos, su duración es de media
hora a una hora y es probable que recurran de tiempo en tiempo en accesos
renovados que presentan composición casi idéntica de síntomas; por ejemplo:
palpitación, vértigo, tos, hemóptisis, dolorosa constricción tor cica respiración
trabajosa o sino; dolor opresivo en el pechó, agotamiento, mirada vacilante,
párpados cerrados, inconciencia, respiración rápida y quejumbrosa, agitación,
pies fríos, hipo, accesos de tos, bloqueo de la respiración, etc. En
consecuencia, Cuprum resulta ser de máxima homeopaticidad en esos casos
morbosos que presentan, como es el caso del cobre, acceso irregulares con
similar agrupación de síntomas.

El principal mbito de aplicación correcta del cobre parece referirse a las


múltiples variedades de espasmos clónicos generalizados o parciales, algunas
variedades del baile de San Vito (Niemann), epilepsia (Aretoeus, Duncan,
Koechlin), tos convulsa, erupciones cutáneas, úlceras inveteradas y también,
afecciones espasmódicas, en particular las acompañadas de sensitividad
excesiva, agudizada; también ha demostrado ser indispensable para prevenir
el cólera-morbo fatal o para curarlo cuando ya se ha desarrollado.

Cuando se ha ingerido cobre o sus derivados, los antídotos son soluciones de


(jabones pot sicos y) Hepar Sulphuris Calcareum, así como la clara del huevo,
muy recomendada por Orfila de acuerdo con su propia experiencia. Los
malestares dinámicos que resulten de los efectos excesivos del cobre como
medicina, podrán ser eliminados casi totalmente mediante olfacciones
repetidas de alcanfor disuelto en alcohol; son también sus antídotos: Bell., Chi.,
Cocc., Dulc., Hep. Sulph., Ip., Merc. y Nux Vomica.

La acción del cobre como medicamento parece extenderse sólo a pocos días.

En su condición de remedio antipsórico el cobre ha eliminado, entre otros


síntomas, a los que siguen:

Desánimo; cefalea subsiguiente a ataque epiléptico; dolores en la cabeza,


pareciendo que está hueca, dolor penetrante en los ojos; dolor lacerante que
se extiende desde el maxilar hasta las sienes; acedía después de beber leche;
micciones nocturnas; taponamiento de la nariz; algunos tipos de tos
convulsiva; ardor en la planta de los pies; transpiración de los pies; efectos de
la transpiración de pies suprimida; úlceras inveteradas; lasitud permanente;
desórdenes nerviosos acompañados de hipersensibilidad y agudización de los
sentidos; alguno tipos de epilepsia, sacudidas durante el sueño; escalofríos
subsiguientes a ataques epilépticos.

Digitalis purpurea

(Dedalera)

Esta planta que crece salvaje en abiertas planicies montañosas, es una de las
substancias medicinales más poderosas del reino vegetal; de su empleo han
abusado frecuentemente los médicos de la vieja escuela, buscando ganar el
prestigio que se derivaba de su violenta acción en el paciente, sin considerar
cuál podía ser la naturaleza de esta acción, puesto que no han alcanzado
suficiente conocimiento de este remedio como para aplicarlo en los varios
casos de enfermedades en los que resulta adecuado. Así fué que cometieron
incontables asesinatos hombres que no estaban versados en sus efectos puros.
En casos muy raros, cuando inadvertidamente emplearon la dedalera para
combatir síntomas patológicos muy similares a los que ella produce, obraron
maravillas de curación rápida. Un verdadero médico homeópata jamás la
empleará nocivamente y siempre en beneficio de sus pacientes; no la
considerará indicada en casos de pulso rápido, como es de rutina en la vieja
escuela, porque si en los primeros momentos lo retarda notablemente, en sus
efectos posteriores produce aceleración mayor, debido a la acción reactiva de
la fuerza vital.

El medicamento homeopático se prepara dinamizando una gota del zumo


fresco recién extraído de la planta, mezclado con noventa y nueve gotas de
alcohol y mediante diez enérgicas sucusiones, las que deberán ser repetidas en
cada uno de los veintinueve frascos restantes, según se ha explicado al final de
la segunda parte, en lo que se refiere al segundo método. En vez de proceder
así podemos triturar dos granos de hierba fresca con un centenar de granos de
azúcar de leche y continuar su desarrollo hasta la potencia trigésima de su
poder medicinal, según se procede con las substancias medicinales áridas.

Su uso homeopático sólo requiere administrarlo en la dosis mínima y si tal


dosis aún produjera efectos excesivamente violentos, la olfacción repetida de
una solución de alcanfor habrá de moderar su acción. Nux Vomica y Opium
también son útiles como antídotos. Sin embargo, el médico cuidadoso
difícilmente llegará a necesitar de antídotos. Los espíritus de nitro incrementan
notablemente la acción de Digitalis, la que tiene extenso período de acción.

Dulcamara

(Solanum dulcamara)

1. "Solanum Dulcamara: Solano dulce, Vid. de Judea, Morera trepadora, Viña


silvestre". (A.L. ). [N. del T. al C.]1

Este medicamento tiene acción prolongada; el alcanfor modera su acción


excesiva.

Se ha afirmado, hasta hoy, que es útil en las enfermedades que presentan los
malestares siguientes:

Dolor taladrante y ardoroso en la frente; sensación como si hubiera un


mamparo delante de la frente; inflamación ocular escrofulosa; amaurosis
incipiente; "crustalactea";2 tos con ronquera; catarro de vejiga con trastornos
urinarios; tos de tipo convulsivo posterior a enfriamiento; dolores lacerantes en
las extremidades después de tomar frío; herpe húmedo, supurante; erupción
herpética acompañada de tumefacciones glandulares, etc.

2. "Crusta lactea = costra láctea: usagre ". (S-S).

"Crusta lactea: 'porrigo larvalis' ". ( Dr. Samuel Lilienthal, 'Homeophatic


Therapeutics"). [N. del T. al C.]2

Se hallará su especificidad en algunas fiebres epidémicas y también en


enfermedades agudas provocadas por haber estado expuesto al frío.

Euphorbium officinarum

Planta perenne, de tallo robusto, que al hacérsele una incisión segrega zumo,
gomorresina que contiene dos quintos de resina genuina. Antes se obtenía tal
jugo de la "Euphorbia officinarum" que crece en las regiones más tórridas del
Africa, pero actualmente nos llega con más frecuencia de las Islas Canarias,
obtenido entonces de la "Euphorbia canariensis".

Si tal zumo es masticado, parece insípido al comienzo, pero luego provoca


ardor extremadamente cáustico que perdura y que sólo puede ser neutralizado
enjuagándose la boca con aceite. Las numerosas especies de "Euphorbium"
parecen tener similitud estrecha en cuanto concierne a sus virtudes
medicinales. 1

1. "Euforbia. 'Euphorbia resinifera': Existen varias especies de esta planta del


Africa, de las que se extrae un zumo muy acre, gomorresina, de acción
purgante drástica, que ha caído en desuso. El polvo de euforbio provoca
fuertes estornudos por ser sumamente irritante. Usos: tóxico poderoso. Se
emplea al exterior (jugo) para destruir verrugas". (A. L) [N. del T. al C.]1

De este jugo mucho han abusado los cirujanos de la antigüedad rociando con
él caries óseas y úlceras cutáneas inactivas y aún se lo usa en nuestros días,
en calidad de tormento humano, como ingrediente de vesicatorios de uso
continuo. No obstante, promete utilidad máxima aplicado por vía interna si se
lo prepara, como a las demás drogas, en el modo que es peculiar de la
Homeopatía. Empleado en potencias elevadas y en dosis mínimas será de
efectos notables como puede deducirse de los síntomas puros que ha
desarrollado en personas sanas. No obstante, serán imprescindibles
verificaciones adicionales de sus síntomas puros.

Su acción se prolonga por varias semanas y su antídoto es el alcanfor. Todavía


es incierto si el jugo de limón puede contrarrestar algunos de sus síntomas
molestos.

Graphites
(Plombagina)

Un grano de plombagina purísima, que puede obtenerse de un l piz de mina de


grafito de manufactura inglesa y de ]a mejor calidad, será reducido a polvo y
de conformidad con las indicaciones concernientes a la preparación de
medicinas antipsóricas que se dieron al finalizar la sección segunda, será
triturado llevándolo a la atenuación de un millonésimo, en polvo. Luego, y
siempre siguiendo tales indicaciones, la solución de un grano de esta
preparación en cincuenta gotas de agua y cincuenta gotas de alcohol,
habiendo sido sucusionada diez veces, será posteriormente diluída en alcohol
puro hasta el grado billonésimo (II), octillonésimo (VIII) y decillonésimo (X),
cada paso "potentizado" mediante diez sacudiones del brazo. De estas
diluciones y grados de potencia se escogerá y se aplicará este medicamento a
su destino antipsórico homeopático dando, como dosis, uno o dos glóbulos
diminutos humedecidos con el medicamento.

La plombagina purísima es una suerte de carbón mineral 1 y sus reducidísimos


contenidos de hierro probablemente no han de ser más que alguna mixtura no
esencial a la naturaleza de la plombagina, lo que por otra parte ha sido
confirmado al demostrar Davy 2 en los hechos, concluyentemente, la transición
del diamante en plombagina tratándolo con potasio metálico.

1. "Plombagina: plomo negro, grafito. Forma alotrópica natural del carbón", (P-
Sc). [N. del T. al C.]1

2. Sir Humphry Davy. Químico inglés ( 1778-1829) . Descubrió la sílice en el


tallo de los vegetales, los efectos tóxicos del óxido nitroso en la respiración, el
sodio, el potasio, el magnesio y el estroncio y finalmente inventó la
denominada "l mpara de seguridad" para los mineros, con lo que salvó muchas
vidas evitando las frecuentes explosiones de gases, principalmente de metano
(grisú). Presidió la Real Sociedad de Londres. (Resumido, S-S). [N. del T. al C.]2

La primera noticia sobre las propiedades terapéuticas de la plombagina fué


suministrada por el Dr. Weinhold luego de observar, durante un viaje que hizo
por Italia, que los obreros de cierta f brica de espejos de Venecia lo empleaban
externamente para eliminar sus herpes; él los imitó y describió los resultados
en un pequeño trabajo: "Der Graphit als Heilmittel gegen Flechten" ("El grafito
como remedio para el herpe" 2ª edición, Meissen, 1812). Aconsejó su
aplicación externa untándolo con saliva o con alguna grasa, o bien frotándolo,
o bien aplicando un emplasto de grafito. En algunos casos también llegó a
administrarlo por vía interna, como preparado farmacéutico o como píldoras,
no sin éxito.

Nosotros avanzamos algo más y administramos grafito en calidad de remedio


antipsórico eficacísimo, ya sea que el herpe esté presente o no durante la
enfermedad crónica (no venérea) y siempre que los síntomas del paciente sean
de máxima similitud homeopática posible con los síntomas puros, los
peculiares de Graphites, los que él ha provocado en el organismo sano.
Graphites tiene extenso período de acción.

Graphites ha demostrado ser particularmente útil en la curación de los


síntomas siguientes, siempre que correspondan a enfermedades crónicas para
las que es apropiado.

Sentimiento de infelicidad; temor por la mañana ansiedad; ansiedad durante


la ejecución de trabajos sedentarios; irascibilidad; desagrado por el trabajo;
sensación de intoxicación al dejar el lecho; tremenda confusión mental;
cansancio provocado por tareas científicas; zurrido que se siente en la cabeza;
cefalea lacerante en un lado de la cabeza, en los dientes y en las glándulas del
cuello; caída del cabello, aun a los costados; picazón en la cabeza; cabeza
tiñosa; transpiración de la cabeza estando al aire libre; dolor punzante en los
párpados, como producido por un grano de arena; presión dolorosa, aguda y
breve, en los ojos, con lagrimeo; pus seco en párpados y pestañas; al
inclinarse, todo se torna obscuro; al leer parece que las letras huyen en tropel;
destellos ante la visión; la luz diurna hiere a los ojos; aridez en el interior de la
oreja; olor ofensivo del oído; pórrigo detrás de la oreja; del oído fluye pus;
dureza de oído; ronroneo y retintines en el oído; zumbidos, siseo, murmurios
atronadores en los oídos; hedor que proviene de la nariz; costras secas en la
nariz; nariz hinchada; aflujos de calor al rostro, fugaces; parálisis facial
semilateral; granitos húmedos, eruptivos; en el rostro, caída del vello de la
barba; comisuras de labios ulceradas; úlceras en la cara interior de los labios;
dolor dentario nocturno; dolor de dientes, agudo y breve, subsiguiente a beber
algo frío; inflamación de las encías; boca reseca por la mañana; mucosidades
que requieren ser esgarradas; sensitividad de la garganta en la zona laríngea;
dolor de garganta, invariable al deglutir; dolor de garganta por las noches,
como si un tapón estuviera encajado o como si lo ingerido ocupara el esófago;
protuberancias dolorosas en la mandíbula inferior; repugnancia por todo
alimento cocinado; hambre voraz; eructos; náuseas por la mañana; náusea
después de cada comida; debilidad de estómago; opresión en el estómago; por
las noches estrujamiento del estómago y roedura en el pecho, pesadez en el
abdomen; dureza en el hipogastrio, lombriz solitaria; dolor en la ingle;
dilatación abdominal dilatación después de haber comido; acumulación de
flato; retención de flato; expulsión de mucho flato; constipación crónica con
estreñimiento y dureza de la región hepática; deposiciones insuficientes;
deposiciones demasiado blandas, inveteradamente; descarga de mucus
proveniente del recto; várices dolorosas en el ano; dolor como de excoriación
de las várices del ano después de una deposición; fisura entre várices del ano,
que duele y arde; várices voluminosas; micciones por la noche; deseo sexual
amortiguado; deseo sexual fuera de control; ausencia de erecciones por las
mañanas; emisión de semen casi involuntaria, sin erección; escasa sensación
voluptuosa durante el coito; excoriación en la zona genital, entre los muslos;
menstruaciones demoradas; retardo en las menstruaciones acompañado de
cólicos severos; menstruaciones notablemente escasas y pálidas; dolores
durante las menstruaciones; calambres en el abdomen durante las
menstruaciones; con la menstruación, dolores en el pecho; durante la
menstruación, debilidad; leucorrea, como agua; leucorrea profusa, antes y
después de la menstruación.

Obstrucción nasal; sequedad molesta de la nariz; mucosidad que fluye de la


nariz; coriza al menor enfriamiento; la voz pierde claridad en cuanto se eleva
su tono; sensación de raedura en la garganta; tos; tos por las noches; asma;
opresión al pecho; espasmo al pecho; dolor en la región del sacro, como de
magulladura o fractura; dolores contractivos de espalda; dolor en la nuca;
calambre en la mano; callosidades córneas en las palmas; dedos nudosos,
artríticos; excoriación permanente entre los dedos; dolor como de distensión
en la articulación del pulgar; agitación de las extremidades inferiores; torpor en
los muslos; herpe en la corva de la rodilla; dolor agudo en el talón al andar;
frialdad de los pies por la noche, ya en cama; ardor de los pies; edema de pies;
piel córnea en los dedos de los pies; ampollas corrosivas en los dedos de los
pies; supuración por los dedos del pie; uñas de los dedos de los pies gruesas y
deformes; calambres en muchos puntos, por ejemplo: nalgas, pantorrillas, etc.;
tirones en las extremidades; tendencia a los esguinces; adormecimiento de la
sensibilidad del pecho, de los brazos, de las piernas; propensión a contraer
resfríos; ausencia crónica de transpiración corporal; sudor al menor ejercicio;
piel escoriada en el cuerpo de los niños; la piel no sana normalmente y está
propensa a ulcerarse; herpe; insomnio; al dormirse, tirantez en el pecho que
sofoca; dormitar liviano durante la noche; despertar sobresaltado; dolores
nocturnos, que se sienten aun durmiendo; sueños colmados de excitación;
sopor y adormecimiento por la mañana; sueños ansiosos, terroríficos; ansiedad
por las noches, que obliga a dejar el lecho; transpiración nocturna. Cuando la
constipación crónica y las menstruaciones, al demorarse por varios días,
ocasionan trastornos, Graphites suele ser indispensable. No siempre es
conveniente repetirlo, aun habiendo intercalado otros remedios. Arsenicum X
parece que lo antídota, en particular respecto de la aflicción desesperada que
Graphites ocasiona. Una sola dosis diminuta de Nux Vomica antídota varios
síntomas molestos provocados por Graphites.

Guajacum officinale

(Guayaco)

1. "La especie principal, tipo del género, es el "Guajacum officinale",


representada por un árbol magnífico, llamado también "guayacán", "palo
santo", que adquiere a veces la altura de 18 a 20 metros por un di metro de 1
metro a 2 ... Tiene la corteza de color blanco verdoso ... La madera es amarilla,
con el duramen de color verde obscuro, toda de igual contextura y
resistencia ... Es difícil de labrar por su dureza, tanto que en vez de virutas
saca el cepillo aserrín, sucediendo con frecuencia que rechaza los clavos ... Por
su dureza se emplea en dientes de ruedas, ejes, tornillos, poleas, morteros,
etc.

Destila el árbol y se saca de él por incisión, una resina verdosa de agradable


olor que en píldoras de una a dos dracmas se toma para curar varias
enfermedades. Lo propio sucede con el aserrín después de disueltas dos onzas
en dos libras de agua y puestas a hervir hasta que se reduzcan a un tercio.
Esta tisana endulzada, se puede tomar de hora en hora siendo excelente como
sudorífico y buen remedio para la sífilis, la gota, reuma crónico y enfermedades
del cutis ... El nombre de "palosanto" se lo dieron los primeros españoles que lo
conocieron en el Nuevo Mundo, por la creencia que tenían de que su madera y
sus hojas curaban multitud de enfermedades...". (Extractado, DEHA). [N. del T.
al C.]1

La savia que fluye del árbol "Guajacum officinale", originario de las Indias
Occidentales, una vez solidificada, es denominada "Gummi Guajaci" y consiste
principalmente de resina de tipo peculiar. A fin de emplear homeopáticamente
esta resina, una vez seca se la deberá triturar durante tres horas con azúcar de
leche a fin de alcanzar la atenuación millonésima; en tal grado se la disuelve y
se la eleva hasta la potencia trigésima. El médico homeópata no permitirá que
le descaminen las recomendaciones imprecisas y engañosas de la Materia
Medica tradicional, que recomienda emplear el guayaco en casos de gota y de
reumatismo. No hará caso de los nombres ficticios que se asignan a las
enfermedades y sólo deberá tener en consideración la similitud entre los
síntomas de la enfermedad y los que el remedio excita.

En las enfermedades para las que Guajacum es apropiado, ha demostrado su


utilidad cuando estaban presentes algunos de los síntomas siguientes: accesos
de cefalea debida a gota; abotagamiento de los ojos; tensión dolorosa en los
oídos; sensación de mucosidad en la garganta, que provoca náusea;
repugnancia por la leche; estreñimiento; dolores agudos en el pecho; dolores
artríticos lancinantes en los miembros; en particular, contracciones
consecuencia de dolores lancinantes en las extremidades, producidos por
algún ligero movimiento y acompañadas de calor en las zonas adoloridas,
frecuentes después de abusar del mercurio; consunción pulmonar con pus
fétido; etcétera.

Hepar sulphur

1. "Hepar-sulphuris (del latín: 'hepar' a su vez del Griego: 'hepar' = el hígado):


sulfuro obtenido por la fusión conjunta de azufre y carbonato de potasio; tiene
color castaño similar al del hígado, de ello su nombre". (W) [N. del T. al C.]1
La mezcla por partes iguales de valvas de ostra, bien limpias, y de azufre
sublimado absolutamente puro, ambos en polvo molido finamente, será
mantenida durante diez minutos a calor equivalente al rojo blanco de
incandescencia dentro de un crisol herméticamente cerrado y posteriormente
será guardada en frasco de buen cierre. A fin de desarrollar sus poderes se la
tratará como a las demás drogas áridas, dinamizándola hasta el grado más
elevado, de conformidad con las instrucciones dadas al final de la segunda
parte.

Hepar Sulphuris ha demostrado ser muy útil cuando, habiendo sido


seleccionado según similitud de síntomas, estaban presentes además uno o
varios de los síntomas que se mencionan a continuación:

Cefaleas taladrantes en la raíz de la nariz, todas las mañanas entre las siete y
las diez; dolor ulcerativo justo arriba del ojo, al anochecer; dolor agudo y breve
en los ojos; fotofobia; pus fétido que fluye del oído; erisipela facial con turgidez
punzante; sequedad de la garganta; garganta con dolor de raedura, lo que
impide hablar, pero no tragar; sensación de tapón en la garganta; hambre
voraz, eructos; acceso de náusea acompañados de frialdad y palidez; dilatación
y presión en la región gástrica; malestares de estómago que sobrevienen con
demasiada facilidad y frecuencia; dolor contractivo en el abdomen; retención
de flato, dificultad en descargar el flato por las mañanas; micción involuntaria
durante el sueño nocturno; flujo uretral de mucus; ausencia de deseo sexual;
ausencia de erecciones; erección feble durante el coito; emisión de licor
prostático después de la micción, cuando las deposiciones han sido duras y a
veces espontáneamente; retardo en las menstruaciones; leucorrea con
excoriación del área genital.

Tos; tos severa por la noche estando en el lecho; contracción espasmódica del
tórax después de hablar; úlceras cancerosas sobre el pecho, con dolores
agudos y ardorosos en sus bordes y hedor como de queso viejo; dolor
desgarrante en el brazo orientado hacia la úlcera en el pecho; tirones en la
espalda, entre las escápulas; transpiración fétida de axilas; tumor justo en el
codo, enquistado; los dedos se duermen; dolores de tracción en las
extremidades, principalmente por las mañanas, al despertar; agotamiento
tembloroso después de fumar; bostezos, propensión a transpirar durante el día;
calor fugaz, con transpiración.

Iodium

(Yodo)

Se extrae el yodo de varias especies de algas marinas (fucos, sargazos)1


lavando sus cenizas y cristalizando luego, cuanto sea posible, las sales
contenidas; las aguas madres residuales no cristalizables, compuestas de
yoduro de sodio, son evaporadas y se las deja reposar en ambiente cálido
mezclándolas con ácido sulfúrico fuerte a fin de eliminar de ellas todo el ácido
muriática contenido; entonces se agrega manganeso y en una retorta la masa
será calentada intensamente, lo que provocará la separación del yodo
desprendiéndose sus vapores violados que se condensarán en la parte superior
de la retorta como escamas u hojuelas de coloración castañoazulada. Se toma
un grano de ellas a fin de dinamizarlo homeopáticamente y se lo lleva hasta la
potencia trigésima según se ha indicado, para procesar drogas áridas, al
finalizar la segunda parte de esta obra.

1. "Sargazos: Alga grande de la familia de las fuc ceas, que crece en los mares
tropicales, cubriendo superficies enormes". (Dicc. Axón de Zoología y Botánica,
Edit. Albo, Bs. As.). [N. del T. al C.]1

Aun en las dinamizaciones superiores y en la máxima, el yodo es


medicamento heroico y requiere máxima precaución de parte del médico
homeópata; cuando manos alópatas lo emplearon sin sensatez fué frecuente
ver al yodo ocasionar terrible destrucción en el organismo de los pacientes,
llegando a extinguir sus vidas.

El yodo ha demostrado su utilidad en casos en que estaban presentantes los


síntomas siguientes:

Vahidos por la mañana; palpitaciones en la cabeza;excoriación de los


párpados; zumbidos en los oídos; dureza de oído; lengua recubierta; salivación
mercurial; sabor desagradable, sapon ceo; regueldos agrios, ardorosos; pirosis
luego de comidas suculentas; hambre voraz; náusea; retención de flato;
dilatación abdominal; constipación; micciones por las noches; menstruaciones
retardadas; tos inveterada; tos por las mañanas; respiración dificultosa;
turgencia externa del cuello; agotamiento de los brazos por la mañana, antes
de abandonar el lecho; los dedos se duermen; curvatura de huesos;
resecamiento de la piel; transpiración nocturna.

Kalium carbonicum

(Sal de tártaro)

(Media onza de tartaro 1 purificado, humedecido con unas pocas gotas de


agua, será compactado dándole forma de bala arrollado y envuelto en papel,
hasta que se haya secado, luego se lo calentará al rojo vivo entre carbones
ardientes de brasero o en horno soplado). Se lo retirará y depositará sobre un
plato de porcelana, cubriéndolo con un lienzo, se permitirá que adquiera
humedad de la atmósfera manteniéndolo en un sótano, lo que provocará la
licuefacción parcial de la sal alcalina y si se lo deja varias semanas depositara
hasta el último vestigio de cal. Se triturará luego una gota* transparente de
esta preparación por tres veces con 100 granos de azúcar de leche cada vez,
operación que insumirá tres horas, hasta alcanzar la atenuación millonésima
(Kali I) en polvo, un grano de la tercera trituración será elevado hasta la
dinamización decillonésima (Kali X) por medio de veintisiete frascos de
dilución.

* Esta sal de tártaro será suficientemente pura para nuestros propósitos.


Estimo necesario repetir, una vez más, que trato de asegurar la obtención del
material medicamentoso para uso homeopático en el modo más simple y más
natural dando las instrucciones imprescindibles para que todo médico, sin que
importe donde esté ejerciendo, pueda lograr la misma substancia. Este
propósito es importantísimo a juicio mío (y en nada obedece a alguna
pretensión de ostentación ni a pedantería purista, las que estarían totalmente
fuera de lugar) y por ello debo evitar, en la medida de lo posible, todas las
instrucciones que impliquen operaciones químicas complicadas, que puedan
requerir instrumental costoso, a fin de garantizar pureza absoluta de las
substancias medicinales que se usen.*

1. "Tártaro (del Latín 'tartarum' y éste del persa 'dord' = heces): Tartrato
ácido de potasio impuro que se deposita en el fondo y en las paredes de la
vasija donde se produce la fermentación del mosto, en forma de costra
cristalina". (S-S). [N. del T. al C.]1

El carbonato de potasa obtenido por este procedimiento ha demostrado


máxima utilidad cuando predominaban, o a lo menos estaban presentes, los
síntomas mórbidos que siguen:

Irascibilidad; timidez; falta de memoria; vahidos; sensación de embotamiento


mental; vértigo, que parece originarse en el estómago; cefalalgia conduciendo
vehículos; dolor de cabeza al estornudar o toser; cefalalgia por las mañanas,
cefalea con náusea; dolor penetrante en el occipucio; aflujo de sangre a la
cabeza; siseo en la cabeza; tendencia marcada del cuero cabelludo a enfriarse;
erupción costrosa de la cabeza; cabellera reseca; caída del cabello;
transpiración de la frente por las mañanas; abotagamiento de ojos; por las
mañanas, aglutinación lacrimal; lagrimeo; manchas flotante en la visión; la luz
deslumbra; puntadas en el oído; dolores traspasantes en el oído externo;
audición insuficiente, opaca; ulceración de la mucosa nasal; olfato torpe; calor
en el rostro; calor fugaz del rostro; amarillez facial; abotagamiento del rostro;
dolores desgarrantes en la cara que sólo se presentan al masticar; dolor de
dientes, agudo y breve; paladar recubierto de mucus; necesidad de esgarrar
mucosidades; sabor agrio en la boca; sabor viciado; sabor amargo en la boca;
hambre canina; apetencia por azúcar, eructos frecuentes; eructos agrios;
náusea; ansiedad, con predisposición al vómito; náusea en tanto se está
comiendo repleción estomacal después de haber comido; tensión que atraviesa
transversalmente el estómago; retortijón en el estómago; presión en el hígado;
dolor de distensión en el hígado al inclinarse; presión en el hipogastrio al
inclinarse; pesadez y malestar en el abdomen; inactividad y frialdad en el
abdomen; cólicos como de parto, flatulencia excesiva; retención de flato;
imposibilidad de emitir flato; emisión continua de flato; inactividad rectal; difícil
evacuación de las heces debido a su tamaño excesivo, constipación;
constipación día por medio; estreñimiento, deposiciones dificultosas;
mucosidades en las heces; ansiedad antes de defecar; várices anales; prurito
anal; dolor penetrante en el recto previo a la descarga de flato; tenesmo de
vejiga; micciones frecuentes, de día y de noche; impulso sexual decaído;
impulso sexual ausente; (sobreexcitación del instinto sexual); erecciones
faltantes (poluciones en exceso); tumefacción del testículo; debilidad corporal
después del coito, notable en los ojos; (supresión de las menstruaciones
acompañada de anasarca y ascitis); menstruos escasos; menstruaciones
anticipadas; durante la menstruación, erupción pruriginosa y excoriación entre
los muslos; acritud, picazón y erosión por fuera de tos genitales y por dentro;
flujo vaginal.

Resecamiento en la nariz; fosas nasales obstruídas; coriza con dificultad


respiratoria; ronquera; tos; tos por las noches; expectoración de pus;
expectoración purulenta al toser; espasmos al pecho, al toser; respiración
dificultosa; jadeo; asma por las mañanas; asma al apresurar un poco el paso;
asma espasmódica; espasmos al pecho; palpitaciones; palpitación y repleción
sanguínea, al despertar por las mañanas; dolor en el sacro; dolor en el sacro,
consecuencia de alguna caída; dolor desgarrante desde la región del sacro
hasta el medio de la espalda; dolor desgarrante en la espalda; rigidez entre las
escápulas; rigidez en la nuca; debilidad en los músculos cervicales; bocio;
presión sobre los hombros; se duerme todo el brazo o sólo la parte superior;
debilidad en los brazos; lasitud de los brazos por la mañana, estando aún en
cama; rigidez de la articulación del codo; temblor de las manos al escribir;
dolor paralítico en la muñeca; crispatura convulsiva de los dedos al coser;
tensión desgarrante en el muslo y en la pierna; dolor de desgarramiento en las
piernas, durante la noche; hormigueo y estremecimiento en la tibia; frialdad de
los pies por la noche, estando en cama; rigidez de la articulación del tobillo;
edema en las piernas; dolor ardoroso en las piernas y en los pies; pies fríos;
sudor maloliente de pies; dolor punzante y breve y ardor en la parte inferior del
dedo pulgar 2 del pie; callosidades que duelen al ser palpadas; los dedos de
manos y pies se encorvan; las piernas se duermen; predisposición a los
esguinces; lasitud trémula; debilidad después del parto; predisposición a los
resfríos; transpiración insuficiente e imposibilidad de sudar; anasarca y ascitis;
zonas del cuerpo enrojecidas, pruriginosas, ardorosas: herpe; viejas verrugas
sobre el rostro; somnolencia durante el día; somnolencia apenas anochece;
sueños plenos de fantasías; dormición ansiosa, con profusión de sueños;
sueños terroríficos; crispaturas durante el sueño; tendencia a los
estremecimientos durante el día, acaloramiento en la cama por las mañanas;
propensión a sudar con sólo caminar; transpiración por las noches.
2. "Dedo gordo = 'Hallus (Digitus I)' ". ("Terminología Anatómica", de Ives
Chatain). [N. del T. al C.]2

Lycopodium clavatum

(Espórulos del musgo con tallo)

(Este polvo amarillento, suave al tacto y que se asemeja al polvo que forman
las partículas de tierra seca, es obtenido de las espigas del musgo con tallo
("Lycopodium clavatum") 1 a las que se debe dejar secar y trillar a
continuación. La recolección se efectúa en los bosques de Rusia y de Finlandia
hacia fines del verano).

1. "Lycopodium (del Griego 'lycos' = lobo + 'pod' = pie). (F y W). "Clavatum"


(del Latin 'clava' = garrote, cachiporra, clava). Biol.: Denota que un órgano o
parte de él tiene un extremo más grueso que el otro". (F y W). Sinonimia:
"Azufre vegetal, pie de lobo". (A. L). [N. del T. al C.]1

Se lo ha usado hasta ahora para producir fuegos artificiales, soplándolo sobre


la llama de una candela y también para espolvorear con él glóbulos que de otro
modo se adherirían entre sí y también para espolvorear pliegues excoriados del
cuerpo humano a fin de prevenir toda fricción dolorosa. Flota sobre los líquidos
sin disolverse, no tiene sabor ni olor y en su estado originario, como materia
prima, carece de todo efecto medicinal sobre el cuerpo humano. Las
referencias que sobre sus efectos nos han llegado de la antigüedad no han
podido ser confirmadas por los investigadores modernos, por lo que
corresponde dudar de su exactitud.

Pero cuando el polen de este musgo con tallo ha sido procesado en el modo
por medio del cual el arte homeopático libera los poderes de la naturaleza
contenidos en las materias primas, conforme a las instrucciones ya dadas para
preparar medicinas antipsóricas, surge un medicamento de maravillosa
efectividad en sus treinta diferentes grados de dinamización.

Preparado de este modo Lycopodium se convierte en uno de los remedios


antipsóricos más necesarios, en particular en aquellos casos de enfermedad
crónica en los que también sean causa de perturbación los síntomas que
siguen:

Melancolía; pesadumbre; ansiedad, con tristeza y propensión al llanto; temor


de estar solo; fatiga; irritabilidad; obstinación; sensitividad; irascibilidad, con
pensamientos desagradables y malhumorados; actividad mental entorpecida;
malestares ocasionados por tareas intelectuales; vértigo, especialmente al
inclinarse; dolores de cabeza producidos por contrariedades; cefalea aguda,
penetrante; accesos de dolor desgarrante en la cúspide de la cabeza, en la
frente, las sienes, los ojos y la nariz que se proyectan hasta los dientes,
generalmente acompañados de postración; dolor desgarrante en cualquier
punto de la frente, por las tardes; cefalalgia superficial por las noches; dolores
desgarrantes, taladrantes y como de raedura; sensación de pesadez de la
cabeza; aflujos de sangre a la cabeza; por la mañana, al dejar el lecho, aflujos
de sangre a la cabeza seguidos de cefalalgia; calvicie; presión en los ojos;
irritación de los ojos; escozor, dolor ardoroso en los ojos, al anochecer; ardor
pruriginoso en el párpado superior; encandilamiento por luz artificial al
anochecer, que ocasiona dolor agudo y breve; infamación de los ojos, con
lagrimeo durante el día y cierre de los párpados por supuración durante la
noche; lagrimeo al aire libre; humedad pegajosa sobre el globo ocular, que
obstaculiza la visión; párpados cerrados por supuración; miopía; presbiopía;
visión borrosa, como si hubiera plumas ante los ojos; destellos y puntos negros
ante los ojos; centelleo intenso ante los ojos; irritación de los ojos provocada
por luz artificial; sensitividad auditiva excesiva; la música y el sonido del
órgano perturban la mente; dureza de oído; tañidos o rugidos en los oídos;
costras en la nariz; obstrucción de las fosas nasales por supuración, durante la
noche; fosas nasales ulceradas; epistaxis; abotagamiento del rostro
acompañado de tensión; arrebatos frecuentes de calor al rostro; erupción
pruriginosa en la cara; pecas en la cara; dolor dentario con hinchazón de las
encías; dolor sordo de dientes después de haber comido; sequedad
generalizada de la boca, de modo que toda la cavidad está tensa, la lengua se
mueve con dificultad, el habla es confusa y, sin embargo, no hay sed; lengua
recubierta de saburra; dolor de garganta crónico; úlceras en la garganta
provocadas por el abuso de mercurio; resecamiento de las fauces; ardor en las
fauces, acompañado de sed por las noches; necesidad de esgarrar
mucosidades; paladar viscoso por las mañanas; sensación de olor pútrido
proveniente de la boca; pérdida del sentido del gusto; amargor en la boca,
acompañado de náusea, por las mañanas; hambre excesiva; hambre
devoradora; falta de apetito; el apetito cesa con el primer bocado; desagrado
por la comida cocinada y caliente; el pan de centeno y la carne desagradan;
avidez por los dulces; la leche provoca diarrea; la comida substanciosa resulta
indigesta; palpitaciones durante la digestión; muchos regueldos por la tarde;
eructos agrios; eructos grasos; acedía; náusea conduciendo un vehículo;
náusea frecuente, constante; sensación como de bola compacta que
ascendiera desde la boca del estómago hasta las fauces ("globulus
hystericus"); malestar gástrico por la mañana; pirosis, opresión en el
estómago, también después de las comidas; dilatación del hueco epigástrico,
que está sensible a la palpitación; repleción del estómago y del abdomen;
tensión en los hipocondrios como provocada por un aro; dolor hepático luego
de haber comido hasta la saciedad; dolor a la palpación por sobre el ombligo;
dilatación molesta del abdomen; induración en el abdomen; retortijón,
estrujamiento, desgarro como producido por tenazas, en el abdomen, que
corta la respiración; dolor punzante y breve con sensación de estrujamiento en
el hipogastrio, que desde la vejiga se extiende por la uretra, durante la noche y
estando en cama; estrujamiento en el abdomen; retortijón en el lado derecho
del abdomen; cólicos; cólico en el epigastrio; dolor desgarrante en el
hipogastrio, que se proyecta a la ingle y muslos; ardor en el abdomen;
retención de flato; imposibilidad de expeler el flato; murmurios en el lado
izquierdo del abdomen; borborigmos abdominales; deseo infructuoso de
evacuar y deposiciones muy duras; deposiciones dificultosas, evacuadas
penosamente; constipación de varios días; estreñimiento; asc rides; dolor en el
ano después de comer y de deponer; prurito de ano; tensión en el ano; dolores
incisivos en el recto y en la vejiga; necesidad imperiosa de orinar; micciones
muy frecuentes y urgentes; arenilla renal; hemorragia uretral; escozor en la
uretra durante y después de la micción; erecciones insuficientes; ausencia de
erecciones; ausencia de poluciones; inveterada turgencia de los testículos;
poluciones excesivas; ausencia del impulso sexual; impotencia que perdura
desde hace años; aversión al coito; precipitada excitación al coito, bastando
para ello con sólo pensar; diariamente impulso al coito; eyaculación anticipada;
menstruaciones prolongadas y profusas; varios períodos menstruales
suprimidos a consecuencia de algún susto; tristeza y melancolía antes de la
menstruación; comezón, ardor e irritación en el área de los genitales; al
inclinarse, presión hacia afuera por arriba de los genitales, que se percibe aun
dentro de la vagina; dolor agudo y breve en los labios vaginales, al reposar;
emisión de flato vaginal; leucorrea; la descarga de leucorrea es precedida de
dolor incisivo en el hipogastrio;

Corizas de todo tipo; coriza fluente; coriza y tos; coriza con congestión;
obstrucción de ambas fosas nasales; tos después de beber; tos seca, de día y
de noche; tos seca por las mañanas, que dura años; tos con dificultad para
esgarrar; tos con sacudimiento del pecho; tos con expectoración purulenta;
tisis ulcerativa; respiración corta en los niños; opresión constante del pecho
con cortedad del aliento al realizar cualquier tarea; presión constante en las
costillas inferiores izquierdas; puntadas en el costado izquierdo del tórax; dolor
pectoral como de magulladura; ardor, como pirosis, que asciende por el pecho;
palpitación ansiosa; dolor punzante y breve en la región del sacro al erguirse
luego de permanecer inclinado; por las noches dolor en la espalda; dolor
desgarrante en los hombros; tirones que convergen en la nuca y ascienden por
el occipucio, durante el día y la noche; rigidez de la nuca; rigidez de un lado del
cuello; turgencia indurada en uno de los lados del cuello; tumefacción de las
glándulas bajo el maxilar; dolor como de tracción en los brazos; crispaturas en
los brazos durante la siesta; durante la noche dolores óseos en los brazos; los
brazos se duermen, bastando para ello levantarlos; adormecimiento
espasmódico de los brazos durante la noche; falta de fuerza en los brazos;
dolores óseos nocturnos en el codo; rigidez de la muñeca debida a gota;
entumecimiento de las manos; resecamiento de la piel de las manos; dolores
desgarrantes en las articulaciones de los dedos; rojez, hinchazón y dolores de
gota en las articulaciones de los dedos; rigidez de los dedos que sobreviene
mientras se está trabajando; adormecimiento del dedo meñique; por la noche
dolor de desgarramiento en las extremidades inferiores; dolor lacerante en la
rodilla, dolor lacerante en la corva de la rodilla, al anochecer; dolor lacerante
en la rodilla que se extiende por la tibia hasta el dorso del pie; rigidez de la
rodilla; hinchazón de la rodilla; ardores en las piernas; ardor, escozor o picazón
en la corva; dolor contractivo en las pantorrillas, al caminar; úlceras
inveteradas sobre las piernas que, por la noche, pican, arden y duelen
intensamente; edema de tobillo; pies fríos; calambres en los pies; pies fríos y
sudorosos; abundante sudor de pies, hinchazón de la planta de los pies; dolor
en la planta de los pies, al caminar; al caminar flaquean los dedos de los pies;
calambres en los dedos de los pies; callosidades; callos que duelen;
resecamiento de la piel; la piel se cuartea en cualquier punto y queda
agrietada; comezón frecuente, en cuanto se entra en calor; comezón por la
noche, antes de acostarse; erupción dolorosa sobre el cuello y el tórax; picazón
e irritación en brazos y piernas; furúnculos; calambres en los dedos de las
manos y en las pantorrillas; contracción espasmódica en los dedos de manos y
pies; dolores desgarrantes en brazos y piernas; dolores lacerantes en las
rodillas, los pies y los dedos de las manos; dolores en los huesos provocados
por el abuso de mercurio; tracciones dolorosas en las extremidades; agitación
de pies, por la noche; adormecimiento de las extremidades: brazos, manos y
piernas, tanto de día como de noche; insensibilidad de brazos y pies; várices;
venas distendidas en la mujer embarazada; propensión a las distensiones
musculares y consiguiente rigidez dolorosa en la nuca; tirones y crispaturas de
algún miembro o de todo el cuerpo, durante el sueño y en vigilia; incómoda
descansar sobre el lado izquierdo, debido a palpitaciones y puntadas;
predisposición a resfríos; cansancio de pies y ardor en sus plantas luego de
caminar corto trecho; debilidad interna; lasitud en las extremidades; cansancio
al despertar; somnolencia y bostezos frecuentes; sueño inquieto por las
noches, con despertamientos frecuentes; dormición plena de sueños, de
fantasías; sueños ansiosos y terroríficos; insomnio hasta muy tarde; imposible
dormir por afluencia de pensamientos; por la noche inquietud y crispaturas en
los pies; cefalalgia nocturna; despertar sobresaltado; falta de calor corporal;
aflujos de color; fiebre que dura tres días, acompañada de vómitos después del
escalofrío y congestión de manos y pies; transpiración febril durante el día;
transpiración durante el día, principalmente en el rostro, provocada por
ejercitación o trabajo liviano.

Por lo general, el alcanfor modera los efectos excesivos de Lycopodium, pero a


los estados febriles que suele provocar preferible es atenuarlos con Pulsatilla,
debiéndose preferir Causticum para eliminar el mal humor, la desconfianza, el
tomar las cosas por el lado malo y la tendencia a reprochar. Beber café
obstaculiza la acción de Lycopodium y concluye por extinguirla.

Una dosis moderada obra durante 40 a 50 días y más aún. Puede ser repetido
luego de haber intercalado otros remedios antipsóricos, pero su efecto será
mucho menor. Cuando está indicado homeopáticamente tiene particular
eficacia luego de haber administrado previamente Calcárea.

Magnesium carbonicum

(Carbonato de magnesia)

Es el precipitado que se obtiene a partir de la solución de sales de Epsom


(sulfato de magnesia) en agua suficiente, vertiendo en ella gotas de solución
de carbonato puro de soda (o de potasa) diluído. Se lava repetidamente con
abundante agua destilada, se filtra y se deja secar sobre papel.

Tiene particular utilidad en enfermedades crónicas en las que son síntomas


concomitantes los siguientes:

Puntos negros ante los ojos; al despertar por la mañana, los párpados están
cerrados por supuración; dureza de oído; dolor de dientes en la mujer
embarazada; dolor de dientes pulsante, en puntadas; dolor dentario por la
noche; dolor ulcerativo cuando los dientes se tocan, al hablar se incurre en
frecuentes interrupciones súbitas; contracción dolorosa del estómago; hernia
inguinal; estreñimiento; ausencia del impulso sexual; no hay erecciones;
menstruaciones retardadas; leucorrea; taponamiento de las fosas nasales;
coriza con obstrucción; rigidez de la nuca; dolores desgarrantes, por accesos,
en la parte superior del hombro, también por la noche, acompañados de
hormigueo que se extiende a los dedos e incapacidad de mover el brazo a
causa del dolor; dolor de distensión en la articulación del hombro, que se
siente al accionarla; agrietamiento de la piel de las manos; furúnculos en las
piernas; comezón; caídas frecuentes que se producen inesperadamente,
estando de pie o caminando y con plena conciencia; ataques epilépticos;
somnolencia durante el día; por las noches insomnio debido a tensión en el
hipogastrio; sueños todas las noches, algunos ansiosos.

Magnesium muriaticum

(Muriato de magnesia, cloruro de magnesia)

(Se disolverá tanto carbonato de magnesia puro como sea posible, en ácido
muriático a 100 °C. El ácido muriático se prepara por destilación a partir de la
sal común y del ácido fosfórico, pesos iguales; éste último deberá haber sido
fundido previamente y, por exposición posterior al aire, se le habrá permitido
adquirir nuevamente consistencia oleosa. La solución de muriato de magnesia
será luego filtrada y secada a la misma temperatura a fin de que esta sal, que
se licúa fácilmente, quede protegida dentro de un frasco bien tapado).

Aún no estoy en condiciones de ofrecer información suficiente respecto de


este medicamento, pero los pacientes crónicos pueden esperar mucho de él
considerando su difundido empleo en dolencias crónicas (psóricas) al recurrir a
los baños de mar, por la acción de esta sal sobre los nervios de la piel; pues las
aguas del Mar del Norte contienen, como mínimo, casi una onza de esta sal por
libra de agua. 1 Suponemos que los baños de mar son además, recomendables
debido a que es preciso viajar hasta los balnearios -lo que implica abandonar
por cierto lapso ocupaciones que suelen ser agobiantes- y también al masaje
de las olas.

1. [N. del T. al C.]: Resulta evidente el error que aparece en la versión inglesa,
pues la composición promedio del agua de mar (sin considerar la de mares
interiores, como el Mar Muerto) es la siguiente:

(P-Sc) (DEHA)

Agua

% 96, 4

96, 470

Cloruro sódico

" 2, 8

2, 700

" potásico " 0, 1

0, 070" magnésico " 0, 4

0.360 Sulfato magnésico

" 0, 2 0, 230 " cálcico

" 0, 1 0, 140 Carbonato cálcico " -, -0, 003

Bromuro magnésico " -, -0, 002 Pérdida " -, -0, 025 1

Dado que muy pocas veces puede esperarse curar alguna psora desarrollada
por la acción de un solo remedio antipsórico, del mismo modo estos baños, aun
cuando se los tome apropiadamente, sólo pueden disminuir un tanto a esta
enfermedad multiforme; como máximo, cuanto podría esperarse de esta sal al
actuar sobre tal enfermedad, pues lo que reste de ella requerirá la acción de
otros remedios antipsóricos.

De acuerdo con mi experiencia considero que este medicamento tiene gran


valor antipsórico y por ello exhorto a continuar la verificación de sus síntomas
peculiares. Ha prestado señalados servicios, en particular en los malestares
siguientes:
Cefalalgia cotidiana; latidos en los oídos; tensión opresiva en la cabeza;
erupción en el rostro; dolor agudo en el hígado cuando se lo palpa, al caminar y
que se agrava reposando sobre el costado derecho; dilatación abdominal,
severa y constante, acompañada de estreñimiento; dolores agudos y breves,
que parecen desplazarse, en los músculos abdominales; induración dolorosa y
permanente del costado derecho del abdomen; malestares provocados por la
lombriz solitaria; deposiciones retardadas, duras, trabajosas, insuficientes,
fragmentadas; disposición crónica a la diarrea; histeria, retortijones uterinos y
abdominales que se extienden hasta los muslos y provocan flujo leucorreico;
aridez molesta de las fosas nasales; los brazos se duermen, al despertar por las
mañanas; tirones paralizantes en brazos y rodillas; dolor punzante en las
rodillas; sudor de pies; facilidad para contraer resfríos; debilidad corporal que
parece provenir del estómago.

Manganum-act. + -c. (old abbr.)

(Manganeso)

El manganeso en su estado mineral, vale decir, el óxido negro de manganeso,


será triturado en un mortero de porcelana con igual cantidad en peso de
caparrosa pura cristalizada (sulfato de hierro) y a continuación se lo mezclará
con un poco de jarabe de azúcar hasta que la mezcla tome forma de esferas
del tamaño del huevo de gallina. Se calentarán estas esferas entre las brases
manteniéndolas durante diez minutos al calor de incandescencia. La
subsiguiente solución en agua pura (destilada o de lluvia) contendrá sulfato de
manganeso puro, en tanto que el sedimento contendrá al exceso de óxido de
manganeso mezclado con óxido de hierro.

A partir de la solución precipitamos carbonato de manganeso adicionando


carbonato de soda. Este precipitado, cuando ha sido suficientemente levigado
con agua, es un polvo blanco que una vez seco y desmenuzado y expuesto al
aire por algún tiempo extendiéndolo sobre el papel, puede tomar color
amarillento si no se ha procedido con cuidado suficiente en su preparación, lo
que se debe a algo de óxido de hierro aún presente. Para eliminarlo, el polvo
será disuelto en ácido nítrico diluido, filtrado por papel, precipitado mediante
carbonato de soda y luego lavado cuidadosamente en agua destilada y secado.
De este carbonato blanco de manganeso se apartará un grano, que será
dinamizado para uso homeopático, según el procedimiento que se sigue con
las demás substancias medicinales áridas o bien aquél será disuelto
hirviéndolo en vinagre destilado, hasta alcanzar el estado de solución saturada,
a la que se continuará haciendo hervir hasta que adquiera consistencia de
jarabe ("Manganum aceticum"). De esta última substancia una gota, que será
considerada una unidad, será dinamizada homeopáticamente según se
procede con las demás substancias medicinales fluídas, mediante cien gotas
de alcohol en cada uno de los treinta frascos subsiguientes de atenuación.
Estas dos preparaciones han sido usadas en las pruebas de los efectos puros
del manganeso.

Este metal ha demostrado particular utilidad cuando, entre la totalidad de


síntomas, predominaban o se hallaban presentes los siguientes:

Disminución de los sentidos; ardor de los ojos y turbiedad de la visión durante


el día; párpados cerrados por supuración al amanecer; emisión de mucho flato;
deposiciones grumosas y dificultosas; deposiciones blandas y repetidas
durante el día; afecciones de la laringe y de la tráquea; ronquera crónica; tisis
laringes; dolores intolerables del periostio y de las articulaciones; inflamación y
supuración persistentes del dedo meñique; shocks cardíacos; bostezos; acedía.

Mezereum

(Olivo euforbio)

1. "Mezereum: Derivado del Latín médico, a su vez del árabe 'm zariv n' =
camelia". (F y W). (N. del T. al C.]1

Se extrae la corteza cuando el arbusto está próximo a florecer, al comienzo


de la primavera. Originalmente el jugo de la corteza verde y fresca era
obtenido por presión y conservado mezclándolo con partes iguales de alcohol,
luego dinamizado homeopáticamente mediante sucusiones. Este jugo, cuanto
toca la piel, provoca ardor muy doloroso y persistente. Pero dado que la virtud
medicinal de esta corteza no reside en sus partes vol tiles, es más conveniente
secarla y reducirla a polvo, luego triturarla con 100 partes de azúcar de leche,
procediendo a "potentizarla" de igual modo que a las demás substancias
medicinales áridas, según se ha indicado al final de la segunda parte.

El Consejero médico Dr. Stapf ha suministrado un resumen de las propiedades


principales de esta droga tan activa en el Nø 2 del cuarto volumen de su
"Archivo".

Este medicamento ha demostrado su utilidad en casos de enfermedades que


se presentaron acompañadas de los siguientes síntomas:

Erupción húmeda sobre la cabeza y detrás de las orejas; inflamación de los


ojos; leucorrea crónica; acortamiento de una de las piernas; comezón nocturna
por todo el cuerpo.

Muriaticum acidum

(Acido muriático1)

El ácido muriático incoloro comercial, obtenido de la sal común por medio del
ácido sulfúrico, contiene considerable cantidad de este último ácido. Para
eliminarlo de la mezcla y lograr un ácido muriático perfectamente puro para el
empleo homeopático, el ácido sulfúrico debe ser precipitado agregando
suficiente cantidad de muriato 2 de barita. Se logra el ácido muriático por
decantación, separándolo del sedimento (sulfato de barita), y redestilación.

1. "Acido muriático: término obsoleto que corresponde al de ácido


hidroclórico". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

2. "Muriato: término obsoleto que corresponde al de cloruro". (-Sc). (N. del T.


al C.]2

El ácido muriático amarillo obtenido por destilación y por medio de sulfato de


hierro, no contiene ácido sulfúrico pero contiene hierro y, por consiguiente, no
es posible emplearlo en nuestros tratamientos, que requieren substancias
medicinales puras.

Este ácido ha manifestado hasta hoy su utilidad en casos de enfermedades


cuyos síntomas justificaban su selección y hallándose también presentes las
siguientes afecciones:

Media visión, en sentido vertical; insensibilidad en el meato acústico interno;


palpitaciones en el oído; sordera; erupción facial de granitos; pecas; garganta
dolorida; eructos; aversión a la carne; dilatación y repleción abdominales;
retortijones abdominales; deposiciones filiformes; obstrucción de las fosas
nasales; dolores agudos como de tracción, en las rodillas y en la parte superior
de los brazos; frialdad de pies; susceptibilidad de ser afectado por tiempo
húmedo.

Natrium carbonicum

(Carbonato de soda, sosa para blanquear)

1. "Carbonato de sodio cristalino, Na2C0310H20". (P-Sc). [N. del T.al C.]1

Disuélvase el sodio comercial (lo básico de la sal común o de la sal de


Glauber)2 en el doble de su propio peso en agua destilada, caliéntese hasta
punto de ebullición, fíltrese la solución por medio de papel secante y llévesela
a sótano para que cristalice. Estos cristales son rómbico octaédricos y prismas
romboidales. Un grano de estos cristales, secados sobre papel secante (y antes
de que se conviertan en polvo), se escoge para la preparación de las potencias
homeopáticas, debiéndose proceder como con las demás substancias áridas
medicinales.

2. "Sal de Glauber: sulfato de sodio cristalino". (P-Sc). [N. del T. al C.]2

Este medicamento será útil cuando estén presentes las siguientes dolencias:

Tristeza; depresión; ánimo hipocondríaco; recelo respecto de las personas y de


su compañía; ansiedad; palpitaciones ansiosas; angustia, temblor y sudor
durante los accesos dolorosos; tendencia a sobresaltarse; desaliento;
indignación; malevolencia; al leer o escuchar, dificultad en comprender y
combinar pensamientos; fatiga por tareas mentales; depresión mental; vértigo;
cefalalgia por permanecer al sol; dolor de cabeza con puntadas oculares
externas a determinadas horas del día dolor de cabeza lacerante; inflamación
de los párpados, con fotofobia; visión como de plumas diminutas que flotan
ante los ojos; imposibilidad de leer tipos pequeños de imprenta; dureza de
oído; hipersensitividad hacia los ruidos; calor en el rostro; zonas amarillentas
sobre la frente y el labio superior; pecas en la cara; hinchazón del labio
superior; dolor de dientes, en particular al comer; sabor amargo en la boca;
sabor en la boca como es frecuente tener luego de una noche de excesos; sed;
hambre voraz provocada por un sentimiento de vaciedad que ocasiona
náuseas; malestares provocados por bebidas frías, como puntadas en el
hipocondrio izquierdo; debilidad permanente en los órganos de la digestión,
con mal humor y malestar luego de algún error mínimo en la dieta; náusea;
náusea constante con propensión al vómito; opresión en et estómago después
de comer; dolor de estómago sutil, incisivo, penetrante; espasmos contractivos
en el estómago; dolor en la boca del estómago al palpar el hueco epigástrico;
acumulación de flato en el abdomen; dilatación abdominal; movimientos
dolorosos del flato en el abdomen; retención de flato; abdomen distendido;
dolores en el abdomen; agudos, breves y traspasantes; deposiciones
insuficientes; urgencias por orinar; ardor en la uretra después de orinar;
presión hacia abajo de los órganos genitales, como si todo pugnara por salirse
mala conformación del orificio externo del cuello uterino; (parece facilitar la
concepción); menstruaciones dolorosas; metrorragia; después del coito
descarga de mucosidad vaginal; leucorrea pútrida.

Obstrucción de las tosas nasales; coriza día por medio; coriza constante
provocada por alguna corriente mínima de aire y que cesa únicamente después
de transpirar; coriza y tos constantes; tos; respiración breve; asma; aliento
insuficiente; respiración dificultosa; al toser, expectoración purulenta salobre;
dolor agudo, breve, penetrante en el pecho; frialdad constante en el costado
izquierdo; dolor de ulceración en la región del sacro; rigidez de la nuca; dolor
punzante en la parte superior de los hombros; dolores incisivos en manos y
pies; protuberancias en las piernas; calambres en los muslos; propensión a dar
pasos en falso y a las distersiones de tobillo; dolor penetrante en el dorso del
pie; al caminar, dolor agudo breve en la planta de los pies; edema de pies; pies
fríos; úlceras crónicas en los talones que comenzaron como ampollas
corrosivas; comezón en el abdomen; protuberancias erisipelatosas; culebrilla
amarilla originada en zonas herpéticas; hormigueo y dolor punzante y fugaz en
los músculos de los muslos o debajo de la fosa epigástrica, etc.; propensión a
los esguinces y a las distensiones; desagrada estar al aire libre; predisposición
a resfriarse; resecamiento de la piel; verrugas; herpe; dolor agudo y breve,
incisivo y ardiente que se siente en zonas del cuerpo heridas o golpeadas;
inestabilidad, corporal y mental; relajación de todo el cuerpo; después de
caminar breve trecho se siente tanto cansancio como para desplomarse;
debilidad crónica; somnolencia durante el día; insomnio hasta tarde despertar
demasiado temprano, sueños por la noche; frialdad de manos y pies; sudor
profuso por trabajos mínimos; constante transpiración fría, de angustia; sudor
nocturno, que se alterna con sequedad.

El alcanfor disminuye eficazmente la acción excesiva de Natrum.

Natrium muriaticum

(Cloruro de sodio, sal común)

(Se disolverá media onza de sal común de cocina en una onza y media de
agua destilada hirviente a fin de separarla de las otras sales contenidas; se
filtrará a través de papel de impresión y se permitirá que cristalice por
evaporación manteniéndola a 50 C. Los cristales, a los que se dejará secar
sobre papel secante, son de forma cúbica con mella dentada piramidal sobre
cada lado. De estos cristales se escogerá un grano y se lo triturará llevándolo a
la atenuación millonésima y luego a la atenuación diezmillonésima, según se
ha indicado al final de la segunda parte de esta obra).

Casi no hay experiencia pura acerca de los efectos medicinales de la sal


común en las enfermedades. En los casos en que se han descrito sus r pidos
efectos, por ejemplo, en vómitos de sangre y en otros tipos de hemorragias, la
cantidad enorme que se dio (una cucharada sopera llena que debía ser tragada
de inmediato) evidentemente sólo pudo actuar sobre estómago e intestinos
como irritante antagónico disgresivo, del mismo modo en que obraría un
sinapismo aplicado sobre brazos o pantorrillas que, por la irritación dolorosa
que ocasiona, produce súbito cese temporario de algún dolor de muelas.

M s aún; si como la experiencia enseña, todas las substancias que tienen la


virtud de curar enfermedades deben tener como contraparte, la aptitud de
afectar nocivamente la salud del hombre sano, cuesta comprender por qué
razón todos los pueblos de la tierra, aún los incipientemente civilizados,
habiendo usado diariamente sal común durante siglos y en cantidades
considerables, no han advertido efecto alguno perjudicial sobre la salud
humana (lo que hubiera sido indicio de sus poderes curativos) si es que tales
efectos pudieran ser producidos manifiestamente. A este respecto, Lind
adjudica el escorbuto, propio de los extensos viajes por mar, al consumo de
carne salada que se hace a bordo; pero esto es improbable dado que otras
causas morbíficas deben cooperar para producir esta caquexia. 1

1. Hoy se sabe, luego de las investigaciones de Christian Eijkman ( 1858-1930)


sobre el beri-beri (Premio Nobel, 1929) y de Albert Szent-Gyorgyivon
Nagyrapolt (1893-1986) sobre el escorbuto (Premio Nobel, 1931), que ésta es
enfermedad carencial por la falta de vitamina C o ácido ascórbico, quedando
confirmada así la intuición del citado Joseph Lind (171 y 1794), médico de la
marina británica, quien en su "Tratado sobre el escorbuto" (1753), aconsejaba
incluir cítricos en la ración de las tripulaciones; también han quedado
confirmadas las dudas del Autor respecto de la etiología del escorbuto. [N. del
T. al C.]1

Por consiguiente, si asumimos que la sal común en su estado natural no


produce efectos nocivos sobre la salud humana al usarla diariamente en
cantidades moderadas, * no es lógico esperar de ella efecto curativo alguno en
caso de enfermedad. Y sin embargo, sus notables virtudes medicinales yacen
ocultas en su interior.

* El hecho observado de que la comida muy salada, cuando se ha ingerido


exceso de ella, provoque calor y sed, en tanto que la pizca de sal que quepa en
la punto de un cuchillo, cuando ha sido ingerida por una persona sana y
sedienta a causa de faltarle líquido, pueda liberarla de tal sed, parece ser
indicio de los efectos nocivos de la sal de cocina en estado crudo lo que
también parece indicar alguna virtud que homeopáticamente corresponda. No
obstante, debemos considerar que muchas otras substancias innocuas en
apariencia, cuando son ingeridas en exceso, resultan perjudiciales.*

Si se buscara alguna prueba que resultara convincente hasta para el más


reacio, de que la preparación de drogas peculiar de la Homeopatía abre, por así
decirlo, un mundo nuevo de fuerzas que hasta hoy la naturaleza ha guardado
sin manifestar, tal prueba sería aportada con toda seguridad por la
transformación que experimenta la sal común, tan innocua en su estado
natural, al tornarse en medicina poderosa y heroica que, obrada tal
transformación, sólo puede darse a pacientes con las mayores precauciones. -
Qué transformación inverosímil y, sin embargo, real! Si hasta pareciera que
estamos presenciando alguna nueva Creación!

La sal común, pura (dinamizada en igual modo que las demás potencias
materiales homeopáticas), es uno de los más poderosos medicamentos
antipsóricos, lo que es posible comprobar por sus efectos peculiares sobre el
cuerpo humano según se detalla a continuación.

Este remedio ha demostrado ser particularmente eficaz cuando, entre las


condiciones presentes, se hallaban las siguientes:

Tristeza; preocupación y temor respecto de lo futuro; ansiedades; tendencia a


sobresaltarse; irritabilidad irascible; violencia; vértigo, en el cual todo parece
girar y el paciente tiene tendencia a caer hacia adelante; vértigo con sacudidas
de la cabeza y dificultad en recobrarse; debilidad de la memoria; incapacidad
de pensar; hipersensitividad en la cabeza; cefalea con aturdimiento; frecuente
pesadez de la cabeza, especialmente en el occipucio, que fuerza a cerrar los
párpados; dolor de cabeza por las mañanas al despertar; cefalea, como si la
cabeza fuera a explotar; cefalea desgarrante, que traspasa, y que obliga a
acostarse; puntadas por encima de los ojos; dolor penetrante arriba de los ojos;
puntadas en el hueso parietal; palpitaciones y tirones en la frente;
palpitaciones en la cabeza; cefalea martillante; batimientos y palpitaciones en
la cabeza al mover el cuerpo; caspa capilar; granitos en la frente; dolor
provocado por excoriación ocular; inflamación de los ojos; materia glutinosa en
el ángulo externo del ojo; durante la noche, supuración que cierra los
párpados; lacrimación; lágrimas corrosivas; cierre de los párpados al
anochecer; al caminar o inclinarse hacia adelante todo parece tornarse
obscuro; súbito obscurecimiento de la visión simultáneo con cefalea
desgarrante y traspasante; visión borrosa, como si hubiera plumas ante los
ojos; visión como a través de un velo, que impide ver claramente; presbiopía;
visión doble; al leer, las letras parecen borroneadas; puntos negros y rayas de
luz ante los ojos; amaurosis incipiente; dolor agudo y breve en los oídos;
batimientos y palpitaciones en los oídos; supuración auricular purulenta; en los
oídos, retintín, o tañidos de campana, o zumbidos y rugidos; dureza de oído;
pérdida del olfato; al masticar, dolor en los maxilares como de ulceración
subcutánea; comezón en el rostro; granitos en la cara; herpe alrededor de la
boca; hinchazón del labio superior; labio superior agrietado y cortado; ampollas
que sangran en la cara interior del labio superior, que duelen con cualquier
contacto; turgencia frecuente de las glándulas submaxilares; fístula dentaria;
ampollas en la lengua; dolor de garganta crónico, con sensación de que es
preciso tragar algo; esgarramiento de mucosidades; por la mañana,
expectoración de mucosidades; sabor pútrido en la boca antes del desayuno;
sabor agrio en la boca; sabor amargo; eructos; eructos agrios; regueldos
desagradables luego de ingerir leche o alimentos grasos; pirosis; ardor que
sube desde el estómago; falta de apetito; desgano por el pan; apetito excesivo,
por la mañana y por la noche; hambre voraz, con repleción y saciedad después
de los primeros bocados; deseo intenso por cosas amargas y por cerveza
amarga; aversión hacia las viandas grasosas; sed constante; sudor en el rostro
en tanto se está comiendo; después de comer, eructos vacíos; pirosis después
de comer; náuseas después de las comidas; acedía acompañada de sensación
constrictiva alrededor del estómago; acedía seguida de vómitos agrios; vómito
de lo ingerido; presión en el estómago; presión en el estómago por la mañana;
sensación de peso en el estómago acompañada de náusea y decaimiento
repentino; opresión en la boca del estómago; calambres de estómago; dolor en
el hueco epigástrico, al presionar; epigastrio dilatado y doloroso, como si
hubiera ulceración profunda; retortijón en la boca del estómago; tirones en la
fosa epigástrica; al inclinarse hacia adelante, calambres en el diafragma;
puntadas en la región hepática; puntadas debajo de las costillas; dolor en la
región esplénica; dolor penetrante en el hipogastrio izquierdo; dilatación
abdominal; timpanismo en el lado izquierdo del abdomen; cólicos diarios;
retención de flato; borborigmos abdominales; ruidos abdominales audibles;
constipación día por medio; estreñimiento crónico; evacuaciones trabajosas
acompañadas de dolores desgarrantes, punzantes y fugaces, en el ano y en el
recto; deposiciones demasiado frecuentes; deposiciones blandas crónicas;
ardor en el recto durante las deposiciones; ardor en el ano; dolor agudo
momentáneo en el recto; sensación de corrosión y palpitación en el recto;
várices en el ano; dolor en las várices del ano; emisión involuntaria de orina al
caminar, toser y estornudar; necesidad de micciones por la noche; descarga de
mucus por la uretra masculina; gonorrea secundaria; excitación excesiva de los
órganos sexuales; excitación excesiva de la imaginación vinculada con el
contacto sexual; impotencia; menstruaciones prolongadas en exceso;
menstruaciones demasiado profusas; menstruaciones anticipadas;
menstruaciones retardadas; menstruos demorados y escasos; dolor de cabeza
durante, antes y después de menstruar; irascibilidad antes de la menstruación;
antes de menstruar, melancolía; tristeza en cuanto se presentan los
menstruos; durante la menstruación, dolores espasmódicos en el hipogastrio;
comezón en la zona de los genitales; en la mujer, aversión al coito; leucorrea;
leucorrea acre.

Obstrucción de las fosas nasales; coriza acompañada de taponamiento;


resecamiento interno de la nariz; coriza con estornudos; estornudos frustrados;
ronquera; necesidad de esgarrar; tos con flemas; estertores en el pecho; tos
por las mañanas; al caminar o inspirar profundamente, cosquilleo que provoca
tos; tos breve, crónica; tos sofocante y espasmódica al anochecer, ya en el
lecho; al toser dolor de cabeza como si la frente se partiera; falta el aliento si
se camina rápidamente; asma- que se presenta durante trabajos manuales; la
respiración por las noches, ya en cama, es jadeante; tirantez en el pecho;
tensión dolorosa en el pecho; dolor agudo pero momentáneo en el tórax al
inspirar profundamente; dolor traspasante en el pecho, al toser; palpitación con
ansiedad; palpitación con cada movimiento del cuerpo; dolor traspasante en
uno de los pechos; tirón agudo que recorre la cadera y la región del sacro;
dolor incisivo en-el sacro; dolor paralizante, como de magulladura, en el sacro;
presión como de desgarramiento en el sacro; tensión dolorosa en la espalda;
agotamiento que se siente en la espalda; opresión en la nuca; bocio; costras en
las axilas; pesadez paralítica del brazo; cansancio de los brazos; dolor
taladrante en la región superior del brazo; puntadas en la articulación de la
muñeca; los dedos se adormecen y se sienten pinchazos; dolor en la cadera,
como si hubiera dislocación; dolor desgarrante en las piernas; acortamiento
doloroso de los tendones de la corva de la rodilla y de la pantorrilla; herpe en la
corva; extenuación que se siente en las rodillas y pantorrillas; dolor de úlcera
en los tobillos, al caminar o palparlos; pesadez de los pies; ardor y edema de
pies; tirantez y presión en las piernas; dolencias provocadas por hablar en
exceso; perturbaciones provocadas por aflicciones; malestar consecuencia de
alimentos ácidos; efectos adversos que produce comer pan; tendencia a los
esguinces y distensiones; venas varicosas; callos; emaciación; facilidad para
resfriarse; movimientos corporales torpes; pereza que surge por las mañanas,
después de levantarse; lasitud; lasitud histérica; somnolencia durante el día;
dormición plena de im genes; sueños ansiosos, con llanto; por la noche, sueños
profundos seguidos de largas horas en vela por dificultad en dormirse
nuevamente; sed por las noches; por las noches, dolores en la espalda;
sacudimientos nerviosos por las noches; micciones horarias, por las noches;
con frecuencia, enfriamiento interno; con el enfriamiento, desasosiego; frialdad
constante y falta de calor vital; frialdad de manos y pies; sudor al caminar;
transpiración profusa que se presenta demasiado pronto al andar;
transpiración por las mañanas; fiebres intermitentes producidas por mal uso de
la quinina.

Natrum Muriaticum, si ha sido preparado en el modo que ya se ha indicado,


puede ser repetido ventajosamente habiendo intercalado previamente otro
remedio y siempre que continúe siendo indicado homeopáticamente.

El alcanfor carece casi de acción, si se trata de antidotar los efectos excesivo


de este antipsórico; olfaccionar repetidamente espíritus de nitro amortiguados
tiene efectos muy superiores.

Nitricum acidum

(Acido nítrico)

Media onza de nitro 1 perfectamente puro (nitro seco en cristales grandes,


disuelto en seis partes de agua caliente y cristalizado nuevamente a partir de
la solución durante la aplicación de frío intenso es pulverizado y vertido dentro
de una retorta, revestida de arcilla, por medio de un embudo de vidrio con pico
curvado y luego, por medio del mismo embudo, se agrega media onza de
ácido fosfórico de consistencia oleosa (que haya sido preparado de
conformidad con las indicaciones dadas en la quinta parte de la "Materia
Medica Pura", fundido y al que se haya dejado licuar al aire libre); luego de
agitar un poco, se obtiene por destilación el ácido nítrico puro mediante llama,
en un recipiente simplemente acoplado; este ácido no fumará y tendrá un
peso específico de 1, 200 aproximadamente.

1. "Nitro: nitrato de potasio (KNO, )" (P-Sc). [N. del T. al C.]1

Una gota de este ácido será sacudida cinco veces con 100 gotas de agua
destilada y una gota de esto será sacudida, mediante cinco sucusiones, con
100 gotas de alcohol diluído, con lo cual el ácido nítrico será "potentizado"
hasta la dilución diez milésima (1/10.0000). Una gota de esta atenuación será
luego atenuada con 100 gotas de buen alcohol y, acto seguido sucesivamente
dinamizada mediante cinco sucusiones hasta lograr las potencias VI, VIII y X,
pues no hay peligro de combinación íntima del alcohol con un ácido tan diluído
(como ocurre con el espíritu de nitro diluído). 2
2. "Espíritu de nitro: ácido azótico debilitado". (LyB). [N. del T. al C.]2

El médico homeópata empleará solamente las potencias VI, VIII y X con


propósitos antipsóricos, dando dosis de dos a tres gr nulos del menor tamaño
humedecidos con estas potencias; para los pacientes más debilitados sólo se
empleará la dilución decillonésima.

Se podrá advertir que este medicamento actúa del modo más benéfico en
pacientes con tejidos consistentes (morenos y trigueños) y no tanto en
pacientes en tejidos laxos (rubios). También es más apropiado en pacientes
crónicos con propensión a deposiciones blandas, y pocas veces es aplicable a
pacientes con tendencia al estreñimiento.

Nitri Acidum resulta de máximo beneficio cuando predominan los síntomas


enumerados a continuación o bien cuando, entre otros síntomas, están
presentes:

Tristeza; ausencia de alegría; ansiedad respecto de su enfermedad, con temor


a la muerte y excesiva irritabilidad; irascibilidad y obstinación; aversión al
trabajo; vértigo, caminando y estando sentado; vértigo que obliga a acostarse;
náusea que provoca cefalalgia; dolor desgarrante en la frente, la coronilla y el
occipucio; cefalea pulsante, aflujo de sangre a la cabeza; picazón del cuero
cabelludo; caída del cabello; parálisis del párpado superior; tensión en los ojos;
dolor ocular agudo y momentáneo; supuración de los ojos; dificultad en que se
contraigan las pupilas; visión de puntos negros flotantes; puntadas en el oído;
tumor enquistado en el lóbulo izquierdo;3 supuración del oído; obstrucción del
oído; taponamiento del oído; dureza de oído; rugidos en el oído; latidos en el
oído; crepitación en el oído; costras en la fosa nasal derecha; epistaxis; al
aspirar por la nariz, olor ofensivo; hedor de la nariz; granitos en el rostro;
palidez del rostro; labios cuarteados; hinchazón de la zona encarnada de los
labios; aflojamiento de dientes; encías que sangran; ardor de garganta; dolor
como de llaga en la garganta; sabor amargo, inclusive después de comer;
sabor dulzón en la boca; sed, simultánea con supuración de los pulmones;
aversión a la carne; la leche no es digerida; malestar estomacal por ingerir
grasas; transpiración durante y después de las comidas; sensación de repleción
gástrica después de comer; lasitud después de cenar; eructos agrios;
inclinación al vómito; acedía luego de beber precipitadamente; puntadas en el
hueco epigástrico; tensión dolorosa debajo de las costillas izquierdas;
estrujamientos frecuentes en el abdomen; cólicos; dolor punzante y fugaz en el
abdomen al palparlo; dolor de úlcera en el hipogastrio; tumefacción de
glándulas inguinales; hernia inguinal en los niños; acumulación de flato en el
abdomen; retención de flato, por la mañana y la noche; borborigmos
abdominales; bulla abdominal; propensión a tomar frío en el abdomen;
estreñimiento; defecaciones urgentes; evacuación irregular y difícil de las
heces; deposiciones demasiado frecuentes; deposiciones secas; prurito anal;
várices antiguas en el ano; micción dolorosa; imposibilidad de retener la orina;
orina fétida; glándulas doloridas; verrugas ficoideas; los testículos penden
fláccidamente; ausencia de instinto sexual y de sus funciones; falta de
erecciones; poluciones excesivas; leucorrea.

3. "Lobulus auricalae", muy probablemente. [N. del T. al C.]3

Estornudos frustrados; fosas nasales obstruídas; sequedad interna de la nariz;


coriza; coriza con congestión; ronquera; aspereza en las vías respiratorias; tisis
laríngea; tos diurna; tos nocturna, en el lecho; tos que induce al vómito;
cortedad del aliento; asma; respiración anhelante durante las tareas;
induración nudosa de mamas; retracción de las mamas; dolor en la región del
hueso sacro; dolor de espalda; rigidez en la nuca; tumefacción de las glándulas
del cuello; dolor agudo y breve en el hombro; dolor punzante en la articulación
esc pulo-humeral; piel áspera de las manos; herpe entre los dedos;
adormecimiento de los dedos; puntos blancos en las uñas de los dedos de las
manos; comezón en los muslos; por la noche, inquietud en las extremidades
inferiores; frialdad de las extremidades inferiores, dolor en los muslos al
levantarse del asiento; debilidad de las rodillas; calambres y distensiones en
las pantorrillas, al caminar y luego de permanecer sentado; crispaturas en las
pantorrillas; dolor intenso y breve en el talón, al pisar; transpiración fétida de
los pies; dolores desgarrantes en las extremidades superiores e inferiores;
propensión a enfriamientos y subsiguientes retortijones y dolores incisivos en
el abdomen; dolores en antiguas heridas y cicatrices, con cada cambio de
tiempo (profecía del tiempo); comedones; las extremidades se congelan,
inflaman y pican aun durante fríos moderados; urticaria pruriginosa al aire
libre, hasta en el rostro; herpe pruriginoso; manchas pardo rrojizas sobre la
piel; verrugas; callos y sabañones dolorosos; debilidad; lasitud por la mañana;
lasitud trémula; lasitud crónica y pesadez de los pies; dificultad para
despertarse por las mañanas; despertamientos frecuentes; desasosiego por las
noches; despertamientos sobresaltados; dormición poblada de sueños; sueños
ansiosos; sueños lascivos; dolores durante el sueño; frialdad constante; por las
tardes fiebre, frío y calor; piel reseca; sudor nocturno; sudor fétido nocturna.

Kalium nitricum

(Nitrato de potasa)

1. La versión inglesa dice "SALTPETRE", pero para esta versión en castellano


se ha preferido emplear el vocablo francés.

"Salpetre (del Latin: 'sal' = sal + 'petrae' = de piedra): Nombre común del
nitrato de potasio". (L-L). [N. del T. al C.]1

(A lo que se denomina nitro en el comercio, depurado y seco, se lo disolverá


en seis partes de agua caliente y luego se dejará que cristalice a baja
temperatura. Estos cristales son los más aptos para el uso homeopático,
puesto que están casi totalmente libres de la sal común de cocina. Serán
dinamizados en modo igual que las demás substancias medicinales áridas) .

Para los médicos de la vieja escuela, afectos todavía (apasionadamente) a las


sangrías, nitro ha sido el principal remedio para aminorar la circulación
acelerada de la sangre y contrarrestar las fiebres inflamatorias. Contaban con
él -su principal remedio antiflogósico- para disminuir las fiebres. Difícilmente
conocen algún otro empleo del nitro en estados mórbidos. No obstante, cuando
al nitro se lo emplea internamente, exhibe su gran poder de causar
enfriamientos y frialdad únicamente en sus efectos primarios y, puesto que
esos médicos jamás admitieron que los síntomas mórbidos producidos por los
medicamentos en el hombre sano fueran aptos para tratar síntomas similares
en casos de enfermedades naturales (es decir, de un modo homeopático)-sin
vislumbrar siquiera que podían curar tales casos de acuerdo a la real ley, la
única, de la curación-sólo lograron dañar a sus pacientes con el empleo
paliativo del nitro. Por ser su práctica la de dar medicinas (nitro inclusive) en
dosis enormes, al emplear esta sal en fiebres inflamatorias tan sólo provocaron
agotamiento de fuerzas y fiebres pertinaces debidas al debilitamiento, a las
que también se ha denominado fiebres nerviosas. La experiencia de muchos
siglos enseña que estas fiebres han provocado la muerte con harta frecuencia.

La Homeopatía enseña un empleo totalmente diferente, y hasta opuesto, que


surge de los efectos puros y peculiares de las medicinas -y por cierto que
también del nitro- sobre el hombre en salud; los síntomas que se mencionan
más abajo sólo representan un principio de avance en esta dirección y
ampliamente merecen que se profundice en ellos.

Nitrum ha demostrado su utilidad cuando, entre otros síntomas, se


presentaron los siguientes:

Falta de apetito, con sed; calambres violentísimos en el estómago; por las


tardes, obstrucción de flato; diarrea sin dolores abdominales; tos estando al
aire libre o subiendo escaleras; tos si se contiene el aliento; tos con
expectoración de sangre; asma, que obliga a mantener la cabeza a nivel más
alto; puntadas en el pecho al inspirar profundamente; puntadas en la escápula;
sudores que agotan; fiebres cotidianas acompañadas de dolores desgarrantes
en las piernas.

El Dr. Schréter afirma haber comprobado que las emanaciones del espíritu de
nitro son alivio para sus efectos excesivos, en particular para el dolor de
cabeza que ocasiona. El alcanfor sólo produce agravación de síntomas.

Petroleum

(Petróleo, aceite mineral o de rocas)


Este producto de las entrañas de la Tierra tiene olor, sabor y efectos
medicinales muy intensos. El de uso medicinal deberá ser muy fluído y de color
amarillo liviano. Aun cuando sea muy fluído es poco probable que haya sido
adulterado mediante aceites vegetales. Pero a fin de estar seguros a este
respecto, en la obra "Kennzeichen der Gute und Verfoelschung der Arzneien"
("Indicios de la genuinidad y de la adulteración de medicamentos") publicado
en Dresde, 1787, página 221, he recomendado verificar su pureza agregando
ácido sulfúrico fuerte, que no afecta al petróleo y sólo ataca a cualquier otro
aceite que se haya agregado, transformándolo en compuesto sulfurado. O más
simplemente, sobre papel blanco de escribir bastará verter unas gotas de
petróleo que, expuesto al aire libre o ubicado en lugar cálido pronto se
evaporará y dejará al papel transparente o translúcido, sin mancha, cuando no
contenga aceite agregado. Es frecuente la adulteración del petróleo por adición
de algún aceite vegetal vol til, por ejemplo, aceite de trementina. Para prevenir
esto será conveniente, antes de emplearlo como medicamento, mezclarlo con
doble cantidad de alcohol, agitar unas pocas veces y separarlo nuevamente
filtrándolo mediante papel secante que haya sido humedecido con alcohol.
Procediendo así el petróleo puro, que no pasará a través del filtro, podrá ser
guardado en frascos pequeños cuyo tapón y boca serán cubiertos con lacre
fundido. El alcohol, que habrá pasado a través del filtro, contendrá el aceite
vegetal vol til que pueda haber estado presente en el petróleo.

Para efectuar la primera trituración con un centenar de granos de azúcar de


leche, tomaremos una gota de petróleo en vez de un grano.

Petroleum ha prestado excelentes servicios cuando se advertían con claridad


los síntomas siguientes:

Ansiedad; timidez; excitación; lenguaje zafio; falta de memoria; debilidad de la


memoria y de las facultades intelectuales; mente obtusa; vértigo que provoca
tambaleo de un lado a otro; dolor de cabeza originado en contrariedades;
cefalea penetrante, intensa y breve; martilleo en el occipucio; erupción en la
cabeza y en la nuca; costras en el cuero cabelludo; caída del cabello; visión
entorpecida como por un velo; hipermetropía, que impide leer tipos pequeños
sin anteojos; miopía; sensación molesta de sequedad en el oído; dureza de
oído; retintín en los oídos; ruidos en el oído; silbido y fragores en el oído;
amarillez del rostro; tumefacción de las glándulas submaxilares; lengua con
recubrimiento blanquizco; mal aliento; sabor pútrido, ofensivo; aversión al
alimento cocinado y caliente; hambre voraz; aversión a la carne; deseo
intolerable por comida; eructos audibles; propensión al vómito; mareo; acedía;
falta de apetito; el hueco epigástrico dilatado y doloroso al tacto; malestar
abdominal severo; cólicos; hernia inguinal; deposiciones muy duras y
fragmentadas; evacuaciones frecuentes durante el día; diarrea; involuntario
goteo de orina; micción involuntaria por la noche; estrechamiento de la uretra;
ardor en la uretra; comezón y humedad del escroto; poluciones frecuentes;
debilidad e irritación nerviosa después del coito; escurrimiento de licor
prostático.

Resecamiento dentro de la nariz, con sensación molesta; fosas nasales


obstruídas; coriza; ronquera; tos por las noches después de acostarse; tos seca
por la noche; tos sofocante por la noche, sin expectoración; dolor agudo y
breve en el costado del pecho; palpitación; herpe en el tórax; dolor en la región
del sacro, que impide permanecer de pie; dolor de espalda; herpe en la nuca;
dolor desgarrante en las manos; manchas de color castaño sobre las muñecas;
piel agrietada en las manos y los dedos, cuyas grietas sangran durante el
invierno; gota y rigidez de las articulaciones de los dedos; herpe sobre la
rodilla; puntadas en la rodilla; pies fríos; hinchazón de los pies; callos; úlceras
pertinaces en los dedos del pie originadas en ampollas corrosivas, con bordes
elevados, húmedas, rojizas, de base plana; dolores desgarrantes en la cabeza,
frente, sienes y molares; las piernas se duermen; crujidos en las articulaciones
y rigidez de las mismas; hervor circulatorio; desagrado estando al aire libre;
sabañones que duelen; úlceras fungosas; sueños vívidos; al despertar
sensación de que no se ha dormido lo suficiente; calor durante la noche;
calentura al anochecer, primero un escalofrío, luego calor al rostro y pies fríos;
transpiración por las noches.

Olfaccionar un glóbulo tan diminuto como el cañamón, humedecido en alguna


de las potencias elevadas de Nux Vomica, ha resultado ser el antídoto más
eficaz de Petroleum.

*( En particular después de haber usado Nitri Acidum.)*

Phosphoricum acidum

(Acido fosfórico)

Para preparar este medicamento de uso homeopático, lo mejor es tomar un


grano de ácido fosfórico fundido que haya sido conservado bien seco dentro
de un frasco provisto de cierre hermético. Este ácido pudo haber sido obtenido
ya sea directamente a partir del fósforo tratándolo con ácido nítrico, o bien de
huesos de acuerdo al procedimiento siguiente, al que he sido el primero en
llevar a la práctica: sep rese una libra de hueso blanco calcinado y tritúreselo;
dentro de un bol de porcelana viértase sobre él una libra del ácido sulfúrico
más fuerte y agítese la mixtura varias veces en el curso de 24 horas, por medio
de una varilla de vidrio. La masa así obtenida deberá ser bien mezclada y
fluidificada mediante dos libras de aguardiente fuerte de cereales o de caña,
para ser envuelta luego en un saco de lienzo de lino o de cáñamo y presionada
finalmente entre dos tablas pulidas. Lo que reste de la masa dentro del lienzo
podrá ser nuevamente fluidificado mediante dos libras de aguardiente fuerte y
lo que se obtenga por presión se adicionará a lo obtenido por primera vez; esto
deberá permanecer cubierto durante unos pocos días, de modo que pueda
sedimentar todo lo que lo enturbie. Se dejará decantar el líquido y se lo hará
hervir dentro de un bol de porcelana calentado; posteriormente será fundido al
calor del rojo vivo. El ácido fosfórico fundido así obtenido deberá tener
transparencia cristalina. En tanto esté aún caliente, se lo fragmentará y
preservará dentro de algún botellón con cierre hermético puesto que en el aire
libre se licúa rápida y totalmente, convirtiéndose en fluído espeso de acuosa
transparencia. El ácido seco puede ser usado de igual modo que otras
substancias áridas, es decir, ser triturado con azúcar de leche del modo que se
ha descrito al final de la segunda parte de este libro hasta alcanzar la
atenuación millonésima en polvo. A continuación se potentizará por sucusión
un grano de esa atenuación que haya sido previamente disuelto.

La acción de Acidum Phosphoricum que resulte excesivamente violenta será


susceptible de ser modificada por el alcanfor.

En los casos en que el ácido fosfórico, dinamizado apropiadamente, haya


resultado el remedio indicado, también curará simultáneamente las dolencias
que se mencionan:

Dolor de cabeza por la mañana; intolerancia hacia los ruidos y la conversación;


costras en el dorso de la nariz; olor fétido de la nariz; ardor en las mejillas;
comedones en el mentón y por la frente; ardor en el hipogastrio; micciones por
la noche; dolor en el hígado durante las menstruaciones; aspereza de
garganta; raedura en la laringe que provoca tos; brevedad del aliento e
incapacidad de hablar ininterrumpidamente durante largo rato; sensación de
debilidad tor cica provocada por hablar; erupción de granitos sobre los brazos;
sudor de pies; herpe; callosidades; transpiración por las noches.

Con este remedio el Dr. Hering ha curado: incapacidad para todo trabajo
mental, acompañada de notable desaliento y de indolencia mental y corporal;
sensación de pesadez de la cabeza, como si estuviera llena de agua;
inflamación de los ojos, con ardor; lagrimeo; intolerancia respecto de la luz
solar; dientes que se tornan amarillentos; náusea constante sentida en la
garganta; después de comer el estómago parece agitarse hacia arriba y abajo;
por las mañanas, tos seca con expectoración de mucosidades; mucosidad
viscosa que requiere ser esgarrada; deposiciones repetidas; furúnculos en las
nalgas y en las axilas; tumefacción sobre las nalgas; edema de pies; los
testículos duelen al tacto; dolor corroyente en los testículos; úlcera pruriginosa;
úlceras planas e indoloras sobre las piernas, sin rojez pero con fondo dentado
desparejo y supuración de aspecto sucio; cansancio notable después de
caminar; orina lechosa.

Phosphorus

Phosporus se obtiene a partir del ácido de los huesos ( ácido fosfórico)


mediante destilación con carbón, lo caracteriza la facilidad con que entra en
combustión espontánea. Para el uso homeopático se lo dinamiza según la
técnica descrita al final de la segunda parte de esta obra, página 278.

Phosphorus, "potentizado" de este modo, es uno de los principales remedios


antipsóricos.*

* Entre otras características, el hecho tan notable de que el polvo de azúcar de


leche conteniendo uno o dos glóbulos humedecidos con esta medicina
"potentizada", por ejemplo, hasta la decillonésima atenuación, luego de haber
sido guardada durante más de un año, retenga intactas sus propiedades
medicinales y exhiba íntegra la virtud medicinal de Phosphorus y el hecho de
que no se haya convertido en ácido fosfórico que tiene efecto muy diferente
sobre el cuerpo humano es evidencia de que las substancias medicinales, una
vez dinamizadas por trituración y sucusión (procedimiento exclusivo de la
Homeopatía), han sido substraídas por completo de los dominios de la
química.*

Sin embargo, pocas veces será este medicamento el adecuado en los casos de
enfermedades crónicas (no venéreas) en que se manifieste debilidad del
impulso sexual y de los órganos genitales, o cuando se retarde el período de la
mujer o cuando haya debilidad extrema y escasa fuerza vital. Si, pese a ello,
fuere el indicado homeopáticamente, a fin de incrementar la fuerza vital en la
medida de lo posible, se deberá recurrir a la transferencia de poder vital que
provea alguna persona sana (mesmerismo)** un individuo sano, fuerte y
bondadoso deberá retener por algunos minutos las manos del debilitado
paciente entre las suyas, concentrando su mente en él con afectuosa simpatía
y con empeñoso deseo de beneficiarle; o bien aplicará sus manos sobre la
región del cuerpo más debilitada y enferma; se procurará que ningún ruido
distraiga la atención de quien transmite su fuerza y de quien la recibe; no se
admitirán espectadores en tanto se esté aplicando este tratamiento, el que
podrá ser repetido.

** Así denominado en agradecido reconocimiento a Mesmer, por haber sido él


quien primero divulgó activamente este nuestro poder. 1**

1. Hoy mesmerismo es término con significado equivalente al de sugestión y


se lo considera incluído en el capítulo de hipnotismo. Pero no es ése el
concepto que expresa el Autor; al efecto ver 288 al 290 del "Organon". En la
misma obra, el poder de la sugestión está considerado en la nota 10,
correspondiente al 17. "Mesmerismo: Doctrina de Mesmer, según la cual todo
ser viviente estaría sometido a la influencia del "fluído magnético". (L-L). [N.
del T. al C.]1

Este medicamento se adecúa mejor a los casos en que prevalecen


inveteradamente deposiciones blandas o delgadas.
Cuando Phosphorus "potentizado" ha sido el indicado homeopáticamente, ha
sido capaz de eliminar las afecciones siguientes:

Ausencia de alegría pusilanimidad quedándose solo; ansiedad respecto del


futuro; irritabilidad y ansiedad; timidez; propensión a sobresaltarse;
irritabilidad e irascibilidad; aversión al trabajo; vértigo de varios tipos; dolor de
cabeza embrutecedor; aflujo de sangre a la cabeza; cefalalgia matutina;
dolores externos, intensos y breves, sobre uno u otro lado de la cabeza;
picazón del cuero cabelludo; caída del cabello; ardor e irritación en el ángulo
exterior de los párpados; inflamación ocular, con calor y presión como la
producida por un grano de arena; efusión de lágrimas cuando se expone al
viento; ojos lacrimosos, cuyos párpados se adhieren por supuración durante la
noche; dificultad en separar los párpados; visión turbia; miopía; ceguera
diurna, todo parece cubierto por un velo gris; encandilamiento; cataratas;
glaucoma; visión como si todo se hubiera obscurecido; visión de puntos negros
flotantes; martilleo y palpitaciones en los oídos; siseo en el oído; dificultad en
oír la voz humana; epistaxis; olor ofensivo de la nariz; pérdida del olfato; tez
impura; rojez y ardor de las mejillas; dolor de desgarramiento en ambos
maxilares durante el reposo nocturno; dolor de dientes como provocado por
ulceración, durante la mañana y al masticar; por las noches dolor dentario
intenso que dura hasta las dos de la madrugada; dolor de ulceración dentro de
la boca; mucosidad en la boca; lengua blanquecina; sequedad de garganta, de
día y de noche; sensación de raspadura y de ardor en la garganta; irritación y
ardor de garganta; por las mañanas necesidad de esgarrar mucosidad de las
fauces; paladar viscoso; paladar caseoso; pérdida del gusto; regueldos; eructos
espasmódicos; eructos agrios; hambre matutina que provoca náuseas; avidez
por algo refrescante; hambre después de comer; hambre voraz; acedía
invariablemente después de ingerir substancias ácidas; náusea después de
comer; perturbación abdominal después del desayuno; acaloramiento y
pusilanimidad después de comer; ardor en las manos después de comer;
después de comer, indolencia y somnolencia; gastralgia; después de comer
presión intensa en el estómago, con vómito de lo ingerido; constricción dé
algún tipo en el cardias de modo que lo recién ingerido retorna a la boca; dolor
en el hueco epigástrico, cuando se lo palpa; sensación de roedura en el hueco
epigástrico; repleción gástrica; abotagamiento después de la comida; dolores
abdominales por la mañana, antes de levantarse; relajación muscular del
abdomen; distensión de ambos lados del abdomen; murmurios en el abdomen;
borborigmos abdominales; molestias intensas por flato; retención de flato;
hernia inguinal; tenesmo intenso antes de cada deposición; dolores
desgarrantes abdominales, con tenesmo intenso; deposiciones demasiado
secas; deposiciones crónicamente delgadas y blandas; deposiciones con
sangre; descarga de segmentos de tenia; prurito anal; várices en el recto y el
ano; mucosidad rezumada por el ano, cuyo esfínter permanece relajado;
tensión en la uretra; irritación de la uretra al orinar; la orina quema al salir;
entre micciones, crispatura y ardor en la uretra; violentas erecciones por las
noches; incesante necesidad de cópula; coito breve por emisión prematura de
semen; poluciones demasiado frecuentes; puntadas en la vagina irradiando
hacia dentro del útero; menstruos escasos y acuosos; durante la menstruación,
fermentación; leucorrea.

Coriza y obstrucción nasal; resecamiento molesto de las fosas nasales; flujo


constante de moco nasal; aspereza de la garganta; tos que predispone a más
tos; cosquilleo en el pecho; tos provocada por cosquilleo; tos crónica; tos
provocada por reír; tos que induce al vómito; tos con aspereza y ronquera; tos
nocturna con puntadas en la garganta; respiración dificultosa; respiración
anhelosa y audible; opresión en el pecho; gravitación que se siente sobre el
pecho; puntadas laterales izquierdas en el pecho, también al palpar la zona;
puntadas crónicas laterales; ardor como de llaga en el pecho; descansando
sobre el costado izquierdo, dolor en el mismo; palpitaciones permaneciendo
sentado; dolor en la espalda, como de fractura; rigidez en la nuca; rigidez del
cuello; dolor en el brazo al levantarlo; dolores de desgarramiento, punzantes y
breves, en brazos y escápulas; acaloramiento de las manos; temblor de las
manos; dolores desgarrantes en las rodillas; crispaturas en las pantorrillas;
exóstosis de tibia; frialdad de pies por las noches; la planta de los pies duele
como si estuviera llagada, al caminar; tirones en los pies durante el día y por
las noches antes de dormirse; dolores de desgarramiento en las extremidades;
torpor en la punta de los dedos de manos y de pies; manchas amarillentas
sobre abdomen y pecho; manchas parduscas por el cuerpo; distensiones por
alzar objetos; latidos por todo el cuerpo, somnolencia durante la mañana o
durante el día; dificultad en dormirse; dormición poblada de sueños; sueños
terroríficos; frialdad en el pecho por las noches; calores fugaces; sudoración
matinal.

PLATINA l

(Platinum)

1. La edición en idioma inglés, base de esta traducción, encabeza este capítulo


con el término "Platina" únicamente. Pero se ha juzgado conveniente agregar
"Platinum" por los motivos que siguen: a) "Platina: ver Platinum". (W). b)
"Platina: 1. Platinum;

2. Aleación blanca quebradiza de cinc y cobre". (F y W). c) "Platina: mineral de


platino. Es el platino metálico unido a cantidades variables de hierro, iridio,
paladio, rodio, oro y cobre". (Extractado, DEHA). d) Finalmente, "Platinum" es
el nombre con que figura en las materias médicas, particularmente en la
excelente (en idioma inglés) del Dr. Timothy Field Allen. 1

El platino químicamente puro es maleable y puede ser cortado con cuchillo;2


se disolverá en agua regia ( ácido nítrico y ácido hidroclórico) caliente,
obteniéndose una solución amarillodorada que se diluirá en agua destilada;
suspendiendo dentro de ella una barra de acero cuidadosamente pulida, el
platino se depositará sobre la barra, asumiendo el aspecto de costra cristalina.
Este platino es fácilmente friable y se purificará mediante repetidos lavados en
agua destilada, debiendo ser cabalmente secado entre hojas de papel secante.
Un grano de lo obtenido se empleará para la preparación de las dinamizaciones
homeopáticas, según procedimiento indicado al final de la segunda parte.

2. "El platino es metal de color blanco argentado que viene a ser intermedio
entre el estaño y la plata; ... su dureza es mayor que la de la plata pero menor
que la del hierro, representándose por el número 4, 5 de la escala de Mohs".
(Extractado, DEHA) . [N. del T. al C.]2

Cuando Platina sea lo indicado homeopáticamente en determinado caso de


enfermedad, aliviará simultáneamente las siguientes dolencias: Falta de
apetito; regoldar después de come; estreñimiento que se presenta al viajar;
emisión de licor prostático; induración del útero; cansancio de las
extremidades inferiores; pies fríos; coriza con obstrucción de las fosas nasales.

Los efectos de Platina, cuando resultaren muy violentos, serán aliviados por
Pulsatilla y por olfaccionar vapores amortiguados de nitro.

Sarsaparilla officinalis

(Zarzaparrilla)

En la época en que la sífilis era curada mediante desmesuradas dosis de


mercurio, hace ya 300 años, la gente común de América del Sur descubrió, por
obra de la casualidad, que la raíz delgada y extensa de la Smilax Sarsaparilla 1
era de mucha utilidad en el notable deterioro de salud que tales tratamientos
provocaban. Esto fué imitado en Europa en casos similares, pero los médicos
siempre prescribieron que se la administrara hervida. En consecuencia, resultó
necesario emplear una onza o más por día de esta raíz tan costosa a fin de
obtener efectos medicinales, gasto en que sólo clientes muy adinerados podían
incurrir, más aún cuando el tratamiento debía ser continuado durante años,
como era frecuente. Es que no se advirtió, pese a haber transcurrido varios
siglos, que la raíz que en sí misma tiene propiedades muy enérgicas, pierde
casi totalmente su efectividad si se la hierve. De ello resultaba que no era
mucha la pérdida que sufría el paciente cuando el boticario mezclaba la muy
dispendiosa raíz de la zarzaparrilla con las raíces similarmente largas y
delgadas del espargamio o cárice ("carex arenaria") que carece de toda virtud
medicinal, o bien cuando la substituía por ésta, derivando para su bolsillo
inmenso beneficio. Durante mucho tiempo, aun los médicos continuaron
suponiendo que la zarzaparrilla podía ser substituída por la "carex arenaria"
pues el parecido, al ser también raíz extensa y delgada, hacia suponer
propiedades similares. Tal infundio quedó registrado en las materias médicas
corrientes por obra de quienes se dedican a elaborarlas con irresponsabilidad
total y que también decretaron que la corteza del "Salix"2 y la del "Aesculus
hippocastanum")3 tenían igual propiedad medicinal que la corteza de cinchona.

1. Sinonimia: "Smilax officinalis", "Smilax medica". (A.L. ). 1

2. "Salix: nombre científico del sauce y de la mimbrera". (W). 2

3. "Aesculo (del Latín 'aesculus' = especie de encina). Género que ha dado su


nombre a las Aesculéas o Hipocastáneas, tuya variedad más extendida en
Europa es el castaño de Indias ('Aesculus Hippocastanun L.'), llevado de
Constantinopla a París en 1615. Se extrae de él la aesculina, principio al que se
ha atribuído propiedades febrífugas an logas a las de las "Quinas". (Resumido,
DEHA). [N. del T. al C.]3

Lo cierto es que la zarzaparrilla genuina, en especial la variedad de color


castaño que crece en Haití (isla de Santo Domingo), es droga muy poderosa
aun en pequeñas dosis; pero debe ser administrada al paciente en algún modo
que no sea el de decocción, puesto que así pierde casi toda su virtud.

La Homeopatía emplea únicamente medicinas genuinas (se requiere


pequeñísima cantidad de cada una) y las emplea en la preparación en que
resultan más efectivas.

Las tinturas obtenidas por medio de alcohol a partir de drogas áridas, no


contienen todas las virtudes medicinales. De esto me he convencido al cabo de
varios años de experimentarlas .

En consecuencia escogemos un grano obtenido por raspado de la corteza de


un trozo pequeño de raíz de buena zarzaparrilla, que no haga mucho tiempo
que haya sido cortada, y para uso homeopático se lo triturará con noventa y
nueve granos de azúcar de leche hasta arribar a la atenuación centesimal; del
mismo modo continuar hasta lograr la atenuación en polvo millonésima; un
grano de tal polvo será disuelto y dinamizado posteriormente, según se ha
indicado al finalizar la segunda parte de esta obra.

En aquellos casos en que Sarsaparilla fué el remedio indicado, también eliminó


los siguientes malestares:

Náuseas; deposiciones con sangre; pies fríos antes de acostarse; transpiración


de la frente, por la noche y ya en cama; coriza con obstrucción de las fosas
nasales que lleve ya muchos años; cansancio con sensación de magulladura en
manos y pies.

El antídoto es olfaccionar alcanfor; el vinagre parece agravar la dolencia en un


principio.
Sepia officinalis

(Suco de la sepia)

Este jugo castañonegruzco -que antes de mis experiencias sólo era empleado
como tinta para dibujar- está contenido en un saco dentro del abdomen del
molusco marino cefalópodo denominado jibia. A este líquido el animal lo
proyecta en las ocasiones en que necesita obscurecer el agua a su alrededor,
muy probablemente para ocultarse de sus enemigos o para capturar alguna
presa.

La vejiga que alberga el líquido de este animal -al que es frecuente hallar en el
mar Mediterráneo- es secada y puesta a la venta en Roma, donde se la ofrece
a los dibujantes y sólo allí es posible obtenerla.

El suco seco de la jibia (sepia) puede ser fácilmente disuelto en agua, en todas
proporciones, pero en el estado que podríamos denominar de materia prima,
es insoluble en alcohol.

Sepia es preparado para uso homeopático en modo igual al empleado con las
demás substancias áridas medicinales en estado primario.

Sepia ha probado ser de particular utilidad cuando, luego de la selección


impuesta por la similitud de síntomas con los de la enfermedad, se
presentaban algunas de las perturbaciones siguientes:

Abatimiento y llanto, depresión, melancolía; taciturnidad; desánimo; ansiedad


por las noches estando ya en cama; ansiedad y temor con oleadas de calor;
predisposición a asustarse; desagrado por las propias tareas; indiferencia hacia
la familia; accesos moment neos de vértigo con inconciencia en tanto se
camina al aire libre o se escribe; vértigo; memoria débil; sensación de
embotamiento como si la mente fuese incapaz de realizar tarea alguna;
pesadez de la cabeza; cefalea con náusea; ataques de gota a la cabeza con
cefalea taladrante que obliga a vomitar y gritar; cefalea pulsante,
especialmente en el occipucio; al inclinarse hacia adelante, aflujo de sangre a
la cabeza; frialdad en la cabeza, picazón en el cuero cabelludo, la nariz y las
orejas; caída del cabello; la cabeza experimenta sacudidas hacia adelante;
pesadez y descenso de los párpados superiores; presión que se siente en los
ojos; por la noche, la luz artificial provoca punzadas en los ojos; aglutinación de
los párpados por las noches, imposible abrirlos; abotagamiento ocular por las
noches; descamación seca en los bordes de los párpados, por la mañana al
despertar; presbiopía; sensación de un velo ante los ojos; visión de puntos
negros y líneas relampagueantes; visión de puntos negros fugaces; amaurosis,
con pupilas contraídas; sensibilidad auditiva excesiva respecto de la música;
dificultad en oír; rugidos y sonidos fragorosos en los oídos; extremidad de la
nariz crónicamente inflamada y con erupción; al sonarse, frecuente expulsión
de sangre; epistaxis frecuentes; olfato deficiente: amarillez del rostro; escozor
en la cara inflamación erisipelatosa e hinchazón de todo un lado del rostro:
estremecimiento ocasionado por caries en la raíz de los dientes; labios secos
que se despellejan: inflamación de las encías que sangran; ulceración de las
encías; dolor de dientes, agudo y breve; sequedad de la boca; aliento pésimo;
lengua con saburra blanca; punta de la lengua llagada: crispatura contractiva
en la garganta; viscosidad en la garganta; por las mañanas, necesidad de
esgarrar mucosidad; sed por las mañanas: voracidad; acidez en la boca
después de comer, desagrado por tener que comer; aversión a la carne y a la
leche; el alimento deglutido no desciende; notable desesperación por la
comida; eructos desagradables acompañados de náusea, luego de comer
alimentos grasos; regueldos; regueldos grios; eructos con sabor de lo ingerido;
acedía, en particular después de beber; pirosis precedida por ganas de vomitar
y contracciones en el estómago; dolor penetrante, intenso y breve en el hueco
epigástrico y en la región gástrica; palpitaciones en la fosa epigástrica; dolor
en el hueco epigástrico al caminar; dolor de estómago después de la cena;
transpiración después de comer; en tanto se está comiendo, presión en el
estómago; presión en el estómago después de comer; digestión dificultosa;
después de comer sensación de raedura y ardor que asciende hasta las fauces;
vaciedad que se siente en el estómago; dolor intenso y dolor taladrante en los
hipocondrios; dolor punzante y breve en el hipocondrio izquierdo; opresión y
dolor taladrante, incisivo, en el hipogastrio; opresión en el hipogastrio que
asciende hasta la región precordial; sensación de dureza en el hipogastrio, de
algo que se ha alojado ahí; sensación de abdomen hinchado; sensación de
vacuidad en el abdomen; frialdad abdominal; hidropesía abdominal; frecuente
generación y retención de flato; borborigmos y otros ruidos en el abdomen,
particularmente después de comer; cólicos después de ejercitarse
corporalmente; pujos para deponer; evacuaciones que se retardan;
evacuaciones demasiado blandas; deposiciones mucosas; sangre que es
expulsada con las deposiciones; descarga de mucosidades provenientes del
recto, sin deposiciones que acompañen, con dolores punzantes y fugaces,
desgarrantes hacia arriba partiendo del ano y del recto; deposiciones
insuficientes; evacuaciones que parecen drupas (bayas) de laurel; ardor en el
recto durante las evacuaciones; escurrimiento de humedad proveniente del
recto; hormigueo en el recto; prurito de ano; presión de la sangre hacia el ano;
protrusión de várices rectales; prolapso de recto durante la evacuación;
urgencia por orinar; micciones nocturnas; micciones involuntarias durante el
primer sueño; orina obscura; irritación en la uretra durante la micción; testículo
dolorido; laxitud de los genitales; comezón alrededor de los genitales;
inflamación del escroto, menstruaciones faltantes; opresión y tensión hacia
abajo de los genitales; dolor de llaga en el área de los genitales y entre los
muslos; calor en y por sobre los genitales; menstruos insuficientes; dolores de
magulladura durante las menstruaciones, flujo acuoso amarillento proveniente
de la vagina.
Obstrucción de las fosas nasales; sequedad molesta de las fosas nasales;
coriza; coriza con taponamiento; los catarros se transforman en coriza; tos por
la mañana y al anochecer, con expectoración salobre; tos provocada por
irritación y cosquilleo de resfrío; expectoración a la que cuesta desprender;
asma, tirantez en el pecho y respiración insuficiente al caminar, ascender
cuestas y al yacer en cama por las noches; opresión en el esternón; ebullición
que se siente en el tórax; dolor de llaga en el medio del pecho; dolor en el
pecho que aparece al moverse; opresión en el pecho; dolor punzante y breve
en el costado izquierdo del pecho; puntadas en el tórax en tanto se realizan
trabajos mentales; dolor en el costado al respirar y toser; dolor en el sacro;
palpitaciones en el sacro; debilidad que se siente, al caminar, en la región del
sacro; dolor en la espalda y el sacro; frecuentes dolores en la espalda,
taladrantes, incisivos, penetrantes; frialdad en la espalda; erupción pruriginosa
en la espalda; calambres y dolores desgarrantes en la espalda; rigidez de la
espalda; rigidez de la nuca; transpiración axilar, herpe húmedo en la axila
izquierda; lasitud de los brazos; esguinces en los brazos; dolores de distensión
en la articulación esc pulohumeral; tensión que se siente en el antebrazo; dolor
de desgarramiento paralizante en el brazo, que obliga a dejarlo pendiente;
dolor punzante y fugaz en la muñeca, al accionarla; ardor en la palma de las
manos; sudor frío en las manos; mal formación de las uñas de los dedos; dolor
intenso, breve y desgarrante que parte del borde superior de la pelvis
rodeando la articulación inguinal y se extiende hasta los muslos sensación de
parálisis en las piernas; frialdad de piernas y pies; tirones como puntadas en
los muslos, que obligan a doblar y levantar la pierna; puntadas en la tibia;
sensación de que algo se deslizara por la pierna, como si un ratón la recorriera;
dolor desgarrante en la pierna y en el dígito I del pie; calambres en la
pantorrilla; edema de piernas y pies; dolor agudo y breve en el dorso del pie;
ardor y punzadas en el pie; durante la siesta, crispatura en algún pie; sudor de
pies; sudor de pies que ha sido impedido; ardor en los pies; hormigueo y
adormecimiento de las plantas de los pies; brazos y piernas se duermen,
particularmente después de ejercitación física; rigidez y torpeza de las
articulaciones de manos, rodillas y pies; úlceras en las articulaciones de los
dedos de manos y pies; inquietud y agitación en todos los miembros; dolores
ardorosos en muchas partes del cuerpo; accesos fugaces de calor; calor que se
siente al conversar sobre temas importantes, o al encolerizarse; accesos de
calor mientras se está sentado o caminando al aire libre; hervor circulatorio;
palpitaciones; transpiración estando sentado; transpiración copiosa durante
ejercitaciones corporales ligeras; falta de calor corporal natural; sensitividad
respecto del aire libre; propensión a resfriarse; propensión a las luxaciones;
dolores desgarrantes que se extienden desde la región gástrica hasta las
vértebras lumbares; calambres en el estómago que se presentan
simultáneamente con accesos de asma; crispaturas musculares en las
extremidades; zonas parduscas sobre pecho, abdomen y espalda, sacudidas y
crispaturas de las extremidades durante el día; necesidad de desperezar y
extender las extremidades; las contrariedades producen efectos graves; lasitud
trémula; indolencia y torpeza corporales; falta de fuerza; lasitud al despertar;
poca firmeza corporal; accesos de laxitud; pronto cansancio al empezar a
caminar; puntadas en los brazos al ejercitar el cuerpo; somnolencia durante el
día; somnolencia en cuanto anochece; durante el sueño, ilusión de que ha sido
llamado; excitación durante el sueño; abundancia de sueños; sueños ansiosos,
terroríficos; despertamientos frecuentes durante la noche, sin causa; dormir
que no descansa; sudor por la noche; sudor por la mañana; sudor agrio por la
mañana.

Los ácidos vegetales parecen aliviar la acción excesiva, pero el antídoto más
enérgico es olfaccionar espíritus amortiguados de nitro; menor efecto tiene
olfaccionar la atenuación billonésima de Antimonium Crudum y de Antimonium
Tartaricum; pero en los casos en que la circulación esté muy excitada es
aconsejable olfaccionar alguna potencia de Aconitum.

Silicea terra

(Tierra silicea)

Tómese media onza de cristal de roca que no haya sufrido fracturas


conminutas debidas a sucesivos calentamientos e inmersiones en agua fría, o
bien arena blanca y limpia, lavada con vinagre destilado; mézclese esa media
onza con dos onzas de sodio en polvo y fúndase dentro de crisol de hierro
hasta que toda efervescencia háyase extinguido y la masa licuada sea límpida,
procediéndose entonces a verterla sobre una plancha de mármol. El cristal que
así se obtenga, que será transparente como agua, deberá ser reducido a polvo
estando aún caliente y se lo guardará en un frasco, agregando cuatro veces su
peso -como mínimo- en agua destilada. Si este frasco fuere llenado hasta el
tope y tapado inmediatamente, se formará dentro de él una solución que
permanecerá clara y transparente; pero si hubiese sido vertido dentro de algún
vaso grande cuya única tapa fuese una hoja de papel, muy pronto se
descompondría provocando la sedimentación de sílice blanca como nieve.
Durante la fusión el cáustico del sodio (que no ha sido aún reconocido por la
química antiflogística) combinado con el aire atmosférico, forma casi
instantáneamente el denominado ácido carbónico* que es necesario para
neutralizarlo y moderarlo y permitir así que la sílice precipite. El líquido
transparente decantado es puro natrón 1 suave, que entra en efervescencia
con todos los demás ácidos.

* Este ácido no está presente originariamente en el carbón, sino que


únicamente se forma a partir de la substancia cáustica liberada por la ignición
del carbón, cuando éste (al ser expuesto a una corriente de aire frío) se
combina con el aire atmosférico; esto ocurre aun cuando el aire haya sido
desprovisto de todo ácido carbónico que pueda contener, agitándolo con agua
destilada, fresca y fría. En consecuencia, este ácido carbónico no pertenece al
carbón realmente y sólo arbitraria e impropiamente ha sido denominado "
ácido carbónico". 2*

1. "Natrón: carbonato nativo de sosa". (LyB).

"Natrón: sesquicarbonato natural de sodio". (P-Sc). [N. del T. al C.]1

2. "Acido carbónico: (H2CO3) Acido muy débil formado probablemente en


cantidades pequeñas cuando el dióxido de carbono se disuelve en agua. Jamás
se lo ha obtenido puro en reacción química puesto que se desdobla casi por
completo en dióxido de carbono y agua. Da origen a dos clases de sales:
carbonatos y bicarbonatos". (P-Sc).Ver el comentario incluído en Causticum. (N.
del T. al C.]2

A fin de lixiviar la sílice el agua debe ser mezclada con algo de alcohol, de
modo que la sílice liberada pueda sedimentar más fácilmente. Entonces se la
separa del agua por medio de filtrado con papel secante y finalmente se la deja
entre varias hojas de papel secante seco, encimándose pesos de modo que al
presionar extraigan al máximo toda humedad de la sílice, después de lo cual
será secada completamente al aire o en mbito calefaccionado.

La sílice será dinamizada de modo igual que los otros medicamentos áridos.
Se muestra particularmente benéfica cuando, habiendo sido correctamente
escogida, están presentes algunos de los síntomas que se enumeran a
continuación:

Predisposición para afligirse; ausencia de alegría; ninguna disposición para el


trabajo; irritabilidad intensa; contrariedad y ansiedad por fruslerías, debidas a
marcada debilidad nerviosa; falta de coraje; inquietud; memoria endeble;
fatiga provocada por leer y escribir; incapacidad de reflexionar; depresión
mental; notable aturdimiento al anochecer, como producido por intoxicación:
abatimiento, embotamiento mental; vértigo que hace necesario afirmarse de
algo, de cualquier modo: calor en la cabeza; dolor de cabeza por acalorarse;
cefalea desde la nuca hasta el vértice, que por las noches impide conciliar el
sueño; cefalea desgarrante cotidiana acompañada de calor en la frente a
mediodía; cefalea cotidiana desde el mediodía hasta la noche, consistente en
pesadez en la frente que presiona hacia afuera; cefalea desgarrante que
pareciera forzar una salida por la frente: dolor de cabeza en que ésta parecería
que fuera reventar; cefalea pulsante; cefalalgia unilateral dolor agudo, breve y
desgarrante que se siente en los ojos y en los huesos de la cara; transpiración
de la cabeza por la noche; cabeza pruriginosa, húmeda, costrosa y tiñosa;
protuberancias en el cuero cabelludo; caída del cabello; presbiopía; fotofobia;
los ojos quedan deslumbrados por la luz diurna; cataratas; puntos negros que
flotan en la vista; obscurecimiento de la visión como por velo gris; amaurosis;
visión de destellos intensos; debilidad ocular; leyendo con luz artificial las
letras parecen escabullirse; palidez facial mientras se está leyendo; accesos
de ceguera súbita; los lentes para leer y escribir resultan indispensables; fístula
lacrimal; lagrimeo estando al aire libre; escozor de los ojos; aglutinación ocular;
rojez ocular con dolor en las comisuras de los párpados; inflamación ocular;
sonidos en los oídos; ruidos; oídos como taponados que recuperan súbitamente
la audición, como si hubiera sido por explosión; sordera, los oídos nada
perciben; dureza de oído; audición confusa; dolores taladrantes en los oídos;
dolor de oídos, intenso y breve y de adentro hacia fuera; erupción de granitos
en la nariz; rojez de la punta de la nariz; erupción de granitos dentro de la
nariz; sensación molesta de sequedad en las fosas nasales; obstrucción de
ambas fosas nasales; carencia de olfato; epistaxis; la piel del rostro está
agrietada y cuarteada; calor en la cara; inflamación del maxilar inferior; la
turgencia del cuello impide cerrar las mandíbulas; ulceración en la parte roja
del labio inferior; herpe en el mentón; tumefacción de las glándulas
submaxilares; caries y puntadas en los dientes; dolores dentarios traspasantes;
dolores desgarrantes en los dientes y en todo el carrillo, durante el día o la
noche; tirones en los dientes al ejercer la lengua succión sobre ellos; dolor de
dientes que al masticar se proyecta hacia el oído; encías sangrantes; sequedad
de la boca; dolor de llaga en la lengua; no hay sentido del gusto; mucosidades
permanentes en la boca; por las mañanas, sabor amargo en la boca, eructos;
regueldos agrios; regueldos con sabor de lo ingerido; náuseas por la mañana;
náuseas constantes y vómitos; náusea después de toda ejercitación que
acalore; náuseas después de las comidas; vómitos invariablemente después de
beber; náusea a cada mañana, con dolor de cabeza y de ojos al girarlos;
imposible digerir la carne; acedía con estremecimientos; sed intensa; se siente
aversión hacia todo alimento; aversión al alimento cocinado; aversión por la
carne; el niño rehusa el pecho materno y vomita después de mamar; opresión
en el estómago; opresión en el estómago producida por beber con
precipitación; dolor en la boca del estómago cuando se ejerce presión;
constricción en la boca del estómago, que también se presenta después de
comer; presión en el estómago que perdura durante años; pirosis seguida de
vómitos después de cada comida; repleción después de haber comido;
dilatación y dureza de la región hepática; dilatación y dureza del abdomen en
su lado derecho y en su centro, por arriba del ombligo, el que duele si se lo
palpa; abdomen dilatado y duro (en niños); distensión del hipogastrio; ardor en
e] abdomen; borborigmos y bulla abdominal en tanto se actúa físicamente;
retención de flato; dificultosa descarga del flato; hernia inguinal dolorosa;
contracción en el abdomen; cólicos; dolor incisivo en el hipogastrio, sin diarrea;
dolores similares a cólicos, provocados por constipación; cólico con diarrea;
fiebre producida por vermes en personas escrofulosas; deposiciones blandas y
repetidas durante el día; estreñimiento; constipación; las evacuaciones se
retardan; estreñimiento con frecuentes e ineficaces llamados a evacuar, prurito
de ano; micciones frecuentes; micciones involuntarias durante el sueño;
impulso sexual ausente y debilidad de los poderes sexuales; pensamientos
lascivos, espont neos y frecuentes; impulso sexual desenfrenado; comezón en
el prepucio; monstruos demasiado escasos; menstruaciones faltantes durante
varios meses; menstruaciones muy anticipadas e insuficientes; descarga de
sangre uterina durante la lactancia; leucorrea acre y corrosiva; leucorrea que
se descarga durante la micción; leucorrea como leche, copiosa, que ha sido
precedida por dolor incisivo en la región umbilical; comezón en la zona de los
genitales.

Estornudos frustrados, imposible concluirlos; estornudos desmesurados o


demasiado frecuentes; obstrucción nasal que dura años; coriza seca; romadizo
constante; frecuente coriza con flujo nasal; coriza fluente que alivia la
obstrucción nasal crónica; ronquera; asma y respiración insuficiente
permaneciendo en reposo; falta el aliento aun realizando labores manuales
ligeras; insuficiente aliento si se camina apresuradamente; dificultad en
respirar acostado de espaldas; también al inclinarse hacia adelante; aliento
que falta al correr; al toser falta el aliento; tos con expectoración purulenta; tos
con expectoración de mucosidades; tos sofocante por las noches; opresión en
el pecho; opresión en el tórax al toser o estornudar; palpitaciones en el
esternón; dolor punzante y breve en el pecho que llega hasta la espalda; dolor
intenso y fugaz por debajo de las costillas izquierdas; dolor en el sacro,
espontáneo y cuando se lo palpa; tirones espasmódicos en el sacro que obligan
a acostarse e impiden incorporarse; dolor intenso y momentáneo en la espalda;
dolor desgarrante en la espalda; dolor en el tronco, como de fractura o
magulladura; dolor punzante y breve en los riñones, por arriba de la pelvis,
permaneciendo sentado o acostado; dolor de magulladura entre las escápulas;
debilidad que se siente en el sacro, espalda y nuca; infartación de glándulas en
la parte posterior del cuello; dolor en el brazo sobre el que se reposa, como si
se hubiera dormido; pesadez de los brazos; imposibilidad de mantener
elevados los brazos; el brazo está como paralizado y tembloroso luego de
realizar algún trabajo ligero; tracción dolorosa en el brazo; dolor lacerante en el
brazo; verrugas sobre los brazos: parálisis incipiente del antebrazo, los objetos
se caen de las manos; dolor vivo y breve en las muñecas, por la noche, que se
extiende por el brazo hacia arriba; hormigueo en los dedos de las
articulaciones de los dedos duelen cuando se ejerce presión sobre ellas;
rigidez, falla de flexibilidad y pérdida de fuerza en los dedos; panadizos;
dolores de desgarramiento y de distensión en las piernas; presión que se siente
en los músculos de los muslos; inflamación de la rodilla entumecimiento de las
pantorrillas; los pies se duermen al anochecer; calambres nocturnos en las
pantorrillas después de haber realizado tareas manuales dolor vivo y breve en
los tobillos al caminar; frialdad de los pies; sudor de pies; pies malolientes;
edema de pies; al rascar ligeramente alguna zona reducida de la planta del pie
se siente cosquilleo voluptuoso enajenante; callosidades duras y dolorosas en
la planta del pie; callos; puntadas en los callos; úlcera en el dedo mayor del pie
que duele, breve e intensamente; por haber bebido un poco de vino se siente
hervor circulatorio y sed; tendencia a los esguinces; transpiración que
sobreviene a poco caminar; propensión a resfriarse con que sólo permanezcan
desnudos los pies; frialdad; exóstosis; úlceras fétidas; comezón por todo el
cuerpo; úlceras en las piernas y semblante enfermizo; úlcera pruriginosa sobre
el muslo v el tobillo; ntrax (furúnculo inflamado); por las noches dolores
agudos y fugaces en todas las articulaciones; al niño le cuesta aprender a
caminar; crispaturas en los miembros, tanto de día como de noche; epilepsia;
dolores lacerantes en brazos y piernas; calambres en brazos y piernas; las
extremidades se duermen; por la noche, dolores paralizantes en las
extremidades; también dolores de magulladura; debilidad nerviosa; lasitud
generalizada; estando en cama o reposando sobre un costado, sensación de
desfallecimiento; somnolencia por la tarde; bostezos frecuentes; por la noche y
ya en cama, dificultad en dormirse; durante la noche el sueño es muy liviano,
apenas dormitar sueños abundantes y despertamientos frecuentes; noche tras
noche mucho soñar; roncar durmiendo; sueños ansiosos; estremecimientos
durante el sueño; crispaturas del cuerpo durante el sueño nocturno; excitación
por las noches, acompañada de sueños de ansiedad; hablar en sueños; sudores
nocturnos; por la noche, im genes terroríficas se presentan; sequedad de las
fosas nasales por la noche; escalofríos frecuentes; transpiración agria durante
la noche.

Como antídoto de Silícea yo he hallado únicamente a Hepar Sulphuris


Calcareum. Olfaccionar repetidamente su dilución es suficiente para tal fin, lo
que puede repetirse según requiera la ocasión. El alcanfor tan sólo proporciona
alivio momentáneo e insignificante.

Stannum metallicum

( (Estaño)

El estaño, llevado a l mina delgadísima según proceden los batidores de oro,


es el estaño más puro, el que puede ser dinamizado para su uso homeopático
de conformidad con los métodos peculiares de la Homeopatía aplicables a
substancias áridas.

Hasta el tiempo presente ningún médico empleó jamás el estaño, puesto que
ni se suponía que pudiera poseer propiedades medicinales. Alston l ("Materia
Médica", t. 1, p g. 150) fué el único en dar la primicia acerca de cierto remedio
doméstico escocés contra la lombriz solitaria (teniasis) que, en consistencia
siruposa, contenía estaño inglés en polvo, aunque no en su total pureza sino en
aleación con otros metales y en proporción de 1: 20; debía tomárselo en
grandes cantidades y se debía ingerir a continuación algún purgante. No
obstante, jamás fué la lombriz solitaria exterminada por este remedio, quizás
sólo atontada por cierto tiempo y en tal estado es posible que el purgante
pudiera expulsarla; pero pocas veces debe haberse logrado tal resultado.
Después de repetir con frecuencia estas dosis, parecía advertirse que la
lombriz ganaba mayor extensión en los intestinos y que las molestias
aumentaban; los trabajadores del estaño albergan, con cierta frecuencia, la
lombriz solitaria ("tenia solium"). En consecuencia, parecería que el estaño sólo
es paliativo respecto de los desagradables movimientos de la lombriz en el
intestino sensibilizado y, en sus efectos posteriores, parecería perjudicar al
enfermo en vez de mejorarlo.

1. "Alston Carlos: Médico y botánico escocés (1683-17601. Estudió tres años


con el célebre Boerhaave, en Leyden. Con Alejandro Monro reorganizaron la
enseñanza de la medicina, llevando la Univ. de Edimburgo a ser de las
primeras de Europa". (DEHA). [N. del T. al C.]1

El empleo múltiple y mucho más beneficioso que en Homeopatía puede


hacerse de las grandes virtudes medicinales del estaño, se deduce de los
síntomas artificiales morbosos que fueron observados probando sus efectos
sobre personas sanas:

Pesadez y cefalea penetrante en la frente; dolores abdominales durante las


menstruaciones; opresión y dolor intenso y breve en el hipocondrio izquierdo;
dolor ardoroso en la región hepática; excitabilidad excesiva de los nervios;
inquietud insoportable, a tal punto que es imposible dominarse.

Sulphur

(Azufre)

Para preparar el medicamento homeopático, el azufre de la barrita que se


adquiere en el comercio debe ser destilado 1 sometiéndolo a calor moderado,
formándose así azufre sublimado ("floris sulphuris"), procediéndose luego al
lavado mediante agitación con alcohol, a fin de eliminar todo ácido
remanente.

1. "Un ejemplo de separación de dos substancias sólidas por vaporización de


una de ellas, lo tenemos en el caso del azufre y la arena: si se calienta esta
mezcla en una retorta, primero se funde el azufre, hierve más tarde y despide
un vapor pardo amalillento; y por último es destilado, mientras que la arena
permanece en la retorta. En este caso no hace falta refrigerante, porque el
punto de ebullición del azufre es tan elevado que se produce la licuación con
sólo el enfriamiento debido al aire circundante. El azufre corre en forma de
líquido amarillo por el cuello de la retorta, y se deposita puro en el fondo del
recipiente. También se usa este procedimiento para separar del azufre las
partículas minerales que lo impurifican." (Guillermo Ostwald, "Química", p g.
74, Editorial Gustavo Gili S. A., Barcelona). [N. del T. al C.]1.
Durante más de 200 años el azufre ha sido considerado el remedio de máxima
eficacia contra la sarna, 2 sin que médico alguno advirtiera ni tuviese la más
remota idea, de que promovía tal acción la ley de semejanza (Homeopatía). La
sarna, tan frecuente entre quienes trabajan con lana, ocasiona una suerte de
roedura insoportablemente agradable, con punzadas pruriginosas, parecida a
la que producen los piojos: tal sensación ha sido descrita también como
cosquilleo pruriginoso intolerablemente voluptuoso, que cesa en cuanto se
apoya un dedo sobre la zona a fin de rascarla, comenzando luego a arder;
después de haberse rascado, la zona persiste ardorosa. En modo igual, el
azufre ingerido por personas sanas ocasiona frecuentemente granitos y
vesículas similares que pican ardorosamente, preferentemente en las
articulaciones y por las noches. Durante los últimos siglos se ha abusado de
esta importantísima virtud específica del azufre, con el fin de eliminar la sarna
meramente de la piel por medio de aplicaciones externas, sin que fuera curado
el mal interno de la sarna. A su debido tiempo este mal interno se manifiesta
de modo diferente irrumpiendo en gran cantidad de enfermedades agobiantes
de las más diversas índoles, una vez que las erupciones cutáneas (que
actuaban en alivio del mal interno de la sarna, es decir: la psora) han sido
eliminadas mediante remedios desecativos, principalmente los ungüentos a
base de azufre, a los que se frota sobre la piel hasta que penetran. De manera
similar, la sífilis tampoco se manifiesta en tanto el chancro (que evita la
irrupción de la sífilis) no haya sido destruido mediante procedimiento tópicos.

2. Téngase presente lo explicado en la nota de la página 36/7. [N. del T. al C.]2

Fueron muchos los médicos, por cierto, que prescribieron azufre internamente,
pero el ungüento previamente introducido por frotación ya había alejado la
enfermedad de la piel y alguna enfermedad aguda o crónica era la deplorable
consecuencia de tal tratamiento. El azufre que recetan los médicos alópatas es
también azufre no elaborado, crudo, pero en dosis a ingerir que resultan
purgantes y que, en consecuencia, jamás han podido curar sarna alguna.

Si el mero beber aguas minerales sulfurosas, sin recurrir a aplicaciones


externas, pudo, alguna vez, resultar eficaz para la curación, ésta debe haberse
producido por que el azufre había sido triturado mecánicamente en las
entrañas de la tierra en modo similar a la trituración a que lo somete el
homeópata y así haberse desarrollado sus virtudes medicinales internas.

El azufre, tal como lo prescribe el médico que no procede homeopáticamente


y que, en consecuencia, no dinamiza ("potentiza") previamente esta droga,
dinamización que por cierto debe ser muy alta, jamás ha podido curar la sarna
(primaria) de los trabajadores de la lana aun dándolo únicamente por vía
interna, que es el único modo seguro de emplearlo. Cuanto más elevada sea la
dinamización impuesta al azufre y más enérgica la intensidad de su
"potentización", con mayor seguridad habrá de curar.
En los comienzos yo admití que el extracto de azufre, preparado con alcohol y
al que se denomina "tinctura sulphuris" era suficiente; pero ahora, habiendo
podido compararla experimentalmente, la considero muy inferior a otras
preparaciones logradas mediante trituración del azufre sublimado con un
centenar de partes de azúcar de leche hasta alcanzar la potencia millonésima y
dinamizando luego la solución de esta potencia, tal como se procede con otras
drogas áridas. Debo reconocer que la última dinamización del azufre es el
medicamento de azufre más perfecto. El alcohol en la "tinctura sulphuris"
pareciera que extrae sólo a algunas de las propiedades del azufre, pero no a
todas, sin excepción.

En aquellos casos en que el azufre ha sido el remedio homeopáticamente


indicado, éste alivió también los síntomas que se detallan a continuación:

Irritabilidad; irascibilidad y depresión; propensión a sobresaltarse; timidez;


inclinación al llanto; mal humor; estado de ánimo inconsolable vinculado con
cualquier actuación considerada errónea; monomanía religiosa; accesos de
ansiedad; ansiedad que obliga a desabrocharse la ropa y buscar el aire libre;
violencia; embotamiento mental y dificultad de pensar; memoria débil;
frecuentes accesos de vértigo; vértigo permaneciendo sentado; pesadez de la
cabeza e inconciencia producida por inclinarse hacia adelante; vértigo después
de las comidas; accesos de sangre a la cabeza, con aflujos de calor; cefalalgia
nocturna al menor movimiento en la cama; pesadez en el occipucio; cefalea
desgarrante diurna que parece capaz de hacer estallar la cabeza; cefalalgia
intensa y breve; cefalea aguda, breve, que aturde; cefalea pulsante en el
vértice; retintín, zumbido y rugidos en la cabeza; frialdad de la cabeza; frialdad
en alguna región de la cabeza; oclusión de párpados por la mañana;
presbiopía; visión velada; miopía; dolores desgarrantes en los oídos;
ensordecimiento al comer; audición pobre; zumbido continuo en los oídos;
zurrido en los oídos; rugidos; resecamiento de las fosas nasales; obstrucción de
una de las fosas nasales; hinchazón por inflamación de la punta de la nariz;
sangre al sonarse las narices; epistaxis; semblante pálido y enfermizo;
aspereza de la piel del rostro; calor de la cara; manchas hepáticas en el labio
superior; dolor dentario por la noche; dolor de dientes aparentemente por
aflojamiento de la dentadura y reblandecimiento de las encías; encías
inflamadas, con dolor punzante; garganta dolorida, como si estuviera hinchada
por dentro, lo que impide deglutir; sensación continua como de un tapón en las
fauces y la garganta; el alimento no apetece; apetito intenso; sabor pútrido por
las mañanas; sabor agrio en la boca; aversión por el alimento grasoso; aversión
por lo dulce y lo agrio; repugnancia por el pan de centeno; el beber vino
desagrada; voracidad; opresión en el pecho, como si algo pesara, luego de
haber comido; eructos ardorosos y agrios; regueldos amargos, eructos
frustrados; regueldos malolientes por la noche, mientras se está dormido;
regueldos, simplemente; regurgitación de las comidas y bebidas; el alimento
regurgitado llega hasta la garganta; eructos ácidos que ascienden hasta la
boca; ganas de vomitar antes de comer; náuseas después de comer; náusea
por la mañana; acedía; dolor contractivo en el estómago, atenaceante,
inmediatamente después de comer; dolor taladrante en la boca del estómago;
dolor intenso y breve en la zona gástrica; dolor punzante y breve en el costado
izquierdo del abdomen, al caminar; puntadas en el abdomen; dolor en el
costado izquierdo del abdomen, como si algo estuviera siendo arrancado;
contracción dolorosa por debajo del ombligo; presión continua en el epigastrio;
dolor penetrante en el costado izquierdo del abdomen, que puede llegar a
hacer gritar, acompañando a constipación y retención del flato; dolor en el
abdomen después de beber; el hipogastrio está doloroso al tacto; dolor en los
músculos abdominales por las mañanas, pareciendo que se hubieran acortado;
retención del flato; rumores y ruidos audibles en el abdomen; deposiciones
duras; deposiciones solamente día por medio o cada dos días; deposiciones
involuntarias que se producen durante la micción; durante evacuación
trabajosa, prolapso de recto; dolor punzante y breve en el ano durante
deposiciones; prurito de ano; necesidades urgentes de orinar; micciones
involuntarias durante el sueño; poder sexual disminuído; durante el coito,
emisión prematura de semen; transpiración fétida en la zona genital; picazón y
ardor en la región de los genitales; menstruaciones anticipadas; la sangre
menstrual excesivamente pálida; presión hacia abajo de los genitales; antes de
la menstruación, comezón en la zona de los genitales; cefalalgia antes de la
menstruación; leucorrea.

Coriza; coriza con obstrucción nasal; coriza fluente profusa; aspereza en la


laringe; picazón en la laringe, que provoca tos; tos nocturna; tos febril continua
con expectoración de sangre y puntadas en el pecho; respiración dificultosa;
asma, con jadeo y estertor tor cico y palpitación visible; asma nocturna
sofocante; sensación de repleción tor cica; pesadez tor cica por la mañana;
fatiga en el pecho que sobreviene por cantar; puntadas en el esternón; dolor
vivo y breve que atraviesa el pecho y alcanza la escápula izquierda; ardor en el
pecho, que se extiende hacia arriba; presión sobre el esternón; picazón en las
tetillas, dolor en la cintura lumbar, crujidos en el sacro; dolor en la espalda
luego de alguna labor manual tirantez en la espalda: tensión en la nuca;
crispatura en la articulación del hombro; tirantez sentida en las articulaciones
de codos, muñecas y dedos; entumecimiento de los brazos; transpiración de la
palma de las manos; temblor de las manos al realizar trabajos delicados
insensibilidad de varios dedos callosidades en los dedos; pinchazos en la punta
de los dedos de manos y pies; zonas rojizas en las extremidades inferiores;
puntadas en los muslos cuando se camina apresuradamente; pesadez de las
extremidades inferiores: al despertar por la mañana, estando aún en cama,
frialdad en los muslos en tanto las piernas transpiran; debilidad de rodillas y
brazos; hormigueo en las pantorrillas y brazos; dolor de distensión en los
tobillos; rigidez en algún tobillo; sudor de pies; inquietud en los pies; erisipelas
sobre alguna pierna; pies fríos, frialdad y rigidez en los dedos de los pies;
frialdad de pies y manos; pequeñas pústulas corrosivas en los dedos de los
pies; sabañones en los pies; sacudidas aisladas en las piernas mientras se está
sentado o acostado. dolores desgarrantes en las rodillas y en otras
articulaciones; urticaria: comezón por todo el cuerpo; zonas amarillentas por et
cuerpo; extravasación de sangre provocada por algún golpe ligero; sensitividad
respecto del aire y del viento; aflujos de calor; las piernas se duermen; dolores
intensos y breves; temblor interno; crispaturas musculares; distensión por
levantar algún peso; desmayos y convulsiones se camina con la cabeza baja;
fatiga provocada por hablar, somnolencia durante el día; durante la noche,
sueño demasiado prolongado; al despertar, sensación de que no se ha dormido
lo suficiente; sueño que no descansa; somnolencia después de cenar; cólico
nocturno; sacudidas y crispaturas durante el sueño; terror durante el sueño;
insomnio; el sueño es demasiado liviano; insomnio por las noches debido a
hormigueo en las pantorrillas y pies, sueños ansiosos, excitados; sueños
terroríficos que impiden descansar; hablar en sueños; por la mañana, al
despertar, alucinación que hace ver personas que no están presentes; sed por
las noches; transpiración durante el día y la noche; sudor nocturno; sudor
agrio, noche tras noche; sudor por la mañana; al trabajar, sudor copioso;
frialdad.

Sulphuricum acidum

(Acido sulfúrico)

Este ácido tan conocido, muy corrosivo en estado concentrado, es obtenido


ahora directamente a partir del azufre, pero antes se lo obtenía por destilación
del vitriolo verde 1 (caparrosa verde) y por tal motivo se lo denominaba aceite
de vitriolo 2 o ácido vitriólico.

1. "Vitriolo verde: sulfato ferroso (FeSO47H2O)". (P-Sc). 1

2. "Aceite de vitriolo: ácido sulfúrico o ácido vitriólico; así denominado en el


habla popular porque, como el aceite, cuando se , o vierte de un vaso en otro
no hace ruido".(W). [N. del T. al C.]2

Una gota de ácido sulfúrico en estado concentrado será dinamizada para uso
homeopático agitándola con 99 gotas de agua destilada mediante sacudiones
repetidos. A fin de proseguir con esta dinamización, una gota de esta última
potencia será objeto de sucusiones con 99 gotas de alcohol y del mismo modo
se irán obteniendo las potencias subsiguiente.

Cuando "Sulphuricum acidum" sea el remedio homeopático indicado, eliminará


también los malestares que siguen:
Tensión en los párpados durante la mañana; miopía; dureza de oído; hernia
inguinal; diarrea crónica; menstruaciones profusas; descarga de sangre del
útero; aspereza de garganta; asma; edema de pies; frialdad de los pies.

Zincum metallicum

(Cinc)

Restréguese un trozo de cinc puro metálico contra una piedra de amolar por
debajo de la superficie de agua destilada; al polvo gris que se deposite en el
fondo se lo secará sobre papel secante blanco y de éste se usará un grano para
lograr las preparaciones dinamizadas del cinc, en la misma manera como se ha
procedido con las otras drogas áridas según se ha indicado al final de la
segunda parte, pero haciéndolo objeto de mayor número de sucusiones
respecto de las que allí se indican.

Cuando las preparaciones dinamizadas del cinc han sido las adecuadas
homeopáticamente y cuando ha sido dado en dosis apropiadas, este
medicamento ha eliminado las dolencias que se mencionan a continuación:

Indisposición para trabajar y caminar; pensamientos vinculados a la muerte,


como si se estuviera a punto de morir; debilidad de la memoria; sensación de
constante embotamiento mental; depresión; dolor en la cabeza como de
ulceración; zumbido en la cabeza, dolor en el cuero cabelludo, como si en la
raíz estuviera enconándose; calvicie; sensación de sequedad de los ojos;
amaurosis, con pupilas contraídas; parálisis con oclusión de párpados zurridos
en los oídos; aflojamiento de dientes; dolor dentario al masticar; dolor como de
ulceración en los dientes sabor salobre; después de comer pan, presión en el
estómago, con náusea; tensión dolorosa en ambos lados del abdomen; hernia
inguinal: constipación deposiciones blandas y líquidas; deposiciones
involuntarias; prurito de ano; tenesmo de vejiga al disponerse a orinar; micción
involuntaria al caminar; la orina no puede ser retenida al toser estornudar y
caminar; erecciones continuadas durante la noche; emisión seminal anticipada
durante el coito; menstruaciones muy anticipadas; menstruaciones dolorosas
durante las menstruaciones, dilatación del abdomen; leucorrea.

Coriza; tos; tensión dolorosa en el esternón; palpitaciones; palpitaciones con


ansiedad; acción irregular y espasmódica del corazón; shocks cardíacos con
interrupción de los latidos del corazón, lo que provoca suspensión de la
respiración; dolores en el sacro; dolores de espalda; en el brazo, dolor
desgarrante inveterado; sensación de resecamiento de las manos, por la
mañana: al levantarse por la mañana, los dedos de las manos se duermen;
rigidez de la articulación del tobillo después de haber estado sentado;
sabañones dolorosos en los pies; insensibilidad corporal; sensación de frialdad
en los huesos; exótosis; al despertar por la mañana sensación de no haber
dormido lo suficiente, amodorramiento; necesidad de dormir después de haber
comido; sueño nocturno pleno de excitaciones; sueños terroríficos; hablar y
gritar en sueños; propensión a transpirar durante el día; transpiración durante
la noche.

Si la acción fuere muy violenta será moderada por una solución de alcanfor;
pero por poco tiempo (igual efecto se logra a veces olfaccionando alguna
preparación de Ignatia) la atenuación más efectiva se logra olfaccionando
preparaciones de Sulphur.

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